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EL ZORRO Y LA CIGEA

Un da, el zorro invit a la cigea a comer un rico almuerzo. El zorrito


tramposo sirvi la sopa en unos platos chatos, chatsimos, y de unos pocos
pocos lengetazos termin su comida.
A la cigea se le haca agua el pico, pero como el plato era chato,
chatsimo, y su pico era largo, largusimo , no consigui tomar ni un
traguito.
- No le ha gustado el almuerzo, seora cigea? -le pregunt el zorro relamindose.
- Todo estuvo muy rico -dijo ella-. Ahora quiero invitarlo yo. Maana lo espero a comer en mi casa.
Al da siguiente, la cigea sirvi la comida en unos botellones altos, de cuello muy estrecho. Tan estrecho que el zorro no
pudo meter dentro ni la puntita del hocico. La cigea, en cambio, meti en el botelln su pico largo, largusimo, y
comi hasta el ltimo bocado. Despus, mirando al zorro, que estaba muerto de hambre, le dijo riendo:
- Por lo visto, seor zorro, le ha gustado mi comida tanto como a m me gust la suya.
El zorro se fue sin chistar, con la cola entre las piernas. El tramposo no puede protestar cuando le devuelven su trampita.
Jean de La Fontaine (Fbula)

EL ZORRO Y LA CIGEA
Un da, el zorro invit a la cigea a comer un rico almuerzo. El zorrito
tramposo sirvi la sopa en unos platos chatos, chatsimos, y de unos pocos
pocos lengetazos termin su comida.
A la cigea se le haca agua el pico, pero como el plato era chato,
chatsimo, y su pico era largo, largusimo , no consigui tomar ni un
traguito.
- No le ha gustado el almuerzo, seora cigea? -le pregunt el zorro relamindose.
- Todo estuvo muy rico -dijo ella-. Ahora quiero invitarlo yo. Maana lo espero a comer en mi casa.
Al da siguiente, la cigea sirvi la comida en unos botellones altos, de cuello muy estrecho. Tan estrecho que el zorro no
pudo meter dentro ni la puntita del hocico. La cigea, en cambio, meti en el botelln su pico largo, largusimo, y
comi hasta el ltimo bocado. Despus, mirando al zorro, que estaba muerto de hambre, le dijo riendo:
- Por lo visto, seor zorro, le ha gustado mi comida tanto como a m me gust la suya.
El zorro se fue sin chistar, con la cola entre las piernas. El tramposo no puede protestar cuando le devuelven su trampita.
Jean de La Fontaine (Fbula)

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