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Un pecado conduce a otro, 21 de junio

2 Samuel 11.

Mas esto que David haba hecho, fue desagradable ante los ojos de
Jehov. 2 Samuel 11:27.

Cuando l estaba cmodo, tranquilo y seguro de s mismo, se separ de Dios,


cedi a las tentaciones de Satans, y atrajo sobre su alma la mancha de la
culpabilidad. El hombre designado por el Cielo como caudillo de la nacin, el
escogido por Dios para ejecutar su ley, viol sus preceptos. Por sus actos el que
deba castigar a los malhechores, les fortaleci las manos.

En medio de los peligros de su juventud, David, consciente de su integridad, poda


confiar su caso a Dios. La mano del Seor le haba guiado y hecho pasar sano y
salvo por infinidad de trampas tendidas a sus pies. Pero ahora, culpable y sin
arrepentimiento, no pidi ayuda ni direccin al Cielo, sino que busc la manera de
desenredarse de los peligros en que el pecado le haba envuelto. Betsab, cuya
hermosura fatal haba resultado ser una trampa para el rey, era la esposa de Uras
el heteo, uno de los oficiales ms valientes y ms fieles de David. Nadie poda
prever cul sera el resultado si se llegase a descubrir el crimen...

Todo esfuerzo de David para ocultar su culpabilidad result ftil... En su


desesperacin se apresur a agregar un asesinato a su adulterio. El que haba
logrado la destruccin de Sal, trataba ahora de llevar a David tambin a la ruina.
Aunque las tentaciones eran distintas, ambas se asemejaban en cuanto a conducir
a la transgresin de la ley de Dios...

Uras fue hecho portador de su propia sentencia de muerte. El rey envi por su
medio una carta a Joab, en la cual ordenaba: Poned a Uras delante de la fuerza
de la batalla, y desamparadle, para que sea herido y muera. Joab, ya manchado
con la culpa de un asesinato protervo, no vacil en obedecer las instrucciones del
rey, y Uras cay herido por la espada de los hijos de Amn...

Aquel que antes tena tan sensible la conciencia y alto el sentimiento del honor
que no le permitan, ni aun cuando corra peligro de perder su propia vida, levantar
la mano contra el ungido del Seor, se haba rebajado tanto que poda agraviar y
asesinar a uno de sus ms valientes y fieles soldados, y esperar gozar
tranquilamente el premio de su pecado. Ay! Cunto se haba envilecido el oro
fino! Cmo haba cambiado el oro ms puro! Historia de los Patriarcas y Profetas,
776-778.*

Este texto es del libro devocional Conflicto y Valor por Elena G. de White.
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