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DE EINSTEIN A LOVELOCK: EXPANDIENDO EL ESCENARIO CÓSMICO

En 1970, David Lovelock demostró que, si el espacio-tiempo posee realmente más de cuatro
dimensiones, la relatividad general einsteiniana deja de ser la única teoría gravitatoria admisible. La
familia más general de teorías que verifican las hipótesis de la relatividad general, excepto en lo
concerniente a la dimensión del universo, se conocen con el nombre de teorías de Lovelock. Estas
teorías contienen a la relatividad general como un caso particular y, de hecho, pueden obtenerse de las
ecuaciones de Einstein añadiendo un tipo de términos muy específicos, que introducen correcciones a la
interacción gravitatoria cuando el espacio-tiempo se halla extremadamente curvado. Si el universo fuera
plano, incluidas las dimensiones no observadas, las predicciones de las teorías de Lovelock coincidirían
con las de la relatividad einsteiniana. Sin embargo, la necesidad de sustituir la cosmología einsteiniana
en cuatro dimensiones por una cosmología de Lovelock vendría justificada tanto por la supuesta
existencia de dimensiones adicionales (que pueden hallarse muy curvadas en esferas de minúsculo
radio) como para dar cabida a toda la gama admisible de fenómenos gravitatorios en las regiones de gran
curvatura (sabemos que el universo estuvo muy comprimido cerca del Big Bang, por ejemplo).
Clásicamente, el estado de una partícula puede caracterizarse mediante su posición y su momento
lineal (el producto de su masa por su velocidad) en un cierto tiempo, utilizando el denominado
formalismo hamiltoniano. El proceso de cuantificación resulta especialmente sencillo en la formulación
hamiltoniana: basta con introducir las desigualdades de Heisenherg, que acotan hasta qué punto resulta
admisible emplear simultáneamente en el mundo cuántico ciertas parejas de magnitudes clásicas, como
la posición y el momento lineal. En el caso de la gravedad, el papel de las coordenadas de posición lo
desempeña la métrica del universo, el análogo de las velocidades le corresponde a la curvatura
extrínseca, una variable que mide la variación de la métrica con el tiempo, y la generalización de los
momentos la proporcionan los llamados momentos gravitatorios.
Ahora bien, a diferencia de lo que sucede al analizar la dinámica de una partícula puntual, en las
teorías de Lovelock cada momento gravitatorio puede conseguirse a partir de más de un valor de la
curvatura extrínseca. Debido a este fenómeno, los formalismos lagrangiano y hamiltoniano dejan de ser
equivalentes, y parece imposible alcanzar una descripción hamiltoniana con la que cuantificar la
gravedad de Lovelock partiendo solamente de la formulación lagrangiana en la que se enuncian
originalmente este tipo de teorías.
Necesitamos introducir argumentos físicos que permitan seleccionar una única curvatura
extrínseca para cada momento gravitacional. La solución se obtiene al recordar que las teorías de
Lovelock coinciden esencialmente con la gravedad einsteiniana, excepto en términos correctivos que
son importantes sólo para curvaturas grandes. Para la relatividad general de Einstein, incluso en más de
cuatro dimensiones, existe siempre una única curvatura extrínseca compatible con el valor del momento
gravitatorio. De igual forma, cuando la curvatura del espacio-tiempo es pequeña, de manera que la física
descrita por la gravedad de Lovelock resulta casi einsteiniana, es posible asignar a cada momento
gravitacional una sola curvatura extrínseca. Esta asignación puede extenderse por argumentos de
continuidad según va aumentando la curvatura del espacio-tiempo. Se consigue así una relación bien
determinada entre curvaturas extrínsecas y momentos gravitacionales, con la que se logra por fin una
descripción hamiltoniana para la gravedad de Lovelock, adecuada para proceder a su cuantificación
inmediata.
La cosmología de Lovelock cuántica nos proporciona –si bien tentativamente– una explicación
de indudable sencillez y belleza sobre el origen del universo.

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