en su interior, y por muy a conciencia que se impida la entrada de los nios y otras sucias

criaturas, en cuanto se da uno la vuelta todo aparece cubierto de una fina capa de polvo.

La atmsfera de la Tierra, sobre todo en las ciudades, est llena de polvo, lo cual est muy bien,
porque, de lo contrario, no habra cielos azules y las sombras no estaran suavizadas.

Y el espacio tambin esta lleno de polvo, sobre todo entre los sistemas solares. Est atestado de
tomos individuales y de conglomerados de tomos. Muchos de estos conglomerados alcanzan el
tamao aproximado de una cabeza de alfiler: son los llamados micrometeoros que, a las
velocidades a las que se desplazan, son o bastante grandes como para causar daos a una nave
espacial. (Una de las funciones de los satlites espaciales es medir la cantidad de micrometeoros
existente en el espacio que rodea a la Tierra.)

Esperamos que estas cantidades no sean lo bastante grandes como para impedir los viajes
espaciales, pero de todas maneras son elevadas. Cada da la Tierra arrastra miles de millones de
ellos, que arden en las capas superiores de la atmsfera debido al calor generado por la friccin y
se mantienen siempre ms all de un radio de noventa kilmetros de la