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"ft \ eo eee in ee ey ee kei sen Ue ao} enor ete ee oui emenek nor Cen esty CeCe nur eee en u Cua cate) eC aC et cae cess auténtica reserva del inconsciente mediterrdneo, ofrece un instrumento extremadaments poderaso para disolver las evidenclas y explorar las estructuras simbdlicas de ese inconsciente antrocéntrico, que sobrevive en kl ue he See ae Na eee eur ee Ue cientificamente fundamentada, dé las muchas paradojas que las relaciones ee ceo aera eet rece! Peter once ee See ee Sc) Set eee en ae er) masculina «Un texto de estimulante riqueza» (G. Grandguilaume, La Quinzaine Littéraie). Ce ee see ey Co tee eI Su ear ae) Piotre Bourdiou, uno de los mas prestigiosos y polemicos pensadores de ‘nuestro tiempo, es profesor de sociologia en el College de France y director Pere rer ise ete ee tt eet cee eee Pe ee eee eee ie Poe tea ae ee wee ee Aa ee Oy ee am pascalianas, Contrafuegos y La dominacién masculina, I 788453 l d5895 a dominacion NGL al PIN) ULE ens m s so! Break 2a. dh on ALBERTO HURTADS FIBLIOTECA v[Pieok Soigod #28267 PROLOGO A LA EDICION ALEMANA LAETERNIZACION DE LO ARBITRARIO Este libro, en el que he podido precisar, apuntalar y corregit iis andlisis anteriores sobre el mismo asunto apoyéndome en los humerosisimos trabajos dedicados a las relaciones entre los sexos, pone en cucstién explicitamente el tema, obsesivamente evoca- do por la mayorfa de los analistas (y de mis crfticos), de la perma- nencia 0 del cambio (realizados 0 deseados) del orden sexual. Es, ‘en efecto, la introduccién y la imposicién de esta alternativa inge- nia e ingenuamente normativa lo que conduce a percibir, contra- riamente a cualquier evidencia, la verificacién de la constancia re- lativa de las estructuras sexuales y de los esquemas a través de los ‘cuales son entendidas como una manera condenable e inmediata- mente condenada, fala e inmediatamente refuada (al recotdar to- das las transformaciones de la situacién de las mujeres), de negar de condenar los cambios de esta situaci6n. ‘A esta cuestin debemos oponer otra, més pertinente y sin duda también, en mi opinién, més urgence politicamente: si bien ces cierto que las relaciones entre los sexos estin menos transforma- ddas de lo que una observacién superficial podrfa hacer creer y que el conocimiento de las estructuras objetivas y de las estructuras ‘cognitivas de una sociedad androcéntrica especialmente bien con- servada (como la sociedad cabilefia, tal como yo pude observarla ‘a comienzos de los afios sesenta) ofrece unos instrumentos perma- nentes para entender algunos de los aspectos mejor disimulados de lo que son estas relaciones en las sociedades contemporineas ms adelantadas econémicamente, hay que preguntarse, en efecto, cus- 7 A odicall [es son los mecanismos histéricas responsables de la deshsvriciza- | iin y de la eternizaciém rlasvas de las estructuras de la division [ sexual y de los principios de divisién correspondientes. Plantear el * problema en estos términos significa avanzar en el orden del cono- cimiento que puede estar en el principio de un progreso decisivo (Cen el orden de la accién. Recordar que lo que, en Ia historia, apa- | rece como eterno s6lo es el producto de un trabajo de eternizacién \que incumbe a unas instiuciones (incerconectadas) rales como la (Familia, la Iglesia, el Estado, la Escuela, as{ como, en otro orden, cl deporte y el periodismo (siendo estos conceptos abstractos sim- ples designaciones estenogréficas de mecanismos complejos que tienen que analizarse en algiin caso en su particularidad histérica), es reinsertar en la historia, y devolver, por tanto, a la accién histé- rica, la relacién entre los sexos que la visién naturalista y esencia- lista les niega (y no, como han pretendido hacerme decir, intencar detener la historia y desposeer a las mujeres de su papel de agentes histéticos). ‘Contra estas fuerzas hist6ricas de deshistoricizacién debe orien- tarse prioritariamente una empresa de movilizacién que tienda a volver a poner en marcha Ia historia, neutralizando los mecanie ‘mos de neutralizacién de la historia. Esta movilizacién tipicamen- te politica que abrirfa a las mujeres la posibilidad de una accién colectiva de resistencia, orientada hacia unas reformas juridicas y politicas, se opone tanto a la resignacidn que estimula todas las vi- siones esencialistas (biologistas y psicoanaliticas) de la diferencia entre los sexos como a la resistencia reducida a unos actos indivi- duales 0 a esos happenings discursivos constantemente recomenza- dos que preconizan algunas teor‘as feministas: rupturas heroicas de la rutina cotidiana, como los parodic performances, predilectos de Judith Butler, exigen sin duda demasiado para un resultado de- masiado pequetio y demasiado inseguro. Convocar a las mujeres a comprometetse en una accién politi ca que rompa con la tentacién de la revuelta introvertida de los Pequefios grupos de solidaridad y de apoyo mucuo, por necesarios ‘que sean en las vicisiudes de las hichas cotidianas, en la casa en la fabrica o em la oficina, hacer eso no es, como podilacreerse, y te- ‘mer, invitarlas a aliarse acrticamente con las formas y las normas 8 ordinarias del combate politico, con el peligro de encontrarse ane- sionadas o sumergidas en movimientos ajenos a sus preocupacio- nes y sus propios intereses. Es desear que ellas sepan trabajar en inventar € imponer, en el mismo seno del movimiento social, y, apoydndose en las organizaciones nacidas de la rebelién contra la dliscriminacién simbélica, de las que son, junto con lo(a)s homo-| sexuales, uno de los blancos privilegiados, unas formas de organi- zacién y de accién colectivas y unas armas eficaces, simbdlicas es-, pecialmente, capaces de quebrantar las insticuciones, estatales y/ juridicas, que contribuyen a eternizar su subordinacién. | PREAMBULO* Es indudable que nunca me habria enfrentado con un tema tan dificil de no haberme visto arrastrado por toda la légica de mi investigacién. La verdad es que nunca he dejado de asombrarme ante lo que podria Ilamarse la paradoja de la doxa: el hecho de que Ja realidad del orden del mundo, con sus sentidos tinicos y sus di- tecciones prohibidas, en el sentido literal 0 merafbrico, sus obliga ciones y sus sanciones, sca grosso modo respetado, que no existan nds transgresiones o subversiones, delitos y «locuras» (basta con pensar en el extraordinario acuerdo de millares de disposiciones eo de voluntades- que suponen cinco minutos de circulacién en coche por la plaza de la Bastille o de la Concorde); 0, més sor- prendente todavia, que el orden establecido, con sus relaciones de Mominacién, sus derechos y sus atropells, sus privilegios y sus in- justicias, se perperie, en definitiva, con tanta facilidad, dejando a tun lado algunos incidentes hist6ricos,y ls condiciones de exiten- cda més intolerables puedan aparecer tan a menudo como acepta- bles por no decir naturales. Y siempre he-visto-en-la-dominacién ‘masculina, y en la manera como se_ha impuesto_y.soportado, <1) ingjor ejemplo de aquella sumisién paradgjica, consecuencia. de lo “No sabiendo si los agradecimiencos nominales sefan beneficioss o nefstos pia peor ue me a ge ‘ontentaré on expres tn pro- funda pried hacia aquellos y sobre todo aqulla que me han aporado teximo- flor dcumenton, referencias cienfias, ideas, ¥ mi esperanza de que exe trabajo onuligno, patcalarmente cn ss efecos, de la confianzay de las expectatvas queen isehan pues. u PREAMBULO* Es indudable que nunca me habria enfrentado con un tema tan dificil de no haberme visto arrastrado por toda la légica de mi investigaci6n. La verdad es que nunca he dejado de asombrarme ante lo que podria llamarse la paradaja de la doxat el hecho de que Ja realidad del orden del mundo, con sus sentidos tinicos y sus di- recciones prohibidas, en el sentido literal o meraférico, sus obliga clones y sus sanciones, sea grosso modo respetado, que no existan ‘mds transgresiones 0 subversiones, delitos y «locuras» (basta con pensar en el extraordinario acuerdo de millares de disposiciones wo de voluntades- que suponen cinco minutos de circulacién en coche por la plaza de la Bastille 0 de la Concorde); 0, ms sor- prendence todavia, que el orden establecido, con sus relaciones de Uominacién, sus derechos y sus atropellos, sus prvilegios y sus in- justicas, se perperic, en definitiva, con tanta facilidad, dejando a {un lado algunos incidentes hist6ricos, y las condiciones de existen- cia mds intolerables puedan aparecer tan a menudo como acept2- bles por no decir naturales, Y siempre. he-xisto-en-la-dominacién masculina, y en la manera como se ha impuesta_y_soportado, el} iigjor ejemplo de aquella sumisi6n paradgjica, consecuencia de lo No sabiendo silos agradecimientas nominaes serfan beneicisos o nefastos ora las psoas a las que me gustaria dirigrme, me contentaré con expres pro Rida paieud hacia aquellos sobre todo aquells que me han aporado tesimo- ls, dcumentos, referencias cineca, ideas, y mi esperanza de que este trabajo en digo, patcuarmenteen sus efectos, dela confianzay de las expectatvas que en sehan puesto. ul que llamo la violencia simbélica, violencia amortiguada, insen: ‘sible, ¢ invisible para st jas victimas, que se ejerce ese! cialmente a través de los caminos puramente simbélicos de la comunicacién y del conocimiento o, mis exactamente, del de nocimiento, del reconocimiento 0, en iltimo eérmino, del miento,| Esta relacién social extraordinariamente comiin offece por ranto una ocasin privilegiada de entender la légica de la do- ‘minacién eercida en nombre de un principio simbélico conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado, un idioma (o una manera de modularlo), un estilo de vida (0 una manera de pensar, de hablar o de comportarse) y, ms habieual- ‘mente, una caracteristica distintiva, emblema o estigma, cuya ma- yor eficacia simbdlica es la caractetistica corporal absolutamente arbitraria e imprevisibl, 0 sea el color de la piel [ Vemos claramente que en este campo lo mas importante es |devolver a la daxa su propiedad paradéjica al mismo tiempo que ddenunciar los procesos responsables de la transformacién de la his- \coria en naturaleza, y de la arbitrariedad culeural en natural. Y, para conseguirlo, ser capaz. de adoptar, aplicado a nuestro propio lniverso y a nuestra propia visién del mundo, el punto de vista del antropélogo capaz, por una parte, de conceder al principio de Ja diferencia encre lo masculino y lo fernenino tal como lo (des)co- rnocemos su cardcter arbitrario y contingente, y por otra, simuleé- neamente, su. necesidad socio-légica. No es ninguna casualidad que cuando quiere dejar en suspenso lo que llama, de manera tan magnifica, «el poder hipnético de la dominacidn», Virginia Woolf recurra a una analogia etnogrifica, relacionando genéticamente la segregacién de las mujeres con los riuales de una sociedad arcaica: Inevitablemente, vemos la sociedad como un lugar de conspira- cién que engulle al hermano que muchos de nosotros tendrfan ra- zones para respetar en la vida privada, e imponernos en su lugar lun macho monstruoso, con una vor estruendosa, con mano dura, que, de una manera pueril, anota en el suelo signos con tza, lineas de separacin mégicas entre las cuales aparccen, hieritices, rigidos, separados y artifciales, los seres humanos. Estos lugares en los que, vestido de oro y piirpura, adornado con plumas como un sal- vaje, jecuta unos ritos migicos y disfruta de los dudosos placeres 2 del poder y del dominio, mientras que nosotras, “sus” mujeres, permanecemos encecradas en la vivienda familiar sin que se nos permita participar en ninguno de los numerosos hechos sociales {que componen su sociedad.»' «L.ineas de demarcacién misticas», uritos magicos»: este lenguaje ~el de la transfiguracién magica y la conversién simbélica que produce la consagracién ritual, princi- pio de un nuevo nacimiento~ impulsa a dirigir la investigacién mente simbélica de la domi Asi pues, convendrd exi materialista de la eco- nomia de los bienes simbélicos los medios de escapar a la desastro- sa alternativa entre lo «material y lo wespiritual» o lo wideal» (per- petuada actualmente a través de la oposicién entre los estudios llamados «materialistas», que explican la asimetria entre los sexos por las condiciones de produccién, y los estudios llamados ssimbélicos» a menudo notables, aunque parciales). Pero, antes, sélo un uso peculiar de la etnologia puede permitir realizar el pro- yyecto, sugetido por Virginia Woolf, de objetivar cientificamente la ‘operacién propiamente simbdlica cuyo producto es la divisién.en- tre las sexos tal-como la conocemos, 0, en otras palabras, tratar el anilisis objetivo de una sociedad de cabo a rabo organizada segiin dl principio androcéntrico (la tradicién de la Cabilia) como una arqueologia objetiva de nuestro subconsciente, 0 sea.como el ins- trumento de un verdadero socioandlisis.? Este atajo a través de una tradicién exética es indispensable para quebrar la relacién de eigafiosa familiaridad que nos ligé a huestra propia tradicién. Las apariencias biolégicas y los efectos in- dudablemente reales que ha producido, en los cuerpos y cn las tmentes, un prolongado trabajo colectivo de socializacién de lo 1. V. Woolf, Three Guineas, en A Room of One's Oum and Three Guineas, Pen- gun Books, Londres Nueva York, pp. 230-231. 2. Aunque slo fers para demotiar que mis consideaciones actuals no son de una conversin reciente, remito alas pginas de un libro ya antiguo en el fa-en el hecho de que, cuando se aplia I divisién sexual del mundo, ‘puede sconvertirse en tna forma especialmente poderos de socioandli tions de Minuit, 1980, pp. 246-247). (ET 13 biolbgico y de biologizacién de lo social se conjugan para invertir la relacidn entre las causas y los efectos y hacer aparecer una cons- truccién social naturalizada (los wgéneros» en cuanto que habitos sexuados) como el fundamento natural de la division arbitraria que estd en el principio tanto de la realidad como de la representacién de la realidad que se impone a veces a la propia inyestigacién.? Peto esca utilizacién casi analitica de la etnografia que desna- turaliza, historicizando, como algo natural en el orden social, la divisién entre los sexos, zno corre el peligro de desvelar las cons- tantes y las invariantes —que constituyen la base de su eficacia so- cioanalitica~, y, con ello, eternizar, ratificéndola, una representa- ccién conservadora de la relacién entre los sexos, la misma que contiene el mito del xeterno femenino»? Aqui hay que aftontar tuna nueva paradoja capaz de provocar una total revolucién en la forma de abordar lo que se ha querido estudiar con el titulo de la «historia de las mujeres»: las invariances que, mds alli de todos los cambios visibles en la condicién femenina, se obscrvan en las rela- ciones de dominacién entre los sexos, zno obligan a tomar como objeto privilegiado los mecanismos y las instituciones histéricas que, en el curso de la historia, no han cesado de suprimir estas in- variantes de la historia? Esta revoluci6n en el conocimiento tendrd consecuencias en la préctica, y en especial en la concepcién de las estrategias destina- 3. No cs excepeional, por consiguiene, que lo peodlogos se reapropien de la visién comtin de los sexos como conjuntostadicalmente separado, si interseccio- es. y desconorcan el grado de recurrencia ence ls distrbuciones de lot actos mas- clinos y femeninosy las diferencias (de magnicud) entre las diferencias verficadas fn cada uno de los dmbeos corespondientes (desde la anatomia seca hata ls ite- ligenca). ©, cosa mis grave, se deen guar en numerosisocssiones para la construc cin y la descripcin de su objco pols principio de visién y de divsgn insrtos én la lengua comin, sea porque se efuerzan en medic unas diferencias cdificadas en Ja lengua ~como el hecho de que los hombres son ms agresivosy las mujeres mis sasustadizi=—, se porque utilicen unos téminos vulgare, y por tanto argados de valoraciones, para describ esas diferencias. Cf. por ejemplo, entre ots J.-A. Shet~ man, Sex-Related Cognitive Difference: An Exay on Theory and Bridence, Springfield (llinois), Thomas, 1978; M. B, Parle, Psicology: review easy, Signe Journal of Women in Gileure and Society, 1, 1975, pp.119-138, a propésito especialmente del balance de las diferencias mentalesy de comporeamientos entre los sexosextablecido por J. E. Gari yA. Scheinfeld en 1968; M.B. Parle, «The Premenstrual Syndro- mes, Pyehelogca! Buletin, 80, 1973, pp 454-465, 4 das a transformar el estado actual de la correlacién de fuerzas ma- terialistas y simbélicas entre los sexos. Aunque es cierto que el | principio de la perpetuacién de esta relacién de dominacién no reside realmente, © no fundamentalmente, en uno de los lugares as visibles de su ejercicio, es decir, en el seno de la unidad doméstica, sobre la cual determinado discurso feminista ha con- centrado-todas sus miradas, sino en unas instancias tales como la Escuela o el Estado)—Ilugares de elaboracién y de imposicién de principios de dominacién que se practican en el interior del mas | privado de los universos-, lo que s{ que puede afirmarse es que, éste es un campo de accién inmenso que se encuentra abierto a las Juchas feministas lamadas a ocupar asf un espacio original, y per- fectamente asentado en el seno de las luchas politicas contra todas las formas de dominacién. 15 1. UNAIMAGEN AUMENTADA feces eon flue A pai Pere Alestar incluidos, hombres y mujeres, en el objeto que nos es-\ forzamos en delimitar, hemos incorporado, como esquemas in- conscientes de percepcién y de apreciacidn, las estructuras histéri- | veas_del orden masculino; corremos el peligro, por tanto, de ‘Tecurrir, para concebir la dominacién masculina, a unos modos de | pensamiento que ya son el producto de la dominacién, Slo pode-_ ‘mos confiar en salir de ese circulo si encontramos una estrategia prictica para efectuar una abjetivacién del tema de la objetivacién cientifica, Esta estraregia, la que adaptarcmos aqui, consiste en ‘ransformar un ejercicio de reflexidn trascendente que tiende a ex- plorar las scategorias del entrendimiento», 0, empleando palabras de Durkheim, «as formas de clasificacién» con las cuales construi- mos el mundo (pero que, al haber salido de él, lo asumen en su ‘sencialidad, aunque permaneacan desapercibidas), en una especie dde experiencia experimental: consistird en tratar el andlisis et- hhogrifico de las estructuras objetivas y de las formas cognitivas de luna sociedad histérica concreta, a la vez exética ¢ it extrafia yy familiar, la de los bereberes de la Cabilia, como el instrumento «le un trabajo de socioandlisis del inconsciente androcéntricolGa- ‘paz de operat la objetivacién de las categorias de ese inconsciente.! PA ina patna et isis cle la mirada masculina que contiene (y que representaré a concinuacién) sino lo hu- SS ard perenne cas Pine hal Jo as pes Mase ces es es 7 Los campesinos de las montafias de la Cabilia han mancenido, con independencia de las conquistas las conversiones y sin duda en reaccidn contra ellas, unas estructuras que, protegidas especial- mente por su coherencia prictica, relativamente inalrerada, de tunos comportamientos y de unos discursos parcialmente arranca- dos al tiempo por la estereotipizacién ritual, representan una for- ma paradigmdtica de la visién sfalonarcisistas y de la cosmologia androoéntrica que comparten todas las sociedades mediterréneas que siguen sobreviviendo, en estado parcial y como fragmentado, en nuestras estructuras cognitivas y en nuestras estructuras socia~ les, La elecccién del caso especial de la Cabilia se justifica si sabe- ‘mos, por una parte, que la tradicién cultural que allf se ha man- tenido constituye una realizacién paradigmética de la tradicién mediterranea (podemos convencernos de ello consultando las in- vestigaciones etnolégicas dedicadas al problema del honor y de la vergiienza en diferentes sociedades mediterrdneas, Grecia, Italia, Espafa, Egipto, Turquia, la Cabilia,etc.);? y que, por otra parte, toda el rea cultural europea participa indiscutiblemente de la misma tradicién, como lo demuestra la comparacién de los ritua- les practicados en la Cabilia con los que fueron recogidos por Ar- rnold Van Gennep en Ia Francia de camienzas del siglo XX? Tam- bign habriamos podido apoyarnos en la tradicién de la Grecia antigua, de la que el psicoanilisis ha extrafdo la esencia de sus ¢s- «quemas interpretativos, gracias alas innumerable investigaciones cetnogréfico-histéricas que le han sido dedicadas. Pero nada puede sustituir el estudio directo de un sistema que sigue en funciona- miento y telativamente a salvo de unas reinterpretaciones més © menos doctas (gracias a la falta de tradicién escrita). En efecto, como ya sefalé en orro lugar, el andlisis de un corpus como el de Grecia, cuya produccién se extiende durante vatios siglos, corre el peligro de sincromizar antificialmente efectos sucesivos, y diferen- 2 CJ, Penny (), Honor and Shame: the Vlas of Medurancen So sie, Chicago, Univeity of Chicago Pres, 1974, y tambien J. Pre-Rivers Mad terencan Costrymon. Esty in the Seca Antropolay of the Medierrean, Pat Ta Haya, Mouton, 1963. 3.-A. Van Gennep, Manel de fle fener comemporain, Pais, Pca 3 vol, 1937-1958. 4. C6 P. Bourdiu, Lec ecu, rs liératurce, en Closes dite, at, ditions de Mini 1987, pp. 132-143, 18 tes, del sistema y sobre todo de conferir el mismo estacuto episte- molégico a unos textos que han sometido el viejo fondo mitico- ritual a diferentes reelaboraciones més o menos profundas. El incérprete que pretenda actuar comd exndgrafo corre, pues, el pe- ligro de considerar informadores wingenuos» a unos actores que ya actiian como (casi) etnélogos y cuyas evocaciones mitoldgicas,in- cluso las aparentemente mds arcaicas, como las de Homero o de Hesfodo, ya son unos mitos eruditos que suponen omisiones, deformaciones y reinterpretaciones (zy qué decir cuando, como. Michel Foucault, en el segundo volumen de su Histoire de la se, xualieé, se decide a iniciar con Platén Ia investigacién sobre la sextalidad y el individuo, ignorando a autores como Homero, Hesiodo, Esquilo, Séfocles, Herodoo o Aristéfanes, por no men- cionar a los filésofos presocréticos, en los que la antigua cepa me diterrénea aflora més claramente?). La misma ambigtiedad reapa- rece en todas las obras (especialmente médicas) con pretensiones cientificas, en las cuales no puede diferenciarse entre lo que proce- de de unas autoridades (como Aristételes que, en algunos puntos ‘senciales, convertéa él mismo en mito cientifico la vieja mitologia mediterrénea) y lo que ha sido reinventado a partir de las estruc- turas del inconsciente y sancionado o ratificado gracias al saber tradicional, En un universo donde, como en lajsociedad cabilefia, el orden de la sexualidad no esta formado como tal y donde las diferencias sexuiales permanecen inmersas en el conjunto de las oposiciones que organizan todo el cosmos, los comportamientos y los actos se- xxuales estin sobrecargados de determinaciones antropolégicas y cosmol6gicas. Estamos condenados, pues, a desconocer la profun- dla significacidn si las pensamos de acuerdo con las categorias de lo “tential en sf mismo. La.construccién. de la. sexualidad como tal (que encuentra su realizacién en el erotismao) nos ha hecho perder ‘el sentido de tarcosmotogia sexualizada, que hunde sus rafces en 19 y uuna topologfa sexual del cuerpo socializado, de sus movimientos y de sus desplazamientos inmediatamente afectados por una signif cacién social; el movimiento hacia arriba esta asociado, por ejem- plo, a lo masculino, por la ereccién, 0 la posicién superior en el acto sexual. ‘Arbitraria, vista aisladamente, la divisién de las cosas y de las actividades (sexuales 0 no) de acuerdo con la oposicién entre lo ‘masculino y lo femenino recibe su necesidad objetiva y subjetiva de su insercidn en un|sistema de oposiciones homélogas,\ alto/ bajo, arriba/abajo, delance/detrés, derechalizquierda, recto/eurvo (oblicuo) (y pérfido), seco/htimedo, duro/blando, sazonado/soso, claro/oscuro, fuera (piiblico)/dentro (privado), ete., que, para al- {gunos, corresponden a unos movimientos del cuerpo (alto/ bajo // subir/bajar, fuera/dentro // salirfentrar). Al ser parecidas en la diferencia, estas oposiciones suelen ser lo suficicntemente concor- antes para apoyarse mutuamente en y a través del juego inagota- ble de las transferencias pricticas y de las metéforas, y suficiente- mente divergentes para conferir a cada una de ellas una especie de densidad semAntica originada por la sobredeterminacién de afini- dades. connotaciones y correspondencias.> Los esquemas de pensamiento de aplicacién universal regis- tran como diferencias de naturaleza, inscritas en la objetividad, unas diferencias y unas caracteristicas distintivas (en materia cor- poral, por ejemplo) que contribuyen a hacer exiitir, al mismo tiempo que las «naturalizan» inscribiéndolas en un sistema de di- \ferencias, todas ellas igualmente naturales, por lo menos en apa- riencia; de manera que las previsiones que engendran son incesan- remente confirmadas por la evolucién del mundo, especialmente por todos los ciclos biolbgicos y césmicos. Tampoco vemos cémo podria aparecer en la relacién social de dominacién que constituye su principio y que, por una inversién completa de las causas y de los efectos, aparece como una aplicacién mas de un sistema de re- laciones de sentido perfectamente independiente de las relaciones de fuerza. El sistema mitico.ritual-desempefia aqui un papel equi- 5 Para un cuadro detallado del dseibucién de las actividades entre los sexos, cf P. Bourdieu, Le Sens pratique, 9p. cit, p. 358 20 \ valente al que incumbe al orden juridico en las sociedades diferen- ciadas: en la medida en que los principios de vision y de division que proponen estén objetivamente ajustados a las divisiones pree- xistentes, consagra el orden establecido, llevandolo a la existencia ini reconocida, oficial (GLI PUNE EINE: proc wn Segoe su estado objetivo, tanto en las cosas (en la casa por ejemplo, con todas sus partes «sexuiadas»), como.en.el mundo social y, en esta do incorporado, en los cuerpos y en los hébitos de sus agentes, ‘que funcionan como sistemas de esquemas de percepciones, tanto de pensamiento como de accién. (Cuando hablo de las necesida- des de la comunicacién, me estoy refiriendo, como en este caso, a categorfas 0 a estructuras cognitivas, con el riesgo de poder caer en la filosofia intelectualista que critico constantemente, por tan- to serfa preferible hablar de esquemas pricticos o de disposicio- nes; la palabra wcategoria» se imponta a veces porque tiene la vir- tud de designar a la vez una unidad social la categoria de los agricultores— y ina estructura cognitiva, a la vez que puede desig- nar el vinculo que las une.) ‘La concordancia entre las estructuras objetivas y las estructuras cognitivas, entre la conformacién del ser y las formas del conocer, entre el curso del mundo y las ex- pectativas que provoca, permite la relacién con el mundo que | ~ Husserl describia con el nombre de «actitud natural» o de «expe- Tiencia déxica», pero olvidando las condiciones sociales de posi- bilidad. Esta experiencia abarca el mundo social y sus divisiones arbitrarias, comenzando por fa divisién socialmente_construida ‘entre los sexos, como naturales, evidentemente, y contiene por ello una total afirmacién. de legitimidad. Debido al descubri- miento de las acciones de unos mecanismos profundos, como los que apoyan el acuerdo de las estructuras cognitivas y de las es- ‘ructuras sociales y, con ello, la experiencia déxica del mundo so- cial (por ejemplo, en nuestras sociedades, la logica reproductiva del sistema de ensefianza), unos pensadores de procedencias fi- loséficas muy diferentes pueden impurar todos los efectos simbé- licos de legitimacién (de sociodicea) a unos factores que depen- 21 den del orden de la representacién mds 0 menos consciente ¢ in- impone como neutra y no unos discursos capaces de I la estructura del espacio, con la oposicién entre el lugar de reunién o el mercado, reservados a los hombres, y la casa, reser- vada a las mujeres, o, en el interior de ésta, entre la parte masculi- na, como del hogar, y la parte femenina, como el establo, el agua y los vegerales; es la estructura del tiempo, jornada, afio agrario, 0 ciclo de vida, con los momentos de ruprura, masculinos, y los lar- 40s petiodos de gestacién, femeninos.* /* EL mundo social construye el cuerpo como realidad sexuada y como depositario. de principios de visién y de divisién sexuantes, El programa social de percepcidn incorporado se aplica a todas las, ccosas del mundo, y en primer lugar al cuerpo en si, en su realidad biolégica: es el que construye la diferencia entre los sexos bioléj 6, Se observa 2 menudo que, canto en la percepcién social como en Is lengua, «sexo masculino aparece como no marctdo, neutro, por decirlo de algin modo, en ‘elacén al femenino, que exté expicitamente caactetizado, Dominique Metlé ha ppodido comprobatlo en el cao de la identiicaciin del wsexor de Ia exriura, don- e los rasgos femeninos son los tnicas percibides como presents 0 ausentes (cf 1D. Merle, Le sexe de 'criture. Not sur la perception sociale de la feminine, Actes dela recherche en sciences sociales, 83, junio de 1990, pp. 40-51). 7. Es digno de atencién, por ejemplo, ue apenas se encuentren mitosjusifia- ores de la jerarqua sexual (salvo quieds el mito del nacimiento de la ceheda [ef . Bourdieu, Le Sen pratique p. ct, p-128]y el mito que tiende a rcionalizar Ia por sicién normale del hombre y de la mujer en el acto sexual, que veievo mis adelante) '8. Convendefa recordar agut vodo el ands del sistema mitco-rieal (por cjem= plo, sobre estructura del expacio interior dela casa: cf. P. Bourdieu, Le Sens prague pit pp. 441-461; sobre la organizacibn dela joenada: pp. 415-421; sobre la organi acide ao agri: pp. 361-408). Vieadome obligado a recordat aqui slo el mini- ‘mo estritamente necesaro para Ja construccién dl modelo, rengp que invita al lec- ‘or deseoo de dar toda su fuerza al canaliador» etnografco leer srentamence Le Sent ‘pratique 0, por lo menos, el esquema sinéptico reproducido en I pigins siguiente 2 po, 50 SSO DIODL mac SO OMINANTE SG aon zs vat ‘Sd a hepa cette stm SECO ARGIBA Gigs mar Fun Ganges teen mec) “RaicxTO ee oe (5 usr t EH fe E : MzD9 sx RANA NATE ‘DENTHO tan cl ee) nao bens real ror HUMEDO Scorpaenidae ae ean *, wens 2m see Peng TEN iERNO' Beye NOG Ho, a, msg QUERD e dea bs Hy oo TNSTURALEZA SALvaye IMPAR, men Mee a Esquema sindptico de las oposiciones pertinentes “Toilemos Teer este esquema relaciondndolo bien con ls opos (seco/hiimedo,ako/bajo, deechalinquierda, masculino/femen Jin presses (por ejemplo os dl cel de ba va: mat a iones verticales cc), bien con no, gestacidn,nacimiento, los del aio agrari) y con los movimicacos (abrn/ceran,entrarfaliy, ete) 23 «iil cos de acuerdo con los principios de una visién mitica del mundo arraigada en la relacién arbitraria de dominacién de los hombres sobre las mujeres, inscrita a su junto con la divisién del traba- jo, en la realidad del orden cox adleeels bills ene a) sexos, es decir, entre los cuerpos masculino y femenino, y, muy es- listow sexuat det tabajo°(EF Gierpo y sus movimientos, mat ae ee ere a alee ceniee social, no estan ni completamente determinados en su significa- cidn, sexual especialmente, ni completamente indeterminados, de manera que el simbolismo que se les atribuye es a la vez conven- cional y «motivado», percibido por tanto como casi natural.) Grax cias a que el principio de visién social construye la diferencia anatdmica y que esta diferencia social construida se convierte en el fundamento y en el garante de la apariencia natural de la visién social que la apoya, se establece una relacién de causalidad circular que encierra el pensamiento en la evidencia de las relacioncs de dominacién, inscricas tanto en la objerividad, bajo la forma de di- visiones objetivas, como en la subjetividad, bajo la forma de es- quemas cognitivos que, organizados de acuerdo con sus divisiones, organizan la percepcién de sus divisiones objetivas. La virilidad, incluso en su aspecto ético, es decir, en cuanto ‘que esencia del vir, vires, pundonor (nif), principio de la conset- vacién y del aumento del honor, sigue siendo indisociable, por lo ‘menos técitamente, de la viilidad flsica, a través especialmente de las demostraciones de fuerza sexual —desfloracién de la novia, abundante progenie masculina, etc. que se esperan_del hombre que es verdaderamente hombre. Se entiende que el@@igpsiempre presente m init eo en eee ee sn mare name es SRE pune domes aan 24 con motivo de los partos, las circuncisiones o la denticién, «ube» 0 «sale», El ambiguo esquema de la hinchazén es el principio gene- rador de los ritas de fecundidad que, destinados a que se agranden miméticamente (el falo y el vientre de la mujer), por accién sobre todo de unos alimentos que hinchan y hacen hinchar, se imponen cn los momentos en que la accién fecundadora de la potencia ‘masculina debe ejercerse, como las bodas, y también con motivo del comienzo de las labores campestres, ocasién de una accién homologa de apertura y fecundacién de la tierra." La ambigtiedad estructural, manifestada por la existencia de tun vinculo morfoldgico (por ejemplo entre abbuch, el pene, y thabbucht, femenino de abbuch, el seno), de un cierto niimero de simbolos vinculados a la feminidad, puede explicarse por el he- cho de que representan diferentes manifestaciones de la plenitud vital de lo vivo que da la vida (a través de la leche y del esperma, asimilado a la leche:! cuando los hombres se ausentan durante uun largo perfodo, se dice ~a su mujer que regresardn con wun ja- tno de leche, de leche cuajada», de un hombre poco discreto en sus relaciones extraconyugales se dice que eha derramado leche ccuajada en la barbar, yecea yesua, cha comido y bebido», significa que ha hecho el amor; resistir a la seduccién es «no derramatse leche cuajada en el pecho»). Idéntica relacién morfolégica entre thamellats, el huevo, simbolo por excelencia de la fecundidad fe- Imenina, ¢ ‘mellalen, los testiculos; se dice del pene que es el tini- «¢0 macho que incuba dos huevos. E idénticas asociaciones reapa- recen en las palabras que designan el esperma, zzel, y sobre todo ladmara, que, por su raz ~admmar es llenar, prosperar, ere, evoca la plenitud, lo que esté leno de vida, el esquema de lenado {lleno/vacto, fecundofestéril, ec.) se combina regularmente con 10, Sobve los alimentos que hinchan, como los sftbyem,y que hacen hinchar, cf P. Bourdieu, Le Sens pratique. op. cit, pp. 412-415, y sobre a Func de los actos © Ae lovobjeros miicamente ambiguos, sobredcrerminados o evanescentes,p. 426 ys. 1 Bl érmino mis eyocador sel ambu,leralmente veig,slchichén, pero Iwinbién flo (cf T. Yacine-Tieouh: «Anthropologie de la peut. [exemple des rap- Pots iommes-femmes, Alérice, en T. Yacine-Titouh (ed), Amour, phantamer welds en Afrique du Nord et au Sahara Parl, L'Harmattan, 1992, pp. 3-277 La Wiinieé ow la teprésemation de la peur dans Vimaginare socal kabyle», Cabies de Wérare ore, 4, INALCO, 1993, pp. 19-43). 25 | cl exquema de la hinchazén en la generacién de los rtos de ferti- lidad.'? Al asociar la ercccién filica con la dindmica vital de la hin- chazén, inmanente a todo el proceso de reproduccién nacural (germinacién, gestacién, etc.), la construccién social de los érganos stra y ratfica simbélicamente algunas propiedades na- turales indiscutibles; concribuye de ese modo, junto con otros me- canismos, ef mds importante de los cuales ¢s sin duda, como ya se ha visto, la insercién de cada relacién (lleno/vacfo, por ejem- plo) en su sistema de relaciones homélogas ¢ interconectadas, a transmutar la arbitrariedad del nomos social en necesidad de la na- turaleza (physis). (Esta légica de la consagracién simblica de los procesos objetivos, especialmente césmicos y biolégicos, que inter * vienen en todo el sistema mitico-ritual -por ejemplo, en el hecho de tratar la germinacién de la semilla como resurtecci6n, aconteci- miento homdlogo del renacimiento del abuelo en el nieto, sancio- nado por el retorno del nombre de pila-, ofrece un fundamento casi objetivo a ese sistema y, con ello, a la creencia, reforzada asi- mismo por el acuerdo que suscita, de Ia que es objeto.) Cuando los dominados aplican a lo que les domina unos es- quemas que son el producto de la dominacién, o, en otras pala- bras, cuando sus pensamientos y sus percepciones estén estructu- rados de acuerdo con las propias estructuras de la relacién de dominacién que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son, inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisién. Pero por estrecha que sea la correspondencia entre las realidades 0 los procesos del mundo natural y los principios de visidn y de divi- sién que se les aplican, Siempre queda lugar para una lucha cogni- iva a propésito del sentido de las cosas del mundo y en especial de las realidades sexuales. La indeterminacién parcial de algunos objetos permite unas interpretaciones opuestas que ofrecen a los dominados una posibilidad de resistencia contra la imposicién 12, Sobe ls esquemasllenolvacloy sobre la accén de lenar, ef P. Bourdieu, Le Sens prasique, op. cit, pp. 452-453, y también lap. 397 (a propésio de la ser- piente) 26 simbélica. Astcs_como las mujeres_pueden a los quemas de percepcién dominantes dofjo decfbincde i tofcurvo, seco/huimedo, etc.), que les conducen a concebir una te. Presentacién muy negativa de su propio scxo,!? para concebir los atributos sexuales masculinos por analogia con las cosas que cue! gan, las cosas blandas, sin vigor (ladlaleg, axadlag, téeminos utiliza. dos también para unas cebollas o el pincho de care, o acherbub, sex0 blando, sin fuerza, de anciano, asociado a veces a ajerbub, ha, apo);'* incluso aprovechar el estado disminuido del sexo mas. culino pata afirmar la superioridad del sexo femenino, como se ve en el proverbio: “Todo tu armamento (lalaleq) cuclgar, dijo la ‘mujer al hombre, «mientras que yo soy una piedra soldada»! | JAS! pues, la definicién social de los éiganos sexuales, lejos de ser wha simple verificaciéa de Tas propiedades naturales, directa- mente offeidas-a-ta percepcién, es el producto de una construc. cin operada a cambio de una serie de opciones orientadss 5, mis. jor dicho, a través de Ta acentuacign de algunas diferencias o de la ‘escotomizacién de algunas similitu ies La representacin de li’va- gina como falo invertido, que Marie'Christine Pouchelle dessa, brid en los textos de un cirujano de la Edad Media, obedece a las Imismas oposiciones fandamentales entre lo positive y lo negativo, 1 derecho y el revés, que se imponen desde que el principie mas, egret panini netomat tale oe mens eo ow. ae poole pn fi cto ceed at pn hale), Oura de las palabras bereberes que designan la vatina’y toe piece Weds ports ahr igi tumbirvcua "PTO PATE Anos sins aparerement snedinos como dua lo acpocos noe A lg ail, ab wa. los ingredientc,oacabub, el pen, que les sine roe fanaa etn Sm mienae Cal ep eooetore vonidct wdc ote x oe 27 culino aparece como la medida de todo." Sabiendo, por tanto, que el hombre y la mujer son vistos como dos variances, superior ¢ inferior, de la misma fisiologia, se entiende que hasta el Ren: miento no se disponga de un término anatémico para describir detalladamente el sexo de la mujer, que se representa como com- puesto por los mismos Srganos que el del hombre, pero organi zados de otra manera.!” Y también que, como muestra Yvonne Knibichler, los anatomistas de comienzos del siglo XIX (Virey es- pecialmente), prolongando el discurso de los moralistas, intenten encontrar en el cuerpo de la mujer Ia justificacién del estatuto so- cial que le atribuyen en nombre de las oposiciones tradicionales centre lo interior y lo exterior, la sensibilidad y la razén, la pas dad y la actividad.'* Y bastarfa con seguir la historia del edescubri mientor del cltoris tal como la refiere Thomas Laqueur,"? pro- longindola hasta la teorfa freudiana del desplazamiento de la sexualidad femenina del clitoris a la vagina, para acabar de con- vencer de que, lejos de desempefiar el papel fundador que se le atribuye,|las diferencias visibles entre los érganos sexuales masculi- ino y-femerfino son una construccién social que tiene su génesis en | fundada a | los principios de la divisign de su vez en la division de los esta jy ala mujer? 1 Los esquemas que estructuran la percepcién de los drganos se- atribuidos al hombre 16. MC. Pouchele, Cops et Chirurgie 3 Tapogte du Mayen Age, Pas, Flam- marion, 1983, 17. CET. W. Laqueur, «Orgasm, Generation and the Politics of Reproductive Biology, en C. Gallagherand, T. W. Laqueur (eds), The Making ofthe Modern Body: Secualiy and Society inthe Nineteenth Centr, Berkeley, Univesity of Califor- ia Pres, 1987. 18. Y. Knibichler, «Les médcins etl “narrefémenine” au temps du Code ce vil, Annales, 31 (4), 1976, pp. 824-845, wor Veneis, vel Duleedo Appeletrs, en M. Feher, con BR. Naddaf y N. Ta (ed. Zone, Part II, Nueva York Zone, 1989, 20, Entre ls innumerables estos que demestan a contribucign de la hi ‘ora natu y de los naturals la netraizacidn de le diferencias sexuales(y ra. ales, tienen la misma ligia), podemos cicar el de Londa Schibinger (Narwret ‘Body, Boston, Beacon Pres, 1993) que muesracémo los naturalists stsbulsn las Inembras de los animales el pudor (mode) que esperaban encontrar en sus esposas € hijass(p. 78); al igual que, al eérmino de su investgacién del mito, deciden que 28 xuales y, mas atin, de la actividad sexual, se aplican también al cuerpo en sf, masculino o femenino, tanto a su parte superior como a Ia inferior, con una frontera definida por el cinturém, sefial dle cierre (Ia mujer que mantiene el cinturén cefido, que no lo de- swnuda se considera virtuosa, casta) y limite simbélico, por lo me- hos en la mujer, entre lo puro y lo impuro. EL cinturdn.es uno de los signos del efere del cucrpo ferneni- ‘no, brazos cruzados sobre el pecho, picnas apretadas,traje abro- chado, que, como tantos analistas han sefalado, sigue imponién- dose a las mujeres en las sociedades euroamericanas actuales! Simboliza también la barrera sagrada que protejc la vagina, social- ‘mente constituida en objeto sagrado, y por tanto sometido, de acuerdo con el andlisis durkhemiano, a unas reglas estrictas de evitacién 0 de acceso, que determinan muy rigurosamente las condiciones del contacto aceptado, es decir, los agentes, los mo- mentos y los actos legltimos 0 profanadores. Estas reglas, sobre todo visibles en los ritos matrimoniales, también pueden obser- vvasse, incluso en Estados Unidos, en situaciones en las que un Indico masculina tiene que peacticar un reconocimiento vaginal. ‘Como si se tratara de neutralizar simbélica y pricticamente todas ‘ns connotaciones potencialmente sexuales del examen ginecoldgi- 60, el médico se somete a un auténtico ritual que tiende a mante- het la barrera, simbolizada por el cinturén, entre la persona y la ‘vagina, jamés percibidas simulténeamente: en un primer momen- {, se dirige a una persona, cara a cara; después, en cuanto la per- ona a examinar se ha desnudado, en presencia de una enfermera, Ii examina, tendida y cubierta por una tela en la parte superior, ‘objervando una vagina disociada en cierto modo de la persona y terlucida de ese modo al estado de cosa, en presencia de la enfer- meray a la que destina sus observaciones, hablando de la paciente Tmujetes extn providencslente dora (ee bleed with) de un himens de su castidade, evestfbulo de su santuarios (pp. 93-94), y que la barba, a in asociada al honor masculine, diftrenia lov hombres dels mujeres me, iin 115), y de las demas «razass 21. CL por ejemplo N. Mi. Yenley, Body Pola, Power, Sex and Now verbal Communication, Englewoos Cll: (Nuera Jersey), Prensce Hall 1977, especal- ‘nant pp. 89, 29 «iil en tercera persona; finalmente, en una tercera fase, se dirige de nuevo 2 la mujer que, en su ausencia, ha vuelto a vestirse.”” Evi- dentemente, el que la vagina siga siendo un fetiche y_se_la trate como algo sagrado, secreto y tabu, es la razén de que el sexo per- ‘manezca estigmatizado, tanto en la conciencia comiin como en la Tetra del derecho, pues ambas excluyen que las mujeres puedan decidir enteegarse a la prostitucién como si fuera un trabajo.” Al hacer intervenir el dinero, un determinado erotismo masculino asocia la busqueda de la fuerza al ejercicio brutal del poder sobre los cuerpos reducidos a la condicién de objetos y al sacrilegio que ‘consiste en transgredir la ley segein la cual (al igual que la sangre) sélo puede ser dado en un acto de oftenda exclusivamente gratui- to, lo que supone la exclusién de la violencia.” El cuerpo tiene su parte delantera, lugar de diferencia sexual, y su parte trasera,sexualidad indiferenciada, y porencialmence feme- nina, e& decir, pas como lo recuerdan, mediante el gesto o la palabra, los insultos mediverrineos (especialmente el fa- moso «corte de mangas») contra la homosexualidad,?> sus partes pblicas, cara, frente, ojos, bigote, boca, drganas nobles de presenta~ ‘iin de uno mismo cn los que se condensa la identidad social, el pundonor, el miff que impone enfrentarse y mirar a los demds a la 22, J. M. Hemalin, M, A. Biggs «The Sociology of che Vagina Examinations cn) M: Hendin (ed), Down 10 ar Saag Nueva York Oxford The Pee Pees, 1991, pp. 235-247 "3. La ley noreamericana prohibe vi de gananciasinmoraes, logue signi- fica que slo a donacin ibe del exo es egtima y que el amor venal el acilegio excelencia en la medida en que comerca co lo mis sagrado que ol cuerpo ocul- (4. G. Pheterson, natural y la esexualidad» cultural; en el acto anémico, twalizado en la fuente, lugar femenino por excelencia, y a la inicia- Aiva de la mujer, perversa iniciadora, naturalmente instruida de las cosas del amor, se opone el acto sometido al nomos, doméstico y omesticado, realizado a peticién del hombre y de acuerdo con el forden de las cosas, con la jerarqufa fundamental del orden social y del orden eésmico, y en Ia casa, lugar de la naturaleza cultivada, de la dominacién legitima del principio masculino sobre el princi- Jjio femenino, simbolizada por la preeminencia de la viga maestra (wulas alemmas) sobre el pilar vertical (thigej-dith), horquilla feme- ‘ina abierta hacia el cielo. Encima o debajo, activo o pasivo, estas alterativas paralelas fiben el acto sexual como una relacién de dominacién. Poseer yente, como en francés baiser 0 en inglés to fick, es dominar sntido.de somerer-a sa-poder, pero también engafiar, abus iar, no sdejarse poseer). Las iones (legit lopitimas) de la virilidad se sitdan en la logica de la proeza, hata, que glorifica, que enaltece. Y aunque la gravedad ex- uu dle la menor transgresin sexual prohtba expresarla abierta- el desaflo indirecto para la integridad masculina de los hombres que encietra toda afirmacién viril contiene el prin- ide la vision agonistica de la sexualidad masculina que se ma- mas cmodamente en otras regiones del drea mediterrdnea allt Una sociologia politica del acto sexual revelarfa que, como “sempre ocurte en una relacién de dominacién, las précticas y las pagans ie dos sexos no son en absoluto simétri Mo silo porque las chieas y los chicos tienen, incluso en las ocie- feutoamericanas actuales, unos puntos de vista muy dife- les sobre Ia relacién amorosa, casi siempre pensada por los bres en la ldgica cle la conquista (especialmente en las con- jones entre amigos, que conceden un gran espacio a la jac- 33 10 decimos, stenem (mientras que resistir a la seduccién es no ‘De ahi la distan- cia entre las expectativas probables de los hombres y de las muje- res en materia de sexualidad, y los malentendidos, relacionados on unas malas interpretaciones de ls «seals», a veces delibera- damente ambiguas, 0 engafiosas, que de ah{ resultan, A diferen- cia de las mujeres, que estén socialmente preparadas para viv la sexualidad como una experiencia intima y cargada de afectividad que no incluye necesariamente la penetracién sino que puede en- lobar un amplio abanico de actividades (hablar, tocar, acariciar, abrazar, etc.),"! los chicos son propensos a «compartimentar la sexualidad, concebida como un acto agresivo y sobre todo fisico, de conquista, orientado hacia la penetracién y el orgasmo.™® Y ‘aunque, respecto a ese punto y respecto a todos los dems; las va- Flantes sean evidentemente muy considerables segiin la posicién social,®5 la edad ~y las experiencias anteriores~, cabe inferir de tuna serie de conversaciones que unas précticas aparentemente simétricas (como la fellatio y el cunnilingus) tienden a revestir unas significaciones muy diferentes para los hombres (propensos a verlos como unos actos de dominacién, por la sumisidn o el placer conseguido) y para las mujeres. El placer masculino es, pot tuna parte, disfrute del placer femenino, del poder de hacer dis- frutar. Es indudable que Catharine MacKinnon acierta al ver en {a esimulacién del orgasmon (faking orgazm), una demostracién cjemplar del poder masculino de conformar la interaccién entre 30, CEB. Fremich, The Heart of Mn Arian Drs and the Fgh fom ammionens, Dobiody Acton, Caen ie Nuc York. 198: Abkeron, Sree: ace, Cl and. Chane inn Uren Cammaniy, Chicago Unive Pron Chiao, 1990, 31M: Baca Zin, S. Eke, Divi in American Fumi, Nuva York Har- pert Row 10 INL na Sg No ee t 532 D, Rael The Plies of Rape, Nuc Yor, Sin and Day, 1975p. 272 D. Russel Sera Exploitation, Beverly Hil, Sage, 1984, p. 162, 3. Aunque as mcrae demon me hay evades de ls jee o de os homer sn bce een au pin socal ay ensce eget bt ge pre ex ride cs eb i popes a a I ro dee eos snplor en gucci de ieniacion mel ae fd pic de iecntactn rl (oa itn 34 los sexos de acuerdo con la visién de log hombres, que esperan del orgasmo femenino una prueba de su virilidad y el placer ase- gurado por esta forma stiprema de la sumisin.™ De igual mane- tay el acoso sexual no siempre tiene por objetivo la posesin se- ual que parece perseguir exclusivamente. La realidad es que Aiende a la posesién sin mds, mera afitmacién de la dominacién y, consi estado puro.” Dpincipio crea, organiza, expresa y dirige el deseo, el lino como deseo de posesién, como dominacién etética, y | tleseo femenino como deseo de la dominacién masculina, como wdinacién erotizada, o incluso, en su limite, reconocimiento lo de la dominacién. En un caso en el que, como en las re- wes homosexuals, la reciprocidad es posible, los vinculos en- In sexualidad y el poder se desvelan de manera especialmente ¥y tanto las posiciones como los papeles asumidos en las rela- xexuales, activos 0 sobre rado pasivas, aparecen como indi- de las relaciones entre las condiciones sociales que deter- tanto su posibilidad como su significacién. La penetracién, ‘todo cuando se ejerce sobre un hombre, es una de las afir- ines de la libido dominandi que nunca desaparece por com- dle la libido masculina. Sabemos que, en muchas sociedades, jién homosexual se concibe como una manifestacién de », un acto de dominacién (ejercido como tal, en determina- ‘Nos, para afirmar la superioridad «feminizéndole»), y que “te motivo, entre los griegos, se condenaba al que la suftta al ry ala pérdida del estaruto de hombre completo y de ciu- (0 mientras que, para un ciudadano romano, la homose- | ©A. Mackinnon, Feninim Unmodified. Dice o Lif and Law, (Masschusesy Londres, Harvard University Pes, 1987p. 58. My, CF Re Christin, ska powesions, en P Bourn a, La Mitre di mande Tilhoos du Sei 993, pp. 383-39. M6. Cl por gemplo KJ, Dover, Home greour Pais, La Pena sa 102, 130 35, ualidad spasivas con un esclavo era visto como algo «monstruo- son” De igual manera, segin John Boswel, «penctracién y poder formaban parte de las pretrogativas de la élite dirigente masculina; ceder a la penetracién era una abrogacién simbélica del poder y de 4a autoridads.® Se entiende que, desde esa perspectiva, que vincu- {a sexualidad y poder, la peor humillacién para un hombre consis. ‘3 en verse convertido en mujer. ¥ aqué podriamos recordar los testimonios de aquellos hombres a quienes las torturas deliberada- ‘mente organizadas con la intencidn de feminizarles, especialmente a través de la humillacién sexual, las chanzas sobre su virilidad, las acusaciones de homosexualidad, etc., 0, més sencillamente, la ne- cesidad de comportarse como si fueran mujeres, han hecho descu- brir «lo que significa el hecho de ser en todo momento consciente de su cuerpo, de estar siempre expuestos a la humillacién o al ri- diculo, y de encontrar su consuelo en las tareas domésticas 0 en la charla con unos amigos». TAASIMILACION DE LA DOMINACION Sila idea de que la definicién social del cuerpo, y muy espe- cialmente de los érganos sexuales, es el producto de un trabajo s0- cial de construccién ha pasado a ser completamente trivial, ya que ha sido defendida por toda la tradicién antropolégica, el mecanis. mo de la inversion de la relacidn entre las causa y los efectos que intento demostrar aqui, y gracias a la cual se ha operado la natura. lizacién de esta construccidn social, creo que no ha sido completa. mente descrito. La paradoja consiste en que son las diferencias vi- 37. Von, stomeiealté + Ronen, Communit, 35,1982 pp sat 3 Sow, Sn an ial Cagis in Peden Eugen? Mev, & Send} Rich mocadlphcraeae oe Orientation, Nueva York, Oxford University Press, 1990. = 3. J"Pancn sender, Desh in Ress, Fog te Pd Ve come on: Corea agen ih, Canes Fee ee ‘ort eisai Late See ey Uae of Calon ie 36 entre el cuerpo femenino y el cuerpo masculino las que, al. | das y conseruidas de acuerdo con los esquemas pricticos visidn androcéntrca, se convierten en el garante més indis- le dle significaciones y de valores que concuerdan con los / ios de esta vision dei mundo; no es el falo (0 su ausencia) el / 5 ( soto de esta visién, sino que esta visién del mundo, al es- wnizada de acuerdo. id en géneras relacionales, | lino y femenino, puede insticuir el falo, constituido en sim- | dle idad, del pundonor (nif) propian cu entte los cuerpos biol6gicos en fundamentos objeti- diferencia entre los sexos, en el sentido de géneros cons- ‘omo dos esencias sociales jerarqu fo es que las ne- de la reproduccidn biolégica determinen la organizacién ia de la division sexual del trabajo y, progresivamente, de ‘olen natural y social, més bien es una Eonstruccién social dle lo biol6gico, y en especial del cuerpo, masculino y fe i sus coscumbres y de sus funciones, en particular de la (in biolégica, que proporciona un fundamento aparen- us al Inibajo de construccién simbélico no se reduce a una ope- ‘estrictamente performativa de motivacién que orienta y es- las representaciones, comenzando por las representacio- -euerpo (lo que no es poca cosa); se completa y se realiza en formacién profunda y duradera de los cuerpos (y de los 0 sea, en ya través de un trabajo de construccién pricti- impone una definicién diferenciada de los usos legitimos » sextiales sobre todo, que tiende a excluir del universo ible y de lo factible todo lo que marca la pertenencia al y en particular todas las virtualidades biolégicamente en el eperverso polimorfor que es, de creer a Freud, cual- ‘nifho-, para producir ese artefacto social llamado un hombre Hana mujer femenina. El nomos arbitrario que instituye las 37 dos clases en Ia objetividad sélo revise la apariencia de una ley na tural (se habla corrientemente de sexualidad o, incluso en la actuae lidad, de matrimonio «contra natura») al término de una somati- zacién de las relaciones sociales de dominacién. Sélo a ‘cambio y al término de un formidable trabajo colectivo de socializacién dlifusa y continua las identidades distintivas que instituye el arbieratio cultural se encaman en unos hébitos claramente diferentes de | acuerdo con el principio de divisign dominante y capaces de per- Cibir el mundo de acuerdo con ese principio. |Al-carecer de orra existencia que la relacional, cada uno de los | dos sexos es el producto del trabajo de construccién diacritica, lun tiempo teérico y préctico, que es necesario para producirlo como cuerpo socialmente diferenciado del sexo opuesto (desde todos fos puntos de vista culturalmente pertinentes), es decir, como hé- bito viril, por consiguiente no femenino, o femenino, por consi- guiente no masculino, La accién de formacidn, de Bildung, en su sentido exacto, que opera esta construccién social del cuerpo s6lo adopta muy parcialmente Ia forma de una accién pedagégica explicita y expresa. En gran parte es el efecto automitico y sin agente de un orden fisico y social enteramente organizado de | acuerdo con el principio de divisién androcéntrica (lo que explica |a fuerza extrema del do: iferencias ldo de los presupuestos fundamentales, de las di , que asi parecen estar en la base de las diferencias so- ln extensa serie de tictas Hamadas al orden, Jos itos de nes ocupan un lugar excepcional debido a su cardcter so- ‘éxtraordinario. Buscan instaurar, en nombre y en presen- ‘Yoda la colectividad movilizada, una separacién sacralizante ino hace creer la nocién de rito de paso, entre los quie ibido la marca distinsiva y los que todavia no la han reci- | 1 ser demasiado jévenes, pero también y, sobre todo, en- son socialmente dignos de recibirla y las que edn siempre, es decit, las mujeres: 0, como en ¢l caso icin, rito de institucién de la masculinidad por ex- ise aise vii conga Eos \ wnte para ejercerla y aquellas que no. pueden experi- ti 5g slo pccen deseubcie peivadas de lo iwuye la ocasidn y el soporte del ritual de confitmiacién ul | Io que el discurso mitico proclama de manera, a fin | bastante ingensa, los ritos de institucién lo cumplen ‘mls insidiosa y, sin duda, més eficaz simbélicamente; hen en la sere de operaciones de afrencarém que ituar en cada agente, hombre o mujer, los signos BP eRicdlicinenee conforms con la defnkiSn v0- diferenciacién sexual 0 a estimulat las pricticas adecua- ‘1 sexo, a la vez que impiden o dificulran los comporta- (Pensemos, por ejemplo; én los comportamientos de evitacién impuestos a las mujeres mediante su exclusion de los lugares masculinos)j Las for- rmalidades del orden fisico y del orden social imponen € inculean | las disposiciones al excluir a las mujeres de las tareas mas nobles (manejar el arado, por ejemplo), asignsindoles unas tareas infetio- res (el margen de la carretera o del terraplén, por ejemplo), en- sefidndoles cémo comportarse con su cuerpo (es decit, por ejem plo, cabizbajas, Los brazos cruzados sobre el pecho, delante de los hombres respetables), atribuyéndoles unas tateas penosas, bajas y ‘mezquinas (transportan el estiércol y, en la recoleccién de las acei- ‘unas, son las que, junto con los nifios, las recogen, mientras el hombre maneja la vara) y, més generalmente, aprovechéndose, en 38 onc ql os de oan porn nic de Ay espn ass, haba que aka odo os juego inane, etn nonin mal a9 mene set om Mia mis 1 meeps os ug ose eos en iene pene in stro de ononcoes ins en eng cp peri ier i thn psn) Se or gen ea 3 ‘iii vey gue cme manana thd asi acini del aco de note Jawan desde po, gic sn dda eid le ramp en con over eeedspe Mor sd ssa fn Ce gue err seu ie Toi pp tas. 39 ell i masculino) de su madre, acostada, a su vez, del lado dere- ¥y se colocan entre los dos algunos objetos tipicamente mas- ‘como un peine de cardar, un gran cuchillo, una reja de micntos inadecuados, sobre todo en la relacién con el otto sext Es el caso, por ejemplo, de los ritosllamados de «separacién, tienen la funcién de emancipar af muchacho respecto de sit dre y de asegurar sir masculinidad progresiva incitindole y pre | na piedra de la chimenea, etc. De igual manera, la im- parindole para afrontat el mundo exterior. La investigacién iia del primer corte de pelo va unida al hecho de que la twopoldgica ha descubierto que el trabajo psicoldgico que, seg Ballina, femenina, es uno de los vinculos simbslicos que rela- ddecerminada tradicién psicoanalitica,*' los muchachos tienen q Al muchacho con el mundo matemo. Al padre le corres- realizar para escapar a la casi-simbiosis es expresa y explicitament ‘electuar este corte inaugural con la navaja, instrumento acompafiado ¢ incluso organizado por el grupo, que, en todos lo ino, el dia de la wseparacién en ennayer y poco antes de ritos de institucién sexual orientados hacia la virilidad, Ye jer entrada en el mercado, es decir, en una edad situada ampliamente, cn todas las précticas diferenciadas y diferenci seis y los dca afos. Yel trabajo de viilizacién (o de des- tas de la existencia cotidiana (deportes y juegos vitiles, caza, ete), ‘ién) contintia con esta introduccién.en el mundo de los ». estimula la ruptura con el mundo material, del que las much, lel pundonor y de las luchas simbélicas, que es la pri- chas (asi como, para su desgracia, los chijos de la viudas) queda jila.en-cl mercado: el nino, con un.traje nuevo y una exentos, lo que les permite vivir en una especie de continuid ile seda en la cabeza, recibe un pufial, un ca con su madre.*? is su madre deposita un huevo fresco en la capucha) a or. pues de mercado, eno rope hus Lasintencién» objetiva de negar la parte femenina ‘candado, actos viriles de desfloracién, y se mira en el calino (a misma que Melanie Klsinexgia que el eae {que como el umbral, es un operador de inversi6n. El pa- cuperara a través de una operacién inversa a la que realiza el iy por el mercado, mundo exclusivamente masculino, y tual), abolit los vinculos y los asideros con la madre, con la tier tad los tescantes hombres. A la vuelta, compran una ca- con lo huimedo, con Ia noche, con la naturaleza, se manifiest “biiey, simbolo félico ~por sus cuernos— asociado al nif or ejemplo, en los ritos realizados en el momento llamado . separacién en ennayers (el dasla gennayer), como el primer cort © trabajo psicosomético que, aplicado a los mucha- de pelo de los chicos, y en todas las ceremonias que sefialan el izarlos, despojindolos de cuanto pueda quedar ‘paso del wombat del mundo masculino, y que encuentran su coro- emenino -como en el caso de los +hijos de la viudar-, nacién con la circuncisién. No acabariamos de enumerar los ac- iplicado a las\muchachas, una forma més radical: al es- | tos que tienden a separar al muchacho de su madre utilizando constituida como una entidad negativa, definida ti = tunos objets fabricados por el fuego y adecuados para simbolizat efecto, sus vireudes slo pueden afirmarse en una) \\\\\/\ el conte (y la sexualidad virl): cuchillo, pufial, reja del arado, ete. icio_ negado 0 Superado, 0 cor Asi, después del nacimiento, al nifio se le coloca a la derect ineia, todo el trabajo de socializacién ae mites que conciernen en su totalidad al cuerpo, de- sxpecialment,N. J Chodorow, The Reproduction f Mee nod como sagrado, h’eram, y que van inscritos.en rat fer Rel yw ee cnc hombre, ca eucacincorespondc a wnat homies es cates dc all Jos principios Fundamentales del arte de vivir femeni- soxpechosos de haber exapado al trabso contnundo que es nce urs ont ae n comportamiento, disociablemente corporal y moral, 1s vestry a llevar las diferentes piezas de ropa cortes- \ lo macs nos conve en mje qudenshandonades ci ae : ‘sus diferentes estados sucesivos: nifia, doncella, espo- AL ill 40

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