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GRACIELA BATTICUORE, LA MUJER ROMANTICA Lectoras, autoras y escritores en la Argentina: 1830-1870 Srethasa 52. $$ La nie romanerica, mente, el drama que viene ailustrar mejor que ninguna otra ficeién de época la novela de José Marmol. Il. Amalia, Husiones y fracasos en la novela roméntica Publicada como follerin en La Semana de Montevideo en 1851, Amalia de José Mérmol retine en sus paginas las ilusiones, los conflictos y los fracasos de la generacién roméntica ~cuestiones estas, que hemos venido tratando con més o menos detenimiento en las paginas anteriores y que merecen ahora un acercamiento através de los imaginarios que despliega la fecién~. En la “expli- contemporéneo sobre un pasado inmediato sino rambi porvenir de la obra” yy guardar la memoria de los hechos para los lectores del futuro. De abi, sostie- decisién de contar la historia como si perteneciera a una época remora y también, podrlamos agregar, el esfuerz0 por recuperaren clave ficcional xno slo los sucesos histricos relevantes sino el ambiente que conforma la vida cotidiana de la época. En este sentido, Amalia podria leetse como una suerte ira, donde se narra con igual los temores y reflexiones que ocupan o preocupan a los jévenes de came y hhueso, dentro o ftera de la patria; de modo que casi nada de lo que ocurre real © imaginariamente en la vida de los protagonistas de la época quedard sin su un referente, un punto de compa- atura del periodo y también presenta y se hace cargo de las iencias de época, narradas también (aunque desde otro Angulo) en los epistolarios privados, la prensa y los textos autobiogrificos. Precisament esta aproximacién que ahora propongo me interesa leer en Amalia la expres tal vex. més acabada de cémo la literatura ha logrado plasmar los suefios y fracasos de la “joven generacién’. Esos suefios implican, desde luego, la pro- esa de realizacién de un proyecto politico nacional pero también su convi- ‘GRACIELA BATTICUORE: 53 vvencia con el ideal de una familia ilustrada y romencica, en cuyo seno la mujer tuna suerte de femula Bello en el marco de una conversacién animada y estimulante en la que los jévenes imaginan su fururo was la cafda de Rosas. La felicidad y la gloria, es deci esos dos conceptos fundamentales que alientan en los 1a del porvenir, se reparten el éxito entre el hogar ya politica, respectivamen- 6 fanciones que se ejer- ca de dos esferas que, desde la perspectiva de la juventud, deberian estar separadas pero a la vez co- municadas gracias a la camaraderfa y la solidaridad de la pareja romdatica, la ‘cual une sus fueraas en pos de un mismo ideal. El drama central que plantea la novela es la dificultad para mantener separados esos dos planos y, por lo canto, fa imp id de sostener el equilibrio necesario en medio de una coyuncura hostil, signada por la guetta civil y el destierco. Puesto que en esa coyuntura se hace preciso desarrollarestraregias de emergencia, lo privado y lo pblico se superponen y se entremezclan inevitablemence. En ese cruce no s6lo se pone en juego el éxito o el fracaso de los ideales ps también la felicidad individual y doméstica, es deci «parce del dilemma que enfrentan los personajes de la novela cuando suefian con una interlocutora amorosa y solidaria, entregada como cellos 2 sus més iados ideales. Como en los ensayos periodisticos de la época, lad comdntica de las mujeres se presenta aqut también como una y ilusiGn a la vez buscada y temida por los jévenes. La familia roméntica Recordemos breverente el argumento principal de esta novela: Amalia, Eduardo ” Daniel son sus protagonistas. Se trata -en el caso de los dos tltimos— de cons- lores al gobierno de Rosas que hacen su irrupcién en las primeras péginas freee eer een ee ce en el momento en que intentaba fugarse hacia el exilio, Daniel ‘oportunamence para salvar al amigo y llevarlo a casa de Amalia, su prima, una joven viuda tucumana que vive holgadamente en una recoleta mansién de Buenos Aires. En ese ambito nace y se despliegan, mas tarde, todos los ritos $4 La ier noetovrica de un amor roméntico. Entre el dela lectura compartida de dos enamorados acechados por la persecucién se escenifica varias veces a lo largo del libro, delineando uno de los Ja primera parte) que marca un punto de inflexién en la hi un lado, se capteul iluserayrealiza nitidamenteel ideal de a felicidad amoro- sa tal como estos protagonistas la conciben; por el otto, precede el momento ico en que Josefa Ezcutra (cufiada de Rosas y audaz perseguidora de los ‘opositores al régimen) llega sozpresivamente 2 casa de Amalia donde se asila el 10. Las consecuencias de este hecho se dejardn sentir a eresa devenerme por ahora en los mo- legada de Josefa, cuando el narrador se -complacencia) cdmo esesa felicidad sofiada por los jévenes 0 cémo podria seren el futuro 5 Daniel acaba de llegar de un viaje furtvo y secreto a Mont la casa de su prima junto con su prometida y su suogra: Florencia y fa Sefiora Dupasquier,respectivamente, de entonces surge ent finas chanzas y sutiles ironias que los personajes se endilgan unos @ otros tra~ tando de adivinar cual es el libro que leen los amantes y cuyo autor, segiin Eduardo, se parece bastante al amigo: " Daniel. La de uno que en ciertas cosas tenfa tanto «su amigo. Como ha sefialado Alejandra Laera, el didlogo completo entre los protagonistas pone al descubierto cudles son, o mejor, de dénde provie~ nen los imaginarios diversos de estos dos jovenes.”® Mienttas trata de adivinar quign es el autor en cuestién, Daniel ariesga algunos nombres: Voltaire prime- 10, luego Rousseau y finalmente Napoledn son las propuestas. No se le ocurre comparatse con Byron, aunque lo reconoce como una de las dos grandes Hat del siglo XIX La ouaes Bonaparte, que sein Danie hubieapreferidola ceactusividad, es decir, no tener que compartir su gloria con el poeta El didlogo es interesante porque si bien el texto reconoce ~y no ¢s la pri- mera vera Eduardo y a Daniel como héroes contrapuestosy di s roméntico como Byron, el ot ico como Napoleén) también los egitima ‘a ambos como figuras complementarias. La novela ratifica de este modo que son dos los héroes de esta historia y también son dos las figuras emblemsticas, Jos modelos pretendidamente “gloriosos” (uno politico, otro literario) que ani- ‘man la prosa del autor a través de sus personajes. Pero ademds, yes sobre todo esto timo lo que deseo enfocar, esta escena monta al cuadro de una felicidad culta y familiar, donde los hombres y las mujeres integran una sociabilidad Gaactsta Barricuore————-— 55 impregnada de saberes librescos. Las mujeces participan dgilmente de la re- unién: son sagaces y animadas interlocutoras de los hombres y comparten con ellos su curiosidad y su gusto por ls obras lterarias. Mientras conversan y se divierten Eduardo le muestra a Florencia las iustraciones del libro que lefa con Amalia momentos ads (fe trata de unos grabados sd en un capitu- ee ere erage eee nats ¢ incluso han obligado a sus miembros a desplazarse a otra residencia alejada dela ciudad, derruida, casi en ruinas pero que se transforma de pronto en un. lugar habitable y finamente arreglado. Me refiero a a estadia de los jévenes en , donde a pesar de la precariedad de muebles y utensilios domésti- cos Amalia logra recrear vez una mesa servida con to ia de sus nuevos habi ncn de clase (definida aqui menos por el dinero 0 el abolengo que por la educacién) atgumento: el peligro, que embellece la casa y a sus ocasionales residentes. Enure esas paredes ~dice el narrador~ “todo era soledad y poesta’. ¥ més tarde se refiere ala casa como “aque! lugar poético” El peligro poctza la situacién, novela la domesticidad se presenta si nazado por las contingencias del presente pero cuyo que estén fuertemente codificadas por los rituales de la ci Lectura y la conversacién forman el centro, la estrella del representa mejor que ninguna otra cosa el eercicio de una sociabilidad cult, iusteada y roméntica, que asienta sus vinculos en las afinidades intelectualesy la sensibi- lidad espiriual. Puede decirse ast que las escenas familiares de Amalia oftecen al revés de las tertulis frvolasy las conversaciones banales que denuncian en ‘La Moda las crénicas costumbristas de Alberdi. En aquellos cuadros de la vida social portefia de la época las mujeres suelen ser tontas y artficiosas, estén preocupadas sslo por la coqueteria y son dignas interlocutoras de otros hom- bres que siguen apegados alas cosrumbres del pasado, Los personajes de Amalia de parecérseles (aunque Marmol subraya a excepcionalidad de respecto del resto de la sociedad: basta recordar que la mds ‘cercana a Amalia en la rcunién en casa del Gobernador es a Seftora de N., una unitaria que la reconoce de inmediato como “una de los suyos”, pero de quien la politica se juncan inevitablemente en las conversaciones familiares. Laendo a Lamantine ‘Vayamos ahora algunas péginas atrés en la novela, donde otras escenasy esce- rmente a los ‘que unen alos amantes. En el capitulo dos se narra as el encuentro de los proragonistas: Cuando Daniel colocé a Eduardo sobre el sof, Amalia, pues ya dis- tinguiremos por su nombre a a joven prima de Daniel, pasé corrien- do aun pequefo gabinete contiguo a la sala, separado por un tabique de cristales, y tomé de una mesa de marmol negro una pequefa lim- para de alabastro, a cuya iuz la joven leia las Meditaciones de M. Lamartine, cuando Daniel lamé a los vidrios de la ventana y, volvien- do aa sla puso I par sobre una mesa redonda de caoba, cu betta de libros y de vasos de flores.” Este pasaje cargado de informaciones sobre la heroina y su mundo conforma un ‘cuadro realista y romdntico en el que los libros, las flores, los cristales y los mée- ‘moles conviven de improviso con la sangre de un herido que un poca antes habla tocado las manos d= Amalia y amenazaba con manchar las telas del soft. El cuadro es por demés elocuente respecto del ambiente yla clase ala que pertenece Ja proragonista(y sobre esto se ha detenido especialmente la critica)” Pero desde -mi petspectiva, lo mds significativo en esta descripcién ~tanto o mas que la pre- sencia de las luces y los cristales que sesplandecen~ es el libro que lefa Amalia cuando llegaron los j6venes. De hecho, toda la escena parece montada para des- Gracteta Barticuogs —————————— 57 tacar esa referencias a tal punto que la mencién del libro introduce en el fragmen- to del que forma parte una lgera disonancia, més exactamente, un forzamiento sintéctico que a primera vista puede entorpecer su comprensién. Porque la acla- racién sobre a lectura de Lamartine se refiere ala actividad que reaizaba Amalia lun momento anzer de la legada de los j6venes la casa, cuando st primo golpea- balla ventana para que le abrieran. Es decir es ésta una aclaracién sobre el pasado reciente de los personajes, que se interpone en medio de otra descripeién pormenorizada del presente y choca con lla. Podria pensarse entonces que el autor la agregé con posterioridad a la escricura del parrafo, lo cual resulta dela generacién del 37 ena Argentina. Yes esta aclaracibn referida ala experien- cia cotidiana (y libresca) de la protagonista, la que el autor busca resaltar en medio de la agitacién producida por la llegada de Eduardo y Daniel ala casa ‘A comienzos del XIX Lamartine marca el advenimiento de una aueva lidad religiosa que rinde culto ala naturaleza y busca en ella expresi6n de lo divino. Cargada de simbolismos y marcadamente melancélica, esta poe- sia celebra el amor como signa de lo infinito. Pero como ha sefalado Paul tadicé sobre todo en la renovacién de para el pueblo, Un género solamente apto para lectores tendidos, abiertos a la razén, la imaginacién y la sens ste sentido, cabe aclarar que hasta entrados los afios 50 en la Argentina serd La poeta, precisamentey no a novela el género qu dinga y valde como eles ” Recién a mediados de cen donde le pide que baje ol precio de E/ Peregrino y suba agilzar las ventas de la obra: “Los precios aqui son 15 $ los voliimenes en verso ¥ 20 en prosa porque ha de saber U. que por esta tierra la prosa tiene un aumento de valor considerable’.”* de Amalia, para $8—§ $$ La mute romantica, Ya algunos afios antes, en otras cartas de los exiliados se deslizaba la flexidn acerca del alza de la prosa por encima de la poesia, lo que es intexpreta- do por estos interlocutores no sdlo como una consecuencia de las dificultades del pueblo por acceder a la “buena literatura la que proviene de la pluma de aarores que se consideran entendidos en la materia, sino también como la necesidad de los lectores bien formados ( comprometidos con la vida publica) de obtener las tltimas noticias y opiniones de sus pares sobre la situaci6n que atraviesan, ya sea dentro o fuera de su patria. Asi lo expresa el propio Juan Gutiérrez en una carta dirigida a Echeverria desde Valparaiso, en enero ‘Tengo su iltima carta, caida por Mite, y los ejemplares del Dogma socialsta, de caya venta me ocupo con empefio de amigo. Ha renido aceptacién y me parece que mds pronto sabré de los cjemplares del Dogma de U. que los del Peregrina de Marmol, no porque no tenga _mérito esta obra de poesfa, sino porque los espititus estén preocupa- dos de ideas mas serias que las que comporca un canto. Nunca seré, por otra parte, la poesia la mejor manifestacién del pensamiento po- politico el momento para los argentinos emigrados, consumidores de una y otra produccién.”? prosay el verso se distibuyen Funciones (ya veces piblcos) s, aun cuando ambas estén al servicio de la tan mentada revolucién. Lo cierto es que como lo prueban estas y otras misivas de época, hacia mediados del siglo XIX la novela y en general l prosa se expande, ¢ populariza y se cotiza a precio. Pero al menos hasta entrados los afios 40 (época en que se ambienta Amalia) la poesia seguiré siendo la forma de la rersos para referrse aunque sea satiricamente a algunos asuntos relativos a la fda cultural y cotidiana del momento ‘que jercitan una prosa narcadamente partidaria y panfletaria como lo hace Juana Manso.®? En este marco no resulta casual que Marmol presente 2 Amalia como ectora de Lamartine. Ast la connora de entrada como una lectoracalificada y lisinguida, alejindonos por compleco de cualquier posible asociacién con aquel tr0 puiblica femenino invocado y a menudo maltratado por Alberdi en las niginas de La Moda (Ese que apenas sabe leer y “repite como loro”). O bien de | | Gracteta Barricuoaz————_——_—————. 59 las otras lectoras y escritoras en el incerior de esta misma novela, como la pro- pia Marcelina ~duefia de un burdel y slenciosa colaboradora de los j6venes en sulucha contra Rosas-, quien ha leido a Rousseau y recibe clandestinamente la prensa de los exiliados pero gusta del neoclésico. Daniel serie de ella yel narra yen cierto modo la condena por sus gustos en materia litera- alia tambien se aleja de una lectora/escritora como Mercedes Rosas de vera, hermana menor del Restaurador, quien en la vida real publicarta més tarde una novela (Marla de Montiel, 1861) firmada bajo seudénimo anagrama M. Sasor). En la historia de Marmol es juzgada como una escritora de versos malos y sin m los dnimos de los federales y produ- cen tisas y desdén entre [as unitarias y los unitarios que del Gobernados, donde se lee uno de sus sonetos. Desde luego, la mirada del narrador sobre “la Safo Federal” es completamente negativa, aunque no ¢3 su vvocacién lireraria la que estaria siendo censurada desde la ficcién sino la falta de talento, asf como su formacién precatia y obsoleta. En cambio el gusto de ‘Amalia en materia de libros la distingue, de entrada, de cualquier confusion poeta laureados por la joven generacién. A través de ella, Marmol abte paso en la novela a la representacidn de la leona roméntica, con todas sus bondades, inquiecudes y peligros. Conviene aclarar que Amalia emerge plenamente como una mujer lecto- ra, nunca como escritora (es decis, nunca esctibe versos, nunca tiene ese impul- s0 que suelen experiment los lectores y lectoras que consumen literatura f0- sméntica, aun cuando estén lejos de convertiese en poetizas asi sucede a Mariquita ‘Sincher 0 a Juana Manso ~aunque no scan poetas- en la vida real), porque el pasaje dela le ‘entra en log planes de la generacién del 37 sino excepeionalmente. Y por eso las cescenas de mujetes escribiendo son escasas 0 conflictivas en Amalia.” Pero esta ‘muchacha que antes de la Hegada de los jévenes a su casa practica a solas y silencio el ritual sageado de la lectura de poesia encaja con soltura en el pet de aquella mujer instruida y roméntica que Jacinto Pefia imaginaba conmo do en las piginas de La Moda o, todavia mejor, en el otro perfil de la mujer valiente y patriota que proyectaban algunos aftos ards las paginas de El Inicia- dor. Con Amalia sobteviene a la ficcién el modelo de la mujer republicana y roméntica que suefian los j6venes del 37. 60 La rp romance Experay legada del amor Hay que decir todavia algo més sobre Lamartine. Yes que este nombre que se incercala sugerentemente en los comienzos de la novela preanuncia y gt encuentro de los enamorados, cuya relaci6n estard signada irremediablew los peligios que acechan dent «que hacia 1851, cuando , Lamartine es no sdlo el autor de las Meditaciones sino también de la Historia de los girondinos, y es no s6lo un poeta roméntico sino un partidario de la revolu: ica de 1848 en Paris. En el interior de la novela, su nombre evoca os pero que deberfan marchar por carriles separados: ica. Porque Amalia no se enamora slo de un hom- ca compartida de \ escenas y se confirma més ‘morales y estéticos que ella provee a sus duefios es la causa de la unién amo- ma de valores ica entre ambos, as{como de todas sus acciones yelecciones. En el universe de Marmol no existe ou modo de concebir el amor que no seael de la camaraderia politica y el entendimiento intelectual de a pareja. La presen- cia de Lamartine en el primer encuentro de los j6venes augura o vaticina esta lo segundo, que transcurre por completo en el interior de la casa, legada del amor y subraya de todas las maneras posi- bles sa intima conexién con los ideales partidarios de los protagonistas, mos- trando cémo esla clase de vinculo que une desde ahora ala pareja. Una serie de acontecimientos breves pero intensos marcan el reconocimsiento mutuo y pro ¢gresivo de los enamorados: primero Amalia “siente en sus manos la humedad dela sangte de Eduardo” y se estremece, Sabe, de entrada, que “sus heridas son oficiales’ Después el contacto fluye (como en el universo de la pasién stendhaliana descripto por Kristeva)" a través de las miradas: Amalia tuvo tiempo de contemplar por primera ver a Eduardo, cuya blante le daban un no sé qué de al mismo tiempo, para fijarse ofrecian dos figuras como no Gracteta Barricuoge————— 61 habia imaginddose jamés: eran dos hombres completamente cubier- tos de basco y de sangre. En éste ¥ otros paerafos la descripcién del narrador subraya el reconocimiento frente aun hecho: Ia, la conmueve positivamente. El primer capitulo de la novela nos habia mostrado ya a ese Eduardo diestro y decidido, pura pasién e inteligencia, capaz de enfrencarse como un D’Artagnan americano contra las fuerzas oficiales de la mazorea. Por es0 aunque en el resto de la obra el cuerpo del héroe permanece quieto y pro- tegido entre las paredes dela casa de su novia, ya est claro para ella y para los lectores que dl se enfreneé valientemente al enemigo y estuvo dispuesto a mo: por su causa. Amalia se enamora de este hombre que sabe luchar arsiesgade- mente contra el adversario, que ya ha demostrado valor en el combate y que dad para la vida afectiva y fas En estos primeros capitulos el amor se funda y se aflanza por completo en Ja conmociny la zozobra que sacuden ala protagonist ras ls legada de los ‘abajo, compasién, admi- espacio de una hora", afirma el narrador tratando de explicar la pai ery el dnimo exaltado de Amalia. Ene tantos sentimientos que despierta su encuentro con Eduardo, la situa- cin de riesgo a la que la expone su presencia en la casa ser decisiva para el ‘amor: “Tu situacién dramética ha sido un incentivo para su corazén’, asegura Daniel asu amigo tratando de convencerlo (en un momento de dudas y temo- te por él, No se trata de isrima sino de una pasién y valiosa para Eduardo. Am: a (y silo ama porque ese hombre que ha sabido arriesgarse por los ideales que ella rarmbién compart, y que con su sola presencia trae a su vida el sentido que le estaba faltando. “Para vivir menos desgraciada, he vivido sola después que quedé li- bre; y acompafiada de mis libros, de mi piano, de mis flores, de todas esas cosas ‘que otros llaman puerlidades, y que son para mi necesidades como el aie y como la luz, he vivido tranquilay.. eanquila solamente. Me faltaba algo... sh algo” ® contiesa Amalia a su navio tras haberse declarado mutuamente lo que sienten, Como ella misma lo explica algunas lineas arviba, su desgracia es ser de- masiado “diferente” del resto de las mujeres y, en general, de esa “sociedad americana” a la que pertenece y a la que encuentra grosera y vulgar. Amalia y Eduardo se aman, precisamente, porque se reconocen distintos del resto y pa- 62, La seuygr nosanrrica Pero ademés, antes de conocer a Eduardo era no si6n de la lucha compartida, Por esto mismo es no rchuiye el peligro cuando los jévenes llegan a su cata sino que, por elcontrario, en la novela el amor se concibe s6lo gracias a él. Como ya sefiala- ‘mos, el peligro aparece como una condicién exaltada, érica ¢ incluso estética- ‘mente pot el narrador, que al intentar definir la situacién riesgosa y desgracia- dade dos héroes que yacen escondidos en el fondo de una zanja esperando que los mazorqueros se retiren para poder salir de su escondite, califica la escena sda vez que se expone para resguardar ast imulando que no sabe nada de los pré- fugos, o mostrando a Salomén una catta con la firma de Rosas falsficada por Daniel son algunos ejemplos). Desde el momento en que Eduardo entra ala «asa, su mundo se conmueve y ella se involucra decididamente en la causa Son interesantes fos argumento: que ofrece Amalia para convencera Eduar- do de que puede ayudarlo sin arriesgarse demasiado: ella vive sola, por lo no tiene que dar explicaciones a nadie de sus actos. En. novela recalca la libertad y la independencia de la protago: desea subrayar esque lejos menudo, su destino no es prods varias elecciones personales que, desde luego, son positivamente valoradas por parte del narrador yla novela. Desde un comienzo esti claro para todos que la decision de esconder a Eduardo en su casa la une a su suerte: “Mafiana sabré Rosas dénde estoy; y el destino de esta joven se confundird con el mio", advierte el joven a su amigo, preocupado por el futuro de Amalia. Significati- vamente, aqui los destinos de los protagonists se acercan y se ensamblan en el plano de las complicidades ps cas, antes, incluso, que en la vida amorosa, La ‘namente unidos”). Aunque también confirma en los temores de quien la cenuncia, cuales son los peligros que acechan no sélo contra el amor sino tam- bien contra la supervivencia dela familia roméntica. Sin dudas Amalia encarna elideal de la lectora imaginada en los ensayos més entusiastas de la prensa del cxilio, aun cuando ese talento no alcance para evitar la ragedia y el fracaso final. GRacteLa BATTICUORE—————_____—_____—._ 3 Leyendo a Byron Ti piensas que la vid pende sélo del tiemy 650s son nuestras épocas “Manfredo, 1817 acabado de la felicidad més en ellos solos. Amalia, 1851 cuadto vi indo se cerraba, para el complera [.. ‘Volvamos ahora al capiculo ocho para detencrnés en el momento previo ala soci bilidad familiar y la legada de Josefa a casa de Amalia, cuando ella y Eduardo leen juntos un poema de Byron: se rata del Manfiedo, cuya trama parece evocar en los cenamorados algunos ecos yresonancias con su propia historia. El poemna narta los avatares de un amor prohibido, marcado por una transgresién que no se exp del odo pero que se adivina en las sospechas y murmuraciones que corren de boca en boca entre losallegados al héroe, y que se deslza a medias en sus propias lamen- taciones: “Cual te amé, ti me amaste con exces: / para as{atormentarnos uno al coo | no fuimos hechos; aunque fue el peeado / més mortal el amar como lo hicimos’, dice Manfredo en un soliloguio durante el Acto I.®° Como lo ha sefiala- do Harold Bloom,” al incesto parece ser la causa y el motivo de ese amor tan sublime como tormentaso, que no obstante se mantiene intacto cas la muerte de ‘Astarré. Pero ademés, este poema de Byron viene acontar la historia de un hombre gue del resto de los humanos por su “naruraleza indémita’. Una nara saleza que na se doblega frente al destino y que se resste por igual aa fuerza de los espititus del bien o del mal que lo tientan con su auilio. : Solo, con sus dolores terrenales, sus pasiones y sus pensamientos existen~ ciales, lefiende fervorosamente y con orgullo su apego ala yala voluntad individual, rechazando una y 4 Manfredo los rehtisa y preficre morir antes que renunciar a la libertad de labrar su propio destino. Hacia el final del poema su voz se pronuncia ast contra los Espiricus: “Ni me rentaste, ni podrés centarme; / ni tu juguete fui, ni soy cu press... / Yo propio destructor; yo mismo / mi futuro he de ser: jatrés, demonios// burlados! ‘Ya la mano de la muerte se extiende sobre mis mas no le rwetra” (el subrayado ces mio). La muerte es aqui la gloria de partir siendo fiel asf mismo y de mori sin rendirse a los poderosos que pueden darle vida a cambio de arrancarle su. bien més preciado: la rebeldia, 64 La mur nomanrica presentan como la prolongacién y expresién del alma heroica de Manfredo. Pero ica vuelve a este persorzie bes”, de la “ciencia” que lo diferencia del resto de los mortalesy lo vuelve indémito, ingobernableo indoble- gable frente al préjimo. Este saber es, sin embargo, la cause primera de su dolor. Yaal comiemzo, el poema recalca que en un mundo de alas simples ¢ ignoran- tes, el saber resulta una condena, un estigma para quien lo posee.” ‘Noes casual quelos heroes de Mérmol lean juntos ese poema en una escena mareadamente vom cuando el amor se erige como una osa- dia, como un desafio frente alas leyes impuestas, en este caso, por un tirano que funciona también como una suerte de dios del mal que pide devocién y subordi- nacién a cambio de la vida. La lectura compastida de estos amantes se yergue de ritual sagrado en el que no sélo los propios credos, en contra de la funrad ajena. Como Manfredo, Eduardo es “diferente” del resto y lucha con todas sus Fuerzas por escapar de las garras del tirano. Sdlo en apatiencia a politica escena en cuestién esté cargada de rebeldia: viene a recordarnos que ‘estos jévenes cultivan su amor en las paginas de un libro donde se celebra el orgullo de la condicién humana, el orgullo de ser libres y rebeldes, de que los hombres se erijan como jueces y hacedores de su propio destino, més allé de cualquier imposiciSn terrenal o divina. Al leer el Manffedo estos amantes no confitman y reavivan el sentimiento que los une (contemplindose en el destino deesos otros enamorados de ficcién) sino que nutren en la lectura su voluntad de ser distntos y desafiar as la fuerza brutal del enemigo, La casa hecha tricas Pero estos des o sabemos, lo intuimos desde un comienzo— tienen costos clevados. La felicidad alcanzada cuando amigos y enamorados departen ani- madamente en la rertulia familia es efimeray, en verdad, no es sino el augutio Gracia Barricuore: 65 de una tormenta arrasadora. La llegada inesperada de Marfa Josefa a casa de ‘Amalia encuentra a los j6venes ensimismados en la conversacién. El clima es de buen humor y se ha puesto @ narrar

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