Вы находитесь на странице: 1из 26
a . 4 0 LAI CAEL emm Ate Y ART ai a coD 2 cis \ ® 13 DIF ' ENTE EL ANALLSIS UK LA PRODUCCLUH, ALAMEDA La SWASYORIA De LA HLStOlA” Uno dincualénoebre lee obieloo te eohudiode ta biatoria do_lo_hiatoriogcafia Alejandro Calteruzze Universidad de Buenos Aires-Universidad tucional do kunarto En el clima cultural de segunda mitad del siglo XIX europeo, que fue escenario, entre otros, de los procesos de profesionali- zacion de ia diacipiina y de conpolidecion institucional, algunos Uietoriadores comenzaron un tipo peculiar de reflexién sobre su actividad intelectual. Probablemente vinculada con lus fenédmenos de erganizacién disclplinaria, con los de eparleién de nuevos “merca- dos” para los productos de los hietoriadores y, de manera mée evidente, con los impuleos provenientes de la filosofia, saquellas reflexiones solian desplegarse sobre dos grandes espacios teméticoa, muchas Wéeée™ enlFeerazadsat DOE ihe parle, "81 —veLecide” alma todo, que segti ge complacian en suponer, se hallaba ya eatabilizado aunque se discutiera de cuél ee trataba; por obra, & 1 dala propia dieciplina, cuya contlnuidad deade ierddoto no 8e ponia Le Dibliografia dedicada a ecetas cuestiones crecid coneidersble- wente en los afios que rodean el cambio de alglo, y on las diacuslo- Nes que se suseltabun pacticiparon Wistorialorrs de preetigio reconovido. La obra que BEGCUSUWUNGEBSE publicé on alemin en 1915, reuniendy arliculos escrifSe BAUS OMtSE, hollé para producciones de cote natuvaleze una denominacién que, dealinada a tener larga vida entre los hietoriadores -con certezo, entre los italiancs, los alemanes y en buena parte de los hiepanoparlantan-, lograba ndemds eludir cl uve de la polémica férmula “fllusefia de la hislorta": ee Leatebe de ia buegueda de uns teoria y une iigiuria deb Flografia.l oo an USES la Argentino, a eu ves, low planes de estudio que propusu le estructura universitaria dedicada a Ja ensofianza de la historia incluyeron, bajo nombres diversos (listoriologia, Hetodologia) una asignatura dedicada a asuntos de indole similar ala de los que venimos apuutande. Desde finee de los aiios cincuenta, 1a denomine— elon, extendida y resiatente por otra parte a multiples y cadticos cambiow en los planes de estudio, fue con frecuencia la ofrecida por Croce: Teoria e Iiistoria de la Iletoriografia. ‘Tal titulo ha cobi- Jado hasta hoy, en el sistema de enséianza y también en e) de inves tigacién, enfoques, aproximeciones y problemas diveruos, que van desde la discueién teérica hasta el andlisis de grupos o corrientes nacionales o internacionales, inciuyendo ademés cueationea de método. Por otra parte, la actitud de muchos historladores profesiona— wh D> * : ut lee ante tomas que se entienden propios de la historia de ja histe- viografie presentan ceracteriaticas einguleres. Hace mde de treinta afivs, refiriéndose a otro contexto cultural, Arnaldo Momigliano ofrecia una definicién dura y precisa, gue nos parece adecuada para comenzar a deecribir la que era la eituacion argentina hasta hace pocos afioe: el historiador italiano sostenia que se hacia evidente el hdbitu de tratar a le historia de la hietuclourafia como un peeatienpo de domingo, del que algulen 68 coupa cuando eatd agotade de los trabajos verdaderamente histéricos y ono tiene ya fuerzas suficientes para leer un libro, eino sdlo para hojearlo"2. Natural- mente, y por razones que obedecen tanto a una conviecién teérical « como 8 una muy atendible defenea del cupacio gue ocupan en lal institucion, quedan exceptuados de esla descripeién general lose miembros de las céledras eepecificas y de las unidades de investiga~ elén vinculadas a elles: cerse, aii embai que algunos proyectos “Wedleados a ella han vonseguide Linanclecién. fn el mlemo sentid, une mirada cautelosa -.& / dadas lee dificultades que siempre presente un intento adn elemental de cuantificacién aplicado a materialea de cate tipo- a las inves tigacicnes llevadas adelante por los beca: ioe del wislema de UBA entre 1991 y_ 1993 revela que, teniendo en cuenta aquellos vinculados © humanidades y elencias eocialee, aingin proyecto ¥ mente inelelarse eu (aquél) area; curiosamente, we engayan dos tnveetigeciones sobre histdria disciplinaria en yeografia, una en clenclas de le educacion y une en peicologiati Asi, concebida como el andlisie de la produccién referida a un problema; cumy el estudio de grupos o corrientes definidoa por au perepectiva teérica o metodolégiva, por eu pertenencia inatitucdonal © wor 16 imegen del pasado que construyen; come la investigaclén de lag propuestes tedricas de los grandes hiatoriadores, loa eatudlos de historia de 1a listoriografia aparecen, con las excepciones que Swe que le) punsta en préuticn da alguusa promrums du tnvewbtuacion produce ‘sobre el objeto de wutudio gue, Urudivionuluonte ve le Atribuis a este hietorle. Simulléneamente, epelando u algunas de lee reflexiones més gonerales que aqui so efectuan, 90 eeboza una Apropuesta para la reconsideracién de algunve problemus de la histo— Tia de. 1a higterlografia argentina. Todos “estes “plantecs 6 han realizado, ademds, en la conviccién de la eupecificidad de este territorio de investigacién, en abeolulo menoscabade por la neceai- dad de didlogo. Como muchos otros que ee ocupan de aeuntus similares, este emprendimienlto seguramente podré ser leidv, de manera oscllunte, como una deneriveton orities y cual como una preadripeiéu; aunque; fofrecer una clave de interpretacitén resulta, en la actwallded, epenas un ingenuo e ineficaz intento de reaseguru por parte del autor, no podemoe evitar sefialar que nueatra intencién ha sido que este arliculo logre conalituirae en ambus coaus I-UNA VIKJA PRACIICA ¥ SU OBIKTO DE KSTULLO 81 movimiento que, a fella de una denignucion mas precies, suele ser llamado positiviemo historivardfico, y tambsén el hietori-~ clema idealigta en sus miltiples verelones, acostumbraban discutir con frecuencia, desde fines del elglo XIX, temas tuleo como el del papel” de las levesen le historia, el del Cavs artistico de ese suber, el de} métode histérico Gi! uno indirecto, el de loe productos del historiador concebidoe como formando parte de algiin género Literario.®. ‘Pe Bota agenda de problemes, cuya existenciu permite repensar incluso cuénto tienen de novedosos algunus da los planteos de los impulsores del actual giro Lingiiietico®, ee Integrabe en una méo omplia, que aspiraba « alcanzar algunes reopuestas a través de la reconstrucclén de los caminos que la historia como actividad inte- Mal liahié seguldo deade.loAutigua Grecia. En torno a esta ultima linea de indagacién, el] prublema de qué debia entenderse por “hietoriografia” -eato es, cudl era al objeto de eptudio de esa historia- fue seumide, desde principlos de eiglo, por filésofos e historiadores italiauos y alemanes. Asi, las “Cuee- tionee preliminarea” con las que Croce urd el segmento histo- rico de su citeda Teoria e historia de Ja historiografia, constitu- yen en buena parte una discusién con Fueter eobre el punto; algunas de les notes incluidas en la "Marginalia” de la obra se refleren a la miema cuestién teme7. Un_planteo que conformé finalmente la vulgata de las posicio- nee croceanae ee mantuvo ain embargo firme en medio de las contro- Meroe Le Ei ee ett hdl ar claramente Je diterenclaj entre 21 pasado (el ubjeto, nde coneci- miento) y ls actividad de indegar sobre é1, y en el principio de solucién, que significaba la recuparacion de propuestas hegelianae, y sostenia le'diatineién entre les “comas heclas" (rea gestae) y la jinvestigecion-conoeimiento sobre elles” (iistorla rerun gestarum). En ta férmula de Grove, la digtineién ue propuso on Lérminos de Moetoria/ hietorlografia; ee suponia, naturalmente, que la historia de le historlografia habia ei precivado eu objeto de estudio. Bl largo, y ocasionalmente polémico, destino de aquellos plan- teoe de Croce resulte prueba contundente de eu impacto. Asi, por eJemplo, I. Marron retomaba eate aaunto en un éabito cultural Perticulurmente aJeno @ las propuestas hietoricistas -salve en el caso de R. Aron como el francée, hacia 1959; Delic Cantimori, a au vez, soatenia en 1968 que aguella diatincién entre historia historiografia conetituia lo central de la herencia croceana. en el mundo hietoriogréfico italiano. A finee de los setenta y comlenzoa de los ochenta, por eu parte, Le Goff recuperaba unee reflexiones de Croce filtrades por los textos de Chabod, Momigliano y el propio Cantimort.® A pesar de jee discustoner yo wy perciéies Lomas de distan- cla, weeulls evidente que te historia de laiistoriografie tal como le_concebia ¢l filésofo napolitano ee hallaba vinculada eetrechamen- te @ lo que _podriamos llamar la hiatoria de lae ideas, y en particu. lar, @ ia de la filoeofia: “el objeto [de la hiatoria de la hieto- riografia] 8 el desarrollo ‘del peneamiento , hietarico” sostenia Croce, para agregar luego que ia historia de la historioyrafia “no eélo no puede distinguirse de [(. Jle IMetoria de la filosofia , sino que ni siguiera puede subordinarse a ella, porque es todo una con ella"? Vistas en conjunto, les alternativas europeas exhibien, junto a diferencias de tmportuncla en otros aspectos, una tendencia comin @ adoptar una organizacién teméticu eimilar a la que deacribiamos con anteriorided. Asi, no elo 1s verai én croceane Bio be wlel Spe Le mde antigua de Bernhelm -que a fines del siglo XIX ordenaba la reflexién historiogréfica en tres grandes tipoa: narrativa, pragmética y genéticu-, y una muy posterior de Collingwood, intentaban cubrir wlisinos ercés temporales. fe posible que los tres autores, entre ofros, hayan contribuido a la estabilizacién del horizonte desde el gual los_historiedores hispanoamericanos comenzaron a ebordar satos problemas en les afios veinte; la gran difueién de sue obras en la region, que cubre toda le primera mited del aiglo y adn ae prolongs heela log wesenta, puede avalar esta preounciénio. Asi, lo modelos citados pueden descubriree, caui con certeza, 4 nie afenes com fruto de alguna arcoica patologia nabiva; en el mundo europeo, por eJemplo, hacia fines de lop secenta, J.fopoleky juzgaba necesario, en un tratado sobré temas metodoldgicos, dedicar Segunda Parle de su trabajo a hietorler los gacién histérica”, comenzando desde ya con la desplegada en 1a Antigtedad. Del miemo afios ochenta Carbonell aspiraba a cubrir un periodo similar en su libro titulado La historiografia , y una década mde tarde, G.Bourde y Wl. Martin emprendian una tarea semejante en la reedicién de su trabajo Lan enounla bintérions)?. da “ieodelos de inveati~ “reflexion pragmética” modo, & comlenzos de los tenide en cumin, en cuanto actividades intelectual lladas en soviedades y climes culturuleo tan diversos, obtenia una respuesta francamwente desalentadura: ia mera inguietud por conocer el pasado, y ello ni siquiera en todos los casos. permitian entonces concebir como formando parte estudio a las indagaciones de Beda el Vencrable en el aiglo Vil y a lus de Fernand Braudel; y si bien puede wuponerse que ambos “estu- diaben ei pasado”, tanto la ausencia o presencia de ‘netituciones| especializadas como la cuestién de le exietencia de piblicos lecto-| res més allé de low claustros, y fundamentalmente las operaciones de; pensamiento efectivamente realizadas sefialan diferencias aprecia~ bles, y visibles ain desde la perepectiva que los propios historia-: dores de le historiografia aeumfan. Kelas prenivas del miamo objeto de Les flancos débiles de una mirada de ewte tipo han sido sefinla- des, con un aparate conceptual diverao al que aqui se uel iize, por yeeult, cuando se interroga acerca del lugar en el que puede @llerae ta unidad de cientoa enuneiados y formaciones. discursives: “somo puede decirse que el andlieie de las enferwedades de la cabeza hecho por Willie y los clinicos de Charcot perte- necen al miemo orden de discureo? (...140 que el anélieie del Juicio por los graméticoe de Port-Royal pertenece al mismo dominio gue la demavcacién de laa allernancian vuedlicas en fee Isnuion tndoeuropean? uiué won peu Ja wediclaa, In aramdlice, 1a economia? silo won nuda, wlno una agrupaclen retrospective por la cual law clenelss conlompordneas ee hacen una iluelén en cuanto a wu propio pasado? Zon formas gue se han inetaurado de una vez para siempre y ae han deaa_ rrollado soberanamente a travée del tiempo?"22 HL Interée de Foucault no era el que noe mueve, y ello nos exime de compartir algunas reepueetas ofrecidue a estos interrogantes. faupoco e6 neceeario reourrir eiguicra a una linea de critica que pere con la nocién de "formacién discureiva", o que trabaje anali. sicamente desde 1a “arqueologia del saber”; como wefialamos, una tirada menos eofieticada registra con facilidad los flancos asbilee fee apeniben aquellow intentos. El propia Collingwacd, uno de aud Jecutores, habia sustenido, hacia 1939, gue "la historia de 1a teoria politica [puede reemplazarse aqui ‘politica? por “de la hietoria"T"no” es’ le historia de dietintas reepuestas dadae a una y in_niema pregunta, sino le historia de un -Problema_cambiante, cuya’ imi 7 solucién cambla don 61".14 Por otra parte, y como reclamaba ineviteblemente la nuturaleza 2 de un objeto de estudio aei disefiedc, ae treatuba de una bietoris de ‘le “Republica de la historia", de los grandes eeatudiosos del pasad no faltabe, desde ya, la ineluslén dé filésofos, tal como Croce habia indicade. Lo que en la obra del italiano habia sido un ensayo de reflexion ordenada sobre lo que llamaba el pensamiento histérico, ee tranefurmata en muchos casos en un mapa que sefialaba -y on demasiadas ocasiones, apenas sefialaba- qué autorea debian atenderae, | ¥ unas lineas generales de evolucién de aquel peneamiento, siempre! trazadae desde el éxito péstumo. Simultdueamente, los principios filoséficoe que sostenian les operaciones que formaban parte del denominado método se convertian en uno de los ejea privilegiados; en Veratanes cord la de Collingwood, ese método se iba desenvolviendo cael naturelmente hasta permitir que le disciplina alcanzara un estatute plenamente “cientifico"se Debe recordarse, ein embargo, que buena parte de los textos mée Feclentes que cltamos nacieron concebidos como “manuales univeral. Eoxtoe™, un géuero que impone caracteriaticas pecullarea al. texto, gestinado a eu vez a un piblico : muy eapecifico. fn cuelauier caso, | Cota gituscién no alcanza a cubrir a las obraa fundadorae, que passer ak haber ,alimentado una tradicién de marcada pereistencia, Pero los herederos de aquel enfoque realizan hoy eu tarea en un espacio historiogratico radicalmente diferente del de principion de paate) 2 aun goo lade gl coleoe) veintes| Wapac testa] sifiice | oceetscecnee je naturaleze multiple de esas treneformacionus, que tuvieron lugar banto en la cetructura inatitucicnal como en el diglogo interdiest. Plinario, 1a perspectiva metodologica y laa grandee tradieiones de i 6 pensamlente que cruzaron al rente del campo intelectual; ei, en cambio, debe sefialaree que en lo actualidud es evidente lu exiaten- cia de nuevos temas y de nuevou modon de aberdar los vieJos. Ret, las indagaciones ee’ desp!iegsn hoy sobre frentes milti~ plea: lee condiciones de producién y le cunulitueién del discureo acerca del pasado, alentades por el desafio wemiolégicos la relacién entre los productos de la hetoria profesional y e1 mercado de bienes culturales, junto a las que consideran 1a poeibilidad de existencia de una industria de la hietoria; le organézacién de los “Iugarea de la memoria eo reeeana (eae deade yu)se deopliega en lo sociedad; los aapectos institucionates que iinpactan en la producctén historiograficu y las conexiones que eoas particulares inetituciones aoetienen con log deméa habitantes del mundo cultural y cfentifico Eetos aon entre otros los probleme que ve inginian en ese egenda renovada, que convive, como sefialanos, con acercemientos més clési- cou. que la propia denominacion lmpone, por relerir a Ja produccion escrita, parece ubarcer hoy a productos intelectuales, discursos, ideas, inetituciones, operaciones realizedae por la eociedad, o por el estado a través de us aparatos, en particular el escolar Fodemoe interrogarnos acerca de cudles de ellos son problemas "legi- Una tentativa de alcanzar respuestas provisorias a les pregun- tas que acabamos de formular puede comenzar osefialando algunos problemas generalee. Uno de ellos, a nuestro entender decieivo, ea el de la existencia de una conviccién que subyace’ en las obras de quienes cneayan historias de la hidtorjogrefia “occidental” o Aniternacional”, con agpiraciones de ser elgo més que la euma de Bete punto de partida elude log Juternowantes acerca de como atituyd! histénicamentenaa en qué niveles opera” y at Ltuy, etoricabente aque - on _quéuiveles opera”_y come funciona’ Bien mirado el aeuntd, Lal internacionalizaclén tiene su-propia historia y e114 indlea que fue un proceso dificil, comple- Jo yen absoluto acabadé. Inclueo el momento y__loe modos de ia propia profesionalizecién, a pesar de algunos acuerdos globalas,. ®1gue_eiendo un punto en debate. Instalados en un grado de genorali. zecién “alto, “piiede sostenerae que es e6lo luego de la Segunda Guerra Mundial y con mucha mayor nitidez Tuego de fines de los af cin- cusnky y comlenzos de loe sesenta cuando algo eemejante a7 une wnidad Internacional de hietoriador a exietir. Bea Sonlenzo"upenut Be teento on Lidunoe ~procesoo, hoy reconoeidos pero que, cuando tuvieron lugar, involucraron a elencos relativamente gecases: 1a liegeda de las propuestss de Annales al mundo anglosajén & partir de la experiencia de Pant and Present, nacida en 1952; le expanaién del didlogo con la cultura historiugréfica francesa en el caso italiano; la organizacién o consolidacién de grupos que aten- Gian @ lee evoluciones de le revieta de Braudel en Polonia, Retadoa Unidos, Canadé y en algunas ciudades latincamericanas!7. Conviens Lener en cueuta, por otra parte, que la paulatina epericién de una hietoriografia int jonal -designacién que Seconda obvio, el cardcter estrictainéité occidental del fenémeno Te ieridew, de 1a que provisoriamente admitimos su exiatencia, vinous 16_ a eetructures profesional alee ya existentes y cane Jadas, en la mayoria de ica Ga, ‘aL, —as nto. de un didlogo entre historiadores “faro"18, como de una aproximaclan—de instituciones nacionales (J) de créacién o fortalécimientor de entida~ deo_Internacionales, hecho que en abaclate es trivial. = fa muy probable que a cunwolidar ese procesa hayan contr ibuido tawbién“unae précticas que, aunque no fueran nuevas, ee_hicieran mée frecuentes en eata época: ai los viajes de eatudio exhibian une entigiledad de aiglos, las becas, los intsréanbios de profescres, los trasiados de investigadores, 1a financiacién externa de invest iga~ ciones enicaradas, ocasionalmente, por eqaipos mult inacionalee, crecteron notablemente al calor del milagro econémico (deads ya; mucho méa milegroso en los paises que solian llamarse centrales que en loa de le periferia) de los afios cincuenta y seeenta. Por otra parte, la Pevistes eepecia) i cadeg oa andieron sus chrouitoe de difuaién on el exterior ¥ fants elias ee de_traducciones matuas, vinculadae tanto a decisiones de indole académica como a resoluciones que atendian a los ‘intereses comercia- les en juego -como en todo negocio editorial- tuvieron también un papel deciaivo en el proceso analizado. Méa allé de coyunturas deafevorables, esta Ultima tendencka registra, para el mundo hieps hoparlante, un crecimiento sostenido que en la actualidad pone ‘a _srecimiento eostenial a dieposicién de doventes y vatudluntes unu vaste biblicteca de autores extranjeroa. Reapecto de lu evolucién de este fenémeno en la Argentina, puede citaree el Lestinonio de un destacado historiador que recordaba la penuria bibliogréfica que, como estudiante, atrave- 26 todavia durante los afoe sesenta en fuenos Aires; elle contraeta gen la oferte ectualt®, En este sions sontidu, cubria tener on |?’ cuenta 61 impacto que, por ejemplo, pudo huber tenido en la forma- |-° clén profesional de lee cemadee de eatudiantes que pasaron por las!” univereidedes argentinas en loe wltimos diez afios, la politica de | traducciones sdoptada por la editoriel Gritica de Barcelona, en cuyo | disefio Josep Fontana ha ocupado un lugar central29. tradicicnales” -que también iubian oetenido su proploe sietema de contactos europeos, aungue orientados hacia otrou horizontes- en Uuens parte de lu estructura universitaria; los inmensos éxitos del revieloniemo en su paulatina tarea de conslruccién de un ralato del paeado nacional capaz de eeducir a amplioe sectores de le sociedad argentina2?. En una de ue d. entendide como el nensiones, el problema puede ser cionslizaciou frustreda. riografia italiana hasta los afios ochenta, el caso frencés se hacia peculiar precisamente por hallarse en el centro del proceso de renovacién; de modo algo exagerado, y en otra clave interpretativa, Wallerstein ha llegado a proponer que Annalen constituyé una alter- nativa nacional francesa en el contexto de la Guerra Frie22. Si atendemos también se hacen svidentes cerecleriaticas propius: por una parte, la intensided de un debate casi aueente en otros smbitos, sostenido en torno a los problema epist 1§gicop _suacitados par. método histérico ya la solidez del_eetatuto clentifico de la diaciplina®5; por_otra, la aparicién de “una __edlide izquierda historiogréfice que, en muchos casos, até sub Giecusiones sobre ¢1 pasado a las que mantenia alrededor de la 2 politica. Reapecto del grupo que acabemos de mencionar, debe admi- { tiree que, e peaar de probables influjos inicialea ajenos 41 émbito inglés, el marxiemo culturalista es, en lo que hace a la hieto- riografia, una tradiclén fundawentidmente britduicu. Sin epelac a evtos datos, y tratando de ofrecer un panoruma més goneral, P. Burke sefialaba en 1985 que durante 61 “Antiguo Régimen" en la historiogra— fie inglesa “no ee hacia mucho caso de los historiadores extranje- la SociéLé Féodale (1939-1940) de Bloch no ee tradujo hasta y el Hediterrange (1949) de braudel haeta 1972-1973 (y adn entonces, por iniciativa americana)"24. Ee posible que los ejemplos puedan multiplicarse: la introduc- eién del dmbito norteamericano en el eaquema no hace mis que refor- zar la necesidad de tomar precaucionesa, tanto por su organizacién institucional como por le exiatencia de lrediciones casi nacionalea, como la de una historia intelectudl o de las ideas cuyo prestigio se remonte a Lovejoy. A su vez, en los paises latinoamericanos, la debilidad de la insercién institucional, las condiciones materiales en las que se desarrolla ia inveatigacién y las posibilidades — vigenteu por décadas- de aufrir céreel, destierro o muerte como castigo por la actividad intelectual realizuda, mueven Lawbién a la cautele.26' A vesar de les objeciones que hemos venldo formulando, no ee rata ugui de dewestimar mle vel Spica, sine du séfialar algunas “Uebtlidades"dé—Tao que Ja bibllowratie’ uo yuole heceras Curgo#®. ‘funte la préctlea de algunoo prestigiouus historiadores Como cierto acuerdo téelto permitirian hablar de la tiatoriografia jakermpeiona]) cubndy menos, deus aqueliva show. ker otra parte, una. ~2ete tipo, que se haga cargo de sus limites, permite percibir tendennias globalee de cuya extatencia nadie podria razonab sien los seeenla, en aquel eacenario, la tendencla a la cuantificacién campeaba, deaule mediadoe de los tioe setenta parece posible regietrar un proceso paul. ascenso de 1a historia cultural, intelectual, de lau ides, de y de otras vecinas. Bete horizonte internacional rei resulta también adecuado para tngteler otros modss de “hacer historia de la histor lograria”-por ejemplo, lee tentativae de reconairuceién de ia produceién referida a sobre la historia de la familia, los sostenidos acerca de le cultura popular en la Francia del Antiguo Régimen, y los que se refieren a la Revolucién Industrial y a la protoindustrializact6n?7. De la misma manera, debe reconocerse la existencla de d4reas de “investiga- cién mée interr izadae que otras. a be utilizacién de esta perepectiva permite, ademéa, el desarro- ilo_de_elereicios comparatives, que, a pesar de requerir precaucio- nee extremas, prometen ser fecundos. Un trabajo como el que P.Nora dedica a Laviese, en el cual se exploran ias relaciones entre : lo i m__problema eapecifico; entre otros, pueden citarse los debates” wopiincdpta ban ladanas coms le oegnnd auclones sulon de archives, Ja coneviidaclén de inetituelones, la publicuelén de libros de hietoria, la creacién de elencos de historiadores plenamente prote- pionalizedos bajo la presién de la dewanda escolar, junto al eatudio de los perfiles ideolégicos, filuséficos y win vedrico-metodolégicos de wn intelectual que ee halle en el centro de todas elles, puede conetituir un punto de pertide pars lu inveatigecién de las peculia~ ridadee del proceso de profeaionalizacién de la disciplina en la Argentina, y un bar&mi™para percibir eue retrasos o desviaciones. Deede ya, une comparacién eemeJjente alredudur del modo en que el problema de la nactén y de su hisloria era abordado, a fines del siglo XIX, por los intelectuales argentinoy y franceses también parece pooible. Yodo lo apuntads significa plautear que e} modo de tretar lo# temas no_lmpacta en los procedimisntos, 85nd que implica aigana propio objeto de estudio! no es el mieino proble- ma analizado en otra dimensién; es, en realidad, otro problema. Bn lugar referirse a tendenciss globales que se expresan en le produc- cién de los “grandes historiadores” del escenario internacional, la Asi, moviéndonce en ese registro, la _aproximacién institueto~ nal, efectuada desde cualquiera de los puntos de partide que 6e halian ‘hoy més 0 menoe estabilizados y disponibles, resulta de utilidad, como demuestran algunos trabajos dedicados,a la situacién argentina ya publicados.2° i Por sv parte, un muy citado Bourdieu ' ofrece un sugerente areenal de preguntas y de herremientas conceptuales que pueden ponerse’ en juego para el mundo historiograéfico. Deede ya, no 6e trata de subsumir, sin més, @ un posible “campo historiogrdéfico” en algunos, de los modelos ofrecidos por el sociélogo francés, sea el it campo intelectual, sea el oientitica, wea uno de loe “campoa que buscan la clentifiéldad como en el cose de las ciencias socia- les"8°. Por el contrario, entendemos aue el ceming 349 promisario, y también més interesante, es pri glee pertinente concebir 8 lae Inetituciones dedicadae Agacién, 4 la ensefianza y_& 1e_difuelén eapecializada de historia constituvendo preolaanente un sete es un “sistema de releciones objetives entre posiciones edauirides (en las luchée anteriores)”, que resulta el “lugar T...J deine Wole"eompetitiva’, que en el caso del campo clentifico tiene como “desatio especifico el monopolio de la autoridad cientifica, inseparablemente definida como eapac{dadtéonica y como poder sockal"i "A partir del reconocimiento dé algunas de cates earac~ teristices, se abre una verie de interrogeates aleededor de le inclusién 0 la cercania con el campo cientifice y con un més vaato coupe intelectual. y . eobre todo, en torno a lee reluclones soate-| uidas cen el campo del poder. 4 au vex, hace unos veinte aiios Michel de Certau proponia com- prender Ie hietorta, en e1 eentide de historiogeafia, come una eperaciéu, eato ew como “la relecién entre un lugar ({.-.] un medio ambientel...1), varica procedimlentoe de andlioie (una disciplina) y ja construccién de un texto(una literatura)". Su modelo, a pesar de clertos aires eatructurelistae, reconucia que loa procesos da necimiento de las disciplinas habian tenido lugar en contextoa sociales especificos, siempre ligades 4 la creacién de grupos; en su concepcién, ee trata de que “el establecimiento de un saber fresulta] indiacctable del de una inatitueién wocial"$2. En al eretcuto “due citamoo, las Lineas de invest iveclou, necesariamente scotadas, se decpliewan sobre low tres territorios eefalados (la jnatitucién, loe procedimientos disciplinarice y el diecurso) y sobre sus vinculos. Guizde reeulte pertinente incluir en este repertorio la propuea- te de recuperacién de una perspectiva prosopugrifica (entendida como tng due atienda ao “las cdracteristicaa comunes a un arupo [..-] mediante wi eatudio colectivé de sus vidas), que 1). Stone formulara hacia 197139, ‘ Le puesta en prdctica de cualquier: odes de aproxima- cién,” tan diversoa entre ei, e inclueo de algunas de sue sugeren- cles, reeulta précticamente impensable en un 2 més amplio que el de una. instituelén nacional o de wun conjunto acotado de ellass4. Ciertamente, en algunas de estas perspectivas se analizarén fenéme~ nos estructurales: tanto 1a Academia Nacional de la Historia como la Ecole de Hautes Etudes, entendidas cada una de ellas como una inetitucién, “ee inecribe en un coliplejo que le permite solanente on tipo de produceionee y le prohibe otras"86; todas las institueto- neo organizan ademas cursus honorum @ seguir, normae estandarizades 12 de competencla y dems dispositivus de disciplinamiente. Pero lo peculiar de cada una de estas altuaclones, 1 tipo de vinculos que ge eatablece en cade caso con el poder, el eiunificade politico que adguieren exclusiones y consagraciones, low enfrentamientos por la atribucién de valoracién positive a determinada figura o pericdo, hablan de manera particularmente clara no s6lo del espacio de la disciplina histérica sino de cuestiones politices y sociales proplas de una sociedad eepecifica. Cliistorindores ¢ intelectuales; pablivos y lectores Bntre loe habitantes de aguellas institueiones, ee conturen nuchos””Wiateriadores _proféslonales qua” continueron everiblendo _y hs ‘@uterior del mundo académico. Loa eafuerzoe alle n e608 profesionales por alcanzer publicos y auditorice més amplioe que low eruditos se concretaban en revistas de divalgacién, libros publicados en riistica, e intervenciones habituales en los medios de comtinicacién de masas. La existencia de estos emprendi- wlentos cullurales es, entre otras, una de las evidenolas de la cercania entre la uctividad del historiador y la del intelectual en sentide amplio, que Berduré asi mda @l1é del proceso de profeeiona- lizacién, en multiples ambitoe culturales. A peear de las diferen- EO OLN al Seah On GDA PADOGS indudable que muchos hietoriedores eiguieron actuando, a lo largo de buena parle del siglo XX, como intelectuales, y concibicron eu tarea en eoa clave Los ejempios de llobebawm y Thompson son evidentes, y a ellos puedé euinarse buena parte de los elencos de hivtoriadores mejor reputados en la Itelia de entreguerras: Salvemini, Croce o Volpe. Los casos similaree abundan, también en la Argentina. Desde ya, si descontemos la variable de pertenencia institucional, los revisio- nistas; pero también un historiador profesional como José L. Romero. fn algdn momento, incluso, fuera'por lo avuciante de la demanda de respuestas politicas, por la debilidad del aparato académico, o por ambas razones, lo que quedaba en duda en la relacién entre el “intelectual” y el “hietoriador” era la clenlificidad de la tarea de egte Ultimo. Reaulta atinado, aunque no grato para nosolros, penear que_el papel del hietorlador como intelectual ee ha deadibujado el .elima del “fin de aigle oalelon, ~ ‘errar cuestion, abrele necealdad di carla. Por ou parte, el resto de la cultura letrada ~y podemos sospe- char razonablemente que el resto de la sociédad, aunque no nos ecupemos del asunto en esta ocasién- continud hacléndose cargo de le barcode deuui{rar ol pasado, a vesur dél reconocimente de la exie- vei neu eapecializadus. Junto a los hombres de ras, profeslonales de otras dlaciplines, actorea colectivos como los partidos politicos, intelectlales vinculados a ellos y al 1g aparato del vetado y persudivlav, vbetinudamente, conutrutan y hacion circular visiones de la historia en unos textos y unos Scurses que scoatumbraban vioJar brutelmente tanto las "“reglas del método" como las caracteriaticas 4 5 6 fai, tanto hietoriadoree profesionules que ofrecian diccuracs no especializadoa como intelectuales en sentido amplio, continuaban explorando el pavedo con herramlentas divervas, organizando inter- pretaciones que aspiraban a la divulgacién, intentando explicar la historia de la sociedad ao le que pertenecian. Las imégenea del pesado que de este modo se ponian s disposicién de un pablico ampliado -que desde la irrupcién de loe medice audiovisuales habia encontrado e1 modo de superar 61 limite impuesto por la alfabetiza- eién- muy probablemente fueran resignificadas por eus destinatarios; eungue esta presuncién consatituye spenes una peticién de principios que clude las polémicas eobre los problemas de la recepeién y atin de le autonomia de los sectores populares, entendemos que las preguntas sobre estos asuntos, sobre eu exietencia y sus modes, dibujan otro nuevo espacio de investigacién. El viene a eumarse a los que se ineinuaban en loo parrafoo anteriores: e1 del diecurao sobre el pasuds, “clentifico” o no; el de Ja produceién no erudite geatada por higtoriaderes © por hombres de letras; el de la circulacién, apropiacién y traduccién de las interpretaciones ofrecidas; el dei hiatoriador entendido como miembro del amndo de la cultura. eufrido transformaciones muy profundas, sobre todo en los witimos veinte afios, al punto que hoy se dispone de miltiples programas de Ainveetigacién que, sin aleanzar habitualmente acuerdos en torno a qué los unifica y qué loa distingue, euelen concebirae a oi miemos como formando parté del miemo territorio®¢. Historia cultural, Nietoria de las ideas, historia intelectual, a las que podemos egregar historia de los conceptos, anélieia de los diecursos y hasta ja historia de mentalidades y del imaginario colectivo, son las denominaciones de objetos de estudio y métodos siempre inciertos y en debate. Pero con sélo tomar algunos de cus planteou, se abren a la investigacién los eepacios que menciondbamos mée arriba, que para la historia de la historiografia, han comenzado’ apenas a racorrerse: e1 de lee précticas culturales, ¢1 de las representaciones, el de 14 los mecaniemoe de difueién, el de lu craanizacién de le recepesén y la apropiacién, el de los lectoves Si, por ejemplo, un hietoriader como Chartier we pregunta por lee préclices que ae deapliegen en el encuentro entre el mundo del texto y el mundo del lector en el Antiguo Réglwen, es posible pensar, con cautela, este misma cuestién en el caso de la produccién sobre e1 pasado, cea esta ofrecida desde la academia o desde fuera de elle, sea destinada al coneumo de los pares, o tenga aspiraciones de divulgacién masiva. £ inclueive una operacién més vinculada a la critica literaria y a la eemiologia, como la gue ha realizado Umberto Eco intentando hellar las huellas del lector anhelado en los textos de ficcién, puede abrir perppectivay sugerentess? A au vez, los manualee de enseflanze primarta y secundaria, exaltados como fuentes de inestimable valor, podrian constituir 01 jnaterlal de una invéstigacién que cruzaca perepectivas de historia de la educacién con ubordajee desde el andlisis del discurso, desde la mds tradicional historia de las ideas, y desde la preocupacién por la relectura que los destinatarios de la operacién de escolari- zacién realizaban de aquelloe contenidos®®. fpensy rozawos aqui, por razones evidentea de espacio, las powibilidades que abre la aplicacién del anéliale del diecureo al conjunto de textos que refieren al pasado, eruditos o no. lntre el texta fundador de Barthes, de 1967, y los extremos més rodicalea del “linguletic turn”, loa historLadures parecen haber perdida, esta vez definitiva~ mente, la ingenuidad frente a Jos textos que manejan y producen; esta eltuactén promete ser un punto de partida fértil para reflexio- nar ecbre el propio trabajo intelectual. Yel vez un ejemplo argentino permite svustensr las posiclones que hemo# planteado. flacla el Centenario, segun se admite, tuvieron lugar en Buenos Aires tanto 61 proceso de conaolidacién del campo intelectual -que presenta rasgos particulares, sefialados ya por Sarlo y Altumirano- como el de comienzo de estructuracién del aparato profesional; ambos fenéwenos parecen estar auficientemente probados desde el punto de vieta empirieo®®, Muchoe de los agen- tes que participaron en ellos sostenian entre ai vinculoe de diverea naturaleza: hombres de la Nueva Eecuela Hietérica escribian en Nosotros, en polémica con Grousssc; las revistas de la venguerdia Jiteraria no 6e privaban do criticar con Insistencia a Levene, y Hurtin lice, en ei piiifiee Wimero Bggo24 reclamaba procisamente una “nueva historia"; el articulo de Alejandro Korn sobre aquella propoia Nueva Eecuela aparece también en una de lke revietas del movimiento juvenil, Valoracionea. Todo esto ein conthr las relacio— nes con las personalidades de] mundo literario més ¢oassgrado, como Ricardo Rojee y atin con el univereo politico, dadb que asi como buena parte de los emprendimientos juveniles se hallkban cercanos al reformismo wnivereitario, Ja celuvion ue aluunos mieubros del grupo de hietoriadores con el estado radical son cunncidos4?. la aplicacién de perapectivas como lay menciunadae en las Péginas anteriores permite, ante eetus datos, formular preywilae de alain interés. Una de ellas ae refiere a la vinculacién entre los dog procesos: gella existe, o por el contrario, deben pensarse como dea fenémenos win conexionea? 2Puede plantearse un modelo que, rela. cionando un proceso de estructuracién del campo intelectual y uno de organizaciéy disciplinaria, explique algunas caracteriaticaa de loo modae de tratamiento del pasado pur parte de los intelectuales argentinos, | y elmulténeamente logre promover la reconaideracién de ja insistencia de la Nueva Escuela {Mietérica en el cumplimiento de le preveptive metodolégica concebida como yarantia de cientificidad? Reaulta entonces posible, ai se utiliza ete esquema explicative, que las criticas de la vanguardia sean vistas como geotes mie eiguificativbs que una boutade juvenil, y que ae vineularan a una ouerte de lmpugnacién a 1a historia desde las letras. Si wate interpretacifn funciona, puede modifiear parcialmente laa opiniones sobre el navimiento del reviaioniane en los trainta, habida cuente de gue alginas de ous principales figurse -Gélvez, Iburguren. Irazuste- habian participudo en la década anterior, un distintas posiciones, de aquel campo eetrictamente Illerario. Precisamente, el] ya my trajinado tema del veviuiuniowe puede ser interrogady desde aquellos puntos de partida: eituanduaus en low sseenta, tanto los mecanismos de difusion cumo las précticea deaple- gadeo alrededor de sua textos, y atin los fundamentoe disoursives de su relato del pasado aparecen como cueutiones posibles. Junto a elles, deberian indagarae loa efectos que en la circulucién pudo haber tenide e1 hecho de que algunce de low “esostenes maturiales” de discureos aobre el pasado, no fueran libros ni articulos: volan- tea de grupos politicos, canciones folcléricas reouperadaa en vereiones supuestamente originales, posters y afiches, hasta pelicu- jas y obras de teatro. Este heterogéneo condunto de evocacionse del pauado, encontraba en los contrafeateJou que ol peroniemo organizaba en coagion de lew aniversarios del combate de la Vuelta de Obligade una excelente oportunidad para la difusién. Para otro periodo, un enéliaie de le batalla por la conetruccién de una imagen de San Hartin en log afios treinta, que puede conetituiree en un mapa de materian -a-ag@mier, ha ~eldo-"yecreshizado apelando e una bateria documentel que incluye libros, decretoe ministeriales que organizan los homenajes piblicos y comentarios bibliogréficoa4?. Estas fuentes que, desde zonas muy claremente ajenas a la ecademia, y ain al mundo de la alta cultura, han contribuido segin entendemos a organizer imégenee sociales del paaadu, no adlo se hallaban diepouibles, en la Argentina, en funeién de los problemas 18 de la historia necional. kn lus dlivs treiuta y cuaroula, al mundo cultural portefio seguia olorgande a lu Gran Guerra y @ Octubre de 1917 un carécter crucial en la explicacién de la situacién contempo- rénea; las visiones que aqui circulaban de los dos acontecimientos debian nuchisimc més a la literatura pecifista, de fiecién o testi- monial, y a los productos también literarios de los viajeros a la Unién Soviética que a la historia académica argentina 9 europea. Tau poco debe entenderee este como un proceso peculiar de nuestro pais; basta pensar, en este punto, en la vulgarizacién de los relatos sobre la expansién hacia el oeste en los Heludos Unidos a través del cine, y luego de le televielén. Sin tomar en cuenta la multitud de obras menores que contribuyeron a sostener aquel proceso, debe reconocerse que las peliculas de John ford, por ejemplo, admiten, obviamente, otrae lecturas enlendides come unlvereales; pero el eacenuria en el que se ubicaban Lerminé por aer towado por “elerto”. y oug Leman puedan oer legs timamente AV UN PROGRAMA A CUMPLLE Si se admile Jo expuesto hasta el momento, el panorama con el series documentales son organizadas por una te, lanzada por el fie _en loa mos de utribucién de sentido « una figura histérica’ por parte de algiin grupo social, en la idiscusign_que el mundo cu politico scstenia acerca—del—pasado, en las operaciones que grupos dominantes y el estado ensayan alrededor de 108 rélatos dela historia, en las caracterieticas de las producciones de intelectua- lea_e histori eo “entendidas como discurscs, en los mecaniamos de Jegitimacién y exclusién instaurados en el interior|/de una instibu- cién; ‘nog_preacupanunag "ideas", perc nbién| unae prdcticas cultureles y aun unoa sujetos colectivoa que lab ejecutan o las eufre! — t Nos hallemos asi, segin parece, a gran distancia de aquel vbjeto de estudio que Croce habia atribuido a la: hietoria de la Wietorsograffa: e1 penoumlento histérioo, oxpresado en loe grandes ar autores y concebide comy identico wl objelo de le historia de le filoeofie. Esta traneformacién ha ueurridn de hecho, al menoe parcialuente; ein embargo, ain_re unlos para someter a Uno de ellos ee relaciona con la dircunatancia evidante aye buena, parte de lo: O8 | ees ae alcanzar tae ellos qué ends venida manclonando pueden aplisarees cin abeoluta pertinencis, aloe grupos eatrictamente acedévicos: le perspective del anélisia diecurelvo adnite ser ulllizeda astro el conjunto documental conakituide por log textos de los histor riadoves profeslonales del miemo modo, las perapectivas’ “InsElticio- nales pueden ser empleadas sobre el acotado universo de lao acade- mias y las univeraidades, y la reconatruceién de précticas cultura~ jes y univerace de lectores tolera wer efectuada en ese mismo espa- cio. ko #2 cule nuestro plunteo; for el contrarlo, entendemon que debe profundizarse una puegueds que excedn, ain desestinarlos, exon 4mbites: Beta propueata que, in mos, se insinda en la~producelén aéthal, we auienta en le convicoién de yue la pregunta central no reflere al vensemiento hiskérico; nl elaulera, a nosotrou miemoa en tante Miutoriaderes. be interrogucléu eu -o dobe ser, en nuestra evinlén~ subye los modus "aque ‘oc: intente explicsrse eu Pasedo; en estos eafuerzoa, nunca del todo concientes, sues ejeou: vadds"“eon ‘planes précieos, que evidencian desde ya las lineas que dividen a oes suciedad, ae ponen juego todas las operaciones, produceiones, mecaniemos, procesoa™ circulacién yd “relectura—de 6 con anterloridad”—nueetra pregunta, que no roepota 138 _aue “hab Tees con la anbigia denominacién, ea une vez mia adcial, pero specifica ror tener en su centro la conatruccién y difusién -en la que win dudae tienen un papel central aunque no excluaivo los propios hiatoriade. rea académicos- de unas viscnes del yusado No entendemos con Carbonell aue_cas eepecificidad pave por suponer que “una sociedad uunca se descubre tan bien como cuands” proyecta hacia atréa ou propia imagen"*2; lo miemo podria decirse de la proyeccién hacia edelante. Se_halla, en cambio, cuando metive para el siglo XX, en el entramado peculiar que ee teje entre una disciplina inet itucionali- Z6dp “aunque eu eatatito epistemolégico yeu cientificidad saan cficlicamente pueetos en duda, un _mundo cultural que no s6lo le reclema explicaciones sobre el pasado ino que imagine laa suv, unos aperatos eetatales que aspiran a operar sobre los sectores subalternge y que a través de la neceaidad de paraonal eepecistioede generan una demanda que repercute sobre la propia diaciplina univer. eitaria, unge sctores politicos que aeientan inevitablemente sue posiciones presentes en algiin diagnéstico del paeado, unos medics mesivos_de_comunicacién que, en elguuoe casos, participan activenan, te de todo el proceso, unoa wectores sociales que. siemees ae menere IMoterious pera el hietoriedor, releen le produccién intelectual y heeta organizan sue proplas visionea. Eatoe eonstituirian los 10 En realidad, si damos por cierto que la condiclén posmoderna ee caracteriza, entre otros resgos, por el hecho de que ia historia ya no logra otorgar sentido a 1a existencia, estos planteou serian movides sélo por la curiosided cientifice. Para low historiadores que_en cambio entendemoe que el programa deja “modernidad no é6~ ha NOTAS 1.Se trata de Teoria_e Historia de la Hialoriaurafiu, que recogo articulos publicados entre 1912 y 1913, y fue publicedo en alemén en 1915; lo primera edicién italiana es de 1916. y en la tercera, de 1927, oe ogregs lu “Marginelin”. in las cltas que eiguen, nos referiremoa @ la edicién que Imén publicé en Buenos Aires en 1953. Por otra parte, como ha sefialado K.Pomian, eule clima de debate} agitaba no eélo a la historia, wino que era “toda 1a clencia y en particular eu nucleo, la fiaica, la que estaba eiendo puesta en cuestion". C£. POMIAN, K.: “L’hietoire de la science et l*histoire de l‘hietoire", en Annales. Eeonomiea, Soviéléa, Civillaationa, afio 30, num. 5, set-oct. 1975, péginas 935 a 952; cita on pégina 936; le traduccién es nuestra 2.C£. MOHIGLIANO, A.: Terzo conbiribulo alla otoria degli studi Giansic! edel- mondo nntiaa, Toma, Edizicnl di Storia e betterature, 1966, p. 708; la traduccién ,es nuestra. Ver también,’ sobre las posiciones de Momiglieno, lae opiniones de FINLEY, H.: Usa y abuso dela! historia, Barcelona, Critica, 1977 (le. ed’ inglesa 1975 J, pége.| 114 y es. i 3.En los émbitos de la Facultad de Filosofia y Letras de la Univer- sided de Buenos Aires, y en la Universidad Nacional de Rosario, funcionan en la sctualidad Programas y Centros de Investigacién dedicados eapecificamente a cueationes historlogréficas, vinculados a las cétedras reapectivas. 4.Las eituaciones que ee han presentado en ocaeién de celebrarse las Jornadas Intereecuelas de Historia pueden incorporarse a este elenco de huellas. Convertidas hoy en dia en vn espejo muy fiel de la situacién en el campo historiogréfico ~tanto si se tiene en cuenta las relaciones de fuerza entre distintae facciones, grupos o genera~ ciones, como si se atiende a la fragwnentacién de los objetos de estudio y aun a la calidad de los trabajos presentados-, en algunas de sve ediciones los papers correspondientes se instaleron, con mayor o menor pertinencia y comodidad , en las mesas dedicadas a “higtoria de las ideas” (Rosario 1989), mientras que en las tltimas 1g ocasiones incluyeron meses ecupeciticas wubre Lemus llumados “histo~ riogréficas” (Buenoe Airee 1991, Mar del Plata 1993). El hecho de que las meeas we organicen atendiendo a lau comunicaciones efectiva— mente existeutes, y atin los criterios de clasificacién empleadoa, Pevecen ratificar aguella entidad incierta de la que hablamos con anteriorided. Ho se nos eacapa que la apertura de mesaa eapecificas y_ de eimposice es, muchas veces, el resultado de operaciones y ecatrategias individuales o colectivas. Pero nadie ee atreveria a duder, por ejemplo, de que habré trabajos de liiatoria social, de las ideas o econdmica; con la historia de la hiatoriografia, en cambio, nunca hay eeduridades, ni en cuanto a la existencia de comunicacio~ nee ni en cuanto a su clasificacion. Loo datos que consignamos en el texto han sido obtenidos en [SECRE- TARIA DE INVESTIGACION Y POSGRADO-FACULIAD DE FILOSOFIA Y LETRAS): Primeraa—lomadas de Becarion de Filosofia v_Letras, Be-As., 1988 y CSECRETARIA ‘DE CIENCIA Y ‘TECNICA-UNIVERSIDAD DE’ BUENOS’ AIREST. dornadae_Interdisciplinarias de Becarios de inventigacién de la UBA. en eus edicicnes de 1991 y 1992. §.Una lista wecesariumente incomplete de autores que eaumian estos puntos incluye a Droyaen, Lacombe, Preeuan, Xenoyol, Bernheim, fangloie, Suignobos, Keer, Simiand, Rickert, Dilthey y ,natucalmens te, Croce. Coneultar sobre le bibliografia existente: | POMIAN, cilado, paégines 936 y 937; TOPOLSKY, J.: Metodalogia de la_biatoria’ Madrid, Catedra, 1992 (18 edicién poleca: 1973], pagina 99 y ne. y 110 2 116; un texto de época, de ubilidad para verificur la exten~ sion del debate y el horizonte bibliogréfico disponible es #1 de DE NICHELIS, E.: li problema delle scienze aloviche, Torino, Bocca, 1916. G.Langlole y Seignobue sostenian en 1898: “Fodemos decir que [..] hacia 1860, para los hiatoriadares y para el publice, la historia resulta un género literario. Una prueba excelente ea que loa histo- riedorea tienen todavia el hébite de reeditar sus obres, a muchos afioo de distancia, ein cambiarlae en nada, y que el pulbico tolera esa préctica.{...]s sélo en las. obraa de arte donde la juventud es eterna. , Gotdé claro que [...] la obra historica ea hoy, no exolulei— yomente pero ei sobre todo, una vbra de arle"; cf. LANGLOIS, Ch. y SEIGNOBOS, Ch.: Introducelén aux études historiques, Paris, Hachet- te, 1902 [18 edicién: 1898], pagina 262. 7.Ver CROCE, Teoria « Historia de la Iliatorigurefia, cltado en nota J. jPégines 135 y ea.; y 257 y es., en particular 263 a 287 y 287 a 289. BS llog referimoo a las siguientes obras: MAKROU, H-I.: Bal conact- migute blatérica, Ba.As., Per Abbat, 1985 [14 edlelén Frances 1959), péginas 22 y es8.; CANTIVORI, b.: Lo hintariad historia, Wareelona, Peninsula, 1985'[18 ediclén italiana: 197i}, que recoge articulos publicados con anterioridad; se trata en Perticuler del titulado “Historia e historiografia en Benedetta Croce” (1966), péginas 239 249]; LE GOFF, J.: Penoar in hintoria. Ha ig. progreso., Barcelona, Paidés, 1991, que redne trabajos publicados en italiano entre 1977 y 1902]; paginas 96 a 9B. Get jour, Teurin e Ulatorin cde Iu llutorlografia , edtado, péginae 137 y 144 reapectivamente. 20 10.Las obras menwivnadas eon BEAHIKIM, Ko: beheluch din. butter lucheu melhed: und. der eeschichtuphilasoplhie, Leipzig, 1889; y CO LLINGWOOD, R7G-: Ideade in historia, Héxicu, FCB, 1072 (18 edicién ingleeo: 1946). Bele Ultimo trabajo, yue es en realidad una recopi~ lacién poutuma de articulos, algunos ya publicades, fue Lradueide al castellena ya en Wine Li.beede ys, indigauuw aqui udtu una Lendencia general, cuya vertfi-~ caclén empirica wolo we ha realizude pera la UBA; incluso hey en ese Ambite excepeiones, como la representada por los planes de trabajo deearrollados mientras el Dr. f&. Castellan ee hallaba al frente de la Cétedra de Teoria e ilietoria de la Ilistoriografia. Sin embargo, creenos posible atribuir aquella Lendencia a buena parte de le eatructura universitaria argentina 12.Ver TUPOLSKY,J.: Mebodalowia du le lisburia, eltade; CALUNELL, Ch-U.: La higuorlografia, Wéxico, PCE, 1907 [1a edicién francesa: 1981) y BOURDE, G. y H-MARTIN: Lua eusuelas histéricas, Madrid, Akal, 1992 (edicién francesa corregida: 1990] 13.C£. FOUCAULT, M.: La _arqueolowin del water, México, Siglo XXi, 1983 (18 edicién francesa: 1969], pagina Si. 14,C£. COLLINGWOOD, R.: Autabivaralia, México, fl ingless: 1939]; paginas 67 y 68. » 1974 [12 edicion i5.Noe referimos a la veraién contenida en la ya citads ldaa da la Uiatoria; la Autobiografia, también evocada con anterioridad, resulte & nuestro juicio un texto mucho més interasante. 18.Los plantece acerca de la “comunidad cientifica” pueden consul- tarse en POLANYI, W.: The logle of liberty, Londres, Routledge y Kegan Peul, 1951; paginas 53 0 57; véase también KUIN, Th.: “Revolu- clones en el pensamiento” en NISBET, R. (comp.): Cambio nocial, Madrid, Alianza, 1979, pégina 145 y 68. (se Lrata de la reproducesén de un capitulo de La estructura de laa revoluciones cientificas, de 1962. Sobre la muy -y muchas veces, imprecisamente- utilizada nocién de “campo”, tal como le plantea Bourdieu, recomendamos en particular la consulta de BOURDIEU, P.:"E1 campo cientifico” [1976], en Redes. Revinte de eatudion sociales de ja clencia, Be.As., vol:i, mim. 2, dic. 1994; paselm. Puede verse también “Campo intelectual, campo del poder y halitua de clase” (1971], en BOURDIEY, P.: Campo de} poder y Sampo_intelectual, Be.As., Folios, 1983. Por otra parte, debemos sefialar que algunoa de los argumentos que desplegamos a continuacién han sido anticipsdos, de modo mée breve y en funcién de otro problema, en nuestro articulo "La histo- rie politica en el fin de siglo: zun rétorno amenazante? Boletin de listeria, efio 12, nim, 23, 1994; péginae 3 a 28. + en 17.Estos procesos son analizados en los articulos reunidos por PAGANO, N. y BUCHBINDER, P.: La_biatoriografia francess contemparé- nea, Bs.As., Biblos, 1993. La biblicarafia sobre Annales ‘alli sugerida nos exime de reiteraciones. 18.Deade ya, utilizamoa eata nocién en un eentido que no obliga a! admitir el completo modelo de Bourdleu ; nos referimos,‘en palabras de Sarlo aplicadas a loe hombres de letras, que evocen a aquel autor, a “aquellos de quienes!se habla y a quienes ee cita". C£.AL~ aL VAULRANO, C.° y SAKLU, He: Lileraturusiuelatad, Uu.As.,lechette, 1983. pdgina 84. 19-Enlreviels del autor con Lule Alberto Romero, mayo de 1y¥94. 20-En époces suteriores, un rol eimiler, en un unlverso menos vaste, parecen haber jugado las editoriales mexicanas Siglo XXi y Fondo de Cultura Eeondwica. Leade ya, resulta excesivo atribuir a la oxia. toncie de reportorioa biblicgréfices traducidue un impacto de kraucendencie en la investiyacién; in embargo, estamos convencidas de que ai tienen particular Importancia ui ae atiende a la media de ja formecién profesional, y aobre todo al mundo de la ensefianze fuperior y secundaria. Tal como venimou eugiriendo, entendemos que je exploracién de estos iltimos territories resulta impreseindipie en una propuesta como la nuestre. 21 .Sobre estos puntos, pueden conuultares: KURUL, J.C.: “Low Auualea gn la Wiutoriografia argentina de 1a décuda dei "60"; en Punta de Yinka, Ba.As., nim. 39, 1980; HALUURIN DUNGIL, T.:"Juué 1. Romero 9 pu lugar on la historiografia argentina", en Deaarrolla fuandmiaa. Be-As., vol.20, nim. 78, 1980, y del miemo autor “Un cuarte do sigioe de historiografia argentina", en Lesarrallo oondmica. vol. Boe uum 100, 1986; TERAN, 0.: Nueatroa afins sanentaa, Be.he-, Puntosur, 1961; y los articulos reunidoe en DEVOTO, F. (comp.): ia bistoricgrafia argeitiua en el plalu YX (vol 13}, Bu Ae.,CRAL, i994 Acerca de ia “cuestién revisioniata’,nos permilimos’ remitlr a CATTARUZZA, M.: “Algunas reflexiones sobre el revisiuniame historie Se toch UEVOTO. F. (comp. ): Lia historiogralia argentina aul aigla &4 (vol. 1], Bs.As., CHAL, 1993, 22-Remitimos, acerca de Jae particularidudes de ia produccién Metorlogréfica italiana, y de uu posible alineacion con ef contexte europeo en los ochenta, a GALLERANO, W.: “H) fin del caso italiano. ba historia politica entre “politizuclén’ y “ciencla’" {18 edielan italiana: 1987], en DEVOTO, F. (comp.): Ln hiatoriogratin italiane Senienporénen, Be.Ae., Biblos, 1983. La misma cuesticn es aounide, aun |tangencialmente, por el reato de los articulos reunidos en ie Gompilacién citada. La opinién de Walleratein puede conaultarae eq WALLERSTEIN, I.: “Fernand Braudel, historiador, hombre de la coyus. Bere’) 8” Cupdernos de Yeoria o Wetoria da la iliatoriografia,s Be.Ae.. nim. 2, 1987 [18 edicién inglesa: 1902}, pagina 9 sos 3-5in olngin anhelo de exhuustividad, podemoo eltar algunas obras fertioularmente representatives de los’ eenderos que epiatemdloges c Matorladeres de eate dmbito seguian en el contexto del, debate explicacién-comprenaisn, a nuestro juicio enlazade con la polémice posterior explicacién-narracién: POPPER, K adel _hiatori~ fanigg, Madrid, Alianza, 1984 (18 edicién — Ingleea: 1944-19461; OMPEL, G.: de —funcién de laa leven generalen en la historia, Be-Ae., CECE, 1963 [18 edicién inglesa: 1942]; GARDINER, P- noture—of higtorical explanation, Londres, 1962; BERLIN, i.: Le inevitalle—en la historia, Bs.As., Galatea, i957 {traducelén de te primere conferencia dictada por Berlin en i983, publieada en’ inglée Benet FRAUKEL, |= Cho: Exlinacién¢ inuerpratactan en hietocia. pezhe-s Bly, 1961 (18 edicién inglewu: 1957]; CARR, f 2Gud Mataria2, Ba.As., Ariel, 1983 (18 edicién inglesa: 1961]¢" DONOGAN, bajexplicaclén en historia, Be.Ae., Fliyl, 1972. [ia edicion inglesa: 1967] y, desde ya, un mucho méa'funuco WHITE. i: Hetabdee hor. the bisluriacal liagluation di bie pinelvenlleenabucy Euros. Baltimore, 1973. Le lieta,inslotimos, podria seguir. 24.Sobre le izquierda historiogréfica ingless, puede conuultarse La eita, en BURKE, P.: “La hiatoriografia en Inglaterra desde la Segunda Guerra Mundial”, en (VV.AA.J: Le _hintovlourafia on Ocoidente 5. Avbitudes, tendanciae y problema metodalégicas, Pamplo- , Universidad de Navarra, 1985 ; pagina 21. ni 28.Acerca de la historiografia nurteamericana, remi tin TOR, R.: Los historiadorea pruureolulac, se Ne., Paidés, 1970 [1a edicién en inglés: 1968]; JiANDIIN, O.: “Reflexlones personales acerca de un llamamiento” y “Loa temae centrales en la historia de los Estados Unidos”, en la recopilacisn de articulos del miamo autor titulada La_verdad enla biatoria, Wéxicu, ECE, 1962; (18 edicién en inglés: 1979]. 26.En un sentido my diverso al que hemos venido siguiendo, otras dificultades se manifiestan cuando ee intentan estes asbordajes; asi, J. Boutier y D. Julie sostienen en i995: “La extraoidinaria interna- cionalizacién de la investigacién hietérica, Ja divereidad de lae aproximacionee, 1a maaa de publicaciones hacen imposible un panorama exhaustive de 1s Inveetigacién histérica desde hace medio siglo, ni siquiera para el émbite froncés”. La eulida propueste conelste en limiterse o sefimlar las grandes lineas de “une historiografia abordada principalmwente a partir de) territorio francés". BOUTIER, J. y JULIA, D.(dirs.): Bagnds recompoads.. Champa et chan= Ajera de l‘iliabuire, Parie, Autrement, pid. 27.0 mode de ejemplos, ver VIAZZ0, P.:EL Cambridge Group’ y la duveabigscian bistérica aolre la familia, De.As., Guedernow do Teoria e lilatoria de la Hietoricgrafia, 1907; CHAITIeR, u.: Wl mundo como _reprenenbaglon._iiialorle cultural: enlre pricl loo vy representa: gigu, Barcelona, Gedlea, 1992, en particular low capililos & y 7} BAGHOLI, GO. y RODRIGUEZ, F.: La Revolucion Ldualrial. ldeaa v debates 1960-1990, Bs.fe., Biblos, 1993; [VVAA.}: La Bevolucian Induatrial {reproduccién de ponencias precentadas en el Congreso Internacional reunido en Florencia en 1981), Barcelona, Critica, 1986, en particular el "Prélogo” a cargo de J/Nadal, la “Introduc— clon” de P.Mathies y el capitulo tltulado “Revolucién industrial y proceec de induatrializacién”,por D.Landes. Subrayenoe que, salvo excepciones, estos trabajos no evidencian una preocupacién estricte- mente historiogrdfica; en ellos, el andiisis de la produccién referida a un problema es un prolegémena a la propia investigacién sobre él. i 20.Beta posicién no obedece a ninguna motivacién provineiana; por el contrario, entendemos que la historia cultural y la historia de ; le hiatorjografia argentina, por ejemplo, son absolutamente inexplica- bles ai no se apela a contextos més ‘amplion. Pero la operacién de buecar'conexiones es una que presupone diferencias entre lcs distin- tos eecenarios; my diversae son Ja que ce deben deearrollar si se ineiete en concebir espacios culturales casi planelarios. Lo que aqui planteamos ee casi un principio de método, entendido en ou sentido menos sofieticado: parace imposible operar con objetos de estudio de esa magnitud, ai ea que ee loa pienaa formando parte de una trama soclal. Los planteos que se hagan en adelante preouponen, entonees, que los marcos nacionales contindan siendo los més adecua— 23 do pers deoplegar una aproximaclon cons la angecida 29.Now velerimos en particular a PAGANO, Hl. y GALANTE, Mo: "La Nueva Recuela Histérica: una aproximacién inatitueional del Centenario. a la décade del “40”, en DEVOTO, ¥. (comp. }:La-lishorigorafia argenti- uaen 6] siglo XX (vol. TJ, Be.Au., CRAL, 1993. Bo. SE. BUURDI BU, “EL campo clentifico", oltado, pagine 148 SL.C£. BOURDIRU, “EL campo cientifico", eitade, pagins 191. 32. Loe planteos del autor pueden eonuullarse en DE CEICIAU, Me “be operaclén hietérica”, en LE GORD, J. Y NORA,P.(dice.): ‘Hacer Ia bistorla [vol. 1], Barcelona, Lala, 1978 (la. ed. francesa: 1974], végina 15, nota 2, y es.; en La emcritura dela historia, México, Universidad Ibercamoricana, 1985 [la. ediclén francesa: 1978], el propio De Certau modifica parclalmente aquella propuesta en paginas 71, 72 y se, Eota wltima version es la que utilizamos aqui. S8-Gf. STOUR, L.: El pasado vel pramanta, México, ECE, 1986 [1a edicién inglese: 1961}, pagina 61; el articulo al que corresponde la cite ce titula, precieamente, "Prosopografia”. S4Una posibilidad que quiebra esta alternutiva ew el trabajo sobre entidades internacionales de iistoriedores, pero su estudio desde eelos marcos conceptuales dificilmente podria escapar alvestudio de caso" o & la reiteracién de fendémenos caol universales DE CERTAU, 11.2 bu enertiura de la hinterin, citado, péygina 36-De una amplia bibliografia, pueden sugerirec loa uiguientes krabajos, que revelan lag incertidumbrea, los desacuerdoe’ y loa untos centrales de la discueién: (VV.AA.}: “2Qué ew la historia intelectual?", en Debate, num. 16, junio 1948, que recoue entrevie. bag a S- Collini.. Q.Skinner, J.G. Pocock, entre otroa; (VV-AA.]: "Ua dibatuito sulle storie delle idee"[1987), en Rivinta di Storia della Storiesratia Moderna, Roma, afio XI, num. 3, aet.-dic. 1990 on el que participan Le Goff, iambreas, Starobinaki, P.losel, e-a.; y capitulo titulado “Historia intelectual e liatoria de las mente. Jidades. Trayectorias y preguntas", en CHARTIER, R.: £1_munde soma dupresentacion {...1. cltado. 37-los referimos a ECO, U.: Lector in fabula. La cooveracién intar= Preteldve eye] texto narrative, Bareelons, lumen, 1967 (18 edicién iteliana: 1979). Pe. ke Gore, on Pennar ta biutoria, citade, ha subrayado la impor- kaneis ane, como conjunto testimonial, acumen loe manuales eacolarce eu pésines 48, 75 y ee. Para el dmbito latinoamericano y argentine, ieee gitar: entre olroe: AWUCHASTEGUI, H.: "El discurso de ola pigkeris Argentina en los textos de primoria’, en Guadernse do Ietoria Kealonal, Lujén, vol. ‘111, mim. 9, agosto 19877" ATRKENE BERG, 4. (comp. ): Latinoam aiuni—enagianza de lo historia, libros ‘da ypexto—-x—conuiencia histérica, Bs.Ae., Alianza/ELACSO/G Bokere institute, 1991 (18 edicion alemana: i996}, que contisne bibliogra- fise de utilidad; y DEVOTO, F.: "Idea de nacién, inmigracién! ' y cuestién social en la hiatoriografia académica y en loo ‘libres'de Lexto. Argentina, 19L2-1974", en Buludius tucdalun, Sunta ke, aio 2 num. 3, 1992 39.Acerca de la emergencia del campo intelectual en La Argentina del Centenario, conaultar ALTAMIRANO, C. y SARLO, B.: Eneuyanarwentl= nud;..de Soriano. luvaugnardia, Ue-Au-, CUAL. 1963: ver también SAKLO, B.: El imuerio de loa sentimionlaa, Us-As.. Caldlogoa, 1985, péginas 19 y es., y de la propia autora Una _wodernidad perifécica. Buenca Alros, 1920 1930, Ba.Ae., Nueva Vielon, 1986. Rvapecto del proceso de consulidacion ‘ingtitucional de le disciplina y de profe~ alonalizacién, y en particular de les debates todavia pendientes, ver, en DEVOTO, F. (comp.): La bintoriouretia “argentina nel siglo 2% [tomo 1], Bs.As., CEAL, 1993, el “Beludio prelimlnar® del prepio Deveto, y de PAGANO, U. y ‘GALANTE, M.: “La Nueva Bucuela Historica. Una aproximacién inetitucional del’ Centenario a la década del ‘40° 40.Huchos de estos temas han eido inveetigades por Fernando Rodri- guez; romitimes a la ponencia presentada en jas Jorradas Interescue~ lae de Iietoria, Mar del Plata. 1992, que lleva por titulo “El debate sobre el pasado nacional en doa revintaa de le venguardia literaria argentine” 41.Se trate del trabajo de HOURUADE, B.: “Ricarde Kojes, hagiégra- fo", ponencia presentada en las Juinada intereseueiae de Hietorie, Mardel Plata, 1992. 42.C£. CARBOUELL, Ch.-O.: Latuiutoriverufin, Nexto edicién francesa: 1981] ,pagina & > ECW, 19B7 [1a 4a.Mo reclamamos para esta denominecitén ningun cardcter novedowo; por el contrario, vulnerando algunos de lus criterias gue hemos planteado, puede ‘encontrarse un leJano antecodente ¢ deotiotuires 1, de il. de la Popellnlére, eporecidy en 1899. Mée cerca de noactros, P. Vilar suetenia hacia 1960 que “la ‘historia de la Historia’ -entendida de forma més amplia que algunes ‘hieturlas de le historiografia” [...]- seria quizée el ejercicio histérico mée fructifero que pudiera uno proponerse". Cf. VILAR, P.: Iulelacidau al vocabulario del andliaia hisldriea, Barcelona, Critica, 1960 [18 edicién francesa: 1980); pagina 20. Por esos afus, Lamblén Le Goff reclamaba una "historia de la hivtorie’, en un Lexlo que la deapro- liJe traduccion castellana ha tornado Inestable; allf, en pagina 13, la historia de la historia queda homologada a la hisloriografia, e incorporada a la historia de lo eimbélico. En pagina 48, evoeando un trabajo de B. Guenée, Le Goff propone que 1 programa de una hieto~ ria de le lietoria debe incluir la produccién profesional y “el conjunte de fenémenos que constituyen la cultura, o mejor dicho la wentalidad hietérica de una época”, pera reclamar luego “un enean- chamiento de la nocién de historia en el sentido de historiografia”. Consultar también las péginas 50 y ss. y 75 y as. Ver LE GONF, J: fenpar la historia. Modernidad, presente, progress, Barcelona, Poidée, 1991 [reune articulos publicados en italiano entre 1977 y 1982]. A su vez, K.Pomian, en el articulo citado en nota 1, ineietia en la necesidad de concebira la historia de la historia, que vendria a reemplazar a la historia de la historiografia, como un capitulo de la hiatoria del conocimiento; esa propueata incluia la siguiente declarecién:"De lo que tenemos necesidad actualmente es de una historia de la historia gue ponga en el centro de ous investi- gaciones las interacciones entre el conocimiento, las ideclogias, 28 Jy” Wistolre / law exiyeneiaa pueute entre de la eacerlinea { sb Cane do hielorta de CE. PUIILAN, clLado, pagina 962. RE ROS 795 « ROSARIO So yermite tender lon clenetus y la de lu Lileso£i literatura y atin la del arte”

Вам также может понравиться