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LUCIEN LEVY - BRUHL BIBLIOQTELA L__ COMPRA | LA MENTALIDAD PRIMITIVA Traduceién y prélogo de GREGORIO WEINBERG EDITORIAL LA PLEYADE BUENOS AIRES Titulo del original francés LA MENTALITE PRIMITIVE Traducido directamente de la novena edicién francesa, Librairie Félix Alean - Paris Queda hecho el depésito que previene la ley 11.723 © by EDITORIAL LA PLEYADE — Sarandi 748 — Buenos Aires Impreso en la Argentina — Printed in Argentina PROLOGO [A LA PRIMERA EDICION CASTELLANA] Lucien Lévy-Bruhl, una de las figuras mas representativas de los ovinientos Liloséficos y sociolégicos contempordneos, nacié en Paris fu 157 donde fallecié en 1989, Profesor de filosofia a los 22 afios, en 179 epvewd de la Esenela Normal, perteneciendo a la generacién de Join Joures, Henri Bergson, Gustave Lanson y Salomon Reinach. En HHT he doctord on letas con una tesis sobresaliente sobre La idea de responsabilidad y owa latina, Quid de Deo Seneca senserit. Casi inme- ialainente fue designado profesor en el liceo Louis le Grand; en 1895 “ratte de contérences” en la Escucla Normal de donde egresd, y cuatro Ahoy Hav tarde ya Jo es en la Sorbona, Suplanta a Emile Boutroux en I cAtedia ce historia de la flosoffa moderna, de Ja que es designado Hitiliy en 190, A esta escueta y harto significativa enumeracién, resta- Ha grey ofrow dos hechow sobresalientes: sueede a Victor Delbos en Bel [natitutoe, y a Théedule Ribot en Ja direceién de la universalmente prontigionn Revue Philosophique ; ] In vant obra de este insigne representante del espiritu francés, enilibrada y profunda, es por cierto casi desconocida para el gran pi- Hilico de habla castellana, a pesar de haberse divulgado a través de expo- lores, Ho siempre autorizados, muchos de los aspectos sobresalientes de ‘iW doetwinas. A Ilenar este vacio, lamentado y lamentable, viene esta inicialiva de ofrecer por primera vez en nuestro idioma, un libro que, desde su aparicién en 1922, ha suscitado los mds variados comentarios, pero cuyos valores y trascendencia han sido undnimemente reconocidos, Ili dicho Essertier, y con sobrada razén, que, “si la importancia de una (worl se mide por el movimiento de ideas que provoca, las teorias de l(vy-Bruhl ocupan un lugar de primer plano en el pensamiento con- {empordneo” 2, ' Anibal Ponce, Doetrinas de Lévy-Bruhl, en la Revista de Filosofia, afio VIIT, n® 6, nov, 1922, Alfredo Povifia, Lévy-Bruhl, en la Revista de la Universidad (Cérdoba) , who XXVI, nos. 1 y 2. (Hay separata,) “ Daniel Essertier: “Pilosophes et savants frangais du XXe. siécle, La So- ‘iologie”, Alcan, Paris, 1930, pég. 60. (Cit. por A. Povifia.) 7 ¢ insustituible por la de erfticos no siempre avisados y probos. Nuestra intencién sdlo ha sido facilitar cl acceso a una de las obras més signifi- cativas de este siglo xx, cuya primera mitad se nos mostré tan prodiga en estudios y tesis brillantes, pero cuya perdurabilidad no siempre queda asepurada, Para esta segundo edicién castellana de La mentabilidad primitiva, hemos yevisiclo cuidadosamente su texto, unificando su nomenclatura y corrigiendo ciertas imperfecciones no advertidas en las primera. Esta- mos clertos de qué esta obra correra hoy la misma suerte que tuvo en la anterior: su amplia difusién seré factor estimulante para renovar puntos cde vista, y también fuente suscitadora de problemas. Toda acti- tud conformista se vera sacudida por la audacia de planteamientos tan nevedosos como sugeridores, y entre sus muchas otras ventajas sera la de @nsanchar decididamente los horizontes mentales. Grecorio WEINBERG Buenos Aires, noviembre de 1956. 22 INTRODUCCION Entre las diferencias que separan la mentalidad de las sociedades: inferiores de la nuestra, hay una que ha Hamado la atencién de quienes. las observaron en las condiciones mas favorables, es decir antes que hubiesen sido modificadas Comprobaror ‘aman las operaciones ndo al mismo tiempo que esta aversién no) proviene: ioe an asa ce Be anspor ree dad ra ical,_o de una i sibilidacl natural de su en= tend: , So, que se explica més bien por el conjunto de_sus _habitos: de Sa Por ejemplo, los padres jesuitas que vieron los primeros indios def Este de la América del Norte, no pudieron dejar de hacer esta reflexién: “Es necesario suponer que los iroqueses son incapaces de razones como: lo hacen los chinos y otros puchlos civilizados, a quienes se prueba la fe y la verdad de un Dios... Los iroqueses no se dejan Ievar por razones. I'l primer contacto que tienen con Jas cosas es la tinica luz que los ilu- Hint, Los yeeursos de persuasién que la teologia acostumbra utilizar pita convencer a los espiritus mas reacios no son aqui escuchados, cali- ficando como embustes nuestras més grandes verdades, Por lo comin s6loyereon, en lo que yen 1. ‘| mismo padre agrega un poco mds adelante; “Las verdades del Evangelio no les hubiesen parecido admisibles, si tnicamente se hubiesen apoyado sobre el razonamiento y el buen sentido. Como carecen de: estudio y policia, se necesita algo mas burdo y mas palpable para impre-. sionar sus espiritus. Aun cuando se encuentran entre ellos espiritus tan aptos para la ciencia como son Ios de Jos europeos, sin embargo, su edu- 1 Relations des jésuites (ed. Thwaites), t, LVII, pag. 126 (1672-3). 25 caciOn y Ia necesidad de buscar su stubsistencia los redujeron a este estado en que todos sus ravonamientos no sobrepasan de lo referente a la salud de su cuerpo, al feliz resultado de la caza, la pesca, comercio o guerra; y toclo esto equivale a otros tantos principios de los que sacan sus con- clusiones, no sélo en lo referente a sus ocupaciones, viviendas y manera de proceder, sino también a sus supersticiones y divinidades”. Volviendo al pasaje precedente, tenemos los elementos de una des- cripcién bastante precisa de la mentalidad de los iroqueses acerca del punto que nos interesa. La diferencia esencial entre estos “salvajes” y los inficles mas civilizados que ellos, no_provi proviene_de_una_inferioridad intelectual que les seria propia: es un estado de hecho, cuya explicacién, _segun Tos padres, estarfa en4u sociedad y en sus costumbres/ Lo mismo dice de los groenlandeses el misionero Crantz: “Su reflexion © su inven- cién se desarrolla en las ocupaciones necesarias para su subsistencia, y lo que no estA inseparablemente ligado a ello no atrae jamds su pensa- miento. De tal manera puede atribuirseles una simplicidad sin_necedad, y buen sentido sin el arte de razonar” ®. Entenddmonos, sin el-arte-de seguir un razonamiento por poco abstracto que sea. (Porque es dudoso que, siguiendo las ocupaciones nécesarias a su subsisténcia, los groen- landeses no razonen y no adapten los medios, a menudo complicados, a los fines que persiguen. Péro estas/operaciones mentales no se separan de los objetos materiales que Jas provocan, cesando tan pronto como sus fines son aleanzados, Nunca son practicadas por si mismas, y quiza por esta raz6n no nos parezcan elevarse a la dignidad de lo que Jlamamos con propiedad “pensamiento”. Esto es lo que pone en evidencia un pen- sador moderno, que vivid con los esquimales polares. “Todas sus ideas —nos dice— giran alrededor de la pesca de Ja ballena, de la caza y de la comida, Fuera de esto, pensamiento es para ellos en general sinénimo de fastidio 0 pena. ¢En qué piensas?, pregunté durante la caza a un esquimal que parecia sumido en sus reflexiones. Mi pregunta le hizo reir. “Eso esta bien para ustedes, blancos, que tanto se ocupan de pen- samientos; nosotros, los esquimales, no pensamos sino en nuestras reservas de carne: si tenemos o no lo suficiente para la larga noche invernal, Si tenemos cantidad suficiente de carne, entonces no tenemos ya por qué pensar. ; Y yo tengo mas carne de la que hace falta!” Comprendi que lo habia herido atribuyéndole “pensamientos” °. Los primeros observadores que han estudiado a Jos indigenas del Africa Austral nos dejaron impresiones muy semejantes a las precedentes. 2 D. Crantz, The history of*Groenland, 1, pag. 135 (1767). 4 8 Kn. Rasmussen, Neue Menschen, pags. 140-1. 26 \ijul (uubién comprobaron los misioneros que “no creen sino en lo que vi “in medio de explosiones de risa y aplausos del populacho escu- ‘liiein deel a vuestro interlocutor pagano: “;El Dios de los hombres Iilvnicos puede ser visto por nuestros ojos? —. ..Pues si Morino (Dios) fy absolutamente invisible, gcémo puede un hombre razonable_adorar tin cosa oculta?? 4, Otro tanto entre los basutos. “Antes quiero subir ‘| ciclo para ver si existe realmente un dios, dice audazmente un pobre iioyulo, y reeién cuando lo haya visto creeré en él? 5, Otro misionero insiste sobre la “falta de seriedad, la ausencia de solloxién que se encuentra generalmente en este pueblo (los bechuanas) . lite esta gente el pensamiento, por asi decirlo, est4 muerto, o por Jo jiwhos casi nunca sabe elevarse por sobre la tierra... hombres groseros iw hacen de su vientre su dios” ®, Burchell escribe lo mismo con res- jweto de los bosquimanos: “Las personas cuyo espiritu ha sido cultivado jor una educacién europea apenas pueden representarse lo que, llama- iiamos la estupidez de los salvajes para con todo lo que sobrepasa las ideas més simples y las nociones mds elementales, desde un punto de vista fisico o moral. Pero el hecho es éste:/su_vida tiene tan-pocos_inci- (lentes, sus ocupaciones, sus pensamientos y sus cuidados estan reducidos -\” ‘un numero tan pequefio de objetos que, necesariamente, sus ideas son muy poco numerosas y muy limitadas. A veces me veia obligado a dejar libre a Machunka, después de que me habia ensefiado apenas una do- cena de palabras; tan evidente era el esfuerzo de atencién, o el trabajo ininterrumpido de la facultad de pensar, que agotaba rapidamente su capacidad de reflexién y,se encontraba verdaderamente incapacitado para dedicarse por mas tiempo al tema. En estas ocasiones, esa falta de atencién, su aire ausente, evidenciaban ique las cuestiones abstractas, aun las més simples, lo reducian r4pidamente al estado de_un_nifio en: quien la razén todavia no ha despertado.! Se quejaba entonces de dolores de cabeza” 7. El mismo viajero nos dice en otro lugar, hablando de los bosquimanos: “No son lerdos ni estipidos; por el contrario, son bastante vivos y demuestran a menudo penetracién y sagacidad acerca de los 4 Missions évangéliques, XXIII (1848), pag. 82 (Schrumpf). 5 [bid., XIV (1839), pag. 57 (Arbousset). 6 Tbid., XXVIL (1852), pag. 250 (Frédoux). 7 'W. J. Burchell, Travels into the interior of southern Africa, II, pag. 295. —En igual sentido, “Apenas comenzamos a hacerle preguntas acerca de su len- gua, perdié la paciencia y se quejé de dolores de cabeza, demostrando que le era imposible prolongar tal esfuerzo”, Spix und Martius, Reise in Brasilien, 1, pag. 384. 20 Pee Hie eh Thatierd de vivir pone al aleance de su observacién y com- Pitre ellie pies, como entre los iroqueses\la aversién por las opera- ies le tiisivan del pensamiento no proviene de una incapacidad cons- Uiilonal sino de un conjunto de nébhos que Soo (Ltividad’ espiritual. [ET misionero Moffat, que pasé muchos afios ue! Sinica Austral y habla corrientemente la lengua de los indigenas, nos dice lo mismo de los hotentotes: “Es extremadamente dificil repre- sentarse de una manera exacta hasta dénde llega la ignorancia, aun entre los mas ilustrados, acerca de temas que son comunes aqui entre los nifios. Y sin embargo no se puede negar, pese a las apariencias ge- nerales, que razonen con penetracién y sepan observar hombres y ca- racteres” ®, Otro misionero dice de los mismos hotentotes: “Nuestros amigos de Europa consideraran realmente increibles los ejemplos que podriamos darles de la lentitud de espiritu de esta gente cuando se los incita a pensar, comprender o retener, Yo mismo, que los conozco desde hace tanto tempo, no puedo dejar de sorprenderme cuando veo la enorme dificultad que tienen para comprender las verdades mas simples, y sobre todo, para hacer por sf mismos un ravonamiento, y cudn répido olvidan lo que han aprendido” 19. a2 yLo que les falta es aplicar corrientemente su espiritu a otros objectos ue los que perciben de immediato, o perseguir otros Times que aquetios oe \ Campbell, en su pequefio tratado acerca de la vida de Africaner an lo siguiente: como se le preguntase qué idea tenia de Dios antes que hubiese recibido el beneficio de una educacién cristiana, respondié que entonces no tenia absolutamente nin- guna idea sobre el particular y que sélo pensaba en su ganado 11, Moffat ha recogido esta declaracién de Africaner, que era un jefe indigena te- mible y muy inteligente. Puestos en contacto con los europeos, y obligados asi a esfuerzos de abstraccién nuevos para ellos, es natural que estos indigenas del Africa Austral hayan buscado, instintivamente, reducir al minimo estos esfuerzos. Cada vez que su memoria, que es excelente, puede dispensarles de refle- xionar y razonar, no dejan de hacerlo, He aqui un ejemplo instructiyo: “El misionero Nezel dijo a Upungwane: “Has escuchado el sermén del domingo pasado: cuéntame Jo que has retenido”. Upungwane titubed 8 Tbid., II, p4gs, 54-5, 9 R. Moffat, Missionary labours and scenes in South Africa (1842), pag. 237. 10 Berichte der rheinischen Missionsgesellschaft, 1865, pag. 363. 1 R. Moffat, Ibid., pig. 124. 28 (J juinclpio, como hacen siempre los cafres, pero en seguida reprodujo palilid por palabra todas Jas ideas principales. Semanas mas tarde, el ‘jmionero lo observa durante el sermén, desatento en apariencia, ocu- vido en tallar un pedazo de madera. Después del sermén le pregunta: Qué vetuviste hoy?” El pagano deja entonces su pedazo de madera y | i/produce una idea tras otra guidndose por Jas incisiones” 1°. \lsta tendencia a substituir el razonamiento por el*recuerdo siempre | ve soa posite, yarso meRTeSTS OTE TO MOEN GMENET TGs hitos ‘ientales se modelan naturalmente sobre los de sus padresj Se sabe que li nifios indigenas, sobre todo alli donde los misioneros han logrado iponerles vida escolar, aprenden en seguida con tanta rapidez y tan lien como Ios de nuestros paises, por lo menos hasta una cierta edad, + que su desarrollo sc hace mas lento, deteniéndose luego. El pastor Juinod, entre los thongas del Africa Austral hizo la siguiente observacién: "[.09 niffos logran mds cuando se les exige un esfuerzo de memoria, y ello explica por qué estén mucho mds a gusto cuando aprenden las pesas medidas inglesas, con sus complicadas operaciones, de reduccién, que i we les ensefia el sistema métrico que parece mas simple y mas racional. li] sistema inglés exige que la memoria conserve con mucha exactitud la relacién entre las diferentes medidas: pie, pinta, yarda, pulgada, walén, etc., pero una vez dominada, el trabajo se hace mecdnico. Es lo que les hace falta a los indigenas, mientras que el sistema métrico liene una idea tinica que articula todo y un minimo de razonamiento jiempre es indispensable para servirse de él. “Precisamente es la necesidad de este minimo Ja que explica la impopularidad del sistema métrico entre los alumnos indigenas, y la difi- cultad se decuplica para ellos cuando Ilegan a problemas que deben resolver sin que se les diga si es una adicién o una sustraccién lo que deben realizar. Por consiguiente, cuando la aritmética les parece cues- ti6n de memoria, les resulta un estudio facil y agradable. Si es necesario vazonar, ya es un trabajo penoso” 18, Una observacién del todo seme- jante fue hecha entre los barotye. “La aritmética apasiona a nuestros muchachos zambezinos, como a los basutos, y en general a los sudafri- canos. No conocen nada fuera de las cifras; es la ciencia de Jas ciencias; cl criterio indispensable de una buena educacién. Conocen ustedes el laberinto de Ja aritmética inglesa con su viejo sisterna, por lo tanto muy venerable, de pesas y medidas. Nuestros zambezinos se deleitan con él. [dblenles de libras, onzas, dracmas, peniques, etc. y sus ojos brillan, sus 12 Dr. Wangemann, Die Berliner Mission im Zululande, pig. 272, 13 H. A. Junod, The life of a South African tribe, I, pag. 152. 29 PT ee iiian y en Un Hantlamén Ja operacién estd hecha, claro Pa Tie cianile wlo we trata de una operacién... Es curioso ¢émo la Hite positive de li clencias puede Megar a ser una mecdnica admirable, Heriles solatiente un problema de los mds simples, pero que les exija un poco de razonamiento, y estaran como delante de un muro, “Estoy vencido” dicen, y asf se creen dispensados de todo esfuerzo intelectual. Seiialo este hecho que no es particular a los zambezinos” 4, “Entre los namaquas, si se necesita calcular es extremadamente dificil hacerles com- prender a los nifios cosa alguna, mientras que son maestros en todo lo que puede aprenderse mecdnicamente, y no exige pensamiento ni re- flexién” 4°, Igualmente sobre el Niger: “los mosis no saben’ buscar el -porqué de las cosas, y a la edad en que entre nosotros los pequefios ya comienzan a embarazarnos con sus preguntas, un mosi no se pregunta Jamas: ;Cémo se ha hecho esto? éPor qué es asi y no de otra manera?” — La primera respuesta les basta, A, “Esta falta de reflexién es la causa de su retardo en la civiliza- cion... De aqui entonces, su falta de ideas.’ Las conversaciones sdélo giran acerca de las mujeres, la alimentacion y los cultivos durante la estacién de las Iluvias. Su circulo de ideas eg muy restringido, pero sus- ceptible de aumento, porque el mosi puede ser considerado como inte- ligente”? 16 Para concluir en lo que concierne a las sociedades africanas, utili- zaremos las mismas expresiones del misionero W. H. Bentley, que ha sido un excclente observador, y creyé poder resumir su experiencia en estos términos: “E] africano, negro o banti[no piensa, no reflexiona, no razona, si puede evitarlo, Tiene una memoria prodigiosa, un gran ta- lento de observacién y de imitacién, mucha facilidad de palabra, y demuestra poscer buenas cualidades. Puede ser benévolo, generoso, ca- rifioso, desinteresado, abnegado, fiel, bravo, paciente y perseverante. Pero las facultades cde razonamiento y de invencién permanecen adormecidas, Aprovecha. facilmente Ias condiciones presentes, se adapta y se provee, pero claborar un plan seriamente, 0 deducir algo con inteligencia —esto esté por encima de sus posibilidades 27, Quizds no sca superfluo ilustrar esta incapacidad de reflexién con un ejemplo concreto. Lo tomaré del mismo Bentley: “Los indigenas it Missions dvangéliques, LXXVI, I (1901), pdgs. 402-3 — af. Ibid., LXXVII (1897), pég. 346 (Béguin). 1 Berichte der rheinischen Missionsgesellschaft, 1880, pag. 230 (Missionar Schroder, Reise nach dem Ngami-See). 16 P. Eugéne Mangin, P, B., Les Mossi. Anthropos, X-XI, pag. 325, 1 W, H. Bentley, Pioneering on the Congo, I, pag, 256. 30 |) (oata manifestaron repentinamente un vivo deseo de aprender a bo) y escribir... ‘Vardamos mucho tiempo en encontrar el motivo que ! t ial Cuando los indigenas traen sus productos a la costa para vender- jw conducen al almacén de compras, donde son pesados y medides; | :jipleado marea entonces algo sobre un‘papel. Luego llevan este papel (10 cimpleado del almacén donde estén las mercancias de cambio, y i) soyundo agente les paga.. De donde dedujeron que, si supieran ‘ili, no tendrian necesidad de tomarse el trabajo de llevar sus pro- Jucion, les bastaria con trazar algunos signos sobre un trozo de papel iw lo hizo el primer empleado) y presentando el papel al almacén iwicaneias, obtendrian lo que quisieran. De aqui el deseo de aprender li) y escribir manifestado por la gente de San Salvador. ‘No habia en esto la menor idea de robo. El africano no reflexiona 4 jwila persiguiendo un fin, a menos que se vea. obligado a ello; es su poulo débil, su caracteristica, No advirtid jamés la similitud entre su jiopio Comercio y el de una agencia costera. Considera que cuando un Hlanvo tiene necesidad de géneros, abre un fardo, y alla lo encuentra. li) «dude vienen los fardos, por qué y cémo? Ni lo han sofiado nunca. (iio gaberlo? Todo el mundo dice que la tela esta hecha por los ssuerlon en el fondo del mar. Todo esto es desesperadamente confun- lila con las cosas ocultas o magicas; de aqui que sus ideas vayan pre- jsimiente tan lejos como sus ojos. La presentacién del papel escrito, evar una palabra, basta para que la tela sea entregada: apren- faiios entonees a escribir sobre el papel” 18. Muy recientemente 'Wollanston ha observado en Nueva, Guinea la (iia ingenuidad: “Antes de partir se muestra a los conductores de la prnbare jeion, la Havaja, el hacha, 0 cualquier otré objeto que recibiran ) tt (abajo, y una vez Ilegados van corriendo a Parimau con su pe- jivo de papel... Algunos hombres de la/aldea, menos activos, cuando elon que sus amigos recibian una navaja, o un hacha a la sola pre- silacién de un pedazo de papel al hombre que tenia la guardia del wipo de Parimau, pensaron que también podrian obtener sin trabajo J juisnia recompensa, y se sintieron muy sorprendidos cuando los pe- \juehios trozos de papel que presentaban no les reportaban nada en abso- lilo, 0 simplemente una seria reprimenda. Pero su malicia era tan jueril, que no podiamos enojarnos seriamente con ellos” +. \N Tbid., I, pags. 159-60. i) A, R, Wollanston, Pygmies and Papuans, pag. 164, Cf. C. G. Rawling. The land of the New-Guinea pygmies, pags. 166-67. 31 —— No hubo aqui ni dormbra de om: que Wollanston lo comprendié y alicia, Bentley, mas experimentad explicé muy bien. Es una manifestacié entre mil, mAw sorprendente quizds que muchas otras, del habito que hace que el primitive “se detenga ante el primer contacto’ que tiene con I CoM, Y NO razone si puede evitarlo”, Serta facil citar numerosas observaciones del mismo orden, recogida: en otis sociedades inferiores de América del Sur, Australia, etc. Poners ciel sistema de ilacién de ideas de un melanesio, dice Parkinson, no e cosa ficil, puesto que su nivel intelectual es muy bajo. El pensamiento logico es para él, en casi todos los casos una imposibilidad.Lo que no capla de inmediato por la percepcién de los sentidos, es hechiceria o ' acci6n magica: reflexionar bajo inttil” 22, yr \En_pocas palabras, el/conjunto_de_habitos mentales pcnsamiento_abstracto_y~él razonamiento pro piamente_dichos, parece, por Io wisto, extendido a una eran cantidad_de_sociedades inferjores,) constituyendo_un rasgo _caracteristico y_esencial de la mentalidad de los prunitivos,,/4 i II éA qué obedece el hecho de que la mentalidad primitiva demuestre tal indiferencia, casi podriamos decir una tal aversién por las operaciones discursivas del pensamiento, por el razonamiento y la reflexién, cuando Para nosotros es una ocupacidén natural y casi constante del espiritu humano? No es incapacidad o im osibilidad, ‘conocer esta cisposicion de mente que hay entre ellos los de los europeos* pues los mismos que nos hacen Ja mentalidad primitiva agregan expresa- | “espiritus tan aptos para Ja ciencia como. - puesto que vemos a los nifios australianos, mela- nesios, etc, aprender tan facilmente como los nifios franceses 0 ingleses lo que les ensefia el misionero. No puede ser tampoco consecuencia de una torpeza intelectual profunda, de un embotamiento y de un ador- Mecimiento invencibles, Porque estos mismos primitivos a quienes el menor pensamiento abstracto cuesta un esfuerzo insoportable y que no parecen inquictarse nunca por razonar, se muestran, por el contrario, >. penetrantes, juiciosos, astutos, habiles, hasta sutiles, cuando algo les inte- 20 R. Parkinson, Dreissig Jahre in der sige pag. 567, 32 revt_y sobre todo cuando se trata de llegar a un fin, que desean alcanzar ardicntemente 24, se i Ii] mismo observador que habla siempre de su “estupidez”, se extasia ante su ingeniosidad y gusto. No es necesario tomar la palabra “estu- pidez” al pie de Ja letra. Mas bien, es preciso preguntarse de dénde procede esta estupidez aparente y cudles son las condiciones que la de- ferminan. — Una explicacién ha sido propuesta, como lo vimos mas arriba, por Jos mismos misioneros que han comprobado la aversién de los primitivos por las operaciones légicas mas simples. (De este hecho dedujeron que los primitivos observados por ellos no pensaban jamAs y no querian pen- sar, sino sélo en un niimero reducido de objetos, necesarios a su subsis- tencia, en sus ganados, la caza, la pesca, etc.;/los_hAbitos mentales asi contraidos por los primitivos se harian tan_hiertes que cualquier otro objeto, sobre todo si es abstracto, no podria interesar su espiritu. “No creen sino en lo que ven; sus ideas no van mas lejos que sus sentidos; todo Io que no es percibido de inmediato no es pensado, etcétera.” Pero el problema no est4 resuelto.{ Si las observaciones aportadas son_exactas, como parece, antes bien se complica. Primero,/no se ve por qué el seguimiento de intereses exclusivamente materiales, ni tam- poco por qué el pequefio nimero de objetos ordinarios de representa- ciones, tendrfan necesariamente por consecuencia la incapacidad de refle- xionar y la aversién por el razonamiento. Por el contrario, esta especia- lizacién, est concentracién de fuerzas del espiritu y de la atencidn sobre un numero restringide de objetos con exclusién de,otros, debiera tener por consecuencia siempre una_especie_de_adaptacién_exacta, precisa, tanto intelectual corno fisica, a la busqueda de estos objetos, y.esta adap- tacion, que por ser mtclectual, implicaria un cierto desarrollo del ingenio, le la reflexién y de la destreza en ajustar los medios mas apropiados para obtener el fin perseguido T de Tos casos. «e Los misioneros, tuviercn muy a menudo la penosa experiencia de que esta adaptacién esté acompafiada de una indiferencia casi invencible por la consideracién de objetos que no guardan relacién visible con lo que interesa a los primitivos. Pero la incapacidad de aprender una cnsefianza evangélica y aun el hecho de rehusarse a escucharla, no son 21 “Podéis estar seguros de que un indigena de Nueva Guinea saca rdpida- mente las consecuencias de lo que ve y nada de lo que le interesa personal- mente escapa a sus ojos... Nos sentimos a veces extrafamente sorprendidos por lo que saben”. H, Newton, In far New-Guinea, pag. 202. 33 Wie wificlenie de la averifn por las operaciones légicas, sobre todo | | 8 ) pian! i Here ye lie Wileniow eapiritus se muestran tan activos Pet lee Olijetiw lee iiterewan, cuando we trata de sus ganados o de sus Hite} es Vie) i eetia leinerario explicar esta aversién por una exclu- fie epeeion por low cbjetos sensibles, ya que los mismos misioneros Haron ri otro lua que los primitives son Jos creyentes mas Hie piloe que dite pueda’ No se Nega a quitar de su espiritu la certeza ' ij) iin infinidacd de serves y de acciones son sin embargo reales. Hivinpatone how ha dicho a menudo que él ha admirado la fe invencible ‘le lop Heros del Attica Austral en seres que jamds vieron. En cualquier liar donde la observacién haya sido prolongada y paciente, se termin6é por div raz6n a la reticencia de los indigenas, que es extremada tratan- (loge de cosas sagradas, revelando entre ellos un campo, por asi decirlo ilimitaco, de representaciones colectivas, que se refieren a objetos inacce- sibles alos sentidos, fuerzas, espiritus, almas, mana, etc. Y lo mas fre- cuente es que no sea una fe mas o menos intermitente, como la de muchos fieles europeos, que tienen dias y lugares especiales para dedicarse 4 sus ejercicios espirituales/ Entre este mundo y el otro, entre la realidad sensible y el mas all, el primitive no hace distinciones Verdaderamente vive con los espiritus invisibles y con las fuerzas impalpables. Estas reali- clades son para ellos las mds reales. Su fe se expresa tanto en los actos mas insignificantes como en los mas importantes. Toda su vida, toda su conducta esta impregnada de ellos. a X Si_por consiguiente la mentalidad primitiva evita e ignora las ope- raciones logicas, st se abstiene de razonar y de rellexionar, és po imp ae sobrepasar lo ofrecido por los sentidos, ni tampoco por el_mierés exclusivo de un pequeno numero de objetos materiales. 208 Musmos testimonies que insisten sobre €stos rasgos de la mentalidad — primitiva también nos autorizan, mds atin, nos obligan a rechazar sus explicaciones. Tis necesario entonces buscar en otra parte. Y para buscar con alguna probabilidad de éxito, es necesario ante todo plantear el pro- blema en términos que hagan posible una solucién metédica. En lugar de substituirnos imaginariamente a los primitivos que estu- diamos y hacerles pensar como nosotros si estuviésemos en su lugar, lo que no puede conducirnos mas que a hipétesis més 0 menos verosimiles y casi siempre falsas, peice Prine por el contrario, en guardia contra nuestros propi i rir Jos de los primitivos por el analisis de sus representaciones colectivas y_las relaciones entre estas Teprescntaciones, Mientras se adcinita que su espiritu esta orientado como el nuestro 34 cal ie reacclona como el nuestro ante las impresiones que recibe, admi- (iniog también, implicitamente, que deberia reflexionar y razonar como | nuestro sobre los fendmenos y los seres del mundo dado. Pero se ¢om- jiticba que en realidad ellos no reflexionan ni razonan asi. Para explicar pila Aparente anomalia, tenemos entonces un cierto namero de hip6tesis: jereza y debilidad del espiritu de los primitivos, confusién, ignorancia iilintil, estupidez, etc., pero éstas no explican los hechos, Abandonemos este. postulado; dediquémonos al estudio 0 |) mentalidad primitiva sin ideas preconcebidas, tal como se on las instituciones de las sociedades inferiores o en las_ “representaciones colectivas de las cuales estas instituciones derivan. Entonces, la actividad iiental de los primitivos ya no sera interpretada de antemano como_una forma rudimentaria de la nuestra, como infantil y cast patolégica. \Apa- iecera, por él _contrario, como normal en diciones en que es ejer- 35 CapiruLo PRIMERO (NDIFERENCIA DE LA MENTALIDAD PRIMITIVA A LAS CAUSAS MEDIATAS I I'rente a algo que le interesa, inquieta o espanta, el espiritu_ del jrimitivo no sigue la misma marcha que el nuestro. Sigue una _via_ ilivtinta. 'Tenemos nosotros un sentimiento continuo de seguridad intelectual, tan bien asentado, que no vemos cémo puede ser alterado, pues aun wiponiendo la aparicién repentina de un fenédmenc completamente mis- (crioso y cuyas causas se nos escapen al principio por completo, ne estariamos pdr ello menos persuadidos de que nuestra ignorancia no és sino provisoria, que las causas existen y que tarde o temprano podran ser determinadas. La naturaleza, en_medio de_la cual_vivimos es, por asi decirlo, intelectualizada de antemano. Hlla_es orden y razon, como, cl espiritu que la piensa y que alli ponemos. Nugstra actividad _cotidiana, hasta en sus menores detalles, implica_una tranquila_y perfecta confianza . _en la invariabilidad de las leyes naturales. Ten distinta es la actitud espiritual de un primitivo. La naturaleza en medio de la cual vive aparece _para él bajo otro aspecto. Abt todos los objetos y todos los seres estan imphicados en una red de participaciones y de exclusiones misticas; son las que hacen su contextura y su orden. Son por consiguiente las que se impondran primero a su atencién y las iimicas que retendra. Si est4 interesado por un fendémeno, si no se reduce a percibirlo, digamos pasivamente y sin reaccionar, lo atribuira al mo- mento, como por una especie de reflejo mental, a una presencia_oculta ¢ inyisible, cuya manifestacién es este fendmeno.. “El punto de vista del africano, dice Nassau, siempre que algo insdlito se le presenta, ¢s el de 37 Ja hechiceria, Sin buscar una explicacién en lo que los civilizados lla- mariamos las causas naturales, su_pensamiento se vuelve inmediatamente hacia Jo sobrenatural. De hecho, lo sobrenatural es un factor tan cons- tante en su vida, que le brinda una explicacién tan rapida y tan razo- nable de lo que ocurre, como nuestro llamado a las fuerzas conocidas de la naturaleza”’ ', Lo mismo ha notado el reverendo John Philip a propésito de las “supersticiones de los bechuanas’: “En el estado de ignorancia (es decir antes de haber sido instruidos por los misioneros) todo lo no conocido y envuelto en misterio (donde la simple percepcién no basta para darnos razén) es objeto de una veneracién supersticiosa ; las causas mediatas son_ignoradas, y una influencia invisible ocupa su lugar” 2, La misma reflexién fue sugerida a Thurnwald por la mentalidad de los indigenas de las Islas Salomén: “Jamas sobrepasan, en el mejor de los casos, el simple registro de los hechos. Carecen totalmente, en prin- cipio, de la relacién causal profunda. No comprenden la relacién de los fenédmenos: ésta es la fuente de sus temores y de sus supersticiones” °. Aqui, como sucede con frecuencia, es necesario distinguir_el_hecho relatado_de Ja interpretacién_con_que esta entremezclado. E] hecho es éste; que el primitivo, africano u otro, no se preocupa de ninguna ma- nera por buscar las relaciones causales que no son de suyo evidentes, y de inmediato recurre a una potencia mistica. A] mismo tiempo, los observadores, misioneros u otros, dan su explicacién de este hecho: si el primitivo recurre de inmediato a las potencias misticas, es, segun ellos, porque descuida buscar las causas. Mas, ¢por qué las descuida? La explicacién debe invertirse. Si los primitivos no tienen ni la intencién de busear las relaciones causales, y si cuando las perciben o cuando se les hace notarlas, las consideran como un hecho de poca importancia, es consecuencia natural de este hecho bien establecido: que_sus representa- ciones colectivas evocan de inmediato Ja accién de potencias misticas. Por consiguicnte, Tas relaciones causales, que son para nosotros el esque- leto mismo de Ja naturaleza, el fundamento de su realidad y de su estabilidad, tienen para ellos muy poco interés. “Un dia, dice Bentley, Whitehead vio que uno de sus obreros estaba sentado, expuesto al viento frio, durante un dia de Iuvia. Lo obligé a entrar en su casa para cam- biarse de ropa, Pero el hombre le respondié: “Nadie muere por culpa 1 R. H, Nassau, Fetichism in West Africa, pag. 277. 2 Rev. John Philip, Researches in South Africa, II, pags. 116-17. 3 R. Thurnwald, Im Bismarck Archipel und auf den Salomon Inseln, Zeit- schrift fiir Ethnologie, XLII, pig. 145. 38 de un viento frio, eso no tiene importancia: sédlo se cae enfermo y se miuere por culpa de un hechicero” 4. Otro tanto ocurre en Nueva Zelandia, donde un misionero escribe en Uérminos casi idénticos: “He recibido la visita de un natural en estado niuy alarmante; estaba resfriado y no se habia cuidado. Estos salvajes no duclan nunca de las causas de sus enfermedades. Atribuyen a Atua (1m espiritu) todo lo que les hace sufrir. E] hombre de que hablo decia (ue Atua estaba en su cuerpo y lo devoraba” ® Para una mentalidad orientada de esta manera y tan preocupada, por las prerrelaciones misticas, lo que nosotros Hamamos causa, y lo que jaa nosotros explica Jo que ocurre, no seria mas que una ocasién, 9 por decirlo mejor, un_instrumento al servicio de las fuerzas ocultas. La ocasién pudo haber sido otra, el instrumento distinto. EY hecho se hu- biera producido lo mismo. Bastaba que la fuerza oculta entrase realmente cn accién sin ser enfrentada por una fuerza superior del mismo género. II Entre tantos ejemplos que se nos ofrecen, tomemos uno de los inds familiares. En las sociedades inferiores, sobre todo la muerte, re- quiere una explicacién distinta de la de_las causas naturales. segun la observacién frecuentemente realizada, parece siempre que es la primera vez que este hecho se produce, y que munca se lo presencié hasta entonces. (Eis posible, se pregunta el europeo, que estas gentes no sepan que todo hombre debe necesariamente morir un dia u otro? Pero el primitivo no considera las cosas desde este Angulo. Para él las causas que ocasionan infaliblemente la muerte de un hombre, como un ntmero de afios que no puede sobrepasar ciertos limites, el desgaste de los érganos, la dege- neracién senil, el debilitamiento de las funciones, no estén_ligados_de \na manera necesaria con la muerte. ¢No se ven acaso viejos decrépitos que contingian viviendo? Si a pesar de ello en un momento dado, sobre- viene la muerte, es porque una fuerza mistica ha entrado en juego. Por otra parte la misma extenuacién senil, como toda otra enfermedad, no se debe a lo que nosotros llamamos una causa natural: debe explicarse también por la accién de una potencia mistica, En pocas palabra i cl primitivo no presta ninguna atencién a Jas causas de la muerte_es_ 4 W. H. Bentley, Pioneering on the Congo, II, pag. 247. 5 Missionary register (Marsden), agosto, 1817, en Dumont d’Urville, Voyage de V Astrolabe, III, pag. 234. 39 porque ya sabe por qué se produce la muerte; y sabiendo el porqué, el cdmo le es indiferente, Estamos aqui en presencia de una especie de @ prtort sobre cl cual la experiencia no tiene efecto. Busquemos entonces algunos ejemplos en las sociedades inferiores donde la influencia de los blancos todavia no ha sido introducida; en Australia (Victoria) “la muerte siempre la atribuyen a la accion del hombre, Cuando muere un indigena, sea joven o viejo, se admite que duwante la noche un enemigo le ha hecho una incisién al costado arre- batindole la grasa de los rifones, Aun los mds inteligentes de entre los indigenas no pueden ser jamds convencidos de que la muerte provenga de causas naturales” 8, Ni el cuerpo del enfermo, ni el cadaver después de la muerte reve- lan la menor traza de esta incisién, pero los australianos no ven aqui una raz6n para dudar que haya ocurrido. ¢ Qué otra prueba necesitan que la muerte misma? ;Habria ocurrido esta muerte si alguien no hubiese substraido la grasa de los rifiones? Con todo, esta creencia no inplica ninguna idea acerca de una funcién fisiolégica atribuida a esta grasa; obra tnicamente por la accién mistica que se ejerce por la sola presencia del érgano del que es agente. W. E, Roth dice lo mismo, segin Thomas Petrie: “Durante los primeros afios de la colonizacién europea, en el distrito de Brisbane, casi todas las enfermedades, dolencias e indisposiciones, eran atribuidas al cristal de cuarzo poseido por algin hombre- médico (turrwan). Este cristal otorgaba a quien lo poseia un poder sobrenatural. El espiritu del ¢wrrtwan hacia penetrar el cristal en el cuerpo de la victima, y ésta ho podria ser curada sino por otro hombre-médico que extrajese el cris- tal por succién, De tal suerte, el hombre-médico podia enfermar a alguien a distancia y, por asi decir, condenarlo” 7. “En la bahia Prin- cesa Carlota, todas las enfermedades de carActer serio, desde la malaria a la sifilis, son atribuidas a la accién de cierto hechizo, formado por un pedazo puntiagudo de peroné humano fijado con cera a una lanza en forma de cafia, Creen que, después que esta lanza es arrojada en direc- cién de la victima elegida, la madera queda en manos del hechicero, mientras que cl fragmento de hueso atraviesa el espacio y se aloja en el cuerpo de la victima —la herida se cierra también sin dejar cicatriz— y de esta manera provoca la enfermedad” 8, 6 Hugh Jamieson, en Letters from Victorian pioneers, pag. 271, 7 Dr. W. E, Roth, Superstition, magic and medicine, North Queensland Eth- nography, Bulletin 5, n° 121, p&g. 30. 8 Ibid., n° 138, 40 Por repla general cuando un hombre muere, se debe a que fue con- ‘lenudo (doomed) por un hechicero. “La victima predestinada puede juitir como lo hace habitualmente para una expedicién de caza... re- jiitinamente siente algo en su pie o su pierna, ve una serpiente a punto de inorderlo, Aunque parezca extrafio, esta serpiente tan particular ievaparece de inmediato, Su misma desaparicién hace reconocer al in- ‘ivena mordido que algtn enemigo lo ha hechizado, y que su muerte i) inevitable, En efecto, ni’ siquiera intenta curarse. Pierde coraje y se Wiest para morir” ®, Un hombre por lo tanto puede ser “condenado” | wy aleanzado por un rayo, muerto por la caida de un Arbol, herido jor una espina que se le introduce en el pic, contagiado por una enfer- iwi repugnante, atravesado por una Janza. La serpiente, el rayo, la lunva, etcétera, no deben en realidad ser acusados por las consecuencias iue (raen aparejadas. No hacen sino rematar, por asi decirlo, el acto ile la condenacién. Este puede ser cumplido por hombres vivos, con 4 win el concurso de muertos... Enemigos, son tanto las personas muer- (ui como Jos espiritus naturales” 1°. Spencer y Gillen dicen otro tanto: “Las enfermedades de todas cla- wo, desde la mds simple hasta Ja més seria, son atribuidas sin excepcién 1 lin influencia maligna de un enemigo bajo la forma de un hombre o Win cspiritu” 4%, “Pueden imaginar, dice Howitt, la muerte por accidente junque atribuyan casi siempre el resultado de lo que nosotros llamaria- jos accidente, a los efectos de una magia malhechora. Conocen muy lien la muerte violenta, pero aun cuando con testigos de ella, creen, en li tribu cerea de Maryborough (Queensland), que si un guerrero es inuerto de un Janzazo durante uno de sus combates rituales, es porque lia perdido su habilidad para detener o evitar Ja lanza, por efecto de la inapia malévola de un miembro de su propia tribu. Dudo que en parte vluuna de Australia, los indigenas hayan concebido la posibilidad de la ‘inerte simplemente por enfermedad’, “Si un hombre es muerto en ina batalla, o muere a consecuencia de sus heridas, creen que ha sido lwchizado” 18, “Aunque los narrinyeri estén a menudo expuestos a mor- deduvas de serpientes venenosas, no tiene remedios contra este accidente. Su supersticién los Heva a creer que es resultado de un maleficio” 1*, 9 Tbid., n® 147. 10, bid., nos. 113-115. \ Spencer y Gillen, I'he natives tribes of Central Australia, pag. 530. 12 A.W. Howitt, The natives tribes of South Australia Aborigines, pag. 49. 13 A, Meyer, Encounter Bay tribe, en Woods, The native races of South Australia, pag. 199. 4G, Taplin, Manners, customs, ete. of the South Australia Aborigines, pig. 49, 41 it cisposicién de espiritu no es propia tnicamente de las tribus austvalianas. Se encuentra en las sociedades inferiores mas alejadas las unas_de las otras, y con una gran uniformidad. Lo que_varia_en_las representaciones colectivas, son las fuerzas ocultas a quienes atribuyen Ja enfermedad y la muerte que sobreviene. Es culpable un hechicero, o el espiritu de un muerto, o fuerzas mds o menos definidas o individua- lizadas, desde la representacién m4s vaga hasta la divinizacién precisa de una enfermedad como Ja viruela. Lo que _permanece semeciante y casi puede decirse idéntico, es la_prerrelacién entre la enfermedad y la muerte por una parte C De ahi pro- viene la poca atencién acordada a lo que nosotros Ilamamos las causas naturales, aun cuando parezcan evidentes a simple vista. Daré sélo algunas pruebas significativas de esta unanimidad: “Los indigenas, dice Chalmers, no creen nunca que sus enfermeda- des tengan otras causas que las espirituales, ni que la muerte (excepto en caso de asesinato) provenga de algo que no sea la cdélera de los espiritus. Cuando la enfermedad hace su aparicién en una familia, todos sus miembros se preguntan: “;Esto qué querrd decir?” Si el enfermo no mejora concluyen que es necesario hacer algo. Un presente es ofren- dado; se toman alimentos y se los deposita sobre el lugar sagrado; luego se los retira y se los reparte entre los amigos. Si la enfermedad persiste, se lleva un cerdo al sitio sagrado, se lo inmola de un lanzazo y se lo ofrece a los espiritus” %, Lo mismo en Nueva Guinea alemana. “Segin los kai nadie muere por muerte natural” 18, Entre los araucanos, “todas las muertes, exceptuando las ocurridas sobre el campo de batalla, son consideradas como producidas por causas sobrenaturales o hechiceria. Si una persona muere a consecuencia de un accidente violento, se supone que los huecuvus o espiritus malignos lo han provocado espantando su caballo para desmontar al jinete, arro- janco una piedra para hacerlo caer y aplastar al que pasa confiado, ence- gueciendo momentaneamente a una persona para hacerla caer en un precipicio, etcétera. En caso de muerte por enfermedad, creen en un hechizo y que la victima fue envenenada”!7. Grubb dice otro tanto refiriéndose a los indios del Chaco. “Suponen invariablemente que la muerte es el resultado de la influencia directa de los kilyikhama (espi- ritus), sea por su deseo de hacer el mal, o porque han sido persuadidos 1 Rev. J. Chalmers, Pionneering in New-Guinea, pags. 329-30. 16 R. Neuhauss, Deutsch Neu-Guinea, III, pag. 140. Cf. Ibid., III, pag. 466, y siguientes. WR, E, Latcham, Ethnology of the Araucanos. Journal of the Anthropalo- gical Institute of Great Britain (en adelante J.A.I.) XXXIX, pag. 364. 42, por un hechicero” 18, Dobrizhoffer ofrece la misma observacién respecto ile los abipones?®, Y volveremos a encontrar creencias andlogas con eacasas diferencias en todas las sociedades inferiores de ambas Américas. Iu el Africa Austral encontramos la réplica exacta de lo que pudo sep observado en Australia. “Creen que un hechicero tiene el poder de “Jibrar? (to give over equivalente a to doom) a alguien que partid para la caza, a un bifalo, a un elefante o a otro animal. El hechicero, creen, puede permitir al animal dar muerte al hombre. De tal suerte que, cuando se oye que alguien fue muerto durante la caceria, diran sus amigos: “Es obra de sus enemigos; ha sido “librado” a la bestia “salvaje” 2°. Bentley expresa la misma idea con enérgica precisién: “La enfer- miedad y la muerte son consideradas por una indigena del Gongo como avontecimientos, de hecho, anormales. Nunca los relaciona con causas naturales; son siempre debidas a los hechiceros. Aun cuando Ja muerte. tuvo lugar por asfixia en el agua, o en la guerra; aun cuando haya sido_ derribado por un Arbol; causada por alguna bestia salvaje o por el rayo. ‘fodas estas muertes son atribuidas a maleficios, de la manera mas obs- linada y mas irrazonable. Alguien hechizé a la victima, y quien lo hizo es cl culpable” **. Ya en el siglo xvi, Dapper habia comprobado las mismas creencias on Loango. “Estos pobre ciegos se imaginan que no le ocurre ningan aceidente funesto a un hombre, que no sea causado por los moquisies, 0 idolos de su enemigo. Si alguien por ejemplo, cae al agua y se ahoga, diran que lo han hechizado; si es devorado por un lobo o un tigre, es porque su enemigo, en virtud de sus encantamientos, se ha metamorfo- scado en bestia feroz; si cae de un arbol, si su casa se incendia, si deja cle Mover durante mds tiempo que de costumbre, todo es debido a la fuerza de encantamiento de los moguisies de algtin hombre perverso. Es perder tiempo tratar de quitarles esta locura de la cabeza; no se hace mas que exponerse a su risa y a su desprecio” °°. En Sierra Leona, “no hay muerte natural_o accidental, sino que la enfermedad © el] accidente que son su_causa_ inmediata, fueron produ- cidos por una influencia sobrenatural. Algunas veces imaginan que la muerte es debida a la accién perniciosa de un hombre que utiliza male- ficios; otras, la muerte es provecada por el genio tutelar de alguien sobre 18 W. B, Grubb, An unknown people in an unknown land, pag. 141. 9 M. Dobrizhoffer, An account of the Abipones, II, pags. 83-4. J. Mackenzie, Ten years north of Orange river (1871), pags. 390-91. 'W. H. Bentley, Pioneering on the Congo, I, pag. 263. O. Dapper, Description de Afrique (1686), pag. 325. yee BS y ey 43 quien cl difunto,., practicaba encantamientos, en el momento que fue descubierto. y castigado, Lo usual es explicar por el primer género de eausas la enfermedad y la muerte de los jefes, de otros personajes im- portant: de su familia, y por la segunda forma las de la clase inferior” ’ Por tiltimo, en el Africa Oriental alemana “no existe la muerte natural para los dschaggas. La enfermedad y la muerte son siempre obra diabélica” 24, Detendremos aqui esta enumeracién de testimonios concordantes, (jue podria ser prolongada indefinidamente 25, TIT La transicién de la enfermedad y de la muerte a los simples acci- dentes, es insensible. Se infiere de los hechos que preceden, que los primitivos, en general, no notan diferencia entre la muerte que sobreviene por vejez o por enfermedad, y la muerte violenta. No es que sean tan poco razonables, segtin la expresién de Bentley, como para no distinguir «jue en un caso el enfermo muere mds o menos lentamente en medio de los suyos, y que en el otro, el hombre perece repentinamente devorado por un leén, por ejemplo, o herido por un lanzazoe Pero esta diferencia no tiene interés para ellos, porque ni la enfermedad por una parte, ni la bestia feroz o el golpe de lanza por la otra, son las verdaderas causas de la muerte, sino estan simplemente al servicio de la fuerza oculta que quiso esta muerte, y que, para lograr su fin, pedria muy bien haber elegido otro recurso. De donde, toda muerte es accidental, aun la muerte por enfermedad. O mas exactamente, ninguna lo es, Porque para la mentalidad primitiva, no ro hablando con propiedad, accicdentes, Lo que nos parece accidental a nosotr jom- pre_en realidad, Ja manifestacion de una otencia_mistica_que se hace sentir tanto al individuo como al eru 2O_ soci % Demanera general, para esta mentalidad no hay azar, y no ede haberlo. Ni aun cuando se Ta persuada eterminismo riguroso de los fendmenos; por el contrario, como no tiene la menor idea del deter. minismo, permanece indiferente a la relacién causal, y_a. todo aconteci- 23 Th. Winterbottom, An account of the native Africans in the neighbour~ hood of Sierra-Leone, I, pigs, 235-36. 24 A. Widenmann, Die Kilimandscharo - Bevdikerung, en Petermann’s Mit- teilungen, Erganzungsheft 129 (1889), pag, 40, 25 Cf, Les fonctions mentales dans les sociétés primitives, pags. 314-28. 44 iiento que Ja afecta le atribuye un origen mistico. Las fuerzas ocultas son siempre sentidas como presentes; cuanto mas fortuito nos parezca in acontecimiento, tanto més significative ser& para la mentalidad pri- iniliva, No hay por qué explicarlo: se explica a si mismo, es una reve- lacion, Aun a menudo sirve para explicar otra cosa, por lo menos hasta ilonde esta mentalidad se inquieta por una explicacién. Pero puede ser jecesario interpretarlas cuando una prerrelacién definida no lo hizo. l,os indigenas de Tully River, dice 'W. E. Roth, habian resuelto ile a elerto hombre de Clump Point por la siguiente raz6n: “Durante ln reunién (prun) del domingo pasado, aquél arrojé una lanza a lo allo de un 4rbol, desde donde cayé, alcanzando por rebote en el cuello i tin anciano, el que result6 muerto. El desdichado que habia arrojado li lanza resulté ser un “doctor”, y nada pudo sacar del espiritu de los iniembros de la tribu de la victima, que la muerte de su pariente fue causada por el maleficio de este doctor. M. E. Brooke (un misionero), \jue se encontraba a mi lado en ese momento, hizo todos los esfuerzos josibles por explicar que era un simple accidente, sin ninguna mala ‘utencién. Las filas se formaron, y comenzé la batalla entre estos sal- vajes inritados, hasta que el “doctor” recibié una herida (no mortal) cu la rodilla” 26 En este caso tipico, era diffcil y casi practicamente imposible hacer entender razones a los indigenas. Ante todo era preciso dar satisfaceién al difunto, del que todo pedia temerse si no era vengado. lebian entonces, ante todo, hacer morir a alguien y éste debia ser, prefe- rentemente, el autor voluntario o involuntario, poco importa, de la des- ivacia. Ademas, el misionero no habia Ilegado nunca a hacerles com- prender que se trataba de un simple accidente. Con seguridad habrian preguntado: “;Por qué ha caido la lanza al rebotar justamente sobre «| cuello de este anciano y no delante o detras de 41?” ;Cémo explicar (ue sea precisamente Ja lanza de un hombre-médico? Y en cuanto a lv falta de intencién en el matador, ¢cémo ponerla en evidencia? Sélo v4 posible presumir, lo que no podria hacerse prevalecer contra el hecho mismo, Por atra parte, la intencién podria muy bien existir en el autor de la accién, sin siquiera saberlo él. Los hechiceros no tienen necesaria- hucnte conciencia de la accién mortal que ejercen. Este podria negar la siya de buena fe, pero su negativa no tendria valor alguno para los incdigenas. Ein Nueva Guinea, un hombre es herido por un lanzazo, durante la caceria, por uno de sus compafieros. “Sus amigos llegaron y le pregun- lavon. quién lo habia hechizado; porque no caben los “accidentes” en 20 W. E. Roth, North Queensland Ethnography, Bulletin 4, n° 16, 45 My foleepeion cel mundo de los paptes. Todos lo atormentaron para liiverle decir quién le hizo un sortilegio, porque estaban seguros de que la herica por st sola no bastaba Para causar la muerte; pero no por eso dejaban de estar seguros de que moriria y no cesaban de decirselo. . , Aunque no perdié el conocimiento hasta el fin, no respondié a las pre- guntas de sus amigos, ni revelé quién lo habia hechizado. Su célera se volvid entonces contra la gente de Oreresau y contra el hombre que arrojé la lanza” 27, Por consiguiente, no se acusa a éste sino en ultima instancia y por asi decirlo, cuando no cabe otra alternativa y como Ultimo recurso. Si Ja herida hubiese dado la menor indicacién respecto del autor del maleficio, el heridor quedaria a salvo; no se veria en él mas que ec] instrumento del hechicero, tan irresponsable como la misma lanza, Por otra parte, la escasa gravedad de Ja herida no obsta para de- clararla mortal. Lo que hace perecer al herido, no es el desgarramiento de los tejidos por la lanza; es el maleficio que lo ha condenado (dooming de los australianos). Se percibe aqui, evidentemente, la rerrelacién, que hace inconcebible Dara Ta metal dad poe Te, fori, © mismo en Nueva Guinea, “un Arbol cae: es el hechicero quien lo hico caer, aun cuando el Arbol esté completamente podrido o haya sido un golpe de viento el que lo dertibé. Un hombre sufre un acci- dente: es la actividad del Werabana, etc,” 28, Observaciones muy semejantes fueron recogidas en otras sociedades inferiores, por ejemplo en Africa Ecuatorial: “En 1876, un jefe, Akele Kasa, fue ataeado por un elefante que él hirid, siendo atravesado por sus colmillos. Sus compaiieros alejaron al animal, y a pesar de sus es- pantosas heridas, el hombre sobrevivié lo suficiente como para acusar a doce de sus mujeres y de sus esclavos de haber hechizado su fusil, de manera que sélo pudo herir al elefante, en lugar de matarlo” 2%. “Dy. rante una caceria de clefantes, un jefe llamado Nkoba fue alcanzado por una hembra herida, la que lo levanté del suelo con su trompa, atra- vesindolo con uno de sus colmillos. . . Terribles fueron los lamentos de sus compafieros, Todo el distrito se reunid delante del nganga Nkissi que debia clecidir si el elefante estaba poseido por e] diablo o fue hechi- zado por algtin enemigo del difunto 0, en fin si era un caso de Diambudi nzambi (voluntad del gran espiritu)” 89, 27 A. K. Chignell, An outpost in Papua, pdgs. 343-45. 28 Rev. Bromilow en G, Brown, Melanesians and Polynesians, pag. 235. 29 R. H. Nassau, Fetichism in West Africa, pag. 86. 80H. Ward, Five years with the Congo cannibals, pag. 43. 46 lin, estos dos casos, la calidad de la victima exige que su muerte va vengada, y sobre tode cuando hay una poderosa presuncién favorable i la hipdtesis de un maleficio. ¢Por qué ha fallado el fusil del jefe? Noyuvamente una influencia maléfica ha sido ejercida contra él. El ele- lante herido no _habria_matado justamente al jefe, si alguien no lo hu- lieve “librado”. Cuanto mayor es Ja desgracia, y mas sagrada Ja persona alcanzada, se hace mas inadmisible Ia presuncién_de _un_accidente. "0 Inds Corriente es que esta mi siquiera se les ocurra a los indigenas. \sir “una canoa de Vivi, conducida por seis personas, descendia el (longo. Al dar vuelta por el punto donde nosotros més tarde construimos lv estacion de Underhill, la canoa fue alcanzada por un torbellino y se Hloné de agua, hundiéndose. Los indigenas concluyeron que la hechiceria cangsante de un accidente tan terrible sobrepasaba la hechiceria ordinaria, y era necesario responder con medidas apropiadas. Por cada hombre ahogado debian morir tres hechiceros; de tal manera dieciocho personas fueron Ievadas a la muerte a causa del accidente que hizo ahogar a seis. “En ese distrito, sc respondia de esta manera a la muerte de perso- najes importantes, o a las muertes producidas en circunstancias extra- ordinarias”’ 8, “Un hombre entra en un pueblo y pone en tierra su fusil. Sale un liro y mata a una persona. La familia de la victima se apodera del fusil. Como vale muchos esclavos, su propietario puede tener por lo tanto el derecho de rescatarlo como si se tratase de su propio hermano. Cuando no hay fusil que embargar, el autor del homicidio por accidente es enca- denado como esclavo y considerado como asesino. A veces las autori- dades indigenas, en lugar de prender al autor del accidente o su fusil, lo proclaman inocente y hacen buscar al hechicero para descubrir al liechizador, verdadero causante de la muerte. Segiin ellos, sobre éste debe pesar toda la responsabilidad. Utilizan aqui una comparacién tomada de la caza. El cazador que primero hirié un corzo tiene derecho a tomarlo, aun cuando otro lo abata. Este Ultimo no hace, en cierta manera, mAs que “encontrar” la pieza del primer cazador. Lo mismo el homicida por accidente, quien no hace sino “encontrar” o abatir la vic- tima que el hechicero ya habia matado: é1 no es Ja causa, sino _sélo_el, medio de su muerte. Otros sostienen que si el homicida ha clevado protestas de su inocencia y afirmado que es victima de un hechicero, debe sin embargo pagar una indemnizacién. Una vez vi dos hombres que asistian a un juicio por desorden, cometido mientras se encontraban cbrios, La persona que les habia suministrado la cerveza también fue 31 W. H. Bentley, Pioneering on the Congo, I, p4g. 411. 47 i inlay eatiba temerosa de que se le acusase de haberla hechizado, Un Mian temor se percibia a trayés de su lenguaje. ¢Cémo podria saber si “ly su bebida no estaban hechizados, sirviendo de instrumentos a un tercero?” 82, Es evidente que para espiritus semejantes, la hipstesis de un acci- dente es Ia ultima en presentarse, o mas bien dicho jamés se presentaria. Si es sugerida, la rechazaran, porque estén seguros de que lo que nosotros Hamamos fortuito, es una causa mistica y ellos tienen interés en descu- brirla si no se revela de inmediato, “Entre los ovanbos (Africa Occidental alemana) el jefe Kanime recientemente quiso hacer amaestrar un buey para el trabajo. En el momento en que Je iba a perforar las narices, el animal, de una cornada, revent6 un ojo a uno de los indigenas. Al punto dijeron: “El hombre que perdié un ojo fue hechizado”. Fuese a buscar al hechicero, a quien pidieron descubriera al autor del sortilegio y en efecto, designé a uno de los servidores de Kanime como culpable. Este tiltimo, condenado a muerte, se fug6: Kanime lo persiguié a caballo, y alcanzdndolo lo maté” 88, El afio siguiente “uno de mis vecinos, fresco y bien dispucsto, se fue una hermosa mafiana a coger ranas, de Jas que son muy amantes. Arrojando su lanza, se hizo en el brazo una profunda herida, perdié mucha sangre y terminé por morir de la hemorragia... Tres dias des- pués, los hechiceros comenzaron a buscar quién habia hechizado a este hombre. Yo me opuse. Pero me respondieron: “Si no descubrimos al omulodi, y si no lo matamos, pedemos morir todos”. A pedido de los misioneros, los jefes intervinieron, pero bien pronto aprovecharon de su ausencia para ejecutar al culpable” ¥4, Hs tan natural para las tribus africanas esta interpretacién de la mayoria de los accidentes, que aun donde los misioneros se esfuerzan desde hace mucho tierapo por combatirla, se ven imposibilitados de per- suadir a los indigenas de que es falsa. Escuchen los lamentos de Die- terlen, en 1908, entre los basutos: “El mes pasado un rayo alcanzé la casa de un conocido mio, matando a su mujer, hiriendo a sus hijos y quemando todo lo que tenia, El rayo, muy bien lo saben, viene de las nubes y las mbes son inaccesibles a la mano del hombre.. Pero se Ie dijo que cl rayo fue enviado por un vecino que queria hacerle dafio: asi lo cerey6, 0 cree atin, y lo creerd siempre, “El afio pasado las langostas, descendieron sobre el campo del joven 52 Rey, J. Macdonald, Africana, I. paégs. 172-3, 33 Berichte der rheinischen Missionsgesellschaft, 1895, pég. 242. % Thid., 1896, pag, 213, 48 jefe Mathé-de-lira, que habia recibido una instruccién escolar bastante jrolongada y frecuenté durante mucho tiempo los servicios religiosos de iucstvo templo. A pesar de ello atribuyé la invasién de langostas a los inaleficios de su hermano Tesu, que le disputaba el derecho de primo- wenitura y la sucesién al trono del distrito de Leribé. “Una joven viuda muriéd hace quince dias, a un kilémetro de aqui, ciinbiendo a una enfermedad intima, debida probablemente a su mala ‘ondueta, No asi para ellos: un hombre cuyas proposiciones de matri- inonio desoyé le habia comunicado la enfermedad, dandole un pufiado dv cifiamo para fumar. Su madre es cristiana, y le expliqué que seme- jante cosa no era posible. No me creyé y alimenté un resentimiento contra quien ella consideraba como el matador de su hija” *°. Aun cuando el accidente sez feliz en lugar de ser funesto, la reac- «ion del primitivo seguira siendo siempre la misma. Vera_en él la accién de potencias misticas y lo mas _corriente es que se sienta_horrorizado. Roc erte, todo hecho extraordinario es sospechoso: “Ocurre con fre- ATT coo Learn ae ge eee Siigos vayan juntos a l) pesca y que uno de ellos, por casualidad, o quizds por ser mds habil, 1ecoja mucho mas pescado que el otro. Desgraciadamente, sin saberlo, pone asi su propia vida en peligro. Porque de regreso a la villa, el pes- ‘ador poco afortunado ird en seguida a consultar a un hechicero, para aber por qué su amigo recogié mucho mas pescado que él. El “doctor” lo atribuye inmediatamente a una causa magica. Asi se encuentra sem- lado un germen de querella y de muerte: el devoto amigo de siempre, ‘© transformé sibitamente en un ardiente enemigo que hard todo lo posi- lle por procurar la muerte de quien estimaba hasta entonces” *°, “Durante mi estancia en Ambrizzette, dice Monteiro, tres mujeres fueron a buscar agua al rio. Llenaban sus c4ntaros una después de otra, cnando la del medio fue atrapada por un caim4n, arrastrada al momento hajo el agua, y devorada. La familia de esta pobre mujer acusa de inmediato a las otras de haberle hecho un sortilegio, haciéndola atrapar por el caiman, Les hice advertencias, traté de mostrarles el profundo iibsurdo de su acusacién, pero me respondieron: “;Por qué agarré el caiman justamente a la del medio y no a una de las que estaban a los costados?” Era imposible sacarles esta idea. Las dos mujeres fueron obligadas a beber la “casca” (ordalia por veneno). No supe el resultado, pero lo mas verosimil es que una de ellas o ambas murieran o fueran reducidas a la esclavitud” 37. 35 Missions évangéliques, LXXXITI, I, pag. 311. 38 Major J. A. Leonard, The lower Niger and its tribes (1906), pag. 485. 87 J. J. Monteiro, Angola and the river Congo, I. pigs. 65-66. (1875). 49 Monteiro te ve que para los indigenas, lo que paséd no puede ser Wi nccidente, Primero, porque los caimanes por si solos, no hubiesen alucndo & estas mujeres. Debieron necesariamente ser incitados por alguicn, Luego, sabian muy bien a cudl de las tres mujeres debian arrastrar bajo el agua. Ella les habia sido librada. La tnica pregunta que se hacen es el porqué... pues el hecho habla por si solo, El caim4n no ha tocado a las dos mujeres que estaban a los costados, tomé a la del medio. Esto es debido a que las dos primeras la habian “librado”. La ordalia que les hicieron sufrir no tiene por objeto tanto el aclarar alguna duda que apenas existe, como descubrir el principio mismo del hechizo que est4 en ellas, y ejercer sobre él una accién mistica para ponerlo fuera de la posibilidad de dafiar en adelante *8, He aqui, en Ja misma regién, otro hecho andlogo: “La misma, tarde, remontando el rio, Ewangi fue arrancado de su canoa por un cocodrilo y no se le volvid a ver. La nueva de la desgracia fue Ilevada a la aldea de Dido. Canoas de guerra fueron enviadas hacia aquellos lugares. Uno de los hombres que se encontraba con Ewangi en la canoa, cuando su muerte, y el hombre que habitaba a orillas del rio en ese paraje, fueron detenidos, acusados de hechiceria y condenados a muerte” *°, En efecto, no_hay casualidad: la idea de accidente ni siquicra se presenta al espi- ritu de los ini igenas, mientras que la idea de maleficio, por el com Tarlo, (Sta siempre presente, Ewangi Iue “entregado”. No hay por qué pre- ocuparse mas: quienes lo acompafiaban y fueron perdonados por_la bestia feroz, o los que en su vecindad vivian, son seguramente los cul- pables,_ 88 Véase mds adelante, cap. VIII, pag. 217, 80 G, Hawker, The life of George Grenfell, pag. 58. Idéntica reaccién en Nias, donde se tenia por responsables de un accidente a los misioneros cuya embareacién lo habia ocasionado. A los ojos de los indigenas, las victimas habian sido “libradas” y era necesaria una satisfaccién, Dos de ellos se habfan ahogado durante la noche cuando regresaban a tierra después de haber hecho una visita al Denninger (la cembarcacién de los misioneros), “Al principio parecié que la gente habia tomado las cosas tranquilamente, pero regresaron en seguida con exigencias inaceptah Pedian que se les entregase al capit4n y al cocinero de la embarcaci6n, para vengar en ellos Ila muerte de los dos ahogados, ame- nazando desde ya ejercer represalias sobre las hermanas de Telok Dalam, en el caso de que los dos marinos no les fuesen remitidos”, Berichte der rheinischen Missionsgesellschaft, 1885, pag, 153, 50 IV Para penctrar en el pensamiento de estos indigenas, es necesario saber de antemano que sus cocodrilos y sus caimanes son inofensivos por naturaleza. El hombre no tiene nada que temer de ellos. Sin duda, bi algunos parajes donde pululan y donde los accidentes se renuevan {yecuentemente, esta conviccién termina por ceder, y se adoptan precau- ‘iones, Ast en Africa Oriental alemana: “como hay cocodrilos en can- tidacl ineretble, a menudo no se atreven los nativos a sacar el] agua direc- tumente del rio Ruhudge, sino que construyeron una especie de empa- livada y el agua se saca desde lo alto de la ribera, que es escarpada, por medio de recipientes suspendidos de largas cafas de bamb&a” #°, Lo mismo sobre el Alto Shiré, sobre el rio Quanza**. Pero este caso es excepcional. En general los indigenas no temen acercarse a las orillas (le los rios ni tampoco bafiarse en la vecindad de los cocodrilos. Este sentimiento, por otra parte, es compartido por cierto numero de euro- peos. Ya Bosman escribia: “Durante todo el tiempo que estuve aqui no escuché decir que alguien fuese devorado, sea hombre o bestia... [ay una tremenda cantidad de estas bestias en todos los rios del pais. lin el agua no me fiaria; aunque no oi decir que sucediera desgracia alguna por este motivo” *. G. von Hagen, en dos afios de estadia en el Camertin, no ha cono- cido més que tres casos de hombres que fueron atacades por cocodrilos, aunque los indigenas se bafiaban y nadaban en el rio, y durante la esta- cién seca, chapoteaban en las lagunas 48. Las mismas creencias existen en la costa occidental del Africa. “Se dice que sobre el rio Gallenhas (entre Sherbro y Gape Mount) donde abundan los caimanes, con fre- cuencia se ignora que hayan hecho dafio a alguien, aunque los indigenas estén a menudo en el agua; hasta hace unos afios, cuando un buque negrero Ilegé a la entrada de Ja costa...” *, Bentley creia que tomando las precauciones necesarias no se corria gran peligro. Los cocodrilos son muy miedosos y no se exponen volun- tariamente. El ruido que hace una docena de muchachos gritando, 40 Fr, Filleborn, Das deutsche Njassa und Ruwumagebiet, en Deutsch Ost Africa, 1X, pags. 185 y 541. 41 J, J. Monteiro, Angola and the river Congo, II, pag. 123. 42 W. Bosman, Voyage de Guinée, Carta 14, pags. 250-51. 43 G. von Hagen, Die Bana. Béssler-Archiv, II, pag. 93 (1911). 44 Th, Winterbottom, An account of the native Africans in the neighbour- hood of Sierra-Leone, 1, pag. 256 (1803). 51 vanibulléndowe, y dintayéndose basta ampliamente para tener a los co- Fodrilow aw distancia, Pere si uno de ellos se aventura solo en el agua, Pa powthle wna cesgracia", Si esta clesgracia se produce, ¢cémo la inter- Helin eb indigena’ ¢Culpard a su propia imprudencia, 0 cambiard de Hpiion acerca de las costumbres del cocodrilo? éCreerd que es un acci- ‘lente! Lo harfa sin duda, si razonase como nosotros. Pero, de hecho, Nilo suena siquiera, TL tiene su explicacién bien segura, y ésta es de un carieler muy diferente. “En los distritos, dice Bentley, donde abuindan cocodrilos, se cree que los hechiceros se transforman a veces en coco- drilos, o bien penetran en esos animales para conducirlos y asi causar la muerte de su victima, asiéndola, Donde son comunes los leopardos, los hechiceros pueden transformarse en leopardos. Los indigenas afirman a menudo de una manera. categérica que el cocedrilo de por si es inofen- sivo, Estén tan convencidos de ello, que en algunos parajes entran sin titubear en el rio con el objeto de vigilar sus trampas para peces. Si alguno de ellos es devorado por un cocedrilo, tienen una formula para descubrir al hechicero, lo matan, y contintian como antes, “En Lukunga, una de las estaciones de la Misién Baptista Ameri- cana, un gran cocodrilo salié del rio atacando el establo de los cerdos durante la noche, El cerdo percibis el olor del reptil y armé tal batahola que Ingham, el misionero, se levanté matando al cocodrilo de un tiro. Por la mafiana, lo abrié encontrando en su interior dog anillos de tobillo. Los reconocieron en seguida como pertenecientes a dos mujeres que habian desaparecido, en fechas diferentes, al ir a traer agua del rio. Llegué a esta estacién algunos dias més tarde y uno de mis obreros congoleses, que estaba conmigo, sostuvoe tercamente que el cocodrilo no devoré a las mujeres. Pretendia que los cocodrilos nunca lo hacian. “Pues entonces, iy los anillos? ¢No son, en este caso, una prueba pal- pable de que el cocodrilo comié a las mujeres?” — “No; las atrapé y pas6 al hechicero, del que era instrumento; en cuanto a los anillos, se le habra ocurrido retenerlos como salario”, — é Qué hacer, agrega Bent- ley, con cerebros poseidos por el diablo como Jo son éstos?” 48, Bentley estaba indignado por lo que consideraba una obstinacién inaudita en negar Jo evidente. Pero aili obra algo distinto. Es simple- mente un caso particular de la “impermeabilidad a la ex eriencia”, que caracteriza la mentalidad de los primitivos, cuando las representaciones colectivas ocupan su espiritu de antemano.i Segiin estas representaciones, 45 H. M. Bentley, The life and labours of a Congo pioneer, pag. 34. 46 W. H. Bentley, Pioneering on the Congo, 1, pags. 275-76, Cf. Lbid., I, pag. 317, 52 ri lin que cl papel de las causas mediatas es despreciable, por ser la ridadera causa de orden mistico, el cocodrilo que comete un acto insé- lila y devora un hombre .no puede ser un animal como los demas: es Hecvcamiamente el instrumento de un hechicero, o el hechicero mismo. ? “Tal es la superstici6n de estas pobres gentes que, cuando ocurre una « cia semejante, responsabilizan a los hechiceros. Obstinados, Hi quieren tomarse el trabajo de cercar la parte del rio donde sus mu- jeres © hijos Javan constantemente y donde se convierten en presas de vile terrible tirano de las aguas’ 47, En el Alto Zambeza, “‘se dice que lay médicos que dan medicinas a los cocodrilos. $i alguicn roba los Ineyes de uno de esos médicos, éste va hacia la orilla del rio, Cuando lleva dice: “Cocodrilo, ven aqui; ag4rrame a quien me matd los bue- yen”, El cocodrilo oye. Liegada la mafiana, se entera de que un coco- ilo devoré a alguien en el rio. Dice entonces: “Tse es el ladrén’ 48. De aqui que cada nuevo accidente, en lugar de quebrantar Ja con- \iecion del indigena, le servira, por el contrario, de nueva prueba. Bus- «urd al hechicero, lo encontrara, lo castigaraé y las censuras de los euro- pos le pareceran mds absurdas que nunca. “Dos hombres fueron arre- Intacos por los cocodrilos. Pero Jos indigenas pretenden que no es costumbre de los cocodrilos llevarse a los hombres. Por consiguiente, aquéllos eran cocodrilos hechiceros y era el jefe, el amo del distrito, el autor de la hechiceria... Naturalmente éste protest6 su inocencia, pero ‘le obligé a beber el veneno de prueba para comprobarlo y como el «alla del “doctor” habia preparado una dosis fatal... Nada pudimos lucer nosotros” 4°, Representaciones colectivas muy semejantes han sido comprobadas cn Nueva Guinea (Woodlark Island). En Murua, Maudega, una mujer de Awetau, hizo una visita a la vecina villa de Nabudau y de regreso (ajo consigo a la hija de Boimai, jefe de Nabudau. La criatura des- raciadamente fue arrebatada por un cocodrilo, y para vengarse, Boimai con sus hijos y otros hombres de su aldea, mataron a Maudega y a tres de sus parientes. Delante del tribunal un hijo hizo la siguiente decla- raciin: “Es cierto que nosotros los matamos... Maudega Ilevé a mi lermana a su aldea; durante su permanencia, ella hechizé a un caiman, io hizo salir del agua para Ievarse a mi hermana y devorarla” °. La 47 John Matthews, Voyage @ la riviére de Sierra-Leone (1785-7), pag. 49 de Ia traduccién francesa. 48 E, Jacottet, Ktudes sur les langues du Haut Zambéze, Ill, Textes Louyi, pag. 170. Publications de Vécole des Lettres d’Alger, XVI (1901). 49 W. H. Bentley, Pioneering on the Congo, 1, pag. 317. 50 J, H. P. Murray, Papua, pags. 128-9. 53 idea de un aecidente tampoco estaba presente en el espiritu de la famiha deta vicina, Il eocodrilo sélo era un instrumento. Un poco mas ade- lante, Murray recuerda que “los cocodriles constituyen un gran peligro para los fugitivos y se extiende una creencia por parte del golfo de los papries, de acuerdo con Ja cual los cocodrilos serian aliados de la admi- nistracion, La misma se funda sobre el hecho de que un prisionero eva- dido fue cruelmente mutilado por uno de estos animales al atravesar un rio... Sin embargo no todos los cocodrilos estan al servicio del gobierno. La mayoria permanece fiel a los hechiceros y no atacaré a un hombre & menos que un hechicero asi se lo haya ordenado. Una vez tuve que alravesar un rio que se decia lleno de cocodrilos; pregunté a un viejo indigena que me acompafiaba, sino tenia miedo, “No —me respondiéd—. Un cocodrilo no lo tocara jamds a menos que alguien le haya hecho puripurt contra usted (lo haya hechizado). Y si alguien lo hizo, esta usted perdido de todos modos: usted sera suyo de una u otra manera: st no es por intermedio del cocodrilo, sera por otro conducto. De manera que los cocodrilos realmente no tienen importancia” 1. El peligro esta en otra parte. Del animal por si mismo, nada hay que temer. Si ataca es porque alguien lo ha “librado”. Si se quiere precisar_cémo se_representan_los indigenas las relaciones entre el hechicero y el animal, se tropieza con una dificultad casi insal- vable. Su pensamiento no tiene Tas misma exigencias légicas que é nuestro, Est4_regido en este caso, como en muchos otros, por _la ley de Entre cl hechicero_y el cocodrilo se establece una rela- cién_ tal, que el hechicero_deviene cocodrilo, sin por ello _confundirse con él. Desde el punto de vista de la contradiccién, es necesaria una de o que scan cos seres ero la mentalidad prelogica ace pta AS dos soluciones a la vez. Los observadores han perc1bido muy len este a m, pero no se preocuparon de explicarlo. Insis- fentidad otras sobre la distincidn entre los dos a misma confusion de su lenguaje es significativa. Asi, “se atri- a los balogi (hechiceros) el poder de “metempsicosar’’ a los muertos en una serpiente, un cocodrilo, etc. Esta metempsicosis se efectta gene- ralmente en los cocodrilos; asi, este monstruo, sin ser un dios, ni tampoco un espiritu, es respetado y temido, Se confunde con la persona que operd el cambio; hay, digdmoslo asi, entre_ellos dos, un_pacto_secreto, una “entente’” inteligente. Le ordenara ir y agarrar a uno, e ira y no se enganara. Lo que acabamos de explicar nos da la razon por qué, luego ——————<— caracter de la participa: 51 [bid., pigs, 237-8. 54 ‘jue alguien fue arrastrado por un cocodrilo, se busque siempre, en pri- ser lugar, al mudogi que envid al monstruo y siempre se encuentra alytin culpable, Su suerte queda rapidamente sellada” 2. Entre los ban- ala “jamas lo haria un cocodrilo (dar vuelta una canoa para arrebatar 1 un hombre) si no hubiese recibido esa orden de un moloki (hechi- coro), 0 si el moloki no estuviese dentro del animal para cometer el ‘yimen” 58, E1 misionero encara pues las dos hipétesis separadamente, inientras que para los indigenas sdlo es una, de un modo, por otra parte, incomprensible para nosotros. lin el Gabon: “la supersticién del hombre-tigre, dice el excelente abservador Le Testu, no es menos oscura que el sortilegio. Se presenta ljo dos formas. En un caso, el tigre (entiéndase leopardo o pantera) autor del crimen, es un animal verdadero perteneciente a un individuo, (jue le obedece y ejecuta sus érdenes; este tigre pasa a sus herederos como cualquier otro bien mueble. Fulano, dicen, tiene un tigre. En el yepundo caso, el animal sélo es una encarnacién, de alguna indole; no salen tampoco si es un hombre el que ha tomado la forma de la bestia, siendo por Jo tanto la bestia s6lo una apariencia; o bien si tuvo lugar ja cncarnacién propiamente dicha de un hombre en un animal verda- devo, La idea que los indigenas se hacen del hombre-tigre es_extrema- ilamente_oscura’’ 54, EL mayor Leonard presenta las cosas de manera distinta. “La an- ciana mujer de Utshi fue acusada de haber hecho morir a Oru, envidn- dole su espiritu en el cocodrilo que lo devoré, y no, como podria supo- nerse, metamorfoseAndose ella misma, cuerpo y alma en este animal. Porque su imposibilidad, en este caso al menos, resulta evidente por el hecho de que cinco mujeres fueron simult4neamente acusadas. Para los indigenas, gran cantidad de espiritus pueden ser ligados a un solo objeto, entrar en el cuerpo de un solo animal, aunque por lo comin no lo hacen’? 58, He aqui el relato de un indigena, hecho por él mismo: “Mientras el sol est sobre el horizonte, puede ocurrir que esté usted tomando vino de palma con un hombre, sin saber que un espiritu maligno esté en él (él mismo puede ignorarlo). Por la tarde escuchara 52 P, Eugene Hurel, Religion et vie domestique des Bakerewe. Anihropos, VI (1911), pag. 88. 63 Rev. J. H. Weeks, Anthropological notes on the Bangala of the upper Congo river, J, A. 1, XXXIX, pags. 449-50. 54 G. Le Testu, Notes sur les coutumes Bapounou dans la circonscription de la Nyanga, pags. 196-7. 35 Major A. G. Leonard, The lower Niger and its tribes, pag. 194, 55 Hhytita de | Note? | Ndole! (cocodvilo) y sabré que uno de esos mons- Hew apiarecia en eb apua fangosa cerca de la orilla del rio, atrapando A Win pobre victim que iba a buscar agua. Por la noche permanecera (espierto por los cacareos de terror en su gallinero y por la mafiana iuvertira que la provisién de aves ha disminuido seriamente a conse- cuencia de la visita de un muntula (gato salvaje). Y bien, el hombre con quien usted tomé vino de palma, el cocodrilo que arrebaté a un lugarefio imprudente, y el pequefio ladrén de pollos, no son sino un solo individuo, poseido por un espiritu maligno” 58. La participacién_esta aqui_claramente sugerida. Basta al indigena sentirla real, para que no. se pregunte cémo se realiza, Vv mo no hay azar, y como, por otra parte, la mentalidad primitiva desprecia_buscar las razones por las cuales un hecho se i uce o deja i de producirse, resulta que lo mesperado, inso ito, extraordinario, es aco- gido con mayor emocién que sorpresa. La nocion de msohto o de Gxtra: oremano, Sin ser detnida expresamente como en nuestro concepto, ¢s sin embargo mas familiar a la mentalidad primitiva: es una de las no- ciones tan generales y concretas como las de mana, orenda, psila, etc. cuyos caracteres ya analicé en otra parte 57, Lo insélito puede ser relativamente frecuente 3 y la indiferencia de la mentalidad primitiva a las causas mediatas se compensa, por asi decirlo, por una atencién siempre alerta ante la significacién mistica de todo lo que la hiere. Asi, los observadores notaron a menudo que el primitive ombra_de nada, y es sin embar: motiv ier : —— “es Se ausencia_de curiosidad intelectual esta comp distinguir entre los hechos insdlitos, los que Tara vez se producen, pero que, sin embargo, tienen ya un lugar en las representaciones colectivas, los que aparecen fuera de toda previsién. Por ejemplo, el nacimiento de mellizos es un fenémeno generalmente Taro, pero sicmpre conocido. En casi todas las sociedades primitivas da lugar a una serie de ritos y practicas: una prerrelacién imperiosa deter- mina cémo se debe obrar en este caso, para evitar los peligros cuyo signo © causa pudiera ser este fendémeno. Lo mismo ocurre con los eclipses de 56 E. J. Glave, Six years of adventure in Congo land, pag. 92. 57 Les fonctions mentaies dans les sociétés infériewres, pags. 147-8. 56 mol o de luna. Pero en presencia de hechos completamente inesperados,. ln conducta a adoptarse no ha sido trazada de antemano. Cuando se jioduee —lo que ocurre bastante a menudo— ;cémo es afectada por illo la mentalidad primitiva? No es tomada de improviso. Reconoce ul de inmediato manifestaciones de potencias ocultas | espiritus, almas: ile muertos, acciones.magicas,. etc.) y las interpreta, en general, como: muncio de grandes desgracias,_ EE 57

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