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Por la acera, no lejos de mi desconocida, apareci de pronto un caballero vestido de

frac, impresionante por los aos, aunque no lo fuera por su manera de andar. Caminaba

haciendo eses y apoyndose con tiento en la pared. La muchacha iba como una flecha,

rauda y tmida, como van por lo comn las mocitas que no quieren que se las acompae a

casa de noche, y, por supuesto, el caballero tambaleante no hubiera podido alcanzarla si

mi suerte no le hubiera sugerido recurrir a una estratagema. Sin decir palabra, el caballero

se arranc de repente y se puso a galopar en persecucin de mi desconocida. Ella volaba,

pero no obstante el caballero de los trompicones iba alcanzndola, la alcanz por fin, la

muchacha lanz un grito... y yo doy gracias al destino por el excelente bastn de nudos

que mi mano derecha empuaba en tal ocasin. En un abrir y cerrar de ojos me plant en

la acera opuesta, el caballero importuno comprendi al instante de qu se trataba, tom en

consideracin el argumento irresistible que yo blanda, call, se desvi, y slo cuando se

hall bastante lejos protest contra m en trminos bastante enrgicos, pero sus palabras

apenas se perciban desde donde estbamos.

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