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a CUENT4 COLO} SNe woes UNA COLECCION DE CUENTOS PARA MIRAR, LEER Y ESCUCHAR. A ATOCHA VA UNANINA A Atocha va una nifia, carabi, a Atocha va una nifia, carabi, hija de un capitan, carabi-huri- qué hermoso pelo tienes, carabi, quién te lo peinard, carabi-huri-carabi-h quién te lo peinara, carabi. Se lo peina su tia, carabi, se lo peina su tia, carabi, con mucha suavidad, carabi-huri con mucha suavidad, carabi-hui Con peinecito de oro, carabi, con peinecito de oro, carabi y horquillas de cristal, carabichut y horquillas de cristal, carabi-hui La nifia esta enfermita, carabi, la nifia esta enfermita, carabi, quizé se curard, carabi-huri-carabi-hurd, quiza se curard, carabi-huri-carabi-hura. La nifia ya est4 buena, carabi, la nifia ya esté buena, carabi, con ganas de jugar, carabi-huri-carabi-hurd, con ganas de jugar, carabi-huri-carabi-hurd. Al pie de su ventana, carabi, al pie de su ventana, carabi, tres pajaritos van, carabi-huri-carabi-hurd, tres pajaritos van, carabi-huri-carabi-hurd. Cantando el pio- carabi, cantando el pio-pio, carabi, cantando el pio-pa, carabi-huri-carabi- cantando el pio-pa, carabi-huri-carat ace mucho tiempo, un hombrecillo llamado Inocencio, que era tan bueno ycandoroso como su nombre, trabajaba en los fértiles valles de Pozo Amarillo, en plenos Andes. Cerca de Inocencio, vivia otro hombre de nombre Rufidn. Rufidn, al contrario de Inocencio, era un hombre ambicioso y malvado. Una tarde que Inocencio volvia de su trabajo, encontré caida junto a una roca una pobre india vieja que se quejaba de terribles dolores. —iPobre anciana! —exclamé nuestro hombre, y levantandola del suelo, se la Ilevé a su choza, donde la atendié lo mejor que pudo. Los ojos de la india se abrieron y se fijaron en Inocencio con gratitud. —Eres muy bueno, hermanito —suspiré-, itt has sido el tinico hombre que, al pasar por el camino, se ha apiadado de la pobre Quitral y la ha recogido! iPor tu bondad, mereces ser feliz y tener riquezas que puedas repartir entre los necesitados! iYo te las daré! —iTW? Una pobre india... ~Yo siempre he vivido miserablemente —contest6 la anciana— mas poseo el secreto de la cumbre y sé dénde anida el codiciado Céndor de Fuego. —iE| Céndor de Fuego! —exclamé Inocencio, con el mayor estupor, al recordar una leyenda antiquisima que le habjan narrado sus padres—. Dime.. Como es? —iEs un condor enorme y su plumaje es del rojo color de oro, como los rayos del sol! iSu guarida esta sobre las nubes, en la cima mas alta de nuestra cordillera! iAlli se encierran més riquezas que todas las que hoy existen en el mundo conocido! Esos ee Inocencio! tesors, or una ion de mis caer en manos de un y generoso. iEse hombre ‘éme dirds dénde se ‘de Fuego? —pregunté el dedo mefiique de mi mano yun anillo con una piedra 6 la india— y sobre mi pecho cadena una llavecita de oro. servird para que el Condor de ; reconozca como su nuevo amo y te guie hasta la entrada del tesoro... La pequena Hlavecita es de un cofre que estd enterrado en las laderas del Aconcagua, la enorme montafia de cuspide blanca, dentro de la cual encontraras el secreto para entrar a los escondidos sitios donde se halla tanta riqueza. iYa te lo he dicho todo! ‘Me voy tranquila al lugar misterioso donde me esperan mis antepasados. Y diciendo estas ultimas palabras, la vieja india cerré los ojos para siempre. _-Muchortlord cio la muerte de ‘a anciana, y cumpliendo deseos la enterrd junto a su cabafia, despu el anillo de la piedra verde y la llavecita que Se guardaba sobre su pecho. Al dia siguiente empezrsti Camino, en busca del CondoF'de Fuego. Pero la desgracia rondaba al pobre Inocencio. El malvado Rufiin, que habia escuchado tras la puerta de la cabaiia las palabras de la india, acuciado por una terrible sed de riquezas, no vacilé ni un segundo en arrojarse como un tigre furioso sobre el indefenso labrador, haciéndole caer desvanecido. —iAhora seré yo quien encuentre tanta fortuna! —exclamé el temible Rufidn al ver a Inocencio tendido a sus pies. iSeré inmensamente rico y asi podré dominar al mundo con mi oro, aunque haya de sucumbir la mitad de ia humanidad! Rufidn quité el maravilloso talisman de la piedra verde a Inocencio, pero olvidé llevarse la pequefia Hlavecita. Una tarde que cruzaba un valle solitario, escuchd sobre su cabeza el furioso ruido de unas enormes alas. Mird hacia los cielos y vio con asombro un monstruoso céndor que desde lo alto lo contemplaba con sus ojos lameantes. —iAhi est! —exclamé el malvado. EI fantastico animal era tremendo. Su cuerpo era cuatro veces mayor que los céndores comunes y su plumaje, rojo oro, parecia sacado de un trozo de sol. Sus garras enormes y afiladas despedian fulgores deslumbrantes. Su pico alargado y rojo se abria de cuando en cuando, para dejar pasar un grito estridente que paraiizaba a todos los seres vivientes de la montaifa. Rufidn temblé al verlo, pero, repuesto en seguida, alzé la mano derecha y le mostr6 el precioso talisman de la piedra verde. El Céndor de Fuego, al contemplar la misteriosa alhaja, detuvo su vuelo de pronto y se quedé como prendido en el espacio. Después vold sobre Rufiin y tomandolo suavemente entre sus enormes garras lo elev6 hacia los cielos. El Céndor lo transporté por los aires, en un viaje de varias horas, hasta que, casi a la caida del sol, descendié a gran velocidad sobre las mismas cumbres de Ja enorme montafa llamada del Aconeagtia. Habian llegado. —iAhi es! Ya el tesoro es mio! —grité el malvado-—. iAhora el mundo temblaré ante mi poder sin limites! En pocos pasos estuvo a la entrada de la misteriosa profundidad, pero... se encontrd con que ésta se hallaba cerrada por una gran puerta de piedra. —iCémo haré para abgirla? se pregunté Rufian impaciente. iLa‘haré saltar con la polvora de mis armas! Mientras preparaba los cartuchos, el Condor de Fuego lo contemplaba en Si desde muy cerca, y sus ojos fulgurantes parecian desconfiar del nuevo poseedor de la alhaja. Rufidn, sin recordar al monstruo e impulsado por su codicia sin limites, prendié fuego a la mecha y muy pronto una terrible explosion conmovié la montafia. Miles de piedras saltaron y la enorme puerta que defendia el tesoro cayé hecha trizas, dejando expedita la entrada a la misteriosa y oscura caverna. —iEs mio! iEs mio! ~grité el demente entre espantosas carcajadas, Pero una terrible sorpresa lo aguardaba. El Céndor de Fuego, el eterno guardiin de'los tesoros que indicara la india Quitral, al darse cuenta de que el poseedor de la piedra verde desconocia el secreto de la llave de oro, con un bramido qué atroné el espacio, cay6 sobre el intruso y elevandolo mis alld de las nubes, lo dejé caer entre Jos agudos riscos de las montafias, en donde el cuerpo del malvado Rufidn se estrellé, como castigo a su perversidad y codicia. Desde entonces, el tesoro del Condor de Fuego ha quedado escondido para siempre en las nevadas alturas del Aconcagua y alli continuara, custodiado desde los cielos por el fantastico monstruo alado de plumaje rojo oro como los rayos del sol. Fs it i =~ Los Cotes DE|/—— | “Okim Py ai aS AS juguete. Los coleccionaba. Recogia tenian nombri Burbujas, Kombi, todos los coches viejos, los pintaba y Trac, Camién, Caddy, VW, Siato y ¢ F Fiori le encantaban los coches de A todos los habia bautizado; todos les ponia ruedas nuevas. muchos otros. j ' [ Una tarde de sol Fiori empez6 a cavar en un —_Trabajé durante mucho tiempo y los coches ‘extremo del jardin, cerca del bosque. se preguntaban qué estaria haciendo. Después de mucho trabajar, tuvo montada _—_juguete, con tuneles, pasos elevados, cruces, una fantéstica pista para sus coches de grandes desniveles, curvas peligrosas.. 6 fuera a merendar. Pero detrds del seto habia Cuando los coches corrian felices por la nueva dos seres horribles que estaban espiandolo. pista, la mamé de Fiori lo llamé para que Después volvieron a atravesar el seto y toda prisa se llevaron los sacos a su madriguera del bosque. Tan pronto Fiori se hubo ido, aquellos monstruos atravesaron el seto, agarraron los coches y los metieron en dos sacos viejos. —Arrancar neumaticos —repetian gozosos una y otra vez—. Arrancar neumaticos. Comer neuméticos. ‘Aquellas criaturas arrojaron todos los coches en una horrible javla y los contemplaron relamiéndose. Los coches se apretujaron unos contra otros. —iEso! iAlguien tiene que escabullirse a —8Oh, qué haremos? —pregunté Mini. buscar a Fiori! —respondié Kombi. —=Podria tratar de echar abajo los barrotes. —- —IYo iré! dijo Trac—. [Soy el mas répido! —gruiié Camién. —Si, pero yo soy el mas pequefio —chillé —No podemos —suspird VW—. Ojalé Burbujas— y puedo pasar entre los barrotes. Fiori viniese a rescatarnos. —ICielos! —dijo Mini—. iEres muy valiente! ‘Asi pues, todos los demés coches aunaron Mientras sus raptores revolvian el caldero y sus fuerzos y empujaron, mientras Burbujas _—hablaban, el cochecito salié por la puerta sin se escurria entre los barrotes. ser visto. 8 Burbujas atravesd poco a poco el bosque, Después de un rato se aproximé a una pasando junto a grandes hojas, arafias gran rana verde. horribles y gusanos viscosos. Era un lugar ~8Por favor, podria decirme dénde esté realmente aterrador y no sabia hacia la casa de Fiori? donde dirigirse. —No lo sé —respondié la rana—. Lo siento. Burbujas estaba desesperado. —Perdone. éMe podria decir dénde esté Me he perdido. 2Qué puedo hacer? la casa de Fiori, por favor? Justo en ese momento vio un mirlo y fue Claro que si. He volado por all’ muchas corriendo hacia él. veces. Te llevaré si quieres. El mirlo alzé a Burbujas por el maletero en el fondo del jardin, estaba Fiori, que y elevandose en el aire, salié del bosque. buscaba por todas partes a sus amigos Pronto Burbujas pudo ver la casa, y alli, desaparecidos. (Comiouar en el facia 13) 9 P inocho le habia prometido a Geppetto que seria bueno e iria a la escuela. Pero antes necesitaba una cartilla, y el carpintero era tan pobre que no tenia dinero para comprarsela. Geppetto dio vuelta a todos sus bolsillos uno a uno, luego buscé en la vieja lata oxidada que habia en su banco, pero no tenia ni una moneda. —Espérame aqui, Pinocho —dijo, y desapareci6 por la esquina. Pocos minutos mas tarde estaba de vuelta con una cartilla, pero sin su abrigo. Lo habia vendido para comprar el libro. Pinocho volvié a besar asu padre y le dio las gracias. Luego se fue a la escuela. Mientras caminaba, acudian a su mente toda clase de ideas grandiosas. —Hoy aprenderé a leer —se dijo— y mafiana aprenderé a escribir, y al dia siguiente, accontar. Entonces ganaré montones de dinero y le. compraré un hermoso abrigo nuevo a mi padre. 10 Sus buenas intenciones no tenian actores! Alli estaban Arlequin y limites, hasta que oy6 a lo lejos trompetas . _Polichinela, peleando como siempre y y tambores. - pegandose con grandes bastones. El La miisica procedia de un edificio de ptiblico se revolcaba de risa, Entonces ites en donde habia un Polichinela vio a Pinocho. Casi se produjo ny a TEATRO DE. un tumulto. —Es nuestro hermanito de madera —grit6—. iSube aqui y Unete a nosotros! Y todos los demas titeres salieron al escenario a saludar a Pinocho. Qué especticulo! Le abrazaron y le besaron: le dieron pellizcos y palmadas carifiosas y acabaron Ilevandolo en andas por el escenario. Pero al publico no le gusté nada. Armaron un alboroto terrible. —iLa obra! iQueremos ver la obra! De pronto se hizo el silencio. El director de los titeres, un gigante feroz llamado Tragafuegos, con una barba larga que era negra como la pez, irrumpi6 en el escenario. Sus ojos brillaban como comienzo del espectéculo. Una gran muchedumbre se agolpaba para entrar en la sala. Pinocho apenas podia esperar aunirseles. —iCuanto vale la entrada? —pregunt6. =Sélo dos monedas para un muchachito como tu —respondié el hombre que estaba en la puerta. En pocos segundos Pinocho vendié gy la cartilla a un vendedor ambulante, compré una entrada y entré al teatro, J iImaginaos su alegria al ver a los Y en su lugar, arrojad al fuego a Arlequin. iMi carne tiene que estar bien hecha! iImaginaos al pobre Arlequin! iHabia logrado salvar a Pinocho y habia firmado su propia sentencia de muerte! Le temblaron las rodillas y su cabeza cayé hacia adelante Dos de los titeres-soldados lo agarraron de los brazos y lo arrastraron hacia las lamas. Ante esa escena horrible, Pinocho se arrojé a los pies del director de los titeres. —iTened piedad, senior Tragafuegos! Perdonad al 9 valiente Arlequin. iNo os ha hecho . Wilevabaenlamano —"ingiin dafio! 2 3 tun létigo espantoso hecho de serpientes y —iImposible! El fuego est muy bajo y colas de zorro. mi carne tiene que estar bien hecha. —iComo te atreves a venir a mi _ ~En ese caso —dijo Pinocho—, sé cul es mi deber. No es justo que teatro? —rugio. - ei Levantando a Pinocho, lo arrojé a Arlequin muera por mi. iTiteres, atadme, un-cesto de lefia que habia en la cocina. La obra volvié a comenzar. Cuando termind, Tragafuegos llamé a Polichinela —iTr4eme ese mufieco y arrdjalo al fuego! Tengo que avivarlo para cocinar bien la carne de mi cena. Trajeron a Pinocho que se retorcia y pedia auxilio. Entonces su hermano Arlequin se arrodilld. Oh, Tragafuegos —imploré perdona a nuestro hermanito. Es demasiado joven para mori. Tragafuegos miré fijamente a @» Pinocho y, de repente, estornudé Era un indicio seguro de qué habian logrado despertar Sif compasién. —Muy bien. Soltaidley todos los titeres noble era Pinocho! iY qq pantoso que acabara asi! Entonces, de repente, hubo un estruendo ensordecedor en la habitacion iTragafuegos estornudaba, no una, sino cinco ! Cuando al fin termind, alz6 a Pinocho. Eres un buen muchacho! Soltaré Arlequin y esta noche, sélo por esta vez, tendré que comer mi cordero medio crudo. Senté a Pinocho en sus rodillas y le pregunté de dénde era y quién era su padre. Y cuando seg de que Geppetto ef un pobre carpintet —Aqui tienes cinco monedas de oro para darselas a tu padre. iDile que te vigile mas de ahora en adelante! Y vete a casa antes de qule me arrepient Pinocho dejé Ia sala entre jamaciones de los titeres. feliz: ahora podia comp y también regalarle a Geppetto un abrigo flamante. Silbaba alegre de vuelta a su casa, y a cada paso arrojaba una moneda al aire, atajindola al caer. iEstaba impaciente por ver la cara que pondria Geppetto! Ni siquiera imaginaba lo que le deparaba el destino, ni cudn largo era el viaje que habia emprendido. No habia andado mucho cuando se encontré con dos viajeros: un zorro, que era cojo de un pie, y un gato, que era ciego. Estas criaturas desgraciadas se ayudaban entre si: el zorro se apoyaba en el hombro del gato y le servia de guia. —Buenos dias —dijo el zorro, cortés. —Buenos dias, sefior zorro —respondié Pinocho distraido, tirando una moneda al aire. La moneda brillé al sol. La pata coja del zorro se contrajo y los ojos ciegos del gato se abrieron como dos verdes, pero solamente por una fraccién de segundo. iVaya! —dijo el zorro, mientras iba caminando—. Tienes mucho dinero, éPuedo preguntarte en qué lo gastards? —Primero le compraré un abrigo después compraré una cartilla. Iré a la escuela para aprender a trabajar y a ser bueno. —i0h! —dijo el zorro—. Mirame bien, nuevo a mi padre Con todos mis largos aiios de estudio, he inutilizado mi pata. -iY yo! —dijo el gato—. iDe tanto estudiar, me he vuelto ciego! En ese preciso instante, un pajaro posado en un seto le adyirti —Pinocho, no escuches a estos pillos..2 Pero antes de que pudiera terminar, el gato salté sobre él y se lo tragé de un solo bocado, con plumas y todo. —iVaya entrometido! —mascullé el gato. Se hallaban a mitad del camino @ la casa de Pinocho cuando’el gato sé detuvo, de repente. —iNo te gustaria duplicar tu difier —pregunt6. interesado, en especial cuando el g on Ie explicé que era muy facil. iPodia transformar cinco monedas de,oro, en quinientas, o incluso en ci mil, si sabia, como hacerlo! —Lo tinico que tienes que hacer —continué el gato—es enterrar tu dinero en el campo de los milagros. Lo riegas, le echas sal, lo dejas un par de horas. Y luego... tu dinero se convertira en un magnifico arbol, cargado de cientos de monedas nuevas y brillante: Entonces Pinocho se olvidé totalmente de su padre, del abrigo nuevo y de laveartifla. En lo unico que pensaba era en,él maravilloso campo de los milagtos. Tenia.que verlo. En el cruce siguiente, el zorro y el gato 1o.levaron al campo por una senda o estrécha y eters | TWANDXOVROL W lalb ia, (CLIN Oty epe Heredia cor de su padre tirandole de la chaqueta. iNo podemos irnos! lyn —grité—. No podré trabaja el establo de Cafiameras } los fines de semana. iNo volveré a ver a Tamboril! Su padre se volvié hacia él. —Somos gitanos, Pepe, y estamos siempre viajando. Ademis el sefior Alonso, del Ayuntamiento, decidié echarnos de aqui. No puedes hacer nada, hijo. Sera mejor que te olvides de ese caballito. —iPero nos hemos apuntado en la carrera del domingo! —Pues entonces aprovéchala, Pepe. Nos marchamos a final de mes. Cuando Pepe fue a los establos de Cafiameras ese sabado por la mafiana, Tamboril se dio cuenta de que pasaba algo. Esperaba con ilusién al gitanillo, que ~ tanto lo cuidaba los fines de semana y le ponia la brida gitana, Pepe estaba siempre muy alegre y montaba mucho mejor que los demas nifios. Pero ese dia, Pepe ni siquiera le hablé. La cabalgata del sibado estaba a de salir, y Pepe iba sobre Tamboril, como de costumbre. Justo cuando los caballos iban a tomar la salida, irrumpié en el campo un gran coche rojo. Los caballos resoplaron y relincharon asustados. punto Del coche bajaron un hombre gordo y elegante, de pelo gris, y una nifia. Llevaba unos pantalones de montar elegantisimos, una chaqueta azul y un gorro muy nuevo. —Ese parece el mejor —dijo su padre, sefialando a Tamboril—. 2No te importa que Ana use tu caballo, verdad, hijo Se volvié hacia Maite Vega del establo, que estaba a la cabeza del grupo. —Me llamo Alonso —dijo—. Soy el concejal Alonso. Ana vendra a montar todos los sdbados. Por favor, enca de que pueda montar en el caballo castafio todas las semanas. Buenos dias. Puso un fajo de billetes en la mano de Maite, volvié a entrar en su coche y desaparecid. —Lo siento, pero esta mafiana tendras que renunciar a tu cabalgata, Pepe —dijo Maite—. Después de todo, Tamboril no es tuyo y el concejal Alonso es una persona muy importante. Es el que entregar el trofeo en la carrera de mafiana. Asi pues, esa mafiana Pepe dejé a Tamboril y monté un potrillo negro, mientras Ana montaba a Tamboril. La nifia no dijo ni una palabra mientras los caballos recorrian campos y caminos. Tras una hora, Maite indicé que debian volver —Eres una buena amazona —dijo Pepe cuando su potrillo aleanzé a Tamboril, que no estaba lejos de los establos. Tamboril movi6 las orejas al oir la voz del nifio. "1 —Papd se gasté una fortuna en lecciones ~dijo Ana, pero sin sonreir ni mirar a Pepe—. Aqui viene para llevarme a casa. El gran coche procedia del lado de | la colina.-Al ver a su hija en la cabalgata, el concejal Alonso tocé la bocina dos o tres veces. Todos los caballos se asustaron y Tamboril levanté las patas delanteras, resoplando. Ana cayé por la grupa al suelo. El coche frené con un chirrido y el hombre corrié hacia su hija. —iHaré que maten a ese caballo! —grité—. iAnimal estuipido! Salta a la vista que es un asesino. iFijaos como mueve los ojos! Hubiera podido matar a mi hija. Os prometo que mafiana ya no causard mas dajio a nadie. stoy perfectamente, papa —dijo la nifa, incorporandose. Pero no sirvié de nada. La suerte de Tamboril estaba echada. Lo matarian por peligroso tan pronto como el veterinario pudiera ir a Cafiameras a la mafiana siguiente. Pepe volvié a casa, al carro de su abuela en el campamento gitano, donde lloré por primera vez en muchos aifios. —iQué puedo hacer, abuelita? Es un caballo bueno y décil. Todos lo saben. Slo se asusté por culpa del coche. —No queda mas temedio, Pepe —respondié la vieja gitana, tras pensar largo rato—. Tendrds que —Una escapada nocturia Tendrds que rescatar a Tamboril. De todos mod0sy nos iremos pronto, gracias a ese concejal Alonso. Pepe se quedé despierto toda la noche, intentando al el modo de salvar a Tamboi Entonces, por la mafianay antes del amanecer, se corrié hasta el establo, 3m llevando bajo el brazo 1a@ especial de Tamboril. Aun estaba oscuro cuandé ; en el patio no se movi puerta del establo de Tamboril, oy6 que habia alguien! La respiracién suave de Tamboril se entremezclaba con unos débiles sollozos. Ana, con sus lindos vestidos totalmente arrugados y sucios, se abrazaba llorando a la cabeza del animal. —iOh, Pepe! —susurré al verle—. éPor qué es tan cruel mi padre? Siempre quiere que yo sea la mejor en todo. Siempre tengo que ganar. Vine a ver si podia salvar a Tamboril. Pensé en... —iEn una escapada nocturna? —pregunté Pepe-—. Si, yo también. Escucha mi plan. Ti montas bien. Pero, Geres valiente? {Puedes ganar una prueba de obstaculos? Los dos se sentaron en la paja del establo de Tamboril y urdieron su plan. El caballo, que habia estado asustado e inquieto desde la cabalgata fatal, oy Sus voces suaves y se volvié a sentir seguro y querido. Justo cuando amanecia, lo ensillaron y lo hicieron salir del establo. Tamboril no hizo ni un solo ruido. Ana lo condujo al bosque. Al mediodia, los jinetes de toda la regi6n se reunieron para la carrera anual Habia potrillos recios y musculosos y caballos altos y esbeltos. Habia granjeros y mujeres. Participaban algunos muchachos, pero la carrera era bastante dificil, asi que no habia nifios. En el ultimo minuto, un pequefio caballito castafio se uni a los demas competidores en la salida. Lo montaba una nifia, que de vez en cuando lo acariciaba entre las orejas para tranquilizarlo. El publico decia: —Es demasiado pequefia. {Quién sera? Bajaron la bandera. Comenz6 la carrera. Los caballos galoparon sobre los campos, los verdes senderos y el monte. Algunas vallas se derrumbaron al paso de los caballos sudorosos. Unos jinetes cayeron en una zanja, otros fueron tirados por sus caballos. Algunos no pudieron cruzar el rio, que otros vadearon levantando una tormenta de salpicaduras. Tamboril nunca habia participado en una carrera de verdad y estaba entusiasmado. Las manos de Ana, que sostenian la brida especial, eran muy suaves. Pepe habia confiado la nifia a Tamboril, y el caballo estaba decidido a llegar el primero, si podia... El concejal Alonso esperaba ansioso en la meta. Por supuesto, no tenia ni idea de que Ana participara en la carrera y estaba preocupadisimo porque no la habia visto en toda la mafiana. Vio el primer caballo cuando ain estaba a cierta distancia de la Ilegada: era un pequefio caballo castaiio montado por un pequefio jockey con chaqueta azul y unos pantalones de montar sucios. —iAna! —exclam6. La nifia pas6 junto a él entre las aclamaciones del puiblico. El concejal Alonso no supo qué decir al entregarle el trofeo a su propia hij y prender la cinta azul en la brida gitana de Tamboril. —Sé que te gusta que gane, papa —dijo Ana en un susurro. Maite Vegas estaba cerca. El padre de Ana se dirigié a ella. —Le compro ese caballo, sefiora. Es un buen caballito de carreras. Pepe ya le habia contado todo a Maite, que estaba muy orgullosa del nifio. iHabia renunciado a su oportunidad de participar en la carrera y le habia salvado la vida a Tamboril por segunda vez! —Lo siento, pero el caballo no es mio —respondid, indicandole a Pepe que se acercara—. Tamboril pertenece a Pepe. Pero estoy segura de que dejara que Ana lo monte todos los sabados. Pepe estaba at6nito. iMaite le habia regalado el caballo! iMaite habia dicho que Tamboril era slo suyo! Miré al sefior Alonso, que intentaba sonreir y mostrarse amable. —Lo lamento mucho, sefior —le dijo-, pero me Ilevaré a Tamboril a fin de mes. Soy un gitano y el Ayuntamiento ha dicho que tenemos que levantar nuestro campamento. El concejal palidecis. —iOh! Bueno... Eh... No podemos permitirlo, iverdad? —dijo—. Y menos sia Ana le gusta tanto Tamboril. Yo... veré lo que puedo hacer. Al final, los gitanos no tuvieron que marcharse del lugar y Pepe continué en Caiiameras. Siguid trabajando alli, y la pequefia Ana leg a ser casi tan buena amiga suya como Tamboril. ie na joven gaviota se paré-al borde del acantilado; le daba miedo volar. Dio una carrerita y movi las alas, Pero el mar se veia enorme alla abajo y estaba segura de que sus alitas no la sostendrian. Asi que dio media vuelta y fue a cobijarse en el nido donde habia nacido. Incluso cuando observ6 a su hermana y su hermano correr hacia el borde, agitar sus alas y lanzarse a volar, no tuvo valor para imitarlos. Su padre y su madre la llamaban insistentemente, animandola a probar y amenazandola con que se moriria de hambre si no echaba.a volar. Pero ella no podia moverse. Durante un dia entero nadie se le acercé. Miraba asus padres que volaban con sus hermanos, ensefandoles a elevarse, planear, deslizarse a ras de las olas y sumergirse para pescar. Vio a su hermano pescar su primer pez y comérselo, mientras los padres le miraban orgullosos. A ella nadie le trajo alimento. Cuando ya el sol se ponia, rebuscé entre la hierba y las algas del nido algo para echarse al pico. Incluso picoted las cascaras del huevo de donde ella misma habia salido. Su hermano y su hermana dormitaban sobre antilado de enfrente. Su padre atusaba las Sarees

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