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Al desender de la nave bastante intranquilo me encontr con pequeos seres, sus diminutos cuerpos
casi fueron aplastados por mis pies que andaban descuidadamente. Estos seres andan en cuatro patas,
cada una de ellas con solo tres dedos, no s si sea apropiado llamarles as; son de color grisaseo y
presentan una boca alargada, de algn modo me recuerdad a un pequeo len marino pero con patas
y la piel arrugada. No s de donde obtienen los suministros, pero...
No s que pienses ahora, quizs creas que te miento o digas que las cartas, si te las muestro las he
escrito yo mismo; que tal vez es slo la fantsia de un loco, pero no te miento, en el Sol existe un lugar
oscuro solo mira a los hombres, en cada hombre yace la ocuridad, cuando estamos solos, cuando
tenemos fro, no de ese fro que nos da la falta de Sol, si no el fro que viene de la ausencia o el ardor
que se enciende bajo la molestia, es ah en esa regin donde radica nuestra oscuridad, nuestra zona
oscura que guarda aquellos anhelos secretos.
Un da fui tras de Jackov, motivado por las cartas deseaba conocer a los Sunlander. Constru una nave,
gast todo cuanto tenia en aquel momento para conseguir armarla. Ya con mi nave me dirig a la zona
oscura del Sol, pero fall. Cuando me aproximaba al Sol, el ardor de sus brazas era tal que decid virar
un poco, no deseaba pasar por tanto fuego, en realidad, eso me asustaba. Fue un grave error virar, ese
simple movimiento me arrojo lejos del Sol, no habia previsto un defecto en mi nave, su covertura
termica no era la adecuada por lo que sus motores fallarn y yo quede ah, navegando a la deriva en el
espacio cubierto de estrellas lejanas. No sabes cuanto deseaba estr junto a una de ellas.