Cuando me encomendaron la tarea de escribir estas palabras de bienvenida pens
inmediatamente en por qu lo hago?, por qu no simplemente compro los libros y los
leo en el silencio de mi casa como siempre lo he hecho?, Cul es el afn de compartir lo que leo con gente que apenas conozco?, es decir, ni que me sobrara el tiempo. Pero justo cuando me comenzaban a atropellar estos pensamientos, vino a mi mente una entrevista en la que Allan Moore explicaba el poder mgico de la literatura. Cmo cada palabra, cada frase, cada oracin, tiene la capacidad inherente de crear imgenes completamente distintas en el cerebro de cada persona. Mundos de colores, sabores y olores complejos, y detalles, detalles, y detalles que van incluso ms all del significado de cada palabra. De la nada, un montn de smbolos inventados por el hombre hace miles de aos y organizados en cierta forma generan los universos ms disimiles en nuestras cabezas, creaciones que tienen incluso el poder de perdurar por aos en forma de recuerdos. En este sentido, si concebimos la magia como un poder para crear lo imposible, no se me ocurre una representacin ms palpable de esta que la literatura, y es que hay que aceptar que hasta sus ritos tiene. De tal modo que, si la literatura es magia, ustedes se preguntarn Dnde quedamos nosotros?.. As es, justo ahora estoy pronunciando las palabras de bienvenida a uno de los pocos aquelarres que quedan en el siglo XXI, y es que, as ya no tengamos que escondernos para compartir nuestro amor por la nigromancia de las letras por miedo a ser quemados, encarcelados o torturados, como les pas a nuestro antecesores; nuestra especie, la especie de aquellos que se renen, se encuentra en va de extincin. Por esto, no me queda ms que agradecerles por permitirme revivir junto a ustedes uno de los ms antiguos ritos que tiene este arte, el de compartir, pues hay que recordar que ningn hombre es una isla, y que compartir un libro crea ante todo una relacin mgica, espiritual y de amor entre las personas y las letras que nos rodean. As pues, les doy la bienvenida a una tradicin milenaria que en este captulo ha decidido llamarse a s misma Serendipia como quien no quiere la cosa.