LAS
VIDAS DE LOS PADRES
DE LOS DESIERTOS DE ORIENTE
Su doctrina espiritual y su disciplina monastica
POR
EL R. P. MIGUEL-ANGEL MARIN
DE LA 6RDEN DE LOS MiNIMOS
GON UNA {NTRODUCCION, NOTAS # ILUSTRACIONES HISTORIGAS
De M. Eugenio VEUILLOT
ADORNADA CON 60 GRABADOS POR M. CERONI
SEGUNDA EDICION
TRADUCIDA POR D. RAFAEL PIJOAN
Phro., predicador apostélico, predicador y capellan de honor de Su Majestad
y Director de la Revista » 7 Faro Popular. »
TOMO I
PARIS
LUIS VIVES, LIBRERO-EDITOR
13, cate Devamere, 13
1894ee
Sane Paul, premier erntite.
San Ruble, priner erent TatoPROLOGO
Esta historia de los Padres de los desiertos es una nueva
edicion, corregida y aumentada, de la obra del R. P. Mi-
guel-Angel Marin, de la Orden delos Minimos, intitulada :
Las vidas de los Padres de los desiertos de Oriente con su
doctrina espiritual y su disciplina mondstica La primera
edicion, publicada en nueve volimenes, vid la luz publica
por los afios de 1761 4 1764, en Avifion,con la aprobacion
de los téologos de la Orden. Esta aprobacion no versaba
solamente sobre el excelente espiritu del libro 6 se limitaba
a garantir la doctrina del autor, sino que ademas hacia
constar con razon el valor histérico de su trabajo.
El publico religioso é instruido ratificd el juicio de los
examinadores y el tiempo se encargd de confirmarlo. Asi
que la coleccion de Las Vidas de los Padres de los desiertos
se hacia cada dia mds rara. Era conveniente volver 4 poner
en plena circulacion un libro cuyo mérito era reconocido
desde hace tanto tiempo. Esto es lo que hemos hecho noso-
tros, sin olvidar que todo nevo editor ha de procurar mejo-
rar la obra que reproduce. Hemos afiadido 4 la obra del P.
Marin notables grabados anteriores 4 ella 4 los que Ceroni
L 4—2—
ha dado espresion con todo su vigor y su gracia. Encuanto
al texto, nuestra edicion no es una reproduccion literal. Al-
gunas veces hemos afiadido, pero mas frecuentemente hemos
quitado, alguna cosa. El orden de materias ha sufrido tam-
bien algunas modificaciones. E} P. Marin habia dividido su
obra por desiertos. Nosotros, aunque conservandocomoregla
general esta division, que el encadenamiento dle los hechos
hacia frecuentemente obligatoria, hemos procurado tener
en cuenta las épocas. Asi, por ejemplo, encontrardnse en
la Ultima parte de esta publicacion ciertas relaciones de los
siglos VI y VII, que el P. Marin habia colocado en su
cuarto volumen.
El estilo del sabio provincial de los Minimos, 4 pesar de
innegables cualidades, no infundia un respeto ahsoluto.
Nosotros hemos eliminado algunas expresiones anticuadas
y actualmente inexactos ; hemos completado frases incom-
pletas y sustituido la ortografia actual 4 la de su tiempo.
Todo esto era tanto mas legitimo, y aun necesario, cuan-
to que la ortografia sufria entonces una reforma y no se-
gnia provisionalmente regla alguna. Habia interregno. El
P. Marin escribia de diversos modos unas mismas palabras.
Ademas de estas modificaciones de forma, hemos puesto
en nolas, y algunas veces en el texto, noticias histéricas y
geograficas propias para hacer resaltar mas la realidad de
los sucesos. Al lado de este sobrenatural tan abundante, y
que nosotros hemos respetado con amor, nos ha parecido
util dar un poco mas de cabida al natural, sin caer en el
naturalismo. Nuestras maodestas adiciones tienen simple-
mente por objeto mostrar mejor el pais en que vivian esos
hombres de Divs y recordar someramente cual era entonces
en el mundo Ja situacion de la Iglesia.
Finalmente el P. Marin, sin olvidar que su libro podia—~3—
ser muy util 4 las personas del mundo, habia principal-
mente escrito para los sacerdotes y religiosos. Aunque mas
reservado que el jansenista Arnaud d’Andilly, cuyas Vidas
de los santos Padres ofrecen, bajo este respecto, mas deun
inconyeniente, é] habia dejado pasar algunas espresiones y
ciertos detalles 4 los que dificilmente se habrian acomodado
las lecturas de familia. Nosotros hemos hecho desaparecer
este inconveniente sin quitar nada al fondo del relato. Para
esto han bastado algunas ligeras omisiones y algunas dis-
cretas perifrasis. La obra conserva toda su capacidad y
puede sin embargo tener mayor numero de lectores.
Unamonos ahora al P. Marin para hacer justicia & los
autores cuyos trabajos habia utilizado.
Los solitarios mas atentos 4 agradar 4 Dios que a ser
conocidos del mundo, escondieron piadosamente su vida ;
sin embargo han tenido muchos historiadores, pero no nos
han Iegado todos los escritos contemporaveos. A excepcion
dela Vida de San Antonio por San Atanasio, de San Pa-
blo, de San Hilarion y de San Malch por San Jeronimo, de
San Antimio y de San Sabas por el monge Cirilo y algunos
otros encontrados por los Bolandistas, no tenemos sino al-
gunos extractos 6 algunas sentencias recogidas por diver-
sos autores. Estos documentos incompletos han dado lugar
alas mas pacientes investigaciones y 4 las mas sdbias in-
dagaciones, llegando asi 4 obtener preciosos resultados.
« Conviene distinguir, dice el P. Marin, tres clases de
compilaciones de los asuntos de que en esta obra tratamos.
Los unos no contienen mis que algunas acciones 6 pala-
bras notables de los solitarios, que se encuentran en los li-
bros de los Padres que diera Rosweyde y que enriqueciera
con sabias notas, 6 en los monumentos de la Iglesia griega
de M. Cotelier y en otros autores. Otros contienen algunas—43—
vidas, aunque la mayor parte compendiadas, que se en-
cuentran tambien en Rosweyde, y que debemos sobre todo
4 Rufino, 4 Paladio y 4 Teodoreto. Otros finalmente con-
tienen las vidas mds extensas, que se encuentran principal-
mente en el primer libro de Rosweyde 6 en los monumen-
tos de M. Cotelier, ademas de algunas noticias que no se
hallan en ellos sino que bay que buscar en diversos escri-
tores eclesiasticos.
« La mayor parte de estas colecciones son muy antiguas.
Teniase cuidado en Oriente, como se tuvo tambien en Occi-
dente, de hacerlas, comunes en los monasterios y poniase-
las en manos de los religiosos para aprender los deberes de
su estado en los sentimientos y virtudes de los que les ha-
bian precedido ».
No es facil el decir quiénes fueron los autores de esas
diferentes compilaciones ; pero esto es secundario. Lo que
principalmente importa es establecer bien la autoridad de
las fuentes en que se ha bebido. « Eso es lo que nosotros
hemos procurado hacer, dice el P. Marin, sirviéndonos de
los mejores autores modernos que han hecho investigacio-
nes sobre esta materia. Sabemos, por ejemplo, que Rufino
y Evagrio del Ponto fueron acusados de origenismo, y que
los errores de Origenes se habian deslizado entre algunos
solitarios de Nitria. Por otra parte, Rufino es un autor exa-
gerado y que facilmente emplea los superlativos. Asi que
nos pusimos en guardia contra sus sentimientos y sus hipér-
boles y no le hemos creido por su palabra, sino que hemos
Hamado en nuestro auxilio 4 San Jerénimo, que le comba-
tid, y & Paladio que, como él, viajé por esos desiertos.
«Y en cuanto 4San Jerénimo, ademas de la cualidad
de Doctor de la Iglesia, que tan respetable hace su testimo-
nio, era demasiado sincero y un critico demasiado juicio-—5-
so, para darnos como verdaderas historias arrfesgadas, sin
garantias seguras y nicamente fundadas en noticias de oi-
das y en rumores populares. Por consiguiente, el juicio emi-
tido por Erasmo sobre las Vidas de San Pablo ermitano y
de San Malcos, pretendiendo que son dos piadosas fabulas
que este santo Doctor compuso como para divertir 4 su plu-
mma y aliviar la fatiga de sus serios estudios, es una paradoja
que ni siquiera merece que se tome uno la pena de comba-
tir.
« Haremos observar, sin embargo, que si el respeto de-
bido 4 San Jerénimo no nos ha permitido colocar entre los
solitarios de quienes hablamos en esta obra ni 4 Rufino, ni
4 Evagrio, ni 4 los Grandes Hermanos, ni 4 algunos otros,
no hemos creido igualmente deber excluir todos aquellos
que, bajo pretexto de origenismo, fueron perseguidos por
Teéfilo de Alejandria, y que buscaron contra sus persecu-
ciones un asilo cerca de San Juan Criséstomo ».
El P. Marin esplica en seguida que ha recibido grandes
préstamos de la obra de Bulteau: Historia de los monges de
Oriente. « Hemos procurado, dice él, recoger lo que he-
mos podido encontrar mas seguro en la historia monastica,
bebiendo en los escritores antiguos y sirviéndonos ttilmen-
te de lasinvestigaciones y notas de los nuevos. Aun cuando
se ha escrito mucho sobre esta materia, no conocemos sino
4 Bulteau que haya reunido en un misma obra las vidas
de los padres de los desiertos, su doctrina espiritual y su
disciplina mondstica. Estas tres materias se encuentran
tratadas por separado en diferentes autores. Nosotros he-
mos creido que uniéndolas, 4 ejemplo de Bulteau, darian
a conocer mejor 4 esos santos moradores de la soledad.
« Este autor nos ha servido de guia. Hémosle seguido
paso 4 paso y nos ha servido de grande ayuda en una ma-—6—
teria en la que se encuentra un gran namero de dificulta-
des, las que no habriamos podido superar sin él sino con
mucha dificultad, y quizis no hubieramos salido airosos.
Como su obra es muy consisa y él solo se propuso hacer
un compendia, nosotros desarrollamos lo que él ha encer-
rado en pocas palabras, 4 manera de germen, al cual da-
mos toda la extension de que es susceptible. De este modo,
aqui se encontrara bien 4 la larga lo que él, por decirloasi,
no hizo sino indicarnos ‘.
« Ademis, las Vidas de los Padres por Rosweyde, los
Actos de los Santos de Bolando y sus continuadores, los
Monumentos de la Iglesia griega de Cotelier y las Memorias
eclesidsticas de Tillemont son las principales obras que he-
mos consultado. Tambien hemos recurrido 4 los antiguos
historiadores de la Iglesia y aun a aquellos que trataron
particularmente de la disciplina religiosa, como a Casiano,
4 la coleccion de las reglas de San Benito de Aniano y,
entre los modernos, 4 Bivario.
« En cuanto 4 los tratados ascéticos con los cuales hemos
formado la doctrina espiritual de los santos solitarios, he-
mos procurado leerlos con atencion para dar de ellos un
andlisis bastante extenso. Tambien nos hemos aprovechado
de las traducciones que se han hecho en nuestra lengua,
persuadidos de que serian mucho mas exactas que las
que nosotros mismos podriamos hacer ».
Muchos de los historiadores de los Padres de los desier-
tos y de los escritores eclesiasticos de los primeros siglos,
cuyo testimonio se aduce en el curso de esta obra, vivie-
ron ellos mismos en la soledad, y se encontraran detalles de
su vida al lado de las noticias que de ellos hemos tomado.
4. Bulteau murié en 1693, Habia publicado su Historia de los monges
de Oriente, en 1678.-—-T—
Citamos particularmente 4 San Atanasio, San Jerénimo,San
Juan Criséstomo, Teodoreto, el beato Casiano, San Efren,
San Nilo, San Basiliv, San Gregorio de Nazianzo, Paladio,
San Juan Climaco y San Juan Mosch. Tales nombres dicen
por si mismos todo el valor de estas relaciones.
Como historiadores, Eusebio, Sdcrates, Sozomeno y Pro-
copio que escribieron en los siglos IV, Vy VI, tienen
una autoridad irrefragable. Gennado fué sospechoso de se-
mipelagianismo, y esta sospecha debe poner en guardia so-
bre sus doctrinas ; pero la parte histérica de sus escritos es
estimada. Rufino, aun cuando necesite ser examinado, de-
be consultarse y puede serlo con fruto. San TeodoroStudi-
ta y Tedfanes escribieron mas tarde ; sin embargo, los dos
se cuentan aun entre los autores que hacen subir hasta las
fuentes de la historia monastica. El P. Marin tomdé de es-
tos diversos escritores todo lo que hacia para su objeto.
Despues de los autores eclesidsticos que van desde el si-
glo IV hasta principio del IX, encontramos a los sabios, a
comentadores, 4 los criticos. El P. Marin bebié mucho en
sus numerosos y doctos trabajos. Ya lo dijo él mas arriba y
no tenemos porqué insistir en este punto. No obstante, 4
los nombres citados en Jas lineas que acabamos de repro-
ducir, debemos afiadir los de Baronio y Assemani. El P.
Marin queria que su libro fuese, al mismo tiempo, un libro
de erudicion, de sana critica y de piedad ; y este dificil re-
sultado {ué plenamente obtenido.—b6—
teria en la que se encuentra un gran namero de dificulta-
des, las que no habriamos podido superar sin él sino con
mucha dificultad, y quizis no hubieramos salido airosos.
Como su obra es muy consisa y él solo se propuso hacer
un compendio, nosotros desarrollamos lo que él ha encer-
rado en pocas palabras, 4 manera de germen, al cual da-
mos toda la extension de que es susceptible. De este modo,
aqui se encontrara bien 4 la larga lo que él, por decirloasi,
no hizo sino indicarnos ‘.
« Ademds, las Vidas de los Padres por Rosweyde, los
Actos de los Santos de Bolando y sus continuadores, los
Monumentos de la Iglesia griega de Cotelier y las Memorias
eclesidsticas de Tillemont son las principales obras que he-
mos consultado. Tambien hemos recurrido 4 los antiguos
historiadores de la Iglesia y aun & aquellos que trataron
particularmente de la disciplina religiosa, como a Casiano,
4 la coleccion de las reglas de San Benito de Aniano y,
entre los modernos, 4 Bivario.
« En cuanto 4 los tratados ascéticos conlos cuales hemos
formado la doctrina espiritual de los santos solitarios, he-
mos procurado leerlos con atencion para dar de ellos un
analisis bastante extenso. Tambien nos hemos aprovechado
de las traducciones que se han hecho en nuestra lengua,
persuadidos de que serian mucho mas exactas que las
que nosotros mismos podriamos hacer ».
Muchos de los historiadores de los Padres de los desier-
tos y de los escritores eclesidsticos de los primeros siglos,
cuyo testimonio se aduce en el curso de esta obra, vivie-
ron ellos mismos en la soledad, y se encontraran detalles de
su vidaal lado de las noticias que de ellos hemos tomado.
1, Bulteau murié en 1693. Habia publicado su Historia de los monges
de Oriente, en 1678.-—-7T—
Citamos particularmente 4 San Atanasio, San Jerénimo,San
Juan Criséstomo, Teodoreto, el beato Casiano, San Efren,
San Nilo, San Basiliv, San Gregorio de Nazianzo, Paladio,
San Juan Climaco y San Juan Mosch. Tales nombres dicen
por si mismos todo el valor de estas relaciones.
Como historiadores, Eusebio, Sécrates, Sozomeno y Pro-
copio que escribieron en los siglos IV, Vy VI, tienen
una autoridad irrefragable. Gennado fué sospechoso de se-
mipelagianismo, y esta sospecha debe poner en guardia so-
bre sus doctrinas ; pero la parte histérica de sus escritos es
estimada. Rufino, aun cuando necesite ser examinado, de-
be consultarse y puede serlo con fruto. San Teodoro Studi-
ta y Tedfanes escribieron mas tarde ; sin embargo, los dos
se cuentan aun entre los autores que hacen subir hasta las
fuentes de la historia monastica. El P. Marin toméd de es-
tos diversos escritores todo lo que hacia para su objeto.
Despues de los autores eclesidsticos que van desde el si-
glo IV hasta principio del IX, encontramos 4 los sabios, a
comentadores, 4 los criticos. El P. Marin bebié mucho en
sus numerosos y doctos trabajos. Ya lo dijo él mas arriba y
no tenemos porqué insistir en este punto. No obstante, 4
los nombres citados en las lineas que acabamos de repro-
ducir, debemos afiadir los de Baronio y Assemani. El P.
Marin queria que su libro fuese, al mismo tiempo, un libro
de erudicion, de saua critica y de piedad ; y este dificil re-
sultado {ué plenamente obtenido.INTRODUCCION
El piadoso y sabio autor,cuyo trabajo casi textualmente reprodu-
cimos, el P. Marin, recuerda en su prélogo que el hombre ama Ja
soledad,aun cuaudo haya nacido para la sociedad.Expone las diver-
sas razones y los diversos méviles de este amor, y luego demuestra
que el solitario cristiano, aquel que quiere estar separado de los
hombres 4 fin de sentirse mas cerca de Dios, obedece 4 un princi-
pio sobrenatural de vocacion divina y de gracia. « Los cristianos
que se retiraron al desierto eran, dice él, queridos y favorecidos de
Dios. La misma mano que retiro 4 Abrahan de Caldea y 4 Lot de
Sodoma, les separ del siglo. » Ellos no buscaban la soledad para
gozar en ella de las delicias de los campos en el seno de la moli-
cie y ociosidad, sino que huscaban sitios espantosos, abandonados
de todo el mundo, y alli, encerrados en una estrecha celda, 6 reti-
rados en el fondo de una cueva, se condenaban 4 los més rudos
trabajos de la penitencia.
Pero 4 buscaban, al menos, « gustar las delicias del espiritu en
estudios estériles para el corazon? » No. « Sus estudios fueron so-
bre las Escrituras santasy en Jos otros libros que les inspiraban el
amor de las virtudes y les mostraban su practica. Ellos no aspira-
ron 4 saber otra cosa que 4 Jesucristo crucificado y 4 adquirir la
ciencia de la salvacion. »
« Completamente ocupados del cuidado de zu alma, se separa-— 10 —
ban de todo lo que de él podia distraerles. No trabajaban sino en
purificarse de sus pecados por la compuncion y la penitencia ; en
combatir sus pasiones con la violencia évangélica; en adquirir el
habito de las virtudes con una continua practica de las mismas.
Renunciaban 4 las riquezas, 4 los honores, 4 los goces de la vide ;
se esforzaban sin cesar en purificar su corazon de los vanos afectos
de la tierra ; tendian hacia Dios con todo el ardor de sus deseos;
elevabanse 4 61 con la meditacion casi continua de las verdades
reyeladas y con la contemplacion de sus adorables perfecciones ;
erigian en el fondo desu alma como un altar sagrado, sobre el
que se ofrecian todos los dias 4 si mismos 4 este soberano Maestro
como victima y holocausto, por medio de la mortificacion, la ado-
racion, la alabanza, la accion de gracias y la mas pura caridad ».
‘Tales fueron los verdaderos solitarios del cristianismo. No insis-
tiremos en sus virtudes, puesto que va 4 leerse su historia, van 4
verse sus Obras, y todo elogio seria palido ante la realidad. Nos
limitamos 4 decir brevemente que los Santos Padres miraron los
trabajos y el género de vida de los solitarios como una de las
glorias de la religion. San Agustin, hablendo de la verdad y
de las costumbres de la Iglesia catélica, se dedicd a alabar su
santidad como alabo la castidad de las virgenes. Hizo notar que
estos dos estados eran dos de los mas preciosos adornos de la
Iglesia, y que esta esposa de Jesucristo rodeada de variedades,
gegun la expresion del Profeta, no menos se glorifica, 4 los ojos
de su celestial Esposo, con el brillo que de él recibe que de los otros
preciosos adornos que en ella puso segun su misericordia.
E] mundo iba 4 encontrar en el desierto 4 esos hombres que de
él se habian separado. Verdse que ellos sufrian verdaderamente por
este atentado 4 su soledad. Temian los dones eminentes con que
Dios les favorecia y usaban de ellos 4 pesar suyo. Verase en ellos 4
hombres rectos, sinceros, humildes, pacientes, caritativos, de
una conducta irreprensible, de una conversacion edificantisima, de
una vida mds angelical que terrena y que, por el desapego de
todas las cosas y por la pureza de sus santos deseos, eran ha-—ue—
bitadores de la eternidad, en cuanto es posible serlo sobre la tierra.
Otras religiones tuvieron y tienen todavia solitarios; pero en nun-
guna parte se encontrarin hombres que puedan ser comparados
con los solitarios catdlicos, hombres en los que pueda reconocerse
la misma rectitud, la misma sabiduria, la misma humildad, la
misma caridad, el mismo gusto de] retiro y de la contemplacion y
el mismo zelo por los intereses de Dios. ¥ es que solo alli estaba
Ja verdad con gu fuerza, sus luces y su amor.
Por esta breve exposicion debe comprenderse de cuanta utilidad
puede ser esta obra. « No seremos exagerados si decimos que la
lectura de las Vidas de los santos solitarios no es menos util que la
de los combates de los santos martires, puesto que su vida peni-
tente, rodeada de otras virtudes, nos representa en ellos un largo
martirio y nos los hace ver como sustitutos suyos, elegidos para
esto,d fin de dar gloria a Jesucristo por un nuevo género de sufri-
mientos.
« Hé ahi porque San Benito, aquel gran patriarca de los monges
de Occidente ha recomendado su lectura 4 sus religiosos y quiere
que sé instruyan en sus virtudes como en las sus Padres en la vida
religiosa. Todos los escritores eclesiasticos, que de ellos han teni-
do ocasion de hablar, lo han hecho con los mayores elogios y han
reconocido que la relacion de sus hechos habia de ser de grande
edificacion para sus fieles. Los que escribieron la historia dela
Iglesia tomaron igualmente cuidado de enriquecer sus obras con la
relacion de sus virtudes. Sdcrates, Sozomeno, Teodoreto y Rufino
nos han ensefiado de ellos muchas cosas no menos edificantes que
admirables. Y por Wltimo, las diferentes compilaciones que de los
Padres se han hecho, han sido difundidas por todas partes desde
hace muchos siglos, llevando doquier el buen olor de Jesu-
cristo».
La heregia pudo hacer adeptos entre los solitarios. Hubo en la
soledad muchos monges buenos, pero los hubo tambien malos.
Decimos ahora esto en dos palabras, pero volverenos 4 hablare de
Jo mismo en el curso de la obra. Sin embargo, seremos breves en~- 12 —
este punto, aun mas breves de Jo que lo fud el P. Marin. Como lo
que principalmente nos proponemos es edificar 4 los cristianos con
ejemplos y maximas de santidad, no hemos de entrar en detalles
que, por otra parte, pertenecen 4 la historia general de la Iglesia
mas bien que 4 nuestra obra.
Notemos aqui de paso,con el P. Marin, que los errores que se des-
lizaron entre Jos solitarios no fueron de todos los tiempos. « Los
primeros Padres de los desiertos tenian una fe pura ; luego, ha-
biendo algunos por desgracia corrompido la suya, pero mas bien
secreta que publicamente, un gran niumero de ellos quedaron or-
todoxos. Por ultimo, habiendo adquirido fuerza la heregia, mos-
trése al descubierto y desde entonces se vid ésa separacion de los
ortodoxos y hereges, que armé 4 estos ultimos contra los otros,
levant6 altar contra altar, hizo confesores y miartires y atrajo la
célera de Dios sobre soledades en las que tantos monges eminen-
tes en piedad le habian glorificado con sus trabajos y virtudes y ha-
bian hecho de esos lugares una tierra de bendiciones y gracias ».
IL
La vida mondastica ha tenido sus precursores en la antigua
alianza ; pero la nueva es la que le ha dado su perfeecion. « Ya
en la religion mosaica, dice Canti, apoyandose en Filon, habianse
visto personas piadosas las cuales, para entregarse mas exclusiva-
mente a la vida contemplativa, abandonaban sus bienes y su pa=
tria y se retiraban en lugares desiertos. Estos solitarios pertene-
cian 4los Esenios y llamibaseles en griego Thérapeutes. Vivian
principalmente por las inmediaciones del lago Mceris, en Egipto,
en habitaciones separadas, pero no tan distantes unas de otras que
no pudiesen ausiliarse mutuamente contra los bandidos. Vivian en
abstinencia, no probando hocado hasta despues de la puesta del
sol ; y algunos, solamente comian cada tres 6 seis dias, y nada
més que pan con el que mezclaban 4 lo mds hisopo y sal. Su ves-
‘ Haremos notar aqui que el clima de Egipto permitia abstinencias
que serian imposibles en paises frios.eye
Saint Alntotne :
Sun Anfoure— 13 —
tido estaba en relacion con este régimen austero ; se dedicaban 4 la
oracion por la maiiana y por la noche y pasaban Jo restante del
tiempo leyendo 6 meditando en los libros sagrados, 6 buscando en
ellos alegorias y componiendo himnos y cantandolos'. Tenian
ejercicios en comun y se reunian especialmente cada siete semanas
para comer y orar juntos. Las mujeres eran tambien admitidas 4
estas reuniones.
Los solitarios de Ja nueva alianza que, desde el principio,
abrazaron este estado, se propusieron, dice el P. Marin, practicar
los consejos del Evangelio y ejecutar 4 la letra aquellas palabras
de Jesucristo: Vended todo cuanto teneis, dadlo d los pobres y ten-
dreis un tesoro en el cielo; despues de esto, venio: y seguidme.
(Luc. 18, 22); y aquellas otras: Todo aquel que, por amor mio,
abandonare su casa, 6 d sus hermanos, 6 é sus hermanas, 6 dsu
padre, 6 su madre, 6 & sus hijos, 6 sus tierras, recibird por ello
el ciendoblado y poseerd la vida eterna.
De modo que este estado no es una invencion humana, puesto
que en él se toman por régla los consejos evangelicos ; y como Je-
sucristo es el autor de estos consejos divinos, debe tambien ser
mirado como autor de una institucion en la que se hace profesion
espresa de seguirlos,
Este divino Maestro, cuya Sabiduria todo lo dispone con fuerza
y suayidad, no proponia estas méximas como leyes indispensables
a cada fiel para su salvacion, sino que las aconsejaba como medios
saludables que podian tomarse, si queria uno ser perfecto, pero que
qued&bamos libres para no seguirlos, sin que por esto se perdiera
la vida éterna.
Conviene, pues, distinguir en el Evangelio lo que es de precepto
y lo que solo esta aconsejado como més perfecto. Sobre esta dis-
tincion, se han fundado dos estados diferentes: el uno, de una vida
comun, en la que, entre los estorbos de la vida civil, trabajo uno
en santificarse, observando fielmente los preceptos ; el otro, de una
vida particular, en la que, renunciando las cosas del siglo, se
1 Cesar Cantu, Historta universal, t. V, pag. 547.—W4we—
aplica uno exclusivamente 4 los ejercicios de 1a religion, esforzdn-
dose en adelantar en la perfeccion con la practica de los consejos
evangélicos.
Tal es el principio de la profesion monastica y el que ha hecho
llamar monges, esto es, solos 6 singulares, 4 los que Ja han abra-
zado. Parece que no se les ha llamado asi precisamente porque ha-
bitaban solos en los desiertos, sino 4 causa de la singularidad de su
vida ; y en este sentido parece que lo entendié Graciano cuando,
citando un canon del concilio de Nicea, dice: « La vida de los
« monges debe ser diferente de la de los otros cristianos, como lo
« indica su nombre, puesto que monge, en griego, es lo mismo que
« singular en latin; » Yel autor de la Jerarquia eclesidstica dice
que los monges son llamados asi 4 causa de la singularidad de su
vida.
En el mismo sentido, puede Ilamarse 4 la naciente Iglesia de
Jerusalen del tiempo de los Apéstoles, un cuerpo 6 una comunidad
de monges, puesto que alli se seguiran fielmente los consejos evan-
gélicos, sobre todo en lo tocante 4 la comunidad de bienes ; lo que
hizo decir 4 San Basilio, 4 San Juan Crisostomo y 4 Casiano, que
la disciplina de los Cenobitas empez6 en tiempo de los Apéstoles y
que los monges no vivian diferentemente de lo que vivian los pri-
meros fieles de Jerusalen.
Asi que, el estado monastico, considerado como una profesion
expresa de los consejos evangélicos, tiene por fundador 4 Jesu-
cristo, por modelos 4 los Apéstoles y 4 los primeros fieles, y de
ellos han tomado Ja regla en todos tiempos los que han ido abra-
zando esta institucion. Entendiéndolo asi, no es dificil probar que
ha habido una sucesion de monges desde los apdstoles hasta San
Antonio, porque no puede dudarse que haya habido siempre en la
Iglesia fervorosos cristianos de uno y otro sexo, que han hecho
una particular profesion de practicar los consejos de Jesucristo.
Pero no todos consideran de este modo el estado monastico, y se
llama propiamente monges 4 los que se han retirado de las pobla-
ciones para entregarse completamente, y lejos del trato de los— 18 —
hombres, 4 los ejercicios de piedad, ya sea formando un cuerpo de
comunidad en calidad de cenobitas, ya solos 6 dos, 6 tres juntos en
calidad de eremitas y anacoretas.
Los autores estan muy divididos sobre el origen del estado mo-
nastico tomado en este sentido riguroso. Los unos pretenden que
se reconozca una sucesion de monges desde los apéstoles hasta San
Pablo ermitaiio y San Antonio el Grande; los otros, por el contra-
rio, sostienen que San Pablo fué el primero que habité solo en el
desierto, que San Antonio es el primer Padre de los solitarios y
San Pacomio el fundador de los cenobitas.
Casiano se declara abiertamente por la primera opinion en la
conferencia 48* (Collat. 18. c. 5) en la que, haciendo hablar al
abad Piammon, establece como una cosa segura que la vida ceno-
bilica ha precedido 4 la de los anacoretas (Véase tambien Biv. de
vet. mon. 12.) ; que aquella comenz6 con los Apéstoles ; que era el
estado de los primeros fieles de Jerusalen, y que toda ta Iglesia
estaba entonces compuesta de personas que vivian er comun de
tal manera, que de los monasterios que despues se fundaron, pocos
se les parecian.
« Pero, afiade 6], despues dela muerte de los Apéstoles, empe-
zando 4 relajarse los fieles, los que conservaban todavia el fervor
que estos jefes de la Iglesia habian iniciado y que se acordaban de
lo que habian visto practicar, salieron de las poblaciones y ce reti-
raron en lugares apartados; y luego alejandose mas poco 4 poco
de la conversacion de los otros fieles, recibieron el nombre de
monjes y solitarios, y su union hizo despues que se les llamara
cenobitas. De este tronco, fecundo en tantos santos, salieron en se
guida los anacoretas, cuyos principales fundadores fueron San Pa-
blo y San Antonio. »
Los que siguieron la opinion de Casiano, citan por primer
ejemplo 4 los Esenios 6 Terapeutas, de los cuales habla Filon en
su libro de la Vida contemplativa, que florecian en tiempos de
San Marcos por los alrededores de Alejandria. En efecto, lo que de
ellos dice parece convenir 4 verdaderos monges, como ha po-— 16 —
dido verse por el resumen que de los mismos hicimos antes.
Despues de los Terapeutas, se menciona 4 muchos santos y san-
tas de los tres primeros siglos, de quienes se cree que profesaron
la vida mondstica (Bult. Hist. mon. de or. lib. 1. c. 2. — Biv. 1. 2.
¢. 13). Tales son, en el primero, las santas Tecla, Zenaida y Filo-
nila conyertidas por San Pablo. Dicese que Santa Zecla, habiendo
sido librada de los suplicios 4 los que le habia condenado el ti-
rano, se retiré cerca de una montafia del territorio de Seleucia, y
que las otras dos, habiendo pasado 4 la Tebaida, fijaron su mo.
rada en una gruta cerca de Demetriades. Por las actas de Santo
Eudoxia, martirizada en tiempo de Trajano en Heliépolis, cerca
del monte Libano, se ve que habia ya entonces monasterios de uno
y otro sexo por los contornos de esta ciudad. San Telesforo habia
sido anacoreta antes de ser sublimado al sumo Pontificado. San
Epifanio dice del herege Marcion que abrazé el estado monastico
en su juvyentud y despues se pervirtid.
En el segundo siglo se cita 4 San Fronton, que tenia bajo su
cargo 4 cerca de setenta religiosos, y se retird en el desierto de
Nitria, en donde edificd un monasterio; 4 Santa Parascetes,
oriunda de una aldea del territorio de Roma, que distribuyé sus
bienes alos pobres despues de la muerte de sus padres y vistid el
habito mondstico; 4 San Narciso, obispo de Jerusalen, quien, siendo
calumniado, abandoné su iglesia y se retird al desierto ; 4 Santa
Eugenia, virgen, que se convirtié 4 la fe y, para mejor ocultarse,
vistiése de hombre y se presenté 4 San Heleno, obispo de Helidpo-
lis en Egypto, el cual la bautizé y la metid en un monasterio de
hombres, en la que brillé tanto su piedad que, despues de la
muerte del abad, fue colocada en lugar suyo hasta tanto que, ha-
biendo declarado su sexo, por una razon que interesaba 4 Ja gloria
de Jesucristo, formé una comunidad de Virgenes, y padecié final-
mente el martirio.
En el tercer siglo, se cita 4 San Nicon que pasé del estado reli-
gioso al episcopado, sin dejar por esto la profesion monastica, y
sufrid el martirio con 199 de sus religiosos; 4 los ascetas de quie-—AT
nes habla Origenes contra Celso ; 4 santa Teodota, martir en
tiempo de Alejandro, Ja cual habia vivido en un monasterio. Tam~
bien se citan las actas de San Galaccion, que dicen que Onufre
monge convirtiS 4 su madre Leucippe ; y que habiendo este santo,
juntamente con su esposa Episteme, abandonado el mundo, se
retiraron, el uno en un monasterio de hombres cerca del monte
Sinaf, y su muger en una pequefia comunidad de virgenes, termi-
nando luego su vida con el martirio. Citase asi mismo 4 San
Moisés martir, quien en el aiio 233 se retiré al desierto de Raithe,
donde habia ya solitarios; 4 San Pansofo de Alejandria, que vivid
veinte y siete afios en el desierto despues de la muerte de su padre
y murio por la confesion de la fe; 4 San Abibo, diacono y monge,
quien sufrié en la misma persecucion que San Pansofo ; 4 los San-
tos Victoria y Anastasia, martires, que habian servido 4 Dios
enun monasterio de virgenes ;4 San Leon de Pataro, tambien
monge y martir ; 4 San Denis, de quien se dice haber sido monge
antes de ser elegido Papa; y 4 muchos otros que pueden verse
en Bivario y Bulteau que los ha recopilado en un solo arti-
culo.
Pero este ultimo, despues de haber citado esta larga lista de
santos monges y de virgenes, que se meten en la orden monistica,
muestra las dificultades que se objetan ya sobre Ja verdad ya sobre
la antigiedad de sus actos, y nos hace desear pruebas mas con-
vincentes de la sucesion que estos ejemplos parecieran demostrar al
principio. Hay que convenir, sin embargo, en que no son del todo
imitiles y en que, aun cuando no podamos apoyarnos en ellos
como en sdlidas pruebas, afiaden algunos grados de probabilidad 4
otras razones en las que se apoya esta sucesion.
Baillet nos proporciona una en la vida de San Marcos. « Es
cierto, dice él, que en tiempo de San Marcos habia muchos cristia-
nos 4 quienes e] deseo de vivir mas perfectamente que el comun de
la gente inducia 4 retirarse en los campos de las cercanias de Ale-
jandria y 4 morar finalmente en pobres casas, orando, medilando
las sagradas Escrituras, trabajando con sus manos, haciendo absti-
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nencias de muchos dias consecutivos y no tomando alimento hasta
despues de la puesta del sol. »
Estos fervorosos cristianos eran sin duda del numero de aquellos
& quienes se did el nombre de ascetas, esto es, ejercitantes 6 com-
batientes, & causa de su ardor por ejercitarse en el combate de la
vida espiritual. Pero si estos ascetas no son diferentes de los mon-
ges, he ahi la cuestion de la sucesion mondstica plenamente deci-
dida ; porque nadie duda el que hubiera, desde el principio, asce-
tas en la Iglesia. Origenes habla de ellos de una manera muy posi-
tiva y Jos ejemplos de los mismos son tan frecuentes en la historia
eclesidstica que no se puede disputar sobre esta materia.
Ahora bien: hay muchas razones para creer que estos ascetas
eran verdaderos monges. 1° La significacion de su nombre, que
con justicia se aplica 4 los monges. Porque si los ascetas son lla-
mados asi porque se les miraba como alletas espirituales que se
ejercitaban generosamente en el combate de las pasiones y en la
practica laboriosa de las virtudes, no de otro modo hablaron de
los monges los santos: « Ellos deben, dice Casiano, ceilir sus lo-
mos como soldados de Jesucristo siempre prestos para el com-
bate. » (inst., l. I. e. 2.) ¥ San Benito en su regla dirige tambien
la palabra 4 lus monges. A vosotros, quienesquiera que seais, es
a quienes me dirijo al presente, los que renunciandoos 4 yosotros
mismos, quereis combatir bajo la enseiia de Jesucristo vuestro
rey, y que por esto tomais las fuertes y brillantes armas de la
obediencia. » (In proem.)
En segundo lugar, los monges han sido llamados indiferente-
mente por los Padres griegos terapeutas y ascetas, como lo nota
un docto comentador de Casiano. (Gasaus in col. 418.) San Basilio
llama 4 sus tratados sobre la conducta de los monges, reglas ascé~
ticas,y 4 sus monasterios moradas ascéticas justificandose de lo que
Je echaban en cara por haber dado curso al estado monastico en la
Capadocia: « Se nos acusa, dice é], de tener ascetas ardientes por
la piedad, que han renunciado al mundo. » (Pis. t. 63.)
En tercer lugar, los ejercicios de los ascetas fueron constante-