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Wieodactitat = El Judio, el Gentil, y la Iglesia de Dios. Tas siete dispensaciones. Los dos advenimientos. 4. Las dos resurrecciones.” _ Los cinco juicios. Ley y Gracia, “Las dos-naturalezas del _creyente. . Posicién y estado del creyente. 2 . Salvacién y recompensas. Los creyentes y los que pretenden serlo. iIMPORTANTE! Este libro hatraido mucha luz a un buen numero de estudiantes de la Biblia, en inglés. Suplicamos a nuestros queridos léctores de ” habla espafiola, que lo estudien detalladamente con oracién, que lo conserven como un. tesoro, y que lo usen como ayuda o guia, para el estu- dio de las Sagradas Escrituras. Por su uso constante, la Biblia vendra a ser para Uds. otro libro, que les dard el conoci- miento de cémo trazar la Palabra de Dios sabiamente. Confiamos en que Uds. apreciaraén este libro, como otros muchos lo han apreciado. Trazando Bien la Palabra de Verdad INTRODUCCION En la segunda epistola a Timoteo, capitulo dos, el creyente nos es presentado bajo siete aspectos: como hijo, v. 1; soldado, v. 3; atleta, v. 5; labrador, v. 6; obrero, v. 15; vaso, v. 21; y siervo, v. 24. Cada uno de esos caracteres..va acompafiado de una exhortacién adecuada. Como hijo, Ti- moteo es exhortado a ser fuerte en la gracia; la gracia acompafia al hijo, como la ley al siervo —asi lo aprendemos de los Galatas. Como sol- dado, Timoteo es exhortado a sufrir trabajos, y a no embarazarse en los negocios de la vida: estos son los buenos elementos de la buena milicia. Como vaso, debe ser limpiado, reser- vado; como siervo, manso, paciente; y asi su- cesivamente. En el versiculo 15, le es indicado cuanto de él se requiere como obrero: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad”. Asi, pues, la palabra de verdad tiene sus pro- pias divisiones, y debe ser evidente que sin ob- servarlas, no es posible ser “obrero que no tiene de qué avergonzarse”, de manera que todo estu- dio de la Palabra, ajeno a esas divisiones, debe ser en gran medida falto de claridad y de pro- vecho. Muchos cristianos confiesan francamen- te cuan pesado hallan el estudio de la Biblia; mayor es el niimero de los que no se atreven a confesarlo. E] objeto de este tratado es indicar las divi- siones mas importantes de la Palabra de Verdad. Es evidente la imposibilidad de hacerlo por completo sin un andlisis exacto de la Biblia; pero damos Jo suficiente para que el estudiante aplicado pueda percibir los mayores rasgos de la verdad, y algo de la belleza y simetria orde- nadas de la Palabra de Dios que, a primera vis- ta, parece una mera confusién de ideas sin armonia ni enlace. Exhortamos al estudiante a no recibir una sola doctrina fundandose en la autoridad de este tratado, sino que escudrifie diariamente las Escrituras, como los de Berea (Hech. 17:11), para averiguar su veracidad. No apelamos a la autoridad humana. La uncién “recibida de él, mora en vosotros, y no tendéis necesidad que ninguno os ensefie”. (1 Juan 2:27). EL JUDIO, EL GENTIL, Y LA IGLESIA DE DIOS Clave: 1 Cor. 10:32. EYENDO la Biblia con algo de atencién no es posible dejar de ver que mas de la mitad de su contenido se refiere a un pueblo—los Israelitas. Se nota también que tienen un lugar muy sefialado en las disposiciones y con- sejos de Dios: separados de la masa de la huma- nidad, Jehova hace con ellos pacto, les da pro- mesas especiales, no concedidas a otras naciones. Sélo su historia es referida en el Antiguo Tes- tamento, y tan sélo se habla de otros pueblos en su relacién con el Judio. Parece, también. que todas las comunicaciones de Jehova a Israel como nacién se refieren a la Tierra. Si es fiel y obediente, la nacién recibira grandeza terres- tre, riquezas, y poder; si es desobediente e infiel. sera esparcida “por todos los pueblos, desde el un cabo de la tierra hasta el otro cabo de ella”. (Deut. 28:64). Hasta la promesa del Mesias es de bendicién a todas las familias de la tierra. Continuando su investigacién, el estudiante halla en la Escritura mucha referencia a un cuerpo diferente, llamado la Iglesia. Este cuer- po también tiene una relacién especial con Dios, y, cual Israel, ha recibido de El promesas es- pecificas. Pero aqui acaba el parecido y em- pieza el mayor contraste. En vez de ser formado imicamente de los descendientes naturales. de 7 Abraham, es un cuerpo en que se pierde la distincién de Judio y Gentil; en vez de ser la relacién sélo por medio del pacto, lo es por nacimiento; en vez de ser la obediencia acreedo- ra a una recompensa de grandeza terrestre, la Iglesia es estimulada a contentarse con comida y vestido, a esperar persecucién y odio; y se . percibe que la relacién de la Iglesia con las Cosas espirituales es tan grande como la de Israel con las cosas terrestres y temporales. Ademas, la Escritura ensefia que ni Israel ni la Iglesia ha existido siempre; el principio de Israel estd en el Ilamamiento de Abraham. Indagando el nacimiento de la Iglesia hallaré (contrario, tal vez, a sus. expectaciones, pues le ha sido probablemente ensefiado que Adam y. los Patriarcas estan en la Iglesia) que por cierto no existié antes ni durante la vida terrenal de Cristo. Pues El habla de Su Iglesia en el futuro al decir, (Mat. 16:18) “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. No dice “he edi- ficado” ni “estoy edificando”, sino “edificaré”. Se ve, asimismo, (Ef. 3:5-10) que no se men- ciona la Iglesia en la profecia del Antiguo Tes- tamento, que en aquellos tiempos era un mis- terio escondido en Dios. En la Escritura, halla- mos el nacimiento de la Iglesia en Hechos 2. y el término de su carrera en la tierra en 1 Tes. 4. El estudiante observa también, en la divisién que de la raza hace la Escritura, otra clase, nombrada con rareza, y diferente bajo todo 8 punto de vista de Israel y de la Iglesia, los Gentiles. La posicién comparativa del Judio, del Gentil, y de la Iglesia la vemos en los siguientes textos: El Judio. El Gentil. La Iglesia. Juan 4:22. Mar. 7:26-28. £:22,°23. Rom. 3:1, 2. Ef, 2:11, 12. Ef. 5:29-33. Rom. 9:4, 5. Ef, 4:17, 18. 1 Ped. 2:9. Comparando, pues, cuanto la Escritura dice con referencia a Israel y a la Iglesia, ve que en origen, vocacién, promesa, alabanza, norma de conducta, y destino futuro, el contraste es absoluto. Vocacién Israel. Iglesia. Empero Jehova habia Por tanto, hermanos san- dicho a Abram: Vete de tos, patticipantes de la vo- tu tierra y de tu paren- cacién celestial. Heb. 3:1. tela, y de la casa de t1 Mas nuestra_vivienda es padre, @ la tierra que te on Jos cielos, Fil. 3:20. mostraré. Gén. 12:1. 75 Porqud, Jehova~tu Dios Para una herencia inco- ‘ e ” _truptible, y que: no puede te introduce “en Ja buen“ contaminarse, ni marchitar- sieNiias, Jde fuentes. <5¢ servada en los cielos poe = para nosotros. 1 Ped. 1: abismos que brotan por 15 vegas y montes; tierra de 1 trigo y cebada, y de vides, Hasta esta hora hambrea- e higueras, y granados; tie- mos, y tenemos sed, y esta- tra de olivas, de aceite, y mos desnudos, y somos he- de miel; tierra en Ia cual ridos de golpes, y andamos no comerés el, pan con vagabundos, 1 Cor, 4:11. escasez, Deut. 8:7-9. Entonces Jestis, mirando Entonces dijo: Yo soy alrededor, dice a sus disci- eriado de Abraham; y_ pulos: Cuan’ dificilmente Jehové ha bendecido mu- entrarén en el reino de cho a mi amo, y él se ha_ Dios los que tienen rique- engrandecido: y le ha da- zas! Mar. 10:23. g do ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, ca- mellos y asnos. Gén. 24: 34, 35. 3 ie Pondré Jehova a tus enemigos que se levanta- ren contra ti, de rota ba- tida delante de ti: por un camino saldrén a ti, por siete caminos huiran de- lante de ti, Deut. 28:7. Y te pondré Jehova por cabeza, y no por cola: y estarés encima _ solamente, Y_ no estards debajo. Deut. 28:13. Hermanos mios amados, oid: gNo ha elegido Dios los pobres’ de este mundo, ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Sant. 2:5. Os echarén de las sina- gogas; y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensaraé que hace servicio a Dios. Juan 16:2. Asi que, cualquiera que se humillare como este ni- fio, éste es el mayor en el reino de los cielos. Mat. 18:4. Por supuesto, no se deduce que un Judio santo no vaya al cielo a su muerte; es evidente que la recompensa terrenal, no celestial, era el premio de su santidad. No es necesario decir que, en esta dispensacién, ni el Judio ni el Gentil puede ser salvo fuera del ejercicio de aquella fe en el Sefior Jesucristo por la cual vuelven a nacer (Juan 3:3, 16), y son bautiza- dos en aquel “cuerpo” (1 Cor. 12:13) que es “Ta Iglesia” (Ef. 1:22, 23). En la Iglesia desa- parece la distincién del Judio y Gentil. (I Cor. 12:13; Gal. 3:28; Ef. 2:14; Ef. 2:11, “en otro tiempo. . . Gentiles”. I Cor. 12:2, “cuando erais Gentiles’) El contraste entre Israel y la Iglesia se mues- tra mas adelante en las reglas dadas para la Conducta de ambos. Comparen: Israel. Iglesia. Cuando Jehové tu Dios Mas yo os digo: amad te hubiere introducido ena vuestros enemigos, ben- Ja tierra en Ja cual ti has decid a los que os maldi- () 10 de entrar para poseerla, y hubiere echado de delante de ti muchas gentes .. . y las hirieres, del todo las destruirés: no hardés con ellas alianza, ni las toma- ras a merced. Deut. 7:1, 2. Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por he- rida, golpe por golpe. Ex. 21: 24, 25. También, Deut. 21:18-21. cen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Mat. 5:44. Nos maldicen, y bendeci- mos: padecemos _persecu- cién, y sufrimos: somos blasfemados, y rogamos. 1 Cor, 4:12, 13. Mas yo os digo: No re- sistais al mal; antes a cual- quiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vielvele también la otra. Mat. 5:39. Luc, 15:20-23. También hallamos un contraste en cuanto a los lugares propios para la Adoracién. Israel sélo podia adorar en un lugar, y a cierta dis- tancia de Dios, acercandose a El sdlo por medio del sacerdote. La Iglesia adora donde dos o tres estén reunidos, se atreve a entrar en el lugar santisimo, y esta cornpuesta de_sacerdotes. Comparen: Lev. 17:8, 9 con Mat. 18:20. Luc. 1:10 con Heb. 10:19, 20. Num. 3:10 con 1 Ped. 2:5. La diferencia es aun mas sorprendente en las predicciones referentes al Porvenir de Israel y de la Iglesia. La Iglesia serd por completo quitada de la tierra, pero Israel restaurado tendraé atin su mayor resplandor y poder te- rrenales. Véanse: La Iglesia “En Ja casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera, os lo hubiera dicho: voy ee pi j pues a preparar un lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis’. Tuan 14:2, 3. “Por lo cual, os decimos esto en palabra del Sefior; que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Sefior, no seremos delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Sefior con aclamacién, con voz de ar- cangel, y con trompeta de Dios, descendera del cielo; y los muertos en Cristo resucitaran pri- mero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arre- batados: en las nubes a recibir al Sefior en el aire, y asi estaremos siempre con el Senor”. 1 Tes. 4:15-17. “Mas nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Sefior Jesucristo; el cual transformard el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria”. Fil. 3:20, 21. “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él. porque le veremos como él es’’. 1 Juan 3:2. “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su esposa se ha aparejado. Y le fué dado que se vista de lino fino, limpio, y brillante: porque el lino fino son las justificaciones de los santos. Y él me dice: Escribe: Bienaventurados los que oo YY = lamados a la cena del Cordero”. Apoc. 19: 7-9. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurreccién; la segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serdn sacer- dotes de Dios y de Cristo, y remaran con él mil afios”. Apoc. 20:6. Israel “Y he aqui, que concebiras en tu seno, y pa- rirés un hijo, y lamards su nombre Jesus. Este sera grande, y sera lamado Hijo del Altisimo: y le dard el Seftor Dios el trono de David su padre: y reinaré en la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habra fin”. Luc. 1:31-33. (De estas siete promesas a Maria, cinco han sido ya cumplidas al pie de la letra. ¢Qué nos autoriza a dudar del cumplimiento de las dos restantes? ) = “Simén ha contado cémo Dios primero visité a los Gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre; y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como esta escrito: Después de esto volveré, y restauraré la habitacién de David, que estaba caida; y repararé sus ruinas, y Ja volveré a levantar”. Hech, 15: 14-16. “Digo pues: ¢Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy Israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamin .. . Digo pues: ¢Han tropezado para que cayesen? En ninguna manera; mas a3 por el tropiezo de ellos vino la salud a los Gentiles, para que fuesen provocados a celos . . . Porque si ttt eres cortado del natural acebuche, ¥ contra natura fuiste ingerido en la buena oliva, gcudnto mds éstos, que son las ramas naturales, serdn ingeridos en su oliva? Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no sedis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles: y luego todo Israel sera salvo; como estd escrito: Vendré de Sién el Libertador, que quitard de Jacob la impie- dad”. Rom. 11:1, 11, 24.26. “Asimismo acontecerd en aquel tiempo, que Jehova tornaré a poner otra vez su mano para poseer las reliquias de su pueblo. . . Y levantara pendén a las gentes, y juntara los desterrados de Israel, y reunira los esparcidos de Judd de los cuatro cantones de la tierra”. Is. 11-41-19: “Porque Jehovd tendra piedad de Jacob, y todavia escogeré a Israel, y les hard Teposar en su tierra: y a ellos se uniran extranjeros, y alle- garanse a la familia de Jacob”. Is. 14:1. fe “Empero he aqui vienen dias, dice Jehova, que no se dira mas: Vive Jehova, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive Jehova, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del aquilén, y de todas las tierras a donde los habia arrojado: y volverélos a su tierra, la cual di a sus padres”: Jer. 16:14, 15. “He aqui que vienen los dias, dice Jehova, y os despertaré a David renuevo justo, y reinara Rey, el cual sera dichoso, y hard juicio y justi- cia en la tierra. En sus dias sera salvo Juda, e Israel habitaré confiado: y este sera su nombre que le Nlamardn: Jehové, Justicia nuestra”. Jer. 23:5,6. “He aqui que yo los juntaré de todas las tie- rras a las cuales los eché con mi furor, y con mi enojo y safia grande; y los haré tornar a este lugar y harélos habitar seguramente; v me seran por pueblo, y yo seré a ellos por Dios”. Jer. 32:37, 38. “Canta, oh hija de Sién: da voces de jubilo, oh Israel; gézate y regocijate de todo corazén, hija de Jerusalem. Jehova ha apartado tus jui- cios, ha echado fuera tus enemigos: Jehovd es Rey de Israel en medio de ti; nunca mas verds mal’. Soph, 3:14,15. Se puede impunemente decir que al tratar de judaizar la Iglesia se ha impedido su progre- so, pervertido su misién, y destruido su esencia espiritual en forma superior a la de todas las demas causas juntas. En vez de proseguir a su camino sefialado de separacién, persecucién, odio del mundo, pobreza, y abnegacién, la Es- critura Judia le ha servido para justificarse en rebajar su influencia en la civilizacién del mundo, la adquisicién de fortuna, el empleo de un ritual, la ereccién de iglesias magnificas, la invocacién de la bendicién de Dios sobre los conflictos de ejércitos, la divisién de una hermandad igual, en “‘clero” y “laicos”. 15 nd LAS SIETE DISPENSACIONES | AS Escrituras dividen el tiempo com- prendido en el periodo que media entre la creacién de Adam al “cielo nuevo y tierra nueva” de Apoc. 21:1 en siete periodos desiguales, general- mente lIlamados ‘“‘dispensaciones”’ (Ef. 3:2), aunque también se Ilaman “siglos” (Ef. 2:7), y “dias”, como “el dia del Senior” (Hechos 2:20), ete. Esos periodos estan sefialados en la Escritura con alginm cambio en el modo de tratar Dios con la humanidad, o parte de ella, con respecto a las cuestiones de pecado y de responsabilidad humana. Cada una de estas dispensaciones puede ser considerada como una prueba del hombre natural, y cada una termina con el juicio que indica su fracaso completo. Cinco de esas dispensaciones han tenido ya efecto; vivimos en la sexta, probablemente cer- ca de su fin; y tenemos en perspectiva la sép- tima y ultima—el milenio. 1. El hombre inocente.—Esta dispensacién se extiende desde la creacién de Adam (Gén. 2:7) hasta la expulsién. Adam, creado inocente, ignorante del bien y del mal, fué colocado en el jardin del Edén con Eva, su mujer, con orden de abstenerse del fruto del Arbol de la ciencia del bien y del mal. La Dispensacién de Inocencia dié por resultado la primera y— 16 i i. en sus efectos consiguientes—la mas desastrosa caida del hombre natural. Su término fué el juicio, “echdé, pues, fuera al hombre”. Véanse: Gén. 1:26. Gén. 3:6. Gén. 2:16, 17. Gén. 3:22-24. 2. El hombre bajo la conciencia.—Con la caida adquirieron Adam y Eva el conocimiento del bien y del mial, legado suyo a la raza. Eso dié a la conciencia una base para el recto juicio moral, y, por consiguiente, la raza fué sometida a esta medida de responsabilidad: hacer el bien y evitar el mal. El resultado de la Dispensacién de la Conciencia fué la corrupcién de la tierra; y “la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y todo designio de los pensamientos del corazén de ellos era de continuo solamente el mal”. Y Dios puso fin a la segunda prueba del hombre natural con un juicio: el diluvio. Véanse: Gén. 3:7, 22. Gén. 6:5, 11, 12. Gén. 7:11, 12, 23. 3. El hombre con autoridad sobre la tierra. —Del juicio terrible del diluvio, Dios salvé ocho personas; a las cuales, cuando se bajaron las aguas, dié la tierra purificada, con pleno poder para gobernarla. Eso correspondia a Noé y a sus descendientes. La Dispensacién de Gobierno Humano resulté en el atentado impio de ha- cerse independiente de Dios en la vega de Shinar; su término fué el juicio de confusién de lenguas. WVéanse: Gén, 9:15" 2. Gén. 11:1-4. Gén. 11:5-8. 7} ee ee ee ee ee eR ae ae ee 4. El hombre bajo la promesa.—Dios llama a Abraham, uno de los descendientes dispersos de los constructores de Babel, y con él hace pacto. Algunas de las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes eran puramente -de gracia e incondicionales, y ya han sido, 0 seran aim, cumplidas literalmente. Otras pro- mesas tenian por condicién la fidelidad y obe- diencia de los Israelitas. Cada una de esas condiciones fué violada, y la Dispensacién de la Promesa trajo consigo la caida de Israel; y su fin fué el juicio de” la opresién egipcia. El libro de Génesis, que empieza con las sublimes palabras “En el principio crié Dios”, termina con “en un atatid en Egipto”. Gén. 12:1-3. Gén. 26:3. Gén. 13:14-17. Gén. 28:12,13. Gen. 155. ~ Bx. 1513514. 5. El hombre bajo la ley.—De nuevo acudié la gracia de Dios al socorro del hombre desti- tuto, y redimié el pueblo escogido de la mano del opresor. En el desierto de Sinai, El les propuso el pacto de la ley. En lugar de rogar humildemente por una continuada relacién de gracia, contestaron arrogantes: “Todo lo que Jehova ha dicho haremos”. La historia de Israel en el desierto y en la tierra es una larga serie . de violaciones de la ley. Por fin, tras muchas amonestaciones, Dios cerré la prueba del hom- bre con la ley en el juicio;:y primero Israel, y luego Judd, fueron expulsados de la tierra y f} i oe BY su dispersion continua. Un resto débil_ regresd bajo Esdras y Nehemias, y de él nacié a debido tiempo el Cristo, “hecho de mujer, hecho stibdi- toa la ley” (Gal. 4:4). Y los Judios y los Gen- tiles conspiraron para crucificarle. Véanse: Ex, 19:1-8. 2 Rey. 17:1-18. Rom. 3:19,20. 2 Rey. 25:1-11. Rom. 10:5. Hech. 2:22,23. Gal. 3:10. Hech. 7:51,52. 6. El hombre bajo la gracia—El sacrificio que de Su vida hizo el Sefor Jesucristo intro- dujo la Dispensacién de Gracia, que significa favor inmerecido, Dios dando justicia en vez de exigirla, como bajo la ley. Salvacién, perfecta y eterna, es ahora ofre- cida gratuitamente al Judio y al Gentil. siendo la fe condicién wnica. “Respondidé Jesus, y dijoles: Esta es la obra de Dios, que credis en el que él ha enviado”. Juan 6:29. “De cierto, de cierto os digo: El que cree en mi, tiene vida eterna”. Juan 6:47. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendra a condenacién, mas pasé de muerte a vida”. Juan 5:24. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna: y no pereceraén para siempre”. Juan 10:27,28. 19 +7 “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se glorie”. Ef. 2:8,9. El resultado predicho de esta prueba del hombre bajo la gracia es: juicio sobre un mundo incrédulo y una Iglesia apéstata. Luc. 17:26-30. 2 Tes. 2:7-12. Luc. 18:8. Apoc. 3:15,16. El primer acontecimiento al término de esta dispensacién sera la venida del Sefior del cielo, cuando los santos que duermen serdn levanta- dos, junto con los creyentes vivos atm, para ser “arrebatados en las nubes a recibir al Senor en el aire, y asi estaremos siempre con el Sefior” (1 Tes. 4:16,17). Sigue luego el breve periodo Mamado “la gran tribulacién”. Mat. 24:21,29. Dan. 12:1. Soph. 1:15-18. Jer. 30:5-7. Tras ésto, tiene lugar el regreso personal del Sefior a la tierra en poder y gran gloria, y los juicios que introducen la séptima y ultima dis- pensacion. Mat. 24:29,30. Mat. 25:31-46. 7. El hombre bajo el reino personal de Cristo.—Después de los juicios purificadores asociados con el regreso personal de Cristo a la tierra, El reinara sobre Israel restaurado y sobre la tierra durante mil afios. Ese es el periodo comimmente Iamado el milenio, El 20 4% “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios: no por obras, para que nadie se glorie”. Ef. 2:8,9. El resultado predicho de esta prueba del hombre bajo la gracia es: juicio sobre un mundo incrédulo y una Iglesia apéstata. Luc. 17:26-30. 2 Tes. 2:7-12. Luc. 18:8. Apoc. 3:15,16. El primer acontecimiento al término de esta dispensacién sera la venida del Seyior del cielo, cuando los santos que duermen seran levanta- dos, junto con los creyentes vivos atm, para ser “arrebatados en las nubes a recibir al Sefor en el aire, y asi estaremos siempre con el Sefior” (1 Tes. 4:16,17). Sigue luego el breve periodo llamado “la gran tribulacién”. Mat. 24:21,29. Dan. 12:1. Soph. 1:15-18. Jer. 30:5-7. Tras ésto, tiene lugar el regreso personal del Sefior a la tierra en poder y gran gloria, y los juicios que introducen la séptima y ultima dis- pensacién. Mat. 24::29,30. Mat. 25:31-46. 7. El hombre bajo el reino personal de Cristo.—Después de los juicios purificadores asociados con el regreso personal de Cristo a la tierra, El reinara sobre Israel restaurado y sobre la tierra durante mil afios. Ese es el periodo comiinmente Iamado el milenio. El on ” LOS DOS ADVENIMIENTOS Clave: 1 Ped. 1:11. | L. considerar con atencién las profecias del Antiguo Testamento, nos sor- prenden en gran manera dos clases de predicciones, al parecer contra- dictorias, con respecto a la venida del Mesias. Una clase de profecia Le anuncia débil y humillado, varén de dolores y experimentado en quebrantos, raiz en tierra seca, sin parecer ni hermosura, sin atractivos, Su rostro ultrajado, Sus manos y Sus pies he- ridos, desechado de los hombres, sepultado entre los impios. Is./53- Dan. 9:26. Is. 7:14. Zac. 13:6,7. Sal. 22:1-18. Mar. 14:27. Las otras profecias anuncian un Soberano hermoso e irresistible, que purgaré la tierra con juicios terribles, reunira los dispersos de Israel, restaurando el trono de David con magnificen- cia superior a la de Salomén, e introducira un reinado de paz profunda y de justicia perfecta. Ejemplos: Deut. 30:1-7. Dan. 7:13,14. 48, 96,1. Mig. 5:2. Is, 11:1,2, 10-12. Mat. 1:1. Is. 24:21-23. Mat. 2:2. Ts, 40:9-11. Luc. 1:31-33. Jer. 23:5-8. 00 A debido tiempo empezé el cumplimiento de la profecia sobre el Mesias con el nacimiento del Hijo de la Virgen conforme a Isaias, en Bethlehem segim Miqueas, y procedié literal- mente hasta la plena realizacién de las pre- dicciones de la humillacién del Mesias. Pero los Judios no quisieron recibir a su Rey, “manso, y sentado sobre una asna, y sobre un pollino, hijo de animal de yugo”, y Le cru- cificaron: Zac. 9:9 y Mat. 21:1-5. Juan 19:15,16. Pero no debemos llegar a la conclusién de haber la maldad humana anonadado el props- sito firme de Dios, pues Su palabra habla de un segundo adyenimiento de Su Hijo, cuando las predicciones referentes a la gloria terrenal del Mesias obtendrén el mismo cumplimiento exacto que cuantas se refieren a Sus padeci- mientos terrenales. Oseas 3:4,5. Mat. 24:27-30. Luc. 1:31-33 (el Hech. 1:6,7. 31 ya cumplido al Hech. 15:14-17. pie de la letra). Los Judios se resistian a creer cuanto los profetas habian dicho sobre los padecimientos de su Mesias; nosotros nos resistimos a creer cuanto han dicho sobre Su gloria. Nuestra falta es mayor, pues debiera ser mas facil creer en la venida del Hijo de Dios, en las nubes y con poder y gloria, que creer en Su venida como Nifio de Bethlehem, como Carpintero de Nazaret. En verdad, lo creemos porque ha ee Pg ae RE: SP I ee ne, ee ee ey y ya es hora de que cesemos de echar en cara a los Judios su incredulidad. Si se nos pregunta cémo podian ser tan ciegos al significado evi- dente de tantas profecias tan inequivocas, la respuesta es que estaban cegados de igual modo que muchos cristianos lo estén al significado, en igual medida evidente, de un mayor numero de predicciones de Su gloria terrenal. En otros términos, los antiguos escribas dijeron al pueblo que las profecias de los padecimientos del Mesias no debian ser interpretadas literalmente, de igual modo que algunos escribas modernos dicen a la gente que las profecias de la gloria terrenal del Mesias no deben ser interpretadas al pie de la letra. Pero el segundo advenimiento es una pro- mesa hecha, a la par, a la Iglesia y al Judio. Las siguientes palabras fueron dirigidas, en- tre otras, por nuestro Sefior a Sus discipulos perplejos y tristes, antes de Su sacrificio en la cruz: “No se turbe vuestro corazén: creéis en Dios, creed también en mi. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: yoy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:1-3. Ahi habla el Sefior de Su regreso en exacta- mente los mismos términos que de Su partida. * Ly — Esta fué, como sabemos, personal y corporal. Si decimos que Su venida es impersonal y “es- piritual”, debemos hacerlo fundandonos en la Escritura, y esto no es posible. Mas no hay duda en cuanto a ese punto vital. En el momento preciso de la desaparicién de nuestro Sefior a la vista de Sus discipulos, “dos yarones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos, los cuales también les dijeron: Varones Galileos, gqué estais mirando al cielo? este mis- mo Jestis que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, asi vendra como le habéis visto ir al cielo” (Hech. 1:10,11). Al mismo efecto es 1 Tes. 4:16, 17, “Porque el mismo Sefior con aclamacién, con voz de arcdngel, y con trompeta de Dios, descendera del cielo; y los muertos en Cristo resucitaran primero: luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Sefior en el aire, y asi estaremos siempre con el Sefior”. “Esperando aquella esperanza bienaventura- da, y la manifestacién gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. Tito 2:13. “Mas nuestra vivienda es en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Sefior Jesucristo; el cual transformara el cuerpo de nuestra bajeza, para ser semejante al cuerpo de su gloria, por ye operacién con la cual puede también sujetar a si todas las cosas”. Fil. 3:20, 21. 25 “Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, sere- mos semejantes a él, porque le veremos como él es”. 1 Juan 3:2. “Y he aqui, yo vengo presto, y mi galardén conmigo, para recompensar a cada uno segin fuere su obra”. Apoc. 22:12. Para aquella “esperanza bienaventurada” se nos ensefia a “velar” (Mar. 13:33, 35, 37; Mat. 24:42; 25: 13); a “esperar” (1 Tes. 1:10); y a “estar apercibidos” (Mat. 24:44). La ultima oracién en la Biblia es para el pronto regreso de Cristo. (Apoc. 22:20). Estos textos indican claramente que el se- gundo advenimiento seré personal y corporal: que, por consiguiente, no implica la muerte del creyente, ni la destruccién de Jerusalem, ni el descenso del Espiritu Santo en Pentecostés, ni la difusién gradual del cristianismo; sino que es la “esperanza bienaventurada” de la Iglesia, el momento del despertar de los santos dormi- dos que serdn, junto con los santos vivos en- tonces, “transformados” (1 Cor. 15:51, 52), arrebatados para recibir al Sefior; el tiempo en que nosotros, hijos de Dios actualmente, se- remos como El, y cuando los santos fieles recibiran la recompensa de las obras hechas en Su nombre. Los textos siguientes evidenciaran mas el contraste entre los dos advenimientos de nues- tro Sefior. Comparen: 9B Y¥ parié a su hijo primo- génito, y le envolvié en pa- fiales, y acostéle en un ‘pe- sebre, porque no habia lu- gar para ellos en el mes6n. Luc. 2:7. Mas ahora una vez en la consumacién de los siglos, para deshacimiento del pe- cado se presenté por el sa- crificio de si mismo. Heb. 9:26. Porque el Hijo del hom- bre vino a buscar y a sal- var lo que se habia perdi- do. Luc. 19:10. Y el que oyere mis pala- bras, y no las creyere, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. Juan 12:47. Porque no enviéd Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas pa- ra que el mundo sea salvo por él. Juan 3:17. Y entonces se mostrara la seal’ del Hijo del hom- bre en el cielo; y entonces lamentaran todas las tribus de la tierra, y verdn al Hi- jo del hombre que vendra sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria. Mat. 24:30. Asi también Cristo fué ofrecido una vez para ago- tar los pecados de muchos; y la segunda vez, sin pe-» cado, sera visto de los que le esperan para salud. Heb. 9:28, Y a vosotros, que sois atribulados, dar reposo con nosotros, cuando se mani- festara el Sefior Jesis del cielo con los angeles de su potencia, en llama de fue- go, para dar el pago a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Seftor Jesucristo. 2. Tes, 137, 8. Por cuanto ha estableci- do un dia, en el cual ha de juzgar al mundo con justicia por aquel varén al cual determiné; dando fe a todos con haberle levantado de los muertos. Hech. 17:31. El estudiante puede multiplicar tales con- trastes casi infinitamente. Pero ya se ha dicho lo suficiente para demostrar que tanto las pro- mesas a Israel como las hechas a la Iglesia exigen imperiosamente un regreso de nuestro Sefior a la tierra. (Nota.—Tal vez los que comienzan el estudio de Ja Biblia hallarén auxilio en la breve con- sideracién de las teorias opuestas a la doctrina biblica del segundo advenimiento, personal y corporal, de Cristo). Por supuesto, se comprendera que los textos referentes a Su venida visible Y corporal al término de esta dispensacién, deben distinguir- se de los relativos a Sus divinos atributos de omnisciencia y omnipresencia, por virtud de los cuales El esté al corriente de todo yen todas partes presente. Mat. 18:20 y Mat. 28:20 son ejemplos de ello. Asi que, en tal sentido, tenemos la bendicién de su compajiia siempre, hasta el fin del mundo. Pero el “Hombre Cristo Jestis” estA ahora personal y corporalmente a la diestra de Dios. “Mas él, estando Ileno de Espiritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vid la gloria de Dios, y a Jestis que estaba a la diestra de Dios, y_ dijo: He aqui, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que esta a la diestra de Dios” Hech. 7:55, 56. “Habiendo hecho la purgacién de nuestros pecados por si mismo, se senté a la diestra de la Majestad en las alturas”. Heb. 1:3. “Si habéis pues resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde esté Cristo sentado a la diestra de Dios”. Col. 3:1. 28 Tlustracién: Durante la guerra Franco- Prusiana, Yon Moltke, con su genio y habilidad, y por medio de una red telegrafica, estaba en realidad presente en todos los campos de ba- ’ talla, aunque visible y personalmente en su despacho en Berlin. Mas tarde, se unié al ejército frente a Paris y entonces su presencia visible estaba ahi. De igual modo, nuestro _. Sefior, por virtud de sus atributos divinos, esta { en realidad presente ahora en Su Iglesia, pero a Su segundo advenimiento ser4 personalmente visible en la tierra. 1. Las profecias referentes al regreso del Senor no se cumplieron al descender el Espiritu Santo en Pentecostés, ni en Su manifestacién en cultos y reuniones de resultados benditos porque: (1) Esta interpretacién anula practicamen- te la doctrina de la Trinidad—haciendo del Espiritu Santo tan sélo una manifes- tacién de Cristo. (2) En la promesa que del descenso del Espi- ritu Santo hizo Cristo, El habla distinta- ' mente de “otro Consolador” (Tuan 14:16); y en Juan 16:7, Cristo dice: “Si yo no fuese, el Consolador no vendria a vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré”. (3) Los inspirados escritores de los Hechos, _ de las Epistolas, y del Apocalipsis, men- ‘ cionan el regreso del Sefior mas de ciento cincuenta veces después de Pentecostés, y siempre en el futuro. 29 (4) En Pentecostés no se realizé ninguno de los acontecimientos profetizados como si- multaneos al Segundo Advenimiento de Cristo, tales como: la resurretcién de los santos que duermen (1 Cor. 15:22, 23: 1 Tes. 4:13-16); la “transformacién” de los creyentes atin vivos, por medio de la cual se vestiran de incorrupcién—el “cuerpo de bajeza” hecho “semejante al cuerpo de su gloria”, y seran “arrebatados a recibir al Sefior en el aire” (1 Cor. 15:51-53; 1 Tes. 4:17; Fil. 3:20, 21); y la afliccién de todas las tribus de la tierra a la venida visible del Hijo del hombre en poder y gran gloria. (Mat. 24:29, 30; Apoc. 1:7). He aqui los fenédmenos asociados con el acontecimiento del regreso del Sefor. Nada de eso ocurrié en Pentecostés, ni en cualquiera otra manifestacién del Espiritu Santo. 2. La conversién de un pecador no es la venida del Sefior. Esta teoria parece demasiado pueril para ser expuesta como suficiente expli- cacién de profecias tan numerosas y circuns- tanciales. (1) Segim la Escritura, sucede justamente lo contrario. La conversién es la venida de un pecador a Cristo, no de Cristo al pecador. Mat. 11:28: Juan 5:40; Juan 6:37; Juan 7:37. (2) Ninguno de los acontecimientos profe- tizados como simultdneos al regreso del Sefior acompafia la conversién del pecador. 30 3. La muerte de un cristiano no es la venida de Cristo. ‘ (1) Cuando los discipulos oyeron que el Seior decia que uno de ellos quedaria hasta Su venida, se esparcié el dicho de que “aquel discipulo no habia de morir” (Juan 21:29-24). (2) Los escritores inspirados hablan siempre de la muerte de un creyente como su partida. Ni una sola vez esta relacionada la venida del Sefior con la muerte de un cristiano, Véanse Fil. 1:23; 2 Tim. 4:6; 2 Cor. 5:8. Esteban moribundo vid los cielos abiertos y el Hijo del hombre—no viniendo, sino “que estaba a la diestra de Dios” (Hech. 7:55, 56). (3) Ninguno de los acontecimientos profeti- zados como simultaneos al regreso del Sefior acompafia la muerte de un‘cristiano. 4. La destruccién de Jerusalem por los Romanos no fué la segunda venida de Cristo. (1) En Mat. 24 y Luc. 21, tenemos la pre- diccién de tres sucesos: la destruccién del templo, la venida del Sefior, y el fin del mundo. Véanse Mat. 24:3. La con- fusién imnecesaria de estos tres hechos tan diferentes entre si dié lugar a la nocién de ser el cumplimiento de uno el de todos. (2) El apéstol Juan escribié el Apocalipsis después de la destruccién de Jerusalem, pero habla atin de la venida como de un acontecimiento futuro. Apoc. 1:4, 7; 2:25; 34 la Biblia es, “Vengo en breve’; la ultima oracion, “Amén, sea asi. Vén, Sefior Jesus”. (3) Ninguno de los acontecimientos profeti- zados como simulténeos al regreso del Sefor ocurrié a la destruccién de Jeru- salem. Véanse 1 Tes. 4:14-17; Mat. 24:29- 31; Mat. 25:31, 32, etc. 5. La propagacion del cristianismo no es la segunda venida de Cristo. (1) La difusién del cristianismo es gradual, y las Escrituras hablan del regreso del Sefior como repentino e inesperado. Mat. 24:27, 36-42, 44, 50; 2 Ped. 3:10; Apoc. 3:3) (2) La difusién del cristianismo es un proceso; las Escrituras hablan invariable- mente del regreso del Sefior como un acontecimiento. (3) La difusién del cristianismo trae salva- cién a los malos, mientras la venida de Cristo, segtin se nos dice, no trae salvacién sino “destruccién de repente”. 1 Tes. 5:2, 3; 2 Tes, 1:7-10; Mat. 25: 31-46. Pero estas explicaciones y teorias, aunque muy extendidas, no se encuentran en los libros de tedlogos famosos de cualquiera escuela o denominacién, ni Jas sostiene ninguna eminen- cia _universalmente reconocida. Todos estan conformes en cuanto al segundo advenimiento, corporal y visible, de Cristo. ern, 20 om emvargo, sé dice a veces que esia VErliad no puede verificarse hasta después de la con- versién del mundo por medio de la predicacién del Evangelio, y hasta su sumisién al reinado espiritual de Cristo durante mil afios. Esta opinién es absolutamente errénea porque: (1) La Escritura describe claramente la condicién de la tierra a la segunda venida de Cristo como una condicién de maldad terrible, no de bienaventuranza. Luc. 17: 26-32; Gén. 6:5-7; Gén. 13: 13; Luc. » 18:8; Luc. 21:25-27. (2) La Escritura describe todo el curso de esta dispensacién, desde el principio al fin, en tales términos que queda excluida la posibilidad de un mundo convertido de cualquiera de sus pasajes. Mat. 13:36-43, 47, 50; Mat. 25:1-10; 1 Tim. 4:1; 2 Tim. 3:1-9; 4:3, 4; 2 Ped. 3:3, 4; Jud. 17-19. (3) El propésito de Dios en esta dispensacién se nos dice ser, no la conversién del mundo, sino el “tomar de ellos (los Gentiles) pue- blo para su nombre”. Después de esto, El “volverd” y entonces, y no antes, sera convertido el mundo. Véanse Hech. 15:14- 17; Mat. 24:14 (por testimonio); Rom. 1:5 (“en”, no “de” todas las naciones) ; Rom. 11:14; 1 Cor. 9:22; Apoc. 5:9 (‘de todo”, no “todo’’). (4) Seria imposible “velar” y “esperar” la venida de un acontecimiento cuya realiza- cién sabemos no tendra lugar hasta, por lo menos, dentro de mil afios. a gue A Palabra de Verdad nos dice en términos claros y positivos que los muertos ser a4n_levantados. Ninguna doctrina de fe es mas vital para la cristiandad que ésta, ni reposa sobre un punto de mayor autoridad enfatica en la Escritura. “Porque si no hay resurreccién de muertos, Cristo tampoco resucité. Y si Cristo no re- sucité, vana.es entonces nuestra predicacién, vana es también vuestra fe”. 1 Cor. 15:13, 14. _ Pero importa notar que las Escrituras no ensefian que todos los muertos se levantardn a un tiempo. Una resurreccién parcial de santos ha tenido ya lugar. “Y abriéronse los sepulcros, y muchos cuer- pos de santos que habian dormido, se levanta- ron; y salidos de los sepulcros, después de su resurreccién, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”. Mat. 27:52, 53. Hay dos resurrecciones, ain futuras, dife- rentes en cuanto a tiempo y a personas. Se las distingue con los titulos de “vida”, de ‘“‘conde- nacién”’, etc. “No os maravilléis de esto; porque vendra hora, cuando todos log que estan en los sepul- cros oirdn su voz; y los que hicieron bien, sal- dran a resurreccién de vida; mas los que hicie- ron mal, a resurreccién de condenacién”. Juan 5:28, 29. ye te —— aie * “hora” indicaria una resurreccién simulidnea de esas dos clases, se les puede responder que la “hora” del versiculo 25 ha durado ya diez y ocho siglos. (Véanse también “dia” en 2 Ped. 3:8; 2 Cor. 6:2; Juan 8:56). “Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; y serds bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te serd recompensado en la resurreccién de los justos”. Luc. 14:13, 14. En ese pasaje el Sefior habla solamente de la primera resurreccién. En el capitulo 15 de 1 Corintios aparece atin mas la distincién: 5 Ol ee EE ag a OE “Porque asi como en Adam todos mueren, asi también en Cristo todos serén vivificados. Mas cada uno en su orden: Cristo, las primicias: luego los que son de Cristo, en su venida”. 1 Cor. 15:22, 23. = “Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen, que no os entris- tezcais como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jestis murid y resucitd, asi también traerd Dios con él a los que dur- mieron en Jestis. Por lo cual, os decimos esto en palabra del Sefior: que nosotros que vivi- mos, que habremos quedado hasta la_venida: del Sefior, no seremos delanteros a los que durmieron. Porque el mismo Sefior con acla- macién, con voz de arcdngel, y con trompeta de Dios, descendera del cielo; y los muertos en Cristo resucitaran primero”. 1 Tes. 4:13-16. an ee eee: Vee g MS AUS jee,» de “los muertos en Cristo”, es la misma de que habla Pablo en Fil_ 3:11. En Apocalipsis 20:4-6 hallamos de nuevo juntas las dos resurrecciones, con la impor- tante adicién del tiempo que media entre la resurreccién de los salvos y la de los no salvos. “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fué dado juicio; y vi las almas de los degolla- dos por el testimonio de Jestis, y por la palabra de Dios, y que no habian adorado la bestia, ni a su imagen, y que no recibieron la sefial en sus frentes, ni en sus manos, y vieron y reinaron con Cristo mil afios. Mas los otros muertos no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil amos. Esta es la primera resurreccién. Biena- venturado y santo el que tiene parte en la primera resurreccién; la segunda muerte no tiene potestad en éstos; antes serén sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarén con él mil afios”’. Los versiculos 12 y 13 describen la segunda resurreccién para ‘“‘condenacién”. El testimonio de la Escritura es claro en cuanto al hecho de que los cuerpos de los cre- yentes son levantados de entre los cuerpos de los incrédulos, y van a recibir al Sefior en el aire mil afios antes de la resurreccién de los ultimos. La doctrina de la resurreccién sélo afecta los cuerpos de los muertos; sus espiritus, independientes. del cuerpo, entran inmediata- mente en bienaventuranza o en tormento. Fil. 1:23; 2 Cor. 5:8; Luc. 16:22, 23. vs || A expresién “juicio general”, tan fre- cuente en la literatura religiosa, no se halla en las Escrituras, y, cosa atin de mayor importancia, la idea que pretende encerrar es igualmente extrafia a la Biblia. i Con razén dice el Dr. Pentecost: “Una mala costumbre impulsa al mundo cristiano a hablar del Juicio cual si fuera un grande aconteci- miento que tendra efecto al fin del mundo, cuando todos los seres humanos, santos, peca- dores, Judios y Gentiles, los vivos y los muer- tos, estarén ante el gran trono blanco, para ser ~ juzgados. Nada puede diferir mds de la en- sefianza de las Escrituras”. Las Escrituras hablan de cinco juicios, di- ferentes en cuatro respectos generales: (1) Con respecto a los sujetos del juicio; (2) con respecto al lugar del juicio; (3) con respecto al ane del juicio; (4) con respecto al resultado del juicio. 1. Los pecados de los creyentes han sido juzgados.—Tiempo: A. D. 30. Lugar: la Cruz. Resultado: la muerte para Cristo, justificacién para el creyente. “Y levando su cruz, salié al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo, Gélgotha; donde le crucificaron”. Juan 19:17, 18. Q7 ne Se eee AUREUS PCCUS Ses OU cuerpo sobre el madero”. 1 Ped. 2:24. “Porque también Cristo padecié una vez por los pecados, el justo por los injustos, para lle- varnos a Dios”. 1 Ped. 3:18. “Cristo nos redimié de la maldicién de la ley, hecho por nosotros maldicién; (porque esta es- crito: Maldito cualquiera que es colgado en madero)”. Gal. 3:13. “Al que no conocié pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en é1”. 2 Cor. 5:21. “Mas ahora una vez en la consumacién de los siglos, para deshacimiento del pecado, se presenté por el sacrificio de si mismo”. Heb. 9:26. “Habiendo hecho la purgacién de nuestros pecados por si mismo”. Heb. 1:3. “Ahora pues, ninguna condenacién hay para los que estén en Cristo Jestis”. Rom. 8:1. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida eterna; y no vendré a condenacién, mas pasé de muerte a vida”. Jan 5:24. 2. El yo del creyente debe ser juzgado.— Tiempo: cualquier momento. Lugar: cualquier parte. Resultado: castigo. ee a es ee cierto no seriamos juzgados. Mas siendo juz- gados, somos castigados del Sefior, para que no seamos condenados con el mundo”. 1 Cor. 11:31, 32. “Si sufris el castigo, Dios se os presenta co- mo a hijos; porque ¢qué hijo es aquel a quien el padre no castiga?” Heb. 12:7. Véanse también 1 Ped. 4:17; 1 Cor. 5:5; 2 Sam. 7:14, 15; 2 Sam. 12:13, 14; 1 Tim. 1:20. 3. Las obras de los creyentes deben ser juzgadas.—Tiempo: a la venida de Cristo. Lu- gar: “en el aire’. Resultado: recompensa o pérdida para el creyente, pero salvacidén. Es un pensamiento muy solemne que, no obstante haber llevado Cristo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, y aufique Dios ha. hecho pacto con nosotros y no se acor- dard mas de ellos (Heb. 10:17), toda obra debe ser juzgada. “Por tanto procuramos también, o ausentes, o presentes, serle agradables: porque es menes- ter que todos nosotros parezcamos ante el tri- bunal de Cristo, para que cada uno reciba se- gun lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora sea bueno o malo”. 2 Cor. 5:9, 10. “Mas ti gpor qué juzgas a tu hermano? O th también, gpor qué menosprecias a tu hermano? 20 a ee ee er NE OUR ER Ue | US SOS de Cristo”. Rom. 14:10. Conviene observar que ambos pasajes estan limitados al creyente, cual lo indica el contexto. En el primero, el apdéstol se ha dirigido a no- sotros considerdndonos en uno de dos estados: estando en el cuerpo y ausentes del Sefior, o ausentes del cuerpo y presentes con el Sefior; y no podria servirse de tal lenguaje con los incré- dulos. “Por tanto procuramos también, 0 au- sentes, 0 presentes, serle agradables: porque es menester que todos nosotros parezcamos”, etc. 2 Cor. 5:9, 10. En el otro pasaje, las palabras “todos” y “her- mano” se limitan al creyente. El Espiritu Santo nunca une asi a los salvos y los per- didos. Entonces, para que no parezca increible que un santo redimido pueda entrar en un jui- cio cualquiera, cita un texto de Isaias para probar que “toda rodilla” se doblard, etc., y afiade “de manera- que cada uno de nosotros dara a Dios razén de si”. El pasaje siguiente da la base del Juicio de las Obras. “Porque nadie puede poner otro fundamen- to que el que esta puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hoja- rasca; la obra de cada uno sera manifestada: porque el dia la declarard; porque por el fuego sera manifestada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego hard la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificé, recibird recompenssa. Si la obra de alguno fuere quema- da, sera perdida: él empero sera salvo, mas asi como por fuego”. 1 Cor. 3:11-15. Los textos siguientes fijan el tiempo de ese juicio. “Porque el Hijo del hombre vendraé en la gloria de su Padre con sus angeles, y entonces pagard a cada uno conforme a sus obras”. Mat. 16:27. “Y seras bienaventurado, porque no te pue- den retribuir; mas te serd recompensado en la resurreccién de los justos”. Luc. 14:14 (véanse 1 Cor. 15:22, 23). “Asi que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Sefior, el cual también acla- rara lo oculto de las tinieblas, y manifestara los intentos de los corazones: y entonces cada uno tendra de Dios la alabanza”. 1 Cor. 4:5. “He aqui, yo vengo presto, y mi galardén conmigo, para recompensar a cada uno — fuere su obra”, Apoc. 22:12. “Por lo demas, me est4 guardada la corona de justicia, la cual me dard el Sefior, juez justo, en aquel dia’. 2 Tim. 4:8. E] lugar de ese juicio: 1 Tes. 4:16, 17. Véanse también Mat. 25:24-30. 4. Las naciones deben ser juzgadas.—Tiem- po: a la gloriosa aparicién de Cristo. Lugar: el Valle de Josaphat. Resultado: _ sal- vados, otros perdidos. Lugar: Joel 9:1, 2, 12-14. Base: tratamiento de aquellos que Cristo llama “‘mis hermanos”. Mat. 25:40, 45; Joel 3:3, 6, 7. Se cree que esos “hermanos” son los Judios que han reconocido a Jesus como su Mesias durante “la gran tribulacién” que sigue el rapto de la Iglesia y se termina con la gloriosa aparicién de nuestro Sefior. Mat. 24: 21, 22; Apoc. 7:14; 2 Tes. 2:3-8. La prueba es demasiado extensiva para ser aducida aqui. Es, sin embargo, evidente que esos ‘‘hermanos” no pueden ser creyentes de esta dispensacidn, pues seria imposible hallar un nimero consi- derable de cristianos tan ignorantes que no sepan que los actos de carifio a los creyentes son verdaderamente ministraciones al mismo Jesus. Resultado: Mat. 25:46. Como ese juicio de las maciones vivas es a veces confundido con el del “gran trono blan- co” (Apoc. 20:11), conviene observar los si- guientes contrastes entre las dos escenas. Naciones Vivas, Gran Trono Blanco. Ninguna resurreccién. Una resurreccién. Las naciones vivas juzga- “Los muertos” juzgados. das, Los cielos y la tierra des- En la tierra. aparecieron. Ningin libro. “Libros abiertos”. Dos clases: ovejas, cabritos. Una clase: “los muertos”. Tiempo: cuando Cristo Cuando El haya _ reinado aparezca. 1,000 anos. 42 ee a eee ea Was RALLY Cli ese juicio y, por consiguiente, no pueden ser sus sujetos. Véanse 1 Cor. 6:2; Dan. 7:22; y Jud. 14, 15. En verdad, el juicio del “gran trono blanco” y el juicio de los pueblos vivos sdlo tienen una cosa en comin—el Juez. 5. Los muertos malos deben ser juzgados.— Tiempo: un dia determinado, después del mi- lenio. Hech. 17:31; Apoc. 20:5, 7. Lugar: ante el “gran trono blanco” (Apoc. 20:11). Resultado: Apoc. 20:15. (Nota—Las Escrituras también hablan de un juicio de angeles. 1 Cor. 6:3; Jud. 6; 2 Ped. 2:4. Luc. 22:30 se refiere probablemente a jueces bajo la Teocracia, oficio mds bien ad- ministrativo que judicial. Véanse Is. 1:26). Algunos se turbaran ante la palabra “dia” en pasajes tales como Hech. 17:31 y Rom. 2:16. Véanse los siguientes, en que “dia” significa un largo periodo: 2 Ped. 3:8; 2 Cor. 6:2; Juan 8:56. La “hora” de Juan 5:25 ha durado ya mas de dieciocho siglos. AD LEY Y GRACIA O hay en la Palabra de Verdad divisién mas evidente que la_ establecida entre la Ley y la Gracia. En efecto, esos principios de tanto contraste caracterizan las dos dispen- saciones més importantes: la judia y la cristiana. “Porque la ley por Moisés fué dada: mas la gracia y la verdad por Jesucristo fué hecha”. Juan 1:17. Eso no implica, por supuesto, que no existia ley alguna antes de Moisés ni que antes de Jesucristo no habia ni gracia ni verdad. Vemos la ley cuando Dios prohibié a Adam que no comiese del fruto del Arbol de ciencia del bien y del mal. Y ciertamente la gracia fué dulce- mente manifestada cuando el Sefior Dios bus- cé a Sus criaturas desobedientes, y vistidlas con tunicas de pieles (Gén. 3:21)— hermoso tipo de Cristo “hecho”, por nosotros, “‘justificacién” (1 Cor. 1:30). La ley, en el sentido de alguna revelacién de la voluntad de Dios, y la gracia, en el sentido de alguna revelacién de Su bon. dad, han existido siempre, y con frecuencia lo testifica la Escritura. Pero “Ja ley”, doquiera la mencionan las Escrituras, fué dada por Moisés y, desde Sinai al Calvario, domina, caracteriza, el tiempo, de igual modo que la gracia domina, 0 da un cardcter peculiar, ala Ada ee ee eS eee CLL Cl aivario, y tiene su término profetizado en el arrobamiento de la Iglesia. Es, sin embargo, de importancia vital obser- var que la Escritura nunca mezcla esos dos principios, en dispensacién alguna. La ley tiene siempre un lugar y un trabajo distintos y total- mente diferentes de los de la gracia. La ley es Dios que prohibe y exige; la gracia es Dios que amonesta y concede. La ley es un ministerio de condenacién; la gracia, de perdon. La ley maldice; la gracia redime de aquella maldicién. La ley mata; la gracia vivifica. La ley cierra toda boca ante Dios: la gracia abre toda boca para alabarle. La ley establece una distancia grande y culpable entre Dios y el hombre; la gracia acerca el hombre culpable a Dios. La ley dice, “Ojo por ojo, y diente por diente”; la gracia dice, “No resistdis al mal; antes a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra”. La ley dice, “Odia a tu enemigo”; la gracia, “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen”. La ley dice, “Haz y vive”: la gracia, “Cree y vive”. La ley nunca tuvo un misionero; la gracia debe ser predicada a toda criatura. La ley condena por completo al hombre mejor; la gracia justifica gratuita- mente al peor. (Luc. 23:43; Rom. 5:5; 1 Tim. 1:15; 1 Cor. 6:9-11). La ley es un sistema de prueba; la gracia, de favor. La ley apedrea a una adiultera; la gracia dice, “Yo tampoco te condeno”. Bajo la ley, la oveja muere por el ey? ae ta Bracia, el Buen Pastor muere por la oveja. Por todas partes las Escrituras presentan la ley y la gracia en esferas de sumo contraste. La unién de ambas en mucha de la ensefian- £a corriente de hoy dia las echa a perder, pues priva ala ley de su terror. y ala gracia de su libertad. El estudiante deberia notar que la “ley” en el Nuevo Testamento significa siempre la ley dada por Moisés (Rom. 7:23 es la sola excep- cién) pero a veces implica toda la ley moral Y ceremonial; a veces sdlo los mandamientos; a veces sdlo la ley ceremonial. De la primera clase de pasajes ‘tenemos ejemplos en Rom. 6:14; Gal. 2:16 y 3:2. De la segunda, Rom. 3:19 y 7:7-12, Dela tercera, Col. 2:14-17. Conviene también recordar aue la ley cere- monial encierra tipos maravillosos: Jas her- mosas representaciones de la Persona y obra del Sefior Jestis como Sacerdote y Sacrificio, que deben ser siempre la maravilla y delicia de los hijos de Dios. Hay expresiones en los Salmos que serian inexplicables si fuesen com- prendidas sdlo como “el ministerio de muerte en la letra grabado en piedras” (2 Cor. 3:7); nos son reveladas cuando vemos que se refieren también a los tipos—hermosos cuadros de gra- cia: “Antes en la ley de Jehové est4 su delicia, y en su ley medita de dia y de noche”. Sal. 132: san nek eli i) a a re. “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, y juste, y bueno”. Rom. 7:12. “Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido a sujecién del pe- cado”. Rom. 7:14. “Porque segiin el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”, Rom. 7:29. “Sabemos empero que la ley es buena, si alguno usa de ella legitimamente”. 1 Tim. 1:8. “La ley también no es de la fe”. Gal. 3.12. 2. Uso legal de la ley. “cQué pues diremos? éLa ley es pecado? En ninguna manera. Empero yo no conoci el peca- do sino por la ley: porque tampoco conociera la concupiscencia, si la ley no dijera: No codicia- ras”. Rom. 7:7; véase también 13. “Porque por las obras de la ley ninguna carne se justificaré delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado”. Rom. 3:20. “gPues de qué sirve la ley? Fué puesta por causa de las rebeliones’’. Gal, 3:19. “Empero sabemos que todo lo que la ley dice, a los que estan en la ley lo dice, para que toda boca se tape, Y que todo el mundo se sujete a Dios”. Rom. 3:19. (La ley sdlo habla Para condenar). a eee op nO ae Soe a eS 5 eS ay ley, estan bajo de maldicién. Porque escrito esta: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas que estan escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Gal. 3:10. “Fl ministerio de condenacién”. 2 Cor. 3:9. “Porque cualquiera que hubiere guardado toda la ley, y ofendiere en un punto, es hecho culpado de todos”. Sant. 2:10. “fl ministerio de muerte en la letra grabado en piedras”. 2 Cor. 3:7. “Asi que, yo sin la ley vivia por algun tiem- po: mas venido el mandamiento, el pecado re- vivid y yo mori”. Rom. 7:9. “La potencia del pecado, la ley”. 1 Cor. 15:56. Es, pues, evidente que el propdsito de Dios al dar la ley, después de haber existido la raza veinticinco siglos sin ella (Juan 1:17; Gal. 3:17), era Hevar al conocimiento del culpable su pecado en primer lugar, y luego su incapa- cidad de cumplir con cuanto requeria Dios. Es pura y exclusivamente una ministracién de condenacién y muerte. Os Fitan 3. Lo que no puede hacer la ley. usr rea “Porque por las obras de la ley ninguna car- ne sejustificard delante de él; porque por la ley es el conocimiento del pecado”. Rom. 3:20. “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, en ne te ee ee ee para que fuésemos justificados por la fe de Cristo, y no por las obras de la ley; por cuanto r las obras de la ley ninguna carne sera justificada”. Gal. 2:16. “No desecho la gracia de Dios: porque si por la ley fuese la justicia, entonces por demas murié Cristo”. Gal. 2:21. “Mas por cuanto por la ley ninguno se justi- fica para con Dios, queda manifiesto: Que el justo por la fe vivira”. Gal. 3:11. “Porque lo que era imposible a la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condend al pecado en la carne”. Rom. 8:3. “Y de todo lo que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en éste es justificado todo aquel que creyere”. Hech. 13:39. ee st 5 “Porque nada perfeccioné la ley; mas hizolo la introduccién de mejor esperanza, por la cual nos acercamos a’ Dios”. Heb. 7:19. 4. El creyente no esta bajo la ley. El capitulo sexto de la epistola a los Roma- nos, después de declarar la doctrina de la iden- tificacién del creyente con Cristo en Su muerte, de la cual es simbolo el bautismo (versiculos 1-10), empieza, con el versiculo 11, las declara- ciones de los principios que deberian gobernar la senda del creyente, la regla de su vida: Tal aa 14 da el gran principio de su separacién, no de la culpa del pecado (pues esto es obra de la sangre. de Cristo) sino del dominio del pecado, de sus cadenas. “Porque el pecado no se enseforeara de voso- tros; pues no estais bajo la ley, sino bajo la gracia”. Rom. 6:14. ara que nadie abrigue la horrible creencia — de_que no sea, por consiguiente, importante vivir una_vida santa, el Espiritu anade inme- diatamente: oS ete ee “¢Pues qué? ¢Pecaremos, porque no estamos bajo de la ley, sino bajo de la gracia? En nin- guna manera”. Rom. 6:15. De fijo, todo corazén renovado responde, Amén y Amén. | capitulo séptimo introduce otro principio de emancipacién de la “Asi también vosotros, hermanos mios, estais muertos a la ley por el cuerpo de Cristo, para que sedis de otro, a saber, del que resucité de los muertos, a fin de que fructifiquemos a Dios. Porque mientras estabamos en la carne, los afectos de los pecados que eran por la ley, obra- ban en nuestros miembros fructificando para muerte. Mas ahora estamos libres de la ley, habiendo muerto a aquella en la cual estaba- mos detenidos, para que sirvamos en novedad de espiritu, y no en vejez de letra”. Rom. 7:4-6. RO ee ee ow Sew Ae oS SUE fiere a la ley levitica). “Porque yo por la ley soy: muerto a la ley, para vivir a Dios”. Gal. 2:19. “Empero antes que viniese la fe, estabamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que habia de ser descubierta. De manera que la ley nuestro ayo fué para Ilevarnos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe. Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo”. Gal. 3:23-25. “Sabemos empero que la ley es buena, si al- guno usa de ella legitimamente; conociendo esto, que la ley no es puesta para el justo”. f-fim 18,9. 5. &Qué es la regla de vida Se) cexenter WIN. CPA pens “El que di @ que esta en él, debe andar como él anduvo", 1 Juan, 2:6. 00 oY / “En estonehtos Cenvaae ol amor (de Cristo), porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras_vidas por los hermanos”. 1, Juan 316.5 “ie es “Amados, ‘Yd /os ‘ruiego ‘como a éxtranjeros y peregrinos, os abstengais de los deseos carnaleés que batallan contra eLalmaz. i Ped=- 2:11: Véase también 19-93.. 64° - >, °/! “Yo pués, “preso en el Sefior, os ruego que andéis como es digno de la vocacién con que sois Hamados, con toda humildad y mansedum- bre, con paciencia soportando los unos a los otros en amor”. Ef. 4:1, 2. {oO ee ee a amados: y andad en amor, como también Cristo nos am6, y se entregé a si mismo por nosotros”. Ht-o1, 2 ) a < ee aS Porque en otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Sefior: andad como hijos de juz. Ef. 5:8. ae. Came Agios “Mirad, pues, cémo andéis avisadamente; no como necios, mas como sabios; redimiendo el sae” Eco, rque ee dias pn mis Ef. 2d! “ik 16. piri “Digd pues: fee ea en el a. y no Pairs. fagais la concupiscencia de la carne”. Gal. 5:16. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagais”. Juan 13:15. “Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor”. Juan 15:10. “Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado”. Juan 15312. “F] que tiene mis mandamientos, y los guar- da, aquél es el que me ama”. Juan 14:21. “Y cualquier cosa que pidiéremos, la recibi- remos de él, porque guardamos sus manda- mientos, y hacemos las cosas que son agrada- bles delante de él. Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesu- SO I AIS EUS a ULUS COMO TOS 10 ha mandado”. 1 Juan 3:22, 23. “Y este es el pacto que haré con ellos después de aquellos dias, dice el Sefior: Daré mis leyes en sus corazones, y en sus almas las escribiré”. Heb. 10:16. Es instructivo recordar, con relacién a esto, que el lugar indicado por Dios para las tablas de la ley era dentro del arca del testimonio. Alli las tablas estaban ocultas por el dureo asiento de misericordia rociado con la sangre de expiacién. El ojo de Dios podia ver Su ley quebrantada a través de la san- gre que vindicaba completamente Su jus- ticia, y propiciaba Su ira. A edades posteriores era reservado tomar esas tablas santas y justas para colocarlas en iglesias cristianas como regla de la vida cristiana. _ Ly EMSA) G Af of 6. gQué es gracia? fo AP “Mas cuando se manifesté la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres”. Tito 3:4. “Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jestis”. Ef. 2:7. 7. @Qué es el propésito de Dios en la gracia? “Porque por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, te: es don de Dios: no por obras, para que nadie se glorie”. Ef. 2:8, 9. a todos los hombres, se manifesté, ensefidndonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y piamente, esperando aquella esperan- za bienaventurada, y la manifestacién gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo”. Tito 2:11-13. “Para que, justificados por su gracia, seamos ~~ hechos herederos segiin la esperanza de la vida eterna”. Tito 3:7. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, por la redencién que es en Cristo Jesus” Rom. 3:24. “Por el cual también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. )\V Rom. 5:2. “Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la palabra de su gracia: el cual es poderoso Vv ~\ para sobreedificar, y daros heredad con todos ~ los santificados”. Hech. 20:32. “Para la alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado: en el cual tenemos redencién por su sangre, la re- misién de pecados por las riquezas de su gra- cia”. Hf-1:6,-7, “Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para el oportuno socorro”. Heb. 4:16. iQué plenitud! jQué abundancia! ga La acla “Salva, Vine edijica, hace Faceptoredime,tperdona, d& herencia# posicién, un trono al cual podemos acudir osadamente en busca de misericordia y socorro, nos ensefa como vivir, y nos da una esperanza bendita. Resta observar que esos diversos principios no pueden ser entremezclados. “Y si por gracia, luego no por las obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por las obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra”. Rom. 11:6. “Empero al que obra, no se le cuenta el salario por merced, sino por deuda. Mas al que no obra, pero cree en aquél que justifica al impio, la fe le es contada por justicia”. Rom. 4:4, 5. Véanse también Gal. 3:16-18; 4:21-31. Finalmente: “De manera, hermanos, que no somos hijos de la sierva, mas de libre”, Gal. 4:31. “Porque ns Ge habals iegeas al monte que se podia tocar, y al fuego encendido, y al turbidn, y a la oscuridad, y a la tempestad, y al sonido de la trompeta, y a la voz de las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase mds; porque no podian tolerar lo que se mandaba: Si bestia tocare al monte, seré apedreada, o pasada con dardo. Y tan terrible cosa era lo que se veia, que Mois¢s dijo: Estoy asombrado y temblando. Mas os habéis Iega- do al monte de Sién, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalem la celestial, y a la compafiia San ge eee eon oe UB CIES, Y aa Congre- gacion de los primogénitos que estan alistados en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y alos espiritus de los justos hechos perfectos, y a Jesus el Mediador del nuevo testamento, ya la sangre del esparcimiento que habla mejor que la de Abel”. Heb. 12:18-24.4 22% | No se trata, pues, de dividir en “leyes mora- les” y “eyes ceremoniales” las palabras que Dios hablé en el Sinai: el creyente no se acerca al monte aquel. El autor de “E] Peregrino” dice: “Por fe en el Sefior Jestis, esta el creyente ahora a la sombra de una justicia tan perfecta y bendita que la ley tonante de Sinai no halla objecién alguna en ella. Esto es llamado jus- ticia de Dios sin la ley”. (Si esto es leido por un incrédulo, le exhor- tamos carifiosamente a que acepte la verdadera sentencia de la ley santa y justa que ha vio- lado: “Porque no hay diferencia; por cuanto todos pecaron, y estan destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23), y hallan salvacién perfecta y eterna creyendo de corazén y con- fesando con la boca que “el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree”. Rom. 10:4, 8, 9.) 58 LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE AS Escrituras ensehan que hay dos na- turalezas en todo ser regenerado: una, recibida por el nacimiento na- tural, completa e irremisiblemente mala; y la otra naturaleza, recibida por el nuevo nacimiento, que es la naturaleza de Dios mismo, y, en consecuencia, completamente buena. Los textos siguientes manifiestan lo que Dios piensa de la naturaleza vieja o de Adam: “He aqui, en maldad he sido formado, y en pecado me concibié mi madre”. Sal. 51:5. “Engafioso es el corazon més que todas las cosas, y perverso; gquién lo conocerd?” Jer. 17:9. (Seguin el Dr. Young, la tradnccién lite- ral de este versiculo es: “Deforme es el corazén mas que todas las cosas, y¥ es incurable: equién no lo sabe?”’) “No hay justo, ni aun uno; no hay quien en- tienda, no hay quien busque a Dios; todos se apartaron, a una fueron hechos intitiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni aun uno”. Rom. 3:10-12. Dios no dice que ninguno de los no regene- rados es refinado, o instruido, o capaz, o de buen genio, o generoso, 0 caritativo, ni aun religioso; pero dice que ninguno es justo, nin- guno busca a Dios, ninguno Le entiende. 5O Aceptar la opinién divina de la humana naturaleza es una de las mas duras pruebas de la fe; realizar que nuestros amigos geniales y morales que, con frecuencia, cumplen fielmen- te todo deber, que rebosan simpatia hacia todos los dolores y todas las aspiraciones de la hu- manidad, y que insisten en los derechos hu- manos, desconocen atin los derechos de Dios. no les ha conmovido el sacrificio de Su Hijo, cuya Divinidad niegan con insolencia inexpli- cable, y cuya Palabra rechazan con desdén. Personas hay, finas y amables, que por nada del mundo desmentirian a sus semejantes pero que no vacilan en dudar de Dios a diario. (1 Juan 1:10; 5:10). Y esta dificultad es muy aumentada por millares. jCudn grande era el contraste entre apariencias y realidades en el tiempo antes del diluvio! “Fabia gigantes en la tierra en aquellos dias, y también después que entraron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engen- draron_hijos: éstos fueron los valientes que desde la antigiiedad fueron varones de nom- bre”. Gén. 6:4. Y parecia que el mundo mejoraba y el re- sultado aparente de la unién de los hijos de Dios con las hijas de los hombres fué la eleva- cién de la naturaleza humana a mayor altura. Pero, véanse: “Y vid Jehova que la malicia de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazén de ellos era de continuo solamente el mal”. Gén. 6:5. 60 También, mas adelante: “Porque de dentro, del corazén de los hom- bres, salen los malos pensamientos, los adul- terios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engafio. las desvergiienzas, el ojo maligno, las injurias. la soberbia, la insensatez. Todas estas malda- des de dentro salen, y contaminan al hombre”. Mar. 7:21-23. _ “Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espiritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente”. 1 Cor. 2:14. “Por cuanto la intencién de la carne es ene- mistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Asi que, los que estan en la carne no pueden agradar a Dios”. Rom. 8:7,8. “Entre los cuales todos nosotros “también vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira”. Ef. 2:3. Asi que el hombre no convertido es de triple incapacidad. Puede estar dotado, o instruido, © ser amable, 0 generoso, o religioso. Puede ’ pagar sus deudas legitimas, ser veraz, aplicado, buen esposo y padre—o todo a la vez—pero ni puede obedecer a Dios, ni agradarle, ni com- prenderle. El creyente, al contrario, aunque no se ha desprendido de su vieja naturaleza inmutable, 61 ha recibido una nueva naturaleza de justicia y santidad. Los textos siguientes muestran el origen y caracter del nuevo hombre. Se vera que la regeneracién es una creacidn, no una mera transformacién: la introduccién de una cosa nueva, no el cambio de una vieja. De igual modo que recibimos naturaleza hu- mana por medio de la generacién natural, re- cibimos naturaleza divina por medio de la re- generacién. ‘De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere ofra vez, no puede ver el reino de Dios”. Juan 3:3. (Palabras dirigidas a Nico- demo, persona religiosa y moral). “Mas a todos los que le recibieron, didles po- testad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre: los cuales no son engen- drados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varén, mas de Dios”. Juan $219, 13; “Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jestis”. Gal. 3:26. (Se habla mucho hoy dia de “la paternidad universal de Dios, y de la fraternidad universal del hombre”, expresién peligrosa por lo menos por cuanto su ultima clausula encierra tan sdlo una media verdad. No todos los nacidos sino todos los re-nacidos son hijos de Dios. La Es- critura nos dice, en efecto, que Adam era el hijo de Dios pero también ha tenido cuidado 62

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