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—— HUIS TORIOGRAFEA MEXICANA COORDINACION GENERAL JUAN \ ORTPGAY MEDINA + ROSA CAMELO VOLUMUN I HISTORIOGRAFIA NOVOHISPANA DE TRADICION INDIGENA COORDINACION JOSE RUBEN ROMERO GALVAN UNIVERSIDAD NACIONAL AU TONOMA DE MEXICO HISTORIOGRAFIA MEXICANA COORDINACION GENERAL JUAN A. ORTEGA Y MEDINA + ROSA CAMELO VOLUMEN I HISTORIOGRAFIA NOVOHISPANA DE TRADICION INDIGENA COORDINACION JOSE RUBEN ROMERO GALVAN a0 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO. MEXICO 2011 INTRODUCCION De la historiografia Suele afirmarse que el objeto de estudio de la Historia es el pasado del hombre. Sin embargo, este tiempo ya ido, por sus profundas dimen- siones, resulta a todas luces inasible pues lo conforma el paso de tal cantidad de aftos que hoy suman més de tres millones, si se considera Ta validez de los tiltimos hallazgos arqueoldgicos en Africa, segiin los cuales tal serfa la antiguedad de Lucy, la Eva negra que hoy por hoy es nuestro ancestvo ms primitivo. Resulta pues que pensar que la histo- ria se dedica al estudio del pasado del hombre, sin acotacién alguna, bien puede ser tenido, por estas razones, como una insensatez Empero, es un hecho que el objeto de conocimiento de nuestra dis- ciplina es el pasado. Entonces ¢qué es lo que del pasado conoce la His- toria, puesto que el pasado en su totalidad, dadas sus dimensiones tan dilatadas es incognocible? Cuando San Agustin se cuestionaba respec- to de la realidad del pasado, lo hacfa en estos términos “;Acaso alguien puede afirmar que el pasado existe?”, a lo que él mismo respondia “y sin embargo existe en el recuerdo del alma”. Luego, el pasado que exis- te, y porque existe se le puede conocer, es aquel que se guarda en el recuerdo. Ortega y Gasset, siglos después, también se preguntaba si el pasado existe. Su respuesta fue afirmativa. Si, el pasado existe como. una forma peculiar de ser del presente. Podriamos preguntamnos si aca- so Ortega y Gasset no pensaba, como San Agustin, en el recuerdo como la forma en que existe el pasado en el presente. Tal es el pasado que porque existe es susceptible de ser conocido Cabe ahora la pregunta: ¢por qué el hombre guarda en la memoria el recuerdo de algunos episodios de su pasado? Lo que atinamos a res- ponder es que el hombre recuerda aquello del pasado que considera trascendente porque lo piensa importante, dado que percibe que ha sobrepasado los Ifmites de la circunstancia temporal en que aconte- cié, Podemos postular como un hecho que el pasado que existe en el recuerdo del hombre es el pasado al que se atribuye el caracter de tras- cendente, aquel que impacté, segun la conciencia del ser humano, de manera notoria los tiempos que se sucedieron después de que tuviera lugar el episodio cuyos recuerdos quedaron guardados. HISTORIOGRAFIA MEXICANA 10 ecesario tener en cuenta que el mo no lo es cl hombre que lo mbargo € Sin en ble enn pial a sf aquello que se recuerda es transfo proceso # Fane "en el recuerdo cobran dimensiones y ‘onde bindo, Puce ae componen el hecho recordado. Constituirta ung ocean ae compen lee reer, Cant dadera arvogancia pensar ¢ teeymientos tal como ocurrieron Esta dindmica transte Jos acontecimic tiene su principal motor en las Se FeCurTe a ae caca de ella un recuerdo para, tray lo al presente, posse ge eaistencia y haciendo de él el objeto de un andhisis que se za de nueva cuenta, Crear Un NUEVO conecimiento, liza De aqui que la manera como se recuerda lo Us $8 vecuerda, incuestionablemente vinculada con el momento y el espacio en el se realiza el acto de recordar Estas reflexiones sobre lo que se guarda en la memoria estén fundamente relacionadas con el primer paso de la actividad de rar Aqui cabrian tanto los testimonios orales que se transmiten, que su recuerdo no se pierda y que constituyen elementos p de la historia inmediata, como las historias que se van formando: cllos y que se guardan en Ja memoria para convertirse en el sus ontologico del grupo que las preserva del olvido. De existir algun sistema de registro, el proceso de historiar en en una dindmica que se antoja mucho mas compleja. Es este el moe _ mento del surgimiento del texto de contenido hist6mco, de la histo escria El paso es cualitauvamente significativo. Se comienza entonces a registrar aquello que proviene tanto de historia que se ha conservado y enriquecido, desde tiempos inmen niales, en el recuerdo de los hombres, como los testimonios de un acon tecer vivido ya por quien registra la historia, ya por otros hombres. lc transmiten Jo que saben porque lo han visto u ofdo. oun Una vez més el criterio que opera al registrar el acontecer es el de la trascendencia Aqucllo cuyo recuerdo se preserva en la Piedra, en la tableta de barro, sobre una piel o sobre el papel es lo que en la con: ciencia de quienes elaboran el registro ha rebasado, por su influencia, ¢! pasado en el que ocuri6 y se vincula estrechamente con el presenle en que se vive situdndolos en el tiempo ssurrleron, Podemoy suponer que la significacién del discurse recala 2 la misma alusion al hecho, sin que otra adjetivacién, ademas de la” ™Mportancia que implicitamente se le concedia al registrarlo, enrique> INTRODUCCION u cieny lo astoonserado La entwonizacion de gobemantes, ly muerte de tos mvismos, Las batallas vy las conquistas, las hambrunas y otras des furchas habeian constitulde tos hechos que de esta forma se preserva ban det olvido Cuando ta eserituiea hiro acto de presencia, surgid, con toda su rt Qera, el texto histdrico, pues fue entonces que vino a ser posible tHjar sobre un soporte material un discurse de mayor complejidad reterido al pasado, en el cual los acontecimientos pudievon adjetivarse hacien do eridente que los hechos cuyos relatos compontin ef texto et cues 1ion suseitaban, en quienes lo registraban, algun sentimicnto ya de aprobacion, ya de reprobacidn, pero no de indiferencia, Bs necesario. destacar desde ahora la importancia que debe concederse, en el an.li sis del texto historiografico, tanto al hecho que se registra como a la manera como se le califica, ademas de las omisiones que respecto de Aste se observan, putes es verdad que, en los fendmenos discursivos, las omisiones adquicren relevaneia, ya que implican tambien uno actitud ante aquello que es objeto de la narmacion. A través del texto historiognifico habla desde su presente aquel que lo elabora, Es casi una constante que quienes han producido textos de contenido histérico que pretenden historiar —caracteristica sin la cual no existe la obra historiogratica— han sido de algun modo miembros del rupo dominante de su sociedad, de donde el texto historiogritfica que producen no viene a ser una representacidn del pasado claborada pot toda esa sociedad, sino sdlo una idea que respecto de ese pasado ha creado el grupo dominante de tal sociedad. Es ast que podemos decir que la creacion historiognifica, que no es otra cosa que la reclaboracion del recuerdo del pasado desde un presente determinado, al Hevar, a veces evidentes, a veces disimuladas, las huellas de las circunstancias. de su autor, y por ende del grupo al que pertenece, nos permite cono: cer la manera como un grupo determinado de una sociedad dada ela- bord la dea de su pasado, Es un hecho que la riqueza del texto historiografico se finca no solo ent aquello que dice del pasado 0 que omite respecto de él, sino en como lo dice y por qué lo dice de esa manera, pues la respuesta a estas. cuestiones abre la puerta del conocimiento de otro pasado, distinto de aquel al que alude el texto, que no es otro sino el que es propio del autor de la obra. Por otro lado, la lectura que se hace de la obra historiognitica He~ va también las huellas del momento en el cual se realiza, pues quien la efectua esta ineludiblemente inmerso en sus circunstancias De todo esto se colige que el texto historiogrifico es un fenomeno discursive profundamente cargado de ideologta y, lo que es atin mas 1 HISTORIOGRAFIA MEXICANA desconcertante, la lectura que podamos hacer de él no es ajena ty poco a los procesos ideologicos Lo anterior nos sirve de base para considerar a la obra histon, geifica como inmersa en el devenir histénco, esto es dotada deh torietdad. Y si reconocemos que la obra historiografica posee 1.) caracteristica, luego estaremos en posibilidad de aceptar que es face ble establecer procesos historiogralicos, de manera similar a como he mos establecido otros procesos de {ndole meramente histérica De la histonografia novohispana de tradicién ind(gena El proceso historiografico designado con este nombre tiene como ca racterfstica principal el estar profundamente vinculado con la mane- ra de concebir y registrar la historia entre los pueblos indigenas de la region que por tres siglos se llam6 Nueva Espaiia. De alli que a tal proceso se le designe precisamente como Historiograffa novohispana de tradicton indigena Dicho proceso ofrece, en primer lugar, la posibilidad de entrar en contacto con diferentes formas de registro y transmisién de la histo- na, en las que se puede percibir cierta secuencia, y que se dieron alo largo de varias centurias. Permite, en segundo lugar, observar cémo formas de registro, de transmisi6n e incluso una concepcién de la his- toria y del quehacer vinculado con ella, provenientes de Europa. for- madas en una cultura tan lejana de la indigena prehispnica, entraron en contacto con aquellas que eran las propias de estos pueblos con- quistados y produjeron nuevas formas historiograficas que conserva- ron, al lado de rasgos europeos que conforme pasaba el tiempo se volvian mas evidentes, elementos de clara tradicion indfgena El punto de partida de este proceso historiografico se encuentra mucho tiempo atrés, cuando en estas regiones cada comunidad guar daba, cuidadosamente registrados en la memoria, los recuerdos de sus aconteceres pasados, mismos que se transmitfan de viva voz de gene racion en generaci6n. Dichos recuerdos sustentaban las particularida- des que distingufan, dotandolos de caracteristicas exclusivas. 2 cada uno de tales grupos humanos Si reconocemos como cierta la existencia de esta etapa ht grafica inicial, luego se presenta un problema que requiere de solucls antes de seguir adelante, Se trata de aquél que proviene del nom mismo con el que designamos al acontecimiento histérico del awe le venimos ocupando, esto es cl fenémeno historiogrsfico. Dicho Proo ma tiene que ver con el soporte del discurso de contenido histor istono INTRODUCCION 13 elaborado con el fin de preservar del olvido aquello que es digno de ser recordado. En efecto, con el término historiografia se ha querido aludir solo a aquellos discursos cuyo soporte es material y cuya (rans- misin se da por medio de alguna forma de escritura Viene en nuestro auxilio la experiencia de otra disciplina, también ocupada del estudio del hombre: la antropologia. En efecto. a medida que la ciencia antropolégica avanzaba en los estudios de sociedades muy distintas de la europea, los especialistas fueron conscientes de la existencia, entre no pocos grupos 4grafos, de piezas discursivas que por su belleza bien debfan ser consideradas literarias: poemas, sagas y discursos. El problema era que si se ceitfan al significado que desde su ctimologia, pero sobre todo por el peso de una vision no desprovisia de eurocentrismo, querfa que s6lo se considerara literatura a aquello que se asentaba con letras, tales discursos que constitulan verdaderos fendémenos literarios, pues sus calidades los hacfan dignos de ser cx- plicados con los recursos que la teorfa literaria ofrecta, quedarian (ue- ra de toda consideraci6n, y por ello también extranos a la posibilidad de ser estudiados segun las reglas del anilisis literario. Se rompio el cerco recurriendo a una designacién que encerraba una extrafa paradoja. Se llamé a todas esas producciones literatura oral Ello no obstante que los estudiosos se dieron a la tarea de escri- bir, de fijar con letras aquello que quiz4s por centurias sélo se habla guardado en la memoria y se habfa transmitido de manera oral. Que- dé entonces reconocida la existencia de otra forma de literatura cuyo vegistro nada tenfa que ver con la escritura. Si hacemos caso a las experiencias de la ciencia antropolégica, y las aprovechamos en nuestro empefio, estaremos en posibilidad de, haciendo honor a la realidad, reconocer la existencia de discursos historiogr4ficos no escritos, pero sustentados fielmente por la memo- ria, a través de los cuales dieron cuenta del pasado los hombres de las comunidades 4grafas Podemos estar ahora en situacién de aceptar como punto de parti- da del quehacer historiografico a aquellos discursos guardados en la memoria y transmitidos de viva voz, a través de los cuales tantas co- munidades, antes de inventarse otra forma de registro, conservaron el recuerdo de aquellos acontecimientos que tenfan por trascendentes y por ello significativos en la constituci6én de su ser Antes de que en el 4rea mesoamericana existiera alguna forma de registro en soporte material, los hombres crearon y conservaron de la manera descrita un ntimero que presumimos importante de discursos historiograficos. En el seno de esas comunidades, tales discursos fue- ron transmitidos de generacién en generacién, enriqueciéndose, re- NISTORIOGRAFIA MEXICANA 4 dose y también adaptindose, cast imperceptiblemente. raban en el seno del grupo, mismos que debian xplicados por el pasado y sustentados en él ser ants algunas de estas sociedades mesoamericanas dejaron de estat organizadas en aldeas y se constituyeron en centros urbanos en los que las estructuras econdmicas, politicas y sociales se hicieron mas ‘al iempo que se definfa una clase gobernante que requerty base Weolégica, aparecieron los primeros registros en componién cambios que s€ ENC! complejas de una solida soportes materiales Poe ecto, hombres diestros en el tallado de la piedra recibieron ef encango de representar en bellos bajorrelieves, ciertos acontecimien. {os cuya memoria querfa conservarse puntualmente. Asf, en estelas magnificas, muchas veces en relacién con los basamentos sobre los ue s¢ levantaban los templos, se dio cuenta de la entronizacién de los soberanos y de las campafias guerreras de las que el grupo habfa sali. do victorioso, extendiendo sus dominios y enriqueciendo sus arcas a través del (ributo. Ya entre los olmecas se elaboraron algunas de estos monumentos en los que se representa el acontecimiento del que se queria guardar memoria, acompanado de un glifo calendarico que lo situaba en el tiempo Esta forma de registro leg6 a expresiones sobre. salientes, por sus calidades estéticas y la riqueza de su contenido, en el rea maya y entre los zapotecos El siguiente paso fue la manufactura de cédices. El papel de amate, Ja piel de yenado ¢ incluso el algodén ofrecieron un soporte distinto para el registro del acontecer En tiras que se plegaban como biombos © en piezas de algod6n que se conservaban dobladas como las sbar nas, los pintores plasmaron el devenir de sus comunidades. Los diss cursos allf guardados se tornaron mas ricos, pues los nuevos formatos permitéan registrar acontecimientos en secuencias muy largas, en las que era (cil inclutr, al lado de la referencia a hechos tales como la sucest6n de los gobernantes y las guerras, el registro de datos genealégicos, asl como los referentes a fendmenos naturales que habian afectado el cur — so de la histonia de la comunidad de que se trataba. J Debe entenderse que los discursos all{ registrados, al constituir la” historia de los gobernantes de cada seforfo, contenfan los elementos Teessaries para justiicar el dominio de los senores sobre sus goberniig 0s Eran, en suma, historias de poder. Es de sefialarse que, en su nce mayorta, estos cédices, dada la § maestra con que fueron elaborados, eonstitu(an verdaderas piez3s Se arte y quienes los pintaron supieron expresar con profundo sentido {etico la historia del senorfo al que pertenecian. INTRODUCCION 15 La primera mitad del siglo XVI constituye un parteaguas en el pro- ceso historiografico que venimos describiendo. En efecto, la conquista espaitola de estas regiones significd, entre otras cosas, el establecimien. to de un nuevo grupo dominante, constituido por aquellos que acaba. ban de ganar para su Dios y para su rey esta tierra a la que Hamaron Nueva Espana El ejercicio del poder por parte de los conquistadores, dadas las grandes diferencias que guardaban respecto de los conquistados, re- sulté en extremo complejo. Los espafoles que trabajaban en la cons- tmuccion de una realidad y, sobre todo, los indigenas que buscaban encontrar un sitio en el nuevo orden, no pocas veces, para acceder a tales fines, echaron mano del pasado prehispanico, cuyo registro se conservaba en los antiguos cédices La necesidad de recurrir a la historia que se conservaba en tales piezas comenzé a plantear ciertas dificultades. En primer lugar, cuan- do en alguna diligencia dichos cédices eran mostrados a las autorida- des espafiolas, su contenido no era evidente. Se hacla necesario que algun indfgena, conocedor de aquel sistema de escritura, los leyese. El problema se presentaba tantas veces cuantas las autoridades espano: las recurrian al expediente ya integrado para su consulta y no habla quien supiera leer los pictogramas allf contenidos. Por otro lado, la imposicién de nuevas formas culturales sobre los indfgenas, principal- mente a los miembros del antiguo grupo dominante, entre las que se inclufa una forma distinta de escritura —el abecedario—, provocaron que paulatinamente algunos de esos nobles, depositarios del arte de la lectura de codices, comenzaran a olvidar las convenciones sobre las que se fincaba el sisterna de registro usado por sus antepasados. Ya alguna de estas razones, si no es que las dos, provocé que algunos in- digenas se dieran a la tarea de glosar el contenido de esos antiguos documentos. As{ comenzaron a aparecer los cédices anotados. En ellos, al lado de los pictogramas, se escribié algunas veces en nahuatl, otras en espanol, aquello que allf se referia Esta nueva forma de registro, de la que se conservan ejemplos im- portantes, no sustituyé la antigua de los cédices exclusivamente picto- grdficos, misma que siguié existiendo. Caso aparte lo constituyen algunos cédices que se reelaboraron te- niendo en cuenta, para su disefio, tanto glosas como pictografias, de donde resultaron piezas en las que existiendo una profunda relacion entre unas y otras cada cual ocupa un sitio perfectamente definido. El siguiente gran paso en este proceso fue cuando aparecieron los cédices transcritos. Algunos redactados en una lengua ind{gena, otros en espanol, estos documentos contenfan informacién en otro tiempo | HISTORIOGRAFIA MEXICANA 16 pictografias Se puede suponer que a la ™Misma ge algunos elementos que hasta entonces hablan sido nat £200 ey wransmitidos oralmente Ntdada, cola He de los cOdices transcritos, conservaron como Ale AT lado de las fechas cristianas, aquellas que Ie, tempore istema de dataci6n, registradas algur pondian en el antiguo 5 ‘i algunas ecg con la escritura europea, otras con pictograffas prehispanicas ENo jo, dots de un cierto sabor sincrético del que carecen otros docu; de contenido historico correspondientes a la misma época Es un hecho que estas caracteristicas que tienen por Propias Jo, codices transcrilos, ademis del estilo en que estan escritos, hacen . conservada € Ferenc Meniog de sine ad INTRODUCCION 17 hasta la discreta denuncia de una situaci6n cada dfa mAs critica en la que se velan sumidos los descendientes de la antigua nobleza pre- hisp4nica, quienes eran muy conscientes de lo que habfan perdido y de lo que les segula siendo arrebatando. Chimalpain ilustra de mancra muy clara la primera intencién que sefalamos. De la segunda es ejem- plo elocuente Tezozémoc Mencién especial merece entre estas obras la escrita por Fernando de Alva Ixtlilxéchitl, quien siendo un castizo, descendiente de espafo- les y nobles ind{genas, reivindicé sus rafces indias y las valoré al grado de cambiar uno de sus apellidos, para llevar el apelativo de un ancestro prehisp4nico, antiguo sefior de Tetzcoco. Este autor dejé para la pos- teridad una importante obra historiografica en la que recuper6, desde una perspectiva novedosa, que bien puede percibirse como criolla, el devenir prehispanico de sus antepasados indfgenas y no pocos relatos de aquellos hechos de la conquista en los que tomaron parte algunos miembros de su linaje asimismo indfgenas. Estas historias de sintesis constituyen ciertamente un parteaguas en la historiograffa novohispana de tradicién ind{gena, pues sus ca- racter{sticas dan p4bulo para incluir en esta categorfa obras cuyos autores nacieron en la Peninsula, vivieron en la Nueva Espafia, se interesaron por distintas razones en el pasado indigena, se dieron ala tarea de indagarlo cuidadosamente a través de testimonios ind{genas, tanto orales como en antiguos documentos, ya pictograficos, ya elabo- rados con caracteres latinos, para escribir finalmente obras cuyo con- tenido se sustenta cabalmente en los resultados de tales investigaciones. Dichas obras fueron escritas segin los lineamientos discursivos pro- pios de las obras europeas de contenido histérico. Resulta pues que uno y otro proceder ante el pasado indfgena pre- senta grandes similitudes no obstante que el origen de los autores es distinto. En otros términos, puede decirse que todos estos hombres se aproximaron al pasado ind{gena beneficiando fuentes similares y orde- nando sus explicaciones con base en una cosmovisién europea. En un caso, el de los indfgenas, recién adoptada, en otro, el de los cronistas de origen peninsular, considerada como plenamente integrada a su ser Entre estos los espaiioles a quienes nos referimos y que incluimos en la categoria historiografica que venimos tratando, podemos men- cionar a fray Bernardino de Sahagin, a fray Diego Duran, a fray Diego de Landa, as{ como a un funcionario, humanista de profundos conoci- mientos, tal cual fue el oidor Alonso de Zorita El proceso historiogr4fico que hemos propuesto no debe entender. se como una sucesién uniforme de distintas maneras de hacer histo- ria. Las diferentes fases que se han descrito, aunque aparecieron una 18 MUSTORIOGRAFIA MEXICANA, despues de la otva, siguieron existiendo de manera simul debe preocupar Lo que realmente importa, y debe quedar claro de una fase a otra existen vinculos muy importantes que m, como tuna es antecedente de la otra, independientemente de este, van coexistido por largo tiempo. El ejemplo mas claro nos |, ciona el hecho de que aun en el sigho XVIM seguian elabe, Propo, eddices, muchos de ellos con una clara preeminencia d, pictogrificos Tal fue el caso de los Ilamados Cédices Tec La histonograffa novohispana de tadicién indigena los inicios del siglo XVII. Sus frutos pudieron observars, esa misma centuria, en obras como las de Carlos de Si gora, cuando el criollismo inici6 su época de Mlorecimiente, » mar davia cuando éste produjo brillantes resultados en el siglo xv ne histonas como las escritas por Francisco Javier Clavijero baa tneg Blo Po 1° And le clemenie hialoyan no quedg, m © ¥8 duranie ulenza y Gor De este volumen El presente volumen constituye, por su contenido y por el orden que se le ha dado, un intento de probar que la Historiograffa Novohispana de Tradicion Indigena fue un proceso en el cual las formas de tranem, sion del pasado fueron paulatinamente cambiando, desde los cédices pictograficos hasta las historias de sintesis, a la par que se conservaba como la unica manera de conocer el pasado indfgena la indagacion en testumonios originales s6lidamente basados en la misma tradicién. As mismo se observa en este proceso la presencia cada vez mds evidente de una idea del devenir fuertemente estructurada segun los paradigmas de la cosmovisién europea Se incluyen aqui trabajos en los que son abordadas ciertas catego rias en torno a las cuales se han agrupado conjuntos de obras histo nograficas. Tales son los casos de los codices pictograficos, o los cédices Pictograficos con anotaciones, entre otros. El hacerlo de este modo. ha permitido establecer con toda evidencia tanto las similitudes qe relacionan a las obras que se agrupan en cada categorfa, como las d+ ferencias que comprueban sus especificidades Por otro lado, sobre todo en los casos de las historias qu llamado de sintesis, se ha optado por analizarlas de manera ditt En efecto, en dichos casos hemos optado por un tratamiento Me dual, de suerte que el lector contara con un verdadero elenco & Fes y obras en el que el andlisis se realizé de manera particulas Or, esto lee no tiene entre las manos el producto de una revision as ¥y; Por ello, notara la ausencia de casos, incluso algunos (°"! e hemes disune INTRODUCCION 19 importantes, como podrfan ser los de Pomar y el oidor Zonta, los que por causas ajenas a nuestra voluntad lamentablemente no pudieron ser incluidos. Sin embargo, consideramos que aqui se han abordado los mas representativos y que los andlisis que de ellos presentamos constituyen una verdadera invitacién al estudio de aquellos que por diversas razones estan ausentes Asimismo, quienes hemos participado en esta empresa somos cons- cientes de que la inmensa mayorfa de los trabajos aqui contenidos co- tresponden a la produccién historiografica del Altiplano Mexicano Ello se debe al hecho de que un numero muy importante de las obras historiogréficas que han llegado hasta nosotros provienen de dicha re- gidn. Las excepciones las constituyen los casos de los cédices mayas, el de fray Diego de Landa, obispo de Yucat4n, y la Relacién de Michoacan Por otro lado, el atento lector también observara que los articulos que componen el volumen que hoy entregamos presentan diferencias en cuanto a la manera como abordan los casos que tratan. No debe verse en ello sino el producto de distintas formas de trabajo, de diver- sos enfoques historiogréficos y de diferentes momentos en cl estudio de las obras que se analizan, pues aquf estan incluidos tanto art{culos producto de una primera aproximacién, como otros que son el fruto de muchos afios de trabajo y reflexion continuada. Empero, es un he- cho que todos ellos se fincan en sélidas investigaciones, en la revision prolija de materiales de primera mano, en lecturas de trabajos con- tempordneos relacionados con los temas que se tratan y en reflexiones originales. Los productos de tales trabajos fueron objeto de discusio- nes en e] seno de un seminario, formado para este efecto con la parti- cipaci6n de todos los responsables de los art{culos que aqu{ se publican, que tuvieron como finalidad tanto mejorar los resultados de las inves- tigaciones individuales como dotar de una cierta uniformidad, en la medida de lo posible, a los artfculos que componen este volumen. Este seminario sesioné desde el inicio del proyecto y concluyé sus tareas cuando fueron terminados todos los art{culos. Debo agradecer el empefioso entusiasmo que todos los participan- tes pusieron en la realizacién de este volumen, para lo cual no escati- maron esfuerzos leyendo y criticando los trabajos que se iban presentando. También debe quedar patente un reconocimiento a Mi- guel Pastrana y a Ana Silvia Valdés, quienes se ocuparon de la revision final de los materiales antes de entregarlos para su edicién. También a Lilia Cervantes, a Aurora Alcdntara y a Luz Rosete, quienes se dieron a la tarea de transcibir, capturar como suele decirse ahora, los articulos que asf lo requerfan 20 HISTORIOGRAFIA MEXICANA dan en las manos del lector los resultados de esig tectivo, cuya principal finalidad es poner a su alex nest. caciones sobre las cualidades particulares de una forma de h “9 que nacio de una conquista y que buscé conocer y explicar desde 12 culiar situacién de quienes se aplicaron a tal empresa, ¢] Pasado pueblos cuya historia cambié violentamente cuando un Btupo de bres, que lleg6 de mas alla del mar, los conquist6. Tal acontecimien fue el inicio de otra época, caracterizada por procesos histéricos dist. tos Fruto de éstos es indudablemente el México de nuestros ga JOSE RUBEN ROMERO GALvAy

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