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Homengje a Antonio de Ledn Pinelo Sesién del 14 de julio de 1951 ANTONIO DE LEON PINELO Y SU VIDA EN AMERICA SU TESTAMENTO Y SU OBRA Por Ratu A. Mouina Una de las familias que con mayor fuerza atrajo la atencién de los grandes historiadores americanistas, es sin duda la de “Leén Pinelo”. No fué solamente, porque la actuacién de su progenitor, Diego L6pez de Lisboa, en sus actividades desplegadas en Potosi, Cordoba, Buenos Aires y Brasil, lo muestre al frente de los mayores trafican- tes de la época, sino porque fué padre de tres hombres extraordina- rios, que si no brillaron por su linaje, en cambio en las ciencias, fueron tres Jumbreras de América, Nos referimos a Juan Rodriguez de Leén, poeta y orador sa- grado; a Antonio de Le6n Pinelo, publicista, poligrafo, jurisconsulto y Cronista Mayor de Indias, y a Diego de Leén Pinelo, abogado, filésofo, catedratico y Rector de ia Universidad de San Marcos, de Lima, tres verdaderos leones de la sabiduria, en ciencias y en letras. Es indudable la tradicién judaica de esta familia, descendiente como era de los que un siglo antes fueron expulsados de Espafia por los Reyes Cat6licos. En trabajos anteriores recordamos cémo se desataron en Por- tugal las persecuciones religiosas, a raiz de la caida de este reino en manos de Felipe II, que oblig6 a la grey israelita a buscar refu- gio en Flandes, Africa y 21 Nuevo Mundo. Grandes historiadores y juristas mojaron su pluma y detuvie- ron su pensamiento cuando al escudrifiar esta familia en la profusa documentacién de la época adivinaron su enorme gravitacion en el siglo XVII americano, be Es el chileno José ‘Toribio Medina, gloria de su patria, el pri- mero a quien debemos el venero, la fuente, inagotable, en cuyas aguas bebieron y beben atin todos aquellos que por cualquier c: orientan sus estudios en esta materia. A él se debe la publicacién del proceso de Diego Lépez de Lisboa, documento imperecedero, que ha servido de base a todos los estudios que se han referido a esta familia. El profesor Luis R. Altamira fué, después de Medina, el que se ocup6 del progenitor de esta familia, cuyo estudio critico de gran mérito publicé en el prestigioso periédico “Los Principios” de la ciudad de Cordoba, y al afio siguiente el Dr. Luis G. Martinez Vi- Hada, el conocido profesor, historiador y genealogista cordob ahondaba el estudio biografico y agregaba novedosisimos y bien fundados materiales, extraidos de la hermosa cantera documental de los archivos de la docta ciudad. El P. Antonio Larroui, y otros, siguieron aquella ruta y agre- garon a su. vez nuevos datos inéditos sobre la figura del progenitor. Pero en realidad estos estudios tenian por norte la vida de sus hijos, especialmente de Antonio de Len Pinelo, el gran eronista y recopilader de leyes de Indias, y de Diego de Leén Pinelo, Rector universitario y publicista, ambos de extensas actividades cultura- les, que conmovieron el interés americano, especialmente en la Amé- rica latina. A los viejos estudios de fray Diego Cisneros Archidamo, del Mercurio Peruano de 1791, y del gran biégrafo Mendiburu, tinense hoy los de José Antonio Eguiguren, Gabriel René Moreno, de Ratil Porras Barrenechea, este tiltimo que Ilevé a la imprenta la obra de Antonio de Leén El Paratso en el Nuevo Mundo, a los que deben sumarse las publicaciones de los testamentos de Diego Lépez de Lisboa y de su hijo Diego de Ledn, agregados al notable estudio de Antonello Gerbi, que muestra la profundidad de las investigaciones realizadas en el Peri. Entre nosotros pueden recordarse el prélogo del Dr. Diego Lui Molinari al Epitome de Antonio, de José A. Torre Revello, quien dié las primeras noticias sobre ia existencia del manuscrito de An- tonio Bl Paraiso det Nuevo Mundo, y que publicara notables acla- raciones sobre la obra de Antonio en la Recopilacién de leyes de las Indias. Si agregamos a todo ello el descubrimiento del testamento de Antonio, exhumado por el sefior Guillermo Lohmann Villena, pare- ciera que muy poco podria agregarse a la suma de-las investiga- ciones, — 455 No obstante estos elementos éditos y otros inéditos que no nombramos por no ser demasiado extenscs en las citas, hallados en los archivos de nuestra ciudad y la Madre Patria, trataremos de Menar las pocas lagunas que atin se hallan en estas vidas azaro Pero antes de cerrar este pequefio exordio vamos a recordar las palabras de Bartolomé Mitre, el gran historiador argentino, cuando al tratar la persona de Antonio de Leén nos dijera “Antonio de Leén Pinelo... considerado como jurisconsulto, como historiador o literato, no tiene igual en América: fué el hom- bre de letras mas notable de su época y asocié su nombre, como Justiniano, al mas vasto monumento de la legislacién americana” ‘A la ‘terminacin de este estudio hemos de llegar a idéntica conclusién, mas atin, después de analizar la grandeza de su espiri- tu, puesta de relieve a través de su larga y meritoria vida, sobre todo en ese renunciamiento al mundo, que mas parece una peni- tencia voluntaria al servicio de la cultura en que lena el mundo con las obras més colosales del saber humano, eee Buenos Aires tuvo el honor de albergarle tres veces, y ademas, de haber sido representada y defendida ante el Supremo Consejo de Indias por las restricciones impuestas a su comercio, Pero no fueron solamente estos hechos los que ligaron su nom- bre a nuestro pais. La residencia en Cérdoba del Tucumén, duran- te su primera juventud (1605-11) y la ocasién que tuvo de defen- der a muchos de nuestros vecinos ante el mencionado Consejo de Indias, procesados por el delito de contrabando, son otros iantos motivos para su recuerdo. Sus estudios universitarios realizados en Lima y su obra dedicada al Nuevo Mundo, puesta de manifiesto en numerosos libros escritos de su mano, lo ligan también con lazos indestructibles. Era hijo del capitan Diego Lopez de Lisboa, portugués, nacido en Lisboa, y de Catalina de Esperanza Pinelo, pariente suya. Nieto por linea de varonia de Diego Lopez de Le6n y de Clara Lovo, na- turales del mismo lugar, muerto el primero en aras de la Inquisi- cién, y nieto por su madre de Juan Lépez Moreyra de Reboredo, médico mulato, quemado en el campo de Bl Rocio de Lisboa en 1608, por judio confeso, y de Blanca Botello, fallecida en Cordoba del Tucumén, Bisnieto por linea materna-paterna de Francisco L6- pez Bienechor y de Inés Diaz, descendiente alguno de ellos del ge- novés Francisco Pinelo, factor que fué de la Casa de Contratacion Se — 456 — de Sevilla, segim se infiere, del uso de sus armas y del apellido Nevado por esta familia. Sobre Diego Lépez de Lisboa, el progenitor de nuestro biogra- fiado, se han escrito notables biografias aclaratorias, entre las que podemos citar la de José Toribio Medina, su descubridor, y la del profesor Luis G, Martinez Villada, raz6n por la cual eliminamos su estudio, perseguido como fué por la Inquisicién de Lima, comer ciante de Buenos Aires, clérigo presbitero, que murié de Capellan de la institucién de ese cardcter, fundada por el marqués D. Fran- cisco de Pizarro, y Confesor del Arzobispo del Pert’ D. Fernando Arias de Ugarte. Numeroscs documentos hallados por el suscripio en los archivos de Buenos Aires han servido para aumentar consi- derablemente la biografia mencionada y para aclarar algunas ineég- nitas, que pronto han de ver la luz en forma de libro. Se discute el origen y naturaleza de Antonio de Leén Pinelo, que la tltima y mas completa biografia escrita sobre su persona por el Dr. Rati! Porras Barrenechea, en el enjundioso prélogo al Paraiso en el Nuevo Mundo, en que afirma su nacimiento en la ciu- dad de Valladolid, suceso que fija en 1596, Funda su opinion en la propia declaracién de Pinelo, formulada en sus Anales de Ma- drid, cuando al referirse al traslado de la Corte espafiola a la ciudad de Valladolid en 1601, nos dice que fué testigo de vista “por ser mi patria y hallarme entonces en ella”. Oponiase a esta tesis el sabio investigador chileno, sefior Medi- na, que negaba su origen vallisoletano, quien sin contar con la pa tida de nacimiento de Antonio, intuia sin embargo su nacimiento en Lisboa, al que, segiin el mencionado autor, ocultaba por las graves persecuciones sufridas por su padre y su familia “Y para que se vea cudnta razdn tenia nuestro biografiado —decfa Medina — para ocultar su nacionalidad, vamos a citar un documento curiosisimo que demuestra cémo el tribunal de aquel liltima ciudad (Lima) habia husmeado el olorcillo a judio de nu tro Antonio”. En efecto, en una carta que con fecha 31 de enero de 1631 cribfa el mencionado Tribunal de Lima al Consejo de la Inquisi- cién de Espafia, hablndole de la Recopilacién de Aguiar y Acuha, decia “Cierto sefior, que echaré de ver YV.S., en la poca legalidad del titulo 13 del Libro I, que trata de los Tribunales de la Inquisicién y sus ministros, la poca aficién del licenciado Antonio de Leén, abogado, que por la dicha Recopilacién, dice, es Relator del Consejo de Indias.. pidiendo finalmente la enmienda del punto”. ia = 457 — ‘A esa causa atribuia Medina, con razén, que Antonio tuviera necesidad de ostentar la naturaleza castellana y echar mano de esa nifiez pasada en la ciudad de Valladolid. Este punto de vista de Medina se halla confirmado hoy en for- ma indubitable por el hallazgo de un documento fundamental en los ‘Tribunales de Buenos Aires, cuya copia paleografica sera ag gada a esta conferencia. Este documento prueba acabadamente su macimiento en la ciu- dad de Lisboa, en el ano de 1590 o a principios del siguiente. La prueba que traemos a colacién se registra en la foja sexta, donde al explicarse la fianza que daba su padre lo era “por ser menor de veinte y cinco afios y mayor de veinte y uno”. Como Ia fecha de la escritura es del 26 de junio de 1612, la de su nacimienio se remonta en consecuencia a los afios 1590 6 91, aunque nos incli- namos por el primero de los nombrados. No es 6bice a la confirmacién de la tesis de Medina las decla raciones que reiteradamente nos da el propio Antonio, y que distinguido historiader peruano Guillermo Lohmann Villena ha pu- blicado recientemente con motivo de la exhumacién del testamento de nuestro biografiado, que ratifica su origen vallisoletano. Sin em- bargo de las propias declaraciones que se registran en las fecha se incurre en contradicciones que hacen fluctuar su nacimiento al- rededor de dos fechas distintas: 1591 y 1595. 2A cual de ellas debemos dar la preeminencia’? Para responder definitivamente debemos destacar dos momen- tos por demas interesantes de su vida: antes y después de 1628. Asi comprobamos que entre los afios 1612 y 1628, mientras su edad no podia traerle dificultades, dijo la verdad: 1591, pero a partir de 1628 se decide constantemente por la de 1595. ¢Por qué? ;Estaba irascordado? La respuesta es sencilla, La muerte de Aguiar y Acufia le ha- hia colocado al frente de la Recopilacién, y entonces pens6 en nifiez pasada en Valladolid como la tnica salida para crearse la na- turaleza castellana. Empero dos argumentos fundamentales se oponen a sv maciones. En primer término la declaracién testamentaria de su padre, de la cual surge con claridad meridiana que huyé de Lisboa a Va Madolid en 1592, cuando ya habfan nacido Juan y Antonio, sus hijos mayores, y en esa declaracién agregaba, ademas, que debian agra- decer eternamente lo que hicieron por ellos dos tios suyos. afir- — 458 La segunda es la declaracién de su hermano Juan, en la expres6 que al trasladarse a Valladolid, lo hizo en compafia de Antonio. Luego, si Antonio nacié en 1590, y el traslado de la familia hizo en 1592, esta clarisimo que no pudo nacer en Valladolid 1595, como bien lo contradicen los testimonios de su padre y her- mano. De ahi la duda de Medina, cuando calificaba de falso el aserto de Antonio y asimismo la informacién presentada por su madre para pasar a Buenos Aires, y también la que levantara Antonio en nuestra ciudad en 1612, cuando emprende su viaje de estudios. ‘Antonio, pues, nacié en Lisboa entre los afios de 1590-1 y es lastima a la verdad que nuestra prueba destruya del todo su hipo- tética naturaleza castellana, pero es también una razén poderosa que los prejuicios raciales, de cualquier naturaleza que sean, no pueden enmudecer la verdad histérica. Quédenos el consuelo de que Portugal formaba parte entonces del Imperio espafol, y que ‘Antonio, lo mismo que sus hermanos, recibieron su educacién en el Nuevo Mundo, al que puede afirmarse adoptaron como patria, pues a la exaltacién de aquél dedicaron todos sus afanes. see La vida americana de Antonio comienza a los 14 6 15 afos de edad, al llegar a Buenos Aires con su madre, su abuela, su hermano Juan y varios tios, protegidos por los buenos oficios del famoso Bernardo Sanchez, “el hermano pecador” como se Hamaba a si mis mo, quien previa una informacién falsa de limpieza de sangre y a la influencia del marqués de Denia, obtenia de S.M. Felipe III, con fecha 28 de enero ‘de 1604, la real licencia. Entraba a nuestro puerto el dia 14 de marzo del afo siguiente, a bordo de la carabela “San Antonio”, de propiedad de Juan Quin- tero de Ocafia, luego vecino de Buenos Aires, Es indudable que pasé a la ciudad de Cordoba de inmediato, en la que reside por espacio de seis afios, Alli sin duda debié com- pletar sus estudios primarios y tal vez emprender otros, bajo la direccién del Obispo Hernando de Trejo y de los padres de la Com- pania de Jestis. EI mismo lo recuerda afios después en una de sus obras cuan- do decia: que en esa ciudad “mis padres fueron encomenderos y yo me crié”, Es seguro que en 1611 se hallara en Buenos Aires, donde su padre asistia ya. — 459 — En 1612 su nombre aparece registrado en nuestra ciudad, on una escritura de fecha 26 de junio, como hemos dicho, en la cual fiado de su progenitor se ponia al frente de una tropa de negros propiedad de su pariente, protector y socio de su padre, el capitan Diego de Vega, a la que debia conducir por cuenta de este tltimo a Potosi, la Meca del comercio espafiol de su tiempo. Aquella tropa, constituida por 54 negros, debia levarla sin de- tenerse en parte alguna del camino, para “venderlas y beneficiar- las” luego con el consejo y asistencia de Rodrigo de Avila, morador y residente de la dicha Villa Imperial, a quien iba subordinado. Los negros serian transportados en carretas fletadas a Fran- cisco de Molina hasta la ciudad de Santiago del Estero. Finalmente debja de venderlas por un valor mayor a los 17.000 pesos, en que se calculaba el costo. El salario convenido serfa el tercio de la ganancia. Es probable le acompajiara su hermano Juan, si como aparece por otros docu- mentos fué también en esa fecha cuando se traslad6 al Perti Es en esta oportunidad cuando Antonio realiz6 una informa- cién de “cristiano viejo”, pero no hemos hallado ningtin indicio de la misma. Por calculos particulares creemos que Antonio debié de ganar alrededor de los 4 6 5 mil pesos por su comisién, cantidad mas que suficiente para costearse con holgura los estudios que pronto bria de emprender en la Universidad de San Marcos de Lima. Antonio debié cumplir honrosamente con la comisién y es po- sible se trasladara de inmediato a Lima, donde ese mismo aio 0 en los comienzos del siguiente vistiera el habito de manto dorado y beca azul del Colegio Real de San Felipe y San Marcos, y jurara eterna devocién a la Concepcién Inmaculada de la Virgen, pues yaa fines de 1613 ostentaba Antonio el titulo de Maestro en Artes. Es interesantisimo dar algunos pormenores sobre la vida uni- versitatia de San Marcos, cuyo instituto fuera fundado por el Vi- rrey Toledo en el afio de 1549 y recibiera la confirmacién Real de Felipe II, acordndole los privilegios de la de Salamanca en 1572. ‘Tuvo la Universidad de San Marcos de Lima una edad de oro en el siglo XVII, que sefala la época luminosa del Instituto y de su claustro, en la que grandes e ilustres personalidades regentearon Sus citedras, creadores como fueron de la cultura universitaria americana. La matricula univer: privilegios fundamentales itaria otorgaba el derecho a gozar de dos de estudio y de voto. — 460 — Bl privilegio de estudio se componfa de dos cursos. El primero, el de Latinidad, que comprendia tres cdtedras: minimos, mediano y mayores, sin el cual no podia ingresarse en ninguna facultad. "BI segundo curso comprendia el de las Facultades: Artes, Le- yes, Teologia y Cénones. Los grados 0 titulos como lamamos hoy, que se otorgaban en cada Facultad, eran cuatro: el Maestrazgo, el Bachillerato, la Li- cenciatura y el Doctorado. El privilegio de voto era ejereido por los estudiantes para d signar a sus catedraticos, de la que estaban excluidos los bachilleres y licenciados. Era secreto, estaba prohibida toda propaganda o re- comendacién y el voto era depositado en un céntaro. Cada estudiante tenia dos votos, uno por su calidad de estu- diante y otro por facultad cursada. Si el curso era de tres faculta- des, tenia ademas del voto correspondiente, dos mas por calidad. Los catedraticos aspirantes debian leer el Libro de Catedra ofrecido por el Rector, en cuyas lecciones debia exponer durante hora y media delante de opositores y estudiantes, lecciones que se repetian cada dos dias. Al final de estas lecciones, los estudiantes elegian al que les habia impresionado mejor. Sobre este régimen, desgraciadamente modificado en sus principios sustanciales, se dic- t6 nuestra reforma universitaria, sin conservar el espiritu de com- petencia y emulacién que constituia la base de aquel. Recibido Antonio de Maestro en Artes, se inscribfa en los cur- de las facultades de Leyes y de Cénones. Consta que en 1619 era Licenciado en Leyes, para cuyo logro debia de cumplir excepcionales ceremonias, antes y durante el exa- men, donde por dos veces seguidas debia presentarse ante la mesa examinadora para su aprobacién. Las fiestas de consagracién eran también notables, con banquete, misica y otras ceremonias, a las que asistian el Rector y claustro universitario con toda pompa. Consta asimismo que Antonio de Leén fué profesor de Derecho Pontificio y Cesareo, como lo expone en los titulos de su folleto sobre las fiestas de la Inmaculada de 1618, Fué también sustituto en la catedra’ de Decreto, precidndose el propio Leén de haber sido diseipulo suyo el después Dr. Juan Blasquez Valverde. Publicaciones modernas sobre los viejos archivos limefios nos permiten reconstruir hoy el extraordinario elenco que formé cl cuerpo de sus profesores, y del mismo modo el de sus condiscipulos. Hombres notables, cuya nénima seria largo enumerar, por su extra- ordinario brillo en la vida cultural de América. — 48 Fueron maestros suyos, de Visperas de Leyes, y de Prima de Cénones en 1616, el ilustre Rector y filantropo D. Feliciano de Vega y Padilla, natural de Lima, llamado por sus coeténeos “Maestro Universal, oraculo de su tiempo, modelo de prelados y ornamento del sacerdocio”, que a los 21 afios salia en competencia oponiéndose a su mismo profeesor, y triunfaba en las elecciones. Murié siendo Arzobispo de Méjico. D. Pedro de Mufiz y Molina, Rector y cate- dratico de Prima de Escritura Sagrada, quien tuvo el honor de pro- aunciar un sermén en las honras de cuerpo presente de Santo To- ribio de Mogrovejo. D. Cipriano de Medina y Juan de Soto, ambos también rectores y catedraticos de teologia. Gutiérrez Velasquez Altamirano, el tinico que tiene el honor de ser nombrado por el propio Leén en su Epitome, era catedré- tico de Visperas de Leyes, abogado notable, fué enviado a Madrid en representacién de la ciudad de Lima, autor de un libro Del ofi- cio y potestad del Vicario del Principe y Gobierno Universal de las Indias, que le valiera los elogios de Gabriel de Peralta y Barnuevo en su famoso Lima Pundada, donde nos dice: El Veldzquez sutil, que en genio y pluna Seré a la Hscuela Apolo, al reino Numa”. Sustituy6 en la cdtedra de Velazquez el ilustre limefo Diego Mesia de Zttiiga, Rector en 1625, que moria siendo Oidor de la Audiencia de Méjico. Llamado Gran ministro de la literatura, por sus coetdneos. Otro talentoso limefio, el Dr. Francisco de Sosa Rengifo, com- pafiero de estudios de Hernando de Trejo y Sanabria, el famoso Obispo de Cordoba y precursor de la fundacién de la Universidad de Cérdoba, fué catedratico de Instituta. Fray Luis de Bilbao, director espiritual de Santa Rosa de Li- ma, sucesor del padre Lorenzana en Prima de Leyes. Francisco Ramos Galvan, Rector de la Universidad en 1623, regented las cétedras de Instituta, Visperas de Canones y Prima de Leyes. E] gran tedlogo y canonista D. Pedro de Ortega y Sotomayor, Obispo de Trujillo, en Prima y Visperas de Canones. Fray Franeisco de la Serna, Obispo del Paraguay, jubilado en la cdtedra de Visperas de Teologia. Juan Larinaga de Salazar, de Decreto; el chileno Juan del Campo Godoy, Rector en 1629 de las cétedras de Instituta y Cano- nes; Juan Hurtado, de Decreto; Diego Pérez, de Sagrados Canones; Melehor de Urbina, de Instituta y Visperas de Leyes, y cerramos la 462 lista con Tomas de Avendafio, primer catedratico de Cédigo, nom- prado por el principe de Esquilache en 1616, Brillantes figuras que como una constelacién brillaban entonces en el firmamento de Lima. ‘Mas de cincuenta condisefpules hemos podido comprobar acom- pafiaron en sus estudios a nuestro Ledn; iuego obispos, rectores de la Universidad, catedraticos de la misma, gobernadores, escri- tores y noetas notables, que no podriamos nombrar sin abusar de yuestra atencién; no obstante mencionaremos algunos para desta- car la importancia y gravitacién de sus nombres, que como Ignacio de Ardémburu fué uno de los grandes predicadores de la Compaiia de Jestis; de Jacinto de Le6n Garabito, Rector de los Colegios de la Compania de Jestis, de Oruro, Potosi y Chuquisaca, “que tuvo don de lagrimas y murié virgen”, segtin las crénicas de su tiempo. Su hermano Andrés, Oidor de varias audiencias, juez pesquisidor de Buenos Aires, gobernador del Paraguay; Francisco de Godoy, chileno, Rector de la Universidad, Obispo del Paraguay; Pedro Machado de Chaves, que escribié la Jurisprudencia espajiola de los tribunales, Oidor de varias audiencais; Fray Gaspar de Vi- llarroel, famoso presidente de la Academia Antértica de Lima, ilus- tre quitefio, agustino, autor de varios libros y famoso por su :no- destia, Obispo de Chile y Arzobispo de Arequipa, que estuvo en Buenos Aires, Juan Perlin, Rector del Colegio de la Compania de Buenos Aires, y cerramos la lista con Gaspar de Escalona y Agitero, ilustre chuquisaquefio, autor del Gazophilatio Peruvico, que es el primer tratado financiero americano. No podriamos pasar adelante sin mencionar algunos pormeno- s de la vida universitaria del Pert, que no fué, como algunos cro- nistas nos refieren, sin euforia y sin alegria, en la cual Jos alumnos debian concurrir diariamente a la iglesia y repetir constantemente y de memoria extensos pasajes del latin o griego, en sombrios avahados claustros donde se podian contar los pasos entre el mur- mullo de las plegarias, Nada més incierto. La vida se desarrolla alegre, cristalina como el agua de una cascada, entre bromas y fiestas, algunas de las cuales adquieren singular resonancia hasta conservarse el recuerdo aun en nuestro: dias. La legada de grandes personajes, los onomisticos de la Vir- gen y otras fiestas religiosas daban lugar a justas literarias, a des- files de carros alegéricos, en que pueblo y estudiantes mezclaban alegria y entusiasmo. Sin contar con las famosas Colaciones de — 463. — Grados en la licenciatura y en el doctorado, cuya solemnidad, for- mulismo y ostentacion han pasado a la historia. La llegada del Virrey D. Francisco de Borja, principe de Es- quilache, en 1615, dié oportunidad para que el genio festivo de la universidad y del pueblo se expresara con regocijo, en unas justas literarias que han pasado a la posteridad por su brillo e ingenio, De las publicaciones que se conservan, ordenadas por Juan de Soto, Rector de la Real Universidad, puede colegirse el agrado con que fueron recibidas. “Mandamos a los sutiles ingenios de nuestra alma universidad — decfa el folleto — que en la presente ocasién den muestra de su caudal celebrando tan feliz Hegada con dulees metros, ingenios: poemas y vistosos jerogrificos”, Entre los jueces de las poesias castellanas y portuguesas y lati- nas figuraban ya Antonio de Leén Pinelo y su hermano Juan, el primero secretario general de todas las fiestas, al lado de Juan de Sol6rzano y Pereyra, D. Francisco de Alfaro, rectores, oidores y catedraticos universitario: Ws de observar la posicién aleanzada por ambos hermanos de- bido a sus talentos, cuando figuraban al lado de las personalidades mas destacadas del Virreynato Fué otra fiesta también de destacado relieve la dedicada a la Inmaculada Concepcién de la Virgen en 1618, cuya crénica nos ha dejado Diego Cano y el propio Antonio, en que no podemos a menos leer una estrofa que a Nuestra Sefiora dedicé nuestro biografiado “Animo pues, Euterpe generosa, que dé al celeste Pindo en licor puro, fuerza a la voz, dulzura al instrumento, luz al ingenio, al corazon aliento, para que intente con fervor seguro cantar la Concepcién maravillosa de la luz, que del Sol fué limpia esposa, y en su mente tan clara reverbera que, a no haber Sol, por Sol su luz tuviera, Este verso nos hace recordar a la celebérrima Academia An- tartica, a la cual el mismo Antonio nos menciona en la relacién de estas fiestas, cuando nos dice que Martin Salinas ejercia entonces “la suprema presidencia del Antartico Parnaso y Archipiélago de estos reinos”, No se conoce ningtin estudio especializado de esta academia, que sin duda fué famosa en su tiempo. Sin embargo se sabe la cons- — 164 — titufa un nticleo particular de literatos, aficionados a las letras, re- unidos para comentar sus lecturas y declamar sus poesias. Abun- daban los maestros, algunos graduados en la Universidad y muchos estudiantes, semejantes a las que por entonces aparecieron en Se- villa y Madrid, como tendremos oportunidad de referirnos mas adelante. Se refiere también que el maestro Gaspar Villarroel, luego Ar- zobispo de Trujillo, habia formado parte, en Tunja, pueblo de Nue- va Granada, de una especie de academia del mismo tipo de la An- tartica de Lima. Al llegar a esta tiltima con el licenciado Antonio de Falc6n, trajo el modelo y bajo la presidencia de este ultimo, comenzé sus actividades. ‘Alli, Lopez Guarnido, el portugués Duarte Fernandez, Montes de Oca, Cedefio, Miguel Cabello Balboa, Juan de Salcedo Villalan- dro, Pedro de Ofia, Diego de Hojeda, Juan de Portilla, Gaspar de Villarroel “de verso altivo que ilustra su memoria’, que saludé en verso la aparicion del Arauco domado; Diego de Avalos y Figueroa “honor de la poesia castellana”; Luis Pérez Angel, Diego de Agui Cristébal de Arriaga, Pedro de Carvajal y otros, que formaron e: generacién de talentos que did a la imprenta tres hermosas com- posiciones, hoy gloria de las letras americanas: La Cristiada del primer épico, el P. Diego de Hojeda; la Vida de Cristo, del P. Val- verde, y Arauco domado, de Pedro de Ona. En este ambiente literario y cientifico, debié conocer Antonio a todas estas ilustres personalidades y a sentir las primeras inquie- tudes espirituales. Cultiva la amistad de Juan Hevia Bolafios, autor de un pro- fundo estudio sobre el comercio americano, que titulé Laberinto del Comercio Naval y Terrestre; la del licenciado Aharén Levi, alias Fernando de Montesinos, autor, entre otras cosas, de la famo- sa relacin que lleva su nombre. Naturalmente, que Le6n Pinelo no pudo escapar a ese am- biente prefiado de maravillas naturales e intelectuales, como que impresionada su mente por tanto relato de lo sobrenatural y ex- traordinario, habria de escribir él mismo, afios después, una especie de Historia Natural de las Indias, el Paraiso en el Nuevo Mundo. Pero fué la inclinacién juridica la que decidié su vida. Pre- ocupado por esta ciencia, robaba horas al suefio y al placer. Desde la mafiana pasaba revista de las materias mas grves del Digesto Viejo, comentadas por Bartiilo, y por las tardes, las del Cédigo, por Baldo. De noche recogiase para devorar los titulos concordantes de las Clementinas y Extravagantes, con que agotaba el Derecho i... ee Can6nico, La interpretacién de la Biblia por Santo Tomé chas de Bartolomé de las Casas en pro de la liberacién del indio, De Soto, Vitoria, el gran maestro de Salamanca, eran objeto de profundas meditaciones de su espiritu. En los cursos de la Universidad de San Marcos debis apreciar lo poco que se comentaba el Derecho Indiano, dejado de lado por la presién ejercida por los textos del Derecho Romano y el Candnico, estudiados hasta el agotamiento. Debié de aprenderse de memoria a Las Partidas, de Alfonso el Sabio, y todavia tenia tiempo para leerse todo el Derecho Mo- derno de su época, que ha de utilizar luego en su Epitome y mas iarde en la Recopilacién de Indias. El método escolistico en uso en todas las universidades je obli- gaba a estudiar los tratados, en que los profesores dividian la ma- teria, especie de proposiciones metédicamente eslabonadas, que requerian un ejercicio notable de la memoria, para sustentar 0 impugnarse luego durante los cursos y examen final, en que la Biblia, la tradicién de los santos y los concilios jugaban un papel decisivos en el Derecho Canénico. las ly- Asi conocié la Literatura, la Teologia y el Derecho de su tiem- Po, que después habria de aprovechar con tanto éxito en sus publi- caciones, donde esa sabiduria escolistica fluye tan abrumadora- mente de sus textos. Pero é1 esta convencido ya de la necesidad de recopilar el Derecho Nuevo de las Indias, sabe también que desde Lima no puede realizar la magna tarea, pues solamente una parte de la le- gislacién ha Iegado hasta ella, y entonces el deseo de trasladarse a la Metr6poli se hace carne en su espiritu batallador y estudioso. Este viaje lo habria de emprender por Buenos Aires. Aprove- cha para ello las influencias de su padre en estos lugares, a los que Se dirige después de un corto ejercicio del Corregmiento de Oruro. Ya en Buenos Aires, el Cabildo lo designa poco después su Procu- rador a Cortes. Esta representacién, cuyo estudio especializado agrego a esta conferencia, lleva la copia fotografica de la defensa que en 1623 presentaba al Consejo de Indias. Esta defensa es de importancia americana, pues no solamente explica las actividades del Puerto de Buenos Aires, sino que con- tiene atinadas referencias a la economia de todo el Nuevo Mundo, ¥ €s en ella dénde el General Bartolomé Mitre se informé para escribir la primera parte de su gloriosa Historia de Belgrano. — 466 — Su paso por Buenos Aires lo destaca en su libro EL Paraiso del Nuevo Mundo, cuya pampa tuvo oportunidad de atraves veces, observando el nimero infinito de vacas y yeguas, de las cuales, a pesar de ello, no aleanz6 a ver “ni la ducentésima parte de los que hay”. Creemos por investigasiones especializadas que surgen de los documentos, se embare6 por nuestro puerto el 24 de agosto de 16 a los 30 afios de edad, de los cuales dieciséis vividos en América Como nuevo Colén va a tocar las puertas influyentes de la Corte, para que lo auxilien a descubrir, a su vez, otro Nuevo Mun- do, el mundo de sus leyes, cuyo esbozo Ievaba bajo el brazo. Desde entonces su vida no conoce el descanso, ocupado en esa magna obra y en otras de cardcter histérico, filos6fico y religioso, y esta dedicacién constante lo presenta como ai mas alto receptor de la cultura americana en todas sus :anifestaciones. Llevaba, pues, una profunda experiencia del Nuevo Mundo, de sus universidades, de sus hombres y de sus necesidades. Sabia que el brillo de aquellos institutos no dependia de los claustros ini de sus aulas, sino de sus doctores y estudiantes. Conocia las funes- tas consecuencias de la divisin de clases y de las jerarquias here- ditarias. Por eso crey6 necesario luchar a favor de los criollos, pues pocas veces conseguian el premio de sus virtudes, Crefa fir- memente que los bienes y emolumentos de las Indias debfan ser repartidos entre ellos, por considerarlos “‘hijos legitimos y ocupar el primer lugar”. Con ese bagaje tornaba a Espafia el hijo del judio converso, con grandes deseos de servir al Nuevo Mundo, por el cual confesaba un amor de patria, por haberse educado en ella. Cuando se lanzara en la obra maestra numerosas cédulas que reconocian derechos al criollo y al indio, merecieron de su parie prolija insercin, como también el privilegio universitario, en don- de yefa el crisol poderoso de las nuevas generaciones. ar ire 2,—Su carrera en Espaia. Antonio de Leén egaria a Espafia en los primeros meses de 1622. Inscripto en la matricula de abogados ante el propio Consejo de Indias, presentaba de inmediato los Memoriales que trafa en su cartera: La defensa de Buenos Aires, de Potosi y de la Serena, ademas la de los principales vecinos de nuestra ciudad complicados en el contrabando. — 467 — Este estudio lo acompafio por separado como una monogratia especial y no me detengo en su comentario, porque su sola enun- ciacién daria materia para una conferencia independiente. En ella acompafio los memoriales impresos, que constituyen toda una re- velacién. Es posible que agotara Antonio todos los medios para darse a conocer en el Gran Consejo, especialmente munido como estaba de cartas de recomendaci6n recogidas en el Peré, donde habia go- zado de la amistad de sus figuras mas representativas, Aquellas recomendaciones y la sabiduria juridica de la que sin duda aiguna estaba adornado, debié de granjearle muy particu larmente la amistad del Consejero D. Rodrigo de Aguiar y Acui: encargado entonces de la tarea recopiladora. Este acercamiento debié de producirse a raiz de su “Primer discurso sobre la importancia y forma y disposiciones de la Reco- pilacién de leyes de Indias Occidentales”, que en 28 fojas contenia la explicacién de sus estudios en la materia recogidos en el Pert. ‘Tan loable debié parecerles a los miembros del alto tribunal, que por decreto del afio 1624 se le ordenaba presentarse ante Aguiar, con el titulo de Ayudante de aquella tarea recopiladora. Mientras tanto, presentaba ese mismo afio de 1624 o en los comienzos de 1625, Politica de las grandezas y gobierno del Supre- mo Consejo de Indias, que encerraba un esbozo de su historia y de Ta Casa de Contrataci6n, con la historia ndutica y geogréfica de las Indias. * Dos afios de labor de Pinelo en que revis6 las secretarfas del Perti y Nueva Espafia en los Archivos de Simancas, dié por resul- tado la publicacién de los Libros reales de gobierno y gracia del Perti, con otros apuntes que titulaba Libro de remisiones, otro de Patronato Real y otros dos con el titulo De la nobleza y estado de las Indias, que tenia casi acabados. Hacemos notar que en el afio de 1627 Leén debia de reunirse con sus hermanos Ilegados de Lima ese afio, asi como la realizacién de su matrimonio con Da. Maria de Ugarte. Debemos destacar que no solamente eran las ciencias juridicas las que atraian sus inquietudes, lecturas variadas de extrafios libros que colecioné con curiosidad extraordinaria, fué causa de que pu- blicara, en 1629, su famoso Epitome sobre ambas Indias, que Jo Presentan como al primer bibliégrafo americano, cuyas noticias han servido para sefialar y cotejar a la vieja libreria, fuente insos- echada de los grandes estudios que le sucedieron. a, ae... = 468 — Ya un ajio antes Aguiar habfa dado a luz los Sumarios de la Recopilacién, donde no se puede dudar de la colaboracién personal de Antonio. La intensidad de los conocimientos humanistas de Antonio es revelada en la publicacién de su obra Confirmaciones reales, edi- tada en 1630, que comprende un estudio completo sobre la Enco- mienda Indiana y de otras mercedes reales que requerian la con- firmacién del monarca, libro que ha servido a Silvio Zavala y Lewis Hancke para escribir sus notables estudios en esa materia. Entre tanto seguia publicando defensas y memoriales, que, como la Defensa de Ia Universidad de San Marcos, sirven hoy de documentos irreemplazables para reconstruir su historia. Pero su obra principal no era descuidada. En 1634 hacia pro- mesa formal de terminar la Recopilacién de leyes en un afio ante escritura publica, la que, censurada por Solérzano, es aprobada en 1636. Seria tarea infinita seguir nombrando sus 70 obras, entre me- moriales, defensas, alegatos y libros publicados, que sern tratados en un estudio que tengo casi acabado, hasta la publicacién de su Paraiso en el Nuevo Mundo, que es un canto a las grandezas de América; La vida de Santo Toribio de Mogrovejo, y una Politica de Indias, al estilo de la famosa Politica Indiana de Solérzano, esta iltima perdida desgraciadamente y al parecer definitivamente. En el afio de 1658 era promovido al oficio de Ofdor de la C: de Contratacién de Sevilla, con asistencia en Madrid, y ese aio, era designado también en el honroso cargo de Cronista Mayor de Indias, en reemplazo de Gilgonzdlez de Avila. No goz6 mucho tiempo de estas prebendas, porque estos ho- nores Ilegaron tarde en su vida, frisando ya en los 70 afios y al borde de la tumba, Antes de ocuparnos de su muerte, permitasenos hacer una breve disgresién sobre ciertas actividades de Pinelo, que han pasa- do desapercibidas a sus bidgrafos, absorbidos por tanta actividad cultural de nuestro amigo, 3, — Bl poeta y literato. Su amistad con Lope de Vega y Juan Ruiz de Alarcén Bxiste un gran descuido en el estudio de Antonio de Leén considerado como poeta. Ni en la historia literaria de Menéndez y Pelayo, ni en el Ca- racter de la literatura del Peri Independiente, de Luis Alberto Sanche, ni en la Antologia de Ventura Garcia de Calderén, se men- cionan sus composiciones. E] Sr. Luis Antonio Eguiguren ha sido el primero que nos ha hecho un juicio de este aspecto de su persona, cuando nos expresa que fué més poeta que los de su tiempo en Lima, y hasta si se quiere, més humanista, “teniendo alguna identidad con Diego Me- jia de Fernangil, concurrente, como Pinelo, a la Academia Antar- tiea de Lima”, Ya hemos hablado de su paso por este tltimo instituto al co- mentar su juventud en Lima, y hemos recordado su poema a Ia Virgen Inmaculada, que publicé en 1618. Debemos recordar ahora que Antonio legaria a Espafia en los primeros meses del afio 1622, cuando Ievabase a escena la co- media Algunas hazaias de las muchas de D. Garcia Hurtado de Mendoza, Marqués de Canete, obra inspirada en la de Pedro de Oia, la que lucié con aparatosa riqueza de trajes y admirables perspec- tivas. En esta obra habia colaborado el poeta mejicano Juan Ruiz de Alareén, que habria de de ser tan amigo de nuestro Antonio en el transcurso de Ios afios. Por ese entonces, reinaba en la “Reptiblica de las letras” Ja “TInsigne Academia de Madrid”, que funcionaba en casa de D. Fran- cisco de Mendoza, donde desfilaban los privilegiados poetas de la €dad de oro: Lope, Quevedo, Géngora y Alarc6n; los grandes seiio- res de la Corte: los Condes de Salinas y de Saldafia, y a la que solian honrar los propios monareas con su presencia, y es posible que alli nuestro Antonio Ios conociera y trata, algunos de los cua- les Hegaron a unirse en intima amistad. Lope de Vega, uno de ellos, estaba en aquel instante en Ia cumbre de su gloria, poeta, el mas fecundo y universal que regis- tran los anales del mundo, que poseyé el arte de convertir en inge- mosa comedia a los acontecimientos mds triviales de la vida, Tan se uagaz y penetrante como para atraerse la fama del voluptuoso cor- = 470 — tesano con la tierna pintura de la mujer apasionada, de su dulce tirania, de sus caprichos enloquecedores. Afortunado en los amo- rosos galanteos, supo arancar sus secretos al humano corazon y hacerse duefio y absoluto senor de la escena espafiola, avasallando todas las voluntades, como lo define un cronista de aquellos ven- turosos dias: “Fué como impetuoso torrente que de sierra asperi- sima se derrumba, cubre los anos y trastorna huertos y plantios y convierte en otra la comarca; porque borré hasta el recuerdo del teatro que le habja precedido” (3). Esa amistad debié cefirse al arribo de Juan Rodriguez de Leén, hermano de Antonio, por el afio de 1627, cuando en la Corte, con famosos sermones conmoviera profundamente las almas. Prueba de esa amistad la muestra la primera publicacién de fusta de Antonio, su Epitome, que lleva precisamente el acta de aprobacién de Lope de Vega, encareciéndole la publicacién de otros libros, impresionado con su sabiduria. A este reconocimiento de valores elevados y reciprocos y a la noticia que tuvo de la obra recopiladora de Antonio, se debe el encomidstico recuerdo que de ambos hermanos hace en su famosi- simo Laurel de Apolo, poema que, como se sabe, contiene el nombre de numerosos ingenios de la época, a muchos de los cuales elogia sin tasa a juicio de los criticos, pero que se nos antoja no exagera en el dirigido a nuestros amigos: Decia de ellos el gran Lope: “Si a Juan Rodriguez de Leén no hubiera Dado con larga mano El cielo otro Ledn que fué su hermano {Quien con Le6n tan bravo compitiera? Este en la sacra esfera Del Sol del Evangelio resplandece Con tan heroica accién, que el mundo admira Y aquel con vivo espiritu engrandece Cuanto en el Polo de Calixto mira Febo, que de oro y plata le enriquece Y més que el Sol los dos con tantas leyes Del cielo y del consejo de los reyes”. A la muerte de Lope, Antonio y Juan son invitados por D. Juan Pérez de Montalvan a contribuir a la corona poética que con el () D. Aureliano Fernandez Guerra y Orbe, D. Juan Ruiz de Alarcon y Mendoza, Madrid, 1871. Obra premiada por la Real Academia Espafo: la, pag. 460, = 471 — titulo de Fama Péstuma recoge 153 composiciones de los hombres més notables de la época. Antonio, amigo de Lope como era, toma a su vez la lira y le dedica un poema a su memoria, titulado Coronado Principe de los ingenios. Con profunda erudicién aberda el tema, al ofrecernos una Aca- demia Celestial presidida per Apolo, quien habria de ser el juez de Lope: Dijo Antonio: Pareciéme que entraba en rica sala De un palacio tan bello y sumptuoso Que admirando cristal los chapiteles Oro las puertas, jaspe los umbrales, Union de piedras finas y metales, Fabrica y frontispicio No la materia a la labor se iguala Ni para delinear tanto edificio Se atrevié el arte a suministrar pinceles. Bra una academia el sitio hermoso Capaz teatro en cuya excelsa cumbre, En asiento de luces eminente Apolo presidia y ensefiaba Y siendo tribunal lo que era escuela Justicia hacia si preceptos daba Que como el buen gobierno se desvela En ensefiar obrando Y en obras las virtudes ensefiando Asi Apolo las veces si asistia De presidente y de maestro hacfa La galanura de la frase va acentuandose en la descripcién de la escena: Era de la academia secretario. las obras refiriendo Que abogados alli no se escuchaban Porque solas las obras abogaban Y era la sala, en fin, por todas partes Archivo de las ciencias y las artes, Mas adelante describia la triste y orosa entrada de Espaiia, €penada por su pérdida. — 472 — Como reina de Europa Iustre Emperatriz del Nuevo Mundo, Del Africa y del Asia horror y asombro; El escudo real pendiente al hombro Que adornan los castillos y los leones Insignia militar de sus blasones, Curioso alifio en el tocado y ropa, Con valor sin segundo Y con belleza extrafia En la Academia entré la noble Espar Luego hace un elevado elogio de la obra de Lope puesto en boca de la nacién y lo compara con los més grandes poetas del mundo, y da referencia de su fecunda vena. Tres veces, cinco lustros casi enteros Goz6 la vida este portento humano, Su prodigiosa mano No tan contenta de afiadir tres ceros, A setenta y tres afios de su vida Duplicé la partida Y trece mil quitando desta suma Conté los pliegos que escribié su pluma Ciento treinta y tres mil dice la fama, Que su patria derrama Y asi cabe segiin la cuenta hacia A cinco pliegos de su vida al dia Lo que produjo Vega tan fecunda que con vida no corta y larga vena Dej6 la tierra de sus flores lena Nos hemos referido ya al fameso dramaturgo mejicano, Juan Ruiz de Alarcén, muy festejado a la llegada de Antonio a la Corte, en 1623, como que representaba precisamente ese afo Siempre ‘ayuda ta verdad, de donde arrancaria sin duda esa simpatia ver- dadera, que no debja abandonarles sino con la muerte. Debi6 conocer entonces las tribulaciones del talentoso poeta, disminuido por el blanco que ofrecia a la sdtira, su desgarbada Joroba, en la que vaciaron su envidia no pocos de sus émulos, hasta hacerle abandonar la carrera literaria y solicitar un cargo en la magistratura, como nos lo refiere el Sr. D. Aureliano Fer- nandez Guerra, en su notable biografia del poeta mejicano: “.. helada ya por el desaliento la inspiracién y rendida las fuerzas en una gigantesca lucha de doce afios con actores y pl- — 473 — blico, triunfante el gongorismo.. siempre las musas del teatro”. Asi era en efecto; en la primera del afio 1525, daba Alareén a Su Majestad D. Felipe IV, el Rey Poeta, un memorial en el que suplicaba la merced de alguna ocupacién digna de sus letr: Graduado en Salamanca de bachiller en Canones y Leyes en 1602, se recibié en la Licenciatura en la Universidad de México, donde se opuso a diversas catedras con mucho lucimiento. Habia desempefiado también el cargo de Teniente de gobernador de Sa- lamanca y ejercido de abogado en la Audiencia de México. No obstante descender de los primeros conquistadores americanos, de- bia su fama més que a ellos, a su gran talento y letras. El Real Consejo de Indias respondia al monarca, que si bien por sus partes era merecedor de ser propuesto “para una pk de asiento en las Audiencias Menores, lo ha dejado de hacer por defecto corporal que tiene, el cual es grande para la autoridad que ha menester representar en cosa semejante”. El Rey Poeta movido por la piedad y justicia del reclamo, no le abandon6, y lo empleaba de relator en el mismo Consejo. Desde entonces Alarcén vuelve por sus prestigios universi- tarios y se dedica de lleno a sus nuevas funciones, hasta que he- rido de una grave dolencia que durante dos ajios le aqueja, finalmente levado a la tumba en el afio de 1639. Aquel compaierismo con Antonio debia de surtir sus efec- tos, que con gran afecto le dedicaba las siestas a su amigo y ca- marada del Consejo, horas robadas a su reposo y sosiego. Alarc6n, conmovido por ese afecto, al redactar su testamento lo designaba albacea del mismo, expirando al fin el 4 de agosto de ese aio de 1639. resolvié Alarcén abandonar para 4, — Su muerte Hemos Hegado al fin de la vida de Antonio. Moria D. Antonio de Leén Pinelo, el 21 de julio de 1660, en su morada de la calle de la Magdalena, a los 70 aitos de edad, bajo Gisposicién testamentaria olégrafa del 2 de junio del mismo aio. Su testamento, de cuya desaparicién se lamentaban ilustres etuditos, ha sido hallado por el infatigable e ilustre historiador Peruano D. Guillermo Lohman Viilena, publicado en la Revista de Indias, en el aio de 1946. - = — 474 — Aunque las noticias encerradas en esta pieza histériea no son lo suficientemente explicitas en muchos de los enigmas biogr: cos de Leén, aclaran no obstante muchas dudas, al punto de que ya pueda revelarse la importancia universal del poligrafo. Llama poderosamente la atencién el olvido de sus padres, so- bre cuyos nombres pasa por alto, como sobre Ascuas, tal vez para hacer olvidar las fuertes sospechas que sobre judaismo, le ator- mentaron toda su vida. Recordaba su matrimonio en 1627 con Da. Marfa de Ugarte, la cual no trajo dote alguna, nos dice, “que por ser parienta mia y por su virtud y buen nacimiento la quise amparar, trayendo para ello dispensacién de Roma”. Ignoramos cual pudo ser este parentesco, pero atento a apellido debia de serlo muy cereano del Arzobispo Arias de Ugarte, quien estuvo muy ligado a su padre, Diego Lépez. Seria de extra- ordinario interés, conocer la genealogia de su esposa, que acla- raria muchos de los enigmas en las biografias de esta familia. De su matrimonio hubo cinco hijos; pero solo consta la exis- tencia de dos: 1. Da. Francisca de Leén, monja profesa del Monasterio de Santa Maria Magdalena, donde tomé el nombre de Sor Francisca de la Encarnacién, lugar en el que moria “a principios del afio 1654”, como lo recordaba su padre. 2. D. Pedro de Leén Ugarte, que el 7 de marzo de 1655 entré de capuchino con el nombre de fray José de Madrid, ordenado de Evangelio en 1660, al tiempo de la muerte de su padre. Para Antonio de Leén no hubo coronas poéticas. Las “Lagri- mas panegiricas a la temprana muerte del poeta tedlogo insigne, doctor Juan Pérez de Montalvan”, en que loraton 176 poetas, habjan sobrepasado los 153 vates que tres afios antes cantaron la Fama péstwma de Lope, pero nadie escribié una sola letra sobre Antonio, Tal vez a ello contribuyera la modestia, la grande y tan ca- lumniada medestia, afirmamos, de nuestro biografiado, como que en su testamento mandaba se hiciera su entierro con la mayor ianeza, en un atatid, no en cama, “sino en el suelo, sin hacer altar, ni otra ostentacién alguna, pues para mi cuerpo miserable, es de- masiado esta honra”. Tampoco una flor, ni el recuerdo en el mas ajeno libro. Fué enterrado en la iglesia de Santa Maria Magdalena, al lado de su mujer e hijos. Mand6 hacer dos lépidas, una para su mujer — 475 — y otra para si, con esta inscripeién: “Aqui yace Da. Maria de Ugarte, mujer del Licenciado Antonio de Le6n Pinelo, rueguen’a Dios por ella”, y en la propia: “Aqui yace el licenciado Antonio de Leén Pinelo, rueguen a Dios por él”, “sin otra palabra alguna”. Fué voluntad suya, no se inquietara ni se abriera jam tumbas. Y esta voluntad ha sido acatada por el que habla, que no se ha atrevido a traeros la fotografia de sus inscripciones, para que su voluntad sea eternamente respetada. Un paralelo bien nitido se desprende entre las vidas de An- tonio de Leon y Juan Ruiz de Alarcén, su gran amigo, en un punto glorioso de sus vidas, en las que ambos sufrieron el mismo si-no. Me refiero al defecto fisico del segundo, y defecto de nacimiento, del primero. ‘A ese defecto corporal de Alarcén se debe que el Consejo no lo exaltara a la magistratura judicial. Al defecto de nacimiento de Antonio, se debe que el Consejo de Indias y el propio Rey de- morara la publicacién de su obra maestra, para que la edicién no fuera manchada con el nombre de un judio. Por algo Pinelo, al ver postergada para siempre la obra de su alma, dijo un dia: “;Y porque a honra tan heroica es accesorio el autor que la ha escrito, aplique V. E. la atencién que bastare a premiar tan honrosos trabajos... por si el haberse omitido a tantos afios esta circunstancia hubiera sido causa parcial, entre otras, de no haberse logrado lo que tanto necesitan las Indias”. Y asi, como en la famosa sentencia saloménica, en que la madre renuncia a su hijo, que la perversidad de otra mujer per mitia su muerte, de igual modo Leén renunciaba al merecido titulo de padre de la Recopilacin, si su nombre entorpecia su alum- bramiento, He aqui una renuncia sobre la que nadie reparé hasta hoy, y que reivindica solemnemente a Pinelo, pues su nombre era el tinico valor capitalizado de su vida, Y en esa renuncia debemos hoy re conocer al tinico y verdadero autor de la heroica obra, sobre todo, si como Salomén vosotros sabéis hacer justicia. Y para que aquel parangén de que hablamos, nos resulte mas exacto, reparese también, en lo que dijeron los cronistas de la Corte, al comunicar sus respectivos fallecimientos: “En Alarcén «poeta famoso, asi por sus comedias como por sus corcovas»”, des tacando como una ironia aquel defecto fisico que lo persiguié hasta la muerte. En Antonio, dijo sencillamente, “no dejé hijos capaces de sucederle”, perg ni una sola palabra sobre su obra inmortal. — 476 — Para Alarc6n, americano ilustre, desde hace ya un siglo re- suena la voz de la justicia, que lo ha consagrado para la posteridad. Pero a Antonio, atin se le discute. Nadie le ha hecho plena justicia a las nobles prendas de su ingenio. No escasean, sin embargo, ios que sienten la profundidad de sus sentencias, su erudicién famosa y su amor al Nuevo Mundo. Pero unos se escudan en la arista saliente de su filosofia, otros, en la del historiador, quien, en sus condiciones de enciclopedista. Nadie, sin embargo, el fiero temple de bronce, el talento del po- ligrafo universal en sus multiples facetas. Nadie en fin, sus con- dicicnes peéticas, ni la creacién del Derecho Indiano. asi podriamos concluir este ensayo con ei mismo apélogo que emplea Aureliano Fernandez Guerra, para Ruiz de Alarcon. “Preguntado Thales de Mileto jquién era el mas sabio?, res: pondié: El ‘Tiempo. El Tiempo tinicamente puede descubrir el tesoro de ensehanza literaria y deleite verdadero, y el Tiempo puede ademas decir: Hste es por quien enmudecia Apolo y se cubria de flores el docto y sagrado Parnaso; éste, en fin, el esclarecido hijo de Talia, el buen hijo y a quien quiso mas, porque fué el menos venturoso.” Nosotros diriamos de aplicarlo a Antonio, hijo de Temis, la hija de Urano y de Gea, y la esposa de Zeus, que presidia a la Justicia. Porque le inspiré un cédigo universal, que hoy es el orgullo de la raza hispano-americana, y le inspiré también la Sa- biduria, porque a él se ie deben los mejores aportes generales de su época, para conocer el génesis de la cultura y del derecho ame- ricanos.

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