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[AS REALES, PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD EN EL ESTADO EGIPCIO TEMPRANO Josep Cervellé Autuori Institut d’Estudis del Proxim Orient Antic Universitat Autonoma de Barcelona Summary: From the Thinite Age dates a score of inscriptions which can be considered “royal lists", in the sense of sequences of at least two names of kings who reigned ely. These documents allow us to discuss about the ways of expression of Kinship in the contest of the early pharaonic monarchy. In fact. in the sphere of the royalty of the Archaic Period. kinship implies ancestors cult (mythical level) and genealogical relationships (political level), In this paper. we will concentrate on the first of these two aspects. We will discuss about the “definition” and the “aim” of the Thinite “royal lists” and we will conclude that they are not the expression of a primitive historiography but of a sophisticated ancestors cult, centred on the figures of Horus and Khentamentiu as the gods who embody the living and the dead king respectively En el seno de la realeza egipcia temprana, el parentesco se expresa en dos ni- veles: la ancestralidad, es decir, la identificacién del rey con un dios-ancestro al que la comunidad o el Estado rinde culto, y la genealogia, es decir, el con- junto de relaciones entre parientes culturalmente establecidas que determinan el lugar y los roles sociales de los individuos. Ambos se refieren a la legitimi- dad del poder real, pero el primero lo hace en la dimension mitica y ritual mientras que el segundo lo hace en la dimensién politica. En relacién con el Estado egipcio temprano, por el que aqui entenderemos la entidad politica que existid en Egipto desde tiempos inmediatamente anteriores hasta tiempos al- go posteriores a la “unificacién de las Dos Tierras” (Dinastias 0 a II, ca. 3200- 95 LISTAS REALES, PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD, 2700 a.C.). contamos con unos documentos epigraficos de gran valor a la ho- ra de abordar el estudio de estas delicadas y esquivas cuestiones: las lamadas “listas reales tinitas”, Este articulo se propone reflexionar sobre uno de los dos niveles de expresién del parentesco mencionados, el de la ancestralidad, y so- bre la finalidad de estas listas reales!. En efecto, contempordneamente a la formacién y primera ordenacién del Es- tado egipcio “unificado”, después de que los reyes del reino altoegipcio de Abido hubieran completado la anexién de! Egipto Medio y del Delta y hubie- ran creado una entidad politica que se extendia desde la primera catarata del Nilo hasta el Mediterraneo, la escritura, también incipiente en aquellos tiem- pos}. fue empleada entre otras cosas para registrar “listas reales”, es decir, se- cuencias de al menos dos nombres de reyes que reinaron sucesivamente (las hay también de tres, cuatro, cinco y hasta ocho nombres). Estas “listas” pue- den ser clasificadas en dos grandes grupos: a) Listas reales propiamente dichas o “intencionadas”. es decir, aquellas que nacieron como tales listas. que existen porque el “compilador” tuvo la inten- cién de hacer una lista de reyes; b) Listas reales “indirectas” o “resultantes”, es decir, aquellas que no son obra de un tnico “compilador”, sino que son el resultado del sucesivo afiadido de los nombres reales uno junto a otro y reinado tras reinado por parte de distin- tos escribas sobre el objeto en que estan inscritos, con el fin de indicar el su- cesivo propietario del mismo. Los ejemplos mas notorios del primer grupo son dos improntas de sellos ha- Hadas recientemente por Dreyer en sendas tumbas de la | Dinastia en el ce- menterio real de Umm el-Qaab, en Abido4, y una lista grabada en la estatuilla del sacerdote Hotepdief, de la II o III Dinastia, originaria de Mit Rahina (Menfis) pero cuya procedencia exacta es desconocida®, Los sellos reproducen. uno, la lista de los primeros cinco reyes de la | Dinastia (Nar- |. La disquisicién que sigue acerca de las listas reales tinitas avanza resumidos algunos de los, contemidos de un trabajo en curso: The Thinite "Royal Lists”. Catalogue. Typology and Meaning. 2. Edwards, 1971: Cervello Autuori, 1996, 89-92, 216-238: Wilkinson, 1999: Campagno, 2002; Midant-Reynes. 2003, 3. Cervello Autuori, 2005 y referencias: Vernus, 1993; Baines, 1999. 4. Dreyer. 1986 y figs. 1-4, Lims. 3-5: Dreyer ef al., 1996, 72-73. fig. 26, kim. 14.b-c. $. Borchardt, 1911-1936. 1, # 1: Smith, 1946, 15, Lim, 2b, % Josep CERVELLO AUTUORI mer. Aha, Dyer. Dyet y Den) mas el nombre y el titulo de la “madre del rey” Meretneit (Fig. 1), y el otro, la lista completa de los ocho reyes que confor- man la | Dinastia (Narmer, Aha, Dyer, Dyet, Den, Andyib, Semerjet y Qaa), esta vez sin la mencién de Meretneit (Fig. 2). En ambos casos, los nombres reales son los que corresponden al titulo de Horus, divinidad cuyo nombre precede al de cada rey (aunque sin el sere/), y también en ambos casos otra divinidad, el dios chacal Jentiamentiu, aparece citado de manera significa- tiva, como se vera. Por lo que se refiere a la estatua de Hotepdief, la “lista” est grabada en su hombro izquierdo y enumera los primeros tres reyes de a II Dinastia (Hotepsejemui, Nebre y Ninecher) (Fig. 3). Se trata igualmen- te de los nombres de Horus de los reyes, esta vez inscritos en sus correspon- dientes serejs, coronados por el logograma del halcdn. Las listas de este grupo, por tanto, se caracterizan porque el nombre real registrado es el que corresponde al titulo de Horus, es decir, al titulo en virtud del cual el rey se identifica con el dios-ancestro de la monarquia faraénica. Es probable que no sea ajeno a esta eleccién el hecho de que el nombre de Horus fue el uni- co que poseyeron (por lo menos, claramente identificado como tal titulo real®) los primeros cuatro reyes de la | Dinastia. En efecto. los titulos de ne- su-bit (Rey del Alto y Bajo Egipto”) y de nebty (“Las Dos Seftoras”), alu- sivos a la dualidad del Estado y de la monarquia, fueron introducidos en el protocolo regio a partir de Den y Semerjet respectivamente’, de forma que el inico modo de hacer una lista coherente que abarcara a los ocho reyes de la I Dinastia era echando mano de los nombres por el titulo de Horus, que todos poseian. Otra caracteristica de estas listas es que proceden del ambito funerario: los sellos sirvieron para sellar probablemente recipientes cerami- cos que contenian ofrendas funerarias liquidas depositadas en las tumbas reales®, mientras que la estatua de Hotepdief fue probablemente (aunque, como se ha dicho, se desconoce su procedencia exacta) un objeto del ajuar funerario de este personaje. que en vida debio estar adscrito al culto funera- rio de los tres reyes cuyos nombres la estatua misma lleva inscritos. Los “emisores™ de las listas pueden ser, pues, reyes o particulares (normalmen- 6. CF Cervello Autuori, 2003b. 7 Wilkinson, 1999, 203-203: Cervello Autuori, 2003c. 48-52 8. Cervellé Autuori, en prensa, G, Dreyer, quien en un primer momento propuso otra interpreta- ‘cidn sobre Ia ubicacion y funcion de 10s sellos (Dreyer. 1986, 37: éstos habrian servide para se- Har las entradas de las tumbas reales). en ta actualidad parece estar de acuerdo con la expucsta aqui (Dreyer. 2003. 62), 7 LISTAS REALES. PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD te sacerdotes), y en este sentido pueden clasificarse en reales (sellos de Abi- do) o particulares (estatua de Hotepdief)?. Los ejemplos mas interesantes y extensos de listas reales “resultantes” proce- den de la subestructura de la mide escalonada de Dyesert en Saqqara. Se trata de tres vasos 0 fragmentos de vasos de esquisto con sendas inscripciones que contienen los nombres de los iiltimos cuatro reyes de la Dinastia | (Fig. 4)!0. Si bien hay listas “resultantes” con nombres de Horus, en este caso son los nombres por los titulos duales de nesu-bit y/o de nebty de esos reyes los que se recogen: Jasty, Merpubia, Iri(-necher)? y Qaa (el ultimo rey de la nastia | tiene el mismo nombre por el titulo de Horus y los titulos duales). En los tres casos resulta evidente por la forma y la calidad del trazo que los cua tro nombres no son debidos al mismo escriba sino a cuatro escribas sucesivos. Es decir. los vasos estaban adscritos al servicio cultual de un edificio o depen- dencia del palacio real (cuyo nombre se registra también en las inscripciones) y cada rey sucesive hizo que se grabara en ellos su nombre. Por tanto. la lis- ta no es el resultado de un acto puntual ¢ intencionado, sino de un proceso que se extiende a lo largo de cuatro reinados. Podemos, sin embargo, considerar= las verdaderas listas reales por dos razones. En primer lugar, porque lo fueron a los ojos de los sucesivos escribas de la Dinastia | que las “compilaron”, ya que pudieron haber optado por borrar y substituir los nombres (como consta que hicieron en algun caso!!) en vez de mantenerlos y proceder por sucesivos afadidos, y porque tuvieron buen cuidado de ponerlos todos en fila, uno tras otro. en el mismo registro y segun un mismo médulo. Es evidente que para el “tercer” y “cuarto” escriba, la inscripcién en su conjunto constituia una “lista real” como las de la categoria anterior. Si en la intencién puntual inicial no hu- bo una lista, en el proceso. si. Y en segundo lugar, porque los vasos formaban parte, como queda dicho, del ajuar funerario de la piramide de Dyesert. Co- mo es bien sabido, no se trata de ejemplos aislados: Dyesert se enterré con ob- 9. En ol Reino Antiguo, sera caracteristica de los textos funerarios de particulares enumerar los reyes a los que se ha servido o rendido culto funerario (ahora por los titulos duales 0 solares: ef. infra) (Rocca. 1982, 70-75). Una de estas “listas”. por ejemplo. alude a reyes de la Epoca Tini- ta: se trata de la inscripcidn de la tumba de Saqgara de un sacerdote de la IV Dinastia, Shery. ads- crito a los cultos funerarios de los reyes Sendyi y Peribsen. de la I] Dinastia (Edwards. 1971. 20, 31: Cervellé Autuori, 1996, 234, n, 256: Wilkinson, 1999, 88-89), 10. Lacau y Lauer, 1959. 1. 10, kim, 4: 11, 9-12, Otros dos ejemplos, de procedencia desconoci- da, se guardan hoy en colecciones privadas: Kaplony. 1968. 20-24. ims. 11 y 18: Kaplony. 1973, 6. kams, 2. 7 y 20. HI. Lacau y Lauer, 1959, 11, 10, 22: Emery, 1961, 84: Spencer, 1980. 42, lms, 23 y 26 (# 271). 98 Josep CERVELLO AuTUORI jetos inscritos con los nombres (solos o en series de dos, tres o cuatro) de ca- si todos sus predecesores de las Dinastias | y II, es decir, de sus ancestros en tanto que rey del Egipto unificado. A sus ojos, las listas que nos ocupan serian verdaderas “listas de ancestros!?, que tendrian un significado y una funcién parecidos a los de los sellos de Abido: enumeraciones de antepasados vincu- ladas a ofrendas funerarias, A partir de la informacion aportada por todas estas “listas reales” e inscripcio- nes con nombres regios puede hacerse una serie de consideraciones a propé- sito del papel del parentesco en el seno de la realeza faradnica naciente. La primera pregunta que cabe hacerse es: {Cual es el significado de las listas reales? ;Se trata de documentos “historicos”? Veamos como se posicionan al- gunos de los autores que han reflexionado sobre estas cuestiones en los tilti- mos aos. Sus comentarios se refieren, en general, a todos los documentos susceptibles de ser interpretados en clave histérica (textos ¢ iconografia) y en particular a los anales y listas reales. D.B. Redford escribe: “Los egipcios ha- blaron ¢ hicieron uso del pasado en formas de composiciin escrita y de de- claracién oral muy diferentes de lo que nosotros clasificariamos como ‘historia’, La biisqueda de una forma de composicién egipcia (durame los tiempos faraénicos) a la que podamos aplicar el término de ‘historiografia’ hha legado, pues, « un final abrupto: no hemos podido encontrar ninguna”; ys “El propésito de estas listas no fue ‘historico’, sino mas bien cultuat”'3, T.A.H. Wilkinson afirma: “Erigidos en un comexto cultual, los anales fueron disehados para promover una vision ideal de la realeza. En consecuencia, los eventos registrados son los que enfatizan las funciones propias del rev, en re= lacién con los dioses y con la preservacién del orden creado”: y: “Esto mina por completo la fiabilidad del Canon de Turin como fuente para el Reino An- tiguo x el periode Dindstico Temprano”'4, Por su parte, J. Assmann dice: “El no fue (como lo seria mas propésito principal al registrar estos eventos {.. tarde para Heradoto) el de rescatar del olvido las grandes hazwnus de la hue manidad. [...] Nuestro concepto normal de ‘evento’ es el de algo fuera de lo comin, fuera del esquema normal de cosas. En Egipto, en cambio, los tinicos eventos regisirados son precisamente aquellos que constituyen ell ‘esquema 12. Redford. 1986, 134: Baines, 1989, 134, 13. Rediord, 1986, xx. 18. CE también Redford, 2003. 5-6. 14, Wilkinson. 2000. 64. 76, 9 LISTAS REALES. PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD de cosas man: “. 5, Sin embargo, estos mismos autores, en las mismas obras, afir- . la conciencia de la secuencia de semejante hilera de unidades idén- s [la lista real] es en si misma una aproximacién interpretativa, aunque rudimentaria, a nuestro concepto de historia” (Redford)!6; “Hay listas rea- Jes que fueron compiladas con fines archivisticos 0 histéricos, con propésito de exhaustividad. [...] El Canon de Turin parece representar un intento cons- cieme por parte de los egipcios de compilar una lista completa de reyes del pasado” (Wilkinson)!7; y: “Interpretemos como interpretemos los detalles de estas escenas, [=la paleta de Narmer] las referencias a la historia son eviden- tes, [..] Se trata de la representacién (...] de [...] un evento tinico en el tiem- poy en el espacio: una victoria del sur sobre el norte” (Assmann)!8, tica Me parece evidente que todos estos autores incurren en una contradiccién te6- rica. Esta contradiccién es debida, a mi modo de ver, a la ausencia de una cla- ra toma de posicién epistemoldgica de base, al hecho de que no se separa de manera suficientemente tajante el “discurso mi de los textos y de la ico- nografia egipcios del “discurso historico” occidental. Es decir, falta resolver Jo que podria Hamarse la cuestion ontoldgica. Los historiadores de las religio- nes y de las mentalidades. a partir del andlisis historico-cultural y del compa- ratismo etnografico, insisten en que el discurso mitopoético y el discurso histrico-racional son opuestos e irreductibles el uno al otro. La verdad de uno es cualitativamente distinta de la del otro. Entre uno y otro hay “una distan- cia que mas ain que temporal es de orden intelectual. {...] Entre mythos y lo- gos la separacion es [...] tal que la comunicacién {...] no existe: el didlogo es imposible, la ruptura esta consumada. Incluso cuando parecen contemplar el mismo objeto, apuntar en la misma direccién, los dos géneros de discurso permanecen mutuamente impermeables. Escoger un tipo de lenguaje es {...] despedirse del otro”, escribe J-P. Vernant refiriéndose al advenimiento del dis- curso légico-filoséfico en Grecia!®, El discurso mitico se basa en la nocién de arquetipo. de modelo trascendente, de actualizacién ininterrumpida por la via del rito de las acciones cosmogénicas, las unicas acciones “reales”, dignas de ser evocadas. Es el “contexto cultual” y la “vision ideal” de Wilkinson y el 18, Assmann, 2002. 37, 16, Redford, 1986, 139, 17, Wilkinson, 2000. 61 18. Assmann, 2002. 35. Mismo planteamiento en: Hornung, 1992, 149-151 19, Vernant, 1982. 176-177. Cf. también Frankfort e7 al, 1946. cap. 1; Eliade, 1972; 1981. cap. 1: Cervelo Autuori, 2003a. 100 Josep CERVELLO AUTUORI “esquema normal de cosas” de Assmann. Tras el mito puede haber aconteci- mientos historicos, pero no porque el mito narre acontecimientos historicos, sino porque puede ser utilizado para conmemorarlos. El motivo arquetipico de la masacre del enemigo. por ejemplo, puede (aunque no siempre lo hace) ser utilizado para celebrar un hecho historico?”. Pero entonces lo que “se retiene™ de ese hecho no es su singularidad, su especificidad, es decir, aquello que a nuestros ojos lo hace “hist6rico”, sino su cardcter paradigmatico, lo que tiene de “conocido”, de “repetitivo”. Y en eso radica, precisamente, la dificultad y el reto del historiador de Egipto: en ser capaz de destriar lo histérico del con- texto de lo mitico, a través de un método hipercritico que debe tener su fun- damento en la asuncién de esa separacién categérica entre el discurso analizado y el que conduce el andlisis?!. En efecto, si las listas reales y los anales, como todos los demas textos egipcios, son del orden del mito, y no de la historia, esto no significa que el historiador no pueda utilizar sus conteni- dos para hacer historia. Asi. la posicién pesimista de Wilkinson acerca de las listas reales ramésidas como fuentes para la historia del Dinastico Temprano y el Reino Antiguo recogida mas arriba me parece demasiado extrema2, Es la mencionada contradiccién en la que incurren estos autores la que la moti- va. En efecto, si las listas son “historia” 0 “historiografia” -como sostienen— entonces son una historia “falsa”, “imprecisa” 0 “rudimentaria”, porque es verdad que contienen “errores” (reyes colocados en posiciones que no corres- ponden 0 aijos de reinado que no concuerdan con las fuentes epigraficas y ar- queolégicas?3) o responden a tradiciones distintas (sobre todo en relacién con los periodos intermedios, en que. al desaparecer el Estado centralizado, cada lista se hace eco de “su” tradicién local?4). Pero si el sentido de las listas no es historico, sino ritual, entonces no hay tales “errores” ni “imprecisiones”, simplemente porque la “informacion” responde a principios y necesidades distintas de las historicas. Lo que cuenta no es el ajuste con la (=nuestra) “rea- lidad™ historic, sino con Ia realidad mitica, trascendente. Las listas recogen 20. Cervello Autuori, 1996, 23 y n, 39; Frankfort, 1948. 9: Redford. 1986, 133: Vernus. 1993. 90, 21. Cervello Autuori, 1996, 29-31. La misma necesidad. aunque en términos diferentes. expres Redlord (2003. 6-7), 22. Posicion compartida por Redford (2003. 6): “Si los antiguos no muestran signos en sus es- ceritos de un semido de la historia como proceso, entonces tales escritos no pertenecen propta~ ‘mente al campo de investigacion 23, Wilkinson. 2000. 75-76, 24. Redford. 1986. 19-23. 143 101 LISTAS REALES. PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD, los nombres de los personajes reales. pero los adaptan a un marco conceptual dado, distinto del histérico-factual, de modo que una alteracién de orden no invalida el resultado y un cambio en la duracién de un reinado puede signifi- car un ajuste al modelo o el recurso a un numero magico. Se trata de elabora- ciones del pensamiento mitopoético, no del pensamiento racional e histérico (que, como tal, es exclusivo de la tradicién clasica y de Occidente, sin que ello implique ningtin tipo de connotacién cualitativa). Sabiendo esto, aceptando la consiguiente no-adecuacion necesaria entre (nuestra) historia y lo reflejado en las listas, y aplicando el método hipercritico al que haciamos referencia, las listas son susceptibles de ser utilizadas como fuentes (indirectas) para hacer historia’. Al fin y al cabo, junto a los “errores” destacados por Wilkinson, también hay muchos “aciertos”, como lo demuestra la correcta transmision, en tantos casos, de los nombres originales de los reyes y de su orden de suce- sion (ya de las etapas mas antiguas a que hace referencia Wilkinson) a las lis tas reales ramésidas e incluso manetonianas”®. Un “error” no invalida la totalidad. Por todo ello, me parece esencial insistir en la oposicién categérica entre discurso mitico y discurso histérico, y desaconsejar el uso de términos como “historia” 0 “historiografia” a la hora de referirse a los textos egipcios (anales, listas o relatos) susceptibles de ser utilizados para hacer (nuestra) his- toria. Como bien recuerdan diversos autores, los egipcios no poseian una pa- labra equivalente a “historia”27, Por definicion. 5. En 1979. a proposito de las 2 icas, el historiador de Israel R.R. Wilson escri- bia: “Sin embargo. en muchos casos la discusién sobre la exactitud genealégica puede no ser fructifera porque las genealogias remiten explicitamente a una realidad percibida que no esté abierta a la observacion exterior. Las genealogias expresan la manera en que el autor vio las re- laciones domésticas. politicas 0 religiosas. Por amo, las genealogias son expresiones exactas de las percepciones de los autores pero pueden no corresponder a Io que un historiador occidemal consideraria «datos objetivos». Sin embargo, el historiador moderno no puede ignorar las ge- nealogias de este npo. Siguen siendo fuentes valiosas para explorar las actitudes y percepciones sociales, imtelectuates x religiosas del antiguo Israel, Son indispensables si el historiador moder- no desea escribir un relato completo de la vida del amiguo Israel” (Wilson, 1979. 21), 26. CL. Cervells Autwori. 2003b: Cervello Autuori. en prensa, 27. Redford. 1986. xiii: Baines, 1989, 132. En todo caso, cada autor deberia definir claramente que entiende por “historia”. porque también éste —como todos~ es un problema terminol6gico. Asi, para P. Vernus (1995) la “conciencia de ta historia” de los egipcios es homologable a la nues- ira, pero aflora en contadas ocasiones (por ejemplo, en las Lamentaciones de Jajeperreseneb y en algunas expresiones celebrativas), en medio del discurso arquetipico dominante. A. Loprieno (2001, cap. IIL) habla de “historia” e “historiografia” para referirse a la concepcién egipcia del pasado y a los textos que la transmiten, pero considera que. en realidad. estos términos no se pue~ den aplicar de manera absoluta, porque en Egipto, més que en ninguna otra cultura, “historiogra- 102 Josep CerveLLo AuTuort Si las listas reales no son documentos historicos, ;cual es su razon de ser y su finalidad? Independientemente de sus posiciones tedricas, todos los autores sefialan la relacién de las listas con el culto a los ancestros, es decir, con el ri- to y con la devocién a los antepasados reales. Redford, por ejemplo, escribe: “Es significativo que la primera conciencia de secuencia de reinados se en- cuentre en listas de sacerdotes funerarios: es el culto de las ofrendas, y espe~ cificamente el culto a los ancestros, la que hace que los hombres miren al pasado”; y: “Los nombres de los ancestros, invocados en orden cronolégico en la liturgia de las ofrendas, constituyen los rudimentos de una tabla genea- légica; y trasladados a la esfera de la ancestralidad regia, la base de una lis- ta real"28, Es de estas mismas paginas, sin embargo, de donde procede la cita reproducida mas arriba en que Redford afirma que las listas son una aproxi- macion “rudimentaria” a nuestro concepto de historia. No puedo compartir es- te ultimo planteamiento. Una lista de ancestros es, por definicién, una lista a-historica. Ancestralidad e historia son dimensiones incompatibles y anti cas. La linealidad fisica de la lista y la linealidad de nuestro tiempo historico es lo que da la sensacion de estar frente al mismo tipo de discurso. Y es lo que, por ejemplo, lleva a Assmann a afirmar: “El rito en cuanto tal es repetido una ¥ ola vez y’ es, por tanto, una instancia de recurrencia y de renovaci6n cicli: ca. Pero los actos repetidos de Seti J [en la lista del templo de Abido] con- memoran una serie lineal y enfatizan una conciencia del tiempo como una sucesion lineal de reve: Si asumimos que las listas tienen una finalidad cultual, hemos de convenir que participan de la esencia del rito. Y el rito tie- ne por objeto actualizar el tiempo sagrado del mito, reinstaurar una y otra vez el tiempo de la cosmogonia. el tinico dotado de ser, de realidad y de potencia; de hecho, tiene por objeto mantener siempre en acto ese tiempo. Es decir, no se trata tanto de ciclo, de repeticion, como de inmutabilidad, de permanencia. fia es ideologia”. es decir. no hay separaciin entre discurso historico. politica y teoldgico. Para E, Hornung (1992, 154), “Vos egipcios no tvieron una historiografia tal como nosotros la cono- cemos ni una narrativa objetiva del pasado”: las incripciones ¢ imagenes “historicas” no narran hechos concretos. sino que aluden a un mundo solemne y ritualizado donde no hay elementos al Azar, sino que todo esti previsto: “historia” es “eelebracion”. 28. Redford, 1986, 139, 141. Redford (1986. 1. 18) y Wilkinson (2000. 61) distinguen entre lis- {as cultuales (esculpidas en los templos: Abido, Sagara) y listas archivisticas (sobre papiro: Tu- rin), No me parece que las listas en si mismas contengan ningun elemento que justifique esta clasiticacion. Las listas “cultuales” se esculpieron a partir de listas “archivisticas”. como los Tex- tos de las Pirdmides. por ejemplo, se copiaron a partir de versiones en papiro guardadas en el “ar- de algin templo, tal vez el de Helidpolis. 29, Assmann, 2002. 22 103 LISTAS REALES, PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD. Se trata de abolir el tiempo lineal manteniendo el sagrado, no de ir recuperan- do el sagrado conforme avanza el lineal. Pero la necesidad de ese manteni- miento a través de los procedimientos del rito practicado por los hombres, deriva, precisamente, de la conciencia del paso del tiempo, es decir, de la con- ciencia de un tiempo profano y lineal que hay que abolir. Porque las socieda- des de “discurso mitico” conocen el tiempo lineal —‘profano” en términos de M. Eliade-, pero es el tiempo de lo banal, de lo instrascendente, que hay que apartar para dotar de sentido la vida humana. Cada rey de una lista es un an- cestro, forma parte del personaje colectivo de los ancestros reales y, a la vez, actualiza el ancestro primordial, lo personifica. En 1958, H.W. Fairman escri- bia: “Amenhotep I y Rameses II son tratados exactamente como si fueran contempordneos realizando juntos el mismo rito, mientras que de hecho estu- vieron separados por unos dos siglos y medio. Esta extraordinaria situacién debe implicar no sélo que el rey celebraba el culto de sus ancestros, sino que él mismo se identificaba literalmemte con ellos, y que incluso en vida era uno de ellos", Asi, en el ambito de la realeza, la “evidencia” de la linea del tiem- po profano es abolida mediante la reconduccién de cada rey-individuo de la lista al rey-arquetipo, en virtud del contexto ritual. No hay actualizacién o ci- clo sino permanencia. porque un arquetipo no “vuelve”, es. Asi, la lista no en- fatiza una sucesién lineal, sino que resuelve la multiplicidad inmanente y coyuntural en la unicidad transcendente y sagrada, reconduce la linea a un punto inmutable. Y ésta es su razén de ser. Lo mismo ocurre con los anales: no se trata de hechos singulares, tinicos ¢ irrepetibles, es decir de hechos “his- toricos”, sino de hechos cultuales, liturgicos, reiterativos; los “hechos de siempre”3!. Las listas reales, que son —insistimos— realidades de culto, son, pues, todo lo contrario de lo que parecen: no son secuencias, sino un modo se- cuencial (como formalmente secuencial es el mito, con sus sucesivos episo- dios, y el rito, con sus sucesivas ceremonias) de expresar la permanencia en sus sucesivas manifestaciones tangibles, la esencia inmutable en la apariencia cambiante. La secuencia es aqui forma, no significado. El hecho de que las listas sean realidades de culto es, finalmente, otra raz6n mas para desechar su condicién de documentos con finalidad historica, En 30. Fairman. 1958, 103-104. Alude al “ritual de Amenhotep I” 0 “ritual de los Ancestros Reales”, 5, 34. Holas, 1968, 122-133; Thomas, 1975, 100-106, 35. Muller. 1980. 171. En general, sobre el culto a los ancestros reales en Africa, ef. Cervellé Au- twori, 1996, 147-149 y referencias, 106, Josep CeRVELLO AUTUORI En el antiguo Egipto, la ancestralidad reviste formas muy parecidas a las del resto de Africa. El culto a los ancestros particulares por particulares esta muy bien documentado, tanto en su modalidad propiciatoria como execratoria. Las llamadas cartas a los muertos son un buen ejemplo. Documentadas en todas las épocas de la historia egi suelen aparecer escritas en recipientes que han contenido ofrendas funerarias. En unas ocasiones, explican al difunto un problema que afecta a la familia y le piden que interceda para resolverlo; en otras. al contrario, la familia atraviesa una grave crisis que juzga motivada por un ancestro maligno, y solicita a éste que desista de su accién36, Otro conoci- do ejemplo de culto a los ancestros particulares se documenta en Deir el-Me- dina, especificamente para la época ramésida. En las casas y otros lugares de la aldea se han hallado estelas y bustos que los vivos dedicaron a sus difuntos y a través de los cuales invocaron su ayuda’”, Por lo que se refiere al culto de particulares a ancestros reales. en el que, como deciamos, no intervienen la- os de parentesco, éste reviste en Egipto dos formas: “social”, como el culto que los mismos habitantes de Deir el-Medina dedicaron a Amenhotep | en tanto que mitico fundador de la aldea, y “funerario”, como las escenas de ofrendas a la “lista” de los ancestros reales en las tumbas privadas de la épo- ca ramésida}®, El culto de los reyes a sus antepasados se inscribe, pues, también en Egipto, en un contexto ritual mas amplio de culto colectivo a los ancestros. Segin Fairman, el sentido de ese culto es el mismo que describiamos para los je- fes/reyes africanos: “La evidencia {...] sugiere que la realeza del rey reinante residia en su predecesor. En otras palabras, su oficio real derivaba de y era inherente a sus ancestros, y' su aspiracién al trono se basaba en el estableci- mien y preservacién del vinculo directo con los ancestros. Un medio de en- fatizar este vinculo era, sin duda, la celebracién del ritual funerario det predecesor, y, a través de él, el de toda la compania de los ancestros "39. Asi, lo que en Africa es el “incesto alimentario”, en Egipto es el “abrazo mistico” entre Osiris (rey difunto) y Horus (rey vivo), en el contexto de la ceremonia de coronacién*?, Sin embargo, sigue diciendo Fairman, “parece razonable 36, Gardiner y Sethe, 1928; Roceati, 1982. 295-298; Wen 87-104 37, Demarge, 1983; 2002, 136-143: Sadek. 1987, 77-78 38. Cemy. 1927: Redford. 1986, 43ss. y 196, Sadek, 1987, 131-139. 39, Fairman, 1958, 99. 40. Frankfort, 1948. 132-137. 1990, 210-219; O'Donoghue. 1999, 107 LISTAS REALES, PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD, deducir que ceremonias por los ancestros reales formaron parte del ritual diario en todos los templos, y que se celebraron inmediatameme después de Ja conclusion del ritual diario ante el dios principal. Mas ain, parece que las ceremonias por los ancestros formaban parte de muchos, si no de todos, los grandes festivates anuales {...]: la Coronacion, el Jubileo, el Festival de Beh- det {...], los ritos de la cosecha”!, Las listas reales de todas las épocas, culadas a ofrendas 0 a objetos de culto, esculpidas en templos y tumbas, 0 transcritas en papiro y guardadas en las bibliotecas de los templos, estarian, pues, al servicio de este amplio despliegue cultual dirigido a los ancestros. Volvamos ahora a las listas reales tinitas. Como queda dicho, las listas reales mas antiguas de que tenemos noticia y las unicas que recogen los nombres de los primeros reyes tras la unificacion son las de los sellos de Abido. Estos do- cumentos encierran. pues, de algiin modo, la concepcién originaria de la tra- dicién egipcia de las listas reales. Ambos enumeran los nombres de Horus de los reyes, vistosamente seiialados mediante la anteposicion al nombre real del logograma del halcén. que, de este modo, se torna el elemento dominante de la secuencia epigrifica, que se presenta como una suerte de “letania horiana”. Pero Horus no es la tinica divinidad que aparece en los sellos. En ambos, en efecto. en términos epigraficamente enigmaticos, aparece una segunda, im- portantisima, divinidad regia: el dios chacal Jentiamentiu. ;Por qué Horus y Jentiamentiu? {Qué significa la presencia de estos dos dioses en los documen- tos que inauguran la tradicién egipcia de las listas reales? Horus es en Egipto lo que, por ejemplo, Niakang es entre los shiluk y cual- quier ancestro fundador es en una jefatura/realeza africana documentada etno- graficamente. Horus es el dios consubstancial con el rey. es decir, aquél con el que cada rey reinante se identifica, aquél que cada rey reinante encarna. Uno de los titulos de la reina en la Epoca Tinita es, precisamente, Mii. Hrw, “La que ve a Horus™?. La legitimidad del rey reside, por tanto, en esa iden- tificacién, en el hecho de haber sido “tocado” por el mismo “principio onto- logico” que sus predecesores, principio que se transmite de un detentor de la realeza al siguiente y que se simboliza en el titulo de Horus. Durante la Epo- ca Tinita y buena parte del Reino Antiguo, ademés, ese principio se transmi- te enel interior del mismo linaje, de la misma familia, y tiene, por tanto, claras connotaciones parentales, “hereditarias”. No se trata, pues, en este momento, 41, Farman, 1958. 103, 42. Petrie, 1901, lam, XNVI.96, 129; Roth, 2001, 12 108 Josep CERVELO AUTUORI de “legitimar” en el sentido “politico” del término (como puede suceder con las posteriores listas ramésidas*), sino de “legitimidad” en un sentido exclu- sivamente mitico. Como es sabido, el de Horus fue el primer titulo que tuvie- ron los reyes de Egipto y el tinico que conformé su protocolo desde la Dinastia 0 hasta mediados de la I. El titulo de Horus insiste en la identifica- cién Horus=rey a través de un juego simbdlico entre tres elementos consubs- tanciales pero situados en planos distintos, concéntricos: Horus, el cosmos=Egipto: el palacio real (“fachada de palacio”), el microcosmos=Egip- to: y el rey (via su nombre), el eje césmico (catalizador. garante). El rey es pa- lacio (pr ‘3. “La Casa Grande”, “faraén”, se le llamara desde el Reino Nuevo) ¢, identificado con Horus, es Cosmos y es Egipto*. La identificacién del je- fe/rey con el palacio y con el pais es otra caracteristica distintiva de muchas jefaturas/realezas afticanas, en que la suerte del cuerpo del jefe/rey esta indi- solublemente ligada a la del pais y la comunidad en virtud de una relacién de magia simpatética: lo que le sucede a ese cuerpo-fetiche repercute en el pais y. viceversa, lo que le sucede al pais se manifiesta en ese cuerpo-fetiche. Por eso, en muchos casos hay que preservar al jefe/rey de la vejez y del debilita- miento de su poder cosmico (por ejemplo, mediante rituales de “rejuveneci- miento”)48, Horus es, ademas. segiin la tradicién y el mito de la realeza, quien encabeza Ja secuencia de los reyes “humanos”, que se identifican con él, es decir, el an- cestro fundador. En el papiro real de Turin y en otros textos de tradicion regia que aluden a los “origenes”, a los reyes humanos pero miticos que preceden a Menes se les Hama Sms.w-Hrw, “Seguidores de Horus", Es muy probable- mente en tanto que tal ancestro fundador como Horus fue adorado por los re- yes tinitas en el templo de Hieracémpolis, desde antiguo, centro de culto del dios halcén. Alli consagraron sus objetos votivos los reyes que de forma mas decisiva intervinieron en la construccién y consolidacién del Estado unifica- do, del nuevo orden de cosas: “Escorpién”, Narmer (a comienzos del Dinas- tico) y Jasejem (a finales de la Il Dinastia, tras una nueva escisién y unificacién del pais)*7. Muy probablemente, Hieracémpolis era el lugar de 43. Cf. von Beckerath, 1997, 23-25; Loprieno, 2001. 93-94: Redford. 1986. 190ss. 44. Cervellé Autuori, 2003e, 44-48, 45, Cervellé Autuori. 1996, L15ss.. 14Iss., 17Iss. 46. Gardiner, 1987, pl. 1. I 8-9; Redford, 1986, 11, 165-166 47. Porter y Moss. 1937, 193-195; Quibell y Green, 1902, 28-35; Hoffman. 1979. 127-130: Wil- Kinson, 1999, 309-310 109 LISTAS REALES. PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD, procedencia de su linaje. Los testimonios mas antiguos de algunos de los mo- tivos mas caracteristicos de la iconografia faraénica, como la “masacre del enemigo™ o la “carrera del festival de Sed”, se documentan por primera vez en la llamada tumba 100 de Hieracompolis, fechada en Nagada IIc, algo an- tes del comienzo de la unificacién'8. Este origen hieracompolitano explicaria el titulo de Horus de los reyes de la Dinastia 0, que residian en Abido, donde no se adoraba a Horus. Horus era su dios-ancestro, tal vez la mitificacion de un antiguo jefe, imposible de rastrear, tal vez un antiguo animal totémico o la eleccion de uno de los animales que simbolizan la potencia real en la icono- grafia de la unificacién y en los primeros documentos escritos (halcén, toro, leon, escorpion...). Y finalmente, Horus representa asimismo una colectividad: el conjunto de los ancestros reales reunidos en las listas, que reproducen los nombres de Horus de los reyes de acuerdo, como deciamos, con el ritmo marcado por la “letania horiana™. La funcién uniformizadora y reiterativa que en las listas ramésidas desempenaran el titulo de nesu(-bit), “rey”, y el cartucho, aqui la desempefta el logograma del halc6n. Ahora bien, esos ancestros reales son, por definicion, reyes muertos. Luego, en esta época temprana Horus es la personificacion también del rey difunto, como demuestra asimismo el uso del titulo de Horus en las estelas identificadoras de las tumbas reales de Abido®®. Es muy proba- ble que no sea ajena a este hecho la circunstancia. ya seflalada, de que éste fue el unico nombre que poseyeron los reyes hasta mediados de la Dinastia I. y el que se retuvo inmediatamente después, por tanto, por razones de homogenei- dad. Pero esto no deja de ser un reflejo de esa realidad simbdlica en que un solo ser desempeiia todas las funciones ancestrales. Ahora bien, en los sellos de Abido las cosas son mas complejas. En efecto, en ellos. como deciamos, aparece por primera vez el dios Jentiamentiu vincula- do a la realeza. Las menciones de Jentiamentiu se han interpretado como evo- caciones del dios de la necropolis de Abido*!, Pero esto no explica por qué en el primer sello, el que enumera sélo los primeros cinco reyes de la Dinastia | (de Narmer a Den). Jentiamentiu aparece tres veces, delante de los nombres 1996, 202-203 y referencias: Adams y Ciatowicz. 1997, 36-40, Midant-Reynes, 2003. 331-336. 49. Breyer. 2002: Cervello Autuori, 2003: Vernus, 2001 50, Vandier, 1952, 724-731 48. Cervello Autuori. 2002, 173-174 y referent SI. Dreyer, 1986. 110 Joser CERVELLO AUTUORI de los primeros tres reyes. mientras que en el segundo sello. que enumera los ocho reyes de la Dinastia | (de Narmer a Qaa), Jentiamentiu aparece solo una vez, encabezando la secuencia (cf. figs. 1 y 2). Desde mi punto de vista’ dilema se resuelve si vemos en Jentiamentiu, no a un dios de la necropolis, protector y psicopompo, sino al dios con el que se identifica el rey al morir, es decir, la figura mitica del rey difunto, que tendriamos aqui documentada por primera vez. Desde esta perspectiva, Jentiamentiu prefiguraria a Osiris (el Osiris funerario regio), y la secuencia “Jentiamentiu-Horus-Narmer™ prefigu- raria. por ejemplo, la secuencia “Osiris-Pepi” de los Textos de las Pirdmides del Reino Antiguo. Es decir, Jentiamentiu significaria “rey muerto”, y este dios asumiria desde ahora el rol de “ancestro funerario”, que mas tarde pasa- a Osiris. Asi, la mencion tnica de Jentiamentiu en el segundo sello signi- ‘a que todos los reyes estin muertos y se han asimilado al “ancestro funerario”. mientras que las menciones delante de tres reyes en el primer se Ho significan que solo esos tres reyes estén muertos en el momento en que el sello es encargado y confeccionado, mientras que los otros dos estén vivos (en efecto, la documentacién sugiere una estrecha relacién entre Dyet, Den y la reina Meretneit -también mencionada en el primer sello~, que podria interpre- tarse como una corregencia, institucién para cuya existencia hay otros in cios epigrficos en la Dinastia 153), E1 segundo sello opta por mencionar sélo una vez a Jentiamentiu mientras que menciona ocho veces a Horus, una rrespondiendo a cada rey. tal vez por el cariicter mas mitico-arquetipico del primero frente al caracter mas parental del segundo y al hecho de que éste es- ta asociado al nombre especifico del rey. el Si esto fuera asi, los sellos documentarian el “momento” de transicién entre una concepcién “predinastica” o “preformal” y otra “dinastica” 0 “formal” del culto a los ancestros reales. En la primera, un solo ser divino habria asumido todas las “funciones ancestrales”. En la segunda, de acuerdo con el nuevo principio de legitimidad sucesoria basado en la relacién mistica y ritual entre el rey-padre-muerto y el rey-hijo-reinante, que se expresa en los ritos de co- ronacién (“abrazo mistico”) y en la obligacién del sucesor de atender al entie~ rro y al culto funerario del predecesor, y que es a su vez expresién de un principio social mas amplio por el que el hijo hereda a su padre y se ocupa de su culto funerario, las “funciones ancestrales” se reparten entre un ancestro di- 2. CL. para los detalles, Cervello Autuori, en prensa. ervellé Autuori. en prensa. mt LISTAS REALES. PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD. namico, con el que es consubstancial el rey vivo, y un ancestro difunto, con el que se identifican los reyes al morir. El caricer enigmatico y controvertido de los sellos se debe, a mi modo de ver, a esta condicién transicional: Horus es aiin el “ancestro total” (tal vez s6lo en virtud de su propiedad designativa), pero a su lado aparece ya Jentiamentiu, que empieza a especializarse como “ancestro difunto”. Esta “paradoja” de las primeras listas se resuelve poco después, cuando, en la segunda mitad de la Dinastia I, aparecen los titulos duales de nesu-bit, “Rey del Alto y Bajo Egipto”, primero, y de nebyy, “Dos Seftoras”, después. Entre otros muchos usos, estos titulos y los nombres que comportan se utilizan en las listas reales “resultantes” (cf. supra y Fig. 4). Esto significa que, en un pri- mer momento, fueron grabados en vasos adscritos a algin culto celebrado en los edificios o dependencias del palacio real (también mencionados en las ins- cripciones), es decir, tuvieron la funcién de marcar la “propiedad” del objeto en un contexto ritual. El afiadido sucesivo de nombres dio lugar a las listas, que. en este caso, no enumeran nombres de Horus sino nombres duales. Aun- que existen también listas “resultantes” con nombres de Horus, no cuentan nunca con mas de dos nombres y son mucho menos vistosas que las que recogen los nombres duales. Cuando Dyesert subié al trono, se encontré con un rico mobiliario cultual cus- todiado en las dependencias de palacio, heredado de sus predecesores tinitas y en algunos casos inscrito con sus nombres. Para él, las listas grabadas en los vasos que formaban parte de ese mobiliario eran las listas de sus ancestros, y probablemente con el fin de encomendarse a ellos hizo depositar los vasos en- tre su ajuar funerario en la subestructura de la pirdmide escalonada de Saqqa- ra. A partir de ese momento, las listas de reyes recogen los nombres duales (0 los solares, mas adelante), mientras que los nombres de Horus ven cada vez mas restringidos sus usos y, en todo caso, dejan de ser utilizados en las listas. Asi, las listas ramésidas y manetonianas recogen los nombres de nesu-bit (dual) 0 de sa-Re (“Hijo de Re”, solar), es decir, los nombres encerrados en los cartuchos de los protocolos reales ya definitivamente conformados. La pa- radoja de la que hablibamos mas arriba se resuelve, pues, por un replantea- miento del culto a los ancestros, que implica el distanciamiento del dios ancestral Horus del ambito funerario y una reorganizacién de ese ambito en toro al dios Jentiamentiw/Osiris, que acabara recibiendo también, a su vez, una dimensién ancestral, la de héroe civilizador. De este modo, la realeza fa- radnica adquiere uno de sus rasgos definidores y caracteristicos: la doble identificacién divina del rey, que es Horus, el ancestro fundador, cuando rei- 2 Josep CeRVELLO AuTUORI na. y Osiris, el arquetipo del dios y de los ancestros muertos y resucitados, cuando muere. El proceso no es ajeno, sin duda, a la transformacién de la es- tirpe real de un linaje regido Gnicamente por la “l6gica del parentesco” a un linaje regido también por la “légica estatal”, en términos de M. Campagno*4, como quiera que, mientras que Horus es un dios de estirpe, Jentiamentiu/Osi- ris es un dios funerario colectivo con connotaciones mas universales*5. $4. Campagno, 2004. 109-115. 55. Cervelo Autuori, 1996, 125ss.. 179ss. LISTAS REALES. PARENTESCO Y ANCESTRALIDAD, Assmann. J. The Mind of Egypt, Cambridge (Massachusetts)-London, Har- vard University Press, 2002. Baines, J. Ancient Egyptian Concepts and Uses of the Past: 3rd to 2nd Millennium BC Evidence. En: Layton, R. (ed.). 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(Disefio de Montserrat Diaz de Cerio) Fig. 4. Inscripcién de un vaso procedente de la subestructura de la pirdmide escalonada de Dyesert en Saqgara. (Disefio de Rosa Palau)

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