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Era pasada ya la media tarde, cuando nuestro viejo leador sintiendo que sus
fuerzas se agotaban, se tendi a descansar sobre la gruesa capa de hojas secas que
cubran el suelo, colocando por almohada una piedra plana, que l sola ocupar de vez
en cuando, para arreglar el filo del hacha que era su nica herramienta. Pero, debe haber
sido tan larga y pesada la jomada de trabajo de este viejo hombre del bosque, que se
qued profundamente dormido y comenz a roncar bastante fuerte.
Entre tanto el viejo dorma, llegaron al lugar dos hermanitos, ellos eran Pepita
y Juanito, quienes deseando pasear se haban escapado a escondidas desde casa,
porque su madre no los dejaba salir solos y sobretodo en caso como ste en que se
haca tarde y muy luego obscurecera.
-Vmonos por ah, dijo Pepita indicando un sendero angosto cubierto de piedrecillas que
estaba junto al cerro. -No, mejor por este otro lado! Mira aquellas flores que son bonitas!,
exclam Juanito.
-De acuerdo- asinti Pepita, tomemos este camino, peor apuremos el paso, porque se
hace tarde y mam nos puede echar de menos. Tienes razn -vamos rpido- manifest
Juanito.
Caminaron y caminaron por largo rato, el sol ya se haba escondido, los
pajarillos se cansaban de cantar y volaban presurosos hasta sus nidos ubicados por
entre las ramas de los grandes rboles del bosque. De repente los nios distinguieron a
travs de los arbustos algo extrao, se acercaron un poco ms y Pepita -indicando con el
dedo el lugar en que el leador dorma exclam- Qu es eso!
-Parece un ogro-, contest Juanito. -Un ogro?- interrog la nia.
-S!, escucha el ruido que hace-balbuce temeroso Juanito.
-Devolvmosnos a casa antes de que se despierte, exclam muy asustada la nia.
-Bien, vmosnos!- contest su hermano.
Tanto corrieron los nios que a casa llegaron muy cansados y con mucho
susto. Cuando su madre los llam a comer, hubieran deseado no sentarse a la mesa
porque no sentan hambre y, adems, slo pensaban en aquel ogro que haca ruido.