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c) El pueblo, las mayorías a las que se dirigía Jesús, por tanto, sufrió la persecución, sabía por
Jesús, no aparece entre los responsables de la per- qué la sufría y a dónde podía conducirlo. Y esa per-
secución. Se podrá discutir si comprendieron bien o secución, en cuanto conscientemente asumida, da
no el mensaje de Jesús, pero no lo persiguen, más la medida de su fidelidad a Dios. Le muestra como
aún, son una defensa objetiva para Jesús, pues el un ser humano que no sólo anuncia la esperanza a
«temor al pueblo» impide que lo apresen. Esta cons- los pobres y anatematiza a sus opresores, sino que
tatación ayuda a comprender quién era el destina- se mantiene en ello, a pesar de la persecución, por
tario de la práctica de Jesús, y pone en guardia – ser ésta la voluntad de Dios. La muerte final violen-
desde el punto de vista histórico– contra la precipi- ta no le sobrevendrá como un destino arbitrario, si-
tada generalización teológica de que lo que llevó a la no como lo tenido siempre en el horizonte.
muerte a Jesús fueron los pecados de todos por
igual. 2.2. El significado que Jesús otorgó a su propia
muerte
d) Las causas aducidas para la persecución son
variadas, históricas unas, teologizadas otras (sobre Jesús fue consciente de que la persecución pod-
todo en Juan). Pero en el fondo, no son otras que ía llevarlo a la muerte, pero hay que preguntarse
las denuncias de Jesús contra el poder opresor, el además qué pensó él mismo sobre esa muerte, pues
poder religioso en directo, en cuyo nombre se justi- no aparece Jesús como lunático fanatizado, sino
ficaban otros. como hombre normal que por necesidad tenía que
reflexionar sobre ello. Y, más en concreto, qué de
e) La persecución real, mantenida y progresiva positivo –si algo– vio Jesús en el hecho de que él
muestra objetivamente que «el conflicto no es algo pudiese morir de esta forma; es decir, qué aportaba
puntual, accidental», y, subjetivamente, que es un –si algo– la muerte violenta con la confianza que
proceso que «Jesús asume de manera cada vez más había depositado en Dios «Padre».
lúcida… no sólo lo sufre sino que lo provoca» (C.
Bravo). Esto hace evidente que Jesús tuviera que En los textos de los evangelios no se puede en-
tener conciencia de un posible desenlace final trági- contrar inequívocamente el significado que Jesús
co. Y esto es importante para caer en la cuenta de otorgó a su propia muerte, pues la mayoría de esos
la libertad de Jesús y, en definitiva, del amor de textos están muy coloreados por la situación pos-
Jesús. pascual en la que ya se otorgaba una clara dimen-
LA MUERTE DE JESUS 3
sión salvífica transcendente a la muerte de Jesús. ejemplo para que también vosotros hagáis como yo
Con todo, hay indicios de lo que pensaba Jesús, he hecho» (Jn 13,15).
que los vamos a concentrar en el relato de la última
cena, entendida ésta no puntualmente, sino en re-
lación con toda su vida. 3. EL JUICIO A JESÚS
hecho pasar por rey de los judíos. Y también lo con- ternativa excluyente: no se puede «ser amigo» a la
firmaría la oferta de Pilato de cambiar a Jesús por vez de Jesús y del César, todo rey «se enfrenta» al
Barrabás, un subversivo político. César (Jn19,12).
Estrictamente hablando, en las narraciones no La necesidad de dar muerte a Jesús es, pues, de
aparece un juicio a Jesús, sino que el hecho históri- un orden superior: hay que elegir entre el Dios de
co fundamental lo constituiría el episodio de la gen- Jesús y el dios de Pilato, entre Dios y el César. La
te que reclama la libertad de Barrabás. Pero en ese última razón por la que Pilato puede enviar a la
contexto se inscribe el llamado juicio político a muerte a Jesús, aun reconociendo su inocencia
Jesús, en el cual aparecen dos tipos de acusaciones personal, es la invocación de un dios, y así «puede
para poder conseguir la condena. Una, en base a decirse que Jesús fue crucificado por los romanos
supuestos hechos político-subversivos de Jesús, y no sólo por razones tácticas y de política diaria de
otra, la que ocasionará la condena, en base a la tranquilidad y orden en Jerusalén, sino, en definiti-
oposición religioso-política que objetivamente repre- va, en nombre de los dioses estatales de Roma que
sentaba Jesús con respecto a Roma. aseguraban la pax romana» (J. Moltmann).
1
J. SOBRINO, Jesucristo liberador. Lectura históri-
co-teológica de Jesús de Nazaret, Madrid, Trotta,
3
1997, p. 253-272.