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Un sujeto (social) al alcance de toda sospecha.

Augusto Bolívar Espinoza investigador del Departamento de Sociología de la


Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco y de El Cotidiano.
Independientemente de la discusión epistemológica respecto
de los sujetos sociales 1 -tanto de si constituyen estos o no un categoría sociológica y
de su dimensión política, como de si son nuevos de la
historia- , estos naturalmente existen y son realmente
existentes aunque no necesariamente en los términos que quisieran algunos de sus teóricos y
adláteres políticos 2.
Los sujetos sociales no son ni buenos ni malos, pero si
diferentes y diversos. Algunos son más universales que
otros, en el sentido de que su existencia y acción afectan
más cercanamente al conjunto de la sociedad. Tal es el
caso -por ejemplo- de los movimientos urbano populares, del
ecologismo, de los pacifistas y los “hipis”. Otros lo son
menos, a pesar de que su presencia se refiere también a la
sociedad, como son los movimientos feministas, de
homosexuales, antirracistas y grises en cuyo caso su punto de partida son
intereses particulares. Por último también están aquellos que luchan por intereses más restringidos y
particulares, como son el uso de la bicicleta, la defensa de las focas bebés, de las ballenas grises o de la
mariposa monarca...
Después de los movimientos estudiantiles del 68, la década de los setenta fue - en todo el mundo- la
época del reconocimiento de los movimientos sociales. Los movimientos sociales han existido siempre y
muchos de los que ahora reivindican su existencia y calidad surgieron en el siglo XIX y se desarrollaron
como, consecuencia del crecimiento industrial, en el seno de la pequeña burguesía y de las clases medias
3
.
A 20 años del 68, la diversidad y presencia creciente de estos movimientos en asuntos políticos se ha
manifestado en aspectos tales como las críticas al socialismo real, la irrupción de las dictaduras y la
incapacidad de los partidos de izquierda para dar respuesta a situaciones nuevas tanto políticas como
económicas. Todo ello ha hecho surgir una ideología de nuevo cuño -en especial la prohijada por
comunistas desencantados del proletariado universal-, cuyo punto de partida central fue la crítica al
marxismo clásico y la exigencia de nuevos sujetos históricos: los movimientos sociales.
La heterogeneidad de los movimientos sociales ya sea en su nivel de preocupación, tipo y numero de
componentes como en la contradicción o complementación entre ellos o su complejidad interna, hizo que
se les considerara como sujetos políticos; o, al contrario - paradójicamente-, sin contenido político
alguno.
A pesar de su importancia varios son los problemas teóricos y políticos que enfrentan -consciente o
inconscientemente- ,los movimientos sociales. Entre otros podemos anotar: el supuesto nuevo
fundamento material en el que se encuentran inmersos y la consecuente desaparición de las clases; la
nueva situación de los países desarrollados y el retraso delos que no lo son; el remplazo de los partidos,
como consecuencia de su ineficacia o irrealismo; el tipo de enfrentamiento con el estado; la
heterogeneidad interna; y la constitución de una nueva moralidad.

El fetiche de la mundialización del mercado.


Uno de los supuestos importantes que explican el surgimiento de los movimientos sociales es el nuevo
fundamento material, desde donde estos surgen. En forma periódicamente intermitente, desde hace unos
cuantos siglos, cada época reivindica el carácter de su modernidad y novedad, como si ella no fuera a
convertirse -a la larga- en tradicional y pasada de moda. En este sentido desde el inicio de la discusión
sobre la reproducción ampliada del capital -e incluso antes con las tesis de Bujarin sobre la
mundialización del capitalismo- se viene afirmando, en la dimensión económica, la inminente
universalización de las leyes del capital, y por tanto, el nacimiento de una nueva era en las relaciones de
producción.

1
Esta es la última parte de la serie de movimientos sociales publicada en la revista Política el 12 de
octubre de 1989 núm. 23.
2
Véase el primer artículo de esta serie.
3
Eder, Klaus, Política núm. 12.
En su versión más reciente -después de sobrepasado el capitalismo concurrencial, el capitalismo
monopólico, la multinacionalidad o la transnacionalidad- , la nueva época de la posmodernidad supondría
nuevas formas de relaciones sociales, esta vez diferentes de las que existían en las etapas de la expansión
del capitalismo. Sin embargo ya ha pasado bastante tiempo -mediados de los años setenta- desde que se
anunció el paso de la transnacionalización de las relaciones de producción a su mundialización, pero este
proceso todavía no se ha cumplido 4.
De ahí que la idea de la existencia un nuevo sustrato en el que se mueven los sujetos sociales no habría
alcanzado el grado de realización deseado y las clases sociales mantendría todavía su existencia. Allí, los
movimientos sociales, no podrían sino compartir este sustrato con ellas. Sin embargo los cambios en las
relaciones de producción no se pueden minimizar. Desde los años setenta existen -efectivamente y en
forma cada vez más poderosa- lazos estrechos y profundos en el mercado mundial; al mismo tiempo, ha
sido necesario fortalecer a los Estados nacionales y -por consiguiente- a los acuerdos entre las clases
internas, a fin de presentar un frente común contra esa entelequia que significaría la burguesía mundial.
Sin embargo, la supuesta mundialización del mercado -con las consecuentes simplificaciones de la lucha
política- inmediatamente generó reacciones concretas y empíricas, que se relativizaron hasta convertirse,
en algunos casos, efectivamente en una ideología. El caso más significativo ha sido el de estados unidos,
que después de los años setenta ha debido establecer complejos mecanismos para defender su burguesía
criolla frente al desarrollo de empresas multinacionales, en las cuales ellos mismos son sus principales
protagonistas.
Este fenómeno no sólo ha ocurrido en los países desarrollados, Chile, por ejemplo a pesar de la férrea
dictadura y de haberse abierto -económica y políticamente - al mercado mundial, como ningún otro país
en el mundo, ha tenido que responder internacionalmente a acuerdos parciales entre sus clases y
fracciones de clase. Tan es así, que sectores importantes de la burguesía están dispuestos a abandonar a
Pinochet y a aliarse con aquellos sectores -antagónicos- que les permitan defenderse del crecimiento del
mercado mundial. Tanto en Chile como en Estados Unidos los movimientos sociales se han tenido que
adecuar a esta situación que los supera a nivel mundial: debido a la generalización de los intereses del
capital; y en su dimensión interna, a los sectores de clase cada vez más fuertes.

El Estado posmoderno.
Como expresión del desarrollo material (manifestada profusamente en el último tiempo), en el plano
político el análisis del estado de Bienestar no puede negar el carácter de clases de este Estado; más bien
lo afirma. Como lo hace notar Offe 5, dado el empate de fuerzas en una época de crecimiento económico
la colaboración de clases criticada tanto por la izquierda como por la derecha, es más el resultado de la
existencia de una lucha que de su desaparición.
Si bien la crisis mundial de los setenta podría cuestionar la viabilidad del Estado de Bienestar, no es
menos cierto que -como el mismo Offe lo destaca 6- tanto las alternativas neoliberales como las
socialistas no parecen tener los suficientes recursos de poder como para ser capaces de generar una nueva
situación política; más bien lo que se ve probable es la instauración de un nuevo estado de Bienestar,
sobre el replantiamiento del reparto de la riqueza nacional.
Si bien la reedición de este tipo de Estado pudiera ser cuestionable, lo que si es altamente improbable es
el establecimiento de una relación a escala internacional que haga prácticamente desaparecer a los
estados nacionales y por tanto asimismo a las relaciones de poder entre clases que lo sustentan. Lo que si
es cierto es que en este tipo de Estados han aflorado intereses de grupos y de clases que siempre
estuvieron presentes, pero que habían sido relegados por otros más prioritarios y vitales, ligados a la
producción y a la sobrevivencia. Estos intereses son los que han sido reivindicados por diversos grupos

4
Michalet, a mediados de los setenta, anunciaba que a fines de siglo más de la mitad de la producción
mundial se realizaría fuera de las fronteras nacionales, lo que llevaría rápidamente a la mundialización y
a la necesidad de plantearse un modo de producción planetario es decir un nuevo Capital (me refiero a
la obra de Carlos Marx). Le capitalisme mondial, Charles Albert Michalet PUF. 1976. En este mismo
sentido escribía Wladimir Andreff, Profits et structures du capitalisme mondial. Calman Levy 1976.
5
Offe, Claus. El poder del mercado, la legitimidad política o la fuerza organizativa, de la que por
ejemplo han gozado un grupo o una clase (sic) durante un largo tiempo puede limitarse...También puede
ser que otro grupo abra canales de influencia, genere nuevas alianzas o una posición hegemónica por
medio de la convocatoria a nuevos valores, ideales y visiones. El Estado social y el cambio político,
revista Política núm. 3, El Nacional.
6
Offe, Claus, ob. cit.
de la sociedad; pero, aunque no son exclusivos de ellos, ante la incapacidad de los partidos aparecen
particularizados por considerarlos también como intereses prioritarios y generales.

Ricos que también sufren.


En las situaciones nacionales, los supuestos cambios radicales han hecho que los analistas de los países
desarrollados afirmen que en sus lugares de origen ya se han superado tanto la época clasista como la
lucha por la producción, como diría Alain Touraine. Sin embargo, a pesar de los cambios a nivel
mundial en las relaciones sociales de producción, estos países no han logrado que los ricos (antes
llamados burgueses) continúen siendo más ricos y los pobres más pobres; y esto, especialmente en los
países desarrollados, que es donde justamente ha surgido la ideología de los sujetos sociales. Tampoco
ha sucedido que los intereses que mueven a la sociedad hayan dejado de ser aquellos que sustentan a
quienes están situados en las posiciones y lugares en que se ubican los sujetos que manejan el sistema
productivo.
Paris Nueva York, Londres o Roma se encuentran infectados de inmigrantes buscadores de trabajo que
viven en deprimentes barrios -muy alejados de cualquiera posmodernidad-, acompañados de un creciente
ejército de subempleados alimentados por un creciente ejército de reserva internacional y por no pocos
nativos, que enfrentan nuevas y variadas formas de explotación; si no iguales a las del siglo XIX quizás
aún más feroces y enajenantes que aquellas, al tener que confrontarse cotidianamente con una riqueza
que quiere ocultarse pero que se ve y se siente, haciendo más humillante la vida social, escindida
solitaria, desprovista de espontaneidad y sin esperanza.
Mientras los analistas de los sectores medios suponen que estas grandes masas han superado sus
necesidades inmediatas, es decir , las necesidades mínimas de subsistencia, por el contrario estas se han
ampliado y el trabajo necesario -en una sociedad desarrollada- ha aumentado cada vez más, aunque de
manera imperceptible.
Hoy, más que nunca, en los países desarrollados se ha implantado la estratificación del consumo. En un
estudio empírico realizado en los ochenta se muestra cómo, en los países modernos, se encuentra al
alcance de todos los ciudadanos los satisfactores más amplios y variados, destinados a cubrir
prácticamente todas las necesidades humanas, primarias y secundarias. Pero, al mismo tiempo, para cada
uno de estos satisfactores existen escalas para acceder a ellos, determinadas por el nivel de ingreso. Por
ejemplo, adquirir un automóvil ha venido a significar, en los países desarrollados, un articulo de consumo
habitual; lo mismo sucede con la alimentación, el vestuario, el descanso, la recreación y -casi- la
vivienda. Sin embargo, el hecho de que el nivel de ingreso determine el tipo y calidad de los artículos a
consumir no sólo ha hecho que las capas medias y bajas adquieran artículos de dudosa calidad, sino que
esta mala calidad atenta también contra la seguridad misma del individuo: los automóviles más baratos
son los que registran un mayor índice de accidentes y mortalidad, en donde su carrocería -vestuario de
plástico- es una de las causas más importantes de quemaduras y accidentes; los alimentos enlatados y de
menor precio son los que poseen una mayor cantidad de sustancias tóxicas y nocivas para la salud,
etcétera. En cuanto a factores como calidad de vida, recreación (vacaciones y el descanso en general), el
cuidado de los niños, los problemas de atención a la vejes, etcétera, estos han pasado a ser demandas de
primerísima prioridad, que sólo podrán ser satisfechas mediante una mayor cantidad de trabajo y a través
de jornadas más fatigantes y enajenantes. A fin de cuentas, los pobres son los que registran los más bajos
índices en la esperanza de vida. Como en el siglo XIX, ésta sigue estando determinada por el nivel de
ingresos. Por lo demás este tipo de demandas no obedece a requerimientos de grupos ni tampoco pueden
ser satisfechas por ellos. Los nuevos intereses surgidos en los países desarrollados son distintos en la
forma, pero no son nuevos ni particulares en el contenido. Ellos deben ser asumidos por una instancia
general -que supere a los individuos--, que no puede ser otra que el Estado.
En los países en vías de desarrollo estos satisfactores están lejos -por supuesto- del alcance de la mayoría
de la población sea cual sea su calidad. De ahí que sea aún más absurdo sustentar, en medio de la
miseria, que otros son los intereses y necesidades diferentes de los básicos que se requieren.
Paradójicamente, los ideólogos de los sujetos sociales críticos de la utopía comunista- han caído en la
mayor de las utopías: suponer que las necesidades básicas ya han sido satisfechas. Si esto es grave para
los países desarrollados, esta “equivocación” es dramática en aquellos que no lo son.
En todas partes del mundo, a las clases más desprotegidas -y lo mismo sucede en los países
desarrollados- les sigue interesando como es obvio- qué comer y donde vivir, a pesar de los
“sujetólogos”.
Es en este contexto, donde la riqueza no se ha universalizado y se reivindican los problemas del
individuo como problemas reales y presentes. Allí donde la riqueza se ha hecho más sutilmente
exclusiva y opresora es donde surge la ideología de los nuevos sujetos sociales. La imitación de esta
ideología por parte de algunos intelectuales surgidos del subdesarrollo, es más que preocupante.

La muerte de los partidos.


Paralelamente a los cambios en los procesos de producción a nivel mundial y a la inexistencia de las
clases, está la muerte de los partidos y el nacimiento de la “sociedad civil”, opuesta al Estado. En
México, por ejemplo, bajo el alero del movimiento estudiantil del 68 se comenzó a gestar uno de los más
importantes movimientos sociales, producto de la creciente industrialización y de la migración
campesina: el movimiento urbano popular (MUP). La característica principal que se le atribuyó fue su
carácter independiente de las clases sociales y su apoliticismo.
El terremoto de 1985 fue un momento importante de revitalización de este movimiento, tanto numérica
como cualitativamente. En torno al sismo se movilizó prácticamente toda la sociedad civil y todos los
grupos más representativos: entre otros, los grupos feministas, los ecologistas, los homosexuales,
etcétera. Se pensó entonces- y se sigue pensando todavía- que éste era el nuevo sujeto político del
México moderno -en contraposición a un gobierno opresor e incapaz- que vendría a remplazar a las
direcciones anquilosadas de los sindicatos y de los partidos políticos. Ante la incapacidad real de los
movimientos políticos, esta esperanza se vió constrastada por la realidad, que mostró lo efímero y el
carácter particular del movimiento, en su conjunto. A corto andar, las acciones del gobierno controlaron
la situación y se hicieron cargo de parte importante de las reivindicaciones sociales, entre las que se
encontraban también las de los llamados grupos bandas; estas últimas satisfechas a través de
instituciones como el CREA.
A cuatro años de esta aparición del movimiento urbano popular demuestra su carácter cada vez más
político tanto por su origen y tipo de demandas como por la presencia creciente de los partidos en su
organización, contradiciendo así la idea de aquellos analistas de los sujetos sociales que consideraban
estos movimientos como apolíticos o antipartidos 7.

Sujetos sociales “no políticos”


En forma sorprendente, a los sujetos sociales se les clasifica por lo general así: o bien, se les da un
carácter político de primer orden; o bien, no se les da ninguno. La primera concepción viene de los
reformuladores o arrepentidos del marxismo; la segunda de los funcionalistas asépticos. En realidad son
las dos cosas y esto es así independientemente de sus deseos. Los movimientos sociales son políticos
cuando encarnan intereses de las grandes mayorías -lo que no pocas veces sucede- y no lo son cuando
quedan aislados en su particularismo.
El movimiento de Solidaridad polaco , paradigma de los movimientos sociales a nivel mundial por su
independencia, su lucha contra el gobierno y la burocracia, por no definirse como partido y ser la
encarnación más propia de la sociedad civil, demostró -con el tiempo- que fue capaz de surgir y
desarrollarse debido al profundo quiebre del partido comunista polaco - dentro del cual encontró
fundamental apoyo- y de afrontar su destino para la consecución de sus intereses, que no era otro que
entrar a la llamada política tradicional.
En Chile.- que era la expresión más fiel del partidismo político y de la democracia representativa a nivel
latinoamericano, antes del golpe de estado de 1973- se pensó que, como consecuencia de los cambios en
las formas -más modernas- de reproducción del capital y la obsolescencia de los esquemas de
representación política -en especial los partidos políticos- darían cabida, en forma importante, a los
nuevos sujetos sociales y a los movimientos que los acompañan.
Después de 16 años , Chile ha vuelto a los mismos esquemas políticos tradicionales existentes a
principios de los años setenta. No solo son los mismos esquemas, sino también los mismos partidos; y,
para colmo, los mismos personajes, 20 años más viejos. Los nuevos sujetos sociales no alcanzan a
definir un partido -ni siquiera un movimiento- que se postule en la lucha política actual. Los llamados
movimientos de renovación y los de convergencia de todos los tipos -expresión de sujetos sociales-, se
encuentran profundamente inmersos en la política tradicional y, además, muy esperanzados en que el

7
Bohórquez Garrido. Ob. cit. Este autor demuestra la cada vez más estrecha relación entre movimientos
sociales y partidos políticos. Es así como distingue las siguientes tendencias y ejemplos de grupos
adscritos a estas tendencias: Político sociales, Comité de Lucha inquilinaria del centro (CLIC);
Sociopartidistas, Unión Popular Valle Gómez (UPVG); Organizaciones Autónomas Partidistas, Unión de
Vecinos y damnificados 19 de septiembre (UVYD); Autónomas autogestoras, Unión de Colonias Trabajo
y Libertad (UCOTYL); Colaboracionistas Autogestoras, Centro de Estudios Tepiteños.
ensayo socialista con empanada y vino tinto vuelva a ser viable, a pesar del tiempo y de los actores
sociales demasiado conocidos.
En definitiva los movimientos sociales no son más que la expresión de un momento en el desarrollo de la
sociedad, íntimamente ligados a intereses de clase. Estos movimientos sociales han sido utilizados
ideológicamente tanto por el partidismo tradicional como por supuestos nuevos agentes de la política. En
un mundo en desarrollo, la absolutización de los sujetos sociales conlleva el riesgo del desvío de la lucha
de los intereses generales de un pueblo, en donde -naturalmente- debieran estar inscritos los intereses de
los movimientos sociales realmente existentes.

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