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Lineamientos para el fortalecimiento

de la Política Penitenciaria en Colombia


Ministerio de Justicia y del Derecho
Dirección de Política Criminal y Penitenciaria

Proyecto Fortalecimiento y Seguimiento a la Política Penitenciaria en Colombia


ISBN: 978-958-58605-1-3

Coordinador de investigación:
Ricardo Antonio Cita Triana (2014)

Equipo de trabajo:
Jacobo Pardey Rozo
Daniel Alejandro Noreña Rodríguez
Julián Andrés Roa Valencia
Paulo César Ospitia Rozo
Antonio José Pinzón Laverde
Ángel Rolando Gutiérrez Rosas

Apoyo en la elaboración del documento final:


Adriana Romero Sánchez

Corrección de estilo, diagramación, edición e impresión:


Consorcio liderado por CYE Consult

Ministerio de Justicia y del Derecho


Viceministerio de Política Criminal y Justicia Restaurativa
Dirección de Política Criminal y Penitenciaria
Proyecto Fortalecimiento y Seguimiento a la Política Penitenciaria en Colombia

Bogotá D.C.
Calle 53 #13-27
PBX: 4443100
www.minjusticia.gov.co
Octubre de 2014

Primera Edición:
100 ejemplares
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Contenido:

Índice de tablas................................................................................ 6

Índice de figuras............................................................................... 6

Índice de gráficos............................................................................. 6

Primera Parte. Punto de partida para la formulación de lineamientos para la Política


Penitenciaria en Colombia

Capítulo 1. Antecedentes del proyecto de Fortalecimiento y seguimiento


a la Política Penitenciaria en Colombia y desarrollo................................. 11

1. Desarrollo del proyecto.................................................................. 13


1.1. Abordaje de la política de resocialización
y los beneficios administrativos................................................... 14
1.2. Abordaje del tratamiento diferencial
para la población indígena....................................................... 14

2. Horizonte de la reflexión................................................................ 15
2.1. Las políticas públicas...................................................... 15
2.2. La política pública penitenciaria en el marco
de un Estado Social de Derecho................................................ 17
2.3. Concepto de tratamiento penitenciario............................... 18
2.4. Aproximación a la resocialización..................................... 20

3
2.5. Discusiones conceptuales sobre el enfoque
diferencial indígena....................................................... 22
2.6. Concepto de beneficios administrativos............................. 23

Segunda Parte. Diagnóstico

Capítulo 2. Estado de cosas del Sistema Penitenciario colombiano............ 25

1. Antecedentes recientes de la Política Penitenciaria en Colombia...... 26


2. Lineamientos de la Comisión Asesora de Política Criminal
orientados a la Política Penitenciaria.......................................... 30
3. Los 12 pasos para la hacerle frente a la crisis
del Sistema Penitenciario y Carcelario........................................ 35
4. La política pública penitenciaria a partir
de la Ley 1709 de 2014........................................................ 37

Capítulo 3. Panorama normativo del tratamiento


penitenciario en Colombia................................................................. 40

1. La resocialización en el ordenamiento
jurídico colombiano................................................................ 40
2. Panorama para la definición de un tratamiento
diferencial indígena................................................................ 47
3. Los beneficios administrativos en la legislación colombiana............ 49
3.1. Desarrollo legal............................................................ 49
3.2. Desarrollo jurisprudencial................................................ 54
3.3. Desarrollo reglamentario................................................. 59

Capítulo 4. Diagnóstico sobre el estado de cosas del tratamiento


penitenciario en Colombia................................................................. 63

1. Caracterización general de la población privada de la libertad


y del contexto penitenciario en Colombia.................................... 63
2. El tratamiento penitenciario en Colombia desde
una perspectiva holística e integral............................................. 73

4
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

3. Resocialización...................................................................... 76
4. Sobre el tratamiento penitenciario con enfoque diferencial............. 80
5. Beneficios administrativos......................................................... 88
5.1. Dificultades «internas» de los beneficios administrativos........ 89
5.2. La concesión de beneficios por fuera
de los establecimientos............................................................ 93

Tercera parte. Lineamientos y recomendaciones

Capítulo 5. Elementos para una Política integral sobre el tratamiento


penitenciario en Colombia................................................................. 97

1. Panorama internacional sobre la Política Penitenciaria


y Carcelaria........................................................................... 98
1.1. En materia de resocialización y beneficios administrativos.... 98
1.2. En materia de enfoques diferenciales para el tratamiento
en poblaciones indígenas......................................................... 104
2. Lineamientos y recomendaciones para el tratamiento
penitenciario en Colombia....................................................... 106
2.1. Formulación de la Política Penitenciaria............................. 106
2.2. Ejecución de la Política Penitenciaria................................ 109
2.3. Evaluación y Seguimiento de la Política Penitenciaria........... 112

Referencias..................................................................................... 117

5
Índice de tablas

Tabla 1. Datos comparativos entre población privada de la libertad


e infraestructura (2002-2014)............................................................. 68

Tabla 2. Modalidades delictivas generales........................................... 69

Tabla 3. Población de mujeres privadas de la libertad


según modalidad delictiva................................................................. 71

Tabla 4. Población privada de la libertad diferenciada


por rango etario y sexo..................................................................... 71

Tabla 5. Participación según regionales del INPEC en actividades


de trabajo, estudio y enseñanza......................................................... 73

Índice de figuras

Figura 1. Relación entre las ramas del poder público


en el marco del Sistema Penal............................................................ 18

Figura 2. Fases de tratamiento penitenciario del sistema


progresivo en Colombia.................................................................... 45

Índice de gráficos

Gráfico 1. Población privada de la libertad intramural


y domiciliaria entre los año (2010-2011)............................................. 12

Gráfico 2. Variación de la población privada


de la libertad (1991-2014)................................................................ 64

Gráfico 3. Variación de población de mujeres (2011-2014)................... 65

Gráfico 4. Relación entre incremento de la población privada


de la libertad y tasa de encarcelamiento (1991-2014)........................... 66

6
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Gráfico 5. Variación de la población privada


de la libertad y reformas penales......................................................... 67

Gráfico 6. Relación entre capacidad penitenciaria


y hacinamiento (2002-2014)............................................................. 69

Gráfico 7. Representación de modalidades delictivas............................. 70



Gráfico 8. Población penitenciaria y carcelaria según sexo..................... 72

7
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Primera Parte:
Punto de partida para la formulación de lineamientos
para la Política Penitenciaria en Colombia

En el marco del Proyecto Fortalecimiento y Seguimiento a la Política Penitenciaria en


Colombia, la Dirección de Política Criminal y Penitenciaria desarrolla el presente documento,
de acuerdo con sus funciones y competencias orientadas a la formulación de políticas e
iniciativas de Estado en materia de política criminal y penitenciaria, y en consonancia con
lo dispuesto por el Decreto 2897 de 2011. Por medio de éste se buscan formular algunos
lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia, a partir del
seguimiento realizado durante el 2013 a las condiciones de privación de la libertad de
la población penitenciaria, fundamentalmente en lo que se refiere al cumplimiento de los
fines de la pena con un enfoque diferencial, al tratamiento penitenciario, y en particular la
resocialización, así como al acceso a los beneficios administrativos.

Dicho diagnóstico estuvo orientado a la reconstrucción del panorama del sistema penitenciario,
especialmente con respecto a los ejes mencionados, para la formulación de lineamientos de
política pública penitenciaria con la capacidad de incidir en los altos índices de hacinamiento
en las prisiones, garantizar el respeto de los derechos humanos de la población reclusa y
el cabal cumplimiento de los fines de la pena, con un enfoque diferencial en el tratamiento
penitenciario a favor de la población indígena y que tenga incidencia en el acceso a los
beneficios administrativos con el cumplimiento de los presupuestos establecidos para tal fin.

En este contexto, los lineamientos que se formulan en el presente documento son un resultado
del Proyecto Fortalecimiento y Seguimiento a la Política Penitenciaria en Colombia, para
lograr su objetivo principal de fortalecer la capacidad institucional, que permita garantizar
una efectiva resocialización de la población penitenciaria, el cumplimiento de los fines de
la pena de la población reclusa bajo el principio de la diversidad cultural, a través del
tratamiento diferencial, y el adecuado otorgamiento de beneficios administrativos, una vez
determinadas las distintas falencias que existen para su acceso.

9
De este modo, el documento se desarrolla en tres partes: en la primera se realizará una
presentación del proyecto, en la que se muestran los distintos antecedentes del proyecto, la
metodología utilizada por el equipo en los dos años de trabajo, los marcos de referencia
necesarios para abordar el problema objeto de la política, y una introducción al documento;
la segunda parte dará paso a la reconstrucción diagnóstica de las condiciones de privación
de la libertad, en la cual se hace especial énfasis en aquellos elementos que resulten
sustanciales para el propósito central del proyecto, esto es, el fortalecimiento institucional
de la Política Penitenciaria en Colombia; y, por último, la tercera parte del documento se
ocupará de presentar las recomendaciones para lograr ese fortalecimiento deseado en los
tres ejes ya señalados, partiendo de los elementos configuradores y orientadores de una
Política Penitenciaria respetuosa de los principios de libertad y dignidad humana.

Este esfuerzo institucional de diagnóstico de las condiciones de privación de la libertad y


de reflexión sobre las necesidades del sistema penitenciario colombiano para su adecuado
funcionamiento, en concreto en lo que respecta al tratamiento penitenciario como un eje
sustancial de la Política Penitenciaria, debe procurar aportar a la construcción de un sistema
penal con penas más justas e incluyentes. Adicionalmente, se espera que este documento
sirva de línea de base para la Comisión de Seguimiento a las Condiciones de Reclusión
del Sistema Penitenciario y Carcelario, organismo asesor del Consejo Superior de Política
Criminal que introdujo la Ley 1709 de 2014 en sus artículos 93 y 94.

10
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Capítulo 1.
Antecedentes del proyecto de Fortalecimiento y seguimiento a la Política
Penitenciaria en Colombia y desarrollo
El proyecto de inversión Fortalecimiento y seguimiento a la Política Penitenciaria en Colombia
fue propuesto y aprobado para el periodo 2013-2014. Esta iniciativa de la Dirección de
Política Criminal y Penitenciaria tomó como punto de partida la reinserción social de la persona
condenada como uno de los fines sustanciales del Derecho Penal, cuya puesta en marcha se
encuentra en la ejecución de la pena, la cual hace parte de la Política Penitenciaria. Esta política,
en el marco jurídico constitucional y del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, debe
procurar no sólo unas condiciones dignas de subsistencia a quienes se encuentran bajo la
custodia del sistema penitenciario, sino también debe garantizar un tratamiento penitenciario
integral que permita la reintegración social y comunitaria de la persona que es condenada a
una pena privativa de la libertad, así como tener una incidencia dentro de las estrategias de
prevención del delito.

En la medida en que el Estado debe proveer los medios necesarios para que el cumplimiento
de la pena de prisión se ajuste a los fines del Derecho Penal y sea garante de los derechos
fundamentales, este proyecto se formuló para contar con un panorama amplio que permitiera
comprender las dificultades del tratamiento penitenciario en términos de resocialización,
enfoque diferencial étnico y otorgamiento de beneficios administrativos, dado que situaciones
como la obsolescencia en la infraestructura, la carencia de programas educativos o de
proyectos productivos, y la sobrepoblación carcelaria, dificultan la cabal consecución del fin
resocializador de la sanción privativa de la libertad, así como el adecuado funcionamiento
del sistema penitenciario.

A partir de la promulgación de la Sentencia T-153 de 19981, la Corte Constitucional declaró


que el sistema penitenciario colombiano estaba violando de manera masiva y estructural los
derechos fundamentales de los reclusos del país. Allí mismo se estableció que dicha situación
era constitutiva de un estado de cosas inconstitucional, en la que el Estado en su conjunto se
ve comprometido

Para dar cumplimiento a las órdenes dadas en este fallo se dispuso la elaboración de un
plan de construcción y refacción carcelaria, tendiente a garantizar a la población recluida,
condiciones de vida digna en los penales. En efecto, desde el año 2000 se adelantó un

1
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia T-153 de 1998. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.

11
proceso de transformación de las condiciones de privación de la libertad, que, sin embargo, no
ha resultado suficiente para procurar la efectiva resocialización de la población interna.

Por otra parte, en relación con la población privada de la libertad, debe destacarse que en los
establecimientos de reclusión del orden nacional se encuentran algunas personas pertenecientes
a grupos étnicos, fundamentalmente población perteneciente a grupos indígenas2. Tal como se
planteó en el proyecto, estos grupos tienen una cultura y costumbres propias, esto los convierte
en una minoría que debe tener una atención diferencial que respete su cultura, la Política
Penitenciaria actual ha mostrado una deficiencia en la aculturación de la población indígena y
deficiencias en los programas de resocialización orientados a ellos que logren el cumplimiento,
de los fines de la pena bajo el principio de la diversidad cultural3.

Así las cosas, la población privada de la libertad en los dos años anteriores a la formulación del
proyecto, presentaba el siguiente comportamiento:

Gráfico No. 1: población privada de la libertad intramural y domiciliaria entre los años 2010 y 2011

Fuente: Ministerio de Justicia y del Derecho.


106.886 118.050
88.016
84.444

20.432 18.023

Población Población Total


carcelaria domiciliaria anual
2010 2011

2
Para la fecha de la concepción del proyecto (16 de abril del 2012), el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario – INPEC reportaba
como población indígena privada de la libertad en los establecimientos del orden nacional a 881 personas, de los cuales 829 eran hombres
y 52 mujeres, por lo cual, en materia de población indígena, ésta era la cifra de población objetivo. Sin embargo, en lo que respecta a la
resocialización y al acceso a los beneficios administrativos, la población objetivo correspondía a toda la población privada de la libertad,
tanto intramural como domiciliaria, la cual ascendía a la fecha de la formulación del proyecto a más de 120.000 internos. Además, se tenía
en cuenta que la dinámica de la población privada de la libertad era su incremento, por lo que resultaba más que pertinente el fortalecimiento
de una política integral de tratamiento penitenciario. Al momento de la redacción de este documento, los reportes de cifras mostraban
como población indígena privada de la libertad en los establecimientos del orden nacional a 733 internos (31 de agosto de 2014) y una
población total de 116873 internos (31 de agosto de 2014). Cfr. INPEC (2014-a: 20 y 30).
3
Es importante destacar que la Ley 1709 de 2014 introdujo al Código Penitenciario y Carcelario el artículo 3A, sobre enfoque diferencial,
cuyo primer inciso señala que éste: «reconoce que hay poblaciones con características particulares en razón de su edad, género, religión,
identidad de género, orientación sexual, raza, etnia, situación de discapacidad y cualquiera otra. Por tal razón, las medidas penitenciarias
contenidas en la presente ley, contarán con dicho enfoque». En este sentido, el artículo 96 de la Ley 1709 señaló la obligación en cabeza
del Presidente de la República, y previa consulta previa a los pueblos indígenas; comunidades afrocolombianas, raizales y palenqueras; y
los grupos ROM, de expedir un decreto con fuerza de ley para regular las condiciones de reclusión de estos grupos.

12
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

1. Desarrollo del proyecto


Como ya se mencionó, el proyecto fue concebido en dos ejes fundamentales: por una
parte, el diagnóstico de las condiciones del Sistema Penitenciario y Carcelario, respecto
de las tres preocupaciones enunciadas (resocialización, enfoque diferencial y beneficios
administrativos); y, por otra parte, la elaboración de recomendaciones empíricamente
fundamentadas que permitan traducirse en lineamientos para el fortalecimiento de la Política
Penitenciaria en Colombia.

En este sentido, el proyecto inició su ejecución con una etapa de pre-diagnóstico y diagnóstico,
en la cual se recopiló información necesaria sobre los programas de resocialización del
INPEC, las condiciones de reclusión de los internos, el otorgamiento de los beneficios
administrativos y el manejo de la diversidad cultural dentro del tratamiento penitenciario.

A continuación, y según los resultados obtenidos en ese seguimiento y análisis, se elaboró


un primer borrador sobre la situación del Sistema Penitenciario y Carcelario. A finales de
2013, los resultados de esa primera etapa de diagnóstico fueron socializados con los
actores de la Política Penitenciaria, expertos y sociedad civil interesada en las discusiones en
cinco regiones del país4, buscando de esta manera una retroalimentación descentralizada
de las conclusiones preliminares del diagnóstico de necesidades del Sistema Penitenciario
y Carcelario sobre estos puntos.

A partir de dicha línea de base, en el 2014 el equipo de trabajo del proyecto ha orientado
sus esfuerzos a la revisión y construcción de este documento de lineamientos para el
fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia, así como al desarrollo de la consulta
previa con las autoridades de los distintos grupos establecidos por la Ley 1709 de 2014,
para la definición de las condiciones especiales de reclusión.

La metodología utilizada en el presente proyecto estuvo orientada inicialmente hacia el


levantamiento y reconstrucción de los datos empíricos en cada uno de los frentes5. Para
esto, se constituyeron tres equipos de visitas, cada uno de los cuales se encargó de uno de

4
Los foros se realizaron en los meses de noviembre y diciembre en Cali (20 de noviembre), Medellín (6 de noviembre) Barranquilla (3 de
diciembre), Bucaramanga (12 de diciembre) y Bogotá (18 de diciembre).
5
Esto en consonancia con lo dispuesto por la Comisión Asesora respecto de la política criminal, pero que se consideró igualmente
significativo para la política penitenciaria, respecto de la necesidad, en el marco de un Estado Social de Derecho, de fundar la política
no sólo en principios normativos constitucionales y de derechos humanos, sino también «en un diagnóstico apropiado de la realidad
empírica de la sociedad para la cual dicha política ha sido elaborada» (COMISIÓN Asesora, 2012: 14).

13
los ejes del proyecto. Por lo tanto, a continuación, se expone la metodología adelantada
por cada uno de los ejes.

1.1. Abordaje de la política de resocialización y los beneficios administrativos


Para analizar la perspectiva resocializadora en el tratamiento penitenciario se adelantaron
varias estrategias: observación directa a través de visitas, análisis documental y
entrevistas semi-estructuradas a miembros de la población recluida y a funcionarios de los
establecimientos. En el caso de los beneficios administrativos también se utilizó una estrategia
mixta de observación, entrevistas y análisis documental. Se desarrolló una aproximación a
los expedientes sobre beneficios administrativos, frente a lo cual se estableció la necesidad
de analizar y verificar el cumplimiento de los presupuestos, el tipo de delito, el beneficio
otorgado. Para esta actividad, se tomó una muestra aleatoria de diferentes condenas, a
las cuales se les aplicó un análisis de contraste normativo, que permitiría establecer si
se cumplen con los requisitos y las restricciones para el otorgamiento de los beneficios
administrativos, cuando la persona tiene el derecho.

En el caso particular del análisis sobre los beneficios administrativos, se realizó además
una reconstrucción jurisprudencial y de doctrina en la cual se han destacado tres ámbitos
fundamentales para una comprensión más clara e integral del tema. En primer lugar,
el principio de libertad como límite a la privación de la libertad y fundamento de la
alternatividad penal, que brinda un marco general dónde ubicar el eje de los resultados de
la investigación; en segundo lugar, un desarrollo de los beneficios administrativos, su criterio
dentro del orden legal y de protección de los derechos consagrados en la Constitución; y, por
último, un desarrollo conceptual sobre de los subrogados penales, una institución bastante
cercana materialmente pero diversa en términos formales a los beneficios administrativos.
Su análisis, sin embargo, permitirá pensar en alternativas a la privación de la libertad en
establecimientos de reclusión más adecuadas a la pretensión resocializadora de la sanción
penal, y menos lesivas para los derechos de las personas.

1.2. Abordaje del tratamiento diferencial para la población indígena


Al tener como punto de partida que los miembros de las comunidades indígenas, individual y
colectivamente, responden a parámetros culturales e identitarios propios y diferentes a la cultura
mayoritaria, las cuales se encuentran protegidos constitucionalmente, el proyecto planteó la
necesidad de investigar y diagnosticar cuál ha sido la atención diferencial en el tratamiento

14
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

penitenciario que se le ha brindado a esta población para garantizar el cumplimiento de los


fines de la pena, así como para proteger y respetar su cultura y sus costumbres.

Es por ello que se hizo necesario conocer in situ las condiciones de reclusión de la población
indígena privada de la libertad, el tipo de programas y actividades de resocialización a las que
acceden en los establecimiento de reclusión del orden nacional administrados por el INPEC,
y las dificultades particulares que tienen para el otorgamiento de beneficios administrativos
cuando aquellos han sido procesados por la jurisdicción ordinaria o por la jurisdicción
especial indígena. De esta manera, el enfoque de tratamiento diferencial se constituyó en un
eje transversal para las reflexiones sobre resocialización y beneficios administrativos.

En la primera etapa del desarrollo del proyecto se propuso realizar un pre- diagnóstico y
diagnóstico de la situación de los indígenas privados de la libertad en establecimientos de
reclusión del INPEC, que permitiera conocer si existían condiciones dignas de reclusión para
esta población, si había un adecuado respeto a sus derechos humanos, si existía un adecuado
proceso de integración del indígena infractor a su comunidad y si se estaba cumpliendo
con la adecuada protección a la diversidad étnica y cultural de estos indígenas y de sus
comunidades.

Una vez identificada la problemática, se establecieron los parámetros de la investigación y


se construyó el instrumento de recolección de la información que fue aplicado a más de 285
indígenas que se encontraban en los 11 establecimientos de reclusión del INPEC visitados y
caracterizados por tener fuerte presencia de esta población, ubicados en los departamentos
de Valle del Cauca, Cauca y Amazonas.

2. Horizonte de la reflexión

2.1. Las políticas públicas


El concepto de política pública ha sido objeto central del debate en el campo de las ciencias
políticas y sociales. A pesar de parecer en principio un concepto fácil de definir, han surgido
interpretaciones que plantean, por ejemplo, que la política pública es cualquier decisión del
gobierno de hacer o no hacer; así como otros definen sus características o su naturaleza
(FISCHER, 2003:2), por lo que esta pluralidad de definiciones parece estar relacionada
con la consideración o acentuación de distintos elementos (los actores, el problema social
abordado, las respuestas, etcétera) (KNOEPFEL, LARRUE, VARONE e HINOJOSA, 2007:8).

15
En este sentido, es importante plantear un concepto operativo para el presente documento que
permita establecer el alcance, algunas herramientas y metodologías para la identificación y
construcción del problema objeto de la política (que en este caso se concentra en la política
pública penitenciaria, cuyo concepto y alcance se precisa a continuación), su proceso de
formulación y planteamiento de respuestas, su ejecución, la evaluación y análisis de resultados.

Habitualmente desde distintas perspectivas se plantea el abordaje de la discusión sobre las


distintas acepciones de la palabra política, que en inglés responden a tres términos distintos y
diferenciados: polity (que se refiere a la esfera política en general), politics (que hace referencia
a todas las dinámicas y actividades orientadas al control político) y policy (que representa
las consecuencias y resultados de las actividades del poder político) (ROTH, 2009b:XIII y
2009a:25-27). Para Roth, de esta manera, la política pública corresponde al término policy,
en cuanto su sentido se orienta «al proceso de elaboración y de puesta en marcha por
autoridades políticas de programas de acción pública» (2009b:XIII).

Así, política pública «designa la existencia de “un conjunto conformado por uno o varios
objetivos colectivos considerados necesarios o deseables y por medios y acciones que son
tratados, por lo menos parcialmente, por una institución u organización”» (ROTH, 2009a:27).
En este sentido, y desarrollando un poco más la definición de Roth, se ha señalado que la
política pública puede ser comprendida como una «concatenación de decisiones o de acciones,
intencionalmente coherentes, tomadas por diferentes actores públicos y ocasionalmente
privados –cuyos recursos, nexos institucionales e intereses varían-, a fin de resolver de manera
puntual un problema políticamente definido como colectivo. Este conjunto de decisiones y
acciones da lugar a actos formales, con un grado de obligatoriedad variable, tendientes
a modificar el comportamiento de grupos sociales que, se supone, originan el problema
colectivo a resolver (grupos-objetivo), en el interés de grupos sociales que padecen los efectos
negativos del problema en cuestión (beneficiarios finales)» (KNOEPFEL et al, 2007:9).

Para Roth, el interés del concepto de política pública está en que agrupa en la misma categoría
acciones normativas y actividades políticas y administrativas (2009b:XIV), y es importante
destacar que en ésta intervienen tres factores fundamentales: actores, recursos y el ámbito
institucional (KNOEPFEL et al, 2007:9), que en su conjunto se orientan hacia la modificación
del orden social6.

6
Hay que destacar que para algunos, esta modificación del orden social se orienta hacia la resolución de problemas sociales. En este
sentido, Alejandro Lozano plantea que «[l]a política pública es un proceso social en donde se producen acciones gubernamentales
orientadas a identificar y solucionar problemas de diferente naturaleza mediante la consecución de objetivos (sociales, económicos,
políticos, culturales, sectoriales, territoriales, internacionales, intergubernamentales, etc.) y en el cual diversos actores, tanto desde el
estado como fuera él (sic), buscan intervenir para promover y lograr intereses». (LOZANO, 2007: 103)

16
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Entonces, el Estado debe ser un aparato que busque incidir o modificar en cierto sentido,
a través de la política, la regulación operante en un espacio social preciso que requiere de
intervención (ROTH, 2009a:26).

En este contexto, las políticas públicas se han caracterizado por ser uno de los instrumentos
principales del Estado para incidir en el funcionamiento de la sociedad y, por lo tanto, para
lograr gobernabilidad (VARGAS, 2007:9). Por esta razón, el modelo de Estado tendrá una
incidencia fundamental en el sentido y el papel de las políticas públicas. En el marco del
Estado Social de Derecho que se consagró a través de la Constitución de 1991, las políticas
públicas deben orientarse a la garantía y satisfacción de los derechos de los ciudadanos,
inclusive cuando éstos hayan sido privados de algunos de estos, como es el caso de la
población privada de la libertad.

Según lo desarrollado anteriormente, las políticas públicas en el marco de un Estado Social


de Derecho, serán herramientas gubernamentales para incidir en un determinado campo del
orden social percibido como problemático, y de esta manera garantizar y satisfacer derechos
fundamentales de la población beneficiaria de la política.

2.2. La política pública penitenciaria en el marco de un Estado Social de Derecho


Para precisar el alcance de la Política Penitenciaria y sus complejidades, existen una serie de
elementos que resultan esenciales para establecer relaciones o diferencias con otras políticas.

Una de las discusiones sustanciales que se derivan de la delimitación de la Política Penitenciaria


es su relación con la política criminal. Resulta imposible entender la Política Penitenciaria como
el ejercicio de una función desarticulada del Sistema Penal y, por lo tanto, independiente de
la política criminal.

Desde algunas perspectivas se entiende que la política criminal en la práctica se asocia con tres
procesos: el de la criminalización primaria, proceso en el cual, desde el legislativo, se definen
las conductas que serán sancionadas penalmente; el de la criminalización secundaria, en el
marco de poder judicial, se investiga y determina la responsabilidad penal de un ciudadano;
y la criminalización terciaria que consiste en «la ejecución y cumplimiento de la sanción penal
por parte de una persona declarada responsable de un crimen, que es la fase de ejecución
penitenciaria» (COMISION ASESORA, 2012: 17).

17
Figura No. 1: relación entre las ramas del poder público en el marco del Sistema Penal

Definición normativa de la política penal y


Legislativa
penitenciaria (criminalización primaria)

Estrategias de persecución y de
enjuiciamiento de los crímenes
Judicial
Resolución de casos concretos
Sistema Penal
(criminalización secundaria)

Participación en la formulación de la
política criminal y penitenciaria
Ejecutiva
Ejecución de la política penal
(criminalización terciaria)
Fuente: elaboración propia.

En este sentido, es claro que la Política Penitenciaria en el marco del Sistema Penal se
De todo lo anterior, y como se ilustrará más adelante, debe hacerse una diferenciación clara
entre los objetivos de la Política Penitenciaria y los de la política carcelaria. Resulta claro
que estas dos políticas estarán encaminadas a la garantía de los derechos de la población
privada de la libertad; sin embargo, el presente documento establecerá los lineamientos
para la Política Penitenciaria, en tanto medidas que deben ser aplicadas a la población
privada de la libertad que se encuentra condenada con el objetivo de que, durante su
tránsito por el establecimiento penitenciario, se garantice el cumplimiento de la reinserción
social y protección al condenado, tal como dispuso el artículo 4º del Código Penal, Ley
599 de 2000, que señala que «[l]a prevención especial y la reinserción social operan en
el momento de la ejecución de la pena de prisión».

2.3. Concepto de tratamiento penitenciario


En el marco de la Política Penitenciaria y del enfoque resocializador de la pena privativa de la

18
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

libertad se ubica el concepto de tratamiento penitenciario como mecanismo de las autoridades


penitenciarias para dar cumplimiento a los fines de la pena. Este tratamiento está orientado a
la preparación para la vida en libertad y se compone de actividades de diversa índole. Éstas
«sirven para mantener ocupado el tiempo libre, evitando que se facilite el cumplimiento de
la frase producida por la criminología según la cual las cárceles son escuelas del crimen, y
para crear expectativas diferentes al delito preparando para una vida en libertad en la que se
sepa hacer algo o se esté mejor preparado para hacer algo diferente del delito» (POSADA,
2013: 76).

La legislación colombiana ha contemplado dentro de la regulación de ejecución de la pena


privativa de la libertad, que en su fin resocializador, ésta se desarrolla en el marco del tratamiento
penitenciario. Según el artículo 10 de la Ley 65 de 1993, el tratamiento penitenciario tiene
como «finalidad de alcanzar la resocialización del infractor de la ley penal, mediante el
examen de su personalidad y a través de la disciplina, el trabajo, el estudio, la formación
espiritual, la cultura, el deporte y la recreación, bajo un espíritu humano y solidario». Así
mismo su objetivo, tal como lo dispone el artículo 142 del Código Penitenciario, «es preparar
al condenado mediante su resocialización para la vida en libertad».

Este tratamiento penitenciario debe ser observante de la dignidad humana y de las necesidades
particulares de la personalidad de cada sujeto, por lo que tiene en su base el estudio científico
de la personalidad del ciudadano privado de la libertad. Se caracteriza, además, por ser
«progresivo y programado e individualizado hasta donde sea posible»7.

En Colombia, el tratamiento penitenciario se encuentra reglamentado por la Resolución 7302


del 23 de noviembre de 2005 del INPEC, y es definido como

«el conjunto de mecanismos de construcción grupal e individual, tendientes a


influir en la condición de las personas, mediante el aprovechamiento del tiempo
de condena como oportunidades, para que puedan construir y llevar a cabo su
propio proyecto de vida, de manera tal que logren competencias para integrarse
a la comunidad como seres creativos, productivos, autogestionarios, una vez
recuperen su libertad».

Dicho tratamiento se encuentra estructurado en fases que tendrán en cuenta las condiciones de
la persona privada de la libertad, que se especificarán más adelante en este documento. Es

7
Artículo 143, Ley 65 de 1993.

19
importante destacar que dentro de este tratamiento penitenciario se encuentran contemplados
los beneficios administrativos como parte integrante del mismo.

De esta manera, el tratamiento penitenciario se orienta a restablecer distintas circunstancias


de las personas privadas de la libertad que se entienden relacionadas con el delito, con
el objetivo de que en libertad puedan tener herramientas que les permitan integrarse a
la comunidad. Quiere decir esto que el tratamiento se constituye como el mecanismo del
sistema penitenciario para garantizar el fin resocializador de la pena en la fase de ejecución
de esta. Para ahondar en el alcance de este punto, a continuación se precisa el concepto
de resocialización.

2.4. Aproximación a la resocialización


La resocialización en el contexto penitenciario se encuentra arraigada en dos creencias
básicas fundamentales: por una parte, que es posible, mediante una serie de prácticas
especializadas, lograr el cambio de la persona condenada, y, por otra, que el desarrollo de
dichas prácticas, durante la privación de la libertad y en el contexto de la prisión, es posible
y puede obtener dichos resultados. Desde esta perspectiva, se considera que la función
principal de la pena durante la ejecución de la privación de la libertad debe orientarse
a la preparación de quien ha sido condenado para su retorno a la sociedad, luego del
cumplimiento de la sanción penal.

Debe destacarse que, tanto en el campo de la dogmática jurídico-penal, como de la teoría


del delito y de la criminología, las discusiones sobre el contenido de la resocialización, su
alcance, su pertinencia, su factibilidad, entre otros aspectos, han ocupado un lugar central,
en un plano crítico y axiológico, con una gran relevancia en la concepción y análisis del
sistema penal.

Por ejemplo, en las últimas décadas del siglo pasado el ideal rehabilitador fue cuestionado
fuertemente a partir de la pregunta «What Works?» (¿qué funciona?), la cual apuntaba a
que éste ha fracasado en las prisiones por los incrementos de los índice delictivos y de
reincidencia, combinados con los efectos «desocializadores» de un contexto de violencia y
de vulneración de los derechos humanos (MARTINSON, 1974). Una de las respuestas al
fracaso del ideal rehabilitador fue consecuentemente desplazar la función de la penalidad
hacia la incapacitación y neutralización de eventuales riesgos derivados de la comisión
delictiva, con lo cual, más que intervenir sobre el infractor, se trata de «proteger al público,

20
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

reducir el riesgo de victimización en el futuro y hacerlo con un costo mínimo» (GARLAND,


2001: 173); situación que ha tenido como efecto la confianza en el efecto disuasorio de las
penas y, por tanto, en su incremento y severidad, tal como lo señaló críticamente la Comisión
Asesora de Política Criminal (2012: 33).

A pesar de ese contexto de escepticismo frente al resocialización, recientemente se han


desarrollado propuestas que, desde un punto de vista realista y crítico a la vez, encuentran
elementos positivos, sin olvidar los problemas que persisten en el enfoque resocializador. Roger
Matthews, profesor de criminología en la Universidad de Kent (Reino Unido), resume en tres
argumentos las razones en que puede plantearse críticamente la función de resocialización
de la penalidad en la actualidad: «1. La rehabilitación es el único fin de la pena que obliga
al Estado a ocuparse de las necesidades y bienestar de los presos; 2. La ideología de la
rehabilitación supone una racional respuesta a la idea conservadora de que el incremento de
la presión punitiva reduce el crimen; 3. La rehabilitación continúa recibiendo un considerable
apoyo por la opinión pública como uno de los principales objetivos del sistema de justicia
criminal» (MATTHEWS, 2011: 330).

Sin embargo, es importante señalar que el contenido y alcance de la resocialización está


dado en el marco del sistema penitenciario por la definición normativa de ésta, por una parte,
y por las prácticas por medio de las cuales ésta se desarrolle, por otra. De esta manera,
la resocialización presenta dos características: se establece como finalidad del tratamiento
penitenciario, y por lo tanto orienta las actividades que se realizan en el marco de la ejecución
de la pena (trabajo, estudio, enseñanza, actividades culturales, recreativas, deportivas, así
como las relaciones de familia); por otra parte, la resocialización del condenado es una de
las funciones de la pena, tal como lo establece la legislación penal y fue mencionado con
anterioridad.

Por último, debe señalarse que se entiende que una exitosa resocialización hace parte de
un proceso de prevención terciaria. En este sentido, el tratamiento penitenciario, para lograr
los fines resocializadores de la pena, debe tener efectos preventivos sobre la reincidencia
de las personas que han sido seleccionadas por el sistema penal en virtud de una condena,
especialmente para que vuelvan a entrar al circuito del sistema penal, es decir, para que no
sean nuevamente condenadas.

21
2.5. Discusiones conceptuales sobre el enfoque diferencial indígena
Aproximarse a la construcción de un enfoque diferencial en el tratamiento penitenciario para
la población indígena privada de la libertad, parte de una primera dificultad, la cual se
encuentra en asimilar e integrar todas las comunidades indígenas en una sola etnia. Es
claro que partir de este postulado significaría que en Colombia la división cultural estuviera
dada entre la cultura mayoritaria y la cultura indígena. Una aproximación panorámica a los
indígenas privados de la libertad en establecimientos del orden nacional, salta a la luz que
éstos pertenecen a culturas muy disimiles respecto de su alimentación, el uso del castigo, la
organización productiva, la impartición de justicia, entre otros aspectos8.

De manera que si en el país habitan 102 pueblos indígenas distribuidos en todo el territorio
nacional, cualquier política pública que pretenda regular alguna esfera de la vida de estas
comunidades debe estar en capacidad de responder no a un enfoque diferencial sino a
múltiples enfoques diferenciales, dependiendo de cuál sea la etnia o comunidad indígena
que se vea comprometida en dicha regulación. Esta situación plantea un reto conceptual,
pues aplicado al tratamiento penitenciario podría diseñarse una política pública que reúna
aspectos comunes concertados previamente con las organizaciones indígenas para los
comuneros privados de la libertad que pertenecen a diferentes etnias o comunidades indígenas
y por otro lado se tendría que diseñar una política pública que responda y reconozca en
el tratamiento penitenciario de dichos comuneros, las diferencias que evidentemente existen
entre etnias y comunidades indígenas.

De esta manera, la idea de enfoque diferencial se orienta a reconocer las diferencias


culturales y de vida que un grupo de personas por razones de pertenencia a una comunidad
indígena, para que éstas sean tenidas en cuenta a la hora de diseñar su tratamiento
penitenciario. Como se mencionó con anterioridad, los enfoques diferenciales deben ser
comprensivos de dichas diversidades, y no plantear una perspectiva «hegemónica» y otra
«divergente» de la misma.

En este sentido, y tal como lo señala el artículo 3A del Código Penitenciario y Carcelario9,

8
Mientras unos tienen su base de alimentación en el maíz, otros lo tienen en la yuca; mientras unos aplican sanciones de calabozo, juete y
cepo, otros utilizan el destierro, el trabajo comunitario y el trabajo en beneficio de la víctima, así como el pago de cuotas compensatorias
como sanción y reparación; mientras unos están ubicados en zonas rurales, otros tantos lo están en los cascos urbanos como consecuencia
de fenómenos como el desplazamiento y el conflicto armado; mientras unos conservan sus vestidos tradicionales, otros han preferido
asimilarse a nosotros en ese aspecto.
9
Ver cita 6.

22
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

debe hablarse no sólo de enfoques diferenciales para los múltiples grupos que componen
el universo de la población indígena, sino además de enfoques diferenciales por razones
de raza o pertenencia a una etnia (no únicamente indígena), de géneros, edad, orientación
sexual, situación de discapacidad, o cualquiera otra que signifique la necesidad de proyectar
una ruta de tratamiento en el contexto penitenciario10, que reconozca las necesidades y
circunstancias particulares de la persona. Con esto, se plantea la necesidad de hacer
efectivos los parámetros de los artículos 10 y 1 del Convenio 169 de la OIT, cuando
establecen que

«cuando se impongan sanciones penales previstas por la legislación general


a miembros de dichos pueblos deberán tenerse en cuenta sus características
económicas, sociales y culturales».

Por último, es importante destacar que el enfoque diferencial en el tratamiento penitenciario


también debe ser predicable en el contexto de procesos de transición. Este punto será
fundamental tenerlo en cuenta, puesto que en el contexto del complejo conflicto armado que
vive nuestro país y de las negociaciones de paz que se adelantan, no sólo debe pensarse
en una fase judicial, sino también en el mecanismo de ejecución de las sanciones que sean
impuestas. Éstas serán relevantes para la Política Penitenciaria si se dan en el contexto de
la prisión.

2.6. Concepto de beneficios administrativos


Los beneficios administrativos se encuentran regulados en la Ley 65 de 1993, Código
Penitenciario y Carcelario, y comprenden algunas prerrogativas a las que puede acceder la
persona privada de la libertad en establecimiento carcelario tras el cumplimiento de ciertos
requisitos que le permiten modificar las condiciones en que cumple la condena con un fin
resocializador.

De manera general, los beneficios administrativos suponen una serie de prerrogativas a


favor del condenado, otorgándole de manera temporal la libertad. De la misma forma, la
jurisprudencia de la Corte Constitucional, los ha catalogado como aquellos mecanismos
inherentes a la Política Penitenciaria y Carcelaria que implican una reducción de la carga
que soporta el condenado. Así por ejemplo, en la sentencia C-312 de 2002, la Corte
10
Una mirada crítica, en relación con las rutas del encarcelamiento indígena en Colombia, se puede encontrar en ARIZA y ZAMBRANO
(2012: 178-182).

23
Constitucional manifestó:

«En cuanto tiene que ver con los beneficios administrativos, se trata de una
denominación genérica dentro de la cual se engloban una serie de mecanismos
de política criminal del Estado, que son inherentes a la ejecución individual de
la condena. Suponen una disminución de las cargas que deben soportar las
personas que están cumpliendo una condena y que, en algunos casos, pueden
implicar la reducción del tiempo de privación efectiva de la libertad dispuesto en
la sentencia condenatoria o una modificación en las condiciones de ejecución
de la condena»11.

Por su parte, el Consejo de Estado, a través de la Sección Primera de la Sala de lo


Contencioso Administrativo12, estableció que los permisos administrativos entrañan factores
de modificación de las condiciones de cumplimiento de la condena.

En síntesis, los beneficios administrativos son todos aquellos mecanismos que suponen una
modificación de las condiciones de cumplimiento de la condena, traducidas a una reducción
del tiempo de privación efectiva de la libertad o una modificación en las condiciones de
ejecución de la condena.

11
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-312 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
12
Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Primera, Sentencia de segunda instancia proferida
dentro de la Acción de Cumplimiento No. 25000-23-26-000-2001-0485-01, promovida por la Defensoría del Pueblo contra la
Dirección de la Penitenciaría Central de La Picota, para hacer efectivo el cumplimiento del artículo 5° del Decreto 1542 de 1997, Por el
cual se dictan medidas en desarrollo de le Ley 65 de 1993 para descongestionar las cárceles. La norma reglamenta el artículo 147 de la
Ley 65 de 1993 y señala que «los directores de los establecimientos carcelarios y penitenciarios podrán conceder permisos de 72 horas
a los condenados en única, primera y segunda instancia, o cuyo recurso de casación se encuentre pendiente, previo el cumplimiento de
los requisitos allí señalados» (Se refiere al artículo 147 de la ley 65/93)

24
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Segunda Parte:
Diagnóstico de la Política Penitenciaria en
Colombia

Capítulo 2.
Estado de cosas del Sitema Penitenciario colombiano
Como se ha manifestado de manera reiterada, el problema de la cuestión penitenciaria ha
sido ampliamente diagnosticado por parte de la academia, de la sociedad civil, de sectores
gubernamental provenientes de los órganos de control, la rama judicial y el ejecutivo.

No obstante lo anterior, y a pesar de los múltiples insumos y reflexiones que reciben las
instituciones vinculadas al sistema penitenciario, la situación, al contrario de mejorar, se
encuentra cada vez más agravada por distintas circunstancias (una política criminal cada
vez más represiva, sin sustento empírico y sin evaluación de impacto fiscal e institucional; un
ejercicio de la función jurisdiccional en algunos casos excesivamente limitante de la libertad
individual; escasos recursos para las demandas del sistema penal, tanto en lo judicial,
como en lo ejecutivo; una defensa técnica deficiente en una alta proporción de casos de
personas privadas de la libertad; una presión social para la imposición de sanciones puntas y
ejemplarizantes, entre muchas otras circunstancias que puedan ser destacadas).

De esta manera, a continuación se desarrollarán algunos elementos sustanciales del diagnóstico


realizado a través de las visitas a los establecimientos penitenciarios respecto de los tres ejes
del proyecto (resocialización, tratamiento diferencial y beneficios administrativos), no sin antes
presentar el contexto en el que se inserta dicho diagnóstico.

Debe destacarse que la relevancia de este ejercicio se encuentra en que, si bien existen una
pluralidad de insumos e informes institucionales y académicos, muchos de estos están asociados

25
con las condiciones de habitabilidad de la población penitenciaria, con la infraestructura y en
menor medida con relación a la resocialización y algunos aspectos jurídicos. Sin embargo,
hacía falta una perspectiva integral del tratamiento penitenciario, que tuviera la capacidad de
comprender de manera holística la resocialización, los enfoques diferenciales para población
indígena, y los beneficios administrativos. Esta aproximación podrá contribuir a la comprensión
de las problemáticas que se viven en el contexto penitenciario, así como aportar estrategias
que reorienten la Política Penitenciaria a la atención de los fundamentos básicos de la pena
y el objetivo principal de su ejecución, esto es, un tratamiento penitenciario integral y con fin
resocializador.

1. Antecedentes recientes de la Política Penitenciaria en Colombia


Un punto de inflexión en la Política Penitenciaria en Colombia, desde el plano institucional
y jurídico, se presentó con la decisión de la Corte Constitucional al declarar el estado de
cosas inconstitucionales13 en las prisiones de Colombia debido a las indignas condiciones de
reclusión en las que habitaban decenas de personas que se encontraban privados de la libertad
en las cárceles y penitenciarías del país, en virtud de medidas preventivas o condenas14.
Dicha decisión permitió evidenciar que la situación penitenciaria implicaba una vulneración
sistemática de derechos, y que las respuestas a éstas no le correspondían exclusivamente a una
o varias instituciones determinadas, sino que requerían una respuesta institucional estructural y
articulada de distintas ramas del poder público para atender la situación que se presentaba.

La anterior situación no sólo implicaba una afectación de las condiciones de habitabilidad


y el acceso a los servicios (derechos) básicos necesarios para la población, tales como
la alimentación y la salud, sino que, como es evidente, tenían implicaciones sobre las
condiciones en las que se desarrollaba el tratamiento penitenciario, el acceso a programas
de resocialización, a cupos de educación, trabajo o enseñanza15. En este sentido, la

13
La Corte Constitucional ha precisado que dentro de un estado de cosas inconstitucional, se manifiestan los siguientes factores: «(i)
la vulneración masiva y generalizada de varios derechos constitucionales que afecta a un número significativo de personas; (ii) la
prolongada omisión de las autoridades en el cumplimiento de sus obligaciones para garantizar los derechos; (iii) la adopción de prácticas
inconstitucionales, como la incorporación de la acción de tutela como parte del procedimiento para garantizar el derecho conculcado;
(iv) la no expedición de medidas legislativas, administrativas o presupuestales necesarias para evitar la vulneración de los derechos; (v)
La existencia de un problema social cuya solución compromete la intervención de varias entidades, requiere la adopción de un conjunto
complejo y coordinado de acciones y exige un nivel de recursos que demanda un esfuerzo presupuestal adicional importante; (vi) si todas
las personas afectadas por el mismo problema acudieran a la acción de tutela para obtener la protección de sus derechos, se produciría
una mayor congestión judicial». Colombia. Corte Constitucional, Sentención T-025 de 2004, M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
14
Sentencia T-153 de 1998, Op. Cit.
15
Tal como lo resume la Comisión Asesora para la Política Criminal (2012: 49), el diagnóstico que se plantea a partir de esta decisión
de la Corte Constitución sobre la situación penitenciaria, incluye los siguientes elementos: «i) la falta de separación clara entre sindicados
y condenados, ii) la falta de atención adecuada en materia de salud, iii) la falta de personal suficiente dedicado a la capacitación de las

26
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

definición del estado de cosas inconstitucionales no sólo establecía unas consecuencias para
las instituciones, sino que también planteaba una reflexión sobre la función real del sistema
penitenciario, y sobre su incapacidad para cumplir con los fines de la pena (fundamentalmente
la finalidad resocializadora de ésta).

Sin embargo, y sin desconocer la importancia del diagnóstico de la Corte Constitucional y la


definición de la situación como estado de cosas de inconstitucionalidad, las órdenes supusieron
fundamentalmente la asignación de recursos por parte de las entidades para la modernización
de la infraestructura física de los establecimientos penitenciarios del orden nacional, que a
corto plazo significó la disminución de las cifras de hacinamiento, pero a largo plazo no
tuvo una implicación real sobre las condiciones de habitabilidad, y particularmente para la
garantía de derechos de la población privada de la libertad, y de cumplimiento de la pena
dentro de los establecimientos penitenciarios, sino que repercutieron en una modernización
del sistema que amplió su capacidad, la cual rápidamente fue ocupada y superada (ARIZA,
2011:55).

Visto desde esta óptica resulta claro que la orientación principal asumida por la política pública
penitenciaria para atender la problemática penitenciaria y carcelario estuvo dirigida hacia la
ampliación de cupos penitenciarios y carcelarios, la cual fue desarrollada en varios documentos
CONPES. En estos documentos, el eje problémico identificado es el hacinamiento, como
mayor obstáculo para el adecuado funcionamiento del Sistema Penitenciario y Carcelario,
cuya solución no sólo garantiza unas condiciones mínimas de habitabilidad, sino también
permite garantizar la separación entre sindicados y condenados, el acceso a los programas de
educación y trabajo, el acceso pleno a derechos fundamentales y, finalmente, el cumplimiento
de los fines de la pena que se ven restringidos por la crisis del sistema.

Inicialmente, el CONPES 3086 de 2000, Plan de ampliaciones de la infraestructura


penitenciaria y carcelaria del orden nacional, fue la primera reacción gubernamental ante
la decisión de la Corte Constitucional. Este documento, como su nombre lo indica, tuvo
un enfoque principal en la ampliación de la infraestructura con el mejoramiento de cupos,
y el problema se caracteriza fundamentalmente por «un marcado desequilibrio entre la
oferta y la demanda de cupos carcelarios y penitenciarios, lo que ha llevado a que las
condiciones de vida de los reclusos y la situación de orden público dentro de los penales
se hayan agravado» (CONPES 3086 de 2000: 3). Aborda el problema de la crisis

personas privadas de su libertad, lo cual obstaculiza gravemente la participación de los internos en los programas de formación laboral y
iv) la baja proporción entre personal recluso y guardias, que dificulta el control y la seguridad al interior de los centros de reclusión» (Cursiva
en el texto original).

27
penitenciaria y carcelaria, destacando la obsolescencia de la infraestructura; las dificultades
en materia de gestión y administración del Sistema Penitenciario y Carcelario; la existencia
de casos graves de corrupción de la guardia; la insuficiencia de presupuesto de inversión y
funcionamiento; el incremento desbordado de la población; la lentitud de los procesos; la
falta de defensa técnica, y la imposibilidad de separación entre sindicados y condenados
por las condiciones de infraestructura y hacinamiento, entre otros factores.

Así las cosas, a través de este CONPES se planeó la generación de 20.828 cupos nuevos
con un valor calculado de 314 mil millones y la ampliación de otros 3.800 con una
inversión de 32,6 mil millones (CONPES 3086 de 2000: 8-9), lo cual significaba casi que
duplicar la capacidad real con la que se contaba en el Sistema Penitenciario hasta la fecha
en un lapso de dos años. Ya desde este documento se tenía prevista la construcción de un
establecimiento especial para la reclusión de la población indígena en la Región Occidente
de 300 cupos.

Más adelante, se expide el CONPES 3277 de 2004, Estrategia para la expansión de


la oferta nacional de cupos penitenciarios y carcelarios. En este documento se vuelve a
presentar un diagnóstico sobre la situación de hacinamiento de los establecimientos
penitenciarios y carcelarios en los cuales continuaba siendo significativa la diferencia entre
el número de cupos existentes y el número de personas privadas de la libertad. Desde esta
perspectiva, las condiciones de habitabilidad resultaban, como resulta evidente, un factor
esencial para garantizar el cumplimiento de los fines de la pena y unas condiciones básicas
de habitación en los centros penitenciarios (CONPES 3277 de 2004: 1). Adicionalmente,
el documento justificaba la necesidad de emprender estas estrategias, dado que en el
marco de la política de la Seguridad Democrática la población penitenciaria y carcelaria
iba a aumentar (CONPES 3277 de 2004: 1).

El crecimiento constante de la población reclusa se entendía intrínsecamente relacionado


con «la efectividad de la política de Seguridad Democrática, pues en los últimos meses se
ha observado el ingreso y permanencia en el Sistema Penitenciario y Carcelario del orden
nacional de un promedio de 1.000 internos por mes» (CONPES 3277 de 2004: 8). De
acuerdo con el documento, para diciembre de 2003 se presentaba un déficit de 14.157
cupos, en la medida en que la población penitenciaria y carcelaria ascendía a 62.448
personas y ocupaba 48.291 cupos, correspondientes a la capacidad real, para una tasa
de hacinamiento del 29,3% (CONPES 3277 de 2004: 6, 14).

A partir de la información estudiada, el documento proyectaba que para diciembre de

28
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

2006, y bajo el supuesto de que se mantuviera la capacidad actual y la población


seguiría creciendo en los niveles que lo ha hecho recientemente, la población penitenciaria
ascendería a 86.833 internos, con un 80% de hacinamiento y un 52% de población
sindicada, y con una tendencia de un mayor incremento de la población sindicada con
respecto de la condenada. Un escenario más pesimista se establecía partiendo de un
ingreso de 1000 personas mensuales al sistema, caso en el cual la población reclusa a
2006 sería de 98.448 internos, frente a la cual se estaría ante un hacimiento del 104%
(CONPES 3277 de 2004: 16-17). Bajo estos panoramas, se hace énfasis en las graves
restricciones que esto implicaría para un acceso a un adecuado tratamiento penitenciario y
la provisión de los servicios básicos para la población penitenciaria.

De esta manera, esta propuesta de ampliación buscaba reducir el nivel de hacinamiento


al 20%, reconociendo que si bien no era ésta una situación idónea para el cumplimiento
de las funciones de las cárceles, «garantiza retornar a niveles de sobrepoblación que no
se clasifican como críticos». Esta ampliación de cupos, al igual que en el CONPES anterior
se orientó a generar 3.162 cupos por ampliación, adecuación y dotación; así como con
la construcción de once (11) nuevos establecimientos con 21.169 cupos, para un total de
24.331 cupos esperados (CONPES 3277 de 2004: 18-19).

Dos años más tarde aparece el documento CONPES 3412 de 2006, Estrategia para
la expansión de la oferta nacional de cupos penitenciarios y carcelarios - Seguimiento al
CONPES 3277, con el fin de proponer mecanismos para la ejecución y requerimientos
presupuestales. De esta manera, como estrategia para la construcción de infraestructura de
obra nueva, establece el documento la necesidad de definir la modalidad a través de la
contratación de obra pública en lugar de la concesión debido a que el primero permitiría
realizar menos gastos de transacción y de indexación del dinero invertido en el tiempo, y
por lo tanto los costos podrían disminuir en más del 40% (CONPES 3412 de 2006: 3 y 7).

Por último, al igual que el CONPES 3412 de 2006, el CONPES 3575 de 2009, Estrategia
para la expansión de la oferta nacional de cupos penitenciarios y carcelarios - Seguimiento
a los CONPES 3277 de marzo 2004 y 3412 de marzo de 2006, tiene como propósito
modificar los montos y las fuentes de financiación para la construcción de los once nuevos
establecimientos, su cronograma de entrega; así como incrementar en 1.103 los cupos
inicialmente previstos16. El panorama de la población, para finales del año 2008, se

16
De acuerdo con la información presentada en el documento, se esperaba crear 22.703 cupos nuevos además de los 3.010 ya
entregados, para un total de 25.713 (CONPES 3575 de 2009: 16).

29
mantenía en un hacinamiento del 27,8%, manteniéndose los niveles críticos denunciados en
los distintos documentos CONPES, entre otros espacios, y con tendencia a la alza, por lo
que resultaba fundamental ampliar y garantizar la consecución de la infraestructura nueva
que se había propuesto mediante CONPES 3277 de 2004.

Ese proceso, encaminado a organizar la oferta nacional de cupos y priorizar la resocialización,


significó un esfuerzo presupuestal cercano a un billón de pesos y un cambio radical en la
cultura penitenciaria y carcelaria. Lo anterior, se constituyó en un esfuerzo sin precedentes
en materia penitenciaria y carcelaria tendiente a modernizar la infraestructura, erradicar los
índices históricos de hacinamiento, asegurar una mejor calidad de vida, ofrecer condiciones
dignas de reclusión, garantizar el respeto por los derechos humanos de la población reclusa
y procurar la efectiva resocialización de la población interna.

Es importante resaltar que a partir del fallo de la Corte Constitucional en 1998 se ha


dado un desarrollo importante en el marco de la Política Penitenciaria desde su perspectiva
institucional, y que esto ha tenido una relevancia trascendental en el modelo político de
intervención y atención de las personas privadas de la libertad. Sin embargo, y como se
pudo ver reflejado anteriormente, este proceso ha tenido una evolución que se ve reflejada
tanto en los documentos CONPES como en la Ley 1709 de 2014, por lo que es necesario
superar tanto jurídica como institucionalmente lo planteado por la T-153 de 1998, sin
desconocer que existen grandes retos en materia de la Política Penitenciaria.

2. Lineamientos de la Comisión Asesora de Política Criminal orientados a la Política


Penitenciaria
La Comisión Asesora de Política Criminal17 en su informe final plantea una serie de
lineamientos de política criminal para el Estado colombiano, a partir de un ejercicio
de análisis de los principios y el marco normativo de la política criminal, así como de
diagnóstico de la realidad empírica hacia la cual se orientan las políticas existentes. El

17
En febrero de 2011, se creó por el entonces Ministro del Interior y de Justicia la Comisión Asesora para el Diseño de la Política
Criminal del Estado colombiano «con el propósito de apoyar la formulación de la política criminal del país y realizar recomendaciones
al Gobierno Nacional en torno a ella. Su función esencial era entonces elaborar una propuesta de lineamientos de política criminal.
Además, la Comisión debía realizar, en la medida en que el Gobierno o el Consejo de Política Criminal se lo solicitaran, otras tareas
como i) evaluar y estudiar la normatividad existente en materia de política criminal; ii) analizar las iniciativas académicas que se formulen
sobre la materia; iii) elaborar documentos para el diseño de la Política Criminal colombiana; y iv) realizar consultas con las entidades
estatales, universidades, asociaciones de abogados y abogadas, y las personas u organismos que la Comisión considerar pertinentes,
sobre las reformas» sugeridas para su introducción, de conformidad con lo dispuesto por la Resolución No. 0286 del 15 de febrero de
2011 (COMISIÓN Asesora, 2012: 10).

30
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

enfoque planteado por la Comisión parte de un concepto amplio de la política criminal,


que no sólo se concentra en los procesos de definición normativa y de judicialización de
los comportamientos sancionados por la ley penal, sino que además no se circunscribe a
la política penal. En este sentido, y como se mencionó anteriormente, la criminalización
terciaria, es decir, «la ejecución y cumplimiento de la sanción penal por parte de una
persona declarada responsable de un crimen», y, por lo tanto, la Política Penitenciaria
resultan en parte relevante de la política criminal (COMISIÓN Asesora, 2012: 17).

Desde esta perspectiva, la política criminal, y en el mismo sentido la Política Penitenciaria,


se encuentra estrechamente vinculada a los principios penales, que se caracterizan por estar
altamente constitucionalizados. Esto se traduce en la existencia de unas garantías penales,
a la hora de pensar en la definición de los comportamientos relevantes para el derecho
penal18, como garantías procesales en el marco del proceso19, y, finalmente, en la garantía
de los derechos de la población privada de la libertad en la fase de la ejecución de la
pena20 (COMISIÓN Asesora, 2012: 17).

Para la formulación de los lineamientos, la Comisión presenta un diagnóstico en el que parte


por identificar una política criminal reactiva, sin adecuada fundamentación empírica, con
incoherencias y con una falta de perspectiva clara de derechos humanos en su concepción
y ejecución; en sus modificaciones se puede evidenciar una ausencia de evaluación de
efectos sobre el orden jurídico y del impacto que éstas pueden tener sobre la realidad de
los operadores; con una obvia incidencia directa sobre la problemática del hacinamiento
en Colombia; sin claridad con respecto a su impacto real sobre las dinámicas de la
criminalidad; y con una ausencia de sistemas de información sólidos y fundados en derechos
humanos que permitan hacer seguimiento a los fenómenos de violencia, criminalidad y
control institucional de los mismos (COMISIÓN Asesora, 2012: 27-30). Por otra parte, se
resalta la tendencia al endurecimiento punitivo en las normas sancionatorias; lo cual agrava
la situación de una política criminal poco reflexiva frente a las particulares desafíos del
contexto colombiano: una diversidad regional, con especial complejidad de los fenómenos

18
De esta manera, se plantea que en lo correspondiente a la criminalización primaria, debe prevalecer, entre otros, el respeto a los
principios de legalidad, proporcionalidad, culpabilidad, finalidad de la pena y razonabilidad (COMISIÓN Asesora, 2012: 17).
19
En lo que respecta a la criminalización secundaria, debe orientarse la política criminal principalmente por el respeto al debido proceso
y el privilegio de la libertad (COMISIÓN Asesora, 2012: 20, 22).
20
En lo relacionado con la criminalización terciaria, en donde se encuentra el interés principal de este documento, debe destacarse que
se reconoce por parte de la Comisión que existe poco desarrollo de los principios que rigen este momento. Sin embargo, es claro que el
cumplimiento de la pena debe orientarse a la observancia de la dignidad humana, que se ve materializada en una pluralidad de medidas
que deben adoptar las autoridades penitenciarias de acuerdo con el régimen penitenciario. Dicho régimen penitenciario debe contemplar
un tratamiento cuya finalidad esencial sea la reforma y la readaptación social de los penados, de conformidad con lo dispuesto en el
artículo 10º del Pacto de Derechos Civiles y Políticos (COMISIÓN Asesora ,2012: 22).

31
criminales, una situación de derechos humanos y conflicto armado de décadas, y una fuerte
desigualdad socioeconómica; que tiende a subordinarse a la política de seguridad; y que
evidencia una debilidad institucional (Íbid: 30-42).

Para la formulación de los lineamientos, la Comisión presenta un diagnóstico en el que parte


por identificar una política criminal reactiva, sin adecuada fundamentación empírica, con
incoherencias y con una falta de perspectiva clara de derechos humanos en su concepción
y ejecución; en sus modificaciones se puede evidenciar una ausencia de evaluación de
efectos sobre el orden jurídico y del impacto que éstas pueden tener sobre la realidad de
los operadores; con una obvia incidencia directa sobre la problemática del hacinamiento
en Colombia; sin claridad con respecto a su impacto real sobre las dinámicas de la
criminalidad; y con una ausencia de sistemas de información sólidos y fundados en derechos
humanos que permitan hacer seguimiento a los fenómenos de violencia, criminalidad y
control institucional de los mismos (COMISIÓN Asesora, 2012: 27-30). Por otra parte, se
resalta la tendencia al endurecimiento punitivo en las normas sancionatorias; lo cual agrava
la situación de una política criminal poco reflexiva frente a las particulares desafíos del
contexto colombiano: una diversidad regional, con especial complejidad de los fenómenos
criminales, una situación de derechos humanos y conflicto armado de décadas, y una fuerte
desigualdad socioeconómica; que tiende a subordinarse a la política de seguridad; y que
evidencia una debilidad institucional (Íbid: 30-42)

A partir de los principios constitucionales que deben orientar la política criminal y el


diagnóstico presentado con anterioridad, se establecen unos lineamientos, cursos de acción
y recomendaciones, algunas de las cuales tienen una incidencia trascendental con respecto
al problema que ocupa en el presente documento:

a) La política criminal y el respeto de los principios penales constitucionales y de derechos


humanos deben enmarcar el ejercicio de la función punitiva en un Estado democrático
respetuoso de la dignidad humana. Esto conlleva a que debe hacer énfasis en el derecho
penal como última ratio y fortalecer la defensa en el principio de no discriminación como
orientado de la política penal (COMISIÓN Asesora, 2012: 63).

b) Resulta fundamental destacar la idea del derecho penal como ratio última de protección
de bienes jurídicos en la política criminal. En un estado democrático debe minimizarse
la intervención punitiva, y preferirse vías distintas al derecho penal para la tutela de
dichos bienes jurídicos. Por esta razón, debe pensar en una prevención en serio (no
centrada en el sistema penal, ni en la represión); el desarrollo de medidas alternativas a

32
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

las penas privativas de la libertad que permita enfrentar las dificultades que atraviesa el
sistema penitenciario, así como la creación de «instituciones y estrategias que permitan
a la cárcel el cumplimiento de la función resocializadora legalmente asignado (sic)
a ella en la fase de ejecución penal», todos bajo la lupa del respeto a la dignidad
humana (COMISIÓN Asesora, 2012: 63-64)21. Asimismo, se destaca la importancia de
desarrollar medidas alternativas para distintos delitos y regímenes especiales para reducir
el tiempo de ejecución de penas privativas de la libertad, con el fin de avanzar en la
protección de los derechos de los reclusos y en unas efectiva resocialización. Por último,
deben contemplarse medidas para evitar la desocialización que produce la prisión (Íbid:
64-66).

c) En lo que respecta al derecho penal en general, la Comisión señala:

«Se deben racionalizar las penas, tanto en su fase legislativa, como judicial
y penitenciaria. Para ello es necesario: i) revisar concienzudamente las penas
legalmente establecidas, que carecen de sistematicidad y en ocasiones se han
incrementado inusitadamente sin tener en cuenta el principio de proporcionalidad;
ii) establecer criterios adecuados que permitan a la ley regular las penas de
acuerdo con los bienes jurídicamente tutelados y las distintas modalidades de
afectación a los mismos, de forma que no resulten sanciones o se entrecrucen
los criterios de gravedad en función de la modalidad de ataque al bien jurídico;
iii) tener como principio de la asignación de penas el hecho de que las penas
máximas no solo deben ser acordes con la expectativa de vida en Colombia, sino
que deben guardar coherencia con las finalidades de la pena que establezca
el Consejo de Política Criminal. Cualquiera que fuese el fin de la pena, que el
legislador defina, se debe destacar que este fin tiene que permear todos los
proyectos legislativos en materia punitiva, ya que se debe consecuente en su
tratamiento; iv) considerar condiciones especiales para la ejecución de la pena
respecto de los grupos sociales que las exigen, en especial de las mujeres, con
la finalidad de evitar resultados de mayor drasticidad en la ejecución de las
penas por los integrantes de tales grupos y mejorar las condiciones de respeto

21
«Dentro de estas penas y medidas alternativas se encuentran: i) reparación a las víctimas del delito (i); internamiento voluntario en
establecimientos de terapia sico-social; ii) trabajo en medio rural; iii) libertad asistida por el juez u otra autoridad o persona; iv) trabajo
a favor de la comunidad; v) prisión abierta; vi) pérdida de licencia de conducción o inhabilitación para el ejercicio de una profesión,
arte oficio, industria o comercio; vii) arresto domiciliario; viii) reserva del fallo; ix) arresto durante el tiempo libre o en el fin de semana; x)
amonestación o apercibimiento; xi) liberación anticipada con fines laborales o educativos; xii) permisos o reclusión en centros de transición;
xiv) asistencia a cursos de formación, a cursos de manejo del tiempo libre o la rabia o la intolerancia, o a cualquier curso que se proponga
con fines preventivos del delitos» (Comisión Asesora para la Política Criminal, 2012: 67).

33
y garantía de sus derechos fundamentales; v) reducir el uso de la prisión en
el Sistema de Responsabilidad Adolescente en Colombia, que hace un uso
excesivo de la privación de libertad, pese al hecho de contar con mecanismos
alternativos al uso de la prisión para los y las jóvenes en conflicto con la ley;
vi) establecer políticas públicas enfocadas al post-penado, de forma tal que
se asuma el compromiso de reinserción social no solamente con el tratamiento
penitenciario, sino también con la orientación y ayuda a la reubicación social»
(COMISIÓN Asesora, 2012: 65).

d) Como es evidente se plantea la necesidad de una estrategia para la reducción del


hacinamiento que permita el cumplimiento de los fines de la ejecución de la pena. Una
de estas estrategias propuestas se orienta hacia la creación certificado de disponibilidad
penitenciaria orientado a los jueces que permita verificar la existencia de un lugar para
el detenido o condenado. Esta regla penitenciaria no necesariamente implicaría dejar en
libertad al ciudadano, sino la gestión a cargo del gobierno de los recursos necesarios
para que la persona pueda ser privada de la libertad en condiciones dignas. A su vez,
debe reiterarse el carácter excepcional de la detención preventiva, y la relevancia de
reflexionar sobre el fin resocializador del tratamiento que parta de una consideración
de la sanción, así como de las herramientas que se ha planteado para su desarrollo
(COMISIÓN Asesora, 2012: 66-68).

e) La Comisión reconoce la existencia de

«…enfoques diferenciales son diversos e incluyen la perspectiva de género,


étnica, por edad, por vulnerabilidad económica, por personas con discapacidad,
etc. Una política criminal apropiada debe incorporar todos esos enfoques
diferenciales. Por ejemplo, es claro que una política criminal en un Estado
multiétnico y multicultural como el colombiano debe hacer especial énfasis
en que exista una adecuada articulación entre la justicia penal ordinaria y la
jurisdicción indígena, y que las decisiones de política criminal no desconozcan
la diversidad étnica y cultural ni la autonomía de los pueblos indígenas ni de
las comunidades afrodescendientes. Igualmente, la política criminal debe tomar
en cuenta la situación de vulnerabilidad de las personas con discapacidades o
de los grupos económicamente desaventajados » (COMISIÓN Asesora, 2012:
70).

f) Adicionalmente, se evidencia la necesidad de construir una política criminal estable,

34
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

coherente, fundamentada empíricamente y evaluada de manera sistemática, que resulte


adecuada en términos de racionalidad instrumental. Los objetivos de la política criminal
deben orientarse a «asegurar el respeto de los derechos humanos, prevenir y reprimir
la criminalidad, deben incorporar medidas y estrategias que reduzcan al máximo el
fenómeno de la impunidad» (COMISIÓN Asesora, 2012: 76).

g) Por último, se plantea la necesidad de fortalecer el Consejo Superior de Política


Criminal como instancias asesora del Estado colombiano (COMISIÓN Asesora, 2012:
80).

3. Los 12 pasos para la hacerle frente a la crisis del Sistema Penitenciario y Carcelario
A partir de este informe, y de una aproximación sistemática al Sistema Penitenciario
y Carcelario, el Ministerio de Justicia y del Derecho identificó en 12 Pasos, una serie
de medidas de corto, mediano y largo, que en su conjunto y articuladas se esperaba
permitieran enfrentar los problemas del Sistema Penitenciario y Carcelario. Esta estrategia
parte del reconocimiento del problema de hacinamiento que aqueja al Sistema Penitenciario
y Carcelario (Paso 1), el cual se evidencia no sólo como un problema nacional, sino
compartido por otras naciones. Sin embargo, resultaba evidente que las medidas que se
debían implementar medidas tenían que ir más allá de la construcción de cárceles, en tanto
que la infraestructura se constituye en uno de los principales problemas, pero no el único.
De esta manera, se tienen en cuenta situaciones como las deficiencias en la prestación del
servicio de salud; la existencia de una política criminal reactiva, incoherente y fuertemente
punitiva; la insuficiencia en el número de personal de vigilancia y de seguridad; y, por
último pero no menos importante, la corrupción dentro del sistema.

A pesar del avance planteado en la definición amplia de la problemática penitenciaria,


es importante señalar que su perspectiva se orienta fundamentalmente a la administración
penitenciaria y a la descongestión, y no aborda directamente la importancia de fortalecer el
fin último de la ejecución de la sanción que es la resocialización. No obstante, es claro que
las medidas señaladas a través de esta estrategia podrían contribuir a contar con mayores
recursos y unas mejores condiciones para garantizar un adecuado tratamiento penitenciario.
En este sentido, las medidas contemplan la construcción de cupos y la participación de
los entes territoriales en estos procesos (Paso 2), lo cual permitiría no sólo la garantía de
condiciones dignas de reclusión, sino también la posibilidad de un acceso completo a los
programas de resocialización con los que cuenta el INPEC. Lo mismo puede plantearse
en relación con la garantía del acceso a una atención en salud, para lo cual se inició la

35
adecuación y recuperación de 45 Unidades Sanitarias, por parte de la Unidad de Servicios
Penitenciarios, articulado al desarrollo de un documento de política pública, así como
desarrollos normativos (Paso 9).

Por otra parte, destaca el documento las conclusiones planteadas por la Comisión Asesora
para la Política Criminal en Colombia, respecto de la necesidad de desarrollar una política
criminal racional, coherente y eficaz (Paso 3), que supere la política reactiva, incoherente
y fuertemente punitiva colombiana. Esto implica una mayor articulación entre las diferentes
instituciones tanto en la etapa de definición normativa, como procesal, pero fundamentalmente
de ejecución de la pena (Paso 5); y el desarrollo de un sistema de información único y
transparente, que permita el acceso de todas las autoridades (Paso 6).

Con respecto a los recursos para el Sistema, por una parte se destaca la necesidad de
contar con personal de custodia y vigilancia, así como administrativo, para atender las
distintas funciones y en correspondencia con la población penitenciaria (Paso 4). Asimismo,
se destaca la importancia de capacitar a todas las personas que forman parte del sistema
penitenciario en una visión integral que apunte a la solución de la crisis (Paso 12). Esto
implicaría contar, en lo que respecta al tratamiento penitenciario, con funcionarios suficientes
y capacitados para llevar a cabo las distintas actividades ocupacionales y transversales que
comprenden los planes ocupacionales de los internos en su proceso de resocialización.

Por último, en lo que respecta a la atención jurídica de la población, se contemplan una


serie de medidas: la realización de audiencias en los establecimientos de reclusión, el
fortalecimiento de las audiencias virtuales, así como el traslado oportuno a las diligencias
judiciales (Paso 7); el fortalecimiento de la defensa técnica a través de la vinculación a los
establecimientos de la Defensoría del Pueblo y las Universidades para garantizar el acceso
a este servicio (Paso 8); con un importante papel del apoyo de las universidades a las
Oficinas Jurídicas de los Centros de Reclusión, a través de los consultorios jurídicos y las
judicaturas, para la descongestión las solicitudes de los internos, así como en los despachos
de los jueces de ejecución de penas y medidas de seguridad (Paso 10). Asimismo, se
considera de suma importancia pensar en la reestructuración de las Oficinas Jurídicas para
que la información esté actualizada y a disposición de las autoridades judiciales cuando
ellas lo requieran; también resulta trascendental que se cuente con el personal administrativo
suficiente en todos los centros de reclusión del país, de manera que se pueda contar con
el 100% del personal de vigilancia y seguridad dedicado al cumplimiento de sus funciones
(Paso 11).

36
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

4. La política pública penitenciaria a partir de la Ley 1709 de 2014


En enero del presente año se sancionó la Ley 1709 de 2014, la cual fortalece una serie de
garantías para la población privada de la libertad y trata de superar algunas contradicciones
que la pluralidad de reformas a la legislación sustancial y procesal habían generado en el
marco del régimen de cumplimiento de las medidas de aseguramiento y de las sanciones
penales22. A través de esta norma, se consolidan esfuerzos que ya se habían iniciado
previamente.

En primer lugar, se presenta un fortalecimiento del principio de libertad en múltiples disposiciones.


Por un lado, se reitera la necesidad de que la aplicación de la detención preventiva sea
excepcional, y todas las restricciones a la libertad se realicen en el marco del principio
de legalidad (artículo 1)23. En este mismo sentido, se introduce el principio de intervención
mínima a la legislación penitenciaria, según el cual la restricción de derechos y de garantías
sólo podrá darse con fundamento en el régimen penitenciario (artículo 6)24. Por otra parte, se
resaltan los principios de necesidad y proporcionalidad como criterios que deben acompañar
la imposición de medidas restrictivas de la libertad (artículo 4)25. Como ejemplo de algunas
medidas concretas sobre este punto, y que deben ser destacadas, se encuentra la prohibición
expresa de condicionar los mecanismos sustitutivos, o cualquier otro tipo de beneficio judicial
o administrativo al pago de la multa (artículo 3)26 y 27y ; así como todas aquellas medidas de

22
Fundamentalmente, en lo que respecta al quantum punitivo definido como límite para el acceso a los mecanismos sustitutivos y subrogados.
De esta manera, se elevan los máximos señalados por la ley para el acceso a los requisitos: la prisión domiciliaria se eleva de 5 a 8 años; la
suspensión condicional de 3 a 4 años; y la libertad condicional se disminuye de las 2/3 a las 3/5 partes.
Se ha criticado desde distintos sectores que, si bien dichas modificaciones resultan una importante actualización normativa de cara a los
significativos aumentos de penas de los últimos años, la inclusión de un amplio catálogo de delitos graves frente a los cuales se restringe el
acceso a cualquier tipo de sustitutivo, subrogado, beneficio judicial o administrativo, restringiendo en estos casos el desarrollo de un tratamiento
penitenciario progresivo. Adicionalmente, se considera una regresión restringir la vigilancia electrónica a una medida accesoria a la prisión
domiciliaria en la fase de ejecución de la sanción.
23
Artículo 2º, Ley 65 de 1993. Modificado por la Ley 1709 de 2014, artículo 1º. Legalidad. Toda persona es libre. Nadie puede ser sometido
a prisión o arresto, ni detenido sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por motivo
previamente definido en la ley. Nadie podrá ser sometido a pena, medida de seguridad, ni a un régimen de ejecución que no esté previsto en
la ley vigente. La detención preventiva de las personas que están siendo investigadas o juzgadas es excepcional.
24
Artículo 10A. Adicionado por la Ley 1709 de 2014, artículo 6º. Intervención mínima. El sistema penitenciario velará por el cumplimiento de
los derechos y las garantías de los internos; los que solo podrán ser limitados según lo dispuesto en la Constitución, los tratados internacionales,
las leyes y los reglamentos del régimen interno del Establecimiento Penitenciario y Carcelario.
25
Artículo 5º, Ley 65 de 1993. Modificado por la Ley 1709 de 2014, artículo 4º. Respeto a la dignidad humana. En los establecimientos de
reclusión prevalecerá el respeto a la dignidad humana, a las garantías constitucionales y a los Derechos Humanos universalmente reconocidos.
Se prohíbe toda forma de violencia síquica, física o moral. Las restricciones impuestas a las personas privadas de la libertad estarán limitadas a
un estricto criterio de necesidad y deben ser proporcionales a los objetivos legítimos para los que se han impuesto. La carencia de recursos no
podrá justificar que las condiciones de reclusión vulneren los derechos fundamentales de las personas privadas de la libertad.
26
Artículo 4º, Ley 65 de 1993. Modificado por la Ley 1709 de 2014, artículo 3º. (…) Parágrafo 1°. En ningún caso el goce efectivo del
derecho a la libertad, a la aplicación de mecanismos sustitutivos de la pena privativa de la libertad o a cualquier otro beneficio judicial o
administrativo, podrá estar condicionado al pago de la multa.
27
Adicionalmente, en el artículo 62 que introduce el 102A a la Ley 65 de 1993, se establece que el extranjero privado de la libertad puede

37
administración judicial orientadas a la agilidad y transparencia28.

En segundo lugar, es importante recordar, como se ha mencionado reiteradamente a lo largo


de este documento la introducción en el rango legal del enfoque diferencial, como respeto a
la no discriminación, así como la pluralidad de poblaciones especiales que se incorporan en
el artículo 3A (edad, género, religión, identidad de género, orientación sexual, raza, etnia,
situación de discapacidad, cualquiera otra, así como aquellas personas beneficiarias de
condiciones especiales en marco de un proceso de paz).

En tercer lugar, es importante destacar que la redención de pena es definida como un derecho
(artículo 64)29 y no una mera facultad de los Jueces de Ejecución de Penas y Medidas de
Seguridad ante el cumplimiento de los requisitos legalmente establecidos, así como la
obligación de reconocer los certificados expedidos por las autoridades competentes de los
estados de los cuales hayan sido repatriados colombianos (artículo 62). En este contexto,
es importante resaltar que la redención por estudio (artículo 60) y por enseñanza (artículo
61) se define como tal para los condenados que se encuentran en proceso de tratamiento
penitenciario, y no para aquellos que estén en virtud de una medida preventiva, a quienes se
les reconoce el derecho una vez hayan sido condenados. Por otra parte, en lo que respecta
al trabajo comunitario (Artículo 99A de la Ley 65 de 1993 y artículo 105 de la Ley1709
de 2014) se introduce la posibilidad de que se apoyen las obras de ingenieros militares
como parte de estas actividades.

Adicionalmente, en materia de resocialización podría destacarse un avance en la


concepción del tratamiento penitenciario para las personas en prisión domiciliaria, a
quienes se les reconoce la posibilidad de redimir pena por trabajo o estudio (artículo
26), la posibilidad de reconocer en el teletrabajo la posibilidad para desarrollar estas
actividades, así como un fortalecimiento a la garantía de derechos a la seguridad social
y del trabajo de la población privada de la libertad (artículo 55)30.

realizar acuerdos de pago que para acceder al beneficio de traslado a su país. Por su parte, el artículo 63 que introduce el artículo
102B al Código Penitenciario autoriza el permiso de trabajo a extranjeros con libertad condicional, sujeto a la existencia de vínculos
laborales o familiares.
28
Sobre este punto puede destacarse el fortalecimiento de las audiencias virtuales y la resolución de las solicitudes de libertad a través
de audiencia pública (artículo 33).
29
Artículo 103A, Ley 65 de 1993. Adicionado por la Ley 1709 de 2017, artículo 64. Derecho a la redención. La redención de pena es un
derecho que será exigible una vez la persona privada de la libertad cumpla los requisitos exigidos para acceder a ella. Todas las decisiones
que afecten la redención de la pena, podrán controvertirse ante los Jueces competentes.
30
Artículo 79, Ley 65 de 1993. Modificado por la Ley 1709 de 2014, artículo 55. Trabajo penitenciario. El trabajo es un derecho y
una obligación social y goza en todas sus modalidades de la protección especial del Estado. Todas las personas privadas de la libertad
tienen derecho al trabajo en condiciones dignas y justas. En los establecimientos de reclusión es un medio terapéutico adecuado a los
fines de la resocialización. Los procesados tendrán derecho a trabajar y a desarrollar actividades productivas. No tendrá carácter aflictivo
ni podrá ser aplicado como sanción disciplinaria. Se organizará atendiendo las aptitudes y capacidades de los internos, permitiéndoles

38
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Por otra parte, se introducen estímulos tributarios para las empresas, públicas o privadas,
así como a las personas naturales para que se inserten en el desarrollo de los programas
de resocialización, así como la generación de empleo para pospenados (artículo 59)31.

Por último, en términos de fortalecimiento a la Política Penitenciaria, es importante


destacar que a través de esta disposición se fortalece la función del Consejo Superior
de Política Criminal, en cuanto órgano responsable para dar concepto sobre todas las
iniciativas en materia penal. Adicionalmente, se eleva a rango legal la Comisión de
Seguimiento a las Condiciones de Reclusión del Sistema Penitenciario.

dentro de lo posible escoger entre las diferentes opciones existentes en el centro de reclusión.
Debe estar previamente reglamentado por la Dirección General del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec). Sus productos
serán comercializados. Las actividades laborales desarrolladas por las personas privadas de la libertad estarán íntimamente coordinadas
con las políticas que el Ministerio del Trabajo adoptará sobre la materia, las cuales fomentarán la participación y cooperación de la
sociedad civil y de la empresa privada, a través de convenios, tanto dentro como fuera de los establecimientos.
Se dispondrán programas de trabajo y actividades productivas tan suficientes como se pueda para cubrir a todas las personas privadas
de la libertad que deseen realizarlos. Dichos programas estarán orientados a que la persona privada de la libertad tenga herramientas
suficientes para aprovechar las oportunidades después de salir de la prisión. Se buscará, hasta donde sea posible, que las personas
privadas de la libertad puedan escoger el tipo de trabajo que deseen realizar.
Se dispondrán programas de trabajo y actividades productivas que atiendan la perspectiva de enfoque diferencial y necesidades
específicas para la población en condición de discapacidad privadas de la libertad, promoviendo la generación e implementación de
ajustes razonables como la eliminación de las barreras físicas y actitudinales.
Parágrafo. El Ministerio del Trabajo expedirá, durante el año siguiente a la vigencia de la presente ley, la reglamentación sobre las
especiales condiciones de trabajo de las personas privadas de la libertad, su régimen de remuneración, las condiciones de seguridad
industrial y salud ocupacional y las demás que tiendan a la garantía de sus derechos.
31
Artículo 93, Ley 65 de 1993. Modificado por la Ley 1709 de 2014, artículo 59. Estímulos tributarios. El Gobierno Nacional creará y
reglamentará los estímulos tributarios paro aquellas empresas públicas y privadas, o personas naturales que se vinculen a los programas
de trabajo y educación en las cárceles y penitenciarías, así como también incentivará la inversión, por parte de estas empresas, en los
centros de reclusión con exoneración de impuestos o rebaja de ellos, al igual que a las empresas que incorporen en sus actividades a
pospenados que hayan observado buena conducta certificada por el Consejo de Disciplina del respectivo centro de reclusión.
Parágrafo 1°. El Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) realizará los convenios que permitan la inclusión del sector público
y privado en las actividades de resocialización de que trata la presente ley.

39
Capítulo 3.
Panorama normativo del tratamiento penitenciario en Colombia

Para tener un panorama sobre la situación actual del tratamiento penitenciario, se ha


considerado fundamental presentar cómo se abordan y definen las instituciones de los tres
ejes del proyecto en la normatividad colombiana (resocialización, tratamiento diferencial
y beneficios administrativos). La presentación de este panorama resulta fundamental
para conocer, desde un plano prescriptivo, el marco que el Estado colombiano tiene
para el desarrollo de la política de tratamiento penitenciario, así como se constituye en
una garantía de los ciudadanos frente al ejercicio del poder punitivo.

De esta manera, a continuación se desarrollan los elementos normativos esenciales de


la resocialización, de los enfoques diferenciales para población indígena, y de los
beneficios administrativos.

1. La resocialización en el ordenamiento jurídico colombiano


La regulación de la resocialización dentro del ordenamiento jurídico colombiano, a
excepción de las disposiciones reglamentarias de carácter administrativo que definen
el tratamiento penitenciario32, se encuentran difusas en una pluralidad de disposiciones
de distintos niveles, relacionadas fundamentalmente con las garantías sustanciales y
procesales de los ciudadanos en el marco del funcionamiento del Sistema Penal. De
esta manera, resulta fundamental reconstruir el marco normativo que regula y establece
criterios para la comprensión de la resocialización en el marco del Sistema Penitenciario
colombiano.

Desde esta perspectiva, y como es evidente, la resocialización se rige por la Constitución


Política de Colombia, pero ésta no establece un desarrollo concreto de la resocialización,
ni del tratamiento penitenciario33. Sin embargo, se introducen una serie de elementos
evidentes, y que tienen que ser observados en cualquier proceso de resocialización: la
prohibición de penas crueles inhumanas o degradantes (artículo 12), la prohibición de

32
Fundamentalmente la Resolución No. 7302 del 23 de noviembre de 2005.
33
Sin embargo, es importante resaltar que también tienen que ser tenidas en cuenta todas las normas que al respecto se encuentran contenidas
en el bloque de constitucionalidad.

40
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

penas o medidas de seguridad imprescriptibles (artículo 28)34 y el debido proceso y


favorabilidad en materia penal (artículo 29).

Adicionalmente, tal como se mencionó al desarrollar los lineamientos propuestos por la


Comisión Asesora para la Política Criminal, los anteriores principios, entre otros, que
orientan y enmarcan el funcionamiento del Sistema Penal en su conjunto, también lo
hacen en lo que respecta a la ejecución de la pena, fase en la cual adquieren un matiz
particular. En este mismo sentido, serán principios que deben ser tenidos en cuenta
a la hora de aproximarse al tratamiento penitenciario en su conjunto, y en particular
a los procesos de resocialización. A continuación se enunciarán algunos que tienen
como fuente inmediata la Constitución, para luego ir introduciendo aquellos principios y
criterios de orden legal, articulados con aquellas disposiciones y elementos contenidos
en los reglamentos correspondientes.

De esta manera, resulta claro que la resocialización debe hacerse en observancia


de la dignidad humana. Adicionalmente, el principio de legalidad debe ser el punto
de partida, puesto que restringe la ejecución de la pena, y en este mismo sentido la
resocialización, a la preexistencia de una regulación clara de las condiciones que
van a regir la vida de la persona privada de la libertad y su tratamiento penitenciario.
Asimismo, la dignidad humana implica la existencia de unas condiciones mínimas y
respetuosas de habitabilidad.

Por otra parte, el derecho a la igualdad35 debe materializarse en esta fase, e implica
que en el desarrollo del tratamiento penitenciario no se podrán adoptar medidas
desfavorables en razón de la pertenencia a una minoría étnica, por sexo u orientación
sexual, idioma, religión, ideología, condición social o cualquier otra circunstancia,
excepto de aquellas que sean coherentes a un tratamiento penitenciario diferencial.
En este sentido, dichas circunstancias plantean la necesidad de que el tratamiento
penitenciario considere las particulares condiciones de la persona que se enfrenta al
proceso de resocialización, y plantee respuestas frente a las especiales necesidades

34
En concordancia con el artículo 34, que prohíbe las penas de destierro, prisión perpetua y confiscación.
35
Artículo 13, Constitución Política de Colombia. Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato
de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza,
origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva y adoptará medidas en favor de grupos discriminados o
marginados.
El Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de
debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan.

41
de atención que el condenado requiera36. Asimismo, en observancia de este derecho,
el tratamiento penitenciario resocializador debe procurar que se superen todos los
obstáculos generados por unas condiciones previas de discriminación y marginación,
así como aquellos derivados de unas condiciones socio-económicas favorables que
restrinjan el acceso pleno y en adecuadas condiciones al tratamiento.

No de menor importancia resulta el principio de inocencia (artículo 29, Constitución


Política de Colombia) y de intervención mínima37, que debe aplicarse fundamentalmente
a los sindicados objetos de medida de aseguramiento, quienes por su situación jurídica
ven restringida su libertad, pero aún no se les ha desvirtuado en juicio público su
principio de inocencia. Como consecuencia clara, sus condiciones y vida en prisión no
puede ser de ninguna manera más gravosa que para las personas que se encuentran
condenadas (GUILLAMONDEGUI, 2010:42). Sin embargo, esta situación genera
importantes dificultades en términos prácticos, puesto que muchas veces los internos
desean acceder al tratamiento penitenciario, o a actividades de trabajo, estudio o
enseñanza, en el marco de las actividades de redención o para la generación de
ingresos. A pesar de que la legislación penitenciaria, en su artículo 86 autoriza la
realización de este tipo de actividades, en muchas ocasiones las condiciones de recursos
y algunas interpretaciones jurídicas restringen la participación en este sentido38.

Por su parte, la legislación penitenciaria plantea que «el cumplimiento de la pena se


regirá por los principios del sistema progresivo»39. Este principio de progresividad que
rige el Sistema Penitenciario y Carcelario sugiere que el condenado debe atravesar
de manera paulatina por distintas fases de tratamiento, orientadas hacia una cada vez
menor restricción de la libertad. Se considera que un régimen es

36
Este punto se asocia a lo que se ha denominado en la doctrina como principio de individualización, el cual consiste fundamentalmente en
que durante el tratamiento penitenciario, constantemente, se deberá verificar y actualizar las condiciones personales, intereses y necesidades
del condenado, pero sobre todo en el momento de su ingreso al establecimiento penitenciario. Sobre el particular, véase, entre otros,
FERNÁNDEZ (2013).
El artículo 10 del Código Penitenciario y Carcelario, como se mencionó en la primera parte, también plantea la necesidad de que el
tratamiento tenga como punto de partida el examen del condenado, en concordancia con el artículo 143 de la misma normatividad.
En este mismo sentido, la Resolución No. 7302 de 2005 establece como una de sus consideraciones «que el Tratamiento Penitenciario
debe realizarse conforme a la dignidad humana y a las necesidades particulares de la personalidad de cada sujeto. Se verifica a través
de la educación, la instrucción, el trabajo, las actividades culturales, recreativas y deportivas y las relaciones de familia. Se basará en el
estudio científico de la personalidad del interno, será progresivo y programado e individualizado hasta donde sea posible». Más adelante
se abordará lo respectivo a la progresividad, punto articulador con el eje de los beneficios administrativos.
37
En concordancia, con el artículo 10A del Código Penitenciario y Carcelario.
38
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia T-286 de 2011. M.P. Jorge Ignacio Pretelt Chajub.
39
Artículo 12, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.

42
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

«…progresivo cualquiera que fuera el número de sus periodos o grados y su


técnica de promoción o regresión cuando reúne las siguientes características:
División del tiempo de la sanción penal en partes.-llámese períodos, fases,
grados o de cualquier otro tipo, cada una con sus fines; Posibilidad por parte
del interno de avanzar, detenerse y retroceder por los diferentes períodos
establecidos de acuerdo a su tránsito y evolución por el régimen; Posibilidad
de reincorporación social del penado antes del agotamiento de la condena
de encierro impuesta» (GUILLAMONDEGUI, 2010:42).

El lugar señalado por la ley para el cumplimiento de la sanción, entonces, es la penitenciaría,


la cual podrá ser de alta o máxima, media y mínima seguridad o establecimientos, categoría
a partir de la cual se establecerá el régimen interno40, y la posibilidad de desarrollar las
distintas fases de tratamiento, las correspondientes actividades, así como unas condiciones
concretas de seguridad. Sin embargo, para casos específicos se definen lugares especiales
para el cumplimiento de la sanción: Casas para la detención y cumplimiento de pena por
conductas punibles culposas cometidas en accidente de tránsito o en ejercicio de toda
profesión u oficio41; penitenciarías para mujeres42; penitenciarías para la fuerza pública43,
las colonias agrícolas44, y otros que sean creados en el Sistema Penitenciario y Carcelario45.

Adicionalmente, el Sistema Penitenciario colombiano concibe el desarrollo del tratamiento


penitenciario progresivo a través de cinco fases de tratamiento, las cuales son desarrolladas por
el artículo 10 de la Resolución 7302 de 2005, en consonancia con lo dispuesto por el artículo
144 de la Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario. La primera de éstas es la
denominada de observación, diagnóstico y clasificación del interno, y se compone a su vez de
las subfases de observación (adaptación, sensibilización, motivación, proyección), diagnóstico
y clasificación. En segundo lugar, se encuentra la fase alta seguridad o período cerrado, en la
cual el interno accede al sistema de oportunidades y puede participar en actividades de estudio
y trabajo, con unas condiciones más restrictivas de la libertad46.

En tercer lugar, se encuentra la fase mediana seguridad o período semiabierto, la


40
Artículo 22, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.
41
Artículos 20-3 y 23, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.
42
Artículos 20-7 y 26, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.
43
Artículos 20-8 y 27, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.
44
Artículos 20-9 y 28, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.
45
Artículo 20-10, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario. Dentro de estos deben tenerse en cuenta aquellos destinados al
cumplimiento de penas de la población indígena privada de la libertad.
46
Establece la Resolución 7302 de 2005 en su artículo 10, en lo que respecta a la Fase de Alta Seguridad: «Los programas ofrecidos en esta
fase orientan la intervención individual y grupal, a través de educación formal, no formal e informal, en el desarrollo de habilidades y destrezas
artísticas, artesanales y de servicios; la participación en grupos culturales, deportivos, recreativos, literarios, espirituales y atención psicosocial.»

43
cual inicia con la observancia de requisitos subjetivos y objetivos (entre otros, haber
cumplimiento de una tercer parte de la condena)47. En cuarto lugar, se encuentra la fase
de mínima seguridad o período abierto, la cual inicia con la valoración positiva de los
factores subjetivos y objetivos (haber cumplido cuatro quintas partes de la sanción, entre
otros criterios), y se caracteriza por una restricción mínima de la libertad. Por último,
la fase de confianza, coincide con el término requerido para la libertad condicional,
y procede cuando ésta es negada por el Juez de Ejecución de Penas y Medidas de
Seguridad.

El paso de los internos por las diferentes fases de tratamiento se encuentra a cargo
del Consejo de Evaluación y Tratamiento (CET), los cuales son definidos por el
Código Penitenciario y Carcelario como «grupos interdisciplinarios, de acuerdo con
las necesidades propias del tratamiento penitenciario. Estos serán integrados por
abogados, psiquiatras, psicólogos, pedagogos, trabajadores sociales, médicos,
terapeutas, antropólogos, sociólogos, criminólogos, penitenciaristas y miembros del
Cuerpo de Custodia y Vigilancia». Desde esta perspectiva, se introduce dos principios
fundamentales que se encuentran en esta concepción del tratamiento penitenciario como
un tratamiento interdisciplinario y científico, con el fin de tener un enfoque integral y
especializado en la aproximación al condenado48.

47
Establece la Resolución 7302 de 2005 en su artículo 10, en lo que respecta a la Fase de Alta Seguridad: «Los programas educativos
y laborales que se ofrecen en esta fase se basan en la intervención individual y grupal, permiten el fortalecimiento de competencias
psicosociales y ocupacionales a través de la educación formal, no formal e informal; vinculación a actividades industriales, artesanales,
agrícolas, pecuarias y de servicios, los cuales se complementan con los Programas de Cultura, Recreación, Deporte, Asistencia Espiritual,
Ambiental, Atención Psicosocial, Promoción y Prevención en Salud.»
48
Según el parágrafo 2º del artículo 9 de la Resolución 7302 de 2005, dicho cuerpo debe garantizar, al menos, tres enfoques: el jurídico,
el biopsicosocial y el de seguridad, para cumplir con su carácter de interdisciplinar. Adicionalmente al principio de interdisciplinariedad, en
este punto podría destacarse el principio de subordinación o instrumental, según el cual el régimen penitenciario utilizará todos los medios y
recursos de un tratamiento interdisciplinario que resulte adecuado para dicho fin, y en caso de conflicto de intereses entre ambos, el tratamiento
primará sobre el régimen, en razón de la legislación que brinda el ideal resocializador (GUILLAMONDEGUI, 2010:42). Sin embargo, las
dinámicas reales de los establecimientos impiden que este principio se pueda hacer real, y no rige la regulación del tratamiento penitenciario.

44
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Figura No. 2: fases de tratamiento penitenciario del sistema progresivo en Colombia.

Inicio del tratamiento:


Condena en firme

Fase 1:
Observación, diagnóstico
y clasificación

Fase 2:
Alta seguridad o periodo cerrado

Fase 3:
Mediana seguridad o periodo semiabierto

Fase 4:
Mínima seguridad o periodo abierto

Fase 5:
Periodo de confianza
Fuente: elaboración propia

El Sistema de Oportunidades, por su parte, se caracteriza por ser una metodología por
medio de la cual los establecimientos penitenciarios desarrollan un plan de acción que
le permite integrar programas educativos, artísticos, culturales, recreativos, laborales,
espirituales y de atención psicosocial, todos estos orientados al tratamiento penitenciario.
Actualmente, se encuentra regulada por las Resolución 3190 de 23 de octubre de
2013, la cual modifica las resoluciones 2392 de 2006, 13824 de 2007 y 649 de
2009 del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario – INPEC. Esta metodología se
divide en PASO inicial, medio y final. El Sistema de Oportunidades es dado a conocer
al interno en su primera fase de tratamiento en el momento de la motivación, e ingresa
al mismo en la fase de alta.

Por su parte, la legislación penitenciaria al establecer que la resocialización es la


finalidad principal del tratamiento penitenciario, plantea que la misma debe alcanzarse
mediante «la disciplina, el trabajo, el estudio, la formación espiritual, la cultura, el

45
deporte y la recreación, bajo un espíritu humano y solidario»49. Dicho tratamiento
debe cumplir como propósito el restablecimiento de los lazos sociales que permitan al
individuo privado de la libertad, a través de las actividades mencionadas anteriormente,
suplir sus necesidades particulares, y al mismo tiempo poder restablecer su derecho a la
libertad individual, a través de las mismas50. No obstante, la Resolución 7302 de 2005
diferencia el tratamiento penitenciario51 de la atención integral52, escindiendo de esta
manera las actividades ocupacionales y resocializadoras de las de tipo psicosocial.

Estos programas de resocialización pueden ser clasificados en dos grandes bloques:


los programas ocupacionales, actividades previstas en el Código Penitenciario y
Carcelario (fundamentalmente, el trabajo, el estudio y la enseñanza) adelantadas
dentro del establecimiento y que tienen la particularidad de redimir pena. Por su parte,
se encuentra los programas especiales, orientados al tratamiento penitenciario con
enfoques particulares (según aspectos especiales de la personalidad, delitos cometidos,
áreas específicas de atención, entre otros aspectos). Simultáneamente, se desarrollan
los Programas de Atención Social y de Atención e Intervención Psicológica. Sobre estos
habría que resaltar que se observa el principio de voluntariedad, quiere decir esto que
en todo momento el tratamiento penitenciario debe ser voluntario y no obligatorio, por
lo que el condenado, y más aún el sindicado, participa por iniciativa propia en el
programa ofrecido por el establecimiento penitenciario, y tiene la posibilidad de desistir
de él cuando lo considere adecuado.

Un aspecto adicional, que no se desarrolla expresamente en las distintas normas que


se ocupan del tratamiento penitenciario, es el que se refiere al régimen disciplinario. Es
importante resaltar que éste es tenido en cuenta como un medio útil para el desarrollo
del tratamiento con fines resocializadores. Como se verá más adelante, la evaluación
de la conducta respecto del cumplimiento del orden interno del establecimiento será un
49
Artículos 10, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario. Por su parte, el artículo 143 de la misma normatividad señala:
«TRATAMIENTO PENITENCIARIO. El tratamiento penitenciario debe realizarse conforme a la dignidad humana y a las necesidades
particulares de la personalidad de cada sujeto. Se verifica a través de la educación, la instrucción, el trabajo, la actividad cultural, recreativa
y deportiva y las relaciones de familia. Se basará en el estudio científico de la personalidad del interno, será progresivo y programado e
individualizado hasta donde sea posible».
50
En este sentido, Colombia. Corte Constitucional, Sentencia T-213 de 2011, M.P. Gabriel Eduardo Mendoza Martelo.
51
En este sentido, al artículo 4º de esta resolución «entiende por Tratamiento Penitenciario el conjunto de mecanismos de construcción grupal
e individual, tendientes a influir en la condición de las personas, mediante el aprovechamiento del tiempo de condena como oportunidades,
para que puedan construir y llevar a cabo su propio proyecto de vida, de manera tal que logren competencias para integrarse a la comunidad
como seres creativos, productivos, autogestionarios, una vez recuperen su libertad. Dando cumplimiento al Objetivo del Tratamiento de
preparar al condenado(a) mediante su resocialización para la vida en libertad».
52
Se define esta como la prestación de los servicios esenciales para el bienestar de los internos (artículo 2º), y comprende «acciones
protectoras mediante los servicios de salud, alimentación, habitabilidad, comunicación familiar, desarrollo espiritual, asesoría jurídica y uso
adecuado del tiempo libre, que prevengan o minimicen, hasta donde sea posible los efectos del proceso de prisionalizacion» (artículo 3º).

46
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

criterio esencial para promoción entre fases, así como para la concesión de beneficios
administrativos, subrogados, medidas sustitutivas, o cualquier otro beneficio judicial o
administrativo.

2. Panorama para la definición de un tratamiento diferencial indígena


La Constitución ha consagrado en varios apartes un conjunto de derechos a favor de
las minorías étnicas, dirigidas a su protección y reconocimiento como formadores y
constituyentes de la Nación colombiana. Dentro de ese conjunto normativo contenido en
la carta superior, existen artículos específicos que destacan la importancia de preservar,
potenciar, promover y fortalecer la diversidad étnica y cultura. Por ejemplo, en el artículo
7, el Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultura de la Nación colombiana,
dentro de la cual los indígenas forman parte prevaleciente en la construcción y
formación de la Nación. Por su parte, el artículo 8 consagra una obligación del Estado
y los ciudadanos dirigida a la protección de las riquezas culturales de la Nación.
Adicionalmente, el artículo 10 reconoce la existencia de lenguas y dialectos de los
grupos étnicos que son considerados oficiales en sus propios territorios y, por lo tanto,
consagra la protección de la enseñanza bilingüe en las comunidades con tradición
lingüística propia. En relación con esta educación, el artículo 68 garantiza que dichos
grupos tengan derecho a una formación que respete y desarrolle su identidad cultural53.

Por su parte, el artículo 93 que reconoce la prevalencia en el orden interno de los


tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso que reconocen
derechos humanos, permite incorporar a nuestro ordenamiento con carácter prevalente
el Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes
que regula los derechos humanos de estas minorías

La Constitución dejó consignado en varios de sus apartes un reconocimiento explícito de


la importancia que Nación reviste las comunidades indígenas que habitan el territorio, y
en desarrollo de ese reconocimiento se establecen un conjunto de derechos y prerrogativas
para las minorías étnicas dirigidas a su protección, conservación y fortalecimiento
procurando que se mantengan inamovibles aquellas prácticas tradicionales, usos,
costumbres, rituales y procedimientos que los indígenas han adoptado por siglos y que
le han permitido sobrevivir a procesos de conquista, colonización, mestizaje y violencia.

53
También, la Constitución Política introduce aspectos relevantes en materia de tierras, participación electoral, conformación de las entidades
territoriales indígenas, explotación de recursos naturales, entre otros.

47
Un poco más cerca de lo relativo al tratamiento penitenciario, y en consonancia con lo
dispuesto por el artículo 246 de la Constitución, las autoridades indígenas se encuentra
autorizadas para ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su territorio de conformidad
con sus usos y costumbres, y aplicando sus propias normas y procedimientos. Asimismo,
la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia, reconoció la jurisdicción
indígena en su artículo 11, como una jurisdicción que constituye la Rama Judicial del
Poder Público. En el mismo sentido, el artículo 12 de esta misma disposición estableció
que la función jurisdiccional se ejerce como propia y habitual, y de manera permanente
por las corporaciones y personas dotadas de investidura legal para hacerlo, y precisó
los órganos o entidades competentes para ejercer dichas funciones jurisdiccionales,
entre las cuales incluyó la jurisdicción especial indígena, cuyas autoridades solo podrían
ejercer sus funciones jurisdiccionales dentro del ámbito de su territorio y conforme a sus
propias normas y procedimientos, todos estos enmarcados en la Constitución y a las
leyes. Por último, dispuso que la Constitución y la ley establecerían las autoridades que
encargadas del control de constitucionalidad y legalidad de los actos proferidos por las
autoridades de los territorios indígenas.

Sin embargo, la Corte Constitucional, mediante Sentencia C-713 de 200854, determinó


que la Jurisdicción Especial Indígena no formaba parte de la rama jurisdiccional del
poder público, posición que fue adoptada mediante Ley 1285 de 2009, que introduce
una modificación a los artículos 11 y 12, por medio de su artículo 4. Sin embargo,
esa misma Ley en el artículo 5º referido al ejercicio de la función jurisdiccional por las
autoridades continuó reconociendo que la función jurisdiccional se ejerce como propia
y habitual y de manera permanente por las corporaciones y personas dotadas de
investidura legal para hacerlo, incluyendo a la jurisdicción especial indígena como una
de aquellas autoridades para ejercer dicha función.

Como se mencionó anteriormente, el artículo 2º de la Ley 1709 de 2014 introdujo como


principio el tratamiento diferencial, entre otros aspectos por razones étnicas. Desde
esta perspectiva, los miembros de comunidades étnicas tienen derecho a que existan
condiciones carcelarias que respeten la diversidad cultural, que permita la vivencia de
la propia cultura, idioma, religión, incluyendo el culto y la asistencia de chamanes o
guías espirituales propios, el acceso a la propia alimentación y medicina tradicional y
al uso del vestido, así como la cercanía con la familia y con su grupo étnico. Para el

54
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia Sentencia C-713 de 2008. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.

48
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

desarrollo de las condiciones especiales de reclusión de estas poblaciones se dispuso


la realización de una consulta previa que permitiera establecer elementos marco para
los enfoques diferenciales55.

Por el momento, el tratamiento diferencial a indígenas privados de la libertad en


el ordenamiento legal colombiano, si bien encuentra con un desarrollo normativo
considerable, en la mayoría de los establecimientos penitenciarios y carcelarios donde
se encuentran recluidos dichos indígenas, no se cuenta con condiciones especiales o
espacios adecuados para su reclusión. No obstante, existe un marco normativo amplio
en el que se protege y salvaguarda la diversidad étnica y cultural indígena, que apremia
la adopción de enfoques diferenciales de tratamiento de la privación de la libertad.

3. Los beneficios administrativos en la legislación colombiana


3.1. Desarrollo legal
Los beneficios administrativos se constituyen en una de las manifestaciones más claras
del sistema progresivo, por cuanto que permiten el cumplimiento en formas intermedias
o abiertas de la pena privativa de la libertad, como reconocimiento a un proceso
de tratamiento penitenciario exitoso. Los beneficios administrativos se encuentran
expresamente consagrados en el artículo 146 del Código Penitenciario y Carcelario,
Ley 65 de 1993: «los permisos hasta de setenta y dos horas, la libertad y franquicia
preparatorias, el trabajo extramuros y penitenciaría abierta harán parte del tratamiento
penitenciario en sus distintas fases, de acuerdo con la reglamentación respectiva».

Dependiendo del tiempo de disfrute de libertad y las actividades que se pueden realizar
en ese tiempo, los beneficios tienen mayores o menores exigencias en el texto legal.
A continuación se presentan los tipos de beneficios y los requisitos que para su concesión
exige cada uno de ellos:

1. Derecho56 a pedir permiso de libertad hasta de 72 horas: Se encuentra


consagrado en el artículo 147 de la Ley 65 de 1993, el cual establece como requisitos
para la concesión de este permiso de salir del establecimiento sin vigilancia a los
condenados clasificados en fase de mediana, que ya hayan descontado una tercer

Artículo 96, Ley 1709 de 2014.


55

Hace falta profundizar en relación a la definición de los beneficios administrativos como «derechos» y no como «actos potestativos de las
56

49
parte de la pena, o el 70% en caso de delitos de competencia de Jueces de Circuito
Especializados57, no cuenten con requerimientos judiciales. Adicionalmente, requiere
que no se haya registrado fuga o tentativa de fuga en cualquier etapa del proceso o de
la ejecución de la pena, haber trabajado, estudiado o enseñado y observado buena
conducta. Quien observe mala conducta o retarde «su presentación al establecimiento
sin justificación, se hará acreedor a la suspensión de dichos permisos hasta por seis
meses; pero si reincide, cometiere un delito o una contravención especial de policía,
se le cancelarán definitivamente los permisos de este género».

2. Derecho a solicitar permiso de salidas: Está consagrado en el artículo 147A


(adicionado por la Ley 415 de 1997) del Código Penitenciario y Carcelario y
consiste en un permiso para salir del establecimiento carcelario hasta por 15 días
consecutivos y por un total de 60 días al año siempre y cuando se cumpla con
los requisitos de ley. Tiene como requisito la certificación de buena conducta, el
haber cumplido cuatro quintas partes de la condena, no contar con requerimientos
judiciales, no registrar fuga ni intento de fuga en cualquier momento del proceso o de
la ejecución de la pena, y haber trabajado, estudiado o enseñado. Al igual que en
el permiso de 72 horas, la mala conducta o la tardanza suspende por seis (6) meses
o definitivamente en caso de delito o contravención.

3. Derecho a solicitar permiso de salida durante los fines de semana: Este derecho
se traduce en un permiso para salir los fines de semana incluyendo los lunes festivos,
cada dos semanas hasta el final de la condena, siempre y cuando se cumplan con
los requisitos exigidos para el anterior artículo58.

4. Derecho a solicitar libertad preparatoria: De acuerdo con Posada Segura (2008:


325) no es un mecanismo de obtención de la libertad jurídica, mas sin embargo,
sí una forma de obtener algún grado de libertad física al realizar una labor por
fuera del establecimiento de reclusión. Se trata del derecho al estudio o al trabajo

autoridades del Estado». Esta definición implicaría reducir las restricciones para el acceso a los beneficios e integrarlos dentro del proceso
resocializador con el objetivo de acercar nuevamente a los internos a sus familias, comunidad y brindarles alternativas de socialización
externas a la marginación penitenciaria en instituciones educativas o empresas. Posada Segura (2008) prefiere referirlos como derechos que
como actos potestativos del Estado. No obstante, la Directiva permanente 0010 del 31 de agosto de 2012 del INPEC sostiene que «no
constituyen un derecho de la población reclusa ya que su otorgamiento es discrecional de las autoridades judiciales».
57
De acuerdo con el artículo 49 de la ley 504 de 1999, su vigencia se extenderá por ocho años, es decir, desde el primero de julio de 1999
hasta el primero de julio de 2007. No obstante lo anterior, la vigencia de dicha norma fue extendida de manera indefinida por la ley 1142
de 2007 y su aplicación ha sido reiterada por la Corte Suprema de Justicia. Al respecto, véase la sentencia T- 58034 del 17 de enero de
2012 de la Sala de Decisión de Tutelas No. 1 de la Sala Penal Corte Suprema de justicia. M.P: Augusto J. Ibáñez Guzmán.
58
Artículo 147B, Ley 65 de 1993, Código Penitenciario y Carcelario.

50
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

por fuera del establecimiento de reclusión con empresas o personas de reconocida


honorabilidad, con la obligación de pernoctar y pasar los fines de semana en el
establecimiento. Establece el artículo 148:

«LIBERTAD PREPARATORIA. En el tratamiento penitenciario, el condenado que


no goce de libertad condicional, de acuerdo con las exigencias del sistema
progresivo y quien haya descontado las cuatro quintas partes de la pena
efectiva, se le podrá conceder la libertad preparatoria para trabajar en fábricas,
empresas o con personas de reconocida seriedad y siempre que éstas colaboren
con las normas de control establecidas para el efecto.
En los mismos términos se concederá a los condenados que puedan continuar
sus estudios profesionales en universidades oficialmente reconocidas.
El trabajo y el estudio sólo podrán realizarse durante el día, debiendo el
condenado regresar al centro de reclusión para pernoctar en él. Los días
sábados, domingos y festivos, permanecerá en el centro de reclusión.
Antes de concederse la libertad preparatoria el Consejo de Disciplina estudiará
cuidadosamente al condenado, cerciorándose de su buena conducta anterior
por lo menos en un lapso apreciable, de su consagración al trabajo y al estudio
y de su claro mejoramiento y del proceso de su readaptación social.
La autorización de que trata este artículo, la hará el Consejo de Disciplina,
mediante resolución motivada, la cual se enviará al Director del Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario para su aprobación.
La dirección del respectivo centro de reclusión instituirá un control permanente
sobre los condenados que disfruten de este beneficio, bien a través de un oficial
de prisiones o del asistente social quien rendirá informes quincenales al respecto.»

5. Derecho a solicitar la franquicia preparatoria: Es aquel derecho que tienen


quienes ya han gozado de la libertad preparatoria y consiste en la realización de
trabajo o estudio por fuera de las instalaciones penitenciarias con el disfrute de
libertad física y sólo con la obligación de presentarse periódicamente al Director del
establecimiento. Es el mecanismo de libertad más amplio que está en manos de la
administración penitenciaria (POSADA, 2008: 325). Dicho derecho está estipulado
en el artículo 149 del Código Penitenciario y Carcelario.

6. Derecho a permisos excepcionales en caso de enfermedad grave o fallecimiento


de un familiar cercano o un acontecimiento de especial importancia para la vida
del recluso o reclusa: Se puede decir que es un permiso de hasta 24 horas más el

51
término de la distancia, que se confiere bajo medidas de vigilancia y seguridad,
siempre y cuando se den los eventos estipulados en la ley. Según lo establecido por
el artículo 139, este permiso excepcional se concede «en caso de comprobarse
enfermedad grave, fallecimiento de un familiar cercano o siempre que se produzca
un acontecimiento de particular importancia en la vida del interno».

7. Derecho a la suspensión de la ejecución de la pena por enfermedad mental; y


el derecho a recibir tratamiento médico psiquiátrico en establecimiento especial por
fuera del centro de reclusión: Por último, este derecho opera para quienes padezcan
una enfermedad psíquica debidamente certificada por el Instituto Nacional de
Medicina Legal médico legal. Específicamente supone además que el tiempo en el
establecimiento especial (establecimiento psiquiátrico, clínica adecuada, casa de
estudio o casa de trabajo) sea tenido en cuenta como tiempo de cumplimiento de la
pena. Lo anterior se encuentra en el artículo 107 de la ley 65 de 1993.

En las normas citadas, la competencia para el otorgamiento de los beneficios


administrativos recaía las autoridades administrativas conceder dichos permisos. Sin
embargo, el artículo 79-5 de la Ley 600 de 2000 y más adelante el artículo 38-5 de
la Ley 906 de 2004 atribuyen a los jueces de ejecución de penas la competencia para
decidir acerca del otorgamiento de los beneficios administrativos, al establecer como su
competencia las decisiones acerca de la ejecución de la pena. En el mismo sentido, el
Consejo de Estado ha señalado que

«con el artículo 79, numeral 5, de la ley 600 de 2000 se trasladó a los Jueces
de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad la competencia que la Ley 65
de 1993, reglamentada por el decreto 1542 de 1997, le había atribuido a
las autoridades penitenciarias para conceder los beneficios administrativos,
dejando a éstas, únicamente la potestad de presentar propuestas o allegar
las solicitudes de reconocimiento de esos beneficios»59.

Una vez presentados cada uno de los beneficios administrativos contemplados dentro de
la legislación penitenciaria, resulta importante destacar que las anteriores medidas no
cobijan a la totalidad de la población penitenciaria. En los últimos años, gradualmente
se han introducido medidas que excluyen a las personas investigadas o condenadas por
ciertas conductas al goce de estos beneficios por considerarse de mayor peligrosidad

59
Consejo de Estado. Rad. 250000-23-26-000-2001-0485-01(ACU)

52
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

para la sociedad o un reproche más significativo. En primer lugar, el Código de la Infancia


y la Adolescencia, Ley 1098 de 2006, en su artículo 199 restringe el otorgamiento de
beneficios administrativos (subrogados o beneficios judiciales, excepto los beneficios
por colaboración efectiva), cuando de homicidio, lesiones personales dolosas, delitos
contra la libertad, integridad y formaciones sexuales, o secuestro cometidas en contra
de niños, niñas y adolescentes. Por su parte, la Ley 1121 de 200660, en su artículo
26 formula una regla de exclusión similar a la contenida en la Ley 1098 de 2006,
pero ahora referida a los delitos de terrorismo, financiación de terrorismo, secuestro
extorsivo, extorsión y conexos.

Por último, en cuanto a la regulación de exclusión de beneficios y subrogados que


contiene el Código penal, Ley 599 de 2000, el artículo 68A fue recientemente
modificado por la Ley 1709 de 2014. Esta regulación fue incorporada en la legislación
colombiana inicialmente a través de la Ley 1142 de 2007, reformada por el artículo
28 de la Ley 1453 de 2011, ampliada por la Ley 1474 de 2011, y ahora modificada
por el artículo 32 de la Ley 1709 de 2014, en la cual se amplían considerablemente
el catálogo de delitos excluidos. En el primer inciso, el artículo excluye del acceso a los
reincidentes, es decir, a aquellas personas que han sido condenadas por delito doloso
dentro de los cinco (5) años anteriores. En el segundo inciso de este artículo se plantean
los delitos excluidos61, dentro de los que se puede ver una pluralidad de conductas de

60
Ley 1121 de diciembre 29 de 2006, por la cual se dictan normas para la prevención, detección, investigación y sanción de la
financiación del terrorismo y otras disposiciones.
61
El catálogo de casi 100 delitos incluye «delitos dolosos contra la Administración Pública; delitos contra las personas y bienes
protegidos por el Derecho Internacional Humanitario; delitos contra la libertad, integridad y formación sexual; estafa y abuso de
confianza que recaigan sobre los bienes del Estado; captación masiva y habitual de dineros; utilización indebida de información
privilegiada; concierto para delinquir agravado; lavado de activos; soborno transnacional; violencia intrafamiliar; hurto calificado;
extorsión, lesiones personales con deformidad causadas con elemento corrosivo; violación ilícita de comunicaciones; violación ilícita
de comunicaciones o correspondencia de carácter oficial; trata de personas; apología al genocidio; lesiones personales por pérdida
anatómica o funcional de un órgano o miembro; desplazamiento forzado; tráfico de migrantes; testaferrato; enriquecimiento ilícito de
particulares; apoderamiento de hidrocarburos, sus derivados, biocombustibles o mezclas que los contengan; receptación; instigación a
delinquir; empleo o lanzamiento de sustancias u objetos peligrosos; fabricación, importación, tráfico, posesión o uso de armas químicas,
biológicas y nucleares; delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes y otras infracciones; espionaje; rebelión; y desplazamiento
forzado; usurpación de inmuebles, falsificación de moneda nacional o extranjera; exportación o importación ficticia; evasión fiscal;
negativa de reintegro; contrabando agravado; contrabando de hidrocarburos y sus derivados; ayuda e instigación al empleo, producción
y transferencia de minas antipersonal.» (Artículo 68A, Código Penal). El catálogo de casi 100 delitos incluye «delitos dolosos contra la
Administración Pública; delitos contra las personas y bienes protegidos por el Derecho Internacional Humanitario; delitos contra la libertad,
integridad y formación sexual; estafa y abuso de confianza que recaigan sobre los bienes del Estado; captación masiva y habitual de
dineros; utilización indebida de información privilegiada; concierto para delinquir agravado; lavado de activos; soborno transnacional;
violencia intrafamiliar; hurto calificado; extorsión, lesiones personales con deformidad causadas con elemento corrosivo; violación ilícita
de comunicaciones; violación ilícita de comunicaciones o correspondencia de carácter oficial; trata de personas; apología al genocidio;
lesiones personales por pérdida anatómica o funcional de un órgano o miembro; desplazamiento forzado; tráfico de migrantes; testaferrato;
enriquecimiento ilícito de particulares; apoderamiento de hidrocarburos, sus derivados, biocombustibles o mezclas que los contengan;
receptación; instigación a delinquir; empleo o lanzamiento de sustancias u objetos peligrosos; fabricación, importación, tráfico, posesión

53
distinta naturaleza, que no permite señalar que exista un criterio único de exclusión (ya
sea la gravedad, la peligrosidad, el alto daño generado o el impacto).

El tercer inciso, por su parte, plantea que esto no es predicable respecto de la detención
preventiva y de la sustitución de la ejecución de la pena para persona «mayor de
sesenta y cinco (65) años, siempre que su personalidad, la naturaleza y modalidad del
delito hagan aconsejable su reclusión en el lugar de residencia»62; mujer a quien le falte
dos (2) meses o menos para el parto y durante los seis (6) meses siguientes al mismo63;
persona en «estado grave por enfermedad, previo dictamen de médicos oficiales»64; y
mujer «madre cabeza de familia de hijo menor o que sufriere incapacidad permanente,
siempre y cuando haya estado bajo su cuidado. En ausencia de ella, el padre que
haga sus veces tendrá el mismo beneficio»65.

Adicionalmente, se plantea en el parágrafo primero que esto no procede frente a la


libertad condicional y a lo establecido en el artículo 38G del Código Penal, con
respecto a la prisión domiciliaria cuando se haya cumplido la mitad de la condena.
Dicho artículo establece un régimen de excepciones particular. Por último, el parágrafo
segundo plantea una excepción a la aplicación de este artículo «cuando los antecedentes
personales, sociales y familiares sean indicativos de que no existe la posibilidad de la
ejecución de la pena».

3.2. Desarrollo jurisprudencial


A continuación se desarrollarán algunos principios y criterios derivados de la
jurisprudencia que, sin analizar exclusivamente la figura, establecen algunos elementos
básicos para el abordaje y la aplicación de los beneficios administrativos. El primero
de estos es el principio de libertad que se encuentra consagrado en el artículo 28 de la
Constitución Política de Colombia y, de acuerdo con ésta, implica que la libertad debe
entenderse como la regla general, siendo su privación y perturbación una intervención
estatal excepcional que debe enmarcarse dentro de los límites de la estricta legalidad,

o uso de armas químicas, biológicas y nucleares; delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes y otras infracciones; espionaje;
rebelión; y desplazamiento forzado; usurpación de inmuebles, falsificación de moneda nacional o extranjera; exportación o importación
ficticia; evasión fiscal; negativa de reintegro; contrabando agravado; contrabando de hidrocarburos y sus derivados; ayuda e instigación
al empleo, producción y transferencia de minas antipersonal.» (Artículo 68A, Código Penal).
62
Artículo 314-2, Ley 906 de 2004, Código de Procedimiento Penal.
63
Artículo 314-3, Ley 906 de 2004, Código de Procedimiento Penal.
64
Artículo 314-4, Ley 906 de 2004, Código de Procedimiento Penal.
65
Artículo 314-5, Ley 906 de 2004, Código de Procedimiento Penal.

54
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

el respeto por los derechos humanos y, por supuesto, el respeto por las disposiciones
constitucionales. De acuerdo con la Corte Constitucional,

«el artículo 28 superior, nadie puede ser molestado en su persona o familia,


ni reducido a prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino
i) en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente, ii) con
las formalidades legales y iii) por motivo previamente definido en la ley.
El texto precisa así mismo que iv) la persona detenida preventivamente
será puesta a disposición del juez competente dentro de las treinta y seis
horas siguientes, para que éste adopte la decisión correspondiente en el
término que establezca la ley, y advierte finalmente que v) en ningún caso
podrá haber detención, prisión ni arresto por deudas, ni penas y medidas de
seguridad imprescriptibles»66.

En desarrollo de lo anterior, el concepto de libertad de configuración del legislador en


materia de política criminal, de acuerdo con el cual la Constitución no establece unos
criterios obligatorios para el legislador en la construcción de la misma y, en ese sentido,
goza de cierta libertad de configuración para criminalizar y proteger ciertos bienes
jurídicos a través del derecho penal, con la excepción del respecto a las disposiciones
constitucionales que regulan y protegen la libertad de las personas y tal potestad debe
ejercerse dentro de esos límites, así como deben estar acopladas a los principios de
razonabilidad y proporcionalidad67.

De otra parte, la Corte Constitucional ha definido la libertad como «la posibilidad y el


ejercicio positivo de todas las acciones dirigidas a desarrollar las aptitudes y elecciones
individuales que no pugnen con los derechos de los demás ni entrañen abuso de los
propios, como la proscripción de todo acto de coerción física o moral que interfiera
o suprima la autonomía de la persona sojuzgándola, sustituyéndola, oprimiéndola o
reduciéndola indebidamente»68.Teniendo esto en consideración, la jurisprudencia
constitucional ha señalado como elementos fundamentales del principio de libertad la
reserva legal y judicial.

Lo anterior implica que las normas que prescriban la privación de la libertad como

66
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-1001 de 2005. M.P. Álvaro Tafur Galvis.
67
Sobre la libertad de configuración del legislador, véase Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-327 de 1997. M.P. Fabio Morón
Díaz.
68
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-774 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.

55
consecuencia de alguna conducta definida como delictiva son de creación exclusiva
del órgano legislativo, y no es viable que otras autoridades, como las autoridades
administrativas o judiciales creen disposiciones en donde la consecuencia de una
conducta sea la privación de la libertad69. De igual manera, la reserva judicial70 implica
también que, como regla general, las únicas autoridades facultadas para disponer de la
privación de la libertad de las personas son los jueces de la república, ya sea mediante
la imposición de medidas de aseguramiento o penas como consecuencia de la comisión
de una conducta delictiva, y con las excepciones de la captura en flagrancia o la orden
excepcional de la fiscalía, ambas consagradas en la Constitución, ninguna autoridad
distinta de los jueces de la república puede decidir acerca de la privación de la libertad
de una persona71.

De acuerdo con la Corte Constitucional,

«la estricta reserva judicial para el ejercicio legítimo de la restricción de


la libertad física de las personas surge de los principios democrático y de
separación de las ramas del poder público que dejan a cargo del órgano
judicial la armonización de los derechos e intereses en tensión cuando se
investigan conductas que afectan bienes jurídicamente protegidos»72.

Por último, hay que decir que la Corte ha dispuesto de manera reiterada que la privación
de la libertad debe ser una situación de carácter excepcional y su disposición debe
corresponder a criterios de razonabilidad y proporcionalidad 73, los cuales se establecen
como límites y garantías del derecho a la libertad frente a la libertad de configuración74.

Una vez revisado el marco general del principio de libertad y de su privación como
excepción, resulta fundamental aproximarse a los distintos principios que rigen los
beneficios administrativos. De esta, es preciso aclarar que los beneficios administrativos

69
Sobre este punto, la sentencia C-024 de 1994 es enfática en que ninguna disposición administrativa –decretos, acuerdos municipales,
ordenanzas departamentales, reglamentos de policía o similares- puede establecer causales de privación de la libertad, en desarrollo del
principio de legalidad. Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-024 de 1994. M.P. Alejandro Rodríguez Caballero.
70
Un desarrollo del concepto de reserva judicial para la privación de la libertad en el sistema penal acusatorio se encuentra en la
Sentencia C-1001 de 2005, Op. Cit.
71
Al respecto, véanse las sentencias de la Corte Constitucional C-024 de 1994, Op. Cit. y C-176 de 2007. M.P. Marco Gerardo
Monroy Cabra.
72
Sentencia C-176 de 2007, Op. Cit.
73
Al respecto, véanse las sentencias de la Corte Constitucional C-327 de 1997. M.P. Fabio Morón Díaz; C-774 de 2001, Op.Cit., y
C-730 de 2005. M.P. Álvaro Tafur Galvis
74
Sentencia C- 327 de 1997, Op. Cit.

56
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

no parten de criterios subjetivos por parte de las autoridades penitenciarias, sino que
deben estar establecidos previamente por la ley y su aplicación debe atenerse a los
criterios objetivos plasmados en ésta. Así lo ha entendido la jurisprudencia de la Corte
Constitucional al manifestar que:

«Como lo ha indicado la Corte, los beneficios administrativos son aspectos


inherentes al proceso de individualización de la pena en su fase de ejecución,
por tanto las condiciones que permitan el acceso a tales beneficios tienen
un carácter objetivo, verificable, susceptible de constatación y deben estar
por ende, previamente definidas en la ley. El hecho de que se denominen
beneficios administrativos no genera una competencia a las autoridades
de este orden para establecer las condiciones o eventos en los cuales son
procedentes. Es decir, que por tratarse de una materia que impacta de
manera directa el derecho de la libertad personal, su configuración está
amparada por la reserva legal y su aplicación por la reserva judicial»75.

En el mismo sentido,

«ha destacado la Corte el valor constitucional que entraña la necesidad de


preservar tanto el principio de legalidad como el de reserva judicial de la
libertad en la fase de ejecución de la pena, lo cual implica que cualquier
medida administrativa que afecte el tiempo de privación efectiva de la libertad
de un condenado, o las condiciones en las cuales se cumple la condena,
debe ser sometida a aprobación de la autoridad judicial encargada de
ejecutar la pena. De lo contrario, se abriría la posibilidad de que autoridades
administrativas modificaran decisiones judiciales concretas en materia de
libertad, con la consiguiente ruptura del principio de separación de funciones
entre los diversos órganos del poder público»76.

Como se mencionó anteriormente, la Ley 906 de 2004, a través del numeral 5º del
artículo 3877, que establece como competencia de los jueces de ejecución de penas el
estudio de estas solicitudes, afianza el principio constitucional de reserva judicial de la
libertad, extendido a la fase de ejecución de la pena. En conclusión, se puede afirmar
75
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia T-972 de 2005. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
76
Ibíd.
77
El texto de la norma referida es el siguiente: «Art. 38. DE LOS JUECES DE EJECUCIÓN DE PENAS Y MEDIDAS DE SEGURIDAD. Los
jueces de ejecución de penas y medidas de seguridad conocen: (…)5. De la aprobación previa de las propuestas que formulen las
autoridades penitenciarias o de las solicitudes de reconocimiento de beneficios administrativos que supongan una modificación en las

57
que los beneficios administrativos tienen reserva legal y judicial. Reserva legal puesto
que deben estar establecidos previamente en la ley y reserva judicial ya que solamente
son los jueces de ejecución de penas los investidos para reconocer tales beneficios.

Por otra parte, respecto de los permisos en concreto, ha sido abundante la jurisprudencia
que ha tocado alguno de sus puntos. Respecto de los permisos excepcionales hasta de
veinticuatro (24) horas, la Corte Constitucional considera que no resultan discriminatorias
las limitaciones de acceso a este beneficio para quienes tienen antecedentes de fuga
o por delitos de competencia de jueces y fiscales regionales o del Tribunal Nacional,
en tanto es posible encontrar antecedentes que hagan inapropiada la concesión de tal
beneficio78.

De otra parte, en lo que se refiere a las normas que prohíben la concesión de los
beneficios de 72 horas y régimen abierto, la Corte encuentra que la disposición de
acuerdo con la cual se exige haber descontado el 70% de la pena para acceder al
beneficio de 72 horas a los condenados por delitos de competencia de los jueces
penales de circuito especializado no resulta discriminatoria sin ningún reparo o reflexión
de fondo al respecto79.

En la sentencia C-592 de 199880, la Corte resuelve los cargos formulados contra


disposición del artículo 147 del Código Penitenciario y Carcelario que prescribe que,

condiciones de cumplimiento de la condena o una reducción del tiempo de privación efectiva de libertad»
78
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-394 de 1995. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa. Sin embargo, en salvamento de voto,
el magistrado Alejandro Martínez Caballero manifiesta que las normas penitenciarias contienen disposiciones que de alguna manera
permiten garantizar que los beneficios no sean utilizados para fugas o la comisión de delitos, pues se prevén mecanismos para que las
autoridades penitenciarias verifiquen la viabilidad de la concesión del beneficio, motivo por el cual no hace falta excluir de entrada y sin
ninguna posibilidad de los beneficios a ciertas personas, en este caso, las juzgadas por la justicia regional (hoy justicia especializada) o
las que tengan ciertos antecedentes. Considera el Magistrado disidente que el fundamento de los permisos excepcionales es humanitario,
mientras que los beneficios administrativos propiamente dichos derivan de la función resocializadora del tratamiento penitenciario. En este
sentido, manifiesta el Magistrado:
«Se evidencia la irracionabilidad de una norma que presupone que todos los que han cometido cierto tipo de delitos seguirán siendo
siempre personas de extrema peligrosidad, lo cual no sólo implica una confesión de la inutilidad de las penas como instrumentos de
resocialización sino una estigmatización de esas personas que vulnera su dignidad humana. De esa manera, además, la norma permite
tratos crueles, como prohibir que un individuo acompañe a sus familiares cercanos en momentos extremos. Y, finalmente, se trata de
una disposición que se funda en la sospecha sobre la propia idoneidad de las autoridades carcelarias, puesto que si ellas -que son
quienes deben responder por la seguridad de los presos y el cumplimiento de sus condenas- consideran que se reúnen las condiciones de
seguridad para conceder tales permisos ¿por qué desconfiar de su criterio?»
79
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-392 de 2000. M.P: Antonio Barrera Carbonell. Esta decisión es reiterada en sentencia
C-426 de 2008. M.P. Clara Inés Vargas Hernández. En tal sentencia, en salvamento de voto el magistrado Humberto Sierra Porto salva
el voto afirmando que en la sentencia C-392 de 2000 no hubo un pronunciamiento de fondo sobre el numeral 5 del artículo 147 de
la Ley 65 de 1993 y debió haberlo en esta oportunidad. En sentencia C-708 de 2002, M.P: Jaime Córdoba Triviño, la Corte también
decide estarse a lo resuelto en Sentencia C-392 de 2000.
80
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-592 de 1998. M.P. Fabio Morón Díaz.

58
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

para acceder al beneficio de salidas hasta por 15 días, quienes no hayan accedido a
la libertad condicional no pueden tener orden de captura vigente y haber cumplido al
menos 4/5 de su condena. De igual forma se demanda el artículo 147B por disponer
que quienes no hayan accedido a la libertad condicional, para acceder al beneficio
de salidas los fines de semana deben haber cumplido 4/5 de su condena y cumplir
los requisitos del artículo anterior. Sin embargo, la Corte Constitucional sostiene que
el análisis de la función de la pena no puede limitarse a la resocialización, sino que
es necesario tener en cuenta la pretensión de la disuasión general de la pena, que
hace relevante diferenciar las consecuencias para unas u otras conductas también en
el ámbito de la concesión de beneficios. Como consecuencia de lo anterior, la Corte
resuelve declarar exequibles las disposiciones acusadas81.

3.3. Desarrollo reglamentario


Por último, respecto de los beneficios administrativos, habría que resaltar algunas
disposiciones de carácter reglamentario que establecen algunas consecuencias para
la comprensión de estos institutos. En primer lugar, puede encontrarse el Decreto 232
de 199882, reglamentario del Artículo 147 de la Ley 65 de 1993. Este Decreto regula
algunos parámetros de acuerdo con los cuales han de ser concedidos conceder permisos
hasta de setenta y dos (72) horas a los condenados en única, primera y segunda
instancia, o cuyo recurso de casación se encuentre pendiente. Sobre esta disposición
habría que definir su vigencia.

En segundo lugar, se puede destacar la Directiva permanente 0010 de 31 de agosto


de 2012 del INPEC. Las normas internas del INPEC aportan criterios relevantes, en la

81
Ibíd.
82
En radicado 11001-03-24-000-2001-0029-01(6770) la Sección Primera Sala de lo Contencioso Administrativo del Consejo de
Estado se pronuncia sobre la supuesta nulidad de esta norma y la circular número 0082 del 22 de mayo d 2000 alegada por la
Defensoría del Pueblo por no atender a la reserva legal y establecer requisitos adicionales a los legales, afirmando que ésta no hace
más que desarrollar lo establecido en el artículo 147 de la ley 65 de 1993 y reiterando su legalidad. Al respecto, véanse también
las sentencias expediente núm. 6688, Consejera ponente doctora Olga Inés Navarrete Barrero y Expediente núm. 6687, Consejero
ponente doctor Camilo Arciniegas Andrade del Consejo de Estado. No se comparte el criterio del Consejo de Estado, pues, entre
otros, estas normas imponen como requisitos para la concesión de beneficios administrativos el no ser objeto de investigación por parte
de organismos de inteligencia del Estado, y haber cumplido el 70% de la pena y haber realizado actividades de redención durante
todo el tiempo de la condena para condenas superiores a 10 años. Una primera objeción es que, de acuerdo con la realidad de los
establecimientos penitenciarios en Colombia los internos no tienen acceso inmediato a actividades de redención de pena, por lo que es
absurdo exigirles haberlas realizado durante todo el tiempo de ejecución de la condena. Además, desde esta perspectiva, el Consejo
de Estado no tiene un criterio claro de evaluación frente al tema de la reserva legal pues en algunos apartes considera ajustados a la
ley el decreto y la resolución por «desarrollarla en aspectos concretos» y, en otros, simplemente considera racional la medida, sin tener
en cuenta la competencia de la autoridad. De igual forma, el uso arbitrario y casi sin ningún control de las sanciones disciplinarias por
parte de las autoridades de los establecimientos da lugar a la exclusión de internos sin tener en cuenta su proceso de resocialización.

59
medida en que a través de sus Directores Regionales, Directores de Establecimientos
y Dependencias de cada uno de los Establecimientos se tramitan las solicitudes de
beneficios administrativos presentadas por los internos. Esta Directiva, a partir de lo
planteado por la Sentencia T-1093 de 200583, caracteriza los beneficios como

«…una denominación genérica dentro de la cual se engloban una serie de


mecanismos de política criminal del Estado, que son inherentes a la ejecución
individual de la condena. Suponen una disminución de las cargas que deben
soportar las personas que están cumpliendo una condena y que, en algunos
casos, pueden implicar la reducción del tiempo de privación efectiva de la
libertad dispuesto en la sentencia condenatoria o una modificación en las
condiciones de ejecución de la condena»84.

Desde esta perspectiva, los beneficios administrativos son entendidos por el INPEC no
como derechos sino como actos potestativos de la autoridad judicial; que hacen parte
integral y a la vez son consecuencia del tratamiento penitenciario, es decir, no se pueden
mirar aislados del proceso de resocialización; y que se constituyen en mecanismo de
incentivo y evaluación del progreso del condenado en su reintegración social, lo que
implica entonces que el sentido de los beneficios es el de incentivar a los internos a
mostrar un buen comportamiento y a participar de actividades de resocialización y
redención de pena para poder gozar de ellos.

Se parte de un reconocimiento de la potestad decisoria de los jueces de ejecución de


penas y medidas de seguridad estipulado en la Ley 906 de 2004, y se distribuye la
competencia del trámite y aprobación de la solicitud para enviar a los Jueces en los
Directores Regionales y en los Directores de los Establecimientos de acuerdo con el
tipo de Beneficio. La competencia para tramitar los beneficios de 72 horas, trabajo
extramuros y trabajo comunitario se encuentra en cabeza de los Directores de los
Establecimientos, mientras que la competencia para tramitar la libertad preparatoria,
franquicia preparatoria, permisos de fines de semana y permiso de hasta quince días es
potestad de los Directores Regionales.

La Directiva establece el término para tramitar las solicitudes relacionadas con beneficios
dentro de los quince días hábiles siguientes a la fecha de su recibo. Cuando no sea

83
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia T-1093 de 2005. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
84
Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, Directiva 0010 de 31 de agosto de 2012. P.3.

60
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

posible resolver en ese término, en todo caso se debe responder explicando al solicitante
los motivos de la demora y señalando la fecha en que se resolverá. De igual manera,
la Directiva presenta de forma organizada los pasos y distintos documentos que deben
compilar y solicitar a los internos y a otras autoridades, tanto del propio Establecimiento
como externas, para el trámite y la verificación del cumplimiento de los requisitos. Dentro
de estos requisitos, se señala un requisito subjetivo, consistente en la buena conducta
según concepto del CET85 para el cambio de fase, la exigencia de la acreditación
por parte de la autoridad judicial para tener en cuenta el tiempo redimido como pena
cumplida, el no tener sanciones disciplinarias internas y la verificación del lugar donde
el interno gozará del permiso por parte de la oficina de Trabajo Social86.

Para el permiso de hasta 72 horas, de conformidad con lo dispuesto en el decreto 232 de


1998, se exigen como requisitos adicionales para quienes se encuentren sentenciados
a condenas superiores a 10 años el no contar con informes de inteligencia de los
Organismos de Seguridad del Estado que vinculen al solicitante con organizaciones
delincuenciales (de acuerdo con información proporcionada por la SIJIN y la DIJIN) y la
participación en actividades de trabajo o estudio87.

Para el beneficio de libertad preparatoria, se exige presentar contrato de trabajo,


así como visita por parte de personal del Establecimiento a la empresa «donde el
interno realizará la labor, verificando inscripción y matrícula de la persona jurídica
en la Cámara de Comercio, actividad a ejecutar, remuneración, seguridad social y
condiciones de la empresa»88. Para el otorgamiento de la franquicia preparatoria,
además de haber superado el beneficio de libertad preparatoria89, la directiva exige
observar buena conducta90. Esta exigencia debe ser vista con detenimiento y teniendo
en cuenta los desarrollos de la Corte Constitucional en la Sentencia C-371 de 200291,
en el sentido de que las autoridades del Estado no tienen potestad para juzgar en
términos morales sino exclusivamente jurídicos la «buena conducta» de las personas
privadas de la libertad.

85
Directiva 0010 de 2012, p. 4.
86
Ibíd. p. 5, numeral 8.
87
Ibíd, p. 5.
88
Ibíd. p. 6, numeral 3.
89
La idea de haber superado la libertad preparatoria no es para nada clara ni en la jurisprudencia ni en la directiva del INPEC, más si
se tiene en cuenta que para acceder al beneficio de libertad preparatoria se exige haber cumplido 4/5 partes de la condena.
90
Ibíd. P. 7.
91
Colombia. Corte Constitucional, Sentencia C-371 de 2002. M.P. Rodrigo Escobar Gil.

61
Por último, prescribe la directiva que el interno deberá presentarse periódicamente ante
el director del establecimiento de reclusión.

En el caso del permiso de hasta quince días y permisos los fines de semana se exigen
los mismos requisitos que los consagrados en la ley y el procedimiento y documentos
son casi iguales que en el caso de las 72 horas, adicionando para el segundo el
presupuesto de que se hubiera negado la libertad condicional, tal como lo prevé la Ley
65 de 1993.

Por último, la Directiva desarrolla algunos aspectos relativos al trabajo extramuros para
condenados o como gracia para sindicados. Se exigen los mismos requisitos de la
libertad preparatoria con la excepción del cumplimiento de la condena, que para el
caso del extramuros es de 1/3 para condenados, y no se exige una fracción para
sindicados, en cuyo caso la decisión la tomará el Juez de Conocimiento. Realmente no
es clara la distinción sustancial entre el trabajo extramuros y la libertad preparatoria,
con la excepción de que éste debe realizarse con el acompañamiento y cuidado del
cuerpo de Custodia y Vigilancia del respectivo establecimiento. De igual manera, el
trabajo comunitario es una posibilidad en la que pueden realizarse actividades «de
mantenimiento, aseo, obras públicas, ornato o reforestación en el perímetro urbano o
rural de la ciudad o del municipio sede del Establecimiento de Reclusión»92. El trabajo
comunitario implica un convenio interadministrativo con el Alcalde del Municipio y para
su realización debe disponerse personal de la guardia o de la Policía Nacional en el
cuidado y custodia de los internos.

92
Ibid. p. 9.

62
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Capítulo 4.
Diagnóstico sobre el estado de cosas del tratamiento penitenciario
en Colombia

Una vez visto lo anterior, a continuación resulta esencial entrar a presentar, como se
mencionó desde el inicio algunas conclusiones sobre el tratamiento penitenciario en
Colombia, a partir de la aproximación al diagnóstico realizado en el marco del proyecto
durante el 2013. Para esto, a continuación se desarrolla, en primer lugar, una breve
caracterización socio-demográfica de la población privada de la libertad, e institucional
en relación con la satisfacción y garantía de derechos a esta población. En segundo
lugar, se hará una presentación general de aspectos positivos y algunos hallazgos sobre
el tratamiento penitenciario en Colombia entendido desde una perspectiva integral. A
continuación, en cada uno de los ejes de trabajo se presentarán la caracterización de
la resocialización, el enfoque diferencial y los beneficios administrativos en el marco de
este diagnóstico.

1. Caracterización general de la población privada de la libertad y del contexto


penitenciario en Colombia
El objetivo del presente apartado consiste en presentar una breve caracterización
general, de tipo cuantitativo y crítico, de la población privada de la libertad en el
Sistema Penitenciario y Carcelario y las condiciones que se ven reflejadas en este
contexto. Resulta fundamental para el presente caso contar con un panorama elemental
de la población objeto de los presentes lineamientos, para así poder partir de una
línea de base que permita que los lineamientos de la política pública y las medidas de
gobierno en materia penitenciaria tengan en cuenta la realidad del Sistema Penitenciario
y Carcelario, y sean comprensivas de las características de la población, de los recursos
con los que cuenta el sistema y las necesidades del mismo.

Desde esta perspectiva debe iniciarse este panorama señalando que la población privada
de la libertad en los últimos 24 años se ha incrementado en 376%93 mientras que la

93
Fuente: INPEC (2014-a). Series históricas de población de internos, 1991-2014. Disponible en:
http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/Estad%EDsticas/Estadisticas/Estad%EDsticas

63
población nacional sólo ha aumentado en un 136%94. De esta manera, para enero de 1991
la población privada de la libertad ascendía a 32.026 personas, y para este mismo año la
población nacional se calculaba en 34.830.570 habitantes, lo cual daba como tasa de
encarcelamiento de 92 personas por cada 100.000 habitantes.

Gráfico
Gráfico No.No.2: 2:Variación
variacióndedelala población
población privada
privadadedelalalibertad (1991
libertad - 2014)
(1991 - 2014)

120.000
120.000

100.000
100.000

80.000
80.000

60.000
60.000

40.000
40.000

20.000
20.000
1991 1993
1991 1995 1997
1993 1995 1997 1999 2001 2003
1999 2001 2003 2005
2005 2007 2009 2011
2007 2009 2013
2011 2013
Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 -a)
Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - a)

Para enero de 2014 la población privada de la libertad ascendía 120.623, y la población


nacional se calculaba en 47.661.790 habitantes, con lo cual la tasa de encarcelamiento
en estos años se ha incrementado a 253 personas por 100.000 habitantes, lo cual refleja
no sólo una variación en términos absolutos, sino también en términos porcentuales. Sin
embargo, debe destacarse el importante descenso que se ha presentado de la población
privada de la libertad a partir de las medidas incorporadas por la Ley 1709 de 2014 a
117.037 personas privadas de la libertad en establecimientos penitenciarios y carcelarios
del orden nacional95 (8.192 mujeres y 108.845 hombres), que si bien no logra disminuir

94
Fuente: Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Dirección de Censos y Demografía, grupo de proyecciones, 2014.
95
En esta cifra no se reporta la población privada de la libertad con prisión domiciliaria, vigilancia electrónica, recluida en cárceles
municipales, departamentales o distritales, ni en establecimientos de la fuerza pública. En promedio, esta población suma más de 40.000
personas privadas de la libertad adicionales a la cifra destacada anteriormente. Fuente: INPEC (2014-a).

64
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

las cifras a un hacinamiento moderado, sí tiene efectos importantes en la ruptura de la


tendencia al crecimiento exponencial de la población privada de la libertad.

Por su parte, en términos de proporción, desde 1991, la población masculina se ha


incrementado en 3,67 veces96, mientras que la población femenina en 5,49 veces. Esta
diferencia de casi un 200% en evidencia un cambio importante en las tendencias de la
criminalidad, la judicialización de conductas por parte del Sistema Penal, y la aplicación
de sanciones ante las mismas. Sin embargo, debe resaltarse que en los últimos cuatro años,
como se puede ver reflejado en el Gráfico 3, el crecimiento de la población de mujeres
privadas de la libertad ha tenido un comportamiento equiparable al de la población general,
y se ha visto un importante descenso en el último año97.

Gráfico No. 3: variación de la población de mujeres (2011 - 2014)

8.977
9.045
8.352 8.579 8.243
9.000
7.637
6.945
7.000 5.870

5.000

3.000
2014
2011 2012 2013

Enero Junio
Fuente: elaboración propia a partir de información suministrada por INPEC Sisipec 30 de septiembre de 2014

96
La población de hombres a enero de 1991 ascendía a 30393 personas y se incrementó a enero de 2014 a 111646, mientras que
la de mujeres sumaba 1633 y en enero de 2014 se registraban 8977 mujeres privadas de la libertad.
97
Una caracterización sobre las mujeres privadas de la libertad puede encontrarse en Briceño-Donn (2006). A pesar de que muchos
de los datos resultan altamente desactualizados para aproximarse a las circunstancias especiales que se presentan con respecto a la
privación de la libertad de mujeres, si se establece un punto de partida con recomendaciones específicas orientadas al tratamiento.

65
Gráfico No. 4: relación entre incremento de la población privada de la libertad y la tasa de
encarcelamiento (1991 - 2014)

120.000 250

100.000
200
80.000
150
60.000
100
40.000

20.000 50
2004
2000

2002
2003

2005
2006

2008
2009
2007
2001
1992
1993

1995
1996

1998
1999
1997
1994

2010

2014
2012
1991

2013
2011

Población Tasa x 100 mil habitantes


Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - a)

El incremento de la población privada de la libertad, tal como lo destacó la Comisión


Asesora para la Política Criminal se encuentra, entre otros aspectos, fuertemente
relacionado con las modificaciones que se han introducido en materia penal sustancial,
de procedimiento y de ejecución de la sanción penal. Como se puede observar en
el siguiente gráfico, a excepción de la introducción de la introducción de la nueva
legislación penal, sustancial y procesal, en el 2000, y de la introducción del nuevo
Código de Procedimiento Penal, Ley 906 de 2004, que propusieron reformas estructurales
al Sistema Penal, el resto de reformas al parecer tuvieron incidencia en variaciones en la
tendencia a incrementar de la población privada de la libertad en Colombia.

66
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Gráfico No. 5: variación entre la población privada de la libertad y reformas penales (1998 - 2014)

Ley 599 de 2000.


Código Penal Ley
600 de 2000 Código Ley 890 de 2004 Ley 975 de 2005 Ley 1474 de 2011
de Procedimiento reforma Código “Ley de Justicia y Estatuto
Penal Penal Paz” Anticorrupción Ley 1709 de 2014

57,8%
Decreto 100 de Política de Ley 906 de 2004 Ley 1142 de 2007 Ley 1453 de 2011
1980 Código Penal Seguridad sistema Penal Oral “Convicencia y Estatuto de Seguridad
y Decreto 2700 de Democrática Acusatorio Seguridad Ciudadana.
1991 Código de Ciudadana” 50,4%
Procedimiento Penal 53,2%

38,1%
36,8%
35,6%
34,1% 34,1%

34,1%
29,0% 32,8%
27,8%

21,0% 24,2%
60.021

15,8% 15,9%
120.032
100.451

113.884

117.231
84.444
44.398

45.064

49.302

52.936

68.020

66.829

63.603

75.950
62.277

69.970
51.518

14,5%

1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 jun - 14
Año

Población Hacinamiento
Fuente: INPEC 2014 - b:12

67
Por otra parte, se puede evidenciar que a pesar de que la capacidad penitenciaria se
ha incrementado en un 79%, en los últimos doce años, con la política de ampliación de
cupos desarrollada a través de los CONPES enunciados con anterioridad, el crecimiento
de la población ha sido de un 144%. En la tabla que se presenta a continuación se
muestra cómo la variación en la capacidad penitenciaria ha tenido efectos en la tasa de
hacinamiento importantes, pero con una estabilidad restringida por la misma dinámica
de crecimiento de la población penitenciaria con una velocidad mayor de la que ha
podido tener la generación de cupos.

Tabla No.1: datos comparativos entre población privada de la libertad e infraestructura


(2002 - 2014) 98
Año Población Tasa99 Capacidad Hacinamiento
2002 49.474 119,7 42.465 16,5%
2003 54.234 129,6 45.739 18,6%
2004 62.708 148,0 47.825 31,1%
2005 68.639 160,0 49.722 38,0%
2006 66.553 153,3 49.821 33,6%
2007 60.371 137,4 52.468 15,1%
2008 64.253 144,5 52.555 22,3%
2009 70.901 157,6 54.777 29,4%
2010 76.761 168,7 55.060 39,4%
2011 86.076 186,9 68.029 26,5%
2012 102.296 219,6 75.620 35,3%
2013 114.872 243,8 75.726 51,7%
2014 120.623 253,1 76.066 58,6%
Fuente: INPEC (2014 - a)

Sin embargo, como se puede ver reflejado en el siguiente gráfico, las variaciones en
la tasa de hacinamiento se ven impactadas con el aumento de cupos penitenciarios,
pero su comportamiento presenta cierta independencia:

98
Todos los datos anuales son tomados según el reporte de enero.
99
Tasa de encarcelamiento por 100.000 habitantes.

68
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Gráfico No. 6: relación entre capacidad penitenciaria y hacinamiento (2002 - 2014)

Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - a)


80.000 70%

70.000 60%
50%
60.000
40%
50.000
30%
40.000 20%

30.000 10%

20.000 0%
2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014
Capacidad Hacinamiento

De lo anterior puede concluirse que si bien la política de expansión de cupos ha generado


un impacto parcial en las cifras de hacinamiento, ésta no logra cumplir con los objetivos
trazados de reducir el hacinamiento crítico hasta llegar a una población privada de la
libertad equivalente a los cupos penitenciarios existentes. De esta manera, es claro que la
atención de los problemas infraestructurales debe ser una de las herramientas para proveer
condiciones dignas de habitabilidad para la población penitenciaria, pero ésta debe
combinarse con reformas orientadas a las normas penales sustanciales y de procedimiento,
que atiendan a criterios de racionalidad y proporcionalidad de la política criminal, así como
otro tipo de reformas encaminadas a una administración de justicia más ágil y eficiente en
la atención de las causas penales y de la ejecución de las penas.

Tabla No.2: modalidades delictivas generales


Modalidad Delictiva Total Participación
Homicidio 29.058 16,76%
Fuente: INPEC (2014 - c)

Hurto 28.783 16,60%


Fabricación, tráfico y porte de armas de fuego o municiones 25.317 14,60%
Tráfico, fabriación o porte de estupefacientes 23.853 13,75%
Concierto para delinquir 12.629 7,28%
Otros delitos 53.788 31,03%
Total general 173.428100 100,0%

100
De modalidades delictivas. Como se puede evidenciar la cifra es mayor a la de la totalidad de personas privadas de la libertad. Esto se da
por cuanto cada persona puede estar vinculada a más de una modalidad delictiva.

69
Con el panorama que se presenta en la Tabla 2 y el Gráfico 6, se ve evidenciado que casi
el 70% de las conductas punibles por las cuales se encuentra las personas privadas de la
libertad en Colombia está asociado únicamente a 5 delitos (homicidio; hurto; fabricación,
tráfico y porte de armas de fuego o municiones; tráfico, fabricación o porte de estupefacientes;
y concierto para delinquir). En este sentido debe resaltarse que en la práctica, si bien
pueden concurrir en el Sistema Penal una pluralidad de conductas, el Sistema Penitenciario y
Carcelario gestiona y atiende la detención preventiva y la ejecución de la sanción penal de
manera prioritaria unos casos concretos de conflictos sociales, concentradas en unas pocas
conductas delictivas. Si bien este panorama debe ser estudiado con mayor profundidad,
esta caracterización de la población privada de la libertad debe dar luces y orientar el
tratamiento penitenciario.

Gráfico No. 7: representación de modalidades delictivas

16,76%
31,01%

16,60%

7,28%
14,60%
13,75%
Homicidio Tráfico, Fabricación y porte de estupefacientes
Hurto Concierto para delinquir
Fabricación, tráfico y porte de Otros delitos
armas de fuego o municiones
Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - c)

Por otra parte, es importante resaltar que si bien existe una coincidencia en las modalidades
delictiva principales entre hombres y mujeres, pues las cinco conductas principales
están asociadas con los mismos delitos, pero superan el 70% de la estadística general,
y la mitad de este porcentaje representa delitos de tráfico, fabricación o porte de

70
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

estupefacientes (es decir, una tercera parte de las mujeres que se encuentran privadas de
la libertad, lo están en razón de este delito). Adicionalmente, las tendencias porcentuales
presentadas en el gráfico anterior, varían relativamente, tal como se presenta en la Tabla
3 a continuación:

Tabla No. 3: población de mujeres privadas de la libertad según modalidad delictiva

Sitación Jurídica
Modalidad Delictiva Total Porcentaje
Sindicadas Condenadas
Tráfico, fabricación o porte de estupefacientes 1.224 2.750 3.974 35.43%
Hurto 443 927 1.370 12.22%
Concierto para delinquir 584 465 1.049 9.35%
Homicidio 327 720 1.047 9,34%
Fabricación, tráfico o porte de armas de fuego o municiones 261 409 670 5.97%
Extorsión 150 167 317 2,83%
Secuestro extorsivo 74 195 269 2,40%
Rebelión 96 144 240 2,14%
Otros delitos 950 1.329 2.279 20,59%
Total 4.190 7.106 11.215 100,0%101
Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - c)

Otro aspecto que resulta fuertemente indicativo de las particulares características de la


población privada de la libertad es su distribución por sexo y rango etario. De las 117.037
personas privadas de la libertad al 30 de septiembre de 2014, 8.192 eran mujeres,
correspondientes al 7% y 108.845 eran hombres, para el 93% restante.

Tabla No. 4: población privada de la libertad diferenciada por rango etareo y sexo
18 a 29 años 30 a 54 años 55 a 64 años 55 a 64 años
Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer
45.845 3.055 56.873 4.681 4.487 381 1.640 75
42,12% 37,29% 52,25% 57,14% 4,12% 4,65% 1,05% 0,92%
Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - c)

101
Véase cita anterior.

71
A pesar de que la cifra de privación de la libertad de las mujeres es significativamente inferior, es
importante destacar que en lo que respecta al rango etario existe alguna correspondencia de los
porcentajes entre hombres y mujeres por edades. No obstante, hay que destacar que existe una
tendencia más marcada de mujeres entre los 30 y los 54 años, que en el caso de los hombres,
así como resulta inferior en la franja de los 18 a los 29 años y de las personas mayores de 64.

Por su parte, debe destacarse que de la población total penitenciaria, 881 personas han sido
reconocidas como pertenecientes a grupos indígenas102 y 3.816 a comunidades de afro-
colombianos. Sin embargo, el INPEC no reporta cifras específicas de otro tipo de comunidades
étnicas. Adicionalmente, debe destacarse que existen subregistros de la población étnica en
los establecimientos penitenciarios, por lo que no se podría establecer un porcentaje real de los
miembros de las comunidades étnicas privados de la libertad.

Con respecto a la situación jurídica, una de las discusiones principales que se han dado con
relación a la privación de la libertad se orienta hacia el carácter excepcional de la detención
preventiva. De las 117.037 personas privadas de la libertad, 75.612 están condenadas y
41.425 están bajo medida de detención preventiva. Esto quiere decir que tan solo el 64,6% de
la población de adultos privados de la libertad en establecimientos del INPEC están en fase de
ejecución de la pena, ya sea que ésta esté en firme o no. Asimismo, respecto del 35,4% restante
que se encuentra en virtud de la medida de aseguramiento, el 15% (más de 6000 personas)
llevan más de 2 años esperando que se determine su responsabilidad penal en el marco del
proceso.

Gráfico No. 8: Población penitenciaria y carcelaria según sexo


70.000
70.643
60.000
50.000
38.202
40.000
30.000
20.000
10.000 3.223 4.969

0
Hombres Mujeres Hombres Mujeres
Sindicados Condenados
Fuente: elaboración propia con datos del INPEC (2014 - c)

102
Hay que destacar que esta cifra reportada en septiembre del presente año, coincide con la presentada en la formulación de este
proyecto.

72
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Por otra parte, se registra según el INPEC una cifra de reincidencia de 17.740 personas,
16.403 hombres y 1.337 mujeres.

En lo relativo al tratamiento penitenciario, en concreto, existe una participación en actividades


ocupacionales de trabajo, estudio y enseñanza de 6.727 mujeres (82% del total) y 79.489
hombres (73% del total), para un total de 86.216 personas (el 73,7% de la población
penitenciaria en general). Como puede verse en la Tabla 5 más de la mitad de la población
que participa en las actividades se encuentra estudiando, le sigue en representatividad el
trabajo, con un 37%. Por su parte, las actividades de enseñanza representan un poco menos
del 2% de la ocupación. Debe resaltarse, adicionalmente, que la ocupación registrada
por el INPEC supera de manera en más de diez mil personas al número de condenados
privados de la libertad.

Tabla No. 5: participación según regionales del INPEC en actividades de trabajo, estudio y enseñanza

Trabajo Estudio Enseñanza Total


Regionales
Hombre Mujer Hombre Mujer Hombre Mujer TEE
Central 13.345 919 14.842 1.296 568 49 31.019
Occidente 6.074 581 7.357 616 238 22 14.888
Norte 3.776 175 3.577 73 150 7 7.758
Oriente 5.124 550 4.279 295 139 24 10.411
Noroeste 3.513 459 5.552 427 144 17 10.112
Viejo Caldas 5.226 489 5.402 698 183 30 12.028
Total 37.058 3.173 41.009 3.405 1.422 149 86.216
Fuente: INPEC (2014 - c)

2. El tratamiento penitenciario en Colombia desde una perspectiva holística e integral


Desde el inicio de este documento se ha hecho énfasis en la importancia de pensar de
manera integral el tratamiento penitenciario, en cuanto éste resulta ser el fin prioritario de la
Política Penitenciaria. En este sentido, se plantean en el presente aparte unos ejes analíticos
y algunos criterios generales que permitan anticipar las conclusiones de diagnóstico, así
como presentar en cada uno de los temas orientadores del proyecto la presentación del
estado de cosas del Sistema Penitenciario en lo que respecta al tratamiento.

73
De esta manera, debe partirse la discusión señalando que un primer factor que incide
negativamente en el desarrollo de la política es la subsistencia del estado de cosas de
inconstitucionalidad, que fue enunciada en la ya citada T-153 de 1998 y reiterada por
una pluralidad de fallos constitucionales, diagnósticos e informes que apuntan a evidenciar
la ausencia de garantía de derechos básicos, que no están suspendidos o restringidos en
virtud de la ejecución de la sanción penal. Desde una perspectiva de derechos, la dignidad
humana, y por tanto su vulneración, representa una de las restricciones más significativas a la
posibilidad de adelantar cualquier proceso de restablecimiento de derechos e intervención
penitenciaria que permita apoyar al sujeto en su preparación para una vida en libertad,
respetuosa de la legalidad y que permita la construcción del tejido social.

Las mínimas condiciones vitales de subsistencia exigidas para llevar una vida digna durante
la privación están gravemente limitadas por las condiciones de habitabilidad y satisfacción
de derechos: hacinamiento, salubridad, dificultades para el acceso a una atención
médica, servicios penitenciarios colapsados e impersonales, inconvenientes con el acceso
a una alimentación saludable, ausencia de servicios públicos esenciales. Frente a esto, el
hacinamiento ha sido la problemática que se ha tomado como prioritaria para analizar
y enfrentar la crítica situación del Sistema Penitenciario y Carcelario, en cuanto éste se
entiende que incide en la satisfacción de los demás derechos que deben garantizarse
durante la privación de la libertad, puesto que no existen los cupos suficientes para la
atención de la población penitenciaria, y el espacio tiene que comenzar a priorizar la
habitación, sobre las demás funciones que deben cumplirse en el establecimiento.

Con respecto al tratamiento penitenciario y su relación con el hacinamiento se planteó ya


desde la declaratoria del estado de cosas de inconstitucionalidad que

«…las condiciones de hacinamiento impiden brindarle a todos los reclusos los


medios diseñados para el proyecto de resocialización (estudio, trabajo, etc.).
Dada la imprevisión y el desgreño que han reinado en materia de infraestructura
carcelaria, la sobrepoblación ha conducido a que los reclusos ni siquiera puedan
gozar de las más mínimas condiciones para llevar una vida digna en la prisión,
tales como contar con un camarote, con agua suficiente, con servicios sanitarios,
con asistencia en salud, con visitas familiares en condiciones decorosas, etc.

(…) De manera general se puede concluir que el hacinamiento desvirtúa de manera


absoluta los fines del tratamiento penitenciario»103.
103
Sentencia T-153 de 1998, Op. Cit.

74
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Sin embargo, por su parte la Comisión Asesora para la Política Criminal, en su diagnóstico
sobre la crisis permanente del Sistema Penitenciario y Carcelario, plantea que la crisis no
se restringe al hacinamiento, sino que también se ve afectado tanto por la ausencia de
satisfacción de derechos, así como por la ejecución y los recursos con los que cuentan las
autoridades penitenciarias para el cumplimiento de sus funciones:

«…el hacinamiento no es el único elemento que muestra la crisis penitenciaria,


que ya lleva décadas. El estudio de la Universidad de los Andes ya citado muestra
que hay numerosos aspectos del SCP que lo hacen un sistema poco respetuoso
de la dignidad de las personas privadas de la libertad y que tampoco permite
su reinserción social, con lo cual es razonable decir que sigue existiendo en el
SCP colombiano un “estado de cosas inconstitucional”» (COMISIÓN Asesora,
2012: 48).

Visto lo anterior, es claro que si los establecimientos penitenciarios y carcelarios están


diseñados para atender a cierto número de individuos, y este número sobrepasa dicha
capacidad, resulta imposible cumplir con la función esencial de la ejecución de la pena
con respeto a la dignidad, por cuanto desarrollo de dicha función se ve restringida, en
primera medida, por la infraestructura. En este sentido, un aspecto que va a continuar
siendo relevante será el de la infraestructura, la cual no deberá enfocarse en la generación
de cupos para la habitación, sino fundamentalmente la generación de cupos orientados al
tratamiento penitenciario104.

Unido a lo anterior, va a ser un aspecto transversal al tratamiento penitenciario la denuncia


de recursos insuficientes e inadecuados para cumplir con las funciones. La necesidad de
recursos comienza con el reconocimiento de una infraestructura obsoleta, insuficiente y sin los
servicios esenciales, que debe ser mejorada; una distribución de recursos que no contempla
como prioridad de la ejecución de la pena el tratamiento penitenciario, lo cual incluye
contar con los elementos necesarios para el desarrollo de las actividades y los procesos de
atención integral (maquinaria, materiales, dotación básica para los espacios educativos,
aulas de informática, entre muchos otros aspectos); una programación y ejecución de
recursos en algunas ocasiones descoordinada entre la Unidad de Servicios Penitenciarios
y Carcelarios y el INPEC; la escasez de personal idóneo para cumplir con las distintas

104
En este sentido se concibió el convenio entre la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia y la Unidad de Servicios
Penitenciarios, para la generación de nueve nuevos establecimientos o pabellones en establecimientos ya existentes que alivien la grave
situación de hacinamiento con aproximadamente 6.300 cupos, pero que tenga como eje la rehabilitación del condenado.

75
labores, y fundamentalmente en lo que respecta al tratamiento penitenciario, que atiendan
los asuntos ocupacionales, transversales, de atención integral y jurídica de la población
penitenciaria y carcelaria, que sea suficiente y esté especializado en las labores que debe
cumplir.

Como dificultades propias del personal de custodia, de tratamiento y administrativo,


debe resaltarse que en muchas ocasiones se presenta una sobrecarga de trabajo y unas
condiciones exigentes en términos físicos, psicológicos y emocionales, al no contar los
establecimientos con el personal suficiente para cubrir la demanda exigida105. Esto conlleva
a su vez a que se recurra a facultar a funcionarios para que desempeñen labores asociadas
con el desarrollo del tratamiento penitenciario, sin contar con una formación especializada,
que les permita hacer intervenciones concretas en el marco del sistema progresivo como la
clasificación o la evaluación. Lo mismo puede predicarse de los funcionarios que participan
en las labores de las oficinas jurídicas y quienes deben atender las gestiones para las
solicitudes de beneficios administrativos de los internos.

Por último, se debe señalar que si bien el tratamiento penitenciario se entiende enmarcado
en el sistema progresivo, las iniciativas orientadas a la participación de la familia en el
tratamiento penitenciario no es representativa, por lo que si bien existen aspectos jurídicos
que favorecen las distintas medidas adoptadas en el marco del sistema progresivo, la
concepción de este tratamiento no involucra otro tipo de sujetos que favorezcan una
adecuada reinserción del condenado. Lo mismo se puede decir de la comunidad, debate
que deberá profundizarse en el siguiente punto de resocialización. Sin embargo, como
conclusión general debe señalarse que cualquier medida que se proponga en este punto
debe ser respetuoso del derecho a la libertad que tienen los ciudadanos, y que no puede
verse afectado por las sanciones penales de sus familiares o miembros de su comunidad.

3. Resocialización
A partir del marco conceptual del tratamiento penitenciario y del diagnóstico general
presentado anteriormente, debe señalarse que la resocialización, como propósito principal
del tratamiento penitenciario, presenta en las prácticas penitenciarias dificultades importantes.

105
Según la presentación realizada por el INPEC ante el Consejo Superior de Política Criminal y Penitenciaria, la institución cuenta
con una planta administrativa de 2.947 personas y una planta del cuerpo de custodia y vigilancia de 12.848 personas, para un total
de 15.795 funcionarios. Sin embargo, señalaba que ésta debía ser de más del doble (31.384 personas), con 8.680 funcionarios
administrativos y 22.704 de custodia y vigilancia (INPEC, 2014-b: 24).

76
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Esto parte del sentido que le atribuyen tanto los internos, como población objeto de las
mismas, y los funcionarios del personal administrativo, como operadores. Si bien existe
coincidencia sobre a qué se hace referencia cuando se habla de resocialización (actividades
de estudio trabajo y enseñanza, y en algunos casos también de contenido terapéutico), no
es claro que exista una fundamentación sólida sobre la finalidad o los propósitos de la
misma. En este sentido, los funcionarios que intervienen en el tratamiento penitenciario,
y que no tienen la formación especializada que se requiere en los distintos componentes
que deben desarrollarse en este marco, carece de dicha fundamentación. Por otra parte,
debe destacarse que en muchas ocasiones las labores propias de las áreas de atención y
tratamiento, por falta de personal, están a cargo de funcionarios de custodia y vigilancia.
Adicionalmente, las condiciones penitenciarias hacen que dentro de las dinámicas internas,
la finalidad de la ejecución de la sanción, es decir la resocialización, pase a ocupar un
lugar secundario en las labores cotidianas, prevaleciendo sobre ésta la seguridad.

Por otra parte, se evidenciaron en las visitas a los establecimientos penitenciarios altos niveles
de desocupación de los internos. Muchos de estos permanecen en los patios encerrados,
sin desarrollar actividades recreativas o más directamente articuladas con el proceso de
tratamiento penitenciario. Sin embargo, hay que destacar, cómo se desarrolló anteriormente
en la caracterización, que, según la información suministrada por el INPEC, la ocupación
supera el número de personas condenadas en los distintos establecimientos.

Relacionado con lo anterior, algunas otras personas privadas de la libertad se encuentran


formalmente vinculadas a programas o actividades que significan una redención de pena,
pero éstas no logran ser coherentes con un proceso de preparación para la vida en libertad
o estar articuladas con los proyectos de vida. Desde la perspectiva de los internos, muchas
de estas actividades no resultan atractivas, pero sin embargo resultan esenciales para contar
con algún tipo de redención de pena o la generación de ingresos con las actividades.
Por último, la desocupación de la población tiene incidencia en los altos índices de consumo
de sustancias psicoactivas, la imposibilidad de atenuar los efectos de prisionización sobre
los internos y su vinculación a prácticas que los alejan de su preparación para una vida en
libertad y bajo la cultura de la legalidad.

Unido a lo anterior, se presenta un escaso énfasis en el desarrollo de programas de tipo


terapéutico (denominados programas transversales) y articulados con los procesos de
atención psicosocial que se desarrollan en los establecimientos penitenciarios. Esto de la
mano de poca participación por parte de los internos, lo cual, entre otras razones, se
debe a que estos programas no redimen pena, ni tampoco generan ingresos. Por su parte,

77
las áreas psicosocial, tanto por recursos como por la concepción misma del tratamiento
penitenciario, no asumen un papel central y prioritario en el proceso de resocialización, ni
en la gestión administrativa de la prisión, puesto que la mayoría de recursos son invertidos
en la construcción de cupos o en el aumento del pie de fuerza.

Por si parte, la atención médica se entiende en estricto sentido como una prestación
orientada a la satisfacción de un derecho fundamental, en los términos dispuestos por el
Sistema General de Salud y Seguridad Social. Han sido reiteradas las denuncias sobre la
deficiencia de CAPRECOM en la garantía del derecho a la salud de la población privada
de la libertad106, lo cual plantea una restricción a contar con unas mínimas condiciones de
posibilidad para el tratamiento penitenciario. Adicionalmente, la salud es abordada desde
una perspectiva estrictamente física, dejándose de lado las distintas circunstancias que deben
ser abordadas para poder construir un proyecto de vida en libertad y el restablecimiento de
los derechos. Si bien no debe apostarse por la medicalización del tratamiento penitenciario,
la garantía del derecho a la salud debe ir de la mano con una atención psicológica y
articulada con el proceso de tratamiento penitenciario.

El PASO, como modelo de ejecución del tratamiento penitenciario, únicamente se


puede garantizar a través de una actividad institucional y coordinada. Lo anterior tiene
como consecuencia la optimización de los recursos físicos y humanos existentes en los
establecimientos, integrando por diferentes estamentos, en un trabajo continuado, que los
comprometa en la búsqueda de resultados óptimos. Los distintos cuerpos colegiados: junta
de asignación de patios y distribución de celdas, consejo de evaluación y tratamiento, junta
de evaluación de estudio, trabajo y enseñanza y consejo de disciplina, deben funcionar
en forma permanente en dichos establecimientos, para garantizar la progresividad del
tratamiento penitenciario.

Sin embargo la realidad es otra, por falta de personal especializado o idóneo, muchos de
estas juntas no se pueden conformar para así desarrollar la progresividad del interno, en
algunos casos, el condenado llega a finalizar su pena sin haber superado la fase de alta
seguridad. De igual manera, cuando algunas juntas se conformar, en la mayoría de los
casos el personal no es el idóneo (por ejemplo, funcionarios de custodia y vigilancia, sin las

106
En el informe presentado por el INPEC (2014), se señaló que 21 establecimientos presentan una insuficiencia de red, 37
establecimientos sin suministro de medicamentos, 61 establecimientos sin suministro de insumos. Entre otros aspectos, los problemas
principales se encuentran en la ausencia de contratos laborales a los profesionales y a las IPS, la necesidad de mantenimiento de
equipos, la ausencia de servicio en las áreas de sanidad o ausencia de red de prestación para atender urgencias, y mayores niveles de
complejidad del primer nivel.

78
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

clasificaciones pertinentes cumplen funciones de especialistas), lo tiene como consecuencia


que no se pueda hacer un seguimiento progresivo al condenado.

Por su parte, se reconoce que existen directivas para un acompañamiento a los post penados.
Sin embargo, éste no puede ser llevado a cabo por carencia de recursos, en consonancia
con lo dispuesto en general para todo el tratamiento penitenciario. El acompañamiento en la
fase de post pena debe procurar que el condenado en libertad, o quien haya purgado toda
su condena, pueda reintegrarse a la comunidad, reconstruir los lazos sociales y disminuir
todas las posibilidades de reincidencia.

Estos procesos carecen de solidaridad por parte de la sociedad y el sector privado que
apoye la inclusión de los post penados. En este sentido, se produjeron los beneficios
tributarios introducidos por la Ley 1709 de 2014 para que el sector privado se involucre
en los procesos de resocialización, así como en la post pena. Sin embargo, estas mismas
circunstancias no son predicables de la sociedad civil. Así las cosas, la prisión continúa
creando un distanciamiento entre la sociedad y el penado, sin involucrarla en la generación
de condiciones positivas para que los internos y los post penados puedan reintegrarse con
mayor facilidad en la vida en sociedad, que permitan evitar la exclusión social que genera
el haber sido etiquetado por el Sistema Penal. En este sentido, no existe, a excepción de
algunas iniciativas aisladas de los entes territoriales, ONGs, y en menor medida empresas
privadas, una política de restablecimiento de derechos que continúe una vez las personas
recuperan su libertad. De esta manera, se evidencia una carencia sustancial de políticas
públicas de inclusión social y tolerancia hacia la población penada.

Tal como se especificó en el apartado anterior, es claro que las áreas con las que cuentan
los establecimientos para llevar a cabo las actividades ocupacionales y los programas
terapéuticos son precarias e insuficientes. Estas condiciones se ven directamente afectadas
por la infraestructura de los establecimientos: mientras que los establecimientos de primera
generación, no existen estos espacios y en muchas ocasiones tienen que desarrollarse en
los patios, los establecimientos de segunda y tercera generación cuentan con áreas para
las actividades, pero a veces no están terminados, carecen de la adecuación en servicios
públicos o implementos necesarios para las mismas.

Unido a lo anterior, en muchas ocasiones las condiciones de seguridad restringen la


utilización de espacios. Por una parte, por falta de personal, algunos espacios como las
granjas, aquellos destinados a la realización de actividades físicas al aire libre, talleres, entre
otros, no son utilizados. A pesar de la insuficiencia de los espacios, esto se agrava cuando
no pueden ser utilizados los existentes por esta razón. Por otra parte, también se presentan

79
importantes dificultades para la participación en actividades de algunos internos, porque
dado el régimen interno, la disposición de los espacios del establecimiento condiciona la
participación en los distintos programas, dado que muchos de estos no se encuentran en el
área interna.

Adicionalmente, la escasez de recursos se ve reflejada en concreto en este punto en la


ausencia de insumos o materiales básicos para desarrollar cualquier tipo de actividad
resocializadora. En la mayoría de los casos, los internos no cuentan con las herramientas
básicas para desarrollar sus actividades: por ejemplo, en las actividades de estudio y
enseñanza hacen falta habitualmente los útiles mínimos, por lo que los internos tienen
que prestarse las herramientas o participar sin ellas; en las actividades ocupacionales de
trabajo, en algunos centros de reclusión, los internos ni si quiera cuentan con herramientas
de trabajo para llevar a cabo productos artesanales, lo que conlleva a que ellos mismos
recurran a su ingenio para dicho fin, o cuando existe espacio físico y maquinaria, muchas
veces se encuentra obsoleta y no cumple con los requisitos mínimos de seguridad, o no se
cuentan con los insumos para poder utilizarla. Esto, como resulta evidente, restringe el tipo
de actividades que tiene la capacidad un establecimiento de ofrecer para su ocupación.

Los implementos y materiales para las actividades productivas no suelen ser proveídos por
los establecimientos, sino que los internos deben ingresarlos a través de sus familias o
comprándolos en el expendio, por lo que su participación queda condicionada a contar
con recursos para financiar el proceso productivo. Adicionalmente, para aquellos elementos
que ingresan, los establecimientos cobran una especie de «tributo», que habitualmente está
en el 10% del valor de lo ingresado, lo cual también limita los recursos para el desarrollo
de las actividades. En relación con los programas transversales, en muchas ocasiones no se
cuentan con los materiales mínimos o herramientas para su desarrollo.

4. Sobre el tratamiento penitenciario con enfoque diferencial


Como se expuso en la primera parte de este documento, el diagnóstico de la situación
en materia de tratamiento diferencial se realizó a partir de las visitas a establecimiento
de la Regional Occidente y la Regional Central, en los cuales se encuentran un 69%
aproximadamente de la población perteneciente a distintas etnias y resguardos. De esta
población se pudo contactar en los establecimientos a indígenas pertenecientes a 15
etnias y 66 resguardos o cabildos. Dentro de estos grupos se apreciaron una diversidad
sustancial en su cosmovisión, en sus dialectos, en la organización social, usos y costumbres,

80
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

y en aspectos relacionados con el derecho propio y la aplicación de justicia y sanciones


para sus comuneros. Este punto de partida, representa un reto, tanto presupuestal como
institucional, para una política de tratamiento integral y diferenciado que sea reconocedora
de la diversidad, por cuanto no es posible plantear un único sentido del castigo y de los
marcos culturales y de valores que deben ser respetados y protegidos en el proceso de
ejecución de la sanción.

Esta situación tiende a hacerse más compleja si se tienen en cuenta otros hallazgos producto
de las visitas a algunas comunidades étnicas y a la información obtenida durante la
investigación que se realizó de las diferentes etnias que habitan el país, en especial, los
censos de 1993 y 2005 elaborados por el DANE. Por ejemplo, una misma etnia habita
en distintos lugares del territorio nacional, tal es el caso de la etnia Senú, que habita en
Córdoba, Sucre, Antioquia y Choco; de la etnia Nasa (Paéz) que habita en Cauca, Huila,
Tolima, Putumayo y Caquetá; de la etnia Inga que habita en Putumayo, Nariño, Cauca
y Bogotá; de la etnia Guambiana que habita en Cauca y Huila; y de la etnia Embera
que habita en Antioquia, Bolívar, Caldas, Caquetá, Cauca, Choco, Córdoba, Nariño,
Putumayo, Risaralda y Valle del Cauca, entre otros ejemplos.

Esta circunstancia plantea, entre otros aspectos, que algunas etnias presentarán características
y tradiciones diferentes dependiendo de su ubicación geográfica en el territorio nacional,
producto del paso del tiempo, bien porque colectivamente han decidido hacer esos cambios
o bien porque se han visto permeadas por particularidades propias de las regiones donde
habitan o porque sus estrategias para el mantenimiento, fortalecimiento y consolidación de
sus identidades, de sus usos y costumbres fueron diferentes dentro de cada etnia en cada
momento histórico. De manera, mientras unas etnias acudieron a la práctica y fortalecimiento
de su idioma o dialecto como forma de hacer perdurar su identidad, otras se aferraron a
la lucha por el territorio donde se encontraban sus referentes culturales y su historia, sus
lugares de culto, espirituales y sagrados. Por otra parte, a partir de una aproximación a
los procesos de interrelación entre etnias y comunidades, se puede concluir que éstas se
organizan atendiendo más un criterio de proximidad territorial que de pertenencia a una
misma etnia, circunstancia que como ya fue planteada, dificulta la construcción conjunta y
acordada de usos, costumbres, tradiciones, cosmovisiones para todos los comuneros que
pertenecen a una misma etnia pero que se encuentran ubicados en diferentes lugares de la
geografía nacional.

Por otra parte, debe señalarse que la población indígena recluida presenta bajos niveles de
escolaridad. Se encuentran muchos miembros de las comunidades privados de la libertad,

81
sin terminar la primaria, otros tantos analfabetas y algunos otros no saben leer, otros no
saben escribir y otros no logran darse a entender fluidamente en el idioma español. En
el plano ocupacional o productivo, en términos generales esta población se dedicaba en
sus comunidades a la agricultura, trabajos manuales y artesanales, y a participar en las
actividades comunitarias.

Una parte significativa de estos indígenas privados de la libertad provienen de zonas rurales,
y vivieron la mayor parte de su vida en el resguardo. Este primer grupo de comuneros se
caracterizó por mantener un fuerte vínculo con sus usos, tradiciones y practicas ancestrales,
por reconocer la autoridad del cabildo gobernador y porque todavía conservaban algo de
su dialecto o incluso de su vestuario. Por el contrario, algunos otros indígenas privados de
la libertad en distintos centros penitenciarios visitados ya no viven con su comunidad desde
hace mucho tiempo y se han trasladado con sus familias a centros urbanos para trabajar,
estudiar o por fenómenos de la violencia como el desplazamiento forzado. Este grupo
de indígenas se caracteriza por un fuerte proceso de desarraigo y aculturación, que se
constata por su manera de comportarse, por el poco conocimiento que tiene de los procesos
comunitarios de su etnia, por desconocer la autoridad indígena, por su nula participación
en las actividades de la comunidad, y haber olvidado los dialectos, usos, costumbres y
prácticas tradicionales de su comunidad. Habitualmente este último grupo de comuneros ha
sido juzgado y condenado por la justicia ordinaria, mientras que los primeros son juzgados
y condenados por la justicia especial indígena.

La gran mayoría de la población indígena privada de la libertad, tanto de hombres como


de mujeres, se encuentra en un rango de edad entre los 20 y 30 años. Este panorama
plantea reflexiones importantes, sobre todo con relación a los fuertes procesos de pérdida
de identidad, de su cosmovisión y de su cultura que las nuevas generaciones de indígenas
vienen sufriendo, como consecuencia del permanente contacto con la cultura mayoritaria. El
segmento juvenil de la población indígena recluida se encuentra expuesto a un mayor y más
rápido proceso de aculturación, desarraigo y pérdida de la identidad al estar cumpliendo
su condena en centros penitenciarios que no están adecuados ni concebidos para ellos.

Sin embargo, el panorama que se presenta tiene amplios cuestionamientos, en la medida


en que los registros que se llevan por parte del INPEC de la población penitenciaria en
condiciones excepcionales privada de la libertad, como los indígenas, distan mucho de las
cifras reales107. Esto se debe, entre otras razones, a que no están registrados en los censos

107
Por ejemplo, algunos establecimientos penitenciarios manifiestan no tener ningún interno identificado como indígena o que

82
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

indígenas, por no haber respondido o aparecido en el momento en que éste se realiza;


porque los gobernadores de los cabildos no han tramitado oportunamente el certificado de
reconocimiento como indígena para el reconocimiento y validación del INPEC de dicha
condición108; porque el indígena no se identifica como tal cuando se registra su ingreso al
establecimiento penitenciario, por falta de consulta o de registro por parte del funcionario
respectivo.

Por otra parte, otro elemento identificado y de importancia es el relativo a la ubicación


de los indígenas privados de la libertad, quienes en una gran mayoría se encuentran en
centros penitenciarios próximos a los lugares donde habitan sus comunidades de origen.
No obstante lo anterior, se presentan casos de indígenas a muchas horas o días de sus
comunidades de origen. Si bien esta situación se presenta también con respecto al resto
de la población privada de la libertad, es importante plantear que esta situación genera
procesos de aculturación en los comuneros infractores privados de la libertad y desarraigo
y abandono por parte de sus familias y de las autoridades indígenas. Esto se presenta, no
sólo cuando son recluidos en establecimientos en departamentos o municipios distantes, sino
también porque los establecimientos del INPEC más cercanos se encuentran lejanos de sus
comunidades109.

En lo que respecta a las condiciones de reclusión, debe destacarse que los únicos
establecimientos que cuentan con un lugar especial de reclusión para los indígenas privados
de la libertad son el EPMSC–ERE de Cali y el EPAMSCAS–ERE de Popayán. Respecto de
este último se debe advertir que el establecimiento de reclusión especial no es exclusivo para
indígenas sino que en él también están recluidos otros internos de condiciones especiales
como población LGTBI, ex miembros del ejército nacional, discapacitados, ex funcionarios
públicos, personas de la tercera edad y extranjeros.

Así mismo, se pudo constatar que aunque los establecimientos penitenciarios citados cuentan

identificándose como tal no cuenta con el certificado del resguardo al que pertenecen, por lo que dicha información no es registrada en
el SISIPEC. Sin embargo, al aproximarse a los patios se encuentran comuneros que se identifican como indígenas pertenecientes a una
comunidad étnica.
108
En varios establecimientos penitenciarios manifestaron que el certificado expedido por el gobernador del cabildo era la única prueba
válida de la vinculación del comunero privado de la libertad con su comunidad y ante la ausencia del mismo, no era procedente su
inclusión en SISIPEC como población excepcional. Cabría preguntarse si esa certificación constituye la única prueba válida que demuestre
la condición de indígena de una persona y de su pertenencia a la respectiva comunidad.
109
Se pueden encontrar casos de internos cuyo desplazamiento a la comunidad se puede hacer únicamente por avión, como ocurre para
ciertos lugares, por ejemplo, del Amazonas; o algunos otros en los que se requiere desplazarse durante hasta 17 días por lancha, hasta
varias horas o casi días en bus.

83
con lugares especiales de reclusión para indígenas privados de la libertad, los mismos no
fueron diseñados con un enfoque diferencial étnico. Igualmente se pudo verificar que los
indígenas privados de la libertad tanto condenados como sindicados permanecen en un
mismo patio, con los demás internos, sin respetarse aunque sea el principio de separación
entre sindicados y condenados. En el caso de las mujeres indígenas privadas de la libertad
se pudo constatar que no cuentan con lugares especiales de reclusión dada su condición
de minoría étnica e incluso en algunos establecimientos destinados para hombres están
destinados algunos patios o espacios para albergar a las mujeres infractoras, entre estas
mujeres indígenas privadas de la libertad.

Por su parte, estos establecimientos padecen de las mismas dificultades enunciadas como
generales para el acceso a servicios básicos, principalmente la ausencia de agua potable
durante todo el día sino solamente restringida por unas horas, y totalmente limitada en las
noches, lo cual tiene una importante inciden. Lo mismo puede señalarse de las condiciones
de hacinamiento que afectan las condiciones de habitabilidad, y el desarrollo de las
actividades ocupacionales, programas transversales, actividades artísticas, deportivas o
culturales, que resultan ser un privilegio para algunos pocos, y que resultan un reflejo del
diagnóstico de resocialización enunciado anteriormente, con el agravante de que éste no
tiene en cuenta la diversidad cultural y la articulación con el enfoque diferencial que debe
ser comprensivo del marco tradicional de la persona privada de la libertad perteneciente a
dichos grupos.

Con respecto a los materiales, insumos, herramientas o maquinaria requerida para el


desarrollo de las actividades productivas u ocupacionales, es importante resaltar que se
presenta la misma situación enunciada anteriormente. Sin embargo, muchas veces estas
actividades productivas desarrolladas por la población indígena privada de la libertad
coinciden con sus actividades tradicionales, como ocurre, por ejemplo, en el caso de
artesanías o tejidos y bordados. Para estas actividades no se cuenta con un espacio físico
adecuado, teniendo muchas veces que realizarse en los patios, sobre el comedor, en los
andenes, en sus celdas o inclusive en espacios diseñados para las actividades educativas
y de enseñanza. Esto no sólo ocurre para estas actividades, sino que se presenta también
para la alimentación, actividades educativas, atención espiritual, actividades deportivas110
y artísticas, entre múltiples actividades.

110
Una de las quejas reiteradas que se encuentran en los internos están orientados a los escasos espacios y tiempos destinados a la
realización de las actividades deportivas. Muchos improvisan elementos de gimnasia en los patios y acondicionan espacio para el
desarrollo de actividad física.

84
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Por otra parte, los indígenas que se encuentran privados de la libertad en establecimientos
del INPEC, algunos fueron condenados por la Justicia Ordinaria por la comisión de delitos,
mientras otros lo fueron por la Justicia Especial Indígena, por las distintas infracciones
contempladas por ésta. En algunas ocasiones, los comportamientos contemplados como
delitos no son tales en el marco del derecho propio, así como distintas infracciones en éste
no son tenidos como conductas punibles en el derecho penal colombiano. Sin embargo,
la mayoría de la población indígena privada de la libertad se encuentra por los siguientes
delitos:

1. Delitos contra la vida y la integridad personal, integrados por los tipos penales de
homicidio, tentativa de homicidio, por modalidades de participación de homicidio y
lesiones personales que representa el conjunto de delitos cometidos con mayor frecuencia
por los indígenas privados de la libertad.

2. Delitos contra la salud pública, en este caso integrado por el tipo penal de tráfico de
estupefacientes que se constituye en la segunda causa por la que se encuentran privados
de la libertad una parte considerable de los indígenas recluidos en los establecimientos
penitenciarios, presentándose en algunos casos variaciones considerables según los
establecimientos111.

3. Los delitos contra la libertad, integridad y formación sexual, integrados por los tipos
penales de acceso carnal violento, acto sexual abusivo, acoso sexual, tentativas de estos
delitos y abuso sexual, constituye el grupo de delitos que en tercer lugar son cometidos
con mayor frecuencia por los indígenas privados de la libertad112.

4. Finalmente, los delitos contra el patrimonio económico integrados por los tipos penales
de hurto, hurto calificado y agravado, y extorsión, constituyen el grupo de delitos que en
cuarto lugar son cometidos con mayor frecuencia por los indígenas privados de la libertad.

111
No hay que perder de vista la problemática que padecen distintas comunidades indígenas en relación a la presencia de cultivos
ilícitos y el desarrollo de conflictos y alteraciones del orden público en su territorio. Adicionalmente, debe tenerse en cuenta la distinta
significación que cuentan ciertos cultivos, como por ejemplo el de la mata de coca, que se establece como un elemento constitutivo de su
identidad y su cosmovisión, además de que suele ser utilizada tanto para rituales, sanaciones y actividades de rearmonización espiritual
y corporal como para atender determinados quebrantos de salud de los comuneros.
112
Por ejemplo, con respecto de algunos delitos mencionados acá, al igual que en los anteriores, es importante resaltar los choques
culturales que pueden presentarse. En algunas comunidades indígenas las mujeres pueden casarse a partir de los 12 años, mientras que
para la justicia ordinaria es un delito tener relaciones sexuales con una menor de edad. No obstante, muchas prácticas, usos y tradiciones
de las comunidades indígenas han sufrido modificaciones necesarias para su debida armonización con la Constitución Política y la Ley
Colombiana, y con los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Colombia.

85
Por su parte, existen personas privadas de la libertad condenadas por la Justicia Especial
Indígena, en virtud de sus faltas cometidas contra el derecho propio, que no son consideradas
delitos en la legislación ordinaria. Los ejemplos prevalentes de tal situación se encuentran en
conductas tales como el hecho de denunciar ante la justicia ordinaria a la máxima autoridad
del cabildo por el manejo irregular de unos recursos; el incumplimiento en un pago; y la
sospecha de homicidio.

Otro aspecto importante que plantea discusiones específicas en el marco de la privación


de la libertad se encuentra en el trato hacia las minorías étnicas por los funcionarios
administrativos, el cuerpo de vigilancia y los demás internos. En términos generales, existe
una percepción generalizada de discriminación hacia la población indígena en razón de
las diferencias que surgen por las prácticas culturales que tienen arraigo en su cosmovisión.
De esta manera, los indígenas privados de la libertad sienten la mayor discriminación
respecto de los profesionales de la salud, y en segundo lugar respecto de sus compañeros
de reclusión no pertenecientes a minorías étnicas, por cuanto sus prácticas culturales son
generadoras de conflictos u objeto de burla (como por ejemplo el hablar su propio idioma
y desarrollar actividades, usos, costumbres o prácticas ancestrales). La tercera mayor
percepción de discriminación la sienten los comuneros infractores de las directivas y del
personal de guardia, en proporciones similares.

Sobre este último punto, hay que destacar que en una aproximación hacia los fundamentos
del enfoque diferencial en el tratamiento penitenciario de las autoridades penitenciarias,
debe señalarse que se evidencia una carencia de competencias y conocimientos que
permitan garantizar esa diferencia, por cuanto en la mayoría de los establecimientos no existe
personal con formación técnica o especializada en materia de comunidades indígenas u
otras minorías. Adicionalmente, la gran mayoría de los funcionarios de los establecimientos
no conocían las pautas o procedimientos para llevar a cabo en sus labores dicho enfoque
diferencial, así como el marco legal y jurisprudencial para el tratamiento de la población
indígena.

Se pudo evidenciar un desconocimiento general a la Directiva No. 000022 del 6 de


diciembre de 2011 de la Dirección General del INPEC, con la cual se plantea garantizar
el respeto a la población reconocida como indígena por medio de la conservación de
creencias, costumbres y valores propios de cada uno de los pueblos. En esta directiva se
establecen misiones especiales muchas de las dependencias del INPEC que tienen a su
cargo el tratamiento diferencial para comunidades étnicas tales como la Dirección Técnica, la
Subdirección de Reinserción Social, la Subdirección de Comando de Custodia y Vigilancia,

86
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

los Subdirectores Operativos Regionales y Directores de Establecimientos de Reclusión. A


estos últimos se les ordena, entre otros aspectos: a) Realizar contacto con las autoridades
indígenas competentes para certificar la pertenencia de los internos a esas comunidades; b)
Obtener un traductor para realizar el proceso de inducción tanto al establecimiento como
al tratamiento penitenciario del interno indígena; c) Facilitar el contacto del interno indígena
con la autoridad representativa de su comunidad a la que pertenece y sus familiares; d)
Apoyar las acciones desarrolladas por autoridades u organizaciones indígenas al interior
de los establecimientos de reclusión; e) Impartir instrucción al personal bajo su dirección
sobre el marco legal y jurisprudencial sobre el tratamiento de la población indígena, entre
otras directrices.

Otro aspecto que debe destacarse es los escasos contactos existentes entre los establecimientos
penitenciarios y las organizaciones indígenas o autoridades de las comunidades a las que
pertenecen los indígenas privados de la libertad. Una aproximación más profunda entre las
autoridades nacionales y las autoridades propias permitiría dotar de mayores herramientas
a los establecimientos penitenciarios para adoptar criterios que orienten hacia los usos y
costumbres de los comuneros, en el marco del enfoque diferencial, los planes ocupacionales
adecuados a la cosmovisión indígena, así como los programas transversales. Asimismo,
esto resulta sustancial frente a la atención médica, la alimentación, el estudio, los proyectos
productivos y la atención psicosocial, que permita a esta población el mantenimiento y la
conservación de sus identidades y en la protección de la diversidad étnica y cultural.

Sin desconocer lo anterior, en el marco de los programas transversales, la Subdirección de


Atención y Tratamiento ha desarrollado el «Programa de Integración Social de Grupos con
Condiciones Excepcionales» dentro de su estrategia de fortalecimiento de redes sociales. Este
programa propende por la inclusión social de esta población por medio de la construcción
de espacios de participación que respondan a cada una de las necesidades culturales y
de integración social. No obstante, hay que destacar que este programa se orienta no sólo
por pertenencia étnica, sino también por otros criterios, e incluye dentro de su paraguas
a madres gestantes, madres lactantes, adultos y adultas mayores, extranjeros y personas
en situación de discapacidad. En este punto, se aprecia un incipiente enfoque diferencial,
que incluye la intervención de las comunidades, pero que sin embargo se vio escasamente
integrado a las prácticas cotidianas de tratamiento en los establecimientos.

87
5. Beneficios administrativos
La concesión de los beneficios administrativos resulta un tema complejo en la medida en
que en ella inciden de manera directa e indirecta distintas autoridades estatales, desde
el poder legislativo, hasta el judicial y administrativo, encargados de tramitar y evaluar
las posibilidades. La política pública penitenciaria está compuesta de una diversidad y
multiplicidad de actores estatales y no estatales; sin concentrarse la responsabilidad
exclusivamente en cabeza del INPEC, del Ministerio de Justicia o del poder legislativo.

En primer lugar, el órgano legislativo del Estado cuenta con un papel protagónico en la
medida en que es él quien define los requisitos para acceder o no acceder a los beneficios
y lo que implica cada uno de ellos. Entre otras, leyes como la 1098 de 2006 excluyen
de tajo la concesión de beneficios a los autores de ciertas conductas sobre ciertos sujetos
pasivos. Posterior a ello, se exige haber cumplido cierta porción de la pena y haber
participado en actividades de redención de estudio o trabajo, por lo que entran a jugar las
Áreas de Atención y Tratamiento y las Áreas Jurídicas de los establecimientos, encargadas
de brindar estas oportunidades y tramitar los cómputos, así como los Jueces de Ejecución
de Penas que validan los cómputos de la pena y las redenciones. Además de eso, se
exige tener buena conducta, por lo que influyen la guardia de los establecimientos (quienes
están en contacto directo con los internos y pueden dar reportes positivos o negativos de su
comportamiento) y los Consejos de Evaluación y Tratamiento –CET- de los Establecimientos
que determinan los reportes de comportamiento. Así mismo, para algunos beneficios se
exige encontrarse en fase de mediana y para otros en fase de mínima seguridad, por lo que
de nuevo hay que tener en cuenta a los CET y los jueces, quienes se encargan de ubicar a
los internos en fases y validar los cómputos de pena. Además de eso, se exige a los internos
contar con arraigo familiar y contrato de trabajo en el caso de los beneficios de libertad y
franquicia preparatorias, por lo que las familias de los internos y la empresa privada toman
un papel relevante en el proceso, así como lo tienen las oficinas de Trabajo Social de los
establecimientos que realizan las visitas y otras que se relacionen.

Por último, se exige no tener requerimientos de otras autoridades, por lo que autoridades
como la Policía Nacional y la Fiscalía entran a participar como fuentes de información. Toda
esta documentación y trámites deben realizarse antes de que el expediente sea enviado al
juzgado, y la mayoría de internos deben realizarla sin el acompañamiento y asesoría de
algún abogado o defensor.

Visto lo anterior, en este aparte se han organizado los hallazgos relativos a la concesión

88
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

de los beneficios administrativos en dos grandes grupos: a) los relacionados con lo que
ocurre dentro de los establecimientos teniendo en cuenta a las oficinas jurídicas de los
establecimientos y a los internos como principales actores y b) los relacionados con lo que
ocurre fuera de los establecimientos, involucrando en un grupo a otras autoridades del
INPEC, del Estado y de la sociedad civil y en otro grupo por su relevancia a los Juzgados
de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad.

5.1. Dificultades «internas» de los beneficios administrativos


Existe una pluralidad de aspectos del funcionamiento interno de los establecimientos que
inciden en el acceso a los beneficios administrativos. Sin embargo, podría decirse que el
cambio de fase resulta probablemente uno de los que tiene mayor incidencia, por cuanto
los beneficios administrativos se encuentran articulados al sistema progresivo.

Este cambio de fase depende del Consejo de Evaluación y Tratamiento de los establecimientos.
A pesar de que éste debería darse por regla general una vez los internos tienen cumplida
cierta porción de su pena (1/3 para mediana seguridad, por ejemplo), muchas veces se
presentan demoras en este trámite por parte del personal del establecimiento, que traen
como consecuencia la imposibilidad de los internos de gozar de los beneficios a pesar de
que materialmente cumplan con los requisitos. Sin embargo, en muchas ocasiones es tal la
demora en el cambio y ubicación de fase a los internos que pueden demorarse hasta un año
y tener que interponer acciones de tutela para que se realizara su cambio de fase.

Adicional a lo anterior, como es bien conocido, el cumplimiento de la pena puede darse


con el paso del tiempo físico y con su contemplo con tiempo redimido por actividades
de resocialización como estudio, trabajo y enseñanza. Este tiempo debe ser avalado por
los Jueces de Ejecución de Penas, sin embargo, este cómputo de las penas suele ser muy
demorado en los juzgados y no pueden cambiar de fase de seguridad para gozar de
los beneficios a los que materialmente tienen derecho. En casos extremos, situaciones de
disciplina y seguridad llegan a extremos tan absurdos que se les niega la redención de
pena cuando, por ejemplo, asisten a los talleres con barba o con el pelo muy «largo».

Por su parte, es común el sentir de la población privada de la libertad con respecto a


una falta de información ni asesoría cuando desean realizar alguna solicitud relativa a los
beneficios administrativos. Por lo general, algunos internos con más experiencia en el tema
o aquellos que han asumido rol de abogados en los establecimientos son quienes manejan
esos temas.

89
Adicionalmente, se ha estimado según las conversaciones sostenidas con los internos en las
distintas visitas que las solicitudes de beneficios administrativos se resuelven en un término de
entre 3 y 6 meses. En algunos casos se llega al extremo de que las solicitudes se quedan sin
respuesta, se demoran más de un año o los internos tienen que acudir a acciones de tutela
para que se resuelvan sus solicitudes.

Debido al alto número de solicitudes de internos que se quedan sin resolver, se hace necesario
que cuando éstas se realicen ellos puedan quedarse con una copia de recibido de las
mismas. Sin embargo, en algunos establecimientos los internos sostienen que no se les dan
recibidos como una estrategia de la administración para evadir demandas y otras acciones
jurídicas en su contra con posterioridad.

De otro lado, como medida para garantizar que los internos lleguen a un sitio apropiado
una vez salgan a gozar de algún beneficio, el INPEC realiza visitas a los sitios donde
supuestamente van a llegar. Cuando el interno es del municipio donde se encuentra el
establecimiento la visita la realiza la trabajadora social o quien haga sus veces del propio
establecimiento, mientras que cuando son de otros municipios, la visita debe hacerla la
persona encargada de esa actividad en el establecimiento de la jurisdicción donde el interno
pretende llegar. En esos casos los internos e incluso algunos funcionarios afirman que existen
muchas demoras debido a los trámites internos que implican organizar una visita por parte
de funcionarios de otro establecimiento, y sobre todo si esta visita debe realizarse en otra
parte del país. Esta situación se agrava si se tiene en cuenta que muchos de los internos de
las distintas regionales se encuentran ubicados en establecimientos que no se corresponden
con su lugar de origen.

La falta de personal profesional suficiente y cualificado en las oficinas jurídicas es una constante
en casi todos los establecimientos del país. Muchas veces esta deficiencia se reemplaza con
personal de la guardia o practicantes de consultorios jurídicos. Algunos establecimientos
no cuentan con ningún abogado, hay sólo un profesional para centenares de internos o el
personal sin la cualificación necesaria apoya las gestiones para resolver las solicitudes de
beneficios administrativos.

Recurrir al personal de la guardia o a estudiantes para suplir el déficit de funcionarios en las


oficinas jurídicas es una respuesta creativa pero que puede implicar dificultades como, por
ejemplo, que la oficina deja de tener personal cuando hay diligencias u otras ocupaciones
para el personal de guardia o la falta de experiencia, continuidad y conocimientos
especializados de los practicantes universitarios. De igual manera, la falta de materiales

90
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

e implementos se convierte algunas veces en un impedimento para una tramitación más


expedita de la concesión de los beneficios, puesto que la falta de elementos como teléfonos,
papelería y computadores impide el desarrollo de las labores.

De igual forma, un problema recurrente en algunos establecimientos se presenta porque


los funcionarios se niegan a tramitar sus solicitudes de beneficios administrativos debido al
tipo de delito cometido, o se niegan a enviar documentos para beneficios distintos del de
72 horas debido al nivel de seguridad del establecimiento. En muchas ocasiones existe
una valoración negativa de los internos por parte de los funcionarios quienes sostienen que
deberían otorgarse menos beneficios o aplicarse mayores restricciones a los mismos debido
a que los internos no suelen cumplir con la obligación de presentarse tras 72 horas y salen
a seguir cometiendo delitos. No obstante lo anterior, si bien es cierto que pueden existir
internos que incumplen esas obligaciones, lo cierto es que existen canales institucionales para
reaccionar y sancionar ese tipo de situaciones, y eso no puede traer como consecuencia
una predisposición negativa de los funcionarios ante las solicitudes de los internos que se
constituya en un filtro de las mismas. Como se ha precisado sistemáticamente, el principio de
reserva judicial establece que sólo los jueces pueden adoptar decisiones en lo que respecta
a la libertad de los ciudadanos.

Por su parte, se presentan otras dificultades que afectan especialmente a los internos e
internas del país y parecen ser, entre otros tantos, algunos de los principales obstáculos para
que accedan a los beneficios. Estas dificultades tienen que ver fundamentalmente con la falta
de conocimientos y claridades frente al tema y el aislamiento del mundo exterior –incluso de
las leyes y sus propios derechos- al que se encuentran condenados.

La realización de entrevistas da cuenta de que en la gran mayoría de establecimientos, por


no decir que en todos, la gran mayoría de las personas privadas de la libertad no tienen idea
de acerca de qué se les está hablando cuando se mencionan los beneficios administrativos,
otra alta porción los confunde con los subrogados penales contemplados en el Código Penal
(libertad condicional, prisión domiciliaria, etc.) o con concesiones de la administración del
penal (redenciones, cambios de fase, certificados de buena conducta, acceso a programas
de estudio o trabajo, etc.) y, en el mejor de los casos, otros solamente referencian el permiso
de salida por hasta 72 horas contemplado en la ley 65 de 1993. Tan solo una ínfima
minoría referencia alguno o algunos de los demás cinco beneficios referidos en las leyes, y su
concesión es absolutamente reducida, como se evidencia en el consolidado que se presenta
al final de este aparte. Si los internos no conocen los beneficios, mucho menos conocen los
requisitos, los documentos que requieren o el procedimiento a seguir.

91
El aislamiento social y jurídico de las personas privadas de la libertad en Colombia es tan
grande que ni siquiera conocer los beneficios a los que tienen o podrían tener derecho, sus
requisitos o el trámite para obtenerlos, algunos han sostenido haber tenido que pelear para
poder ingresar un Código Penitenciario al establecimiento o no poder consultar los que
se encuentran en las bibliotecas y la imposibilidad económica de acceder a un abogado
privado anula materialmente su derecho a la información y a acceder a la justicia.

A pesar de todas las debilidades destacadas anteriormente de las oficinas jurídicas y otras
dependencias de los propios establecimientos, también se han encontrado fortalezas en
términos de innovación por parte de los éstos y sus funcionarios para sortear las dificultades
que se han enunciado aquí.

Por ejemplo, en el EPMSC Bucaramanga se encuentra una propuesta completamente


innovadora y conveniente para garantizar una efectiva asesoría y acompañamiento jurídico
de los internos, celeridad en el trámite de sus solicitudes y la garantía de que éstas sean
efectivamente recibidas y atendidas. Se trata del Punto de Atención Integral –PAI- ubicado
en la parte interna del EPMSC Bucaramanga, un centro dependiente de la oficina jurídica
del establecimiento que se ubica en la parte interna y donde los internos pueden acercarse
para ser atendidos por turnos de acuerdo con los patios.

En el PAI se tramitan solicitudes de Libertad Condicional, Permiso de 72 Horas, Redención


de Penas, Solicitud de Abogados para la Defensoría del Pueblo, Acumulación de Penas,
Clasificación en Fase, Asignación de Trabajo y Verificación de Citas Médicas de manera
gratuita a los internos. En el PAI se encuentra un equipo compuesto por una abogada y
varios judicantes de universidades con los que se tienen convenios y se rotan la atención y
trámite de solicitudes de los internos.

Adicionalmente, dada la falta de personal en las oficinas jurídicas de los establecimientos, en


muchos de éstos se han realizado convenios con las facultades de Derecho de universidades
locales con el objetivo de que se envíen estudiantes judicantes o practicantes que puedan
ayudar y descongestionar al menos en parte el alto volumen de trabajo de las oficinas que
cuentan con un solo abogado.

Por último, en algunos establecimientos se han realizado algunas jornadas de acercamiento


con jueces de ejecución de penas, para que las personas privadas de la libertad conozcan
mejor los requisitos y derechos que tienen frente a los beneficios, se genere un diálogo y
una sensibilización de los funcionarios judiciales frente a la situación y preocupaciones de

92
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

las internas. Además de lo anterior, también se han realizado charlas con los internos sobre
los beneficios para que éstos tengan conocimientos básicos sobre el tema.

5.2. La concesión de beneficios por fuera de los establecimientos


En este aparte se refieren situaciones que escapan del dominio de las autoridades de los
establecimientos y que de alguna u otra manera inciden en la posibilidad de que los internos
e internas accedan a la concesión de los beneficios administrativos, o en la celeridad de
la misma. En esta parte tienen injerencia toda clase de autoridades, desde la legislativa, la
judicial, la defensoría pública, las policivas, hasta el sector privado.

La Política Penitenciaria o al menos las normas de orden legal que la rigen en Colombia
son incoherentes entre sí al menos en dos sentidos: en un sentido de lógica aritmética y en
un sentido de las finalidades declaradas de la pena. En primer lugar, en términos de lógica
aritmética, si el tratamiento penitenciario es un tratamiento progresivo que busca readaptar
a una persona a la vida en sociedad, no tiene sentido que se le exija una cantidad superior
de cumplimiento de la pena a quien pretende acceder a un beneficio administrativo como
los permisos de salida durante 15 días, los fines de semana o la libertad preparatoria para
empezar a superar la situación de privación de la libertad y aislamiento (4/5 partes) a la
que se le exige para hacerse beneficiaria del subrogado de la libertad condicional (2/3),
y además de eso se le exijan otros requisitos difíciles de cumplir para una persona privada
de la libertad.

En segundo lugar, si se supone que con el tratamiento penitenciario se busca reinsertar a la


persona en la sociedad y cambiar su proyecto de vida o resignificarlo en un sentido alejado
de la delincuencia, carece de toda lógica excluir de la posibilidad de gozar de ciertos
beneficios a los autores de ciertos delitos, pues ello implicaría la negación del sentido del
tratamiento penitenciario y suponer que hay «delincuentes» que «no tienen solución» y deben
pagar la totalidad de la pena en físico, como ocurre con medidas como la Ley 1098 de
2006, la Ley 504 de 1999 que incrementa el cumplimiento de pena para el beneficio
de hasta 72 horas para autores de delitos de competencia de Jueces Penales del Circuito
Especializados o la ley 1474 de 2011 (que adiciona el artículo 68A del Código Penal
en la restricción a los beneficios judiciales o administrativos a los autores de delitos dolosos
contra la administración pública).

Contrario a la supuesta prevención de algunas conductas enunciada por los teóricos del
derecho penal y de las penas, estas normas solamente logran marginar aún más a los

93
autores de ciertos delitos a través del encierro en las penitenciarías, y se convierten en anti-
incentivos para la participación en actividades de educación, enseñanza y trabajo como lo
expresan internos algunos internos. Negar de tajo los beneficios es negar de tajo la utilidad
del tratamiento penitenciario.

Por su parte, de acuerdo con los hallazgos de campo en la investigación, hay una situación
generalizada de ausencia del derecho de acceso a la justicia en los internos condenados
o incluso en los procesados que no cuentan con recursos económicos para contratar a un
abogado. Si bien se dice que formalmente a quienes no tengan acceso a un abogado
de confianza se les designará un Defensor Público, los internos de muchas partes del país
coinciden en que los Defensores solamente les conceden una entrevista en la que les hacen
firmar un documento de constancia de su asistencia, y no vuelven a tener noticia de ellos.

Una restricción importante que se les presenta a los internos es la exigencia documentos
que son materialmente imposibles de conseguir para la concesión del beneficio de libertad
preparatoria. Se supone que para que se les conceda el permiso, a los internos se les exige
llevar un contrato de una empresa con personería jurídica y la empresa debe pagarles
Seguridad Social y cumplir otras condiciones que se verificarán en una visita de funcionarios
del Establecimiento. Si bien es comprensible que tal solicitud busca garantizar la seguridad
de la sociedad y el cumplimiento de las leyes laborales, en el contexto colombiano su
exigencia es inviable si se tiene en cuenta desempleo masivo de este país y podría decirse
que solo pueden acceder a ella los internos que tengan familiares o amigos cercanos
propietarios de empresas, pues si prácticamente no hay oportunidades para los internos
recién salidos en libertad, mucho menos las hay para los que aún se encuentran cumpliendo
sus condenas.

Por su parte, desde la perspectiva de los funcionarios de las oficinas jurídicas y de los
encargados de la tramitación y concesión de los beneficios administrativos, uno de los
motivos de demora para el trámite se debe a que se requieren documentos relativos a los
antecedentes y requerimientos de los internos por parte de autoridades como la Policía
Nacional, la Sijin y la Fiscalía y que algunos de estos documentos son bastante demorados
debido a que se deben solicitar a una oficina en Bogotá y no se pueden tramitar por internet.

En lo que se refiere a los jueces de ejecución de penas como autoridad competente de


otorgar o no los beneficios, debe señalarse que estos se ven afectados por las mismas
dificultades que se presentan en la administración de justicia. Sin embargo, se van a resaltar
las principales restricciones que se presentan, desde la perspectiva de la población privada

94
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

de la libertad, para su obtención de los beneficios administrativos.

En primer lugar, respecto de este punto, se percibe una actitud negativa de los Jueces
de ejecución de Penas y Medidas de Seguridad para la concesión de los Beneficios
Administrativos, por requisitos que no se encuentran contemplados en la ley como el tipo
de delito o la modalidad de la conducta de los cuales supuestamente derivan una especie
de peligrosidad en la que se funda la negación de los beneficios o en algunos casos la
exigencia del pago de la multa o de una caución como presupuesto para su concesión
cuando la ley en ninguna parte lo exige y existe jurisprudencia constitucional que se opone
a esa tesis.

También es una queja de los internos el hecho de que en los juzgados y en las oficinas
jurídicas se presentan demoras para sistematizar y organizar los cómputos de redención de
pena, por lo que en algunas ocasiones no alcanzan a tener el tiempo de pena cumplida
para cambiar de fase y en consecuencia no se les conceden los beneficios debido a que
no cumplen con ese requisito. No hay claridad acerca de si esta dificultad corresponde
exclusivamente a los juzgados, a los establecimientos o a una mala comunicación entre
ambos.

Por último, el equipo se ha encontrado con zonas o establecimientos en donde los


internos sostienen que existe una reticencia de los jueces o de algunos jueces a conceder
Beneficios, computar las redenciones o facilitar otras alternativas para descongestionar los
establecimientos.

De igual manera, se ha afirmado que los jueces manifiestan un extraño apego al texto
escrito de la ley al no conceder los beneficios u otras alternativas a la privación de la
libertad porque falta cualquier requisito mínimo como el cómputo de algunas horas, sin tener
en cuenta las consecuencias negativas sobre los derechos de las personas privadas de la
libertad de sus decisiones. Lo anterior se atribuye a una cultura del encarcelamiento en que
se cree que la prisión y el aislamiento son la solución a la delincuencia y a los problemas
de la sociedad.

Como fue posible mostrar a través de lo presentado en las páginas anteriores, se sostiene
la tesis de que son una buena cantidad de autoridades del Estado e incluso la empresa
privada sobre quienes recae la responsabilidad debida al frecuente desconocimiento de los
beneficios administrativos, al hecho de que no se suelan conceder o, en el mejor de los casos,
a la falta de celeridad en su trámite. Tanto las autoridades judiciales como la legislativa y

95
las administrativas cuentan con responsabilidades y deben actuar coordinadamente para
garantizar que los internos e internas del país puedan acceder efectivamente a todos los
beneficios administrativos contemplados en la ley.

No hay que olvidar que el propio INPEC y la Corte Constitucional han sostenido que los
beneficios administrativos hacen parte del tratamiento penitenciario en la medida en que
son uno de los medios a través de los cuales las personas privadas de la libertad pueden
reencontrarse progresivamente con la sociedad, con sus familias y con la comunidad para
recuperar la confianza y los hábitos propios de la vida en libertad en un marco de respeto
por la legalidad y los derechos de las demás personas.

96
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Tercera Parte:
Lineamientos y Recomendaciones

Capítulo 5.
Elementos para una política integral sobre el tratamiento penitenciario
en Colombia

A continuación se desarrollan una serie de lineamientos y recomendaciones relacionadas


con el tema de la resocialización, los beneficios administrativos y los enfoques diferenciales
para el tratamiento en poblaciones indígenas. El enfoque articulador de cada una de estas
perspectivas se encuentra en la premisa de que el tratamiento penitenciario debe ser entendido
desde un punto de vista integral, lo que hace necesario considerar que la resocialización,
como principal función de la pena en el momento de la ejecución penitenciaria, no se
satisface solo con la existencia de actividades de trabajo, estudio y enseñanza dentro de
los programas institucionales, sino que éstas deben apuntar a crear herramientas para la
socialización de los condenados y su efectivo regreso e incorporación a sus redes sociales
y familiares con posterioridad a la ejecución de la pena. Con lo cual, tanto los beneficios
administrativos como los enfoques diferenciales para el tratamiento en poblaciones indígenas
deben considerarse como elementos integrados que deben contribuir con la resocialización
en el sistema penitenciario colombiano.

Para desarrollar lo anterior, se presentarán algunos elementos centrales que se encuentran


en el panorama internacional y que contribuyen con la perspectiva integral que se quiere
desarrollar; en primer lugar, se presentan los relacionados con el tema de la resocialización
y de los beneficios administrativos y, en segundo lugar, los relacionados con los enfoques
diferenciales para el tratamiento en poblaciones indígenas. Luego de ello, se desarrollarán
los lineamientos de este tratamiento penitenciario integral.

97
1. Panorama internacional sobre la Política Penitenciaria y Carcelaria
1.1. En materia de resocialización y beneficios administrativos
El principal conjunto de reglas internacionales relacionadas con el tratamiento de las
personas privadas de la libertad son las Reglas Mínimas para el tratamiento de los reclusos
de las Naciones Unidas. Estas son el resultado de varias discusiones desarrolladas a lo
largo del siglo XX en el marco de los Congresos Internacionales Penales y Penitenciarios,
de la primera mitad de siglo, y de los Congresos sobre la Prevención del Delito y el
Tratamiento del Delincuente, de la segunda mitad113. Además, el Consejo Económico y
Social y la Asamblea General de las Naciones Unidas han proferido otras resoluciones que
amplían, complementan o reiteran estas Reglas Mínimas, con lo cual el siguiente conjunto de
instrumentos internacionales resulta relevante para desarrollar lineamientos para la Política
Penitenciaria en Colombia:

• Reglas Mínimas para el tratamiento de los Reclusos. Adoptadas por el Primer Congreso
de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente,
celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo Económico y Social en
sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de 13 de mayo
de 1977.

• Conjunto de Principios para la Protección de todas las Personas sometidas a cualquier


forma de Detención o Prisión. Adoptado por la Asamblea General en su resolución
43/173, de 9 de diciembre de 1988.

• Principios Básicos para el Tratamiento de los Reclusos. Adoptados y proclamados


por la Asamblea General en su resolución 45/111, de 14 de diciembre de 1990.

• Declaración de Arusha sobre buenas prácticas penitenciarias. Adoptada por la


Resolución 1999/27 del Consejo Económico y Social, de 27 de febrero de 1999.

Si bien el carácter vinculante de tales instrumentos ha sido objeto de discusión, resulta valioso

113
En relación con el desarrollo histórico de estos congresos, consultar el documento de UNODC (2010), Congresos de las Naciones
Unidas sobre prevención del delito y justicia penal, 1955-2010, 55 años de logros, disponible en:
http://www.unis.unvienna.org/pdf/2010-Crime_Congress/Spanish_Poster_Book.pdf.
En relaciones con los antecedentes de las Reglas Mínimas, ver también POSADA (2009: 91-94).

98
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

resaltar su importancia como disposiciones para la construcción concreta de las políticas


penitenciarias en cada uno de los países. Por tanto, como reglas de soft - law éstas no se
establecen con el propósito de cada uno de los sistemas penitenciarios nacionales adopten
modelos generales en relación con las prácticas penitenciarias (UNODC, 2007: vii), por el
contrario, con el ánimo de reconocer tanto las formas particulares de configuración de los
sistemas penitenciarios, así como las necesidades y las singularidades de cada uno de los
contextos, las reglas se establecen como parámetros de buena organización penitenciaria
y prácticas admitidas por la comunidad internacional en relación con el tratamiento de las
personas privadas de la libertad.

Las observaciones preliminares 1 y 2 de las Reglas Mínimas son enfáticas en ello cuando
señalan que:

«1. El objeto de las reglas siguientes no es de describir en forma detallada


un sistema penitenciario modelo, sino únicamente establecer, inspirándose
en conceptos generalmente admitidos en nuestro tiempo y en los elementos
esenciales de los sistemas contemporáneos más adecuados, los principios y
las reglas de una buena organización penitenciaria y de la práctica relativa al
tratamiento de los reclusos

2. Es evidente que debido a la gran variedad de condiciones jurídicas, sociales,


económicas y geográficas existentes en el mundo, no se pueden aplicar
indistintamente todas las reglas en todas partes y en todo tiempo. Sin embargo,
deberán servir para estimular el esfuerzo constante por vencer las dificultades
prácticas que se oponen a su aplicación, en vista de que representan en su
conjunto las condiciones mínimas admitidas por las Naciones Unidas».

Para el caso de la resocialización y los beneficios administrativos, de las Reglas Mínimas y


demás instrumentos de las Naciones Unidas relacionados con el tratamiento de las personas
privadas de libertad, se pueden indicar algunos elementos específicos que a continuación
se presentan agrupados en tres conjuntos:

• Los procedimientos y las prácticas penitenciarias en el marco de los derechos humanos

El punto de partida que ofrecen estos instrumentos internacionales reconoce que la privación
de la libertad como pena restringe o suspende algunos derechos de los ciudadanos,
especialmente el de la libre locomoción. Sin embargo, tal situación no cancela los demás

99
derechos de que son titulares los seres humanos y, por tal motivo, la lógica de la privación
de la libertad en este contexto señala que la restricción solo puede afectar algunos derechos
que no pueden ser ejercidos de manera plena por las mismas posibilidades que un régimen
de privación de la libertad exige.

Esto muestra que por más drástico y restrictivo que pueda ser cualquier régimen penitenciario,
éste no puede desconocer los derechos de las personas privadas de la libertad, en especial
su dignidad humana. Al respecto, el principio 1 de Los Principios básicos señala que «toda
persona sometida a cualquier forma de detención o prisión será tratada humanamente y con
el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano».

• La privación de la libertad y el carácter del tratamiento penitenciario

Además de lo anterior, en los instrumentos se encuentra un sentido específico de la privación


de la libertad. El primer elemento significativo de ello, es el reconocimiento de un componente
aflictivo que no se puede suprimir del hecho mismo de la restricción: «la prisión y las demás
medidas cuyo efecto es separar a un delincuente del mundo exterior son aflictivas por el
hecho mismo de que despojan al individuo de su derecho a disponer de su persona al
privarle de su libertad. Por lo tanto, a reserva de las mediadas de separación justificadas o
del mantenimiento de la disciplina, el sistema penitenciario no debe agravar los sufrimientos
inherentes a tal situación»114.

Con lo anterior, las Reglas Mínimas recomiendan que la privación de la libertad y las
condiciones de vida en la prisión no deben incrementar el sufrimiento derivado de la
restricción de determinados derechos como consecuencia del castigo. Por tal motivo, el
tratamiento penitenciario y los beneficios administrativos deben apuntar a contener en la
magnitud inherente esa manifestación aflictiva de la privación de la libertad, lo cual significa
realizar el mayor esfuerzo posible por reducir las expresiones de prisionización y los efectos
criminógenos y desocializadores que trae consigo.

De otra parte, el segundo elemento significativo relacionado con el sentido de la privación


de la libertad es la finalidad de la pena en el marco del tratamiento penitenciario. Ésta no
solamente debe ser asumida desde el punto de vista de función preventiva - general, sino
también resocializadora, es decir, preventiva - especial. Las reglas 65 y 66 de las Reglas

114
Regla 57 de las Reglas Mínimas.

100
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Mínimas señalan tal orientación:

65. El tratamiento de los condenados a una pena o medida privativa de libertad


debe tener por objeto, en tanto que la duración de la condena lo permita,
inculcarles la voluntad de vivir conforme a la ley, mantenerse con el producto
de su trabajo, y crear en ellos la aptitud para hacerlo. Dicho tratamiento estará
encaminado a fomentar en ellos el respeto de sí mismos y desarrollar el sentido
de responsabilidad.

66. 1) Para lograr este fin, se deberá recurrir, en particular, a la asistencia


religiosa, en los países en que esto sea posible, a la instrucción, a la orientación
y la formación profesionales, a los métodos de asistencia social individual, al
asesoramiento relativo al empleo, al desarrollo físico y a la educación del carácter
moral, en conformidad con las necesidades individuales de cada recluso. Se
deberá tener en cuenta su pasado social y criminal, su capacidad y aptitud
físicas y mentales, sus disposiciones personales, la duración de su condena y las
perspectivas después de su liberación. 2) Respecto de cada recluso condenado
a una pena o medida de cierta duración que ingrese en el establecimiento,
se remitirá al director cuanto antes un informe completo relativo a los aspectos
mencionados en el párrafo anterior. Acompañará a este informe el de un médico,
a ser posible especializado en psiquiatría, sobre el estado físico y mental del
recluso. 3) Los informes y demás documentos pertinentes formarán un expediente
individual. Estos expedientes se tendrán al día y se clasificarán de manera que
el responsable pueda consultarlos siempre que sea necesario115.

Para llenar aún más de contenido el sentido rehabilitador presente en las reglas anteriores
habría que adicionar una reciente interpretación realizada por la Organización de
Naciones Unidas. Como ya se había mencionado al inicio de documento, las críticas
al ideal rehabilitador de la pena habían generado un gran escepticismo alrededor del
logro de su cometido116, a tal punto que la elaboración del sentido de la respuesta estatal
basada en la privación de la libertad se encaminaba, o bien por los caminos de la función
incapacitadora y retributiva, o se persistía en una idea de corrección cada vez más vaciada

115
Esta orientación también se encuentra en el artículo 10-3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que establece que
«el régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los penados»;
también está presente en el artículo 5.6 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Ver UNODC, 2013-b:16).
116
Ver supra, capítulo 1, apartado 2,3.

101
de su propio contenido. Frente a esto, las Naciones Unidas han propuesto una nueva
interpretación en relación con la función resocializadora, tomando como ocasión para
ello la Opinión Técnica Consultiva No. 002 de 2013117, en la cual la pena de prisión,
por un lado, debe desarrollar alternativas para el ejercicio efectivo de los derechos que
las personas privadas de la libertad previamente no habían podido ejercer y, por otro,
debe reducir al mínimo los efectos negativos del encarcelamiento118. En ese sentido, la
resocialización se caracteriza por ser «un proceso de personalización, tendiente a disminuir
el nivel de vulnerabilidad del condenado frente al sistema penal, dotándolo de los medios
necesarios para que pueda tomar conciencia de su rol y salirse del estereotipo selectivo del
poder punitivo» (GUILLAMONDEGUI, 2010:9).

La orientación resocializadora de la pena, por lo tanto, hace que el tratamiento penitenciario


deba configurarse como un conjunto de procedimientos y actividades que asegure y
restablezca el ejercicio efectivo de los derechos de las personas privadas de la libertad.
Para ello, este tratamiento debe ser su vez individualizado y progresivo. En el primer caso, la
individualización del tratamiento exige el establecimiento de clasificaciones flexibles, como
lo señala la regla 63 de las Reglas Mínimas, que permita intervenir sobre los problemas
concretos y específicos por los cuales los ciudadanos han sido privados de su libertad119.
En el segundo caso, porque una interpretación realista de la finalidad resocializadora de
la pena apunta a que el tratamiento debe, en todos los casos, asegurar el regreso de los
ciudadanos a la vida en sociedad con las condiciones necesarias para el ejercicio pleno
de sus derechos120.

De ahí que la orientación resocializadora deba articular las actividades fundamentales


del tratamiento penitenciario (estudio, trabajo y enseñanza) con un sistema de beneficios
judiciales y administrativos, así como con los programas de atención pos penitenciaria,

117
El uso de brazaletes de monitoreo electrónico como alternativa al encarcelamiento en Panamá. Opinión Técnica Consultiva No.
002/2013, dirigida al Ministerio Público y al Ministerio de Gobierno de Panamá (UNODC ROPAN: 2013-a)
118
«Teniendo en cuenta el fracaso en la aplicación de las ideologías “re”, hay una clara necesidad de reinterpretar los artículos
mencionados previamente en el contexto de los objetivos del encarcelamiento. Esta perspectiva es expuesta por el Prof. Zaffaroni como la
doble función del encarcelamiento: (1) una alternativa al ejercicio de los derechos fundamentales, que han sido sistemáticamente negados
a los delincuentes en la fase anterior al encarcelamiento, y (2) la mitigación de los daños y la minimización de los efectos negativos del
encarcelamiento» (UNODC ROPAN, 2013-a: 8).
119
Ver también las reglas 67, 68 y 69 de las Reglas Mínimas.
120
Al respecto, la regla 60.2 de las Reglas Mínimas señala: «Es conveniente que, antes del término de la ejecución de una pena o
medida, se adopten los medios necesarios para asegurar al recluso un retorno progresivo a la vida en sociedad. Este propósito puede
alcanzarse, según los casos, con un régimen preparatorio para la liberación, organizado dentro del mismo establecimiento o en otra
institución apropiada, o mediante una liberación condicional, bajo una vigilancia que no deberá ser confiada a la policía, sino que
comprenderá una asistencia social eficaz.»

102
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

accesibles a las personas privadas de la libertad121.

• Los vínculos de las personas privadas de la libertad con la vida más allá de la prisión

El último aspecto relacionado con la resocialización y los beneficios administrativos en el


panorama internacional se relaciona con la conservación de los vínculos sociales de las
personas privadas de la libertad. En este punto, los instrumentos internacionales insisten de
manera enfática en que los Estados deben procurar que las condiciones de vida dentro
de las prisiones no se distancien completamente de las condiciones de vida en libertad, y
además que las restricciones propias de pena no quiebren el vínculo y las relaciones con
sus familias. Con esto, se procura que quienes estén condenados conserven lazos «con la
comunidad en aras de mitigar la desocialización propia del encierro carcelario permitiendo
que su interacción en el establecimiento penal se asemeje lo más posible a la vida en
libertad (GUILLAMONDEGUI, 2010: 6)».

En relación con el mantenimiento del vínculo con las familias, las Reglas Mínimas señalan
lo siguiente:

79. Se velará particularmente por el mantenimiento y el mejoramiento de las


relaciones entre el recluso y su familia, cuando éstas sean convenientes para
ambas partes.

80. Se tendrá debidamente en cuenta, desde el principio del cumplimiento de la


condena, el porvenir del recluso después de su liberación. Deberá alentarse al
recluso para que mantenga o establezca relaciones con personas u organismos
externos que puedan favorecer los intereses de su familia así como su propia
readaptación social.

81. 1) Los servicios y organismos, oficiales o no, que ayudan a los reclusos
puestos en libertad a reintegrarse en la sociedad, proporcionarán a los liberados,
en la medida de lo posible, los documentos y papeles de identidad necesarios,
alojamiento, trabajo, vestidos convenientes y apropiados para el clima y la
estación, así como los medios necesarios para que lleguen a su destino y puedan
subsistir durante el período que siga inmediatamente a su liberación.

121
En relación con el desarrollo de estos aspectos, ver las reglas 70 a 81 de las Reglas Mínimas.

103
2) Los representantes acreditados de esos organismos tendrán todo el
acceso necesario a los establecimientos y podrán visitar a los reclusos. Se les
consultará en materia de proyectos de readaptación para cada recluso desde
el momento en que éste haya ingresado en el establecimiento. 3) Convendrá
centralizar o coordinar todo lo posible la actividad de dichos organismos, a fin
de asegurar la mejor utilización de sus actividades.

1.2. En materia de enfoques diferenciales para el tratamiento en poblaciones indígenas


En el contexto internacional la norma que consagra de manera integral el conjunto de
derechos de las minorías étnicas y que establece mecanismos efectivos para garantizar su
protección es el Convenio 169 de la OIT, ratificado por Colombia mediante Ley 21 de
1991 e incorporado dentro del bloque de constitucional de conformidad con el artículo 93
de la Constitución Política de Colombia.

Tanto la Constitución como el Convenio 169 de la OIT reconocen e incluyen la potestad


de los pueblos indígenas para determinar qué tipo de conductas, incluyendo la represión,
sanción o condena de hechos dañinos o delitos y bajo qué mecanismos, procedimientos
y sanciones, dentro del marco de su cultura, prácticas sociales, tradiciones y necesidades
sociales, y limitando dichas facultades solo por el respecto de los derechos fundamentales
reconocidos por el Estado colombiano y por los derechos humanos internacionalmente
reconocidos.

En consecuencia, y en principio, los indígenas no deben ser sometidos a la justicia


ordinaria ni a sus formas de punición tradicional a través de la privación de la libertad
en establecimientos penitenciarios, dado que esta justicia se basa en un marco cultural e
institucional diferente al de los indígenas, y respecto de la cultura mayoritaria no se ha fijado
una tutela u orientación respecto de la cultura indígena, sino que por el contrario lo que se
ha reconocido por la Constitución, la Ley y la jurisprudencia de la Corte Constitucional, es
que existen dos cosmovisiones diferentes e igualmente validas respecto de las cuales se les
exige un dialogo intercultural para establecer límites una respecto de la otra, coordinaciones
institucionales entre ellas que garanticen la validez y debida aplicación de cada una, y
pleno conocimiento de las particularidades de cada una para maximizar su compresión y
protección.

De conformidad con las definiciones de las disposiciones internacionales, los funcionarios


de la justicia ordinaria y del sistema penitenciario colombianos, deben tener en cuenta que

104
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

en aquellos casos en que se deban aplicar normas y procedimientos ordinarios a indígenas


que hayan cometidos hechos punibles, es imprescindible considerar los derechos que la
legislación internacional les reconoce como parámetros de protección especial dada su
condición de indígenas.

A pesar de que algunos indígenas han sido infractores de la ley penal, no por ello se les
puede negar sus derechos a ser juzgados teniendo en cuenta sus costumbres o sus normas
propias, o su derecho a que aún privados de la libertad puedan conservar sus costumbre
e instituciones propias, o sus métodos tradicionales que utiliza para la represión de los
delitos cometidos por sus miembros, y, en todo caso, cuando se apliquen sanciones penales
no podrá desconocerse la situación económica, social y cultural del indígena privado de
la libertad, y darle prioridad al establecimiento de diferentes tipos de sanción distintas al
encarcelamiento.

Finalmente, y para garantizar el derecho de defensa y el debido proceso, a los indígenas


se les debe garantizar interpretes u otros medios para que pueden comprender y hacerse
comprender en las etapas de investigación, acusación, juzgamiento y condena.

De manera que en el caso de que una medida administrativa o legislativa en materia penal
afecte los derechos de las minorías étnicas o que indígenas estén siendo investigados y
juzgados mediante la jurisdicción ordinaria, bien sea porque el delito fue cometido por
fuera del territorio o resguardo, o porque se afecte a una persona no indígena, tienen los
siguientes derechos:

1. A ser consultados previamente a la elaboración de toda medida legislativa o


administrativa que pudiera afectarlos en relación con la justicia (artículo 6 del Convenio
169 OIT).

2. A comprender y hacerse comprender durante las etapas de investigación, acusación,


juzgamiento y condena mediante personal judicial bilingüe, interprete u otros medios
(artículo 10 de la Constitución Política; artículos 12 y 28 inc. 3 del Convenio 169 de
la OIT; artículo 8 del Pacto de San José de Costa Rica).

3. A contar con una defensa idónea (artículo 12 del Convenio 169 de la OIT).

4. A que se tenga consideración de su cultura y condiciones socio-económicas al


momento del juzgamiento (artículo 9 inc. 2 del Convenio 169 de la OIT).

105
5. A que se descriminalice la conducta cuando la misma es considerada legítima por
su resguardo o comunidad étnica o cultura (artículo 7 de la Constitución).

6. A que se apliquen preferentemente penas distintas al encarcelamiento, en el caso


de que los indígenas sean condenados (artículo 10 Inc. 2 del Convenio 169 de la
OIT).

7. A que si el indígena es condenado, permanezca en establecimientos penitenciarios


especiales (artículo 3-A de la Ley 65 de 1993).

8. A que existan condiciones carcelarias que respeten la diversidad cultural, que permita
la vivencia de la propia cultura, idioma, religión, incluyendo el culto y la asistencia de
chamanes o guías espirituales propios, el acceso a la propia alimentación y medicina
tradicional y al uso del vestido, así como la cercanía con la familia y con su grupo
étnico (artículo 7 de la Constitución Política de Colombia, artículo 27 del Pacto de
Derechos Civiles y Políticos; artículo 43 de las Reglas Mínimas para el tratamiento de
los reclusos).

2. Lineamientos y recomendaciones para el tratamiento penitenciario en Colombia


Los lineamientos y recomendaciones que vienen a continuación se pueden leer como la
conclusión del recorrido que hasta aquí se ha realizado. Se ordenan de acuerdo con la
perspectiva de políticas públicas, tal como se señaló en el primer capítulo y, por tanto, se
dividen en tres dimensiones: en relación con la formulación, con la ejecución y, finalmente,
con la evaluación y seguimiento de la Política Penitenciaria en nuestro país. En cada una
de estas dimensiones se han agrupado un conjunto de lineamientos y recomendaciones a
partir de una formulación general, seguida de su respectivo desarrollo.

2.1. Formulación de la Política Penitenciaria


A nivel de la formulación de la Política Penitenciaria en Colombia, es importante distinguir
dos subniveles al momento de la definición de los problemas que serán objeto de
intervención. En primer lugar, las acciones que se inscriben en el campo de la ejecución
penitenciaria necesitan tener presente determinados puntos de partida relacionados con
una conceptualización apropiada del problema penitenciario. En segundo lugar, que estos
puntos de partida se encuentren en una relación armónica con los estándares normativos,
de tal manera que el sistema jurídico contenga, actualice y garantice las posibilidades que

106
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

se requieren para adelantar las acciones efectivas, de cara a la intervención del problema
previamente definido.

De acuerdo con lo anterior, para la formulación de la Política Penitenciaria en Colombia es


preciso considerar los siguientes aspectos:

• El tratamiento penitenciario es una respuesta que el Estado debe configurar desde un


punto de vista integral

El tratamiento penitenciario debe ser entendido desde un punto de vista integral, lo que
hace necesario considerar que la resocialización, como principal función de la pena en el
momento de la ejecución penitenciaria, no se satisface solo con la existencia de actividades
de trabajo, estudio y enseñanza dentro de los programas institucionales, sino que éstas
deben apuntar a crear herramientas para la socialización de los condenados y su efectivo
regreso e incorporación a sus redes sociales y familiares con posterioridad a la ejecución
de la pena. Así, tanto los beneficios administrativos como los enfoques diferenciales para el
tratamiento en poblaciones indígenas deben considerarse como elementos integrados que
deben contribuir con la resocialización en el sistema penitenciario colombiano.

En este sentido, los actuales programas transversales, que se articulan con los procesos de
resocialización en los establecimientos penitenciarios, deben procurar no solo abrirse a los
distintos miembros que conforman las redes de apoyo del condenado, como sus familias,
sino que también deben generar estrategias para un mayor acceso a los mismos por parte
de la población penitenciaria.

• La «resocialización en serio» es el principal sentido que puede tener un sistema de


sanciones penales en un Estado social de Derecho

Si bien se reconoce que la pena de prisión en Colombia tiene diferentes funciones, como la
retribución justa y protección al condenado, la función resocializadora debe ser el criterio
principal que fundamente la privación de la libertad de los ciudadanos cuando se encuentren
en la fase de ejecución de la pena. Esto, además, significa que el castigo no puede
funcionar solamente como neutralización de amenazas o una estrategia de incapacitación
y alejamiento de determinadas personas de la sociedad.

Con esto, y tal como ya lo ha mencionado la Organización de Naciones Unidas, la


resocialización debe, por lo menos, comprenderse como una posibilidad para desarrollar

107
alternativas para el ejercicio efectivo de los derechos que las personas privadas de la
libertad previamente no habían podido ejercer; asimismo, tomar en serio la resocialización
implica reducir al mínimo los efectos negativos del encarcelamiento, de tal manera que la
vida en prisión no se convierta en la preparación de una futura carrera delictiva.

• El carácter de soft - law de determinadas normas no debe ser impedimento para su


aplicación efectiva

La mejor estrategia para enmarcar el tratamiento penitenciario en la protección y garantía


de los derechos humanos debe ser el reconocimiento y la aplicación de los estándares que
la comunidad internacional ha desarrollado alrededor del tema. En tal sentido, el amplio
catálogo de estándares internacionales categorizado como de derecho blando debe ser
incorporado en la formulación de la política y en las interpretaciones necesarias en el marco
de la ejecución de la misma. Las Reglas Mínimas y demás herramientas jurídicas que se
mencionaron anteriormente deben incorporarse como una base sobre la cual el Estado
ejecuta el tratamiento penitenciario de cara a la preparación del retorno a sus redes sociales
de los ciudadanos condenados.

• La perspectiva restaurativa es un elemento inseparable de un tratamiento penitenciario


integral

En la medida en que la privación de la libertad no se considera un simple acto de venganza,


resulta fundamental que el tratamiento penitenciario se oriente a la restauración del tejido
social. Esto presenta, por lo menos, dos aristas: por una parte, implica la adopción de
medidas para que el ciudadano condenado pueda restablecer los derechos de las víctimas
o de la comunidad que se vio afectada con la comisión del delito; por otra parte, implica
la adopción de todas las medidas orientadas a la recuperación de los lazos de solidaridad
que las personas condenadas sostienen con sus familias y con la sociedad, y que se ven
afectadas por el hecho mismo de la privación de la libertad.

• Un tratamiento penitenciario resocializador debe tener penas cortas y proporcionales

No puede negarse que si la orientación central de la ejecución de la pena es la


resocialización, las penas largas son evidentemente contraproducentes, dado que los
efectos desocializadores y de prisionización que surgen por el hecho mismo de la privación
de la libertad afectan el proceso. En este sentido, la duración de las penas, además de
considerar la gravedad de la conducta y la afectación a las víctimas, debe tener en cuenta

108
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

las condiciones materiales de la privación de la libertad, para garantizar que el tratamiento


penitenciario pueda cumplir con su finalidad de resocialización.

• Ante la privación de la libertad de los ciudadanos debe haber suficientes alternativas


al encarcelamiento

Articulado con lo anterior, para potenciar la función resocializadora de la pena, es necesario


que no solo se reflexione sobre cómo estructurarse el proceso de tratamiento penitenciario,
sino también debe reflexionarse sobre las alternativas a la prisión que permitan purgar
sanciones y cumplir con un proceso restaurativo y de reintegración. Resulta menester, en
consonancia con lo dispuesto por la Comisión Asesora de Política Criminal, proponer un
proyecto de alternatividad penal y de alternatividad al derecho penal que permita enfrentar
ciertos problemas sociales más allá de los márgenes del sistema penitenciario.

2.2. Ejecución de la Política Penitenciaria


• Una perspectiva resocializadora debe contar con los recursos suficientes para lograr
su cometido

Las políticas, por lo general cuentan con recursos escasos para su desarrollo. La Política
Penitenciaria no es una excepción a ello. Sin embargo, se han invertido millonarios recursos
en infraestructura y seguridad de las instalaciones, dejando de lado la asignación de recursos
necesarios para el desarrollo de la misión principal. Resulta importante, por lo tanto, que sin
dejarse de lado la asignación de recursos para la garantía de unas condiciones dignas de
privación de la libertad, así como unos mínimos de seguridad, la perspectiva resocializadora
del tratamiento penitenciario cuente con el respaldo económico suficiente para adelantarse.

El descuido de la resocialización tiene un impacto significativo en el Sistema Penitenciario,


en términos de prevención terciaria, dado que se aumentan las posibilidad para que las
personas reincidan; además, en tanto se desconfigura la función de la prisión, el efecto en
la vida de los condenados se hace por completo nocivo ya que ésta queda reducida a un
encierro llano.

• Un elemento central en la ejecución de una perspectiva restaurativa es mantener los


vínculos de los ciudadanos privados de la libertad

Para la ejecución de una Política Penitenciaria que integra una perspectiva restaurativa,

109
el mantenimiento de los vínculos sociales y familiares de la población privada de la
libertad es un asunto clave. Este tipo de situaciones contribuyen a que el tratamiento
resocializador tenga mayores niveles de efectividad, debido a que en su reintegración
a la sociedad, el pos penado va a contar con redes de apoyo que no se han visto
afectadas por la prisión.

Por tal razón, una perspectiva restaurativa debe permitir que la prisión esté abierta
a las familias y a la sociedad, con lo cual es preciso una articulación más amplia
entre el tratamiento penitenciario, los enfoques diferenciales y los beneficios no solo
administrativos sino también judiciales. Esto debe implicar también que la prisión no
puede ser una sanción que recaiga sobre los allegados al condenado. Las condiciones
de vida de la privación de la libertad, como lo señalan las Reglas Mínimas, deben ser
las más parecidas posibles a la vida normal y no al revés, es decir, extender los efectos
de la vida en prisión a la vida en sociedad.

• El Estado debe comprender la pluralidad de quienes vincula al sistema penitenciario

Otro aspecto que plantea requerimientos especiales a la ejecución del tratamiento


penitenciario es el relativo a las condiciones particulares de los ciudadanos enfrentados
al proceso de resocialización. El Estado debe garantizar que condiciones previas de
discriminación o marginación se constituyan en obstáculos para acceder de manera
plena a este tratamiento resocializador. Sin embargo, esta situación no puede resultar
una mera política de discriminación positiva, por lo que debe entenderse como punto
de partida y de llegada, tanto de la Política Criminal en general, como de la Política
Penitenciaria en específico.

Los enfoques diferenciales en el tratamiento penitenciario deben acoplarse, en este


sentido, con la mayor cercanía posible a las circunstancias de las personas privadas de
la libertad y su marco cultural. Como se señala, debe hablarse de enfoques diferenciales
en plural, en la medida en que no es posible plantear la existencia de una generalidad
y una excepción a la misma. En el marco del tratamiento penitenciario, los avances más
significativos en términos diferenciales se presentan con respecto a la población indígena.
Sin embargo, son ejercicios que aún no tienen la suficiente amplitud y sistematicidad
para garantizar una completa autonomía para el ejercicio de las dinámicas culturales
propias de respuesta a las conductas punibles. No obstante lo anterior, debe resaltarse
la consagración de la Ley 1709 de 2014 de reconocer este enfoque diferencial en una
pluralidad de dimensiones, tanto étnica, como de género, edad, sexo y hasta política.

110
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

Existe un diseño institucional, constitucional y legal que incorpora diferentes enfoques


diferencial a favor de las comunidades indígenas todos ellos contenidos en normas
internacionales y nacionales como el Convenio 169 de la OIT y la Constitución Política
de 1991 que se refieren a la salud, la educación, el idioma, la protección cultural y
arqueológica de la nación, la nacionalidad colombiana, la personería jurídica para
partidos políticos, la representación política en senado y cámara de representantes,
el ordenamiento territorial, la propiedad colectiva de la tierra, el gobierno propio, la
protección de recursos naturales, el sistema general de participaciones, y por supuesto,
la justicia. Esto debe replicarse para otras comunidades con requerimientos particulares.

• Al momento de la inversión en infraestructura, el tratamiento penitenciario integral


debe ser un dato

La generación de infraestructura para atender las necesidades de cupos y mejores


condiciones de habitabilidad en los establecimientos penitenciarios debe garantizar
mínima y adicionalmente la existencia de espacios aptos y adecuados para el desarrollo
de las actividades que componen el tratamiento penitenciario. En este sentido, deben
fortalecerse los conceptos de establecimientos de resocialización y de cupos integrales,
más que de establecimientos con la capacidad suficiente para contener el continuo flujo
de población sindicada y condenada remitida por despachos judiciales. De esta forma,
la privación de la libertad y su relación con el diseño espacial debe tener en cuenta el
tratamiento penitenciario dirigido a la resocialización, y no solamente la capacidad de
recibir y alojar ciudadanos con el derecho a la libertad restringido.

• El tratamiento penitenciario requiere de una efectiva progresividad

En Colombia, tal como lo define la ley y la regulación reglamentaria, el tratamiento


penitenciario adopta un sistema progresivo. Sin embargo, como se pudo constatar en
el capítulo precedente, existe una pluralidad de obstáculos para que éste se materialice
en la ejecución de la pena de muchos condenados. Así las cosas, resulta sustancial
destacar que la resocialización, como proceso que permite el retorno a la sociedad
del penado, requiere de un sistema progresivo que sea capaz de prepararlo para la
libertad. El Estado debe procurar eliminar los obstáculos que se advierten para el tránsito
de una fase a otra por parte de quienes están condenados. El cambio de fase no puede
ser entendido como un privilegio de quienes logran sortear las restricciones existentes en
el Sistema, sino que debe ser una garantía de la progresividad del tratamiento.

111
• La magnitud actual del uso de la detención preventiva afecta la ejecución de la
Política Penitenciaria.

La política penitenciaria está orientada a una fase concreta del proceso penal, esto es, la de
la ejecución de la pena. En este sentido, es fundamental destacar que la excepcionalidad
de la detención preventiva como garantía personal del proceso debe tomarse en serio. Si
bien la política penitenciaria debe garantizar la satisfacción de los derechos de la población
privada de la libertad que se encuentra en detención preventiva, aun cuando ésta no sea su
población objetivo por regla general, resulta fundamental plantear que debe contemplarse
una política carcelaria específica, articulada con la arquitectura institucional propuesta por
el Código Penitenciario y Carcelario.

En este aparte resulta importante destacar lo planteado por la Comisión Asesora de Política
Criminal respecto a la necesidad de contar en la ejecución penitenciaria con un principio
orientador y humanista que busque la maximización de la resocialización dentro del
tratamiento penitenciario (2012:21). Esto debe partir de rescatar el carácter excepcional
de la detención preventiva y la necesaria diferenciación entre la Política Penitenciaria y la
Política Carcelaria; la primera dirigida a la ejecución de la pena (criminalización terciaria)
y la segunda orientada a asegurar la administración de justicia en el marco del proceso
penal (criminalización secundaria).

2.3. Evaluación y seguimiento de la Política Penitenciaria


La Política Penitenciaria en Colombia, tal como se ha venido señalando a lo largo de este
documento, debe estar articulada con la garantía de los derechos fundamentales de los
ciudadanos y un adecuado desarrollo de la política criminal en Colombia. A partir de las
modificaciones propuestas con la Ley 1709 de 2014, así como las distintas propuestas
planteadas por la Comisión Asesora de Política Criminal, a continuación se desarrollan los
fundamentos y sus elementos configuradores.

• Política Criminal integral

Como marco general, la Política Criminal integral necesita, en las distintas fases del Sistema
Penal, de una coherencia y racionalidad en todas las actuaciones que hacen parte del
mismo. De esta manera, la Política Penitenciaria como sub - fase del Sistema Penal debe
estar en consonancia con lo establecido en el marco de la Política Criminal. Asimismo, es

112
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

fundamental que en el marco de la Política Criminal, las actuaciones del Sistema Penitenciario
estén en armonía con el último eslabón del Sistema Penal: la fase de post-pena. Ni la Política
Criminal debe dejar en segundo plano la ejecución de la pena, ni la Política Penitenciaria
puede renunciar a los compromisos que surgen una vez la persona recupera su libertad, ya
sea durante el cumplimiento de la sanción o con posterioridad a la misma.

• Infraestructura

Como se enunció anteriormente, la Política Penitenciaria debe garantizar la existencia de


cupos integrales para el desarrollo de su misión. Dichos cupos deben ser un criterio esencial
para la verificación de que existen condiciones dignas para garantizar la resocialización.
Dicha verificación se debe realizar, en primer lugar, en el momento de la criminalización
primaria, cuando se propongan reformas a las normas sustanciales y de procedimiento, en
un sentido equivalente al impacto fiscal. En segundo lugar, y en consonancia con lo dispuesto
por la Comisión Asesora de Política Criminal, en la criminalización secundaria los jueces
deben contar con herramientas para verificar que la privación preventiva y la ejecución
de la condena se pueden realizar en contextos adecuados, o que les permita estudiar
alternativas a la privación de la libertad en establecimientos penitenciarios y carcelarios que
cumplan de la mejor manera con los fines queridos de la restricción a la libertad intramural.

• Capacidad institucional

En primer lugar, es necesario un trabajo mancomunado entre las Oficinas Asesoras Jurídicas,
las áreas de atención y tratamiento y los consejos de evaluación y tratamiento de los
establecimientos, que permita un adecuado seguimiento y envío de los certificados de
redención de pena para que sean registrados y avalados dentro de un término prudente
por los jueces de ejecución de penas y medidas de seguridad con el propósito de que los
trámites de cambio de fase de seguridad no se frustren por la ausencia del aval judicial
respecto la redención.

El personal para llevar a cabo las actividades de resocialización y las actividades


ocupacionales de redención de pena aun no alcanza el mínimo requerido. Los instructores y
profesores no son los suficientes para atender a toda la población reclusa y la solución más
común para esta situación es ubicar a los funcionarios de custodia y vigilancia del INPEC
y a algunos internos en estas actividades de instrucción y enseñanza. Si bien es cierto
los internos podrían participar de este manera en las actividades, esta situación debería
funcionar como un apoyo y no convertirse en la regla. Es necesaria la inversión de recurso

113
humano para estas actividades y los establecimientos deben tener el personal de más alta
calificación e idoneidad para dirigir las actividades y programas de resocialización en los
establecimientos penitenciarios.

De igual manera, se recomienda un constante seguimiento al cumplimiento de la pena


de los internos para garantizar que el cambio de fase se realice una vez éstos hayan
cumplido el requisito objetivo, sin tener que acudir a tutelas. Por último, se recomienda al
personal de custodia y vigilancia tener en cuenta el mandato de la Corte Constitucional,
en se sentencia C-371 de 2002 en el sentido de no utilizar criterios morales o personales
(como por ejemplo, las convicciones o la apariencia física de los internos) para calificar sus
comportamientos como faltas y atenerse a criterios estrictamente jurídicos para ello.

• Comisión de seguimiento y Consejo Superior de Política Criminal y demás sedes


de articulación y coordinación de las políticas del Estado colombiano en materia
penitenciaria

Este aspecto contiene como líneas de acción la articulación institucional, el seguimiento y el


continuo análisis de la Política Penitenciaria, como capítulo de ejecución de la pena en el
marco de la Política Criminal. En este sentido, y en primer lugar, es necesario que a través
del Consejo Superior de Política Criminal se fortalezcan las acciones conjuntas con el fin
de adoptar medidas que, desde una perspectiva coordinada con la Fiscalía, la Defensoría
del Pueblo y el Consejo Superior de la Judicatura, permitan solucionar los problemas de la
práctica del Sistema Penal y Penitenciario, en especial la ausencia de defensa técnica, la
insuficiencia de jueces de ejecución de penas, las extensas detenciones preventivas y las
dificultades en la aplicación de los enfoques diferenciales.

Además de lo anterior, es importante integrar a la evaluación de la Política Penitenciaria las


recomendaciones que realice la Comisión de Seguimiento a las condiciones de reclusión
del Sistema Penitenciario y Carcelario, de reciente creación por la ley 1709 de 2014,
la cual tiene como función legal velar por la vigencia de los derechos humanos en los
establecimientos penitenciarios y carcelarios. Una revisión constante por parte comisionados
expertos y representantes de la ciudadanía a la dinámica de la privación de la libertad en
Colombia se debe articular con otros esfuerzos institucionales para hacer la prisión un lugar
adecuado para el desarrollo de un tratamiento penitenciario integral.

• Revisión normativa

Estrechamente vinculada con la articulación indicada anteriormente, es imprescindible

114
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

que evaluar frecuentemente los marcos jurídicos de regulación de la ejecución penal en


Colombia. Para ello, la Comisión de Seguimiento de las condiciones de reclusión del
Sistema Penitenciario y Carcelario, como órgano asesor del Consejo Superior de Política
Criminal, le ha sido asignada una función en ese sentido, de acuerdo con el numeral 1 del
artículo 170 del Código Penitenciario y Carcelario.

En esta oportunidad, se pudo constatar beneficios como la libertad preparatoria y la


franquicia preparatoria resultan en muchas ocasiones inaccesibles para los internos, debido
a que, para ser otorgados estos beneficios, se exige que cuenten con un contrato de trabajo
en una empresa legalmente constituida y que tenga la posibilidad de afiliarlos a Seguridad
Social. Si bien es comprensible la intención del INPEC por dar cumplimiento a la legislación
laboral y garantizar que efectivamente los internos salgan a realizar algún trabajo cuando
gocen de estos beneficios, lo cierto es que el bajo acceso a éstos demuestra su dificultad
en un contexto en el que hasta para los ciudadanos que no están vinculados con el sistema
penitenciario les puede ser difícil acceder a un empleo formal.

Por otro lado, de acuerdo con la Directiva 0010 del 31 agosto de 2012 del INPEC, las
directivas de los establecimientos pueden conceder los beneficios de trabajo extramuros y
trabajo comunitario, previa la realización de un convenio interadministrativo con la Alcaldía
del Municipio para la realización de actividades de mantenimiento del espacio público.
Sin embargo, en el desarrollo de la incampo no fue posible constatar que tales beneficios
se concedieran con la excepción de internos que realizaban actividades agrícolas o de
conservación del espacio en los alrededores de algunos establecimientos acompañados
del personal de custodia y vigilancia. No obstante lo anterior, valdría la pena impulsar
iniciativas de convenios interadministrativos con los municipios y otras entidades territoriales
que permitieran emplear a los internos y les dieran la oportunidad de realizar alguna
labor retornando progresivamente a la libertad, acompañados de personal de custodia o
vigilancia o de la Policía Nacional.

También es importante resaltar un hecho que llama la atención al momento de considerar


la inserción de los beneficios administrativos en un tratamiento progresivo orientado a la
resocialización. De acuerdo con las normas vigentes, la fracción de cumplimiento de la
pena exigida para acceder a los beneficios distintos del de hasta 72 horas (4/5 partes
de la pena) no puede ser superior a la fracción de cumplimiento exigida para la concesión
del subrogado de libertad condicional (2/3 partes de la pena). En relación con esto, es
recomendable revisar este tipo de exigencias para acceder a los beneficios administrativos
y adicionar a ello una revisión de las razones para impedir de plano la concesión de

115
mismos para determinadas modalidades delictivas, en especial si se tiene en cuenta
que la legislación colombiana ha hecho una clara distinción entre los beneficios de tipo
administrativo y los de tipo judicial, o subrogados penales.

• Estrategias contra la presión mediática y de sensibilización

Por último, y no por ello menos importante, en materia de resocialización, beneficios


administrativos y enfoques diferenciales, se hace cada vez más necesario desarrollar estrategias
que ofrezcan alternativas frente a la influencia de algunos circuitos comunicacionales a través
de los cuales circula y se refuerza la idea de que la privación de la libertad debe funcionar
como una venganza que expulsa de la sociedad a quienes han sido condenados por el
Sistema penal. Los discursos que desembocan en fórmulas altamente retributivas tienen un
impacto negativo en la formulación y ejecución de un tratamiento penitenciario que haga
de la resocialización la función principal de la privación de la libertad en Colombia; por
el contrario, la presión que genera reduce los márgenes de acción y de decisión de los
actores involucrados y, además, dificulta la reconciliación y la restauración de los vínculos
que siguen teniendo los infractores con la sociedad.

En tal sentido, es preciso que también la Política Penitenciaria y Carcelaria tenga claro
las presiones que sobre ella puede generar determinadas lógicas, propias del populismo
punitivo, que demandan un uso privilegiado de la prisión y, además, hacen de ella un
lugar completamente ajeno y alejado de toda dinámica social. Es recomendable, por ello,
adelantar, de la mano de un seguimiento efectivo y confiable, estrategias que sensibilicen a la
ciudadanía en general sobre la orientación, no solo retributiva sino también resocializadora
y restauradora, del castigo penal, a fin de que puedan reducirse las brechas que la
estigmatización de la prisión genera en la sociedad.

116
Lineamientos para el fortalecimiento de la Política Penitenciaria en Colombia

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125
Investigación realizada por

Diagramación y edición

Impresión financiada por

La presente publicación ha sido elaborada con la asistencia de la Unión Europea.


El contenido de la misma es responsabilidad exclusiva de los autores y del Ministerio de Justicia y del Derecho;
y en ningún caso debe considerarse que refleja los puntos de vista de la Unión Europea

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