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LÓGICA: INDUCCIÓN Y DEDUCCIÓN

LA INFERENCIA LÓGICA Y SUS FORMAS

INDUCCIÓN Y DEDUCCIÓN: EL ANÁLISIS FORMAL.

Debemos aquí introducir la distinción entre deducción e inducción.

Los razonamiento deductivos son los formalmente válidos, aquellos en los que las

premisas lleva con absoluta necesidad a la conclusión. En las deducciones, la verdad de

las premisas lleva necesariamente a la verdad de la conclusión. La relación entre las

premisas y la conclusión es necesaria.

Un razonamiento inductivo, por el contrario, no es un verdadero razonamiento. En un

razonamiento inductivo, la relación entre las premisas y la conclusión no viene dada por

la estructura interna del lenguaje ni por la forma lógica. La relación entre las premisas

y la conclusión viene dada por su probabilidad empírica respectiva. Su verdad se

manifiesta de forma empírica, no de forma lógica, por eso llevan muchas veces a error.

Estrictamente no pueden ser considerados razonamientos, pero son muy interesantes

porque los seres humanos razonamos continuamente, con muchas probabilidades de

acierto, en términos inductivos.

Alguna consideración sobre los razonamientos: En primer lugar, que las formas posibles

que revisten tanto la inducción y la deducción son variadas y a menudo engañosas. En

segundo lugar: hay que observar como muchas veces el lenguaje ordinario requiere de

interpretación formal. “Todos”, por ejemplo, no es una expresión unívoca. Puede

significar tanto “2 o 3” como “los infinitos casos posibles”; es decir, nos puede llevar

tanto a conclusiones inductivas como deductivas.


Vamos a terminar comentando brevemente en qué consiste un mecanismo lógico que

venimos manejando intuitivamente desde que empezamos a realizar ejercicios de lógica:

el análisis formal. Para intentar resolver los ejercicios de lógica y acostumbrarnos al

rigor de las relaciones formales entre premisas y conclusiones sin tener en cuenta sus

contenidos materiales, intentábamos descomponer esos razonamientos en sus

elementos formales (aunque sin mucho rigor ni precisión sistemática). En eso consiste

precisamente el análisis formal o la formalización de un razonamiento: en sustituir su

contenido por una serie de símbolos formales que representen sus relaciones lógicas

internas y nos permitan prescindir de su contenido.

En realidad realizamos dos tipos de análisis formal. Por una parte, sustituyendo las

proposiciones por variables (X, Y, A, B) y

las relaciones lógica por símbolos

(negación ¬, implicación , disyunción V,

conjunción &); por otra utilizando la

teoría de conjuntos y el álgebra de

Boole.
MODUS PONENS, MODUS TOLLENS, REDUCTIO AD ABSURDUM Y SILOGISMOS

Vamos a utilizar el primer sistema de formalización por el contrario, para

comentar algunos de los mecanismos lógicos fundamentales de la razón humana. Vamos

a intentar responder a la siguiente pregunta: ¿cuáles son los modelos o esquemas

fundamentales de razonamiento humano? ¿Cuáles son las estructuras más recurrentes

con las que la mente humana razona? ¿Qué formas lógicas utiliza intutivamente nuestra

mente cuando piensa y razona?

Modus Ponens “Falso” Modus Modus Tollens “Falso” Modus


Ponens Tollens

X  Y X  Y X  Y X  Y

X Y ¬ Y ¬ X

Y X ¬ X ¬ Y

En general, se considera que la mente humana utiliza fundamentalmente dos

estructuras o tipos de razonamientos: el

Modus ponendo ponens, o Modus Ponens, y el


Modus tollendo tollens, o Modus Tollens. Tan
clásica es esta cuestión, que hasta el nombre

de estos razonamientos es latino, por haber

sido estudiados hasta la saciedad en las

universidades medievales (y mucho antes por

los pensadores griegos). Tienen,

respectivamente, las formas, en su versión


correcta y en la versión que lleva a confusión, que aparecen en el cuadro de la página

anterior. Lo más destacable a comentar: es preciso tener mucho cuidado con las

versiones falsas, especialmente cuando en el lenguaje ordinario las premisas no vienen

en el orden lógico aquí reproducido.

Otras formas de razonar, genuinamente filosóficas, son los silogismos y la

Reducción al absurdo (Reductio ad absurdum). También en este caso se trata de

formas lógicas de vieja tradición. Aristóteles, por ejemplo, que fue la primera persona

que escribió libros y tratados de lógica formal (los Analíticos), se centró

especialmente en el estudio de los distintos tipos de silogismos. Durante mucho tiempo,

por ello, “silogística” se convirtió en un término equivalente a “lógica”.

Reductio ad Distintos tipos de silogismos


absurdum

Disyuntivo Constructivo Destructivo

Sencillo Complejo X v Y

XvY X v Y X v Y X  Z

X (Y & ¬Y) ¬X / ¬Y X  Z X  Z Y  Z

________ ______ Y  Z Y  W ¬Z

____ _____ _____

¬X ¬Y / ¬X

Z Z v W ¬ (X v Y)
La Reductio ad absurdum es un tipo de razonamiento que consiste en llevar a una

contradicción a quien sostiene un determinado punto de vista. Nosotros, por ejemplo,

criticamos los puntos de vista respecto a la verdad de los escépticos mediante una

reducción al absurdo de sus puntos de vista. Fijémonos en que si los puntos de vista del

escéptico son ciertos (si X), entonces sucede que al menos existe una verdad (entonces

Y), la verdad de que la verdad no es accesible al ser humano; y no existe ninguna verdad

(entonces no Y), porque el ser humano no la puede alcanzar. Por eso la postura del

escéptico es absurda y falsa (no X, ha de ser la conclusión).

Las reducciones al absurdo son muy

utilizadas en los razonamientos científicos,

filosóficos y teológicos. Este ejemplo

teológico es muy característico: Dios, si

existe, ha de ser omnipotente porque puede

hacer lo que quiere, y también omnisciente,

porque lo sabe todo (X). Pero eso lleva a una

contradicción, porque un Dios omnipotente y

omnisciente puede y sabe hacer a los seres

humanos libres (Y) y a la vez no libres (no Y),

porque cualquier decisión que los seres

humanos vayan a tomar, Dios ya la sabe de antemano, puesto que para eso es

omnisciente y omnipotente, y el ser humano no toma decisiones libres, aunque así lo

crea, sino determinadas por Dios. Por lo tanto, la existencia de Dios en su omnipotencia

y omnisciencia se pone en cuestión (no X). Por razonamientos similares, muchos

teólogos protestantes prefirieron sacrificar la libertad humana antes que la existencia

de Dios. En este sentido mantuvieron una famosa polémica Erasmo de Rótterdam y

Lutero.
Los silogismos también son igualmente característicos, sobre todo a la hora de explorar

varias posibilidades de actuación. Además tienen la posibilidad de oscilar entre

elevados grados de complejidad y la más extremada sencillez. Vamos a ver cuatro

ejemplos de silogismos, uno por cada uno de los representados formalmente (vas a

apreciar como en todos los más complejos se incluye un silogismo ordinario).

Un silogismo disyuntivo ordinario sería del siguiente tipo: “Hijo mío, esto no puede

seguir así. Una de dos, o estudias en serio o te pones a trabajar a la madera”. “Ah no, a

la madera no quiero ir”. “Pues entonces ya sabes: a estudiar en condiciones”. En los

silogismos las posibilidades no quedan limitadas a una disyunción entre dos términos; se

podrían ofrecer más opciones que den lugar a nuevas situaciones.

Un silogismo constructivo sería el siguiente: “Así que usted quiere saber si es mejor

adelgazar consumiendo menos calorías mediante una dieta estricta, o gastar más

cantidad de calorías mediante una actividad física planificada. Pues bien, como

endocrino he de decirle que, bien controlado, ambos mecanismos son igualmente buenos.

Una dieta le lleva a un balance negativo entre ingestión y gasto calórico; y la actividad

física le lleva igualmente a un balance negativo entre ingestión y gasto calórico. Y

adelgazar consiste precisamente en ese balance negativo, así que decídase usted mismo

por lo que menos esfuerzo le suponga.”

Un silogismo constructivo complejo sería el siguiente: “Como asesor de ventas, el

consejo que le puedo dar para la compra de un vehículo es el siguiente. Puede usted

financiar su compra con la propia financiera de la firma automovilística o bien con una

entidad financiera tradicional, sea banco o caja de ahorros. Cada una tiene sus ventajas

y sus inconvenientes. La financiera automovilística le da más facilidades en el sentido

de que no le va a pedir avales, sino que el propio vehículo será el aval. A cambio, le

cobrará más intereses y la compra saldrá más cara. Un banco o una caja le cobrarán

muchos menos intereses pero serán más estrictos con el aval del préstamo, sea nomina
o alguna posesión suya. Así que la decisión se sitúa entre pagar más a cambio de

mayores facilidades financieras, o menos, con mayores garantías para el banco. Y claro

está, eso depende de su situación personal”.

Un silogismo destructivo sería el siguiente: “Señores ministros, ya saben ustedes que

tenemos el reto de disminuir el déficit público. La economía tradicional prescribe dos

mecanismos, el de aumentar los impuestos o el de disminuir el gasto público. Y saben

ustedes que en la actual coyuntura económica, aumentar los impuestos asfixiaría la

recuperación económica que estamos iniciando; de la misma manera, disminuir el gasto

público, al contraer la demanda, también podría asfixiar la recuperación. Así que no

podemos afrontar, ahora mismo, si queremos recuperar la senda del crecimiento,

disminuir el déficit público”. “Señor presidente, su razonamiento es un silogismo

impecable, pero, ¿cómo cumplir nuestros compromisos para la convergencia con Europa

entonces?” Etcétera…

Aquí terminamos lo que vamos a ver sobre lógica formal. En cualquier caso, sólo

estamos echando un vistazo muy general sobre todas su enormes posibilidades. Un par

de ejemplos pueden servir para apreciar

la importancia y las posibilidades de la

lógica: las matemáticas pueden ser

reducidas casi enteramente a estructuras

lógicas (y así lo hizo un famoso

matemático, lógico y filósofo, Bertrand

Russsell).

Por otra parte la arquitectura interna de

un ordenador responde a estructuras y

conexiones lógicas. Asimismo, el


funcionamiento del procesador del ordenador (y de todos los llamados mecanismos

inteligentes informatizados), que trabaja con complejísimas secuencias de unos y ceros

se corresponde con las operaciones formales de unas estructuras que secuenciaba una

operación lógica llamada “máquina de Tühring” (por el apellido del lógico que formalizó y

explicó estas operaciones). Si estas cuestiones te interesan, te encontrarás con ellas

tanto en los estudios de Informática como en los de Ciencias Exactas (“matemáticas”)

así como en los de Filosofía, evidentemente.

LA ARGUMENTACIÓN RACIONAL: PRINCIPIOS DE LA RETÓRICA

Muy a menudo, junto a la expresión “razonar” utilizamos a menudo la expresión

“argumentar”, casi como si fueran equivalentes. En sentido genérico podemos

considerarlos términos equivalentes, aunque desde el punto de vista filosófico estricto

existen entre ellos diferencias que conviene explicar. Fijémonos: el razonar implica

sobre todo el manejo de las relaciones sintácticas del lenguaje natural. Sin embargo un

buen razonamiento no lleva automáticamente al convencimiento de quien lo escucha, aun

con la garantía de la verdad material de sus premisas. Por recuperar un ejemplo: no

creo que ningún alumno católico, tras escuchar el razonamiento de Lutero y Melanchton

sobre la imposibilidad de la libertad humana se haya convertido al protestantismo. Y la

reducción al absurdo que descubría la inconsistencia y el error de la teología católica

era impecable.

Convencer, persuadir, modificar la forma de pensar, las creencias o lo que en general se

considera verdadero y adecuado, no depende únicamente de las consideraciones

sintácticas de la verdad formal y las consideraciones semánticas de la verdad material


(si sólo nos fijáramos en estas cuestiones, los seres humanos seríamos robots,

razonaríamos como los ordenadores). Depende sobre todo de la capacidad de presentar

bien los argumentos, reforzar las probabilidades, esconder las premisas dudosas,

enseñar las que tienen más apoyos, contar las cosas con gracia y orden y en el momento

oportuno, responder a las reacciones del oyente. Persuadir y convencer depende no sólo

del contexto sintáctico y el semántico, también de la multitud de los efectos

pragmáticos que se pueden producir en el oyente. A ese arte en el manejo de todos los

recursos y capacidades

del lenguaje los antiguos

le dieron el nombre de

retórica. La retórica era

especialmente cultivada

por los políticos cuando

tenían que parlamentar

(hablar públicamente, en

el parlamento), o por los

abogados cuando tenían

que convencer a un

tribunal.

Nosotros hablaremos más bien de capacidad argumentativa. Para convencer o persuadir

no basta con saber razonar; hay que saber argumentar, es decir saber presentar de la

forma más adecuada y favorable en los contextos pragmáticos del lenguaje, los

razonamientos. Y tener la adecuada capacidad para argumentar es algo que se

manifiesta en todos los ámbitos de la vida humana; la utiliza el profesor para convencer

a sus alumnos (que cada vez son más inmunes a los razonamientos), la utiliza el alumno

para contestar en un examen, la utiliza la hija para convencer a sus padres, y el


infractor para convencer al guardia de que no le ponga una multa. Razonar tiene que

ver, sobre todo, con el manejo del lenguaje formalizado de la lógica. Argumentar, por el

contrario, tiene que ver con el manejo de las trampas y adornos propios del lenguaje

natural y todos sus posibles efectos. Argumentar es toda una lógica informal y creativa

en la que se ponen en juego de la mejor manera todas las herramientas lingüísticas que

se poseen.

La primera pregunta a la que vamos a intentar contestar entonces es la siguiente: ¿Qué

permite al lenguaje establecer relaciones comunicativas a partir de las cuáles

desarrollar todas sus posibilidades? ¿Qué le permite al lenguaje establecer vínculos

pragmáticos entre los sujetos para comunicar y transmitir información de forma

adecuada? Por preguntarlo de una forma directa: ¿cuáles son los principios de la

comunicación racional? ¿Cuáles son los principios que hacen del lenguaje una

herramienta de intercambio racional de conocimiento?

Los lingüistas opinan que los principios de la comunicación racional son los siguientes:

(1) Principio cooperativo: Mínimo común de la comunicación. Es la voluntad de

entendimiento y de asumir las reglas de la discusión que se suponen a todo

diálogo.

(2) Principio de la cantidad: La buena comunicación es la que proporciona la

cantidad de información requerida por el nivel y el estado de la discusión, ni

más ni menos.

(3) Principio de la cualidad (o calidad): La buena comunicación es aquella en la que

la calidad de la información que se proporciona es buena, o su calidad se haya

bien contrastada.
(4) Principio de modo: La buena comunicación es aquella en que la expresión es

ordenada, clara, sistemática, no ambigua, no prolija…

La mejor forma de entender su funcionamiento es mediante ejemplos de la violación de

dichos principios. El principio cooperativo, de forma implícita, funciona siempre que se

asume el hecho de estar inmerso en un diálogo, en un proceso de comunicación racional.

El principio de cooperación lo quebraría un padre que intenta razonar el por qué no deja

a su hijo salir por la noche, y cuando, llevado por la argumentación, va descubriendo que

las razones y argumentos

de su hijo son mejores y

dejan los suyos en

entredicho, pega un

puñetazo en la mesa y dice:

“¡Aquí no hay más que

hablar y tú no sales porque

lo digo yo que para eso soy

tu padre. A la cama!”.

También lo violaría un

alumno que en un examen,

en vez de contestar lo que

buenamente sabe, se dedica

a copiar.

El principio de la cantidad lo violaría un alumno que en un examen no sabe

prácticamente nada, por lo que su examen no resulta informativo. Lo normal es violar

este principio por defecto, por desconocimiento de aquello de lo que se está hablando.

Pero también lo violaría la persona que, preguntada por una dirección en Ávila, se
pusiera a contarnos donde está la casa natal de Santa Teresa de Jesús, y donde

escribió Las moradas, etc. (Quién no lo supiera y estuviera elaborando una tesis

doctoral sobre la poesía mística, también lo estaría violando). La buena comunicación es

la que proporciona la cantidad justa de información para la discusión que se trae uno

entre manos, ni más ni menos.

El principio de la cualidad se ve violado tan a menudo que ni siquiera parece un principio

de la comunicación racional. Estamos acostumbrados a ver en la televisión programas

que, bajo el pretendido interés público de la vida de ciertos personajes, “informan”

sobre sus amistades,

apareamientos, riñas o

exacciones sin contrastar

sus fuentes, a sabiendas

de que son mentirosos

inveterados, o conociendo

directamente que lo que

dicen es directamente

falso. El principio de

cualidad debería ser una

cuestión fundamental para

todo periodismo; tanto para el de verdad como para el futbolístico o el “rosa”. En

teoría no habría de ser un problema para profesores y alumnos, en la medida en que

manejan información de buena calidad, contrastada científicamente y cuyo alcance y

limitaciones están claros.

En el principio de modo está la clave para comunicar e informar bien. El alumno que se

explica bien, con orden interno, sistemáticamente, con gracia y hasta con cierto estilo,

luce mucho más lo que sabe que el que, cuantitativamente, proporciona mucha

información, pero desordenadamente, de forma confusa, enrevesada… Adecuar las


explicaciones y razones propias al principio de modo es el aspecto fundamental de la

retórica. Quien lo domina, se encuentra en condiciones de aprovechar con mayor

facilidad y éxito sus estudios.

Aunque se trata de un arte y una habilidad en buena medida intuitivos, existen una

serie de llamados mecanismos pragmáticos de la argumentación que permiten mejorar

sustancialmente los argumentos y el modo en que la información se presenta al

intercambio comunicativo con los demás. Los mecanismos pragmáticos de la

argumentación más característicos vendrían a ser los siguientes:

(1) Términos protectores: Protegen la verdad material de las premisas, y se

olvidan al llegar a la conclusión. Proporcionan infalsabilidad: probablemente, la

mayoría que, quizá sea cierto que, aún con ciertas matizaciones se da el caso
de que, conviene establecer que…

(2) Términos aseguradores: Cierran, limitan y protegen el dudoso apoyo y la

dudosa verdad de premisas y conclusiones: recientes estudios científicos han

demostrado, todos los expertos están de acuerdo en, fuentes bien


informadas señalan, todos están de acuerdo en que, las evidencias muestran…

(3) Términos sesgados: Juegan con las connotaciones de las palabras para

romper el principio cooperativo de la discusión cuando no interesa llegar a

acuerdos: “maricón” en lugar de “homosexual”.

(4) Definiciones persuasivas: Juegan con las connotaciones de las palabras para

sentar las premisas de acuerdo con las conclusiones que queramos sacar:

“Máquina destructora de puestos de trabajo” en lugar de ordenador.


Evidentemente, la mejor forma de entender su funcionamiento será igualmente

mostrando ejemplos de su utilización. (En cualquier caso, son ejemplos que no muestran

tanto la potencia de dichos mecanismos pragmáticos como intercalados en un discurso o

narración completos).

(1) “La inmensa mayoría de los políticos son unos corruptos”. “Pues yo conozco a

bastantes que son honrados”. “Por supuesto, te doy la razón, hay bastantes

honrados, es lo que digo yo, pero hay muchos más, la inmensa mayoría, que son

unos sinvergüenzas”.

(2) “Recientes estudios científicos han demostrado que existen un gen anómalo

responsable de la homosexualidad en los varones, con lo que queda claro que

se trata de una enfermedad”. “¿Qué estudios son esos, que yo no los

conozco?”. “¿Qué pasa, que cuando no te dan la razón te pones a dudar del

papel de la ciencia? Yo no los conozco exactamente, pero ahí están”.

(3) “La homosexualidad es una conducta sexual humana como otra cualquiera; es

una de las posibilidades que nos ofrece la complejidad humana”. “Ser maricón

es algo antinatural, no puede ser normal”.

(4) “El valor que podemos asignarle a los ordenadores, esas máquinas

destructoras de trabajo, en nuestra sociedad, no puede ser positivo: nos

deshumaniza y nos empequeñece”.

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