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20100706 textos sobre Jesús Pardo

Jesús Pardo traza un descarnado retrato de la


posguerra franquista
El autor sitúa 'Bajas esferas, altos fondos' en Londres y Madrid
ANDREA AGUILAR - Madrid - 24/06/2005

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Un crimen, amores entre diplomáticos franquistas y aristócratas metidas a prostitutas, periodistas cínicos y
paniaguados; todo esto forma parte del esperpéntico escenario que Jesús Pardo (Santander, 1927) construye en Bajas
esferas, altos fondos (Losada). Una obra con la que el autor de Autorretrato sin retoques se adentra en las redacciones y
embajadas de la España de Franco en un intento de "complementar La colmena de Cela".
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El Chicote, donde presentó su libro a la prensa Jesús Pardo, "no era un bar corriente, era un putódromo total". Ayer por
la mañana lucía como una animada cafetería de la Gran Vía madrileña. Ante una de sus mesas el periodista y traductor
aseguraba que, como en el caso de este establecimiento, el tiempo no ha pasado en balde y poco queda de la España
franquista en la que sitúa su última novela: "Sólo queda resentimiento entre la gente que añora el régimen".

Sin embargo, Pardo no duda del valor testimonial de aquel tiempo. "Es muy importante que los viejos contemos lo que
hemos visto en España. Aquélla fue una época, no hace falta exagerar, dura. Las cosas no funcionaban y el clasismo lo
envenenaba todo. Había una estúpida obsesión por no ofender una supuesta superioridad, aquello de no sabe usted con
quién está hablando. En la novela hago un retrato de gentes cuya mente funcionaba por parámetros extraterrestres".
Bajas esferas, altos fondos gira, en pleno apogeo del franquismo, en torno a tres escenarios: la Embajada de España en
Londres, la redacción "inventada" de un diario madrileño y una villa inglesa "inventada también" -según puntualizó el
autor, corresponsal durante 20 años del Diario Madrid en la capital inglesa-. "El libro no tienen ningún retrato
individual, es un retrato de ambiente. Invento personajes a los que achaco cosas que he visto".
Amores, crímenes, intrigas y abusos se suceden en los subargumentos de la novela "que se juntan, aunque al final, como
en la vida, no se resuelve nada". El autor reconoce que la lascivia y avaricia que asoman entre los personajes no son
únicas de aquel tiempo: "Lo que ha cambiado es la forma de verlo y de administrarlo". Dice Pardo que ha situado su
historia en el espacio que omitió Cela en La colmena. "Aquella novela trataba de gente madrileña, no incluía a
diplomáticos, ni periodistas. Cela se los comió porque no encajaban en la estructura de su historia. Yo he intentado
complementarlo con lo que he vivido".
De aquel tiempo, Pardo recuerda "la animada vida nocturna de Madrid". El ambiente diplomático lo describe como
"endogámico", y no duda del desprecio que los funcionarios españoles despertaban en el extranjero. "Todos provenían
de un mismo origen social y su nivel intelectual era muy, muy bajo. Los gobernantes británicos sabían que hablaban con
los limpiabotas de un dictador. Se les despreciaba políticamente porque se sabía perfectamente qué número calzaban".

La nueva novela supone otra vuelta de tuerca sobre la experiencia vital del autor de la cruda autobiografía Autorretrato
sin retoques. "Este libro es un ajuste de cuentas conmigo mismo. Yo fui un franquista convencido hasta los 25 años, era
un auténtico Blas Piñar en pequeño que creía que Franco era un salvador, hasta que conocí la democracia inglesa".
Firme defensor del ejercicio de la memoria sincera, Pardo reivindica la valía de hablar de la posguerra. "El retrato de
aquella época implica mojarse un poco, y aquí hay un miedo cerval a contar la verdad". Un miedo cuyas raíces sitúa en la
Inquisición. "Es la idea de que la verdad sólo es para Dios. Casi no hay grandes memorialistas católicos. Yo en mis
memorias sí conté la verdad".

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martes, 10 de julio de 2007
Jesús Pardo en San Vicente de la Barquera
Autor: Juan Antonio González Fuentes - Lecturas[3040] Comentarios[0]
Libros y autores en Blog personal por Autores
Desde hace unos años, el escritor Jesús Pardo y su mujer Paloma pasan unos días de verano en San Vicente de la Barquera, en casa de mi amigo Luis
Salcines.

Juan Antonio González Fuentes

Desde hace cuatro o cinco años, el escritor Jesús Pardo (Santander, 1927) y su mujer Paloma veranean unos días de julio en la casa que
nuestro común amigo, el profesor Luis Alberto Salcines, tiene en San Vicente de la Barquera, justo frente a la playa y a la
espectacular vista del pueblo, con el castillo recortado sobre un fondo azul que clarean las cimas nevadas de los Picos de Europa.

Durante su estancia en la villa, Jesús Pardo escribe, lee, pasea y degusta las especialidades gastronómicas de la zona. Pero un día de los
diez o doce que suele estar en San Vicente, Jesús y Paloma lo dedican a comer con Luis y conmigo. Nos invitan siempre al mismo
restaurante, uno que se levanta sobre una pequeña colina que domina todo el pueblo, y también la desembocadura de la ría y las playas
abiertas enteras a mar adentro y al viento y las grandes olas encrespadas...

Antes de comer, Jesús nos suele regalar un libro a cada uno, siempre alguno de sus trabajos: poemas, traducciones, novelas. Y luego
comemos abundantemente, muchos entrantes, un buen plato, postre, café y licores. La comida suele prolongarse por espacio de tres o
cuatro horas en las que hablamos de todo un poco: literatura, música, santanderinismo puro y duro, viajes, ciudades lejanas, política,
amigos comunes, trabajo...

Jesús Pardo

Jesús no habla mucho, pero cuando lo hace sentencia con gracia infinita. Jesús trufa su conversación con latinismos, palabras del griego
antiguo, y frases enteras en inglés, francés, alemán, sueco, rumano, finés, húngaro, sueco o italiano, idiomas que traduce y lee, e incluso
habla con elegante soltura filológica. Jesús ha escrito mucho (poesía, artículos, novelas, memorias, cuentos...), pero ha traducido mucho
más, y no lo ha debido hacer mal del todo, por lo premios que acumula y las reediciones de su trabajo que va cargando a la espalda.

Jesús fue durante muchos años corresponsal en Londres de prensa escrita española, y es mucho lo que ya ha contado, o novelado, de
aquella etapa anterior a la Transición. Luego, de vuelta en España, además de seguir escribiendo en los periódicos, fue director de Historia
16, y también es mucho lo que cuenta de aquella etapa, de aquellas jornadas inauditas de rumores y de ciencia política de salón y dimes y
diretes.

Pero yo creo que cuando Jesús lo pasa mejor es cuando cuenta anécdotas del Santander de su infancia y adolescencia, de ese Santander
que ya ha retratado magistralmente en su primer volumen de memorias (Autorretrato sin retoques, Anagrama bolsillo) y en su novela,
magnífica, por cierto, Ahora es preciso morir(Taller de Mario Muchnik). Ese Santander en el que “hasta los pobres son de derechas”; o en el
que su tío Marcelino tenía un elegantísimo automóvil blanco que conducía un enorme chófer negro que lo sacaba en brazos para que no
se ensuciara las polainas pisando las calles encharcadas; o en el que su tía Curra le deba limosna “a sus pobres”, y les reconvenía muy
seria a que no se gastaran la mísera perra gorda en vino, a lo que alguno le replico que no se preocupase, que enseguida iba a comprarse
un piano de cola; o en el que el “pagador” de los espías alemanes en el norte de España se quedaba con el dinero tras la guerra y la
derrota y se compraba un palacete y montaba un zoológico en pleno Sardinero...

Lo pasamos francamente bien en las comidas veraniegas con Jesús. Antes de despedirnos con un abrazo al terminar ayer la comida que
para mí da comienzo al verano, nos dijo a un Luis Salcines recién llegado de Venecia, y a mí, recién aterrizado de un febril Madrid, que para
el otoño saldrá a la calle su nuevo poemario, al que incorporará los siete poemas escritos en San Vicente; que también ha terminado el
último capítulo de su próxima novela; y que para enero saldrá su tercer y último volumen de memorias en RBA, y es seguro que será el
último porque las páginas finales son la descripción de su muerte, y claro, no va escribir más memorias después de decretada su defunción.

Jesús está preocupado por la muerte. Obsesionado, aclara enseguida Paloma, su mujer. Hace cuatro o cinco meses me llamó por teléfono
para que le buscase información sobre las tumbas de sus familiares en el cementerio santanderino de Ciriego. Le encontré la información
deseada y ahora está casi feliz, pues tras visitarla, ya conoce la parcela en la que será enterrado, la parcela en la que reinará como en su
última propiedad.

Pero de eso hablaremos ya en Madrid, cuando les visite dentro de poco en su casa cercana al Palacio de Oriente, antes de que él viaje a
Munich a dar unas conferencias. Quizá me encuentre durante la visita con Joan Manuel Serrat o conÁngela Molina, sus vecinos del
primero. Pero esa será otra historia que quizá, si sucede, también les cuente.

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NOTA: En el blog titulado El Pulso de la Bruma se pueden leer los anteriores artículos de Juan Antonio González Fuentes, clasificados tanto
por temas (cine, sociedad, autores, artes, música y libros) como cronológicamente.

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PERFIL: LIBROS - Perfil

El hombre que tiraba de memoria


"Escribo pasado vestido de presente", afirma Jesús Pardo. El autor publica Borrón y cuenta vieja, tercer tomo
de su autobiografía, un género que "debe ser veraz, no verdad"
JESÚS RUIZ MANTILLA 13/06/2009

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La memoria, para Jesús Pardo (Santander, 1927), no es aquel cruce de neuronas que nos reconforta con lo vivido. Ni
todo lo bueno que recordamos sobre este a veces penoso, a veces alegre, asunto que es la vida. La memoria es algo frío,
un zarpazo a menudo crudo de lo que fuimos. Un laberinto que zigzaguea, una cuenta que jamás se va a pagar. Ni
siquiera por escrito. Y eso que él va poniéndose al día, saldando deudas con su propia conciencia, en los tres tomos de
vivencias que ha publicado hasta ahora.

Jesús Pardo De Santallana


A FONDO
Nacimiento:
1927
Lugar:
Santander
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"Lo peor que se puede ser en este mundo es étnicamente puro. Cuando yo salí de España era un señorito fascista,
luego me fui normalizando"
"Me he convertido por miedo. Vivimos en un Universo vasto, donde nunca lo vamos a descifrar todo. Así que cada vez
creo más posible lo imposible"
El primero, Autorretrato sin retoques (Anagrama
), conmocionó no sólo a los restos del Santander de su infancia y del superviviente Madrid de la posguerra. También
colocó el listón bien alto para quien a partir de entonces se atreviera a abordar un género que Pardo sacudió
violentamente. Con su autobiografía, este escritor políglota, estudioso de trece lenguas, algunas de ellas muertas,
bibliófilo obsesivo y culo de mal asiento, llevó descarnadamente la exploración interior a unos límites poco conocidos.

Raro era el caso de valentía y verdad con el que alguien se fustigaba en un libro. Después vino en esa misma
línea Memorias de memoria(Anagrama) y ahora llega esta tercera entrega,Borrón y cuenta vieja (RBA), en la que el
tiempo, la vejez, los fantasmas del pasado y la búsqueda de un último alivio le han valido para escribir su parte más
serena.
Aun así, con esa cierta paz que raramente le perturba nadie en su casa madrileña de la plaza de Oriente, Pardo cree que
las memorias que se publican en España dejan bastante que desear. Pocas responden a lo que hizo Pío Baroja, uno de
sus modelos, en las suyas. "La mayoría las escriben para decir que todo ha sido cojonudo, para subirse el sueldo",
comenta. Y en ese esquema no puede entrar lo que él considera la clave del género. "Debe ser veraz. No verdad. Porque
la verdad es inasequible a la mente. Hay que escribir las cosas como se recuerda que pasaron. Lo que no quiere decir que
se cuenten como en realidad ocurrieron. Escribo pasado vestido de presente".
La tarde discurre lenta en el salón de Pardo. Las paredes están forradas de libros -25.000 en total, entre la casa y el
desván- con algún hueco para cuadros y fotografías familiares. Sobre todo de la tía Curra, que fue en realidad una
madre, y de su suegra, Rosario: "Una excelente persona", asegura. Aunque la mujer no se arredraba a la hora de echarle
en cara ciertas cosas a su hija Paloma: "¡Deberías haberte quedado soltera para cuidarme!".

Ha aprendido a llevarle la contraria a su admirado Ezra Pound cuando sentenciaba: "El tiempo es el enemigo". Pardo no
está de acuerdo y así lo escribe en Borrón y cuenta vieja. Se las ha ingeniado para estirarlo a fondo y hacerle jugar a su
favor mientras relee obras maestras que para él son como la Biblia. Sabe perderse entre las 150 versiones que atesora en
distintos idiomas de la Divina comedia, por ejemplo, y aprende nuevas lenguas. Las últimas, suajili y egipcio antiguo.
"La vejez se defiende alargando la sensación temporal. El tiempo es relativo, subjetivo, como el calor o el frío", asegura.
Puede que sea cierto. O puede que no sea en él más que un consuelo para detener el precipicio hacia la muerte. "Siempre
he pensado mucho sobre ella... En Ciriego -el cementerio de su ciudad- un primo y yo hemos renovado esa finca que
tenemos con vistas al mar".

Antes, el tiempo iba más rápido. Sobre todo cuando Pardo se ganaba la vida con el periodismo. Lo hizo de corresponsal,
en Londres, donde vivió 20 años. "No escribía más de dos folios al día. Así que media hora de trabajo con un sueldo
estupendo era un verdadero chollo". Se adaptó corriendo y aprendió a admirar lo british. "El inglés es un tipo que tiene
el sentido del humor latino y la eficiencia germánica, mientras nosotros vamos tirando con la cutrez judaica y la oratoria
árabe. Ni tan mal. Al fin y al cabo, es una mezcla. Lo peor que se puede ser en este mundo es étnicamente puro, como los
irlandeses. Menos mal que ahora son un poco más modernos". Como le ha pasado a él. Justamente por esa inmersión
civilizadora anglosajona: "Cuando yo salí de España era un señorito fascista, luego me fui normalizando".
El periodismo le enseñó dos cosas. A escribir y a lidiar con las miserias. "El periodista es un señor que si puede decir
algo en una página no lo dice en dos. Así que me he librado de esa mierda que es la retórica". Pero no de otras. "Como la
Agencia Efe, que era, en mis tiempos, una covachuela galdobarojiana donde reinaba la envidia y la mediocridad. Ahora
creo que ha cambiado muchísimo. A mejor".

Además, gracias a su oficio, conoció el mundo y aprendió todas esas lenguas. Recaló por Escandinavia, Centroeuropa,
los países del Este en la etapa comunista dura, por Estados Unidos y Oriente Próximo. Toda esa maleta de experiencias y
su obsesión por la lectura y el estudio políglota le han convertido en un sabio antaño nómada, ahora sedentario. Antes
estudiaba idiomas por necesidad. Ahora por vicio. "Acabo de traducir del egipcio antiguo un texto autobiográfico que
empieza así: 'Al dios Orus. Tú que me escuchas, sabes que yo, como buen rey que soy, nunca me fié de nadie. Gracias a
eso, muero en la cama, espero que mi hijo me imite", recita Pardo. "Es muy actual. Hemos cambiado poco. Esto lo firma
Franco y se queda tan pancho".

Ha dulcificado sus juicios. Lejos quedan los tiempos en que por obras como Ahora es preciso morir o Ramas secas del
pasado, se la tenían jurada en su ciudad. "Me ofrecieron dar una conferencia y con lo que me cobraba el guardaespaldas,
unas 10.000 pesetas, no me traía a cuenta el trabajo".
Su algo reciente conversión al catolicismo le ha templado el ánimo. Aunque no por ello está dispuesto a dejar santos en
los altares. Ni a Menéndez Pelayo, un mito sacrosanto de su ciudad: "En las casas de putas era famoso porque no se
quitaba el cuello duro para acostarse con las chicas", asegura.

La escritura precisa y descarnada de Pardo ha tenido buenos maestros. No sólo Galdós y Baroja, también los nórdicos a
quienes ha leído a fondo para traducirlos y de los que elige a Strindberg. "Yo fui un niño que se crió en un ambiente de
mesa camilla en la que las mujeres se pasaban la tarde hablando de apellidos, salvo que como a él se le aparecía el
espectro de su madre, a mí, ahora, se me aparece el de mi tía Curra".

La fe se le manifiesta en esas cosas. También le ha servido para salir de una tremenda depresión. "No soy de esos
católicos que toman el té vespertino y necesitan a los pobres para que reluzca su caridad. Me he convertido por miedo.
Vivimos en un Universo vasto, donde por mucho que sepamos, nunca lo vamos a descifrar todo. Así que cada vez creo
más posible lo imposible", afirma.

Su obsesión por Dante también puede haberle conducido a la creencia en lo divino. "Al llegar a describir a Dios, lo hace
como una luz, una luz que implica alegría".

Por lo pronto, él esboza cierta sonrisa al entreabrir las ventanas. Junto a su butaca, al menos entra algo de luz no divina
pero palpable por las rendijas que dan a la plaza de Oriente. Esa hora le gustaba a Lope, su perro. En paz descanse.
Pardo le dedica pasajes memorables en su nuevo libro. "Pobre. Se murió pensando que él era el dueño de la casa y
nosotros sus invitados".
Borrón y cuenta vieja. RBA. Barcelona, 2009. 320 páginas. 22 euros.
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Jesús Pardo: «Prepararse para la muerte


es una pérdida de tiempo»
MANUEL DE LA FUENTE | MADRID
Sábado, 09-05-09
Confiesa que ha bebido y confiesa, sobre todo, que ha vivido. A lo alto, a lo largo y a lo ancho. Escritor y periodista. Devorador de
libros, veinticinco mil en su biblioteca. «Librívoro», dice él. Predador de las llanuras de los títulos hasta que una depresión le
puso con un pie en el otro lado, puso en duda su hombría y casi le lleva a hacer de su biblioteca la de Alejandría, pasto de las
llamas. De todas salió Jesús Pardo, y ahora las sirve aderezadas por una prosa intensa en «Borrón y cuenta vieja» (Ed. RBA),
tercera entrega del recuento de su peripecia vital, tras «Autorretrato sin retoques» y «Memorias de memoria».
Su casa, entre el Monasterio de la Encarnación y el Palacio de Oriente es, evidentemente, un libro abierto. Por activa o por
pasiva, la vida de Jesús Pardo ha transcurrido plisada entre las páginas de un libro, como viejos pétalos de rosa. «He sido un
lector obsesivo, un escritor obsesivo, salvo en ese período en que la depresión trajo de la mano la espantosa literofobia. No es ya
que no quisiera leer, es que los libros me daban asco».
Pardo disecciona su depresión como un forense, pone a caldo a algún librovejero y aunque no sea ni quiera ser Funes el
memorioso («todo lo que he escrito es verdad, en la medida de que haya podido recordarlo bien» ha edificado una casa
agridulcemente encendida, en la que no faltan las anécdotas. Como cuando el 11-S, a los 74 años, en Palencia, en un museo,
sintió el grito de a mí la legión (romana) y disfrazado de hoplita recobró la virilidad en brazos de su mujer disfrazada de matrona
pompeyana llevándose al gaznate unas afrodisíacas uvas de plástico.
Sostiene Jesús Pardo que «aburrirse es una ordinariez», y mantiene que «prepararse para la muerte es una pérdida de tiempo».
Sostiene, igualmente, que «apenas pienso en el pasado», y del futuro que a sus años suele ser, como mucho, futuro indefinido,
pronostica y casi profetiza: «A mí, lo que me preocupa es que cada día que pasa es un día menos».
La depresión fue su caída en el camino de Damasco. Cuando la química y la bioquímica se pusieron en su sitio, Jesús Pardo, vio
la luz: «Yo no he sido ateo, sino pagano, y me hice católico. Desde entonces, la muerte me da miedo, pero ya no me angustia,
porque tengo un asidero, el Cristianismo».
Mientras, y durante casi medio siglo, el periodismo fue el pan suyo de cada día: «Mire, en griego moderno, periodista se dice
polígrafo efímero. ¿No le parece cojonudo? Yo he sido polígrafo efímero muchos años, pero siempre quise ser polígrafo
permanente». Y tan permanente, 82 años a vuelapluma. Casi un siglo al pie de la letra.
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El escritor Jesús Pardo narra la historia de una


fortuna rápidamente gastada
Anoche fue presentada en Madrid su novela 'Ahora es preciso morir'
ROSA MARIA PEREDA, - Madrid - 18/01/1983

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Juan Benet, Jaime Gil de Biedma y Chumy Chúmez presentaron anoche en Madrid la novela de Jesús Pardo Ahora es
preciso morir, publicada por Seix Barral. La novela, una historia de corte tradicional, cuenta la vida de un Santander que
ha desaparecido junto con el clasismo de una sociedad provinciana. "El protagonista de mi libro es el dinero", dice
Pardo, que habla de sí como "un escritor hasta ahora frustrado". "Cuento la historia de una fortuna, saneada por el
padre, que era un águila y pulida en una generación".

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"Esto de las fortunas desaparecidas en tan breve tiempo es una vieja costumbre que forma parte del folklore
santanderino", sigue Jesús Pardo. "En todas las que fueron buenas familias se dio algún caso. Hubo incluso historias de
hombres que conseguían gastarse dos fortunas...""Yo conozco incluso una familia que exageró la cuantía de su herencia
para poder pagar unos derechos reales que deslumbraron a toda la ciudad... Entonces, estas cifras aparecían en los
periódicos".
Jesús Pardo, que se inicia ahora, pasados los cincuenta años, como novelista, es en cambio suficientemente conocido
como periodista, aunque su trabajo, salvo la pausa de la creación y dirección de la revista Historia 16, ha estado siempre
en diversas corresponsalías en el extranjero. "Yo me he sentido siempre un escritor fracasado, desde pequeño", dice. "De
hecho me dediqué al periodismo como la única manera de vivir de la pluma. Ahora, con esta novela, estoy empezando a
salir de ese complejo". Cree que "periodistas y escritores somos dos razas separadas", y que hacer periodismo cuando él
llevó las corre sponsalías extranjeras resultaba "muy especial, porque la política española era tabú, y la extranjera había
que evitarla para no hacer sospechar que España podía no ser tan respetadísima en el extranjero. El resultado está en
que no había que buscar noticias. Yo estuve veinte años haciendo humor y ambiente".
Jesús Pardo no nació en Santander, "pero pasé allí, a vivir con una tía soltera, a los dos años, en el 1919. Igual ocurrió
con mis dos hermanas siguientes. Los que nacieron después se quedaron en Madrid, separados pqr la guerra". Esta tía,
su tía Curra, aparece en la novela incluso con su nombre, y es, según Pardo, "el único personaje retratado del natural". El
resto viene "de lo conocido, pero esta es una novela, no unas memorias".

Con esta tía Curra, dice, "no me quedó más remedio que contarla como la recuerdo. Por ejemplo, ella murió en una casa
con la calefacción apagada y el teléfono arrancado, cuando era tan rica en cosas -platas, cuadros, pequeñas propiedades-
que podría haber vivido tranquilamente en un piso moderno y confortable... Pero era la única que se tomaba en serio el
viejo régimen de propiedad casi feudal: se sentíaa como usufructuaria de las cosas , y pensar en vender le parecia
inmoral. De hecho, la novela es un homenaje a ella, y la primera idea de escribir ésto surgió cuando ella murió". "Con
ella", dice, "yo he tenido el efecto del pato: todo el mundo sabe que si a un pato recién nacido se le pone junto a una
farola, no se moverá de allí porque cree que la farola es su madre. A mí me pasó eso con mi tía Curra. Mi tía Curra se
convirtió enseguida en mi madre".
El mundo de Jesús Pardo es, no hace falta decirlo ya, completamente decadente. "Esta novela cuenta la desintegración
de una familia que parecía muy firme". Y la desintegración, precisamente, por el dinero. El dinero "que es el
protagonista verdadero de la historia, lo cual a estas alturas es bastante común. Yo creo que una de las genialidades de
Dante es haber puesto en su infierno un buen número de condenados por cuestiones económicas".

Pero no hay que creer que el tema de la novela de Jesús Pardo es el empobrecimiento puro y simple: es algo más, es el
mantenimiento de las apariencias hasta el final y es, también, el contínuo recuerdo de unos valores ligados al tiempo en
que "la ciudad, Santander, eran las cuarenta familias, y el Sardinero, una ciudad aparte de frío, viento y lluvias, cuatro o
cinco casas separadas del resto, y rodeadas de casas de gente pobre".

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