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Una
de las tareas
más difíciles para los
padres es ponerles límites a
nuestros hijos. Aunque estamos
de acuerdo en la importancia
de esta tarea, solemos alternar
entre ser demasiado estrictos o
excesivamente permisivos. Les
presentamos aquí algunas
propuestas para establecer
límites.
Capacidad de espera
Los límites son beneficiosos para fortalecer la capacidad de espera de nuestro hijo. Al nacer, el bebé
busca que sus pulsiones sean satisfechas de inmediato y los padres respondemos inmediatamente a
sus demandas.
A medida que va creciendo la socialización hace que el niño aprenda a esperar. Además, genera
sustitutos de los objetos primarios de satisfacción. Así por ejemplo, el chupete es un claro ejemplo
de objeto sustituto del pecho materno.
Tolerancia a la frustración
Resulta imprescindible tener en cuenta que nuestro hijo tiene que aprender que cuando decimos
que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe
acostumbrarse a tolerarla y a convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan
seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido. Si un niño es más fuerte que sus padres no
se puede sentir protegido por ellos.
Ante una rabieta o un enojo, podemos distraerlo o contenerlo con un abrazo, pero nunca negar lo
que está pasando. Una vez recuperada la tranquilidad, conviene conversar con él acerca de lo que
ha sucedido. Esto le permitirá sacar provecho de la experiencia.