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La cultura poltica salvadorea siempre estuvo sostenida en el miedo. Las elites que
gobernaron lo usaron para conseguir el rechazo al opositor y preservar el poder.
Bajo esas condiciones, el pensamiento de extrema derecha era dominante y todo
adversario moderado era considerado comunista. Cuando fuerzas y lderes
intentaban competir desde el centro, la reaccin era identificarlos como extremistas
y destruirlos por cualquier medio, incluso asesinndolos.
Esto impidi que las fuerzas polticas moderadas se fortalecieran y, cuando empez
a ocurrir, toda la sociedad se dividi; empresarios, Iglesia, partidos polticos y
militares que rechazaban el autoritarismo fueron reprimidos en forma violenta. Miles
de jvenes se rebelaron, estall una guerra civil y, muy a pesar de que el
pensamiento democrtico centrista era fuerte e influyente, incluso entre algunos de
los grupos alzados, la radicalizacin favoreci el crecimiento del extremismo
ideolgico en la izquierda.
Sin embargo, las elecciones de 2018 estn coincidiendo con factores externos e
internos que alimentan una competencia destructiva. Estas elecciones constituirn
una dura prueba de madurez para toda la clase poltica que ahora se est
movilizando con emociones, pero que en su momento deber pactar con
racionalidad.
Los temas sealados tienen mucha potencia para darle fuerza a la idea de que se
est frente a una lucha entre el bien y el mal. Esto puede acabar profundizando
diferencias ficticias entre las fuerzas del sistema, y estas, en vez de polarizar
constructivamente sobre soluciones a problemas y retos urgentes, podran
enfrascarse en ataques emocionales fciles de vender en lo inmediato. El problema
es que esas emociones pueden acabar convertidas en ideas fuerza del imaginario
colectivo y conducir as a un severo dficit de racionalidad y pragmatismo, los dos
valores ms determinantes de la poltica.