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i
Este pequeño panfleto
no tiene otra pretensión
que la de hacer pensar
a quien quiera pensar,
siempre intentando
intentando
no ofender a nadie
ii
La necesidad del hombre es personal, afecta a la persona y sólo a ella, pero la
satisfacción de esa necesidad pasa por el desarrollo del espíritu, y el espíritu sólo
encuentra su realización en el amor a los demás.
iii
Sin embargo, la democracia ateniense, si bien rechazó al salvajismo oriental de
los persas para gloria eterna de la humanidad, no pudo sin embargo contener la
ambición sin medida de los gobernantes romanos, que aunque no eran en modo
alguno orientales tampoco se cortaban un pelo a la hora de organizar orgías de
sangre. Fue entonces cuando apareció el cristianismo.
La Edad Media que siguió a la debacle romana fue, más que otra cosa y en
contra de la creencia popular, un intento de desprestigiar al cristianismo por todos
los medios posibles, construyendo un cúmulo de absurdos tal que fuera imposible
de creer y que diera lugar (como en efecto sucedió) a un rechazo global, no sólo
del credo, sino del propio principio de amor. No obstante, la supervivencia de ese
principio, que es cada vez más evidente, implica la adquisición de un poderío sin
precedentes para el ideal cristiano, que ya no necesita del discurso verbal para
ser llevado a cabo.
iv
Por poner un ejemplo, cuando hablamos de "Dios", de la cuestión de si "Dios"
"existe", partimos de la convicción de que las palabras en cuestión ("Dios" y
"existe") son algo que está ya dado y que lo que tenemos que dilucidar es si la
proposición ya establecida "Dios existe" es verdadera o falsa. Podemos pasar a
continuación a preguntarnos por el significado de esas palabras: ¿cómo es
"Dios"? y ¿qué es lo que "existe"? (o plantearnos, más insustancialmente, "el
problema del ser").
Lo que hay que entender es que las palabras no son cosas, que (como ya
señalara el fundador de la lingüística, Saussure) no hay sustancia en el hecho
lingüístico, que el lenguaje es "forma" y no "sustancia" (Ferdinand de Saussure:
"curso de lingüística general"). Y a partir de este punto, empezar a percibir de
algún modo la "realidad" sin estar condicionados por el orden que nos impone el
lenguaje, dejando que hable por sí misma, etc... Una especie de ejercicio místico,
si se quiere, o un "sinceramiento", o como lo queramos definir; en este punto sólo
queda detener el discurso, ya que de lo contrario volvemos a caer en lo mismo.
De todos modos, la palabra es una herramienta inapreciable (por ejemplo, para
exponer esta elucubración), y no debemos (ni podemos) prescindir de ella: lo que
debemos hacer es emplearla con algo más de sabiduría.
Cuando se hace una afirmación y se pretende que tenga algún valor hay que
indicar las fuentes (que deben ser fidedignas) o exponer el razonamiento que la
justifica (que deberá ser claro y lógicamente coherente). Y, en todo caso, a falta
de certezas, quedarnos con lo más probable.
Toda ciencia empieza por establecer una lista taxonómica de conceptos más o
menos claros y de proposiciones más o menos seguras, pero una ordenación
bidimensional, en la que todas las ideas tienen el mismo relieve (ninguno), no
hace justicia a las exigencias de la realidad, que impone prioridades y diferencias
de categoría entre unos actos y otros. El mapa de la realidad se diseña a partir de
las coordenadas básicas que definen la distinción de los objetos, que los hacen
distinguibles. Estas coordenadas pueden ser vivir y morir, como en la ciencia;
gozar y sufrir, como en la vida cotidiana, o el amor y la violencia, como en la
espiritualidad. Igual que el ordenador realiza todas las operaciones con la
diferencia entre sí y no, la mente establece su concepción del mundo con las dos
v
(¿o más?) categorías iniciales que establezca como diferenciadoras y que
determina como lo deseable y lo no deseable (o lo exigible y lo no exigible, etc.).
Establecer un solo (en apariencia) concepto es también establecer la negación de
su contrario; de hecho, un ideal no se comprende si no se compara con su
opuesto.
En realidad las distintas filosofías son, antes que distintos sistemas, formas de
pensar particulares, "estilos" de pensamiento, aplicables más allá de los objetos
mencionados por el autor.
Pasa hoy con la ciencia algo parecido a lo que ocurría en la Edad Media con la
teología, que el vulgo tenía en un aura de impenetrabilidad y poder inaccesibles a
su entendimiento, sobre todo por la oscuridad de su lenguaje (el latín). Establecer
(como hacían los sacerdotes egipcios o aztecas) una estructura de poder basada
en supuestos conocimientos esotéricos es una estrategia peligrosa. Hoy la
ciencia no puede ocultarse tras los muros de un templo, pero una propaganda
que se apoye sólo en su superioridad moral y no justifique con claridad sus
pretensiones está destinada (por muy "científica" que sea) a sucumbir en el
tiempo, como todas las demás (o como el colonialismo, que se basó en una
relación de fuerza que estaba destinada a un paulatino equilibrio y por fin a una
inversión). Una ciencia legítima no puede fundamentarse en fórmulas de
autoridad al antiguo estilo "doctores tiene la Iglesia". La ciencia nació
precisamente para restaurar la autoridad asimismo legítima de la realidad sobre
la retórica, como el cristianismo nació para sustituir el cruel ideal romano de
poder por el amor. Quizás el destino de toda doctrina sea una curva ascenso-
descenso, aunque el ideal permanezca por debajo de todas las ruinas que la
vanidad va dejando a su paso. El ideal cristiano, por ejemplo, sobrevive aún hoy a
pesar de que su negación sistemática por quienes decían representarlo dio lugar
a la necesidad de una revolución completa y al nacimiento de un ideal nuevo (la
objetividad). El ideal científico también sobrevive a duras penas (aunque parezca
lo contrario), ya que tiene que bregar contra una vulgarización basada en
argumentos de autoridad, y con pretensiones de no se sabe qué, que dificulta
enormemente la exposición objetiva de hechos y la argumentación lógica
desnuda de toda retórica.
Hoy en día, como lo fue antes, es la fe el único arma que el hombre bueno
posee, pero, al contrario de lo que el perverso cree, la fe no es un débil
argumento que puede barrerse con un escobazo, sino algo mucho más serio de
lo que la gente cree (incluidos muchos de los que se declaran "creyentes"). El
error está en confundir parafernalia con conocimiento, en dejarse obnubilar por la
retórica (sea ésta teológica, filosófica o científica) y creer que la Iglesia está por
encima de Dios, la ciencia por encima de la realidad, etc. Ni el verdadero
cristianismo hizo nunca daño a nadie (sería una contradicción), ni la verdadera
ciencia inducirá nunca a nadie a estar equivocado (y por tanto a ser más infeliz
que sin ella). El problema es que ni la visión del amor es soportada por la bestia,
ni la visión del conocimiento es soportada por la avaricia, que por su propia
esencia está condenada a una eterna frustración.
El poder como ideal es una filosofía peligrosa; si tu forma de relacionarte con los
demás se basa en la fuerza y en el placer de humillar a los demás, eso es lo que
vas a recibir el día en que te fallen las fuerzas.
vii
verdades de Perogrullo y en razonamientos que no admiten discusión ni desean
realmente entrar en ella.
Considerar el sol como centro del universo es tan arbitrario como hacerlo con la
tierra. En el universo no existe ningún centro, ningún objeto inmóvil, a no ser que
se tome por definición al observador como punto fijo (en cuyo caso quizá sería
más adecuado el modelo ptolemaico, ya que el observador suele estar situado en
la tierra). Otra opción sería tomar como punto fijo, bien alguna galaxia o cuerpo
celeste concreto seleccionado con algún criterio específico, o bien algún tipo de
"epicentro metagaláctico", si es que puede determinarse tal cosa si tenemos en
cuenta que las galaxias que nosotros vemos son cada una de una época
diferente. El movimiento de un cuerpo lo es con respecto a otro cuerpo, no existe
el movimiento absoluto (al menos hablando de cuerpos sólidos).
Por ejemplo, cuando andamos nuestro cuerpo se mueve con respecto al suelo.
Consideramos el suelo (la tierra) como referencia inmóvil (podríamos tener en
cuenta que la tierra también se mueve, pero eso ya sería demasiado), porque eso
es lo más práctico... habitualmente. Pero puede suceder que nos resulte más útil,
en un momento dado, considerar que nosotros (el observador) somos el punto
fijo, y que es el suelo el que se mueve con respecto a nosotros (esta forma de
percibir el espacio es probablemente la que, consciente o inconscientemente,
adopta por ejemplo un piloto de carreras). No hay una "verdad" implícita en
ninguna de las dos versiones; simplemente utilizamos el modelo que nos resulta
más conveniente. En realidad, la ciencia se ocupa de eso: de proponer modelos
prácticos, y no de postular "verdades". Desde luego, suele ser más cómodo y
más práctico el modelo de objetos menores moviéndose con respecto a otro
mayor (en el caso de las órbitas planetarias, un movimiento calculable con
ecuaciones sencillas), pero no hay nada que nos impida adoptar un modelo
basado en, por ejemplo, el sol girando alrededor de la tierra: de hecho, este
modelo es ampliamente utilizado aún hoy en día en multitud de aplicaciones
(náuticas, meteorológicas, astronómicas), si bien se aclara a continuación que
ese movimiento es "aparente".
viii
Por cierto, cuando nos imaginamos o dibujamos la tierra dando vueltas
ligeramente elípticas alrededor de un sol que, por supuesto, también se mueve
(¿con respecto a qué?), lo hacemos desde una especie de nave espacial situada
estratégicamente y que suele ser perfectamente inmóvil (es decir, tomamos
inconsciente y arbitrariamente al observador como punto fijo).
Nunca hay que obligar al adversario a que se humille, por muy derrotado que esté:
"al enemigo que huye, puente de plata".
ix
Dios es el límite absoluto de toda realidad. El "corazón" o "espíritu" es algo
indefinible sólo hasta que la costumbre de distinguir esa emoción e identificarla hace
que el concepto deje de ser algo intangible y abstracto. Este hecho primordial es el
más relevante en la naturaleza, y cualquier otra consideración debe partir de esta
realidad fundamental
El poder no puede soportar la visión del espíritu, ya que ello le recuerda lo que
le espera al final del camino. Por eso, su mayor empeño está en anular la
percepción espiritual; es comprensible que la libertad sea la "obsesión" de tanta
gente, y que sea algo irrenunciable.
1 sept. 2006