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Es la emancipacién global una causa perdida? ¢Son los valores universales antiguos vestigios de una época pretérita? ¢Debemos someternos a una miserable tercera via, de liberalismo econémico y de gobierno minimo, por miedo a los horrores totalitarios? En esta obra magna, el polémico filésofo Slavoj Zizek se enfrenta a la ideologia predominante a propésito del deber de reapropiacién de varias «causas perdidas» y busca la semilla de verdad en la poli- tica «totalitariay del pasado. No es de extrafiar, por consiguiente, que para los partidarios de la doxa «posmoderna» liberal la lista de causas perdidas que en ella se defienden sea un tunel del terror pro- tagonizado por sus peores pesadillas, un almacén de los fantasmas del pasado que han tratado de exorcizar con todas sus fuerzas. Zizek argumenta que, si bien el terror revolucionario se saldé con el fracaso y con atrocidades de todo tipo, no es ésta toda la ver- dad; hay, de hecho, un momento de redencién que cae en el olvi- do con el categérico rechazo liberal democratico del autoritarismo revolucionario y con la valorizacién de una politica blanda, con- sensuada y descentralizada. Reivindica, igualmente, el deber de reinventar el terror revolucionario y la dictadura del proletariado en la lucha en pro de la emancipaci6n universal. Necesitamos aceptar con coraje el retorno de esta causa, exponién- donos incluso al desastre mas catastréfico. En palabras de Samuel Beckett: «Inténtalo de nuevo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor». Slavoj Zizek es Investigador Sénior en el Instituto de Estudios Sociales de Liubliana, Estovenia. Entre su amplia produccién cabe destacar El acoso de las fantasias (1992), E! sublime objeto de la ideologia (1999), Repetir Lenin (2004) y Bienvenidos al desierto de lo Real (2008). «Adjetivamente ecléctica... Zizek se las ingenia para dejar al lector, como de costumbre, tan entusiasmado como desorientado, abandonado en medio de un paramo sembrado de los escombros de los Idolos caidos.» Steven Poole, The Guardian «Un tesoro de perspicacia politica y filoséfica.» «Atroz, provocadora y muy divertida.» Teny Eagleton akal Este libro ha sido impreso.en papel ecologica, cuye materia prima proviene de una gestiénforestalsostenible. Diseio de interior y cubierta: RAG Traduecioa de Francisco Lipex Martin Reseevados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Cédigo Penal, podein see eastigados com penas de multa y privacidn de libertad quienes sin la preceptiva autorizacidn repcoduzcan, plagien, distibuyan o comuniquen piblicamente, cn todo 0 en parte, una obra lieraria, artista o cientitis, Sjada en cualquier tipo de soporte ‘inulo original In Defense of Lost Canes © Bidiciones Aki para lengua espasola A. 2011 Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - Esp Tels 918 061 996 Faw 918 044 028 ‘worw.akalcom ISBN; 978-84-460-2957- Depésito legal: Me8.479-2011 Impeeso en Cofls, 8. A. Méstoles (Madrid) En defensa de causas perdidas Slavoj Zizek aks! En cierta ocasiin, Alain Badion estaba sertado entre el piiblico de wma de mis conferencias, cuando su teljono miril (que, para colmo, era el mia: se to habia prestado) de pronto empesé a sonar. En tngar de apagario, me interrumpié amablemente y me pregunté si podia bajar la v3; para poder oir mejor a su interlocutor... Si eso no es una demostraciin de verdadera amistad, no sé qué puede serlo. Ast, pues, este libro esté dedicade a Alain Badion. Introduccién. Causa Locuta, Roma Finita Roma outa, causa finita: éstas son las palabras de autoridad decisivas que ponen jc «cl sinodo eclesistico ha decidido» fin a una disputa, en todas sus versiones, des hasta «el expresado clacamente su decisién en las urnas»... Ahora bien, no apuesta el psi- { misma (0, el Imperio (romano, es deci, el capita- ymité Central ha aprobado una resoluciéa» y, por qué no, «el pueblo ha coanilisis exactamente por lo contrario, por que la Causa hable por como dijo Lacan, «Hablo yo, la verdad») lismo mundial contemporineo) se desplome? Ablata causa tolluntur effctus: cuan- do falta la causa, prosperan los efectos (Les effets ne se portent bien qulen absence de Ja cauw). Por qué no damos la vuelta al proverbio? Cuando interviene la causa, se disipan los efectos. Ahora bien, zgué Causa debe hablar? En los tiempos que corren, las cosas no pin tan bien para las grandes cena ideolégica Causas, en una época en la que, aunque la es est fragmentada en una panoplia de posiciones que luchan por la hegemonia, hay un consenso subyacente: la época de las grandes explicaciones ha terminado, necesitamos un epensamiento débil», opuesto a todo fundacional c mo, un pensamiento atento a la lidad; tampoco en el ambito de la politica debemo yaa sistemas que lo expliquen todo y a proyectos de emancipacién mundial; la impo- tura rizomitica de la r¢ s aspirar sicién violenta de grandes soluciones debe dar paso a formas de intervencién y resis- tencia especificas... Si el lector simpatiza, aunque sea minimamente, con tales ideas, lo mejor es que deje de leer este libro. * La inversién obedece a la misma logica que la acertada respuesta ilusteada de la izquierda a la tristemente eélebre frase de Joseph Goebbels «Cuando oigo la palabra cultura, echo mano de la pistolw: «Cuando oigo pistolas, echo mano de la cultura» Hasta quienes tienden a desdefiar la teoria posmoderna «franc al considerarlas un caso ejemplar de «verborrea», tienden a compartir la aversion de los partidarios de dicha tcoria por el epensamiento fuerte» y por sus explicaciones a gran escala. De hecho, la verborrea esta lejos de desaparecer. No es de extratiar que hasta quienes popularizaron la idea de la everborrea», como Harry Frankfurt, caigan en ella. En la infinita complejidad del mundo contemporineo, donde las co- » y su «jergan, sas se presentan casi siempre como sus opuestos -la intolerancia como tolerancia, la religién como sentido comin, etcétera-, es dificil resistie a la tentacidn de cortar por lo sano y gritar con vehemencia «Basta de verborreal», cosa que rara vez es algo mis que un impotente pascage d Pacte, El deseo de trazar una Kinea de demarcacién sinceridad no hace sino clara entee la everborrea» y el saludable lenguaje de la producie en ese mismo lenguaje la ideologia predominante. No sorprende que, para cl propio Frankfurt, entre los politicos que han entonado ese «basta» se encuentren Harry Truman, Dwight Eisenhower y, en la actualidad, John McCain?; como si la pose de la sinceridad personal autoproclamada fuera garantia de veracidad EI sentido comin de nuestra época nos dice que, ante la vieja distincién entre doxa (opinién accidental / empirica, Sabiduria) y Verdad, 0, de forma atin mis rad cal, entre conocimiento empirico positivo y Fe absoluta, hay que trazar una frontera entre lo que se puede pensar y lo que se puede hacer en el mundo actual. En el pla~ no del sentido comin, a lo maximo alo que puede servador de raiz ilustrada: desde luego, no hay una solucién de eecambio para el capitalismo; al mismo tiempo, abandonada a su propio impulso, a dinamica capita- s. Eso es asi no sélo en lo tocante a spirarse es al liberalismo con- lista amenaza con socavar sus propios cimient la dinémica econémica (la necesidad de un poderoso aparato estatal que mantenga la competencia del mercado, etc), sino también y en mayor medida a la dinimica idcolégico-politica. Los demécratas conservadores inteligentes, desde Daniel Bell hasta Francis Fukuyama, son conscientes de que el capitalismo mundial contempo- rineo tiende a socavar sus propias condiciones ideolégicas (fenémeno al que, hace tiempo, Bell denomind alas contradicciones culturales del capitalismo»): el capit: lismo sélo puede prosperar si hay un minimo de estabilidad social, si se mantiene intacta la confianza simbélica, si los individuos no s6lo aceptan la responsabilidad de su destino, sino que, ademis, pueden contar con Ia «equidad» bisica del sistema. Este trasfondo ideolégico ha de estar sustentado por un potente aparato educative y cultural. Dentro de este horizonte, la respuesta, por tanto, no ¢s ni el liberalismo radical de un Hayek ni el conservadurismo puro y duro, ni mucho menos el mante nimiento de los viejos ideales del Estado de bienestar, sino una mezcla de liberalis- mo econémico con un espiitu comunitario minimamente «autoritarion (que ponga 2 Véase su entrevista «Demokratie befordert Bullshits, Giem, marzo de 2007, pp. 38-41 el énfasis en la estabilidad social, en los «valores», etc.), para contrarrestar los sos del sistema; dicho de otro modo, lo que los socialdemécratas de la Tercera Via, como Blair, han fomentado. exce- Este es, pues, el limite del sentido comin. LLo que hay mas alla entrafia un Salto ala Fe, a la fe en las Causas perdidas, las cuales, desde el ambito de la sabiduria es céptica, no pueden parecer sino uno locura. En el presente libro se habla tras haber dado ese Salto; pero, gpor qué? El problema, claro esti, reside en que, en una época de crisis y eupturas, la propia sabiduria eseéptica empirica, limitada al horizonte de la forma dominante de sentido comin, no puede ofrecer respuestas, asi que /uy que arriesgarse a dar un Salto a la Fe Este cambio es el cambio que va del «Yo hablo [y, al hacerlo, digo] la verdad» a da propia verdad habla (en / por medio de mi)» (como en el «maternay de Lacan del discurso del analista, en el que el agente habla desde la posicién de la verdad), hasta el punto en el que puedo decie, como el Maestro Eckhart, «es cierto y la propia verdad lo dice»’, Desde luego, en el plano del conocimiento positivo nunca es posi- ble (estar seguros de haber) aleanza[do|r la verdad; s6lo cabe acercarse a ella cada vez un poco mis, pues, como el lenguaje siempre es ala postre autozreferencial, no hay modo de fijar un limite definitivo entre sofisma, ejercicios sofistas y la propia Verdad (ahi radica el problema de Platén). En lo que a esto hace, la apuesta de Lacan ¢s la misma que la de Pascal: la apuesta por la Verdad. Pero, gcémo hacer esa apues- sino abrazando la verdad de Ia po- ta? Pues no corriendo tras la verdad «objetivan, sicién desde la que se habla’. Hay todavia s6lo dos teorias que entrafian y ponen en prictica el compromiso con sa concepcién de la verdad: el marxismo y el psicoanilisis. No sélo son dos teorias acerca de la lucha, sino que son teorfas luchadoras, comprometidas en una lucha: su historia no consiste en una acumulacién de conocimiento neutzal, sino que esta mar- cada por cismas, herejias, expulsiones. Por eso, en las dos la relacién entee teoria y 5 Del sermén Wesiis Entered», traducido al inglés en R. Schuermann, Wandering jy, Great Barrin- gton (MA), Lindisfarne Books, 2001, p. 7 4 Asi, pues, gqué relacién hay entre ese Salto a la Fe y la toma de postura ante asuntos politicos concretos? ¢Acaso no le queda a uno otro remedio que apoyar las posturas habituales de por indo no parezea haber, dentro de cequierda liberal, con la salvedad de que «no son la Cosa Reals, de que fal el Gran Paso? Aqui esti la clave: no, existen otras opciones. Aun ei constelacidn existente, espacio para actos radicales de emancipacién, el Salto a la Fe nos da la posibilidad de adoptar una cestratégicas: permite romper , la derecha restringira el aborto, aprobari leyes racistas...») y aprovechar una vieja idea de Maes, la de que los conservadores actitud absolutamente clara ¢ inquebrantable ante toda clase de alianza cl circulo vicioso del chantaje del liberalismo de izquierdas («si n0 nos votd intcligentes a menudo ven més alla (y son mas conscicntes de los antagonismos del orden existente) que los progresistas liberales. prictica ductible: la teoria no sélo ¢s el fandamento conceptual de la prictica, sino que, al mismo tiempo, explica por qué la practica esta irremediablemente condenada al fracaso; s propiamente dialéctiea, 0, dicho de otro modo, presenta una tensién irre- jo Freud concisamente, el psicoanil aspect més radical, la teorfa teoriza una como s6lo seria plenamente realizable en una sociedad que ya no lo necesitara. En s prictica fallida: «Por eso han salido mal las cosas...». Se suele olvidar que los cinco grandes informes clinicos de Freud informan basicamente de éxitos parciales y de un histéricos marxistas de acontecimiento: fracaso final; asimismo, los mejores andlis revolucionarios lo son de grandes fracasos (el de la guerra de los camp el de los jacobinos en la Revoluci6n francesa, el de la Comuna de Paris, el de la Revo- lucién de Octubre, el de la Revolucién Cultural china...). El examen de dichos fraca- sos nos pone frente al problema de la fidelidad, de cémo redimir el potencial emanci- patorio de esos acontecimientos evitando la doble trampa de la vinculacién nostilgica al pasado y de la acomodacién facilona a | nos alemanes, s «nuevas circunstancias Ambas teorias parecen trasnochadas. Como hace poco dijo Todd Dufresne, nin- guna figura de la historia del pensamicnto se equivocé tanto en los puntos funda mentales de su tcoria como Freud? (salvo Marx, aftadiria alguno). Y, de hecho, en la conciencia liberal los dos aparecen actualmente como la gran «pareja de criminales» del siglo XX: como era de suponer, en 2005, el escandaloso E/ bro negro del conn nismo, en el que se detallaban todos los crimenes comunistas, fue seguido por El bro negro del psinantisis, en el que fraudes clinicos del psicoanili gativa, la profunda solidaridad entre el marsismo y el psicoanilis consignaban todos los errores teéricos y 7. Asi quedé de relieve, aunque fuera de forma Sin embargo, algunos signos perturban esta complacencia posmoderna. Hablando de la resonancia cada vez mayor del pensamiento de Alain Badiou, Alain Finkelkeaut lo ha caracterizado recientemente como «la filosofia mas violenta, sintomitica de la vuelta de la radicalidad y del desplome del antitotalitarismo»’, admisi6n franca y asombrada del fracaso de la larga y acdua obra de toda clase de «antitotalitarios», de- fensores de los derechos humanos, luchadores contra los «caducos paradigmas iz- quierdistas», desde los nouseanec philosophes franceses hasta los partidarios de una «segunda modernidad». Lo que tendria que haber muerto, lo que tendria que haberse abandonado, victima de un descrédito completo, vuelve con animo de venganza. La 5 Véase T. Dufresne, Killing Freud: 20th Century Culture & the Death of Pycloanabis, Londees, Continuum, 2004, © Le Litre noir du commurisme, Paris, Robert Laffont, 1997 [ed. cast-Li/ libro negro del comanisn, trad. C. Vidal ef al, Madeid, Espasa-Calpe, 1998} Le Lite mir de ls povhanabe: vie, penser ot alkr mice: sims Trad, Patis, Fiditions 5, 2005, * Cita extraida de H, Acschimann, «Mao en chairs, Labia, 10 de enero de 2007 Ares 10 desesperacidn ante este hecho resulta comprensible: se6mo es posible que, tras expli- sitarios, s de informacién, a todo el que quisiera escuchar (y a muchos ino también en los medios que no querian) los peli- gros de los totalitarios «Maestros del Pensamiento», esa clase de filosofia vuelva en su forma mis violenta? ¢No ha quedado suficientemente claro que la época de esas uto- pias tan sumamente peligrosas ha terminado? ¢O estamos ante una extrafia ceguera incurable, una constante antropolégica innata, una tendencia a sucumbir a la tenta- cidn del totalitarismo? Nuestro propésito es invertir la perspectiva: como dirfa Badiou con su inimitable estilo platénico, | indestructibles, vuelven siempre que se anuncia su muerte. Basta con que Badiou las vuelva a afirmar con claridad, para que el pensamiento antitotalitario se muestre en toda su miseria, como lo que realmente es: un ejercicio sofista sin valor, una pseudoteorizacién de los mis bajos miedos ¢ instintos de supervivencia y oportunismo, un modo de pensar que no sélo es reaccionario, sino también profundamente refit, en el sentido que Nietzsche da a este término. En relacién con esto, hace poco se ha producido (no sélo) en Francia un enfren- tamiento interesante (no sdlo) entre lacanianos. Dicho enfrentamiento tiene que ver con Ia categoria del «Uno» como denominacién de una subjetividad politica y ha roto muchos lazos personales (por ejemplo, entre Badiou y Jean-Claude Milnes). Lo irénico es que la lucha se produzea entre exmaoistas (Badiou, Milner, Lévy, Miller, Regnault, Finkelkraut) y entre intelectuales «judios» y «no judios». La pregunta es la siguiente: ges el nombre del Uno el resultado de una lucha politica contingente, 0 esti en cierto modo enraizado en una identidad particular mis sustancial? La pos cién de los «maoistas judios» es que el nombre que representa lo que en la actuali- dad resiste a la tendencia mundial a superar todas las limitaciones -incluida la pro- pia finitud de la condicién humana- en la afluidificaciém» y adesterritorializacién» univ car durante décadas no slo en los tratados s verdaderas ideas son eternas, radicales del capitalismo (tendencia que alcanza su apoteosis en el sueiio gndstico- digital de transformar a los propios seres tuales, susceptibles de pasar de un ordenador a otro) es el de «judios». Por tanto, ese nombre representa la fidelidad més primordial alo que uno es. Alhilo de esto, Francois Regnault afirma que la izquierda contempordnea exige de los judios (mucho mas humanos en programas informaticos vir~ que de cualquier otro grupo étnico) que «se rindan en lo tocante a su nombre», en referencia a la mixima ética de Lacan «no hay que rendirse en lo tocante al de- seo». .. En este punto, cabe recordar que el mismo giro, el que lleva de la politica de cemancipacién radical a la fidelidad al nombre de «judio», resulta discernible en la evolucién de la Escuela de Feanefort, textos de Horkhei- mer. Los judios son la excepcién: desde la perspectiva liberal multicultural, todos sobre todo en los tiltimos °B, Regnaule, Nowe objet a, Paris, Verdier, 2003, p. 17. rr los grupos pueden afirmar su identidad, excepto los judios, cuya autoafirmacién es una muestra de racismo sionista... Ein cambio, Badiou y otros pensadores insisten en la fidelidad al Uno que aparece y queda constituido por la propia lucha politica de/para darse nombre y que, por tanto, no puede cimentarse en contenido particu- lar determinado alguno (como las raices étnicas o religiosas). Desde este punto de vista, la fidelidad al nombre de «judios» es el reverso (el reconocimiento tacito) de la derrota de las luchas aut nes exigen fidelidad al nombre de «judios» sean también quienes nos avisan de los peligros «totalitarios» de todo movimiento de emancipacién radical. Su estrategia consiste en aceptar la limitacién y finitud fundamentales de nuestea situacidn, y, como la Ley judia es la marca tiltima de dicha finitud, entienden que todos los inten- tos de ir mas allé de la Ley stalinismo, pasando por el jacobinismo) d decitlo sucintamente, la tinica solucién auténtica a la «cuestién judiay es la «solu- cién final (la aniquilacién de los judios), pues los judios, en cuanto objeto a, son el liltimo obstéculo para la «solucién finaly de la propia Historia, para la superacién de las divisiones en una unidad y flexibilidad sin distinciones. icamente emancipatorias. No es de extrafiar que qui y tender a un Amor sin distinciones (del cristianismo al mbocan en el terror totalitario. Para Sin embargo, gno sucede mas bien que, en la historia de la Europa moderna, los partidarios de la lucha por la universalidad fueron precisamente judios ateos, como Spinoza, Marx y Freud? Es irénico que, en la historia del antisemitismo, haya judios forma que representen uno y otro polo: a veces simbolizan la obstinada fidelidad a de vida particular, lo que les impide convertirse en ciudadanos del Estado en el que viven; otras, un cosmopolitismo universal, sin raices, «sin hogar», indiferente a toda forma étnica particular. Por tanto, lo primero que cabe recordar es que esta lucha (también) jnherente a la identidad judia. Y, tal vez, esta lucha judia sea la més impor- tante que hemos de librar en el presente: la lucha entre la fidelidad al impulso mes nico y la reactina (en sentido nietzscheano) «politica del miedo», centrada en preservar Ja identidad particular de cada cual. El papel privilegiado de los judios en el establecimiento de la esfera del «uso publi- co de la razén» descansa en su apartamiento de todo poder estatal; es esta posicién, la de la «parte de ninguna parte» de toda comunidad orgénica nacional-estatal, y no la naturaleza abstracto-universal de su monoteismo, lo que los convierte en la encarna- ta de la universalidad. Por tanto, no es de extrafar que con el estableci- miento de la nacién-Estado judia apareciera un nuevo tipo de judio: el que se resiste a identificarse con el Estado de Israel, el que se niega a aceptar el Estado de Israel como su verdadero hogar, el que se «aparta» a si mismo de ese Estado y lo incluye entre to- dos aquellos con los que insiste en mantener las distancias, en vivir en sus intersticios; este judio siniesteo es el objeto de lo que sélo se puede denominar «antisemitismo sionista», exceso fordneo que perturba la comunidad de la nacién-Estado. Estos ju- cidn inmedi: 12 dios, los «udios de los propios judios», herederos cabales de Spinoza, son hoy los Jinicos judios que siguen insistiendo en el «uso publico de la raz6m y rechazan some- ter su razonamiento al ambito aprivado» de la nacién-Estado. ste libro abraza abiertamente el punto de vista «mesiinico» de la lucha en pro de la emancipacién universal. Por consiguiente, no es de exteafiar que para los par- tidarios de la doxa «posmoderna» la lista de Causas perdidas que en él se defienden sea un tiinel del terror protagonizado por sus peores pesadillas, un almacén de los fantasmas del pasado que han tratado de exorcizar con todas sus fuerzas: la politica de Heidegger como caso extremo de filésofo seducido por el totalitarismo; el terror sta Mao; el estalinismo; la dictadura del prole- revolucionario, desde Robespierre h: tariado. .. En cada uno de esos casos, la ideologia predominante no sélo desdefta la causa, sino que proporciona un sustitutivo, una versién «mas blanday: en lugar del compromiso intelectual totalitario, intelectuales que investigan el problema de la mun- dializacién y luchan en la esfera publica a favor de los derechos humanos y la tole- rancia y contea el racismo y el sexismo; en lugar del terror estatal revolucionario, la multitud descentralizada autoorganizada; en lugar de la dictadura del proletariado, la colaboraci6n entre miiltiples agentes (iniciativas de la sociedad civil, dinero priv: do, regulacién estatal...). El auténtico objetivo de la «defensa de causas perdidas» no es defender el terror estalinista, eteétera, como tal, sino problematizar la facilona opcidn liberal-democritica. Los compromisos politicos de Foucault y, sobre todo, de Heidegger, aunque aceptables en su motivacién primera, fueron claramente «pa- las desgracias acarreadas por el terror revo- lucionario nos enfrentan con la necesidad no de rechazar el terror én tot, sino de sos adecuados en la direccién errénean; reinventarlo; la crisis ecoldgica que se perfila en el horizonte parece ofrecer una oportunidad tinica de agptar una versién reinventada de la dictadura del proletaria- do. Por tanto, el argumento es que, aunque tales fenémenos fueron, cada cual a su modo, una monstruosidad y un fracaso histéricos (€l estalinismo fue una pesadilla que tal vez caus6 atin mas padecimientos que el fascismo; los intentos de imponer la «dictadura del proletariado» produjeron una parodia ridicula de un régimen en el que se redujo al silencio precisamente al proletariado), éw mo es toda la verdad; en cada uno de ellos hubo un momento de redencién que el rechazo liberal-demoeri- tico echa a perder y que es crucial aislar. Hay que tener cuidado de no tirar al nifio con el agua sucia, aunque es dificil resistir a la tentacién de invertir la metifora y afirmar que quien pretende hacer tal cosa es la critica liberal-democeatica (es decir, tirar el agua sucia del terror y retener al nifio limpio de la auténtica democracia so- cialista), olvidando, en consecuencia, que al principio el agua estaba limpia y que la suciedad proviene del nifio. Lo que hay que hacer, més bien, es tirar al nifio antes de que ensucie el agua cristalina con sus excreciones, de modo que, parafraseando a Mallarmé, rien que eau n'aura ex lien dans le bain de Phistore Por consiguiente, nuestra defensa de las Causas perdidas no esté dedicada a em- prender ninguna clase de juego deconstructivo, del estilo de «toda Causa ha de + eficiente como Causa». Al contrario, el objetivo e desaparecer para uupera, con toda la violencia que se necesite, eso alo que Lacan se refirié burlonamente, el «nar- cisismo de la Causa perdida», y aceptar con valentia la plena actualizacién de una Causa, incluido el + itable de un desastre catastréfico. Badiou tenia ruin cuando, a propésito de la desintegracién de los regimenes comunistas, propuso esta maxima: miewe raut un desastre qu'un dévwtre. Mis vale el desastee causado por la fidelidad al Acontecimiento que el no ser de la indiferencia ante el Acontecimiento. Por parafrasear la memorable frase de Beckett, que repetiré muchas veces a lo largo de este libro, tras fracasar es posible seguir adelante y fracasar mejor; en cambio, la indiferencia nos hunde cada vez mas en el cenagal del Ser estipido. .go ine’ Hace un par de aio acerca de cémo se habian traducido a otras lenguas los finales mis famosos de las peliculas de Hollywood. En Japon, la frase de Clark Gable a Vivien Leigh en Lo que el viento se lked, «cankly, my dear, I don't give a damn» [elrancamente, querida, me importa un bledol»], se habja traducido asi: «Me temo, querida, que entre no- . la revista Premre publicé una ingeniosa investigacién sotros se ha producido un pequefio malentendido», concesién a la cortesia y cere= monia proverbiales de los japoneses. Ein cambio, los chinos (de la Repiiblica Popu- lar de China) teadujeron el «This is the beginning of a beautiful friendship!» [«jEste dos for es el principio de una hermosa amistad!»] de Casablanca como «(Entre los la lucha contea el enemigo era la sonales. maremos una nueva célula de lucha antifascistab prioridad maxima, muy por encima de las relaciones pe Aunque parezea que este libro deja caer afirmaciones demasiado agresivas y «pro- vocativas» (zqué puede resultar hoy mas «provocative que mostrar aunque s6lo sea ‘impatia © comprensién por el terror revolucionario?), mas bien efectia un un poco de desplazamiento similar al de los ejemplos citados en Premitre: aunque la verdad es que mi oponente me importa un bledo, digo que se ha producido un pequefto malen- tendido; aunque lo que esta en juego es un nuevo campo teérico-politico de lucha com- partida, puede parecer que hablo de alianz: ios... En estos casos, compete al lector descifrar las clay amistades entre profesores universita- s que tiene ante si 14 I E/ estado de las cosas Felicidad y tortura en el mundo atonal Humano, demasiado humano e con la oposicién simplista entre buenos y malos, los driers de espias con pretensiones artisticas ponen de relieve toda la «complejidad psicolégica reab» de los En contrast s de «nuestro» bando. Sin embargo, este reconocimiento «honrado» de nues- s de ser la prucba de una concepcisn equilibeada, constituye exac- omos «psicolbgi- camente complejos», estamos lenos de dudas, mientras que nuestros opositores son tamente lo contrario, la afirmaci6n encubierta de nuestra supremacii faniticos, unidimensionales, puras maquinas de asesinar. Abi reside la mentira de Mie nich, dirigida por Spielberg: pretende ser «objetivar, mostear la ambigticdad y comple- jidad de las decisiones morales, las dudas psicol6gicas, la naturaleza problemitica de la venganza, la perspectiva isracli, pero su arcalismoy sieve para redimir todavia ma agentes del Mossad: «Mira, no matan a sangre fria, son seres humanos que albergan dudas; ells, a diferencia de los terroristas palestinos, tienen dudas...». Se entiende per- alos fectamente la hostilidad con que los agentes del Mossad encargados de la venganza que alin quedaban con vida reaccionaron ante la pelicula («no tenfamos dudas de ninguna clase, hicimos lo que teniamos que hacer»), pues su postura es mucho mis honrada! 1 Pese a todo, en el filme ha un detalle ingenioso, que constituye un perfecto ejemplo del «sujeto supuesto sabers: cuando los agentes del Mossad quieren enterarse del paradero de las personas que orga- rnizaron los asesinatos de Munich (para matarlas), se ponen en contacto con un misterioso grupo francés, parecido a una familia extensa, que lleva una vida ristica en una enorme asa de campo, con gallinas y nifios corriendo por el jardin, pero cuyos miembros masculinos parecen saberlo todo sobre el paradero de todos los terroristas y espias, sin que la pelicula llegue nunea a aclarar de dénde procede ese saber. 17 La primera leccién que cabe extraer es que, para luchar honradamente contra la demonizacién del Otro, hay que subjetivarlo, escuchar su historia, comprender cémo ve la situaci6n, 0, como dijo un pastidario del didlogo en Oriente Medio: «Un ene- migo es alguien cuya historia no has escuchado»2, Para poner en practica este noble lema de la tolerancia multicultural, las autoridades de Islandia impusieron reciente- mente una forma dinica de representar la subjetivaci6n del Otro. Para luchar contra cl aumento de la xenofobia (resultado del incremento del nimero de trabajadores inmigrantes) y la intolerancia sexual, organizaron lo que dieron en lamar «bibliote- cas vivasy: se paga a miembros de minorias scxuales 0 étnicas (homosexuales, ne- ste de Europa) por visitar a una familia islandesa y contarle su historia, familiatizindola con su modo de vida, sus costumbres cotidianas, sus esperanzas, etcétera: asi, el extranjero, el exdtico, cor tro modo de vida, se convierte en alguien con quien podemos identificarnos, duetio de un mundo propio y complejo. gros 0 inmigrantes del siderado una amenay a nues: Sin embargo, el método presenta claras limitaciones. zPodemos imaginar que invitamos a un mat6n nazi para que nos cuente su historia? {Estamos dispuestos a sostener que, si Hitler fue nuestro enemigo, tal cosa se debi6 a que no conociamos su historia? Recientemente, un periodista serbio informé del extrafo caso de un poli- tico que, teas largas y complicadas conversaciones, convencié a Slobodan Milosevic en su quinta para que se entregara a la policia y lo detuvieran. Milosevic dijo que si a continuaciéa, se disculpé: debia subie un momento al primer piso para ocupar- 16, de un asunto. EI negociador, temiendo que Milosevic fuera a suicidarse, se mos renuente, pero Milosevic lo tranquilizé: habia prometido a su mujer, Mira Marko- vic, que se lavaria el pelo antes de abandonar la casa. ¢«Redime» este detalle los ho- rrores del reinado de Milosevic? 1.0 vuelve «mas humano»? Podemos imaginar pes fectamente a Hitler lavando el pelo a Eva Braun; ni siquiera hace falta recurrie a la imaginacién, pues sabemos que Heydrich, el artifice del Holocausto, disfrutaba to- cando por la noche los tiltimos cuartetos de Beethoven con algunos amigo s. Recor- demos el par de lineas «personales» con las que suele concluir la presentacién del escritor que figura en la contraportada de un libro: «En su tiempo libre, a X le en canta jugar con su gato y cultivar tulipanes...»; dicho suplemento, que «humanizay al autor, es ideologia en estado puro, la seftal de que «es humano, como nosotros» (Una ver me asalté la tentacién de proponer para la portada de uno de mis libros siguiente: «Hn su tiempo libre, a Zizek le gusta navegar por internet para entrar en. paginas de pornografia infantil y ensefiar a su hijo pequefio cémo arrancar las patas lo a las arafias...».) 2 Bpigrafe de «Living Room Dialogues on the Middle Aversion, Princeton (NJ), Princeton University Press, 2006. bn, exteaido de W. Brown, Regulating 18 Nuestra experiencia mas clemental de la subjetividad es la de la ariqueza de mi vida interior»: eso es lo que yo «soy de verdad», en contraste con las determinaciones y mandatos simbélicos que asumo en la vida pitblica (padre, profesor, filésofo). Desde un punto de v «eiqueza de nuestra vida interior es, basicamente, una impostura: una pantalla, una falsa distancia, cuya funcién es, por asi decirlo, salvar mi apariencia, volver palpable {accesible a mi narcisismo imaginario) mi verdadera identidad sociosimbélica. Por consiguiente, una de las formas de practicar la critica de la ideologia cons estrategias para de «sinceras», como hace sta psicoanalitico, lo primero que cabe decir a este eespecto es que esta te en crear ta hipocresia de la «vida interior y sus emociones ‘istematicamente Lars von Trier en sus peliculas: Mi primer filme, Eljandiner de orguideas, empezaba con un cartel en el que se deca que la pelicula estaba dedicada a una chica muerta de leucemia y se incluian las, fechas de su nacimiento y de su muerte, jExa todo meatial Y manipulador y cinico, porque me di cuenta de que, si una pelicula empieza asi, el pablico se la toma mucho Actuar asi es mucho mas que llevar a cabo una manipulaci6n: en su trilogia feme- nina (Rompiendo las olas, Bailar en la oscuridad, Dogill), Von ‘Trier apela a nuestro ser mas intimo y despiesta una compasién espontanea para con la imagen arquetipi- ca de la mujer convertida en victima, quien, con su corazén de oro, sufre y padece, Mediante esta «manipulaciém, el director pone al descubierto la falacia de esta com- pasién, el placer obsceno que obtenemos al ver el sufrimiento de la victima, y, con cllo, perturba nuestra autosatisfaccién. Ahora bien, gentrafa eso que mi averdady radi- ca sencillamente en mi identidad simbélica, encubierta por mi «vida interior» ima- ginaria (como parece indicar una interpretacién simplista de Lacan, segiin la cual el sujeto del significante se opone al Yo imaginario)? Imaginemos a un hombre que, en su fuero interno, tiene fantasias sidicas, mienteas que, en su vida pablica, es una persona educada, observa las normas, ete.; cuando, por ejemplo, entra en un chat para dar libre curs verdad disfcazada de ficcién. Pero, no es también cierto lo contrario, que la persona Adi: nueva versién del viejo chiste judio: ¢T'd, que eres tan educado, gpor qué te comportas como silo fueras?». Asi, pues, zno es internet, donde se supone que tra verdad mas honda, el lugar en el que en realidad representamos las fantasias defen- sivas que nos protegen de la normalidad banal que es nuestra verdad?*. fantasias, a esas sti expresando su son una forma de defensa? Parece una educada es la verdad y las fantasias *. El ldeido ejemplo oftecido por Badiou de concepcién respetuosa con la correccidn politica de la sexualidad, promovida por los estudios de género, con su ob: eminar» todo Signifi- no es en realidad sino un deseo generalizado de mundo «atonal» es la vo rechazo de la «l6gica binaria»: este mundo ¢s un mundo ramificado, lleno de matices, compuesto de miltiples usos sexuales, que no tolera decisiéa, ejemplo del Dos, evaluacién (en el sentido radical, nietzs- cheano) algunas. La suspensidn del Significant interpelacién ideologica el «innombrable» abismo del goce: el imperativo tiltimo que regula nuestras vidas en la aposmodernidady es «|Goval»: realiza tu potencial, dis- fruta de todas las formas posibles, sea con la intensidad del placer sexual, el éxito social o la autorrealizacién espiritual. Amo deja como tinica instancia de Sin embargo, deshacerse del Significante-Amo, lejos de liberarnos de la presién de la culpa, tiene un precio, sefialado por la precisién que hace Lacan a propésito de la orden del Superyé: «Nada fuerza a nadie a gozar, salvo el Superyd. el imperativo del goce: {Gozal»®4, En suma, el declive del Significante-Amo expone al sujeto a todas las trampas y ambigiiedades del Supery6: el propio imperativo de gozar 0, dicho de otro modo, el giro (a menudo imperceptible) por el que se pasa del permiso a gozar al imperativo (la obligacién) de gozar, sabotea el goce, de forma que, paraddjicamente, cuanto mis se obedece la orden del Supery6, mis culpable se siente uno. La misma ambigiiedad afecta a la propia base de una sociedad «permi- sivay y «tolerantey: «Dia tras dia vemos que esta tolerancia es s6lo fanatismo, dado :1 Superyé es que sélo tolera su propia vacuidady?®. Y, en efecto, toda decisién, todo compromiso determinado es, en potencia, «intolerante» con todos los demé: En sus Lagiques des mondes, Badiou desarrolla la idea de los mundos «atonales» (monde atone, mundos a los que falta un «punto», por emplear vocabulario laca- niano: el «punto de almohadillado (paint de capitin), ta intervencién de un Signifi- cante-Amo que impone un principio de «ordenaciény en el mundo, el punto de una simple decisién («0 si o no») en el que la confusa multiplicidad queda reducida de modo violento a una «diferencia minima». John F. Kennedy, ni més ni menos, pro- «La esencia tiltima de la de porcioné una coneisa deseripcién de lo que decimo: DA. Badiou, Logiqes des mondes, Paris, Seuil, 2006, p. 443. 2). Lacan, On Feminine Sexuality (The Seminar, Bonk XX), Nueva York, Norton, 1998, p. 3. [ed cast: ELseminar de jacques Lacan: Libro 20, trad, deJ. Sucre, D. Rabinovich y J. L Delmont Mausi, Barcelona, Paidos, 1998), 3 A, Badiou, op. cit, p. 533. 2 Tid, pp. 442-445. 37 sién es impenetrable para el observador y a menudo hasta para la propia persona que decide». Ese acto que nunca puede apoyarse por completo en razones es el de un Amo, 0, como dijo el inimitable G. K. Chesterton: «F!1 propésito de una menta- lidad abierta es el mismo que el de una boca abierta: cerrarla en torno a algo sélido». Si la lucha contra un mundo dado acta socavando su «punto», caracteristica que lo mantiene unido y hace que forme una totalidad estable, zedmo actuar cuando (como sucede en el presente) habitamos en un mundo atonal, un mundo de multi- plicidades carente de una tonalidad determinada? La respuesta es que uno ha de oponers que admita abiertamente la tonalidad secreta que sostiene su atonalidad. Por ejem- plo, cuando uno se enfrenta con un mundo que se presenta como tolerante y plura- lista, diseminado, sin centro, hay que atacar el principio estructural subyacente que stiene su atonalidad, a saber: las condiciones a €l de forma que lo presione para que «se haga tonal» por mismo, para wecretas de la atolerancia», que ex- secretas que excluyen, por ser una «amenaza para la libertad», las preguntas sobre los limites de las libertades existente: cluyen por «intolerantes» ciertas cuestiones criticas, 0 las condiciones La paradoja, la sefial de la complicidad oculta entre los fundamentalismos religio- cos actuale y el universo «posmoderno» que rechavan con tanta ferocidad, es que el fundamentalismo también pertenece al «mundo atonal», motivo por el que un funda- mentalista no ove, sino que, directamente, sabe. Para decirlo de otra forma, tanto el cinismo escéptico-liberal como el fundamentalismo comparten una caracteristica sub- érmino. yacente basica: la pérdida de la capacidad de creer en el sentido propio del Para los dos, las afirmaciones de la religién son afirmaciones casi empiricas de conoci- miento directo: los fundamentalistas las aceptan y los cinicos escépticos se burlan de cllas. Lo que ni a los unos nia los otre de decisién del que procede toda creencia auténtica, decisisn que no se puede fundar en la cadena de «razones», en el conocimiento positivo: la sincera hipocresiay de ak 's les cabe en la cabeza es el «absurdo» acto guien como Ana Frank, quien, ante la terrible depravacién de los nazis, afiems, en un auténtico acto de edo qua absurdum, su cecencia en que todos los seres humanos No es de extrafiar, por tanto, que los fundamentalis- tas religiosos se cuenten entre los mayores apasionados de la informatica estén dispuestos a combinar su seligién con los tiltimos descubrimientos de la ciencia: para ellos, las afirmaciones religiosas y las cientificas pertenecen a la misma modalidad de conocimiento positive. En este sentido, la categoria de los «derechos humanos universales» es también la de una pura creencia: no se pueden basar en nu cimiento de la natural sién) La aparicién del témino «ciencia» en la propia denominacién de algunas sectas fundamentalistas (la Ciencia Cristiana, la Cienciologia) no sélo es una broma obs sino que pone de relieve la reduccién de la creencia a conocimiento posit eran fundamentalmente buenos. y siempre ro cono- humana, sino que s 2 un axioma sentado por nuestra deci- 38 de la tinica de Turin resulta sintomtico: su autenticidad seria espantosa para cual- confirmada, lo primero que habria que hacer analizar el ADN de las manchas de sangre y resolver empiricamente la cuestién de la identidad del padre de Jesucristo...), mientras que un verdadero fundamentalista se regocijaria con tamafia oportunidad. cl mismo fenémeno en algunas modalidades contemporineas del cientos de libros eseritos por cientificos «demuestran» que los tiltimos avances cienti- ficos confirman las intuiciones e imperativos del Corn; asi, la prohibicién divina del incesto encuentra confirmacién en los recientes descubrimientos genéticos sobre los nifios anormales nacidos de la c6pula incestuosa, etc. (Algunos llegan al punto de de- ede demostrarse como verdad cientifica, con lo que reducen el propio Corin a una version mitica, subordinada, de lo que ha adquirido formulacin apropiada en la ciencia con- temporanea””,) Con el budismo ocurre otro tanto: muchos cientificos tejen variaciones a partir del motivo del «Pao de la tifica contemporiinea de la realidad como flujo insustancial de acontecimientos quier auténtico creyente (una ia Vemos islam: cir que lo que el Corn afirma como dogma de fe en raz6n de su origen divino pu siea moderna», es decir, de que la concepcidn cien- sci lantes confirma la antigua ontologia budista’*... ‘Todo esto obliga a extraer una conclusién paraddjica: en la oposicién entre los humanistas tradicionales y los fundamentalistas, religiosos, los humanistas son los representantes de la creencia y los fundamentalis- tas los representantes del conocimiento. Ein suma, el auténtico peligro del fundamen- talismo no reside en que sea una amenaza para el conocimiento cientifico laico, sino en que lo es para la auténtica creencia. s que la oposicién entre saber y fe repite la lo realizativo: la fe (mas bien, la confianza) es el in- Lo que no debemos perder de vista oposicién entre lo descriptive grediente basico del discusso, entendido como el medio del vineulo social, de la par~ ticipacién comprometida del sujeto en dicho vinculo, mientras que la ciencia como pone de relieve su formalizacién- reduce el lenguaje a un registro neuteal. No olvi- demos que, para Lacan, la ciencia tiene la categoria de «conocimiento en lo reab: el lenguaje de la ciencia no es el lenguaje del compromiso subjetivo, sino el lenguaje despojado de su dimensién realizativa, el lenguaje desubjetivado. Asi, pues, el pre- dominio del discurso cientifico entrafia la retirada, la suspensién potencial de la propia funcién simbélica como'metifora constitutiva de la subjetividad humana. La autoridad paterna esta basada de forma irreductible en la fe, en la confianza en la 2 Véase F, Benslama, La Povhamabse d Peprewre de FIslam, Paris, Aubier, 2002, pp. 77-85. 28 Uno delos excesos mis ridiculos de conjuncién de fundamentalism religioso y ciencia se encuentra cn Isracl, donde un grupo religioso convencido de la verdad de Ia profecia del Viejo Testamento segiin Jn cual el Mesias vended cuando nazea un ternero completamente rojo esti empleando ingentes energias para produci, mediante manipulaciones genéticas, un ternez0 asi 39 identidad del padre: si tenemos padres (entendidos como funcién simbélica, Nom- bre-del-Padre, metifora paterna) ues: tro padre, de modo que debemos confiar en él y en palabra, Digimoslo sin mira- mientos: cuando sé con certeza cientifica quién es mi padre, la paternidad deja de ser la funcién que cimenta la Confianza sociosimbélica. En el universo cientifico, no hay necesidad alguna de esa fe; es posible establecer la verdad mediante un andlisis de ADN... Por tanto, la hegemonia del discurso cientifico suspende potencialmente toda la red de la tradicién simbélica que sostiene las identificaciones del sujeto. Desde un punto de v imbélica tradicional a la biopolitica porque no sabenus directamente quién sta politico, supone el paso del Poder basado en la autoridad ter «s El cara in mundo» del capitalismo esta vinculado con el papel hegeménico del discurso cientifico en la modernidad, como ya vio claramente Hegel, quien escri« la religin han dejado de concitar respe ya id que para nosotros, los modernos, el arte to absoluto: podemos admirarlos, pero no arrodillarnos ante ellos; nuestro corazén no les pertencce; sélo la ciencia merece ahora ese respeto. La eposmodernidad>, en- tendida como «el fin de los grandes relatos», es uno de los nombres de esta situacin problematica, en la que la multitud de ficciones locales prospera sobre el telon de fondo del discurso cientifico como la tinica universalidad que atin no esta despojada de sentido. Fn consecuencia, la politica por la que en la actualidad abogan muchos izquierdistas, la de contrarrestar los efectos devastadores de la modernizaci6n capita- lista, su disolucién del mundo, inventando nuevas ficciones ¢ imaginando «nuevos mundos» (como el eslogan de Porto Alegre, «jis posible otro mundol»), resulta in- adecuada 0, por lo menos, profundamente ambigua: todo depende del modo en que estas ficciones se vinculan con lo Real que subyace al capitalismo: glo suplmentan con a multitud imaginaria, como hacen los «relatos locales» posmodernos, o perturban su funcionamiento? Dicho de otro modo, la tarea es producir und ficiin simbilica (una verdad) que interrenga en lo Real, que lo teansforme’ Sélo el psicoanilisis puede revelar en toda su amplitud el efecto aplastante de la modernidad (en sus dos aspectos: la hegemonia del discurso cientifico y el capitalis- ® Podemos ver también lo equivocados que estin quienes reprochan a Lacan haber fetichizado, lo Simbélico convirtiéndolo en un Orden casi trascendentak Lacan ya tenia claro en 1938, cuando cescribié sus Camplexesfamilianx, que cl propio nacimiento del psicoandl ¥ desintegracién de lo que entonces Ilamé «imagen pateena», 0, como dijo décadas mas tarde, que cl ig esta vineulado con Ia crisis sujeto del psicoanilisis es el sujeto cartesiano de la ciencia moderna. A quienes malinterpretan que este diagnéstico entratia una apclacién a los felices tiempos en que la autoridad paterna no tenia oposicién alguna y resultaba plenamente funcional -0, como minimo, una admiracién nostilgica por aquella época-, debemos recordar que, para Lacan, la crisis de Ia autoridad paterna que hizo nacet al psicoandlisis ( g, que ¢s la maxima condi {que nos permite formula a ley universal subyacente, Gn hist6rica de su surgimiento) es, rise sensu, sintomética: la Giniea excepeién 40 mo) en el modo en que nuestra identidad se cimenta realizativamente en las identi- ficaciones simbélicas y en el que se cuenta con el orden simbélico para que nos pro- porcine cl horizonte que nos permita situar todas las experiencias en una totalidad con sentido. La otra cara de la modernidad es la acrisis de sent cién del vinculo -de la identidad, incluso- entre Verdad y Sentido. Como, en Euro- pa, la modernizacién fue un proceso que duré siglos, tuvimos tiempo de acostum- brarnos a esta ruptura, de amortiguar sus tremendas repercusiones, mediante la Kulturarbeit, la formacién de nuevos sociales, mientas que otras ciedades -las musulmanas, sobre todo- quedaron directamente expuestas a efectos, sin pantalla protectora o dilacién alguna, con lo que su universo simbélico lo», la desintegea- mitos y relatos so- sos cimientos (simbé- result6 perturbado de manera mucho mas grave y perdieron si ran tiempo de establecer un nuevo equilibrio (simbélico). Por tanto, no es de extrafiar que la tinica forma en que algunas de dichas sociedades licos) sin que tuv' evitaron derrumbarse por completo fuera la de erigir, presas del panico, el escudo del «fundamentalismo», la reafirmacién psicético-delirante-incestuosa de la religién como intuicién directa en lo Real divino, con todas las aterradoras consecuencias que dicha reafirmacién conlleva, incluida la vuelta de la obscena divinidad del Su- peryé clamando venganza y exigiendo sactificios. El auge del Superyé es otra carac- teristica compartida por la permisividad moderna y el nuevo fundamentalismo; lo que los distingue es el espacio del goce demandado: el nuestro, en el caso de la per- misividad; el divino, en el del fandamentalismo. ‘Tanto entre la izquierda como entre la derecha abundan en la actualidad las la- mentaciones por la paulatina desintegracién de los vinculos sociales en nuesteas socie~ dades posmodernas, formadas por solipsistas hedonistas: cada vez estamos en mayor medida reducidos a no ser sino étomos sociales, condicién cuya imagen mas clocuente es la del solitario enganchado a la pantalla de ordenador, que prefiere el intercambio virtual al contacto con otros seres de carne y hueso, el cibersexo al contacto corporal, etcétera. Sin embargo, este mismo ejemplo pone de manifiesto el yerro del diagndsti- co sobre la suspensién de los lazos sociales: para que un individuo se sumerja en el espacio virtual, alli ha de estar el Otro con maydscula, mas poderoso que nunca tras adoptar la forma del ciberespacio mismo, forma social direetamente universalizada que nos permite estar conectados con todo el mundo mientras estamos a solas ante la pantalla, Parece que la doxa de Lacan, «No hay Otro con mayiiscula», ha perdido en la actualidad su parte subversiva y se ha convertido en un lugar comin aceptado por doquier; todo el mundo parece saber que no hay un «Otro», entendido como un conjunto sustancial y compartido de costumbres y valores; lo que Hegel llamé «Lis- piritu objetivo» (la sustancia social de las costumbres) se desintegra en «mundos» particulares (0 estilos de vida) cuya coordinacién ci regulada por eeglas puramen- 41 as te formales. Por eso, no sélo los comunitaris abogan por la necesidad de establecer nuevos vinculos de solidaridad y otzos valores compartidos. Sin embargo, el ejemplo del ciberespacio demuestra con claridad que el Oto esta mas presente que nunca: el atomismo social sélo puede funcionar cuan- do esta regulado por un mecanismo (aparentemente) neutral; los solipsistas digitales necesitan una maquinaria global sumamente compleja para perseverar en su espléndi- as, sino hasta los izquieedis do aislamiento. éNo ha sido Richard Rorty el filésofo por antonomasia de ese Otro carente de un vinculo privilegiado con los otros? El Otro de Rorty es el conjunto de reglas publi- cas neutrales que permiten a cada individuo anarrar su propia historia», la de sus sueiios y suftimientos. Estas spacio «privado» de las idio- sinceasias, las imperfecciones, las fantasias violentas de cada cual, etc., no den paso reglas garantizan que el s ala dominacién directa de los otros. Recordemos una de las iiltimas manifestaciones de la liberacién sexual: la «maratén mastubatoriay [masturbateaihon}, cn la que cientos de hombres y mujeres se masturbaron con fines benéficos, para donar el dinero obtenido a asociaciones que trabajaban en el campo de la salud sexual y la reproduccién, alertar a las conciencias y conteibuir, ademas -como decfan los pro- pios organizadore: actividad sexual, la mis comin, natural y segura de todas. La postura ideolégica que subyace a la idea de la maratén masturbatoria esté marcada por un conilicto entre su forma y su contenido: compone un grupo a partir de individuos dispuestos a compartir con los otros el egoismo solipsista de su obtuso placer. Sin embargo, esta contradiccién es mas aparente que real. El propio Freud era consciente de la co- mo y la inmersién en la masa, perfectamente recogida en una aring an experience» fevmpartir una experiencia). sturbadores reuni« quiere -, a acabar con los tabties que todavia rodean a esta forma de nexi6n entre el narcis frase acufiada en California, «s el pacto simbélico subyacente por el que los dos «comparten un espacio» sin invadir el del oto. Cuanto mas atomista s ser, mAs se necesita una figura del Otro para regular la distancia que nos separa de ‘al ver eso explique la impresi6n, tan certera como extrafia, que tenemos Lo crucial aqui es ma los otros. ' al encontrarnos con un auténtico solipsista hedonista: a pesar de su tolerancia es- pontinea ante las idiosincrasias personales, nos choca por su tremenda falta de per- sonalidad; le falta la propia idea de la «profundidad» de la persona. Asi, pues, gde qué carece el vinculo social, dado que no es del Otro?", La respues- taes evidente: de un otro que seria la encarnacién, el sustituto del Otro; una persona que no es simplemente «como las dem4s», sino que encarna, directamente, la autori- dad. En el universo posmoderno, todos los otros considera falibles, imperfectos, «meramente humanos», ridiculos) y resultan inade- stan «finitizados» (es 5 Debo esta idea a Alenka Zupanziz (Liubliana), 42 cuados para dar cuerpo al Otro, con lo cual, en este sentido, preservan la pureza de ese Otro sin tacha. Cuando, dentro de unos diez aitos, mas o menos, el dinero acabe convirtiéndose en un punto de referencia puramente virtual, que ya no esté materiali- a zado en un objeto particular, tal desmaterializacién hard que su poder fetichista s absoluto: su propia invisibilidad lo volverd todopoderoso y omnipresente. En con- secuencia, la tarea de la politica radical no consiste en denunciar la incapacidad de los otros para sustituir al Otro (esa «critica» sdlo refuerza el dominio del Otro sobre ‘a forma, deshacer el vinculo social nosotros), sino en socavar el propio Otro y, de al que sirve de base. En la actualidad, cuando todo el mundo se lamenta de la diso- lucién de los vinculos sociales (j, por tanto, se deja de ver el dominio que tales vin- culos tienen sobre nosotros, mis poderoso que nunca), el verdadero trabajo de des- hacerlos esti todavia por hacer y resulta mis necesario que nunca. Segiin Lacan, la angustia, tinico afecto que no miente, da testimonio de la proxi- midad de lo Real, de la inexistencia del Otro; a ella hay que enfrentarse con coraje, lla ha de conducir a un acto propiamente dicho que, por asi decirlo, penetre en lo real de la situacién. Sin embargo, cn la actualidad predomina otro tipo de angustia: la causada por la claustrofobia del mundo atonal, carente de un solo «punto» estruc- turados la angustia del «Narciso patolégico», frustrada por la circunstancia de estar atrapado en el infinito reflejo competitivo de sus colegas (a-a'-a"-a"\..), de la serie de «otros» en la que nadie actiia como sustituto del «Otro»3!. La causa de esta claustrofobia radica en que la falta de sustitutos, de encarnaciones del Otro, en lu- gar de abrir cl espacio social, despojéndolo de todo tipo de Amos, vuelve tanto mas dominante al «Otro» invisible, el mecanismo que regula la interaccién de los «otros». Instituto Serbsky (Maliba) Con el giro al «mundo atonab,, la solidaridad obscena entre la Ley y su severso superyoico queda suplantada por la solidaridad oculta entre la permisividad tole- rante y el fundamentalismo religioso. Un reciente escindalo acontecido en Malibt no sdlo puso de manifiesto el obsceno pacto entre el enfoque «terapéutico» biopo- litico y la reacci6n fundamentalista en su contra, sino también el catastr6fico precio ético que hemos de pagar por dicho pacto En los viejos y felices tiempos de la Unién Soviética, el Instituto Serbs juiatria all y de Mosca era cl bugue insignia de la psi vicio del control y el castigo politicos; sus psiquiatras desarrollaron dolorosas técnicas farmacol6gicas para hacer hablar a los dete- nidos y usar los testimonios asi obtenidos en las investigaciones relativas a la seguridad 5! Debo esta idea a Glyn Daly (Universidad de Northampton). 43 nacional. Con el fin de afianzar la capacidad de los psiquiatras para encerrar a las perso- se invent6 una enfermedad mental politica conocida como «esquiz frenia perezosa rilbtekuhhaya. Los psiquiatras describieron sintomas como los six guicntes: una persona podia parecer normal la mayor parte del tiempo, pero se derrumbaba ante la aparicién de una grave «inflexibilidad de las convieciones», un «agotamiento nervioso causado por su biisqueda de justicia», una «tendencia a litigar» o «ilusiones nas en sanatorios, . reformistas». E] tratamiento se hacia con inyecciones intraveno: tan dolorosas que los pacientes perdian la conciencia. La crcencia de fondo era que una persona tenia que estar /aca para oponerse al comunismo. :Este enfoque psiquidtrico de posiciones politicamente problemiticas es una cosa del pasado? Por desgracia, no: el de drogas psicéticas Instituto Serbsky no sélo sigue prosperando en la Rusia de Putin, sino que, como indica un reciente incidente con Mel Gibson, jpronto abriré otro centro en Malibii! Hista es la descripcién de lo que le ocusri6 a Gibson el 28 de julio de 2006: Me puse al volante en un momento en que no debia habeelo hecho y la poliia de condado de Los Angeles me pard. El agente se limité a hacer su trabajo y me senti afortunado de que me detuvieran antes de que hiciera dafio a alguien. Cuando me detuvieron, me comporté como una persona completamente fuera de si y dije cosas {que no erco que sean verdaderas y me parecen despreciables. Por lo visto, Gil ‘on los causantes de ‘on dijo: < de la eebelién social); todas cuentan la historia valiéndose del marco Asi, pu Ja en relacién con su tema? je la actitud contra- de las relaciones familiares / amoros: dictoria de la nov: ‘1 motivo de la monstruosidad de la revolucién es un elemento conservador y la forma de la novela (la confesién del personaje principal a punto de moris) estd, evi- dentemente, relacionada con un género conservador, popular en la época de Shelley, cn cl cual, teas verse forzados a enfrentarse a las consecuencias catastréficas de sus suefios de libertad y fraternidad universales, los exradicales, arrepentidos, renun- cian a su obra reformadora, Sin embargo, Shelley hace algo que nunca habria hecho un autor conservador: en la parte central del libro da un paso mis y hace que el monstruo cuente la historia desde su propia perspectiva. Dicho paso es una mani- festacién radical de la creencia liberal en la libertad de opinidn: hay que oir todos los puntos de vista. En Frankenstein, el monsteuo no es una Cosa, un objeto aterra- dor al que nadie se atreve a enfrentarse, sino que esta totalmente sibjetirade, Mary Shelley penetea en el espiritu del monsteuo y le pregunta cémo se siente al verse etiquetado, definido, oprimido, excomulgado ¢ incluso fisicamente deformado por Ja sociedad. Al criminal por antonomasia se le permite presentarse como la victima por antonomasia. El monstruoso asesino se revela como un individuo profunda- mente herido y desesperado, que anhela amor y compafiia, 84 Por consiguiente, es crucial ver en qué consiste la historia del propio monstruo. 10 Fue fruto de un aprendizaje, no algo innato. En directa contradiccién con la tradicién burkeana del monstruo como el mal s cuenta que su carieter rebelde y ases' encarnado, la criatura dice a Frankenstein: «Yo era benévolo y bueno; la miseria me convietié en un malvado». Sorprendentemente, el monstruo resulta ser un rebelde muy filoséfico: explica sus acciones con las palabras que habsfa empleado un epubli- cano. Afirma que, si emprendié la rebelién, fue por las faltas del orden imperante. Sus han zafado de sus responsabilidades para con él y le han obligado a llevar a cabo una insurreccién. Los mor infectados por los males o las impiedades de la filosofia radical, sino porque han sido objeto de la opresidn y el abuso del orden reinante. La fuente de Mary Shelley fue un superiores y protectores truos no se rebelan porque estén ensayo de su propia madre, Visién moral ¢ histirica del origen y progres de la Revole- itn francesa (1794), en el que Mary Wollstonecraft, teas mostrarse de acuerdo con los conservadores burkeanos en que los rebeldes son unos monstruos, insiste, decidida, en la idea de que tales monstruos son cl producto de la sociedad; no son muertos vie vientes ni espectros salidos de la tumba de la monarquia asesinada, sino productos de Ia opr bajas de la sociedad se ven impulsadas a la rebeli6n, se vuelven contra sus opresores 1 monstruo expone una critica radical de la opresion y la desigualdad: «Supe lo que era la division de la propiedad, la riqueza inmensa y la pobreza miserable, la categoria, el linaje y la sangre noble». Habla como los radicales de los tiempos revolucionarios: ‘én, el desgobierno y el despotism bajo el Anden Régime. Las capas mas de forma parricida, En este aspecto es en el que la novela se acerca mas a la politic: Supe lo que eran las posesiones més estimadas por los vuestros, la alta cuna sin micula unida con los ticos. A un hombre sélo se lo respeta si posee alguna de esas ad- quisiciones; de lo contrario, se lo considera, con raras excepciones, un vagabundo y un esclavo, condenado a malgastar sus facultades en beneficio de unos pocos clegidos En este punto, Mary Shelley desarrolla la dialéctica de la Ilusteacién» ciento que Adorno y Horkheimer. Va mucho més alld de las habitua- les advertencias conservadoras sobre la pesadilla, el caos y la violencia en los que cincucnta afios antes desembocan el progreso cientifico y politico, y la consiguiente necesidad de que el hombre muestre humildad ante el misterio de la ereacién y no trate de convertirse en el duefio de la vida, papel reservado a la divinidad. El monstruo es un sujeto de la Tustracién en estado puro: tras su reanimacién, es un chombre natural», su mente una fabila rasa. Solo, abandonado por su creador, ha de volver a poner en prictica la teoria ilustrada del desarrollo: ha de aprenderlo todo desde cero, mediante las lecturas y la experiencia propia. Sus primeros meses son, en efecto, In realizacién de una especie de experimento filos6fico. Que fracase 85

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