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Tan bien que íbamos [1] Si ya es libre, ¿para qué quiere ser esclavo?

http://pidolapalabra1.blogspot.com/2009_05_01_archive.html

La conversión no tiene reversa. Quien ha conocido la gracia de Dios y


humildemente ha reconocido que es pecador y necesitado de la cruz de Cristo,
ha tomado una decisión para toda la vida. No puede retroceder jamás ni
rendirse nunca. Sin embargo, los cristianos padecen presiones y persecuciones
que están en ocasiones determinadas por la radicalidad de la conversión y por
la intolerancia de quienes les rodean. Hay presiones de todo tipo: sociales,
psicológicas y hasta serias amenazas. Los primeros cristianos fueron
presionados en diversos momentos y a veces perseguidos para que no
siguieran a Cristo o para que lo siguieran, pero sin abandonar del todo su
antigua religión fuera el judaísmo en cualquiera de sus formas o el paganismo,
también en cualquiera de sus formas. Un grupo que fue presionado a que
siguieran a Cristo, pero manteniendo las normas del judaísmo, fue los gálatas;
por eso Pablo les escribe la llamada Carta del Apóstol Pablo a los Gálatas.

Además de que el asunto reviste unos problemas teológicos y personales


extremadamente serios, Pablo está tan sorprendido con el aparente retroceso
de los gálatas que varias veces en la carta vuelve al mismo punto, primero con
una afirmación un tanto sarcástica y después con una sarta de preguntas:
“estoy maravillado” (1:6), “¿quién los ha fascinado?” (3:1) “¿tan insensatos
son?” (3:3) “¿tanto sufrir para nada?” (3:4) “¿cómo es que quieren regresar?”
(4:9) “¿qué pasó con toda la bendición que experimentaron?” (4:15) “¿quién
los estorbó?” (5:7).

Esta forma de escribir, nada improvisada por cierto, ha sido objeto de muchos
estudios académicos; se le llama la retórica de Pablo.[1] El análisis retórico
quiere averiguar qué estrategias comunicativas usa el apóstol para persuadir a
los gálatas para que se den cuenta de algo y para que hagan algo. El tono y la
insistencia de Pablo en el rosario de interrogaciones refleja por lo menos cuatro
cosas: frustración, confianza, autoridad y amor.

Como nos interesa concentrarnos más en la frustración, digamos primero algo


de los tres últimos. Pablo escribe todo lo que escribe porque quiere que sus
lectores se acerquen a Dios, que lo conozcan, que no vivan en engaño. Esta
carta a los gálatas en particular, también refleja que Pablo tiene mucha
confianza con esta gente y que ellos también lo quieren a él (4:12–16). Por eso
la carta está llena de tantas notas personales.

Del amor y la confianza nace la autoridad de Pablo hacia los gálatas. No es


cuestión de ser apóstol y mostrar todos los pergaminos solamente. De hecho
Pablo lo hace cuando tiene que hacerlo, pero en el contexto de una relación de
hermanos. En términos humanos muy reales, Pablo ha sufrido mucho por esta
gente con tal de que ellos conozcan el evangelio de Jesucristo.

En este contexto de amor, autoridad y confianza es que Pablo expresa sus


frustraciones a los gálatas. Y lo hace con vigor, con insistencia, sin
ambigüedades y con tono irónico; hasta sarcástico es en algunos momentos.
Pero bueno, ¿qué es lo que tiene tan frustrado, perplejo y maravillado al
apóstol Pablo? Sencillo: que los gálatas, después de haber experimentado la
gracia de Dios para la justificación por medio de Jesucristo, ahora se dejen
seducir de gente que dice que hay que practicar las obras de la ley para poder
ser justificado delante de Dios. Dicho así parece sencillo, pero en realidad,
como veremos, el asunto es bastante complejo.

Continuará . . .

©2009Milton Acosta

[1]Hay muchos otros lugares donde se puede observar las estrategias retóricas de Pablo,
en algunos casos con preguntas (Rom 2:17–24; 10:14–20; 1Cor 12:26–31; 13:1–13; 2 Cor
6:15–16; 10:12; 12:16–18; Gal 1:10; 2 Tim 3:1–7). Sin embargo se debe notar que,
aunque Pablo se sirve de los recursos provistos por la lengua para argumentar, también
afirma que el poder del mensaje del evangelio no está en la sabiduría humana ni en la
retórica (1Cor 2:1–15).

Tan bien que íbamos [2] ¿Sábe quién o qué lo estorba?


http://pidolapalabra1.blogspot.com/2009_06_01_archive.html

Gálatas ilustra la experiencia de la conversión individual y grupal desde


diversos puntos de vista. Iban tan bien, pero les cayó una avalancha de
presiones aplastantes: “Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién los estorbó
para que dejaran de obedecer a la verdad?” (5:7). El estorbo para la fe en
Jesucristo viene de varias direcciones. Interviene la sociología, la psicología y la
teología.

Lo primero es la presión social, cultural y religiosa. Dicho en pocas palabras: la


cultura mayoritaria o el grupo al que uno pertenece no acepta fácilmente el
cambio ni que alguien sea diferente. La estudiante sobresaliente es “Einstein
2”; el joven casto y honesto es “el santurrón”; el empleado responsable “el
lambón”. Por eso, la tendencia de todos es a conformarnos y amoldarnos.

Hay dos ilustraciones en Gálatas. Unos tipos se infiltraron en la comunidad de


Galacia para espiarlos y hacerlos volver a las prácticas religiosas anteriores a
Cristo. Es posible que algunas de estas personas eran peligrosas (2 Cor 11:26).
Pablo mismo había sido un “caza-cristianos” (Gal 1:13–14). Se los llama “espías
de la libertad” a los “falsos hermanos” que pretendían obligar a los cristianos a
seguir practicando las obras de la ley y así impedirles disfrutar su nueva
libertad en Cristo (Gal 2:4). Acusan a Pablo en Jerusalén de ir contra las
creencias de los judíos; dicen que Pablo está enseñando “a todos los judíos
entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a
sus hijos ni observen las tradiciones” (Hch 21:21). La identidad religiosa y
cultural moldeada por siglos de historia y mantenida por las instituciones y la
presión social se ve ahora amenazada. La reacción de los judíos muestra que
son humanos, no que sean peores que los demás.

Algunos adultos nos burlamos de los jóvenes diciendo, por ejemplo, que la
definición de adolescentes es: “personas que para ser diferentes se visten
todos iguales.” Suena chistoso, pero los adultos también presionamos y somos
presionados para vivir, vestir, tener y hablar lo que nuestro círculo dicta. Nos
toca esperar hasta los 70 para volver a ser auténticos.

El segundo ejemplo de la presión sociológica en Gálatas está en un desacuerdo


de apóstoles. Pablo confronta a Pedro “porque antes de venir algunos de parte
de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando vinieron [los judaizantes],
empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión” (Gal
2:12). Para Pablo tal comportamiento es hipocresía contagiosa. Pedro se dejó
llevar por la presión y se unió al coro de quienes querían obligar a los gentiles a
cumplir con las obras de la ley para ser salvos. Es decir, Pedro bailaba al son
social que le tocaban.

Las tradiciones religiosas y sociales antiguas pueden cambiar, pero no sin


crisis. La presión social hace que las formas de pensar y de ser se mantengan.
Existe una razón sociológica para ello: garantizan estabilidad social.[1] La
conversión implica abandono de muchos órdenes.

¿Y qué le importa a uno la presión social? Sí importa, y mucho. La persona que


“se sale” del grupo al que ha pertenecido también corre el riesgo del
ostracismo (aislamiento) y la pérdida de privilegios sociales. Ocurre una
especie de exilio social sin desplazamiento geográfico.[2] En el siglo primero
los judíos temen que los expulsen de la sinagoga (Jn 7:13; 9:22; 12:37–43;
16:2; 19:38; 20:19).[3] Jesús se lo advirtió a sus seguidores (Lc 12:9) porque la
presión social es extremadamente fuerte. A la hora de la aceptación y el
reconocimiento, los seres humanos tenemos la tendencia a preferir la gloria del
hombre por encima de la gloria de Dios. ¿Le suena familiar? Continuará . . .

[1]Jaques Ellul, What I Believe, trad. Geoffrey W. Bromley (Grand Rapids, Michigan,
EEUUA: Eerdmans, 1989), 111.

[2]Donald K. Smith, "Individualism and Collectivism," en Evangelical Dictionary of


World Missions, ed. A. Scott Moreau (Grand Rapids, Michigan, EEUUA: Baker Book
House, 2008), 487. Como muestra el Nuevo Testamento, ocurre tanto con la
conversión de individuos como con la conversión de grupos.
[3]W. R. Telford, The Theology of the Gospel of Mark (Cambridge: Cambridge
University Press, 1999), 116. Se podrá debatir la cronología y quiénes tenían el poder
para expulsar a quién de la sinagoga en su momento, pero el hecho es que el temor
existía porque se hacía. Pero nuevamente, hay que decir que los judíos aquí están
procediendo como seres humanos que son.

Tan bien que íbamos [3]: Ni esclavos ni libertinos


http://pidolapalabra1.blogspot.com/2009_07_01_archive.html

¿Cuál es la respuesta de Pablo a la relación judaísmo-cristianismo en Galacia?


Un escrito en forma de carta donde expone el problema desde el punto de
vista teo-lógico: una teología bíblica con una lógica interna. Es interna en dos
sentidos: el sentido de su coherencia argumentativa, y con respecto al interior
del individuo y su comportamiento. La carta a los Gálatas es tanto una
exposición como una invitación a pensar. Por eso la gran cantidad de
preguntas retóricas.

Los tres caminos más importantes ante la aceptación del mensaje del
evangelio son: 1) en un extremo está el entender el evangelio “demasiado
bien” y terminar abusando de la libertad que da la gracia; 2) en el otro está el
creer entenderlo y terminar practicando una religión de obras por la
incomodidad existencial que produce esa insoportable sensación de no saber si
hemos hecho los suficiente para agradar a Dios; y 3) en el centro está el
evangelio bíblico de la gracia: Dios nos salva por que nos ama y respondemos
de la misma manera. Examinemos por dónde caminamos.

Primero el libertinaje. En realidad no es posible entender “demasiado bien” el


evangelio. El tema es el abuso. La libertad trae sus tentaciones naturales. El
que se libera de la pobreza con un enriquecimiento repentino muy
probablemente se comportará como un mafioso: desmedido en todo; se le ve a
leguas que es mafioso (o que se acaba de ganar la lotería): “¡pa’ eso tengo
plata!” Así, algunos cristianos convierten la libertad en libertinaje (Gal 5:13;
Judas 1:4). Se puede ser esclavo tanto de las normas como del desenfreno. En
ambos casos se necesita una cultura circundante de soporte: la ultra-religiosa
para el primero y la secularizante para el segundo.

En el segundo camino la gente regresa a las viejas prácticas religiosas, vencido


por la presión social (que ya vimos) o a la presión interior. El ser humano,
incluyendo los ateos y los delincuentes, es religioso por naturaleza: tiene un
deber moral y unos medios para cumplirlo; ambos bajo su control. Cuando
estos se salen de su control, como ocurre con el evangelio de la gracia, siente
una enorme desorientación interior. La naturaleza humana acompañada de un
sub-desarrollo teológico y moral lo jalarán hacia la práctica de las obras. Para
el judío del siglo primero eran las obras de la ley. Para los latinoamericanos son
las buenas obras, los méritos, los puntos, la rayita en el cielo, el balance
celestial. ¿Ha sentido alguna vez que Dios le debe algo o que usted le debe
obras a Dios? La gravedad de este asunto radica en que quien se justifica por
las obras se separa de Cristo y por tanto se cae de la gracia; cae en des-gracia.
Es decir, “la gente no puede ser salva por medio de un evangelio falso.”[1]

La carta de Pablo a los Gálatas nos recuerda entonces que: 1) el evangelio es


completo; la salvación se obtiene por los méritos de Cristo; no se le puede
sumar ni restar nada a eso; 2) no se debe abusar de la gracia; y 3) la nueva
libertad es para servir por amor. “Ser cristiano es una emancipación (Gal 5.1),
ser siervo de Cristo es un honor.”[2] Pero esto tiene un costo social, un desafío
moral y una inversión vital. Debemos evitar el narcisismo espiritual;
cristianismo sin servicio es “espirituculturismo.”

Por todo lo anterior, es absolutamente imperioso que los maestros, los


predicadores y todo practicante de la fe cristiana se aseguren de cuatro cosas:
1) entender el evangelio de la gracia; 2) predicar el evangelio de la gracia; 3)
acompañar y animar a otros en la práctica del evangelio de la gracia; y 4)
hacer público el error y sus promotores.

Quienes estamos dedicados al estudio y enseñanza de la Biblia vivimos una


incertidumbre permanente: ¿Cuándo es una doctrina lo suficientemente
peligrosa como para que uno deba decir algo? ¿Es posible decirlo sin ofender,
sin que nos traten de arrogantes o intolerantes? Tanto Pablo como Jesús
tomaron dos opciones: Si se predica el evangelio, ¡adelante! Pero si lo que se
predica no es el evangelio hay que denunciar y advertir a los creyentes.
Gálatas es un ejemplo de lo segundo. Como dijo el apóstol, “confío en el Señor
que ustedes no pensarán de otra manera” (Gal 5:10). Lo falso se denuncia.

©2009Milton Acosta

[1]Wayne Grudem, "Why, When, and for What Should We Draw New Boundaries?," in
Beyond the Bounds: Open Theism and the Undermining of Biblical Christianity, ed. John
Piper, Justin Taylor, and Paul Kjoss Helseth (Wheaton, Illinois, EEUUA: Crossway Books,
2003), 341.

[2]Luis Alonso Schökel, Nuevo Testamento, vol. 3, Biblia Del Peregrino (Bilbao, España:
Ediciones Mensajero, 1997), 426.

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