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VIDA Y LIBERTAD

REVISTA DE REVISTAS
Nº 3
JULIO 07 DE 2010

SOLO LA LIBERTAD DA SENTIDO Y GARANTIZA


LA EXPERIENCIA SAGRADA Y DIGNA DE LA VIDA

Sólo rompiendo silencios se puede hacer algo de luz


Proyecto de Acto Legislativo sobre la “Adopción del Nuevo Escudo de la Republiqueta de
Uribelandia”, que el gobierno saliente del Führer deja en herencia para ser aprobado por los
H. P. (Honorables Parlamentarios) del “nuevo” Congreso de la “Unidad Nacional” a partir del
20 de Julio de 2010.
POR LAS RUTAS DE MI LOCOMBIA

La salida del presidente colombiano Álvaro Uribe:


Adiós, que le vaya bien
Juan Alberto Sánchez Marín (especial para ARGENPRESS.info)

Adiós, patrón, don Álvaro otra vez muy pronto, que


le vaya bien, que no lo vaya a coger el carro
desbocado y zigzaguero del propio legatario, que
dios quiera no lo parta el rayo de esas justicias
terrenal y divina tan trampeadas a punta de
bendiciones episcopales y hasta pontificales, y que
no lo vaya a espichar el choque de trenes entre
poderes y entre colombianos que usted nunca
dejará atrás.

El presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez, deja


el poder padeciendo lo que el escritor y filósofo
Fernando González, también antioqueño de pura
cepa, llamó, en 1936, “un estado de conciencia
vanidosa”.

El eximio paisano del presidente sostenía entonces


que: “…escribir groserías en las paredes de
edificios públicos; robar, cuando nadie lo sabrá;
vender la patria, cuando nadie lo sabrá y ejecutar
actos buenos, heroicos, cuando lo han de saber, es
un estado de conciencia vanidosa”.

La coherencia entre el pensamiento anticipado del


filósofo y el estado de conciencia, “muy limitada en
verdad”, que ha imperado en La Casa de Nariño
durante el último gobierno, resulta evidente si
recordamos algunos casos del nutrido bestiario
mediático nacional reciente, en los que esta clase
de soflama presidencial se hace sentir.

La premisa incluye eso de tirar la piedra y esconder la mano. Como en el caso del malmirado acuerdo
militar con los Estados Unidos, que da vía libre a la presencia de tropas de ese país en 7 bases
militares.

Uribe, en la Segunda Conferencia de la Convención de Ottawa, efectuada en Cartagena el 3 de


diciembre de 2009, dijo delante de todos que: “Muchos países, para enfrentar problemas de
inseguridad, se han cerrado a la vigilancia internacional. Nosotros abrimos las puertas de par en par a
esa vigilancia”.
Es más, el 31 de octubre del mismo año, en Ibagué, según la propia Secretaría de Prensa de la
Presidencia, ya había dicho que: “Tenemos toda la entereza para que ese texto lo conozca, de
principio a fin, la comunidad nacional y la comunidad internacional”. Y que, como “es un acuerdo de
vital importancia”, “…estará a disposición de todos los colombianos la semana siguiente, de acuerdo
con lo que me ha confirmado la Cancillería”.

A tantos meses de la promesa y ya en la puerta de salida, el presidente Uribe sigue sin divulgar un
ápice del referido acuerdo militar, ni adentro, ni afuera. En un santiamén dejó de importar. Y que a
alguien le importara era una tontería. Porque hasta se corrió la voz de que el acuerdo no era tal, sino
adéndum, parágrafo, quizás paráfrasis, a otro convenio viejo y empolvado de los años cincuenta. Y
los medios corrieron obsecuentes a echarle tierra al asunto.

Las razones del mutismo son elementales: El acuerdo viola la Constitución, que ni siquiera autoriza el
tránsito de tropas. Y viola los mínimos procedimientos de curso requeridos: Se salta hasta la
talanquera fácil del legislativo, con la propia anuencia del poder afectado. Si no, como es que en
octubre de 2009, el mismo presidente de entonces de la Cámara de Representantes, Edgar Gómez,
dijera con cara de palo que el Ejecutivo colombiano consideraba que "el acuerdo no afecta la
neutralidad del Estado, no implica el tránsito de tropas (extranjeras), y no contempla el paso de
personal militar con finalidad ofensiva". Y que, por estos motivos, quién lo duda, “el gobierno de
Álvaro Uribe consideró que dicho acuerdo no debe ser sometido a discusión y aprobación por parte
del Legislativo”. Lo dijo como si nada, sin anestesia, la voz cantante de un poder malogrado a punta
de puestos y dadivas.

“La conciencia vanidosa” se pega. Y en esa misma razón infeliz nos mintieron diciendo que son
acuerdos de igual a igual, con nuestros amigos los estadounidenses, en un despiste sin parangón, en
el que no hay nada bajo control, excepto la verdad y las buenas intenciones, siempre mantenidas a
buen recaudo.

La fila de ejemplos puede atisbarse de una sola ojeada en cualquier página de estos arduos dos
cuatrienios. Álvaro Uribe, como “amigo”, le metió una puñalada trapera a Hugo Chávez, el presidente
de Venezuela, en una mediación pedida por el mismo gobierno colombiano y a la que le dio curso con
la certeza de que sería infructuosa. La situación se salió de madre cuado las gestiones del vecino, en
vez de irse a pique, empezaron a ser eficaces. Entonces y sin aviso, el presidente colombiano dejó
colgado de la brocha al presidente venezolano, al que por demás acusó de tratar de ayudar en un
conflicto infame, pero requerido para sostener el caballito de batalla que es la máquina de guerra de
“la seguridad democrática”.

Uribe hizo de todo, cuanto le dio la gana y de las maneras que quiso. Hizo de la contradicción y la
paradoja destrezas gubernamentales. Y de la mentira simple y llana un canon gerencial, en esta
empresa necia que es Colombia. Agobió ciudades, pueblos y aldeas remotas con circenses consejos
comunales transmitidos sin tregua. Reconvino al aire, de labios para afuera, a ministros y
menestrales.

Soltó la jauría de caza del DAS tras opositores, periodistas críticos, líderes sindicales y todo el surtido
de los ciudadanos incómodos. Configuró, al interior de las fuerzas militares, un torvo mecanismo de
estímulos, que, por entre un tubo, condujo a que las tropas en repetidos golpes de gracia llevaran a
cabo el asesinato de campesinos y otros pobres, en un patrón siniestro al que el gobierno y los
medios llamaron y llaman con un eufemismo sinvergüenza: “falsos positivos”.

Oyó y atendió los susurros aviesos y solapados de José Obdulio Gaviria, el primo de don Pablo
(Escobar). Sentó a su diestra, como Secretario Privado de la Presidencia, a Bernardo Moreno
Villegas, un habilidoso egresado de la Financiera de Desarrollo Territorial (FINDETER). Camanduleó
de más con César Mauricio Velásquez, su Secretario de Prensa, una especie de predestinado del
Opus Dei, a cuyas convicciones no les calza la democracia, si no es de papel.

En fin. Con la partida de Uribe es de esperar que se vayan los cohechos no tan idos, con Yidis,
Teodolindo y el ido de Sabas Pretelt. Se van, por fin, Fabio Valencia Cossio y sus intervenciones
abiertas, descaradas y reiteradas en esa especie de apéndice del Ejecutivo que han terminado siendo
el Congreso de la República y la Cámara de Representantes durante este tiempo, donde apenas si
son audibles unas pocas voces independientes y dignas.

Se va también la vanagloria inmoderada,


más bien insolente, de la junta del gobierno
con toda clase de malas compañías:
pendencieros, trapisonderos y
malhechores; los que entran por la puerta
de atrás a Palacio; los muchos otros que
también fungen de asesores, directores o
secretarios, y fingen de piadosos; los que
son defendidos a capa y espada por el
presidente, en cuyas diatribas
recriminatorias a la Justicia está la procura
de exculparse a sí mismo, como máximo
responsable de todos los quebrantamientos
a la ética y las leyes.

Álvaro Uribe dijo en UNASUR: “Colombia


ha tenido una democracia respetable, de
independencia de instituciones, de plenitud
de libertades”. Y en Barrancabermeja, el 11
de agosto, hace casi un año, afirmó durante
el V Encuentro de la Jurisdicción
Constitucional, que “La Justicia en
Colombia es autónoma, independiente, y se
ha fortalecido bastante, gracias a nuestros
esfuerzos presupuestales y a la Seguridad
Democrática.” Y sostuvo que “este
Gobierno le permite hoy (a la Justicia)
actuar en todas las regiones y frente a
todos los temas. Hoy no tiene restricciones
territoriales ni restricciones de materia”.

Sin palabras. Cuando la Corte Suprema de Justicia es una de las instancias más atacadas por el
presidente y sus partidarios. Donde los jueces son vilipendiados y desautorizados por el propio Álvaro
Uribe, y acusados de politiqueros, de falseadores y de calumnia. Cuando toda la rama judicial es
desprestigiada y puesta en el banquillo de los acusados, en tanto que los acusados, sus subalternos
y secuaces, cómo no, son absueltos a priori por el Jefe de Estado. Los pájaros tirándole a las
escopetas. Claro está, al fin y al cabo, a lo sumo una nueva variedad de los mismos “pájaros” de
nuestra Violencia con mayúscula, aquella en la que hay tantas raíces de tanto.

Se lleva Uribe a cuestas una moral retrechara, gazmoña y afincada en la psicodelia: serán malos,
pero adinerados y útiles los buenos mozos; serán buenos, pero pobres los desgraciados. ¡Qué viva
Sarmiento Angulo! ¡Abajo los desplazados, esa suerte de infiltrados!
El 23 de marzo de 2009, en un consejo de seguridad en Tibú, Norte de Santander, el presidente
aseveró que en sólo 22 procesos de los llamados “falsos positivos” iniciados entonces, se había
encontrado soporte jurídico para las denuncias. "Nosotros somos los primeros en exigir que no haya
‘falsos positivos', que haya total transparencia, pero tenemos que ser los primeros en denunciar que
mucha gente, amparada en este tema, lo que ha hecho es crecer falsas acusaciones, para tratar de
paralizar la acción de la Fuerza Pública contra los terroristas".

Unos meses después, el 3 de diciembre pasado, en una videoconferencia, el presidente Uribe volvió
a llamar la atención porque “hay personas e instituciones que, en muchas ocasiones, acusan a
nuestras Fuerzas Armadas falsamente, simplemente por afectar nuestro proceso de Seguridad
Democrática”.

Las cifras escandalosas de muchachos asesinados en distintas partes del país, que ya sobrepasan
los dos mil, acallaron pronto esta monserga del presidente. Echando mano a palabras de José María
Vargas Vila, dichas en otro contexto, pero con medidas que ahora parecieran tomadas por escribano
notarial, o, mejor, por sastre de pueblo, el presidente Uribe siempre trató de hacernos creer que no se
daba cuenta de que andaba “por sobre las cenizas de los muertos”. Así estuvo todo el tiempo y así se
va.

Cuando la Justicia condenó a 30 años al coronel retirado Alfonso Plazas Vega, volvió la carga al
machete de Álvaro Uribe Vélez, con idénticas argumentaciones:

"El terrorismo, que está perdiendo, en su osadía, ahora quiere ganar a través de tinterillos con
acusaciones falsas contra la seguridad democrática". Lo dijo el 3 de junio, en una ceremonia de
ascensos de la policía, en la Escuela General Santander, y agregó: "Los tinterillos, los idiotas útiles e
inútiles, están en contra de esta política y atemorizan a la Justicia que a veces les da recibo".

Álvaro Uribe sangró por la herida y una sombría asociación de ideas debió incrustársele en esa alma
de tantas encrucijadas fatídicas: El infeliz veredicto contra una extralimitación remota y brutal debió
hacerle pensar al presidente que por ahí anda suelto el artífice de las Convivir, principio del
paramilitarismo, y el regente de un régimen en el que ha corrido mucha sangre inocente.

Al gobierno del presidente Uribe, en el tema de la guerra interna y de su “Seguridad democrática”, le


puede pasar igual que a la Inglaterra de “La guerra de los Cien Años” contra Francia, que ganó casi
todas las batallas decisivas, pero a la final perdió la guerra.

Es que ni “Jaques”, ni “Camaleones”, ni toda la calaña de los montajes bélicos, sin desconocer su
carácter paliativo en el retorno de civiles y militares, y en la reunión de las familias, conducen a parte
alguna, mientras los caminos restantes, los del diálogo, de la equidad, del empleo digno, de la
seguridad social básica, por ejemplo, sigan siendo minados sin miramientos con la intolerancia de un
dogmático y la jactancia de un ubérrimo.

“Que el amor por esta Patria sea la llama a través de la cual Nuestro Señor y la Santísima Virgen me
iluminen para acertar; también, para superar la humana vanidad y rectificar cuando incurra en el
error”. Esto lo imploró Álvaro Uribe en su discurso de posesión durante su primer mandato, el 7 de
agosto de 2002. Era el Álvaro Uribe del corazón grande. Pero aún así, los santos cielos no lo oyeron.
En muy pocas cuestiones acertó. Jamás superó la humana vanidad y más bien se le acendró a toda
la hornada a su alrededor el “estado de conciencia vanidosa”. Y, como hemos visto, en vez de
rectificar cuando incurrió en errores, se volvió iracundo (y lo dejó ver), y le endilgó todas las culpas a
quienes no pensaran como él.

Álvaro corazón grande recuerda mucho a Ricardo Corazón de León, aquel rey inglés de la segunda
mitad del siglo XII, y no sólo porque al uno, al criollo, lo seduzcan las caballerizas y los caballos, y al
otro la caballería, sino por lo cruzados ambos, el corte anacrónico de la cohorte y los escuderos, y,
claro está, por el poquísimo gusto por gobernar (que se disimula en trabajar, trabajar y trabajar). Y, a
cambio, sí la enfermiza fascinación por la guerra, por desgastar a sus patrias con el embeleso de
ganar batallas minúsculas e intrascendentes.

El uno, a última hora, tuvo su Saladino, su carcelazo y su derrota; el otro, el nativo, todavía no lo
sabemos, pero ya el personaje escucha por todos los puntos cardinales los pasos de animal grande
de la Justicia, la nacional (a la que no logró sojuzgar) y la internacional (que ya le hace regar el tinto
del caballo). Y hoy, a diferencia de ayer, no vamos a quedar en manos de Juan Sin Tierra, pero sí en
las de Juan Manuel sin Tiempo, y, de cierto, cual siervos sin tierra, como siempre.

Bajo el yugo de los dos gobiernos seguidos de Álvaro Uribe Vélez, mucho del país se fue muriendo
en el entre tanto, golpe a golpe, peso a peso. Bala a bala, mejor. Después de estos implacables años
de tanta “conciencia vanidosa”, más allá de la mentada “seguridad democrática”, de la cohesión
antisocial, de las amañadas cifras de crecimiento o de la espelucada confianza inversionista, yace
tendida y exánime la esperanza en un país justo, y es irremediable que luzcan mal y cabizbajos los
sueños de una Colombia más incluyente y menos violenta.

A la manera de decir las cosas del finado poeta


calarqueño Luis Vidales, a esta Colombia se le
han muerto tantas cosas que ya parece un poco
fantasma. La prueba de ello es que a estas alturas
ni siquiera nos espante la idea de que Juan
Manuel Santos sea el sucesor de Uribe y el
continuista del aquelarre nacional que ha sido tal
mandato.

Ojala que la callada movilización popular que no


deja de brotar a lo largo y ancho del país, siga
avanzando y haciéndose incesante. No se la ve en
los medios, pero ahí está. No se la registra,
porque se la disimula, pero ahí va. Por supuesto,
también tiene algo de espectral: no figura en las
encuestas, no come cuento, no traga entero, se la
nombra como algo amorfo.

Es de estudiantes, de indígenas, de negros, de


obreros, de desempleados o mal empleados, de desplazados, de víctimas de todo tipo y de familiares
de víctimas, de pobres que no tienen nada y, quién lo duda, de algunos pobres diablos colados que ni
siquiera saben que también son pobres aunque tengan algo de plata. En otra palabras: esa parte
innegable del país que nunca hizo parte del manipulable “estado de opinión” tan propugnado por el
presidente que ya se va.

http://www.argenpress.info/2010/06/la-salida-del-presidente-colombiano.html

“NADIE ES SI PROHIBEN QUE OTROS SEAN”:

Paulo Freire
¿Cuál sería el interés de Uribe en la Alcaldía de Bogotá?
Algunas señales indicarían la intención del Presidente de
buscarla. Los analistas le apuestan a diferentes razones:
una prolongación de su inagotable espíritu de poder, su
deseo de estar cerca de Santos o su capacidad de servicio.
¿Se atreverá?

A un poco más de un mes de entregar la banda


presidencial, el mandatario saliente, Álvaro Uribe,
no ha definido su futuro político, pero una de las
puertas que pareció dejar abierta hace unos días
fue la de aspirar a la Alcaldía de Bogotá.

Al menos así lo dejó ver en una entrevista con RCN


Radio al ser preguntado sobre si tenía previsto ser
candidato al gobierno de la capital colombiana. No
dijo ni sí ni no, como es su costumbre. Dijo que
quiere “ayudar en lo local a que las cosas salgan bien”.

“Me gusta una buena alcaldía de Bogotá, me gusta ver la prosperidad de esta ciudad, me gusta que
la administren bien. Una ciudad que me ha albergado con cariño, yo sí que agradezco esas
votaciones de Bogotá”, agregó el mandatario.

La posibilidad de que Uribe sea candidato al segundo cargo más importante de Colombia asustó a los
que se preparan en la carrera por la Alcaldía, molestó a sus opositores y sorprendió a sus allegados.

Pero la iniciativa es de vieja data. Una vez la Corte Constitucional le cerró el paso a una nueva
reelección Presidencial, hubo quienes propusieron esa salida a la vocación de poder del mandatario.

El ex embajador de Colombia en Sudáfrica Carlos Moreno De Caro dijo en ese entonces que había
que aprovechar la “excelente gestión de Uribe, para que asuma las riendas de la ciudad que
actualmente presenta problemas en materia de seguridad, infraestructura vial y de tipo
socioeconómico”.

Además, dijo que desde ese cargo el Presidente saliente podría vigilar la gestión de su sucesor en la
Casa de Nariño, “para que no haga travesuras”.

Hace casi dos años El Espectador también había sugerido que el mandatario aspiraría a ese puesto.
En ese momento, sin embargo, todavía estaba viva la alternativa de la reelección.

¿Por qué Bogotá?


Bogotá es atractiva como trampolín para la Presidencia, debido a lo que representa: es la metrópoli
más importante de Colombia y una de las más importantes de Suramérica, junto a Río de Janeiro,
Buenos Aires y Lima. De hecho, alberga el 17 por ciento de la población del país, maneja un
presupuesto superior a 16 billones de pesos, produce aproximadamente el 25 por ciento del PIB
nacional y aporta cerca del 50 por ciento de la actividad financiera.
¿’Líbido dominandi’ o servicio?
“Más allá de cualquier circunstancia personal, los políticos, como bien lo discernieron personajes tan
distantes en el tiempo como Epicuro, Maquiavelo, de Maistre, Le Bon y Canetti, entre otros, buscan
conquistar el poder, aumentar el poder y conservar el poder”, escribe Camilo Rojas, asesor de
campañas políticas en su blog político.

Según el asesor, es una parte de la


naturaleza humana la que impulsa a unos
hombres a ejercer el dominio, la que les da la
voluntad de poder. Es lo que se llama líbido
dominandi.

Para algunos analistas, el placer que da el


poder es lo que motivaría a Uribe a aspirar a
la Alcaldía de Bogotá, después de haber
estado ocho años al frente de la
administración de la nación.

“Uribe es un animal político, en el mejor


sentido, y no concibe la vida sin el ejercicio
del poder”, dice Jaime Castro, ex alcalde de
Bogotá a Semana.com.

Castro recordó que en Colombia, Tomás Cipriano de Mosquera fue Presidente del Estado del Cauca
después de haber ocupado por cuatro períodos la Presidencia. También mencionó los casos de
varios presidentes de otros países, como León Febres Cordero, de Ecuador, y Valéry Giscard
d'Estaing, de Francia, que hicieron algo parecido debido a su capacidad de política.

“Al Presidente lo seduce más el deseo de servir que la vanidad del poder” fueron las palabras con las
que el representante por Bogotá Nicolás Uribe defendió la posible aspiración del mandatario.

El representante de La U Señaló que la preocupación de Uribe estriba en “el retroceso de la ciudad


en los últimos ocho años”, refiriéndose a las dos administraciones del Polo Democrático.

El congresista, quien ha defendido la idea de que Uribe sea alcalde, dijo que esa posibilidad sería
“interesante, para tener un modelo de ciudad a la altura de las exigencias de la globalización, para
resolver los problemas de criminalidad y la debacle que nos deja el actual Gobierno distrital”.

No obstante, según el congresista, las declaraciones del Presidente tenían el propósito de generar
opiniones, antes que el de demostrar sus aspiraciones a futuro, una vez deje la Casa de Nariño.

“El Presidente está acostumbrado a dar ese tipo de declaraciones buscando que lo interpreten, más
que para revelar sus verdaderas decisiones. Es una forma de medir la opinión sobre un tema”,
explicó.

“No importa quién vaya, lo importante es resolver los problemas”


“Si aspiran Batman o Robin, yo iré hasta el final”, dijo a Semana.com David Luna, representante por
Bogotá, quien es uno de los aspirantes a suceder a Samuel Moreno.
El precandidato adujo que era un honor para él, y además legítimo, que en la competencia por la
Alcaldía estuviera Uribe. No obstante, indicó que para ocupar el cargo había que tener, además de la
capacidad, el conocimiento de la ciudad.

Luna argumentó que las malas administraciones del Distrito se deben a que algunos políticos “han
usado la Alcaldía como un trampolín para llegar a la Presidencia, como un escampadero, o como la
continuación del ejercicio del poder. Ninguna de estas opciones le conviene a la ciudad”, dijo.

Para Iván Cepeda, representante del Polo electo por Bogotá,


las razones por las que Uribe buscaría la Alcaldía de Bogotá
son dos:

“Uribe tiene una ambición ilimitada de poder, que


demostró cuando buscó su segunda reelección, y que no
se agotó con la decisión de la Corte de declarar inexequible el
referendo”, dijo.

Y, “él quiere seguir gobernando desde la sombra del país. La


pregunta que sigue abierta es cómo hará Santos para definir
su línea de gobierno”, agregó.

En su criterio, la llegada de Uribe a la administración de la


ciudad trasladaría “fenómenos nacionales, como sacrificar los
métodos a los fines, actitudes que riñen con la legalidad, al
Distrito”.

Hay quienes aseguran que Uribe llegaría al Palacio Liévano sin dificultad, y hay quienes creen que
los bogotanos prefieren otro tipo de gobierno. No obstante, sólo en los próximos días se sabrá si las
declaraciones de Uribe fueron una revelación o un globo al aire.

Semana.com ©2008.
Todos los derechos reservados.

Quiere otros huevitos


Falacia y espejismo de la seguridad democrática
Escrito por Bernardo Congote *

*Magíster en Ciencia Política, Economista, Investigador socio político independiente

28 de junio de 2010

¿Seguridad? ¿Democrática? El gobierno de Álvaro Uribe gastó ocho años en derrotar a un enemigo que
jamás reconoció que existía. Convertir ese discurso en una constante, pondría en peligro los mejores
propósitos del nuevo gobierno.

Historia del tiovivo autoritario


En Colombia la guerra no ha sido ocasional ni ha tenido partes estables ni posee límites espacio-
temporales. Por el contrario, se ha convertido en una perversa forma de hacer política, degradando,
inclusive, los preceptos clásicos del arte de la guerra.
Registros confiables muestran que en el lapso de 150
años (1810-1960), el país vivió cada 4.7 años un episodio
significativo de violencia política por asonada,
levantamiento o guerras civiles. Fenómeno que se agrava
si se tiene en cuenta que sólo durante la segunda mitad
del siglo XIX dicho promedio fue de un episodio cada 1.5
años, habiendo terminado con la Guerra de los Mil Días
que cobró la vida de aproximadamente el 4% de la
población [1] [2] [3]. Los primeros 50 años del siglo XX
quedaron marcados por múltiples asonadas guerrilleras
de corte bipartidista. Luego se incrementó la violencia
con el bandolerismo, también bipartidista, que
desembocó en las guerrillas de la FARC y del ELN de los
años 60's [4]. En los 80's surgió la "refundación de la
patria" por la vía del narco-paramilitarismo de élite
aupado por el Estado, que ha cobrado, hasta ahora, 35
mil víctimas denunciadas [5] [6]. Y comenzando el siglo
XXI las mayorías celebran el arrinconamiento fronterizo
de la insurgencia como gran éxito de la llamada
"seguridad democrática". Quedamos así ad portas de
seguir cavando nuestra endémica proclividad a hacer de
la política el escenario ideal para la violencia.

Una estrategia errada


Las críticas a la "seguridad democrática" fueron variopintas en el reciente debate electoral. Petro, a
fondo, le mostró al gobierno que ignorar la inequidad social como alimento de la guerra sólo le
echaba más fuego a los fusiles. Mockus se distrajo en el impacto de las ejecuciones extra judiciales
contra civiles inocentes, pero en el fondo fue partidario de reproducir la estrategia. Y los demás, con
Santos a la cabeza, se sumaron al coro de alabanzas [7]. No se vio que en la campaña se tomara el
toro por los cuernos desnudando las fallas estructurales del programa, comenzando por el carácter
errático de su concepción estratégica.

Conviene indagar entonces varios puntos:

Si la guerra en Colombia se puede limitar al episodio de la reducción relativa de la


violencia que caracterizó al gobierno que termina.
Si el gobierno identificó correctamente a las partes en conflicto.
Si la violencia política colombiana se puede acotar entre un comienzo y un final definidos
en el tiempo.

Y, sopesando lo anterior,

Si la estrategia merece las alabanzas recibidas.

Los estudiosos coinciden en que el conflicto colombiano ha sido crónico, que ha tenido por
contendientes a partes disfrazadas dentro del bipartidismo y que, además, es difícil de reducir a corto
plazo. Ellos mismos inducen a dudar del diagnóstico blanco-negro que sirvió de base conceptual a la
reacción militar de estos ocho años, entre otras cosas porque la tipología de esta violencia tiene
características mixtas entre las guerras tradicionales inter estatales, o "viejas guerras", y las guerras
de tipo intra estatales, civiles, internas, o "nuevas guerras", que habrían obligado a formular
diagnósticos y estrategias más depurados que las tipificadas por la seguridad democrática [8] [9].

A estas deficiencias tendría que sumarse un examen alrededor de los siguientes yerros:

Error de diagnóstico y enfoque.


Disfraz del fenómeno paramilitar.
Origen de graves efectos diplomáticos subregionales.
Ignorancia de las cifras sobre la violencia política.
Amenaza de un debilitamiento social irreparable, y
Degradante efecto autoritario sobre lo político

¿Una Guerra "sin conflicto"?


El gobierno erró al afincarse en su prejuicio de que en Colombia no existía ni existe conflicto alguno.
Comprometer desde su campaña una política de seguridad en pro de "una Colombia sin guerrillas ni
paramilitares", habría caído en petición de principio militar por no haber reconocido a su contraparte,
quedando impedido para acotar las circunstancias reales del conflicto [10]. Actuando de esa manera,
el gobierno contradijo el énfasis que le dio a la desmovilización de los paramilitares, cuyo motor
original desde los años 80 había sido precisamente defenderse de una escalada profunda y amplia de
la insurgencia guerrillera. Desconocer la existencia de un conflicto ignoraba que hacía poco la
insurgencia había reiterado en El Caguán su propósito de sustituir por medio de las armas este
modelo de Estado [11]. Significaba también ignorar que en el ataque a esas dos facciones se
encontraba altamente comprometido el aparato militar y policial del Estado, acusando al tiempo
desmoralización y complicidad [12]. Y como si ello no bastara, ignoraba que en el andamiaje
paramilitar estaba comprometido un enredado flujo de intereses políticos y empresariales locales, que
buscaban, por un lado, aupar el desplazamiento forzado de poblaciones y, por el otro, consolidar la
representatividad ilegítima de esos intereses por dentro del Poder Legislativo [13].
El gobierno de la seguridad democrática falló en materia grave al concentrar sus energías durante
ocho años en derrotar a un enemigo que nunca reconoció. Además, no pudo planificar esa derrota de
acuerdo con las circunstancias socio políticas exigidas por la tradición violenta colombiana, que
hubiera tenido como condición desmontar la urdimbre narcoparamilitar y parapolítica regional. Hasta
que, finalmente, se diluyó en golpes de mano de impacto mediático pero de baja envergadura táctica
ó estratégica que, en absoluto, corresponden a la magnitud de los recursos económicos, humanos y
políticos invertidos.

De democrática sólo el nombre


La Constitución define como deber fundamental de "... las autoridades de la República... proteger a
todas las personas... en su vida, honra y bienes,... y demás derechos y libertades" [14]. Por ello todo
planteamiento de seguridad ciudadana tenía y tiene,
como supuesto, reconocer que aquella estaba
efectivamente amenazada, lo que se hizo a medias,
pero, además, que en su protección debía articularse
un compromiso armónico de todas las autoridades de
la República, no sólo del Poder Ejecutivo. Cierta
concepción narcisista mesiánica del ejercicio del
poder, que le hizo incurrir en errores de concepción
política y militar, llevó al gobierno a cometer otro más,
relacionado con el hecho de pensar que sólo la Casa
de Nariño era capaz de romper un aparato de guerra
que, democráticamente hablando, habría exigido el
trabajo articulado entre los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial. Así, la estrategia democrática
sólo tuvo el nombre, y terminó refundida en el manejo
manipulador de las mayorías legislativas y en la
creación de permanentes controversias y choques
abiertos con el Poder Judicial, que pusieron en
evidencia, para completar, su carácter autocrático. [15]

Política del mal vecino


El gobierno Uribe recibió una diplomacia relativamente saneada. En 2002, Hugo Chávez ya
gobernaba en Venezuela y se le tenía por una contraparte visible. Por aquel entonces, alrededor del
Plan Colombia manejábamos relaciones de buen nivel con el gobierno de Estados Unidos, y
teníamos adecuadas relaciones con los países limítrofes y un alto nivel de influencia en el continente,
dado que César Gaviria ejercía la Presidencia de la OEA. De ahí que en este terreno el balance no
sea tampoco auspicioso. La seguridad democrática mostró que al arrinconar a las insurgencias
aquende o allende las fronteras, el gobierno, de carambola, exportó el desangre hacia Venezuela,
Ecuador, Panamá y Brasil, aupó enemistades con Nicaragua y abrió controversias inocuas con
Estados Unidos. Su patología autocrática le hizo demeritar en sus vecinos la posibilidad de tenerlos
como aliados o al menos como interlocutores informados, convirtiéndolos en enemigos por razón de
la incursión ecuatoriana, o en vecinos maltratados, como sucedió con la malograda mediación
chavista con las FARC, que enrareció la acción humanitaria de "Colombianos por la Paz".

Un planteamiento estratégico que mereciera las alabanzas que se le hacen, hubiera pre establecido
los riesgos del arrinconamiento fronterizo y previsto su impacto ultra regional mediante el diseño de
acciones conjuntas internacionales que impidieran, como sucedió y sucede, que las fronteras
terminaran castigadas en lo comercial, calientes en lo militar y enredadas al máximo en lo
diplomático. Con el agravante de que con Estados Unidos terminamos en el peor de los mundos
posibles, co-administrando siete bases ubicadas en territorio colombiano, lo que hizo que un acuerdo
potencialmente positivo, alborotara a nuestros vecinos, Brasil incluido.

"Cuando los hechos contradicen las creencias, tuerzo los hechos"


"Cuando los hechos contradicen las creencias, tuerzo los hechos". Este aforismo propio del
mesianismo autoritario en boga, refleja que, a medida que asciende la fe en algún mesías, se
desborda la disposición a razonar sobre la
realidad social, y quienes buscan e inclusive
construyen las cifras, las devalúan con el fin de
que las creencias mesiánicas no sufran
menoscabo. Ello explicaría por qué se difunden
tan pocos datos sobre el problema de la
violencia interna, o por qué, cuando se difunden,
tiende a imponerse sobre ellos el autoritarismo
estatal, insinuando que su verdad es sagrada,
sin que importe que las cifras demuestren
falencias protuberantes.

A este respecto, datos recién publicados por la


Universidad Nacional muestran que ninguno de
dos de los indicadores universalmente
aceptados sobre violencia política (número de
muertos y número de acciones bélicas), permite
inferir que la seguridad democrática haya logrado cifras mejores que las registradas durante los años
90[16]. Considerando que se acepta como indicador válido que conflictos por encima de la línea de
mil muertos anuales tipifican un estado de guerra o de conflicto armado mayor, Mauricio García
prueba que entre 1990 y 2005, Colombia nunca bajó de ese nivel, pues registramos
aproximadamente 1.200 muertos en 1990 y 1.000 en 2005. Y aunque bajamos de ese piso entre
2006 y 2008, en ese mismo período aparece una tendencia ascendente que nos acerca de nuevo al
mínimo de los 90 [17]. En relación con el número de acciones bélicas, entre 1990 y 2008 nunca
bajamos de un promedio anual de 200, como que se registraron 227 en 1990 y 255 en 2008. Ahora,
lo que se atribuye con razón el gobierno de Álvaro Uribe, es que los altos indicadores del bienio 2001-
2002, que llegaban a 4 mil muertos anuales y generaban entre 400 y 500 acciones bélicas,
ciertamente disminuyeron pero sólo hasta ubicarlos, cabe insistir, en los niveles de los años 90. Con
el atenuante de que ese éxito fue logrado en el momento en que Uribe diseñó esa estrategia bajo el
precario supuesto de que en Colombia "no había conflicto"· Su autogol, por consiguiente, fue de
antología.

El fin del fin (sic)


Lo anterior permite acotar el logro de la "seguridad democrática" pero, al tiempo, poner en su lugar la
fraseología mesiánica que llevó al alto mando militar a proclamar "el fin del fin", o a reconocidos
áulicos con cierto disfraz académico a perorar sobre el "comienzo del fin", ignorando ambos que
según mediciones internacionales de los conflictos registrados durante el lapso de los años 70 a 90
del siglo pasado, el colombiano entre ellos, "... solamente el 7,5%... han terminado mediante la
victoria militar de una de las partes"[18]. Simplemente porque lo que aquí llamamos "fin" no es sino el
regreso a lo que ocurría en los años 90. Conviene precisar entonces que:

El territorio afectado por el conflicto comprende todavía un número importante de


municipios.
El conflicto afecta a todo el territorio nacional. Y
El conflicto se mueve de la mano del desplazamiento de los cultivos de coca, asunto que
se encontraba en el engranaje del problema desde los años 90 y que tampoco fue resuelto
por la seguridad democrática y
Que no resiste el menor análisis conceptual la pretensión de que una "solución militar"
favorezca a alguna de las partes involucradas en la guerra. [19]

¿Permanente? ¿Insustituible? ¿Indiscutible?


A pesar de su gravedad, lo anterior será sólo superficial si lo comparamos con las implicaciones socio
políticas que puede traer consigo la posibilidad de conservar a ultranza esa estrategia. En palabras
de Nietzsche, existe el riesgo de que el objetivo del Estado, como institución destinada a proteger a
unos individuos de otros «... si exagera en ese refinamiento es en aras de (concentrarse en proteger
al) individuo debilitado... por lo que el objetivo originario del Estado queda radicalmente aniquilado »
[20].

La paradoja resulta de la mayor utilidad aquí y ahora.


Si la seguridad que brinda el Estado se convierte en
eje programático permanente, como se proclama
que debe hacerse en Colombia una vez terminada la
contienda electoral, esa misma permanencia
promete cultivar en los individuos una sensación de
amenaza - debilidad - miedo que, en absoluto, podrá
ser el pilar de un Estado sólido. De esta forma la
seguridad por encima de todo y por todo (o
Permanente, Insustituible e Indiscutible como se
pregona), puede conducir al debilitamiento del
sentido de autoestima y supervivencia de los
ciudadanos, aumentando la debilidad patológica en
el ánimo y en el funcionamiento de las instituciones.

Como si lo anterior no bastara, una política de


seguridad a ultranza se convierte en amenaza para
el desarrollo económico, pues está probado que la debilidad interactiva entre ciudadanos e
instituciones eleva al máximo los costos de transacción y pone en riesgo la competitividad [21]. En
este orden de ideas, estaríamos ad portas de salir de una contradicción para entrar en otra. De una
que disminuyó relativamente el conflicto sin aceptar que existía, hacia otra que promete prosperidad,
trabajo y desarrollo pero elevando los costos de transacción y castigando el desarrollo, por la vía de
la seguridad a ultranza. Una sociedad como la colombiana, agotada por el esfuerzo de una guerra
secular que, para peor, no registra victorias que ofrezcan alguna esperanza real de paz, va a seguir
amenazada con la posibilidad de que el aseguramiento enfermizo propiciado por el Estado termine
por llevarla al agotamiento extremo, eligiendo entre dos males el menor: o la auto destrucción o más
autoritarismo.

Camino a la sima
Acabamos de probar electoralmente que los lazos de autoritarismo amarrados durante los años
precedentes dejaron a Colombia lo suficientemente debilitada, amedrentada y sumisa como para
favorecer al triunfador de la dupla Mockus - Santos. No de otra forma se explica la recepción electoral
minoritaria que tuvieron las propuestas osadas de Petro, las alternativas políticas y la crítica sesuda
de Pardo ó la evidente habilidad planificadora de Vargas. Los candidatos que dirimieron la segunda
vuelta no hicieron algo por desbaratar el sofisma de la necesidad Permanente, Insustituible e
Indiscutible de la seguridad como estrategia de gobierno para Colombia, simplemente porque ambos
se proponían impulsarnos hacia la misma sima que hemos venido cavando desde que nos hicimos
República: hacer de la política el escenario de una guerra empobrecedora.

*Magíster en Ciencia Política, Economista, Investigador socio político independiente

Notas de pie de página


[1] CONGOTE, Bernardo, 2004, "Anatomía religiosa de la guerra. De qué manera una red de valores
inoculada desde la Colombia temprana, constituye también un dispositivo de la violencia política".
Tesis de Maestría, Universidad de los Andes, Departamento de Ciencia Política, Bogotá (Inédita).
2006, "La ética católica y el espíritu de la guerra en Colombia", Ponencia XII Congreso de
Latinoamericanistas españoles, Santander, España, Septiembre 2006, www.halshs.archives-
ouvertes.fr/REDIAL

[2] BUSHNELL, David, 2000, "Colombia una nación a pesar de sí misma", Planeta, Bogotá. CORREA,
Fernando, 1996, "Republicanismo y reforma constitucional.1891-1910", Editorial U. de Antioquia,
Medellín, 1ª. Edición. KALMANOVITZ, Salomón, 2010, "Las cuentas nacionales de Colombia durante
el siglo XIX" (Conferencia sobre libro en preparación, CEDE, Uniandes, 2010-04-06).

[3] Para tener una dimensión del estropicio colombiano, la Primera Guerra Mundial cobró
aproximadamente 10 millones de muertos afectando proporcionalmente al 3,6% de la población que
tenían en 1915 las cuatro potencias (Gran Bretaña, Francia, Rusia y Alemania).

[4] SÁNCHEZ, et.al., 2000, "Bandoleros, gamonales y campesinos", Ed. Ancora, Bogotá, 6ª
reimpresión.

[5] "Paramilitares ultraderechistas colombianos admiten haber participado en al menos 35 mil


homicidios", www.voltairenet.org, Mayo 14 2010, consulta de Mayo 19 2010.

[6] CONGOTE, Bernardo, 2009, "Carta de Mancuso a Uribe. Paramilitarismo y ‘seguridad


democrática' en Colombia", Le Monde diplomatique, Edición Colombia, No. 81, www.eldiplo.info

[7] WILCHES, Jaime, 2010, "¿Y el discurso PARA... qué?", Razón pública, 2010-05-24,
www.razonpublica.org

[8] KALDOR, Mary, 2001, "Las nuevas guerras", Editorial Tusquets, Barcelona, 1ª. Edición. SCHMITT,
1966, "Teoría del partisano", Instituto de Estudios Políticos, Madrid. LICKLIDER, Roy, 1993, "The
consequences of negotiated settlements in civil wars, 1945-1993", American Political Science Review
89 (3), Sept. 1995: 681-690. WALTER, Barbara, 1997, "The critical barrier to civil war settlement",
International Organization 51 (3):335-364.

[9] CONGOTE Cit. (2004) (2006).

[10] URIBE, Álvaro, 2002, Programa de los Cien Puntos. "Punto 26. Colombia sin guerrilla y sin
paramilitares. La autoridad legítima del Estado protege a los ciudadanos y disuade a los violentos. Es
la garantía de la seguridad ciudadana durante el conflicto y después de alcanzar la paz... 30 El
Presidente dirigirá el orden público como corresponde en una sociedad democrática en la cual la
fuerza pública respeta a los gobernantes de elección popular... Nota 2. Conserve este manifiesto. Si
ganamos la Presidencia haga que lo cumplamos". (Fuente: www.presidencia.gov.co).
[11] GALAN, Francisco, 2010, ""Punto de partida para construir una oferta posible de solución a la
guerra de guerrillas en Colombia", en "Colombia: Escenarios posibles de guerra y paz", Ed.
Universidad Nacional /UNIJUS, Bogotá, 1ª Edición, Pg. 185.

[12] Añadiéndole a lo anterior que el desmonte del paramilitarismo habría hecho metástasis hacia un
profundo desbarajuste del Poder Legislativo marcado por la parapolítica.

[13] Es probable que el gobernador de Antioquia Álvaro Uribe tuviera suficiente información al
respecto.

[14] Constitución Política de Colombia, Artículo 2.

[15] SCHULTZE-KRAFT, Markus, 2010, "La estrategia de resolución integral del conflicto armado y la
construcción democrática del poder y del orden en Colombia", en "Colombia: Escenarios posibles de
guerra o paz", Editorial Universidad Nacional/UNIJUS, Bogotá, 1ª Edición, Pg, 293-298.

[16] GARCÍA, Mauricio, 2010, "Colombia: conflicto armado, procesos de negociación y retos de paz",
en "Colombia: Escenarios posibles de guerra y paz", Ed. UN/UNIJUS, Bogotá, Pp.: 254,255

[17] El adverbio aproximadamente se explica porque la fuente muestra sobre este ítem gráficos y no
tablas seriadas.

[18] SCHULTZE-KRAFT, Cit.:291.

[19] GARCÍA, Cit.: 256.

[20] NIETZSCHE, Friedrich, 1993, "Humano, demasiado humano", Ed. ME EDITORES SL, España,
Pgs.169, 170. Nota entre paréntesis del autor de este artículo.

[21] CONGOTE, Bernardo, 2010 "Legalidad, costos de transacción y desarrollo", en Razón Pública,
Edición de Mayo 4 2010, www.razonpublica.org

http://www.razonpublica.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1121&Itemid=159

“No podemos ser prisioneros eternos


de nuestro pasado, porque hay más
mañana que ayer esperándonos”:
Silvio Rodriguez
¿Dejó Santos de ser uribista?
A cuatro días de elegido, se reunió con Gustavo Petro, el archiopositor del Presidente para dialogar
sobre un 'Acuerdo Nacional' y una semana antes aceptó la adhesión de César Gaviria, otro enemigo de
Uribe. En su comisión de empalme no hay un solo uribista. Y anoche Juan Manuel Santos declaró que
su gobierno será de 'tercera vía', esa escuela política que busca armonizar valores propios de centro-
izquierda con los principios económicos del libre mercado, una filosofía que no es propiamente de
derecha. ¿Usó Santos a Uribe para elegirse y ya enterró su filosofía? ¿Sigue siendo uribista? ¿Se puede
tener un gobierno de Tercera Vía uribista?

No es posible más sectarismo


Jorge Iván Cuervo

Universidad Externado,
Externado, Profesor e investigador

¿Que define ser uribista? ¿Apoyar las políticas y el estilo de gobierno de Uribe? Si es
así, Santos en el fondo sigue siendo uribista, así se haya visto cambios en la forma y
el discurso.

Pero si ser uribista es ejercer el poder con sectarismo visceral, degradando la


institución presidencial, violando el precepto constitucional según el cual, el Presidente
de la República simboliza la unidad nacional, Santos parece querer gobernar bajo un clima de
concordia y de uso de la capacidad instalada de las instituciones, diferenciándose de un estilo
personal pugnaz y confrontacional que gustó tanto en este país de atravesados. Uribe gobernó
conectado con el alma atrabiliaria de la Nación.

Santos trabajó con él y aceptó su estilo, pero todo indica que es de otro talante, ya ha nombrado 4
altos funcionarios del gobierno de Pastrana y su equipo se perfila como un equipo técnico y
profesional.

Santos, el gran camaleón de la política colombiana.

Nota. No confundir con Roy, el gran lagarto.

La cultura política que expresan es la misma.


Álvaro Jiménez

Uribe y Santos expresan un proyecto que venció militar y políticamente en el largo


conflicto colombiano. Juan Manuel es hijo de ese proyecto. Eso si, será la versión
decente, moderna del mismo. (Siempre más deseable). Uribe fue el martillo, Juan
Manuel es el guante.
Juan Manuel es consciente que no puede seguir el estilo de camorra que Uribe expresa, pero conoce
que sin Camorra no sobreviven en el corto plazo los valores y resultados que representa.

¿Tiene el deseo de conducir a Colombia a un escenario de democracia, paz y desarrollo para todos?
Esto afirma y repite de manera insistente,... y empieza a ser escuchado.

¿Podrá convertir su deseo en realidad? Depende de las fuerzas políticas, de como establezca su
relación con ellas y de que los distintos sectores de la sociedad asumamos una interlocución con su
gobierno, que construya comunes sobre el futuro de la nación. Santos y Uribe Expresan la misma
cultura política. Santos cambiará en las formas y las formas si afectan el fondo.

Sí, hasta ahora


Carlos Alfonso Velásquez

Universidad de la Sabana Profesor, Jefe de Área

Si por ser uribista se entiende un estilo de gobernar polarizante por aquello de ser
"frentero", indudablemente Santos dejó de ser uribista. Hasta ahora su estilo ha sido
mucho más prudente pues ha sabido decir las cosas en que no habrá continuismo sin
agredir, es decir, ha hecho gala de poseer tacto.

Ha sido, por ejemplo, el caso de la analogía del Estado de Derecho con los tres bueyes jalando el
arado. En ninguna de las ocasiones dijo que el buey (ejecutivo) ha tratado de ir más rápido para
imponerse a los otros, o que el buey (judicial) ha estado resabiado pues no ha querido andar al ritmo
que le han querido imponer. Solo habló del "deber ser", es que "al buen entendedor pocas palabras le
bastan".

En cuanto a las ideas políticas que orientarían su gobierno, si efectivamente acoge la "Tercera Vía",
dejaría el neoliberal uribismo a un lado sin necesidad de sacrificar políticas como la Seguridad
democrática o la confianza inversionista, haciendo realmente efectiva la cohesión social.

De los Huevitos Uribistas: Nace el Santismo.

Miguel Antonio Galvis


Instituto de Pensamiento Étnico, Social y Político, Director Ejecutivo

El Dr. Santos se mantendrá como “el continuador de la política de seguridad


democrática”, esa defensa lo proyectará fiel y empollando los huevitos que le han
encomendado. Pregonará que Uribe ha sido el mejor Presidente en décadas, y que fue
“un gran guerrero de la patria” nacido en las montañas antioqueñas.

Como exponente de la oligarquía bogotana, intentará mostrar su talante de estadista


cosmopolita, se rodeará de asesores internacionales de alto nivel, por lo que no volveremos a ver
consejos comunitarios, ni peleas presidenciales con las altas cortes o con los Presidentes de los
países vecinos. En contraposición, el Presidente Santos ha dicho reconocerse como: pragmático, se
mide por resultados, diplomático, se sabe rodear, no cuida espaldas de nadie y no reconoce
enemigos ajenos.

El GOBIERNO DE UNIDAD NACIONAL es la propuesta reeleccionista para el 2.014, y LA TERCERA


VÍA el desmonte del Estado Comunitario y el Estado de Opinión, en el Post - Uribismo.

Habría un desplazamiento en el espectro político

Sandra Fonseca García

Juan Manuel Santos ha marcado diferencias de estilo con el Presidente, que


sugieren que el uribismo fue la estrategia electoral y la unidad nacional será la
estrategia de gobierno. Primero, reemplazo el estilo frentero de Uribe por uno
conciliador, con el que sorprendió y convoco a la adhesión en masa de partidos e
individuos.

Segundo, el enfoque al desarrollo. La 'tercera vía’ es un modelo con el cual se adapto la social
democracia al mundo globalizado, moviéndose a la centro-izquierda progresista (Blair), superando el
neoliberalismo(Giddens)y el debate estéril acerca del Estado enemigo-Estado solución(Clinton).

Con este modelo Santos tendría que hacer cambios institucionales para profundizar la democracia,
crear condiciones de crecimiento económico sostenible (transparencia y eficiencia administrativa,
menos pobreza y más equidad social) y lograr integrarnos en la globalización, sin descuidar la
seguridad democrática y la confianza de inversión. Un buen cambio y un gran reto.

La realidad es algo más compleja

José Manuel Restrepo


Colegio de Estudios Superiores de Administración CESA, Rector

En el nuevo escenario de la política nacional se vivirán y sentiran formas y


actuaciones distintas. La oposición recalcitrante, se supera por una más
comprometida con el futuro de la nación y menos irracional. Una oposición que
entiende que puede haber actuaciones acertadas en el gobierno de turno y otras que
deben ser censuradas.

Las visiones caudillistas quedan a un lado, por oposición a posiciones de consenso de Estado. Las
visiones maniqueas, cambian por acuerdos nacionales sobre un mínimo común que permita el
progreso.
La sola pregunta sugiere un país bastante más simple de aquel en el que estamos y vamos a
enfrentar. Santos no es Uribe, y su gobierno tendrá carácter y sello propio, sin perjuicio de construir
sobre lo construido y avanzar desde los logros anteriores.

Muy acertado el camino de la tercera vía como una opción distinta de país!! Por lo menos nos plantea
un camino distinto.

Quiere decir que empezó a ser santista

Álvaro Forero

Analista político y columnista de El Espectador

La declaración de que su gobierno será de Tercera Vía es la más importante de JM


Santos desde que inició campaña. La más reveladora porque por fin se ubica
ideológicamente por fuera de la camisa de fuerza electoral uribista.

Quiere decir que el paso por el uribismo no implicó que Santos renunciara a la filosofía política que
propugnó de 1988 a 2005.

Que los propósitos de su gobierno se parecerán más a los de Clinton que a los de Bush, a los de
Bachelet que a los de Piñera.

Que su gobierno va a buscar objetivos de centro izquierda con métodos de centro derecha.

Que el acercamiento al Liberalismo tiene como propósito evolucionar la coalición de gobierno hacia el
centro del espectro político, y que la Unidad Nacional tiene contenido.

Que la explosión de ira de Álvaro Uribe ante el acercamiento de Santos y Gaviria, fue el ruido
ensordecedor que se oye en la superficie cuando las placas tectónicas se mueven.

Que si no resulta cierta, se la van a recordar… toda la vida.

http://www.lasillavacia.com/movida/16264

De Santos a Uribe
Felipe Zuleta Lleras | 26 Junio 2010

Después de una semana de haber sido elegido como presidente el ciudadano Juan
Manuel Santos, es claro que el gran perdedor es el presidente Uribe

Varios son los mensajes que Santos ha mandado, con su estilo sinuoso, y que deben
tener aterrado a Uribe y a sus colaboradores. Ya está claro que Santos no piensa dejarse montar un
gobierno paralelo.
No vemos a Santos defendiendo a las personas cercanas a Uribe y que están encausadas por la
comisión de delitos. Entre ellas por supuesto a los promotores del referendo reeleccionista liderados
por el controvertido Luis Guillermo Giraldo, quien está próximo a sufrir una condena ejemplar, gracias
a las denuncias que en su momento hiciera Noticias Uno.

Tampoco creemos que Santos vaya a defender a Sabas Pretelt, a Bernardo Moreno, a José Obdulio
Gaviria y a todos aquellos que de una u otra manera llegaren eventualmente a tener responsabilidad
de algún tipo por temas como la yidispolítica y las chuzadas.

El estilo de Santos y los mensajes que ha mandado son contundentes: no piensa seguir con las
peleas de Uribe ni está dispuesto a cargar sobre sus hombros con todos los escándalos de
corrupción que tienen al presidente Uribe totalmente desquiciado.

El gobierno de Santos será un gobierno santista y en ningún caso uribista. Santos nació en un medio
en el que nunca ha tenido que lagartear absolutamente nada. Y mucho menos lo hará ahora que
alcanzó la Presidencia de la República con un mandato contundente y con una gobernabilidad
inmensa.

Todo eso explica las razones por las cuales Uribe está absolutamente descontrolado, porque tiene
claro que Santos no piensa hacer nada para defenderlo a él y a las personas que delinquieron en
estos últimos ocho años. Por eso he sostenido, a diferencia de lo que dicen los analistas, que el gran
perdedor de las elecciones de hace una semana es el presidente Álvaro Uribe.

La prueba de esto son los nombramientos anunciados por Santos esta semana, nombramientos que
traen implícitos unos mensajes a Uribe: el mal manejo de la economía, el deterioro de las relaciones
internacionales y el atraso en la infraestructura del país.

El solo hecho de que Santos se haya reunido esta semana con las Cortes para reiterarles su actitud
respetuosa debe tener a Uribe enfermo, como enfermo lo tiene que Vargas Lleras pueda llegar a un
ministerio o que César Gaviria quede con cuota en el gobierno de Santos, por sólo mencionar un par
de casos.

Así las cosas, me atrevo a vaticinar que en los meses por venir veremos cómo se van a deteriorar las
relaciones entre Santos y Uribe, porque es claro que Santos representa todo lo que Uribe detesta: el
cachaco estrato 6, de buenos modales, del Country, golfista y clasista.

Uribe quería de presidente a Andrés F. Arias; por eso pretendió triturar a Vargas Lleras, trituró a
Noemí y acabó con los partidos. Y qué irónico que al final del día acabó llevando a la Presidencia a la
única persona que es capaz de traicionarlo sin ningún remordimiento.

http://www.elespectador.com/columna-210492-de-santos-uribe
LO HUMANO TIENE DERECHOS

Más claro no canta un gallo


Escrito por José Gregorio Hernández Galindo

28 de junio de 2010

La condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a Colombia por el asesinato del senador
Manuel Cepeda tiene bases y alcances decisivos para fijar la responsabilidad del Estado en proteger a los
opositores y evitar episodios como el exterminio de la Unión Patriótica.

Algo más que buenos consejos


Cada vez que Colombia es condenada en un tribunal internacional por violación de los Derechos
Humanos -en particular en la Corte Interamericana, que ha proferido varios fallos respecto de
acontecimientos ocurridos en nuestro país- se oyen voces de quienes estiman injusto que, no siendo
el Estado colombiano el que cometió los crímenes, seamos los contribuyentes quienes pagamos los
costos de la reparación a las víctimas.

Quienes así razonan no tienen en cuenta varias consideraciones:

• Colombia está comprometida por tratados internacionales en esta materia. Uno de ellos es la
Convención Americana de Derechos Humanos, o Pacto de San José de Costa Rica, del 22 de
noviembre de 1969 (aprobada por el Congreso mediante Ley 16 de 1972 ), que creó la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Entre otras normas de ese instrumento internacional,
cabe destacar la del artículo 62.3, a cuyo tenor "la Corte tiene competencia para conocer de
cualquier caso relativo a la interpretación y aplicación de las disposiciones de esta Convención
que le sea sometido..." (Colombia aceptó expresamente esa competencia desde el 21 de junio
de 1985). Y la del artículo 63.1, en el cual la Convención dispuso: "Cuando decida que hubo
violación de un derecho o libertad protegidos en esta Convención, la Corte dispondrá que se
garantice al lesionado en el goce de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo,
si ello fuera procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa indemnización a la parte
lesionada".

El artículo 93 de la Constitución dispone que los tratados internacionales sobre derechos


humanos prevalecen en el orden interno, y señala perentoriamente que los derechos
consagrados en la misma Carta se interpretarán de conformidad con dichos tratados.
De conformidad con el artículo 2 de la Constitución, las autoridades colombianas tienen la
obligación de proteger "a todas" las personas residentes en el territorio, en su vida, honra,
bienes, derechos, creencias y libertades.
Colombia debe responder tanto por la omisión en que puedan incurrir sus autoridades, al
permitir que los crímenes sean cometidos o al no administrar justicia eficaz y oportuna en
la investigación y sanción de los responsables, como también por los crímenes que sean
imputables a agentes estatales.

Como consecuencia de todo ello, podemos concluir que las sentencias proferidas por la Corte
Interamericana tienen plena validez en el país y, sobre todo, carácter vinculante. No son meras
opiniones, ni tampoco consejos que nuestras autoridades puedan atender o no. Cuando se trata de
condenas, el Estado se obliga a cumplir las órdenes que se le impartan y a responder
patrimonialmente, en su caso, por los daños causados a las víctimas.

El "castigo" de los criminales


La más reciente decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en relación con Colombia
es la del 26 de mayo, divulgada la semana pasada, mediante la cual se resolvió acerca de los hechos
relacionados con el asesinato del senador de la Unión Patriótica Manuel Cepeda Vargas, perpetrado
el 9 de agosto de 1994.

La Corte encontró responsable al Estado


colombiano por dicho crimen. Consideró que se
trataba de un crimen de Estado cometido en el
marco de un plan premeditado, dentro de una
estructura organizada específicamente para tal
fin.

El fallo asegura que el aparato judicial colombiano


no hizo los esfuerzos suficientes para resolver un
caso que tuvo un impacto nacional e internacional
tan importante. La sentencia dentro del proceso
penal, por cuyo mérito algunos agentes estatales
fueron condenados a 43 años de prisión, fue
disminuida varias veces y los culpables siguieron
delinquiendo, aunque se supone que estaban en
la cárcel. Agrega el tribunal que el proceso
disciplinario iniciado contra los suboficiales del Ejército culpables del magnicidio resultó ineficaz, pues
ni siquiera se les destituyó de las Fuerzas Militares.

Las normas violadas


La Corte hizo varias declaraciones que deben ser resaltadas:

El Estado colombiano violó los derechos a la vida e integridad personal, reconocidos en


los artículos 4.1 y 5.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos, en perjuicio del
senador Manuel Cepeda Vargas.
El Estado colombiano violó los derechos a las garantías judiciales y protección judicial,
reconocidos en los artículos 8.1 y 25 de la Convención, en relación con el senador
asesinado y sus familiares.
El Estado colombiano violó los derechos a la protección de la honra y la dignidad, la
libertad de pensamiento y expresión, la libertad de asociación y los derechos políticos,
reconocidos en los artículos 11, 13.1, 16 y 23 de la Convención, en perjuicio del senador
Manuel Cepeda Vargas.
El Estado colombiano violó los derechos a la integridad personal, protección a la honra y
dignidad, de circulación y residencia de los familiares del senador Cepeda, reconocidos en
los artículos 5.1, 11 y 22.1 de la Convención.

Las sanciones
Por tanto, la Corte condenó al Estado colombiano en los siguientes términos:

El Estado debe concluir eficazmente las investigaciones internas en curso y, de ser el


caso, las que se llegaran a abrir para identificar, juzgar y sancionar a todos los
responsables de la "ejecución extrajudicial del senador Manuel Cepeda Vargas".
El Estado debe garantizar la seguridad de los familiares del legislador asesinado, y evitar
que deban desplazarse o salir del país nuevamente, como consecuencia de amenazas,
hostigamiento o persecución proferidos a raíz del fallo.
El Estado debe publicar por una sola vez en el Diario Oficial y en otro diario de circulación
nacional los apartes de la Sentencia en ella misma señalados. La Sentencia, además,
deberá mantenerse publicada, al menos por un año, en un sitio web oficial estatal
adecuado.
El Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional
por los hechos, y, de común acuerdo con sus familiares, realizar y difundir una publicación
y un documental sobre la vida política, periodística y el papel político del senador Manuel
Cepeda Vargas.
El Estado debe otorgar una beca con el nombre de Manuel Cepeda Vargas para una
carrera profesional en ciencias de la comunicación o periodismo en una universidad
pública de Colombia elegida por el beneficiario. Dicha beca será adjudicada y ejecutada a
través de concurso de méritos por conducto de la Fundación que lleva el nombre del
senador sacrificado.
El Estado debe brindar el tratamiento médico y psicológico que requieran las víctimas.
El Estado debe pagar la indemnización por daños materiales y daños inmateriales, y
efectuar el reintegro de costas y gastos (a este respecto debe decirse que la Corte estimó
adecuadas las indemnizaciones contempladas por daños materiales en los fallos de la
jurisdicción Contencioso Administrativa interna, pero ordenó compensación por daños
inmateriales y reintegro por gastos y costas).
Dentro del plazo de un año desde la notificación de la sentencia, el Estado debe rendir un
informe a la Corte sobre las medidas adoptadas para su cumplimiento.

Una vez analizado el contenido de esta histórica providencia, en que, por unanimidad, la Corte halló
configurada la responsabilidad del Estado colombiano, cabe subrayar varios puntos que deberían ser
tenidos en cuenta por el gobierno y por las autoridades judiciales internas:

Crímenes de Estado: que los hay, los hay


En primer término, contra lo asegurado en infinidad de ocasiones por los gobiernos, sí hay en
Colombia casos de crímenes contra la humanidad cometidos en nuestro territorio por agentes
estatales. Eso no significa -punto que debe quedar muy claro- que de modo específico los
presidentes de la República o los ministros hayan impartido las órdenes de cometer delitos, ni que
puedan ser consideradas las instituciones en sí mismas (el Ejército, por ejemplo) como entes
criminales, pero sí se organizan en su interior, de vez en cuando, grupos que conciben y llevan a
cabo planes macabros, que por sus características encajan dentro de lo que la jurisprudencia
internacional clasifica como verdaderos crímenes de Estado.
Abstenerse ante el horror
En segundo lugar, el Estado debe abstenerse de estimular o propiciar, con su actitud hostil ante
movimientos o partidos de oposición, que fuerzas oscuras -creyendo que prestan un gran servicio a la
patria, o que ayudan o respaldan con ello al gobierno de turno- planifiquen crímenes tan horrendos
como los que tuvieron lugar en contra de la Unión Patriótica.

Por ello preocupa, más que la desprotección misma de dirigentes políticos -que también es factor de
responsabilidad estatal-, la presentación negativa que a veces se hace de líderes políticos,
intelectuales, periodistas o miembros de partidos de oposición, mercándolos ante la opinión pública -y
por supuesto ante fanáticos criminales- como vinculados con organizaciones guerrilleras o
subversivas. El peligro allí -está demostrado- es muy grande.

Un crimen político
Dice la Corte Interamericana al respecto:

"Como ha quedado constatado, el senador Manuel Cepeda se orientaba hacia una oposición crítica a
diferentes gobiernos, tanto en su labor periodística como en sus actividades políticas y
parlamentarias. Durante el período en que fungió como dirigente de la UP y del PCC, pesó sobre él
una constante amenaza sobre su vida, que se incrementó en intensidad hasta llegar a su muerte, por
lo que sus actividades las realizó en un contexto de amenazas y hostigamientos permanentes por sus
posiciones políticas y de desprotección por parte de agentes estatales. En efecto, las partes (en el
proceso) reconocieron el móvil político de la ejecución extrajudicial".

Y añade: "En este sentido, si bien puede considerarse que aún bajo
amenazas el senador Cepeda Vargas pudo ejercer sus derechos políticos,
libertad de expresión y libertad de asociación, ciertamente fue el hecho de
continuar ejerciéndolos lo que conllevó su ejecución extrajudicial. Lo anterior,
precisamente porque el objetivo de ésta era impedir su militancia política,
para lo cual el ejercicio de esos derechos era fundamental. Por ende, el
Estado no generó condiciones ni las debidas garantías para que, como
miembro de la UP en el contexto referido, el senador Cepeda tuviera una
oportunidad real de ejercer el cargo para el que fue democráticamente
electo, en particular mediante el impulso de la visión ideológica que
representaba, a través de su participación libre en el debate público, en
ejercicio de su libertad de expresión. En última instancia, su actividad fue obstaculizada por la
violencia ejercida en contra del movimiento político al que el senador Cepeda Vargas pertenecía y, en
este sentido, su libertad de asociación también se vio afectada".

El problema no es de escoltas
La trascendencia de este fallo no solamente estriba en lo dicho, sino en precisar los alcances de la
responsabilidad del Estado desde el punto de vista jurídico internacional. Su actividad debe ir más
allá -mucho más allá- de donde ha ido hasta ahora, pues no le basta sostener que desde los altos
mandos o desde el gobierno no hubo injerencia alguna en los crímenes, sino que en una sociedad
democrática, el Estado y todas sus autoridades -gobierno, jueces, órganos de control, fuerza pública-
están obligados a rodear de garantías a las personas, no solamente en lo que respecta a su
seguridad física -muchas veces creen que aumentando el número de escoltas asignados se cumple
con la función estatal-, sino en relación con el cabal, pleno y libre ejercicio de todos los derechos
fundamentales y políticos.

En efecto, no se agota el papel de los órganos competentes en el cuidado de una persona ya


amenazada y de su familia, sino que desde antes, es decir, desde cuando esa persona principió a
ejercer sus libertades de pensamiento, de opinión, de expresión, de asociación -esté o no de acuerdo
con las orientaciones del gobierno, sea o no miembro de la oposición, y sin que importe a cuál partido
pertenezca-, el Estado tiene la obligación -y responde por acción y por omisión al respecto- de
respetar y de hacer que se respete el uso integral y tranquilo de esas libertades y de esos derechos.

Los peligros del bla-bla-blá


En tal sentido es muy peligroso que el Estado, aun cumpliendo con la protección policial en cuanto a
la seguridad de los dirigentes y líderes políticos:

Gradúe a sus opositores de enemigos públicos


Los relacione arbitrariamente con organizaciones criminales
Proscriba y condene públicamente sus actividades políticas
Permita a subalternos incurrir en abusos (vale la pena recordar el caso de las "chuzadas")
No investigue a cabalidad los delitos contra esos dirigentes, u
Obstaculice las investigaciones o los fallos.

Cuidado con las palabras

Y una observación final: con el debido respeto, no comparto -para el caso de Colombia- la expresión
"ejecución extrajudicial". Ella hace pensar erróneamente que en nuestro país podría haber
"ejecuciones judiciales", y que ellas sí serían lícitas. Nuestra Constitución, por el contrario, excluye de
manera terminante y absoluta la pena de muerte, y el propio Pacto de San José de Costa Rica hace
lo propio en cuanto a Estados como Colombia[1].

Situación diferente es la de Estados en los que la pena de muerte no ha sido abolida. Allí -como lo
vimos hace pocos días en Utah, en Estados Unidos- hay ejecuciones judiciales.

Es mejor, en el caso de Colombia, hablar de crímenes, o de ejecuciones, pura y llanamente. Todas


ellas están prohibidas en nuestro sistema jurídico.

Notas de pie de página


[1] El artículo 4 de la Convención Americana de Derechos Humanos establece: "Artículo 4. Derecho
a la Vida

1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y,
en general, a partir del momento de la concepción. Nadie puede ser privado de la vida
arbitrariamente.

2. En los países que no han abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá imponerse por los delitos más
graves, en cumplimiento de sentencia ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con una
ley que establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión del delito. Tampoco se extenderá
su aplicación a delitos a los cuales no se la aplique actualmente.

3. No se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han abolido.


4. En ningún caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos políticos ni comunes conexos con
los políticos.

5. No se impondrá la pena de muerte a personas que, en el momento de la comisión del delito,


tuvieren menos de dieciocho años de edad o más de setenta, ni se le aplicará a las mujeres en
estado de gravidez".

http://www.razonpublica.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1120&Itemid=159

Víctimas no deben pedir perdón


Julio 2 de 2010

Por Iván Cepeda Castro

Por primera vez un tribunal internacional condena al Estado colombiano por el


asesinato de un líder político de oposición: la sentencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos en el caso Manuel Cepeda Vargas. Los alcances y el
carácter trascendental de esta decisión se desprenden de su contenido.

En el texto de la sentencia se encuentran los elementos probatorios para demostrar


que el genocidio perpetrado contra la Unión Patriótica es un crimen de Estado, planificado y
ejecutado por estructuras organizadas que han involucrado a mandos militares y a jefes paramilitares.
Comienza a resolverse, de manera definitiva, la polémica sobre este capítulo de nuestra historia
contemporánea. Durante largo tiempo, las instancias oficiales han querido negar ese exterminio,
atribuirlo al narcotráfico o a las víctimas, quienes supuestamente asumieron posiciones que las
dejaron expuestas a la violencia proveniente de múltiples grupos ilegales. A la luz de lo que comienza
a establecer la justicia internacional, el genocidio contra la UP es uno de los tantos crímenes de
Estado cometidos en el país, que por su naturaleza son crímenes contra la humanidad.

El dictamen internacional se pone en consonancia con los desarrollos que vienen haciendo los
tribunales nacionales al condenar a mandos del Ejército y a líderes políticos como "autores mediatos"
o, en otras palabras, como dirigentes de aparatos de poder destinados a cometer crímenes de lesa
humanidad. Son precisamente esos avances los que pretenden socavar propuestas como la de
fortalecer el fuero penal militar, limitar las atribuciones de las altas cortes o convertir a la Fiscalía en
una dependencia del Poder Ejecutivo.

La Corte Interamericana considera que la ejecución de oponentes por razones políticas vulnera
directamente la democracia. Con el objeto de poner punto final a la criminalidad de Estado, el tribunal
internacional dictó órdenes específicas de reparación. Dichas medidas responden a la necesidad de
evitar la perpetración de asesinatos como el del senador Cepeda Vargas, y de buscar la erradicación
del contexto ideológico que promueve ese tipo de criminalidad: que se siga incitando a la violencia o
justificando la impunidad con la "culpabilidad de las víctimas". Entre las disposiciones que adoptó la
Corte, le ordenó al Estado colombiano que formulara una solicitud de perdón y el reconocimiento de
responsabilidad estatal en un acto solemne en el que estuvieran reunidas las dos cámaras
legislativas.

Hace algunos días, el presidente Álvaro Uribe Vélez hizo una declaración que presentó a la opinión
pública como una petición de perdón relacionada con el caso Cepeda. No obstante, el presidente
Uribe no reconoció la responsabilidad del Estado en este crimen ni cumplió con ninguna de las
condiciones previstas en la sentencia de la Corte Interamericana. En cambio, aseguró que las
víctimas promueven el desprestigio del país en el exterior. No pudo ocultar su malestar por la
sentencia. El Presidente convirtió la supuesta solicitud de perdón en un nuevo agravio. Por tal motivo,
le escribí una carta en la que le informaba que su solicitud en tales condiciones es inaceptable.

Las decisiones de la Corte Interamericana no son recomendaciones que quedan a consideración de


los funcionarios del Gobierno Nacional. Se trata de órdenes para ser acatadas y cumplidas
debidamente. De no hacerlo, el Estado se expone a nuevas sanciones y transmite el mensaje de que
no está dispuesto a respetar las normas de derechos humanos. Un pésimo precedente a los ojos de
otras instancias jurídicas y políticas de la comunidad internacional.

La sentencia de la Corte Interamericana pone las cosas en su sitio. Ni las víctimas son culpables de
los crímenes de lesa humanidad que han sufrido ni deben pedir perdón a sus victimarios. Así no les
guste a los perpetradores y sus cómplices.

COPYRIGHT © 2010

http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/victimas-no-deben-pedir-perdon_7786760-1

Un asco
Opinión.
Opinión. Uribe se limita tautológicamente a decir que como Cepeda fue
asesinado, lo asesinaron. ¿Quiénes? los asesinos.

Antonio Caballero
Domingo 27 Junio 2010

Iba a titular este artículo con la palabra 'Desfachatez'. Creo he titulado así ya unos diez artículos en
estos ocho desfachatados años de gobiernos del presidente Álvaro Uribe. Desfachatez: descaro,
desvergüenza, cinismo. Cualidad o comportamiento del que obra sin preocuparse de si lo que hace
es lícito o no. O de si lo que dice es cierto o no. Desfachatez. El presidente Uribe acaba de superarse
en desfachatez a sí mismo.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó esta semana al Estado colombiano (por
sexta vez en los últimos tres años) por el asesinato, hace 16 años, del senador Manuel Cepeda,
dirigente de la Unión Patriótica. Y a las pocas horas salió por diez radiodifusoras el presidente Álvaro
Uribe a decir que pedía perdón, pues así lo exigía la sentencia en su calidad de representante del
Estado. Pero a decir que no. Así:

Colombia tiene que pedir perdón a toda la ciudadanía afectada por la violencia, perdón. Ofrecer
perdón, pedir perdón. Corresponde al Presidente de la República hacerlo, independientemente de la
época de los crímenes. Yo lo hago con toda humildad.

¿Colombia? No: es demasiado amplia esa cobija. El que acaba de ser juzgado y condenado por la
Cidh es el Estado, no el país. Pero Uribe lo niega:

-Yo no puedo decir que el Estado asesinó al senador Cepeda o al uno o al otro. Lo que sí puedo decir
es que lo asesinaron. Y que eso es muy grave y que eso no se puede repetir.

Repetirlo es imposible: no se remata a un muerto, y ya fue exterminada minuciosamente toda la


Unión Patriótica en su momento, dejando más de tres mil cadáveres. Uribe se limita a decir
tautológicamente que como Manuel Cepeda fue asesinado, lo asesinaron. ¿Quiénes? Los asesinos.
Como en el cuento del bobo del pueblo que denunció a los que se habían robado las campanas de la
iglesia: "Los ladrones". Prosigue el presidente Uribe:

-Y yo pido perdón. Yo hago parte de ese 50 por ciento de las familias colombianas que ha sufrido en
carne propia esa violencia. Sé qué es ese dolor. Y por eso desprevenidamente pido perdón.

Y ya no es el jefe del Estado acusado quien habla, sino una víctima: el hijo huérfano de un hombre
asesinado por las FARC. No por una violencia innominada, indeterminada y como gaseosa: por las
FARC, así como la que se llevó a Cepeda fue también una violencia específica (y señalada con
nombre propio por la Cidh): la del Estado colombiano. Cuyo jefe toma ahora de nuevo la palabra:

-Pero hay que tener en cuenta una cosa: no se puede implorar, exigir a la justicia internacional que
obligue al Estado colombiano a pedir perdón y al mismo tiempo adelantar falsas acusaciones,
proceder con odio a maltratar injustamente a compatriotas, a maltratar injustamente la honra de los
gobiernos. Eso es muy grave. Porque es tan grave el crimen físico como el crimen moral. Entonces
en eso hay que tener mucho cuidado.

¡Caramba, Presidente! ¡Si Manuel Cepeda fue el asesinado, no el asesino! El compatriota "maltratado
injustamente" fue él. Y no se trata de "falsas acusaciones": ya en el año 2001 el Tribunal Superior de
Bogotá halló culpables materiales del asesinato a dos sargentos del Ejército, y los condenó a 43 años
de cárcel (habría que averiguar si los están cumpliendo, o si les dieron la casa por cárcel o les
redujeron la pena o andan por ahí con el brazalete magnético de los consentidos del Inpec, matando
gente). Y en cuanto a "la honra de los gobiernos", son los gobiernos mismos los que se deshonran
cuando comenten crímenes o los amparan, o cuando niegan que tales crímenes hayan sido
cometidos.

Que es lo que sigue sucediendo ahora (pues lo de Cepeda y la Unión Patriótica, tal como dijo el
presidente Uribe como quien se espanta moscas, "fue hace años, mucho antes que este gobierno").
Lo que sigue sucediendo ahora lo resumió la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) hace diez días,
publicando que en lo que va de 2010 ya son 31 los sindicalistas asesinados. Diez días antes, la
Confederación Sindical Internacional había dado la cifra para el año pasado, el 2009: 48. Y saltó
entonces el gobierno a protestar indignado (por boca del ministro que se llama de Protección Social,
nada menos), corrigiendo el dato: hay que contar solo 28, porque los otros 20 muertos eran "líderes
sociales que no tenían relación con el sector sindical". No es fácil ir más lejos en la desfachatez.

Este gobierno tiene una rara capacidad para invertir la realidad, como en un espejo: para acusar a los
acusadores, culpabilizar a los inocentes, inocentar a los culpables, defender a los victimarios contra
sus víctimas. Como dijo hace unos días el ex presidente César Gaviria (y eso no significa que su
propio gobierno estuviera limpio de polvo y paja y sangre) "este gobierno es un asco".

Ya casi se acaba: gracias sean dadas a la Corte Constitucional. Pero deja puestos tres huevitos de
serpiente.

Semana.com ©2008.
Todos los derechos reservados.

http://www.semana.com/noticias-opinion/asco/140882.aspx

Lo invitamos a leer el Texto Completo de la Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos donde se condena al Estado Colombiano por el crimen del Senador de la Unión
Patriotica Manuel Cepeda, abriendo el Archivo Adjunto que se anexa en el correo enviado de
la presente edición de “VIDA Y LIBERTAD”, o visitando el siguiente enlace:

http://www.viva.org.co/cajavirtual/svc0212/articulo0865_212.pdf
GIRAMUNDO

Saber la verdad a tiempo...


No soy profeta ni adivino. Nadie me informó una palabra de lo que iba a ocurrir; todo ha sido fruto de
lo que hoy califico como el razonamiento lógico.

Fidel Castro Ruz | Tomado de Cuba debate | 28-


28-6-2010

Cuando escribía cada una de mis Reflexiones


anteriores, a medida que una catástrofe para la
humanidad se aproximaba aceleradamente, mi mayor
preocupación era cumplir el deber elemental de
informar a nuestro pueblo.

Hoy estoy más tranquilo que hace 26 días. Como


siguen ocurriendo cosas en la corta espera, puedo
reiterar y enriquecer la información a la opinión
pública nacional e internacional.

Obama se comprometió en asistir el dos de julio al


partido de cuartos de final, si su país obtenía la
victoria en los octavos de final. Él debiera saber más
que nadie, que esos cuartos de final no podrían realizarse ya que antes ocurrirán gravísimos
acontecimientos, o al menos debiera saberlo.

El pasado viernes 25 de junio, una agencia internacional de noticias de conocida minuciosidad en los
detalles de las informaciones que elabora, publicó las declaraciones del “…comandante de la Armada
del cuerpo élite de los Guardianes de la Revolución Islámica, general Ali Fadavi…” ― advirtiendo ―
“…que si Estados Unidos y sus aliados inspeccionan a los barcos iraníes en aguas internacionales
‘recibirán una respuesta en el Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz’”.

La información fue tomada de la agencia local de noticias Mehr, de Irán.

Dicha agencia, según el despacho, comunicó: “Fadavi añadió que ‘la Armada de los Guardianes de la
Revolución cuenta actualmente con centenares de embarcaciones dotadas con lanzaderas de
misiles’.”

La información elaborada casi a la misma hora de lo publicado en Granma, o tal vez antes, parecía en
algunos puntos una copia al carbón de los párrafos de la Reflexión elaborada el jueves 24 de junio y
publicada en ese periódico el viernes 25.
La coincidencia se explica por el uso elemental que siempre aplico del razonamiento lógico. Yo no
conocía una palabra de lo que publicó la agencia local iraní.

No albergo la menor duda de que tan pronto las naves de guerra de Estados Unidos e Israel ocupen
sus puestos ― junto al resto de las embarcaciones militares norteamericanas ubicadas en las
proximidades de las costas iraníes ― e intenten inspeccionar el primer buque mercante de ese país,
se desatará una lluvia de proyectiles en una y otra dirección. Será el momento exacto en que se
iniciará la terrible guerra. No es posible prever cuántas naves se hundirán ni de qué bandera.

Saber la verdad a tiempo es para nuestro pueblo lo más importante.

No importa que casi todos por natural instinto, podría decirse que el 99,9 por ciento o más de mis
compatriotas, conserven la esperanza y coincidan conmigo en el deseo sincero de estar equivocado.
He conversado con personas de los círculos más cercanos y a la vez recibido noticias de tantos
ciudadanos nobles, abnegados y cumplidores de su deber, que al leer mis Reflexiones no impugnan
en lo más mínimo sus consideraciones, asimilan, creen y tragan en seco los razonamientos que
expongo, sin embargo, dedican de inmediato su tiempo a cumplir con el trabajo, al que consagran sus
energías.

Eso es precisamente lo que deseamos de nuestros compatriotas. Lo peor es que repentinamente se


conozcan las noticias de gravísimos acontecimientos, sin haber escuchado antes noticia alguna sobre
tales posibilidades, entonces cundirá el desconcierto y el pánico, que sería indigno de un pueblo
heroico como el cubano, que estuvo a punto de ser objetivo de un ataque nuclear masivo en octubre
de 1962, y no vaciló un instante en cumplir el deber.

En el desempeño de heroicas misiones internacionalistas, combatientes y jefes valientes de nuestras


Fuerzas Armadas Revolucionarias estuvieron a punto de ser víctimas de ataques nucleares contra las
tropas cubanas que se aproximaban a la frontera sur de Angola, donde las fuerzas racistas
sudafricanas habían sido desalojadas tras la batalla de Cuito Cuanavale y se atrincheraban en la
frontera con Namibia.

El Pentágono, con el conocimiento del Presidente de Estados Unidos, suministró a los racistas
sudafricanos alrededor de 14 armas nucleares a través de Israel, más poderosas que las que fueron
lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, como hemos explicado en otras
reflexiones.

No soy profeta ni adivino. Nadie me informó una palabra de lo que iba a ocurrir; todo ha sido fruto de
lo que hoy califico como el razonamiento lógico.

No somos novatos ni entrometidos en este complicado tema.

En la postcrisis nuclear, se puede augurar lo que ocurrirá en el resto de América de lengua


iberoamericana.

En tales circunstancias, no se podrá hablar de capitalismo o socialismo. Sólo se abrirá una etapa de
administración de los bienes y servicios disponibles en esta parte del continente. Inevitablemente
seguirán gobernando cada país los que hoy están al frente del gobierno, varios muy cercanos al
socialismo y otros llenos de euforia por la apertura de un mercado mundial que hoy se abre para los
combustibles, el uranio, el cobre, el litio, el aluminio, el hierro, y otros metales que hoy se envían a los
países desarrollados y ricos que desaparecerá repentinamente.
Abundantes alimentos que hoy se exportan a ese mercado mundial también desaparecerán de forma
abrupta.

En semejantes circunstancias, los productos más elementales que se requieren para vivir: los
alimentos, el agua, los combustibles y los recursos del hemisferio al sur de Estados Unidos, abundan
para mantener un poco de civilización, cuyos avances descontrolados han dirigido la humanidad a
semejante desastre.

Hay, sin embargo, cosas muy inciertas todavía, ¿podrán abstenerse las dos más poderosas
potencias nucleares, Estados Unidos y Rusia, de emplear una contra la otra sus armas nucleares?

Lo que no cabe la menor duda es que desde Europa, las armas nucleares de Gran Bretaña y Francia,
aliadas a Estados Unidos e Israel ― que impusieron con entusiasmo la resolución que
inevitablemente desatará la guerra, y ésta, por las razones explicadas, de inmediato se volverá
nuclear ―, amenazan el territorio ruso, aunque el país al igual que China ha tratado de evitar en la
medida de las fuerzas y las posibilidades de cada una de ellas.

La economía de la superpotencia se derrumbará como castillo de naipes. La sociedad


norteamericana es la menos preparada para soportar una catástrofe como la que el imperio ha
creado en el propio territorio de donde partió.

Ignoramos cuáles serán los efectos ambientales de las armas nucleares, que inevitablemente
estallarán en varias partes de nuestro planeta, y que en la variante menos grave, se van a producir en
abundancia.

Aventurar hipótesis sería pura ciencia ficción de mi parte.

Fidel Castro Ruz


Junio 27 de 2010

http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2010/06/27/saber-la-verdad-a-tiempo/

ATILIO BORON
Atilio A. Boron

Politólogo y Sociólogo argentino.

Esta guerra es de Obama


El mundo está al borde de una nueva conflagración: naves de guerra de Estados
Unidos y su peón en Medio Oriente, Israel, avanzan por el Golfo Pérsico con claras intenciones de
atacar a Irán. A continuación, un análisis sobre la justificación que de esta inminente guerra hace el
académico israelí-americano Amitai Etzioni. El argumento de este autor es aleccionador por el
desgraciado papel que en él juegan los prejuicios racistas, el desprecio por la evidencia empírica (al
igual que en el caso de Irak, donde contra todas las evidencias, se decía que poseía armas de
"destrucción masiva"), y el inmoral entrelazamiento entre los intereses empresariales y los
planteamientos teóricos prevalecientes en el mundillo académico norteamericano.

Irán, la guerra de Obama


Amitai Eztioni es uno de los sociólogos más influyentes del mundo. Nacido en Alemania y emigrado a
Israel en los años fundacionales de ese Estado, se radicó tiempo después en Estados Unidos donde
inició una larga carrera académica que lo llevó a transitar por varias de las más prestigiosas
universidades de ese país: Berkeley, Columbia, Harvard, hasta culminar, en los últimos años en
Washington, D.C., como Profesor de Relaciones Internacionales de la George Washington University.
Pero sus actividades no se limitaron a los claustros universitarios: fue permanentemente un hombre
de consulta de diversos presidentes estadounidense, especialmente de James Carter y Bill Clinton. Y
desde el 11-S, con el auge del belicismo, su voz ha resonado con creciente fuerza en el
establishment estadounidense. Hace pocos días ofreció un nuevo ejemplo de ello.

Incondicional apologista del Estado de Israel, acaba de publicar en la Military Review, una revista
especializada del Ejército de Estados Unidos, un artículo que pone en evidencia el “clima de opinión”
que prevalece en la derecha estadounidense, en el complejo militar-industrial y en los más
encumbrados sectores de la administración, y muy especialmente en el Pentágono. El título de su
artículo lo dice todo: “Un Irán con armas nucleares, ¿puede ser disuadido?” La respuesta, huelga
aclararlo, es negativa. Esta publicación no podía llegar en un momento más oportuno para los
belicistas estadounidenses, cuando reiteradas informaciones –silenciadas por la prensa que se
autodenomina “libre” o “independiente”- hablan del desplazamiento de navíos de guerra
estadounidenses e israelíes a través del Canal de Suez y en dirección a Irán, lo que hace temer la
inminencia de una guerra.

En varias de sus últimas “Reflexiones” el Comandante Fidel Castro había advertido, con su habitual
lucidez, sobre las ominosas implicaciones de la escalada desatada por Washington en contra de los
iraníes, cuya pauta no difiere sino en lo anecdótico de la utilizada para justificar la agresión a Iraq:
acoso diplomático, denuncias ante la ONU, sanciones cada vez más rigurosas del Consejo de
Seguridad, “incumplimiento” de Teherán y el inevitable desenlace militar. Las sombrías predicciones
del Comandante lucen optimistas en comparación con lo que plantea este tenebroso ideólogo de los
halcones estadounidenses. En una entrevista concedida el miércoles pasado a Natasha Mozgovaya,
corresponsal del periódico israelí Haaretz en Estados Unidos, Etzioni ratifica lo expresado en la
Military Review, a saber: Irán pretende construir un arsenal nuclear y eso es inaceptable. La única
opción es un ejemplarizante ataque militar, y es preferible desatarlo un mes antes y no diez días
después de que el satanizado Irán disponga de la bomba atómica. En su artículo el profesor de la
GWU insiste en señalar que cualquier otra alternativa debe descartarse: la diplomacia fracasó; las
sanciones de la ONU carecen de eficacia; bombardear las instalaciones nucleares no cambiaría
muchos las cosas porque, según declaraciones del Secretario de Defensa Robert Gates, lo único que
se lograría sería retrasar el avance del proyecto atómico iraní por tres años; y, por último, la disuasión
no funciona con "actores no racionales" como el actual Gobierno de Irán, dominado por el
irracionalismo fundamentalista que contrasta con la mesura y racionalidad de gobernantes israelíes
que asesinan a activistas humanitarios en pleno Mediterráneo. Por consiguiente, lo único realmente
eficaz es destruir la infraestructura de Irán para imposibilitar la continuación de su programa nuclear.
Ese ataque, agrega, “podría ser interpretado por Teherán como una declaración de guerra total”, pero
como las tentativas de diálogo ensayadas por Obama fracasaron es urgente e imprescindible adoptar
drásticas medidas si Estados Unidos no quiere perder su predominio en Medio Oriente a manos de
Irán. Por sus grandes reservas petrolíferas -sólo superadas por Arabia Saudí y Canadá, y muy
superiores a las de Iraq, Kuwait y los Emiratos- Irán excita el ansia de rapiña del imperialismo
estadounidense, que con el 3% de la población mundial consume el 25% de la producción mundial de
petróleo. Además, no hay que olvidar que la guerra es el principal negocio del complejo militar-
industrial, de modo que para sostener sus ganancias hay que utilizar y destruir aviones, cohetes,
helicópteros, etcétera. Así, la diabólica pareja formada por la “guerra preventiva” y la “guerra infinita”
continúa inalterable su curso, ahora bajo la presidencia de un Premio Nóbel de la Paz cuyo servilismo
ante tan oscuros intereses unido a su falta de coraje para honrar ese premio coloca a la humanidad al
borde de un abismo. Y esta guerra no puede decirse que sea parte de "la pesada herencia de mis
predecesores", como suelen decir los gobernantes afectos a la resignación y el inmovilismo. No es la
guerra de Bush continuada por su sucesor, sino que es un genuino producto de la nueva
administración imperial. Llamemos las cosas por su nombre: esta es la guerra de Obama.

http://www.atilioboron.com/2010/06/esta-guerra-es-de-obama.html

cintas
Las inéditas cin tas de Nixon sobre Chile y Allende: El
lenguaje del imperio
por Peter Kornbluh · 2 de julio de 2010

Acaba de conocerse el contenido de las grabaciones secretas de las


conversaciones sobre Chile entre el ex Presidente Richard Nixon y
su consejero de Seguridad Nacional Henry Kissinger. Las cintas dan
cuenta del grosero lenguaje con el que tramaban el derrocamiento de
Salvador Allende, a quien trataban de “hijo de puta” y decían que
querían “patear su trasero”. Aunque impreciso en las fechas, uno de
los diálogos podría constituir el primer reconocimiento del rol de la
CIA en el asesinato del general René Schneider.

“Es un estado fascista”, declaraba el Presidente Richard Nixon durante una conversación sobre Chile
en el Salón Oval de la Casa Blanca. No hablaba sobre el Chile del sangriento régimen del general
Augusto Pinochet. Al contrario, él y su consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, se estaban
quejando por el triunfo de la coalición de Salvador Allende, la Unidad Popular, en las elecciones
municipales de abril de 1971. La única forma en la cual parecían capaces de comprender la creciente
popularidad de Allende era comparar al Presidente chileno –un socialista de toda la vida – con Adolf
Hitler. “Esto es como una estrategia alemana”, le dijo Kissinger a Nixon el 6 de abril de 1971, durante
un encuentro de una hora. Algunas semanas más tarde, el sistema secreto de grabación de Nixon
registró a Kissinger sugiriendo que los chilenos “están actuando en esto como actuaban los nazis con
el Reichstag”.
Casi 40 años después de que fueran subrepticiamente grabadas, las cintas de Nixon siguen siendo
un regalo a la espera de ser entregado a historiadores y a estudiantes de historia. El sistema de
grabación se hizo conocido por la infame conversación sobre el escándalo de Watergate, cuando
fueron descubiertas y llevaron a la renuncia de Richard Nixon, ante un inevitable impeachment (juicio
político). Pero las grabaciones de Nixon, 3.700 horas de conversaciones que mayoritariamente
tuvieron lugar en el Salón Oval durante un periodo de 883 días, entre febrero de 1971 y mediados de
julio de 1973, también corresponden a la mayor parte del tiempo en que Salvador Allende fue el
Presidente de Chile constitucionalmente electo. Y capturaron las voces sin maquillaje, a veces
histriónicas, de un presidente imperialista y sus más altos asesores refiriéndose a Allende como “hijo
de puta”, discutiendo cómo “patear su trasero” y “remover” a Allende.

Esta semana, en Estados Unidos un grupo de historiadores y ex funcionarios del Departamento de


Estado, conocido como nixontapes.org, publicó casi 100 páginas de transcripciones y enlaces a
audios reales de Nixon, Kissinger, el secretario del Tesoro John Connally y otros altos funcionarios
discutiendo sobre Chile. Las grabaciones y transcripciones nos permiten convertirnos en una mosca
en el muro que escucha a los más poderosos funcionarios del país más poderosos del mundo discutir
qué hacer con un pequeño país de América Latina que desafiaba la hegemonía política y económica
de Estados Unidos. A pesar de que todas las referencias a las intervenciones encubiertas que llevaba
a cabo la CIA para desestabilizar a Allende permanecen clasificadas (y borradas de las grabaciones)
las discusiones que ahora pueden escucharse son un ejemplo de la mentalidad imperialista del
Presidente y sus hombres.

EL PROBLEMA DE LA EXPROPIACIÓN

De acuerdo a las transcripciones de las cintas, nada parece haber molestado tanto a Richard Nixon
como la decisión del gobierno de Allende de iniciar la nacionalización de las empresas
estadounidenses que habían dominado la economía chilena por décadas. Nixon creía que la
respuesta de Estados Unidos debía ser cortar a Chile todos los créditos bilaterales, incluyendo los
préstamos bancarios para exportaciones e importaciones, bloquear los créditos multilaterales y evitar
que Chile renegociara su deuda externa. “Quiero que sepas”, le dijo Nixon a Kissinger, “que no quiero
hacer nada por Chile. Nada”.

El Departamento de Estado, que era más sensible a las leyes internacionales y a las obligaciones de
Estados Unidos con los organismos multilaterales, no estuvo de acuerdo. Pero Nixon encontró un
fuerte aliado en su conservador secretario del Tesoro John Connally, quien le dijo que si Washington
no se paraba frente a Allende, otros países de América Latina empezarían a nacionalizar negocios
estadounidenses. La posición de Connally, le dijo Nixon a Kissinger en una reunión del 11 de junio de
1971, era que “el efecto en el resto de Latinoamérica, sin importar lo que escuchemos desde el
Departamento de Estado y el resto, va a ser malo para nosotros, dejar de molestar a los chilenos y
ser tan delicado con ellos”. Adicionalmente, continuó Nixon, “en lo que a la opinión pública americana
concierne, los americanos mueren de ganas de que golpeemos a alguien en el trasero”.

“Mis convicciones sobre esto son muy fuertes”, afirmó Nixon. “Todo lo que hacemos con el gobierno
chileno será observado por otros gobiernos y grupos revolucionarios en América Latina como una
señal de que lo que pueden hacer y salirse con la suya. Por lo tanto, tiendo a estar en contra de hacer
cualquier cosa por ellos”. A medida que la reunión seguía, Nixon dijo a Kissinger y Connally: “quizás
deberíamos encontrar un lugar para golpear a alguien en el trasero”.

Luego los tres discutieron sobre Salvador Allende, transformando su esfuerzo por evitar una
confrontación con Washington en una suerte de esquema deliberado:

Nixon: Oh, maldita sea, John, [Allende] es inteligente.


Kissinger: …muy inteligente.

Nixon: Es cierto.

Connally: Muy inteligente.

Kissinger: Entonces—

Connally: Incluso muy duro.

Kissinger: —Mirando el registro, él—esto debe servir a su propósito de que no haya enfrentamiento
[con EE.UU.].

Nixon: Eso es correcto.

Sólo unos meses más tarde, luego de que Allende decidiera crear un “impuesto al exceso de
ganancias” a las compañías mineras Anaconda y Kennecott y no pagar compensaciones por
nacionalizar sus minas, el 5 de octubre de 1971 Nixon dijo a Kissinger: “He decidido remover a
Allende”. Connally puso entonces el tema de un golpe: “…y lo único que usted puede esperar es
tenerlo derrocado y, en el intertanto, usted puede lograr su punto para probar, a través de sus
acciones en su contra… que lo que está cuidando son los intereses de Estados Unidos”. Para Nixon,
Estados Unidos había finalmente encontrado “un tipo al que podemos golpear”. Urgió a sus asesores
a “entregarnos un plan. Los voy a golpear”.

“Todo vale en Chile. Golpeen sus traseros, ¿ok?”, instruyó Nixon a Kissinger al final de la reunión.
“De acuerdo”, respondió Kissinger.

EL ASESINATO DE PÉREZ ZUJOVIC

El 8 de junio de 1971, el ex ministro del Interior Demócrata Cristiano, Edmundo Pérez Zujovic, fue
acribillado en un descarado asesinato político. En Chile, su asesinato evocó el reciente recuerdo del
golpe respaldado por la CIA en contra del comandante en jefe chileno René Schneider, menos de
nueve meses antes, cuando la CIA había intentado bloquear el juramento presidencial de Allende
creando un “clima de golpe”. En Washington, la transcripción de las cintas desclasificadas revelan
que Nixon, Kissinger y el más alto asesor de la Casa Blanca, H.R. Haldeman, tenían un interés
particular en la reacción chilena al asesinato de Pérez Zujovic y se les puede escuchar bromeando
sobre la situación:

Kissinger: Los hijos de puta nos están culpando a nosotros.

Haldeman: ¿Culpando a la CIA? [Risas]

Kissinger: Están culpando a la CIA

Nixon: ¿Y por qué demonios lo habríamos asesinado?

Kissinger: Bueno, primero, no pudimos. Estamos—

Nixon: Sí.

Kissinger: La CIA es muy incompetente para hacerlo. Recuerde—


Nixon: Seguro, esa es la mejor parte…

Kissinger: —Cuando trataron de asesinar a alguien, tomó tres intentos—

Nixon: Sí.

Kissinger: —y después de eso vivió tres semanas.

Aquí, Kissinger parece estar refiriéndose, y por primera vez realmente admitiendo, al rol de la CIA en
el asesinato del general Schneider. Después de varios intentos abortados de un grupo de militares en
retiro y oficiales activos que habían recibido armas y fondos de la CIA, Schneider fue interceptado y le
dispararon camino al trabajo el 22 de octubre de 1970. Murió tres días más tarde -no tres semanas,
como decía Kissinger-, producto de las heridas.

De acuerdo a las grabaciones, la conversación giró luego hacia cómo la administración Nixon podía
transformar el asesinato en una oportunidad para golpear a Allende. El gobierno de la Unidad
Popular, informó Kissinger al Presidente, había usado el asesinato de Pérez Zujovic para “imponer le
ley marcial y para realizar un fuerte ataque contra nosotros”. La respuesta del Presidente: “Entonces
vamos a darle—dejémosle que lo sientan”. Como era de esperar, Kissinger estuvo de acuerdo. “Creo
que debemos usarlo como un pretexto”. Más adelante en la conversación, Nixon y Kissinger infirieron
que la gente de Allende estaba detrás del asesinato como una maniobra política para ayudar a
consolidarlo; estuvieron de acuerdo en que “el asesinato prueba” que Allende estaba “avanzando
hacia un gobierno de un solo partido lo más rápido posible”.

“Creo que este tipo está tomando el dominio completo de ese país”, declara incorrectamente Nixon.
“Déjenme decir que en todas las futuras acciones hacia Chile prefiero la línea más dura”.

Desafortunadamente para el bien de la historia, al momento en que


Allende fue derrocado el 11 de septiembre de 1973, Nixon ya había
apagado su grabadora del Salón Oval. En julio de ese año, durante
las dramáticas audiencias del caso Watergate en el Congreso, un
asesor de la Casa Blanca reveló la existencia del sistema de
grabación secreto. El Congreso inmediatamente exigió que la Casa
Blanca entregara todas las cintas; Nixon reclamó “privilegio ejecutivo”
y se negó. Sólo después de que la Corte Suprema sentenciara que
no podía esconderlas más de las autoridades legales, el Presidente
entregó las cintas. Éstas revelaron que había mentido sobre su rol en
el “asalto” a la sede del Partido Demócrata en el edificio Watergate,
lo que forzó su posterior renuncia.

Sin embargo, otro sistema de grabación secreto no fue detectado y


se mantuvo operativo: el de Henry Kissinger. El 16 de septiembre de
1973, el sistema de grabación de Kissinger registró su primera
conversación telefónica con Nixon después del golpe en Chile. Su
conversación (desclasificada por petición de mi organización) captura
sus actitudes mientras un régimen verdaderamente fascista consolidaba el poder a través del
derramamiento de sangre en Chile: Kissinger: La cosa en Chile se está consolidando y por supuesto
los periódico están balando porque un gobierno pro comunista fue derrocado.

Nixon: ¿No es eso algo? ¿No es eso algo?


Kissinger: Quiero decir en vez de estar celebrando—en el periodo de Eisenhower habríamos sido
héroes

Nixon: Bueno nosotros no—como sabes—nuestra mano no aparece en ésta siquiera.

Kissinger: Nosotros no lo hicimos. Quiero decir que los ayudamos. [referencia a la CIA borrada] creó
las mejores condiciones posibles. Nixon: Eso es correcto. Y esa es la forma en que se va a jugar.
Pero escucha, mientras la gente está preocupada, déjame decir que no se van a comprar esta basura
de los liberales esta vez.

Kissinger: Absolutamente no.

Nixon: Ellos saben que es un gobierno pro comunista y así son las cosas.

Kissinger: Y proCastro.

Nixon: …Olvidémonos de lo pro comunista. Era un gobierno antiamericano durante todo el tiempo.

*NOTA: En los diálogos, los guiones largos (—) al final de una frase denotan interrupciones, mientras
que cuando aparecen en el medio de una frase significa que uno de los interlocutores recomenzando una
frase o una oración incompleta.

Todas las grabaciones pertenecen al sitio nixontapes.org

*Peter Kornbluh es autor Pinochet: Los Archivos Secretos. (Barcelona: 2004) Dirige el “Chile
Documentation Project” en la organización sin fines de lucro National Security Archive en Washington
D.C.

http://stolpkin.net/spip.php?article362

“Estimo urgente el pensamiento libre como liebre.

Estimo urgente abrir calle al perimero que no calle.”:

Carlos Edmundo de Ory


CAJA DE PANDORA

¿Qué hay detrás del ?


Tom Hodgkinson*

* Periodista de investigación británico que escribe regularmente en el cotidiano The Guardian

¿Qué es Facebook, y quién anda detrás? Tom Hodgkinson hizo una investigación periodística para el
cotidiano británico The Guardian, y éste es el interesante y revelador resultado.

El entusiasmo de la comunidad de inteligencia estadounidense por la innovación en alta tecnología


después del 11-S y la creación de In-Q-Tal, su fondo de capital de riesgo, estaba en 1999
anacrónicamente vinculados a este artículo. Como el 11-S sucedió en 2001, no pudo haber
provocado la fundación de In-Q-Tal, dos años antes.

Desprecio Facebook. Su enormemente exitoso negocio americano se describe a sí mismo como de


utilidad social que le conecta con la gente de su alrededor, pero me resisto a él. ¿Por qué necesitaría
yo un ordenador para conectarme con la gente que me rodea en esta Tierra de Dios? ¿Por qué
debería mediar en mis relaciones una pandilla de supercretinos en California? ¿Qué hay de malo en
el bar? ¿Conecta realmente Facebook a la gente? ¿No nos desconecta más de lo que nos conecta, al
limitarnos a enviarles por el ciberspacio notas agramaticales y fotos divertidas, mientras nos
encadena al escritorio en lugar de hacer algo placentero como hablar, comer, bailar y beber con las
amistades? Un amigo me ha dicho recientemente que se pasó en el Facebook un sábado por la
noche, solo en casa y bebiendo en el escritorio. Que imagen más triste. Lejos de conectarnos, el
Facebook realmente nos aísla en nuestros lugares de trabajo.

Facebook alimenta también una


suerte de vanidad y engreimiento
en nosotros. Si cuelgo un retrato
mío en la lista de mis cosas
favoritas, puedo construir una
representación artificial de quién
soy para conseguir sexo o
aprobación (me gusta Facebook,
me dijo otro amigo, conseguí echar
un polvo). También incentiva una
competitividad inquietante entre las
amistades; parece que, con los
amigos, hoy en día la calidad no
cuenta para nada y la cantidad es
la reina. Cuantos más amigos tiene, mejor es usted. Es usted popular, en el sentido que gusta a las
escuelas superiores americanas. Como prueba, la portada de la nueva revista Facebook de Dennis
Publishing: Cómo doblar su lista de amigos.

Parece, sin embargo, que estoy muy solo en mi hostilidad. En el momento en que escribo, Facebook
dice tener 59 millones de usuarios activos, incluyendo a siete millones en el Reino Unido, el tercer
mayor cliente después de los EEUU y el Canadá. Esto es, 59 millones de bobos, todos los cuales han
dado la información sobre su carnet de identidad y sus preferencias de consumo a una empresa
americana que no conocen en absoluto. Ahora mismo dos millones más se unen cada semana. Con
la tasa actual de crecimiento, Facebook tendría más de 200 millones de usuarios activos el año
próximo por estas fechas. I predigo incluso que esta tasa de crecimiento se acelerará durante los
próximos meses. Tal y como dice su portavoz, Chris Hughes, le es inherente extenderse a donde sea
difícil deshacerse de él.

Todo lo dicho sería suficiente para hacerme rechazar para siempre Facebook. Pero hay más razones
para detestarlo. Muchas más. Facebook es un proyecto bien financiado, y la gente que lo financia, un
grupo de capitalistas de riesgo de Silicon Valley, tiene un pensamiento carente de toda ideología,
anhelante de extenderse alrededor del mundo. Facebook es una manifestación de esta ideología.
Como PayPal antes de él, es un experimento social, expresión de un tipo particular de libertarianismo
neoconservador. En Facebook es usted libre de hacer lo que quiera mientras no le importe que le
bombardeen con los anuncios de las mayores marcas del mundo. Como con PayPal, las fronteras
nacionales son cosa del pasado.

Aunque el proyecto fue inicialmente concebido por la estrella mediática Mark Zuckerberg, la
verdadera cara de Facebook es el capitalista de riesgo de 40 años de Silcon Valley y filósofo futurista
Peter Thiel. Hay sólo tres miembros en la dirección de Facebook y son Thiel, Zuckerberg y un tercer
inversor llamado Jim Breyer, procedente de una empresa de capital de riesgo llamada Accel Partners.
Thiel invirtió 500.000 dólares en Facebook cuando los estudiantes de Harvard Zuckerberg, Chris
Hughes y Dustin Moskowitz fueron a su encuentro en San Francisco en junio de 2004. Poco después
lanzaron el portal. Según se informa, Thiel posee actualmente el 7% de Facebook, que, de la
valoración actual de 15 billones de dólares, valdría más de 1 billón. Hay mucho debate sobre quiénes
fueron exactamente los fundadores originales de Facebook, pero, quienquiera que fueran, Zuckerberg
es el único que permanece en la dirección, aunque Hughes y Moskowitz sigan trabajando para la
compañía.

Thiel está bien considerado en Silicon Valley y en la escena del capital de riesgo de los EEUU como
genio libertario. Es el cofundador y director ejecutivo del sistema bancario virtual PayPal, al que
vendió Ebay por un billón y medio de dólares, quedándose para sí 55 millones. También dirige un
fondo de cobertura llamado Clarium Capital Management y un fondo de capital de riesgo llamado
Founders Fund. La revista Bloomberg Markets le tildaba recientemente de uno de los más exitosos
directores de fondos de cobertura del país. Ha ganado dinero apostando en petróleo, de precios
ascendentes, y en predecir correctamente que el dólar se debilitaría. La revista Fortune le ha tachado
recientemente, a él y a sus irracionalmente ricos amigos de Silicon Valley, de la mafia del PayPal, y el
reportero también observó que Thiel tiene un mayordomo uniformado y un supercoche McLaren de
500.000 dólares. Thiel es también un maestro ajedrecista intensamente competitivo. Ha sido conocido
por arrojar airadamente las piezas cuando pierde. Y no pide disculpas por esta hipercompetitividad,
pues dice: Muéstreme un buen perdedor y yo le mostraré un perdedor.

Pero Thiel es más que un capitalista inteligente y avaricioso. Es un filósofo futurista y activista del
neoconservadurismo. Licenciado en filosofía en Stanford, en 1998 coescribió un libro titulado "The
Diversity Myth", un detallado ataque al liberalismo y la ideología multiculturalista que dominaba
Stanford. Pretendía que la multicultura produce una disminución de las libertades individuales (SIC!).
Mientras estudiaba en Stanford, Thiel encontró un periódico de derechas en funcionamiento llamado
The Stanford Review, cuyo lema era fiat lux (hágase la luz).
Thiel es miembro de TheVanguard.org, un grupo de presión
neoconservador que actúa en Internet, erigido para atacar a
MoveOn.org, un grupo liberal que trabaja en la red. Thiel se
autodefine como libertario.

The Vanguard está dirigido por Rod D. Martin, un filósofo-


capitalista a quien Thiel admira mucho. En la página, Thiel
dice: Rod es una de las mentes pensantes importantes de
nuestra nación en la creación de nuevas y necesarias ideas
para la cosa pública. Posee una comprensión más completa
de América de la que la mayoría de ejecutivos tiene de sus
propios negocios.

Esta pequeña degustación de su página web les dará una idea de su visión del mundo:
TheVanguard.org es una comunidad en línea de los americanos que creen en los valores
conservadores, el mercado libre y el Estado limitado como los mejores medios de dar esperanza y
oportunidades cada vez mayores para todos, especialmente para los más pobres de entre nosotros.
Pretenden promover políticas que reformen América y el globo. The Vanguard describe su política
como reaganista-thatcherista (SIC). El mensaje del presidente dice: Hoy les daremos a [la página
web] MoveOn, a Hillary y a toda la prensa de izquierda algunas lecciones que jamás habrían
imaginado

Así, la política de Thiel está fuera de duda. ¿Y su filosofía? Oí un podcast de una dirección que dio
Thiel sobre sus ideas para el futuro. Su filosofía, sucintamente, es ésta: desde el siglo XVII
determinados pensadores iluminados han estado llevando al mundo fuera de los límites de la
anticuada vida natural, ahí cita la famosa caracterización de Thomas Hobbes de la vida como
desagradable, brutal y corta hacia un nuevo mundo en que hemos prácticamente conquistado la
naturaleza. El valor existe ahora en cosas imaginarias. Thiel dice que Pay Pal fue motivado por esta
creencia: que puede encontrar el valor, no en los objetos reales manufacturados, sino en las
relaciones entre seres humanos. Pay Pal era una manera de mover dinero alrededor del planeta sin
restricción alguna. Bloomberg Markets lo expresa así: para Thiel, Pay Pal era sobre todo libertad:
permitía a la gente eludir los controles actuales y mover dinero alrededor del globo.

Al cabo, Facebook es otro experimento supercapitalista: ¿pueden ustedes lograr dinero al margen de
la amistad? ¿Pueden crear comunidades libres de fronteras nacionales y venderles después Coca-
Cola? Facebook es profundamente contrario a la creatividad. No la fomenta en absoluto.
Simplemente media en relaciones que ocurrirían en cualquier caso.

El mentor filosófico de Thiel es un tal René Girard, de la Universidad de Stanford, que ha propuesto
una teoría del comportamiento humano llamada deseo mimético. Girard cree que las personas son
básicamente como ovejas y copian a cualquier otro sin gran reflexión. La teoría también parecería
haber sido demostrada en el caso de los mundos virtuales de Thiel: el objeto deseado es irrelevante;
todo lo que se necesita es saber que los seres humanos tenderán a moverse en rebaño. Girard es un
asiduo de las veladas intelectuales de Thiel. Lo que no oirán en la filosofía de Thiel son palabras
como arte, belleza, amor, placer o verdad.

Internet está atrayendo enormemente a neocons como Thiel porque les promete un determinado tipo
de libertad en las relaciones y los negocios, libertad ante la molestia de leyes y fronteras nacionales y
cosas por el estilo. Internet abre también un mundo de libre comercio y expansión del laissez faire.
Thiel también parece aprobar los paraísos fiscales en el exterior y dice que el 40% de la riqueza
mundial reside en lugares como Vanuatu, las Islas Caimán, Mónaco y los Barbados. Creo que
es necesario señalar que Thiel, como Rupert Murdoch, está en contra de los impuestos. También le
gusta la mundialización de la cultura digital porque dificulta más los ataques contra enseñoreamiento
bancario: no puede haber revolución obrera que asuma el control del banco, si éste está en Vanuatu,
dice.

Si la vida en el pasado era desagradable, brutal y corta, en el futuro Thiel quiere hacerla mucho más
larga, y a este fin ha invertido también en una empresa que está explorando las tecnologías de
prolongación de la vida. Ha comprometido 3,5 millones de libras con un gerontólogo de Cambridge
llamado Autrey de Grey que está buscando la llave de la inmortalidad. Thiel está también en el
consejo asesor de una cosa llamada Singularity Institute for Artificial Intelligence. Desde su fantástica
página web se dice lo siguiente: "Singularity es la creación tecnológica de inteligencia más rápida que
la humana. Hay diversas tecnologías que van en esa dirección: inteligencia artificial, interfaces de
cerebro informático, ingeniería genética, diferentes tecnologías que, si llegaran al umbral de
refinamiento, nos permitirían crear una inteligencia más rápida que la humana".

Así, por confesión propia, Thiel está intentando destruir el mundo real, que él llama naturaleza, e
instalar en su lugar un mundo virtual. Es en este contexto donde debemos considerar el auge de
Facebook. Facebook es un experimento de manipulación global y Thiel es un joven brillante en el
panteón neoconservador, aficionado a fantasías excéntricas y tecnoutópicas. Yo no quiero ayudar a
nadie a hacerse rico.

El tercer miembro de la dirección de Facebook es Jim Breyer. Es


miembro de la empresa de capital de riesgo Accel Partners, que puso
12,7 millones de dólares en Facebook en abril de 2005. En la dirección
de tales gigantes americanos como Wal-Mart y Marvel Entertainment,
está también el ex presidente de la Asociación Nacional de Capital de
Riesgo (NVCA). Actualmente ésta es la gente que está realmente
haciendo que las cosas ocurran como ocurren en América, porque
invierten en nuevos talentos jóvenes, los Zuckerberger y demás. La más
reciente serie de fondos de Facebook la aportó una compañía llamada
Greylock Venture Capital, que puso una suma de 27,5 millones de
dólares. Uno de los veteranos de Greylock se llama Howard Cox, otro ex
presidente de la NVCA, que está también en la dirección de In-Q-Tel.
Bien, créase o no (compruébese en su página web), éste es el sector de
capital de riesgo de la CIA. Después del 11-S, la comunidad de
inteligencia estadounidense se entusiasmó tanto con las posibilidades de las nuevas tecnologías e
innovaciones en el sector privado que en 1999 puso en marcha su propio fondo de capital de riesgo,
In-Q-Tel, que identifica y acompaña a las compañías en el desarrollo de tecnología punta para
distribuir esas soluciones a la CIA y al grueso de la comunidad de inteligencia de los EEUU para sus
próximas misiones.

Al departamento de defensa de los EEUU y la CIA les gusta la tecnología porque les hace más fácil el
espionaje. No necesitamos nuevas vías para disuadir a nuevos adversarios, dijo el secretario de
defensa Donald Rumfeld en 2003. Necesitamos dar el salto a la era de la información, que es la base
decisiva de nuestros esfuerzos de transformación. El primer presidente de In-Q-Tel fue Gilman Louei,
que fue miembro de la dirección de la NVCA con Breyer. Otra figura clave en el equipo In-Q-Tel es
Anita K. Jones, ex directora de investigación en defensa e ingeniería para el departamento de
defensa de los EEUU y con Breyer, miembro de la directiva de BBN Technologies. Cuando abandonó
el departamento de defensa, el senador Check Robb le pagó el siguiente tributo: ella juntó la
tecnología y las comunidades militares operativas para diseñar planes detallados para mantener el
dominio estadounidense en el campo de batalla en el próximo siglo.

Actualmente, incluso si no se tragan la idea de que Facebook es una suerte de extensión del
programa imperialista americano mediante una herramienta de reunión de información masiva, no
hay forma de negar que, como negocio, es de todo punto genial. Algunos idiotas de la red han
sugerido que su tasación en 15 billones de dólares es excesiva, pero yo argumento que, en todo
caso, es demasiado modesta. Su escala es verdaderamente vertiginosa y su potencial de
crecimiento, casi ilimitado. Queremos que todo el mundo pueda usar Facebook, dice la voz
impersonal del Gran Hermano en la página web. Apuesto a que lo harán. Es su enorme potencial lo
que ha conducido a Microsoft a comprar el 1,6% por 240 millones de dólares. Un rumor reciente dice
que el inversor asiático Lee Ka-Shing, de quien se dice que es el noveno hombre más rico del mundo,
ha comprado el 0,4% por 60 millones.

Los creadores de la página necesitan prohibir muy pocas cosas con el programa. En general, les
basta con cruzarse brazos y ver cómo millones de adictos a Facebook transmiten voluntariamente
sus datos personales, fotografías y listas de sus objetos de consumo favoritos. Una vez que ha
recibido esta amplia base de datos, Facebook no hace más que revender la información a
anunciantes o, como apunta Zuckerberg en una nota reciente
en un blog, intentar ayudar a la gente a que comparta
información con sus amigos sobre lo que hacen en la web. Y,
efectivamente, esto es exactamente lo que está sucediendo. El
pasado 6 de noviembre, Facebook anunció que 12 marcas
mundiales han subido en la tabla, que incluyen a Coca-Cola,
Blockbuster, Verizon, Sony Pictures y Condé Nast. Todo ello
presentado con sandeces mercadotécnicas del mayor nivel, con
comentarios de sus entusiasmados representantes, entre los
cuales: Con Facebook Ads, nuestras marcas pueden
convertirse en parte del camino de los usuarios que se
comunican e interactúan en Facebook, según Carol Kruse,
vicepresidenta de mercadotecnia global interactiva de Coca-
Cola, lo vemos como una forma innovadora de cultivar relaciones con millones de usuarios de
Facebook permitiéndoles interactuar con Blockbuster de formas convenientes, relevantes y
entretenidas, según Jim Keyes, presidente y director ejecutivo de Blockbuster. Esto va más allá de las
impresiones publicitarias. Esto atañe tanto a la participación de Blockbuster en la comunidad del
consumidor que, a cambio, los consumidores se sienten motivados a compartir los beneficios de
nuestra marca con sus amistades.

Para el lenguaje de Facebook compartir es anunciar. Entre en Facebook y se convertirá en un libre


anuncio andante y hablante de Blockbuster o Coca-Cola, ensalzando las virtudes de esas marcas a
sus amigos. Estamos viendo la cosificación de las relaciones humanas, la extracción de valor
capitalista de las amistades. Actualmente, por comparación con Facebook, los diarios, por ejemplo,
empiezan a parecer desesperadamente obsoletos como modelo de negocio. Un diario vende espacio
publicitario a las empresas intentando que éstas vendan sus productos a los lectores. Pero el sistema
es mucho menos refinado que el de Facebook por dos razones. La primera es porque los diarios
tienen que afrontar el fastidioso gasto de pagar a periodistas que proporcionen el contenido.
Facebook obtiene su contenido gratis. La segunda es que Facebook puede dirigir la publicidad con
mucha mayor precisión que un diario. Diga en Facebook que su película favorita es This Is Spinal Tap
y cuando se lance el tráiler de Spinal Tap pueden estar seguros de que les enviarán anuncios.

Es cierto que Facebook se ha metido en un lío con su programa publicitario Beacon. Se notificaba a
los usuarios que una de sus amistades había realizado una compra en una determinada tienda
online; 46.000 usuarios sintieron que este nivel de propaganda era intrusivo y firmaron una petición
llamada ¡Facebook, dejen de invadir mi privacidad! Zuckerberg se disculpó en su blog. Ha escrito que
ahora han cambiado el sistema de "opt out" por el de "opt in". Pero sospecho que esta pequeña
rebelión contra esta implacable cosificación se olvidará pronto. Al fin y al cabo, hubo una protesta
nacional del movimiento por las libertades civiles cuando se debatió la idea de una fuerza policial en
el Reino Unido a mediados del siglo XIX. Además, ¿acaso han leído realmente los usuarios de
Facebook su política de privacidad? Se les dice que no tienen mucha. Facebook pretende ser
libertad, pero ¿no se asemeja más realmente a un régimen virtual casi totalitario motivado
ideológicamente con una población que pronto sobrepasará a la del Reino Unido? Thiel y compañía
se han creado su propio país, un país de consumidores.

Ahora pueden ustedes, como Thiel y otros nuevos maestros del ciberuniverso, considerar este
experimento social tremendamente excitante. Aquí está, por fin, el estado de las luces anhelado
desde los puritanos del siglo xvii que zarparon hacia Norteamérica, un mundo en que todo el mundo
es libre de expresarse como le plazca, según lo que uno vea.

Las fronteras nacionales son cosa del pasado y todo el mundo brinca en un despreocupado espacio
virtual. La naturaleza ha sido conquistada por la infinita ingenuidad del ser humano. Sí, ustedes
pueden decidir confiar su dinero al genial inversor Thiel y, ciertamente, estar esperando
impacientemente la flotación pública del imparable Facebook. O también pueden decidir que no
quieren ser parte de este programa fuertemente financiado para crear una árida república global, en
que ustedes mismos y sus relaciones con sus amistades son convertidas en valores a la venta para
marcas gigantes globales. Pueden decidir que no quieren ser parte de esta subasta por el mundo.

Por mi parte, voy a desenchufar todo esto tanto tiempo como me sea posible y utilizaré mi tiempo, no
en conectarme a Facebook, sino en hacer algo útil, como leer libros. ¿Por qué querría perder mi
tiempo en Facebook cuando tengo todavía por leer el Endimión de Keats y cuando hay semillas que
plantar en mi jardín? No quiero retirarme de la naturaleza, quiero volver a ella. ¡Maldito aire
acondicionado! Y, si quiero conectar con la gente de mi alrededor, recuperaré una vieja pieza de
tecnología. Eso es libre, eso es fácil y proporciona una experiencia individual única de compartir
información: se le llama hablar.

Traducción:
Traducción: Daniel Escribano

http://encontrarte.aporrea.org/teoria/sociedad/104/a15815.html

“Perdimos, no pudimos hacer la revolucion. Pero tuvimos, tenemos,


tendremos razón de intentarlo.
Y ganaremos cada vez que un joven sepa que no todo se compra, ni
se vende y sienta ganas de querer cambiar el mundo”:

Envar El Kadri
DEBATE “A” LA IZQUIERDA

Los límites de la izquierda


El estalinismo,
estalinismo, que no sólo purgó criminalmente a la generación que hizo la revolución, sino que también
europeo--occidentales, quebró su independencia
arrebató la autonomía de los partidos comunistas europeo

Andrés de Francisco

Hay logros sociales, políticos y constitucionales que sin


duda se deben a la izquierda. El sufragio universal,
conquistado o concedido, fue un logro de la izquierda y
del movimiento obrero. Los derechos de huelga, reunión y
manifestación, los sistemas de protección y seguridad
social, los sistemas públicos de salud, los sistemas laicos
de enseñanza obligatoria y gratuita, el derecho laboral
favorable al factor trabajo. Todo este complejo sistema de
derechos sociales y políticos es sin duda un logro de las
fuerzas democráticas de la izquierda. Sin embargo, a la
vez puede decirse que la izquierda ha sido derrotada.

Primero, porque esos logros están en franco retroceso tras tres décadas de durísima y eficaz ofensiva
neoliberal, esto es, de desregulación, privatización y re-mercantilización de la vida social y económica que,
naturalmente, afecta a unos países más que a otros. Y, como se puede comprobar a diario, la salida al gran
crash del 98 y a la crisis sistémica subsiguiente se está saldando con un reajuste aun más duro en contra de las
clases trabajadoras y de los sectores más vulnerables de la sociedad. Quedan muy lejos las medidas del
laborista Clement Attlee quien, tras la II Guerra Mundial, nacionalizó el 20% de la economía británica, es decir,
sus sectores estratégicos, y la axiología que informa las políticas públicas contemporáneas parece haber
olvidado el célebre principio –freedom from want- que guiaba el informe Beveridge de 1942. Muy lejos de
aquella audacia está la voluntad política de los representantes de la izquierda institucional de hoy. Pero la
izquierda ha sido derrotada, en segundo lugar, como movimiento socialista, como ese conjunto de fuerzas
revolucionarias y/o reformistas dispuestas a superar, destruir o enterrar el capitalismo, en beneficio de un modo
de producción más eficiente y racional, y de un modelo social basado en la justicia y la igualdad. Como si del
negativo de esa utopía se tratara, lo que tenemos ante nuestros ojos es una globalización grancapitalista con
todo su espectáculo de miseria moral y material, de injusticia, corrupción y desenfreno, con todos sus
fetichismos de la riqueza y el lujo, con su ética individualista del consumo irresponsable, con su frívola
superficialidad posmoderna, etc.

Se trata de una derrota con profundas raíces históricas que a mi entender tiene tres episodios cruciales.
Primero, la reacción fascista que siguió al fracaso revolucionario de la socialdemocracia europea en los años 20
del siglo pasado y que tuvo por misión, en parte cumplida, la destrucción del movimiento obrero y su cultura
organizativa. Segundo, el estalinismo, que no sólo purgó criminalmente a la generación que hizo la revolución,
sino que también arrebató la autonomía de los partidos comunistas europeo-occidentales, quebró su
independencia intelectual, cercenó su creatividad y los empobreció moralmente. Tercero, el propio desarrollo
del capitalismo tardío trajo consigo un conjunto de transformaciones tanto en la estructura de clases –
diferenciando a las fuerzas del trabajo, eliminando la centralidad de la vieja clase obrera industrial y
terciarizando la economía- como en el plano cultural –con el giro posmoderno- y el político –con la aparición de
nuevos movimientos sociales con nuevas agendas políticas (igualdad de género, derechos de las minorías, o
protección del medioambiente). Con sus mejores hombres y mujeres purgados, destruidas sus gloriosas
tradiciones organizativas, descentrada su base social, faltos de autonomía y creatividad (tras refugiarse en la
Realpolitik estalinista y en las tristes simplificaciones de la guerra fría), y para colmo desconcertados con la
propia complejidad del capitalismo de la gran corporación…; con todos esos lastres a sus espaldas, la izquierda
europea, sin verdadera implantación social, con direcciones aburguesadas y retóricas pseudorrevolucionarias, a
la que el mismo Mayo del 68 pilló desprevenida, no estaba preparada para hacer frente a la tenaz ofensiva
contra la democracia y la ciudadanía desatada en el último tercio del siglo XX.

Contra la democracia y la ciudadanía, en efecto, porque esa ofensiva ha impuesto un perfil netamente
oligárquico en la estructura del poder social y porque, en esa misma medida, ha desfigurado por completo el
principio de soberanía popular. A mi entender, a ello han contribuido decisivamente al menos los siguientes
desarrollos:

1) La oligopolízación de los mercados, que supone una quiebra del principio (en alguna medida democrático) de
soberanía del consumidor. En un mercado de competencia no oligopólica, los consumidores fijan los precios
conformando una demanda agregada y en esa medida son soberanos. En los mercados oligopólicos, las
grandes corporaciones imponen los precios al consumidor limitando la competencia entre productores y
controlando la oferta. Un mercado muy importante para la cultura democrática es el de la información y la
comunicación. Pues bien, se trata de un mercado altamente concentrado. Jerry Mander, de hecho, estima que 7
grandes corporaciones1 se reparten el control del 70% de los media mundiales, lo que incluye televisión,
satélites, agencias de información, sistemas de cable, revistas, diarios, edición de libros, producción
cinematográfica e Internet. Esto significa que una exigua minoría tiene el enorme poder de influir en –y
manipular- los contenidos de conciencia y el pensamiento de miles de millones de habitantes del planeta. La
fuerte oligopolización del mercado mundial de la comunicación y el control de la oferta informativa suponen que
la sociedad civil carece en buena medida de una opinión pública propia, autónoma, plural y críticamente
formada, y que es llevada a pensar y saber lo que conviene a las élites del poder.2 La manipulación que sufrió
la opinión pública mundial en la última guerra de Irak no es más que un ejemplo. Es verdad que hay redes,
circuitos y grupos alternativos –en Internet y fuera de ella- que conforman espacios de comunicación resistentes
al proceso de homogeneización cultural vigente, pero su influencia real es muy limitada, si observamos, por
ejemplo, que el americano medio ve 30.000 anuncios publicitarios al año o que el japonés medio se sienta ante
el televisor 4 horas y media diarias.

2) La transnacionalización corporativa que, entre otras muchas cosas, permite la opacidad contable de las
operaciones entre empresas matrices y filiales, y supone la quiebra del principio democrático de la
accountability. Tanto fiscal como financieramente, las grandes corporaciones trasnacionales escapan al control
de los Estados y de cualesquiera organismos reguladores: la reciente crisis económica mundial es fuertemente
deudora de esa impunidad con la que los altos directivos de tantas grandes empresas camuflaron sus
malabarismos contables, especularon con productos financieros de altísimo riesgo y ocultaron su
irresponsabilidad –y sus robos- tras una falsa pantalla de sedicentes ingenierías de inversión creativa. La fuerte
financiarización de la economía global no ha hecho más que agravar estos de por sí ya graves problemas del
capitalismo tardío.

3) La colonización del Estado, lograda por medio de los numerosos puentes de ida y vuelta entre los consejos
de dirección de las grandes empresas o grupos financieros y los gobiernos, o lograda mediante amenazas de
desinversión o deslocalización de las multinacionales, o mediante presiones especulativas de mercados
fuertemente controlados por potentes grupos de inversión. A esa colonización del Estado contribuye en paralelo
el conjunto variable de mecanismos contramayoritarios de los sistemas representativos modernos, desde el
veto presidencial o el bicameralismo hasta los sistemas electorales no proporcionales o sesgados para excluir a
las minorías antisistema o más radicales, pasando por la marcada oligarquización de las estructuras de poder
en los partidos políticos. Todo ello hace que el gobierno del Estado sobre-represente los intereses del dinero y
la riqueza (los moneyed interests), mientras que los intereses de las mayorías trabajadoras y/o desempleadas –
base social de la democracia- quedan sub-representados, diferidos, marginados o silenciados.

4) El sometimiento de pueblos enteros a través del mecanismo de la (re)negociación asimétrica de la deuda


externa de los países. En todo el mundo, pero sobre todo en los países más pobres y endeudados, las
instituciones de la gobernanza neoliberal (FMI, Banco Mundial, etc.) han impuesto condiciones salvajes –
recortes sociales, privatizaciones, desinversiones- para la concesión de nuevos empréstitos, condiciones que
han empobrecido aún más a esos pueblos atándolos por el cuello a la soga de una deuda externa creciente que
sólo enriquece a los países y entidades acreedores. En el mundo griego antiguo, antes de las primeras
reformas democráticas de Solón, a uno se le podía esclavizar si no saldaba sus deudas. En el mundo
contemporáneo la deuda externa es la principal causa de que muchos países vean dramáticamente
condicionada su soberanía nacional.

5) Finalmente, la geopolítica (neo)imperialista, militarmente sostenida, de las grandes potencias para el control y
apropiación de las principales fuentes de energía y recursos –vegetales, hídricos, minerales o alimentarios- así
como las principales rutas comerciales desde los países productores (muchos subdesarrollados) hacia los
países ricos del hemisferio norte. El imperialismo no lo ha inventado el capitalismo, huelga decirlo. Antes bien,
es el modus operandi histórico de los Estados fuertes, al margen del régimen político: la democracia ateniense
fue imperialista, como lo fue la república romana, como lo han sido tantas y tantas tiranías. Sencillamente, las
potencias capitalistas –con EE.UU. a la cabeza- no se han quedado atrás, han continuado valiéndose de esa
vieja lógica del poder, y el resultado ha sido el mismo de siempre: el expolio y la desposesión de los legítimos
propietarios de esos recursos vitales, con la colaboración infame y servil de las oligarquías locales: otra batalla
más ganada a la soberanía nacional de numerosos países.

Este ataque multilateral a la democracia ha tenido por consecuencia que los grupos (o países o pueblos), más
pobres y vulnerables (y mayoritarios), masas ingentes de trabajadores o desempleados, tengan menos libertad,
menos libertad de la opresión y menos libertad de la privación. Son menos soberanos como miembros del
cuerpo cívico –del que muchos van quedando de facto excluidos- y viven más a merced de las decisiones de
minoritarios pero muy poderosos grupos de interés. Desapoderadas política y socialmente, las mayorías que
viven –o aspiran a vivir- de su trabajo quedan crecientemente expuestas a la amenaza terrible de la privación y
la escasez. Este proceso multilateral y multinivel de oligarquización tiene –conviene subrayarlo- una terrible
consecuencia: el paralelo deterioro de la cohesión social. En efecto, por la vía de la creciente concentración de
la riqueza los índices de desigualdad se disparan hasta dar en la polarización social. Las clases medias se
proletarizan, las clases obreras se empobrecen y precarizan, crecen las bolsas de marginación y exclusión,
aumenta el miedo, la inseguridad y la desconfianza interpersonal.3 El vínculo societario se debilita, se exacerba
el oportunismo y cunde el resentimiento de los más desfavorecidos hacia una sociedad que les da la espalda.
Al final, rotos los lazos de unión entre el bien público y el privado, ya nadie cree en la sociedad como un
proyecto compartido y cohesionado de cooperación social.

La libertad como eje irrenunciable de la izquierda

El diagnóstico anterior se asienta en una idea central: la libertad de los muchos es la gran víctima del proceso
de globalización grancapitalista desatado en estas últimas
décadas de ofensiva neoliberal. He insistido en esa idea porque,
aunque a menudo se olvide, y es penoso tener que recordarlo,
si el pensamiento de la izquierda ha tenido un eje central y
prioritario, éste ha sido el de la libertad. La izquierda, en efecto,
tanto en su gran matriz socialdemócrata clásica como en su
vertiente anarquista, no ha tenido otra utopía que la de una
sociedad emancipada, esto es, una sociedad de hombres y
mujeres libres, libres de la opresión y libres de la necesidad.
Sea dicho al paso que ambas formas de libertad negativa no
son independientes. Marx, por ejemplo, creía firmemente que la
libertad de la opresión sólo se alcanzaría una vez superadas las
servidumbres de la necesidad. Pensamiento, sin duda,
profundo, que tiene profundas raíces clásicas. Sea como fuere,
y dejando de lado ahora estas y otras sutilezas de la libertad, sí
quisiera llamar la atención sobre su importancia, sobre su
centralidad para la utopía de la izquierda. ¿Por qué es tan
prioritaria y urgente la libertad? ¿Por qué no puede la izquierda renunciar a ella? El más sabio de los locos
jamás imaginado dice de la libertad que “es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los
cielos; [que] con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre”.4
¿Tiene razón Cervantes? ¿Por qué? Tiene razón, a mi entender, porque la libertad es la condición de la vida
auténtica, esto es, de una vida basada en actividades y quehaceres queridos por ellos mismos. Dicho de otra
forma, la libertad es la condición de la autorrealización individual y del desarrollo personal. Una vida impuesta
por la voluntad ajena es una vida amputada y subalterna, expuesta siempre a la arbitrariedad del poder, una
vida –como bien sabía Montesquieu- marcada por el miedo y el silencio. A fuerza de temer, callar y consentir, el
hombre sin libertad aprende a renunciar a sí mismo, esto es, a hacer aquello que le permitiría realizar su
potencial creativo. El horizonte vital de las personas está lleno de posibilidades, pero la vida real se va tejiendo
a base de decisiones y de no-decisiones, de acciones y de no-acciones. La falta de libertad restringe y angosta
ese horizonte vital: acota las decisiones y acciones en ámbitos de dominación –son acciones y decisiones
forzadas- y desplaza al mundo imaginario de las no-decisiones y las no-acciones lo que el individuo haría por sí
mismo, de buena gana, voluntariamente. La falta de libertad nos obliga a renunciar a lo que nos haría felices o
apetecería y a hacer lo que a otros hace felices o apetece. Por eso, repito con nuestro hidalgo universal, la
libertad “es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”.

Que la izquierda ha olvidado su compromiso central con la libertad ha quedado testimoniado en muchas
ocasiones. Todavía causa rubor recordar las torpes justificaciones del estalinismo en nombre de no se sabe qué
baremos de igualdad o qué conjunto de necesidades básicas (como si la libertad no fuera la primera necesidad
básica…). La revolución cubana es admirable en muchos sentidos, sin duda: lo es por sus logros sociales, por
su diplomacia, por su solidaridad internacional, por su resistencia tenaz y a menudo heroica ante un largo
historial de intentos de desestabilización desde fuera. Pero sorprende que buena parte de la izquierda no se
atreva a criticar la falta de libertades del pueblo cubano (y se conforme con justificaciones contextualistas, que
no dan tanto de sí, por importante que sea el bloqueo norteamericano).5 Y en la misma línea, prefieren ignorar
la deriva cesarista de la revolución bolivariana en Venezuela6 o el peligro totalitario que encierran los “derechos
colectivos” que nutren parte de la nueva marea nacionalista. Un autor tan sofisticado como Gerald Cohen, uno
de los padres del llamado marxismo analítico y emblema de la izquierda académica contemporánea, no hace
mucho que situaba los valores de la comunidad y la igualdad en la base de la utopía socialista7 con el
ostensible olvido de la libertad. Sin duda, ellos son valores importantes, pero no conviene olvidar que buena
parte de los afanes de la izquierda moderna consistieron también en liberar a la sociedad del yugo comunitario
de la sociedad tradicional. O que el principio comunista de distribución pensado por Marx, “de cada cual según
su capacidad, a cada cual según su necesidad”, no es un principio igualitarista de distribución sino un criterio de
solidaridad basado en el altruismo incondicional y la reciprocidad generalizada. En cualquier caso, una
comunidad igualitaria sin libertades individuales parece más bien una contrautopía.

La consecuencia de este olvido de la libertad no es sólo la preocupante disociación entre libertad e igualdad
sino una suerte de distribución de valores entre izquierda y derecha, por la cual distribución la libertad sería el
principal valor de la derecha y la igualdad el de la izquierda. Así las cosas, no es de extrañar que gran parte de
la filosofía política contemporánea se haya entregado –y en buena medida extraviado- en un complicado debate
–en alguna medida estéril y bizantino- sobre la métrica de la igualdad, desde que Amartya Sen lanzara su
célebre pregunta “¿Igualdad de qué?”.8 Es curioso constatar que de toda la batería de métricas propuestas –los
recursos, las oportunidades, las capacidades, los funcionamientos- a nadie se le ocurriera proponer
directamente la que siempre ha estado en la agenda republicano-democrática radical de la izquierda histórica, a
saber, la libertad misma, y hacer de la igual libertad (la aequa libertas) el ideal a analizar.

Sea como fuere, la igual libertad –como decía antes- ha sido el eje central del proyecto emancipatorio de la
izquierda histórica. Obviamente, no cualquier libertad, sino esencialmente la igual libertad de la opresión y la
necesidad. La sociedad emancipada sería así una comunidad política (es decir, una sociedad de ciudadanos
activos) en la que no hay dominadores ni dominados, sino sólo hombres y mujeres igualmente libres, con las
condiciones políticamente garantizadas para desarrollar una vida digna y realizarse a sí mismos. La igual
libertad de la opresión y la necesidad no exige que seamos iguales en muchos otros aspectos. No exige la
igualdad de recursos, ni tampoco la igualdad de capacidades o funcionamientos. Pretender semejante igualdad
sería un ejercicio absurdo y condenado al fracaso. Lo que exige la igual libertad de la opresión/necesidad son
niveles de suficiencia material, garantías constitucionales y, como veremos, también límites institucionales;
exige que todos tengamos un nivel suficiente de recursos, bienes e ingresos, un nivel suficiente de garantías
frente a la enfermedad, frente a los golpes del azar y la fortuna, frente a la intromisión, la extorsión o la
discriminación, etc., y que todos respetemos ciertos límites social-republicanos al uso de determinados bienes
primarios. Que todo ello supone atacar la desigualdad, ocioso es decirlo; por ejemplo, exige la igualdad de
oportunidades o la igualdad jurídica.9 Pero sobre todo supone atacar la extrema desigualdad material, esto es,
la polarización social, por la cual amplias masas de la población mundial se ven condenadas a la exclusión de
todos esos recursos, oportunidades y garantías mínimos, y forzadas por ello a llevar una vida miserable y
sometida. Todas las propuestas interesantes que se han venido proponiendo en los últimos años (tasa Tobin,
incremento fiscal de un 2% a la décima parte más rica del planeta, la renta básica de ciudadanía, la
condonación de la deuda externa de los países más pobres) son medidas encaminadas a reducir o erradicar la
extrema polarización del capitalismo contemporáneo, pero no tienen por objeto la igualdad como tal en ninguna
de sus métricas convencionales.

Libertad y capitalismo

Armada con este principio normativo de la igual libertad de la opresión/necesidad, la izquierda, tanto la
socialista de raíz republicano-democrática como la anarquista, ha sido y no puede dejar de ser una izquierda
anticapitalista. Porque para esta izquierda, el capitalismo es un sistema de dominación social, es decir, un
sistema donde una parte importante de la población –las clases subalternas- tiene seriamente cercenada su
libertad, está sujeta a dominación, y vive –esto es- alienada. Y porque para esta izquierda el mercado capitalista
es un sistema asimétrico de intercambio desigual entre grupos, pueblos y países, a resultas del cual los más
vulnerables van quedando privados de sus medios de vida y desapoderados. La alienación es lo contrario de la
libertad. Estar alienado, en efecto, significa ser alieni iuris, estar bajo la jurisdicción de otro, sometido a su
voluntad. Para la izquierda la alienación está en el centro de la realidad cotidiana del capitalismo así como la
desalienación o la emancipación humana está en el centro de su utopía. A mi entender, la izquierda del futuro
tiene que ser en esto perfectamente radical y afirmar su identidad anticapitalista. Luego diré en qué precisos
sentidos.

Ahora bien, el capitalismo es resistente y combatirlo o hacerle frente implica reconocer muchas cosas, pero
entre ellas las tres siguientes sobre las que no
suele ya insistirse demasiado.

Primera: el capitalismo genera la ilusión de la


libertad, esto es, la falsa conciencia por la cual
la dominación real –no reconocida en muchos
casos- es voluntaria y libremente aceptada por
los que la padecen. El contrato de trabajo es un
contrato formalmente libre, nadie me obliga a
aceptarlo, no hago más que alquilar libremente
mi fuerza de trabajo, que es mía. Y sin
embargo, la empresa capitalista es un espacio
de dominación donde el trabajador está
sometido a la ajena jurisdicción, pese a, y a
través de, la libertad formal del contrato. Se
trata de una ilusión muy poderosa que no sólo
oculta la coacción estructural que padecen en
general las clases asalariadas, unas más que
otras, sino que se integra en otras propiedades
del sistema capitalista como su alta
complejidad, su desarrollada división del trabajo
y sobre todo en la competencia generalizada, y
es reforzada por ellas. Cuando uno compite en
un sistema complejo, diferenciado y abierto,
simplemente para ganarse la vida o prosperar,
tenderá a pensar que sus logros y sus fracasos
se los debe exclusivamente a su propio mérito y a su esfuerzo personal. Y comoquiera que eso del esfuerzo y
el mérito son hechos reales, que efectivamente cuentan y retribuyen, el individuo tenderá a creerse
íntegramente responsable de su destino social, plenamente dueño de sus propias decisiones y, por
responsable, libre.

Segunda: el hecho de la competencia universal unido a la mencionada ilusión de la libertad genera una nueva
ilusión, la del individualismo idiótico o apolítico, esto es, la ilusión según la cual los problemas de los individuos
tienen una solución puramente individual, no colectiva. Este individualismo hay que entenderlo dinámica o
dialécticamente en el siguiente sentido: crece y decrece según crezca o decrezca la capacidad de
autoorganización política de las propias fuerzas anticapitalistas. Así, por ejemplo, la atomización social de la
sociedad-masa del capitalismo globalizado contemporáneo ha facilitado enormemente la ofensiva neoliberal de
las últimas tres décadas que, a su vez, ha dado un giro de tuerca a esa misma atomización. Sin organización no
hay resistencia colectiva, sin resistencia las élites en el poder imponen su criterio. En décadas pasadas solía
hablarse del “sujeto revolucionario” y hubo grandes debates sobre si la clase obrera había dejado de serlo y
sobre si había otro sujeto en la recámara para sustituirlo. A mi entender, nunca hubo un sujeto revolucionario, al
menos si por tal entendemos un ente colectivo hecho y acabado, que camina cual gigante pisoteando las
contradicciones del sistema y dispuesto a sacarse de su enorme chistera la nueva y feliz sociedad. No hace
falta haber leído a F. Engels o a E.P. Thompson para saber que ese “sujeto” siempre fue un movimiento frágil y
fluido, que hubo de formarse y construirse políticamente y que siempre fue vulnerable a sus propias tensiones
internas y a todo tipo de estrategias externas de división. Y, desde luego, justo es decir en honor a la verdad
que fue un gran mérito de sus dirigentes y bases que el movimiento obrero del XIX alcanzara tal punto de
autoorganización y autoconciencia política que llegara a plantar cara al poder social y político de la burguesía
del XIX y aun del siglo XX. Pero, insisto, ese “sujeto” no existe sino que está siempre por construir. Ahora, más
lábil y evanescente que nunca, también. Sin olvidar –conviene subrayarlo- que el individualismo idiótico y la
ilusión de la libertad son dos de los principales obstáculos en el camino de esa tarea de arquitectura política y
de reorganización de las fuerzas de la izquierda. Pero hay más.

Tercera: no todo es alineación y dominación en el capitalismo, lo cual, por más que salte a la vista, tampoco
suele reconocerlo el pensamiento de la izquierda. Pero lo cierto es que el capitalismo genera muchos espacios
de libertad real. Ese mismo trabajador precario y servil en su puesto de trabajo se siente libre en otras muchas
facetas de su vida: elige, compra, decide, vota, opina, piensa, lee, habla, discute, sale, entra, va y viene…
Tendrá miedo a quedarse sin trabajo, a no llegar a fin de mes; habrá muchas cosas que no podrá hacer, porque
carecerá de los recursos necesarios... Todo eso es cierto y es grave, pero ese mismo trabajador precario no
tiene miedo a que lo encarcelen sin ton ni son, a manifestar su opinión política, a movilizarse, a la policía
secreta, al chivatazo de sus vecinos, a cambiar de fe, etc. En definitiva, hay muchos espacios no imaginarios
sino reales de libertad negativa en el capitalismo, de cosas que uno puede hacer sin impedimento externo, sin
miedo a ser reprimido.

Y es que las sociedades capitalistas no son sólo capitalistas. Son también sociedades plurales, abiertas,
diferenciadas: en definitiva, modernas. Y aunque el capitalismo –como régimen de propiedad y dominación- es
compatible con sistemas cerrados y dictatoriales, lo es aún más con sistemas representativos y parlamentarios
con garantías jurídico-constitucionales a los derechos de libertad individual. Con ello no hago más que constatar
la evidencia histórica, a saber que modernidad y capitalismo han ido de la mano y se han alimentado
mutuamente.

El eje de la modernidad

Llegados a este punto, quisiera preguntar lo siguiente. Si la izquierda es anticapitalista ¿acaso ha de ser
también antimoderna y renunciar al proyecto emancipatorio que la modernidad sin duda encierra? Si, por el
contrario, la izquierda sigue apostando por la modernidad, ¿debe encontrar algún acomodo con el capitalismo?

La modernidad es una realidad histórica pero también es un proyecto político-social basado en la libertad.
Supone la emancipación, para empezar, de la ignorancia –recordemos el sapere aude de Kant, el gran filósofo
de la modernidad: ¡“atrévete a saber”!-, y abre de par en par las puertas del conocimiento: ya no hay castas
sacerdotales “letratenientes” ni biblias en latín que nadie entiende. La modernidad promete también la
emancipación del yugo comunitario, del estrecho cerco de sus necesidades básicas, de la tiranía del nacimiento
y la sangre, de la jerarquía social heredada y la limitación corporativa, de la estrechez aldeana de miras y de las
ataduras de la tradición. Rotas todas esas cadenas, queda el individuo casi desnudo e ilimitado, solo ante sí,
ante un horizonte de posibilidades de autodespliegue y autocreación, de autodesarrollo y autorrealización.
Queda el individuo moderno, con su alma fáustica, dispuesto a experimentarlo todo, a conocerlo todo, a
apropiárselo todo, a traspasar barreras sociales y ascender hasta lo más alto, a transformar indefinidamente el
mundo –a desarrollarlo- para plegarlo a sus crecientes, ilimitadas, siempre nuevas, necesidades.10 ¿Está
dispuesta la izquierda a retroceder en ese camino, a volver a encadenar la libertad individual, a cercenar las
posibilidades de autodespliegue del individuo? ¿O sigue asumiendo la izquierda el proyecto emancipatorio
moderno, sin reparos, pese a sus contradicciones? ¿Debe la izquierda encontrar límites y ponerle bridas a la
modernidad?

Yo creo que sí, que la izquierda debe ser crítica con la modernidad y encontrarle esos límites, pues de lo
contrario la modernidad misma se autodestruye. Como ya dramatizó Goethe, hay en ese afán del hombre
moderno por experimentar el mundo y desarrollarlo a su antojo un elemento diabólico. El desarrollismo
moderno, en efecto, desata fuerzas que pronto escapan al control humano y en su impulso creativo arrasan con
lo que encuentran a su paso. No sólo destruyen así, sin piedad, la inocencia de un mundo ya perdido que sólo
aspiraba a su reproducción simple sino que pierden de vista la escala humana de la misma dinámica social y
acaban por crear mundos artificiales, feos y disfuncionales, en los que no se puede vivir, pero que les son
impuestos a poblaciones enteras inmoladas en el altar de los pingües beneficios de las grandes corporaciones
y/o de los delirios de grandeza de gobernantes estúpidos y venales.

Mas, ¿cuáles han de ser esos límites? ¿Cómo y dónde echar el


freno?

A mi entender, sin renunciar al proyecto emancipatorio de la


modernidad, la izquierda ha de buscar dos tipos de límites:
límites cívicos al individualismo y límites ecológicos al
desarrollismo. Va de suyo que limitar algo no significa
destruirlo. Antes al contrario, a veces la mejor manera de
conservar algo es impedir, limitando sus manifestaciones, que
crezca hasta volverse autodestructivo. El individualismo
moderno tiene dimensiones maravillosas a las que no podemos
renunciar. Tampoco sería razonable renunciar a lo que es
constitutivo de la naturaleza humana, su creatividad
transformadora y constructiva de mundos artificiales. El
problema central de la modernidad es el desenfreno, esto es, la
falta de límite del individualismo desarrollista. Así, pues,
empezando por el primer tipo de límites, tarea de la izquierda
es recuperar cosas que la modernidad parece haber olvidado, a
saber: la obligación social frente al oportunismo individualista,
el deber cívico frente a la desafección y el cinismo, la virtud
frente a la idioteia y el narcisismo, en fin, el compromiso y la
responsabilidad frente al nihilismo subyacente a la propia
modernidad. En resumidas cuentas, la izquierda debería
combatir el desenfrenado individualismo reinante, con todos
sus fantasmas, y reclamar la presencia del ciudadano y su
mirada política, la que apunta al bien público y no sólo al
interés privado, la que deriva en acción política visible y democrática y desconfía de las manos invisibles y los
mecanismos espontáneos de coordinación social tan caros al liberalismo económico, la que es capaz de
controlar al poder político participando en la cosa pública en lugar de replegarse en una privacidad silenciosa y
conformista. La cuestión es cómo: ¿cómo devolver el protagonismo al ciudadano y ponerlo en el centro de la
vida pública, máxime cuando el capitalismo, de la mano de la competencia y sus libertades negativas, genera la
ilusión –y la patología- del individualismo idiótico?

Además, ¿de qué ciudadano debemos hablar en el siglo XXI? Ciudadano viene de ciudad y, aunque no se
advierte demasiado, es lo cierto que la globalización está suponiendo la remunicipalización del planeta. Mas la
nueva centralidad de las ciudades no es la de la antigüedad mediterránea, ni la de Medievo, en las que resurge
y se transforma el viejo ideal republicano de ciudadanía forjado por Grecia y Roma. Es más bien un escenario
de gigantismo municipal, de megaciudades-región a una escala desconocida en el registro histórico. ¿Qué
piensa la izquierda de este proceso de hiperconcentración urbana? ¿Tiene la izquierda un modelo de
megaciudades-región para el siglo XXI? ¿Cuál es su modelo de desarrollo urbano? ¿Está más cerca del de un
Robert Moses en Nueva York o de su gran oponente, la Jane Jacobs que defendía la barriada con todo su
caudal de capital social? ¿Está por el hormigón o por la calle de nuestra infancia y la tienda de la esquina?
¿Apuesta por la velocidad de la vía rápida o por la comunidad y la cercanía del vecino? ¿Cómo devolver la
escala humana al desarrollismo heredado? Por otro lado, hoy más que nunca el mundo es un sistema
complejísimo de interdependencias globales, hasta tal punto que ya no se puede hablar de espacios públicos
locales. Al contrario, muchos de los problemas locales son en realidad derivaciones de un espacio público
planetario y por lo tanto sólo admiten soluciones globales. Esta aldea global parece reclamar más que nunca
ciudadanos del mundo capaces de hacer suyos problemas de toda la humanidad. Éste es, sin duda, otro de los
grandes retos de la izquierda: vertebrar una ciudadanía planetaria, cosmopolita, construir una sociedad civil
transnacional capaz de hacer frente al proceso creciente de concentración oligopólica del poder económico a
escala mundial y de armar la necesaria contra-hegemonía en el seno de la opinión pública global. Tarea sin
duda de dimensiones titánicas.

Ahora bien, ese ciudadano de nuevo cuño, si ha de cobrar el debido protagonismo, no sólo debe cuidarse de la
ciudad, esto es, del espacio público-político, por amplio que sea. En realidad, y vamos al segundo tipo de
límites –los ecológicos-, la ciudad y la política tienen su alteridad. A eso que está más allá (o más acá) de la
política los griegos lo llamaban physis. Las leyes de la ciudad constituían el nomos frente a las leyes de la
naturaleza que constituían la physis. Esta dicotomía sigue vigente, por supuesto, y conviene decir que la
naturaleza no sólo es el suelo sobre el que el hombre ha construido su mundo social. Al hacerlo, además, el
hombre no ha dejado de transformar la naturaleza para adaptarla a sus necesidades. A decir verdad, no pudo
ser de otra forma: la ciencia y la técnica son los colmillos y las garras con las que hemos aprendido a sobrevivir
como especie. Pero de la misma manera que el mal ciudadano –el idiotés- explota y corrompe a su ciudad, se
beneficia de forma oportunista del sacrificio de otros, también el homo faber ha llegado a sacrificar el esfuerzo
de millones de años de dura selección natural a proyectos miopes de desarrollo repletos de efectos perversos a
menudo irreversibles. La racionalidad instrumental sin la cual el hombre no se entiende a sí mismo se ha vuelto
contra el propio hombre y ha levantado una devastadora lógica de la dominación que amenaza la viabilidad
misma de la especie.

No cabe duda: hoy ya no podemos seguir viendo la naturaleza sólo con los ojos fríos y desencantados –
modernos- de la ciencia y la técnica. Me atrevería a decir –y ello es urgente- que hay que volver a ungir a la
naturaleza de misterio, de magia, de religiosidad. Y descubrir un nuevo modo –si se quiere, poético- de mirarla y
relacionarse con ella. La biología evolucionaria puede explicar la precisa funcionalidad de un órgano, pero no la
belleza del organismo. El árbol produce oxígeno, pero esa utilidad –vital para el hombre- no es la única
justificación del árbol: además, es bello. Tal vez mirando a la naturaleza poéticamente –más allá de su utilidad y
su función- seamos capaces de cultivar una verdadera conciencia ecológica. Como bien entendió Kant, el juicio
estético es un juicio desinteresado; dicho de otra forma: cuando contemplamos la belleza en lo último que
pensamos es en aprovecharnos de ella. Al contrario, la queremos por ella misma y deseamos que se quede
intacta, tal como está, eternamente, pues cualquier intromisión o modificación la destruiría. Pese a las críticas
de Nietzsche, tan influyentes, creo que Kant estaba en lo cierto al desligar el gusto por lo bello del interés de la
voluntad.11 Y desde luego, mirando a la naturaleza no sólo como el resultado ciego y acumulativo del azar y la
necesidad o como materia y energía susceptibles de ser utilizadas en nuestro beneficio, sino además como
obra de arte, le devolveremos el “aura” que la ciencia y la técnica le han arrebatado, captaremos su absoluta
singularidad y –como querría Benjamin- la contemplaremos como la “manifestación irrepetible de una
lejanía”.12 Sólo así, siempre a la distancia estética, podríamos hacerla objeto de culto, y estaríamos en mejor
situación de preservarla. Sea como fuere, con una estética subyacente o sin ella, parece claro que si la
globalización pide ciudadanos del mundo y una cultura cosmopolita, ese concepto de mundo habrá de incluir al
mundo natural, a la physis. La reconciliación no sólo debe ser la del hombre con su (cosmo) polis. Ha de ser
más profunda: ha de ser también la del ciudadano con la tierra.

Cabe preguntarse, sin embargo, si el capitalismo es compatible con una estética contemplativa y con una
verdadera conciencia ecológica. W. Sombart, en un texto memorable, expresaba elocuentemente sus dudas
sobre la primera pregunta:

“la vida en un ambiente capitalista acostumbra al espíritu… a aquilatar también el valor de las cosas que se
sitúan fuera de la esfera económica; esto quiere decir, a valorar las cosas y las personas midiéndolas con su
valor pecuniario…De esta manera, respecto a las cosas se pierde el sentido de lo que sencillamente es bello
sin más, de aquello que es solamente la perfección de la forma, es decir, el sentido artístico propiamente dicho,
que ni se puede cuantificar ni pesar ni medir”.13

Así, sigue argumentando Sombart, el valor se convierte en precio, que es medible, la grandeza (greatness) se
confunde con lo grande (bigness) y el éxito se ve reducido a riqueza contante y sonante: “Tener éxito –sigue
diciendo- significa siempre adelantarse a otros, ser más, rendir más, tener más que otros, “ser más grande”. Por
su naturaleza se valora más el éxito de aquel tipo que se puede expresar en números: es decir, la riqueza”.14
Esta filosofía cuantitativista no hace sino meterle presión competitiva al individuo, sacándolo de sí, e impide que
rija su vida por el ideal de “la armonía de una personalidad centrada en sí misma”; bien al contrario, lo empuja a
una vida de incesante autosuperación alimentada por una ambición “sin límite”.15 El espíritu del capitalismo no
parece, pues, muy amigo de la contemplación estética; como diría Brecht, el hombre del capitalismo mira a la
naturaleza con impaciencia.16

Pero hay más palos capitalistas –o modernistas- puestos en la rueda de la conciencia ecológica. En especial
uno que tiene que ver ya no con las leyes de la economía sino con las de la energía. En efecto, la economía
capitalista es un sistema termodinámico abierto basado en la masiva utilización de recursos no renovables y la
no menos masiva emisión de residuos no reabsorbidos, sin cálculo alguno del llamado “coste físico de
reposición”.17 Como tal sistema termodinámico, está sometido a la ley de la entropía y es temporalmente
insostenible. Cualquier proyecto serio de reformas encaminadas a recuperar la sostenibilidad económica de
nuestras sociedades industriales implicaría un cambio radical en el modo de vida occidental, basado en el
confort y el consumismo, a su vez, basados en un acceso muy desigual a recursos limitados muy
desigualmente apropiados y repartidos. Una reorientación ecológica de la economía moderna que tenga en
cuenta su dimensión física y termodinámica –en la tradición “bioeconómica” iniciada por el gran Georgescu-
Roegen18- es tan necesaria como seguramente irrealizable pues supone la renuncia a las señas de identidad
mismas de la civilización industrial capitalista. Y tal vez no estemos dispuestos a semejante sacrifico o no
sepamos cómo ejecutarlo. Pese a la sobrecogedora ironía con que lo dice, tal vez tenga razón el propio
Roegen:

“Quizá el destino del hombre sea tener una vida corta pero ardiente, excitante y extravagante en vez de una
existencia larga, sosa y vegetativa. Dejemos que otras especies –las amebas, por ejemplo, que no tienen
ambiciones espirituales- hereden una tierra todavía bañada por un sol abundante.”19

Límites social-republicanos a la propiedad

Si analizamos pues críticamente el capitalismo como


modelo de desarrollo, con mirada estética o sin ella, se
deduce la necesidad de una política de límites
bioeconómicos al crecimiento. Es una cuestión de pura
racionalidad estratégica global. Ahora bien, el
capitalismo no es sólo un modelo de desarrollo; es
también, ya lo sabemos, un modelo de dominación
social que arraiga en la estructura de la propiedad, en
sus esquemas de distribución asimétrica, en sus
sistemas mercantilizados de intercambio y asignación, y
en sus pautas de acumulación. Entre otras “grandes
transformaciones”, lo que el capitalismo ha hecho a lo
largo de su joven historia moderna y contemporánea ha
sido mercantilizar –esto es, convertir en mercancía-
determinados bienes primarios que –al menos desde
una perspectiva republicana- son esenciales para
construir una identidad cívica, para dotar –esto es- a la
condición de ciudadanía de un contenido material
sustantivo. Son bienes cívico-constituyentes. Así ocurre,
principalmente, con la vivienda, con el trabajo y con el
capital mismo. En el capitalismo estos bienes han sido
entregados al mercado y su uso apenas conoce límites
a su enajenabilidad o a su acumulabilidad. Pues bien,
una política anticapitalista de izquierdas, a mi juicio, debe buscar el modo de imponer justamente esos límites
social-republicanos al uso de aquellos bienes, y desmercantilizarlos en la medida de lo razonablemente
posible.20

La vivienda –el oikos- es un bien fundamental para la vida humana. Es el lugar de residencia, espacio de
intimidad individual y familiar pero a la vez centro de gravedad de una geografía comunitaria donde el individuo
construye sus vínculos vecinales más cercanos. En esa geografía está el barrio, el distrito, la circunscripción, y
allí está la escuela, la asociación de vecinos, el mercado –el ágora-, la calle, la iglesia, el centro de salud, la
agrupación del partido, etc. En esa geografía votamos, compramos, paseamos, charlamos, comentamos. La
vivienda es la célula de ese pequeño pero complejo organismo social, y ha de quedar fijada, esto es, protegida
de la esfera de la circulación comercial. La propiedad inmobiliaria consigue ese fin, dota de seguridad al
individuo y hace a cada ciudadano un “demandante residual” de la riqueza comunitaria. Para el republicanismo,
la vivienda tiene un significado cívico-político: significa un espacio físico seguro en la comunidad, no una
mercancía cuyo valor está definido en un mercado impersonal. Así, todos los programas orientados a restringir
la acumulabilidad y la capitalización de la vivienda tiene un fundamento social-republicano: alquileres de renta
limitada, propiedad inmobiliaria con limitaciones sobre las plusvalías, limitación de los derechos de los
acreedores sobre la vivienda del deudor (si es primera residencia), incremento de la presión fiscal sobre
segundas viviendas vacías y cerradas. Etc. Desde un punto de vista social-republicano, la vivienda es un bien
primario, que ha de ser universalizable como bien seguro y protegido de las disolventes leyes del mercado
inmobiliario, que dejan sin techo a los grupos económicamente más vulnerables e incrementan artificialmente
los costes hipotecarios, en beneficio de unos pocos, de la población en su conjunto. El que cada ciudadano
posea un lugar seguro de residencia no puede depender sólo de un incierto y caprichoso mercado, o de los
inciertos ingresos salariales de los ciudadanos, sino que tiene que implicar una activa política social-republicana
de la vivienda.

Lo mismo ocurre con otros derechos de propiedad cruciales, cuales son los derechos de propiedad sobre el
capital o sobre el trabajo. En efecto, hay formatos de empresa que congenian bien con los parámetros
desmercantilizadores republicanos aquí propuestos. En concreto, la empresa cooperativa –ya se organice
según el modelo yugoslavo o según el más flexible modelo Mondragón- impone restricciones decisivas a la
acumulación y a la transferencia de activos o acciones por parte del miembro o socio, y también impone
restricciones sobre el control y la distribución de beneficios residuales. Por lo común, el miembro de una
cooperativa de producción ha de revender sus acciones a la empresa o dar a la empresa opciones de compra o
derechos de veto o aprobación respecto de la transferencia de esas acciones. A su vez, los miembros y sólo los
miembros son los demandantes residuales de las ganancias de la empresa, y nunca tienen una libertad
irrestricta para enajenar sus derechos de pertenencia. A cambio de esas restricciones, el trabajador está
protegido de la explotación y dominación capitalista, y de las incertidumbres e inseguridades de un mercado de
trabajo que puede llegar a ser cruel.

El trabajo asalariado mismo también puede entenderse desde esta filosofía social-republicana y considerarlo un
bien fundamental del trabajador que debe estar protegido de la lógica disolvente del mercado. De hecho, toda la
normativa sobre rescisión de contratos por “causa justificada” tiene su fundamento en esa filosofía. El
empresario no tiene una libertad irrestricta para despedir al trabajador a su antojo. Los costes asociados al
despido también son mecanismos social-republicanos de protección del trabajo como un bien con
características cercanas a la propiedad. Lo mismo ocurre con la representación de los trabajadores y la
posesión de derechos de voto en el comité de dirección de la empresa, cuando se da el caso. Entre la
mercantilización plena de la relación salarial y su constitucionalización en sentido social-republicano como un
derecho de propiedad sobre el trabajo hay un continuum cuya solución de continuidad está siempre
políticamente determinada según la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo, según el ciclo
económico, según las políticas públicas de empleo, según el nivel de servicios asistenciales, etc. Es algo que
estamos viviendo a diario.

La paradoja del argumento aquí defendido

Empezamos subrayando la centralidad para la izquierda del ideal de la libertad, y nos revolvimos contra su
olvido. Sin embargo, según avanzaba el argumento, no hacíamos otra cosa que reclamar límites y más límites.
La paradoja es que esos límites, en última instancia, son límites a la libertad individual, a la libertad de uso de
determinados bienes, impidiendo por ejemplo venderlos o acumularlos o permitiéndolo bajo determinadas
condiciones; límites al crecimiento, que sin duda supondrían innumerables cortapisas a la libertad de acción y
elección. La restricción de la libertad individual en nombre de la propia libertad es una de las paradojas
centrales de la teoría política republicana y toca cuestiones complejas como las de la naturaleza de la ley, la
legitimidad democrática o el principio de soberanía. En este texto no hay ya lugar para desarrollar estos temas.
Pero sí diré que la única salida posible a esta paradoja de la aequa libertas está en el punto de equilibrio en el
que una comunidad política decide democráticamente poner límites a su propia capacidad de limitar las
libertades individuales. Ese punto de equilibrio es inestable, sí, pero la aproximación a él ha de ser uno de los
desiderata fundamentales de toda comunidad democrática que se tome realmente en serio la igual libertad de
todos. El ideal regulativo que ha de guiar la búsqueda de ese equilibrio no puede ser otro que el de la justicia
social: la justicia guiará el ejercicio de la soberanía democrática, dará legitimidad al proceso legislativo y hará
que la ley sea expresión de lo universal. Los clásicos hicieron de la justicia una de las cuatro virtudes
cardinales; y Rawls la convierte en la primera virtud de la sociedad bien ordenada. El problema es que la justicia
no está dada, sino que hay que construirla teóricamente, y hay tantos modelos de justicia como teorías de la
justicia. Pues bien, la izquierda debe entrar en ese debate y optar. Una pista: una de las teorías de la justicia
más potentes y avanzadas jamás propuesta –la de John Rawls- da primacía a las libertades básicas, no cuenta
los derechos de propiedad de los medios de producción entre dichas libertades básicas, y –un detalle no
menor- es neta, manifiesta y radicalmente anticapitalista.

NOTAS

♣ Agradezco a A. Greppi, J. Álvarez, F. Aguiar, J. Sola, I. Campillo, C. Fdez. Liria y J. A. Noguera, sus
estimulantes comentarios a una versión previa de este artículo. Huelga decir que sólo yo soy responsable de los
desaciertos que resten.

* A. de Francisco es profesor en la UCM.

1 Jerry Mander es el Director del International Forum on Globalization. Las 7 grandes son: Walt Disney
Company, News Corporation, Time Warner, Sony, Bertelsmann, Viacom y General Electric.

2 Es verdad que hay un grado notable de pluralismo informativo aun en los medios convencionales de
comunicación de masas, pero la distribución de contenidos responde a una curva normal en la que los
programas de máxima audiencia y gran parte de la basura televisiva más el grueso de la publicidad se agrupan
en torno a la moda, mientras que los programas más críticos, reflexivos, culturales o “alternativos” se dispersan
en los minoritarios márgenes de la curva. Harvard tenía a su “izquierdista”, John Rawls, como el MIT tiene al
suyo, Noam Chomsky, todavía más radical. Pero todos sabemos la extraordinaria función objetiva que cumplen
Harvard y el MIT como instituciones en la reproducción del capitalismo norteamericano, nutriendo a sus élites
dirigentes y reproduciendo valores concretos, como los de logro, competitividad e individualismo.

3 Cfr. R. Wilkinson y k. Pickett (2009), Desigualdad, Un análisis de la (in)felicidad colectiva, Madrid: Turner.

4 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, cap. lviii.

5 Además de los hechos denunciados, por ejemplo, en el informe 2009 de Human Rights Watch, creo que la
izquierda debería evaluar crítica y desprejuiciadamente si –y hasta qué punto- la institución del partido único (el
PCC) supraordina y pervierte las estructuras asamblearias –parcialmente asimilables al modelo de la Comuna
de París- del poder político en Cuba. Es una cuestión, a mi entender, decisiva.

6 Es cierto que un proceso de cambio social profundo, como el emprendido en Venezuela desde 1999, exige un
fuerte liderazgo, incluso carismático. El problema de semejante liderazgo, empero, no es el líder en sí, sino el
“séquito” que lo acompaña y que aspira a heredar su poder en lo que Max Weber denominó la rutinización del
carisma, la cual suele desembocar en un tipo de dominación –la burocrática- tan celosa de sí misma que
perseguirá su autoperpetuación aun a costa de traicionar los logros revolucionarios y de enterrar sus ilusiones.

7 Cfr. G.A. Cohen, “Vuelta a los principios socialistas”, en R. Gargarella y Félix Ovejero, comps. (2001),
Razones para el socialismo, Barcelona: Paidós, pp. 153-170.

8 A. Sen (1980), “Equality of What?” The Tanner Lectures on Human Values , Vol. 1, Cambridge, Mass.:
Cambridge University Press.

9 Sin que ello impida acciones afirmativas o la asignación de derechos especiales a determinadas minorías o a
determinados grupos de vulnerabilidad.
10 Cfr. M. Berman (1982), All that is Solid Melts into Air , Londres: Penguin.

11 Cfr. F. Nietzsche (1983), La genealogía de la moral, III, 6, Madrid: Alianza, pp. 120-123.

12 Cfr. W. Benjamín (1936), “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, epígrafe 3, en
Discursos Interrumpidos, I, Buenos Aires: Taurus, 1989.

13 W. Sombart (2009), ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos?, Madrid. Capitan Swing Libros., pp.
42-43.

14 Op. cit., pp.44-45.

15 Op. cit., pp.46.

16 Véase el poema “A los hombres del futuro” del libro Historias de almanaque (1939).

17 Al respecto, vid. J. M. Naredo (2007), Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Madrid: Siglo XXI,
cap. 4.

18 Véase, Nicholas Georgescu-Roegen (1996), La ley de la entropía y el proceso económico, Madrid:


Argentaria-Visor.

19 N. Georgescu-Roegen (1976), "Energy and Economic Myths," Energy and Economic Myths, New York:
Permagon Press, 3-36, pág. 35 (cit. por John Gowdy y Susan Mesneror, “ The Evolution of Georgescu-Roegen's
Bioeconomics”, Review of Social Economy, vol. LVI, No. 2, Summer 1998.

20 Cfr. W.H. Simon, “Social-Republican property”, UCLA Law Review , 1991, 38: 1335-1413. La fórmula del
texto “en la medida de los razonablemente posible” encierra dificultades evidentes y deja la cuestión abierta. En
efecto, ni todo lo razonable (o deseable) es posible ni todo lo posible tiene por qué ser razonable o deseable. A
la vez, la cuestión queda abierta porque el equilibrio entre lo deseable y lo razonable es un equilibrio en última
instancia político en el que se dirimen no sólo cuestiones de factibilidad sino de eficiencia y también de justicia.

www.kaosenlared.net/noticia/los-limites-de-la-izquierda
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