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Gabriel Di Meglio (2008)

PATRIA

De todos los conceptos políticos centrales en la primera mitad del siglo XIX, patria fue el de uso más masivo; era un término utilizado
ampliamente por todos los miembros de la sociedad. A lo largo de todo el período, patria tuvo siempre .más allá de su polisemia- un
contenido positivo en los enunciados de los que fue parte. Su primer significado, el más antiguo, refería al lugar de origen. Sin
embargo, el término tuvo a la vez una acepción más general. Es el territorio en el que se habita sin un referente de límites, un
principio con un cierto grado de abstracción. Esa noción de patria se ubicaba como parte de una tríada de elementos fundamentales de
la organización de la monarquía española junto al rey y la religión. El respeto por la religión, la fidelidad al rey y el patriotismo
constituían las bases del orden social. La tríada no establecía bien cuál era la patria –podía implicar al espacio virreinal, a la América
española o a la monarquía toda- pero su uso no permite especificarlo porque se trataba de un principio, de un elemento casi sagrado.
Esa noción de patria con un contenido especial menos definido y uno social más amplio, así como con una directa referencia
sentimental, iba a continuar siendo fundamental después de la revolución que inició el proceso de disolución del Virreinato del Río de
la Plata. De hecho, la politización del concepto constituye la mutación más fuerte que experimentó durante el siglo XIX. Pero junto a
ese sentido invocativo se mantendría el principio de patria como referencia concreta al lugar de nacimiento, y ambas convivirían
durante toda la época considerada. También en relación al territorio de origen se empleaba compatriota. Otro término que
originalmente remitía al origen era patricio. De a poco, sin embargo, el término patricio parece haberse ido ampliando para incluir a
todo americano enfrentado a los europeos. Ese sentido más amplio de patricio, y por lo tanto de patria, remite a la otra noción del
concepto, la que integraba la tríada base del orden social: la religión, el rey, la patria. La politización de ese significado llevó a que el
término representara tanto un espacio territorial, comunitario, como una causa colectiva. La patria a la que se consagraban bienes y
servicios; la patria que pedía, llamaba; la patria a la que había que defender, servir, salvar y liberar se transformó en el principal
principio identitario colectivo después de la revolución. La patria quedó como el principio aglutinador, con fuertes contenidos
emotivos y afectivos en su invocación. Si bien la referencia al vínculo territorial se mantuvo presente, lo más significativo de este
nuevo uso fue su componente político enlazado con lo sagrado.
El amor a la patria propuesto por los líderes de la Revolución no era un sentimiento pasivo sino que implicaba abnegación y virtud. El
patriotismo significaba participar activamente de la causa colectiva, privilegiar el bienestar común al propio: se transformó en el eje
moral del sistema. Este sentido político de patria se difundió rápidamente. El término se convirtió en un aglutinante social –al menos
en Buenos Aires- que igualaba simbólicamente a todos aquellos que apoyaban la causa contra los mandones, los europeos. “Patria” se
erigió en la década de 1810 en un componente crucial del lenguaje político rioplatense. Fue mucho más utilizado en el habla cotidiana
que otros términos de referencia territorial como nación, estado, provincia, país. Esa entidad evocada, por momentos abstracta, fue
adquiriendo un límite territorial cuando comenzó a ser identificada, al compás de la guerra, con el conjunto de los territorios que
compartían la causa.
Una vez terminada la guerra de Independencia, patria mantendría simultáneamente tres sentidos principales. En primer lugar siguió
siendo el principio que legitimaba las acciones en tanto entidad a la que se le habían brindado servicios. En segundo lugar persistió la
noción de patria como lugar de nacimiento. La tercera noción de patria que pervivió, consideraba a ésta como una entidad surgida de
la Revolución -las mal delimitadas Provincias Unidas- y fue muchas veces utilizada por los mismos que empleaban el sentido
localista. Esta noción de patria la colocaba como un producto de la Revolución. En esa patria los individuos podían estar contenidos
en su carácter de ciudadanos y eso impulsaba su desarrollo como sujetos sociales. De acuerdo a Juan Bautista Alberdi, “la patria no es
el suelo. Suelo tenemos hace tres siglos; pero no tenemos patria sino desde 1810. La patria, es la libertad, el orden, la riqueza, la
civilización en el suelo nativo, organizados bajo la esencia y en nombre del mismo suelo.” Entonces, la pérdida de la libertad podía ser
también la pérdida de la patria, puesto que una implicaba a la otra, como expresaron los desencantados Domingo F. Sarmiento y Félix
Frías en su exilio. Para la generación del ’37 la patria podía ser tanto el territorio del Río de la Plata como una provincia en particular
o incluso Sudamérica. A la vez, la noción refería a la entidad más abstracta que se asociaba a un conjunto de valores y de hechos como
la Revolución de Mayo. Mediante el uso de patria se aludía al marco dentro del cual los habitantes de las repúblicas modernas podían
desarrollarse como ciudadanos en forma integra.
De allí que patria apareciera en juego en las disputas de los rosistas y sus enemigos. Progresivamente, la identificación de patria con el
territorio de la Confederación fue afianzándose. El uso de patria s mantuvo ligado al terreno de la evocación, de la apelación
sentimental, tanto en el discurso estatal como en el de la sociedad. Expresiones como “salvar a la patria”, “fatal para la patria” o
“pobre patria” eran muy frecuentes y su utilización no disminuyó.
En la segunda mitad del siglo patria se iba a mantener en el uso colectivo como un término evocativo de una entidad superior, una
deidad laica, que cada vez se identificaba más claramente con la Argentina. El concepto comenzaría a ser totalmente ocupado en esos
años por el principio de nacionalidad.

[Gabriel Di Meglio, “Patria”, en Noemí Goldman (editora), Lenguaje y revolución. Conceptos políticos claves en el Río de la
Plata, 1780-1850, Prometeo, Buenos Aires, 2008, pp. 115-130.]

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