a CUENT4
COLO} SNe woes
UNA COLECCION DE CUENTOS PARA MIRAR, LEER Y ESCUCHAR.A ATOCHA
VA UNANINA
A Atocha va una nifia, carabi,
a Atocha va una nifia, carabi,
hija de un capitan, carabi-huri-
qué hermoso pelo tienes, carabi,
quién te lo peinard, carabi-huri-carabi-h
quién te lo peinara, carabi.
Se lo peina su tia, carabi,
se lo peina su tia, carabi,
con mucha suavidad, carabi-huri
con mucha suavidad, carabi-hui
Con peinecito de oro, carabi,
con peinecito de oro, carabi
y horquillas de cristal, carabichut
y horquillas de cristal, carabi-hui
La nifia esta enfermita, carabi,
la nifia esta enfermita, carabi,
quizé se curard, carabi-huri-carabi-hurd,
quiza se curard, carabi-huri-carabi-hura.
La nifia ya est4 buena, carabi,
la nifia ya esté buena, carabi,
con ganas de jugar, carabi-huri-carabi-hurd,
con ganas de jugar, carabi-huri-carabi-hurd.
Al pie de su ventana, carabi,
al pie de su ventana, carabi,
tres pajaritos van, carabi-huri-carabi-hurd,
tres pajaritos van, carabi-huri-carabi-hurd.
Cantando el pio- carabi,
cantando el pio-pio, carabi,
cantando el pio-pa, carabi-huri-carabi-
cantando el pio-pa, carabi-huri-caratace mucho tiempo, un hombrecillo
llamado Inocencio, que era tan bueno
ycandoroso como su nombre, trabajaba
en los fértiles valles de Pozo Amarillo, en
plenos Andes.
Cerca de Inocencio, vivia otro hombre de
nombre Rufidn. Rufidn, al contrario de
Inocencio, era un hombre ambicioso y
malvado.
Una tarde que Inocencio volvia de su
trabajo, encontré caida junto a una roca
una pobre india vieja que se quejaba de
terribles dolores.
—iPobre anciana! —exclamé nuestro
hombre, y levantandola del suelo, se la
Ilevé a su choza, donde la atendié lo mejor
que pudo.
Los ojos de la india se abrieron y se fijaron
en Inocencio con gratitud.
—Eres muy bueno, hermanito
—suspiré-, itt has sido el tinico hombre
que, al pasar por el camino, se ha apiadado
de la pobre Quitral y la ha recogido! iPor
tu bondad, mereces ser feliz y tener riquezas
que puedas repartir entre los necesitados!
iYo te las daré!
—iTW? Una pobre india...
~Yo siempre he vivido miserablemente
—contest6 la anciana— mas poseo el secreto
de la cumbre y sé dénde anida el codiciado
Céndor de Fuego.
—iE| Céndor de Fuego! —exclamé
Inocencio, con el mayor estupor, al
recordar una leyenda antiquisima que le
habjan narrado sus padres—. Dime..
Como es?
—iEs un condor enorme y su plumaje
es del rojo color de oro, como los rayos del
sol! iSu guarida esta sobre las nubes, en
la cima mas alta de nuestra cordillera! iAlli se
encierran més riquezas que todas las que
hoy existen en el mundo conocido! Esosee
Inocencio!
tesors, or una ion de mis
caer en manos de un
y generoso. iEse hombre
‘éme dirds dénde se
‘de Fuego? —pregunté
el dedo mefiique de mi mano
yun anillo con una piedra
6 la india— y sobre mi pecho
cadena una llavecita de oro.
servird para que el Condor de
; reconozca como su nuevo amo
y te guie hasta la entrada del tesoro... La
pequena Hlavecita es de un cofre que
estd enterrado en las laderas del Aconcagua,
la enorme montafia de cuspide blanca,
dentro de la cual encontraras el secreto para
entrar a los escondidos sitios donde se
halla tanta riqueza. iYa te lo he dicho todo!
‘Me voy tranquila al lugar misterioso donde
me esperan mis antepasados.
Y diciendo estas ultimas palabras, la
vieja india cerré los ojos para siempre.
_-Muchortlord cio la muerte de
‘a anciana, y cumpliendo deseos la enterrd
junto a su cabafia, despu el
anillo de la piedra verde y la llavecita que Se
guardaba sobre su pecho.
Al dia siguiente empezrsti Camino, en
busca del CondoF'de Fuego.
Pero la desgracia rondaba al pobre
Inocencio. El malvado Rufiin, que habia
escuchado tras la puerta de la cabaiia las
palabras de la india, acuciado por una terrible
sed de riquezas, no vacilé ni un segundo en
arrojarse como un tigre furioso sobre el
indefenso labrador, haciéndole caer
desvanecido.
—iAhora seré yo quien encuentre tanta
fortuna! —exclamé el temible Rufidn al
ver a Inocencio tendido a sus pies. iSeré
inmensamente rico y asi podré dominar
al mundo con mi oro, aunque haya de
sucumbir la mitad de ia humanidad!
Rufidn quité el maravilloso talisman de la
piedra verde a Inocencio, pero olvidé llevarse
la pequefia Hlavecita.
Una tarde que cruzaba un valle solitario,
escuchd sobre su cabeza el furioso ruido de
unas enormes alas. Mird hacia los cielos
y vio con asombro un monstruoso céndor que
desde lo alto lo contemplaba con sus ojos
lameantes.
—iAhi est! —exclamé el malvado.
EI fantastico animal era tremendo. Su
cuerpo era cuatro veces mayor que los
céndores comunes y su plumaje, rojo oro,
parecia sacado de un trozo de sol. Sus
garras enormes y afiladas despedian fulgores
deslumbrantes. Su pico alargado y rojo se
abria de cuando en cuando, para dejar pasar
un grito estridente que paraiizaba a todos
los seres vivientes de la montaifa.
Rufidn temblé al verlo, pero, repuesto
en seguida, alzé la mano derecha y le mostr6
el precioso talisman de la piedra verde.
El Céndor de Fuego, al contemplar la
misteriosa alhaja, detuvo su vuelo de pronto
y se quedé como prendido en el espacio.
Después vold sobre Rufiin y tomandolo
suavemente entre sus enormes garras lo elev6
hacia los cielos. El Céndor lo transporté
por los aires, en un viaje de varias horas, hasta
que, casi a la caida del sol, descendié a
gran velocidad sobre las mismas cumbres deJa enorme montafa llamada del Aconeagtia.
Habian llegado.
—iAhi es! Ya el tesoro es mio! —grité el
malvado-—. iAhora el mundo temblaré ante
mi poder sin limites!
En pocos pasos estuvo a la entrada de la
misteriosa profundidad, pero... se encontrd
con que ésta se hallaba cerrada por una gran
puerta de piedra.
—iCémo haré para abgirla? se pregunté
Rufian impaciente. iLa‘haré saltar con
la polvora de mis armas!
Mientras preparaba los cartuchos, el
Condor de Fuego lo contemplaba en Si
desde muy cerca, y sus ojos fulgurantes
parecian desconfiar del nuevo poseedor de la
alhaja.
Rufidn, sin recordar al monstruo e
impulsado por su codicia sin limites, prendié
fuego a la mecha y muy pronto una terrible
explosion conmovié la montafia.
Miles de piedras saltaron y la enorme
puerta que defendia el tesoro cayé hecha
trizas, dejando expedita la entrada a la
misteriosa y oscura caverna.
—iEs mio! iEs mio! ~grité el demente
entre espantosas carcajadas, Pero una terrible
sorpresa lo aguardaba.
El Céndor de Fuego, el eterno guardiin
de'los tesoros que indicara la india Quitral, al
darse cuenta de que el poseedor de la
piedra verde desconocia el secreto de la llave
de oro, con un bramido qué atroné el
espacio, cay6 sobre el intruso y elevandolo
mis alld de las nubes, lo dejé caer entre
Jos agudos riscos de las montafias, en donde
el cuerpo del malvado Rufidn se estrellé,
como castigo a su perversidad y codicia.
Desde entonces, el tesoro del Condor
de Fuego ha quedado escondido para siempre
en las nevadas alturas del Aconcagua y
alli continuara, custodiado desde los cielos
por el fantastico monstruo alado de plumaje
rojo oro como los rayos del sol.Fs it i
=~
Los Cotes DE|/——
| “Okim
Py ai
aS
AS
juguete. Los coleccionaba. Recogia tenian nombri Burbujas, Kombi,
todos los coches viejos, los pintaba y Trac, Camién, Caddy, VW, Siato y
¢
F
Fiori le encantaban los coches de A todos los habia bautizado; todos
les ponia ruedas nuevas. muchos otros.
j
'
[
Una tarde de sol Fiori empez6 a cavar en un —_Trabajé durante mucho tiempo y los coches
‘extremo del jardin, cerca del bosque. se preguntaban qué estaria haciendo.
Después de mucho trabajar, tuvo montada _—_juguete, con tuneles, pasos elevados, cruces,
una fantéstica pista para sus coches de grandes desniveles, curvas peligrosas..
6fuera a merendar. Pero detrds del seto habia
Cuando los coches corrian felices por la nueva
dos seres horribles que estaban espiandolo.
pista, la mamé de Fiori lo llamé para que
Después volvieron a atravesar el seto
y toda prisa se llevaron los sacos a su
madriguera del bosque.
Tan pronto Fiori se hubo ido, aquellos
monstruos atravesaron el seto, agarraron los
coches y los metieron en dos sacos viejos.
—Arrancar neumaticos —repetian gozosos
una y otra vez—. Arrancar neumaticos.
Comer neuméticos.
‘Aquellas criaturas arrojaron todos los coches
en una horrible javla y los contemplaron
relamiéndose.Los coches se apretujaron unos contra otros. —iEso! iAlguien tiene que escabullirse a
—8Oh, qué haremos? —pregunté Mini. buscar a Fiori! —respondié Kombi.
—=Podria tratar de echar abajo los barrotes. —- —IYo iré! dijo Trac—. [Soy el mas répido!
—gruiié Camién. —Si, pero yo soy el mas pequefio —chillé
—No podemos —suspird VW—. Ojalé Burbujas— y puedo pasar entre los barrotes.
Fiori viniese a rescatarnos. —ICielos! —dijo Mini—. iEres muy valiente!
‘Asi pues, todos los demés coches aunaron Mientras sus raptores revolvian el caldero y
sus fuerzos y empujaron, mientras Burbujas _—hablaban, el cochecito salié por la puerta sin
se escurria entre los barrotes. ser visto.
8Burbujas atravesd poco a poco el bosque, Después de un rato se aproximé a una
pasando junto a grandes hojas, arafias gran rana verde.
horribles y gusanos viscosos. Era un lugar ~8Por favor, podria decirme dénde esté
realmente aterrador y no sabia hacia la casa de Fiori?
donde dirigirse. —No lo sé —respondié la rana—. Lo siento.
Burbujas estaba desesperado. —Perdone. éMe podria decir dénde esté
Me he perdido. 2Qué puedo hacer? la casa de Fiori, por favor?
Justo en ese momento vio un mirlo y fue Claro que si. He volado por all’ muchas
corriendo hacia él. veces. Te llevaré si quieres.
El mirlo alzé a Burbujas por el maletero en el fondo del jardin, estaba Fiori, que
y elevandose en el aire, salié del bosque. buscaba por todas partes a sus amigos
Pronto Burbujas pudo ver la casa, y alli, desaparecidos.
(Comiouar en el facia 13) 9P inocho le habia prometido a Geppetto
que seria bueno e iria a la escuela.
Pero antes necesitaba una cartilla, y el
carpintero era tan pobre que no tenia
dinero para comprarsela. Geppetto dio
vuelta a todos sus bolsillos uno a uno,
luego buscé en la vieja lata oxidada que
habia en su banco, pero no tenia ni
una moneda.
—Espérame aqui, Pinocho —dijo,
y desapareci6 por la esquina.
Pocos minutos mas tarde estaba de
vuelta con una cartilla, pero sin su abrigo.
Lo habia vendido para comprar el libro.
Pinocho volvié a besar
asu padre y le dio las gracias.
Luego se fue a la escuela.
Mientras caminaba, acudian
a su mente toda clase de
ideas grandiosas.
—Hoy aprenderé a leer
—se dijo— y mafiana aprenderé
a escribir, y al dia siguiente,
accontar. Entonces ganaré
montones de dinero y le.
compraré un hermoso abrigo
nuevo a mi padre.
10Sus buenas intenciones no tenian actores! Alli estaban Arlequin y
limites, hasta que oy6 a lo lejos trompetas . _Polichinela, peleando como siempre y
y tambores. - pegandose con grandes bastones. El
La miisica procedia de un edificio de ptiblico se revolcaba de risa, Entonces
ites en donde habia un Polichinela vio a Pinocho. Casi se produjo
ny a TEATRO DE. un tumulto.
—Es nuestro hermanito de madera
—grit6—. iSube aqui y Unete a nosotros!
Y todos los demas titeres salieron
al escenario a saludar a Pinocho.
Qué especticulo! Le abrazaron y
le besaron: le dieron pellizcos y palmadas
carifiosas y acabaron Ilevandolo en andas
por el escenario.
Pero al publico no le gusté nada.
Armaron un alboroto terrible.
—iLa obra! iQueremos ver la obra!
De pronto se hizo el silencio. El
director de los titeres, un gigante feroz
llamado Tragafuegos, con una barba
larga que era negra como la pez, irrumpi6
en el escenario. Sus ojos brillaban como
comienzo del espectéculo.
Una gran muchedumbre
se agolpaba para
entrar en la sala.
Pinocho apenas podia esperar
aunirseles.
—iCuanto vale la entrada? —pregunt6.
=Sélo dos monedas para un
muchachito como tu —respondié el
hombre que estaba en la puerta.
En pocos segundos Pinocho vendié gy
la cartilla a un vendedor ambulante,
compré una entrada y entré al teatro, J
iImaginaos su alegria al ver a losY en su lugar, arrojad al fuego a
Arlequin. iMi carne tiene
que estar bien hecha!
iImaginaos al pobre
Arlequin! iHabia logrado salvar
a Pinocho y habia firmado
su propia sentencia de muerte!
Le temblaron las rodillas y
su cabeza cayé hacia adelante
Dos de los titeres-soldados
lo agarraron de los brazos y lo
arrastraron hacia las lamas.
Ante esa escena horrible,
Pinocho se arrojé a los pies
del director de los titeres.
—iTened piedad, senior
Tragafuegos! Perdonad al
9 valiente Arlequin. iNo os ha hecho
. Wilevabaenlamano —"ingiin dafio! 2 3
tun létigo espantoso hecho de serpientes y —iImposible! El fuego est muy bajo y
colas de zorro. mi carne tiene que estar bien hecha.
—iComo te atreves a venir a mi _ ~En ese caso —dijo Pinocho—,
sé cul es mi deber. No es justo que
teatro? —rugio. - ei
Levantando a Pinocho, lo arrojé a Arlequin muera por mi. iTiteres, atadme,
un-cesto de lefia que habia en la cocina.
La obra volvié a comenzar. Cuando
termind, Tragafuegos llamé a Polichinela
—iTr4eme ese mufieco y arrdjalo al
fuego! Tengo que avivarlo para cocinar
bien la carne de mi cena.
Trajeron a Pinocho que se retorcia
y pedia auxilio.
Entonces su hermano Arlequin se
arrodilld.
Oh, Tragafuegos —imploré
perdona a nuestro hermanito. Es
demasiado joven para mori.
Tragafuegos miré fijamente a
@» Pinocho y, de repente, estornudé
Era un indicio seguro de qué
habian logrado despertar Sif
compasién.
—Muy bien. Soltaidleytodos los titeres
noble era
Pinocho! iY qq pantoso que acabara
asi! Entonces, de repente, hubo un
estruendo ensordecedor en la habitacion
iTragafuegos estornudaba, no una, sino
cinco ! Cuando al fin termind,
alz6 a Pinocho.
Eres un buen muchacho! Soltaré
Arlequin y esta noche, sélo por esta vez,
tendré que comer mi cordero medio
crudo.
Senté a Pinocho en sus rodillas y
le pregunté de dénde era y quién era su
padre. Y cuando seg
de que Geppetto ef
un pobre carpintet
—Aqui tienes cinco monedas de oro
para darselas a tu padre. iDile que te
vigile mas de ahora en adelante! Y vete a
casa antes de qule me arrepient
Pinocho dejé Ia sala entre
jamaciones de los titeres.
feliz: ahora podia compy también regalarle a Geppetto un
abrigo flamante. Silbaba alegre de
vuelta a su casa, y a cada paso arrojaba
una moneda al aire, atajindola al caer.
iEstaba impaciente por ver la cara
que pondria Geppetto!
Ni siquiera imaginaba lo que le
deparaba el destino, ni cudn largo era el
viaje que habia emprendido. No habia
andado mucho cuando se encontré con
dos viajeros: un zorro, que era cojo de
un pie, y un gato, que era ciego. Estas
criaturas desgraciadas se ayudaban entre
si: el zorro se apoyaba en el hombro del
gato y le servia de guia.
—Buenos dias —dijo el zorro, cortés.
—Buenos dias, sefior zorro
—respondié Pinocho distraido, tirando
una moneda al aire.
La moneda brillé al sol. La pata
coja del zorro se contrajo y los ojos ciegos
del gato se abrieron como dos
verdes, pero solamente por una
fraccién de segundo.
iVaya! —dijo el zorro, mientras iba
caminando—. Tienes mucho dinero,
éPuedo preguntarte en qué lo gastards?
—Primero le compraré un abrigo
después compraré una
cartilla. Iré a la escuela para aprender
a trabajar y a ser bueno.
—i0h! —dijo el zorro—. Mirame bien,
nuevo a mi padreCon todos mis largos aiios de
estudio, he inutilizado mi pata.
-iY yo! —dijo el gato—. iDe tanto
estudiar, me he vuelto ciego!
En ese preciso instante, un pajaro
posado en un seto le adyirti
—Pinocho, no escuches a estos pillos..2
Pero antes de que pudiera terminar, el
gato salté sobre él y se lo tragé de un
solo bocado, con plumas y todo.
—iVaya entrometido! —mascullé
el gato.
Se hallaban a mitad del camino @
la casa de Pinocho cuando’el gato sé
detuvo, de repente.
—iNo te gustaria duplicar tu difier
—pregunt6.
interesado, en especial cuando el g
on
Ie explicé que era muy facil. iPodia
transformar cinco monedas de,oro,
en quinientas, o incluso en ci
mil, si sabia, como hacerlo!
—Lo tinico que tienes que hacer
—continué el gato—es enterrar tu dinero
en el campo de los milagros. Lo riegas,
le echas sal, lo dejas un par de horas.
Y luego... tu dinero se convertira en un
magnifico arbol, cargado de cientos de
monedas nuevas y brillante:
Entonces Pinocho se olvidé
totalmente de su padre, del abrigo nuevo
y de laveartifla. En lo unico que pensaba
era en,él maravilloso campo de los
milagtos. Tenia.que verlo.
En el cruce siguiente, el zorro y el gato
1o.levaron al campo por una senda o
estrécha y eters| TWANDXOVROL
W lalb
ia, (CLIN Oty
epe Heredia cor
de su padre tirandole de
la chaqueta.
iNo podemos irnos! lyn
—grité—. No podré trabaja
el establo de Cafiameras
} los fines de semana. iNo
volveré a ver a Tamboril!
Su padre se volvié hacia él.
—Somos gitanos, Pepe, y estamos
siempre viajando. Ademis el sefior
Alonso, del Ayuntamiento, decidié
echarnos de aqui. No puedes hacer
nada, hijo. Sera mejor que te
olvides de ese caballito.
—iPero nos hemos apuntado
en la carrera del domingo!
—Pues entonces aprovéchala,
Pepe. Nos marchamos a final de mes.
Cuando Pepe fue a los establos de
Cafiameras ese sabado por la mafiana,
Tamboril se dio cuenta de que pasaba
algo. Esperaba con ilusién al gitanillo, que
~tanto lo cuidaba los fines de semana
y le ponia la brida gitana, Pepe estaba
siempre muy alegre y montaba mucho
mejor que los demas nifios. Pero ese dia,
Pepe ni siquiera le hablé.
La cabalgata del sibado estaba a
de salir, y Pepe iba sobre Tamboril,
como de costumbre. Justo cuando los
caballos iban a tomar la salida, irrumpié
en el campo un gran coche rojo. Los
caballos resoplaron y relincharon
asustados.
punto
Del coche bajaron un hombre gordo y
elegante, de pelo gris, y una nifia. Llevaba
unos pantalones de montar elegantisimos,
una chaqueta azul y un gorro muy nuevo.
—Ese parece el mejor —dijo su padre,
sefialando a Tamboril—. 2No te importa
que Ana use tu caballo, verdad, hijo
Se volvié hacia Maite Vega
del establo, que estaba a la cabeza del grupo.
—Me llamo Alonso —dijo—. Soy el
concejal Alonso. Ana vendra a montar
todos los sdbados. Por favor, enca
de que pueda montar en el caballo castafio
todas las semanas. Buenos dias.
Puso un fajo de billetes en la mano de
Maite, volvié a entrar en su coche y
desaparecid.
—Lo siento, pero esta mafiana tendras
que renunciar a tu cabalgata, Pepe —dijo
Maite—. Después de todo, Tamboril no es
tuyo y el concejal Alonso es una persona
muy importante. Es el que entregar el
trofeo en la carrera de mafiana.
Asi pues, esa mafiana Pepe dejé a
Tamboril y monté un potrillo negro,
mientras Ana montaba a Tamboril. La
nifia no dijo ni una palabra mientras los
caballos recorrian campos y caminos. Tras
una hora, Maite indicé que debian volver
—Eres una buena amazona —dijo Pepe
cuando su potrillo aleanzé a Tamboril,
que no estaba lejos de los establos.
Tamboril movi6 las orejas al oir la voz
del nifio.
"1—Papd se gasté una fortuna en lecciones
~dijo Ana, pero sin sonreir ni mirar a
Pepe—. Aqui viene para llevarme a casa.
El gran coche procedia del lado de
| la colina.-Al ver a su hija en la cabalgata, el
concejal Alonso tocé la bocina dos o tres
veces.
Todos los caballos se asustaron y
Tamboril levanté las patas delanteras,
resoplando. Ana cayé por la grupa al suelo.
El coche frené con un chirrido y el
hombre corrié hacia su hija.
—iHaré que maten a ese caballo!
—grité—. iAnimal estuipido! Salta a la
vista que es un asesino. iFijaos como
mueve los ojos! Hubiera podido matar a
mi hija. Os prometo que mafiana ya no
causard mas dajio a nadie.
stoy perfectamente, papa —dijo la
nifa, incorporandose.
Pero no sirvié de nada. La suerte de
Tamboril estaba echada. Lo matarian por
peligroso tan pronto como el veterinario
pudiera ir a Cafiameras a la mafiana
siguiente.
Pepe volvié a casa, al carro de su
abuela en el campamento gitano,
donde lloré por primera vez en
muchos aifios.
—iQué puedo hacer,
abuelita? Es un caballo
bueno y décil. Todos lo
saben. Slo se asusté por
culpa del coche.
—No queda mas
temedio, Pepe
—respondié la vieja
gitana, tras pensar largo
rato—. Tendrds que—Una escapada nocturia
Tendrds que rescatar a
Tamboril. De todos mod0sy
nos iremos pronto, gracias
a ese concejal Alonso.
Pepe se quedé despierto
toda la noche, intentando al
el modo de salvar a Tamboi
Entonces, por la mafianay
antes del amanecer, se
corrié hasta el establo, 3m
llevando bajo el brazo 1a@
especial de Tamboril.
Aun estaba oscuro cuandé
; en el patio no se movi
puerta del establo de Tamboril,
oy6 que habia alguien!
La respiracién suave de Tamboril se
entremezclaba con unos débiles sollozos.
Ana, con sus lindos vestidos totalmente
arrugados y sucios, se abrazaba llorando
a la cabeza del animal.
—iOh, Pepe! —susurré al verle—. éPor
qué es tan cruel mi padre? Siempre quiere
que yo sea la mejor en todo. Siempre
tengo que ganar. Vine a ver si podia
salvar a Tamboril. Pensé en...
—iEn una escapada nocturna?
—pregunté Pepe-—. Si, yo también.
Escucha mi plan. Ti montas bien. Pero,
Geres valiente? {Puedes ganar una prueba
de obstaculos?
Los dos se sentaron en la paja del
establo de Tamboril y urdieron su plan.
El caballo, que habia estado asustado e
inquieto desde la cabalgata fatal, oy
Sus voces suaves y se volvié a sentir seguro
y querido.
Justo cuando amanecia, lo ensillarony lo hicieron salir del establo. Tamboril no
hizo ni un solo ruido. Ana lo condujo
al bosque.
Al mediodia, los jinetes de toda la
regi6n se reunieron para la carrera anual
Habia potrillos recios y musculosos y
caballos altos y esbeltos. Habia granjeros
y mujeres. Participaban algunos
muchachos, pero la carrera era bastante
dificil, asi que no habia nifios.
En el ultimo minuto, un pequefio
caballito castafio se uni a los demas
competidores en la salida. Lo montaba una
nifia, que de vez en cuando lo acariciaba
entre las orejas para tranquilizarlo.
El publico decia:
—Es demasiado pequefia. {Quién sera?
Bajaron la bandera. Comenz6 la
carrera. Los caballos galoparon sobre los
campos, los verdes senderos y el monte.
Algunas vallas se derrumbaron al paso
de los caballos sudorosos. Unos jinetes
cayeron en una zanja, otros fueron tirados
por sus caballos. Algunos no pudieron
cruzar el rio, que otros vadearon
levantando una tormenta de salpicaduras.
Tamboril nunca habia participado en
una carrera de verdad y estaba
entusiasmado. Las manos de Ana, que
sostenian la brida especial, eran muy
suaves. Pepe habia confiado la nifia a
Tamboril, y el caballo estaba decidido
a llegar el primero, si podia...
El concejal Alonso esperaba ansioso
en la meta. Por supuesto, no tenia ni idea
de que Ana participara en la carrera y
estaba preocupadisimo porque no la habia
visto en toda la mafiana.
Vio el primer caballo cuando ain
estaba a cierta distancia de la Ilegada:
era un pequefio caballo castaiio montado
por un pequefio jockey con chaqueta
azul y unos pantalones de montar sucios.
—iAna! —exclam6.La nifia pas6 junto a él entre las
aclamaciones del puiblico.
El concejal Alonso no supo qué decir
al entregarle el trofeo a su propia hij
y prender la cinta azul en la brida gitana
de Tamboril.
—Sé que te gusta que gane, papa —dijo
Ana en un susurro.
Maite Vegas estaba cerca. El padre de
Ana se dirigié a ella.
—Le compro ese caballo, sefiora. Es un
buen caballito de carreras.
Pepe ya le habia contado todo a Maite,
que estaba muy orgullosa del nifio.
iHabia renunciado a su oportunidad de
participar en la carrera y le habia salvado
la vida a Tamboril por segunda vez!
—Lo siento, pero el caballo no es
mio —respondid, indicandole a Pepe que
se acercara—. Tamboril pertenece a
Pepe. Pero estoy segura de que dejara que
Ana lo monte todos los sabados.
Pepe estaba at6nito. iMaite le habia
regalado el caballo! iMaite habia dicho
que Tamboril era slo suyo! Miré al sefior
Alonso, que intentaba sonreir y mostrarse
amable.
—Lo lamento mucho, sefior —le dijo-,
pero me Ilevaré a Tamboril a fin de mes.
Soy un gitano y el Ayuntamiento ha
dicho que tenemos que levantar nuestro
campamento.
El concejal palidecis.
—iOh! Bueno... Eh... No podemos
permitirlo, iverdad? —dijo—. Y menos sia
Ana le gusta tanto Tamboril. Yo... veré
lo que puedo hacer.
Al final, los gitanos no tuvieron que
marcharse del lugar y Pepe continué en
Caiiameras. Siguid trabajando alli, y la
pequefia Ana leg a
ser casi tan buena
amiga suya como
Tamboril.ie na joven gaviota se paré-al borde del
acantilado; le daba miedo volar. Dio una
carrerita y movi las alas, Pero el mar se veia
enorme alla abajo y estaba segura de que sus alitas
no la sostendrian. Asi que dio media vuelta y fue
a cobijarse en el nido donde habia nacido.
Incluso cuando observ6 a su hermana y su
hermano correr hacia el borde, agitar sus alas y
lanzarse a volar, no tuvo valor para imitarlos.
Su padre y su madre la llamaban insistentemente,
animandola a probar y amenazandola con que
se moriria de hambre si no echaba.a volar. Pero ella
no podia moverse.
Durante un dia entero nadie se le acercé. Miraba
asus padres que volaban con sus hermanos,
ensefandoles a elevarse, planear, deslizarse a ras de
las olas y sumergirse para pescar. Vio a su hermano
pescar su primer pez y comérselo, mientras los
padres le miraban orgullosos. A ella nadie le trajo
alimento.
Cuando ya el sol se ponia, rebuscé entre la
hierba y las algas del nido algo para echarse al pico.
Incluso picoted las cascaras del huevo de donde
ella misma habia salido.
Su hermano y su hermana dormitaban sobre
antilado de enfrente. Su padre atusaba las
Sarees