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EL FIN DE LA IDENTIFICACIÓN

Ana Ruth Najles

El horror —metafísico— consiste en lo siguiente: si nada existe verdaderamente excepto lo Absoluto, lo


Absoluto es nada: si nada existe verdaderamente excepto yo mismo, yo mismo soy nada.

l. Kolakowski. Horror metaphysicus

La pregunta por el ser y su fundamento último (lo Absoluto), recorre la historia del
pensamiento y llega hasta nuestros días.
Como señala L. Kolakowski,1 "la necesidad de vivir en un mundo ordenado, un mundo cuyo
origen, reglas y destino podernos aprehender, no es un antojo históricamente relativo, sino
una parte perdurable de nuestra constitución humana".
Es así, que ante lo perecedero y frágil de la existencia de cada hombre, nunca idéntica a sí
misma, la filosofía planteó de diferentes maneras a lo largo de los siglos la cuestión de la
existencia de algún ser Absoluto, fundamento de un orden del mundo. Esto fue resuelto por
los pensadores neoplatónicos —paganos y cristianos— a partir de postular "una identidad
atemporal, idéntica a sí misma —lo Uno—, para no verse obligados a admitir una conclusión
tan deprimente y carente de sentido como «Nada existe».1
Jacques Lacan —al retomar los tres modos de la identificación desarrollados por S. Freud,2
reinstaló la pregunta por el ser en el se-no del psicoanálisis. Es con este interés, que pone en
evidencia, para nosotros, la importancia que tiene poder llegar a situar con precisión la
función de la identificación en la cura psicoanalítica.
En su Seminario del (1961.] retoma la noción de identificación para dar cuenta de "qué es lo
que cristaliza en una identidad", en tanto respuesta a la pregunta de cada sujeto sobre su
ser: ¿quién —qué— soy?

Sabemos por la experiencia analítica, no sólo de las diversas modalidades que adquiere esta
pregunta, sino de la dificultad de las personas para dar respuesta a la misma. "No sé qué
quiero ser o hacer", "no soy una buena madre, un buen padre, un buen estudiante, una
buena esposa o marido", etc.; "desearía ser feliz", "desearía ser alguien y no puedo", etc.,
son algunas modulaciones de lo que nos es dirigido en tanto analistas.

a) El trazo unario

Lo que primero remarca Lacan es que la Identificación, fundamentalmente, da cuenta de la


dependencia del sujeto al significante —del cual él es electo—, situándose el sujeto a partir
de allí como una suposición con respecto al saber. En el Seminario arriba mencionado, Lacan
dará importancia a la función simbólica de la identificación, señalando que esta operación se
distancia de lo imaginario del estadio del espejo. Poniendo de relieve la naturaleza de los
elementos significantes, los define —a partir del Einzinger Zug de Freud— como "trazos de
serialidad", "rasgos de discreción", de corte. Por ende el trazo unario es el trazo de
estructura más simple que puede soportar por sí solo la cadena significante, por ser siempre
el mismo. Este trazo funda entonces el Uno por su unicidad, siendo así el trazo soporte que
tiene cada significante.

Por un lado, este trazo unario es el instrumento de la identificación ya que su función es


indicar el "lugar en el que está enganchada en el significante la garantía del mismo, o sea la
función de ese significante en el advenimiento de la verdad",4 por el otro, a partir de la
identificación inaugural del sujeto al trazo unario como tal se instituye —como lo señala
Lacan— la función idealizante e trrealizante del Ideal del yo. Punto de partida de la
perspectiva del sujeto como no sabiendo: el sujeto del inconsciente.

Esta identificación al trazo unario —que será denominada alienación en el Seminario XI se


corresponde con la segunda especie de identificación en Freud —quien la considera una
Identificación parcial, aun rasgo único de la persona "objetalizada"—. siendo la primera la
identificación al padre por incorporación. Como señala J. Lacan, la unidad se estructura en su
función significante como pura diferencia, en tanto es el significante el que Introduce esta
diferencia en lo real. Es así que la identificación al trazo unario no consiste en "hacer uno",
no es unificante —a diferencia del Uno de Plotino. Pero, sin embargo, es aquello por lo que
cada uno de los seres "es dicho ser uno", siendo así el factor de coherencia por lo que algo
se diferencia de lo que lo rodea. En tanto el rasgo uñarlo como rasgo distintivo es el soporte
de la alteridad radical. Lacan puede afirmar que el Uno es el Otro, al tiempo que es la
referencia de la permanencia del sujeto. El trazo unario, que remite entonces a la letra,
fundará la cuenta en el automatismo de repetición. El ciclo se repite para hacer surgir por
medio de las repeticiones, la diferencia, la unicidad, ese significante —trazo unario— que es
ese número que él funda.

Lacan no deja de señalar que el trazo es lo que surge del objeto en tanto borrado, destruido,
por siempre perdido, reteniendo de él sólo su unicidad. Dice que es así como en la repetición
a toda reaparición de lo que responde al significante original, en el punto en el que está la
marca que el sujeto ha recibido de lo que sea que esté en el origen de lo Urverdrangt, faltará
siempre esta marca única del surgimiento original de un significante que se presentó una vez
en el punto en que lo que está urverdrangt pasó a la existencia inconsciente.

b) El sujeto a partir de la existencia

En este trabajo para situar al sujeto como existencia, Lacan recurre a este modelo freudiano
de la huella y su borramiento para dar cuenta —por el borramiento— de la operación de
negativización necesaria, que marca el lugar donde el sujeto puede nacer como aquello que
un significante representa para otro significante.

Por la repetición de la demanda —que transforma los objetos parciales en objeto del deseo—
el sujeto es confrontado con el objeto del deseo ante el que se desvanece. Este objeto a, que
—como señala Lacan en este Seminario— "es cualquier cosa, una nada", soporta el juego de
alternancia del sujeto en el fort-da por su valor fálico. Se trata aquí del paso del a al -a no
sólo de la presencia o de la ausencia del objeto a, sino de la conjunción de los dos, del corte.
Es allí que el sujeto como tal se aloja Identificado al objeto del deseo del Otro. Tenemos aquí
situada la identificación histérica, último modo de la identificación en Freud, y además —a
partir de esta operación que dos años después Lacan denominará separación— el fantasma,
en tanto aquello que produce un sentido.

Interesa señalar aquí que en tanto a no es a, éste es utilizable como significante. La


paradoja del trazo unario es que cuanto más reúne, cuanto más borra la diversidad de
apariencias, más encarna la diferencia como tal.

Así Lacan pasa —vía este trazo—, de la norma a la excepción. Su función es hacer aparecer
la génesis de la diferencia como tal, por la repetición de lo aparentemente idéntico, dando
lugar a la entrada en lo real de la escritura como significante inscripto.

Lacan dice que es en tanto hay un sujeto que se marca a sí mismo —o no— con el rasgo
unario, que es uno o –uno, que puede haber un -a que da cuenta de un vacío a partir del
cual surgirá un sujeto. De este modo la excepción (-uno) está en el principio de la regla.
La identificación al rasgo unario hace aparecer al sujeto como el que cuenta. Es la posibilidad
de un significante en más —de un uno por el que constata que hay uno que falta—, lo que
permite la aparición del sujeto. Es así como el Otro se origina en el valor del rasgo unario,
único privilegio del objeto del deseo.

Al hacer referencia nuevamente a la identificación primaria freudiana —por incorporación—,


Lacan señala que en este nivel debe producirse algo en el registro del cuerpo. En tanto a
continuación referirá el falo simbólico a dicha identificación, concluiremos que se trata en ese
"algo" de la falta de goce del cuerpo que introduce dicho significante.
c) El ser no es el Uno

Si tomamos ahora el seminario ...ou pire5 veremos las precisiones que puede hacer Lacan
sobre el tema del Uno luego de transcurridos otros 10 años de su enseñanza.
Es aquí, que luego de señalar que las identificaciones implican el rechazo de las diferencias
de los individuos, plantea al falo simbólico como el significante del goce, o lo que es lo
mismo, de la castración —que implica que para el parlêtre la relación sexual no se escribe—
determinando al discurso como tal.

Acentúa nuevamente la función del escrito como retorno de lo reprimido, ya que es el


significante reprimido el que retorna como letra.
El centro de este seminario será lograr diferenciar la noción de ser de la noción de Uno, con
el fin de situar la diferencia entre el ser y lo real, nociones que permanecen confundidas en
su seminario sobre la identificación.

1. La existencia de al menos Uno: Real

Si seguimos el desarrollo que hace Lacan en este seminario, vemos que toma como punto de
partida la función matemática f(x), para situar la x de la variable como lugar vacío, única
manera de atrapar algo de lo real en el lenguaje. Afirma así, que hay al menos una cosa real
que es el número.

Trabajando con los cuantores de existencia y de universalidad, sitúa la excepción —existe al


menos uno para quien la castración no funciona 3xΦx —como fundante de la posibilidad
de que para todos los otros funcione", VxΦx.

También indica que cada uno de nosotros existe sólo en tanto significante: 3x.
En su desarrollo plantea la modalidad de la necesidad —lo universal— como inexistente al
principio, comenzando a partir del parlêtre. La necesidad es aquello que al repetirse
incansablemente se llama por un lado síntoma y por el otro automatismo de repetición. Plan-
tea que en tanto el inconsciente existe, se demuestra la inexistencia de la verdad 3x como
previa a lo necesario Vx que está en el principio del síntoma.

Con respecto al automatismo de repetición, señala que allí se evidencia la inexistencia de


goce por la insistencia de la repetición como salida hacia la existencia que no hay, porque el
goce opera como inexistente por necesidad del discurso.

Se trata entonces de que la suposición de inexistencia es una consecuencia de la producción


de la necesidad en tanto "lo que no cesa de escribirse". Es el símbolo cero (0) en tanto
existe, lo que hace a la inexistencia como tal, pero en tanto el cero es un número, la inexis-
tencia no es la nada.

Apoyándose en Frege, quien funda el número 1 en el concepto de cero, como concepto vacío
que no comporta ningún elemento, plantea el 1 como el significante de la inexistencia, o sea
del cero, lo que permite concluir que el cero es idéntico al uno.
Es pues la inexistencia, el cero, lo que funda la repetición, o sea la serie.
Será entonces el conjunto vacío, lo que dará lugar al nacimiento del uno, convertido así en la
falta, el fundamento del Uno.
Situándonos en la experiencia analítica, Lacan acentúa que el primer paso de la misma
consiste en introducir el Uno, en tanto él es el que habla: ↑S1 → S2↓. Se trata, entonces, del
$ a
discurso del amo, donde el uno, trazo unario como principio de la repetición, es el uno que
surge de la falta, del vacío. Además este trazo, punto simbólico desde donde el sujeto se
puede ver como amable para el Otro, será el soporte de la identificación imaginaria al yo
ideal.
En cambio, en el discurso analítico el Uno que produce el sujeto, es el Uno solo, como
diferencia pura, donde ya no se trataría de la palabra sino de la escritura: ↑a → $ ↓. Se trata
S2 S1
aquí del saber sobre la verdad, que se articula por este Uno particular que separa el uno del
dos [S2//S1] y "es un abismo", por lo cual la verdad sólo puede decirse a medias.
El Uno soto nos introduce en el nivel de la existencia como tal, que Lacan sitúa por la
fórmula: Hay el Uno [Il y a de l’Un]. que implica "no hay el dos".
El Uno como diferencia pura surge del hecho de que 3 xΦx debe ponerse del lado de lo que
funda al hombre como tal.
Se trata entonces de saber qué es lo que existe, cuya respuesta es "sólo existe el Uno".
Así como en la historia del pensamiento siempre hubo que contar con algo del orden de un
dios, fundamento de lo que es el mundo, Lacan va a situar en ese lugar 3 xΦx: Existe un x
que se determina por haber dicho que no a la función fálica, ligándose de este modo la exis-
tencia a este decir que no por parte de al menos uno. Uno solo.

2. El Uno que une: nomina

Lacan va a plantear a la ex-sistencia como bordeando el universal, al que crea por incluirlo,
por cerrarlo; y añade que es por eso que hay en algún lado un "para todo x" que deviene un
"a" cada vez que se encarna en un ser.

Es en tanto lo universal resulta del englobamiento de cierto campo por algo que es del orden
del Un. que surge la noción de sujeto como conjunto. Es así que el conjunto que es el sujeto
incluye la necesidad del conjunto cuyo elemento es el conjunto vacío, que traduce la
existencia del decir que no.

'Hay el Uno", o "existe uno que dice que no al deseo", funda el orden de "lo que une", que
nos remite, como señala Lacan. a la función que representa en el psicoanálisis el mito del
padre, más tarde el Nombre del padre y finalmente la nominación.
Por todo ello, Lacan puede concluir que el Uno hace el ser —así modo en que la histérica
hace el hombre.

Si el cuerpo es el soporte del discurso —en tanto espacio preliminar de la inscripción— es


porque el discurso se determina por la emergencia del goce como inasible. Pero para que el
goce exista es necesario que se pueda hablar, lo que supone que hay además otra cosa que
es el decir (olvidado).

Recordemos que en su escrito "L’Etourdit", Lacan define a la interpretación analítica como


otro decir, diferente al decir de la demanda, en tanto éste es modal, y el otro es apofántico.6
Plantea así que el decir tiene efectos en el fantasma, en tanto éste se halla constituido por la
relación entre el sujeto y el objeto a. El objeto a es definido en este punto de su seminario,
como lo que se concentra del efecto del discurso para causar el deseo, que en el fantasma se
relaciona con ese algo que está alrededor y que se condensa como hendidura: el $.
Hendidura entre símbolo y síntoma, entre significante y letra, como precisará años después.
7
El sujeto es una hendidura porque el objeto a está siempre entre los significantes y por eso
el sujeto no está sino detrás del decir. De este modo Lacan hace equivaler el decir olvidado
que es lo que hace un lazo social, con el objeto a —que indica el lugar del sujeto—, en tanto
es éste el objeto de la pregunta de cada uno: ¿Dónde estoy en el decir?

d) A modo de conclusión

Sabemos que identificar es la operación de lectura de la letra del síntoma, operación central
en la práctica analítica.
Se trata entonces de encontrar una vía para el fin del análisis que Lacan quiere oponer a las
conceptualizadas por la IPA como identificación con el analista al nivel del yo, del ideal del yo
o del super-yo.
Es así que luego de situar -en el Seminario XI- el fin del análisis como la “diferencia máxima
entre el Ideal y el objeto a”, lograda por medio del deseo del analista, planteará en El envés
del psicoanálisis, a partir de la formalización del discurso analítico ↑a → $↓
s2 - s1
el fin como la producción, la identificación de los significantes amo (S1) de la alienación del
sujeto, entendiendo la alienación como el identificar fundamental del rasgo unario, o sea de
lo simbólico.
Pero he aquí que luego del recorrido ya expuesto para situar la diferencia entre el ser y la
existencia o lo real, recorrido que continúa matematizando en los siguientes seminarios,
Lacan planteará en el año 1976 que el identificar o el nombrar fundamental del fin del aná-
lisis supone esa nominación que él sitúa como identificación del síntoma propio o sinthome.
Recordemos que en este recorrido Lacan ha modificado su concepción del Nombre del padre
y ha pasado a hablar de los nombres del padre, para situar la función de la nominación por el
sinthome, como un modo de suplir la falla estructural del Nombre del Padre (SA/).
Podemos retomar ahora la identificación primaria al padre, que tiene que ver con el amor —
previa a toda elección de objeto según Freud— a la que en su seminario (R.S.I). J. Lacan
define como Nombre del padre, a partir de la identificación en lo real del Otro real, o sea a
partir del identificar del nudo mismo en tanto escrito. 8
Es así como en este seminario anticipa por medio de esta nominación que es del orden del
escrito, el fin del análisis que en el seminario 24 formulará como identificación con el
sinthome. 9
Vemos, pues, que la identificación que aparece como primera en Freud, tiene un aspecto
irreal por su función idealizante, mientras que en Lacan, como nominación vía el sinthome,
pasa a ser una escritura —por lo tanto real— que produce el apretamiento del nudo, con-
clusión lógica de un psicoanálisis.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Leszek Kolakowski. Horror metaphysicus. Ed. Tecnos. 1990.


2. "Psicología de las masas y análisis del yo", en Obras completas. Ed. Biblioteca
Nueva. 1948.
3. Seminario inédito de los años 1961 1962: La identificación.
4. Clase del 29/11/61.
5. Seminario Inédito de los años 1971-1972: ...ou pire.
6. Versión en castellano. "El atolondradicho". p. 14. en Revista Escansión1. Ed.
Paidós.
7. Seminario inédito Le sinthome. Clase del 18/11/75.
8. Seminario R.S.I. Clase del 18/3/75.
9. Seminario del año 1976-1977: L'insu qui sait de l’une bevue c'est la mourre,
clase del 16/11/76.

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