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Editado por LESLIE BETHELL Profesor de Historia Latinoamericana Universidad de Londres Chile desde la Independencia CAMBRIDGE UNIVERSITY PRESS PUBLISHED BY THE PRESS SYNDICATE OF THE UNIVERSITY OF CAMBRIDGE “The Pitt Building, Trumpington Street, Cambridge CB2 IRP, United Kingdom CAMBRIDGE UNIVERSITY PRESS ‘The Edinburgh Building, Cambridge CB2 2 RU, UK http://www.cup.cam.ac.uk 40 West 20 th Street, New York, NY 10011-4211, USA Hitp://www.cup.org 10 Stamford Road, Oakleigh, Melbourne 3166, Australia ‘The contents of this book were previously publsihed as parts of volumes [1l, Va VIl of The Cambridge History of Latin America, copyright © Cambridge University Press 1985, 1986, 1991 © Cambridge University Press 1993 This book is in copyright. Subject to satutory exception and to the provisions of relevant collective licensing agreements, no reproduction of any part may take place without the written permission of Cambridge University Press. ‘Typeset in Garamond A catalogue record for this book is available from the British Library Library of Congress Cataloguing-in-Publication Data is available ISBN 0-521-43375-4 hardback ISBN 0-521-43987-6 paperback CHILE DESDE LA INDEPENDENCIA © Ediciones UCSH Primera Edicién, septiembre 2009. Ediciones UCSH General Jofré 462, Santiago Fono: 56-2-4601144 Fax: 56-2-6345508 e-mail: publicaciones@ucsh.cl www.uesh.cl / www.edicionesucsh.cl / www.universilibros.cl Registro de Propiedad Intelectual N° 178.239 ISBN: 978-956-7947-90-4 Disefio y Diagramacién: Fabiola Hurtado Céspedes Traduccién: Mario Silva S. Impreso en Gréfica LOM Ninguna parte de esta publicacién, incluyendo el diserio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningtin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecénico, éptico, de grabacién 0 fotocopia sin autorizacin previa del editor. indice Prefacio . Desde la Independencia hasta la Guerra del Pacifico SIMON COLLIER, Universidad Vanderbilt 2. Desde la Guerra del Pacifico hasta 1930 HAROLD BLAKEMORE 3. Chile, 1930-1958 PAUL DRAKE, Universidad de California, San Diego A. Chile, desde 1958 ALAN ANGELL, College de St. Antony, Oxford Ensayos bibliograficos 47 113 167 257 Prefacio La Historia Cambridge de Latinoamérica es una obra colaborativa en gran escala y que contiene volumenes de la historia latinoame- ricana de los cinco siglos que abarcan los primeros contactos entre los europeos y los pueblos nativos de América desde fines del siglo quince/comienzos del dieciséis hasta nuestros dias. CHILE, desde la Independencia agrupa capitulos contenidos en los voluimenes III, V y VIII de la Historia Cambridge con el fin de proporcionar, en un solo volumen, la historia econdmica, social y politica de Chile, desde su Independencia. De este modo, se espe- Ta que sea util tanto para profesores como para estudiantes de la historia latinoamericana contempordnea, 1 Desde la Independencia hasta la Guerra del Pacifico En un banquete servido en Valparaiso en 1852, el intelectual Juan Bautista Alberdi propuso un brindis por la ‘honorable excepcién en Sudamérica’ Desde una perspectiva importante, la historia de Chile del siglo diecinueve era, en verdad, una excepcién sorpren- dente al patrén normal de Hispanoameérica. Dentro de los quince afios transcurridos desde la Independencia, los politicos chile- nos estaban construyendo un sistema de gobierno constitucional que se demostrarfa notable (tanto para los estandares europeos como latinoamericanos) por su duracién y adaptabilidad. Esta consolidacién exitosa de un estado nacional efectivo estimulaba la admiracién envidiosa de las reptiblicas hispanoamericanas me- nos afortunadas, envueltas y plagadas tantas de ellas por luchas recurrentes y la dominacién de caudillos. Una buena parte de la explicacién del record poco habitual de Chile se debe indudable- mente a lo que puede denominarse ‘administracién’ del pais en el periodo de la Independencia, no solo en términos de los factores basicos de territorio y poblacién. El territorio nacional efectivo de Chile en los afios 1820 era mds pequefio que en nuestros dias. Su caracteristica delgadez de ancho ‘una espada colgando desde el lado oeste de América’- no tenfa diferencias por razones orografi- cas obvias, pero el largo, no mayor, a los 1.100 Kms (700 millas), se- paraban los distritos mineros en el desierto cerca de Copiapé, en el limite Norte (17° S), de las tierras verdes y fértiles a lo largo del Bio Bfo en el Sur (37° S), el area denominada tradicionalmente como la Frontera, mas alld de la cual los indios araucanos preservaban tenazmente su forma independiente de vida. Los grupos periféri- cos de la poblacién que vivian incluso mas al Sur, en Valdivia, y en la densamente boscosa isla de Chiloé (liberada de los espafioles, solamente en 1826), eran apéndices remotos, insignificantes de la Republica. Lo mismo podria decirse un poco mas tarde de la es- forzada colonizacién en el Estrecho de Magallanes establecida en 1843 y usado como una colonia penal. Dejando aparte a los arau- canos, quienes alcanzaban quizas unas 200 mil personas, la pobla- cién de Chile era bastante pequefia: crecié lentamente desde un millén de habitantes estimado en el periodo de la Independencia, a un ntimero oficial (y posiblemente conservador) de 2.076.000 en 1875. La gran mayoria de los chilenos vivia y trabajaba en el corazon tradicional del pais, en (0 cerca de) el valle central que se extiende cuatrocientos ochenta kilémetros al Sur de Santiago. En comparacién con los estandares de Argentina, México, Pert, y Nueva Granada, éste era un territorio muy compacto habitado por una poblaci6n también compacta. En muchos modbos, era una poblacién homogénea. Etnica y so- cialmente, el pasado colonial habia dejado marcas imborrables. Al Norte del Bio Bio, algunos pocos indios, si es que habia, sobre- vivian en comunidades aisladas. La diminuta huella de negro y mulato en la comunidad parece haberse desvanecido dentro de las dos o tres décadas desde la abolicién de la esclavitud (1823). La Republica de Chile era esencialmente un pais donde coexistia una pequenia clase alta criolla (con una elite aristocratica en su nucleo) junto con una gran masa de trabajadores pobres, quienes eran predominantemente mestizos*y en su gran mayorfa vivian en el 4rea rural. Coincidian las divisiones sociales y étnicas. Politica- mente, las luchas que siguieron a la Independencia generalmente teflejaban mds los desacuerdos dentro del ambito de la clase alta que conflictos mas profundos en el cuerpo social. El pobre rural permanecié pasivo a través del perfodo y, en efecto, mucho mas all de este lapso. Esta estructura social relativamente simple no se complicaba por brechas agudas de interés econémico dentro de la clase alta ni por una tensién regional que pudiera ser importante. Santiago y su riqueza interior dominaban la Republica. Las remo- tas provincias del Norte o de] Sur, ya sea porque estaban desinte- resadas 0 no, no tenfan poder para alterar el equilibrio a su favor, como se mostré muy claramente en las Guerras Civiles de 1851 y 1859. Concepcion y el Sur sufrieron una recuperacién frustrante- > N.del. En el original, aparecen varias veces palabras escritas en castellano yen cursiva, por lo que en la traduccién las dejaremos, de aqui en adelante, en cursi- va, sefialandolas con un asterisco cuando sea el caso. mente lenta de las Guerras de la Independencia, aunque Concep- cin, en virtud de su rol como una guarnicién militar que vigilaba la frontera, fue capaz de imponer su voluntad sobre la capital en la incierta atmésfera de los afios 1820 -como lo hizo en 1823, con el derrocamiento de Bernardo O'Higgins, y nuevamente en 1829, tiempos normales, un gobierno central determinado, con control del ejército (o de su mayorfa), no podia ser facilmente desalojado. Los temas que dividian a los politicos de la clase alta chilena de los afios 1820 de los campos liberal 0 conservador, eran fundamen- talmente ideoldgicos y personales. La figura dominante de esos afios, el General Ramén Freire, era un liberal bienintencionado que estaba ansioso de evitar el patron autoritario impuesto por su predecesor inmediato, el Libertador O’Higgins. La nueva republi- ca se movia de un experimento politico a otro. La compleja e inge- niosa constitucién disefiada por Juan Egaiia, hacia fines de 1823, se derrumbé en seis meses. Su conservadurismo moral rechazado por Los liberales que rodeaban a Freire rechazaban su conserva- durismo moral, deseaban, como lo decfan, ‘construir la Reptiblica sobre las ruinas de la Colonia’ La moda por las ideas federalistas que reinaba en los circulos politicos muy luego, debido menos, quizas, a las aspiraciones regionales que a las convicciones radica- les dogmaticas del hombre del momento, José Miguel Infante, pro- dujo un bosquejo de constitucién, numerosas leyes nuevas, una atmésfera de creciente incertidumbre, desérdenes moderados en varias ciudades, y una propensi6n al motin en el ejército. La ‘anar- quia’ del perfodo ha sido exagerada a menudo por los historiado- res chilenos; fue muy limitada en comparacién con la confusién que habia entonces al otro lado de los Andes. Otro militar liberal, el General Francisco Antonio Pinto, presidente desde 1827 a 1829, tuvo un éxito breve al organizar un gobierno que mostré signos de solidez y al aplicar una nueva Constitucién (1828), la cuarta desde la Independencia. Resulté inadecuada para contener la creciente reaccién contra el reformismo liberal, coloreado como estaba por la verborrea anti-aristocratica y un cierto grado de anticlericalis- mo. En septiembre de 1829, con el respaldo vital del ejército de Concepcion, una poderosa coalicién tripartita de conservadores: los pelucones tradicionalistas y proclericales, los seguidores del exiliado O'Higgins y un grupo decidido conocido como los es- 1 tanqueros', produjo una revuelta contra el régimen liberal. Freire, quien salté quijotescamente en su defensa, fue derrotado en Abril de 1830 en Lircay, la batalla que terminé la breve Guerra Civil y condujo a mds de un cuarto de siglo de dominio conservador. El acuerdo politico de 1830 fue, como ha sido sugerido, una de las creaciones mds notables del siglo diecinueve en Latinoamérica. El crédito de su éxito se asigna habitualmente a Diego Portales, el co- merciante de Valparaiso que, mas que nadie, fue el genio organiza- dor de la reaccién conservadora. Ciertamente, la tenacidad brutal de Portales fue un factor clave para mantener unido el nuevo ré- gimen, aunque su estadia en el cargo como Ministro fue bastante breve. Esto en si mismo puede haber impedido la cristalizacion de una tradicién caudillista en la politica chilena, ya que, aunque la influencia de Portales era muy importante, su aversin a las tram- pas del poder era suficientemente genuina. ‘Si tomé un garrote y di tranquilidad al pais; escribid, ‘fue solamente para que me dejaran en paz los canallas y las prostitutas de Santiago”. El trabajo de los conservadores en los afios 1830 fue descrito des- pués por los criticos del régimen como esencialmente una reac- cidn colonial. Es bastante claro que fue una reacci6n al malogrado reformismo liberal de los afios 1820. Sin embargo, es quizas mas exacto considerar al nuevo sistema politico como una fusién prag- matica de la tradicion del autoritarismo colonial, atin muy fuerte en Chile, con las formas mas abiertas (y algo del espiritu) del cons- titucionalismo del siglo diecinueve. La Constitucién de 1833, cuya vigencia no fue interrumpida hasta 1891 y que sobrevivié en forma corregida hasta 1925, incorporé muchas de las principales obse- siones conservadoras. Era discerniblemente mas autoritaria que su desafortunada predecesora de 1828 y fuertemente presiden- cialista. Se permitieron dos periodos presidenciales consecutivos de cinco afios cada uno, un sistema que condujo en la practica a 1 En 1824, el estanco o monopolio estatal de venta de tabaco fue licitado a la socie- dad comercial de Portales, Cea y Cfa., la que se hizo cargo de la deuda de un mi- llén de libras esterlinas que habia solicitado el gobierno de O'Higgins dos aftos antes. La empresa fracasé y en 1826 el contrato fue anulado, ocasionando mucho resentimiento. El grupo estanquero estaba compuesto por hombres asociados con esta desgraciada aventura; su lider era Diego Portales. 2 Emesto dela Cruz y Guillermo Feliti Cruz (eds.), Epistolario de don Diego Porta- Tes, 3 vols. (Santiago, 1937), I, 352. cuatro administraciones decenales sucesivas. La primera corres- pondié al que habfa nominado Portales, el General Joaquin Prieto (1831-1841). El poder del Presidente, el control de la administra- cién publica y de la judicatura y el poder sobre el Congreso eran extensos, aunque se le dejé a la legislatura un visado final sobre las decisiones del Ejecutivo a través de su derecho técnico de ne- gar la aprobacién del presupuesto, los impuestos y el régimen de las Fuerzas Armadas. Los poderes entregados al Presidente para emergencias, en la forma de ‘facultades extraordinarias’ 0 estados de sitio localizados, eran claramente visibles: incluso tales poderes fueron usados frecuentemente: de un modo u otro estuvieron en vigencia por un tercio del perfodo completo entre 1833 y 1861. El espiritu centralizador de la Constitucién era igualmente notable. Las débiles reliquias institucionales del federalismo de los afos 1820 se borraron completamente. El Intendente de cada provincia se definié ahora como el ‘agente natural y proximo’ del Presiden- te -y asf se probé en la practica: los Intendentes fueron de alguna manera los oficiales clave del régimen y cada Intendencia llegé a ser, en un sentido real, el nexo local del Gobierno. La hegemonia de Santiago, ya bien arraigada, fue asi reforzada a expensas de la iniciativa regional. Ninguna Constitucién, menos en Hispanoameérica, es eficaz por si misma. La operacién exitosa del nuevo sistema politico dependié de una cantidad de técnicas bien probadas que se usaron con una persistencia metédica por los gobiernos del periodo. Algunas fue- ron més obvias que otras. La represién fue una tactica recurrente por tres décadas. De acuerdo con los estandares del siglo veinte, no era tan grave. La pena de muerte fue mucho mds invocada que ejecutada. Las penas estandar para el disenso politico fueron el encarcelamiento, el exilio interno (relegacidén) o el exilio en el extranjero por un perfodo fijo. El exilio voluntario (algunas veces por obligacién) no estaba fuera de lo comun, especialmente en la década de las luchas de los afios 1850. Un medio menos oficial de inculcar Ja disciplina social puede ser detectado en el cuidado me- diante el cual los conservadores restauraron la influencia clerical; hasta los afios 1850, la Iglesia fue un pilar util del sistema. De un modo semejante, el militarismo incipiente de los afios 1820 fue re- ducido por una purga drastica de los oficiales liberales y por una amplia reorganizaci6n de las milicias del pafs. Hacia mediados del 502s, -t , - ‘ % \ Hearttand of Chite: Northern central Buenos valley Aires ARAUCANIA me Cnés. Magettan Straits Chile en el siglo diecinueve afio 1831, la Guardia Nacional contaba con 25 mil hombres. Lle- goa duplicarse més adelante y constitufa un contrapeso valido al Ejército regular, cuya fuerza en tiempos de paz raramente era ma- yor de3 mil hombres. Dos veces, en los motines de junio de 1837 y abril de 1851, las milicias ayudaron a salvar el régimen del derro- camiento forzado. También se ajustaban perfectamente al control gubernamental del proceso electoral. La intervencién electoral se repite como un tema constante a tra- vés del periodo completo. Sobrevivié mucho después de las practi- cas represivas ya mencionadas. En efecto, fue un presidente liberal quien, en 1871, cuando se le pregunté por uno de sus ministros si Chile gozarfa alguna vez de elecciones ‘reales, replicé en forma cortante ‘Nunca’. La ley electoral de 1833 restringié severamen- te la franquicia, pero amplié suficientemente la red para incluir a los artesanos y comerciantes muchos de los cuales formaban las bases de la Guardia Nacional, y de este modo proporcioné un con- tingente de votacién numeroso en cada eleccién. Aparte de este apoyo valiosisimo, el gobierno ocupaba cualquier método -inti- midaci6n, arresto temporal, suplantacién, soborno- para impedir a los votantes de la oposicién ejercer su derecho y para asegurar mayorias cémodas para sus propios candidatos. La operacién era coordinada por el Ministro del Interior y sus agentes subalternos en las provincias, los Intendentes, los Gobernadores Departamen- tales y los Subdelegados, quienes eran tan adeptos como cualquier moderno jefe distrital de Chicago (e incluso més) a ‘entregar’ [‘in delivering’ el voto. No es sorprendente, entonces, que siete de las once elecciones para el Congreso entre 1833 y 1864 (a intervalos regulares de tres afios) no tuvieran oposicion o solamente fuera virtual. Incluso en el clima politico mas tolerante de los afios 1860 y 1870, la oposicién no tuvo ninguna oportunidad de elegir una mayoria en el Congreso. No fue hasta los afios 1890 que el Ejecuti- vo ces6 de interferir directamente en las elecciones. En sus primeros ajios, el nuevo sistema conservador enfrent6 y sobrevivid la prueba suprema de la guerra. Las relaciones entre Chile y Perti se deterioraron profundamente en los inicios de los afios 1830. La rivalidad comercial, una enérgica lucha de aranceles 3 Abdén Cifuentes, Memorias, 2 vols. (Santiago, 1936), II, 69 tarifarios y el no pago por parte de Pert de un préstamo chileno (en si mismo parte del préstamo de un millén de libras esterlinas que O’Higgins consiguié en Londres en 1822, que Chile atin no pagaba) no eran causa suficiente para la agresion. Esta surgié en 1836, cuando el General Andrés Santa Cruz unié por la fuerza a Pert y Bolivia en una Confederacion. Portales consideré la forma- cién de este Estado potencialmente poderoso como una amenaza a la independencia chilena; no seria una exageracién decir que él empujé a su pais a la guerra. E] mismo fue una de sus primeras vic- timas. El descontento con la guerra hizo renacer conspiraciones liberales y el todopoderoso ministro fue asesinado por un batallén amotinado del Ejército en junio de 1837, un suceso que parece ha- ber solidificado grandemente el apoyo para la politica de guerra y para el régimen del General. La muerte de Portales retrasd, pero no apag6 el curso de los eventos. La segunda de las dos fuerzas ex- pedicionarias de Chile, bajo el mando del General Manuel Bulnes, invadié Pert y derroté al Ejercito de Santa Cruz en la batalla de Yungay (enero de 1839). La Confederaci6n se disolvié. La guerra de 1836-1839 fue un ejemplo de asertividad nacional que provo- c6 una fuerte desaprobacién de Gran Bretafia y Francia, pero que inevitablemente levanto el prestigio internacional de Chile. En el pais, le permitid al gobierno de Prieto adoptar una actitud mas conciliatoria hacia la oposicién, al mismo tiempo que el victorio- so General Bulnes fue el sucesor mas obvio a la presidencia. Justo antes de la elecci6n, Bulnes se comprometio en matrimonio con la hija del ex presidente liberal Francisco Antonio Pinto, confirman- do asi la tendencia aparente hacia la relajacién politica. La presidencia del General Bulnes (1841-1851) ha sido represen- tada a menudo como una ‘era de buenos sentimientos’ y esto es verdad para la mayor parte de su tiempo. A comienzos de los afios 1840, en verdad, el liberalismo estuvo cerca de ser muerto por su bondad. Pero Bulnes, a pesar de toda su generosa bonhomia, no hizo nada para minar el marco de referencia autoritario; en cierta forma (la estricta Ley de Prensa de 1846, por ejemplo) lo fortale- cid. La reactivacién del liberalismo como una fuerza politica hacia fines de su segundo periodo debié mucho a las ambiciones de su principal ministro, Manuel Camilo Vial, cuyos seguidores, bien re- presentados en el Congreso, entraron en una activa oposicion par- lamentaria cuando Vial fue despedido (1849). El intelectual liberal Ifder del perfodo, José Victorino Lastarria, intenté darle direccion y coherencia a esta nueva oposicién. Fuera de la arena senatorial, el joven idealista Francisco Bilbao y Santiago Arcos, hipnotizados por la revolucién francesa de 1848, estaban activos tratando de conseguir apoyo entre los artesanos de la Capital: su Sociedad de la Igualdad, con sus reuniones y marchas, sobrevivieron durante gran parte del afio 1850, hasta la inevitable imposicién de poderes de emergencia por el gobierno. El principal efecto de esta agita- cién, liberal e igualitaria, fue atemorizar al partido conservador y aceptar a Manuel Montt como el sucesor de Bulnes. El Presidente Montt (1851-1861) fue el primer civil en gobernar Chile por mas tiempo que unas pocas semanas. Su extrafio cardcter opaco ha desafiado todos los intentos de un preciso retrato hist6ri- co. Su talento era indesmentible, del mismo modo que su austera inflexibilidad (‘pura cabeza y sin corazon’ era la opinién privada de su predecesor). La eleccién de Montt provocé tres meses de guerra civil total, en la cual el desaffo al régimen provino no solo de los liberales, sino, también, mas seriamente de las provincias sure- fias. El lider de la revuelta, el General José Maria de la Cruz, era en efecto un conservador y primo del ex Presidente Bulnes, quien lo derroté en una breve pero sangrienta campaiia. Por el momento, el régimen estaba a salvo. Hacia mediados de los afios 1850, sin embargo, el enfoque autoritario de Montt estaba produciendo presiones y tensiones dentro de la misma combinacién gobernan- te. Estas llegaron finalmente a hacerse explicitas como resultado de un sonado conflicto jurisdiccional entre el gobierno y la Iglesia, que estaba entonces resurgiendo como un factor independiente en la politica. En 1857, el grueso del Partido Conservador deserté y uni6 fuerzas con lo que quedaba de la oposicidn liberal. Aque- llos conservadores que permanecieron leales a Montt fundaron un nuevo Partido Nacional, pero que carecia del amplio apoyo de la clase alta de que gozaba la naciente fusién liberal-conservadora. Por segunda vez, la vigorosa agitacién condujo a una renovada re- presion y asi a un desaffo armado al régimen. La Guerra Civil de 1859 es recordada principalmente por los milagros de improvisa- cién llevados a cabo por el Ejército rebelde en las provincias mine- ras del Norte -el foco de la guerra- pero, una vez mas, el Gobierno vencié. En esta oportunidad, sin embargo, la victoria militar fue seguida por una derrota politica. Montt encontré imposible impo- 7 ner su propia opcién. Esta habria sido Antonio Varas, el asociado més cercano de Montt y un politico altamente talentoso. Un hom- bre mayor, un patricio benevolente y relajado, José Joaquin Pérez, fue elegido en lugar de Varas. Fue un momento decisivo. Bajo el Presidente Pérez (1861-1871), el ultimo de los cuatro pre- sidentes ‘decenales, el sistema chileno finalmente comenzé a li- beralizarse. El mismo Pérez, por virtud de lo que fue llamado en ese tiempo ‘una tolerancia suprema nacida de una incluso mayor suprema indiferencia, hizo tanto como cualquiera de Chile en el siglo diecinueve para aumentar la tradicién de un constituciona- lismo estable. La represién termin6, pero no asi la intervencién electoral: los ministros de Pérez se preocuparon de aquello. El nuevo presidente, aunque él mismo nominalmente un Nacional, rapidamente Ilevé al gobierno a la Fusion Liberal Conservadora (1862). Esta alianza entre antiguos enemigos probé ser una combi- nacién gubernamental notablemente operacional, aunque atrajo naturalmente la oposicién no solo de los Nacionales desplazados (cuya lealtad a Montt y Varas les gané el nombre de monttvaris- tas), sino también de los fuertes liberales anti-clericales ‘rojos’ o ‘radicales, que llegaron a ser conocidos entonces como el Partido Radical. En los afios 1860, se vio de este modo un panorama cada vez mas diversificado ideolégicamente y (excepto electoralmen- te) se permitié prosperar a la ‘nueva politica) aunque, como suce- did, las rivalidades domésticas fueron de algin modo sofocadas entre 1865-1866 cuando las acciones agresivas de un escuadr6én naval espafiol que surcaba las aguas del Pacifico, llevaron a Chi- le y a tres de sus reptiblicas hermanas a una breve guerra con su anterior metropoli*. Hacia fines de 1860, las nociones liberales de reforma constitucional ocupaban el primer plano del escenario politico. Tales ideas, centradas, sobre todo, en limitar el poder presidencial, formaron, de manera creciente, un campo comin entre los cuatro partidos principales. La primera enmienda a la hasta entonces inviolada Constitucién de 1833 fue tramitada en 1871; de manera significativa, prohibia la reelecci6n inmediata del Presidente. 4 Tal lucha (y no hubo mucha) acurrié en el mar, Sin embargo, antes de retirarse dei Pacifico, los espafioles sometieron a Valparaiso a un bombardeo devastador (marzo 1866). Fue durante el gobierno de Federico Errdruriz Zafartu (1871- 1876) cuando ocurrié la transicién final a la politica dominada por los liberales. A comienzos de los afios 1870, ‘las cuestiones teo- légicas’ (como fueron Ilamadas) comenzaron a ser consideradas como temas politicos. En efecto, estaban menos relacionadas con la teologia que con la demarcacién de las funciones eclesiasticas y seculares en la vida nacional; ellas generaban una buena dosis de sentimiento, al mismo tiempo piadoso e impfo. Una disputa acerca de la educacién privada en 1873, colocando a los anticlericales en contra de los conservadores, los que estaban Ilegando a ser cada vez mas identificados como el Partido Catélico militante en la po- Iitica, produjo la desintegracién de la fusion. Los conservadores se fueron ala oposicién y se abrié el camino para una nueva coalicién dominante con un foco liberal. El inteligente Errazurriz dirigio las maniobras necesarias. La Alianza Liberal (1875) fue la tercera de las grandes combinaciones gobernantes del periodo, pero la me- nos estable, ya que varias facciones del poderoso Partido Liberal se encontraban invariablemente oponiéndose o apoyando al go- bierno. La presidencia de Errazuriz también vivid reformas cons- titucionales, todas tendientes a limitar la influencia del Ejecutivo. Se disefaron cambios importantes en los procedimientos electo- rales (1874) con el fin de reducir la intervencién oficial, pero en 1876 Errazuriz y la Alianza no tuvieron dificultades para imponer al préximo Presidente del modo acostumbrado. Su opcién recay6 en Anibal Pinto, el hijo del Presidente liberal de fines de los afios 1820. Si la redaccién del acuerdo conservador de los afios 1830 estaba atin bastante intacta, sus procedimientos internos se estaban al- terando de manera significativa. Las politicas de los partidos se habfan desarrollado rapidamente desde la década de Pérez. Ellos mismos habian ido adquiriendo formas rudimentarias de orga- nizaci6n. Los radicales, con su red de asambleas* locales, fueron quizas el primer grupo en disefiar una estructura definitiva (aun- que flexible). Los conservadores fueron los primeros en desarro- llar una conferencia nacional del partido (1878). Sin embargo, votar de acuerdo con las lineas partidistas estaba lejos de ser au- tomatico. Cuando el diputado radical Ramén Allende (abuelo del futuro Presidente) sugirié, en 1876, que las consideraciones del Partido deberian pesar mas que los principios personales cuando 20 se votara en el Congreso, la idea fue recibida con varias reacciones indignadas. Lejos de esto, hacia fines de los afios 1870, estaba ha- ciéndose claro que el Congreso como un todo aspiraba a un grado mucho mayor de control sobre el Ejecutivo de lo que antes habia sido intentado o quizds incluso contemplado. La Constitucién, como hemos visto, era fuertemente presidencialista; pero también era posible, como lo probaron entonces los politicos, darle una légica interpretacién ‘parlamentaria’ A través del uso constante de la interpelacién y el voto de censura, los congresistas en forma creciente convirtieron las vidas del gabinete de ministros en tedio- sa y dificil. Esto fue especialmente el caso durante la presidencia de Anibal Pinto (1876-1881), la que coincidid, como veremos, con varias crisis paralelas de un tipo muy acentuado. Que las institu- ciones chilenas hayan sobrevivido las tormentas de los afios 1850 y que estuvieran creciendo de un modo mis tolerante, fueron causa de orgullo, ciertamente, pero hubo algunos politicos, incluyendo a Pinto, que consideraba las rifias politicas como estériles, a menu- do monopolizando la atencién del Congreso con la exclusién de asuntos nacionales mas urgentes, y otros que se preguntaban sila tensién entre el Ejecutivo y la legislatura militante no destrozaria la tradicién de estabilidad. ‘Caballeros de la mayoria, ministros, exclamé un diputado conservador en 1881, ‘Les digo: {No estiren demasiado la cuerda, porque la cosa puede explotar!’> La conexion entre la estabilidad politica y el progreso econdmico nunca es completamente clara. Sin embargo, parece justo argu- mentar que la considerable expansién econémica que Chile tuvo entre los afios 1820 y 1870 debis algo, al menos, a las condiciones acordadas en el pais como también, a la demanda internacional de lo que Chile podia producir. Sin embargo, la expansién no fue completamente fluida. A fines de los afios 1850, con la pérdida de ciertos mercados de ultramar, de trigo y harina, unida a dos pobres cosechas seguidas y el agotamiento de algunos de los depdsitos de plata en el Norte, hubo una breve aunque seria recesién. En otros perfodos (notablemente desde el fin de los afios 1840 hasta me- diados de los afios 1850 y, nuevamente, desde el fin de los afios 1860 hasta el comienzo de los 1870), el crecimiento del comercio 5 Cristian Zegers, Anibal Pinto. Historia politica desu gobierno (Santiago, 1969), 119. Diez afios después, en la crisis politica de 1891, la ‘cosa’ explot6 de verdad. fue ciertamente muy rapido y Chile goz6 de condiciones de auge. El valor total de las exportaciones se alz6 de $7.500.000 en 1825 a $74.000.000 en 1875. Los ingresos del Gobierno se incrementaron algo mds lentamente, de $2.000.000 en 1835 a $16.400.000 en 1875; desde fines de los afios 1830, generalmente superaban los gastos de forma muy cémoda®. Una comunidad comercial altamente cosmopolita se establecié en Valparafso en los afios posteriores a la Independencia y los gobier- nos del perfodo consideraron el comercio con las naciones mari- timas del Atldntico Norte, especialmente Gran Bretafia, como uno de los principales estimulos del progreso. En verdad, el acuerdo politico de los afios 1830 fue acompafiado por un ‘acuerdo econ6- mico; desarrollado en gran parte por el brillante Manuel Rengifo, Ministro de Finanzas desde 1830 a 1833 y nuevamente desde 1841 hasta 1844. Este mezclo el liberalismo con el pragmatismo en sus medidas econémicas, lo que incluyé la simplificacién del sistema fiscal y las leyes aduaneras, la consolidacién de la deuda publica, y, un dato no menor, el establecimiento permanente de almacenes fiscales* en Valparaiso, donde los comerciantes podian guardar su mercancia libre de pago de derechos mientras esperaban por mer- cados favorables. Que Valparaiso debiera ser el puerto dominante en el Pacffico fue una maxima cardinal tanto para Rengifo como para Portales. Dependiendo fuertemente de los derechos aduaneros para sus ingresos, el gobierno chileno tenia posiblemente la razén mas po- derosa para desear aumentar el flujo del comercio, un fin que cier- tamente reflejaba la visién de la clase alta chilena como un todo. Pero, consideraciones mas amplias del desarrollo nacional no es- tuvieron nunca ausentes del pensamiento oficial. El Estado estaba activo en muchas esferas, incluyendo la mejora de las comunica- ciones; y las politicas aduaneras no ignoraban los intereses locales ni aquellos de los exportadores. La Reforma de Tarifas Aduaneras de 1864, a menudo presentada por los historiadores como una pre- cipitada carrera hacia el libre mercado, no fue en muchos aspectos 6 — Elpeso chileno ($) mantuvo un valor relativamente constante a través de la ma- yor parte del periodo; valiendo alrededor de 45 peniques en términos de libras esterlinas, o poco menos que un délar estadounidense, excepto durante la Gue- tra Civil de Estados Unidos, cuando valié un poco mas. 21 22 sino una aberracién temporal de las politicas mas estandarizadas del siglo diecinueve, que luché (aunque ineficazmente) para dar al menos un grado minimo de proteccién a ciertas actividades lo- cales al mismo tiempo que maximizar el comercio. Sin embargo, parece razonablemente claro, dada la extrema pobreza de la nueva nacion y la ausencia de un ‘espiritu de asociacién’ tan frecuente- mente lamentada por Manuel Montt, entre otros, que incluso una dosis més fuerte de proteccionismo dificilmente habria podido hacer mucho mis para diversificar la actividad econémica 0 para desarrollar una base industrial de cualquier tamafo. Las opciones del pais en este periodo eran bastante reducidas. Desde la perspectiva del comercio exterior, el sector minero era le- jos el mas importante de la economia durante el perfodo. Los mi- neros del Norte acumularon las fortunas individuales y familiares més grandes de su tiempo. Las dos provincias escasamente pobla- das de Atacama y de Coquimbo, el area denominada ahora por los chilenos como el Norte Chico, constitufan la regién mas dindmica del pais, con una poblacién (cercana a un octavo del total nacional en 1865) que crecié mas rapidamente que en las provincias do- minadas por las haciendas del Valle Central, miles de cuyos habi- tantes fueron seducidos a irse a los destartalados, pendencieros y ocasionalmente rebeldes campos mineros del drido Norte; habia alrededor de 30 mil trabajadores en las minas hacia los afios 1870. Dura, emprendedora, industriosa, periddicamente volatil, fiera- mente orgullosa, asi era la cultura distintiva de la zona minera. Sus riquezas, trabajosamente extraidas, tuvieron un impacto vital en el resto de la naci6n, ‘ennobleciendo a las ciudades del Centro y fertilizando los campos del Sur} como lo dirfa mas tarde el Presi- dente Balmaceda’. De los tres principales metales que se extraian en Chile en el tiempo colonial, el oro fue al que peor le fue después de la Independencia, cayendo desde una produccién promedio anual de 1.200 kilos en los afios 1820, a un nivel de alrededor de 270 kilos en los afios 1870. Por contraste, en el mismo perfodo, la produccién de plata crecié desde cerca de 20 mil kilos por afio a cerca de 127 mil kilos. (Dada la persistencia del contrabando, tales ntimeros son quizds conservadores). El cobre, el mds provechoso 7 — Roberto Hernandez, Juan Godoy 0 el descubrimiento de Chafarcillo, 2 vols. (Val- paraiso, 1932), II, 560. de los tres metales, se producia a una tasa anual de 2.725 toneladas métricas en los afios 1820; creciendo progresivamente a 45.600 to- neladas métricas en los aiios 1870, para representar entonces, de forma permanente, entre un tercio y la mitad de la produccién del mundo. La seducci6n de la riqueza mineral atrajo a numerosos comercian- tes, especuladores y exploradores (prospectores) a los desiertos del Norte. La biisqueda de nuevas vetas de minerales era incesante; la zona minera se expandié lentamente hacia el Norte, en el Desier- to de Atacama, y hacia el largo limite indefinido con Bolivia. Los primeros descubrimientos importantes de plata en Agua Amarga (1811) y Arqueros (1825) fueron pronto completamente eclipsados por el sensacional descubrimiento en Chanarcillo, al sur de Copia- p6, en 1832. Fue el distrito minero mas productivo por si mismo del siglo, una verdadera ‘montafia de plata’ la cual arrojé al menos $12.000.000 en sus primeros 10 afios y donde, hacia mediados de los afios 1840, habfa mas de cien minas. El descubrimiento de Tres Puntas (1848) constituy6 un estimulo ulterior al auge, aunque me- nos dramatico. La ultima estampida hacia la plata en el periodo ocurrié en 1870, con la apertura de un importante distrito minero nuevo en Caracoles, mas alla del limite con Bolivia, aunque tra- bajado casi enteramente por chilenos. La mineria del cobre de- pendia menos de una nueva exploracién que de la operacién de vetas establecidas de alta concentracién del metal, pero también, en esto, la paciente prospeccién proporcioné una recompensa fa- bulosa, como el caso espectacular de José Tomas Urmeneta, quien inspeccioné por 18 ajios, en extrema pobreza, antes de descubrir Tamaya, su legendario depésito de cobre. Pronto fue un millona- tio, uno quizds de varias docenas de hombres muy ricos cuyas grandes fortunas surgieron del Norte Chico. Los métodos chilenos de operar la mineria cambiaron sélo len- ta y parcialmente desde el patrén establecido a fines del perfodo colonial, que se habfa caracterizado por numerosas pequefias empresas, individuales o familiares, con una tecnologia simple y actividad marginal a corto plazo. En verdad, hacia 1860, algunas de las grandes mineras -Urmeneta en Tamaya y José Ramén Ova- lle en Carrizal Alto, por ejemplo- usaban extensiva mecanizacién y es interesante observar que los distritos citados dan cuenta del 23, 24 tercio dela produccién de cobre en los afios 1870s. Sin embargo, la persistencia de viejas practicas -y un gran numero de operaciones a pequefia escala que continuaban prefiriendo, en vez del poder del vapor, a los sélidos barreteros* y apires*, quienes extrafan el metal y lo sacaban de la mina- es testimoniado por muchos visi- tantes al Norte durante este periodo. En los afios 1870, solamente treinta y tres minas del Norte Chico usaban maquinas a vapor, en contra de 755 que no las usaban. Las innovaciones en el fundido y refinacién del cobre eran mucho mas notorias, con hornos de re- verberacién** (‘el sistema inglés’) extendiéndose desde 1830 hacia delante. En las siguientes dos décadas, en lo que constituyé una pequena revolucién tecnoldgica, se establecieron varias plantas fundidoras en la costa, principalmente en Guayacan y Tongoy, en el Norte Chico y en Lirquén y Lota, 800 kilémetros al Sur, siendo las primeras empresas industriales, de cualquier tamano, en el pais. También procesaron metales peruanos y bolivianos y equi- libraron parcialmente la dependencia previa de los productores de la industria de fundicién y refinamiento de Gales del Sur. La insaciable demanda de los fundidores por combustible mermé profundamente las exiguas reservas de madera del Norte Chico y contribuy6 al avance del desierto hacia el Sur. Este es un tema ecoldgico generalmente poco relevado, pero basico de la historia de Chile, desde los tiempos coloniales. La alternativa principal ala madera era el carbén, el que fue explotado en forma creciente alo largo de la costa del sur de Concepcion desde 1840 hacia delante. La produccién local era vulnerable a las importaciones del carbén de alta calidad de Gran Bretafia (u, ocasionalmente, de Australia), pero se mantuvo, a la larga, en parte debido a que se hallé que la mezcla de carb6n local y extranjero era ideal para las operaciones de fundido. Los chilenos (algunas veces, los chilenos de primera generacién) eran los mds importantes entre los empresarios mineros de este periodo. Una o dos de las empresas cupriferas eran de propiedad britanica, pero constituian las excepciones, aunque los ingenieros extranjeros sobresalian en toda la zona minera. Hombres como Urmeneta, y un pufiado de otros como él, eran naturalmente im- portantes capitalistas, y frecuentemente convertian su gigantesco ** N. del T. En Chile, actualmente se los denomina ‘reverberos, capital cafdo del cielo en cuentas adecuadas, invirtiendo en trans- porte y agricultura al mismo tiempo que en las minas, aunque no dejando tampoco de proporcionarse un estilo de vida opulento. Muchos de los empresarios mineros mds pequefios dependian fuertemente de una especie de mediadores conocidos como los ‘habilitadores’*, quienes compraban su mineral a cambio de cré- ditos y provisiones. Este negocio fue el fundamento de varias for- tunas cuantiosas, siendo un famoso ejemplo la carrera de Agustin Edwards Ossandon, el hijo de un doctor inglés, quien se estable- cié en el Norte Chico justo antes de la Independencia. Hacia 1860, Edwards era uno de los capitalistas mas ricos y activos en Chile. Entre 1871-1872, en un episodio bien conocido, él acumulé silen- ciosamente vastas cantidades de cobre, elevé el precio en un 50% y logré una ganancia estimada en $1.500.000. Durante los afios en que Edwards ejecuté este golpe audaz, el ciclo de plata y cobre chi- leno del siglo XIX estaba alcanzando su cima. Las minas de plata mantendrian una alta produccién por mas de dos décadas, pero, con la produccion floreciendo en los Estados Unidos y Espajia, ‘las barras de Chile’ se convirtieron en un componente que decrecié en importancia en la provision mundial de cobre, no siendo mas de un 6% lo que provino de Chile hacia los afios 1890. Ciertamente, hacia ese tiempo, los desiertos mas al Norte estaban produciendo una fuente atin mayor de riqueza: el salitre. Aunque la mineria dominaba el sector exportador, era la agricultu- ra la que dominaba las vidas mas comunes. Cuatro de cinco chile- nos vivian en el campo en los afios 1860. En esto, como en muchos otros aspectos, el legado colonial era contundente. A través del siglo XIX, Chile permanecio siendo una tierra con grandes propie- dades, la posesién que conferia estatus social, influencias polfticas (si se deseaba) y (menos automaticamente, antes de los afios 1850) un ingreso confortable. Esta tradicién de propiedad es una de las claves para comprender la Historia de Chile entre el perfodo colo- nial y mediados del siglo veinte. El ntimero preciso de haciendas a mediados del siglo diecinueve es dificil de evaluar. Los registros de impuestos de 1854 muestran que alrededor de 850 propietarios recibian cerca de dos tercios de todo el ingreso agricola en Chile central, y que, de éstos, 154 propietarios ganaban anualmente mas de $6.000 (con el propésito de comparar, puede observarse que el Presidente de la Republica obten{a un sueldo anual de $12.000 que 25 se alz6 a $18.000 en 1861). Las haciendas ocupaban al menos tres cuartas partes de todo la tierra apta para la agricultura, la que in- cluja grandes extensiones de terreno que permanecfan sin cultivar de aiio en afio. Las tierras eran trabajadas por una clase estable y residente de inquilinos*, 0 trabajadores y, cuando era necesario, por peones afuerinos contratados para trabajos temporales de la estacién. Como sabemos, este tipo de sistema de trabajo rural era comin (aunque con muchas variaciones) en muchas partes de Hispanoamérica. Cuando Charles Darwin recorrié el campo chi- Jeno a mediados de los afios 1830, pensaba de esto que era ‘pare- cido alo feudal: El inquilino* chileno estaba ligado a la hacienda, se le permitia cultivar su pequefia parcela de tierra a cambio de servicios laborales regulares para el propietario, por lazos de cos- tumbre y conveniencia mds que por atribuidos legales 0 a deuda. En la ausencia de comunidades tradicionales de pueblo al modo europeo, la hacienda llegé a ser el foco tinico de lealtad y formaba su propio pequefio universo. ‘Cada hacienda en Chile’ escribié un agudo observador en 1861, ‘forma una sociedad separada, cuya cabeza es el propietario y cuyos stibditos son los inquilinos*... El propietario es un monarca absoluto en su hacienda’. Para los in- quilinos, la vida era pobre aunque no necesariamente dura; sus métodos de labranza eran primitivos, su dieta monétona y algu- nas veces apenas adecuada y su oportunidad de alzarse en la es- cala social muy estrictamente limitada. Pero la seguridad relativa de la hacienda podia ser contrastada con la grave situacidn de la mayoria de los peones que estaban afuera, una masa de personas indigentes, arafando una vida muy precaria ocupando tierras marginales, errando por el valle central en busqueda de trabajo estacional, o, en algunos casos, convirtiéndose en ladrones de ga- nado y bandidos. Desde la perspectiva del hacendado, habia mu- chos trabajadores de sobra como también tierra en desuso en el campo. Nada de ello se necesitaba a gran escala antes de 1850 0 alrededor de esa fecha. Sila agricultura era improductiva y poco rentable en la primera parte de este perfodo, la razén es facil de identificar. La demanda local era rapidamente satisfecha, al mismo tiempo que los mer- cados de exportacién eran pocos y quedaban lejos unos de otros. 8 ‘Atropos} ‘El inquilino en Chile’ Revista del Pacifico, 5 (1861), 94. El comercio de grano con Pert en el siglo dieciocho, cuya impor- tancia ha sido probablemente exagerada por los historiadores, no fue nunca completamente restablecida a la escala antigua después de las guerras de la Independencia y la rivalidad comercial de los afios 1830. Sin embargo, entre 1859 y 1880, la perspectiva para los propietarios de tierra mejoré radicalmente, con las haciendas respondiendo inmediatamente a la apertura de nuevos mercados fordéneos. Como tnico pais productor importante de cereal en la costa americana del Pacifico, Chile estaba bien ubicado para sacar ventaja de la subita demanda provocada por las estampidas del oro en California y Australia. Las exportaciones de trigo y harina a California llegaron a ser de alrededor de 6 mil quintales métricos en 1848. Dos afios después, no menos de 277 mil quintales de trigo y 22] mil quintales de harina fueron embarcados hacia el norte. El auge fue efimero -hacia 1855 California era autosuficiente- pero arrojé altas ganancias mientras duré y fue responsable de la con- solidacién de una industria molinera actualizada técnicamente en el area de Talca y alo largo de la bahia de Talcahuano, al igual que en Santiago un poco mas tarde. Hacia 1871, habfa alrededor de 130 modernos molinos en Chile. (Al final de este periodo, mas cambios en la tecnologia molinera estaban siendo explorados en el centro- oeste norteamericano y en Europa, pero éstos, en contraste, fueron mas lentos para llegar a Chile). Australia proporcioné un segundo mercado de corta vida (y de alguna manera precario) para Chile en los afios 1850, que fue lucrativo por un tiempo. Los propietarios estaban claramente conscientes de que la geogra- fia y la buena suerte eran la causa de esos golpes repentinos de for- tuna, los que eran sustancialmente suficientes: las exportaciones agricolas se quintuplicaron en valor entre 1844 y 1860. No es éste de ninguna manera el final de la historia. La experiencia ganada en los mercados californianos y australianos, combinados con las mejoras vitales en el transporte, capacitaron a Chile en los afios 1860 para vender grandes cantidades de grano (trigo y cebada) a Inglaterra: dos millones de quintales métricos se exportaron en 1874, el mejor afio. Una vez mas, sin embargo, la posicién compe- titiva de Chile en el mercado era mas fragil de lo que parecia y fue socavada permanentemente unos afios después cuando los pre- cios de los granos cayeron y surgieron nuevos paises productores de trigo mds eficientes. 27 28 Los estimulos de estos auges de exportacién de mediados de siglo trajeron algunos cambios definitivos en el paisaje. Lo mas visibles de estos fueron, quizds, los numerosos canales de regadio que se construyeron, algunos de ellos constituyéndose en notables ha- zafias de ingenierfa. (El Canal de Las Mercedes patrocinado por Manuel Montt y otros hacendados en 1854, tom6 treinta afos en construirse y eventualmente se extendié por 120 kilémetros sobre un terreno desigual). La calidad del ganado se fue mejorando len- tamente, mediante la introduccién de razas fordneas. Con el creci- miento de las ciudades, se expandié un mercado de fruta y de aves que beneficié a las haciendas cercanas y a las pequefias parcelas (a menudo especializadas) conocidas como chacras. Los chilenos han bebido su propio vino desde los primeros tiempos de la Colonia; pero las bases de la tradicién vitivinicola que producirian después las mas finas cepas en el hemisferio occidental se establecieron solamente en los afios 1830, cuando las uvas de pinot y cabernet traidas de Francia fueron cultivadas localmente por primera vez. El gobierno mismo, al mismo tiempo que la Sociedad Nacional de Agricultura (con existencia desde 1838), trataron de mejorar el co- nocimiento agricola. Desarrollos como éstos, bosquejados de esta manera, parecen transmitir una impresin de vitalidad, pero ella es de algtin modo engafiosa. La sociedad rural y los métodos de culti- vo tradicionales no fueron perturbados de ningtin modo drastico, aunque parece probable que las transacciones monetarias en el campo se extendieron mas que antes. Hubo relativamente poco en materia de inversiones de gran capital en la agricultura (dejando de lado los trabajos de regadio) y, a pesar del entusiasmo de una can- tidad de propietarios progresistas, no se importd o usd en gran es- cala maquinaria agricola. (Los bueyes siguieron siendo usados uni- versalmente en Chile hasta los afos 1930). Durante los afios felices del auge de exportacién, los propietarios tenian grandes reservas de tierra y de trabajadores donde acudir. Los acres arados pudieron haberse triplicado o incluso cuadruplicado durante estos afios. Las nuevas familias de afuera de las haciendas fueron impulsadas (y en muchos casos, sin duda estaban ansiosas) a ampliar el rango de inquilinos*. El sistema de trabajo fue ciertamente mas tensionado, con mayores demandas hechas a los inquilinos. Bastante aparte del inquilinaje*, se desarrollé una variedad de practicas de medieros, especialmente en Ja costa, para ayudar al auge de la exportacién. También parece haber crecido el numero de minifundios*. Pero, en general, fue el sistema de hacienda en si mismo el apoyo basico de la elite de la nacién, el que fue mas claramente consolidado por los cambios de mediados del siglo diecinueve. La manufactura como tal, que existia en Chile en el tiempo de la Independencia y por dos 0 tres décadas posteriormente, era ejecu- tada por los artesanos y artifices en pequefios talleres situados en las ciudades. En el campo, la poblacién en general se confecciona- ba sus vestimentas, aunque la creciente importacion de algodén inglés probablemente tuvo el efecto, alo largo de los afios, de redu- cir tal practica. La clase alta, como un todo, era capaz de satisfacer su demanda de bienes manufacturados, incluyendo lujos, desde el extranjero y no estaba interesada en promover la revolucién indus- trial. (En esto, los empresarios mineros eran una excepcién parcial y, al final del periodo, la industrializacién fue considerada como un medio posible para el avance del pais por un nimero creciente de intelectuales y politicos). Puede haber poca duda, sin embar- go, de que la expansién de la riqueza nacional después de 1850 0 alrededor de entonces, proporcion6 ciertas oportunidades de em- prendimiento en la manufactura y tales oportunidades se aprove- charon algunas veces, generalmente por extranjeros, aunque éstos pueden ser mejor considerados como primera generacion de chi- lenos. Las primeras empresas industriales importantes surgieron relacionadas con los auges exportadores y fueron las fundidoras de cobre y los molinos de harina ya mencionados. Ademas de és- tos, los afios 1850 y 1870 vieron el crecimiento de la produccién en pequefia escala de fabricas en los campos textil, procesamiento de alimentos, construccién de ladrillos y soplado de vidrio. Hacia los afios 1880, habia al menos treinta cervecerfas en el pais. Ademas, las necesidades de las nuevas lineas férreas y de la misma indus- tria minera estimuld la aparicién de una cantidad de pequefias fundiciones y talleres de maquinas capaces de reparar e, incluso, en algunos casos, de construir equipamiento. Existe una creciente evidencia para indicar que el inicio de la industrializacién chilena, a menudo ubicada a partir de la Guerra del Pacifico, debiera ser anticipada alrededor de 10 ajios. No hay necesidad de decir que la expansion econémica produci- da por las exportaciones dificilmente podria haber ocurrido sin 29 30 mejoras en los transportes y comunicaciones, los que también fueron de obvia importancia en la consolidacién de la coherencia politica de la nueva naci6n. El numero de barcos recalando en puertos chilenos crecié en forma mas o menos constante de 1830 hacia adelante, hasta superar los cuatro mil por afio en los afios 1870. Dos barcos a vapor de 700 toneladas fueron traidos de In- glaterra a Chile en 1840, por un empresario norteamericano, Wi- liam Wheelwright, el fundador de la Comparifa de Navegacién a Vapor del Pacifico, de propiedad britanica. Desde mediados de los afios 1840 fue posible, con conexiones adecuadas a través del istmo de Panam, viajar desde Europa en menos de cuarenta dias. (Los barcos a vela todavia se demoraban entre tres y cuatro me- ses). En 1868, la entonces bien establecida Compafifa PSNC [sigla en inglés] (cuyas iniciales produjeron mas tarde varias bromas chilenas famosas) inaugur6 un servicio directo entre Valparaiso y Liverpool, a través del Estrecho de Magallanes. Mientras, el trans- porte terrestre estaba siendo lentamente revolucionado por la lle- gada inevitable del tren. Ciertamente, el Norte de Chile instalé el primer tramo importante de lineas férreas en Latinoamérica. La linea, construida por Wheelwright y terminada en 1851, unid Co- piap6 con el puerto de Caldera a unos 80 kilometros de distancia. Fue financiada por un grupo de ricos mineros y establecié el pa- trén para varias vias férreas posteriores en la zona minera. La vital union entre Santiago y Valparaiso tendria que esperar mas tiem- po. Inicialmente, ésta fue una empresa mixta, el Gobierno aporté cerca de la mitad del capital, pero, en 1858, siguiendo a demoras y dificultades agotadoras, el Estado compré la mayoria de las accio- nes de los privados; y se le entreg6 a un intrépido empresario nor- teamericano, Henry Meiggs, la tarea de completacién de la linea, cuyas ultimas secciones de tramo ancho fueron colocadas en 1863. Otra empresa mixta auspicio la tercera linea férrea impor- tante, extendiéndose hacia el sur a través del Valle Central, una linea de especial interés para los hacendados dedicados al cereal. El gobierno de Errazuriz asumié esto en 1873 y solamente unos pocos afios mas tarde la unio con una linea férrea construida des- de Talcahuano al sur en los paisajes romanticos de la Araucania. En 1882, habfa cerca de 1900 kilémetros de lineas férreas en Chile; poco mas de la mitad era propiedad estatal. El Estado también subsidié y posteriormente compro la naciente red telegrafica, cuya construccién comenzé6 en 1852, otra empresa del infatigable Wheelwright, a quien, a su debido tiempo, se le construyé una es- tatua en Valparaiso. Veinte afios mas tarde, los hermanos chilenos Juan y Mateo Clark unieron Santiago y Buenos Aires; con la exten- sién del cable submarino brasilefio en 1874, Chile estuvo por pri- mera vez en contacto directo con el Viejo Mundo. El ritmo creciente de la actividad econdémica durante el tercer cuarto del siglo diecinueve dejé su huella en las instituciones fi- nancieras y comerciales. Hasta 1850, las principales fuentes de crédito, por ejemplo, habian sido prestamistas privados de casas comerciales. Esto cambié, entonces, con la aparicién de los prime- ros Bancos -el Banco de Ossa y el Banco de Valparaiso, fundados a mediados de los afios 1850- y las operaciones bancarias fueron suficientemente extensas como para merecer regulaciones en la importante ley de 1860. La creacién, en 1856, de la notable Caja de Crédito Hipotecario canalizo crédito al campo, en la practica, fun- damentalmente a los grandes propietarios. Por entonces, en forma creciente, se hicieron comunes las sociedades anénimas, aunque complementando mas que reemplazando las sociedades indivi- duales y familiares que hasta entonces habfan sido los modos es- tandares de la organizacién econdmica. Las primeras fueron las companias de ferrocarriles; hacia fines de los afios 1870, se habian creado mas de 150 de dichas empresas, predominantemente en la minerfa, la banca, los seguros y los ferrocarriles. El capitalismo chileno mostraba una marcada tendencia expansionista en los afios 1860 y 1870, con dinero fluyendo de los negocios de salitre en Bolivia y Perti como también de las minas de plata de Caracoles. Intercambios de productos no regulados circulaban en Valparaiso y Santiago desde comienzos de 1870, cuando ‘la fiebre de Caraco- les’ estaba Ilevando a los inversionistas a un frenesi especulativo sin precedentes en la historia chilena. El comercio exterior a lo largo de este periodo estaba controlado en gran parte por varias docenas de Casas de Importacién y Expor- tacién ubicadas en Valparaiso y la capital; éstas contribuyeron mucho ala construccién del nuevo mercado monetario, y perma- necieron siendo influyentes desde entonces en el sector corporati- vo de la economia en desarrollo. Los extranjeros, ya sea como resi- dentes permanenteso como agentes viajeros de Casas de Comercio 31 32 fordneas con sedes en Chile, eran especialmente prominentes en ello, con los britanicos sobresaliendo en este campo. La conexién britanica fue fundamental para Chile. Las inversiones de los brita- nicos en el pais estaban confinadas en su mayorfa a bonos guber- namentales -en una cantidad cercana a las 7.000.000 de libras es- terlinas hacia 1880- pero Gran Bretafia era el destino de entre uno y dos tercios de todas las exportaciones de Chile y la fuente de en- tre un tercio y un medio de todas las importaciones en cualquier afio que se considere. Las importaciones de Francia también eran altas, reflejando el gusto de la clase alta. Del mismo modo que en el periodo colonial, continuaba el comercio con Perd, pero era eclipsado por los vinculos forjados ahora con el Atlantico del Nor- te. Los vapores, los ferrocarriles, los telégrafos, los bancos y com- pafifas, todos contribuyeron a cimentar la cada vez mas s6lida aso- ciacién con la economia internacional que estaba surgiendo en el mundo. Los politicos pueden ocasionalmente denunciar a los co- merciantes britanicos como los ‘nuevos cartagineses’ o incluso (en una vena mas popular) como ‘infieles, pero en general su presen- cia era bienvenida como un elemento vital en lo que era asumido como el progreso de la nacién. Sesenta afios después de Ja Independencia, Chile era una tierra mucho mis prospera que lo que parecfa posible en 1810, asi como mas integrada econémicamente que en el periodo colonial. Su registro contrasta fuertemente con el evidente estancamiento en varias de las otras republicas hispanoamericanas. Sin embargo, la nueva prosperidad no estaba distribuida proporcionalmente (incluso menos equitativamente) en todos los sectores de la po- blacién. La riqueza de la clase alta aumentaba visiblemente y ésta tenia ideas muy claras acerca de qué hacer con ella. Un visitante norteamericano, a mediados de los afios 1850, observaba que ‘el gran objeto de la vida’ en la adquisicién de riqueza parece ser ‘acu- dir al capital para gastarlo en muebles caros, equipamiento y una vida espléndida’. La desaparicién gradual de los antiguos y aus- teros habitos de vida supuestamente mas virtuosos fue lamentada por los escritores de mente orientada moralmente; y es probable- mente justo decir que la adopcién de estilos de vida europeos mas sofisticados -modas que abarcaban desde los sombreros hasta las 9 [Mrs.C.B.Merwin], Three Years in Chile (New York, 1863).

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