y no habr un sol atrevido que repinte tal silueta quedando lo establecido como un invasor triunfante.
Cuando se mezclen los fros en desbordes cristalinos
con mpetu de castigo los arrojarn los vientos sobre el parral ya sin hojas, tronco, ramas y sarmientos, baando los tendederos donde apoyaran los trinos.
Sobre los pardos rincones de la aquietada siesta,
nos sorprendern las luces cual vidas resucitadas y entre las claras visiones habr una emocionada irrupcin de alegra y un tono de viva fiesta.
Las horas sern cual siestas sobre alargadas almohadas
de relojes que se atrasan haciendo que estas perduren y nuestros pasos cansinos harn silencios que duren y las hmedas ventanas velarn nuestras miradas.
Algunos de los momentos de nuestras tardes tediosas
vern tomarnos las manos como caricias calladas y con tibio ceimiento, sin hablar, traer guardadas caricias enamoradas de alegras generosas.
Con tristeza evocaremos los paseos reprimidos
sin la brjula que fija los pies que no llevan norte para en un punto reunidos buscando el sitio que importe a dos aves ateridas en pos un estrecho nido.
Recordaremos las fuentes su regado infinito
en las caricias heladas dadas al mrmol bruido donde con suave sonrisa y sin un solo gemido mira a todo aquel que pasa el desnudo angelito.
Soando azules cielos brillantes como oro fino
y alientos de aires marinos en cancula que pesa viviremos guarecidos en un portal de pereza como dos desventurados en un antro clandestino.
Con pensamiento turbado en los terminados das
ascendiendo al arropado lecho de blanco tendido, como tibia resolana con calores repetidos soaremos con eneros lejos del julio que enfra.