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2 | MIGUEL LEON-PORTILLA | -TOLTECAYOTL ! aspectos de ! la cultura nahuatl Ba 4i0 ESTUDIO DE TEXTOS.Y ALGUNAS REFLEXIONES Arderés de célera, se dice: otra seré tu recompensa. XX, CITLALINICUE, FALDELLIN DE ESTRELLAS Tu dorado atavio de pieles, rete. de queteal relucen. 2HA wasmo culturas sin mitos o ritos que evoquen, cada uno a su modo, la realizacién de lo inefable con rostro de Al Cerro del Colibr{ lenas de asombro, iea, ya, esforzaos! © o mujer, entrada y sal} I flujo de la vida, fueron siem- pre tema de antiguos mi en las més viejas culturas. Lo eterno femenino es atraccién y es receptdculo, Su rea- lidad imprevisible absorbe y acrece anhelo y semilla de hombs es. En el principio se abrié la tierra y en- tr6 en ella la vida, La mujer hizo lo mismo y acontecié la siembra de gentes, ‘Todas las culturas han sentido el misterio. También el antiguo hombre de Andhuac lo vivié y pens6 en él a su modo, Con su palabra hizo flor y canto del rostro y el corazén de mujer. Para él, lo antiguo femenino tenfa hon- das rafces en el mundo de los dioses. Con sentidos distin- tos y a veces opuestos, era evocacién de los orfgenes, ma- , principio informe de i mujer. ‘Muchas son las flores y cantos que invent6 el hombre prehispénico para re invocar al misterio de lo da de serpientes, Devoradora de inmundicias, Mariposa de obsidiana, Monstruo de la tierra, Duefia de la regién de los muertos, La que Ilora por la noche, Nuestra Madre, Sefio- ra de la Dualidad, Rostro femenino de Dios... Por el camino de los mitos se acercaron los antiguos mexicanos al misterio y al encanto que tiene rostro de mu- jer. Se conservan algunos de sus himnos y poemas, m&- gicos portadores de met4foras, acerca de lo eterno femeni- no. El anélisis erudito podré ayudar a comprender el aut Cuauhtémoc, segtin el Cédice Florentino. @ Anénimo, siglo xvi, Cantares mexicanos, fol. 54 r. y 83 rv. 412 ESTUDIO DE TEXTOS Y ALGUNAS REFLEXIONES sentido de esos mitos. Pero para enriquecer vitalmente la propia conciencia con atisbos del hombre prehispénico sobre lo que significa en el universo la mujer, la sola eru- dicién no basta. Hay que situarse en el mundo de flor y canto, evocar vivencias afit preciso fuera, hacer de jtivos para pensar y alcan- los antiguos poemas y text zar un sentir més hondo. As{ quiero situarme ahora frente al rostro de la del Fal- dellin de estrellas, Citlalinicue, cuyos portent. ida- bles se entretejen en las antiguas composiciones nahuas. ‘Muchas fueron sus actuaciones, con mascaras y nombres distintos, pero como en sinfonfa de tema bien concertado, las variantes de los mitos apuntan siempre a rasgos preci- sos de Ia misma sutil realidad, divina y humana, de la que es Flor preciosa. Cuatro principales momentos, recordados en los viejos poemas, abrirén camino al acercamiento, Los textos, pretextos de flor y canto, entregan el mAgico tema a peculiar y no ofda sinfonfa del eterno femenino, le estrellas. Daré la enunciacién de los cuatro momentos que escojo ones de un mismo tema. Son extrafios acer- camientos al rostro cambiante que desperté temor casi atévico, pero que fue siempre atraccién que sublimé y dio al hombre una posible verdad en la tierra, Sefiora terrestre, monstruo y portento aguas divinas. De su ser provienen | flota sobre las los y los cuatro rumbos del mundo, de sus ojos brotan fuentes y rios, de sus cabellos nacen los rb y toda especie de plantas. 1, diosa del maiz, Tona- carne, madre y mantenedora animales y hombres, es la diosa de la tierra que, para dar fruto, necesita ser fecundada con sangre. Es Yaocihuatl, Sefiora de la guerra; Itzpapdlotl, Mariposa de obsidiana, que todo lo destruye; Mictecact- huatl, Mujer de la regién de los muertos, que se alimenta de corazones y reabsorbe en su seno cenizas de hombres. Con méscara distinta, momento placentero, la Sefiora ‘4 de nuestra came es Flor preciosa, Xochiquét seduce al penitente Yappan y es raptada por el Espejo que ahuma, el sefior Tezcatlipoca. Pero CITLALINICUE, FALDELLIN DE ESTRELLAS 413 que insta y provoca, es también Tlazoltéotl y Tlaelouani, Devoradora de inmundicias, ante cuyo rostro se narran y dicen las acciones de la carne por vergonzosas que parez- can. Porque ella, con las aguas de color verde y amarillo, lava y bafia y endereza los corazones, Nueva variante del mismo tema. El eterno femenino, Faldellin de estrellas, vive también en los rostros precio- 0s y en los corazones de jade de las compafieras terrestres de los hombres. Plumajés de quetzal, collares de piedras finas, preciesas hechuras humanas, mujeres logradas en las que se ponen los ojos, falda y camisa, felicidad para el hombre. Mujeres de todos los rostros, doncellas o madres, corazén de la casa o rescoldo del hogar, mujeres divinas, compaiieras del sol, curanderas, hilanderas y artistas, o “alegradoras”, flores de imafz tostado que saben lucir sus guirnaldas, Finalmente, cuarta y postrer variacin, la que es Falde- lin de estrellas es Madre de los dioses, Teteuinnan. La realidad entera se acoge en su regazo. En el mito mexica », La de falda de serpientes, que confiere al unive ierpo de mujer. Es también Tonantzin, Madre- cita nuestra, que Hora por las noches porque presiente las guerras y la destruccién de los soles y los mundos. Es la Sefiora de la Dualidad, Omecthuatl, es el rostro femenino de Moyocoyatzin, inventor de si mismo que a la vez engen- dra y concibe. Tonacacthuat!, mujer de nuestra carne, que vestida de negro y de rojo, hace suyo de nuevo el fema de los origenes césmicos y enlaza principios y fines, vigilia y ensuefio de las edades a través de las que corre ia vida. ‘SeRORA DE NUESTRA CARNE, LA QUE COME CORAZONES Mucho antes de que arribaran por el oriente las grandes casas del agua con los hombres blancos, portadores del madero cruzado, se referia, se decia entre las gentes de Andhuac, que ya antes habla habido cuatro formas distin- tas de vida, cuatro soles o edades de agua, de ti ‘Fuego y de viento. Todas, ron después de manera violent Ja de} sol de movimiento, s la la del sefior Quetzalcéatl, es Las paginas de los oddices 416 ESTUDIO DE TEXTOS Y ALGUNAS REFLEXIONES Itzpapélotl, mariposa negra, color de obsidiana, es nues- tra madre, Sefiora de la tierra. Es la antigua deidad caza- dora que, por los cuatro rumbos del mundo, dispara sus flechas para que corra la sangre, para obtener alimento de las vidas que acaban, como lo determin6 el Dios Viejo, sefior del tiempo y del fuego. Itzpapalotl lo practicé asf desde tiempos antiguos y lo dejé ordenado también a sus seguidores, los chichimecas: Marcharéis al rumbo de la luz, al oriente, y hacia allé lanzaréis vuestros dardos: ‘guia amarilla, tigre amarillo, serpiente amari mnejo amarillo, ciervo amarillo. ‘al rumbo de la regién de Ia muerte, al norte, y hacia allé también lanzaréis vuestros datdos, allé, en el lugar de la tierra pedregosa: Aguila azul, tigre azul, serpiente azul, conejo azul, ciervo azul. Y después marcharéis hacia Ia tierra de los regadios, al po- modo lanzaréis vuestros dardos ‘4guila blanca, tigre blanco, jente blanca, conejo blanco, ciervo blanco. Y después marcharéis al rumbo de las espinas, al sur, y de igual modo lanzaréis vuestros dardos en la tierra de las espinas: ¥ cuando poned Iuego la mano en el dios del tiempo, el Dios Viejo nes Histéricas, 1958. ° Anales de Cuauhtitlan, fol. 1 y 3. 12, “Caminamos, andam espejo, procede'de Tlat CITLALINICUE, FALDELLIN DE ESTRELLAS 417 hombres, es nuestra madre, la sefiora_de nuestra came. Pero para existir, para seguir fomentando Ja vida, ‘ha de acallar antes su hambre infinita, su voracidad que todo lo absorbe, ‘Nuestra madre es monstruo y portento: {yo tengo otros cuatro nombres con que me conozco [excla- ina ella en un himnoJ, uno de los cuales es Cohuacthuatl, que quiere decir, mujer culebra; el otro Cuauhefbuatl, mu- i ‘Yaocfuatl, mi Teitzimi que quiere decir las propiedades que se incluyen en quién soy y el poder que tengo y el ros... Vida y muerte, amor y terror, alumbramiento y absor- cién, son los momentos centrales del mito que unié’ los origenes césmicos con el portento de la diosa madre, Fal- dellin de estrellas, Sefiora de nuestra carne. La que fo- menta la vida, hace crecer la mazorca dorada en la semen- tera divina y enciende la guerra, se adorna con plumas y viene a barrer los caminos. Los mortales la buscan, pero al mismo tiempo la temen. Quien alcanza a comprender Su ritmo vital, enderez6 ya el coraz6n. Morir es regresar al regazo de nuestra madre, volver a caer en el receptdculo ‘universal de la vida, tal vez condicién insalvable, que hace posibles alumbramientos futuros. "Tenemos que dejar las bellas flores y los bellos cantos. Por breve instante hemos brotado, recibimos el calor del sol, conocemos los rostros de nuestros amigos; pero al fin, Hes de quetzal que se desgarran, todos seremos El corazén de los hombres soslaya el comienzo Yel fin. En realidad no puede entenderlos: la diosa madre Ga a luz, més tarde barreré los caminos. El hombre de ‘Andhuac se yergue y resignado le pide que lo acoja al fin en su seno: Voy ante nuestra madre y le digo: 1h, td por quien todos viven! « Las palabras atribuidas a a diosa Quilaztli se conservan en la version castellana de lo que parece haber sido un antiguo.himno ‘Torquemada, fray Juan de, Monarqula indiana, ‘edicién, 3 vols., México, Editorial Sal-

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