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Proyecto de ley de servicios de comunicación audiovisual. Audiencia Pública. Ponencias.

DIEGO JAIMES, CÉSAR BALDONI


FM LA POSTA / FARCO / CULEBRÓN TIMBAL / MOVIMIENTO POR LA CARTA
POPULAR.

La comunicación barrial y comunitaria como un servicio público de desarrollo local y


participación
Quienes desarrollamos acciones en el territorio, en la comunidad, en el espacio urbano o
rural concreto de los barrios más postergados, sentimos la necesidad y la urgencia de que se
abran nuevos canales de expresión y participación social.
Son miles las organizaciones sociales que desarrollan proyectos de comunicación comu-
nitaria. Entendemos a la misma como la posibilidad de darle sentido a los distintos elemen-
tos que componen la comunicación en un barrio: los hechos cotidianos, los espacios de
encuentro en la calle, las plazas, las ferias, la escuela, el centro de salud, la organización
comunitaria, el comedor, el centro infantil y adolescente, la esquina, entre otros ámbitos.
Entendemos a la comunicación como un “poner en común” los temas y problemas del
barrio y de su gente: la falta de agua potable, el no acceso a los servicios públicos básicos,
los problemas de vivienda, como desalojos y tomas, las dificultades para acceder a un turno
en la salita o el hospital, la falta de vacantes para alumnos en las escuelas, la necesidad de
becas para seguir estudiando, entre otros.
Pero también está la otra cara de los barrios, la que no se ve en las pantallas, la que no
circula en el éter salvo por los esfuerzos de las radios locales y comunitarias. La intensa
actividad solidaria, en pos de reconstruir la capacidad política de ejercer los elementales
derechos a la educación, la salud, el trabajo, la vivienda, la recreación, alimentación, que
todos los días se lleva adelante en las comunidades más postergadas, no tiene lugar en el
actual ordenamiento de los medios masivos de comunicación.
A lo sumo, aparecen como experiencias bienintencionadas, pero alejadas del conflicto
social: por el contrario, la comunicación es para nosotros una forma de poner en escena las
manifestaciones de los conflictos de la época: la lucha por una distribución justa de la ri-
queza, la necesidad de crear empleo genuino, la formación para el trabajo de los más jóve-
nes –que están siendo señalados como los culpables de los problemas de la inseguridad y el
delito–, todas cuestiones que dan cuenta de una realidad compleja.
Esta otra cara no parece ser “agenda” de los grandes medios. La lectura de estos conflic-
tos se realiza de manera sesgada, parcial, quitándole legitimidad a las causas de las cosas.
O directamente ocultando dichas causas, porque son en parte sus generadores o, como mí-
nimo, sus legitimadores sociales y culturales.
Con el actual mapa de medios, con la concentración imperante, con la vigencia de los
monopolios de la comunicación, estas realidades locales –que forman parte de una totali-
dad– se ven silenciadas, ocultadas o representadas mediáticamente según la óptica de las
ideas e intereses dominantes, para quienes la pobreza y la desigualdad sólo son efectos
colaterales de un modelo que no se toca. O a lo sumo, son un “escándalo” del que no se
hacen responsables.
Las organizaciones del campo popular, por el contrario, queremos cambiar ese modelo
social, político y económico, del cual el sistema de medios es uno de sus componentes más
importantes. Es el que marca, con los titulares de los diarios de la mañana, lo que comentan
los programas de radio que suenan en las casas, los comercios, la calle, el colectivo.
Y esos titulares no son meros reflejos de lo que pasa. No tienen carácter de verdad. Los
entendemos como “construcciones de sentido”, relatos sociales desde un enfoque determi-
nado, vinculado a la visión de un actor profesional que es un periodista, a la vez parte de un
medio, institución social que sostiene una línea editorial acorde con sus intereses.
Esos intereses son los que hoy están en juego más explícitamente. Los ingresos por pu-
blicidad, por televisación de partidos de fútbol, por sostener audiencias que son potenciales
consumidoras de productos del mercado, son intereses concretos que hoy están en disputa.
Los medios de comunicación, en los últimos veinte años, han demostrado que no sólo po-
seen una dimensión simbólica, sino que en el marco de las industrias culturales, son un
factor estratégico y determinante.
Otros intereses son los de las organizaciones del campo popular, de los vecinos de los ba-
rrios, de los movimientos sociales. No son la reproducción económica y la acumulación de

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capital. Son, por el contrario, objetivos y acciones para construir posibilidades de progreso,
mejora en las condiciones de vida y desarrollo social de la población más desfavorecida.
En este sentido, la comunicación entendida desde esta posición es una herramienta para
el desarrollo integral y local, en la que la dimensión económica es una variable más entre
otras y no puede subordinar la producción de contenidos a las reglas del mercado. Los
intereses en disputa en las comunidades, son mucho más complejos y con un horizonte más
alto que el simple juego de la oferta y la demanda que siempre beneficia a quien posee una
posición privilegiada.
La reserva del espectro radioeléctrico para las entidades sin fines de lucro
Con la reserva de un tercio de las frecuencias para el sector de las entidades sin fines de
lucro, creemos, se está haciendo justicia con varias décadas de construcción de comunica-
ción alternativa, comunitaria, popular, social, con un enfoque que es el de los propios sec-
tores populares, y no de unos discursos mediáticos que construyen imaginarios diferentes a
sus intereses.
Esta reserva puede posibilitar varios movimientos positivos para nuestra sociedad. En
primer lugar, el de otorgar licencias a los medios que ya se encuentran transmitiendo con
permisos precarios, provisorios, injustamente no otorgados desde lo formal. Medios que
cuentan con la legitimidad social, barrial, comunitaria, construida a través del tiempo, que
no existirían si no fuese por el servicio que prestan a la comunidad.
En segundo lugar, esta reserva del 33 % puede facilitar la emergencia de nuevos canales
para las voces del pueblo, verdadera fuente de la democracia, a través de la mediación ins-
titucional de sociedades de fomento, cooperativas, asociaciones civiles, clubes, grupos de
jóvenes, de mujeres, pueblos indígenas, que hoy ven cerradas las puertas para ser emisores
y no limitarse al polo receptor de los procesos de comunicación.
Vemos esta reserva como un acto de “reparación simbólica histórica” a estas experien-
cias de comunicación, que desde su gestación desde fines de los años ochenta han bregado
por la democratización de la comunicación, por ser canales de expresión de los sectores
populares.
El Proceso de armado de la ley, que nos indica lo importante de consensuar y de imple-
mentar metodologías de democracia participativa (foros y consultas)
No es esta una ley más. Hemos estado allí donde se fueron construyendo los cimientos
de esta normativa. Los 21 puntos, elaborados por la Coalición por una Radiodifusión de-
mocrática, creada hace ya 5 años (un lustro de debates, actividades y encuentros públicos)
es una muestra de lo que una democracia en serio puede ser: un escenario para el debate
entre iguales y diferentes, entre mujeres y hombres que con sus historias y experiencias a
cuestas se reúnen dejando de lado sus diferencias porque tienen un objetivo superador y
desafiante. En este caso, el de una nueva ley que reemplace al decreto de la dictadura.
¿Qué es la democracia sino un sistema que facilita la participación del pueblo a través de
sus organizaciones y agrupamientos, para darle sentido a su existencia? ¿Qué es la demo-
cracia sino la posibilidad de sentarse a la misma mesa a debatir a quienes no están de
acuerdo de antemano, cuando un horizonte común los atraviesa?
La democracia no es sinónimo de libertad de mercado. Cuando el mercado se mueve más
libremente que las personas, presas de su condición social, económica o cultural, la demo-
cracia se debilita, se degrada, pierde sentido.
La democracia a nuestro entender es la forma concreta para que el pueblo participe en la
toma de decisiones de las cuestiones que los afectan. Y no solamente a través de sus repre-
sentantes, sino a través de mecanismos más directos, donde es posible ocupar otro lugar,
más activo, más protagónico.
El armado de esta ley, los 21 puntos, el proceso de la Coalición, es para nosotros un mo-
delo de democracia. Quisiéramos muchas más leyes elaboradas como ésta. Y no solamente
por la forma, sino por su contenido, del cual hemos dado algunos detalles y podemos defi-
nir algunos más.
Estos cinco años de debate, construcción y participación no son algo aislado: tiene ante-
cedentes en lo local, en lo regional y a nivel latinoamericano. Sin ir más lejos, la última
reforma constitucional en Bolivia ha sido discutida y nació desde las comunidades y ba-
rriadas para transformarse luego en una política de Estado.

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Lo que estamos viviendo hoy, con los más de 80 Foros que se organizaron desde la Coa-
lición más incontables charlas y eventos que se han sucedido durante los 5 años, con la
realización de los Foros abiertos convocados durante más de dos meses para discutir el
anteproyecto y el espacio que se abre ahora en estas audiencias públicas, da cuenta de que
estamos hablando de una iniciativa que ha sido ampliamente difundida, discutida y consen-
suada a lo largo y ancho del país. La discusión por la ley no comenzó el 27 agosto, lo que
sucedió ese día es fruto del debate que se ha dado la sociedad desde la recuperación de la
democracia buscando la mejor ley de comunicación posible.
Quienes sostenemos que la los procesos de democratización no se detienen, el camino no
finaliza con la participación en las audiencias o la posible aprobación de la nueva ley. Des-
de las radios comunitarias y las organizaciones sociales seguimos trabajando desde la edu-
cación popular, la formación, la promoción y la consulta a nivel territorial: con las familias
y las instituciones intermedias, por medio de cartillas, publicaciones y consultas populares.
En este sentido, los próximos meses nos verán profundizando el alcance del trabajo reali-
zado en los últimos 5 años y generando las acciones culturales que sean necesarias (radios
abiertas, festivales culturales, encuentros formativos, Caravanas Culturales) para que,
mientras el Congreso Nacional trata esta ley fundamental, en cada barrio la ciudadanía se
sienta protagonista y opine, sin que ello signifique (sino todo lo contrario) ralentizar el
tratamiento del actual proyecto de ley. Se trata, en última instancia, de construir poder des-
de la ciudadanía que hoy, lamentablemente, se informa de manera parcial por el sistema de
medios existente heredado de la ley dictatorial que nos rige y que hemos empezado a des-
montar.
La aparición por primera vez en una ley de comunicación en nuestro país de un consejo
consultivo federal
La democratización de la sociedad no sólo se vincula al correcto funcionamiento de las
estructuras de representación ya existentes. Como sucede en otras regiones del mundo, ya
sea en América Latina con la sanción de constituciones que en sus articulados incorporan la
democracia participativa y/o directa; o en países de Europa donde aparece la figura del
control permanente de la gestión pública, cada vez es más evidente que sólo es posible la
mejora de la calidad de vida y la transformación de las desigualdades existentes en la me-
dida en que cada vez más actores de la sociedad civil y la ciudadanía constituyen mecanis-
mos de participación que fortalezcan la tradicional democracia meramente representativa.
En este sentido, una ley de comunicación de la Democracia debe constar, desde nuestra
perspectiva, con un espacio de participación e injerencia de todos los actores sociales vin-
culados a la comunicación y la cultura. En los casi 90 años de radiodifusión en nuestro
país, se han sucedido reglamentos, decretos dictatoriales y una sola ley sancionada por el
Congreso. En ninguno de estos precedentes se especifica la aparición de la sociedad civil y
las organizaciones (profesionales, sindicales, sociales, religiosas, etc) en institucionalidad
alguna. Creemos que el desafío de las democracias en esta coyuntura, y en nuestro país a
partir de la crisis de los años 2001-2002, tiene que ver con dar respuesta a la demanda de
participación de amplios sectores en la gestión, control e implementación de las políticas
públicas. Por este motivo saludamos la creación de un Consejo Federal de Comunicación
Audiovisual, novedoso en materia legislativa en nuestro país, y que, además, genera una
interesante plataforma para promover y proyectar el rol de la sociedad en las políticas pú-
blicas.
La posibilidad de poseer un piso de construcción desde el cual se podrán pensar mejoras y
modificaciones a la ley de acuerdo a las nuevas tecnologías y la aparición de nuevos ac-
tores en el campo de la comunicación
Para finalizar, nos parece pertinente indicar, que la rápida aprobación de esta ley que ha
sido postergada por nuestros representantes y que el pueblo ha puesto en la agenda pública,
no debe ser algo acabado. Las transformaciones sociales, los cambios tecnológicos, la apa-
rición de nuevas identidades y de procesos derivados de la globalización, las crisis interna-
cionales, las nuevas formas de dominación y construcción de hegemonías, entre otros, hará
necesario que en los próximos años muchas cuestiones que hoy son verdades sean revisa-
das y cambiadas.
Este proyecto de ley, sostenemos, nos permite construir una base sólida a partir de la cual
podamos adaptar todo el sistema de medios de comunicación (privado con fines de lucro,

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público, y sociales sin fines de lucro) a las necesidades y desafíos que los nuevos tiempos
nos vayan poniendo. Actualmente nos encontramos con un marco legal precario, reformado
arbitrariamente por medio de decretos presidenciales y desactualizado tanto en su concep-
ción ideológica como en sus definiciones tecnológicas. Esto también ha sido una de las
dificultades (quizás no la más importante) que ha debido sortear el actual proyecto de Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual y que, enfatizamos, posibilitará un debate más
serio en el futuro sobre la comunicación que nuestra Democracia necesita.
Por todo lo mencionado, y más allá de las cuestiones puntuales que puedan sucederse en
el debate parlamentario, creemos que el presente proyecto responde a las demandas, las
necesidades y el consenso de la gran mayoría de los actores involucrados y de la sociedad
argentina, por lo que esperamos, luego de tantos años de debate y reflexión, la próxima
sanción y promulgación de la presente normativa.

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