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juntas y declaraciones de
independencia
(1809-1822)
Reales Audiencias de Quito,
Caracas y Santa Fé
Tomo I
Dirección Cultural
Actas de formación de
juntas y declaraciones de
independencia
(1809-1822)
Reales Audiencias de Quito,
Caracas y Santa Fé
Editores
Inés Quintero Montiel
Armando Martínez Garnica
Dirección Cultural
Colección Bicentenario
Bucaramanga, 2008
© Universidad Industrial de Santander
Colección Bicentenario
N° 2: “Actas de formación de juntas y declaraciones de independencia
(1809-1822)”. Tomo I
Dirección Cultural
Universidad Industrial de Santander
Rector UIS: Jaime Alberto Camacho Pico
Vicerrector Académico: Álvaro Gómez Torrado
Vicerrector de Investigación y Extensión: Óscar Gualdrón González
Vicerrector Administrativo: Sergio Isnardo Muñoz V.
Director de Publicaciones: Óscar Roberto Gómez Molina
Dirección Cultural: Luis Álvaro Mejía Argüello
Impresión:
División Editorial y de Publicaciones UIS
Impreso en Colombia
Contenido
Introducción de los editores 9
Colección Bicentenario 7
Solamente un reducido grupo de lectores de la Gaceta
de Madrid y de los pocos semanarios que se publicaron
durante la primera década del siglo XIX en Santa Fe,
Caracas y Cartagena pudieron enterarse de la toma de
Montevideo por los ingleses el 3 de febrero de 1807,
y del infructuoso ataque que hicieron contra Buenos
Aires el 7 de julio siguiente, unas lejanas novedades
que apenas estimulaban el sentimiento de unión de los
españoles americanos con los españoles peninsulares.
8 Colección Bicentenario
del rey portugués, y las sospechas que por esta opción
recayeron en los oidores de Santa Fe, casi todos los
americanos cerraron filas en torno de Fernando
VII, “el rey deseado”, a quien se le habían tributado
ceremonias de jura de fidelidad en buena parte de las
jurisdicciones indianas. La atención se centró desde
entonces en la respuesta que daban las provincias de la
Península frente a la “usurpación” de la nueva familia
monárquica y en la nueva situación en que quedarían
las provincias americanas.
Colección Bicentenario 9
Aires, y José Hipólito Odoardo y Granpré, hacendado
de Caracas, por Venezuela.
El proyecto de Estatuto Constitucional presentado por
el emperador de los franceses a la Diputación que
se reunió doce veces en Bayona, entre el 20 de junio
y el 8 de julio de 1808, se transformó en la primera
Constitución de los Estados de las Españas y de las
Indias que fueron puestos bajo la soberanía de la
Corona de José I Napoleón. Aunque para algunos
juristas se trata solamente de una carta otorgada,
dado que la Diputación apenas se habría limitado a
aceptar y jurar obediencia a la carta presentada por
el emperador de los franceses, no hay que soslayar la
fuerza de las Observaciones que hicieron los diputados
al proyecto, las cuales comenzaron por modificar el
nombre de Estatuto Constitucional por el de Constitución.
La intervención de los seis diputados americanos
transformó el proyecto a tal grado que estableció la
nueva tradición del estatuto especial de América en
la Monarquía.
10 Colección Bicentenario
El diputado del Nuevo Reino de Granada, don
Ignacio Sánchez de Tejada (Socorro, 1764 – Roma,
25-10-1837), presentó un memorial a favor de
la igualdad de las provincias americanas con las
peninsulares, la fuente original de los esfuerzos por
encontrar los recursos para “reunir y estrechar con
nosotros a los americanos, que son una parte de la
familia española, domiciliada en otro territorio”.
Esta idea, que concedía a los vasallos americanos la
adscripción a la familia española, fue un legado que
la Constitución de Cádiz adoptaría en su primer
artículo: “La Nación española es la reunión de todos
los españoles de ambos hemisferios”. La demanda de
igualdad, planteada originalmente por los diputados
americanos en Bayona, inició desde entonces su
desarrollo. Fue entonces cuando los diputados
americanos introdujeron en el título décimo de la
Constitución unas demandas inéditas que incluyeron
una mayor participación en la administración estatal,
con la consiguiente reducción de las facultades de
los virreyes y gobernadores, la libertad de cultivo,
industria y comercio, y una reforma de la división
administrativa de España que incluía la creación del
Ministerio de Indias.
Colección Bicentenario 11
El debate sobre la igualdad de los americanos fue
seguido por el diputado Del Moral en sus observaciones
sobre el Estatuto constitucional. Del Moral había
propuesto, entre otras cosas, la inclusión de varios
artículos en el título X (“De las colonias españolas
en América y Asia”)3 cuyo propósito se dirigía a
establecer la igualdad entre americanos y españoles
en diferentes escenarios. La propuesta del diputado
novohispano se vio expresada de manera profunda al
solicitar la supresión de toda clase de “prohibiciones o
restricciones” con las cuales, en su opinión, se “habían
sujetado a los indios a vivir separados de los españoles,
a que no se les prestasen sino cantidades determinadas”
y, en fin de cuentas, “a que no gozasen la amplitud de
los derechos de todo hombre en sociedad”. Así, tanto
los indios como las castas deberían gozar de “los
mismos derechos de los españoles”4. En aras de esa
igualdad, Del Moral también propuso que la “nobleza
calificada de los americanos” no necesitaba probar su
origen con respecto de la nobleza española para ser
aceptada en Europa. La igualdad de las provincias
americanas y peninsulares fue entonces garantizada
por el artículo 87 de la Constitución (“Los reinos y
provincias españolas de América y Asia gozarán de
los mismos derechos que la Metrópoli”), un legado de
la Bayona de 1808 al Cádiz de 1812.
12 Colección Bicentenario
observó que aunque los americanos habían sido
igualados en todo a los naturales de la Península, se
podía temer que no se les atendiese en la administración
pública por vivir distantes de la Corte, sin posibilidad
para “darse a conocer y optar a los destinos a que sus
talentos, prendas y servicios les hagan merecedores”.
Señaló que las provincias americanas estaban sujetas
a gobernadores, capitanes generales y virreyes,
quienes no sólo ejercían el mando militar y el poder
ejecutivo, sino además reunían indirectamente en sí
los poderes judicial y administrativo, resultado así con
“excesivas facultades”, al punto que podían suspender
las facultades de los cabildos y de sus subalternos en
el gobierno provincial. Para conjurar la colisión de
competencias entre “la toga y la milicia”, y los caprichos
de los gobernadores, demandó una reducción de las
competencias de esos altos funcionarios para “evitar la
opresión de los pueblos y para aniquilar el despotismo
de tantos gobernadores”.
Colección Bicentenario 13
político hispánico y, en particular, de las
tradiciones del liberalismo hispánico, y se impuso
la denominación reinos y provincias españolas de
América y Asia (título X).
14 Colección Bicentenario
que no estaban contempladas en el proyecto
original obtuvieron diputado propio.
d) Derecho a integrar un Ministerio de Indias
y una Sección de Indias tanto en el Consejo de
Estado (seis diputados) como en las sesiones de
las Cortes, consultores de todos los negocios
americanos. Este derecho (artículo 95) no estaba
contemplado en el proyecto original, pues fue
ganado por los diputados americanos durante los
debates contra algunos diputados peninsulares
que se opusieron a la creación de esas instituciones.
Esta tradición fue mantenida en la Constitución de
Cádiz, que mantuvo un secretario de Ultramar
y seis diputados americanos en el Consejo de
Estado.
Colección Bicentenario 15
¿Podrían los americanos dejar de proclamar
con entusiasmo una Monarquía que los saca
del abatimiento y de la desgracia, los adopta
por hijos y les promete la felicidad? No, señor.
No se puede dudar de los sentimientos de
nuestros compatriotas, los americanos, por
más que los enemigos de V. M. se lisonjean
de reducirlos; nosotros nos haríamos reos a
su vista; todos unánimes nos desconocerían
por hermanos y nos declararían indignos
del nombre americano, si no protestáramos
solemnemente a V. M. su fidelidad, su amor y
su eterno reconocimiento.
16 Colección Bicentenario
defensas heroicas de Zaragoza y Gerona, así como de
la resonante victoria de Bailén6.
Las propias necesidades de la guerra de independencia
forzaron la formación, con dos diputados por cada
junta provincial, de la Junta Central (25 de septiembre
de 1808). Para dar respuesta a la posición favorable de
José I a los americanos, esta Junta emitió el decreto
(22 de enero de 1809) que asumía como propio lo
ganado en Bayona por aquellos: “los vastos y preciosos
dominios que España posee en las Indias no son
propiamente o factorías como los de otras naciones,
sino una parte esencial e integrante de la Monarquía
española”. En la práctica, fue la invitación a que un
diputado por cada virreinato o capitanía general de
América se integrara al seno de la “representación
nacional”. Fue la primera vez en la historia de esta
Monarquía que un cuerpo soberano suyo convocó
a representantes de las provincias americanas. El
principio de la igualdad de representación política de
los españoles y los americanos se había abierto paso
en la crisis de la Monarquía.
Colección Bicentenario 17
de 1810. Nació entonces el Real Consejo de Regencia,
integrado por cinco miembros, de los cuales uno era
americano: el novohispano Miguel de Lardizábal
y Uribe. Su primer decreto, dado el 14 de febrero
de 1810, fijó las Instrucciones para la convocatoria de
elecciones de América y Asia: además de los diputados
de cada virreinato y capitanía general de América, las
capitales cabeza de partido tendrían representación en
las Cortes de Cádiz. Mientras se elegían y cruzaban
el océano, se eligieron 28 diputados suplentes que ya
estaban disponibles en esta ciudad.
18 Colección Bicentenario
corporación que ejercía la soberanía de la monarquía
despertó grandes expectativas.
Colección Bicentenario 19
sola terna integrada por el abogado Luis Eduardo
de Azuola, Juan Matheu -conde de Puñonrostro, y
el mariscal de campo Antonio de Narváez y Latorre.
El sorteo final se efectuó el 16 de septiembre entre
éstos, resultando favorecido por el azar el último.
Posteriormente, cuando Quito organizó su segunda
junta y proclamó su autonomía respecto de Santa Fe,
escogió de una nueva terna al conde de Puñonrostro,
que ya estaba en Cádiz como diputado suplente del
Nuevo Reino de Granada, como su diputado titular.
20 Colección Bicentenario
1812), ejerciendo su presidencia durante la ausencia
del Duque del Infantado.
Aunque Narváez y Latorre nunca viajó a la península,
pues la disolución de la Junta Central frustró su
comisión, los comicios realizados en las provincias
promovieron entre sus hombres ilustrados la
exposición de sus proyectos de recomposición del
orden monárquico en las Indias mediante el empleo
del lenguaje político moderno que provenía de la
experiencia revolucionaria francesa. Las instrucciones
dadas al diputado que iría a integrar la Junta Suprema
fue el documento típico de la nueva retórica que se
expresó abiertamente en todos los cabildos.
Colección Bicentenario 21
diputado de la Capitanía de Venezuela, el payanés
Joaquín de Mosquera y Figueroa, solamente se conoce
hasta ahora la instrucción preparada por el cabildo
de Nueva Valencia, recientemente encontrada en su
archivo por Ángel Rafael Almarza.
22 Colección Bicentenario
El Cabildo de Santa Fe firmó el texto de una
Representación10 que, por su encargo, redactó el asesor
Camilo Torres Tenorio (1766-1816). Partiendo de
la consideración de América y España como las “dos
partes integrantes y constituyentes de la monarquía
española”, Torres comenzó criticando la desigual
representación de “los vastos, ricos y populosos
dominios de América” en la Junta Central y en las
Cortes convocadas respecto de las pequeñas provincias
españolas. Considerando que todas las provincias de
los dos continentes eran “independientes unas de otras
y partes esenciales y constituyentes de la monarquía”,
argumentó que los americanos debían de reconocerse
“tan españoles como los descendientes de don Pelayo,
y tan acreedores, por esta razón, a las distinciones,
privilegios y prerrogativas del resto de la nación,
como los que, salidos de las montañas, expelieron a
los moros y poblaron sucesivamente la Península”.
Con dos millones de habitantes, un territorio cuatro
veces más grande que toda España, 22 gobiernos
o corregimientos, 70 ciudades o villas, cerca de mil
lugares, 7 obispados y muchas minas de oro y plata,
el Nuevo Reino de Granada merecía más que un
único representante ante la Suprema Junta Central.
Demandaba entonces una representación igual a la
concedida a los dominios peninsulares.
10
“Representación del Cabildo de Santafé a la Suprema Junta
Central de España”, Santafé, 20 de noviembre de 1809. Firmada
por Luis Caicedo, José Antonio Ugarte, José María Domínguez
de Castillo, Justo Castro, José Ortega, Fernando Benjumea, Juan
Nepomuceno Rodríguez de Lago, Francisco Fernández Heredia
Suescún, Jerónimo Mendoza, José Acevedo y Gómez, Ramón
de la Infiesta y Eugenio Martín Melendro. En: Germán Arcinie-
gas (recop.). Colombia: itinerario y espíritu de la independen-
cia. Cali: Norma, 1969, pp. 48-67. La historiografía liberal ha
malnombrado esta representación con el título de “memorial de
agravios”, con lo cual ha desvirtuado el propósito original para
el cual fue escrita.
Colección Bicentenario 23
La igualdad de representación de las provincias ame-
ricanas respecto de las españolas significaba también
que los americanos debían ser llamados a ocupar todos
los empleos y honores. Los cuatro virreinatos ameri-
canos deberían enviar seis representantes cada uno,
dado que cada uno se componía de muchas provin-
cias, y dos cada una de las capitanías generales, si bien
la de Filipinas merecía seis por su extensa población.
Por el mismo principio de igualdad, se deberían for-
mar en estos dominios juntas provinciales “compues-
tas de los representantes de sus cabildos, así como de
los que se han establecido, y subsisten en España”. En
síntesis, el cabildo de Santa Fe pidió a la Junta Cen-
tral igualdad de representación y cumplimiento de la
orden dada para establecer “juntas preventivas” en las
provincias americanas.
24 Colección Bicentenario
particulares que pedirían en Cortes, asegurando
primero su lealtad a la Real Familia de Fernando VII
y la igualdad de representación de América.
Colección Bicentenario 25
interés individual”. El sistema fiscal debería reducir
las contribuciones eclesiásticas a dos (diezmos y
primicias) y podría reducirse a una única contribución
directa, tal como había propuesto en España don
Miguel de Muzgún, y el sistema aduanero tendría
que ser “el termómetro que gradúe la protección de la
industria nacional y el contrarresto de la extranjera”.
Las tareas básicas de la nueva agenda del cabildo para
“la felicidad de la patria” tendrían que ser la apertura
de caminos y el tendido de puentes, “un nuevo código
de leyes civiles y criminales, tan sencillo y conciso,
que su inteligencia no esté como ahora, reservada
a los sabios y profesores del derecho, sino que se
proporcione al alcance de todas las clases del pueblo”;
y “la educación de la juventud, no en aquellos estudios
que por su tendencia natural aumentan las clases
estériles y gravosas a la sociedad, sino las ciencias
exactas y que disponen al hombre al ejercicio útil de
todas las artes”, tal como la “economía política”.
26 Colección Bicentenario
-establecimiento de una caja real en la ciudad de
Tunja para el fácil recaudo de los tributos de los
siete corregimientos de indios y de las demás reales
rentas,
-establecimiento de un colegio, dotado con las
temporalidades de los jesuitas expulsados, y
-erección de un obispado en esa capital provincial.
La instrucción14 que el Cabildo de Quito entregó en
Guayaquil al diputado del Perú, el doctor José de Silva
y Olave, fue una justificación de la legitimidad de las
acciones de la Junta que en dicha ciudad se había
formado el 10 de mayo de 1809: “¿Donde está pues
el delito, que merezca perdón? Yo no lo encuentro
por más que lo busco”. Así, la “verdadera causa” de
la formación de esta Junta habría sido un “exceso de
lealtad”:
Nos creíamos al borde de un precipicio y pen-
samos que era llegado el caso de proveer a
la conservación y a la seguridad pública y al
ejercicio de la lealtad jurada. Creíamos que
teníamos los mismos derechos que los pue-
blos de la Península, porque no somos ni me-
nos hombres ni menos vasallos de Fernando
7º que los españoles europeos. Creíamos que
esta era la vez en que cumpliésemos con el so-
berano precepto de nuestro desgraciado Rey
de sostener los derechos de nuestra Religión
e independencia contra el enemigo común,
como lo recomienda, hablando con toda su
Nación en una carta fecha en Bayona el 11 de
Mayo de 1808. Creíamos finalmente que era
un servicio a la majestad de Dios y del Rey
conservarle al primero su religión y al segun-
do sus dominios.
14
Archivo General de Indias, Estado, 72, N. 64/15, ff. 1-4v. En
Almarza y Martínez, Op. Cit.
Colección Bicentenario 27
La comisión dada al diputado del Perú, un “hermano y
compatriota” de los quiteños interesado en su “alivio
y consuelo”, fue la de llevar ante la Junta Central sus
“lágrimas y aflicción” ante el “trono de la Justicia y a
la mansión de la Imparcialidad”. Esperaban que las
gestiones de Silva proveyeran la comprensión de su
lealtad al rey y la protección de la Junta Central para
que los ilustrados de ese reino pudieran hacer valer de
nuevo el mérito, la virtud, el nacimiento y los talentos.
Los excesos de las tropas peruanas que el virrey había
enviado a Quito para conjurar la autoridad de la Junta
del 10 de mayo, había hecho sentir a sus vecinos
como “bestias de carga y como esclavos destinados a
arrastrar una pesada cadena de hierro”. Había llegado
entonces la hora del tratamiento suave encargado por
la Suprema Junta a sus agentes en América, y esta
fue la instrucción básica dada por los quiteños a su
compatriota, diputado por el Perú.
28 Colección Bicentenario
lealtad a la Monarquía y se reconoció la autoridad
de la Junta Central como depositaria de la soberanía.
Este documento hace también una descripción
pormenorizada del territorio, de sus condiciones
económicas y de sus necesidades más perentorias;
se critican los abusos cometidos por las autoridades
militares y se hacen numerosas y variadísimas
proposiciones para el mejor gobierno de la Provincia.
La Instrucción concluye con el siguiente párrafo:
16
Actas del Ayuntamiento de Valencia, Tomo 36, 29 de Julio
de 1809. En Almarza y Martínez, Op. Cit. Las Instrucciones de
Valencia fueron estudiadasl por Ángel Almarza en un artículo
titulado “Las primeras elecciones de la provincia de Venezuela
para la Junta Central Gubernativa de España e Indias en 1809”,
en proceso de publicación.
Colección Bicentenario 29
La eclosión juntera
Las noticias llegadas de la Península provocaron que
en Santa Fe se repudiara la intervención del oficial
mayor de la Secretaría del Virreinato en la Diputación
de Bayona como representante de este Reino, don
Ignacio Sánchez de Tejada. La acción de los párrocos
en los púlpitos condenó a los afrancesados y a la nueva
familia monárquica, sospechosa de haber llevado a los
dominios españoles el designio revolucionario francés
de destrucción de las tradiciones católicas. Inflamados
los espíritus por la amenaza de una probable invasión
militar francesa de América, sólo quedó abierta
la posibilidad de organizar juntas provinciales
conservadoras de la religión y de los derechos del rey
Fernando VII a su trono de las Españas.
30 Colección Bicentenario
erigido una nueva Junta suprema e interina “con el
tratamiento de majestad”, que gobernaría en adelante
el Reino de Quito en nombre de don Fernando VII,
mientras éste recuperase la península o viniese a
América a imperar. El mismo había sido elegido,
con título de alteza serenísima, presidente de dicha
Junta17. La Real Audiencia de Quito había sido
reemplazada por un nuevo tribunal de justicia, llamado
Senado, dividido en dos salas jurisdiccionales (Civil y
Criminal) e integrado por unos magistrados con título
de senadores. El marqués de Miraflores opinaría que
la intensidad del enfrentamiento de este año de 1809
entre los chapetones (Simón Sáenz y su yerno, Xavier
Manzanos; el doctor Nieto) y los criollos quiteños
(Salinas, los Montúfar) por el asunto de la elección de
los dos alcaldes ordinarios del Cabildo y por algunos
pleitos que seguían entre ellos había sido la causa que
había precipitado “la estrepitosa mutación de gobierno
que ha habido”18.
Colección Bicentenario 31
Morales, un abogado antioqueño19 que fue nombrado
secretario de la Junta Suprema y del Despacho de
Negocios Extranjeros y Guerra. Éste pronunció
un discurso público en el que afirmó que “la Junta
Central no existía ya, y que en caso de existir no
podía tener más facultades que las que nosotros
debíamos tener... se sabía que todos los Consejos de
Castilla, Indias, Hacienda, Órdenes y demás habían
besado ya la mano al tirano Napoleón, el mismo que
había destronado muy de antemano los reyes de toda
la Italia, destronando al emperador de Alemania y
toda la dinastía amable de los Borbones”20.
32 Colección Bicentenario
pueblo “el derecho incontestable a reasumir el poder
supremo conforme a las leyes de la sociedad, y cada
individuo de ella a usar del que le competía prestando
su particular sufragio”.22
22
Careo del doctor Juan de Dios Morales. Quito, 10 de marzo
de 1810. AGN, Anexo, Historia, rollo 8, f. 588.
23
Rodríguez de Quiroga, Manuel: Vindicación de su conducta en
los sucesos del 10 de agosto. Quito, 6 de junio de 1810. En: AGN,
Archivo Anexo, Historia, rollo 9, f. 438.
Colección Bicentenario 33
De gran interés para la comprensión de este
movimiento son las actuaciones de los abogados
payaneses que actuaban en los estrados de la Real
Audiencia de Quito y que fueron incorporados al
Senado erigido por la Junta Suprema, una prueba de
que “los forasteros habían sido ocupados en el nuevo
gobierno”, como señaló el oidor Felipe Fuertes Amar.
Esos nativos de la provincia de Popayán eran Salvador
Murgueitio (senador de la Sala Criminal y comisionado
ante el Cabildo de Cuenca), Vicente Lucio Cabal
(protector general de indios), Javier Salazar (fiscal de
lo criminal), Mariano Lemus, Pedro Escobar (senador
decano de la Sala Civil), José del Corral (senador de
la Sala de lo Criminal), Luis Quijano (senador de la
Sala de lo Criminal), Antonio Tejada (senador de la
Sala Civil) y su hermano, José María Tejada, quien
fue nombrado capitán de una compañía en medio del
“tumulto de armas” del 10 de agosto. Solamente el
doctor Ignacio Tenorio, quien había sido oidor de la
Real Audiencia de Quito, se negó a aceptar empleo
alguno en la Junta y se marchó a su tierra nativa,
convirtiéndose en actor principal de la reacción de los
cabildos de Pasto y Popayán contra la junta quiteña.
Don Antonio Tejada relató que el marqués de Selva
Alegre había ofrecido la cancelación del alcance de
la Real Casa de Moneda de Popayán si su Cabildo
se agregaba al gobierno de la Junta Suprema. Esta
noticia fue confirmada por su hermano José María
en carta a su padre, reconociendo que los sucesos
quiteños del 10 de agosto habían sido del gusto de
todos los payaneses residentes, “que hemos sido
distinguidos aún con preferencia a todos los criollos”,
y que el propio marqués de Selva Alegre había
prometido conservar en sus empleos de la Real Casa
de Moneda de Popayán a todos los nativos, “lo que
no sucederá con los santafereños, que siempre han
querido llevarse la Casa de Moneda, empleando en
ella y en todo Popayán a los moscas, con preferencia a
34 Colección Bicentenario
los vecinos más beneméritos”24. En carta enviada a su
hermano insistió en su opinión de que Popayán debía
unirse a la generosa Junta Suprema de Quito antes que
seguir dependiendo de Santafé, “que la ha tiranizado
por cuantos medios ha habido, ya procurando destruir
la Casa de Moneda, ya acomodando en los empleos a
los moscas25”.
Colección Bicentenario 35
sus límites, proporcionándose una posición fronteriza
capaz de consultar a su mayor seguridad”.
Pidió el envío de un representante provincial ante la
Junta, asignándole un sueldo de dos mil pesos anuales.
En otra carta reservada, del 29 de agosto siguiente
y dirigida al gobernador de Popayán, Miguel Tacón,
el marqués de Selva Alegre le ofreció el cargo de
brigadier y la Comandancia general de armas, “para la
seguridad de la frontera”, con sueldo de seis mil pesos
anuales, si inclinaba al cabildo de Popayán a la posición
de unión con el Reino de Quito. Agregó que, en caso
de que Fernando VII no pudiera recuperar España
ni el trono, quedarían independientes de Bonaparte
y entonces se pondría a Popayán “en el mayor grado
de esplendor”, olvidando las disensiones motivadas
por los acontecimientos de su Casa de Moneda, y se
miraría por la conservación de la Casa familiar de los
Valencia. Santiago Pérez de Valencia, a la sazón alcalde
ordinario, advirtió en el Cabildo que el descubierto del
tesorero suplente de la Casa de Moneda, Francisco de
Quintana - con quien no le unía parentesco alguno
-, debería ser juzgado y sentenciado, y que toda su
extensa familia había abrazado la causa contra los
rebeldes de Quito26.
36 Colección Bicentenario
y procurar el bien de la Nación y de la Patria, “hasta
la recuperación de la península, restitución de nuestro
rey a ella, o que venga a imperar en la América”. Sin
embargo, y pese a las novedades que parecían haber
transformado todo en ese teatro político, “seguimos
las mismas leyes, conformándonos en todo con el
orden establecido en el antiguo régimen”27.
Colección Bicentenario 37
anunciando el envío de una legación, integrada por
Manuel Zambrano y Antonio Tejada, para procurar
la adhesión de la provincia de Pasto a Quito “y esta-
blecer la paz entre sí”. Los regidores acordaron no
recibirlos y pidieron al gobernador Tacón que impi-
diera el ingreso de esa legación argumentando que su
propósito no era otro que el de “envolver en la rebe-
lión, si pudiese ser, a los pueblos fieles de esta provin-
cia”29. El Cabildo de Santiago de Veragua, en el Istmo,
también le prometió al virrey, en esta misma fecha,
“dar la última gota de sangre por los derechos de la
justa causa y defensa del Soberano”.
29
Actas de los cabildos de las ciudades de Popayán y de Santia-
go de Veragua, 30 de septiembre de 1809. AGN, Archivo Anexo,
Historia, rollo 5, ff. 260-261 y 270-271.
38 Colección Bicentenario
La acción del oidor Ignacio Tenorio, un ilustre
payanés de la Audiencia de Quito que abandonó esta
ciudad cuando se instaló la Junta, desde su regreso a la
parroquia de Túquerres puso en estado de alarma a los
Cabildos de Pasto y Popayán, antes de que las cartas del
marqués de Selva Alegre pudieran llegar a su destino.
La reacción inmediata del gobernador de Popayán fue
la de tomar medidas drásticas contra los quiteños:
ordenó al administrador de correos entregarle la
correspondencia de particulares procedente de Quito
para su examen, y su teniente - Manuel Santiago
Vallecilla - se puso a las órdenes del virrey Amar
y Borbón contra “las extrañas, escandalosísimas
ocurrencias de la ciudad de Quito”, incluso a costa
del sacrificio de su vida y hacienda, para dejarle a la
posteridad un “ejemplo de honor y de lealtad”30. Las
milicias organizadas en Popayán para marchar contra
los quiteños, durante el mes de septiembre de 1809,
recibieron los refuerzos convocados por el virrey
Amar. Los regidores de Pasto también informaron al
gobernador Tacón su disposición a adherir a la causa
contra la Junta de Quito.
30
Carta de Manuel Santiago Vallecilla, teniente de gobernador
de Popayán, al virrey Amar y Borbón. Popayán, 5 de septiembre
de 1809. AGN, Archivo Anexo, Historia, rollo 5, f. 50.
Colección Bicentenario 39
que emplear contra ella medidas de fuerza. Propuso31
el envío de una comisión, integrada por tres personas
“de conocida probidad, prudencia, moderación,
talento e instrucción en materias políticas”, para que
como “ministros de paz” fuesen a Quito, en nombre
del rey y de la Junta Central de Sevilla, a ofrecer un
perdón general y olvido. Pero el virrey, teniendo a la
vista el modo como se había transformado “el aspecto
de la cosa” hasta mostrar “la malicia y desentramada
ambición de sus motores”, desechó la posibilidad de
exculpación de los agentes del “plan de revolución y
trastorno” experimentado por los quiteños.
31
José Ignacio de Pombo: Carta al virrey Amar y Borbón. Car-
tagena, 20 de septiembre de 1809. AGN, Archivo Anexo, Histo-
ria, rollo 5, ff. 248-251v. La respuesta del virrey Amar (Santafé,
19 de noviembre de 1809) en los ff. 249 r-v.
40 Colección Bicentenario
Una intervención bien conocida en la sesión del 11 de
septiembre es la del doctor Frutos Joaquín Gutiérrez,
gracias a la relación32 que hizo de ella al fiscal de
lo civil de la Audiencia de Santa Fe. En su opinión,
el fundamento de lo ocurrido en Quito había sido
la falsa hipótesis sobre la disolución de la Suprema
Junta Central Gubernativa de la Monarquía, así como
el motivo del procedimiento adoptado había sido la
desconfianza que tenían los quiteños respecto de la
voluntad del conde Ruiz de Castilla para organizar la
oposición a los franceses. Gracias a la participación
de los abogados neogranadinos en estas reuniones fue
que se adoptó la opción de “usar de los medios suaves
del desengaño, persuasión y convencimiento, antes
que los de la fuerza”.
Colección Bicentenario 41
de los quiteños, era conveniente erigir en esta ciudad
una junta legítima, presidida por el mismo virrey
Amar e integrada por “uno o dos magistrados de los
tribunales y de las diputaciones de esta ciudad y demás
provincias del reino, con necesaria subordinación
y dependencia de la Suprema, hoy existente en
Sevilla”. Sería esta nueva corporación la que debería
entenderse con los quiteños, pues sus comisionados
estarían en mejor situación para alcanzar que la Junta
de Quito reconociese que: “1º. La capital del reino, sus
provincias inmediatas, forman un cuerpo subordinado
a la Suprema Junta Central gubernativa de la
Monarquía (...) 2º La capital y sus provincias se unen
en un cuerpo con el excelentísimo señor virrey y las
autoridades del Reino. Luego no tienen desconfianza
alguna del gobierno, ni menos la pueden tener en lo
sucesivo”. Sería esta Junta, formada por los abogados
neogranadinos, la que podría “desengañar, persuadir
y convencer” a los quiteños respecto de la falsedad de
la hipótesis que había iniciado su movimiento hacia la
soberanía provincial.
42 Colección Bicentenario
al Cabildo para contestar el despacho del marqués de
Selva Alegre en los términos de “afear su conducta
pero con moderación, pues así estaba resuelto”.
Colección Bicentenario 43
“sujetar el gobierno a una junta superior”, algo que él
no podía aceptar nunca porque sus resultados serían
“perjudiciales”. Lamentó entonces que el sobrino de
Narváez, el doctor José María del Castillo y Rada,
hubiera sido “uno de los más acérrimos defensores de
esta opinión”35.
44 Colección Bicentenario
juntas en distintos reinos o provincias, podía también
hacerse lo mismo en la América... a nombre del señor
Don Fernando 7º... mientras que Su Majestad o sus
legítimos sucesores se ponen en actitud de regir y
gobernar el Reino, siendo el objeto del establecimiento
de la Junta el conservarle el Reino y defenderlo de
cualquiera invasión enemiga”37. Por el momento, los
regidores de Santa Fe se habían quedado con las ganas
de constituir una junta.
Colección Bicentenario 45
por preservar la autoridad de la Audiencia ante la
tentación de conformar una junta. El capitán general
pudo así emitir un auto el día siguiente, publicado
por bando, declarando solemnemente “que en nada se
altera la forma de gobierno ni el reinado del señor
don Fernando VII en este distrito”. El Ayuntamiento
ratificó, el 27 de julio siguiente, su “firme e invariable
concepto de no reconocer otra soberanía que la del
señor don Fernando VII”, decretando no introducir
novedad alguna en el gobierno “hasta tanto que las
posteriores noticias del estado de la Península brinden
motivo a otra determinación”38.
46 Colección Bicentenario
sido creada en Sevilla, de un total de 18 personas,
encabezada por el propio capitán general e integrada
por el arzobispo, el regente Mosquera, el fiscal de la
Audiencia, el intendente de ejército y real hacienda,
el subinspector del Real Cuerpo de Artillería, el
comandante del Cuerpo de ingenieros, el síndico
procurador general de Caracas y los diputados del
Ayuntamiento, el deán y los diputados del Cabildo
eclesiástico, y los diputados de los cosecheros, los
comerciantes, la Real y Pontificia Universidad, el
Colegio de Abogados, el clero regular y secular, de la
nobleza y del pueblo.
Colección Bicentenario 47
la autoridad suprema, mientras regresa al Trono
nuestro amado rey el señor don Fernando VII”.39
Vigilados de cerca por el regente Mosquera, dos
días después fueron arrestados en sus casas o en los
cuarteles, por orden de la Audiencia. Su confinamiento
se prolongó hasta febrero de 1809, cuando se les
liberó sin condiciones y manteniéndoles “el honor,
reputación y concepto de fieles y honrados vasallos
de V. M.”.
48 Colección Bicentenario
llegados, fue determinante para la “constitución de
una soberanía provisional” para Caracas y los pueblos
de su provincia, en nombre de la conservación de los
derechos de Fernando VII. La autoridad del Consejo
de Regencia fue desconocida, los funcionarios de la
Audiencia fueron destituidos y apresados varios
militares. Una semana después ya funcionaba la
Junta con 23 vocales y adoptaba disposiciones
liberales: libertad de comercio con las naciones
amigas o neutrales, reforma del arancel de derechos
de importación y supresión de los de exportación,
abolición de la alcabala y del tributo de los indios,
prohibición del tráfico de esclavos, institución de una
sociedad patriótica para el fomento de la agricultura
y de la industria.
Colección Bicentenario 49
en Mérida y Táchira; el coronel Fernando Rodríguez
del Toro en Valencia; el alférez real Joaquín Delgado
en Calabozo.
50 Colección Bicentenario
a una Junta Superior de Seguridad Pública que podría
establecerse en Santa Fe40.
Colección Bicentenario 51
traidores? Venga Fernando Séptimo, vengan
nuestros hermanos los españoles a estos
Reynos, donde se halla la paz y tranquilidad,
y donde no podrá dominarnos todo el poder
del Globo, como seamos fieles al Monarca
que nos destinó Dios para nuestra felicidad41.
52 Colección Bicentenario
de Regencia y a su capacidad para mantener la guerra
a la dominación francesa. Otra era la instalación in-
mediata de una Junta Superior de Seguridad Pública
en Santa Fe, semejante a la establecida en Cádiz y en
otras provincias españolas, que se le pediría al virrey.
Y la última era la previsión para la circunstancia pro-
bable de una defección del Consejo de Regencia: “en
este desgraciado caso, seamos nosotros libres y árbi-
tros para elegir la forma de gobierno más convenien-
te a nuestros usos, costumbres y carácter, viniendo de
España los vasallos fieles a hacer un mismo cuerpo
con nosotros, como que todos tenemos iguales obli-
gaciones de religión, vasallaje y patriotismo, jurando
conservar estos dominios y defenderlos a sangre y
fuego para Fernando Séptimo, y su familia, según el
orden de sucesión establecido por las leyes”42.
Colección Bicentenario 53
señor natural”, bajo las cuatro condiciones propuestas
por el autor de la arenga. Puestos todos de rodillas
y ante la imagen del crucificado, procedieron a jurar
fidelidad al Consejo de Regencia. Una copia de esta
acta fue enviada por el Cabildo de Cali, el 13 de julio
siguiente, al comisionado regio que en ese momento
ya marchaba hacia Santa Fe. En la carta remisoria
advertían los regidores que ya estaban enterados de
las negociaciones que él había tratado con el Cabildo
y el gobernador de Cartagena para la formación de
una Junta Superior de Seguridad Pública en Santa Fe,
propuesta que respaldaban plenamente, como también
la de instalar juntas subalternas en las provincias, “un
pensamiento conforme a las ideas de los españoles en
la Península y que aquí se ha mirado como arriesgado,
haciendo no poca injuria a la fidelidad acendrada de los
americanos y a su representación nacional”. Las copias
del acta del 3 de julio enviadas a Santa Fe llegaron
después de que allí se había formado su Junta suprema
de gobierno (20 de julio), aunque se sospecha que el
doctor Ignacio de Herrera (1769-1840), un “hijo de
la ilustre ciudad de Cali” que solicitó en la capital del
Virreinato la realización del cabildo extraordinario,
sin la presencia del virrey, estuvo enterado de la
propuesta de formación de la Junta Superior de
Seguridad que iba en camino.
54 Colección Bicentenario
Cabildo examinó en sesión extraordinaria la petición
de Villavicencio y acordó convocar a un cabildo abierto
para resolver sobre el reconocimiento del Consejo
de Regencia y sobre el proyecto de erección de una
junta superior de gobierno provincial, presentado al
gobernador desde el 12 de abril anterior.
Colección Bicentenario 55
de Ayos, quien pidió la creación de una junta superior
de gobierno provincial “por el modelo que propone
la de Cádiz, para precavernos contra los diferentes
géneros de funestos peligros a que están expuestos
todos los dominios de Su Majestad”. Asistieron,
además de los funcionarios ordinarios46, el comisario
regio, el gobernador Francisco de Montes y don
Antonio de Narváez - el representante elegido por el
Nuevo Reino ante la Suprema Junta Central de España
-, acordándose la erección de “una nueva forma de
gobierno” que no terminó siendo la junta superior
provincial solicitada por el síndico, dada la resistencia
que opuso el gobernador, sino un triunvirato
provisional compuesto por dos diputados del cabildo
en funciones de “coadministradores de la república”
(Antonio de Narváez y Tomás Andrés Torres) y el
gobernador Montes, “para el despacho diario de los
negocios”, quedando “reservados los de mayor interés
e importancia a todo el ayuntamiento, y al dicho señor
gobernador la jurisdicción real ordinaria para la
administración de justicia entre partes y las funciones
anexas al vicepatronato real”47.
56 Colección Bicentenario
este cabildo abierto promulgó un bando público
relatando el cambio político provisional adoptado y
el reconocimiento formal de la soberanía del Consejo
de Regencia48.
Colección Bicentenario 57
el Cabildo de Cartagena como un incumplimiento del
pacto del 22 de mayo, al retraerse “cuanto puede de
dar a los señores coadministradores la intervención
que les es debida en los asuntos que ocurren”50.
58 Colección Bicentenario
que, así como algunos miembros del Cabildo... creían
que el motivo del procedimiento era únicamente
el especioso y aparente que se había escogido para
el logro de nuestro objeto: la supuesta complicidad
del gobernador con los enemigos de España para
someternos al yugo de Napoleón”52.
Colección Bicentenario 59
observaciones, encaminadas a “salvar este Reino, fiel y
leal, de la ruina que lo amenaza en todo sentido”54. Para
empezar, los altos funcionarios del Virreinato eran
casi todos forasteros “y en lo general sin amor al país
ni a sus habitantes”, por lo cual eran percibidos por los
nativos como “extranjeros”. Esta circunstancia debería
remediarse mediante una reforma administrativa y “de
nombres o empleados en el Gobierno, para que puedan
prosperar estos países y conservarse en su acendrada
y no interrumpida lealtad”. Frente a “la dureza y la
rapacidad de los agentes del Gobierno... la dificultad
de obtener pronta justicia, lo costoso y eterno de los
pleitos, el engreimiento y despotismo de los ministros
y jefes superiores, y el odio que en general profesan
a los naturales”, habría que acoger la sugerencia de
remediar esos males mediante la erección de juntas
de diputados de las provincias o cabezas de partido
en las capitales de los reinos americanos, para que
con el conocimiento de sus necesidades pudiesen
aconsejar a los virreyes o capitanes generales respecto
de lo que convenía proveer para el buen gobierno
económico y seguridad del país. Adicionalmente, en
las capitales de las provincias se deberían erigir juntas
subalternas de la junta superior del reino, integradas
por diputados de los distritos, consultoras de los
gobernadores o intendentes respectivos. La reforma
de la administración económica de estos reinos
debería incluir la abolición del tributo de los indios y
de los estancos de tabacos y aguardientes, por ser los
“establecimientos más antipolíticos y anticomerciales
que ha podido establecer y perpetuar la ignorancia del
gobierno de América”.
60 Colección Bicentenario
los altos empleos a un grupo de “patricios beneméri-
tos que merecen el aprecio y respeto público”, inte-
grado por Antonio de Narváez y La Torre (diputado
elegido ante la Suprema Junta Central de España),
Joaquín Cabrejo (teniente asesor y auditor de guerra
de Panamá), José Munive (oficial real de Riohacha y
varias veces gobernador de Santa Marta), Francisco
Javier Vergara (agente fiscal de lo civil en la Audien-
cia de Santa Fe), Justo Gutiérrez (agente fiscal del cri-
men en la Audiencia de Santa Fe), Toribio Rodríguez
(auditor de Popayán), Juan Eloy Valenzuela (cura de
Bucaramanga), Marcelino Pérez de Arroyo (canónigo
de la catedral de Popayán), Benito Rebollo (cura de
Mompóx), José María Lozano (marqués de San Jor-
ge), Francisco José de Caldas (director del Observato-
rio Astronómico de Santa Fe), José Ignacio de Pombo
(prior del Consulado de Comerciantes de Cartagena)
y el grupo de abogados de la Real Audiencia con ma-
yor prestigio (Camilo Torres, Joaquín Camacho, Mi-
guel Díaz Granados, José María del Real, José María
del Castillo y Rada, Germán Gutiérrez de Piñeres).
La identificación de estos nombres habla muy bien de
los informantes de Villavicencio, pues sin excepción
todos ocuparon la escena pública neogranadina du-
rante la segunda y tercera décadas del siglo XIX, y
algunos de ellos son considerados hoy “mártires” del
movimiento de independencia.
Colección Bicentenario 61
de la Torre, quien a la vez se convirtió en tío político
de Germán, pues éste contrajo matrimonio con doña
Vicenta de Narváez y Viole, sobrina de aquel.
62 Colección Bicentenario
para negociar en Santa Fe, bien ante su Junta Suprema
o ante el Congreso General del Reino. La actuación
de José María Gutiérrez de Caviedes (“el fogoso”) y de
José María Salazar, comisionados de la Junta Suprema
de Santa Fe, fue determinante en esta acción, origen
de las siguientes disputas militares entre cartageneros
y momposinos.
Colección Bicentenario 63
mente este altercado de reclamaciones y que-
jas de los pueblos oprimidos, y de violencias y
opresiones del despotismo, fermentaron a tal
punto en los ánimos que cada uno empezó a
sacudirse el yugo de su pequeño tirano56.
64 Colección Bicentenario
Manuel Silvestre (oficial de la Real Caja), Manuel
Mendoza, Pedro María Peralta, el doctor Escobar
(párroco de Málaga) y el doctor Francisco Soto58. El
temor ante la causa que Bastús había abierto el 30
de junio anterior contra doña Agueda Gallardo unió
a todos los beneméritos que antes rivalizaban entre
sí59.
Colección Bicentenario 65
y Pedro Antonio Navarro (capellán de las monjas),
acompañados por Rafael Valencia, José Gabriel Peña
y Rafael Emigdio Gallardo. El doctor Francisco Soto
- abogado de la Real Audiencia nativo de la villa del
Rosario de Cúcuta - actuó como secretario de la Junta
provincial.
66 Colección Bicentenario
del “tribuno santafereño”, fue uno de los oradores
principales de la jornada del día 10, en la cual se rindió
el corregidor ante la muchedumbre. En el informe de
la junta que el cabildo envió al virrey Amar, el 16 de
julio siguiente, se advirtió que “el único medio que
puede elegir vuestra alteza es el de prevenir al muy
ilustre cabildo de esa capital para que forme su junta
y trate con nosotros sobre objetos tan interesantes a
la Patria, y consiguientemente a la Nación, de cuya
causa jamás nos separaremos”61.
Colección Bicentenario 67
Para manifestar “a la faz del universo la justicia y
legitimidad” de la junta erigida, se aseguró que los
socorranos estaban decididos a conservar la provincia
“a su legítimo soberano, el señor don Fernando VII, sin
peligro de que los favoritos de Godoy, y los emisarios
de Bonaparte, nos esclavicen dividiéndonos”63. El
compromiso con la defensa de la religión católica y
con el rey le fue recordado al presidente de la Junta
del Socorro por el párroco de Simacota, José Ignacio
Plata, con ocasión de la jura de la Constitución de la
Junta provincial que le fue solicitada: “Sostener los
tres santos objetos de nuestra independencia, que lo
son: la Religión, la Patria, y el desgraciado Fernando
Séptimo y su dinastía”64.
68 Colección Bicentenario
en Cartagena contra Montes y Talledo correspondían
a la política del Consejo de Regencia - “apagar el
fuego y no hacer un incendio” -, pues ellos no eran “a
propósito para mandar” dado que estaban “nutridos
en el concepto de que el terror es oportuno para
mantener en todos tiempos la fidelidad a hombres que
por el mismo Supremo Gobierno se llaman iguales
y libres”65. Por su parte, los santafereños ilustrados
esperaban con ansia la llegada del comisionado regio,
compañero de estudios en el Colegio del Rosario de
don José de Acevedo y Gómez, regidor perpetuo del
Cabildo, quien ya le llamaba “el libertador de la Patria”
y se ofrecía a esperarlo en Fontibón para acompañarlo
en su entrada a la capital. En su carta, este regidor le
expuso la urgencia de establecer en Santafé una Junta
Superior de Gobierno, “a imitación de la de Cádiz, y
compuesta de diputados elegidos por las provincias,
y provisionalmente por el Cuerpo Municipal de la
capital”. Según las representaciones de personas
ilustradas de las provincias del Socorro, Pamplona
y Tunja, “los cabildos no tienen una verdadera
representación popular, a causa de que sus empleados
o individuos no obtuvieron su nominación del público,
sino por compra que hicieron al Gobierno”. Pronosticó
entonces la división del Reino si no se convocaba a
los representantes de las provincias para erigir una
junta general, hasta entonces juzgada “subversiva y
revolucionaria” por los funcionarios del Gobierno66.
65
Carta de Antonio de Villavicencio al virrey Amar. Mompóx,
8 de julio de 1810. En: Monsalve, 1920, p. 135.
66
Carta de José de Acevedo y Gómez al comisionado regio,
don Antonio de Villavicencio y Berástegui. Santafé, 29 de junio
de 1810. En: Monsalve, 1920, pp. 136-138.
Colección Bicentenario 69
Valencia, Granada y ahora Cádiz han hecho
prodigios de valor por la confianza que han
tenido de los miembros de sus Juntas. Sus
moradores descansan sobre la fidelidad de
sus vocales, que son obra de sus manos y
a quienes miran como el ángel tutelar de
su libertad. Cítense, pues, a esta capital
los diputados de todos los cabildos, para
que se forme una Junta, sin perjuicio de las
autoridades establecidas. Este Cuerpo dictará
todas las providencias que sean convenientes
a la conservación de la Patria, y los pueblos
nada tendrán que temer del abuso del poder...
No por esto pretendo que nos separemos del
Consejo de Regencia últimamente establecido
en la Isla de León, cuyo reconocimiento y
obediencia se nos pide67.
70 Colección Bicentenario
abogados más destacados de la junta santafereña del
11 de septiembre del año anterior recibían informes
detallados sobre el movimiento de destitución de
gobernadores y corregidores de origen peninsular, con
la consiguiente formación de juntas de gobierno. José
Acevedo y Gómez, Ignacio de Herrera, José Joaquín
Camacho y José María del Castillo eran los mejor
informados y, por ello, los que desesperaban por la
dilación que el virrey Amar, sostenido por los oidores
de la Real Audiencia, habían impuesto a la petición
de erección de la junta superior de gobierno. El 19 de
junio siguiente, el cabildo solicitó al virrey Amar fijar
la fecha de la convocatoria de la sesión en la que se
crearía la junta superior, sin obtener respuesta.
Colección Bicentenario 71
realización de la junta, pero éste se negó a hacerlo en
términos definitivos. Al mediodía se inició una reyerta
entre Francisco Morales, respaldado por sus dos hijos,
y el comerciante español José González Llorente,
a quien la turba le atribuyó el haber proferido una
expresión insultante contra el comisario regio y los
americanos. Movilizada por chisperos, la turba de los
barrios aledaños a la Catedral protagonizó un motín
de grandes proporciones que concluyó con un cabildo
extraordinario, celebrado en la noche, en el que se
erigió una Junta, con la denominación de “Suprema
del Nuevo Reino”69, integrada por diputados elegidos
a gritos por la muchedumbre. Después de tan larga
espera de los santafereños, “la menor chispa bastó
para prender un fuego tan activo que en diez y ocho
horas consumió el edificio del antiguo gobierno”70.
El acta del cabildo extraordinario, firmado esa
noche por 38 diputados proclamados a gritos por la
muchedumbre (15 más lo hicieron al día siguiente),
dio cuenta del depósito interino hecho del gobierno
69
Los cartageneros fueron los mayores críticos de esta pre-
tensión santafereña “de levantarse con el Gobierno Supremo
del Reino”. En su opinión, éste solamente podría surgir de la
reunión de los diputados de todas las provincias. Cfr. Carta de
José Ignacio de Pombo al comisario Antonio de Villavicencio.
Cartagena, 10 de septiembre de 1810. En: Monsalve, 1920, pp.
318-319.
70
“Carta de José Acevedo y Gómez al comisionado regio Carlos
Montúfar”, Santafé, 5 de agosto de 1810. En: Boletín de Histo-
ria y Antigüedades, Bogotá, vol. XX, no. 231 (1933), p. 235.
La presión de las señoras santafereñas (Gabriela Barriga, Juana
Petronila Nava, Carmen Rodríguez de Gaitán, Petronila Lozano,
Josefa Baraya y las Ricaurtes) sobre la virreina fue un elemento
destacado en la autorización finalmente dada por el virrey para
la realización del cabildo extraordinario del 20 de julio. Cfr. Jor-
ge W. Price: Juana Patronila Nava. En: Biografías de dos ilustres
próceres y mártires de la Independencia y de un campeón de la
libertad, amigo de Bolívar y de Colombia. Bogotá, p. 66.
72 Colección Bicentenario
supremo del Reino en la Junta constituida, encargada
de redactar una Constitución capaz de “afianzar la
felicidad pública, contando con las nobles provincias”,
respetando su libertad e independencia mediante la
adopción de “un sistema federativo” y representativo.
El nuevo gobierno constitucional sólo podría abdicar
“los derechos imprescriptibles de la soberanía del
pueblo” en la persona de Fernando VII, “siempre que
venga a reinar entre nosotros”, y se sujetaría al Consejo
de Regencia mientras existiera en la Península.
Colección Bicentenario 73
Entre las “personas sospechosas y criminales” fueron
apresadas los funcionarios de la Real Audiencia:
Juan Hernández de Alba (oidor decano), Diego de
Frías (fiscal de lo civil), Manuel Francisco Herrera
(regente), Joaquín Carrión y Moreno (oidor) y Manuel
Martínez Mansilla (fiscal de lo criminal). También el
virrey Amar y su esposa, doña María Francisca de
Villanova.
74 Colección Bicentenario
VII”, ni su adhesión a la autoridad del Consejo de
Regencia. Se solicitaron diputados a cada uno de
los cinco cabildos de la jurisdicción provincial de
Santa Marta y en el mes de diciembre siguiente se
modificó la composición de la Junta, bajo presión de
los comerciantes catalanes, para garantizar la total
adhesión al Consejo de Regencia. Con ello, esta
provincia encabezó la acción de mantenimiento de la
fidelidad al Consejo de Regencia y al nuevo virrey del
Nuevo Reino que vino desde La Habana a establecer
su nueva sede en Panamá.
71
Archivo Restrepo, r. 4, ff. 10-11v.
Colección Bicentenario 75
Este miedo ya los había conminado a adoptar medidas
defensivas: el 4 de agosto de 1810, el gobernador Ayala
ordenó crear un batallón de milicias disciplinadas,
cuyos oficiales serían escogidos entre los vecinos
principales de las villas y ciudades, y cuya elección
recaería en los cabildos. No serían admitidos en dicha
milicias los vagos. Los ejercicios militares se realizarían
los días domingos y festivos, por un par de horas.
Recibirían un corto sueldo para su mantenimiento,
como reconocimiento a sus servicios. Y dado que el
objetivo de estas milicias sería mantener a salvo la
integridad interior de la Provincia, no serían sacados
de los límites de ésta, y probablemente tampoco de
la demarcación del pueblo en donde se establecieran
compañías. Seis días después, el cabildo de Santa Fe
de Antioquia abrió la comunicación de la Suprema
Junta de Santa Fe en la que se informaba sobre los
acontecimientos del 20 de julio anterior y se invitaba
a la formación de un Congreso General del Reino,
para lo cual se requería la presencia de un diputado
que representara los derechos de la Provincia de
Antioquia. Fue entonces cuando este cabildo72 exhortó
a sus homólogos de Medellín, Rionegro y Marinilla a
enviar sus diputados ante un congreso provincial que
resolvería lo que conviniera sobre esta invitación:
76 Colección Bicentenario
pueblo, trabajemos de acuerdo en nuestra
común felicidad.73
Colección Bicentenario 77
cuatro “representantes del pueblo” elegidos por los
vecinos “cabeza de familia” de la provincia, es decir,
los que eran económicamente independientes, libres
de toda servidumbre, y sin deudas con la justicia75. El
28 de octubre se posesionaron éstos, que resultaron
ser los idóneos integrantes de los mismos cabildos.
78 Colección Bicentenario
cargo que fue ocupado por el ya mencionado don
José María Ortiz. En fin, terratenientes, mineros y
comerciantes, que en sus ratos de ocio se dedicaban
a las tareas burocráticas de los ayuntamientos - con
ello adquirían prestigio y abolengo -, integraron el
primigenio Congreso Provincial con diez diputados.
De este modo, la transición política del “antiguo
régimen” al modo político representativo no depuso
autoridad alguna, ni se oyeron los ruidos de armas y
gritos del populacho como en Santa Fe.
Colección Bicentenario 79
ocurrido en Santa Fe78, este Congreso abogó por la
creación de una Corte del Reino, la fidelidad al rey
Fernando VII y la preparación estratégica contra una
eventual invasión francesa:
80 Colección Bicentenario
Nuevo Reino, según un procedimiento electoral
acordado y con tal de que éste gozara de las virtudes
de probidad, ilustración y patriotismo.
-Crear un fondo pecuniario para socorrer a los
españoles europeos que emigrados a América como
consecuencia de la invasión francesa de la península
ibérica.
-Crear un batallón de milicias de pardos voluntarios y
en cada una de las cuatro capitales de los departamen-
tos de la provincia organizar compañías de milicias
urbanas, integradas por “la nobleza, a fin de que esta
clase privilegiada tome una parte activa en la defensa
del país.” Los oficiales de estas compañías serían ele-
gidos por propia “clase noble” enrolada.
-Instalar una Junta Superior Provincial, “con las
mismas facultades que los cuatro ayuntamientos
en representación de sus respectivos pueblos han
conferido y depositado en dicho Congreso”, y con
los mismos miembros y funcionarios. Esta Junta
sería provisional, y subsistiría mientras los cuatro
ayuntamientos concurrieran a formarla por elección
de un diputado idóneo. Dicha elección sería efectuada
por los padres o cabezas de familia de cada uno de los
departamentos capitulares “conocidos por tales y no
impedidos legalmente de esta voz.” Esta nueva Junta
elegiría un vocal secretario y los diputados recibirían
un sueldo de mil pesos fuertes anualmente.
-A la Junta Superior Provincial le corresponderían
las facultades de conocer todo tipo de apelaciones,
quejas y consultas que se hicieran en el ramo de la
administración de justicia, en segunda instancia.
Atendería también la administración de los ramos de
hacienda, policía, comercio, industria, defensa interior
“y demás que se comprende bajo el concepto de un
buen gobierno”.
-Liberación del comercio de tabacos y aguardientes,
es decir, su cosecha, destilación y consumo dentro
Colección Bicentenario 81
de la provincia, y el comercio fuera de ella. Con esto
se buscaba fomentar la industria y la agricultura, y
evitar los constantes fraudes que se cometían en el
interior de la provincia, pues era ya una costumbre
que por el tabaco se cobrara el doble de su valor. Sin
embargo, para evitar el desfalco de la hacienda pública
como consecuencia de la extinción de esos estancos
se exigió que todo vecino libre, sin distinción de sexo
y desde los dieciocho años, hiciera anualmente la
contribución de ocho reales. Por otra parte, quienes
introdujeran a la provincia cualquiera de los referidos
productos debían pagar el 2% de alcabala. En
consecuencia, se suprimirían los empleos de guardas
de rentas monopolizadas y los demás funcionarios de
estos ramos.
-Supresión del derecho de mazamorreo que se exigía a
los lavadores de oro de aluvión, ya que se consideraba
perjudicial para el erario y la industria. Tampoco
los mineros pagarían por sus registros y títulos más
que el valor del papel sellado y del amanuense de la
escribanía.
-Cobrar el 2% de alcabala por los géneros comerciales
que se distribuían y vendían en la Provincia, dado que
el dos y cuarto por ciento que se cobraba antes era
fuente de corrupción.
Terminadas la sesiones del Congreso, el 7 de
septiembre de 1810, e instalada la Junta Superior
Provincial, todos los diputados - al igual que don
Dionisio Tejada (sargento mayor de las milicias
disciplinadas de la Provincia), el presbítero Raimundo
Orozco (lugarteniente del vicario capitular), y el
cura de Rionegro -, juraron en la iglesia cumplir los
anteriores acuerdos “como dictados por el buen orden
público, tranquilidad de esta provincia, y conservación
de los preciosos dominios de nuestro soberano el señor
don Fernando Séptimo, defendiendo sus derechos,
82 Colección Bicentenario
la patria y nuestra santa religión hasta derramar la
última gota de sangre”81.
La Gobernación de Neiva era ejercida, desde el 18 de
diciembre de 1808, por el español Anastasio Ladrón
de Guevara, nombrado por el Consejo de Indias para
un período de seis años82. Quizás por esta procedencia
peninsular, entró en situación de conflicto personal con
los vecinos principales de la ciudad de Neiva. Por ello,
cuando se tuvo noticia de los sucesos de Santa Fe, siete
días después de su ocurrencia, el procurador general
del Cabildo, Joaquín Chacón, pidió la destitución de
Ladrón de Guevara y la organización de una junta.
Colección Bicentenario 83
Efectivamente congregada esta junta en Garzón, se
decidió que el nuevo gobierno mixto se integraría con
el cabildo y nueve vocales más, encargado de “sancionar
leyes municipales, ordenanzas, constituciones y
reformaciones... imponer pechos y derechos que exija
la necesidad”. El traslado de la cabecera de la villa
fue aprobado, quedando con el nombre de Villanueva
de Timaná. Los vecinos de la parroquia de San Pedro
de Sabanita Larga, en los llanos de Casanare, en
respuesta a la convocatoria de la Junta Suprema de
Santa Fe también acogieron la causa de “Religión,
Patria y Corona” y eligieron nuevo juez parroquial
(José Manuel de Peralta).
84 Colección Bicentenario
Tacón84, quien tanto se había destacado en las acciones
contra la Junta de Quito, y actuando como secretario
don Francisco Antonio Ulloa. La adhesión al Consejo
de Regencia fue constatada por el propio comisionado,
quien continuó su derrotero hacia Quito.
Colección Bicentenario 85
para la guerra con el gobernador Tacón, en alianza
con las tropas enviadas desde Santa Fe bajo el mando
del coronel Baraya.
86 Colección Bicentenario
operaciones civiles, las militares y demás
ramos de la organización y dirección pública.
Colección Bicentenario 87
donde se acordó la creación de una Junta Superior
de gobierno, dependiente únicamente del Consejo de
Regencia. El 9 de octubre la segunda Junta de Quito
declaró su autonomía respecto del Gobierno de Santa
Fe, asumiendo “todas las facultades de la capitanía
general”.
88 Colección Bicentenario
la sede del nuevo presidente de la Audiencia que envió
el Consejo de Regencia, el general Joaquín Molina.
Colección Bicentenario 89
congregación en congresos, una experiencia que
resultó fallida en Santa Fe y exitosa en Caracas.
El viernes 22 de diciembre de 1810 fue instalado en
Santa Fe el primer Congreso Supremo del Nuevo
Reino de Granada. Estuvieron presentes en el acto
los diputados de las juntas provinciales del Socorro,
Neiva, Santafé, Pamplona, Nóvita y Mariquita, res-
pectivamente: el canónigo Andrés Rosillo y Merue-
lo, el licenciado Manuel Campos, el doctor Manuel
Bernardo Álvarez, el doctor Camilo Torres Tenorio,
el doctor Ignacio de Herrera y José León Armero. La
secretaría de las sesiones fue encomendada a don An-
tonio Nariño y al doctor Crisanto Valenzuela. Este
día solicitó ingreso, como apoderado y representan-
te de 21 pueblos agregados a la villa de Sogamoso,
el doctor Emigdio Benítez. El juramento que todos
prestaron en sus posesiones confirma las lealtades bá-
sicas de las provincias en ese momento: conservación
de la religión católica, sostenimiento de los derechos
de Fernando VII contra el usurpador del trono (José
Bonaparte), defensa de la independencia y soberanía
del Reino contra cualquier invasión externa, y reco-
nocimiento único de la autoridad depositada por los
pueblos en las juntas de las cabeceras provinciales.
“Religión, Patria y Rey” era la consigna general de las
juntas neogranadinas de 1810.
90 Colección Bicentenario
provincial (las Juntas de Cartagena y Antioquia se ne-
garon a enviar diputados), sus deliberaciones y diso-
lución marcaron el derrotero político de la transición
al estado republicano.
Colección Bicentenario 91
egresados del Colegio Mayor de San Bartolomé eran
los doctores Álvarez, Pey y Valenzuela, así como el
bachiller Benítez. Así que solamente eran forasteros
en Santa Fe el licenciado José Manuel Campos Cote
(Socorro, 04-1774 - Bogotá, 07-1824), quien había
sido cura párroco de Prado (provincia de Neiva), y
José León Armero (Mariquita, c1780 - Honda, 29-10-
1816), notable vecino de la provincia de Mariquita.
El cuadro del Congreso lo completaba el segundo
secretario, don Antonio Nariño (Santa Fe, 1765 - Villa
de Leiva, 1823), sobrino del doctor Álvarez, quien
presidió el Congreso.
92 Colección Bicentenario
esa calidad” (de provincia). De este modo, “ni la
totalidad de los diputados del Reyno puede trastornar
las antiguas demarcaciones (provinciales), por no ser
éste el objeto de su convocación, sino el de mantener
la unión y convocar las cortes que deben arreglar la
futura suerte del Reyno”91. Obtenida esta certificación,
anunció que no concurriría a las sesiones en las que
estuviera presente el bachiller Benítez.
Colección Bicentenario 93
cional”. Pero ahora había llegado la hora de reconocer
que la conducta de Sogamoso había sido “subversiva
de todos los principios del orden social” y contraria al
interés general del Reino, “porque autorizando la des-
organización parcial de las provincias y favoreciendo
las miras ambiciosas de los pueblos y de los particu-
lares encenderá la guerra civil entre los ciudadanos
y sumergirá al Reyno en el abismo de los males que
son consiguientes a la anarquía”. En efecto, la acción
del pueblo de Sogamoso fue imitada por la villa de Zi-
paquirá y por la ciudad de Vélez, que se erigieron en
provincias separadas de sus antiguas capitales, con lo
cual se había convertido en “modelo de la disociación
universal, autorizado por los diputados al Congreso,
y no hay lugar en el Reyno, por miserable que sea,
que puesto en paralelo con Sogamoso se crea inferior
cuando se trate de dar alguno una representación ac-
tiva en el Congreso Nacional”. En consecuencia, el
doctor Álvarez, diputado de la Junta de Santa Fe, no
debería concurrir al Congreso en compañía del dipu-
tado de Sogamoso ni de los diputados de los pueblos
“que al tiempo de la revolución no disfrutasen de la
representación de provincia”.
Pese a esta desautorización de su voto, el doctor
Álvarez replicó que la Junta de Santa FE debería
también enfocar su atención “a todos los legítimos
derechos de las (provincias) que se le unan, y de
cada uno de los pueblos que componen el todo de la
sociedad”, examinando “los perjuicios que a todo el
Reyno, y particularmente a esta capital, amenaza la
violenta sujeción de numerosos pueblos a sus antiguas
cabeceras de provincia, de cuya opresión intentan
sacudirse, usando oportunamente de la legal libertad
a que los ha restituido su general revolución, y les ha
proclamado constantemente esta capital”92.
92
Oficio del doctor Manuel Bernardo Álvarez, 2 de enero de
1811. En: Diario del Congreso General del Nuevo Reyno, 2
(enero 1811). BNC, Quijano 151
94 Colección Bicentenario
El 2 de enero de 1811 se reanudaron las sesiones,
comprobándose la ausencia del doctor Rosillo, quien
se había marchado de vacaciones a Chiquinquirá, y
la del doctor Torres. Al día siguiente, éste entregó
al secretario del Congreso una exposición de su
posición adversa a la admisión del bachiller Benítez:
el pueblo de indios de Sogamoso no podía convertirse
en provincia al carecer de territorio propio suficiente
aún para poder ostentar el título de “villa” que le había
otorgado la Junta de Santa Fe, pues estaba situado
en resguardos de indios de la jurisdicción de Tunja.
Recordó que la Junta de Pamplona le había instruido
para “conservar su libertad e independencia” en
todos los temas que no fuesen de la competencia del
Congreso, de acuerdo a su convocatoria93 del 29 de
julio de 1810, y por ello no asistiría a las sesiones
mientras fuese admitido el diputado de Sogamoso.
Colección Bicentenario 95
era: “¿pueden los pueblos libres ser obligados con
armas a la obediencia de la cabeza de provincia?” Si
se respondía afirmativamente, entonces habría que
aceptar que Santa Fe podría sujetar a las cabeceras
provinciales y que Madrid podría sujetar a aquella.
En sentido contrario del raciocinio, si se concedía
la independencia a Santa Fe habría que concederla
también a las provincias y “a todos los trozos de la
sociedad que pueden representar por sí políticamente,
quiero decir, hasta trozos tan pequeños que su voz
tenga proporción con la voz de todo el Reyno”. Por
tanto, las 40.000 almas del pueblo de Sogamoso eran
libres, y las autoridades de Tunja no tenían derecho
alguno para impedirlo, pues esa población era
suficiente para erigirse en una provincia, ya que la de
Neiva tenía apenas 45.000 y la de Mariquita 26.000
almas. Este nuevo principio de la población para la
erección de gobiernos provinciales independientes de
las antiguas provincias ponía sobre nuevas bases el
asunto de la representación política:
94
Voto del diputado de Neiva, 5 de enero de 1811. Diario del
Congreso General del Reyno, 2 (enero 1811). BNC, Quijano
151, 1.
96 Colección Bicentenario
La novedad del argumento es significativa, pues las
provincias antiguas extraían la legitimidad de su
existencia de los fueros que les había concedido el rey
desde el tiempo de la conquista de los aborígenes a
cambio de los servicios prestados por las huestes de
soldados españoles a la causa de la incorporación de
aquellos al dominio de la Corona de Castilla. Ahora
simplemente se trataba de un reconocimiento a la
concentración de población en un lugar, sin importar
su bajo estatus político: Sogamoso apenas había
sido la cabecera de un corregimiento de indios en el
“gobierno antiguo”.
95
Voto del diputado de Nóvita, 5 de enero de 1811. Ibid.
Colección Bicentenario 97
El estatus social que diferenciaba a los habitantes de
las cabeceras de provincia - “encallecidos con los re-
sabios del antiguo gobierno”- respecto de los nacidos
en los lugares subalternos había “encarnizado los
ánimos” entre estos dos grupos, dado que los últimos
eran recibidos “con mil insultos” en las primeras. No
era fácil reducir estos grupos a concordia, “y cualquier
paso que se de causará un rompimiento que encienda
una guerra civil”. Observando el criterio demográfi-
co, el Congreso podía admitir en su seno a los diputa-
dos de muchos pueblos que merecían “representación
nacional” por su tamaño, antes que despedirlos “para
sostener una cabeza de provincia que en la época de
nuestra libertad no puede, en justicia, imponer la ley
a los demás”.
98 Colección Bicentenario
provincial, basada en las preeminencias y dignidades
estatutarias del Estado Indiano. Fue así como el dipu-
tado Armero sentenció contra el doctor Torres que
Detener la marcha de la libertad en las
capitales de las provincias, oponerse a que
corra hasta los pueblos, hasta las familias,
y hasta los ciudadanos; querer que éstos se
priven se aquella, y que sigan la suerte de los
esclavos o renuncien a su felicidad, por estar
enteramente ligados a la representación y a
los intereses de otros, es no tener una idea
del origen de la sociedad y sus fines, es atacar
al hombre y a los pueblos en sus derechos
más sagrados, y es obstruir los canales por
donde puede repetidamente circular nuestra
prosperidad96.
Colección Bicentenario 99
Los 30.000 habitantes de la jurisdicción de Sogamoso,
su posición de feria comercial y puerto de las
provincias del Socorro, Pamplona, Tunja, Girón y
Santa Fe con los Llanos, así como el abastecimiento
de crías de ganado y de carnes que le daba al Reino
ameritaban su representación política en el Congreso
y su independencia del “despótico y siempre gravoso
(gobierno de) Tunja”. Relató que la Junta Suprema de
Santa Fe no solamente le había concedido a Sogamoso
el título de villa, sino que además había liberado a
los indios del pago de tributos, declarándolos “por
españoles y dueños absolutos de sus respectivos
terrenos o resguardos”. Tampoco el licenciado
Benítez ahorró el argumento ad hominen contra el
doctor Torres, a quien la atribuyó la secreta intención
de “sostener con obstinación la violenta sujeción de
Cali y Buga a Popayán, su patria, en donde, como en
su trono, reina el despotismo y tiranía del antiguo
gobierno”.
98
Dos preguntas, de cuya respuesta acaso depende la felicidad
del Reyno”. Diario del Congreso, 2 (enero de 1811). BNC.
Quijano 151, no. 1.
101
Ignacio de Herrera: Manifiesto sobre la conducta del Congre-
so. Santafé: Imprenta Real, 1811. BNC, Quijano 151, no. 3.
107
Esta lista de los diputados que asistieron a la sesión inaugural
del Congreso fue tomada de la reseña sobre el acto que publicó
la Gaceta de Caracas, 5 de marzo de 1811
108
Sobre las deliberaciones del Congreso puede verse José Gil
Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela, tomo I, pp. 198-
222, y también las actas de las sesiones reproducidas en Congre-
so Constituyente de 1811-1812, Caracas, Congreso de la Repú-
blica, 1983, 2 vol. El caso específico de la división de Caracas
se resolvió finalmente el 15 de octubre de 1811 en los términos
siguientes: “Las provincias convienen en confederarse sin nueva
división de la de Caracas, con la precisa calidad de que ésta se
dividirá cuando el Congreso de Venezuela lo juzgue oportuno y
conveniente, cuya decisión, que será a pluralidad del Congreso
General de Diputados que se hallasen presentes deberá cumplir-
se sin tardanza alguna”. Congreso Constituyente de 1811-1812,
tomo II, p. 101
112
Acta del Soberano Congreso de Quito, 11 de diciembre de
1811. Citada por Carlos de la Torre Reyes en Op. Cit., 1990,
p. 554.
Pueblos de la América:
La sacrosanta Ley de Jesucristo y el imperio de
Fernando séptimo perseguido y desterrado de la
Península han sentado su augusta mansión en Quito.
Bajo el ecuador han erigido un baluarte inexpugnable
contra las infernales empresas de la opresión y de
la herejía. En este dichoso suelo, donde en dulce
unión y confraternidad tienen ya su trono la Paz y la
Justicia, no resuenan más que los tiernos y sagrados
nombres de Dios, el Rey y la Patria. ¿Quién será tan
vil y tan infame que no exhale el último aliento de
su vida, derrame toda la sangre que corre en sus
venas y muera cubierto de gloria por tan preciosos,
inestimables objetos? Si hay alguno, levante la voz, y
la execración general será su castigo: no es hombre.
Deje la sociedad y vaya a vivir con las fieras.
Caracas
Introducción
Modo de Formarla
Ahora bien, no habiendo un solo individuo que no
tenga en sus deliberaciones un grande y verdadero
interés, y que no pertenezca a alguno de los diferentes
cuerpos que se hallan legítimamente constituidos; no
puede haber tampoco ninguno de estos, que no pueda
o deba tener una influencia efectiva en las importantes
decisiones de la Junta. Todos los referidos cuerpos
habrán pues, nombrar por si mismos los diputados
que los representen, y que a una con las competentes
autoridades concreten la dicha Suprema Junta de
Estado y de Gobierno.
Conclusión
Establecida así la Junta Suprema de Estado y
Gobierno, las ocurrencias mismas que en ella se
ventilaren le harán acordar todas las deliberaciones,
Reconocimiento prestado a la
Junta Suprema Conservadora de los
derechos del señor don Fernando
VII en Venezuela por el muy ilustre
Cabildo de San Felipe
30 de mayo de 1810
Cartagena de Indias
Acta de formación del gobierno
provisional de Cartagena de Indias
22 de mayo de 1810
Decreto
Sala Capitular de Cali, junio treinta de mil ochocientos
diez.
¡Qué tal pintura! Podrá hacerse una más triste, una más
viva, para arrancar nuestras lágrimas y despedazar
el corazón. ¡Y Cádiz no será presa de los franceses!
No hay que dudarlo, por más que nos alucine el amor
propio. En estas circunstancias, las más tristes y
deplorables para una nación magnánima, generosa,
fiel y valiente que tiene llena de asombro a toda la
Europa, pero sembrada de hijos políticos de Godoy,
que han sido otros tantos enemigos domésticos del
Rey de la Patria: ¿Qué gobierno tendrá suficiente
nervio, actividad y disposición para regenerar de un
momento a otro la nación, expeler a los franceses
victoriosos, salvar la Patria y sacar del cautiverio a
Fernando? ¿El nuevo Consejo de Regencia instalado
sin las formalidades que prescribe la ley del Reino, y
en medio del confuso tumulto de las pasiones? Vamos
a examinarlo.
Señor:
El adjunto testimonio del acta celebrada por este
cabildo en consecuencia de la real cédula expedida
para el reconocimiento y obediencia de ese Consejo
de Regencia, como el cuerpo que inmediatamente
representa la augusta persona de nuestro muy amado
y cautivo soberano señor don Fernando 7º, acredita
que en los más remotos lugares de la América no se
respiran otros sentimientos que de respeto a nuestra
Santa Religión, fidelidad al Monarca desgraciado,
y amor a la Patria. Las presentes circunstancias no
pueden ser más delicadas. Jamás de ha visto la nación
en crisis más memorable, ni sembrada de mayores
peligros. El usurpador de las coronas, el monstruo de
la Europa, el hombre más sanguinario que ha conocido
la tierra, cuando no puede con la fuerza de sus armas
victoriosas ocurre a la seducción, al engaño, a la
perfidia para conquistar espíritus débiles y extender
su imperio, no sólo en la Europa, sino fuera de ella. El
americano no suspira sino sentimientos de fidelidad.
Apenas puede manifestarse un monumento más
ilustre de esta verdad que el acta que pone este cabildo
en manos de V. M. En estas circunstancias, ninguna