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Ta as La Tae Vera Carvajal Lizardo Carvajal SZ 7 D> wax SIN BIa4 ~ AS yaa | ne i n LuaBooks: POO Ee ee Le tb ea Ce Ee eek Led Poe Lele Gee be bb Get be ble Se ees Dele ce ee Gee be ee sresenssanegenseenssecseseesoterto Re ei teed ee ed ee eee be edd Se a ed oa | SPIN FN NPP NIN AP PN NN TPF NT NPP PP PN NP I APP A NPP NP TOP SOOO OL Cee a) NUM Gol lolololelelolololalalelelelalalelelelelelelalalelalalalollalalalololelelelalalelalelololalalolalal DOU ete ret Ee ees nee Ene Ee EE te once od teas Deke hee Dense bee beac et ce oie bens eat e Soe ee Se ee ee Se ee ee Se ee ee ee ese Se Ree ee ed ee ee ed ad a) Sek Ake ea a A kk Re eR ee kA essa aoa sear aoe fae sorta rare aerosol eyrraroro) aaa a aaa AMAA Mae ae aaa aA AAA AMA eA AA AMAA AAA MAME AMAA AM ee eee Pocus Exase wna mujer ISBN: 978-938-58952-5-6 Segunda ediciéa: maya de 2015 Peimera edicidu: marzo de 2015 ©2013 Luabooks SAS sewlazbooks com Bogoti D.C, Colombia ‘Texter: Vera Cara Hurtado: Tastraciones: Liranio Carvajal Harada Diagramucise: Juan David Saeb Comescidn de estilo: Melisa Retteps Molina, Masia Carvajal _Agnadécinmiensorexpecialr a recas fo lecrorer que cam ru apa ha hacko jaible nus punt odie r = ‘Todos tos dececho: cerervados, Frobibids su ceproduccién total o parcial par cualquier medio sin petmiso del Editon Impreso por Lasbook: 5A § Impreso en Colombia Bs Ag at Rie @ UND>. ei *t :MUJER: rwenyreyywwrre Esctito por: ‘Vera Carvajal Tustrada por: Lizardo Carvajal LuaBooks @) “En el teatro de la memor das mujeres son sombras lige ids. Georges Duby'y Michelle Perrot Eranse veintidds historias de mujeres: veintidds historias que atcaviesan el tiempo y el espacio; veintidés historias emblemiti- cas que fueron escogidas entre mnchas otcas posibles. Historias que andan por el mundo y suscan los siglos 7 que nos devuelven, Ja cestidumbse de que siempre las mujeres estuvieron de alzu- 1a manera presentes en el amndo, a veces calladas, otras veces ocultas, a menndo contcoladas, casi siempre sumisas a cultucas patriarcales que buscaron la manera de silenciaclas + mandar- Jas al patio de atras. Probablemente para no tener que enfrentar ese poder cdsmico que tienen ellas de das la vida, 7 que ellos no logran asumis. Y no solo de das la vida sino de cuidarla, de ba cedla fiuic a como dé Ingar 7 Gnalmente de logear vences el des- orden, el caos 7 la desolacién generada por las miles de gueccas de los hombzes. Enase wna mujer, aa Vibro espléndidamente ilustzado con vein- tidés mammshkas, una por cada histosia. Un bro que nos mmes- tea que hay miles de maneras de escribic una histosia de las am jeces, de las mujeres del mmndo, una historia que nos secuerda su fantistica sobecania —destinadas tradicionalmente a la sole- dad de Ia ceproduccién materna— cuando se atreven a enfren- tar un mundo hostil y nunca pensade para ellas, cuando sesuel- ‘ven tomar la palabra, empojar la puerta de sus castillos paca huir de la sombea de lo doméstico, usar la extrafia magia de sn piel olososa, volver lo imposible posible o sevivic una memoxia que no se puede perder, a veces inventindose pociones que trastor- nana los hombres, pero siempre para recosdammos que ese mundo es mixto, es plucal y que la humanidad sin ellas hubiesa nanfragado inexorablemente. Hor, 7 despuds de siglos de silencio, existen amiltiplas histo- sias de las nmjeres. Sin embargo, ese largo silencio indica que la pregunta de saber s: su histor:a tenia algo de interesante care- cia de sentido y ni siquiesa se planteaba. Ademis, :qué se podia saber de las mujeres y a quién le interesaba escucharlas cuando smanifestaban tenes algo que decis? Recosdemos que las amjeces, con 5 excepciones que justamente son las que se recogen en Erase wna mujer, no tenian ni cuerpo ni palabra. Ya nos lo habia dicho Georges Duby, ese gran historiador que teaté de en- contrar algunas de ellas en los tiempos de las catedrales, cuando nos prevenia que tenjamos que sesignacnos, pues lo tinieo que pudimos captar de lo femenino durante nmcho tiempo fme solo a teavés de la micada de los hombses. No obstante, y a medida que algnaa: lopracon tener acceso al saber, las auds cultas se atrevie- son a escribir, aciespando a veces sus vidas, pues efectivamen- te “las amjeces que escriben también son peligeosas”, como nos lo recnerda el titulo de un bello libro que descubse la vida de saujeces sabias, cultas 7 esesitoras, a lo laggo de amchos siglos; mujeres a menndo desconocidas para el gran pablico e incluso amocdazadas en la mayoria de los manuales o compendios de litesarnca universal. En ese sentido, Ents wma mujer tiene la partioulacidad de pre- seatarnos Ja histocia de velutiddés muujeses, desile las cnateo es- quinas del mmndo, quienes reaficman con valentia y una foerza y sabidocia invsitadas, un amos a la vida que toca a la locusa; tal vez lo que Hamamos hoy una étiea del ewidado de la vida. Ahi, encontramos las transgresocas de los edictos y mandatos de una cultura patciareal en celacién con el deber ser de las mmpjeres; encontramos las etecnas victimas de las miles de guecras gene- sadas por la devastadora locusa de los hombres; las madces abuelas que no logran pecder Ia esperanza de volver a abeazar a sas hijos o aletos desaparecidos; las valientes revolucionarias de amochas cevolociones; las que no dudaron en ceclamar pan 7 20- sas para obtener mejores condiciones de trabajo en las Fibricas; otcas, mas sabias que los sabios, quienes conocieron los misterics del uaiverso y sus estiellas; las brojas quienes por usuepar un poder que no les pertenecia terminaban en la hoguera y, en Gn, desde nuestea primera hermana austealopithecus, Lucy, todo el texto es un homenaje a las nmsjeres, a todas las mujeres que cre- ‘yeron en un mejor mundo posible para todas 7 todos. Por algo la tiecea se sombia a menudo como tierca madse 7 no puede sex sino femenina Ojali este libro se convierta en un texto escolar para bachi- llerato, un texto que permita investigac cada vez mas el tema de la participaciéa de las mmjeses; una participacién dificil de dis- cecnir o de compzender si uno solo se queda en sus palabras. Tal ver en sus silencios yen le que no logsaban decis, esti la clave. Florence Thomas Bogotd, febrero 2015 L La rebelién de las risas Erase una mujer de sonrisa luminosa. El tirano creyd ver entie Jas lineas de algtia libro sagcado que Ja cisa de las ommjeces ofendia a toda la creacion. No dudé por lo tanto, niuna momento, en emitic un mandate supremo en el que probibia seic a todas las mujeres que habitaban su ceino. —Seré benigno —dijo a todos— podsin ceic en privado, donde no poedan alterar la recta moralidad. Pero % son vistas, escuchadas o hay sospechas de que sien en publico, tendrin on castigo ejemplar ‘Las aomjeres se muraron entee si y aguantacon la cespuracion por ua segundo. Sonrieson 7 después, sin que nadie pudiera im- pedirle, siecon. No solo siecon, se caccajearon: —Kahkaha, kehkehe, kibkihi, kohkcho, kahkuhu. Foe tanta 7 tan sonora, que a Ja zisa cantarina de las mojeres se unieron las risas de los gicasoles y de las sandias, de las cam- panas 7 de las palomas, que se encargacon de transmitir a todos Jas Gltimas noticias. —lLa tisa ha sido prohibida pos el tirano: kahkaha, kehkehe, kibkihi, kobkoho, kuhkuhm —era la respuesta en todo el ceino. ‘Como e: bien sabido, la sisa es altamente contagiosa, asi que ya no solo reian mujeres, sandias, pdjaros, campanas; los hom- ‘bres comenzacon aceic. Reian con la boca, refan con los ojos, con la panza y con las manos batidas al aire... —Kahkaha, kehkehe, kihkihi, kohkoho, knhkuhu. Aus las estrellas de cielos milenarios seian con su titilac. El ticano, que no se daba por vencido, gritaba desde su pedestal. — Las mmvjeres no pueden cei! jSu cisa esta peosecital Peco todos seguian siendo con cada sespiacion, ya sin po- des eseuchar tan necia voz. Reian hasta lorac 7 ciecon de tode 7, por supnesto, de si mismos. Reian también por escrito y en todos Jos idiomas. —jHahahaha, hehehehe, hihihihihi, hohchoho, kukubukn!.. aaa, Jee, BEBE, }o}O;O}9F. mepUMABPO! Cuando el ataque colective de risa foe cesando, el eco de los hechos les signié haciendo cosquillas por un buen tiempo. Todos teeminacon con una felicidad inédita, ingrivida. La sisa es rebelién, desenbrieron. Sobsa decic que el tiano fue deccocado. Nadie queria que xe- pitiera, por si acaso, su pésime mal chiste. 6 En julio de 2014, el Viceprimer Ministro de Turguéa, Bulent Aring, probibid la carcajada de las mujeres en priblico, “Las mujeres no tienen que retrse en priblica ponque tienen que zr castas”, declard Arimg. Come respuesta inmediata, las mujeres tumas no solo rieron sino que se carcajearon aprovechando las redes wweiales y los medios de comunicacién. En Twitter ubo mds de tresctentos mil mensajes cow el términa “kabhaha”, li palabra turce pans “nis”; ast como los Aashrags tdirenkabkaha, “la risa de ia resistencia” y tdinenkadin, “mujeres que vesisten®. “Yodo. texondncsous cove sosa falicittad insilite, ingaciuitls, Ba sites 08 rablitee, Eascudssonaie” BONEN AEN ENED I. Los muertos de ellas Erase una mujer que tenia un corazon de paloma. La mujer que écase una vez habia nacido ea una tiecra vestida con traje verde a orillas de un gran rio, él rio Magdalena. En las noches de su mifiez, el cio eca un Ingar en el que atin se podia escuchar el maternal canto de los manaties. Pero un mal dia, el canto se volvid silencio y tras el silencio legaron las balas. —Mami, :seri que hay una fiesta? -Es pélvora o son balas? —preguntaba. —Calla y duecme mi vida —contestaba la madce. Con el tiempo, mil guercas sucesivas pasacon por la puesta de Ja auujec que éease una vez. Tantas fueron, que la amujec pecdid la cuenta. Luego perdié la razén cuando wna de estas le acrancé, como un huracan, a su mardo. —Dieen que han encontrado un amerto que bajaba por el cio, comadrita —le dijo la vecina que tocé a su puerts—. Lo tienen en la plaza, :No seci su marido? En la plaza encontraron a una mchedombre alrededor del sauecto. La mujer que érave una vez se llend de valentiae indag con sus ojos el cuerpo inerte, pero no encontsd jinin de piel, pelo o camisa conocida. Definitwamente no era él___ ‘Un militar se ditipié a la muochedumbee: — Este amerto es de alguien? Solo respondio el silencio. —Cabo, Ilévelo a la fosa commin, que este no es de nadie — ordens el militar. —Ese mecto es mio.— dijo muy quedito la mmjer que érase —Cémo dice, sefiora? —pregunts el militar —Ese mmerto es aio —dijo en voz alta la mmjer 7 lo repitié hasta que la vor le salié en grito. —Sies suyo... cedmo se llama? — Preganté el militar inesédulo. —Esteban. Asi se llama. —a la omjer se uaid la vecina. —Si, es Esteban, él era pescador, todos comimos de ss mano. —Entonves si es suyo, jentiérrenlo! —dijo el milicac, Asi hi- ciecon las mmajeres junto con oteas que se les anieron. YY sin importar bando, procedencia o pasado, le lavaron, Je vistieron, le nombsacon; le paieron de nuevo, le baotizazon einventaron una historia feliz y una muerte noble, con nombre yepitafio. (Cada dia, la historia comenzaba de auevo. — Este mmerto es de alguien? Peco en lugar del silencio, contestaban mis voces de mujeres que ceclamaban el mmerto como s: fuera de ellas.. —Maisés. mejores plitanos.__ Finalmente, los militares ya no preguataban cuando sacaban del cio a los mmeztos, simplemente los dejaban en la plaza en doc- de las maujeces les cecogian, les avaban, les vestian; les nombra- baa, les parian de smevo, les bautizaban y para ellos inventaban una historia feliz 7 una mmuecte noble, con nombre 7 epstafo. ‘Las minjezes cada semana prendizn velas en el cementerio, No Jes Horan. Les cantan nanas de agua dulce este es Moisés, es nuestro... sembraba los aD Colombia ha sido escenario em los tiltioos sesenta atios de uno de los conflictes armades mds cruentos de ba historia reciente. Fuentes oficiales aceptan sis mille nes de victimas por la guerna interna; cifra que es, sin duda, solo un pdlido reffejo del terror que han vivide tos colernbicnes. Sin embargo, asi come he side escenario de dolor, Colombia ha dado a luz: las mds conmovedaras his- torias de esperanza, fortaleza y sublime humanidad. Puerta Berrio, Antioquia, ha sido testige de cdma mmuchos de sus habitantes “hacen suyos" los muertos que trae el rio, Alli los cadiiveres no identificadas son hvados, recogidos, sipultados y rebautizados. 16. ORMAHMMHHKHRMMHAKRHHHHAHKMH “Y sin imposter bands, procadoncis « pasate, bs loucron, te vistioran, ls ssnpbacron; le parisien ds sees, ds beucdiparan 2 dasandaron ss hishsrta {alin y sone anaconts noble, can namie y opitcfis 2D MD DD HD 2D HD DD TD HD ID ID DD ID 3D ID FD 9D ID ID ID TE. Las hijos de todas Erase una mujer que decidié salir a buscar a su hijo, el dia en que no volvid a casa. Y fne asi como en medio de plazas y avenidas, se encontsd con otras madses que, como ellla, ceclamaban a sus hijos desapacecidas. — Quién ha osado guitamos el sagrado fruto de nuestro ‘vientre? —muy tristes se prepuntaban. Todos en aquel pais sabian la respuesta, pero callaban por miedo. Todos sabian que un gran monstcuo habia tomado el poder. Todos sabian que aquel monsteoo era un tirano ceni- zo, de muchas cabezas, que odiaba la alegsia, el compactix, la igualdad y otcos auuchos anheles soleados del corazén humano. EL, y era naa certeza, se habia levado a los hijos de estas madres sin dejac mds castco de su existencia que la memocia de quienes Jes amaban. — Qué hacemos? —se preguntaba la madse com nombze de flor, al igwal que las dems madees. —Qnueremos a nuesteos hyos de vuelta para tomar el mate juntos, antes del desaynno; paca celebrar sus cumpleadios; paca sentic el olor dnlce que se eleva de sus camisas cuando las plan- chamos —decian. Peso nadie contestaba. Oponian a las armas de fuego del monstroo, el fuego del amot que sentian por sus hijos. No se acobasdaron. Se sumaron, la una ala ota pala otsay ala otra... hasta sec una sola. Asi, el hijo de-una fue hijo de todas: hnesito por hnesito, pisada por pi- sada, huella tras huella, cada hijo fue hijo de todas. —Elotro soy yo — decian mirindosea los ojos, recanocigndose. Salieron a caminar juntas, se citacon cada jueves en la Plaza de Mayo con los patiales de tela de sus hijos atados en las cabe- zas. Resistian maschando alrededor del obelisco de la Plaza, en sentido contratio a las manecillas del relo} paca echar el tiempo atras, como por arte de magia, es decir, como por arte de amor. Las ligeimas de las Madkes de Is Plaza de Mayo poco a poco se convirtieron en una luminosa cota de migas que muchos i- guieron. El cocaje, como la isa, es siempre contagioso. Nunca dejaron de amarrarse 2l cinto la esperanza: mareharon con foros de sus hijos, pusieron sus silsetas en cada rincdn, hicieron volar padivelos blancos como palomas mensajeras... 7 a cada calle ya cada esquina de Ia cindad les preguntacon por ellos. —Une no sabe, de pronto les han visto pasas. Noumea se dieton por vencidas. Nadie quecia el olvido, todas necesitaban a esos hijos de vuelta Exan los hijos de todas. ‘Las madses sobrevivieron al tirano. Y en elas, sobrevivié in- visto el suaiio de sus hijos. ws Entre marzo de 1976 y cliciembre de 1983, Argentina padecié una de las mds atroces elictadunas militares en ef continente americano. Mis de quince mil desapare- cides, diez mil presos y cuatrocientas muertos, fueron producto de los operatives de los militares que suspen dieron los principales derechos civiles. Las Maclres de la Plaza de Mayo lucharon cada dia por la verdad, la memoria y la justicia, en nombre de sus hijos y de ba dignidad humana, 20 Alsi, ol Aaj de wncr Jue hijo de tnd: heetits pas fussite, pied por piscdlc, hualle tas hualls, ccc je fas hj dds” Oa Sera W. Pan yrosas Erase una mujer que no tenia mas que sus manos para ganar el pan de cada dia. Duedias de su trabajo, euando las fibsieas se inventaron, las mu- jeres prestaron sus manos, répidas como golondrinas, para que Jos hilos se dejaran tejer con gusta. ‘Mur pronto, sin embargo, descubrieron que las fibricas no eran los lugares que esperaban. Exam mis bien sitios Nigubses, etises, en donde la sespicacin F las cisas eran opsimidas por el tuctac de ua seloj interminable. Luego, casi sin cespiracion 7 sin alegeias, las mujeres se dieron cuenta que estaban volvi¢adose inwisibles. Comenzaron 3 notarlo porque una parecia espejo de Ta otea: cada dia era mis dificil ver sus siluetas, aun ala Inz de las clacaboyas de los talleres. Cuando xegresaban a sus casas, las mujeres apenas tenian aliento para cantarles nanas a sus hijos. Ya ai siquiera eran las maestras del arte de rurcic que eran antes, ni siqnsera las anti- guas canciones les encendian los ojos 7 sus mejillas palidecian sin remedio. Cuando estaban a punto de quedar completamente invisibles, una le susuced al oido a la otra: —Te has dado cuenta? Ya casi somos invisibles, pero min Tenemos Voz. —Tenemos vor... Tenemos voz —se decian una a la otra, como una noticia de esperanza. Risitas apretadas en las manos se escuchaban aqui y alli, come brotes de temprana primavera. Y¥ el jardin florecié con sus voces: —Reduceién de ba jocaada laboral! ;A igual trabajo igual salasio! ‘Yuna vocecita timida pero firme agresd: —Pan y cosas. —Pan 7 rosas!... ;Pan y cosas! —cepetia el eco del corazdn pulsante de mas de veinte mil voces unidas_ Y las voces se eseucharon en Lawrence, Chicago, Boston, Nueva York... pero no foe una batalla facil. Mienteas ovis se es- cuckaban las voces de las suujeres, mis fuerte sonaban los pitos, los pistones y las calderas de las fibricas, acompafiados de las vores de sus poderosos dueiios —Hi no te gustan las condiciones, hay otras mil detras de ro puesto. Morinis de hambre si no aceptas amestras condiciones. Peco las amsjeres no callaron: —jReduceitin de la jocnada labocal! A igual trabajo igual s2- latio! jPan y rosas! Resistiecon por once semanas, hasta que no solo dejacon de sec invisibles, sino que imminaron la oscuridad de aquellos dias como una sola flama soja y rebelde. a En 1911, en la ciudad de Nueva York, en un terrible incendie provecado, murievon 123 obrenas textiles de la Triangle Shirtwaist Company. Este terrible suceso obligd a cambios decisivos en las leyes y en los derechos laborales en el mundo, Cada cha de marza se con- memord ef Dia Internacional de la Mujer en honor @ la memoria de todas aquellas que soiiaron con pan y rosds en Muestnas meses. BOGE BE Bk HE GE EE ETE USE HE BE TSE GE DEBE HE Tansonsd. sag, Toesargas. 10g te tector scise o ds atic, coms wae nadine ds alpencage it she oie oe ait, oe oe ot oe oe se te he oe oe eke ote ote ae ve El delicado aroma de los claveles rojos Erase una mujer que vivid en un lejano pais en donde las chicas sonaban con ser princesas de su reino. ‘No impostaba si habian macido en las bacracas de San Petersburgo o de Mosca, todas sodiaban con grandes palacios, bailes fastuo- 505 e interminables; terciopelo y macfil, suave lecho; carrozas de eco, sibditos atentos al menor movimiento del dedo indice im- peril... z2caso un principe aul? —j Core, corre! —decian— Vienen el zar y su séquito. Agza- cha la cabeza paca saludacle, e: el elegido. Y¥ todos agachaban la cabeza mientras pasaba a cacavana del déspota 7 sus pendarmes. Habia una vez una mujer que vivid en un lejano pais en donde las chicas sofiaban con ser prineesas. Habia nacido Mena de preguatas. —Por qué la tiersa no es para todos?, acaso el sol ao sale por igual, spoc qué la vida de wnos vale mis que la de otro:?, gacaso no somo: hechos de la misma acclla sagrada? —Pero hasta las preguntas eran prohibidas en aquel ceino de monarcas 7 de siervos Ease naa vez naa chica que no sof mds com ser princesa de sn ceino, el dia en que entendié que su corazdn era ann mis walioso que la expinela soja de la corona del zac. Habis una vez uaa chica que abcazé el suedio de la Ebestad 7 el snefio de Is libertad la abrazé 2 ella con tanta F tan profunda devociéa, qne no Imbo gato negro ni sal deccamada, ni espejo soto qpe parasen su deseo por empniiar su bandera hasta el final. Sus cabellos ondularon en el frente de batalla; sus ojos avisacon, advictieron; sus manos fueron gasas de cura para los hessdos. No hay revolncidn que valga la pena si no tiene como guia la Juz de Ja mirada de ana mujer. No hay cevolucidn que valga la pena sino tiene nna cancidn con nombre de mujer en los labios de sus soldados. No hay cevolucién que valga la pena si no nace de la genuina inocencia de quienes creen que la rebelién os un derecho cuando hay ua mal gobierno. Hubo waa ver una chica que mmsié en alguna pradera, en al- gona ealle, en alguna plaza, en algtin sérano, con la conviccida de ser abono para un mejor mafiana. Habia una vez una chica que mo tuve entiecco pomposo ni estarua en la plaza, ni mis memocia quela que guarda el delicado aroma de los claveles rojos. ey Esta perfectamenie podria ser la historia de Tanya, Olja, Lena, Sveta, Irina, Katia, Anya o cualquier nombrede unadelas milesde mujeres que han ofren- dado su vida en nombre de ta libertad, hacienda posible la caida de um tinana en Rusia a en cualquier Jugar del mundo. Las mujeres de la Revolucion de Octubre obtuvieron, ademas de otros logros, el reco- nocimiento de los derechos de las mujeres como parte desu ardua lucha, 28 CO OS BNO G8 CO OO OO RY 8 ORS ache ns 003 sone oles gue must on alpunc pradteos, on alguns colle, an alguns plage, an algiin sbtcos, con te consicclin de on chose paws wet major mada BOSD GS OS RYO OY BOYS OOS ARS "22 historias de lucha y dignidad de mujeres valientes de todo el mundo y de todos los tiempos" Jodo por Lucbooks@)

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