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Eran las ocho y media de la noche. Gibert consiente. Se saca a la suerte la hora
exacta. La accin mental deba comenzar a las nueve menos cinco y durar hasta las
nueve y diez. En aquel momento no haba nadie en el pabelln, a excepcin de
madame B... y la cocinera, que no esperaban ninguna tentativa de nuestra parte.
Nadie haba entrado en el pabelln. Aprovechando esta ausencia, las dos mujeres
entraron en el saln, distrayndose en tocar el piano.
La calle est desierta. Sin hacer el ms leve ruido nos dividimos en dos grupos
para vigilar la casa a distancia.
A las nueve y veinticinco veo una sombra aparecer en la puerta del jardn. Era la
sonmbula. Me arrincono para escuchar sin ser notado.
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