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Escoja su
asiento – Milton Acosta
http://pidolapalabra1.blogspot.com/2009_12_01_archive.html
Toda madre desea lo mejor para sus hijos. Las madres de los discípulos de
Jesús no eran diferentes. Por eso, una de ellas le ruega a Jesús que siente a sus
dos hijos junto a él, uno a la derecha y otro a la izquierda (Mt 20: 20–28). ¡Y no
pide las poltronas porque Jesús fuera carpintero! Ante la petición, uno se
pregunta si es que esta señora no oyó lo que Jesús había dicho, o no creyó, o
no entendió. ¿Qué razón hay para pedir asientos si ya Jesús les había
garantizado una silla real para cada uno? Parece ser que el tema es la
ubicación de los tronos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús le dice a la madre de los dos discípulos que ese asunto se resuelve con
un trago. Aparentemente lo que hacen los borrachos no es del todo una mala
metodología cuando, por todo lo que pasa, dicen “esto merece un trago”. Pero
para Jesús no se trata de un trago de borracho buscando a toda hora una
excusa para empinar el codo. Se trata de un trago amargo, de la copa que
Jesús va a beber. Además, la decisión sobre la ubicación de las sillas a los lados
del trono ya el Padre la tomó.
Lo que Jesús dice entonces es que para poder sentarse en los tronos y tener las
llaves del reino (ser autoridad de la iglesia—Mt 16:17–20), primero hay que
tomarse un trago (aceptar la muerte de Jesús como parte de su mesiazgo).
Como esta fue la parte más difícil para los discípulos aceptar, Jesús le dice a la
políticamente aventajada madre “No saben lo que están pidiendo”; y luego le
pregunta “¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo voy a
beber?”
La doña está convencida que Jesús es el Mesías, el que ella esperaba. Ese es su
problema y el de sus hijos. Probablemente no fue del todo idea de la mamá. En
los tronos se sientan los poderosos. Jesús les dice a los discípulos que ellos
primero tienen que renunciar a la forma como el mundo entiende la grandeza
(tomarse el trago de la crucifixión del Mesías), para poder ser los pastores y
sacerdotes de la iglesia (sentarse en los doce tronos). De esta forma, no
tenemos necesidad de andar peleando por asientos, pues habrá suficientes
tronos para todos los cristianos sin que tengamos que hacer quedar mal ni a
Pedro, ni a Juan, ni a Jesús.
©2009Milton Acosta