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Ccadernee Herp ancancrn lane OSS 3): T-13 La formaci6n de un espacio letrado en el Perd virreinal* Sonia V. Rose La historia intelectual en Indias ha despertado poco interés entre los estudiosos, situacién que ha empezado a cambiar con la aparicién de ciertos trabajos sobre la Nueva Espafia y el Pert, La cuestién del em- plazamiento y afianzamiento de la cultura letrada es, sin embargo, cla- Ye, tanto para comprender la dominacién hispdnica sobre las Indias como para entender el proceso de formacién de las nuevas sociedades en el continente. La dominacién politica mantenida por Espafia sobre las Indias du- rante tres siglos se debe a muchos factores; dentro de éstos, juegan un papel decisivo tanto la organizacién administrativa a la que fueron su- jetas pero también (y sobre todo) el largo y complejo proceso de trans- lacién de instituciones y de formas de cultura que, transformadas, barn por ser reconocidas como propias. En ambos casos, el letrado es la figura esencial Es la participacién en la cultura letrada la que permite a los ameri- canos ingresar -y adquirir eventualmente prestigio o poder politico dentro de las elites que ejercen el poder o que se encuentran en estre- cha relacién con él. De allf que el estudio de la conformaci6n, la prepa- racién y la actividad de los individuos y grupos que conformarin las elites letradas sea fundamental para aprehender el fenémeno de trans- latio y de actualizaci6n del pensamiento europeo en Indias, proceso que constituye Ia base de Ia formacién de la cultura iberoamericana. Si bien la existencia de! fendmeno de translatio ha sido siempre reconoci do por los estudiosos, carecemos en gran medida de trabajos sobre sus formas y modalidades, al igual que sobre la extraccién social, la educa~ cidn, Ja mentalidad de ese grupo que habré de dominar las instituciones civiles y religiosas, esos passeurs que serdn los agentes de la transla- © El presente arsiculo se inscribe denaro de un proyecto de mayor aliento sobre ta ereacin de una replica de las letras en el Per virreinal a faes del sigho XVI y comiencos del XVI. Por motivas de espacio, he decidido preseindir de nota en el presente artical 8 cién: Jos letrados. Sabemos igualmente poco de los otros vectores que hicieron posible el proceso: las corporaciones dentro de las cuales fun- cionaron los letrados la universidad, los Colegios Reales o de las 6r- denes religiosas, las academias- y los medios de los que dispusieron para difundir sus obras y crear una repiblica de las letras -la celebra- cién de fiestas y exequias, de justas y certémenes poéticos, la imprenta y la circulacién de libros. I. Las academias como eje del espacio letrado Espafia proporciona a los territorios conquistados los medios insti- tucionales de acceso a la cultura letrada, diferiendo, en este sentido, de Jos poderes coloniales posteriores. Contrariamente al caso de las colo nias de América del Norte y del Brasil portugués u holandés, las Indias espafolas solicitan y reciben desde mediados del siglo XVI universida- des, colegios e imprenta, Este estado de cosas abre a ciertos sectores de la poblacién, précticamente desde un comienzo, la posibilidad de una educacién, la cual, a su vez, hace posible su acceso a cargos dentro de la Iglesia, la administracién o la universidad, Es decir que el sistema permite, ¢ incluso anima, desde muy temprano, Ia formacién de una elite letrada que habra de gobernar localmente 0 dentro de! imperio, en otros reinos americanos, asidisticos o espafioles. ‘La creacién de un espacio letrado en el reino del Pert y las priicti de sociabilidad que lo acompafian no es un proceso aislado sino que, por el contrario, esté en consonancia con dos procesos paralelos que tienen lugar en Europa entre los siglos XIV y XVI: la creaci6n de espa- cios letrados seculares y el surgimiento del que, anacrénicamente, po- demos llamar el intelectual. Dentro de estos procesos, las academias cumplen una funcién clave. Los estudios que les han sido consagrados, en el caso espafiol, datan ya de unos cuarenta aflos y se centran en su funcionamiento, enfocin- dolas dentro de la esfera de lo privado y del ejercicio de la actividad poética en sentido estricto. Es s6lo recientemente cuando se las ha co- menzado a estudiar también dentro del espacio piblico al cual perten cen, atendiendo a su funcién sociopolitica dentro de éste y a su relacién con las estructuras de poder. Como bien lo sefiala Cruz, el estudio de Jas academias nos lleva a la cuestién del control ejercido por los efreu- los de poder sobre la actividad poética durante el siglo XVII y ~agrega- ria yo- a la funci6n del poeta dentro de Ia polis y a su participacién en politcas determinadas del Estado. Dicho en otras palabras, lo que se lan- teas la relacién entre el Estado modemo y el arte, el control que éste in- tenta ejerver sobre aque! y la funcién de aquél en la politica de éste Fl surgimiento y auge de las academias, por otra parte, se encuentra cen estrecha relacién con el aumento de la burocracia ~que se nutre de las redes clientelares de los nobles estacionados en la corte. El proceso ide «institucionalizacién» de la poesia coincide con este incremento de Jos puestos de burécratas, funcién ésta que exige un grado de erudicién y de cortesanfa cuya posesién parece garantizar la pertenencia a una ‘aoademia, Es la academia (en cuanto a espacio de particulares que for- man, por otra parte, corporacién) la que permite en gran medida a los individuos que aspiran a cargos, ya sea el ingreso a la elite gubernativa (ial el caso de un funcionario), ya sea entrar en relacién con sus miem- bros (tal, generalmente, el caso del poeta~ aunque a menudo éste y aquél fueran la misma persona). El ejercicio de la letra, pues, se con- vierte en medio privilegiado de movilidad social. Lo seri también en el caso del reino del Perit. La presencia de letra- dos se remonta al perfodo inmediatamente posterior a la fundacién del Vireinato (1542), cuando se establecieron ciertas instituciones ~Au- diencia, Cabildo~ que los requerfa en la capital. Hacia las tltimas déca- das del siglo XVI se puede constatar la existencia, en la ciudad de Lima, de una elite letrada, cuya conformacién social se vuelve més compleja. Podemos distinguir, en principio, dos smbitos (aunque no tan separados como podria parecer): el eclesiéstico y el secular. Pre~ dominan en ellos ~en la capital los peninsulares (ya sea estaciona~ dos por un niimero determinado de afios en el reino, ya sca los que permanecen y se arraigan, ingresando en redes familiares y cliente- lares locales) y los criollos, aunque sin duda ingresan también mesti- zos. A los beneméritos, cuyo poder ha ido mermando, se les unen los funcionarios enviados por la Corona y un grupo ascendente de mer- caderes que se benefician del comercio creciente, no s6lo con la Pe- ninsula sino con la Nueva Espafia y las Filipinas o de mineros y arogueros. Las tedes clientelares irdn, pues, cambiando de confor- macién y agrupéndose alrededor de diferentes personajes, tanto en la esfera secular como religiosa. Para estos grupos, la universidad y los colegios de ésta y de las Grdenes serdn instrumentales para lograr un ascenso social. La academia, como ya lo hemos dicho, seré una puerta de acceso a los cfrculos de poder y de alli que, a fines del glo XVI, un grupo de poetas se decida a proyectar la creacién de una en la ciudad de Lima. 10 Los motivos de los poetas para desear fundar o pertenecer a una academia son miiltiples. Uno de ellos, y no el menor, fue el deseo de formar parte de esa comunidad erudita universal dentro de a cual se movfan los humanistas, y que les daba acceso a redes que hacfan posi- ble el establecimiento de amistades con las cuales se_intercambian ideas, libros, objetos. La academia, en efecto, permitia al poeta entrar fen contacto con otros poetas y hombres de letras, pero también signifi- ccaba la posibilidad de entrar en relacién con los notables que les facili- tarfan la obtencién de cargos burocriticos 0 puestos politicos de mayor ‘0 menor importancia 0 que actuarfan como mecenas, permitiendo ast al poeta embarcarse 0 continuat con una carrera dedicada a las letras. Lat fcademia fue, pues, tanto medio como fin, en cuanto que legitimaba la actividad del poeta que lograba ingresar en ella. Lo dicho anteriormente puede trasladarse al nivel colectivo: la existencia de la academia da prestigio a una ciudad o a una regién, la legi- tima y le labra un lugar en el mapa letrado. Las academias espafiolas proli- feran no s6lo en la corte sino fuera de ella, en los grandes centros urbanos: Toledo, Sevilla, Granada y en varias ciudades de Aragén. La situacién de alejamiento del centro del poder no puede sino ser una cuestiGn central en cl proyecto de formacién de una academia en la ciudad de Lima: si Zara- goza se crefa abandonada por la Corona y Sevilla se sentfa Iejana de Ma- drid, ;qué podia decirse de la Ciudad de los Reyes en la década de los noventa? La construcciGn del espacio letrado comienza, pues, espoleado por las exigencias de reconocimiento, legitimacién y valoracién de las eli- tes de una cizdad que intenta competir intelectualmente con esa otra cabe- za de reino, la ciudad de México, ¢ ingresar al mapa letrado imperial. IL. El caso de la Academia Antartica Emblema y signo a la vez, el proyecto de crear una academia recla- ma y exige un reconocimiento de fa labor intelectual local, a la ver que intenta demostrar que el Nuevo Mundo aporta al Viejo no sélo rique- ‘zas materiales, sino también claros ingenios: los peruleros quieren vol- verse los antarticos. El nombre mismo de la Academia Antértica denota una doble vertiente: por una parte, la filiacién clisica y peninsular, por otra, e] enraizamiento en un espacio desde el cual se crea, ese locus que comprende un territorio metaférico, unas obras, unos autores, es decit, tun pamaso antirtico © austral, No en vano el adjetivo se repite en los titulos de las obras de sus miembros: La Misceldnea antdrtica de Mi- guel Cabello Valboa, la Misceldnea austral de Diego Davalos y Figue- foa, la Primera parte del Parnaso antdrtico de Diego Mexia de Fer- nangil (seguida por una segunda parte inédita del mismo nombre), Pero cabe a esta altura preguntarse qué sabemos de la existencia de la ‘Academia. Alberto Tauro del Pino, tinico en dedicarle un libro, acentué su ‘lusividad ya desde el tftulo de! mismo; Lohmann Villena, por su parte, la ha calificado de «fantasmal». En efecto, sabemos de su existencia gracias a tres fuentes principales: a) el soneto de Gaspar de Villarroel y Corufla, en nombre de la Academia, a Pedro de Offa (que aparece en el paratexto del ‘Arauco Domado (Lima, 1596); b) la mencién que de ella se hace y el elo- gio que se le offece a sus miembros en el «Discurso en loor de la poesta»» de la Poctisa Andnima, publicado en el paratexto de la ya mencionada Pri- ‘mera parte del parnaso antdrtico de Mexfa de Femangil (Sevilla, 1608); ) el soneto de Pedro de Ofia en nombre de la Academia (ibid. La falta de datos sobre el funcionamiento puntual de la Academia, empero, no parece esencial para el acercamiento que he planteado anterior- mente, es decir, para el estudio de los aspectos ideol6gicos y sociopoliticos del proyecto de academia dentro del espacio letrado que se esti constru- yendo en ese entonces en el virreinato, Lo que cuenta es la existencia de un grupo de personas dedicadas al ejercicio de las letras (aunque parcialmen- te) en el virreinato, con intereses comunes, y, como veremos enseguida, con un proyecto comiin, relacionadas con otros grupos de letrados, con vi- reyes y altos funcionarios de quienes esperan el mecenazgo; un grupo muy movil, que circula por el vireinato del Peri, guarda contacto con la ‘Nueva Espafia y sigue funcionando en el ambito cultural de la Penfnsule. Tauro, basindose en los ya mencionados elogios que prodiga la Anénima, establece una lista de diecinueve miembros, a los cuales afla- de el del capitén Pérez Rincén, cuyo soneto aparece al final del Parnaso antartico. Partiendo de esta lista, podemos establecer tres grupos: a) auto- res de quienes existe al menos una obra conocida: la Anénima, Diego de ‘Aguilar y de Cordoba, Cabello Valboa, Davalos y Figueroa, Diego de Ho- jeda, Mexia de Fernangil, Ofta— a quienes podemos sumar el nombre de Enrique Garcés y Juan de Miramontes y Zudzola, relacionados con la Aca- ‘emia; b) autores de quienes se conoce al menos una composicidn postica: Cristébal de Arriaga, Francisco de Figueroa, Pedro de Montes de Oca, Luis Pérez Angel, Cristobal Pérez. Rineén, Juan de Portilla y Agtiero, Juan de Salcedo Villandrando, Gaspar de Villarroel y Corufia; c) autores que s6lo conocemos por referencia: Pedro de Carvajal, Antonio Faleén (sefialado por la Andnima como director espirituat de la Academia), Duarte Feman- ez, Luis Sedefio, Juan de Galvez. 12 En cuanto al programa de la Academia -que podemos reconstruir cn sus grandes Iineas a través de las obras de los autores, se trata de trasladar el edificio de la cultura grecolatina ya actualizada por el hu- mmanismo renacentista ¢ implantarla en una regidn lejana y percibida como barbara. Mencionemos sélo dos aspectos centrales: a) La traduccion y la difusion del saber Es bien conocido que uno de los objetivos centrales del humanismo eu- ropeo era el de exhumar y revivificar los conocimientos que poseyers la Antigiedad clisica; de alif la tarea de purificacién de la lengua latina, la ‘vuelta a las fuentes originales y la biisqueda de versiones fidedignas de textos que habrfa de Hevar al nacimiento del método filol6gico, marcado por una preoeupacién nueva por la lengua y por las modalidades de la tra- Guccién. El affin de difundir los conocimientos hizo de la tradueci6n, ade- ‘més, una tarea central, siendo las traducciones de textos clisicos y, posteriormente italianos, constante a lo largo del siglo XVI La traduccién ocupa un lugar de importancia dentro de las obras conocidas de los antiiticos: de un corpus de dieciocho obras que han llegado hasta nosotros, cuatro son traducciones y una incluye traduc- ciones de poesfas. Las primeras, cronoldgicamente, son las tres tradu- cidas por Gareés: Francisco Patricio de Reyno, y de Ia institvcion del qve ha de Reynar (Madrid, 1591); Los Sonetos y Canciones del Poeta Francisco Petrarcha (Madrid, 1591); Los Lvsiadas de Lvys de Camoes (Madrid, 1591). Le sigue la ya mencionada obra de Me- xfa y Fernangil (Sevilla, 1608), traduccién de las Heroidas de Ovi- dio y de la Invectiva contra Ibis. Finalmente, la Misceldnea austral 1...) Con la Defensa de Damas (Lima, 1602) de Davalos y Figueroa, incluye una serie de traducciones de composiciones poéticas de Vit- toria Colonna y de Tansillo que se insertan en los coloquios en verso y en prosa, en los cuales los interlocutores Delio y Cilena diseurren, desde La Paz, sobre la poesfa, eL amor y otros tépicos. b) Elcultivo de la historiografia y la construccion de una memoria antartica La filologfa, pero igualmente la historiograffa, constituyen las ba ses sabre las que se fundé el humanismo europeo. La época del Rena- cimiento marca el desmembramiento de la Ecumene cristiana de la 3 Edad Media y la gestacién de los Estados modernos, La preocupacién de los humanistas por el pasado histérico no s6lo se manifiesta en un cambio profundo en el modo de hacer historia sino también en el surgi- miento de la historia local o nacional articulada o no con la universal. La historiografia estaré al servicio de la politica de las ciudades estado italianas o de las familias que las tigen y como consecuencia de ello se cultivarén las historias dindsticas e historias locales. La reflexién sobre el pasado 0 la necesidad de dejar por escrito las hazafias de los contempordneos esté presente en varias de las obras de los miembros de la Academia y se plasma en diversos géneros. El gé- nero historiogriifico es utilizado por Aguilar y de Cérdoba en El Mara- én, que narra la expedicién de Lope de Aguirre. La misceliinea permite a Cabello Valboa en su Misceldnea antdrtica tratar largamente la cuestién central del origen del hombre americano y Ia historia de los Incas hasta la legada de los espafioles y a Davalos y Figueroa, en su Misceldnea austral, plantearse ciertos aspectos de! pasado indigena. La poesia heroica, por su parte, fue practicada probablemente por Cabello Valboa (en la Volcdnea, perdida), por Pedro de Offa en su Arauco do- mado y por Miramontes y Zudzola en sus Armas Antdrticas, poema que toca la toma de Cajamarca y las guerras civiles pero que se centra en las acciones cuasi contemporiineas de los piratas Drake, Oxenham y Cavendish. La mirada histérica de los de la Academia, si bien no se plasma en una historia del reino, toca cuestiones centrales para el mis- ‘mo (el origen del indio americano, la tiranfa de Lope de Aguirre, | guerras del Arauco, los ataques de los piratas) y contribuye asi a la construccién de una memoria antartica. Conclusién En las paginas anteriores, he intentado plantear la cuestién del estu- dio de las elites letradas en cl virreinato del Peri, basndome para ello en uno de sus ejes, la academia, y en un caso particular, el de la Acade- mia Antirtica. A pesar de las lagunas de informacién que sufrimos, el interés de su estudio es méltiple: por el valor intrinseco de las obras de sus miembros; por su labor de mediacién de la cultura humanista y del italianismo en el virreinato del Perd; finalmente, por la funcién que cumplié en el establecimiento de una cultura de corte virreinal y en la construccién de un pensamiento letrado que contribuiré a la formacién de una nueva sociedad.

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