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I. La presencia estatal en los conflictos ambientales
Muchas de las corrientes que ofrecen una interpretación de los conflictos ambientales tienen el saludable efecto de resaltar la
dinámica de los movimientos locales y, al mismo tiempo, llamar la atención respecto del sentido político implícito y muchas veces
oculto en algunos planteamientos culturales (Alimonda, 2009). Sin embargo, es pobre el análisis y – mucho menos la teorización-
sobre las formas en las que las instituciones y políticas estatales se imbrican con el origen y fundamento de los actuales conflictos
ambientales, y esto cuando no se sostiene que las disposiciones e instituciones estatales han desaparecido del escenario. En ello
podríamos caer si, por ejemplo, en un extremo entendemos este tipo de conflictos como disputas directas y aisladas entre actores
sociales y el gran capital transnacional2.
No podemos negar que las luchas ambientales interpelan a las grandes empresas transnacionales (por ejemplo, Barrick Gold, en el
caso de la minería, o Monsanto, para la agroindustria); pero tampoco podemos asumir que eliminan al Estado de su espectro de
interlocutores o abandonan el uso de las instancias judiciales como estrategias de acción. Por un lado, los gobiernos locales suelen
ser la primera caja de resonancia del conflicto (Merlinsky, 2009) y, además, su presencia física y reconocible contrasta con la ausencia
de sedes de las grandes empresas que suelen más bien asentarse en las grandes metrópolis financieras. Por otro lado, la
canalización de demandas mediante instancias judiciales, legislativas o administrativas también representa una incorporación del
Estado en los conflictos. La exigencia de informes de impacto ambiental a dependencias de la Administración Pública, la utilización de
1 Esta propuesta hace eco de aquello que hace algunas décadas los científicos sociales reconocemos como necesario: las categorías y conceptos con los que
trabajamos y empleamos para explicar el mundo social necesitan convertirse ellos mismos en objetos de análisis.
2 Por ejemplo, Giarraca (citada por Merlinsky, 2009) sostiene que existe una relación directa entre las luchas y las grandes empresas internacionales que se
3 Al respecto, ícono de estos proceso de judicialización del conflicto y en donde sin duda el Estado media entre actores sociales y empresas transnacionales es el
juicio al vicepresidente de la mina La Alumbrera, Julián Rooney como responsable del delito de contaminación. Asimismo el proceso de judicialización del conflicto
por la instalación de la pastera Botnia en el margen del río Uruguay también contó con una importante presencia estatal.
4 Esta idea se basa en Foucault (2007) específicamente en la definición que hace de estados de dominación a los que caracteriza por el hecho de que la relación
estratégica está estabilizada en instituciones. De esta manera los distingue de las relaciones estratégicas y de las técnicas de gobierno, que son los otros dos
conceptos que hasta entonces aparecían confundidos en su categoría del poder.
5 Habermas (1975) hace referencia a esta doble dimensión con las categorías de crisis sistémica y crisis de integración social.
6 En términos de Gramsci, diríamos que se ha producido una“separación de la sociedad civil y la sociedad política: se ha planteado un problema de hegemonía; es
esta problemática sino también otras escuelas. Ejemplo de ella son las actuales versiones de neoinstitucionalismo económico que sostienen que “nosotros sabemos
cuáles son la clase de instituciones que si se ponen en pie y funcionan de la manera correcta, seguramente contribuiránal crecimiento económico. ¿Cuáles son esas
instituciones que se necesitan para que una economía crezca? Primero, derechos de propiedad bien definidos, segundo un sistema legal fuerte y estable, y tercero
se necesita de la fuerza de la ley” (North, 2004: 34)
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prescindir o desconocer tales marcas, entraña al menos dos riesgos muy frecuentes en la investigación en ciencias sociales: 1) usar
nombres viejos para fenómenos nuevos (cuyo sabor final no es más que aquel que registra el dicho popular “nada nuevo hay bajo el
sol”); 2) confinar los fenómenos nuevos a los márgenes tanto de la sociedad como del conocimiento. De ese modo fenómenos u
acontecimientos que impactan de manera significativa en las estructuras, prácticas o representaciones que la sociedad hace de sí,
resultan minimizados en el lenguaje de las ciencias sociales a problemáticas de grupos o escenarios específicos.
Conceptualizar las resistencias ambientales exige tener en cuenta un conjunto de esquemas y conceptos, que necesitan ser pensados
y esclarecidos, pues es en relación a ellos que se inserta la variación creativa o, dicho de otro modo, sólo con ese telón de fondo es
reconocible lo nuevo. Las siguientes líneas o enfoques de análisis entran en nuestro telón de fondo:
b. La conservación de la naturaleza
Para este tipo de enfoque, las luchas ambientales se erigen en defensa de la conservación de la naturaleza. En este sentido, las
luchas constituirían un registro puramente biocéntrico cuyo ideal en términos de políticas de acción es la creación de reservas o
8 Un indicador de la larga y fuerte presencia de los movimientos ambientales europeos es su aceitada institucionalización en organizaciones ecologistas
internacionales (ONG´s) o partidos políticos. Entre las primeras, se encuentran Amigos de la Tierra, nacida en 1969, y Greenpeace, en el 1971. Entre los segundos
podemos ubicar: el Die Grünen (partido verde alemán fundado en 1980), Les Verts franceses y Los Verdes españoles. Los Verdes también proliferaron en Bélgica,
Francia, Finlandia, Luxemburgo, Holanda, Suecia y Suiza. Según Marcellesi (2008), esto explica que el movimiento verde haya sido la primera fuerza capaz de
poner en marcha el primer partido de ámbito europeo: Los Verdes europeos (creado en Roma en 2004).
9 Por ejemplo, Castells propone una tipología de movimientos ecologistas pero reconoce que “la mayoría de los ejemplos se han extraído de la experiencia
estadounidense y alemana porque cuentan con los movimientos ecologistas más desarrollados del mundo y porque tuve un acceso más fácil a esa información”
(Castells, 1998:3).
10 “El desarrollo económico parece acarrear transformaciones en consonancia relacionadas con las motivaciones y los puntos de vista (…) Es un cambio que implica
un giro en una dirección diferente, en que cada vez va contando menos la optimización económica a cualquier precio, a expensas del impacto en el medio ambiente,
en la felicidad humana, en la expresión de la personalidad propia, en la autonomía, y en tantos otros factores. Esta situación nueva, en que se da mayor importancia
a la calidad de vida y se le resta a la autoridad tanto secular como tradicional, está dando paso a una visión del mundo también diferente.” (Inglehart, 2005:26)
11 “Existen movimientos sociales de los pobres relacionados con sus luchas por la supervivencia, y son por tanto ecologistas –en cuanto que sus objetivos son
definidos en términos de las necesidades ecológicas para la vida: energía (incluyendo las calorías de las comidas), agua, espacio para albergarse. También son
movimientos ecologistas porque tratan de sacar los recursos naturales de la esfera económica, del sistema de mercado generalizado, de la racionalidad mercantil,
de la valoración crematística, para mantenerlos o devolverlos a la oikonomia (…) La necesidad de supervivencia hace a los pobres conscientes de la necesidad de
conservar los recursos. Esta conciencia a menudo es difícil de descubrir porque no utiliza el lenguaje de la ecología científica sino que utiliza lenguajes locales,
como los derechos territoriales indígenas o lenguajes religiosos” (Martínez Alier, 2009: 5-6)
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parques naturales limpios de la acción humana12. Según Leff (2008), este enfoque representa una forma de simplificar la solución a la
cuestión del crecimiento económico y poblacional como “decrecimiento”, “abstinencia” o “ecologización de la racionalidad económica
existente”.
Reflexiones finales
12 En la tipología de Castells (1998), este tipo de movimientos se definen como amantes de la naturaleza y apelan a ese sentimiento en toda la sociedad,
prescindiendo de las diferencias sociales. Tal fue el origen del movimiento ecologista en Estados Unidos.
13 Por ejemplo, Svampa (2009), señala que la potenciación de lenguajes de valoración divergentes acerca del territorio en los movimientos contra la minería a cielo
abierto es más visible y explícita en pequeñas localidades y en el caso de los conflictos protagonizados por comunidades campesinas e indígenas. En estos
conflictos, según la autora, el vínculo más estrecho y más inmediato con el paisaje, la tierra y un conocimiento del entorno natural permiten construir mediaciones en
torno a la idea de “comunidad de vida y territorio” que se expresan en lenguajes de valoración territorial (Svampa, 2009:45).
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El trabajo de investigación no importa una asimilación de los casos a un cuerpo conceptual, y tampoco una visión inductiva que
suspenda toda referencia de aquel. Se trata más bien de una dinámica de implicación mutua, en la que la superficie interpretativa que
ofrecen las teorías es intervenida por un conjunto de operaciones que, erigidas desde corpus o datos, extraen, reinscriben y
desplazan, completan o desafían los sentidos por ellas provistos. Y viceversa, corpus o datos resultantes del trabajo empírico son
interrogados, recortados, significados desde categorías, conceptos y relaciones dispuestas en los desarrollos conceptuales. Este es el
ejercicio que proponemos para seguir pensando las luchas ambientales en América Latina.
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