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Rodolfo Mondolfo La infinitud del espiritu y ottos esctitos de Cérdoba [Siz Universe Necona de Corda ‘LA VALORACION DEL TRABAJO EN LA GRECIA ANTIGUA HASTA SOCRATES” Es tradicional, en la historia de las ideas econémicas, atri- buir a la antigiiedad clésica el desprecio hacia el trabajo, y afir- mar que ésta ha limitado ese concepto a la obra manual de los oficios y las artes, vinculada con la materia y acompafiada por la fatiga y el sudor, por donde resultarfa una actividad sérdida ¥ grosera, carente de la luz espiritual de la inteligencia. Los an- tiguos habrian considerado, entonces, que este trabajo era una cosa vil, digna de menosprecio (banausta), porque envilecia y humillaba al hombre, sometiéndole a las necesidades, al inte- és econdmico y al arbitrio ajeno, privandolo de su libertad y dignidad, convirtiéndolo en un ser semejante a los esclavos, los animales y los instrumentos mecénicos: en una palabra, en un ser inferior (bénausos). A los trabajadores, carentes de la dig- nidad de hombres, se opondrian en la concepcién clésica los hombres libres, dignos de respeto, vale decir, los que se dedican a las actividades de las armas 0 de la politica, o bien gozan del otium necesario para entregarse a la contemplacién pura y des- interesada, Pero si tal divorcio entre lo intelectual y lo manual hubiese dominado en todo el espiritu antiguo, resultaria inexplicable esa creacidn estupenda de la cultura griega, que abarca simul- “Revista de Economia. Banco de la Provincia de Cérdoba. N° 9, Enero-junio 1953, 323| tdnea y conjuntamente el terreno puramente espiritual de Ja literatura, las ciencias y la filosofia, y el de las artes plisticas y arquitecténicas y las técnicas vinculadas mds directamente con la materia y la obra manual; lo cual implica una cooperacién arménica y una interaccién mutua constantes de todas las for- mas de trabajo, y repercute también en el complejo carécter politico, econémico, intelectual, de la expansin del influjo griego en el mundo antiguo: expansién de colonias, comercio y cultura al mismo tiempo. Los estudiosos contemporineos han experimentado por Jo tanto la necesidad de reaccionar contra el concepto tradicional indicado. W. Jaeger (Paideia, 1, pig. 75 de la ed. castellana) declaré de manera terminante que al reco- nocer con Hesiodo el heroismo de “la lucha tenaz y silenciosa de los trabajadores con la dura tierra y con los elementos... ha sido Grecia la cuna de la humanidad que sivia en lo més alto la estimacién del trabajo”, Otros han distinguido en las voces de Ja antigiiedad dos entonaciones opuestas en lugar del pretendido desprecio und- nime del trabajo. “El mundo griego —dice F. Battaglia, La fi- losofia del lavoro, pag, 22— presenta dos teorfas antinémicas acerca del trabajo. Por un lado, el trabajo se aprecia como esen- cia del hombre, y por otro se rechaza como obra de esclavos Humano para unos, en cuanto que produce riqueza y virtud, es servil y abyecto para otros. El hecho es que no estamos en presencia de dos formulaciones accidentales, que manifiesten tinicamente los gustos personales de los distintos autores, sino més bien de dos concepciones de la vida que tienen diferente origen, nacen en diferentes medios y se vinculan con dos capas sociales que acaso nunca llegaron a amalgamarse”. Por un lado la aristocracia guerrera dérica, conquistadora, forma con su re- ligién olfmpica la clase dominante, que desprecia el trabajo; por el otro, las masas aborigenes vencidas, que debieron someterse a las fatigas del trabajo rural y los oficios, reivindican con su [324 religion mistérica el valor del trabajo. Pero, agrega Battaglia, en Ja Jucha entre estas dos orientaciones la victoria correspondié a las clases dominantes, con la religién olfmpica y el menosprecio del trabajo, que terminaron por caracterizar al espiritu griego. ‘Sin embargo, en esta explicacién, limitada a ese conificto centre dos clases, que ocurre en el interior de cada sociedad 0 estado griegos, falta un elemento importante, consistente en la distincién de los dos tipos de estados que habia en Greci oligarquicos militaristas (Esparta, Tebas, Epidamno, etcétera) y los democraticos industriales (Corinto, Atenas, etcétera). La oposicién entre los dos, en lo que ataiie al concepto del trabajo, la sefialé Glotz (Le travail dans la Grice ancienne, cap.: “Les idées sur le travail"), mostrando Ia valoracién del trabajo que predomina en las democracias, frente al desprecio que carac- teriza a las oligarquias. Pero al observar que las democracias industriales y comerciales tienen una minorfa filo-oligarquica, cuyo prejuicio en contra del trabajo encuentra sus teéricos en muchos filésofos dominados por la “espartomania” y por la repugnancia que sienten los intelectuales hacia el trabajo ma- nual, Glotz omite considerar el fenémeno inverso en los esta- dos oligirquicos. En éstos, la mayorfa oprimida debfa abrigar, sin duda, aspiraciones reivindicativas del valor del trabajo, pese ano haber logrado darle expresién cebrica y literaria, porque se hallaba sumida en la ignorancia y no era posible que de la propia clase dominante, hostil a toda activided intelectual y cultural, surgieran trénsfugas idealistas defensores de los hu- mildes. Por eso los oprimidos de todos los estados griegos no encontraron, excepto en los cinicos, que fueron los “filésofos del proletariado”, una afirmacién decidida de sus exigencias. Por otro lado, entre las observaciones de Glotz es impor- tante la que se refiere a la democracia ateniense, donde el ejet- cicio de un oficio manual no fue dbice para la participacién de los artesanos en las asambleas y en el gobierno de la ciudad, ni 325 | tba —antes bien, fae motivo de vergiienza para quien la reali se lo ve proclamado francamente en los ex votos de los templos y en las inscripciones funerarias—, aunque no se borraran las distinciones sociales entre ricos y pobres, campesinos y trabaja- dores della ciudad, pequefios mercadezes y grandes industriales, artistas de jerarquia y humildes artesanos. “La soberbia de las gentes distinguidas —dice Glow, pag. 199—, la vanidad de los parvenus, el orgullo de los intelectuales, son los mismos en to- dos los tiempos". En otras palabras, el conflicto entre el aprecio y desprecio del trabajo manual, la oposicién entre los puntos de vista de Sécrates y los cinicos por un lado, y de Platén y Plutarco por el otro, no son cosa exclusiva de Grecia antigua, sino comin a todas las épocas histéricas. ‘Tales observaciones trajeron consigo la exigencia de in- vestigaciones mas hondas y prolijas, realizadas por Farrington, Schuhl y otros', quienes legaron a distinguir, ademés de Ia oposicién constante de las dos corrientes contrarias, su respec- tivo predominio seguin las épocas. La dignidad del trabajo, que encuentra en Hesfodo su primera afirmacién y es reconocida en la Grecia arcaica (como la mostsé A. Aymard, “Lidée de travail dans la Gréce archaique’, Journ. de Psychol, 1948) con- tina aceptindose generalmente en las ciudades democriticas hasta la época de Sécrates; pero paulatinamente, segiin observa Farrington, la actitud despectiva se va acentuando y propagan- do en forma creciente con el desarrollo progresivo, a partir del siglo v, del empleo de esclavos, a cuyas manos pasan en medida cada ver mayor los trabajos y las técnicas manuales, que se van 1 Fansincron, Ciencia griega (ed. Penguin) y El cerebro y lr mano en lean ‘gua Grecia (ed. Lautaco); BM, Scuiusit, Machinizme et philosophic, Paris, 1947; Moxpotro, “Trabajo manual y trabajo intelectual", Rew de Ht. de ls Ideas, Ta cumin, 1950. 1326 haciendo objeto del menosprecio con que se consideraba la in- ferioridad social de los esclavos. Este proceso se complica —como he observado ya en mi escrito citado en la nota anterior— con la orientacién de ciu- dades como Esparta y de los escritores “laconéfilos”, como Je- nofonte y Platén; pero debo agregar que en el espititu de estos mismos escritores actéian, en oposicién con los elementos que los llevan a aplicar un estigma social a los operarios manuales y alas artes mecdnicas, otros factores que complican y modifi- can su visién de conjunto, y los obligan a encuadrar el trabajo manual en un marco més amplio, constituido por el concepto universal y unitario del trabajo. Y justamente en este aspec- to pensadores como Platén y Aristételes ya no proclaman con tanta firmeza el divorcio entre las actividades materiales y las incelectuales, sino que deben aproximarlas y vincularlas en un concepto unitario; y al ocurrir esta unificacién, el aprecio oror- gado a las actividades inteleccuales influye sobre la valoracién de las manuales, y leva a reconocer que en el ejercicio de un esfuerzo activo y productivo, en uno u otro campo, reside la sinica y verdadera justificacién de la vida. Esta asociacién, ademés, no sélo hizo del trabajo, cual- quiera fuese su indole, el fundamento de la dignidad de la vida humana, sino que hizo evidente la existencia de una dependen- cia y un influjo mutuos entre las dos formas opuestas, de mane- ra que el trabajo manual, lejos de aparecer desprovisto de toda luz de intelectualidad, se muestra iluminado por la inteligencia y capaz de iluminarla; es decis, que el arte o la técnica se incluye en el proceso del conocimiento como factor 0 momento esen- cial vinculado con el desarrollo de la ciencia. La investigacién sobre el tema debe comenzar por los do- cumentos de la edad posthomérica més antigua, donde, si bien 2 La documentaciin de estas afirmaciones se encuentra en mi libro en los capinulos sobre Platn y Aristételes, sucesivs al presente, 327| no se establece atin una distincién entre el trabajo manual y el intelectual, se plantea ya el problema de la valoracién del trabajo en el conflicto entre la experiencia penosa de la fatiga, y la conciencia de que ésta representa el camino obligado para prover a la propia existencia y fundamentar el propio dere- cho a la vida, Justamente Hesiodo, en Obras y dias, muestra tal duplicidad de tendencias en mutuo contraste, caracteristico de la situacién espiritual del trabajador. Por un lado, el mito dela edad de oro expresa el suefio deseo de una vida libre de necesidades, penas y fatigas, por el otro, la consideracién de la realidad impone el reconocimiento no sélo de la necesidad ma- terial, sino también de la obligacién moral del trabajo. “Los dioses mantienen escondido a los hombres el susten- to de la vida, pues de otro modo ti reducirias ficilmente tu tra- bajo a un solo dia para tener tu sustento todo un afo, perma- neciendo ocioso” (versos 42-44). “Por delante del mérito (areré) Ios dioses inmortales pusieron el sudor; largo y empinado es el camino que llevaa tal meta, y dspero al comienzo; sin embargo, al llegar a la cdéspide resulta facil, pese a su rudeza” (289-292). “Solamente, pues, por medio del trabajo pueden los hombres conquistar su bienestar, y cuanto més trabajan, tanto mas los quieren los dioses inmortales” (308 y sig.); “y quien carece de trabajo envidia al vecino que siembra y planta, y esta emulacién es buena entre Jos mortales” (21-24); “en cambio, una mala vergiienza acompafia al hombre necesitado” (v. 314). “Y quien ha permanecido inerte en vana esperanza, el dia que le falta el pan se dirige en su corazén crueles reproches” (498 y sig.). Con insistencia repite Hesfodo a su hermano la exhorts ccién al trabajo: “Trabaja, job! Perses, recordando siempre mt consejo (298 y sig.)s “que te sean queridas las obras que hay «pr cumpliz” (306). “Trabaja, necio Perses, en los trabajos que lw dioses destinaron a los hombres” (397). Y en medio de estas ex hortaciones aparece la valoracién del trabajo como fundamen | 328 tanto de la dignidad del hombre como del derecho mismo a la vida. “El trabajo no es vergtienaa, la ociosidad es vergiienza” (v. 311). “Se indignan dioses y hombres contra quien vive ocioso, semejante por su indole a los zdnganos que ocultan su aguijén y comen impunemente de la fatiga de las abejas” (303-5). Se anticipa aqui la palabra de san Pablo: “no comimos el pan de ninguno en baldes antes, obrando con trabajo y fatiga de noche y de dia, por no ser gravoso a ninguno de vosottos.... estando con vosotros os demostrabamos esto: que si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (Thetsalon. 1, 3°, 8-10) Es evidente que la época de Hesiodo y la clase social tra- bajadora a que éste pertenecia, tenfan clara conciencia del valor social y moral del trabajos pero como Hesfodo ha representado el papel de educador tradicional de los griegos junto a Homero, aunque en posicién algo inferior, su ensefianza en este respecto no podia perderse. ¥ ejercié su influjo no sdlo en los casos par- ticulares destacados por Dornseiff (Pindars Stil, Berlin, 1921, pag. 59 y sig.) y Martinazzoli (Ethos ed eros etcétera, Firenze, pag. 127) 0 sea en el ennoblecimiento del trabajo en Pindaro y en su revaloracién en el mito de Heracles, cuyas fatigas cele- bran luego cinicos y estoicos, sino en més amplias corrientes de ideas. Por cierto que tal influjo hesiédico fue favorecido por el proceso histérico mismo del desarrollo de la civilizacién y la potencia de las ciudades helénicas, debido al espiritu de activi- dad ¢ iniciativa que caracteriza a los griegos. El florecimiento econémico y cultural proceden paralela y conjuntamente; se alimentan de las relaciones y los intercambios con las grandes civilizaciones orientales, asociando en estos contactos los inte- reses pricticos con los inteleccuales. Herodoro, Platén, AristS- teles, Eudemo refieren que Solén, Tales y otros sabios, que han representado un papel importante en el desarrollo de la cultura gricga, viajaban a Egipto, Asia menor y otros centros de civi- Tizacién, para comerciar y conocer al mismo tiempo; Solén se 329| hacla promotor de has artes y los oficios, y promulgaba una ley por la cual cada ciudadano debia hacer aprender un oficio a su hijo, si querfa que éste tuviera la obligacién de sustentarlo en su vvejez; en esa época, comenta Plurarco—y la declaracién resulta particularmente significativa en sus labios—, “el trabajo no se consideraba una desgracia, y el tener un oficio no implicaba una inferioridad social.” ‘Antes bien, los sabios consideraban que poscer capacida- des de trabajo préctico eran elemento y condicién de sabiduria; y Platén recuerda, en Repriblica, 600 A, que ellos eran hombres valiosos en la actividad prictica, autores de muchos inventos industriosos, como por ejemplo Tales de Mileto y Anacarsis de Escitia, La tradicién le atribuia a todos ellos el ejercicio de profesiones y el hallazgo de inventos mecénicos; el ejercicio de Ja ingenierfa hidréulica a Tales; la invencién de instrumentos técnicos y mecénicos, como el fuelle del herrero y la rueda del alfarero a Anacarsis; la invencién de la técnica de la fundicién del bronce, del torno, de la escuadra, del nivel, de la lave y otros instrumentos de trabajo, a Glaucos de Quios, etcétera, Cuando en la edad helenfstica Posidonio celebra todos los i ventos mecénicos, la fundicién de los metales, la construccién de las herramientas fabriles, el arte de la edificaci6n de casas, etcétera, como obra de filésofos y mérito de la filosofia, y pro- voca asf las protestas de Séneca, no hace otra cosa, en realidad, que generalizar los datos relativos a los sabios de la época inicial del florecimiento civil griego y de todo el periodo presocritico, cuando no se separaba la teorfa de la prictica, ni la investiga- cién cientifica del trabajo manual El bomo sapiens era al mismo tiempo homo faber, interesa- do en los problemas y el desarrollo de la técnica, y consideraba asu sabiduria vinculada con su actividad fabril; asi como, in- versamente, el homo fuber experimentaba la exigencia de cono- cimientos tedricos que lo convirtieran, como dice Platén, en [330 experto conocedor de su arte, capar de proceder de acuerdo con las reglas del arte y no por impulsos casuales (cf. Gorgias, 448 B). De este modo se nos presentan dos fendmenos comple- mentarios. Vemos por un lado al autor del tratado hipocratico Acerca de la medicina antigua, quien, segin ha observado Fa- rringcon (Ciencia griega, 62 y sig.), gusta de llamarse a sf mis mo, obrero, artesano 0 técnico y atribuir su propia experiencia a la cocina, reivindicando 1a importancia que tienen para la salud del hombre la trlla, la molienda, la tamizaci6n, la amasa- dura y el horneamiento del trigo, y declarando con orgullo que todo esto es medicina, lo tinico de donde puede surgir un co- nocimiento claro de la naturaleza del hombre; vemos al sofista Hipias (cf: Hipias menor, 368 B-E) que se jacta de que toda la indumentaria que usa ha sido fabricada por sus propias manos, tanto como de que lleva consigo obras en verso y en prosa de toda especie, y pose conocimientos literarios y mnemorécni- cos, esto ¢s, de reunir en su persona, junto con la actividad intelectual de sofista, las manuales del hilandero, el tejedor, el sastre, el curtidor, el zapatero, ef herrero; todo lo cual conficre un cardcter enciclopédico a su sabidurfa y hace de él, segiin la expresién de Farrington, op. cit, 81, “una muestra tipica del sa- bio de las generaciones més antiguas, cuyos titulos de sabiduria no estaban refiidos con la habilidad y destreza de sus manos”. En este aspecto podemos reconocer con Joél (D. Ursprung 4. Nasurphilos. aus d. Geist d. Mystik, Basel, 1903) que en los presocriticos se da la misma unidad de sheorein y préttein (con- templar y actuar) que caracteriza alos sabios del Renacimiento, y tiene su representante tipico en Leonardo, técnico de todas las artes para provecho de la ciencia, no menos que investigador de todas las ciencias para provecho del arte. Pero esta misma 3 CE mi ariculo “Leonardo tebrico del are y de a ciencia", en Sur, Buenos Aires, noviembre de 1952 331| unidad de préctica y teoria lleva consigo otro fenémeno com- plementario, que se presenta en la época presocrética no menos que en el Renacimiento: el de la exigencia experimentada por quienes cultivan las artes, de compilar tratados técnicos; a par- tir de la musica, cuyas leyes estudian Damon y los pitagéricos; de la escultura, cuyo Canon escribe Policleto; de la pintura y la arquitectura, esta exigencia de sistematizacién tedrica se propa- ga. todos los aspectos de la técnica. “Se intenta en este tiempo —anora Schuhl— la sistematizacién de todas las técnicas, la codificacién de todas las artes, desde las recetas de cocina hasta las prescripciones de la higiene... Los sofistas hacen la apolo- gfa de las técnicas experimentales”. Polos dice en el Gorgias “existen entre los hombres muchas artes descubiertas por la ex- periencia de los expertos; la experiencia hace progresar nuestra vida de acuerdo con el arte, la inexperiencia segiin el acaso. Y el autor del tratado hipocratico Acerca del arte, polemizando contra los que se han hecho un arte de desacreditar las artes, declara expresamente que el perfeccionamiento de la técnica, complementario de la invencién de métodos ¢ instrumentos ya creados pero todavia imperfectos y creador de otros nuevos, ¢ “aspiracién y fancién de la inteligencia”. El autor hipocritico se anticipa de este modo al punto de vista de Posidonio, que ya hemos recordado; pero la valo- racién que hace de la técnica y de los esfuerzos dedicados a ella, reconociendo no sélo su interés prictico sino también su vinculacién con la inteligencia, se relaciona con la importancia cesencial que tenfan las distintas formas de la técnica y del eraba- jo manual en la investigacién tedrica misma de los naturalistas presocraticos. No solamente Anaxagoras y Demécrito hacian de un instrumento técnico, como la clepsidra de los tribuna- es —que el primero hasta habria inventado— el objeto de un “4 Machinisme et pilophie, pig. 5 y signs Ecc zr la formation de la pene _greeque (it 64.), pigs. 342 y sigs 1332 tratado te6rico; no sélo Arquitas era un celebrado inventor de artificios e instrumentos mecénicos —y acaso su ejemplo pu- diera haber influido sobre el mismo Platén, impulsindolo a la invencién de un despertador hidraulico—, sino que todas las formas y los procesos técnicos del trabajo prictico constitufan para los naturalistas presocriticos fuentes de iluminacién in- telectual, que les facilitaban la comprensién e interpretacién teérica de la naturaleza Las operaciones que realizan los obreros y artesanos en los diversos oficios, mediante instrumentos como la rueda, la criba, el fuelle, el bacén, el tomnillo, el arco, el crisol, la pa- leta del pintor, etcétera, son —como lo he mostrado en mi estudio “Sugestiones de la técnica en las concepciones de los naturalistas presocréticos’—* el manantial de donde los pre- socriticos extraen sus explicaciones acerca de la naturaleza en general o de los diversos fendmenos en particular. Y esta orien- tacién del investigador cientifico hacia las formas del trabajo, para requerirles Iuces en su meditacién tedrica —orientacién que repercute luego en Sécrates, quien gusta de utilizar, en sus indagaciones conceptuales, los ejemplos del herrero, el carpin- tero, el zapatero, el albafil,etcécera—’ parece obedecer en los presocréticos, de una manera mds 0 menos consciente, a una concepcidn expresada explicitamente en el escrito hipocritico Acerca del régimen, como lo han seBalado Farrington y el autor de estas paginas. El escritor hipocritico habla de una imitacién de los procesos de la naturaleza que los hombres, en sus t2- bajos y técnicas, realizan inconscientemente y por una especie de inspiracién divina, de modo que su actividad productiva misma, que les es bien conocida porque son ellos quienes la Gece ilo co Ds die Tbk ys een modes fuentes aniguas cados por Sen, Esa url formation, et, pigs. 344 y sig 6 En dos origenes de la flosofia de acura, cap. (ed. Ii) 7 CE Jenorowre, Memon. 1, 2, 37: 1, 3, 395 1¥, 4, 6 y passim: didlogos platsicos psi. 333 | tealizan, les proporciona el medio para interpretar los procesos naturales, cuya forma de produccién ignoran. “Conociendo lo que hacen, pero ignorando lo que imitan” —dice el hipocri- tico— ellos pueden justamente encontrar en lo que hacen, y por eso conocen, la revelacién de lo que ignoran porque no lo producen ellos mismos. El concepro de que conocer es hacer y hacer ¢s conocer se presenta de esta manera en el escritor hipocritico, y convierce al trabajo productor en una forma de conocimiento: la tinica forma verdadera 0, por lo menos, la més eficaz de todas. Los trabajos que el hipocratico examina y cuyas operaciones des- cribe —del forjador, del batanero, el remendén, el carpintero, el constructor, el miisico, el curtidor, el cestero, el refinador de oro, ef escultor, el alfarero, el escriba— son todos productivos y casi todos tipicamente manuales; pero reconoce él que todos son capaces de iluminar a la inteligencia, porque acompafian y crean conocimientos, y pueden revelar procesos ocultos cuya produccién no pertenece al hombre Es evidente que todo esto debe llevar a una valoracién positiva del trabajo. Y tal consecuencia aparece expresada en ‘Anaxagoras, quicn comparte también con Demécrito el mérito de haber buscado en las innovaciones de la técnica estimulo y sugestién para el adclanto de sus teorfas cientificas, como re- sulta de las aplicaciones y desarrollos geométricos, dpticos y astronémicos que habrian extraido ambos de la novedad téc- nica introducida por el pintor Agatarco con su pintura esceno- agrifica en petspectiva (cf. Vitruvia, vu, pr. 11). Pero sobre todo €s Anaxagoras quien ha generalizado la idea de la vinculacién entre el homo sapiens y el homo faber, al afirmar que la superio- ridad intelectual del hombre con respecto a los animales —esto es, su capacidad de progreso y creacién de cultura— tiene su causa y fuente en la posesién de la mano. La mano es la ejecu- tora de todo trabajo material, productora de realidades nuevas 1334 que no surgen espontineamente de la naturaleza sino del arte, pero que obran sobre la naturaleza y la modifican, y cuya pro- duccién va acompafiada por la conciencia de las operaciones que se cumplen y de los fines hacia los cuales éstas tienden, e implica y engendra entonces conocimientos y reflexiones. Los productos del trabajo manual y su mismo proceso de produc- cin reaccionan de esta manera sobre su productor, y mediante su propio desarrollo y perfeccionamiento desarrollan y perfec- cionan al hombre. La superioridad del hombre sobre los dems animales pro- cede, pues, para Anaxdgoras, del trabajo. En su proposicién, por lo tanto, puede intuirse germinalmente el concepto mo- demo de que el trabajo —como ha escrito Antonio Labriola, Del materialismo storico, pig. 99 y sig.— es el medio por el cual el hombre se produce y desarrolla a sf mismo, como causa y efecto, autor y consecuencia al mismo tiempo de las condicio- nes sucesivas de su propio ser; y as{ puede elevarse por encima de la naturaleza, dentro de cuyos limites quedan encerrados los animales. La valoracién del trabajo, caracteristica de toda la atmés- fera de la época, repercute en los poetas trégicos, cémicos y en otros escritores contempordneos y sucesivos. Epicarmo repite la sentencia de Hesfodo: “a precios de trabajos nos venden los dio- ses todos los bienes” (B 36 en Diels); y agrega que la actividad diligente (meléza) otorga més dones que la buena naturaleza (B 33); Esquilo declara que “el dios gusta de ayudar con fervor a quien fatiga” (ft. 395 Nauck’); Séfocles dice que “nunca llegard tuno a la cumbre sin abajo” (fr. 365 Nauck) y que “el ocio inconsiderado no engendra nada valioso” (fi. 287 Nauck, de la Iphigenia); Euripides nos oftece una amplia cosecha de sen- tencias andlogas —recogidas por Estobeo en sus Eclogae sobre el amor del trabajo (floponia) y la pereza (argia)— en todas las cuales se repite en diversa forma el concepto fundamental de 335 que el trabajo y Ia fatiga 0 pena constituyen el camino y medio indispensables para alcanzar la virtud, la estimacién piblica, el éxito en las empresas y todos los bienes y las cosas bellas. Resultarfa demasiado extenso referir textualmente estas ci- tas, que me limito a enumerar. Relativas a la filoponta: Heraclid. v. 6255 Iphig. Taur. v. 114 y sigs Likymn. fr. 474 Naucks Erecht. fr. 264 y 364. Nui Teleph. fe. 701, 715 y 757 Ni Archel. ft. 233, 236, 237, 238 N.5 Philoct. fi. 738 y 789 N.5 Androm. ft. 133 y 134 Ni Chressai ft. 461 N.3 Hippol. fr. 432 N.s Stheneb. fr. 668 Nis Supplic. p. 375-8; fr, 1043 N. Relativas a la percza: Antiop. fi. 187 y 220 N.s Hippol. v. 380-4; Hecuba v. 375-8; Melanipp fi. 512 N.; Helen. v. 80 y sig.s a los cuales Estobeo agrega el fr. 527 N. (trag. adesp.). Puede recordarse particularmente que el fi. 474 (Likymn) cita un proverbio donde se llama al trabajo “padre del buen renombre’; el 461 (Chress) declara que es im- posible ser feliz sin haber trabajado, y agrega: “es vergonzoso para un joven no querer trabajar”; el 432 (Hippol.) afirma que 4 quien trabaja dios lo asisee”; el 668 (Stheneb,) cita otro pro- verbio que, segin la oportuna enmienda de Viteli, dice: “si se tiene buena suerte, el trabajo realizado ya no hace suftir a los mortales”. Asi, el concepto dominante se presenta a menudo no sélo como opinién personal del poeta, sino como expresién proverbial de la conciencia popular; y siempre consiste en reco- nocer, ademés de la necesidad, la honorabilidad y dignidad del trabajo, tinico productor de todo lo que puede haber de bueno y bello, material y moralmente, en la vida humana, mientras {que la pereza y Ia ociosidad se condenan como vergonzosas y causantes de todo mal. Entre los demés poetas trdgicos, encontramos una valo- racién andloga del trabajo en Agatén (fr. 21, pag. 767 N.2): “caminos propios buscan las naturalezas amantes del trabajo”; Teodectes (ft. 11, pég. 805 N.): “mucho tiene que farigarse quien quiere llegar gloriosamente al pablico elogio; en cambio [336 Ja pereza, que logra un placer momentanco, suele con el tiempo traer dolores”; Filisco (pag. 819 N.): “no es posible, joh! necio, lograt sin trabajo, por el camino de la pereza, las cosas que son propias de quien trabaja” Y entre los cémicos recordamos a Aléxides, fr. 1 (com. att. fi. m1, pag, 397), quien decia que se encuentra todo lo que se busca, si uno no rehtiye el trabajo, pues si algunos hombres lo- graron llegar a los divinos conocimientos astronémicos, gcémo podrian escapar al hombre las cosas humanas? “Todas las cosas se convierten en esclavas del trabajo diligente”, confirma An- tifanes (fab. ine. ft. 45; com. att. 11, 149). Otro poeta cbmico, Filemén (El mentiroso: com. att. ft. 1, pég, 13), dice: “todo puede encontrarse, si uno no rehtiye el trabajo propio de quien investiga’s y ft. 61 (ibid., pag. 55): “qué suaves se han vuelto para mi los males de antafio. Sino hubiese trabajado entonces, no me alegrarfa ahora’; y fab. inc. fr. 102 (ibid, pig. 62): “del amar el trabajo vino el ser duefio de cualquier cosa”. Y Menan- deo fr. 93 (com. 1v, 258): “tienen que trabajar mientras viven los que se hallan acostumbrados al trabajo, pues la pereza no alimenta ni siquiera una vida frugal”; fr. 191 (ibid., pég. 276): “todas las obras, pues, se cumplen mediante el trabajo asiduo”; Discolo, fr. 5 (ibid, pag. 109): “con la diligencia y el trabajo se tomnan alcanzables todas las cosas”, Y en el mismo tomo de Com. att. Fr. pig, 689, fi. 343a: “se convierten en bellas todas las cosas de quien trabaja’; fr. 343: “todas las cosas encuentra el trabajo de quien busca’. Andlogamente, entre los fildsofos de la edad de Sécrates, los sofistas Prddico y Antifonte repiten la sentencia de Hesfodo y Epicarmo, declarando que de todo lo que hay de bueno y bello, como ser honores, premios, etcétera, nada han conce- dido los dioses a los hombres que no requiera muchos traba- jos y sudores (Antifonte B49 en Diels; Prédico en Jenofonte, ‘Memor. 1, 1, 21 y sigs.). Demécrito declara que las bellas ac- 337| ciones las produce la inscruccién mediante trabajos, mientras gue las acciones bajas vienen de por si, sin trabajo (B182): y él mismo (B242) y Critias (B9) proclaman igualmente que para convertirse en virtuoso més valen el ejercicio y estudio que la naturaleza. En esta misma orientacién de aprecio del trabajo vemos si- tuado a Sécrates, predecesor de la reivindicacién de la dignidad del trabajo efectuada luego por su discipulo Antistenes y la es- cucla cinica, En Jenofonte (Memor.) Sécrates aparece vinculado ala tradicién que procede de Hesiodo y llega a Epicarmo y Pré- dicot en el relato de la discusién con Aristipo (Memor. 1, cap. 1) Jenofonte hace citar a su maestro precisamente las sentencias, de Hesiodo y Epicarmo, para los cuales el trabajo y el sudor sefialan el precio a que los dioses nos venden todos lo bienes, y le hace referir in extenso el mito de Heracles en la encrucijada, narrado por Prédico en sus Horai, y dominado por igual pen- samiento. “De todo lo que es bueno y bello, nada concedieron los dioses a los hombres sin trabajo y estudio. Si quieres que os dioses te sean propicios, tienes que rendirles culto; si deseas que los amigos te quieran, debes serles beneficioso; si deseas ser honrado por tu ciudad, debes serle dil; si anhelas ser admirado por toda Grecia debido a tu virtud, preciso es que te esfuerces Jo més posible en aportarle beneficios; y si quieres que la tierra te produrca frutos abundantes, debes cultivarla; si piensas enri- quecerte con el ganado, necesitas cuidar de él, ercétera’ En todo esto, sin embargo, donde el concepto de trabajo se universaliza y se extiende a cualquier clase de actividad, no se da solamente la consideracién utilitaria de que conviene so- meterse al empleo de los medios indispensables para el logro del fin, sino ademis Ia idea de que el camino del trabajo y del esfuerzo es el tinico digno del hombre, es decir, el camino de la areté.¥ esta idea de la dignidad moral del trabajo se confirma de manera més explicita atin en la conversacién con Aristarco [338 (Memor. 11, 7), donde Sécrates sostiene la tesis de que si el tra- bajo productivo es conveniente —en el aspecto econémico y en el moral al mismo tiempo— para las personas de condicién servil, mucho més debe serlo para las de nacimiento y condi- cién libres, que deben considerarse de indole mds digna que la de los esclavos. “2A quignes crees mejores —pregunta Sécrates—: a las personas libres que estan en tu casa o a los esclavos de casa de Ceramén? —Claro, contesta el otto, que a las personas libres que estin conmigo. —Y entonces, zerees ti que por ser libres tales personas no tengan que hacer otra cosa que comer y dor- Oiste decir alguna vez que la pereza y el descuido sean tiles al hombre para aprender lo que debe saber, recordar lo que ha aprendido, tener salud y fuerza en el cuerpo y adqui- rir y conservar las cosas ttiles a la vida? ,O bien crees té que cl trabajar y preocuparse no sirven para nada? Las cosas que, segin dices, saben hacer estas mujeres, las aprendieron como inttiles para la vida y a fin de no hacer nada de ellas, 0 bien, al contrario, para aplicarse a ellas con diligencia y sacar de ellas su utilidad? ZEn qué manera pueden los hombres llegar a ser mds sabios: permaneciendo en el ocio, como parasitos, o bien dedicando sus cuidados a cosas titiles? ;Cémo pueden ser més justos: trabajando, o bien cruzéndose de brazos para sofiar en Jos medios de subsistencia?”. En estas lineas merecen destacarse: 1) la presencia de un. concepto universalista del trabajo, que comprende toda forma de actividad humana, manual e intelectual; 2) la afirmacién vigorosa de que todos los hombres deben trabajar, de una u otra manera, para hacerse merecedores del titulo de sabios y justos. La dignidad del hombre, varén o mujer, reside en el trabajo; el ocioso es un parisito, y la condicién social del ciudadano libre no le da ningtin derecho a no trabajar y no hacer otra cosa que comer y dormir. Resuena aqui, en las palabras de Sécrates, un 339| eco de la idea con la cual Hesfodo, al comparar a los ociosos con los 2dnganos, se adelantaba a la declaracién de san Pablo: quien no quiere trabajar, tampoco coma. El concepto universalista del trabajo aparece afirmado por Sécrates también en Memor. 1, 2, 19, donde se afirma la ne- cesidad del ejercicio constante para mantener cualquier virtud (moral, intelectual, fisica) adquitida, si no se desea perderla “Pues veo que, asi como para los trabajos del cuerpo, quien no se mantiene en ejercicio se torna incapaz de efectuarlos, tambi- én para los trabajos del alma, quien no la ejercita ya no puede cumplitlos... Me parece, entonces, que todas las cosas bellas y buenas exigen un ejercicio constante, y asf la sabiduria”, Sin embargo, Sécrates no confiere el nombre de trabajo u obra a cualquier actividad, sino solamente a las que producen resul- tados titiles para la sociedad, negindolo a las improductivas o dafiinas. CE. Memor. 1, 2, 57: “Sécrates, después de haber re- conocido que es itil y bueno para el hombre el ser activo, y es dafiino y malo el set ocioso, y que el trabajar es un bien y cl permanecer ocioso un mal, decia que trabajan y son buenos obreros los que hacen algo bueno, pero a los que juegan a los dados o hacen cosa mala 0 dafiina los llamaba ociosos. Y por eso decia justamente Hesiodo: el trabajo no es vergiienza, el ocio es vergiienza”. Es evidente en todo eso que nos encontramos todavia en la senda de una decidida valoracién econdmica y moral del traba- jo en todas sus formas, materiales y espiricuales, de la mano y la inteligencia, Un concepto universalista del crabajo y un aprecio positivo de su valor aparecen dominantes en toda la tradicién que va desde Hesfodo hasta Sécrates, a través de sabios, poctas y fildsofos de la Grecia antigua. Pero mientras la herencia de Sdcrates en este respecto se transmite a Antistenes y los cini- os, en otros escritores, procedentes directa o indirectamente dle la escuela socrética —Jenofonte, Platén, Aristételes—, se [a0 produce la reaccién de menosprecio del trabajo, que, debido a miltiples factores, politicos y sociales, précticos y teéricos, se propaga luego y se convierte en la opinién predominante de la época helenista. La responsabilidad intelectual més grave en este vuelco de opiniones pertenece sin duda a Platén, quien —segtin se expresa P. M. Schuhl, La form. de la pensée grecque, pag. 165 y sig — produjo una verdadera obstruccién mental (blocage mental) en contra de la valoracién del trabajo. Y sin embargo, la tradicién que ya hemos examinado y documenta- do, mantuvo todavia, por lo menos en parte, su poder sugestivo hasta el punto de que ni Jenofonte, ni Platén, ni Aristéreles lograron sustraerse totalmente a su influjo. sat]

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