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| Un fibro de trascendencia histérica, conmovedoramente honrado, admirablemente escrito, ERNESTO SABATO EI libro de Giussani seré el detonante del mas importante debate politico que habra en Argentina en los iiltimos veinte anos. JACOBO TIMERMAN larga trayecoraperidistica dentro y fuera dela Argen tina. Eire sus actividades de: mayor signiicacion en babe | este camino, fue fundadory director dela revista Che a PR Pcs elas aos 60, se desempetd como red Pa de la ageria notciosa The Associated Press en Buenos Aires y Nueva York, desarrolis areas de secreta EI rio de redaccién del diario Noticias y fue columnista poltico del manutino La Opinién, Dej el pais como exilado en octubre de 1976 y actualmenteresice en Roma donde cumple funciones de editor dela agenciainformatva Inter Press Serie (IPS). } me Pablo Glussani de 56 aos, tiene a sus espaldas una {Esta obra, que constituye un sufido vale exploratorio através de la cultura politica montonera va descubriendo por el camino matrices y componente ‘muy distintos de aversion que sollan ofrecer de simisino Mario Firmenich y sus seguidores. ‘Enna cuidadosa viiseccén de grupo, salera relucir~més ald un deario declarativamente /zquierdist inclinaciones, esilos, creenciasy sobreenen: aides ideok6gicos que pertenecen inconfundiblementealaceno cultural dela dereca, En estas propensionesinconfesas pero decisvas. por titimo, aparecen aso- cladas en sorprendente congruencia la mitologé de fa violencia revoluciona: tia sacralizada que recor Latinoamérica en el timo cuarto de siglo y a flosofa peronista de la conduccin politica Sudamericana-Planeta _ PABLO GIUSSANI MONTONEROS La Soberbia Armada SUDAMERICANA/PLANETA Disefio de tapa: SERGIO PEREZ FERNANDEZ Primera edicisn: maran de 1984 Segunda edicién: abil de 1084, “Tercera edicin: mayo de 1084 Cuarta edicion: julio de 1984 ‘Quinta edicicns agosto de 1984 © 1064, Eelitorial Sudamericana/Planeta S.A. Humberto 1° 545 - Buenos Aires, Argentina ISBN 950.37-0018-3 ‘Hecho el depésto que previene la ley 11,725, Impreso en Argentina f Durante un perfodo de mi infancia vivi conviccién de que todas las cosas tenjan una doble naturaleza, un doble ser: un ser para cuando se las miraba, otro para cuando no se las miraba. ‘No sé en qué momento llegué a esta extrafia con- lusi6n —quizés a los cuatro 0 cinco afios de edad—, pero recuerdo que solfa almorzar con la vista fija en tuna botella de vino, tratando de imaginar la transfi- guracion que se produciria en ella si yo, de pronto, cerraba los ojos. Con los ojos abiertos, tenia delante una botella, Si los cerraba, la botella se convertia instanténeamen- te en un duende, lanzado a corretear traviesamente sobre el mantel, 0 sobre lo que terminaba por ser el mantel al librarse, también él, de mi mirada. Si luego abria los ojos, toda la escena volvia a inmovilizarse, recobrando la cotidiana naturaleza de las cosas visibles: la botella volvia a ser botella y el mantel, mantel. Me resultarfa dificil precisar ahora, con medio si- glo de experiencias acumuladas sobre aquellas prime- ras fantasias de mi nifiez, hasta qué punto crefa yo en ‘esa sorprendente Weltanschauung infantil. Pero quizé sivan para medir el grado de realidad que yo asig- naba a ese mundo escondido y misterioso las estra- tagemas que solfa dedicar al desesperado intento de penetrarlo, de ‘‘verlo”. Recuerdo que mi celada favorita en esta diaria ; esperanza de pesearla despreve. nida y de poder percibir, siquiera durante une fine. cion de segundo, la silueta evanescente del duende en Recuerdo también el amargo desconsuelo con que volvia a encontrarme, desde el primer i con la mera botella. = a AAfios més tarde, leyendo los hermosos estudios de Levi Brithl y las fascinantes observaciones de Frobe- ius sobre la mentalidad primitiva, vine a enterar- me de que pueblos enteros habian vivido durante generaciones y generaciones con esta misma concep- cién del mundo. Resultaba que nuestra civilizacion occidental, con su habito de atenerse objetivamente a lo que se experimenta de las cosas y a cifrar en relaciones de causalidad fisica los cambios del mundo exterior, era en el largo tiempo histérico un pequefio islote de ra- cionalidad que sobrenadaba milenios de culturas m icas en las cuales el mundo —el mundo en que se ereia—~ nada tenia que ver con el testimonio que nos daba de él nuestra experiencia. Culturas en las que el trato del hombre con el Universo se fundaba en una suerte de “retrologia” hechicera, que encaraba los signos exteriores y per- ceptibles ‘de las cosas como embozos de una reali- dad distinta, enigmética y normelmente inaccesi- ble, escondida detris de ellas, Hoy, millares de observaciones, de percepcio- nes, de datos recogidos y crefdos en nuestra expe- iencia sensorial de las cosas nos han Ievado por in- duccién a explicar la luvia como el producto de bol- sones de baja presion atmosférica que atraen y con- centran, en una relacion de causa y efecto, las nubes dispersas en las areas de alta presion, La mentalidad i primitiva la explicaba como el llanto de di i fecidos en sus lejanae e invisiblos moradas sete __ Nosotros nos esforzamos por controlar las Tu. vias operando con procedimientos cientifico-tée. nicos sobre el mecanismo causal que las produce, Bl hombre primitivo trataba de legar al mismo resultado Aagande a too dices, levantdndoles altares y saere Nosotros, en suma, ajustamos nuestro las cosas a lo que sensorialmente pereibimos de else 4 lo que hay en ellas de visible, palpable, audible, ex. Perimentable, El hombre primitivo, ese “retrologo”, Jo ajustaba a la naturaleza oculta de las cosas, a 10 que habia en ellas de invisible, inaudible, impal Ble, nexperimentable ; ee loy, a la luz de la racionalidad que existe Dre entre los estimulos que recibimos del mundo ex. terior y nuestras respuestas a ellos, Ia secuencia os. fmulo-respuesta en el hombre primitivo nos resulta absurda, il6gica y cémica por su ilogicidad, 3 Otro recuerdo de infancia que aqui viene al caso es el de los relatos de mi tio Virgilio, un emprendedor in- dustrial italiano con ocasionales inclinaciones aventu- reras, que dedicé un afio de su vida a explorar en las nacientes del Amazonas tierras que él describia, qui- za con raz6n, como jamais alcanzadas hasta entonces por el hombre blanco. Y en estas correrfas, dijo ha- ber estado en una aldea ind{gena cuyos pobladores tenian un modo muy peculiar de hacer frente a las erecidas de un rio. ‘Cuando el rio crecia y amenazaba desbordar su cauce, los indios de la aldea no hacfan lo que racio- nalmente haria cualquiera de nosotros —huir, tre- parse a los techos 0 construir defensas fisicas contra al desborde. Lo que hacfan era correr con grandes palos a los establos y apalear ferozmente a sus anima- les, con preferencia los cerdos, que reaccionaban al castigo con estremecedores chillidos. Era ésta una suerte de tecnologia magica que apuntaba a espantar con el estruendoso lamento de las bestias el espiritu maligno que se habja apoderado del rio. Este modo de entrar en tratos con las cosas tiene dos implicaciones importantes. La primera, senalada por Levi Briihl, es la imposibilidad de aprender con la experiencia, No es posible, en efecto, que la experien- cia cuestione, desmienta 6 corrija los contenidos de tuna concepeién que empieza por negarle validez. La segunda es la necesidad de delegar en otros 13 luna facultad cognoscitiva que el homby a : bes és neces ‘std en condiciones de ejercitar por su propia cuente El conocimiento de Ia realidad, no pudiendo origi, harse en ese modo universal y ramplon de tomar contacto con las cosas que es la experiencia, tiene que fmanar de la autoridad que se les reconoce a deter. minados individuos considerados exeepeionales y a El saber, en esta concepeion magi i pein magica del univer- 50, no es algo que el hombre comiin ejereita, sino algo que recibe, una revelacién difundida por hechicerse Provistos de poderes extraordinarios que les perm? (ani mazar, en raros y sublimes momentos de. éx. lass, atisbos visuales de ese mundo normalmente in. El santén puede ser un individuo ais: i . lado y soli- sen nah nl tt pie Por la comunidad. O puede ser el guta de un largo ZCmplelo proceso iniciético recorrido por otros 4 Yo habfa olvidado aquella historia de los cerdos apa- Jeados para calmar al rio, hasta que la revivi de pron- to, a principios de la década de 1970, en una suges- tiva asociacién de ideas, al observar las tortuosas re- laciones que se desarrollaban en esos afios entre los montoneros y el general Peron. Eran relaciones plagadas, también ellas, de se- cuencias absurdas entre estimulos y respuestas, en- tre pasos a la derecha por parte de Peron y reaccio- nes aprobatorias desde la izquierda, acompafiadas de bizantinas explicaciones, por parte de los mon- toneros. Las explicaciones respondian siempre, en lo esencial, a un mismo esquema bésico, consistente en degradar cada paso estratégico de Peron al ran- go de un paso tictico, como un modo de preservar en la trabajosa visualizacion montonera del viejo lider el mito de una estrategia exquisita y secreta, encamina- da por sabios meandros y habiles rodeos'a la libera- cin nacional. Una cosa que me intrigaba era precisamente la insOlita y casi maniatica insistencia con que los tér- minos “tactica” y “estrategia”” aparecian reiterados en el lenguaje montonero. Y finalmente llegué a la conchisién de que ambas expresiones estaban siendo disociadas de su acepcién eldsica en el vocabulario po- Iitico convencional, y convertidas en formulas rituales de alusién a esa dicotomfa magica entre un mundo de 15 [ealidades invisibles y un mundo de visibilidades irrea. Tes, Habja, asi, un Perén “téctico”, inmerso en la itrealidad de lo visible,’ audible, palpable y verifien pie. {lue tenia de confidente y delfin a Lopez Rega’, bendec: X Getrés de él estaba el Peron “estratégico” y Yerdadero, provisto de una realidad secreta a la que blo teni 8, un formidable ible, inau- dible, impalpable e inverificablemente revolucionavin En sos afios circulaba un chiste en el que Mario Gimmenich?, instantes antes de morir fusilado por on, den de Perén junto con los demas integrantes de ln conduccién montonera, decia con entusiasmo a sie Compatieros de infortunio: “;Qué me dicen de este tHetica genial que se le ocurrié al Viejo’ 1 José Loner Rega, un ex policia aficionado a las ciencias Ceultas, se convierte a mediados de los aos "60 en comers Privado del general Peron y desde ese cargo acaba Dor oni Uns enorme influencia sobre el viejo Iider politico solae rns WGipera osposs, Marfa Bstela Martinez de Peron, Desigaae nit Bisons Cletestar Social en el gobiemo surgido del eas) ples Gbcitatio triunfo electoral que obtuvo al peroniama extn £E,1975, legs a ser el virtual “hombre fuerte” de la Argetng bajo la gestion de ia senora de Peron, quien sueedio erties : muerte de éste en julio de 1971. 1onio Perén fueron com jsifario Eduardo Firmenich, nacido en 1949, se convirtié e0 miximo lider dela organizacion’ Montonere aertis 16 A esta altura, han muerto o a ee Re samc tp meme cs Stes Se pie ce omnigs te Sree sods neada por el propio Peron, cuando oe pele 1973 la utilizacién de ‘cualquier mec nee ines hie bias i erat ws ane See ape ee de aquel chiste en el terreno de los hechos, (Obl fraps, proviens del teen caldiza de extreme dere Am ach Paar aaa al testes ol ssenose fl x pra en es rere sia con sectores internos Bente fueron cometidos en connivenc yon 7 5 Si la conciencia hechicera descrita aqui como conte- nido de un particular tipo de relacion con Per6n fuera solo una peculiaridad de los montoneros, seria de un valor teérico bastante relativo y de muy escasa utili dad para la comprensidn de esa franja mas amplia de fenomenos politicos que incluye al terrorismo en ge- neral o a la ultraizquierda genéricamente considerada, Pero la verdad es que el anélisis de cualquiera de estas manifestaciones acaba por descubrir en ellas un comiin trasfondo de magia que leva a considerarlas como residuos de una mentalidad historicamente remo- ta o limitada hoy como fenémeno normal a ciertas etapas de la niiez, En 1963, el Uruguay todavia era “la Suiza de Sudamérica”. Bajo un inocuo gobierno colegiado, cu- yos innumerables defectos no incluian, por cierto, el de ser opresivo, preservaba su orgullosa democracia en medio de las rutinarias dictaduras que se sucedian en el resto del subcontinente. Las libertades de expresion y de asociacién gozaban de plena vigencia, los estados de sitio y las campahas por la excarcelacién de los, presos politicos eran exotismos que la prensa solo mencionaba en sus paginas de informacion interna- cional, y la escasa policia local observaba con escru- pulosidad la prohibicién de practicar allanamientos después de la caida del sol. 19 En ese Uruguay y en ese aiio, Rat : y , Rail Sendie? dir. Sia 22,8 sus compatriotas llamados a la mentee ‘contra lo que describia como un régimen “farentone? te Segundo” liberacion”. En 1977, las calles de Itali fons por onan late pina e! entonces primer ministro Giulic interpuesto entre ambos, . a "80 so aparta de la fanizacién guerillera, @ Cuba que resulta deci! Capturado en 1972 cde destruir al m un largo perfodo de prision, larante el cual fie sometide, rribles torturas, ‘ ‘Autonomia operaia (autonomia obrera), grupo de ex- 20 Podriamos haber recorrido de cabo a rabo el Uruguay del gobiemo colegiado, la Venezuela de Be- tancourt, la Argentina de Illia y Ia Italia de Andreo- tti sin que nuestra experiencia sensorial de las cosas descubriera el menor indicio de un Estado fascista. Y,sin embargo, habia en todos esos paises centena- res o millares de jvenes consagrados, sacrificada y ab- negadamente, a formas de lucha armada contra el fascismo. En todos ellos estaba funcionando a tambor ba- tiente el mecanismo de las secuencias locas entre es- timulo y respuesta. ,Qué diferencia hay entre res- ponder al inofensivo colegiado uruguayo con una “guerra popular antifascista”” y responder a la creci- da del rio con bastonazos a los cerdos? trema izquierda que crecié durante los dltimos afios "70 bajo la gufa doctrinaria de Toni Negri, Franco Piperno y otros If eres menores, que actuaban prineipalmente en el campo uni- versitario. Predicadora y practicante de la violencia revolucio- ‘aria, critica a menudo el “militarismo” de ciertos grupos a mados clandestinos, como las Brigadas Rojas, y auspicia como alternativa la “violencia de masa 6 El extremismo revolucionario no ignoraba en 1963 que el Uniguay visible y verificable rebozaba de li- bertades y garantfas constitucionales. Pero explica- ba: el detalle de que el fascismo no se vea no significa que no exista, Lo que ocurre es que esta enmascara- do. Es una de sus malditas astucias, Estas institucio- nes democraticas no son sino apariencias, un disfraz del que se sirve para confundir a la gente. El razonamiento, mil veces repetido y mil veces escuchado a lo largo de las diltimias dos décadas en to- dos los émbitos de la extrema izquierda latinoamerica- na, continuaba con la presuncion de que, si todo el pueblo tomara conciencia del fascismo escondido tras las apariencias democraticas, responderfa en masa al amado a la resistencia. {Qué hacer, pues? El extremismo revoluciona- rio sentenciaba: “Hay que desenmascar al fascismo” Y el primer paso de este desesmascaramiento era la denuncia, el intento de “concientizar” a la gente y de abrirle 10s ojos sobre la verdad del enemigo embos- cado. Pero como ocurte que el pueblo uruguayo —co- mo el argentino, el venezolano 0 el italiano~ es, des- pués de todo, una parcela de nuestra evolucionada civilizacién racionalista y atenida a los hechos visibles, resulta dificil convencerlo de que un fascismo invisi- ble, no registrable entre tales hechos, existe. Y, entonces, ;qué debe hacerse? La formula del 23 extremismo revolucionario: Prenderse de su méscara, obligar al régimen a des- levarlo a una situacién en la 12 mayor parte de la violencia guerrillera que se extendié por Latinoamérica en los tiltimos 20 anes @ consigna. La violencia encarada como esti mulo de una contraviolencia concientizante, cons modo de llevar al plano de la objetividad visible un jones més caracterfsticas de esta fi racion de Potere Operaio (poder obre. trema izquierda emanada de las turbulencias de 1968 y cor mnsiderada la matriz historiea de Wenbsedss Roias y otros grupos terrorstas que Gomori of dae Cig Séoada de 1970: “Cuando al Batado ve ven renin Se,8 erigise en pura forma de dominio y de destenae sica, cuando el Estado se vea reducide « saionees las condiciones de la victoria de la revoluclen nar Te gtefuradas”. (Potere Operaio del lunedi 3 te tata, erozocitado por Giampaolo Pansa, Storie italiane de ounce € terrorismo, Laterza, Bari, 1980, p: 33), 24 fascism iodo no aleanzaba a ser mate- Bede peniigide er un nien miexcmnbio dlacinirs ‘idades®, entre subjetividades®. hee eee nnn enue Sua deme en el Uruguay, Raa! Sendi So neo Bsc srgano del Partido Socialista se at aoe eee eee Slscara os tn ad_y de demoeracia expe sind slo poe ingen cay que slo eve parser mae Get eter, Pro i democrai yirguen en nize pa co pd erar npn ye vencaretatg scree arenncts Sse ee ie spares de sus dltimas apelaciones etree sagas face eae 3 esse ‘masas, El eseaso rendimiento de este es! noe bie fo el colegiado urnguayo hn de levarlo deoputs ale imp Imetodologia de las ametralladorss, 25 7 Cuando la espiral de la violencia y la contraviolencia logra efectivamente cubrir el trénsito entre el apacible colegiado uruguayo de 1968 y la feroz dictadura de Aparicio Méndez, una mentalidad evolucionada de nuestra civilizacin racional y atenida a los hechos vi- sibles percibe que ha surgido, en la realidad, una situa- cion nueva, distinta de la anterior. Que ha habido, en suma, un cambio. Ubica ademés este cambio en el contexto de las relaciones causales que gobiernan los hechos visibles, y advierte que ha sido promovido, condicionado, motivado. Los acontecimientos toman entonces un giro inesperado para las expectativas del extremismo re- volucionario: la promocién del fascismo al mundo objetivo no genera adhesion a la guerrilla urbana, sino todo lo contrario, Su efecto sobre las masas no es movilizador, sino inhibitorio. El hombre de la calle percibe en el extremismo revolucionario no al ene- migo de la dictadura, sino al progenitor de la dictadu- ra, el causante del cambio, El extremismo revolucionario se defiende y ar- gumenta: aqui no ha habido cambio alguno, Noso- tros no hemos cambiado nada. El fascismo de hoy es el mismo que habja antes, s6lo que ahora esta claro, alavista. La violencia guertllera, de esta manera, no se asume a sf misma, en rigor, como una politica, como 27 una praxis, como un modo de operar sobre la rea para producir en ella determinados cambios eee {ia Por supuesto que la realidad permanece inmate suian patemalmente a Ia comunidad hacia ele? tlento de realidades proeistents, oa i bien se mira, en la logica de esta violenci ; cia concientizante, el momento de la efectiva terete . , 108 progresistas, ompalar y restar visibiidad al “sistema ele? & Silverio Corvisierirelata una iustrativa conver- sacion que tuvo oportunidad de unio de 1979, visite como diputado italiane wpe sion de Spoleto para veri resos. Alli se encontr6 dirigente de las Brigadas Rojes, 28 traste entre el duro guardiacércel responsable de su secci6n, a quien los presos llamaban el “‘mariscal Pino- chet”, y el director del penal, un hombre de inclina- ciones moderadas que concedia liberales facilidades a los reclusos para visitar a sus familias, El enemigo, para Guagliardo, era naturalmente ol director del penal, ‘Nos divide el frente”, explicaba?. En 1979, la organizacién terrorista Prima Linea reivindicd en Italia el asesinato del juez Emilio Ales- sandrini con un documento en el que sefialaba como justificacion del crimen la eficacia del magistrado. Alessandrini, un progresista, debfa ser eliminado por- que, siendo un buen juez, fortalecia la credibilidad del Estado. El golpe militar que derrocé en Chile al gobierno de Unidad Popular fue saludado como un aconteci- miento positivo por algunos ambientes de la extrema izquierda europea. Tal fue en Italia la reaccion de Lotta Continua, que habia aportado su grano de are- na a las motivaciones del golpe con una colecta reali- zada bajo la consigna de “armas para el MIR”. 7 Silverio Corvisieri, 11 mio viaggio nella sinistra, Ea, L'Espresso, 1979, p. 173, 29 Lotta Continua recibié con preocupaci6n, di después del golpe, la version de que un sentence ae {ito chileno marchaba sobre Santiago bajo el manda del general Prats en defensa del derrocado régimen constitucional. A juicio de este grupo, se tratake de Rilitares burgueses que intentaban arrebatar al prole, titlado chileno una revolucién que ahora tenfat erto el camino tras la ‘caida del “gobi freno” de Salvador allendes, "9" “! “tobierno. * Silverio Corvisiori ibid. p. 125, 30 8 En julio de 1966, dias después del golpe militar que derribé al gobierno de Illia en la Argentina, un acti- vista estudiantil con el que yo habia tenido algunos tratos durante mi pasada militancia politica se me acercé en un café de la calle Corrientes, donde sola reunirme al caer la noche con otros periodistas, “Un viejo amigo te quiere ver”, me dijo, hablin- dome conspirativamente al ofdo. “Si me acompaias, podemos encontrarnos con él ahora”. Salimos juntos del café y recorrimos cuatro cua- dras en silencio hasta llegar al centro de la plaza Tal- cahuano. Alli, parado junto a un ombii cuyo bajo fo- llaje lo protegia de la escasa iluminacién circundante, estaba Joe Baxter. Lider de una pasada escision de izquierda en la onganizacion ultraderechista “Tacuara” y futuro lider de una escision populista en el Ejército Revoluciona- rio del Pueblo (ERP)®, Baxter acababa de llegar clan- destinamente a la Argentina luego de hacer su expe- riencia de combatiente revolucionario en Vietman y de pasar un tiempo complotando en Montevideo. * El Bjército Revolucionario del Pueblo (ERP) era una for- maci6n guerrillera constituida en 1970 como brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadoree (PRT), de orienta- cién trotskista, 31 Dias antes, el flamante régimen militar del gene- ral Juan Carlos Ongania habja producido su primera muestra de brutalidad, interviniendo violentamente la Universidad Nacional de Buenos Aires en lo que ha- bria de ser recordado como “la noche de los bastones largos”. “jo que esté ocurriendy en la Argentina es es tupendo!”, me dijo Baxter. ‘Finalmente empiezan a darse las condiciones para la revolucion!” Esta conciencia jubilosa del fascismo en eclo- sién, comin a las reacciones de Baxter ante la caida de Tilia, de Lotta Continua ante el derrocamiento de Allende y de Guagliardo ante la providencial presen- cia de un Pinochet penitenciario que “unificaba el frente”, fue también el excitante que en 1970 lev a los montoneros a irrumpir en el escenario argentino asesinando al general Pedro Eugenio Aramburu'®, © El teniente general Pedro Eugenio Aramburu fue uno de los principales lideres del alzamiento militar que en setiem. bbre de 1956 puso fin a casi una década de régimen peronista, En noviembre de ese ano ascendis a Ia presidencia huego de en: cabezar con éxito una conspiracién contra el general Eduardo Lonardi, titular del primer gobierno surgido del golpe castrense contra Feron. En constraste con la aetitud coneiliadora demos- trada por Lonardi frente a clertas franjas del peronismo, sobre todo en el campe sindieal, Aramburu asimié la representacion de los sectores militares y’ eiviles més antiperonistas, Su actua: cién al frente del gobiemo militar, en consecuencia, tuvo tn fuerte carscter represivo. La maxima expresion de esta polit fue el fusilamiento de més de treinta militares y civiles en junio de 1956, luego de un fracasado intento insurreecional peronis. ta. Durante In década que siguié a su paso por el poder (1955. 1958), Aramburs fue evolucionando hacia posiciones mas fle xibles hasta convertirse hacia fines de Ia década de 1960 en Promotor de un acuerdo con el peronismo que permitiers dar una salida institucional al régimen militar instalado en 1966, El ‘wesinaio de Arumburu por los montoneros dejo trunco este Proyecto. 32 He escuchado decenas de explicaciones monto- neras de las motivaciones que precipitaron este cri- men, y todas ellas coincidian en aquella invariable exaltacién de la “‘claridad” que aportan los halcones cuando se devoran a las palomas. El fascismo, por fin, estaba alli, presente y ala vista en el uniforme del general Ongania, despertando conciencias que habjan quedado dormidas bajo el blando gobierno de Illia, Después del “Cordobazo”"’, sin embargo, co- menzé a cobrar consistencia en el Seno del ejército ar- gentino una corriente militar liberal que, con Aram- bura como figura alternativa, se fue distanciando de Ongania en busea de una apertura politica. En los pri- mero meses de 1970, ya habia inorgénicas delibera- ciones castrenses, contactos tomados con las proscrip- tas fuerzas politicas y viajes de discretos emisarios a Madrid, signos todos de que el rumbo de la “Revolu- cion Argentina"? estaba por ser torcido hacia un proceso de democratizacion que contemplaba inclu- sive, por primera vez en quince afios, el reconocimiento legal del peronismo. 4 Con el nombre de “Cordchazo” se conoce en Ia Ar- gentina el alzamiento popular que en mayo de 1969 sacudio [a ciudad de Cérdoba, principal centro de la industria automo- en la Argentina, Aunque sofocado finalmente por las Fuerzas Armadas, el "Cordobazo” mare6 para el régimen mili tar del general Ongania el comienzo de un proceso de deterio- +0 que culminaria con su caida un aho después. 12 Los Iideres del alzamiento militar que derrocé en 1966 al presidente constitucional Arturo Illia elegieron la deno- minaei6n de “Revolucién Argentina” para el proceso de refor- ‘ma institucional que consideraban puesto en marcha con esa 33 El extremismo revolucionario argentino observ este curso de los acontecimientos con la misma preo- cupacion que asaltarfa aiios después a Lotta Continua ante la supuesta marcha de Prats sobre Santiago. Lo que se estaba viendo desde los santuarios del extremismo revolucionario argentino no era, desde Juego, una situacién en proceso de cambio. La reali- dad no cambiaba —sino que se manifestaba— al pasar de la democracia a la dictadura y tampoco cambiaba al sufrir el proceso inverso. En la 6ptica de la extrema izquierda, las cosas se cefiian una vez més a la magia de las realidades inmutables en las que todo cambio se disuelve en un ectoplasma de irrealidades distractivas, E] fascismo se aprestaba no a morir, sino a enmasca- arse de nuevo. Habja que detener este proceso, descabezarlo en una cruzada por defender la claridad en peligro. El enemigo: Aramburu. Agente del ilusionismo demoliberal, como Illia y el general Prats, Aramburu fue secuestrado por los montoneros el 29 de mayo de 1970 y ritualmente sa- crificado dos dias después en un acto de exorcismo dirigido a expurgar de la luz el espiritu de las tinie- blas. Es curioso el destino de los demoliberales, do- blemente execrados como mascaras del fascismo por Ja ultraizquierda y como personeros disfrazados de la subversion, por un simétrico magismo de extrema de- recha. Esa fue la suerte de Aramburu, reaseguro de la derecha para el extremismo revolucionario y émulo de Kerensky para los idedlogos de la “Revolucion Ar- gentina”, Exponente, en suma, de un ilusionismo a dos puntas que habria de convertirlo en blanco de una alianza, por lo menos objetiva, entre Ongania y Jos montoneros, entre la claridad y sus sacerdotes. 34 Ha ocurrido siempre y en todas partes: jovenes na- cidos en familias de clase media mas o menos acomo- dada, que por su origen social tienen acceso a estudios superiores, librerias de moda, bibliotecas, convers ciones sofisticadas en las que se habla de alienaci6n, ‘de Marx, de Marcuse o de la lucha de clases, y que un buen dia, a la luz de las nociones bien o mal absorbi- das de este contorno, tienen una siibita percepcién de la falsedad, la hipocresia, la inmoralidad funda- mental en que descansa la vida de sus padres. Esta percepcién lleva a una primera sensacién de repugnaneia, de rechazo por ese mundo cuyo simbolo inmediato y cotidiano es papa. “Caro papa”, la peli- cula de Dino Risi, describe con gran acierto este pe- quefio y emblematico drama familiar de un adolescen- te que, de pronto, se ve repelido hacia el submundo de la marginacion seudorrevolucionaria por un padre que acumula millones de délares en oscuros tratos con las transnacionales invocando a cada paso su pa sado de partigiano. F ; Este rechazo, en s{ mismo, no es negativo. Esté bien que una fortuna construida sobre el hambre de braceros sicilianos, mineros chilenos o indocumenta dos mexicanas repugne a un adolescente de este es- trato social, aun cuando sea su familia el mareo en el que esta realidad se le manifiesta, i Pero en siete casos de cada diez, esta naciente conciencia de rechazo surge con adherencias del me- 35 dio social que le sirve de marco. Es un rechazo que retiene porciones del mundo que rechaza, habitos, gustos, inclinaciones y prerrogativas de clase que im: piden dar a ese primer momento de repulsion pro- yecciones revolucionarias. Y el rechazo, a la postre, se queda en mera rebeldia. Cual es 1a diferencia entre un revolucionario y un rebelde? Un revolucionario es, por lo pronto, un indivi- duo politica, ideoldgica y culturalmente indepen- diente, Tiene sus propios fines, su propia tabla de valores, su propio camino. Y cuando da un paso, Jo da arrastrado teleolégicamente hacia adelante por aquella objetiva constelacién de fines y valores que lo trascienden, Un rebelde, en cambio, vive de rebote. La direc- cién de sus movimientos no esté marcada por metas que lo atraen sino por realidades dadas que lo repelen, Y Ia repulsion desnuda, la repulsion vivida como un absoluto y no como momento derivado de una previa percepcién de valores y objetivos que califican de re- chazable lo rechazado, se resuelve en un puro negati- vismo. La negacion, en su variante absoluta, es un modo de depender de fo negado. El joven rebelde, carente de una tabla de valores propia, necesita conocer la ta- bla de valores de sus padres para construir por inver- sion la suya. Si su rebeldia se expresa en la indumentaria, mu- borizara a su padre presentindose desgrefiado, gra- siento y con deshilachados jeans en las recepciones que offece su familia, Si se expresa a través de la lite- ratura, escribird versos obcenos que escandalicen a la tia Eduviges. Y si se expresa en términos politicos, las opcio- nes del joven rebelde no serdn otras que las del con- toro familiar asumidas con signo invertido. En mis tiempos, por lo menos, este rechazo negativista con- sistente en poner cabeza abajo la escala de valores de papa se cumplia en el terreno politico a través de la siguiente operacion: el adolescente se preguntaba qué ea lu que papa més temia y detestaba en el campo politico. La respuesta era, generalmente: “el comu- nismo internacional”. Y el joven rebelde, en conse- cuencia, corria a inscribirse en el Partido Comunista. Pero esta afiliacion fundada en la mera inversion mecénica del anticomunismo paterno reviste pecu- liares modalidades. Bajo el rotulo de “comunismo”, nuestro joven rebelde asumia como su propio desti- no politico no lo que el comunismo era, sino la ima- gen negativa que tenia del comunismo su padre. Papa creia que los comunistas eran inescrupulo- 308, ¥ nuestro joven rebelde posaba de inescrupuloso. Papa crefa que los comunistas eran sanguinarios y violentos, y nuestro joven rebelde posaba de sangul- nario y violento. Papa crefa que los comunistas ne- gaban los valores fundamentales de la familia, y nues- tro joven rebelde abogaba por el amor libre y Ta lucha contra el autoritarismo paterno. El comunismo que nuestro joven rebelde abrazaba no era sino una anto- logia en negativo de los juicios o prejuicios anticomu- nistas de su familia, Pero, una vez ingresado en el PC, el joven rebelde se encontraba con la sorpresa de que los comunistas no eran as{, Los descubria pacificos y rutinarios, cumplidores de horarios y amantes de la vida fami- liar, Por momentos, hasta se parecfan a papa. Sobrevenia entonces el desencanto, y el joven rebelde traducia su frustracion en dos actitudes po- sibles: 0 abandonaba el partido para canalizar su re- beldia por otros conductos, eventualmente la droga 0 37 la cultura beat, o permanecia un tier . ; mpo més en el ee ar escision colectiva deextrema ‘erda, Gran parte del extremi i iauierda. Gran part smo revolucionario 10 En un grupo originado de esta manera, el rechazo ne- gativo de lo dado confluye con la renuencia magica ‘a desarrollar conductas acordes con los contenidos objetivos de la propia experiencia. Magia y negacion son variantes complementarias de esa nifiez estanca- da y resistente a la maduracion que es elextremismo revolucionario. Y al igual que la concepeién magica de las cosas, ‘© més bien como parte inseparable de ella, también este componente negativista del extremismo revolu- cionario impide a la larga que la accion originada en ella sea realmente una politica. Una politica, cualquier politica, implica una ne- cesidad de crecer, de sumar, de asumir real o siquie- ra demag6gicamente la representacion de anhelos co- lectivos, de escalonar los propios fines en programas méaximos y programas minimos que permitan cons- truir la mayor red de alianzas posible. Pero el extre- mismo revolucionario sacrifica siempre e invariable- mente estas inherencias de la politica como tal a la necesidad de ser y, sobre todo, de parecer terrible. Montoneros fue, en buena medida, un producto, y a la vez un canalizador, de ambos componentes. Un politico revolucionario —que lo es fundamental- mente por su aptitud para atender a la experiencia acumulada en la historia— sabe que consignas tales ‘como “cinco por uno, no quedaré ninguno”, 0 “llora, 39 llora la puta oligarquia, porque se viene la tercera ti- ania" no sirven para construir una politica. Sirven, sf, para presentar como propia una personalidad es” ‘candalosa que asuste a la tia Eduviges. Los propésitos del rebelde, en realidad, no van mas alld de esto. Mientras el revolucionario re- chaza una realidad dada con ol anime de auperaria, el rebelde la rechaza con el énimo de que su rechazo conste. ¥ un rechazo proyectado al servicio de su pro. la constancia tiene que ser forzosamente directo, Aeresiva, clamoroso. Aunque’ agen tale la realidad agredida y sacrifique la posibilidad de suc perarla; es decir, de dar al rechazo una dimension po. itica, A los montoneros les tocé vivir una realmente dramatica contradiccion entre la mayor oportunidad Jamés concedida a un grupo de izquierda en la Argen- tina para la construccién de un gran movimiento po- Iitico y la cotidiana urgencia infantil por inmolar esa posibilidad al deleite de ofrecer un testimonio treme. bundo de si mismo. Esta accion autotestimonial, arquet{picamente presente en cada gesto montonero, es siempre inhi. bitoria de la accién politica. Hacer politica es desen. tenderse de uno mismo, trascenderse. Un politico vive Primariamente atento a'sus metas, no a su imagen, So- Jo secundariamente atiende a su imagen como algo euyo valor no es absoluto sino derivado del fin, ¥ luna imagen elaborada en funcién de genuinos fines Politicos nunca es terrible, Ditega y Gasset, en un ensayo que eseribié en los afios "30 sobre los argentinos, les atribuyé justa o injustamente un’ modo de encarar la propia vida que se asimila en cierto modo a lo que aqui se viene des. eribiendo como una nifiez estancada, 40 Ortega crefa advertir un contraste entre los euro- peos, empefiados en hacer, y los argentinos, empefia. dos en ser. Por un lado, una vida abierta al mundo, a los demés, a una constelacion de fines exteriores ella, Por el otro, una vida ensimismada, revertida so- bre si misma, en la que el sujeto que la vive permane- ve consagrado a la construceion de su propio perso- naje. Un europeo, en la visién de Ortega, elige ser es- critor porque quiere escribir. Un argentino elige escri- bir porque quiere ser eseritor. Esta vision puede ser acertada 0 no como carac- terizacién global de los argentinos —en todo caso ereo ‘que es menos acertada hoy que en los afios "30—, pero, muerde sin duda sobre la realidad, si se enfoca con ella a la extrema izquierda, argentina o europea, Un politico revolucionario es un hombre que quiere hacer la revoluci6n. Un militante de extrema iz- quierda es un hombre que quiere ser un revoluciona- rio. Y hay considerables diferencias entre las motiva- ciones que llevan a construir en el mundo exterior una revolucién y las que llevan a construir en uno mis- ‘mo una personalidad revolucionaria. Un politico revolucionario, con su vida proyec- tada hacia una revolucién entendida como fin que lo trasciende, esta espiritual y psicologicamente disponi- ble para asumir, a partir de la experiencia histérica, la creencia de que el camino hacia la revolucién pasa por luna coexistencia pacifica compartible con Willy Brandt, por un programa minimo que lo asocie con An- dreotti, 0 por las vias institucionales de la democra- cia parlamentaria y pluralista. Para un militante de extrema izquierda, en cam- bio, la tarea de construirse autocontemplativamente una personalidad revolucionaria requiere otros ingre- dientes. La contemplacién, autopracticada 0 buscada en otros a propésito de uno mismo, necesita un obje- a1 to claramente visual is to cara liable, audiovisualmente més Mientras que en un politico revolucionario la ta- rea de hacer una revolucion le exige a veces ofrecer de si mismo la destefida imagen de un concejal, la de cons- ‘ruir una personalidad revolucionaria reclama colori- do, brillo, una arquitecluma de signos y simbolos asi. lables a'la tematica de los posters. Frente a la necesidad de hacer la revolueién, que se resuelve en el universo de la politica, la necesidad de dejar tefida en el universo de la imagen, redueida a ura iconograffa: el birrete guerrillero, la estrella de cinco puntas, los brazos en alto enarbolando ame. tralladoras. iw No es necesario precisar que la descripcion de este narcisismo revolucionario es también, en gran medida, una descripcién de Montonetos, con su sanguinolento folklore, sus redobles guerreros, su gesticulacion mi- litar. EI narcisismo revolucionario necesita, en adicion a su imagen, situaciones exteriores que la justifiquen. Su obsesiva visualizacion de la realidad como fascis- mo responde también a la urgencia por disponer de un contorno de estimulos a los que s6lo pueda res- ponderse con conductas iconogrificamente satisfac- torias, con movimientos fijables en un poster de tema heroico. En otros términos, el narcisismo revolucionario necesita, de un modo visceral y como componente de su propia identidad, situaciones de violencia. Vio- lencia practicada y violencia padecida. Herofsmo y martirio. Esta imaginerfa heroica, cuando se traduce a tér- minos tedricos, construye fabulosas teologias de la violencia, concepciones que asumen la violencia, no ‘como respuesta circunstancial a determinadas condi- ciones exteriores, sino como una irrenunciable ma- nera de ser. La violencia no es ocasionalmente aceptada co- mouna imposicion externa, sino interiorizada, entrafia- bilizada, vivida como la expresion de la propia natura- leza y del propio destino. 43 Nada ilustra mejor esta interiorizacion de la vio- Iencia que el abismal contraste observable entre las imagenes con que construye su iconografia el narci- sismo revolucionario y las que acompaiian en Italia toda recordacién —piastica, literaria o cinematogré. fica— de la resistencia contra el fascismo y la ocupa. i6n nazi, El partigiano rescatado por la iconografia de la resistencia es, bisicamente, un civil. El fusil o la ame- tralladora se agregan extrinsecamente a gastados pan- talones campesinos, sacos de oficinistas, raidos som. breros de fieltro y a veces hasta corbatas. En el partigiano presentado por estas imagenes, la violencia aparece asumida como una anormalidad, como un momento extrafio al propio programa dé vida. Fue necesario tomar las armas y se las tomo, fue necesario matar y se mato, pero no como un acto de autorrealizacién sino como un doloroso paréntesis, En la iconografia del narcisismo revolucionario, el arma es intrinseca al personaje. Entronca sin solu. cién de continuidad con el uniforme verde oliva, el birrete con la estrellita, la mirada épica, Pasajera y puramente adjetiva en la personalidad del partigiano, Ia ametralladora es, en cambio, sustantiva y consti. tutiva de la personalidad de ese revolucionario auto. contemplativo del que Montoneros mostr6 una de las tantas variantes latinoamericanas, quizés la més ar. quetipica. Se explica asi que, con el triunfo peronista en las elecciones de marzo de’1973 y el ascenso de Campora a la presidencia'®, comenzara para los monitoneros un 1 Héctor J. Cémpora, presidente de la Cémara de Dipu tados durante una parte del régimen peronista de 1946-1995, fue ol hombre elegido por Peron para encaberar la formuls Fresidencial del movimiento en las elecciones del 11 de marzo 44 periodo de raro desasosiego, inadvertido al principio aipable a las pocas semanas. Pere ealizados, istalados de pronto en bancas par ramentrias, offeinas ministerials y asesorves munict ten, con gobernadores amigos y puntuales mozos que Tein loo cineo do i tarde ol cf con Ire en ‘is deapachos se viewon repentinamente trasplan de la ieonografia al deslucido mundillo de las conce- fat aA los pocos meses resultaba frets: para oe era qui frecuentara en ese periodo, que no cureiaban ya a sf mismos. Su identided se les estaba weetitenddo melencolicamente por entre los expedien- tes de las subsecretarias, Se los notaba cada vez mas urgidos a pedir disculpas, a dar explicaciones, a cen var en oxo extraos conftdenciasevolionarianen- te imperdonables sobre su parque de ney - sut 5 sistente infraestructura militar. La perspectiva le que sus primos hermanos del ERP los calificaran de “re- formistas” los aterraba. Gia de los montoneros, Campora s6lo logro ejercer Ia pense! 45 12 En un dia de agosto de 1973, se produjo un episodio menor y aparentemente policial que no atrajo dem: Sado la atencion de la prensa. Un joven fue sorprendi Go por la policia en momentos en que intentaba ‘‘le- vantar” un automovil. Hubo un tiroteo y el frustra- do ladrén, herido de bala, fue internado bajo custodia enun hospital. + ‘Horas mas tarde, un grupo armado irrampié en el hospital, inmovilizé a la guardia y rescaté al preso. ‘Esa noche, Paco Urondo" estaba invitado a ce- nar en mi casa, y Ueg6 exultante. “No sabés lo con- tento que estoy”, me dijo, “Esa operacion fue nues- tra, y salid perfecta. Yo tenia tanto miedo de que nos estuviéramos ‘achanchando’ en la legalidad. Pero lo de hoy demuestra que no es asi.” 14 Francisco Urondo, poeta, cuentista y dramaturgo, in- fen los sltimos afios “00 en las Fuerzas Armadas Revolu~ Sionarias (FAR), organizacion que pocos afios después confius fia con Montoneros. Como poeta, que era su cons Jor relieve en el campo literario, publicé nu Meede mediados de los aos ’50, incluidos Historia Antigua, ‘preves, Lugares, Del otro lado y otros. Como cuentiste se dis- Trani con Todo 80, y Al tacto, y como autor Leatral, con 41 Los montoneros venjan cumpliendo en aquellos momentos una accion politica que presentaba todas las apariencias de una creciente madurez, desarrollan- do organizaciones de masas, abriéndose hacia los cua- tro costados en busca de aliados, promoviendo inclu- sive un principio de didlogo con el ejército, Pero aquella evaluacién de Paco me produjy por primera ver 1a sensaci6n de que todo esto iba a terminar mal. La inser- cion montonera en la legalidad iba a terminar sofocada Por aquella cola de paja que la acompafiaba, por la reciente angustia del heroismo en receso. Un mes después de ese episodio, como vikingos rescatados por fin del tedio de la tierra firme para nuevas aventuras guerreras en el mar, los montoneros ‘Muchas felicidades y Sainete con variaciones. Su Gniea novela, Los paoos previos, fue publicada en 1973, mientras alcanzaba también su maxima intensidad la militancia politica de Uron- do. Amrestado bajo el gobierno militar del general Alejandro A. Lanusse, a fines de 1972, fue exearcelado en mayo del aio si guiente gracias a la ley de amnistia con la que inauguro au ges: tion el presidente Héctor J. Cimpora. Poco después paso a de- sempenarse durante un breve periodo como director del De- partamento de Letras de la Facultad de Filosofia y Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Con el retorno de los ‘montoneros a la clandestinidad, en setiembre de 1974, la vida de Urondo tetom6 un earicter predominantemente militar En 1976, murié en una emboscada policial en la provincia de Mendoza. Sorprendido por los agentes de seguridad mientras Viajaba en un automévil junto con otras personas, ordend a sus acompaiiantes que huyeran mientras él los protegia abrien: do fuego contra los policiss, Consumidas todas sus municio- thes, se mato ingiriendo la pastilla de cianuro que todo miem- bo’ de Is organizacion guerilera levaba consigo parm no ctr vivo enn anos de la polleia, 48 fueron convocados a perpetrar y aumir, el 25 de se- tiembre de 1973, el asesinato de Rucci'*. ‘i “Era algo que necesitébamos”, me dijo algtin tiempo después un montonero. “Nuestra gente se estaba aburguesando en las oficinas. De tanto en tan- to habia que salvarla de ese peligro con un revorno ala accién militar.” ‘Una vez més, los montoneros rescataban su iden tidad y se reencontraban consigo mismos por fuera de la politica, con una accién no apuntada a buscar efectos en él mundo exterior sino revertida sobre ellos mismos, como una autoterapia revolucionaria. is sesh ead ests ache an Se pendent eee: eae are ce ee Penn ea ened Samer Shas ee Ree rear ras ce nonce cece Se Se se ae ee a eres ae Seen ct Santi lcs Conan eee oes 49 18 Afios mas tarde, ya ahogada en sangre la aventura gue- rillera, la tematica y el lenguaje de los montoneros en el exilio sufrié algunos cambios. La exaltacion de la propia aptitud para matar a Aramburu oa Mor Roig!® cedié paso a la condena de la matanza inversa practi- cada contra la guerrilla por el régimen militar del ge- neral Videla. La obsesion por este tema se comprende en un proceso horrendo como el que ha vivido la Argenti- na, y es legitima ademés su utilizacion para denunciar Jos sangrientos métodos del régimen militar, Pero siempre crei percibir algo mas que un afin de denun- cia en esta especie de delectacion macabra con que Ios montoneros describian en detalle los horrores © Arturo Mor Roig, dirigente de la Unién Civiea Radieal (UCR) —la mayor fuerza politica argentina después del pero- nnismo—, se desempefio como ministro del Interior durante el gobierno militar del general Alejandro A. Lanusse. Desde ese puesto le Loco conducir el diffcil proceso de apertura politica Iniciado por Lanusse en el cuadro del régimen militar implan- tado en 1966, y que culmind con las elecciones generales del 11 de marzo de 1975, ganadas por una coslicion cuyo eje era el eronismo. Durante la gestién ministerial de Mor Roig se produjo en la base naval de Trelew, el 22 de agosto de 1972, la matanza de iceiséis guorrilleros prosos por obra de oficiales de la armada, En una aparente represalia por este episodio, un comando mon: tonero asesiné a Mor Roig el 15 de julio de 1974. 51 de la tortura, las espantosas muertes en los campos de concentracion. ‘También la izquierda chilena padeci6 sufrimien. tos similares bajo el régimen militar del general Pino- chet y los utilizé en el exilio como tema de denuncia Poro la actitud era distinta, indefinible pero percepti blemente distinta. Habfa en la denuncia montonera un “plus” de morbosidad cuya naturaleza era dificil de aferrar, pero que me producia, por lo pronto, una sensacion de rechazo. Me parecia que se estaba desarrollando aqui una nueva y horrible variante del mismo sensacionalismo autocontemplativo que, en otro contexto, se expres6 a través del asesinato de Aramburu y de la posterior celebracién folklérica de la propia aptitud para co- meterlo. De uno u otro modo, en términos de morbosidad activa al prineipio y de morbosidad pasiva al final, se estaba subrayando la excepeionalidad montonera. No era ya el viejo canto de “Duro, duro duro, aqui es- tén los montoneros que mataron a Aramburu”. Pero era el mismo “aqui estén” autoexaltatorio, con el acento de excepcionalidad desplazado de Ia violencia perpetrada a la violencia sufrida. No pudiendo ya producir asesinatos sensaciona- les, los montoneros pasaban a padecer asesinatos sen. sacionales, preservando aquel nivel de espectaculari dad que los definia e identificaba como grupo. Era necesario dejar constancia de que los montoneros, pa- ra matar y para morir, eran grandiosas personalida- des fuori serie, Se trataba en realidad de una horrorosa utiliza- cién del propio martirio —real y terrible— para ase- gurar la continuidad de un mismo personaje excelso, sobresaliente como sujeto de violencia y sobresalien- te como objeto de violencia, 52 4 A principios de 1976, la conduccién montonera anun- cid la condena a muerte de Roberto Quieto, hasta en- tonces uno de los Iideres maximos de la organizacion junto con Firmenich, Su secuestro por un grupo para- militar a fines del afio anterior fue seguido por algu- nos procedimientos represivos que llevaron a presu- mir una delacion bajo efectos de la tortura. Fundada en este supuesto, la condena fue anun- ciada a través de un documento que constituia toda una asuncién teérica del herofsmo como virtud bési- a del revolucionario, Quieto fue sentenciado a muer- te, en efecto, por no ser un héroe. Lamentablemente no tengo a mano la declara- cién y debo omitir, en consecuencia, las citas textua- les, Pero la tesis de fondo era la siguiente: El herois- mo es consustancial con la vida revolucionaria. Solo el heroismo, en el combate 0 en el martirio, preserva la naturaleza del revolucionario, inmunizéndolo contra las tentaciones del aburguesamiento, del liberalismo, del individualismo. Tmplicita en esta tosis yacia naturalmente la concepcién del heroismo como una virtud en ejerci- cio permanente, No se trataba del heroismo potencial que en cualquier individuo —liberales y burgueses in- cluidos— puede exteriorizarse excepcionalmente en alguna situacion dramatica, como el coraje de arriesgar la propia vida para salvar a los ocupantes de una casa en llamas. Se trataba, por el contrario, de un herois 58 mo militante y metédico, puesto a prueba cada dia y necesitado de circunstancias que le aseguraran cotidia. namente oportunidades de exteriorizacion. Esta necesidad presidié de algin modo en setiem- bre de 1973 el asesinato de Rucci, asumido como un retorno redentor a la militarizacion, La misma nece- sidad habria de llevar a la autoproscripeién”!, anun- ciada en setiembre de 1974 junto con una declaracion de guerra contra el gobierno de Icabel Peron, 9. un afio después, a la decision de entrar en operaciones contra las fuerzas armadas a los pocos meses de poner en marcha al Partido Auténtico!*, Ciertos disidentes del grupo denuncian hoy es tas decisiones montoneras como reiteraciones de una misma maniobra politica destinada a consolidar a Fir- menich y su equipo en la ciipula de la organizacion. Pero aun asi, solo una conciencia colectiva hechiza. X27 Aunque Firmenich y su grupo nunca empleeron el tér- ‘mino ‘autoproseripeién”, sti uso se hizo habitual en la prensa argentina para mencionar la decision montonera de retccner a 4a clandestinidad y reanudar la lucha armada dos meses des, ‘Bués que Ia sefiora de Peron asumié la jefatura del Estado '8 El Partido Auténtico fue fundado por iniciativa mon- tonera a fines de 1974, como una suerte de brazo politico legal de la organizacion guerrilera. El gobierno de Maria Estela Mer Hiner de Perén dispuso su proscripeién en noviembre del ao siguiente, luego de un sangriento ataque armado llevado a eee. to contra una dependencia militar en los suburbios de Bustos Aires (Monte Chingolo), Esta operacion, en la que perdieran la Vida més de cineuenta jovenes guerrilleros, no fue feivindicade Por los montoneros sino por el Ejército’ Revolucionario del Pueblo (ERP), un grupo armado de extracci6n trotskista, Las autoridades, sin embargo, insiatieron en considerarla como una ‘armada conjunta de las dos organizaciones, con lo que fe daba fundamento a la decision de declarar fuera de la ley al Partido Auténtico en su condicion de colateral montonsra, 54 la guerra y-enajenada a la violencia como for- pul erica Ga et vocaatincecin explo haya sido posible adoptar resoluciones de semejante gravedad, y tan indefendibles racionalmente, sin pre- cipitar una desgarradora crisis en el seno de la orga- nizacién. 15 Una pretendida linea revolucionaria fundada en esta cotidiana necesidad de herofsmo, y de un contexto violento que posibilite su ejercicio, lleva a trazar el ca- mino de la revolucién en términos de una metodolo- gia para titanes. La revolucién se convierte en una roeza de personajes homéricos a la que el hombre comin, la masa, no puede tener acceso, Los montoneros, aprisionados por estas formas wagnerianas de autoidentificacién, acababan fatal- mente por asumirse como una élite nibelunga cuya re- lacion con la masa no podia menos de oscilar entre el paternalismo y la instrumentacién, En 1975, una huelga declarada por los trabajado- tes de Propulsora Siderirgica tuvo inicialmente un desarrollo muy combativo, pero fue debiliténdose gra- dualmente ante la intransigencia de la empresa. En detenminado momento, el retorno espontdneo a los. Puestos de trabajo fue cobrando caracteres masivos, y todo indicaba que era inminente el levantamiento el paro en un implicito reconocimiento del fracaso. Pero intervinieron entonces los montoneros, que en una enésima muestra de su eficacia operativa se- cuestraron al gerente de la firma y reclamaron a cam- bio de su vida la satisfaccion de las demandas obreras, La empresa cedié. De pronto, una huelga que parecia condenada al fracaso culminé con un sorpresivo triunfo. Pero un triunfo no de los huelguistas, sino de aquellos seres 87 rodigiosos descendidos del Olimpo que arrebataron a los obreros el papel protagénico de la lucha, La claudicacién de la empresa no fue una conquista obre- ma sino una gracia patemalista de los semidioses.

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