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Bl. ‘Thomas, Yan. “La diferencia de los sexos en el derecho romano” en Historia de las mujeres en Occidente, Georges Duby y Michelle Perrot eds., Vol. I, La Antigiedad, Pauline Schmitt Pantel ed. (Madrid, Taurus Ediciones, 1993) 115-172, pags. selec., 115-134, 151-172. [“La divisione dei sessi nel dititto romano” in Storia delle donne in Occidente, a cura di Georges Duby et Michelle Pertor, t. 1, L'anticbitd, a cura di Pauline Schmitt Pantel (Roma-Bani, Laterza, 1990)] La division de los sexos en el derecho romano” La division de los sexos: Una norma obligatoria (p. 115-134) La mujer no constituye una especie juridica aparte: el derecho romano tuvo que resolver innumerables coniictos en los que se hallaban implicadas mujeres, pero jamas intenté formular la menor definicién de qué era la mujer en si -aun cuando, para muchos jutistas, el lugar comuin de su debilidad de espirivu (imbecllitas ments, de su ligereza mental y de la selativa imperfeccion de su sexo en comparacién con el de los hombres (infirmitas sexus), setvia como sistema explicativo completamente natural de sus incapacidades legales. En cambio, para el derecho hay algo primordial: la divisién de los sexos en tanto tal. Podria creerse que se trata de algo evidente y que la reproduccién sexuada constituye un hecho natural que el derecho tiene ticitamente en cuenta en su sistema. Es, sin duda, lo que ocurre en el Cédigo Civil francés y en todos log derechos modernos occidentales, que levan Ia recepcién de este presupuesto a tal punto de cufemismo que si nos atuviéramos a la letra del texto, podriamos sostener paradéjicamence que para los franceses de hoy en dia que se van a casat no es requisito pertenecer a sexos diferentes. Por el contario, en la tradicién juridica romana, lo mismo que para el derecho canénico, las evidencias se enuncian y se rtepiten, incluso “NB: Las fuentes juridicas romanas se citan bajo las siguientes formas abreviadas: D., Digesto, Cuando sea necesario, la referencia al Digesto sera precedida de la indicacién del autor del texto y del titulo de la obra, seguido del nimero del libro de donde los compiladores lo han extraido (por €)., Comentario a Sabino, 1.1, D. 1,5, 10) C.J., Cédigo justiniano, precedido del nombre del emperador al que se atribuye la ley y seguido de la fecha de la ley (por ¢),, Septimio Severo y Caracalla, C.J. 3, 28,3, a. 197) 1, Insttuta de Justiniano. Gayo, Instituta de Gayo. S.P,, Sentencias de Paulo Ulp., Reglas de Ulpiano. F.V., Fragmentos del Vaticano C.T., Cadigo Teodosiano (precedido y seguido de las mismas precisiones que para el C. .). 1 Institute of Latin American Studies, University of London Anne Pératin-Dumnon machaconamente. Pues lo que quiere que todos los ciudadanos romanos se dividan y se rednai en homibres y mujeres, en mares y feminae, no es sdlo un hecho, sino una norma. Luego se’ verd que se trata de una condicién completamente explicita, del matrimonio. La norma, sin embargo, nos ha quedado claramente indicada en el caso limite en que, segtin la modalidad casuistica del derecho romano, el principio se establece tal como se traza una fronteta, para determinar las divisiones que la realidad no deja aparecer: el caso del hermafrodita La casuistica del hermafrodita Para los casuistas de Roma, que cultivaban de modo sistemético especies raras en que los hechos se escogian preferentemente como irreductibles a las operaciones de clasificacion que se les imponia, y en que, justamente por esta razén, el juicio debia suponer abiertamenie lo abitrario de una eleccién radical, el hermafrodita constituia un terieno predilecto para confirmar el imperativo de la division sexual. En él descubre el arte jusidico que no hay alternativa a un sistema fundado en la alteridad. En esto, en términos mis generales, la légica de los jurisconsultos obedece al imperativo de todo montaje institucional, que estriba en ordenar la maquina social segin el principio de divisidn. Entendemos -con ayuda de los trabajos de P. Legendre sobre la dogmaticidad occidental en su doble tradicién romanista y candnica- que la divisién no se reduce simplemente a un procedimiento de funcionamiento dualista de las sociedades segin las estructuras clementales del intercambio y de la reciprocidad, como pretende una cierta antropologia estructuralista, fascinada por las parejas de oposiciones multiplicadas en setie, sino que la divisién s6lo cs posible en relacién con un principio que la funde, distinto de la practica de la division y necesariamente exterior a ella: es e! tercer tétmino, respecto’ del cual la oposicién tiene lugar. En este caso, la regla juridica que quiere que haya dos sexos, De esta suerte no sélo se garantiza gue las operaciones dicotémicas que el derecho pone en accién sean racionales, sino también que estén fundadas!. A partir de ahi, los casuistas del imperio romano aun cuando -apoyandose, sin duda, en una jurisprudencia republicana (¢ incluso pontifical) muy anterior- enunciaran la norma de Ja divisién de la humanidad en hombres y mujeres, aportaban, con el laboratorio experimental de la casufstica, la verificacién de que, para resolver las ambigiiedades de Ja naturaleza, no habia otra solucién que reducirlas a uno u otro de los dos géneros establecidos por el derecho. Al andrégino se lo declaraba necesariamente hombre 0 mujer, tras un cuidadoso examen de la parte que en él correspondia a cada sexo Las cuestiones que se han planteado al respecto no son en absoluto absurdas: sirven para poner en escena, al hilo de Ia conteoversia, la verdad del principio de la distincién de los sexos. Por ejemplo, gtenfa el hermaftodita derecho, en tanto hombre, a "b. Legendee, Linestimable objet de la transmission. Eiude sur le principe généalogique en Occiden, Pasi, 1985, pig. 41 sigs. ‘itp Jv. sas.ac uk ilas El.género on historia casaese y nombrar hercdero al hijo postumo que eventualmente naciera de su esposa legitima (y que, por tanto, le seria atribuido) en los diez meses siguientes a su muerte? Si, asegura Ulpiano, quien probablemente siga aqui las opiniones anteriores de Préculo y de Juliano, pero «a condicién de que en él prevalezcan los drganos vitiles»?. Asi, pues, hay que admitir a titulo de corolario que habia hermafrodicas mujeres, incapaces de instituir un péstumo (puesto que las mujeres no tenian descendencia legitima), incapaces también, por la misma razén, de tener herederos «suyom, es decir, descendientes que les sucedieran sin testamento, de pleno derecho y automaticamente. Otra cuestin: gPodsia un hermafrodita asistir como testigo a la apertura de un testamento, lo que, en Roma, eta un «oficio virib? Si, responden los textos, pero segin la apatiencia que presenten sus drganos genitales cuando se los calienta»’. La respuesta del derecho, como se advierte, elimina deliberadamente la aporia. El hermafrodita no representa un tercer género. «Se debe decretar que pertenece al sexo que en él sea predominantes: masculino © femeninot Pero para establecer la radicalidad de esta division hay que abordar atin la hipdtesis de que en tal sujeto se presenten ambos sexos por partes iguales, pues hay que clasificarlo necesariamente de una u otra manera. Observemos de paso que se trata de una cuestin estrictamente juridica, a saber, el planteamiento de un caso indecidible en términos de discriminacién natural. Es una cuestién que plantea el derecho romano y que también ha planteado, y abundantemente, el derecho canénico, a propésito de las carregularidade» corporales que impiden a un hombre recibir el sacramento de: la Orden, porque tales irtegulatidades podrian privarlo de su masculinidad, condicién necesatia para la ordenacidn’, Por el contrario, la tradicién médica antigua, puesto que no tenia por qué identificar los sexos en funcién de una norma de divisién obligatoria, planteaba la existencia del wlergue sexus como una verdadera mezcla de géneros en la que 0 habia por qué decidir’. La tradicién religiosa, por su parte, trataba este fendmeno en términos de prodigio, como lo muestran las abundantes noticias de anales consagradas ala expulsion de los hermafroditas, sobre todo ahogados en el Tiber’. Pero el derecho era lo tinico que podia compeler a integrar a ese ser ambiguo en uno u otro género, aun cuando, pot absurdo, fuera compattido por igual entee ambos. Ulpiano, Comentario a Sabino, 1. 3, D. 28,2, 6,2. ‘ , » Paulo, D. 22, 5, 15, 1 . * Ulpiano, Comentario a Sabino, 1.1,D.5, 10. * La teoria de las irregularidades fisicas derivada de la de los vicios corporales voluntarios (es decir, las ‘mutilaciones), tratadas en el Decreto de Graciano, prima pars, distincién 55; se agregan otros impedimentos ‘eperpetuosn, psiquicos 0 juridicos. Véase Bartolomeo Ugolinus, Tractaus de iregularitatibus, Venecia, 1601, y Cédigo de derecho candnico, cénones 1040 y sigs. * Plinio, Historia natural, 7, 34; Galeno, Definitiones medicae, 478, en Kithn, Medicorum graecorum operae uae extant, XIX, Lipsiae, 1830, pag. 453, ? Tito Livio, 27, 37, 5 en 207 a. C. y 31, 12, 8 en 200; muchisimos ejemplos entre 142 y 95 en Julius Obsequens (cap. 81, 86, 94, 96, 107,110). 3 Institute of Latin American Studies, University of Landon Ane Pérotin-Duomon La conjuncién de los sexos: Advenimiento y perpetuacién del vinculo social El derecho romano, por tanto, ha convertido la division de los sexos en una cuestién juridica; no Ia trata como un presupuesto natural, sino como una norma obligatoria. He alli un dato absolutamente indispensable para comprender que las particularidades de la condicién juridica de las mujeres -de lo que se hablara en. este capitulo- no encuentren su sentido tan s6lo en el mero marco general de Ia sociedad romanay. no pueden relacionarse tinicamente, como hacen tantos historiadores, con las evoluciones: econdmicas y sociales, sino que se articulan también indisociablemente segtin una norma de la complementatiedad de lo masculino y lo femenino. En consecuencia, no se trata tanto de su condicién de mujeres, como de la funcién legal que obligatoriamente se imparte a los dos sexos. Nos hallamos aqui ante una estructura indefinidamenté reproducible, puesto que su reconduccién, organizada por el derecho de la filiacién, asegura la reproduccién de la sociedad, al instituir a hombres y mujeres como padres y madres (mas adelante se vera segtin qué procedimientos), y reitera en cada nueva generacin no-ya la vida, sino la organizacién juridica de la vida El acto en que la sociedad se fundaba no podia representarse de otra manera que segtin. el modelo de aquél gracias al cual se perpetuaba legalmente: todo habja comenzado, asi como todo volvia a comenzar, con da unién del hombre y de la mujem, coniunctio (0 coninginm, © congressio) maris ef feminaes§. La sepasacién y la unién de los dos sexos, en su legitimidad, pertenecia al orden del fundamento. Por lo demés, ése es el nudo esencial del malentendido que establece !a division entre, por un lado, los juristas, y por otto} los historiadores o los socidlogos. En efecto, pata los tiltimos, Ia idea de fundamento del vinculo social, relegada a la esfera ideol6gica 0 mitolégica, s6lo tiene un alcance simbélico, mientras que, si se considera el funcionamiento real de las patejas juridicas, se advierte que la apelacién a la norma fundacional sirve para realizar, formalmente, la renovacién de una entidad social indeGnidamente reproducible. Es aqui, precisamente, donde la conjuncién de los sexos desempefia su papel respecto de los dos drdenes complementarios del origen y de la marcha natural de las instituciones. Es frecuente vet a los romanos de la época clisica comenzar por remontarse hasta el advenimiento del vinculo social, tal como sus lejanos antepasados Jo habian hecho ya con los mitos, para solemnizar, para dar caracter juridico, para otorgar valor de insticucién humana fundamental a la cunién del hombre y la mujep. Cicerén remitia todo el desarrollo social a ese momento primordial de la conjuncidn de los sexos. Esta unién era la que producfa, en primer lugar, la descendencia, prolongada en multiples generaciones, hasta la primera escisién de las unidades constituidas en torno a la pareja originaria; y es también ella Ja que, en circulos cada vez més amplios, multiplicaba las relaciones de la sociedad a través de Ja alianza, la ciudadania, la A estas definiciones sexuales se agregan las metéfora del tejido (véase J. Scheid, Annuaire de I'Ecole Pratique des Hautes Etudes, V." seccién, 1985-86, pags. 443 sigs.) y del yugo (Servio, Commentarios de la Eneida, IV, 16; Isidoro, Etimologias, 9, 7, 9 y 19). Aitip| Jano sas. wk las 4 El género en historia nacionalidad, Igualmente, el agrdnomo Columela, recomando, a uavés de una adaptacin latina, el Ezondmico de Jenofonte, fijaba en este primer encuentro camal el destino de la especie humana. Pata los juristas del imperio, el encuentro de los sexos dominaba todo el encadenamiento institucional; en ese encuentro el derecho civil se unia al derecho natural, puesto que, tal como lo declaran en el tercer siglo los Instituta de Ulpiano, que los Jnstituta de Justiniano recogen en los mismos términos, de la existencia de las especies vivas derivaba «a unién del macho y la hembra que nosotros, los juristas, llamamos matrimonio». Cuando el jurista Modestino, mas o menos en la misma época, se esforzaba por formular una definicién del matrimonio, comenzaba por remitir a la coniunctio maris et feminae, que subordinaba todas las uniones particulates a la universalidad del encuentro de dos génetos y fundaba la legalidad de su acontecer en la insticucién originaria que tales uniones reproducian en el tiempo”. Sin embargo, si bien el acuerdo carnal se hallaba en el. inicio mismo de la constitucién del matrimonio, su realizacién no era esencial al matrimonio, una. vez constituido: no hacia al estado juridico de esposo que la unién se hubiera consumado fisicamente. Mas adelante se ver qué consecuencias implica, para el papel del hombre y de la mujer en Ia filiacién, la abstraccién de uo acoplamiento pura y simplemente supuesto. Por ahora, esta patticulatidad nos serviré para destacar que, si la unién legitima, al margen de su realidad concreta, aseguraba la misma funcién de que estaban investidos el hombre y la mujer unidos corporalmente, ello se debe 2 que, en el dispositivo juridico, la sexualidad se convertia desde el primer momento en normas relativas al estatus. La divisién obligatoria de los sexos se ponia abstractamente al servicio de una definicién legal de sus roles, en un sistema de organizacién que no dejaba lugar a los azares biolégicos y suponia verdaderos, sin necesidad de verificacién, los hechos y los actos de naturaleza fisica a los que se sobreimponia una naturaleza juridica, Hombres y mujeres cuestién de estatus La naturaleza juridica del hombre y de la mujer unidos en matrimonio se realizaba plenamente en sus titulos respectivos de padre y madte; mis precisamente, cn la apelacién, que implica toda una serie de caracteres relativos al estatus, de paterfamilias para el hombre y de mateyfamilias 0 matrona para la mujet. El que se trate de calificaciones jutidicas relativamente auténomas respecto de las situaciones reales a las que se refieren, y el que no sea siempre exacta la adecuacidn entre la patemidad y su nombre o entre la matemnidad y su titulo, es algo que se trastuce claramente en el hecho de que en ciertos casos era posible llamar pater y mater a hombres y mujeres sin hijos; y, ademés, en el hecho de que, a la inversa, no todos los hombres con hijos, incluso padres legitimos, tenfan ° Cicerén, Los Deberes, 1, 17, 54; Columela, De la agricultura, XII, prefacio, 1; Ulpiano, D. 1,1,1, 351. 1, 2, pr: Modestino, D. 23, 2,1 Institute of Latin American Studies, University of Loudon Anne Pérotin-Dumnon necesatiamente el estatus de padre. Sin embargo, a diferencia de los hombres, las mujeres, para merecer el titulo de «madres de familia, debian estar en condiciones de dar a su matido hijos legitimos. Se ve asi aparecer, a ambos lados de la linea divisoria de los sexos, iertas correspondencias y ciertas disimetrias. En primer lugar, correspondencia de las ficciones, pues los ciudadanos designados como paterfamilias y como materfamilias no exan necesariamente los padres de una progenie de ellos surgida; pero también divergencia, pues si no todos los hombres que tenian hijos o hijas legitimos eran juridicamente investidos de su funcién paternal, en cambio -desde el punto de vista del estatus- se reconocia como «madres a todas las esposas que habian dado hijos o hijas a su marido. Gon: este reconocimiento obtenian una honorabilidad, una dignidad, incluso una «anajestad>, a través de las cuales se manifestaba el brillo civico, aunque no politico, de su funcién!®, ” Si, como hipétesis inicial, se considera que el sujeto juridico de la mujer ao se comprende fuera del régimen de las relaciones entre los sexos, es menester otorgar la mayor importancia a lo que en el estatus matemo cortesponde simétricamente al estatus paterno o de él se aparta; es menester empezar por analizar, en la institucién misma por cuyo intermedio el hombre y Ja mujer se unen, es decir, en el matrimonio y en la filiacién legitima, que son una y Ia misma cosa, las equivalencias y las desemejanzas que componen 41 tejido juridico de sus relaciones. Para comenzar, epor qué la maternidad (al menos en la medida en que se la designa desde el punto de vista del estatus, es decir, como es de suponer, en el interior de la unién conyugal) presenta esa mezcla de ficcidn social y de verdad -de ficcién en tanto una esposa sin hijos recibe el nombre de «madre», y de verdad en “tanto no hay madre de hijos legitimos que no tenga derecho al honor matronal-, mientras que, tratindose del paterfamilas, la posesion de una descendencia obtenida de una esposa nto basta pata gozar de esa prerrogativa? ¢Cuil es el sentido jusidico de esta relativa heterogeneidad de los hechos que otorgan a la esposa un titulo asociado a su naturaleza fisica y al hombre un derecho privado de toda telacién con su propia identidad de genitor? Qué es lo que tal disparidad nos ensefia acerca de Ja divisién funcional de los sexos 2 la que ha procedido el derecho romano? Pot tiltimo, gen qué encuentra su unidad el estatus jutidico de las mujeres romanas -y mas alld de esto, tal vez, el estatus de mujeres en el Occidente de tradicién romano-canénica-, a la vista del rol que el derecho de la filiacién imparte a su sexo? Este estatus, en su conjunto, es el resultado de muchas reglas, complejas y sobre todo evolutivas: su coherencia no es evidente. Las incapacidades que integran su parte mis original, esa a la que, en todo caso, los historiadores del derecho han dedicado toda su atencién, forman un tégimen aparentemente cadtico. Mas adelante volveremos sobre este régimen de las incapacidades, en tanto constituye un sistema bien coherente: entonces veremos que la mujer no era incapaz por si misma, sino tinicamente paca representar a otros; que su esfera de accién juridica no se extendia casi mas allé de su "© Majested matronal: Afranio, comica, fragmento 326 de la Donato, Comentarias de la Eneida, 1X, 285. edicidn de Ribbek, Tito Livio, 32, 2, 8; bitp:/ | won sas.ac nk ilas 6 Ellginero en historia propia persona. Y ademis, pata dar sentido a este anilisis, es menester relacionar todos los elementos con esta divisidn primordial de los sexos que ha sido nuestro punto de partida. A través de los cambios de ciertas practicas sociales, a través de las evoluciones legislativas, las modalidades de esta division se ordenan y se adaptan a las tzansformaciones de la sociedad: eso es evidente. Pero, desde el punto de vista del jurista - que es el que hemos adoptado aqui-, una historia que s6lo tuviera por objeto los cambios perderia de vista lo esencial: las estructuras de las que tales cambios sélo son un modo de adaptacién en el tempo. Subsiste la institucién que establece entre el sexo masculino yy el sexo femenino telaciones diferenciadas, correlaciones dispersas, de las que el régimen de incapacidades -que también evoluciona-, no es més que un sintoma. Muy a menudo la histosiografia wata de las mujeres en tézminos de desigualdad, de inferioridades jutidicas y politicas y de emancipacién''. De tal suerte, concibe esta disparidad como caracteristica de una sociedad considerada en bloque: las incapacidades de la mujer romana no serian otra cosa que la traduccién institucional de la situacién de inferioridad en que las tenia sumidas una sociedad de dominacién masculina. A partir del abajo de P. Gide, que todavia goza de autoridad, se ha hecho clisico el argumento que relaciona este estado de subordinacién con una diferenciacién de los roles sociales que confinaba a las mujeres a la esfeta de las actividades domésticas, para dejar a los ciudadanos varones (Ia propia asociacién de ciudadanias y masculinidad resulta tautolégica) el monopolio de las relaciones puiblicas y de la politica'2. Es indiscutible que Ja ciudad antigua, tanto Ja griega como la romana, era, para retomar una expresién de P. Vidal Nacquet, un «club de hombres", Sin embargo, en el caso de Roma vale la pena preguntarse qué significa exactamente una ciudadania a la que solo las mujeres, al traer bastardos al mundo, podian dar acceso. Pues aunque es cierto que el matrimonio era indispensable para la transmisin del derecho de ciudad por via masculina -aunque es cierto que para poder producir un ciudadano, un hombre necesita fijar su paternidad a través de una esposa legitima-, la ciudadania también se transmitia, fuera del mauimonio, por mujeres solteras 0 concubinas: en este caso, la auronomia del derecho materno era perfecta, mientras que no habia autonoméa alguna del derecho paterno. De tal manera que el adagio historiografico segiin el cual «el matrimonio es a la mujer lo que la guerra es al hombre», si bien puede ser verdadero en el plano de las representaciones sociales, es falso en el plano de las realidades institucionales: en términos sigurosos, el matrimonio es indispensable tan sélo pata los hombres, y la sociedad lo habia instituido exclusivamente para ellos. Dejemos esto por ahora. Solo digamos que esta manera de plantear el "J, Gaudemet, «Le statut de la femme dans I"Empire romain», en La femme, Recueil dela société Jean Bodin XI, Bruselas, 1959, pigs. 191-222; $, Pomeroy, Goddesses, Whores, Wives and Slaves: Women in classical Antiquity, Nueva York, 1975; G. Fau, L’émancipation feminine dans la Rome antique, Paris, 1978; J. A: Crook, «Feminine inadequacy and the Senatusconsultum velleianum, en B, Rawson, comp., The Family in ‘Ancient Rome, Londres-Sydney, pags. 83-91 P. Gide, Etude sur la condition privée de la femme, Paris, 1867. P. Vidal-Nacquet, Le chassenr noir, Formes de pensée y formes de société dans le monde grec, Paris, 1981, pig. 26. (Trad, cast, El cazador negro, ed. Peninsula, Barcelona), 7 Institute of Latin American Studies, University of London Anne Pérotin-Dumow problema de las relaciones entre lo masculino y lo femenino en el mundo antiguo, por la Gesigualdad y la exclusién, pone a las mujeres fuera de la ciudad, pero también, y al mismo tiempo, pone la divisién de lo masculino y lo femenino fuera de la politica y del derecho. Los trabajos de N. Loraux sobre la autoctonia ateniense muestran hasta qué punto, por el contratio, pensaron los griegos la oposicién de los géneros ¢ intentaron salvarla imaginatiamente, desde el momento en que para ellos se trataba de expresar el osigen y la esencia de la ciudad como agrupacién sexuadal™ ~ Bn Roma, la divisién de los sexos 20 €s un dato primatio, sino un objeto sabiamente construido por el derecho. En estas condiciones, es dificil contentarse con una problemitica de la inferioridad jusidica que consideraca esta division misma como ajena a sv cuestionamiento, pues es la institucién central del derecho, la institucién que gobierna la filiacidn y las sucesiones. En general, el estatus masculino y el femenino no se relacionan sélo con un tipo de organizacién politica y social -la ciudad-, considerada como medio mas 0 menos favorable a la desigualdad entre los sexos; y tampoco la igualdad, a menos que se la historice como tal, es un pardmetro en virtud del cual se pueda escribir una historia de las mujeres concebida linealmente como una sesie de avances y retrocesos, de emancipaciones y de obsticulos a la emancipacién's, Estos estatus forman también una arquitectura jusidica en que las diferencias son construidas: y es precisamente a esta consteuccién a la que bay que intecrogar. El estrechamiento de la cuestién cambia 2 la vez su objeto. No se trata ya de comprender la exclusion de las mujeres en relacién con un mundo que les es extrafio (ni tampoco su lenta y parcial integracién en ese mundo declinado en masculino: a la manera en que hablaban los intéxpretes latinos cuando admitian que, en determinados contextos, tal palabra cempleada en sexo masculino se extiende a ambos sexos»'s}; se trata mas bien de destacar su relacién con los hombres en un derecho que instituye su encuentro, y de analizar los elementos de su régimen de estatus como otros tantos indices de su complementariedad en relacién con el régimen de los detechos masculinos. “'N, Loraux, Les enfants d'Athéna, Idées athéniennes sur la citoyenneté et Ia division des sexes, 2 ed., Paris, 1984, Muycrecientemente, sobre la incorporacién de lo femenino en la viilidad del hombre griego, Iéase Les expériences de Tirésias. Le féminin et l'homme grec, Parls, 1990, cuya introduecién (pags. 7-26) es un rmanifiesto metodol6gico de primer orden sobre a validez de la nocién de sexualidad para aislar y tretar como tales los pensamientos de los hombres -no menos de los griegos que de los demés- a propésito de su ser sexuado. "°G. Fau, op cit " Ulpiano, Comentario al edicto, 1. 46, D. 50, 16, 195 prs ef. D 50, 16, 56, 1, y Pomponio, Comentario a Quinto Mucio, D. 50, 16, 122. La coleccién seméntica que los compiladores del Digesto (5., 16) han tituledo De la significacién de las palabras», se abre con un breve fragmento de Ulpiano: «la expresién “si alguien” engloba tanto a hombres como a mujeres». Texto a partir del cual se desarzola la reflexién juridica medieval (véase la Gran glosa de Acursio, ad eoc: «El sexo masculino comprende en si el sexo femenino, porque lo supera en dignidad»), luego la reflexién humanista (la importante exégesis de Johannes Goddzeus, en su Comentario de D. $0, 16 -Herbom, 1608- sobre el cual se puede leer E. Koch, «Vom Versuch, die Frage, ob die Weiber Menschen sein, oder nicht, aus den Digesten zu beantworten», en Rechishistorisches Journal |, Francfort, 1982, pags. 171-179), bitpe| /new.sas.ac ub] ilas 8 Ell género en bistoria La mujer, «comienzo y fin de su propia familian: Poder y transmision Poder paterno y sucesién continua Comencemos por el hombre, pues el estatus de la mujer no tiene sentido si no es en relacién con el del hombre. Este es un dato esencial, aparentemente extrafio y patadéjico, que nos mostrar sobre qué tipo de sujeto edifica el derecho romano la sexualidad. Un padre de familia (paterfamilias) no recibe la calificacién de tal por haber engendrado hijos legitimos: se podia tener descendencia sin ser «padre». A la inversa, se permitia a un hombre llevar este titulo sin haber engendrado ni adoptado jamés un hijo. Pues, segin Ja teminologia juridica, pero también en el uso corriente de las denominaciones y de las formas de tratamiento, se lamaba paterfamilias tai s6lo” al ciudadano que ya no estaba bajo la potestad paterna de ningun ascendiente en linea masculina, En adelante, él mismo ocupaba en esta linea la posicién del iltimo grado de ascendencia, ya fuera que su padre hubiera muerto, ya que hubiera sido emancipado por su padre © por su abuelo, que habian roto todo vinculo juridico de potestad con él; él mismo se hallaba -realmente si tenia hijos, y vistualmente si no los tenia- en condiciones de ejercer la potestad de padre sobre su descendencia. El acontecimiento juridico que hace de un hombre romano un pater no es, pues, el nacimiento de un hijo, sino la muerte de su propio pater, a patti de lo cual deja él de ser un hijo. Junto con la herencia, en el instante en que su vida de sobreviviente tomaba el relevo de la del muerto se le concedian los derechos sobre su descendencia, Sistema perfectamente soldado que no admite ninguna grieta. Pues para que se prodvjera el relevo era necesario que el vinculo juridico, vinculo de potestad, no se rompiera, por ejemplo, por una emancipacién, una adopcién, una reduccidn a la esclavitud del padre o del hijo, en resumen, por ninguna salida del sucesor fuera de la esfera juridica potestataria del difunto, antes, hasta e incluso en el momento mismo de su muerte’?. Las mujeres eran tigurosamente ajenas a este orden sucesorio. Es cierto que las hijas accedian a la sucesién del padre al igual que los varones, pues, lo mismo que sus hernianos, estabsn sometidas a su poder. Esta igualdad sucesoria existe, en principio, desde la ley de Ins XII Tablas (450 a. C) y nada, en las pricticas jutidicas imperiales, sefiala que se la haya cuestionado. Pero la reciproca no es verdadera. Los hijos guedaban excluidos de la sucesién de la madre (salvo mediante rodeos que analizaremos més adelante), porque entre ésta y aquéllos no habia ninguna :relacin jusidica que viniera a sustituir la filiacidn narural. La filiacién matemna'se reconocia en, Roma, por cierto, y es en verdad una pérdida de tempo querer recordar siempre su importancia, que sdlo puede pasat inadvertida al historiador no informado. Y también es imitil relatvizar la del vinculo agnatico, es decir, el parentesco masculino, cuyo " Adquisicién de la patria potestas a la muerte del ascendiente que ostenta esta potestad: D. $0, 16, 195, 2 9 Institute of Latin American Studies, University of London Anne Pératin-Dumon predominio sélo se supone real en los tiempos arcaicos (aunque no contemos con pruebas fehacientes de ello). Pues no se trata aqui -contrariamente a lo que propone uuna historia sociolégica que presta poca atencidn a las regulaciones juridicas de lo social-, del parentesco € incluso de la filiacién, sino més bien de un articulo de derecho sucesorio que las oculta. No hay sucesién sin potestad paterna: la institucién del derecho paterno cubre el parentesco, duplica la filiacién al punto de incorporitsela por enteto 0 de dejarla subsistir a veces fuera de ella, vacia de contenido juridico (como cuando, a consecuencia de una adopcidn, que crea un vinculo de naturaleza potestativa, Ja Gliacién anterior slo permanece como una simple relacién unaturaly privada de efecto patrimonial). En derecho civil romano, la sucesién que los padres destinan a sus hijos © hijas no obedece, pata hablar con rigor, ni al principio de la agnacién ni fampoco, mas en general, al de la filiacidn. Requiere ademas el revestimiento juridico de la potestad paterna, que hace las veces de vinculo vital entre ascendientes y descendientes El caso de los péstumos, al que, por razones de orden tedrico, los juristas consagraban un apasionado interés, se regulaba por ese mismo espiritu, merced 2 una serie de artificios que prolongaban, hasta en el vientre de Ja mujer encinta, el poder del marido muerto. Por esta raz6n, como he mostrado en otto sitio, una casuistica muy original aislaba, entre los alimentos que absorbia una mujer embarazada para nutrirse y para nutrir su evientrer, aquellos que, exclusivamente destinados al hijo en ciemnes, provenian Gnicamente del patrimonio de su padre muerto'®, Esta division puramente ficticia de la naturaleza juridica de los alimentos es un extraordinario ejemplo de! rigor con'el que el derecho romano concebia la sucesién masculina: estaba regulada por el poder, por la presencia jusidica continua de un padre bajo cuya dependencia juridica se debia estar hasta el momento de la sucesién, y que, en el caso limite de los péstumos, debia prolongarse artificialmente hasta el nacimiento mismo. Nada mis significativo a este respecto que la manera en gue los juristas definian el estado de péstumo, con ayuda de una iccién jusidica formulada como tal como Gayo: dos péstumos que, de aber nacido en vida del padre, se habrian hallado bajo su potestad, son sus herederos legitimos»'®. Para comprender, por antitesis, la naturaleza de la fliacién materna y, a través de ella, el papel que el derecho civil impactia a las mujeres, lo mas importante es percatarse de que la potencia de que son privadas no se reduce al ejercicio de un «podem de tipo patsiarcal: es inutil perseguir el arcaismo de una institucién acerca de la realidad de cuyo funcionamiento los historiadores-socidlogos se mantienen escépticos. Se trata mucho menos de poder real y de su ejercicio que de la institucién artificial, ideal, abstracta, de |a filiacin masculina (por oposicién, se ver esto en la filiacién materna); lo que le daba valor jutidico era un vinculo suplementario que el derecho calificaba de «potestad> ' Y. Thomas, aLe ventre. Corps maternel, droit patemel», en Le genre humain, nim. 14, Paris, 1986, pigs. 211-236. ” Gayo, 3,4 ‘tp:/ | anu sas.ac uk] ilas 10 El género en bistoria Cuando, por una u otra razén, este vinculo se rompfa, hijos e hijas quedaban marginados de la sucesién. En tal sistema, los herederos legitimos no eran los primeros descendientes de un antepasado muerto, sino, mas precisamente, los descendientes que, en el momento de la muerte del ascendiente, se encontraran todavia bajo su upotestad>. Para marcat la heteronomia que presidia las sucesiones en descendencia, los somanos acufiaton el sintagma heredero suyo» (eres suas), forjado en los tiempos mas arcaicos y todavia vigente en las codificaciones justinianas: designaba al heredero abajo potestad de quien muerer®, Cuando el pretor urbano, a finales de la época republicana, abrid unavnueva clase de posibles herederos al acordar la entrega en posesin de bienes a favor de los hijos emancipados -clasificados en la clase de los Aber- hubo que admitir la ficcién de que a estos nuevos sucesores, en adelante nombrados junto a los sui, «también se las consideraba haber estado baja el poder de su padre en el momento de su muertoo®, En resumen, cuando el derecho pretoriano completaba el orden tradicional de los sucesores civiles, se creia que se debia incluis, a titulo de ficcién, la permanencia de una otestas imaginaria, sin caya representacién el sistema no podia funcionar. ‘Ain una palabra més, pata decir que este funcionamiento juidico escapa por completo a los datos sociales con los que se lo querria confundir inmediatamente. Las instituciones que acabamos de describir toman su sentido en relacién con otras instituciones -como la concebida antitéticamente- de Ia sucesion materna. Pero es mal método el compararias, antes de haber comprendido en qué matco juridico se integran, con la estrecha zona de los hechos que parece corresponderles. Asi ocutte, sobre todo, con la patria potestas, que se halla en el corazén de la division juridica de los sexos. Es absolutamente inttil, por ejemplo, buscar, a partir de los datos demograficos que nos brindan las inscripciones funerarias, la proporci6n de los ciudadanos y las ciudadanas que, en su edad adulta, se encontraban todavia bajo potestad de un padre: que hubiera habido muy pocos -supongamos que una cuarta parte-, no autoriza, evidentemente, a decir, como hace R. Saller, que en la época imperial clasica esta institucién ya casi no tenia importancia practica y que sdlo era una sobrevivencia formal de los antiquisimos tiempos que la habian forjado®, Pues entonces, habria que suponer -lo que pocos historladores se animarian a hacer, por imaginativos que fueran-, que los hombres morian més viejos en la época arcaica, jen esa época en que la potestad paterna se justificaba todavia por su posible aplicacién! Semejante razonamiento seria absurd, y su absurdo muestra que el problema reside en otto sitio. Una institucién nunca es el reflejo de una prictica social, y su importancia no se mide por las verificaciones que petmita su inmediata confrontacién con los hechos. Si uno se contenta con creer que la «patria potestad> es un poder concreto (lo que también es, pero no sélo eso), se ® Gayo, 3, 2; Fragmentos de Berlin, 2, en PF. Girard, Textes de droit romain, 7 ed., Paris, 1967, pig. 409. * Gayo, 3, 26; Pomponio, Comentario a Sabino, 1.4, D. 38, 6, $ pr 1.3, 3,9, 2 RP. Salles, «Patria potestas and the stereotype of the Roman Family», en Continuity and Change, 1, Universidad de Chicago, 1986, pgs. 7-22 (pig. 19, confirmacién de que, puesto que las reglas ya no se aplicaban, no era necesario, bajo el imperio, cambiar las vieja reglas dela pp.) " Institute of Latin American Studies, University of Landon Anne Pérotin-Dumon descuidard su papel toda vez que se compruebe que este poder no se ejerce’®. Pero si, mas interesados por los mecanismos de ficcién mediante los cuales se rige toda vida social humana, nos lanzamos a descubsir en qué registro opera tal o cual justificacién juridica, nos daremos cuenta enseguida de la eficacia de esta misma potestad; ésta no se descubre en el autoritarismo patriarcal en el que el socidlogo lo esperaria (aun cuando a veces también se la pueda descubrir aqui), sino en las regulaciones sucesorias de la filiacién legitima: la potedtad es el evinculo de derecho» (para retomar una famosa fOrnvula con la que un jurisconsulto definia la obligacién) que sustituye al vinculo atural gize no basta para Ja paternidad, contrariamente a lo que ocusre con la maternidad. Vinculo“de derecho que, ya se ha visto, no nace de! nacimiento del hijo, sino de un hecho juridico; vinculo que acontecimientos diferentes de la muerte pueden romper; vinculo necesario y suficiente para abrir una sucesién legitima que, pattimonio interpuesto, lo perpetia. La falta de sucesién materna no es una cuestién de parentesco ePor qué esta organizacién tan compleja, en la que se ve con toda claridad que la Giliacién no es una condicién suficiente? Tal vez el lector encuentre extrafia la insistencia en el.andlisis del régimen de derechos masculinos en un capitulo de historia de las mujeres. Pero es imposible procedet de otra manera, si es que se quiere aportar una clatificacién cierta -y no conformarse con aproximaciones sobre la inferioridad de estatus de las mujeres romanas, o incluso con evidencias falsas extraidas del parentesco agnitico que, se cree, habria sido el tinico parentesco legal- a la cuestién de la intransmisibilidad por nea materna’S. Tenemos ua enorme interés por comprendet por qué, en la rama masculina, la transmision requiere, en el momento mismo en que se opera, la continuidad de un poder: entonces, la ausencia de este mismo poder en la rama femenina podré situarse en el coraz6n del estatus femenino. Este rodeo por los montajes jurldicos que permiten Ia sucesién de los descendientes en linea masculina era indispensable para comprender mejor las razones por las cuales, en Roma, se exclufa de ella a las madres de familia. Si una mujer -y esto ® La cuestidn del ejercicio» de la patria potestad ha dado lugar a debates absolutamente initiles acerca de la frecuencia de la aplicacién del «derecho de vida y de muerten, Sobre la chatura de una reflexién institucional pasada por el rodillo compresor del sociologismo, sera provechoso leer P. Legendre, Lesons VII, Le Désir politique de Dieu, Paris, 1988, pags. 63-103. HY. Thomas, «itae necisque potestas. Le pére, la cité, la monte», en Du Chétiment dans la cité, Ecole Frangaise de Rome, 1984, pigs. 499-548; «Remarques sur la juridiction domestique & Rome», en J. Andreau, comp., Stratégies familiales dans le monde antique, Ecole Fr. de Rome. * Por el contrario, desde la época més antigua hay grupos de parentesco indiferenciados que coexisten con la familia agnatica; véanse las observaciones, muy pertinentes, de Ph, Moreau, «La terminologie latine et indo- européenne de la parenté et le systéme de parenté et dalliance & Rome: questions de méthode», Revue des Ewides Latines, 1979, pags, 41-53. bit fanny sas. uk las 12 Ell género en historia desde la época més arcaica hasta el final de la historia del derecho romano, consignado por las compilaciones justinianas- no tenia heredetos «suyos» que le hubieran sucedido su muerte, ello no se debia tan sélo a una razén de parentesco, sino también, y sobre todo, a que el vinculo de filiacién entre sus hijos y ella no era absorbido por la técnica institucional de un «podem». Es verdad que, en Roma, el derecho de sucesiones legitimas sélo reconocia a los agnados: podia creerse asi que la eviccién de los maternos era un elemento constitutivo del parentesco. Segin la ley de las XII Tablas (450 a. C), que constituia la base de sustentacién de todo el sistema de sucesiones intestadas, Gnicamente los descendientes por via masculina (hijos ¢ hijas del padre, nietos y nietas nacidas del hijo del padre, etc.) heredaban en primera linen’; en segunda linea heredaban los colaterales del lado paterno, a los que la ley designaba «agnados»””. En la clase de los descendientes, se amaba por igual a muchachos y chicas; en la clase de los colaterales, una evolucién cuyo origen ignoramos (0 una ley que se puede suponer gue fue la ley Voconia de 169 a. C.) terminé por restringir el circulo agnitico de posibles herederas a las hermanas consanguineas; las hijas del hermano, tias paternas y primas patrilaterales quedaban excluidas’®. En todo caso, si comprendia por igual a mujeres y hombres -por igual a hijas ¢ hijos, hermanas y hermanos-, el derecho sucesorio romano dejaba de lado a todos los patientes por linea materna: los hijos no sucedian a su madre, ni los sobrinos a los hermanos 0 hermanas de su madre, ni los primos a los hijos de los hermanos o hermanas de su madre. A primera vista nos hallamos, pues, ante,un sistema de parentesco que, por lo que hace al derecho sucesotio, no deja espacio alguno al vinculo de filiacién materna. Sin embargo, si se reflexiona con calma, el parentesco no basta para dar cuenta de esta eviccién. Hace falta, ademas, una organizacién jutidica gue se superponga al parentesco y que, en cierta medida, lo disimule. Los descendientes Uamados a titulo de sui no se confundian simplemente con los agnados, sino que eran también, y sobre todo, descendientes bajo potestad. Los hijos con los que se rompia este lnzo juridico, como se ha visto, perdian su calidad de herederos. Pero, ese debia tal cosa a que, de esa manera, quedaba abolido todo parentesco con ellos? No, sin ninguna duda, puesto que conservaban con su padre un vinculo de filiacién que entonces se Uamaba «natura: la naturaleza venia a reemplazar a la carencia de derecho. Este vinculo caliicado por la naturaleza se considecaba el sustrato permanente de una filiacién despojada de revestimiento juridico. «Padre naturab se lamaba al padre emancipador, 0 al padre que habla hecho adoptar a sus hijos para ponerlos bajo la potestad de otro. Pero la disolucién de Ia relacién potestativa, de la que dependia todo el orden sucesorio, no hacia cesar la filiacidn misma, que continuaba recibiendo, en % XIU Tablas 5, 4; Gayo, 3, | a 8; D. 38, 16, «Des héritiers siens et légtimesy. ” XII Tablas, foc. cit; Gayo, 3, 9.17; Ulp., 1,4. Gayo, 3,14; 1.3, 2, 5; SP. 4, 8, 20; Ulp,, 26, 6 13 Institute of Latin Amerivan Studies, University of London Anne Pirolin-Dumon otros registeos, la sancién del derecho. Solidaridades judiciales, obligacién alimentasia, deberes de piedad: todo esto subsistia®. La madre no tiene la upatria potestas» Un analisis institucional estricto lleva, pues, a separar del sistema de parentesco propiamente dicho la légica de los mecanismos sucesorios. Ahora bien, la inexistencia de tal organizacién juridica del lado materno es tan determinante pata explicar la falta de vocacién sucesoria en la descendencia de las mujeres, como lo es su existencia para explicar esta vocacién en la descendencia de los hombres. No se ha destacado lo suficiente que los textos juridicos en los que se menciona un fundamento de la ausencia de sucesién materna, ‘no evocan solamente el parentesco. Ningtin texto dice que los hijos no sean herederos legitimos de su madre tnicamente porque ésta fuera su cognado, y no su agnado."Lo que los juristas enfatizaban era més bien que una madre no tenia la patria potestas ®°, Miltiples son las consecuencias de este hecho. Por ejemplo, las migjeres no'podian elegir un heredero por adopcidn: «las mujeres no pueden adoptar dé iingina manera, puesto que ni siquiera sus descendientes naturales estin bajo potestad>5!. Pero, sobre todo, y contrariamente a lo que ocurtia con el padre, la madre no posefa «suyos» que dependieran de su potestad en el momento de morir ella y que estuvieran llamados a prolongarla -a lo que habsfan estado si el derecho, mediante este artificio, los hubiera soldado a la madre e inchuido en su dependencia-, a continuar, después de su muerte, la unidad juridica que habrian constituido con ella en vida. Esta es la raz6n por la cual, a la inversa de lo que nos decia Paulo acerca de la continuacién, que hacia creer en la identidad del muerto y el vivo cuando el heredero es, de pleno derecho, investido de la herencia paterna, un texto de Gayo nos permite comprender perfectamente la discontinuidad, la ruptura que se producia cuando un hijo tomaba posesién de los bienes de su madre, si ésta lo habia inscrito en su testamento. El hijo no tenia laccalidad de suus, sino, como cualquier extrafio, de heredero wexterno»; en tanto tal, se Je reconocia él derecho de aceptar de rechazar la sucesién, tras un periodo de deliberacién: «a nuesteos descendientes instituidos herederos en virtud de nuestro testamento, se los considera “externos” sino se encuentzan bajo nuestra potestad. Asi, los hijos a los que la madre instituye herederos pertenecen a la categoria de los externos, puesto que las mujeres no tienen a sus hijos bajo su potestady” ® Fitiacién «naturabs como calificacién de una filiaci6n legitima después de la extincién de la patria potestas: Tabula Hebana (Année épigraphique 1949, nim. 164) 1, 2; cf. Tabula Siarensis (Zelischrif fir Papyrologie und Epigraphik, nism. 55, 1984), Frag. 1, |, 20, donde la puntuacién debe ser: Patris eius naturalis, fratris. ¥y no, comb hace el comp. J. Gonzalez, Patris eius, naturalis fratris): D. 1, 7,1; 28, 2, 23; $0, 16, 195, 2, et * Gayo, 2, 161 (ef. 1, 104; 3, 43; 3, $1); D. 38, 16, 3; Diocleciano y Maximiano, C.J. 8, 47, 5, a. 29131, 1, 11, 9. * Gayo, 1, 104, > Gayo, 2, 161 itp: / June sas.ac wk ilas i Elgénero en bistoria El régimen de la sucesin intestada funciona gracias a dispositivos fabricados a contrapelo del parentesco. De dénde esta contraprueba que se encuentra en el derecho antiguo. En una época en que las mujeres todavia se casaban bajo el régimen de la manus (potestad marital), enteaban como hijas (filiae lac) en la casa de su marido y le sucedian con los otros descendientes inscritos en su potestad, en la clase de los cherederos suyos. El derecho podia entonces considerar a las madres como hermanas consanguineas de sus propios hijos, puesto que, al igual que éstos, pertenecian ellas a la esfera juvidica y a la potestas de un mismo jefe de familia. Por este attificio del derecho se admitia que los hijos heredaran a su madre, pero en tanto la madre era para ellos una agnada. Este ejemplo nos permite ver a qué podia reducirse el parentesco agnatico: al vinculo que resulta de haber pertenecido a la esfera de un mismo poder. Si se observa mis de cerca la situacin, éste es el caso, virtualmente, de todos los agnados herederos: hermanos y hermanas habian dependido de la misma potestad paterna; tios y tas paternos, y también sobrinos, puesto que el padre de los primeros era el abuelo paterno de los segundos; si el poder del abuelo no habia tenido tiempo de ser realmente ejercido en una profundidad de dos generaciones, la de los tios y la de los sobrinos, se podia considerar que la posibilidad de su ejercicio bastaba para unirse a los parigntes que hubiera reducido a la unidad de su dependencia; y lo mismo ocurtia pata los primos patrilaterales, agnados y herederos entre ellos por haber podido estar en situacién de obedecer al mismo abuelo. De manera que, en su conjunto, el orden sucesorio agnatico -el orden sucesorio que no deja espacio alguno para la filiacién materna- era una construccién juridica que tenia por eje la unidad y la continuidad del poder Lo que confirma este anilisis y la prevalencia que se reconocia a la arquitectura institucional es Ia abundancia casuistica que se encuentra en el Digesto a propésito del suus heres, sobre la cuestién del efecto juridico de las mupturas de continuidad. Un descendiente no podia heredar de un ascendiente si habia sido concebido teas la muerte de este iiltimo. Este caso se presentaba cuando, desaparecida Ja _genetacién intermediatia entre ascendiente y descendiente -o ya fuera de su esfera juridica inicial-, el Ultimo hijo no habia podido coincidir con la potestas del muerto ni siquiera en el momento de la concepcién; entonces no era ni su heredero, ni siquiera su pariente, Segiin el uso comtin -escribia Juliano (época de Adriano)-, se lama parientes a los nietos de aquellos tras cuya muerte fueron concebidos, pero se trata de un uso impropio, de un abuso de lenguajeyS. En otros términos, el jurisconsulto estimaba, en un contexto en que sdlo contaba la descendencia por via masculina, que no habla parentesco con un abuelo sino a condicién de haber podido establecer con él una telacién juridica: la potestas, o bien, en el caso de los hijos péstumos, la ficcién que hacia » Gayo, 3, 24 (66. 3,351, 1,343 pr > Los consanguineos tienen que haber estado bajo la misma potestas y haber salido de ella en el rismo momento, o haber nacido postumos o tras cautividad de su padre (pues entonces Ia potestad o bien se rmantiene ficticiamente hasta el nacimiento, o se la suspende y se la restablece retroactivamente:cuando el padre recupera su ciudadania): Ulpiano; Comentario a Sabino, 1.12, D. 38, 16, 1, 10. > D, 38, 16, 8; of 38, 8, 1,8; 38, 16, 6 5 Institute of Latin American Studies, University of London

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