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"Mátame", fue su ruego, Bella se negó ¿Cómo privar al mundo de algo tan hermoso?.
"Te propongo un trato, Dame un año para demostrarte que la vida no es tan horrible
como te lo piensas" pidió la castaña.
One Shot:
Besos de sangre
El ocaso ya se había posado sobre el glorioso lugar en donde me encontraba, aún así
continué dejándome acariciar por las tenues olas que remitía el océano sobre mi
cuerpo.
"Lo es" concordó una voz varonil y despreocupada, con un rastro de sensualidad tan
glorioso que en ese instante supe que no podía pertenecer a este mundo, aquello
rayaba en los límites de lo sobrenatural.
Decidí ignorar las trampas que yo misma me implantaba por medio de mi rebuscada
imaginación, y comencé a penar que tal vez me había entrado un exceso de agua en
los oídos.
"No lo creo, de hecho… creo que… este… perdiste algo" nuevamente lo oí, un trino
angelical tan atrayente como esclavizante, podría haber pedido mi cabeza y se la
hubiera entregado.
"No seas exagerada, me conformo con un pequeño favor" contestó burlón, fuese o no
obra de mi mente su actitud comenzaba a molestarme, por lo que me giré en dirección
a la costa para hacerle frente, despidiéndome del hermoso horizonte tornasol
únicamente para quedarme congelada en mi sitio.
Mis manos se fueron directo hacia mi pecho, cuando observé la parte superior de mi
bikini flotando en la orilla de la playa, justo donde un hermoso arcángel se inclinaba
para recogerla.
Me hundí lo suficiente para que el agua me cubriese hasta la zona del cuello,
entretanto el glorioso modelo se divertí a costa mía, haciendo malabares con mi
prenda.
Pasaba mi sostén de una mano hacia la otra, como si se tratase de una cosa carente
por completo de importancia.
EL agua salada ingresó a mi boca y penetró con brusquedad mi paladar, los ojos
comenzaron a arderme y mis pulmones imploraban por una minúscula partícula de
oxígeno. Intenté mover mis manos para salir a flote, no era idiota, sabía nadar, no me
encontraría en este sitio de no ser así. Pero, sin poder evitarlo comencé desesperarme.
Dos pétreas manos se ciñeron a mi cintura impulsándome hacia arriba. Ipso facto
escupí toda el agua que había acumulada sobre su cara.
Algo no andaba bien. Lo sabía, no podía haber tragado tanta agua, pero…ciertos
acontecimientos comenzaban a hacerme creer que realmente había perdido la cordura
"Lo siento" confesó casual, desbordando terciopelo en cada nota emitida por sus
labios.
Llevé una mano a mi pecho para calmar mi respiración y esta vez me fue imposible
reprimir mis impulsos. Y grité, estaba aterrada.
"¡Lees mi mente!"
"¿Y recién lo notas?, Vaya, pensé que eras más lista" por un instante olvidé lo que
sucedía al oír su musical risita, baja, grave, y prácticamente en forma de murmullo,
pero llamando a gritos por unirme a su canto.
"y si con tu pregunta te referías al momento en que te puse el bikini, pues, fue mientras
te sacaba del agua, lo hubiese hecho antes, pero corría riesgo de que te ahogases; por
lo tanto actué cuando nos acercábamos a la orilla."
"¡Pensé que era mi imaginación, creí que oía voces!" sin darme tiempo a reaccionar él
se sentó sobre la arena, dejándome a mi sobre su regazo. Sus manos rodearon mi
cintura y me cobijaron inmensurable familiaridad y ternura, como si de una niña
pequeña se tratase, segundos más tarde dejé de sentir frío, y comprendí que él le
había sumado a la prisión de sus brazos una cazadora que no traía puesta al momento
de lanzarse a la mar en mi búsqueda. Asumí que la había mantenido cerca, con esto de
su rapidez y misterio ya nada me extrañaba.
"Pues ya lo ves, soy real, de carne y hueso" susurró en mi oído y todo mi cuerpo se
tensó, él poseía un aroma tan fragante que el olor a mar impregnado en mis cabellos
había pasado a un segundo plano, su perfume era tan fresco y sensual que por un
momento olvidé el sitio en que me encontraba.
"Idiota"
"Hey no te enfades, por favor. Sólo te quería pedir un favor. No conozco a nadie más
acá y… necesito tu ayuda"
Sus últimas palabras fueron casi inaudibles, un tenue suspiro, pero estábamos
demasiado cerca como para no oírle.
"Por supuesto, es necesario para el favor que necesito pedirte" su semblante volvió a
recuperar esa jovialidad y picardía, adoraba la sonrisa impresa en sus labios, era tan…
deslumbrante.
"¿Hacer que?" Pregunté, mas toda la respuesta que recibí fue su tacto. Dos fríos dedos
comenzaron a rozar mi rostro, lentos y tímidos. En un contraste abismal a la actitud de
su dueño, quien se había mostrado con exceso de audacia y atrevimiento.
"Necesito que le des fin a mi existencia" su expresión no dejó de ser serena, confiada,
el murmullo continuaba siendo dulce y atractivo, en absoluto perturbador.
¡Él ni siquiera se inmutaba por sus palabras! Yo me encontraba atónita, perdí la voz, ni
siquiera fui capaz de gritar o chillar. Me sentía incapaz de reprenderle por hablar tanta
idiotez junta. Simplemente me quedé… muda, analizando toda la información junta,
finalmente caí en cuenta de que no era más que una ilusión, lectura de mentes,
rapidez sobrenatural y pensamientos suicidas no entraban en mi lista de cosas reales y
racionales.
Lo más probable era que hubiese muerto ahogada, o quizás estaba en coma.
"Bella, no estás muerta, ni en coma, aunque probablemente estés un poco loca. Nunca
conocí una mente tan… especial."
"Entonces el demente has de ser tú, ¿Por qué otra razón querías darle fin a tu vida?"
respondí harta de que se burlase y también porque me creyese capaz de tal crimen.
"Lo que yo tengo no es vida " confesó cabizbajo, y sus dedos abandonaron mi mejillas.
Y en un impulso que no supe explicar mi cabeza renunció a su torso elevándose unos
metros para que mis aún secos labios se posasen sobre la piel de su cuello. Inhalé el
aroma a sándalo una última vez y suspiré antes de dejar un último beso en esa zona.
"Espera un momento ¿cómo sabes mi nombre?" un brillo malicioso refulgió en sus ojos.
"Oh, debo asumir que leíste mi pensamientos" bufé con sarcasmo, no podía concebir la
idea de que el violase mi privacidad.
"Bueno, ahora que estás más calmada creo que podremos hablar" su voz fue un
silbido, una verdadera oda a la sensualidad convertida en sonido. La frialdad de su
hálito golpeando contra mis labios fue la clara señal de que él deseaba todo…menos
hablar.
Impetuoso su rostro se inclinó hacia el mío, con aura peligrosa y letal, acechándome,
cual cazador en busca de su presa. Nunca me sentí tan indefensa ni intimidada como
ahora.
"No eres humano" gemí contra sus labios, antes de que su exquisita lengua se
adentrase con sensual desenfreno en mi inexperta cavidad.
"No, no lo soy" su voz brotó ronca, cargada de esa fuerza abrasadora que sólo te
proporciona un exuberante nivel de deseo.
Él me deseaba…
"Soy un vampiro" susurró en mi oído, pero ya era tarde, él podría ser un caníbal y me
hubiese dado igual. ¿Qué mejor forma que morir que en los brazos de un ángel?, lo
prefería mil veces a la desastrosa muerte que me esperaba en lo profundo del océano.
"No voy a matarte, serás tú quien le ponga fin a mi tedio" sonrió contra mi piel. Yo a
estas alturas ni siquiera le oía, no era conciente de nada. Lo quería entre mis piernas
ya.
"Tienes razón, lo siento, te deseo tanto que me cuesta trabajo controlarme, no suelo
abusar de mis… dotes"
"¿Qué me hiciste?" inquirí entre jadeos, mientras la fría arena parecía derretirse en
contraste con mi piel, la que a estas alturas se encontraba en llamas. Para ese
entonces las posiciones habían sido intercambiadas. Estando yo tumbada sobre la
playa, mientras el marmóreo cuerpo del vampiro se cernía sobre mí.
"Es increíble, debo estar soñando. Se supone que los vampiros no existen" confesé
mientras quitaba su húmeda camiseta.
"Quizás te refieres a que sufres de pesadillas, porque hasta donde yo sé, los monstruos
pertenecemos a los cuentos de horror, no a los sueños de una dulce jovencita".
Antes de que pudiese replicarle sus labios silenciaron los míos, eliminando todo
vestigio de razón o cordura.
"¿Cómo puedes desear eso?" conseguí articular mientras que sus largos dedos se
deleitaban arrancando las escasas prendas que yo portaba.
"Tranquila, una de las cosas que he aprendido sobre la eternidad es que hay que saber
ser paciente y sobre lo otro. Ya te lo dije, estoy arto. He vivido demasiado, y con cada
día que gano más difícil me resulta adaptarme al entorno, entonces cuando por fin
consigo alcanzar el ritmo que me impone este insípido sistema…
Aferré mis dedos a sus empapados mechones cuando una certera lamida fue seguida
por un tenue e inofensivo mordisco.
"Mientras me mates no hay problema, haré lo que quieras" Él clavó sus ojos ahora
negros de deseo en los míos, pero lejos de sentir miedo sentí placer de pura
anticipación.
Punzando con fiereza y pujanza la cara interna de mi muslo. Mis ojos se cerraron,
débiles ante la suprema sensación que comenzaba a desbordarme de deseo.
Edward era demasiado para mí, si no moría esta noche siendo destrozada por la bestia
que tenía en su entrepierna, moriría de placer, pero fuese como fuese no saldría airosa
de tan gloriosa experiencia.
"Hey, mi amigo no te hará daño, además te necesito viva, recuerda que debes
matarme"
"Quiero… un… año" jadeé mientras él me torturaba con tenues roces en mi cavidad;
sin entrar del todo, rozando, punzando y tentándome.
"Dame un año para demostrarte que la vida no es tan horrible como te lo piensas"
"Hecho, pero al término de ese plazo me tendrás que descuartizar e incinerar cada
trozo ¿me oyes?" quedé estática ante sus dichos, acto que Edward aprovechó para
enterrarse en mí.
La forma en que su longitud arrasaba con todo a su paso era soberana, aliviada por
que creí que finalmente me había colmado. Fui sobrecogida por la suprema
experiencia de ser llenada a cabalidad, atiborrada de placer pensé que no soportaría
tal vivencia, Creí que enloquecería, que un simple humano no sobreviviría al toque de
un dios, pero sus manos delineando mi silueta trabajando a la par de sus caderas me
convencieron de lo obvio. Sí me acostumbraría…
Y las dos horas siguientes comprobé que mi nueva misión en la vida sería adaptarme a
su envergadura y vigor, a partir de mañana comenzaría a alimentarme mejor para
poseer una resistencia de acorde a mi acompañante.
"Tonta Bella, no se trata de tener o no una buena condición física, esto es parte de lo
que soy.
"¿Por qué no lo haces tú?" suspiré, mientras él envolvía mi cuerpo entre sus brazos. No
entendía que me había hecho, pero me sentía bajo un hechizo, regida únicamente por
sus ojos de oro fundido, cegada por la adicción a sus besos, la bendición de sus
caricias.
Me parecía imposible que él pudiese ser un asesino… Con luceros tan similares al
almíbar, me costaba verlo como lo que se suponía era. Un asesino.
"Lo he intentado, pero por desgracia no es tan fácil. La primera vez que traté el dolor
que sentí al descuartizar mi tobillo fue demasiado insoportable para continuar, fui un
cobarde Bella" confesó avergonzado mientras rascaba la parte trasera de su cabeza, en
lo que a mi me pareció un gesto muy humano.
"¿Y la segunda?" su vista se desvió hasta el mar, entonces mis manos se sintieron
dueñas de una confianza que obviamente no les pertenecían y levantaron la quijada
del hermoso vampiro que me cobijaba entre sus brazos.
"No podré hacerlo" solté de golpe y escondí mi rostro en su pecho, esquivando a toda
costa su mirada. Sus manos no tardaron en acariciar mi cabello. Él podía llegar a ser
tan tierno…
"Si no lo haces tú, tendré que pedirle ayuda a otra persona, tarde o temprano
encontraré a alguien que desee acabar con mi martirio. Además me diste tu palabra y
fue sellada con sangre, por lo que quieras o no estás obligada a cumplirla"
Sus ojos secundaron a los míos, observando los vestigios de inocencia diseminados
entre sus muslos y los míos.
Permití a la brisa marina irrumpir en mis pulmones, mientras observaba el paisaje que
se mostraba frente a mí, súbitamente una sensación de deja vu me golpeó en señal de
advertencia.
Repasé cada tramo que había transitado minutos atrás en su compañía. Las olas
estrellándose contra imponentes roqueríos alojados bajo el abrigo del acantilado. El
majestuoso crepúsculo imperante sobre el océano, las huellas de mis pies marcadas en
la arena, y a su lado otro par, visiblemente más grandes. Suspiré.
Ante la hermosura del entorno una tenue sonrisa se alojó en mis labios, pero fue
borrada al instante cuando recordé el motivo de mi presencia en este sitio, en este
paraíso.
Hoy se cumplía un año, tragué con fuerza e intenté disimular la forma en que mis
pulmones poco a poco se quedaban sin aire.
Él no lo había olvidado…
Mis ojos se posaron en su esbelta figura, Edward se encontraba a unos pocos metros
frente a mí, el vampiro que me había arrebatado el corazón, y que aún así se negaba a
llevarse mi alma.
Avancé con timidez hacia él, con su vista clavada en el oscuro mar, aun dándome la
espalda, imponente, con su metro ochenta y cinco visiblemente llevado, y una espalda
que pese a no ser en extremo ancha, armonizaba de forma sublime con el resto de su
anatomía. Edward se veía desgarradoramente hermoso, los mitos jamás conseguirían
hacerle justicia.
Me grabé su imagen por última vez, sabía que después de hoy no existiría un mañana,
y de una forma u otra mi vida se acabaría acá. En este lugar, en esta playa, solitaria y
hermosa, pero por sobre todo gloriosa, como él. Un sueño vuelto realidad.
Caminé dos pasos más, quedando de esa forma a su lado, con pocos centímetros de
lejanía, los mismos que Edward se encargó de eliminar al tomar mi mano. Mis ojos se
cerraron reprimiendo las lágrimas, yo sabía lo que esto significaba, se lo había
prometido… pero, no podía.
Su piel bajo el rojizo cielo era un espectáculo que hacía ver al paraíso que nos rodeaba
como una cosa vana e insulsa. Él suspiró y avanzó con nuestras manos entrelazadas
adentrándose en el mar, el agua estaba fría, pero no tanto como para molestarme,
sino que en el punto exacto en que el espíritu y el aliento se entremezclan liberándose
del cuerpo por medio de un jadeo.
"¿Demasiado helada?" preguntó enarcando una ceja, su boca esbozaba una sensual
curvatura en los labios. Y yo me encontraba irrefutablemente esclava de esa sonrisa.
Mordí mi labio cuando el agua llegó hasta mis rodillas, el pantaloncillo de mi pijama ya
se encontraba empapado y agradecí que Edward me hubiese sacado descalza de la
cama.
Con delicadeza llevó nuestras manos aún unidas hacia su boca y depositó un cálido
beso sobre estas.
"Tonta Bella" sonrió sin alegría, observándome con la burla bailando en sus hermosos
orbes venturosos.
"No soy yo quien está tibio, sino tú quien está temblando… No tienes porque temer,
estás haciendo lo correcto"
No le temía a él, sino a una vida sin su compañía. ¡Quería ser como él, quería que me
transformase en vampiro para disfrutar de la eternidad a su lado!
"No puedo, no soy capaz de hacerte parte de esto" contestó hosco, soltando mi mano y
alejándose de mí con brusquedad. No tardó en llegar a la orilla, después de todo, era
yo la torpe humana que solía retrasarle.
Diez minutos más tarde me hallaba frente a él, con el cuerpo tembloroso y como
siempre mis ojos delatores se encontraban al borde de exponerme ante su insensible
semblante.
"Pero no me lo estás pidiendo, soy yo quien se ofrece. Quiero hacerlo Edward, quiero
unirme a ti en la eternidad."
"¡Estás loca!" soltó exasperado mientras revolvía con desespero sus finos cabellos.
¡TE AMO!
"No acabaré con tu vida" respondió insensible, haciendo caso omiso a lo que gritaban
mis pensamientos.
"No, por supuesto que no lo harás. Seré yo quien lo haga, tú sólo tienes que traerme de
vuelta" resolví, mientras recordaba lo fácil que era ponerle fin a mi vida ahora carente
de sentido. Edward se vería en la obligación de morderme, él jamás me dejaría morir…
"¿Qué demonios te sucede?, ¿Es que no lo ves?, si yo pudiese morir sin tu ayuda lo
haría, pero te necesito a ti para ello. Lo prefiero mil veces antes que condenarte a lo
que soy. Si terminas con tu vida ahí acabará todo… No te condenaré Bella, no te
convertiré en un monstruo"
"Te amo" mascullé con el aire quemando en mis pulmones, sentía la piel de esa zona
ardiendo en carne viva, no podía hacerme la idea de una vida sin él. No le sobreviviría.
Sus manos acunaron mi rostro y Edward depositó un casto beso en mi nariz, la sentía
húmeda e irritada, de seguro ya estaba roja, respirar comenzó a dolerme como nunca
antes.
Unió nuestras frentes y sus dedos trazaron círculos en mis mejillas. Era tan hermoso
que dolía, me obligué a dejar que mis parpados cubriesen mis dilatadas pupilas, estaba
muriendo, ¡estaba muriendo por él y se negaba a verlo!
Su sola sonrisa me enviaba el cielo para luego traerme devuelta al infierno que
simbolizaba continuar una vida sin él.
"Bella, mi dulce Bella, sólo eres humana… Más temprano que tarde terminarás
olvidándome."
Mis ojos se abrieron en el acto, oí cada palabra con especial interés. Su voz continuaba
siendo el canto más hermoso que había oído jamás. Sensual, dulce y atrayente, pero
esta vez me sentía inmunizada. Aún con sus precios luceros traspasándome con
intensidad, hechizándome a través de las espesas pestañas que enmarcaban sus ojos
colmados de dulzura. Aún así, una ira ciega se apoderó de mí…
¿Olvidar? ¿En verdad me creía capaz de olvidar sus besos, sus palabras, su tierna
mirada viendo a través de mi, calando mi alma, observándome con tal nivel de
devoción que me provocaba deseos de llorar, de verdad pensaba que podría
desligarme tan fácilmente de él?
Alejé mi rostro del suyo como si este me repeliese, sus manos se quedaron inmóviles
en la zona donde apenas escasos segundos atrás se encontraba mi semblante.
"¡No eres nadie para decidir sobre lo que siento!" le enfrenté encolerizada, con una
nueva oleada de dolor arremetiendo contra mi cuerpo, débil, era una maldita enferma,
una adicta.
"¡No te olvidaré!, ¿Es que no lo ves? no podría aunque lo intentase." Mordí mi puño
silenciando los sollozos que brotaban desbordados de mi pecho, pero aún así los
espasmos de dolor eran la cosa más dulce en comparación a su desamor.
Por un ápice de segundo creí haber visto un ápice de emoción en sus ojos, pero al
instante se volvieron fríos, lacerando mi alma con desgarradora indiferencia.
Su mano derecha hizo ademán de posarse sobre mi mejilla, pero se quedó inmóvil.
Podía ver que en su interior se llevaba a cabo una verdadera batalla entre hacer o no lo
que su ser le pedía. Finalmente la dejó caer inmóvil a un costado de su cuerpo.
Conocía a Edward, por mucho que se resistiese, tarde o temprano terminaba cediendo,
para todo menos para mi transformación… y nuestro trato.
Harta de que se negase a dar el primer paso caminé el tramo que me separaba se su
cuerpo y envolví su cintura con mis brazos.
Estaba desesperada por sentirle una vez más, aunque fuese la última, un solo roce
suyo, sólo eso bastaba, yo ya estaba perdida, estaba muerta sin él.
Edward se mantuvo rígido, inmóvil, con ambos puños fruncidos a ambos lados de su
cuerpo. Yo me concentré en hacerle ver lo mucho que le necesitaba, lo importante que
era para mí.
Aumenté la presión en mi agarre, mientras tibios torrentes salinos se escurrían por mis
mejillas, delatando lo débil que era.
Edward Cullen el vampiro que me había enseñado el significado de la palabra amor, sin
siquiera ser conciente de que lo experimentaba a diario… en su compañía, finalmente
se había dado por vencido y comenzaba a corresponder a mi gesto.
Con timidez impropia en su persona rodeó mi cintura y me atrajo más hacia él,
convirtiendo mi abrazo en un acto recíproco.
"Yo sólo poseo el glorioso arte de mancillar almas, tú en cambio tienes el don de
conseguir que el amor y la muerte se unan: por medio de un abrazo, de un beso,
contigo la más simple de las caricias puede derretir al hielo…" musitó contra mis
cabellos, deteniéndose a ratos para inhalar el aroma de estos.
"Pero yo te necesito, quiero estar contigo… para siempre" sollocé contra su pecho,
pero aún cegada por mi propio llanto pude oírle maldecir por lo bajo.
"¿Cómo puedes siquiera pensar que te arriesgaría a ser como yo? Exponerte a la ira de
mi corazón, al deseo irrefrenable que se agolpa en mi cuerpo cada vez que oigo tus
latidos, el demonio en mí añora en demasía la hora de tu funeral Bella. No podría, no
puedo verte morir, y la conversión no es una opción. "
Continué llorando, mientras sus tiernas caricias me reconfortaban, ¿Cómo podía
consolarme para enfrentar su muerte futura? ¡Yo lo amaba! ¡Daría mi vida por él!
"Porque hiciste una promesa, y ahora señorita tienes que cumplirla" responsó risueño,
su voz se mostraba dulce y serena, pero denotaba un nivel de ansiedad impropia en él.
"Esa promesa fue rota desde el primer momento en que se hizo" mascullé agotada
"Me diste tu palabra Bella, lo sellamos con sangre... no puedes defraudarme ahora,
confié en ti.
"Y yo confié en que te haría entrar en razón. No planeaba enamorarme de ti, ¡está bien
lo admito! Contaba con que podría ocurrir, demonios era más que evidente que podría
suceder, pero mantenía la vaga esperanza de que me correspondieses.
"Promesas son promesas, yo te di el año que me pediste, fui paciente y cedí a cada uno
de tus caprichos… Ahora es tu turno de cumplir con tu parte del plan."
Sus palabras fueron letales, crueles y carentes por completo de emoción, intenté
deshacer nuestro abrazo, necesitaba alejarme de su cuerpo, pero el mantuvo sus
manos en torno a mi cintura. Alcé el rostro y lo que vi me quitó toda fuerza, inclusive
de llorar.
"Mátame" gimió con sus afiladas facciones ahora estiradas en una desgarradora
mueca de dolor. El aire abandonó por completo mis pulmones, mi cerebro colapsó y
mis labios despertaron autómatas.
Preferiría mil veces perder la vida entre sus brazos, antes que arrebatar la suya.
"No" respondí tajante, con voz más dura de la que hubiese deseado, pero simulando a
la perfección el terror por el que me veía sobrepasada.
No podía perderle, ya no. Sobre todo porque toda mi vida ahora carecía por completo
de sentido.
La sola idea saberlo lejos laceraba mi interior a un nivel tan intenso que por un
instante me pregunté si en verdad un drogadicto podría conseguir la rehabilitación en
su totalidad, porque irrebatiblemente yo jamás conseguiría resistirme a mi dosis.
Posé mi mirada sobre su semblante, aún con la petulancia forjada en sus facciones él
era divino, tan hermoso que me parecía la encarnación perfecta del ángel de la
muerte. Un pobre ser al que le habían arrancado sus alas siendo un apenas un
adolescente. Vislumbré el pequeño hilillo de elixir borgoña que surcaba el borde
izquierdo de sus labios; y el simple hecho de que su exquisita boca aún contuviese
vestigios de sangre mantenía mi piel erizada.
Un súbito rubor bañó mis mejillas al recordar la forma en que sus colmillos habían
conseguido adentrarse en mi carne mientras me besaba horas atrás, cuando irrumpió
en mi habitación a medianoche para traerme al sitio en donde todo había
comenzado… el mismo donde se suponía debíamos darle término.
Incapaz de tener suficiente de él, observé su rostro una última vez, a sabiendas de que
no se daría por vencido tan fácilmente con mi respuesta, continué con mi revisión:
ojeroso y pálido; hermoso. Sus ojos ahora negros se mostraban como profundas fosas
sin fondo, abismos de muerte.
Humillada fijé mi atención en el suelo, suave y tibio, sintiendo como pequeños granos
de arena iban impregnándose entre los dedos de mis pies. Su gélido toque me trajo a
la vida en sólo segundos, era tan injusto, con un solo roce me tenía en sus manos, mi
vida; mi ser completo se encontraba a su servicio, a su disposición. No había derecho.
Jadeé cuando los tersos labios del vampiro se acercaron con descaro hasta mi oído,
tentándome, aturdiéndome…Torturándome.
"Por favor ángel, sólo tu puedes salvarme" Sus voz impactó de llenó contra mi piel,
acariciándome con la gélida brisa de un susurro, mientras sus largos y delgados dedos
de pianista se entretenían con los rizos marrones que habitaban en los confines de mis
cabellos, justo donde acababa mi cintura y comenzaba mi cadera. Edward adoraba esa
zona.
Continuó con su otra mano ceñida a mi baja espalda como un tierno soporte. Yo lo
sabía, en cuanto Edward liberase su agarre caería desfallecida sobre el piso. Ningún ser
humano podría soportar tal intensidad de placer, no estaba permitido.
"Permíteme despertar, no soporto más esta prisión. Esto es un maldito túnel infernal sé
que pertenezco a su encierro, al menos hasta que llegas tú… con tu calor, con tu luz"
Los tersos labios continuaron musitando contra mi piel, sensuales, fríos y certeros.
Expertos en el arte de amar, poseedores de una experiencia que sólo te otorgarían los
siglos.
"Mátame" su lengua acarició mi cuello, tan fría y exquisita que mi boca despertó
emitiendo un jadeo.
Aun narcotizada bajo el embrujo de sus besos fui capaz de negar, en parte consciente
en parte no. Sólo había un pensamiento en mi interior… Le necesitaba.
"Entonces déjame ir" susurró esa voz: dulce y angelical, su trino sabía a miel y no pude
más que asentir embobada ante la ternura y devoción que destilaba esa suplica, mas
sin siquiera saberlo yo había renunciado a él.