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Un libro que hay que leer y meditar con urgencia

La transformación posible: ¿socialismo en el siglo XXI?, de Antonio González Fernández

(Reseñado por Jorge Alvarado Pisani, Managua, Nicaragua, 5 de julio 2010)

Del 10 al 29 de septiembre de 2009, como parte de las actividades del doctorado en filosofía
iberoamericana que se desarrolla en la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador, el
Dr. Antonio González Fernández impartió el curso titulado “Reflexiones sobre el socialismo en el
siglo XXI”.1 Su último libro, La transformación posible: ¿socialismo en el siglo XXI?, Editorial
Bubok (http://www.bubok.com/libros/174663/La-transformacion-posible) hace públicas las notas
escritas por el autor para las conferencias del curso.

Con un lenguaje diáfano y un discurso riguroso y exento de retórica, este libro ofrece una potente
y original síntesis de economía política, filosofía de la praxis, teología de la liberación y
cristianismo radical que permite vislumbrar los caminos que pueden transitarse desde el
omniabarcante capitalismo actual hacia el socialismo mundial por venir, evitando los desvíos y
callejones sin salida del llamado socialismo real o socialismo del siglo veinte.

A tal efecto, en la Introducción se identifican las tres características esenciales, necesarias y


suficientes, de un sistema socioeconómico capitalista: propiedad privada de los medios de
producción, mercado regido por la oferta y la demanda, y trabajo asalariado. El capítulo I
analiza el socialismo del siglo XIX, en particular la filosofía crítica de Marx y su caracterización
genérica del socialismo. Muestra que hay continuidad entre los conceptos filosóficos “juveniles”
y los conceptos científicos “maduros” de Marx, siempre enraizados en la vida real y concreta de
los seres humanos.

En el capítulo II se hace uso del análisis praxeológico original del autor para elucidar lo que Marx
llamó “energía práxica” o “carácter humano de nuestros actos” y que consideró ser la raíz de la
naturaleza humana y la razón de su especial dignidad. Además, se explica allí por qué los actos
humanos no pueden reducirse a las estructuras materiales que los posibilitan ni tampoco a sus
productos o resultados, y por qué tales reducciones conllevan inexorablemente a cosificar a las
personas y a legitimar los sistemas de explotación de nuestra energía práxica.

El capítulo III hace un recuento histórico del socialismo del siglo XX, para explicar la génesis y
los problemas estructurales de la planificación centralizada, impuesta en la Unión Soviética y los
países socialistas, cuya inviabilidad económica y social condujo al desmontaje (excepto en Cuba
y Corea del Norte) de estos experimentos socialistas. Buscando comprender las causas de esa
inviabilidad, el capítulo IV pone de manifiesto la solución de continuidad existente entre el
pensamiento de Marx y los conceptos de individuo y sociedad establecidos por el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico que fueron oficiales en su momento. Además, el autor pone
en juego nuevamente sus categorías praxeológicas para responder, dando la razón a Marx, las
preguntas cruciales sobre qué es la sociedad humana, de dónde vienen la propiedad y el poder y
cómo las instituciones sociales se apoderan de las personas.

1
Antonio González Fernández (Oviedo, 1961): Doctor en Filosofía (Comillas, 1994), Doctor en Teología
(Frankfurt, 1996), actual Director de Estudios y Publicaciones de la Fundación Zubiri (Madrid). Autor de
Introducción a la práctica de la filosofía (UCA Editores, San Salvador, 1989), Trinidad y liberación (UCA
Editores, San Salvador, 1994), Estructuras de la praxis. Ensayo de una filosofía primera (Trotta, Madrid,
1997), Teología de la praxis evangélica (Sal Terrae, Santander, 1999), Reinado de Dios e imperio (Sal
Terrae, Santander, 2003), The Gospel of Faith and Justice (Orbis Books, Nueva York, 2005), Philosophie
de la religion chez Xavier Zubiri (L’Harmattan, París, 2006). Ver http://www.praxeologia.org/?page_id=5
El capítulo V es el más extenso. Siguiendo la línea expositiva de su libro Reinado de Dios e
imperio, el autor plantea un modelo matemático sencillo para analizar “el secreto del
capitalismo”, sus relaciones básicas (ley del valor, tasa de plusvalía, composición orgánica, tasa
media de ganancia, precios de producción y precios de mercado) y sus tendencias históricas:
recambio tecnológico, sobrepoblación laboral, concentración del capital, expansión de la
producción y los mercados, decrecimiento de la tasa media de ganancia y crisis sistémicas.
En seguida, para clarificar el tipo de historicidad de tales tendencias del capitalismo, el capítulo
VI plantea dos graves problemas: la predictibilidad de las dinámicas capitalistas y la existencia de
leyes históricas. Para elucidarlos, investiga qué es la historia. Y encuentra que la historia no es
simplemente un proceso social, “porque la historia no consiste simplemente en actuaciones
socialmente estructuradas, unas en función de otras. La historia constituye una dimensión distinta
de la praxis humana, según la cual ésta acontece ejecutando posibilidades.” Con lo cual queda
despejado el camino para encarar directamente la cuestión original del libro: ¿Es el socialismo
una de las posibilidades efectivas de la historia humana?
A tal pregunta, el capítulo VII proporciona una triple respuesta: 1) No hay alternativa socialista al
capitalismo global ni con un sistema de planificación centralizada ni con un proyecto
socialdemócrata; 2) La propuesta de “democracia económica” de David Schweickart es una
posibilidad efectiva para la transición al socialismo; y 3) La transición a este socialismo-con-
democracia-económica es factible, sin rupturas revolucionarias violentas, “a partir de la toma del
poder político de unas fuerzas progresistas con el suficiente consenso para llevar a cabo…: (a) La
abolición de las obligaciones de las empresas de pagar intereses o dividendos a los individuos o
instituciones privadas; (b) La declaración de que la única autoridad legal sobre todas las empresas
con más de un número determinado de empleados reside en los trabajadores, según principios
democráticos; (c) La introducción de un impuesto sobre el capital de las empresas, cuyo monto
irá a parar al fondo social de inversión; y (d) La nacionalización de los bancos, que pasarán a
administrar los fondos de inversión.”
Ahora bien, el libro no termina con tales respuestas sino que nos instala en una perspectiva
sorprendente para comprender la conexión entre la posibilidad histórica del socialismo en el siglo
XXI y la posibilidad histórica del cristianismo radical (comunidad de bienes, pacifismo sin
condiciones, liberación del principio retributivo o “pecado original” de nuestra praxis). De las
frases finales del libro podría decirse que “son dinamita”, en el sentido nietzscheano, si esta
metáfora no fuese por demás impropia del cristianismo radical. Mejor es decir de ellas que son
“pura vida”, con la expresión popular usada en Costa Rica y México. Esas asombrosas palabras
conclusivas del libro, puestas aquí y ahora para que al lector o lectora le queden resonando en la
memoria hasta que vuelva a leerlas cuando finalice su lectura, son las siguientes:
“…Todo intento de construir el paraíso con nuestras propias fuerzas termina presentándolo como
un logro propio, y manteniendo de este modo el principio retributivo, que está en el fondo de toda
cosificación del ser humano y de toda opresión. Y aquí es donde todo socialismo tendría que
volver a preguntarse por su actitud ante el mensaje y la persona de Jesús. Y entonces cabe
mencionar un punto esencial de la última homilía de Romero: Mientras el ser humano tenga rotas
sus relaciones con Dios como principio de la vida no habrá auténtica liberación. Ahora podemos
entender mejor por qué: porque el verdadero Dios, situado más allá de todas las cosas, es el acto
puro que recuerda insurgentemente que la persona humana, como acontecer carnal de todos
nuestros actos, no es cosa, ni puede ser convertida en cosa. Ese Dios, manifestado en el Mesías
Jesús, es el que rompe toda vigencia del principio retributivo y hace posible una nueva praxis,
una praxis viva, que ya no está condenada a situarse a sí misma, ni a situar a los demás, bajo
ninguna forma de objetivación. Esta liberación del principio retributivo es lo que hace posible
toda transformación radical.”

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