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Una vez realizadas las elecciones intermedias y reconfortada, sin duda, por los
resultados que obtuvo “su” grupo en ellas, Ivonne Ortega habrá de insistir en su
estrategia mediática de cara al proceso sucesorio y al largo período de agitación
política que generará el apareamiento, por primera vez, de las elecciones federales
con las elecciones locales.
Lejos, muy lejos de lo que piensa y quiere la Ñora de los Cochis (que en Yucatán se
haga lo que ella decida, con los candidatos que ella imponga) y de lo que algunos
analistas consideran, el proceso sucesorio anuncia conflictos que pueden derivar en
rupturas si la gobernadora no entiende o no acepta que al acomodo de intereses que
se va a dar por el “apareamiento electoral” se agregará el grave desgaste personal y
político que sufren la gobernadora y su grupo. Conviene entrar en materia sin mayor
preámbulo.
Ivonne Ortega ganó la elección del 2007 sin un grupo político propio. No lo tenía. Se
“montó” en el viejo cerverismo aprovechando el extravío en que se encontraban sus
integrantes tras la derrota electoral y la muerte de su patriarca. Antes del
posicionamiento de Ivonne como “candidata del cerverismo”, los excesos políticos y
las agresiones familiares de los Laviadistas habían servido para mantener activos a
los cerveristas de todos los tiempos, quienes tenían al populismo por divisa y
pudieron refrendarlo ante la cruzada aristocratizante de los Matalotes.
Además de esa base de apoyo, Ivonne Ortega pudo conformar un grupo operativo,
de buen nivel, con políticos de su generación, que respondían a dos características
fundamentales: la primera, pertenecer a una generación frustrada, ya que todos ellos
se reclamaban “excluídos” por los viejos políticos, insatisfechos por lo que habían
logrado políticamente; sentimiento de frustración que atribuían a la cerrazón “de los
viejos” y no a sus propias incapacidades o al oportunismo con que actuaban,
preocupados siempre en qué sacaban y no en qué podían aportar. La segunda
característica de esa generación era su poca lealtad y su escaso compromiso
político. Aprendieron a sacar prebendas de la no definición, así que se comportaban
–y se siguen comportando- como “corchos” que flotan no importa la condición de las
aguas. Víctor Cervera les decía “tienen corazón de condominio”, en el medio político
se les conocía como “pisaqueditos” o “ajonjolí de todos los moles…”.
Para los fines y las tareas de la campaña electoral la conjunción del viejo cerverismo
con el grupo operativo de “los renegados” le funcionó a Ivonne Ortega de maravilla.
Lo mismo sucedió en su primera etapa de gobierno.
Pero el origen diverso de este grupo operativo, el choque de aspiraciones entre sus
integrantes y, sobre todo, el cambio en la actitud y en las perspectivas personales de
su cabeza, de Ivonne Ortega, ha exacerbado las diferencias que tienen las
fracciones al interior del grupo ivonnista, que se comportó como grupo compacto
mientras las mieles del presupuesto y las expectativas de cargos y candidaturas les
endulzaban sus diatribas.
En primer lugar, por su número y por las puestos de alto nivel que ocupan sus
integrantes, se encuentra el Grupo Modelo, conocido coloquialmente como Los Rolos
(la fracción que opera Rolando Zapata pero en realidad encabeza su hermano
Gabriel). Son miembros originales de esta fracción: Víctor Sánchez, Mauricio Sahuí,
Sergio Cuevas, entre muchos otros. Frente a Los Rolos, con afrentas pendientes de
cobrar desde las lides estudiantiles, están los neocerveristas o Cheenpatos, cuya
cabeza visible es Felipe Cervera y que tienen como operador estrella a Gaspar
Quintal (Nerio Torres Arcila, aunque repudiado por los integrantes de este grupo
navega como tal gracias a la relación personal que mantiene su padre con la familia
del extinto líder).
Una quinta fracción está conformada por los seguidores de Ivonne Ortega
propiamente dichos. La base de esta fracción es la Banda de los Pueblos: Alejandro
Menéndez, de Hunucmá; Marco Vela, de Akil; Adolfo Calderón, de Tixkokob; Elsy
Sarabia, de Hoctún; los “cuñados acomodados”, Cornelio –Dzidzantún- y Héctor
Cabrera; y los Dzereko y Nohoch de la administración, Jorge “El Huiro” Canul y
Henry “Cara de Hacha” Sosa. La parentela de la Ñora de los Cochis (22, entre
cargos administrativos y puestos de elección) incluye al coordinador de la OLA
ROJA, Álvar Rubio y al regidor Omar Lara Pacheco. Al arranque de su gobierno se
sumó el contingente de la pareja Pedro Espadas-Angélica Araujo, que incluye otro
titipuchal de parientes, “protegidos”, empleados, socios, similares y conexos.
Pero una vez rota la “gran piñata” de las elecciones intermedias y con los intereses
desatados para el 2012, cuando habrán de repartirse tanto candidaturas locales
como federales, lo que se está viviendo en el seno del Ibóm-cerverismo es una
verdadera “merienda de negros”, fermentada en buena medida por la decisión de la
Ñora del Justam de conformar, de una buena vez, a su propio grupo, un
conglomerado sin fracciones que responda única y exclusivamente a ella.