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fonds Lanier det pow hasredver JEAN ALLOUCH F) peicoandlie una erotologia de pasaje Litoral Jean Allouch El psicoanilisis, una erotologia de pasaje SEMINARIO DE LOS Dias 25, 26 Y 27 DE OCTUBRE DE 1997 CORDOBA Traduccién de S1IN1O MATTONI Intervenciones de RAUL GIORDANO, GRACIELA GRAHAM sobre La etificacidn del psicoandlisis Transcripcién y montaje de las discusiones MARTA OLIVERA DE MATIONI Litoral Cuadernos de Litoral Responsable de la publicacién: Marva Olivera de Mattoni Colaboracién y notas de las discusiones: Liliana Ferro, Graciela Lopez y Maria del Carmen Melegatti ISBN: 987-99567-9-6 Cuadernos de Litoral y la revista Litoral son editadas por Ediciones de la école lacanienne de psychanalyse. © 1998. Edelp. Tucuman 1841. 5001 Cérdoba, Argentina IMPRESO EN ARGENTINA. Envio “El psicoandlisis: una erotologya para el olvido”, éste habfa sido el titulo anunciado en primer término para un seminario dado los dias 25, 26 y 27 de octubre de 1997 en Cérdoba (Argentina). Se hallaré aqui una transcripcién doblemente infiel. En efecto, revisada a poste- riori, contiene asimismo algunos andlisis que, sobre todo en interés de dar lugar al debate, no pudieron ser presentados oralmente. Al no haber sido integramente realizado el programa, particular- mente en verdad, es decir, con respecto a que la verdad debia ser pre- sentada como falicamente erigida contra el olvido (su nombre de ald heia expresa bien que ésta priva de lethé, de olvido), se habia vuelto oportuno encontrar otro titulo para la publicacién. El psicoandlisis, una erotologta de pasaje parecié un buen titulo de apertura, porque no escamotea esa “opacidad sexual” a propésito de la cual Lacan de- claraba, cuando alcanzaba ademas el fin de su camino, el 13 de ene- ro de 1976, quea partir de ella todo debja ser retomado desde el prin- cipio. Proferir los dos nombres de “hombre” y de “mujer”, hablar de “la diferencia sexual”, tener en cuenta una “bisexualidad” es ya en efecto resolver, ilusoriamente, el problema que pretendemos tratar. Lacan (Les non-dupes errent, sesin del 15 de enero de 1973): [...] el hombre no es la mujer. ;Ni Aristételes se atrevié a re- chistar contra eso! ;Cémo lo habria hecho, en primer lugar, eh? @Diciendo “Ningin hombre es mujer”? ;Eso, eso habria sido te- rriblemente caradura entonces, sobre todo en su época! Entonces no lo hizo... Si hubiera dicho “Todo hombre no es mujer”, geh? Y bien, vean el sentido que adquiere: el de una excepcién. Hay al- gunos que no lo son. Es en tanto que todo que no es mujer. V, allf, la A del cuantor, x, un punto, ey, barrada: Vx.y. Lo unico molesto es que no es del todo cierto y que eso salta a la vista. El psicoandlisis freudiano es una erotologia/ Ese estatuto lo separa de la ética dentro de la cual hoy se intenta, desde diversos Angulos, verterlo. En La etificacién del psicoandlisis, creo haber‘ mostrado —por el absurdo— que ese psicoanilisis no es una éti- ca. Asf el presente optisculo, suplemento del precedente, indica- rfa esta vez positivamente lo que es. Sobre la erotologia analitica, Freud una vez més es quien la inau- gura. Leemos, en plena mitad del seminario La ética del psicoand- lisis de Lacan, esto: Tenemos que explorar lo que con el correr del tiempo el ser hu- mano fue capaz de elaborar que transgrede esa Ly [la que nos ha- ce desmesuradamente pecadores, dice el contexto], la coloca en una relacién con el deseo que franquea ese lazo de interdiccién e in- troduce, por encima de la moral, una erética. [...] Sin duda, ha- blando de erética, debemos hablar de lo que se fomenté con el co- rrer del tiempo, de las reglas del amor. Freud dice en algtin lado que hubiera podido hablar de su doc- trina como de una erdtica, pero dice, no lo hice, pues esto hubie- ra sido ceder sobre las palabras y quien cede sobre las palabras ce- de sobre las cosas - hablé de teorfa de la sexualidad. Es verdad, Freud colocé en un primer plano de la interrogacién ética la sim- ple relacién del hombre y la mujer. Cosa muy singular, las cosas se limitaron a quedar en el mismo punto. Sesion del 23 de diciembre de 1959, Paidés, p. 104. Curioso cruce entre Lacan y Freud, puesto que Lacan, ese afio y también los siguientes, reivindica explicitamente para el psicoa- ndlisis de Freud el nombre de erética con respecto al cual Freud (se- guin Lacan) pensaba que el de “teorfa de la sexualidad” era més con- yeniente ya que cedia menos sobre la cosa sexual. Lo contrario, atin hoy, es verdad. Incluso en el reconocimiento de que esa “verdad” es también un asunto erético. TEXTO ANUNCIO DEL SEMINARIO El psicoandlisis: una erotologia para el olvido En Occidente, existe una especie de moderna desorien- tacidn con respecto a eros. Prueba de ello, esta coincidencia: el momento en que Bataille lanza contra eros el ultimo gri- to de la soberanfa vencida (1957), en que Klossowski publi- ca Las leyes de la hospitalidad (1965), sera también aquel en que un Stoller intenta enmarcar el sexo como género (1968), en que Lacan formula que no hay relacién sexual (1969), en que Foucault propone su historia de la sexualidad (1976) y que a partir de esto se emprenden una serie de estudios his- téricos decisivos (of Bibliografia). Es también cl momento en que con la ayuda de los psicoanalistas se intenta inventar otro sexo, el bi, y en que, tiltima noticia del verano de 1997, son peoclamados los derechos sexuales, en que la sexualidad se hace asi... “patrimonio”. ;Se ha encontrado ya una pala- bra més inconveniente para el sexo? Freud destaca que la erética juega sus vueltas. Lo que noim- pide que la teorfa del coger, a pesar de los esfuerzos de Ferenc- zi y de Reich, quede ampliamente descuidada, hasta que La- can propone en 1962-63 algo asf como una escritura de la relaci6n sexual. Explicitamente, hacia asi del psicoandlisis una erotologia. Ella venfa detr4s de muchas otras. Citemos enue las mejor caracterizadas de esas erotologfas: los cultos falicos (tan poco, tan mal estudiados), el tantrismo, la homofilia griega, la cortesfa, el libertinaje, el dandysmo, el romanticismo. El gesto de Lacan contaba con el hecho de que una eroto- logfa puede producir otra, puede mutar en otra. Rushdie (Los 7 hijos de medianoche, p. 620): “[...] la historia que terminamos tal vez no sea nunca la que habfamos comenzado”. El psicoa- nélisis es una erotologfa mutante, una erotologfa mediadora: eros que transforma a eros. Qué es entonces esa articulacién estrafalaria, subrayada por Foucault, del falo (el fascinus) y la verdad? Se pondra de relieve que el falo es la verdad de la verdad. Sucede que la ver- dad, a-létheia, es lo que mejor funciona a manera de contra- olvido. Ahora bien, el olvido (/ethé) sucede cuando eso cae. Ta A verdad es esa mentira, esa creencia o esa ilusidén de que eso no cae(ra)... en el olvido. Se levanta contra esa caida que lo sexual, por su ausencia de huella, hace presente de entra- da. La verdad de la verdad es por lo tanto falo, lo que Freud transcribirfa haciendo del orgasmo la summa voluptas (en la- tin porque ya los latinos advertian ese hecho), lo que Lacan metonimica y ptidicamente indicaba haciendo decir a la ver- dad: “Yo, la verdad, hablo”, dicho de otro modo: “Parlotean- do, me levanto contra el olvido”, Aunque nada se levante i|_verdaderamente contra el olvido. . Laerotologfa es por lo tanto eros puesto al servicio del ol- vido (la histérica en efecto sufre.de-recordar: el inconciente —Freud también lo advertfa— vuelve casi inolvidable cual- quier cosa que la represién inscriba ah/). Si no obstante nada prevalece sobre el olvido, la palabra final del fin de la erdtica partida analftica ser4 la que Lacan expusiera en primer término, justo después de haber inven- tado el objeto pequefio a (en enero de 1963): ni “travesia del fantasma’, ni “cafda” o “pérdida’ de ese objeto erdtico si lo es, sino un acto pasivo con respecto a ¢l, un “dejar caer”. Lacan (L’angoisse): “La cosa freudiana es lo que Freud ha dejado caer”. BIBLIOGRAFIA DEL SEMINARIO SANDOR FERENCZI, Thalassa, una teorta de la genitalidad, Buenos Aires, Ed. Letra Viva, 1997. WILHEM REICH, La funcién del orgasmo, México, Ed. Paidés, 1994 GEORGES BATAILLE, El erotismo, Barcelona, Ed. Tusquets, 1988. Jacques LACAN, L’angoisse, seminario inédito (1962-63). 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Ja- cob, 1997. 10 Primera sesién, sdbado ala mafiana La tesis que durante estas tres jornadas de seminario deseo po- ner a consideracién de ustedes, discutir con ustedes, al menos cuya posibilidad me propongo hacerles entender, ¢ incluso hacer que la “admitan en su creencia’, como decfa felizmente Descartes, para ex- traer de ella, dentro de la relaci6n de ustedes con el psicoanilisis, al menos algunas de sus consecuencias decisivas, esa tesis es simple de formular. Expresa el estatuto del psicoandlisis en el campo, sino de laciencia, en todo caso en el de la racionalidad; es pues una tesis ca- pital. El psicoanilisis, digo, es una erotologia. Agreguémosle de in- mediato dos palabras, lo que da esta otra tesis cercana: el psicoand- lisis es una erotologfa hecha medio. O incluso: de pasaje. Los protagonistas Al escuchar la primera formulacién de esta tesis, sin duda ha- brn ofdo el “digo”, que por cierto no pretendo erradicar, separar de la tesis como un elemento sin importancia, una especie de rui- do que sdlo podrfa ser nocivo para el enunciado en todo rigor de la tesis, para su estudio, para su validacién. Muy por el contrario: si la tesis lo es verdaderamente y si es verdaderamente ésta, singu- lar, entonces algo como este “digo” es exigible. En efecto, no vemos ” cémo una erotologfa podrfa ser dicha, y por lo tanto convocar a eros, de manera “acéfala”, fuera de la presencia del cuerpo, empe- zando por la de la voz que pronuncia la convocatoria. 4 Que sea esencial no implica sin embargo que ese “digo” sea un fepresentante exactamente apropiado para esta tesis, la cual no es solamente una tesis sobre eros sino que es en s{ misma de un te- ll El psicoandlisis, una erotologia de pasaje nor erético, forma parte de una determinada maniobra de eros.:“ De hecho, ese “digo” no es exactamente adecuado, antes que na- da porque no fui el primero que dijo esta tesis. El primero fue La- can; primero después de Freud por supuesto (cf, aqui mismo, el envio). Lacan en 1962-63, mientras estudiaba la angustia, cuan- do inventaba, en un momento sefialable casi en segundos, el ob- jeto pequefio a', en el mismo momento en que sucedian en Fran- cia un determinado ntimero de acontecimientos no desatendibles para nuestro propésito. Asi es exigible otro enunciado de la tesis, O trata del paso mis importante dado por Lacan desde la invenci6n del ter nario SI Ren 1953. E19 de abril de 1974, Lacan declaraba (seminario Les non-dupes erreni): “Quées entonces lo que yo inventé? [...] Responderé de esta manera para poner las cosas en marcha: el objeto “pequefio a”. Leidaa posteriori, esa invencidn se revela como producida sobre un terreno prepa- rado de bastante larga data y podemos, como lo hizo Guy Le Gaufey en un seminario (no publicado) en 1994, sefialar paso a paso algunos acontecimien- vos capitaleea egecespectoy ocucrieron contra un fondo te ambigitedad en el punto de partida (desde la construccién del “grafo del deseo”), donde “pe- © ~ quefio a” designa un pequefio otro a la vez imagen y objeto: el 5 de enero de 4: 1958, aparicién del objeto metonimico, en seguida llamado falo, el 20 de mayo de 1959 el objeto es situado “como corte y como intervalo”, el 1° de febrero de 1961, introduccidn del agalma, La invencién del objeto pequefio a sobreviene cn un momento en que la distincién “Otro”/“otro” terminaba constituyendo un problema como tal insoslayable, desembocando en una crisis. Ahora bien, a partir del 9 de enero de 1963... terminado. Pequefio a, como objeto, ya no tendré nada que ver con el pequefio otro. Ese paso deci. sivo se da en una frase muy simple, de consecuencias inmediatas, numero- sas, explicitas, capitales. Digdmoslo en una palabra. La construccién misma de Lacan vive un momento de perturbacién, de vacilacién, Escn efecto dificil, con respecto al esquema éptico, continua lla- mando “pequeiio otro” 1/ el jarrén en el Otro y 2/el ramo de flores que es- thenel cuello del jarrdn, el objeto cuya presencia en el Heim provoca la an- gustia, Tanto més dificil cuanto que Lacan justamente ha sefialado, via Abraham, desde el seminario Le transfért...., que ese objeto es precisamente un resto que escapa del juego de la libido reversible entre i(a) ¢ ?(@). Excep- to en la confusion més grande, la le:ra “a” no puede designar ala vez al otto y lo que escapa del otro. Segundo punto de perturbacién del Algebra lacania- na, esta vez legible en el grafo. No podemos plegar uno sobre otro dos estra- 12 Primera sesion, sdbado a la mahana que opera un cambio de persona gramatical y de tiempo: el psi- coanilisis, dijo él [dit-if], es una erotologia. Este “dit-il” no es exactamente el de Marguerite Duras, el de Deéstruire dit-elle [Destruir, dice ella). Saben ustedes que ella habia titulado su texto simplemente Destruir? sY que fue otro autor, Rob- be-Grillet, lector entonces en las ediciones de Minuit, quien ha- brfa agregado el “dice ella”? ;Lo que parece lo puro de Duras fue cos que el grafo distingue como dependiendo respectivamente del simbdli- ,_, coy del imaginrio, Si inscribimos i(a) en el lugar de pequetio a del fantas- ma (y Lacan lo hace), anulamos el despliegue de esos dos estratos, lo que echa todo el grafo por tierra y destruye al mismo tiempo la distincién paradigmé- tica del simbélico y del imaginario. Un factor positivo esencial, que va a permitir salvar esa ambigtiedad, pro- viene de la topologia. Desde el serninario L identification, el afio antes de L ‘an- goisse, Lacan puede distinguir dos diferentes tipos de objetos, los objetos lla-_/ mados “especulares” (el espejo da una imagen invertida de ellos) y los que no lo son. Deallf a poner en relacidn esos dos tipos de objetos con los dos peque- fios otros que hasta entonces estin no confundidos sino, en el equivoco ter- minolégico, confusamente distinguidos, no hay més que un paso. Paso que ser justamente franqueado el 9 de enero de 1963. Se trataen efecto del mis- ‘mo paso por el cual Lacan inventa el objeto pequefio a. {Pero cbmo? He aqui pues el texto del 9 de enero yo subrayo la titima frase: Esté claro que esto [entiéndase: los problemas que acaban de ser recor- dados| supone un paso mAs en la situacidn de precisién de lo que en- tendemos por ese objeto (a). Quiero decir, a ese objeto lo designamos mediante (a) justamente [entiéndase un eco de la observacién que aca- ba de bacerse sobre la letra a). Destaco que esta notacién algebraica tiene su funcién. Abt est4 todo dicho. Como a propésito de Hans en el seminario La re- lecion de objet 9 ls exacts foiidanas:e sabraya que la farmalacién es la cosa (clinicamente) decisiva. Sigamos la explicacién que da Lacan. Es la continuacién inmediata del texto: Bs (Ja notacién algebraicd) como un hilo destinado a permitimnos re- conocer, bajo las diversas incidencias en que se nos aparece, la identi- dad, Su notacién es algebraica: (a); justamente por responder a ese fin de localizacién pura fps subrayo} de la identidad, habiendo sido ya planteado por nosotros que la localizacién mediante una palabra, me- diante un significante, ¢s siempre y no podsfa ser mis que metaférica, 13 d: Ad. ident El psicoandlisis, una erotologia de pasaje una invencién de alguien mas! A diferencia de ese “dit”durasiano, el de la tesis estd en pasado. Sin duda quieren las referencias precisas. Se las daré tanto mas gustosamente cuanto que ese gesto, puedo imagindarmelo, pue- den creerlo, me pone al amparo, o en el amparo, en el amparo de Lacan. En fin..., a primera vista. Porque el alumno, que in- tento ser, cl alumno que lo es, es decir, alguien que cuestiona, in- terrogdndolo, no est4 mds al amparo que el maestro al que inte- rroga y que por sus preguntas sale de su amparo —si es que el es decir, dejando de alguna manera, afuera de la significacién induci- da por su introduccién, la funciémdel significante mismo. La observacién de que la letra a pertenece al algebra realiza pues una de- purse Apelar ala metéfora sirve para indicar la distancia existente entre palabra y la cosa, el hecho de que el lenguaje, como lo establecié Saussu- re, no es una nomenclatura. Pero en el paso que se da sobre todo no se tra- tade reducir esa distancia, sino por el contrario de ratificarla, de consolidar- la, Cémo? Dejando caer el valor metafdrico de Ja letra a cn tanto que nos temite al pequefio otro. Vale decir, al destacar que pequefio a pertenece al algebra, Lacan efecttia un corte, una particién entre la significacién de esa letra (el pequefio otro especular) y su Finetdn de designacién (del objeto no especularizable). Hay particién enue la significacin y la funcién del signi- ficante como tal, en tanto que al deaguilo éste constituye un objeto en su identidad. Como para hundir més su clavo, Lacan agrega (serd el fin de nues- tras citas): El término bueno, aunque engendre la significacién de bueno, no es bueno por s{ mismo y esté Icjos de cso, ya que engendra al mismo tiem- po el mal, Tratando al término “otro” como a ese “bueno”, entendemos que al igual ue el término bueno no es bueno, del mismo modo la letra a no es otro autre]. He aqui pues el corte constitutivo del objeto pequefio a como tal. Realizado en cartén, fue por otra parte aquel dia un regalo de Lacan para sus oyentes. La férmula de ese don adems no podia ser més notable. Les dice en su pasaje al acto: La parte residual est4 aqui. La construf para ustedes, la hago circu- lar. Tiene su pequefio interés porque, déjenme que se los diga, esto es (a). Se los doy como una hostia, ya que se servirdn de él en adelante. Pequefio a estd hecho asf. Primera sesién, sdbado a la mahana maestro* estuvo alguna vez al amparo, por ejemplo, el que le otorga Hegel por haber corrido el riesgo de muerte. Esta correc- cin de Hegel, no obstante, se impone porque ya no podemos ig- norar los trabajos recientes sobre el estatuto de eros (cf bibliogra- fia del seminario), sobre su ejercicio, sobre su funcibn desde la Grecia arcaica hasta la decadencia romana, trabajos que atesti- guan que cuando se trata de eros el amo ya no est4 al amparo’. Vale decir que, aun como vencedor del esclavo, no lo ha estado, nunca, porque nunca se ha visto que un amo por ser amo se ha- Ile fuera del alcance de las flechas de eros. Ustedes ven que citar de entrada a Lacan implica una relacién erética con él, una relacién que también los incluye. Que por lo tanto este gesto instaura una partida fina entre varios. En efecto, se ha vuelto preferible llamar alo que se coloca asf entre tres al me- nos “partida fina” antes que “transferencia’. Y por otra parte, la teo- rfa de la transferencia forjada por Lacan nos impulsa a hacer esta diferenciacién y dar este paso al costado. En efecto, poniendo en 2. No sin Idgica, la Revolucién francesa abolia la esclavitud: al decapitar al rey ponfa fin no tanto a una realeza (muy lejos hoy con sus princesas de haber desaparecido) como al rey en tanto que soberano, es decir, en tanto que amo. Es una tentativa logeada de acabar con un dominio del amo que perduraba desde la noche griega de los tiempos. Produciré por lo tanto un amo, lo que Lacan ratificaba provocando a los revolucionarios de 1968: “;Lo que ustedes quieren es un amol”. Ese mismo querer sefiala que ya no hay mds. * En todo este parrafo debe tenerse en cuenta que “maestro” y “amo” son en __francés la misma palabra, maitre (N. del T.). ** En el original, partie fine, que traducimos literalmente como “partida fi- na”, ya que no hay un equivalent en espafol. En una acepcién del siglo XVIf la expresién francesapartie ine se refiere a ciertos valores particulares del adjetivo “fino”, término por ota parte refinado hablando de la comi- da; ms que al conocedor en lo referente a los comensales. Una cena fina reinea algunos finos gourmets ante las vituallas més exquisitas. En la par- tie fine los placeres de la mesa deben ser acompafiados de otros placcres de lacarne, en el cual se tiene cuidado —dice Littré en su diccionario— “de poner algiin misterio”. [Agradecemos a Guy Le Gaufey su colaboracién con esta y otras referencias. (N. del E.)]. 15 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje practica la definicién wittgensteiniana del alumno a la que me re- feria hace un momento, cuestionando a Lacan, no le supongo un saber a Lacan, no estoy en transferencia con Lacan (y aun menos bajo la influencia de ese monstruo que Lacan puso por un tiempo en circulacién y que llamé “transferencia de trabajo”). La transfe- rencia es por el contrario la suposicién de un saber en tanto que im- pide (es la palabra exacta, of Langoisse) plantear preguntas. He aqui pues que mediante la legftima exigencia de ustedes yo le planteo preguntas al citarlo. Que por eso soy Ilevado a precisar que lo hago en cuanto alumno. ;Qué quiere decir? Que en mi re- lacién erdtica con Lacan no hubo esa pedagogia amorosa, que es- tudiaremos pasado majiana, que ala manera antigua hubiera ter- minado haciendo de mi un maestro, un erastés, luego de que Lacan me hubiera tomado, siendo erastés, como erémenos, Durante un tiempo, ustedes lo saben, Lacan hizo jugar estos términos en el ni- vel de la pareja analizante/analista. Ahora bien, en oOposicién a es- ta doble identificacién, en nuestro encuentro, las dos parejas maes- tro/alumno y analizante/analista se revelaron cada dfa mAs como no superponibles. Fue asf que no sobrevino ningtin vaivén entre Lacan y yo con respecto a la pareja maestrofalumno. Lo que es més, esta viltima disparidad se acentué cada vez més 2 medida que mi lectura de Lacan se ahondaba, o ahondaba a Lacan. Producir estas citas de Lacan desde un principio vuelve a po- nerlo en cuestién, en ascuas. Frente a y con cada uno de ustedes, cémplices activos, sean escépticos, crispados, poco confiados, ad- vertidos, ya escandalizados, reacios, 0 que por el contrario aprue- ben por adelantado, en acto, este acto més bien malévolo con tespecto a Lacan —como por otra parte es necesariamente ma- lévola, para el sistema yoico de la “complacencia”, toda lectura Por poco que sea sustentada. Nada tesiste, seftalaba Thomas Bern- hard, a semejante lectura. Tomen la mds hermosa sinfonfa, el mds hermoso cuadro, la més maravillosa novela e incluso el mas be- Ilo poema, estudienlo en detalle y se desfondard, no dejandoles en las manos mds que notas, manchas, letras dispersas. 16 Primera sesion, stbado a la manana Las referencias * He aqui pues lo que decfa Lacan en 1962-63, en primer lu- gar el 14 de noviembre de 1962: No he seguido la via dogmética de hacer preceder por una teo- ria general de los afectos lo que tengo que decirles de la angustia. @Por qué? Porque aqui no somos psicdlogos; somos psicoanalis- tas. No desarrollo ante ustedes una psicologia [psicosis ok retgrafa—jlo que el traductor al espaatol retoma sin pestafear) di- feos sic un discurso de esa realidad irreal que se llama “psyk- cae A tof? ) - hé”, sino una praxis que merece un nombre: crotologigé* ) Aaipos 123 Ademés de que un sefialamiento semejante fuera formulado ya tres afios antes en el seminario La ética del psicoandlisis, la prueba de que no se trata de una declaracién aislada a la cual no habria uc hacerle decir demasiado (como es frecuente en Lacan, de alli las dificultades para citarlo con justeza) es nada menos que todo el seminario de ese afio. Demos aqui un solo rasgo: el sadismo y el masoquismo son presentados en a sin la omisién habitual a su res- pecto, debido a que Dios esta en el meollo del asunto *. Dos meses después, hallamos en Langoisseuna segunda referen- ciaa la erotologfa. El 27 de febrero de 1963, Lacan entabla las co- sas diciendo esto, que equivale’a un determinado punto de partida: ‘Tomemos las cosas por el sesgo, por la entrada que define esa palabra que tiene un sentido, hecho » presente en la época mis- ma en la que vivimos, el erotisi 4, Elarticulo “ ade”, publicado durante el mismo perfodo, estd en- tonces desde hace bastante tiempo caduco, desde el instante mismo de su produccién publica, lo que una vez més confirma el alcance real del eécmi- no de “poubellication” (de poubelle: “tacho de basura” y publication: “pu- blicacién”] 5. Ibid. sesin del 27 de febrero de 1963. Algunos afios después, Lacan to- ma nota de que un viraje tuvo lugar en la erotologia: “Hay algo cuya inci- 17 3. Jacques Lacan, ee sesién del 14 de noviembre de 1962. El psicoandlisis, una erotologta de pasaje éQué es lo que hacfa presente en esa época el etotismo? Fs di- ficil no convocar inmediatamente a Georges Bataille, a Pierre Klossowski, pero también a algunos pintores, en especial Balthus (para no decir nada del gesto, recibido como inaugural, de un Courbet que elevaba al cuadro el sexo mismo de una mujer). Los Ptimeros escritos erdticos de Bataille son de los afios veinte (co- mo Listoria del ojo) y sus conferencias sobre el erotismo son con- temporaneas del “Informe de Roma”. En cuanto a Klossowski, tanto Las leyes de la hospitalidad como Le Baphometaparecen en 1965. Pero los textos reunidos en Las Jeyes... son anteriores. Ro- berte esta nochees de 1954, La revocacién del edicto de Nantes de 1959. Sila palabra “erotismo”, a comienzos de los afios sesenta, anda rodando por alguna parte en Francia, es irrefutablemente por cl lado de esos autores y artistas, a los cuales hay que unir el trabajo editorial censurado de Jean-Jacques Pauvert sobre Sade. Agreguemos que Lacan formé pareja con Sylvia Bataille, que una hija de Georges, Laurence, fue miembro de su escuela, Sabemos también que el texto de Lacan sobre Sade debia aparecer como prefacio a La filosofia en el tocador. Pero justamente, desde la dis- tancia, debemos sin duda poner el aborto de ese proyecto ° en la cuenta de un fracaso més global, el de la implantacién en esa épo- dencia quisiera designar, porque es el sesgo de un momento que cs el que vivimos en la historia. [...] lo que nosotros vivimos es muy precisamente esto: que curiosamen- tela pérdida, la pérdida de lo que se soportarfa de la dimensién del amor, si es ciertamente no la que yo digo —no puedo decirla, yo no puedo de- citla—a ese Nombre-del-Padre [Lacan acaba de decir que el amor se relacio- na con el Nombre-del-Padre| se sustituye por una funcién que no es otra que la del ‘nombrar para..."” (Les non-dupes erent, scsion del 19 de mar. 20 de 1974). Podemos repetir que el psicoanilisis es una erotologia de me- jor manera que formulando lo que decfa Lacan en este mismo seminario (exactamente el 18 de diciembre de 1973): “[...] si el psicoandlisis es un medio, se sostiene en el lugar del amor”? 6. Ese articulo no estarfa pues definitivamente en su lugar—salvo que scad- mica que ast lo habrfa encontrado, Primera sesién, sdbado a la mahana ca, en Francia, de una erotologfa. Evidentemente, fracaso de na- die, porque ese género de cosas no se dirige, no se organiza El = cho es que Bataille, Klossowski y otros escrifotes con y-tras elles aparecieron como autores para cl infierno de la Biblioteca Na- cional, sin que nada se concrete, gracias a (© acausa de) ellos, co- mo erotologfa. La “liberacién sexual” por cierto no fue nada; pe- ro ese movimiento colectivo tenfa lugar, no sin razén, aparte de los autores mencionados. En 1963, el homenaje que la revista Tel Quelle rinde a Bataille sigue siendo marginal, un fomento de van- guardia. El acontecimiento es pues exactamente contempordneo de la cita de Lacan que le{ hace un momento. : . Con respecto a estas referencias y a la connivencia de Lacan con esos autores, no es de lo mas sorprendente que se haya mantenido dentro del andlisis, durante un siglo, excepto La- can, la palabra “erotismo” inicamente a propésito —es incref- Z ble si uno lo piensa aunque més no sea por un segundo— del... autoerotismo? ;Como si el andlisis no pudiera acoger el erotis- ‘ « » . mo mas que bajo una forma “auto”, masturbatoria! Tendremos _ ocasién de sefialar que ese exceso de peso concedido a lo auto revest{a recientemente algunos habitos que no ocultan el em- brollo (el habito del fantasma, puesto en el seno del final de partida analitico). : a Podemos leer ademés, en ese mismo seminario, cuatro meses después: Si desconocemos que de lo que se trata en nuestra técnica es de un manejo, una interferencia, incluso en el limite una rec- tificacin del deseo, pero que deja enteramente abierta y en sus- penso la nocién del deseo mismo, y que necesita su perpetuo cuestionamiento, seguramente no podemos sino por una par- te o bien extraviarnos en la red infinita del significante, o bien, * Petit Robert; “Departamento de una biblioteca donde son depositados los libros prohibidos al publico.” (N. del T.). 19 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje pata retomar, volver a caer en las vfas mds or- dinarias de la psicologfa tradicional.” No se puede expresar mejor la situacién actual y lo que puede / ser nuestra intervencién en esta situacién. “Rectificar el deseo”, va- le decir, darle lugar, un determinado lugar capaz de darle también forma, como el vaso para el vino, es la ambicidn de toda erotolo- L gia. Pero en el texto arriba citado leemos también quea falta de esa ambicién, que Lacan propone para el andlisis, éste se transforma ya sea en lacanismo (cuyo ejemplo maximo seré mucho mds tarde pa- ra Lacan la obra derridiana Le verbier de 'homme aux loups®), ya sea en una psicologfa (c incluso allf Lacan no deja de estar concer- nido desde el momento en que sus seguidores transforman su ca- mino abierto en una psicologfa lacaniana). Con estas citas, en adelante saben que es leg{timo articular esto: el psicoandlisis, dijo, es una erotologia. Reflujo +» Escogt el pasado simple “dijo”, antes que el imperfecto “de- cfa”, porque en francés hay en esa diferencia entre pasado sim- ple ¢ imperfecto la distancia que separa la accién puntual que tu- yo lugar y que ha terminado de la que ha durado en el tiempo*. Un decir verdaderamente tuvo lugar. Pero de allia creer que pro- sigue, o por lo menos que prosigue al menos por un momento, €s otra cuestién. Parece incluso que est4 en la naturaleza de la crotologfa analitica el no poder mantenerse indefinidamente en 7. Ibld., sesién del 22 de mayo de 1963. 8. J. Lacan, L insu que sait..., seminario inédito, sesién del 11 de enero de 1977. * La misma diferencia existe cn la traduccién entre el pretérito indefinido y climperfecto espafioles. (N. del T.). 20 el nivel en que sin embargo se plantea. Es un hecho curioso, aun- Primera sesién, sdbado a la maftana que tal vez menos que otro, a saber, la eteccién, figura eminen- te, viene al caso decirlo, de la excitacién sexual. Tampoco esta hecha para durar mucho tiempo, apenas incita aque uno se de- tenga en ella. Infaltablemente, sigue el llamado “periodo refrac- tario”, variable como pocos, puesto que la gama va de unos ins- tantes a unas decenas de afios. Sin embargo, las consecuencias de ese hecho que no logra- mos que quede regulado sobre el andlisis como erotologia son molestas. Lacan, en todo caso, las advierte como tales, y noso- tros tendremos que sobrepujarlo a ese respecto. Hasta el punto de que llegamos a decirnos que, al igual que después de la erec- cién viene el periodo refractario (ese momento libidinal que el psicoandlisis, hay que decitlo, casi no ha descripto nia fortiori explicado), del mismo modo después de que se lograra cernir el psicoandlisis como erotologia, viene un perfodo en que uno se yuelve como alérgico a esa tesis. Pero de ello se deduce que es al mismo andlisis a lo que uno se vuelve refractario. Esto esta per- fectamente indicado por Lacan al decir que la perspectiva klei- niana deriva de un retroceso semejante. Estamos en un pafs donde Melanie Klein, se dice, fue muy seguida, donde algunos analistas son kleinianos, donde otros fue- ton analizados por un kleiniano mientras que otros més pasaron de Klein a Lacan (por otra parté, en mi conocimiento, casi sin testimoniar de ese pasaje); razén de més para no olvidar esa his- toria del movimiento analftico que Lacan escribié en algunas lf- neas y para la cual el estatuto del psicoandlisis como erotologfa es una verdadera piedra de toque. é La historia contada por Lacan parte de un impds del que / Freud toma nota en el articulo “Andlisis terminable e intermina- / ble” °, del que Lacan dice que no es un impds efectivo sino un callején sin salida en el cual el psicoandlisis se extravié aun cuan- 9. Sigmund Freud, “Die endliche und die unendliche Analyse”, 1937. 21 x El psicoandlisis, una erotologia de pasaje do tal extravio sigue siendo evitable, se vuelve evitable gracias a su camino abierto. iQue Lacan no dijo eso! Porque evidentemente més tarde no seha dejado de oponerlo a Freud, Freud es el impés [impasse], La- can es el pase [passe] '°. Pero no. El pase en Lacan no se opone al impés en Freud, ni siquiera al impas en Lacan. En efecto, el con- cepto lacaniano de un “final de partida” es claramente el de un impés puesto que, una vez alcanzado el final de una partida, na- die podria ir mas lejos. ;Hay un “impds” mayor que un jaque ma- te o un ahogado —poco importa— en el ajedrez? Si el “final de partida” analftico es un concepto esencial en Lacan, cosa que na- die duda, si es un rasgo, un acontecimiento decisivo de la eroto- logfa analitica, ese final de partida no podria ser sino un impés, a tiesgo de perder toda existencia propia. Lo que es més, el pase no saca al analizante en final de partida de ese impés, si no... jeso no serfa el impas de final de partida, por lo tanto tampoco seria el pase! Asi la oposicién imps de Freud/; pase de Lacan muestra jus- tamente que no es, segtin Lacan, una oposicién: si en Lacan hay pase, es debido al impds y no oponiéndose al imp4s —mientras que en Freud, tal como lo lee por ejemplo Conrad Stein, nunca hay impés sino, al final del andlisis didactico, pasaje del andlisis hecho ante y por alguien (el analista) al autoanilisis, lo que para terminar pone a cada uno en una posicién, si no idéntica, al me- nos cercana a la inaugural de Freud. Sien Lacan un pase linda con el impés, en ningiin caso puede ser negéndolo, ni como una antitesis, sino por el contrario poniendo de relieve el impés del fi- nal de partida. Disparando sobre los mendigos de Lahore, el Vi- cecénsul, justo al lado de ese acto que queda preso en un imps real (porque es imposible eliminar, matandolos, a los mendigos de Lahore), suscita su vinculo con su pasadora Anne-Marie Stret- ter y con nosotros, lectores del Arrebato de Lol V. Stein y del Vi- 10. Tesis de Jacques-Alain Miller, en Caracas, en 1980. 22 Primera sesién, sdbado a la mafiana cecénsul, espectadores de India songy de Son nom de Venise dans Calcutta désert™. . En 1963, Lacan no imagina que esa demarcacién con respec- toa Freud va a tener semejante consecuencia. Se desprende pues de “Andlisis terminable ¢ interminable”. Estos son los términos en que lo hizo: [...] habiendo Ilegado con la experiencia de Freud a chocar con un imps, impds que les aseguro que sdlo €s aparente y nun- ca franqueado hasta ahora, el del complejo de castracién, [ por el momento, recordemos su consecuencia en la teoria ana- Iitica, algo asf como un-reflujo, como un retorno que conduce ala teorfa a buscar en tiltima instancia el funcionamiento mds radical de la pulsién en el nivel oral. : : Resulta singular que un andlisis, que un bosquejo que inau- guralmente ha sido el de la funcidn nodal, en toda la forma- cién del deseo, de lo que es propiamente sexual, haya sido lle- vado en el curso de su evolucién histérica a buscar cada vez més el origen de todos los accidentes, de todas las anomalias, de to- das las hiancias que pueden producirse en el nivel de la estruc- turacién del deseo en algo de lo cual serfa poco decir que es cro- noldégicamente original, la pulsién oral, pero de lo cual todavia hay que justificar que sea estructuralmente original(?/ Lacan va entonces a releer, es decir, a reescribir una parte de sus recientes avances en ese seminario (los que conciernen al objeto oral) poniendo su andlisis de la oralidad (y mds gene- ralmente de lo que se ha dicho sobre la oralidad) en la cuenta del falicismo: Asimismo, ya he abordado lo que, segtin creo, debe reabrir para nosotros la cuestién de esa reduccién a la pulsién oral, 11. Gf Jean Allouch, “La passe ratée du Vice-Consul”, Lectres de V'écolen® 22, ae de 1978, 2 publicacién (parcial) en Ornicar? n° 12-13. 12. J. Lacan, L’angoisse, sesién del 15 de mayo de 1963. 23 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje mostrando la manera en que actualmente funciona, a saber, co- mo un modo metaférico de abordar lo que sucede en el nivel del objeto falico, una metdfora que permite [permita] eludir lo que hay allf de imps creado por el hecho [de] que nunca fue resuelto por Freud, en ultimo término [de] lo que es el funcio- namiento del complejo de castracién, lo que de algtin modo lo vela, lo que permite hablar de ello sin reencontrar el imps. He aqui desde ahora la continuacién inmediata, porque alli se enuncia otra tesis capital de la erotologia analitica, que el mis- mo Lacan tal vez olvidard parcialmente, de la que en todo caso habrfa que seguir el devenir, las modulaciones, las variaciones, las transformaciones en la continuacién de su recorrido: Pero si la metéfora es justa, debemos ver en su mismo nivel el aliciente del que se trata, aquello por lo cual no es aqui sino metafora. Y por lo cual es en el nivel de esa pulsién oral donde ya una vez intenté retomar la funcidn relativa del corte del ob- jeto, del lugar de la satisfaccién y del de la angustia. Tal cual, esta tesis es ilegible. Afirma que es posible distinguir el”) lugar del deseo, es decir, del deseo soportado por el fantasma, yel deseo en acto, es decir, la falta ligada a la satisfaccién, siendo la an- gustia la sefial de que esa falta es colmada, Esta tesis es también lade la “separticiés fundamental” 9, Retengan el nombre de separticién!/ porque sefiala la existencia de un problema teérico y clinico esen- cial, que sin duda la nocién confusional de separacién oculta, Es po- sible, precisa Lacan, definir esa separticién como siendo la separa- cidn del sujeto y del seno en tanto que ese seno es su objeto y no un objeto materno (la separticin es pues una separacién interna del sujeto), asf se la distingue de otra separacién, la que est4en juego en la relacién del sujeto con el seno vaciado, cuya inexistencia produ- 13. Ibid. 24 Primera sesién, sdbado a la mafiana cela angustia. Lacan sostiene la necesidad de distinguir esas dos di- ferentes separaciones destacando que el nifio no esa pesar de todo un yampiro, que no va a buscar como el vampiro su alimento ensu fuente, ni se sirve verdaderamente de sus dientes. El vampito sf es- tden relacién con el punto més all del punto del fantasma, més all del punto que liga al sujeto con su objeto seno. / Para apuntalarlo mds, Lacan hace funcionar el mismo esque- maa propésito del nacimiento. All{ también cabe distinguir la separticién del nifio de sus envolturas (las que le pertenecen em- briolégicamente, plenamente) de la separacién de ese conjunto (nifio ms sus envolturas) de la madre ay: Lacan cita al ornito- rrinco que una vez separado de la madre vive todavia, sobre el vientre materno, en sus propias envolturas . Ya sea para el na- cimiento (aun cuando la embriologfa lacaniana sea juzgada hoy como un tanto aproximativa) o para la oralidad, la formula de esos dos cortes diferentes serd pues ésta: [...] la relaci6n con la falta se sittia més alld del lugar en que ocurrié la distincién del objeto parcial [...].'6 Lo cual es perfectamente valido en el nivel del falicismo: del mis- ( mo modo el punto masturbatorio, afiadiré, no es el del acto sexual. Uno se acuerda de que Freud decfa que lo importante en la mas- turbacién era el fantasma al que se habfa apelado. Y bien, hay una diferencia clinica perfectamente notable entre masturbarse o inclu- so coger con el fantasma y el coger propiamente dicho. ; Ese andlisis lacaniano de la oralidad es el de un gran clinico. Pero sin embargo no le hace perder su norte a Lacan, ya que por el contrario le sirve para indicar que el norte no es la oralidad: 14. Ibid. 15. Ibid. 16. Ibid. 25 El psicoandlisis, una evotologta de pasaje Sin duda que no es debido al azar, tampoco sin duda a un mal momento, que somos llevados a buscar en fantasmas més antiguos la justificacién de lo que no. sabemos muy bien como justificar en el nivel de la fase ical?) Una vez més, Lacan seguird pues ese reflujo, aunque para afe- rrar los problemas alli donde deben ser aferrados, es decir, en el hivel falico, Asf{ tendremos que referirnos en este seminario alo que hay que llamar en verdad una escritura de la relacién sexual mejor dicho (¢o peor?), auna homologia entre esa escritura la de la subjetivacién, la de la divisién del sujeto. ¢ Conelusién _ He aqui pues una primera y doble conclusién: el psicoana- lisis de Freud es una erotologia; se aparté de ese estatuto du- rante todo un periodo de su historia, el comprendido entre el falso impés de “Andlisis terminable ¢ interminable” y el semi- nario Langoisse. Deciamos en pasado: el psicoandlisis, dijo, es una erotologta. De lo que resulta que con razén podemos preguntarnos si la lec- tura que hizo Lacan en 1962-63 del reflujo de ese “bosquejo”, como él lo llama, no es, para terminar, igualmente aplicable a él mismo. Algunos indicios irfan en ese sentido, y en especial el cen- , trado que parece haberse producido unos afios despues del final } de partida analftico en el fantasma. Sin embargo, desde la cons- truccién del primer grafo, llamado el del deseo, el fantasma no / es mas que un tiempo o un elemento de una estructura, mien- ~ tras que en 1963 Lacan se esforzaba en distinguir cuidadosamen- te punto de angustia y punto del fantasma —lo que por otra par- te hay que hacer, si no, no comprenderfamos que todo fantasma automéaticamente, desde que se apela a él, no angustie. 17. Ibid. 26 Primera sesign, sdbado ala matana Resulta que si el fantasma hubiera prevalecido, entonces sf, la tesis deberfa enunciarse como la dije al comienzo de todo: el psicoanilisis, digo, es una erotologia. jEstdn ustedes por eso en relacién con un “yo” (je) de maes- tro? Solamente con una repeticién, vale decir, con un “yo” que no es mds que la tercera persona implicada por el beckettiano “Qué importa quién habla!” y que ademds, como pronombre del repitente, depende de lo cémico. (No es algo cémico que haya que leer la reiteracién de su pro- posicidn erotoldgica por parte de Lacan al final de la sesién del 12 de marzo de 1974 de su seminario Les non-dupes errent? Lea- mos, en efecto, en ese registro, las lineas que siguen: Si ocurricra, si ocurriera quefl amot se vuelva un juego del que... se sabrian las reglas, tal vez eso tendria con respecto al goce muchos inconvenientes. Pero lo arrojaria, si puedo decir- lo asf, hacia su término conjunto. Y si ese término conjunto es en verdad lo que yo expongo del real (del cual, lo ven, me con- tento con ese delgado soporte del ntimero —no he dicho de la cifta— tres), sie] amor, volviéndose un juego cuyas reglas sa- bemos, se hallara un dia, puesto que es su funcién, al término de eso que es uno de los unos de esos tres, si funcionara para conjugar el goce del real con el real del goce, gacaso no seria al- go que equivaldria al juego? * 18. jResponderfa esta declaracién como por adelantado a un interrogante, ¢ incluso a una preocupacién de Lacan, que se halla formulada en particu- lar cl 8 de abril de 1975 (RSI): “Desafio a cada uno de ustedes a que yo no le pruebo que cree en la existencia de Dios. Eso mismo es el escdndalo que silo el psicoandlisis pone de relieve. [...] Formalmente, esto no se debe si- no ala tradicién judia de Freud, la cual es una tradicién literal que lo liga alaciencia y al mismo tiempo al real. Este es el escollo que hay que supe- rar: Dios es padre-verso [pére-vers homéfono a perverso (pervers)]. Es algo hecho patente por el mismo judjo. Pero en verdad terminaremos —en fin, no puedo decir que lo espero, digo, al remontar esa corriente terminare- mos en verdad inventando algo menos estereotipado que la perversion. Es incluso la tinica razén por la que me intereso en el psicoandlisis”? 27 El psicoandlisis, una crotologia de pasaje Discusion pa seas Haré un comentario tespecto de lo que usted ) ae . © las traducciones y la erotologfa. En las Ediciones Belles ae . textos griegos, por ejemplo de los Diélogos de Platén, anto et “edro como el Simpasio, como el Parménides, hacen refeten- cia en sus comienzos ala Paidikd. Esta palabra griega jue denomi na esa prictica erastés-ermenos, en las ediciones Belle Lettres se tr. duce como «ternuray, De alli la detivacién, con esa traduccién Eon Stag sem esta, se pudo hacer un amor platénico, Cuando une Puc eI a3 one gtiego, se da cuenta que el amor platénico es Pesos 9€ puede pensar que la erdtica griega se desexualiza ‘ando pasa a las lenguas latinas a través de la traduccién, LOUCH: Previ la po: ‘se problema JEAN A : Prevt |. posibilidad de hablar de ese bl. especialmente apoydéndome en el libro de Claude Calame L’Evos Lacan, en el seminario La transferencia, .., se enterd del Ppro- mas profundizaban el problema erético, Est i I . Este movi - oe umerosie trabajos sobre la erética, sobre tede dele — igtiedad Griega y Romana; hoy en dia hay una bibliografia faye ‘uy importante al tespecto, conozco unos quince libros que ésos eee En lo que respecta a los argentinos 0 para los his- pa ‘ablantes, seria importante publicar esos trabajos. Son li- ‘08 que se venden atin menos que los mios, 28 Primera sesibn, sdbado a la manana ADRIAN ORTIZ: En esta manera de volver sobre la historia del psicoandlisis, sobre el flujo y el reflujo a partir de cercar el psi- coanilisis como una erotologfa, :Ud. interpreta la produc- cién del kleinismo en relacin a un reflujo? JEAN ALLOUCH: Fue un reflujo desde Andlisis terminable e in- terminable, alli empieza el reflujo , ya esté allf , esta es la tesis de Lacan en 1962-63. ADRIAN ORTIZ: ¥ en relacidn a esta tesis de Lacan de que And- lisis terminable e interminable es la construccién de un impasse de Freud, en relacién a la erotologia analitica ;Ud. no considera , que la formula del Edipo completo, de cuatro términos, ese dos ° por dos, marca una diferencia? JEAN ALLOUCH: Si, claro, tiene razén. ;Qué ocurrié en Freud que le impidié plantear el fin del andlisis con el complejo de Edipo completo? No s¢ si alguien estudié este problema. Freud no se sir- vié del complejo de Edipo para el final de anilisis, spor qué ADRIAN ORTIZ: En esa interpretacién suya de la tesis de Lacan, en que “Andlisis terminable ¢ interminable” es el punto. donde llega Freud desde una erotologfa en el sentido de ereccidn, y que luego viene un perfodo refractario; ereccién/caida. ;Puede ser una forma erética y no erotoldgica de concebir la historia del psicoandlisis? El momento que se produjo en Francia, con ese movimien- to singular que presentificaba el erotismo, ,puede ser pucsto en relacién con Viena a finales del siglo XIX? En ese momento con Freud y Fliess se produce algo, habfa en el azo social algo que plantea un salto, un salto en relacién a una erotologfa, no en el sentido erdtico ereccién/detumescencia. JEAN ALLOUCH: Una manera que existe de evacuar el problema a de la erotologia, es la teorfa de la bisexualidad que hoy en dia 29 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje contintia siendo defendida por algunos autores, por eso se ape- 16 a Fliess, para darle consistencia a esta bisexualidad. El caso de Otto Weininger es ejemplar. Weininger produce una escritura de la relacién sexual en términos de bisexualidad: esto para la mujer, esto para el hombre. Cuando se hace esto, lo que se obtiene (en relacién con la ética) es otra diferencia distin- ta que se crea en otro lugar, a nivel de la iniciacién. Si esa es la sexualidad, en todo caso lo que se obtiene en otro lado, es la pro- duccidn , que no esté sistematizada, de una escisién entre inicia- do y no iniciado. Weininger se habia vuelto antisemita. Esta consecuencia es Idgica. Un estudio que hice titulado Un sexo o el otro. Sobre la segregacién urinaria, publicado en Littoral en espafiol n° 11-12, muestra que se produce la misma Idgica que encuentro en Weininger, cuando se fabrica la relacién hom- bre-mujer, en otro lado se fabrica una relaci6n no cifrable entre iniciado y no iniciado. Otro caso que muestra la misma exigencia doctrinaria es Pla- t6n. Lacan ha dejado de lado el Fedro, donde también se plan- tean grandes cuestiones sobre erastés-erdmenos, no solo en El banquete; y le venia muy bien dejar caer el Fedro, porque alli la manera en que Platén retoma el problema erastés-er6menos, es tomando el amor filoséfico, que también desemboca en una re- lacién iniciado-no iniciado. Uno de los datos mayores de la erotologia analftica, luego de las observaciones de Lacan segiin las cuales no hay iniciacién, es que el psicoandlisis no es una iniciacién; si lo fuera habria en el psicoandlisis una escritura de la relacién sexual. DELIA BOURNISSEN: El problema es que Platén no habla de se- xual, habla de Eros. JEAN ALLOUCH: Eros pone en juego la sexualidad. 30 Segunda sesién, sdbado por la tarde Intervenciones y discusiones acerca de La etificacién del psicoandlisis, Calamidad Nada mds fascinante que sorprender al espiritu hdbil de la obligacibn moral que, desterrado de un sector de actividad humana, empieza a planear amenazante por encima de otro. John Cowper Powys, Elarte de olvidar el descontento Se me ocurrié no publicar La ética del psicoand- lisis. En aquel tiempo, para mi eso era una forma de la cortesta. Después de ustedes, se los ruege! Yo suspeoro!* Pasen primero ustedes. Con el tiempo, adeusrt el hdbito de advertir que después de todo podia decir un poco mds. Y luego, me di cuenta de (que lo que constituia mi.camino era algo del orden del no quiero saber nada de ello. Jacques Lacan! 1. Jacques Lacan, Arin, apertura de la primera sesidn, el 21 de noviembre de 1972, Que se pueda leer aqui que Lacan llegé ano querer saber nada de la ética es confirmado por lo que viene poco después: habiendo recordado al- gunas tesis capitales del seminario La ética del psicoandliss, Lacan conclu- ye: “Los dejo pues sobre esa cama, con sus aspiraciones, salgo, y una vez mAs escribiré en la puerta, a fin de que a la salida acaso ustedes puedan dat- se cuenta de los suefios que sobre esa cama habrén perseguido, la frase si- guiente: “El goce del Ouro [...] no esel signo del amor”. En el original “ousoupire”, neologismo cuya pronunciacién se asemeja a la de la frase anterior: ‘7’ en prie®; prie (ruego) y pire (peor) son anagra- mas en francés. Ademés hay un juego homofénico entre ow pire (0 peor) y soupire (suspito) (N. del T.). * 31 Nos encontramos alli? Rail Giordano Ellibro La etificacién del psicoandlisis - Calamidad de Jean Allouch, est4 tramado por esa lectura critica que caracteriza sus escritos, y en esta trama se desliza un abordaje doctrinario y cli- nico de lo que en psicoanilisis se ha entendido por ética. La his- toria del psicoandlisis es también un blanco de esa critica, ya que a veces los relatos histéricos estan construidos 0 interpretados por el historiador, de tal modo que en el momento del estable- cimiento de un texto, los datos estén rodeados por un cierto ha- lo borroso, que permiten organizar un relato coherente a la vez que inexacto. Recordemos que el concepto de ética en psicoanilisis se re- montaa 1911. En esa época James Putnam, en algunas cartas que le escribe a Freud, le propone no olvidar la ética en psicoa- nélisis y lo invita a que intervenga en ese sentido, durante el con- greso de Weimar. La respuesta de Freud a Putnam se basé en los conceptos que él tenia acerca de que “el psicoandlisis no vuelve més bueno a la persona en sf ni para sf”. Pero agrega que, “tal vez més adelante cuando los conocimientos acerca del alma sean me- jor estudiados, recién entonces se sabrd lo que es posible en el dominio de la ética”. Esta respuesta deja establecida las posturas entre los dos hom- bres respecto de la ética. Nos queda en claro la prudencia de Freud frente a este tema, aunque no por eso deja de ser expedi- tivo. En tanto que Putnam por el contrario, no tiene dudas res- pecto de su necesaria aplicacién en la clinica, Quizds esa sea la 33 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje 36 44s a ‘ ® ron Para entender porqué la ética fue entendida por Putnam ° 0 una moral, lo que aparece claramente cuando dice: “Creo que una regeneracién moral en los Pacientes contribuye a elimi- 7 bs oes yla incompatibilidad existente entre método y éti- » tencrian como origen la conversacién que sostienen Putnam aoe matrcada, a tal Punto que pareciera que sien B ni: isis se tlene en cuenta la ética, el método cae en el olvi- “ raed metodo que fue inventado por Freud y luego adoptado a Tacan, lo retoma Allouch como “método freudiano del ca- Eon ps en sobre todo en su libro “Freud y después nde pone i i i i el psicoandlisis de la age” vapors ms ceedge ee y empleada la ética, en relacién he a quizds la intencién fundamental de este erie Y que destacar que el seminario de Lacan sobre ok ‘ loes mencionado en algunos aspectos Pero no aborda- ee tie a ri foe one referente Principal a un El resultado asf . id comes rivets fol — °» Constituye un texto que es frontal he Provocador en sus efectos. Es provocador de dis- nes concernientes al psicoandlisis y convoca a revisar cier- tos conceptos doctrinarios, eso nos hace Preguntar: ginvita a se parar la paja del trigo? Decimos esto porque hay teins que son So 1. Allouch, Jean: Freud y después Lacan, edelp, Bs. As. 1995, 34 Segunda sesién, sdbado por la tarde abordados de tal modo que dan la sensacién de no reencontrar- nos con cl psicoanilisis establecido por las diferentes escuelas 0 institutos. Ese es otro aspecto de la lectura. No se trata de un Un- heimlich, sino que ese abordaje permite recorrer y recordar cual fue la practica y la teorfa utilizada por los analistas tanto de la IPA como también por algunos lacanianos. Esto atin mds porque cuestiona, en eso que reconocemos del psicoanilisis, cual es el modo para organizarse y sostenerse con escuelas o instituciones, que se crean con el fin de trasmitirlo y difundirlo. También por el modo de adjetivarlo y eso es a través de rasgos geogrdficos, como el psicoandlisis francés, americano o inglés. Otros podrian agregar: kleiniano, lacaniano o freudia- no. jAcaso Allouch propone otro psicoandlisis que el estableci- do? En principio el estilo que cmplea para el cuestionamiento de ciertas organizaciones psicoanalfticas, parecieran dirigidas a re- velar un funcionamiento que no tiene en cuenta ciertos aspec- tos de las doctrinas de Freud y de Lacan. Este libro nos lleva a recordar que las instituciones psicoana- liticas también se sostienen con escisiones y con refundaciones, al menos en Argentina. Entonces cabe preguntar si ellas serfan causadas por una ¢tica generalizada o sea una etificacién del psi- coandlisis. , También podemos relacionar el efecto provocador de la lectu- ra con la evocacién de las represiones sociales y las dictaduras en Argentina, Durante ese perfodo existian palabras prohibidas y el psicoandlisis debfa ajustarse a esa prohibicién. A modo de ejem- plo: una de esas palabras era “subversién”, de manera que para reunirse y trabajar el texto de Lacan “La subversion del sujeto” habfa que fabricar nuevas palabras que permitieran poder convo- car. Otra palabra prohibida era “represién”, habfa entonces que hablar de “censura endopsiquica”. Atin hoy no existe un texto que de cuenta de aquella realidad ni del efecto que provocé tal censu- raen la prdctica del psicoandlisis en la Argentina. 35 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje La transmisién y la historia del psicoandlisis parecieran tener en La etificacién la ocasion de ponerse de relieve. E] hecho his- t6rico tiene como escenario a las instituciones psicoanaliticas de Brasil y de la IPA. En febrero de 1997 en Parts, la Société Inter- national d'Histoire de la Psychiatrie et de la Psychanalyse y la Asso- ciation pour études freudiennes, convocaron para discutir un libro de Helena Besserman Vianna: Politique de la ‘Dsychanalyse face a la dictature et a la torture®, donde trata un tema delicado para las insttuciones psicoanaliticas. El libro tiene un subtitulo: “No ha- ble con nadie”. Siendo el psicoandlisis el lugar de la palabra se- mejante subtitulo desconcierta. Lectura del libro de Besserman Vianna La autora sitéa un hecho histérico del psicoandlisis de Brasil tevelado en 1973 por la edicién Cuestionamos 2, publicada en Argentina y dirigida por Marie Langer. En ese ntimero se repro- duce parte de un articulo publicado por el diario Voz Operaria perteneciente al Partido Comunista Brasilefio. Alli se denuncia- ba que un médico, Amilcar Lobo Moreira da Silva participaba en equipos de tortura. El articulo fue enviado a Marie Langer con una nota manuscrita que decfa: Amilcar Lobo es un psicoa- nalista en formacién en la Sociedad Psicoanalitica de Rio de Ja- neiro. Esta nota no estaba firmada, La reaccién de las instituciones Psicoanaliticas fue inmedia- tay defensiva, ellos decfan que “ese caso estaba lejos de ser la re- gla general”. La vertiente proteccionista terminé por radicalizar- se a tal punto, que convirtié al caso Lobo en un problema institucional. Siguiendo el relato que hace Besserman Vianna en su libro, los acontecimientos se desarrollaron del siguiente modo. El pre- (2. Ellibro fue publicado en Brasil en 1994, No hay traduccién al castellano. 36 ~ Segunda sesién, stbado por la rarde sidente de la IPA, Serge Levobici, se dirigié a David Zimermann, presidente de COPAL (Confederacién Psicoanal{tica de Améri- ca Latina) quien a su vez se dirigié a Leao Cabernite, presidente dela SPRJ, (Sociedad Psicoanalitica de Rio de Janeiro) y analis- ta de Amilcar Lobo, con el fin de obtener informacién respecto de Lobo y del articulo publicado por Cuestionamos. La respues- taa la carta de Levobici fue concreta: “Amflcar Lobo a sido ca- lumniado”, Reconocemos que por los movimientos que poste- riormente se Ilevaron a cabo, S. Levobici creyé en las respuestas que le dieron las autoridades de la COPAL y de la SPRJ. Con lo que puede, por su acto, considerarse un error de parte suya, ya que al plegarse a esas conclusiones permitié que se produzca un giro fundamental en la investigacién y que incluye de lleno ala IPA. Desde entonces las asociaciones psicoanal{ticas aliadas bus- caron los medios para desviar la atencién puesta sobre Lobo. La estrategia utilizada era desviar la atencién sobre el objetivo per- seguido, sosteniendo una politica que pretendia ahogar toda la informacién que comprometiera a la persona de Lobo y a la mis- ma IPA. El argumento mds poderoso que tenfan era el de hacer creer que se trataba de “rumores” y “calumnias” hacia ciertas per- sonas, y agregaban ademés que “en realidad, las verdaderas in- tenciones de esos detractores, eran atacar al psicoandlisis mis- mo”. Estas razones sirvicron para desviar la atencién existente sobre Lobo, El interés se dirigié entonces hacia otro blanco, que pretendia encontrar la identidad de la autora de la nota manus- crita y dirigida a Marie Langer. Como primera medida Leao Ca- bernite pidié a expertos grafdlogos las pruebas para reconocer las escritura andnima. Las conclusiones de esa investigacién revela- ron que Helena Besserman Vianna era la autora de la nota. Ella fue acusada de “calumniadora” por los Consejos de las dos So- ciedades de Rio. La designacién de un culpable era la prueba ob- jetiva que sirvié para desviar la atencién del caso. 37 EL psicoandlisis, una erotologia de pasaje Ese fue el comienzo de una historia larga y compleja que du- ra desde hace més de 25 afios, Su desarrollo se sostuvo con los cargos que se hicieron entre’el director del Instituto de enscfian- za Ernesto La Porta y Ledo Cabernite, quien adopté posiciones de victima y se defendié atacando. Los descargos fueron los ar- gumentos utilizados por todos los integraban el etablisheman psi- coanalicico brasilefio y de la IPA. Ciertos grupos de analistas descontentos por los procedimien- tos que se llevaban a cabo para develar el caso, comenzaron a reu- nirse en asamblea con el fin de aclarar y acelerar la causa. Para ello se cred en 1980 el “Forum de debates” y también la “Orden de abogados de Brasil”, quienes publicaron una carta contenien- do las declaraciones hechas ante la Comisién de los Derechos Humanos donde detallaba la participacién de Lobo en los equi- pos de tortura, En tanto que el “Consejo Federal de Medicina”, declaré que la deontologfa médica era incompatible con la tor- tura. Respecto de Lobo se adoptaron algunas resoluciones, en- tre ellas, la suspensién de su formacién varias veces anunciada que sdlo se logré en 1980, pero su expulsién definitiva de la So- ciedad Psicoanalitica recién fue posible en 1993 y las razones ofi- ciales que se dieron a conocer de ese alejamiento, reconocieron que eran por “causas de orden administrativo”. Entre 1986 y 1989 Amilcar Lobo otorgé dos entrevistas pe- tiodisticas y publicé su autobiograffa: A hora do Lobo a hora do carneiro®. Durante ese perfodo se le prohibié a Lobo el ejercicio de la medicina y también a L. Cabernite, pero éste se defendid ante la justicia. Su sentencia fue revisada y modificada, obtenien- do una pena de slo un mes de prohibicién en el ejercicio de la profesién médica. Un grupo de analistas descontentos por estas resoluciones decidieron alejarse de la SPRJ para fundar el grupo Pro Etica 3. No hay publicacién en espafol. 38 Segunda sesibn, sdbado por la tarde que se dedicarfa a estudiar y difundir lo que consideran es la ética del psicoanlisis. ' Conclusién Los hechos histéricos que Helena Besserman Vianna cuenta en su libro produce una lectura amena donde todo pareciera co- rresponder y articularse. Su relato est organizado con persona- jes buenos y malos. En su historia, leemos que los personajes bue- nos eran acusados por los malos, y los malos primero estaban protegidos por las instituciones que los amparaban, pero luego serfan apresados por sus propios amigos que finalmente los de- jecfan cn libertad. . No obstante ese no es todo el relato de la autora, ya que si se lee minuciosamente el texto, otra lectura puede hacerse de él. Por ejemplo Helena Besserman Vianna no trasmite toda la in- formacién sobre los hechos que aborda o lo hace sdlo a medias. Esto es evidente respecto de la nota anénima que dirige a Marie Langer, donde en ningtin momento revelard la identidad de quien la escribid, En el libro leemos que fue ella la autora de dicha no- ta, pero eso est4 dicho por otros, no por ella misma o ella tal vez lo diga porque no lo desmiente. ; También oculté toda informacién concerniente a la persona que dio la noticia al diario Voz Operariaacetca de ese hecho, sé- lo se sabe que Besserman Vianna hizo una referencia publica don- de aludié a que se tratarfa de una analizante del mismo Am{lcar Lobo. Al ocultar esa identidad ella ocupa o se superpone con aquella que habl6. Los enmascaramientos y desplazamientos su- cesivos que hemos relevado son los que condujeron a estas sus- tituciones que se leen en el texto de Politique de la psychanalyse face a la dictature e a la torture. . Tal como lo hace notar Jean Allouch, las sustituciones son el punto de partida que lo desligan de la clinica, perdiéndose con ello la experiencia del andlisis, Entonces nos preguntamos {Qué 39 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje lugar ocup6 Besserman Vianna en esta historia? En tanto que denunciadora, ellase sustituye a una exanalizante y en ese ae condena al caso, reenvidndolo al olvido. De ese modo el caso queda ausente, y por lo tanto expuesto a un “idealismo moral”; alli mismo donde “la ética psicoanalitica ocupe el lugar del mé. todo freudiano” *, Este modo de relatar esa historia pe condu- ce directamente a recordar el subtitulo clegido por la autora del libro: No hable con nadie. 4, J. Allouch, La etificacién del psicoandlisis, Calamidad, Edelp, Buenos Ai- 40 res, 1997, pdg. 11, Apur.:zs a propésito del libro de Jean Allouch La etificacién del psicoandlisis Graciela Graham Ante la propuesta de participar en una mesa redonda sobre el libro de Jean Allouch, aparecido recientemente, la primera tefle- xién fue, sobre la dificultad en la que me encontraba para interve- nir sobre este libro, puesto que inevitablemente coloca a aquél que tome éste riesgo , de un Jado 0 del otro. Es decir del lado de la éti- cao del lado del método; y ésta cleccién serfa una eleccién forza- da. Se.deberta elegir forzosamente el método, con lo que obten- drfamos un método desmochado de ética y le dirfamos adids a Antigona. Porque elegir la ética, implicarfa de inmeditato quedar fuera del psicoandlisis, es decir caerse del campo freudiano. Si fuera cierto, es decir si estuviera probado que ética y mé- todo se excluyen mutuamente, y que la aseveracién de Lacan a la que hace referencia J. Allouch en su libro! “el psicoanalista no cede en su deseo” fuese solamente una aseveracién acotada y circunstancial; y si dejar de lado a Antfgona no volviera im- practicable el psicoandlisis, como también sostiene J. Allouch en otra parte”; si esto fuera asf, no se podrfa hacer mds que un 1. J. Allouch, La etificacién del psicoandlisis. Calamidad, Edelp, Buenos Aires, 1997, pag. 45 2, J. Allouch, “La OPA de la IPA”, en Fragments n° 11, publicacién interna de la elp, Paris, 1989. 41 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje comentario, una resefia sobre el libro o quizas relatar las im- presiones que su lectura causé en una lectora sudamericana que vivid una dictadura o dos. La impresidén més fuerte es el efecto provocador que produ- ce el tratamiento de un caso de tortura, ya la palabra tortura pro- yvoca en muchos de nosotros el efecto de la sal sobre la herida y esto no tiene relacién con lo ideolégico, no es la tortura de de- recha o de izquierda, no es el método de la tortura aplicado por los buenos 0 por los malos. Y luego un temor. Qué efecto causarfa este libro entre los analistas argentinos, especialmente en Buenos Aires?. Los lec- tores, presos de las impresiones provocadoras del libro, dirfan que J. Allouch justifica la tortura, podria incluso imaginar a estos analistas decir que la Escuela Lacaniana de Psicoanilisis reivindica la tortura. . Pero no, lo que el autor reivindica es: “Yo reivindico poder decir que un torturador —o un cém- plice de torturador— dice la verdad cuando dice la verdad, se- fiala algo pertinente cuando sefiala algo pertinente y, por supues- to, poder decir que miente y se engafia 0 nos engafia cuando miente y se engafia 0 nos engafia; reivindico igualmente poder juzgar que una victima —o que un simpatizante de una victi- ma— miente o se engafia 0 nos engafia cuando miente y se en- gafia o nos engafia y, por supuesto, que dice la verdad cuando dice la verdad, seftala algo pertinente cuando sefiala algo perti- nente. Exactamente: reivindico poder proceder asf sin ser inme- diatamente calificado, en el primer caso, de cémplice del verdu- go, yen el segundo, de simpatizante de la victima. Yo reivindico poder disponer de un poco de aire en Ja trama cerrada de los jui- cios éticos, poder juzgar en un plano distinto a ese.”* 3. J. Allouch, La etificaciin del psicoandlisis. Calamidad, Edelp, Buenos Aires, 1997, pag. 23. 42 Segunda sesibn, sdbado por la tarde Esta reivindicacién que el autor hace fuertemente y en pti- mera persona, me reencuentra con Antigona. ;Acaso esta reivin- dicacién no tiene cardcter ético? - que mi hermano sea todo lo que vosoiros querais, el cri- minal, aquel que ha querido incendiar los muros de la patria y conducir a los compatriotas a la esclavitud, quien ha Ievado a los enemigos alrededor del territorio dela ciudad, pero al fin él es lo que es ... podeis relatarme lo que quieras, que uno ¢s el héroe, el amigo, y el otro el enemigo; pero yo les respondo es- to: para mf las cosas se juzgan de otra manera”. ‘ {Pero porque serfa necesaria tanta argumentacién para exponer delante de aquellos, que supuestamente interpelarian a la escuela, por la aparicién de este libro?. En este punto caf en la cuenta que la persecucién estaba ya alli nuevamente produciendo sus efectos. Ahora bien ;no se dificulta el ejercicio del método en la perse- cucién? jno se hace dificil, y hasta a veces imposible, la practica del método freudiano en ciertas circunstancias? Ejemplos hay mu- chos: habia palabras prohibidas como “subversién’, lo que hacia dificil reunirse alrededor de ese escrito de Lacan “La subversién del sujeto”. La dificultad de militantes politicos o de derechos hu- manos para encontrar el analista a quien dirigir su demanda. La posicién del analista que recibia a alguien perteneciente a los ser- vicios de seguridad por temor a rechazarlo. Seria un ejercicio importante llegar ha hacer caso de alguno de eso ejemplos; y entonces demostrar a partir deun caso que en condiciones como esas, los elementos del método “asociacién li- bre”, “interpretacién” y “funcién secretarial” son posibles. ;O po- drfa surgir, como en el caso de Leo Strauss y tantos otros, que se 4, J. Lacan, seminario La ética del psicoandliss, sesidn del 8 de junio de 1960, Paidés, Barcelona, 1988. 3 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje trate de responder a la persecucién, no de la letra sino de su fal- ta, de una manera que parecerfa cercana a la iluminacién? Sila iluminacién tiene que ver con la falta de pruebas, y el no advenimiento de estas hace a la especificidad del modo de la ilu- minacién; creo poder afirmar que algo de ese orden acontecfa en los tiempos de la dictadura. El tristemente famoso “por algo se- 14”, podria tener relacién con: “algo habré hecho, no hay prue- bas pero ya llegaran’. Quizé el caso Amilcar Lobo tendrfa que incluir en su diluci- dacién la situacién persecutoria en la que se encontraban todos sus protagonistas, y los efectos que esta situacidn crea, es decir los modos de respuesta que se fabrican. ;No se explicarfa quizds mejor algunos anénimos, algunas imprecisiones de la historia, algunos blancos, algunas acusaciones sin prucba? “Curiosamente quien se encuentra atrapado por una ilumi- nacién sin prueba, se encuentra el mismo parecido ala KGB; acusa sin pruebas ... la KGB permanece a la vez incomprensi- ble y semejante a aquellos a los cuales persigue. El punto de in- compresibilidad es absolutamente importante y general.” * Ahora bien, el libro de Besserman Vianna aparecié luego de la dictadura, y el acontecimiento escandaloso que J. Allouch re- lata en su libro, sucedié en Paris a principios de 1997. Es cierto, pero se trata de la IPA y de las instituciones que se desprendie- ron de ella en los afios ’70 en latinoamérica. Este acontecimien- to parece mds relevante porque toma estado publico, toca el pun- to dlgido de los derechos humanos, y puede traerle un descrédito a esa institucién en esta sociedad supuestamente democratica en la que hoy vivimos. 5. J. Allouch, “Interpretacién e iluminacién”, en Revue du fttoral ne 31/32, EPEL, Paris, 1991. 44 Segunda sesién, stbado por la tarde Entonces, nos estamos ocupando de la calamidad que signi- fica la adjetivacion (para J. Allouch esta adjetivacidn es ética) de la palabra analista por el adjetivo torturador, Pero sf se puede tra- tar de otro sintagma: “psicoanalista médico”. No olvidemos que hasta no hace mucho tiempo la IPA no aceptaba entre sus can- didatos a psicdlogos, sélo los médicos estaban habilitados para recibir formacién analitica, es decir andlisis individual, semina- tios y supervisién; cada una de estas actividades tiene una canti- dad de horas estipuladas de antemano, si se quiere acceder el t{- tulo de “psicoanalista”. Estas instituciones consideraron siempre al psicoandlisis como una profesién y el “psicoanalista” como un titulo, que como tal, podrfa ser acompafiado por cualquier ad- jetivo que conviniera: “psiconalista infantil”, “psicoanalista de grupo’, “psicoanalista de pareja”. éNo es esto ya una calamidad? éNo tiene esto también relacién con lo ideolégico? ;Porqué pe- dirle a la IPA que respecto del caso Amilcar Lobo procediera de distinto modo que en los ejemplos anteriores? Llegado este punto, creo que se puede efectivamente desligar este asunto de toda localizacién geografica, y relacionarlo direc- tamente con el “psicoanilisis de la institucién oficial” en latinoa- mérica y en cualquier lado. Entonces si acordamos con J. Allouch que la especificidad del método freudiano, delimita el campo freudiano®; campo que fue trazado por Freud, y unido al nombre da'Freud por Lacan en 1964, en su seminario Los findamentos del psicoandlisis, y si mé- todo y ética se excluyen mutuamente, entonces las instituciones y los analistas involucrados en el caso Lobo ;se cayeron del cam- po freudiano? No est4n dentro del campo aquellos que hacen del psicoanilisis profesién (salvo que se tratara de profesién deliran- te, como las llamaba Valery). Si seguimos fielmente estos enun- ciados, el campo queda bastante despoblado. 6. J. Allouch, Freud, y después Lacan, Edelp, Buenos Aires, 1994. 45 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje No es en tanto psicoanalista que Amilcar Lobo es torturador, como no es en tanto psicoanalista que Freud le responde a Max Eastman, ante la pregunta: —“;Qué es usted politicamente?”, respuesta: —“Politicamente, no soy nada”; 0 que la sefiora Bes- serman Vianna milita en los derechos humanos. Es en tanto torturador que Lobo tortura, y en tanto tal ha- ce dupla, pareja, con el torturado, lo que J. Allouch llama ver- dugo y victima, pregunténdose a renglén seguido’: ;por qué llamamos a los simpatizantes del verdugo “cémplices” y a los de la victima “simpatizantes”? jesta ultima no es una valora- cidn ética que hace el cristianismo, en relacién al valor que se le concede al sufrimiento? Creo que en realidad no se trata del acto mismo de la tortu- ra, sino de la tortura como método ejercido en distintas partes del mundo, con fines totalmente distintos. Quiz4 no habrfa que considerar esto en un plano simplemente ideolégico; la tortura es un delito la aplique quien la aplique y se aplique sobre quien se aplique. Claro que si el torturado es un delincuente podré te- ner cmplices; se es cémplice de un delito y simpatizante de una idea politica, pero se trata sélo de un lenguaje jurfdico. Y si no es en tanto psicoanalista que Lobo es torturador, tampoco es en tanto tal que se lo condena; puesto que en tan- to psicoanalista sélo serfa sefialable en el momento del acto y en forma negativa. Ademés si la tortura es un método, es por supuesto imposi- ble la aplicacién de dos método en forma simultdnea, un méto- do excluye logicamente al otro. La exclusién del método freu- diano entonces hace impracticable el psicoanilisis. La tercera sustitucién que marca J. Allouch al principio del libro, la de la ética por el método, es la que no permite que sea tomado el ca- so Lobo justamente como eso, como un caso. 7. J.Allouch, La etificacién..., pag. 24. 46 Segunda sesién, sdbado por la tarde Discusion RAQUEL CAPURRO: Queria retomar algunos puntos lanzados en el panel y en particular algo que sefialaron, y que tiene que ver con el sintagma “psicoanalista-torturador”. Este libro que me pa- recié removedor por muchas cosas, entre otras porque est la dis- yuncién entre método-ética, pero también porque me hizo pen- sar en cosas que circulan sobre todo en esta ultima década, y es sobre lo que quisiera volver en este momento, retomar lo del sin- tagma “psicoanalista-torturador”. Me parece que cuando J. Allouch interroga, ;quién dijo eso? es porque la respuesta a esta pregunta decide la pertinencia o no del sintagma. Me parece que en el panel sostenfan que nunca es pertinente el sintagma por- que el analista no puede ser calificado mas que por su acto. Creo que lo que J. Allouch interroga y muestra, y que esté fa- llido en el libro de Besserman Vianna, es que no se constituye el caso, un caso, sino que derivamos de una situacién de persecu- cién polftica a una situacién de persecucién institucional. Pasa- mos de la tortura practicada como método de terrorismo de es- tado al problema de la persecucién dentro de la institucién, y finalmente al reconocimiento por un titulo, de alguien como psi- coanalista o no, al debate sobre la prdctica de esa persona, lo cucl es un problema absolutamente menor, incluso desde el punto de vista politico, respecto de lo que pasaba en ese momento. Entonces si la pregunta esa es pertinente es porque sf habfa un analizante en juego que habfa reconocido a su analista en ese torturador. Entiendo que es porque podfa de esa manera identi- ficar un modo de practicar el psicoandlisis, que de alguna forma podia ser homéloga a la prdctica de la tortura, y por lo tanto eso calificaba de una cierta manera su andlisis. No es que era por un lado el método de la tortura y por el otro el método analftico; podfa suceder que en este caso era la misma cosa y eso es lo que no se puede aclarar. Eso es lo que el libro muestra, que el trabajo de Besserman Vianna al poner el acento 47 EI psicoandlisit, una erotologia de pasaje en la institucién, al hacer una historia de todos los tejes y mane- jes de la IPA, desvfa desde el punto de vista polftico y desde el punto de vista analitico y yo creo que una de las cosas fuertes del libro es que plantea justamente la importancia de no evacuar nin- guna de estas dos dimensiones. Hay un caso que ocurrié en Montevideo, que conmovidé un poco a la opinién publica montevideana yes el caso de un sacer- dote torturador. Torturador no al servicio del estado, sino tortu- rador por cuenta propia en una comunidad que funds. Este sa- cerdote al cual se le hace un juicio, por lo tanto es algo publico, cl padre Antelo, es denunciado Por varios de sus dirigidos por ser castigados corporalmente, y es a su vez defendido Por otros de sus ditigidos. Esto provoca durante todo un afio en la prensa y en la opinién publica una gran conmocién, con una implica- cién en distintas formas, de la institucién eclesidstica en el asun- to, que termina con la condena juridica de este sacerdote, quea su vez muere de cAncer al mes. Bueno, era claro en ese caso que era un torturador y la denuncia venia de sus dirigidos; y podria ser un caso porque hay material de los denunciantes, Lo que el libro de J. Allouch resalta es que la gencralizacién de los principios impide hacer un caso. Ahora, un punto que me interroga del libro es el capitulo final sobre la tortura, me pare- Ce que no es tenida en cuenta la distincién de la tortura como método de terrorismo de estado y la tortura como practica per- versa, no pucden mezclarse. JUAN PIEGARI: Respecto del sintagma, su validez, su pertinencia queda remitida a una declaracién del analizante y esta quedé bo- trada del mapa. El sintagma provendrfa de un analizante de Lo- bo o ex-analizante; me parece que en la discusién eso quedé un poco borrado. Es cierto que de cualquier manera el libro Ilega has- {aa reconstruir conjeturalmente ese momento, en que en un acon- tecimiento social alguien habfa citado a Lobo como torturador, y ella conjeturalmente habrfa dicho: “es mi analista-torturador” 48 Segunda sesién, stbado por la tarde o algo asi; la ex-analizante habria identificado a partir del relato de alguien, a su analista, como un analista torturador. El sintag- ma en su pertinencia hubiera sido tal si hubiera podido ubicarse bien en boca del analizante, me parece que este es el movimicn- to que hace el libro de J. Allouch. GRACIELA GRAHAM: Lo que no alcanzo es a darme cuenta c6- mo podrian coexistir los dos métodos, psicoanalista-torturador y psicoanalista. No alcanzo a entenderlo, no leo eso en el libro de J. Allouch. Por otro lado creo que sf hay una diferencia entre Amilcar Lobo torturador y el ejemplo que trac J. Allouch de la madre que no podfa dejar de torturar a su hija sacdndole las ufias, creo que s{ hay una diferencia entre tortura como método para sacar informacién y como acto perverso. GEORGE-HENRI MELENOTTE: Me regocija participar en este debate. Evidentemente si el libro de Besserman Vianna denun- cia sobre este caso que pasé en Brasil; la calamidad de la que se trata en La etificacién, es un fenémeno que podemos constatar en Francia que florece con gran alegrfa. Desde ese punto de vis- ta voy a insistir en un punto que he subrayado en la lectura del libro: es efectivamente el cardcter calamitoso de la cosa, eviden- temente el término calamidad hace pensar en Calame, no respecto de la cuestién de la que hablabamos esta mafiana, sino respecto de la pluma, la prdctica actual de la pluma psicoanali- tica es efectivamente calamitosa. : En el libro que Jean Allouch nos propone, hay un esfuerzo enorme de su parte por tratar de descubrir lo que no va en el li- bro de Besserman Vianna, porque decir que hay algo que falta, una frase, un nombre, esa ausencia allf no est4 dada desde el prin- cipio; es necesario ir a los detalles de la cantidad de cosas que ¢s- tan dejadas fuera en el libro de Besserman Vianna, de la mezcla de cosas increfbles para llegar a descubrir, a encontrar una ausen- cia, una ausencia esencial que est literalmente escondida, camu- 49 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje flada por un discurso lleno de buenos sentimientos. Hay en ese libro y en ese andlisis a mi modo de ver, la calamidad que puede constituir la no toma en consideracién de un decir, y me parece que es sobre ese punto que debemos ser particularmente sensi- bles, que hay un problema importante que se nos plantea a no- sotros hoy, que bajo el pretexto del psicoanilisis se nos ha dado un discurso ideolégico que enmascara de manera inquietante y calamitosa la posibilidad de expresién de un decir en alguien. ADRIAN Ortiz: La impresién que me produjo este libro es el de un fracaso estrepitoso, no productivo. Sittia el problema en el in- tento de construir un caso, sacdndolo de una cuestién politica. Respecto de esto es un fracaso 0 es un libro incompleto. Esta he- cho sobre la base de esquivar la ética psicoanalitica; hubiera hecho caso si hubiera considerado la ética en el concepto de Lacan. PEDRO PALOMBO: Me llamé la atencién algo que escuché, cuan- do hablé Graciela Graham, zporqué tendrfamos que decir “a Dios, Antfgona”? Considero que hay una insignificancia total de este texto para abonar el debate entre psicoanilisis y polftica. El psicoanilisis no tiene nada que decir de la politica. Cuando se hablaba del método, de Varsavsky, de subver- sién de la ciencia, recordé que gracias a la politica e ideologia de los 60-’70, pudimos encontrarnos con la lectura de Lacan, via Althusser y los avances epistemoldgicos de la época. Lacan no estaba ausente en las residencias psiquiatricas y la escuela de Psicologfa. Por esos afios Lacan discutia con los estudian- tes que lo interrogaban sobre el rol social del enfermo mental y el respondia: la ironfa. DELIA BOURNISSEN: Yo me voy a apoyar en lo que dijo J. Allouch, que Eros no es cl amor. Quiero puntualizar ahora esto: ética no es moral en griego, la moral es lo que admite sdlo lo semejante, ética es lo que admite lo desemejante; para el griego el torturador y el torturado entran en la ética, Lacan escribe el seminario La ética por- 50 Segunda sesibn, stbado por la tarde que sabfa griego y no en vano termina con Antigona. El libro me parecié un conjunto de hechos como dice Wittgenstein, los hechos no tienen que ver con la ética. No tiene que ver ética y moral. Bti- ficacién remite a un proceso no a un acto. La moral tiene que ver con los hechos, la ética tiene que ver con un acto. x: Me parece importante decir que no hay ética para un psicoa- nalista, sino para los psicoanalistas. Otra cosa es la frase de Bes- serman Vianna que dice que “no se puede hablar”. Ac4 se hablé de que la tortura, més alld del contexto, es un método. Hay en Montevideo un texto sobre la tortura, es una pareja torturador y torturado; este andlisis no permite salir del atolladero, no ha- ce al quehacer psicoanalitico, es un quehacer distinto, tiene que estar fuera, en ese lugar no hay lugar para la palabra, es el lugar del horror. ERNESTO LANSKY: Querfa responder primero a Pedro Palombo, Lacan en los 70”. En ese momento yo era alumno y “Lacan no estaba en la Universidad”, los textos eran “Para comprender a Lacan” de J. B. Fages 0 “Lacan” de Anika Rifflet-Lemaire y otros diccionarios o manuales introductorios a Lacan, y esto era en el contexto de un debate “cientifico-ideolégico”, del que quedo un libro de N. Braunstein y M. Pasternac: “Psicologfa: ideologia y ciencia”. Aun si dicen que estaban los Excritos, habria que pre- guntarse dénde estaban. En relacién al “fracaso” que estarfa en el libro de J. Allouch, me acordaba de la carta de Freud a Einstein en 1931, a instan- cia de la Liga de las Naciones. Se procuraba un didlogo ptiblico, para hacer una difusién de ideas pacifistas. Primero esté la for- ma en que Freud le contesta a Einstein, Freud dice que le pare- cia que no era de la incumbencia de ellos el tema de la guerra, la de un fisico y la de un psicélogo; no obstante, acepta la invita- cién a hablar pero le dice expresamente: “voy a seguir su huella” y habla sobre el derecho y el poder. Al final de la carta Freud se 51 EI psicoandlisis, una erotologta de pasaje da cuenta que no respondfa a la demanda de promover la idea de la paz y le pide disculpas si esa carta era “desilusionante”. El libro de J. Allouch me parece que es “desmoralizante” en los dos sentidos del término, saca la moral y desilusiona. El psi- coanilisis de acuerdo a Freud, no es una “concepcién del univer- so” y por lo tanto no puede proponer ningtin “bien” universal para alcanzar. PEDRO PALOMBO: Se hablaba de la tortura como método, la tor- tura apunta al cuerpo violdndolo, sno se podrfa hablar de una técnica, no de método? GRACIELA GRAHAM: Es una practica por lo tanto método, no técnica. X: Yo tomarfa lo que J. Allouch dijo de la relacién erética publi- co, Lacan y Allouch. Yo pertenezco al puiblico que no ha lefdo el texto. La pregunta que me hago es, que tiene que ver la tortura con el psicoandlisis?; el psicoandlisis tiene un discurso particu- lar, la tortura forma parte de hechos sociales. Es probable que el texto tenga un sentido provocador; J. Allouch quiere provocar algo con su libro. Si el psicoandlisis es un discurso en si mismo que no tiene que ver con los hechos sociales, salvo en el acto pri- vado entre analista y analizante. ;Qué es lo que se intenta con una discusién entre tortura y psicoanilisis? RAQUEL CAPURRO: Me recordaba la frase de Lacan cuando dice que la paranoia est4 en los puntos neurdlgicos de la vida social, los psicoanalistas somos convocados en esos puntos neurdlgicos, no hay un corte entre lo social y lo individual. El libro no es sobre la tortura, es la entrada en un debate que plantea un caso; interroga si hubo o no un analista torturador, eso crea un caso que hay que poder explicitar, si no se lo puede explicitar, no hay caso. Una di- ficultad del libro es que entra en un debate, no es un libro sobre un tema sino sobre lo fallido de un caso, punto neurdlgico que ha- ce fallar un caso y que lo llama etificacin. Sino se tiene en el li- 52 Segunda sesién, sdbado por la tarde bro de Besserman Vianna ciertos datos, falta una pata al banco; es un punto neurdlgico que hace fallar el caso. PEDRO PALOMBO: El libro de J. Allouch muestra la insuficien- cia del libro de Besserman Vianna como material para hacer un caso; :no estar planteado como jurfdico? RAQUEL Capurro: Si asf fuera se hubiera contentado con los mecanismos de la sociedad brasilera, con los dict4menes. EDRO PALOMBO: No distingo; la imputada no conforme con los dictémenes hace puiblico su caso. RAQUEL CAPURRO: Era de deontologia profesional. EDRO PALOMBO: Las deontologfas pasan a veces a tribunales. RAQUEL CaPuRRO: No es lo mismo el tribunal jurfdico que con- dena un torturador y lo que dictamina una institucién psicoa- nalitica como la IPA. 'EDRO PALOMBO: EI texto pone en evidencia cules son los re- sortes en una sociedad psicoanalitica dentro de la sociedad. RAQUEL CAPURRO: La institucién pierde los mecanismos. EAN ALLOUCH: La etificacidn viene cn un momento dado de una historia que comenzé hace mucho tiempo y no termin6; es- te es un punto importante. Fue traducido en Brasil, salié publi- cado esta semana, vamos aa ver que va a ocurrir. Para que vean hasta qué punto aprecio lo que he escuchado, voy a decirles las primeras consecuencias de la publicacién. En Francia la Ifnea de escisién que se marca a partir del libro no recubre las escisiones en los grupos analfticos. Hay gente en los diversos grupos analf- ticos (lacanianos o de la IPA) que me han manifestado estar de acuerdo con la mayoria de las tesis que se sostienen allt. Me he dado cuenta al escucharlos hoy, que de hecho si habia alguno que habfa dicho que Lobo era «psicoanalista torturador», 53 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje ese fui yo, este libro precisamente lo tomé al nivel en que fue di- cho: analizante. Alguien planted la pregunta, de que tiene que yer cl torturador y el psicoanalista, la pregunta est4 planteada por un analizante. A partir de que lo hace saber publicamente, qué ocurrié? Bueno, se hicieron diez mil cosas para que no surgiera que fue dicho por una analizante, a partir de ah{ la distincién no existe mds entre la tortura como método o técnica, las diferen- cias entre torturas, perversa 0 no, polftica o no, estas distincio- nes no valen nada. Alguien dijo que en tanto psicoanalista es tor- turador. Esto es un golpe, uno no puede sentarse por debajo de esto, entonces vamos a ver la continuacién. El libro no puede ser tomado como amor platénico de ver- dades eternas. Debe ser tomado como algo que se medird segin sus consecuencias. También del lado de los lacanianos habré con- secuencias, también se dividiran. Queria indicar que no se pue- de leer el libro sin tener en cuenta que interviene en una histo- ria, y esta historia est lejos de terminarse. 54 Tercera sesién, domingo a la mafiana Esta sesidn estard consagrada a indicar més de cerca lo que podemos entender por erotoldgia analitica, pero en primer lu- gar para decirles cémo Ilegué a atrapar eso en Lacan, exactamen- te en el seminario Langoisse, luego de haber pasado de largo. De- cir asf las circunstancias, aunque fueran de lo mds contingentes, no es alejarse de lo importante del asunto. Esa erotologfa, y bien, s{, puede ser pasada por alto, y hemos visto que para el mismo Lacan las consecuencias de ese fracaso, que identifica con el de la historia de la teorfa analitica luego de “Andlisis terminable e interminable”, fueron molestas. En Lan- oisse, se dedica a rectificar el tiro, en especial exponiendo una teoria del coger (pronto deberemos mencionar la razén de la in- troduccién de esta palabra). Porque no se desplaza sin perjuicios el centro del problema del psicoanilisis, a saber, “lo que es pro- piamente sexual” (Lacan, citado ayer) hasta dentro de la orali- dad, aun cuando ésta pueda servir de metdfora de “lo que suce- de en el nivel del objeto falico”. Subrayar la facilidad de ese fracaso, casi su naturalidad, es de- cir que no podrfamos arrojar la piedra a cualquiera que le ocu- rriese. Por lo tanto, tampoco a un autor argentino, Roberto Ha- rari, que publicé recientemente un comentario del seminario Langoisse}, un libro en el que hay interesantes y pertinentes ob- servaciones pero que no supo localizar la invencién del objeto pequefio a, Como esa invencién esté engastada, cual un diaman- a) ly Roberto Harari, El seminario “La angustia” de Lacan: una introduccién, Bue- "nos Aires, Amorrortu, 1993. 55 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje te en suanillo, dentro de ese seminario, como por otra parte el seminario la despliega bajo la forma del grafo de los estratos de pequefio a, ese comentario de Langoisse termina pasando por al- to el andlisis como erotologfa. Sobre tres hilos de un recorrido Se plantea entonces la pregunta: ;edmo pudo ocurrirme que ya no descuidara... la cosa? Retrospectivamente, me parece que dependié de un nudo de tres hilos que fueron otras tantas insis- tencias: una relacién reiterada con Langoisse, una demarcacién reiterada frente a “Andlisis terminable e interminable”, un cues- tionamiento reiterado del “no hay relacién sexual”. Primer hilo: Langoisse. Curiosamente, tuve como una cues- tién personal? con ese seminario. En primer lugar fue por casua- lidad el primero de Lacan al que asisti, en el hospital Sainte-An- ne; tanto como decirles que no captaba prdcticamente nada, que no pude recibir ese objeto pequefio a que Lacan les ofrecié, el 9 de enero de 1963, a sus oyentes de las primeras filas (yo estaba sentado al fondo, un tanto a cubierto del don). A pesar de todo, entend{a que el discurso de Lacan era otra cosa que lo que ya en esa época suministraba la universidad sobre Freud. Menos de diez afios después, sin que yo esté en el origen de ese pedido, Langoisse fuc cl seminario que por primera vez en la historia del movimiento lacaniano un cartel de la escuela freu- diana le pide a Lacan para poder estudiarlo. Yo formaba parte de ese cartel que, no lo habfa notado en esa época, era una suerte de punta de lanza de los jesuitas en la escuela freudiana. Langoisse fue pues el primer seminario que Lacan sacé de sus archivos, el primero en haber sido fotocopillado*, lo que les prueba que los 2. Kenzaburo O¢, Una cuestién personal, Barcelona, Anagrama, 1989. * Enel original, photocopillé, de photocopier: “fotocopiar, y piller: “robar, pla~ giar”. (N. del T.). 56 Tercera sesién, domingo a la mafiana jesuitas estaban, mucho més que los profesionales? (los psiquia- tras en este caso), en las primeras lineas de lo que se jugaba. Pe- ro tampoco ellos pudieron advertir la erotologia. Sin embargo, estaban allf para tener a Lacan en la mira. Por tiltimo, tercera etapa, me hizo falta abrir de nuevo las fo- tocopias de Langoisse, en mi reciente tentativa de localizar la ma- nera en que Lacan habria terminado situando el psicoanilisis al final de partida como objeto pequefio a. Restituir ese aconteci- miento tedrico en su extrafieza y su pertinencia se volvié en efec- to una especie de urgencia, tan dominante es la idea de que to- do depende del deseo del psicoanalista (una teorfa forcluida sin embargo por la invencién del objeto causa del deseo, verdadero fin del hegelianismo de Lacan: que un objeto cause el deseo po- ne fina la definicién del deseo como desco del Otro, dentro del cual se consideraba que venfa a alojarse el deseo del psicoanalis- ta). El mismo Lacan expresaba esa extrafieza: el acto psicoanalitico que he definido de una manera muy atre- vida, he puesto incluso en el centro ésta acepcién de estar arro- jado a la manera del objeto pequefio a, eso es enorme, es nue- vo, [...] se podrfa gritar, decir: “;Qué historia es ésa? Nunca nos han explicado el fin del andlisis asi! ;Qué es eso que ese analista es arrojado como una mierda?”. La mierda perturba enorme- mente a la gente; no hay més que mierda en el objeto a, pero a menudo el analista es arrojado a titulo de mierda; eso depende tinicamente del psicoanalizante; hay que saber si para él la mier- da es verdaderamente aquello de lo que se trataba. 4 Hoy se me ocurre pensar, a titulo de Einfalldigamos, de asocia- cién de ideas descabellada, que Langoisse es el seminario de Lacan 3. Enel sentido anglosjén de est érmino, que Jan Goldstein hace resaar en Consoler et classifier, Paris, Les empécheurs de penser en rond, 1997. 4, Jacques Lacan, Lacte psychanalytique, scsién del 27 de marzo de 1968, inédico. 57 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje que manifiesta m4s que cualquier otro el meollo de su propésito. Evidentemente un argumento capital en favor de esta opinién es , el hecho de que contiene la invencién del objeto pequeiio a. Segundo hilo: una demarcaci6n reiterada frente a “Analisis terminable ¢ interminable”. Este otro leitmotiy, menos ostensi- blemente presente, intervino para impulsarme a pasay, con el La- can de Langoisse, del andlisis de una experiencia erética al andli- sis como erotologfa. Encontraran ese leitmotiv en algunos articulos donde justamente sefialo una distancia con respecto a “Anilisis terminable e interminable”. En 1984, en “Una mujer debié callarlo”, el caso de La traviata, advert, indicaba que al presentar dos problemas distintos, uno para el hombre, el otro para la mujer (rechazo de la femineidad versus penisneid), Freud planteaba el problema del final de partida analftico en términos que lo volvfan insoluble. Alfredo en efecto, por la mediacién de Violeta, consiente para terminar con la versién paterna. Frente aun padre que erige su reputacién, “acepta su femineidad” (pa- ra decirlo en esos términos grotescos —jnunca un griego o un romano habrfa identificado como “rechazo de la femineidad” el hacerse penetrar por el padre! ;Qué grueso error! ;Qué falta de discernimiento e incluso de anatomia!), jjustamente por la me- diacién de una mujer que se vuelve hija al rechazar, ante la inci- tacién de esa misma padre-versién [pére-version], su femineidad! Eso se juega, decia yo entonces, por lo menos dea tres, ya que el publico, como lo saben todos los que han visto y ofdo los coros de La traviata, forma parte de la historia. Ahora bien, a esa demarcacién frente a la particién del pro- blema efotoldgico en un lado hombre y un lado mujer tal como la hallamos en “Andlisis terminable ¢ interminable”, iba a reen- contrarla unos diez, afios después con motivo de la salida en Fran- cia del primer tomo de la correspondencia Freud/Ferenczi. Fe- 5. Jean Allouch, “Una mujer debié callarlo”, Littoralen espafiol n° 9, Ed. La torre abolida, Cordoba, 1990, p. 77-102. 58 Tercera sesién, domingo a la mafana renczi esta presente, como caso, en “Andlisis terminable e inter- minable”. ¥ la lectura de esa correspondencia iba a Ilevarme a decir, en la misma l{nea de lo que habfa sido articulado con La traviata, en qué punto esa manera de hacer un caso era reducti- vay errénea. Retomaremos esto en detalle luego. Tercer hilo: el “no hay relacién sexual”. En la misma época en que estudiaba La traviata, me apropiaba del “no hay relacidn se- xual” de Lacan, de la inica manera en que, segtin creo, uno pue- de apropiarse de tal enunciado: interpretdndolo. Si escribir es es- cribir el escrito, como lo atestigua la transliteracién, como lo ensefia la historia de la escritura, lo sexual, puesto que no deja huellas, no se presta a esa operacién; por lo tanto tampoco para hacer relacién, es decir, para ligar, mediante un conector légico, dos letras que designarfan dos conjuntos, un conjunto hombrey un conjunto mujer. Es la famosa frase de Salomén que en aque- Ila época habia confundido (sDebido a Lacan?) con un proverbio drabe® y de la cual se halla una traduccidn en el exergo del capi- tulo II del Salén del Wurtemberg de Pascal Quignard’: Hay cuatro cosas que no conozco: el camino del Aguila en el cielo el sendero de la serpiente sobre la roca el camino del navio en alta mar el sendero del nombre de un hombre en el coraz6n de una mujer. 6. Jean Allouch, Letra por letra, Buenos Aires, Edelp, 1993, p. 299. El 27 de marzo de 1963 (L’angoisse), Lacan cita traduciéndolo parcialmente del la- un el texto “atribuido a Salomén”: “ Tria sunt difficilia mibi, dijo cl rey de la sabidurfa, y guartum penitus ignoro, hay cuatro cosas sobre las cuales no wuedo decir nada porque no dejan ninguna huella, viam aguilae in cael, { Sdladieldeuila otrel celo,delnsespientesobrestiewa, del maylo en mar y viam viri in adulescentula y \a huella de un hombre, lo que incluso est4 acentuado, en la nifia”. 7. Pascal Quignard, Le salon du Wurtemberg, Paris, Gallimard, 1986, p. 55. Wur- temberg es también ia region de Ernst Wagner (of Anne-Marie Vindras, Ernst Wagner, Robert Gaupp: un monstre et son psychiatre, Paris, EPEL, 1996). 59 El psicoandlisis, una erowologta de pasaje No es muy ficil darse cuenta de una coaccién que se pone de manifiesto desde el momento en que planteamog la cuestién de la relaci6n sexual}a saber, que esa cuestién forcluye toda proble- mitica que fuera ya sea de “sexualidad femenina’, ya sea de “se- xualidad masculina” 0, mds simplemente todavia, 0 bien de lo *masculino o bien de lo femenino. Se reconoce en adelante que esos objetos tedricos estén mal construidos. Alimentan el discur- so de los sexdlogos, de quienes tras su congteso internacional del pasado mes de agosto en Espafia declaran alto y fuerte que el se- xo es un patrimonio (sf sf sf) y que como tal tiene derechos. En cuanto a nosotros, organizar un coloquio cuyo objeto fuera,-por ejemplo, “la sexualidad femenina”, se ha vuelto gracias a Lacan ‘una estupidez. Considerar el psicoandlisis como una erotologta prohibe justamente darse, al comienzo de todo cuestionamien- to anal{tico, un hombre y/o una mujer. Por otra parte, basta em- pezar diciendo “un hombre” y “una mujer” para establecer entre (. ellos una relacién, aunque sélo fuera una relacién de significan- tes en el sentido de la lingiifstica saussuriana. Tomar el proble- ma en su rafz erdtica es por el contrario interrogar la relacién. Por lo tanto, tener en cuenta e intentar explicar un determina- do ntimero de hechos (como el Vorlust, el placer preliminar, tan contrario al principio de placer; o la satisfaccién, 0 incluso el pe- tiodo refractario) sobre los cuales el psicoandlisis es mds bien si- lencioso dejandoselos al sex6logo, sin siquiera percibir ese des- carte. Ahora bien; no siendo adecuada la palabra “relaci6n”, en todo caso no a priori luego de las exposiciones de Lacan a su res- pecto, hay que introducir un nombre. Diremos: el coger®, ) 8. El referente de esta palabra [ baise: forma vulgar de nombrar el coito, aun- que se relaciona también con baiser que ademés significa beso (T.)] presen- ta un espectro bastante amplio como para no hipotecar desde el inicio lo qe sigue. Démonos las dos balizas con dos citas. Lacan (RSJ, sesién del 11 de marzo de 1975): “Porque sdlo los significantes copulan entre sf en el in- consciente; pero los sujetos patematicos que resultan de ello en forma de Tercera sesién, domingo a la mafiana Después de un momento, vislumbré la dificultad arriba se- fialada, En primer lugar en 1984, advert{ el cardcter precario del “no hay relacién sexual”, luego en 1987, restablect esa precarie- dad en un texto irénicamente titulado “Un sexo 0 el otro”®. Ind- nico puesto que all mostraba, estudiando el problema de la se- gregacion urinaria, que justamente no era algo dado pertenecer aun sexo o al otro, aun cuando uno se esfuerce en que ése sea el caso. Si un sexo sdlo puede declararse, como decfa Lacan, es por- que no sostiene la segregacién sexual, ni siquiera en su forma mds establecida socialmente, la de la segregacién urinaria. Fue pues ese cruce de tres insistencias —sobre el seminario Langoisse, sobre el caracter insatisfactorio del articulo “Analisis terminable ¢ interminable”, sobre la precariedad de la formula “no hay relacién sexual” — lo que explica, segiin creo, que pu- diera llegar a recibir hoy finalmente las exposiciones de Lacan de 1962-63 sobre la erotologia analitica. Aqui habria que re- montar una pendiente. Lo vemos ademas en el hecho de que en el ntimero 23/24 de Littoral[11/12 de Littoralen espafiol] el ar- ticulo “Un sexo o el otro” va seguido de un articulo titulado, de la manera mds contra-lacaniana posible (aunque tiene todos los aspectos del lacanismo), “Entre el hombre y la mujer est el a- muro [a-mur]”. Pero no, no hay nada entre el hombre y la mu- jet, puesto que para que haya algo, serfa preciso que hombre y cuerpos son conducidos, Dios mfo, a hacer otro tanto, {Llaman aso “co- get”! No es una mala férmula, porque algo les advierte que no pueden ha- cer mds que chupetear el cuerpo significado como otro, otro solamente por un escrito de estado civil. Para gozar de ello, lo que se llamarfa gozar como tal, habria que despedazarlo [...]”. Y en oposicién a esta observacién més bien apolinea, Calame sefiala que el mismo Dionisos, en sus excesos, fue , llamado Oipholios, el cogedor (Claude Calame, L Eros dans la Gréce anti- > 4M, Parts, Belin, 1996, p. 155, nota 15). / ‘9, Jean Allouch, “Un sexo o el otro. Sobre la segregacién urinaria”, Littoral en espafiol n° 11/12, Cérdoba, E.P.E.L., junio 1991, p. 7-37. 61 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje mujer tuvieran ya sus lugares e incluso que colindasen, que es- tuvieran pues ya en relacién. DIscUSION X: Abordar el psicoandlisis como una erotologfa zimplica enton- ces esta restriccién, de no contar de entrada con un hombre o con una mujer? JEAN ALLOUCH: Lacan relataba que una vez iba en un taxi, el conductor Ilevaba una cabellera larga, era la moda; no sé qué le vino al espfritu que le pregunté al conductor siera hombre *y rue jer. y este le contesté: —«Ud. lo dijo, yo mismo no lo sd. Otro ejemplo para mostrar que no se puede partir de «hom bre» o «mujery es el siguiente : una analizante me relaté —era una analizante que conocfa, no en mi divan— una buena aven- tura analftica que le habfa ocurrido. Estaba sobre el divan su- mida en sus pensamientos y avanzaba reflexiones, se lanza so- bre un argumento y dice : —«Ah, si yo fuera un hombre, entonces.., esto y esto.» y a continuacién dice : —asi fuera mu- jer , entonces... esto y esto otro». Es en ese nivel que intervie- ne lo sexual y lo erotoldgico : no se sabe quién es hombre y * quién es mujer. Hay toda una serie de cuestiones que se plantean cuando uno se aboca a interesarse, por ejemplo, en el placer prelimi- nar (se ha traducido asf vorlust, ese lusten este caso no es pla- cer, en alemdn tiene sentido de goce, porque hay un aumento de la tensién) ;Qué es lo que hace que en el encuentro sexual, en un momento dado el aumento de la tensién cese?, jqué in- terviene all{?, Lacan se plantea varias veces esto de un modo '~ preciso en el seminario L’angoisse. Si uno cesa de poner de un lado la sexualidad masculina y del otro la sexualidad femeni- na, y si uno se pregunta qué ocurre cfectivamente en el coger; es necesario saber qué es lo que hace que en un momento da- 62 Tercera sesién, domingo ala mahana do eso bascule y se produzca un acontecimiento que no es des- preciable, que es la satisfaccién. Y... por qué es tan breve? ¢Porqué lo que uno mejor hace en materia de satisfaccién, al; mismo tiempo es tan breve? Si ustedes distinguen dos puntos, el punto de ese género de satisfaccién masturbatoria que se produce a nivel del fantasma (uno puede masturbarse con alguien, hay un modo de coger que es una masturbacién, incluso en el caso de lo que llamaré la ereccién masturbatoria lo que conduce a la ereccién es el pen- samiento) y el punto de la satisfaccién, que es el de la angus- tia, ustedes pueden plantear preguntas: :quién tiene la erec- cién?, ges cl pensamiento en la cabeza del hombre?, équién conduce la ereccién?, go puede decirse que es la creccién quien conduce a ambos? Si uno no parte mas de un dato por el hecho de que haya un hombre y una mujer, si uno se prohibe darse esto desde el co- mienzo —a mi juicio esto es lo cue el analista debe hacer cuan- do recibe a alguien, porque no puede juzgar por las apariencias, es un hombre 0 una mujer—, si uno elimina esto desde el co- mienzo de una manera radical, la cuestién de la relacién sexual por fin se plantea. ¢Cémo saber si una identificacién sexual es producida por el coger y no porque dos seres identificados sexualmente se libera- rfan a una acci6n que es el coger?, este es uno de los puntos ma- yores de la erotologta analitica. PEDRO PALOMBO: A diferencia de abordar la sexualidad como lo hizo por la via de la “declaracién’, la entrada que yo realicé a esta problematica fue por la “autorizacién”. Abordar la cuestibn de la sexualidad por una u otra expresién no nos pone en el mis- mo lugar. Por ejemplo cuando Lacan plantea el '«autorizarse por él mismo sexualmente», lo hace cuando est4 pasando de la légi- caa la topologfa. Me llama la atencién la vecindad en la ubica- cidn del ay del falo y el pasaje a un ternario. La identificacién 63 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje hombre —mujer queda subsumida al objeto a. El 14-1 1-73 ha- bla del amor divino que vacfa al amor sexual, y da la impresién que la identificacién tiene que ver con el objeto a. / Su proposicién me deja helado porque daun paso mas alld, va al acto mismo del coito. El identificarse era a mi entender previo al coito, el paso que Ud. da es aquel que lleva a identi- ficarse en el coito. ; A los dos afios Lacan dir que el hombre copula con su sin- toma. Se sostienen esas categorfas? JEAN ALLOUCH: Es muy divertido que dé la impresién que es- toy mas all4 del Lacan del 73, mientras que yo intentaba hablar del Lacan del 63. Lejos estoy de estar mas alld, estoy mas acd. No creo que se pueda leer lo que se produce en Encore (no aludo a lo que viene a continuacién, copular con el sintoma, hablo de las formulas de la sexuacién) como se hace actualmente, obvian- do el seminario Langoisse. ; A partir de este seminario de Langoisse y reguléndome por este seminario le hago dos criticas a Encore. Primera critica: efectivamente en Lacan se da lo que él Ilamé un «lado hombre» yun «lado mujer», y ustedes ven que la preocupacién cada vez que dijo «lado hombre», es para no decir «hombre», «lado mu- jer para no decir «mujer». Pero queda igualmente una bipar- ticién. Habrfa que examinarlo mas de cerca porque hay una lectura diferente de estas férmulas. Este es el primer punto cri- tico: Lacan quiz4 hace demasiado al darse un “lado hombre” y un “lado mujer”. Segunda critica: creo que es mas decisiva; vie- ne desde Langoisse. Las formulas de la sexuacidn estén escritas nicamente con lo que se llama la «funcién falica», o dicho de otro modo, lo que es del orden de la sexuacién podria ser re- gulado sin que figure el objeto a en la escritura de la sexuacién. Si uno ve esto a partir del seminario de Langoisse, esto es escan- daloso; por que en este seminario hay un andlisis muy preciso 64 Tercera sesién, domingo a la mafana del coito o de la funcién del orgasmo, que previamente pone en juego el objeto a. (Cémo este objeto que él inventa en ese momento intervierie| en el coger? Hay tesis muy poderosas adelantadas por Lacan en ese momento, por ejemplo ésta : la especie de pérdida del a que estd en juego en el coger (en el coger el aes el falo flacido) es de la misma estructura que la constitucién misma del sujeto. Es la misma divisién subjetiva la que esta en juego en la constitucién del sujeto y en el coger. Me escandaliza que todavia se produzca un atolladero respecto de la funcién del aen la sexuacién. J Hay otro: en Excore, hay una pobreza clinica, no creo que hubiese grandes hallazgos cl{nicos en ese momento. Cuando La- can se abocaba a establecer equivalencias entre coger y subjeti- vacidn, en esos momentos estan los hallazgos clinicos en todas las paginas ; el sadismo, el masoquismo, se encuentran aqui sun- tuosamente descriptos. Cuando Kant con Sade aparece ya est4 largamente perimido, por que en el anilisis que hace del sadis- mo y el masoquismo en el seminario Langoisse, esta el hallazgo de que Dios esta en ese asunto. No esté sdlo el hecho de que el verdugo es el objeto a (y no la victima, como se inclinarfa uno a pensar), adems Dios esta en el asunto. Este encastramiento del sadismo-masoquismo hace que Lacan acabe diciendo que en el sadismo de lo que se trata es de hacer gozar a Dios, yenel masoquismo se trata de angustiarlo. Este tipo de sefialamientos no se encuentran en cualquier la- do. En Encore no encuentran esto, esta riqueza no estd. Es seco, sin carne. En todo caso metodoldgicamente, me prohibo abor- dar Encore antes de haber estudiado el seminario Langoisse . PEDRO PaLOMBO: Tengo la impresién que Ud. interpreté que lo que tomé del seminario del 73 era de Encore, para nada. Jus- tamente en los seminarios que siguen encuentro que conocer en el sentido biblico, se equipara a baise, es decir coger. En estos se- minarios aparece la clinica. 65 har oes El psicoandlisis, una erotologta de pasaje JUAN PréGaRI: Cref recordar que antes de que las formulas de Ja sexuacidn se usaran divididas en dos en Encore, en la ultima sesién del seminario El saber del psicoanalista, en las férmulas est4n las flechas que circulan; en uno de los rincones esta el ob- jeto a, Lacan pone en medio de la sexualidad el objeto a. Tam- bién tengo una inquictud, la diferencia entre coger con el s{n- toma y este modo de plantear el coger en el seminario de Langoisse. RAQUEL CAPURRO: Siguicndo con Encore, en la tiltima sesién del seminario ou pire Lacan tiene que plantear el objeto; al fi- . nal de Encore trabaja la funcién falica, y tiene que volver a plan- tear el objeto aque lo lleva a modificar el grafo, no solo las fér- mulas de la sexuacién; ;cémo es esta divisién cuando ubica el ade un lado? Con respecto a la clinica, en Encore estd el goce en relacién a los misticos, la cuestin de Santa Teresa. No sé como encaja todo esto, declaracién de sexos, férmulas de la sexuacién, goce, etc. HuGo Carposo: Es una anécdota, en Buenos Aires hay un tra- vesti de gran belleza que trabaja en TV, Cris Mir6, y estando en una confiterfa de Buenos Aires va al bafio pero no lo dejaban entrar ni al de mujeres ni al de hombres, entonces ella (0 él) los amenaz6 y les dijo: —«si no se ponen de acuerdo voy a orinar en el salén». JEAN ALLOUCH: Vamos al salén. (Risas). Una partida fina El psicoandlisis no se situar4 como erotologfa sino desistien- do de la partici6n hombre mujer. Se ha constituido como ero- tologia tomando otro punto de partida, bajo otro angulo, el que localizamos al tomar las cosas al sesgo, tal vez en el sentido en que Félix Guattari hablaba de una “transferencia lateral”. A fin de poner de relieve la presencia, la insistencia, la consistencia de 66 Tercera sesibn, domingo a la maitana esa erotologia analftica, no he hallado entonces un sesgo mds adecuado, para hoy, que releer con ustedes la correspondencia Freud/Ferenczi. Fue una sorpresa aunque fue forzoso constatarlo: la Corres- pondencia Freud Ferenczi termina aburriendo™. ;Cémo expli- car ese aburrimiento? Por cierto, el libro que tenemos en la ma- No se presenta como un objeto fabricado no solamente por el impresor; es el fruto, por parte de editores y traductores, de al- gunas clecciones que no son neutras aun cuando ellos las ima- ginen bienvenidas e incluso las mejores. Algunas de esas elec- ciones son generales. ;Por qué se publica la correspondencia de Freud dualizandola? Hay alli, irrefutable aunque insidiosa, la intervencién de una censura. Al publicar de esa manera bifocal las correspondencias, como en el cine un didlogo filmado en campo/contracampo, se inclinan las historias hacia una two-bo- dies-psychology, con el resultado de aproximar (segtin creen — se trata de una apariencia) cada correspondencia puesta as{ en escena a la llamada “situacién” analftica. ;Freud, psicoanalista de cada uno! ;Y nada de contacto entre los hermanos! Esa pues- ta en escena bifocal termina aburriendo. Esto me parecié cier- to cuando al leer lo que en esa correspondencia se relacionaba cada vez mds nitidamente con la partida fina entre cuatro (Freud, Ferenczi y sus dos compafieras femeninas que no podemos de- cir que van a volverse compafieras de Freud porque desde un principio lo eran), me vinieron a la mente las dos palabras “re- laciones peligrosas”*"' que de inmediato escribf al margen en la 10. Sigmund Freud Sandor Ferenczi, Correspondance, 1908-1914, T. I, Pars, Calmann-Lévy, 1992. * Enel original, dangeureuses, vale decir que sobra la primera “u”. Lo que puede descomponerse en ange (“Angel”) y heureuses (“felices”), 11. Si, con esa falta de ortografia entonces desapercibida y que revela ser del orden del lapsus calami, can cierto es que hay una felicidad, que hay algo “feliz” en ese peligro que corren los angeles asf relacionados. 67 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje pagina 348 de la obra. En efecto, en una de las ms ilustres no- velas libertinas por cartas, la plurifocalizacién es un elemento capital del placer del lector. Es una idea claramente establecida por la crftica literaria que la felicidad obtenida de la lectura de Las relaciones peligrosas proviene en una amplia medida del cam- bio de estilo de las sucesivas cartas, teniendo cada uno de los protagonistas cl estilo de su empleo en el juego libidinal, con las lecturas de doble sentido que esa variedad oftece, igualmente con algunos momentos polifénicos cercanos a la felicidad que oftece la épera”, Silo que no fue en primer lugar mds que una asociacién de ideas resiste a la prueba de la critica, no remite sdlo a mi idiotez, serd pre- ciso concluir que el surgimiento del psicoandlisis habra dado lugar a comienzos del siglo veinte al retorno de cierto libertinaje, un li- bertinaje no esencialmente menos osado ® que el de la gran época del siglo XVIII, pero que no se reivindica como tal —aun cuando muchas personas se dirigicron a Freud porque hallaban en él algo distinto a Ja erotologia entonces dominante en Viena y en muchas otras partes de Europa, a saber, el puritanismo. Con Ferenczi, ese libertinaje se encuentra ya claramente in- dicado en el vaivén entre divan analftico y cama. Ferenczi tiene una analizante-noyia que transporta del divan a la cama y de la cama al divdn (un divdn sobre el cual Ilega a conocer en el senti- do biblico a una mujer, transformdndolo entonces en cama), La analizante novia pasa también de divan en divAn, envidndola Fe- 12. Gel prefacio, los comentarios y notas de Béatrice Didier en la edicién Le liv- re de poche, Librairie Générale Frangaise, Parfs, 1987, p. VII a XXII, y lue- go 537 a 602 [Hay varias ediciones de la novela de Laclos en espafiol; un im- portante trabajo critico accesible en nuestra lengua es el de Tzvetan Todorov, en Literatura y significacién, Barcelona, Planeta, 1971, p. 9 a 111. (T.)]. 13. Freud censiura de su Tratmdeutung los sue‘ios sexuales, mientras que encuen- tra absurdo que esa misma censura haya afectado la traduccién alemana de Artemidoro! Expone como motivo “las cuestiones atin oscuras de las perver- siones y de la bisexualidad” (Buenos Aires, Amorrortu, 1984, p. 595, n. 16). 68 Tercera sesion, domingo a la manana renczi a andlisis con Freud antes de recuperarla, si se admite la expresién, sobre el suyo en lo sucesivo convertido en casto. Pe- ro he aqui el rasgo libertino por excelencia: pase lo que pase, Fe- renczi se preocupa mucho por implicar en ello a Freud, aunque s6lo fuera escribiéndole el acontecimiento. gEs pertinente el paralclismo de la Correspondencia Freud Fe- renczi con la obra de Choderlos de Laclos? ;Y hasta dénde? Una manera de decidirlo es preguntarse si tiene un valor heuristico, si lecr esa correspondencia con el texto Las relaciones peligrosas co- mo grilla de lectura revela algo que en efecto se encuentraalli, Se trata de lo que podemos |lamar una estructura de a cuatro. Preso como él entre dos mujeres (la joven y la vieja) y un confidente, S4ndor es Valmont (a veces bajo la forma de su do- ble" el Caballero Danceny). La pudorosa, sabia ¢ indesarrai- gablemente fiel Gizella parece un avatar cercano a la presiden- te de Tourvel, la que tiene como doble a Madame de Volanges cuya hija Cécile est4 en el lugar de Elma. Valmont, por cierto que con menos inhibiciones que Sandor, dirige su deseo se- xual a la vez hacia Cécile y hacia la presidenta de Tourvel, co- mo Sandor sopesa el suyo entre Gizella y Elma. Pero el eje prin- cipal de Las relaciones peligrosas es evidentemente el vinculo del vizconde de Valmont y la marquesa de Merteuil, que es co- mo crisol de donde parte y adonde vuelve todo lo que ocurre en otra parte, del mismo modo que lo que sucede en los de- sengafios amorosos de Sandor con las dos mujeres, todo el tiempo en que las cosas se agudizan, no deja de partir y de vol- ver a la olla comtin Ferenczi-Freud. Ahora bien, la marquesa de Merteuil nos parece una bastante buena encarnacién de Freud, ¢ incluso como su figura premonitoria o, si se prefiere, 14. Valmont escribe que entre el Caballero Danceny y él no hay més diferen- cia que un més o menos (Choderlos de Laclos, Las relaciones peligrosas, Le livre de poche, p. 155). 69 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje un borrador de Freud. Si esta figura de Freud como marque- sa de Merteuil lo hace un libertino, antes de poner a prueba esta identificacién, notemos que situaria las acusaciones de pansexualismo de las que fue objeto como un oa la condena de los libertinos en el siglo XVIII (la “sodomia’ : de Sade lo condujo a prisién, lo que era poco ya que. el crimen era entonces pasible de la pena de muerte). He aqu{ esquema- tizada esa misma-estructura de a cuatro: Manre: Gizella / Presidenta de Tourvel ae ~~ _ (Mime. de Volanges) Eco: Sdndor / Valmont ———————— ConFIDENTE: Freud / Merteuil Hya: Elma / Cécile Contiene un mismo personaje de excepcidn. La identifica- cién de Freud como marquesa de Merteuil, por inesperada, jpa- rece abusiva? Como cada uno de las otras, en muchos puntos lo es. La marquesa, que uno sepa, no ha inventado el psicoanilisis. Sin embargo hay un rasgo comtin més que sorprendente entre ella y Freud, ademds del hecho capital de que una yel otro con- ciben el acceso al objeto deseado como una conquista: Freud y Ja marquesa son ambos personajes excepcionales, que se presen- tan como tales en “la escena del mundo” y obtienen el recono- cimiento de ese estatuto. Esos seres de excepcién, por un deter- 15. Entre comillas para sefialar la inconveniencia de esta palabra, que mezcla confusamente dos actos muy diferentes. No hay un sodomizante y un so- domizado, puestos bajo el mismo término y la misma ensefia, sino un ac- to de penetracién y otro juzgado innoble por toda la Antigiiedad griega y romana, sea hecho por un hombre o por una mujer. 70 Tercera sesin, domingo a la maftana minado “trabajo” sobre sf mismos (en verdad se halla la palabra “obra” con Tespecto a esto en Las relaciones ‘peligrosas), se han cle- vado por encima de los demds mortales, Para Freud, basta con mencionar el autoanilisis y la posicién tomada luego de su rup- tura con Fliess de ya no tener nunca un alter ego. é¥ la marquesa? Un dfa, fue herida en carne viva en su amor propio por Valmont, quicn se habfa permitido darle un consejo para la realizacién de una empresa en la que sc empefiaba. Y pen- samos aquf en el terrible y salvaje choque entre Freud y Ferenc- zi en Sicilia, con el rechazo de Freud a Ferenczi y luego de Fe- renczi a Freud, teniendo este ultimo rechazo el estatuto de un “desaffo” "6, La marquesa le responde.a Valmont mediante una cat- ta verdaderamente instauradora porque es el exacto equivalente de la leyenda del héroe que ha funcionado tan bien dentro del grupo analftico bajo el nombre de autoandlisis, La parte de esa carta LXX- XI consagrada al autoengendramiento empieza asi: iAh! Guarde sus consejos y sus temores para esas mujeres en delitio y que se dicen sentimentales; cuya imaginacién exaltada harfa creer que la naturaleza ha puesto sus sentidos en sus cabe- zas; las que sin haber reflexionado nunca confunden sin cesar d amor con el Amante; las que en su loca ilusién creen que sdlo aquel con quien ellas buscaron el placer es su tinico depositario [...] Allf tenemos una anticipacién de la pulsién con su objeto siempre ya sustitutivo. No fue por haber puesto de relieve an- tes de Freud la poca importancia del objeto en el orden pul- sional que el libertino se hallé condenado? Pero leamos, un poco més adelante, la efectuacién de la leyenda del autoen- gendramiento: 16. “Tenfa raz6n en hacerme notar, en el curso de mi rimer viaje a Viena cn el que le habfa revelado mis intenciones matrimoniales [con Efmal, que usted habfa advertido en mi rostro la misma expresién de desafio que yo habfa te- nido en Palermo al rechazar trabajar con usted”, Correspondance, p. 373, 71 El psicoandlisis, una erotologia de pasaje Digo mis principios y lo digo a propésito: porque no son co- mo los de las demas mujeres, dados al azar, son el fruto de mis profundas reflexiones; yo los he creado y puedo decir que soy mi obra [yo subrayo]. Vemos aqui que serfa muy erréneo imaginar que el libertino es un sujeto sin principios'’. Como Freud, se los inventa (prin- 17. Clasificado como pansexualista, el psicoandlisis sin embargo no ha dejado de 72 inventar principios. Empezando por el “principio de placer” que Freud llamé primero “principio de displacer”. Segiin ese principio, el placer corresponde auna reduccién, el displacer a un aumento de la tensién. Ahora bien, si es exacto que el “ascenso” del placer preliminar (Vorlus, tradtizcase: “goce pre- liminar”, ya que no se trata del placer en el sentido del inebio freudiano) equivale a un aumento placentero de la tensidn, ese Vorlust (a falta de una fi- sica aristotélica que plantearfa que asf cl falo alcanza su propio lugar, a falta de una fisica moderna que explica que al elevarse en el aire el lobo irigible obe- dece todavia a las leyes ele gravedad) objeta el principio de pe Einclu- so de manera redoblada: I en el nivel del hecho: ese aumento de tensién es ex- perimentado como un goce, II en un nivel de principio (viene al caso decitlo), el Vorlust plantea un problema porque por definicién esta excluido que cual- luier cosa vaya al encuentro de un principio, o bien entonces habra que de- dane que es0 no es un principio —excepto el caso en que se elige otro prin- cipio. Es cierto que la concepcién de un “nivel minimo” de tensidn remitird en Freud no tanto al principio de placer como al principio de constancia, pre- sente desde los Estudios sobre la histeriay del cual Freud diré en 1920 que es el fundamento econémico del principio de placer. Ese principio de constan- cia tenderia a mantener las tensiones en un nivel tan bajo como sea posible o por lo menos (ambigiiedad a pesar de todo un tanto molesta para un princi- io) en un nivel tan constante como sea posible. Pero el desfallecimiento de tes ptincipios no se deticne allf, porque el “tan bajo como sea posible” del prin- cipio de constancia remite evidentemente a un grado cero de tensién, alo que Freud, desde el Proyecto de una psicologia para neurblogos de 1895, llama “prin- cipio de inercia”. Segtin este otro principio, las neuronas tenderfan a vaciarse completamente de las cantidades de excitacién. De allf la profundizacién del despiste: visto desde el principio de inercia, el principio de constancia ya no tendrfa nada de principial, serfa “una funcién secundaria impuesta por el uso de la vida”. El mismo principio de inercia recibird més tarde (en 1920) el nom- bre de “principio de nirvana”, llegado a Freud tardfamente de la noche de los tiempos de la tradicién hinduista, via Schopenhauer y Barbara Low. Segtin una determinada solucién del problema, aunque sigue siendo bas- tante confusa, sc ha dicho que el placec/diplacer corresponde a sensaciones Tercera sesién, domingo a la maftana cipio de constancia, de placer, de realidad, de Nirvana). El liber- tino es alguien que tiene un claro y franco cuidado en atenerse estrictamente a sus principios. subjetivas de las tensiones, mientras que el principio de constancia regularia las cantidades de excitacién, su economia propia. De lo que se seguirfa una posibilidad que no existirfa si los dos principios fueran ambos de orden es- trictamente econémico, a saber, que una sensacién de placer pueda acompa- fiar un aumento de tensién, Con todo rigor, esto es contradictorio: estando ligado el placer a una disminucién de tensidn, :cmo admitir que se produ- jeta contra el fondo de un aumento de esa misma tensién? Sin embargo, cn Mas alld del principio del placer, cn 1920, Freud intenta explicar que puede haber tensiones placenteras. Y estd la famosa frase: “[...] displacer para un sistema y al mismo tiempo satisfaccidn para el otro”. La eeplieacise es de- masiado abstracta para poder ser aplicada al coger, donde no vemos pot cjem- plo qué sistema vivirfa como diplacentero el placer preliminar. Concluyamos esta breve evocacién con una observacién exclamativa: jes una locura que tratandose del coger el psicoandlisis se hallara hundiéndose en principios! [Lo que es més, en principios que no lo son! La doctrina “pan- sexual” de Freud no dejé de tratar de fundar la sexualidad sobre principios cuya misma multiplicidad atestigua que no lo son. Tanto y tan bien que po- demos exponer que la férmula de Freud, para confrontar con la lacaniana “no hay relacién sexual”, habrfa sido “no hay principio sexual”. Y sin duda cs ese doble movimiento de instauracién de un principio que regule la se- xualidad y al fracaso de esa instauracién que el pstcoanilisisle debid, desde la época de Freud, su alcance liberador de la sexualidad. La formula exacta de Freud scria: “no hay principio sexual. .., ...que se sos- ap Conftontada con esa férmula, la homologa de Lacan revela ser de otro orden: ya no tanto ética como l6gica. Los principio Feucianos tienen es pecto de ser prinipios en el sentido que esa palabra tiene en las ciencias du- ras (su modelo es en verdad el principio de inercia, su horizonte filoséfico es en verdad el fisicalismo vienés Re la época de Freud); no obstante participan, a pesar de o gracias a su valor cientifico, del principio moral. Si no, el psicoa- nalisis no seria una erotologfa. Sino, no se volcaria tan facil mente en una édi- ca. Es justamente porque sus principios pus. ser tomados como principios éticos que es decisivo vedarse el ratificarlos como tales. En ottos términos, se trata de mantenerse firme en el hecho de que st valor ético es contingente y no necesario, Porque no hay ética, desde Kant, sino fundada en la razdn, en la ne- cesidad del oneeiatnicnen, Dicho de otro modo, fuera del campo de lo que es agradable o desagradable, placentero o no, doloroso 0 no. El estatuto moral de los principios freudianos fuc metonimicamente se- fialado por Lacan: “Puesto que esta famosa tensién menor con que Freud 73 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje [...] desde ese momento, mi manera de pensar fue exclusi- vamente mia [...] Pensamos aqui en el asunto Fliess y en el célebre “he triunfa- do donde fracasa el paranoico” "*, en la manera en que Freud des- tacé ante Ferenczi que ésa fue para él una experiencia decisiva articula el placer, gqué es si no la ética de Aristétcles?” (Psicoandlisis, Radiofo- niay Televisién, Barcelona, Anagrama, 1977, p. 103). Aparece ademas clara- mente en la linea de una proposicién de Jean-Claude Miller (Le triple du plai- sir, Paris, Lagrasse Verdier, 1997). Hablando dela sexualidad antigua, Milner parte de un juicio que no comparto, que él mismo apenas justifica, pero cu- yas consecuencias extrae rigurosamente. Segtin Milner, el paradigma funda- mental de la sexualidad antigua es la incorporacién. Creo que Pascal Quig- nard, aquien Milner reserve slgunas indinsaas (ef p.52 y $7) sa discutelo verdaderamente, es mas certero cuando dice que ese paradigma es la caza (lo que corresponde también al andlisis de otros autores: Claude Calame, al que estudiaremos, pero también René Thom, con su modelo del predador). Aun- que ésta no es la presente discusién. Seguin la lectura milneriana, la prohibi- cidn del canibalismo encuentra una via te salida en Ja hospitalidad, en la amis- tad filos6fica que es la filosoffa misma (sabidurfa del amor, mas que amor de la sabiduria). En lugar de comer a mi amigo, lo recibo dejandolo que sea en mi casa el extranjero que es, vale decir, no asimildndolo. Aunque el cfnico re- chaza esta solucién. ;Cémo se sale de esto? Milner escribe (p. 50): Conviene [entonces] restringir tanto como se pueda sin morir las oca- siones de encuentros entre cosas y cuerpos y entre cuerpos. Tal es el yer- dadero alcance de la definicién del placer como ausencia de dolor. Ahora bien, el principio freudiano del placer, como brlnepio de reduc- cidn de las tensiones, participa de esa definicidn del placer-alivio. Por lo tanto si en los cinicos es un principio moral (la prueba: est en el lugar del principio de hospitalidad), no hay raz6n para que no sea un principio mo- ral también en Freud. Yes también lo que explica que segdin Freud no hubiera ética del psicoand- lisis. Por la razén de que cl psicoandlisis cn sus principios (“en sus principios”, no “por todas partes” o “en todo”, tampoco “en cages cosa que derive de él”) era una discreta ética. Disereta en el hecho de que siendo una ética toma- da como ciencia, sometia la ética a la experiencia metodoldégicamente regula- da, y podia admitir —cosa que hizo— que sus principios no funcionaban. 18. “Mir ist das gelungen, was dem Paranoiker misslingt’. Cf Guy Le Gau- fey, “Ce que le paranoiaque ne réussit pas”, Littoral n° 3/4, Toulouse, ERES, 1982, p. 155. 74 Tercera sesién, domingo a la mafana aunque en adelante encerrada tras un verdadero acto de amo: no volverd sobre ella. En adelante conserva definitivamente para si una apuesta [zise] que ya nunca volverd a apostar [7e-miserait] por haberla alojado en la remesa [remise] de su fuero interno. Ese trabajo sobre m{ misma [...] gané con ello ese vistazo penetrante del que sin embargo la experiencia me ensefié a no fiarme enteramente, pero que en todo caso raramente me ha engafiado. Sumida en mi dnimo, he estudiado el de los otros. He visto que no hay nadie que no conserve allf un secreto que le importa que no sea develado [...] Nueva Dalila, siempre he empleado, como ella, mi potencia para sorprender ese secreto importante. jAh, de cudntos Sansones modernos no tengo la cabellera bajo las tijeras! éQuién escribe? Freud o la marquesa de Merteuil? Es ella va- liéndose de su trabajo sobre s{ misma como Freud de su autoa- nilisis, con el mismo resultado, publicamente reivindicado, de posesién de sf y de posibilidad de dominio del otro, un resulta- do que en adelante nadie puede refutar, que sdlo puede tomar- se o dejarse. {No es acaso uno de los rasgos mas sorprendentes de la Correspondencia Freud Ferenczi que su relacidn, tan intima como fue, deje a Freud absolutamente inmodificado? Pero la prueba del libertinaje analitico de la época “pionera” del psicoandlisis no me parece que resida esencialmente en el paralelo que podemos trazar, en efecto hasta cierto punto, entre las dos “si- tuaciones dramaticas” de las dos partidas finas entre cuatro. La prue- ba mas pertinente consiste en la manera en que se opera con las car- tas, la manera en que son escritas, la manera en que circulan. Y podremos recordar aqui la repulsién de Freud con respecto al telé- fono. No fue un sintoma (por cl contrario, es telefonear facilmen- te lo que muy a menudo lo es). No obstante la censura que evoqué al comienzo (la bifocalizacién de Ja correspondencia de Freud), y justamente en el lugar en que esa bifocalizacidn ya no funciona, es decir, a propésito de la partida fina entre cuatro, si uno se interesa 75 EL psicoandlisis, una erotologia de pasaje en la incidencia de la carta como tal, aparece ya no un paralelo si- no una verdadera identidad de funcién entre Las relaciones peligro- sasy la Correspondencia Freud Ferenczi. Mostrémoslo. ¢Cémo en verdad pudo Ilegarse a que tengamos hoy en las ma- nos esas cartas de contenido tan frecuentemente intimo? No va- mos a pesar de todo a refugiarnos tras la respuesta que alabaria su interés cientifico para mantenernos exentos de la pregunta. Si las tenemos en la mano es porque de alguna manera, a falta de haber sido puestas en el “canasto de papeles” del que habla Ferenczi, es decir, el de Freud’, nos estaban destinadas; como nos estan desti- nadas esas cartas que novelizaba el siglo XVIII. Cabe leer la Corres- pondencia Freud Ferenczi como un equivalente de la novela episto- lar (lo que se une al estatuto freudiano del caso). Permanentemente unos y otros han hecho mucho para que esas cartas pasen a la pos- teridad; y ninguno podfa ignorar en absoluto, al escribir tal y lue- go tal otra carta, que no estaba (;solamente?) destinada a aquel al que se le dirigfa. Como en Las relaciones peligrosas las direcciones son tramposas; y por lo tanto de entrada se halla igualmente tram- peada la carta misma con lo que en ella se dice. Por otra parte, en- tre la direccién manifiesta y nosotros (la posteridad), las cartas, co- mo en Las relaciones peligrosas, eran lefdas a menudo por aquél o aquélla por quienes transitaban, o por algtin otroa quicn aquel que la habia recibido se apresuraba en dirigirla; las cartas cambiaban de direccién con una increfble facilidad 0, dicho de otro modo: las di- recciones eran extraordinariamente... flotantes. Esa mezcla, ese embrollo de direcciones, ese enmarafiamiento de frases donde al- go es dicho a alguien pero para que sea relatado a alguien més, a fin de obtener en ese alguien més un determinado efecto, e incluso un determinado acto, obteniendo tambicn algo de aquel que sirve de go between, no es solamente isomorfo de lo que se juega en el pla- no libidinal sino que favorece completamente las ubicaciones y los 19. Cf la cara 80 Fer de la Correrpondance. 76 Tercera sesién, domingo a la manana desplazamientos libidinales. La carta, aquf como en cl andlisis, no esté esencialmente consagrada a la circulacién de la informacién, es en s{ misma un acto, por lo tanto regulacién del goce, confesién de goce, manejo, ocasién de goce. Asfel encuentro de Ferenczi con Gizella, primer embrollo libi- dinal, de entrada est dirigido a Freud: “No estoy tan solo como usted lo supone”, le escribe anuncidndole la noticia. ¥ Freud per- manecerd constantemente presente entre ellos dos, aunque sélo fue- ra por la mediacién de esa “comunidad analitica” 2! que Ferenczi no deja de querer realizar con Gizella y con Freud, Ferenczi no “in- forma” a Freud de lo que le ocurre cuando encuentra a Gizella; al informarlo, lo desafia y ese desaffo forma parte intrinsecamente de su vinculo con Gizella. Mas globalmente, parece que podemos ad- mitir que habrfa libidinalmente en Ferenczi cierta compatibilidad entre la investidura de Freud y de Gizella (incluso el hecho conco- mitante y evidentemente capital de la ausencia de deseo sexual por Gizella), mientras que hay incompatibilidad entre la investidura li- bidinal dirigida hacia Elma y las colocadas en Freud y Gizella”2. Entre esas dos figuras (0 bien Elma y con ella una posible paterni- dad, o bien Freud/Gizella”), las cosas no dejan de oscilar sin po- 20. Correspondance, p. 78. 21. Ibid., p. 196. 22. La carta 252 Fer (pégina 328) parece una de las mas susceptibles de sos- tener esta presentacién de conjunto. Ferenczi parece dar cuenta en ella de un retiro de investidura libidinal que tiene lugar paralelamente con respecto a Freud y a Gizella, mientras que surgen entonces “fantastas de matrimonio con Elma”. 23, Finalmente, es sabido, Freud saldrd (no totalmente) vencedor de esa lucha en la que, segtin sus propios téminos, “el viejo amigo encanccido” preva- lece sobre “la cautivadora joven” (Correspondance, p. 344). ¥ fue entonces la muerte como tercera mujer, que segtin él debe elegir el hombre después dela madre y la amante, la que le ofrece a Ferenczi (Correspondance, 407), el cual se cnferma en cl mismo momento en que acepta hacer de ella la freudianamente elegida por su corazon. 77 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje der estabilizarse nunca, y la circulacién de cartas y de personas, co- mo los juegos entre divanes y camas, no dejan de indicar en su mis- mo embrollo los tiempos de esa oscilacién. La carta 268 Fer es una muestra particularmente lograda de esos procedimientos epistolares; se encuentra justamente en la pa- gina 348 de la obra donde habia escrito, por otra parte sin ver en esa época el vinculo, las dos palabras “relaciones peligrosas”*. Fe- renczi, en esa carta, le comunica a Freud el contenido de la carta que Elma, entonces en anilisis con Freud, le habia escrito a Gi- zella, jjjque Gizella pues aunque parezca imposible le habia dado a Ferenczi!!! He aqui cémo le presenta a Freud su acto de divul- gacién (rabelaisianamente hablando, es para caerse de culo): Como Elma tiene tendencia a ocultar ciertas cosas, o mds bien a ponerlas en evidencia en otra parte, en interés de su and- lisis, quiero comunicarle el contenido de su carta de hoy. iY con eso se asombran de que Elma se quede muda en el divan de Freud! Esa circulacién absolutamente abierta de la carta (abier- ta aunque sin hacer un cierre: ya no le quedarfa a Freud més que remitirla de nuevo a Elma para que el circuito parezca cerrado, no teniendo ya entonces Elma mds que reincorporar su vomito) co- rresponde pues exactamente a un grado cero del anilisis. . La frase que me habfa hecho asociar con “relaciones peligrosas”** se halla tres lineas mds arriba que el pasaje ya citado. Es ésta: Por otra parte, trabajo en algo dificil de realizar: asegurarme el amor de Mme. G. en caso de matrimonio con E. Tenemos allf, con su dimensién de hazafia, un tipico proyec- to libertino. Incluso en el hecho de que es anunciado y que ya * VerN. del T. pdg, 67. * fdem. 78 Tercera sesién, domingo a la mafiana ese anuncio, como en Las relaciones peligrosas, es el inicio de su realizacién —aunque sdlo fuera porque el anuncio pone a Freud dentro de la aventura, dandole la posibilidad de ser 0 no un cém- plice de la proeza (tiene medios de intervenir, en especial influen- ciando a Elma, pero también ante Gizella que le concede su con- fianza o incluso y mds simplemente no levantandose contra el Proyecto puesto que “quien no dice nada consiente”). Sinceridad/Verdad éNo es curioso que la comunidad analftica fuera engafiada hasta el punto de que el mismo Lacan Ilamaba a la escuela huin- gara de Ferenczi la escuela de la sinceridad? En la Correspon- dencia Freud-Ferencet-Gizella-Elma, como en Las relaciones pe- ligrosas, el estatuto de la carta no es llevar lo verdadero al decir (todo est4 trampeado en cuestién de sinceridad); es regular en acto los juegos de un goce félico que, ausente casi de todas pai tes en su modo genital, esta en todas partes presente en esa dis- creta pero efectiva, libertina perversidad de la Corresponden- cia. El libertinaje analitico es el de Las relaciones peligrosas, excluido el coger. Por cierto, la regla de asociar libremente no es equivalente a la que se formularfa: “Digan la verdad”. La sinceridad no es pues una condicién necesaria de la practica analitica. Pero cémo no ver entonces que ese libertinaje analftico, si ratifica el estatuto | del psicoandlisis como erotologia, modifica el concepto mismo de verdad? As{ nos reunirfamos y confirmarfamos con Lacan que, llega- do casi al final de su recorrido analitico, declaraba: Lo tinico real que verifica lo que sea es el falo en tanto que di- je hace un momento de qué es soporte el falo, a saber, de lo que subrayo en ese articulo (“La significacién del falo”], a saber, de la funcién del significante en tanto que crea todo significado, 79 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje Ademés harfa falta, agregaré para retomarlo la préxima vez, atin harfa falta que no haya mas que él para verificar ese real. Definicidn del psicoandlisis como erotologia: el psicoandlisis es esta figura de eros en que sdlo el falo verifica lo que sea. DIscusiON X: En ese libertinaje erdtico de la primera época del psicoandli- sis, ghubo andlisis?. sPodemos pensar que se trataba de andlisis en ese juego de dos mujeres entre Freud y Ferenczi? JEAN ALLOUCH: Si uno dirige una mirada sobre este trozo de andlisis, que es una muestra representativa del conjunto, muchas cuestiones se plantean. O bien en esto no hay el més minimo trozo de anilisis, o bien se trata de una nueva corriente de liber- tinaje, que se ubicé con Freud en el momento en que él inven- __ té el psicoandlisis. Si hay andlisis, no puede concebirse sin un ~ cierto libertinaje erdtico. X: Sobre una de las ltimas afirmaciones, ;podrfa aclarar esto de que si hay andlisis no puede concebirse mds que como un liber- tinaje erdtico? JEAN ALLOUCH: Desarrollaré eso esta tarde y mafiana. X: Lo que no entendf es el pasaje que Ud. hizo al final ;Ud. di- jo que lo que pasé entre Freud-Ferenczi fue un anilisis o un li- bertinaje? :Se contesté esta pregunta? 24. Jacques Lacan, Le sinthome, seminario inédito, fin de la sesién del 9 de mar- zo de 1976. Remitiéndose a la topologia borromeana que acompafia esta frase, se podrd verificar que se trata de una travesfa (la del falo, que trans- forma en verdadero agujero el falso agujero creado por una determinada conjuncién del sixthomey del simbdlico, justamente por el hecho de atra- vesar ese falso agujero), mucho més seria que la elucubrada por alumnos de Lacan y llamada del fantasma. 80 Tercera sesién, domingo a la mafana JEAN ALLOUCH: Claro que no. Seria un trabajo muy interesante para realizar el de estudiar Las relaciones peligrosas, preguntandose justamente si lo que se nos presenta no es un anilisis, quizds sf. Pue- de ser que esos juegos libertinos entre varios personajes, en tanto que estan focalizados sobre un personaje de excepcidn, puede ser que por la existencia de ese personaje que sabe ver lo que hay que ver en el corazén del prdjimo, esto por si mismo ya tenga un alcan- ce analitico. Serfa muy interesante plantearle esta pregunta al tex- to de Choderlos de Laclos. No abordé del todo este asunto. La otra hipdtesis consistirfa en decir, no ya que hay anilisis en el libertinaje, sino que ha despecho del libertinaje hubo and- lisis, a pesar del libertinaje. Lacan indicaba que se trata para el analizante de saber lo que el analista tiene en el vientre, y para ello hay que abrir el vientre. PEDRO PALOMBO: La obra de Laclos se me presenta como una in- triga politica y me evoca lo que pasa en las instituciones analiticas, donde todo eso no queda de lado. No queria dejar pasar por alto Jo que escuché como: “reflexién sobre s{ mismo, cn el personaje de excepcién que seria Freud, donde hay un autoanilisis”; querfa pre- guntarle, cuando uno se encuentra con la formula «autorizarse por ¢l mismo», la otra formula «abrir el vientre del analistay dinvierte la primera? ;Ya no es autorizarse por él mismo? JEAN ALLOUCH: No hay contradiccién entre «abrir el vientre del analista» y «autorizarse por él mismo». Se va a abrir el vien- tre de aquel que se autorizé por él mismo. Es as{ que Ferenczi est4 en una relacién con Freud, que es de la misma naturaleza que la que existe entre Valmont y la Marquesa. En Valmont no existe esta posicién de excepcidn, no hay reivindicacién del tra- bajo sobre sf mismo. Freud, como la Marquesa, se dice en un momento dado que termind, corrié el cortinaje. Se puede decir que triunfé donde el paranoico fracasdé, «hay una parte de mi coraz6n que nadie co- 81 El psicoandlisis, una erotologta de pasaje noceré luego de la aventura con Fliess», ahf llegé Freud. Para la Marquesa, cuando Valmont quiere entrar, abrir, es alli donde cae el telén. Cuando en Sicilia Ferenczi quiere trabajar como secre- tario, Freud le dice que no. Es alrededor de esta posicién de ex- cepcién que unos tras otros vienen como moscas a la miel. En un momento dado Valmont quiere acostarse con la Mar- quesa por que ella se lo debe, y la Marquesa, que perdié la apues- ta, encuentra la solucién, la mas susceptible de hacer lo contra- rio. ;Cual es esta solucién?, estan en la recAmaray él le dice: «usted me debe una acostada por que perdid la apuesta». Ella le contes- ta que eso en Paris no tiene importancia, que no va a mantener la palabra, que es una apuesta para jugar. Es la posicién que Freud no pudo tener con el hombre de los lobos, no le pudo decir que lo que le planted como término de su andlisis era una broma y continuar el andlisis. Pero Freud que era amo se puso intransigen- te y dijo que eso era as{. Cuando la Marquesa le dice a Valmont que él no le ibaa exigir acostarse, el imbécil de Valmont insiste, y a la Marquesa solo le queda una cosa; ella va a la cama, estaba ligera de ropas, se desnuda, separa sus piernas y le dice: —«Si lo quieres, hazlo». No hay mejor manera para detener a un hombre que proceder de ese modo. Porque Valmont no era masturbador, ella no lo toca en el punto del fantasma, un masturbador lo hu- biera logrado. Ella sabe que la satisfaccién est4 mas all4 del fan- tasma. Sabe que no se va a masturbar con su cuerpo. 82, Cuarta sesién, domingo a la tarde Siguiendo el método de este seminario que es proceder me- diante pinceladas discretas, esta sesién mostrara que situar el psi- coandlisis como crotologia abre de nuevo un determinado nu- mero de cuestiones de las que no podemos decir que ya no tengan curso sino que se presentan de manera tan timorata, tan reduci- da, tan m{nima que de hecho su surgimiento a veces, entre dos discusiones, no tiene més que el valor de un signo de su oculta- miento. Lo que tendrd su complemento en la sesién siguiente en _que mostraré cémo, por el contrario, todo un grupo de alumnos de Lacan logré descartar la erotologfa creando una teoria llama- da lacaniana que nunca existié en Lacan. Si debiéramos darle un estatuto enunciativo a la proposicién que acabo de anunciarles, podrfamos hablar de cuestiones-clefan- te. Llamemos “cuestin-elefante” a una cuestién que, vista desde el Angulo yoico, aparece como inconveniente. Pero esas exigencias yoicas nos ponen a menudo en apuros —lo que llamo “apuroo el yoitefsmo”*. Ciertamente, que una cuestién parezca en primer lu- gar perturbadora no la certifica ipso facto como pertinente. Sin em- bargo, es més bien un buen signo esa intervencién-elefante de una cuestién dentro de la (falsa aunque relativamente efectiva) tran- quilidad de las representaciones yoicas. Y sin duda debemos con- vocar aqui a la experiencia nietzscheana, que le hacfa concluir al bardo Zaratustra que admitfa como verdadero un pensamiento con el tinico criterio de que lo perturbaba. Estoy lejos de llevar las * Enel original, “mouise ou le moiithéisme’®, juego de palabras que alude al uf- tulo de Freud sobre Moisés y el monoteismo. (N. del T.). 83

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