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Modelo Trifactorial de Comunicación

Adolescente-Padres.

La perspectiva ecopsicológica.

2008

Autor: Prof. Dra. Vanina Schmidt1

Departamento de Publicaciones

Facultad de Psicología

Universidad de Buenos Aires

Buenos Aires

1
Investigadora CONICET. Prof. Adjunta Regular de Facultad de Psicología, U.B.A. e-mail:
vschmidt@psi.uba.ar. Institución: CONICET-UBACyT. Instituto de Investigaciones, Facultad de
Psicología (UBA).
1- Introducción 3

2- Modelos de comunicación entre padres e hijos/as adolescentes 3

3- Los efectos de la interacción familiar. La comunicación con los padres:

¿Factor protector o factor de riesgo?

4- Comunicación familiar. La perspectiva cultural

5- Un modelo de comunicación padres-adolescente para nuestro contexto

6- Reflexiones finales

7- Referencias
1- Introducción

La dinámica de las relaciones interpersonales en las familias se modifica


a través del ciclo vital. Mientras el hijo crece desde un estado de total
dependencia hacia la adultez autónoma, se generan una serie de cambios en
la relación con los padres, los cuales son necesarios para facilitar el desarrollo
del sujeto. La comunicación es esencial para negociar nuevas reglas y roles; a
su vez, las interacciones familiares brindan la oportunidad de sentirse valorado,
amado, contenido.

Afrontar los cambios de desarrollo dictados por el crecimiento de los


miembros, no es tarea sencilla. Los conflictos con los padres se incrementan
de manera relativamente brusca en la adolescencia temprana y persisten por
varios años antes de disminuir en la adolescencia tardía (Arnett, 1999). Por
este motivo, esta etapa es considerada a menudo como un período
particularmente turbulento y estresante.

Sin embargo, aunque algunas familias experimentan grandes


dificultades, la mayoría tienen experiencias positivas en esta etapa del ciclo
vital, contribuyendo al bienestar y el desarrollo de los miembros (Arnett, 2008).

2- Modelos de comunicación entre padres e hijos/as adolescentes

Los modelos que intentan describir las interacciones padres-hijos/as,


destacan dos dimensiones. Las denominaciones utilizadas varían en función
del modelo: exigencia y sensibilidad, o control y calidez, o flexibilidad y
cohesión (Baumrind, 1991; Olson, Portner, & Lavee, 1985; Steinberg, Mounts,
Camborn, & Dornbusch, 1991).
La primera dimensión (exigencia, control, flexibilidad) se refiere a las
normas, reglas y roles que se establecen en la interacción familiar. La segunda
(sensibilidad, calidez, cohesión), al aspecto afectivo de la relación. Incluye
conceptos tales como unión emocional, afecto, apoyo, calidez, empatía, apego.

Los especialistas han combinado estas dos dimensiones para describir


los estilos de interacción o “estilos de crianza” paterno-filiales. Baumrind
(1991), investigadora norteamericana, ha identificado cuatro estilos de crianza
de los padres: a) padres con autoridad (competentes), b) padres autoritarios
(muy exigentes y poco sensibles), c) padres permisivos (poco exigentes y muy
sensibles), y d) padres no comprometidos o desinteresados (poco exigentes y
poco sensibles).

Tabla 1. Los estilos de crianza y las dos dimensiones de interacción


familiar (extraído de Arnett, 2008)

Otro difundido esquema es el de Olson y su equipo de la Universidad de


Minnesota, quienes elaboraron el “Modelo Circumplejo de sistemas familiares y
maritales” (Olson, Portner, & Lavee, 1985). Desde el mismo, se sostiene la
existencia de tres variables para describir el funcionamiento familiar: la
cohesión, la flexibilidad y la comunicación.

La cohesión se refiere al grado de unión emocional percibido por los


miembros de la familia y permite clasificar los sistemas familiares en cuatro
tipos: desligados (muy bajo nivel de cohesión), separados (de bajo a
moderado), conectados (de moderado a alto) y enmarañados (muy alto nivel de
cohesión). El segundo y tercer nivel (familias separadas y conectadas), se
consideran niveles moderados o balanceados de cohesión. En estos sistemas,
los individuos son capaces de ser independientes y, al mismo tiempo, pueden
estar conectados con sus familias. En las familias con un bajo nivel de
cohesión (familias desligadas) no existe una estructura adecuada de apoyo, los
miembros “hacen su propia vida” y predomina el desinterés. En el extremo
opuesto, se encuentran las familias que tienen un nivel muy alto de cohesión
(familias enmarañadas) y que no refuerzan la independencia necesaria de sus
miembros.

La flexibilidad familiar se define como la plasticidad de la familia para


adecuarse a las distintas circunstancias vitales que atraviesa. Está referida al
grado en que la familia tiene la capacidad de cambiar su estructura de poder,
sus roles y reglas en respuesta al estrés situacional y de desarrollo. Las
familias pueden clasificarse, según el nivel de flexibilidad, en cuatro tipos:
rígidas (muy bajo nivel de flexibilidad), estructuradas (de bajo a moderado),
flexibles (de moderado a alto) y caóticas (muy alto nivel de flexibilidad). El
segundo y tercer nivel (familias estructuradas y flexibles), se consideran niveles
moderados o balanceados de flexibilidad (sistemas que suelen ser flexibles y
logran adaptarse a distintas circunstancias). Un bajo nivel de flexibilidad
(familias rígidas) implica un estilo familiar autoritario, en donde la capacidad de
cambio es limitada. Las familias que tienen un alto nivel de flexibilidad (familias
caóticas) se caracterizan por falta de estabilidad y por una variabilidad
constante que vuelve al sistema desorganizado.

La comunicación familiar es facilita el movimiento dentro de las otras dos


dimensiones. Se evalúa teniendo en cuenta: la capacidad de escucha,
capacidad para expresar ideas y sentimientos, claridad, continuidad y
coherencia relacional, y respeto y consideración mutua.

Para este grupo de expertos la comunicación familiar presenta dos


aspectos centrales: la comunicación abierta y los problemas de comunicación.
La primera, implica el intercambio fluido de información, tanto instrumental
como emocional, posibilidad de diálogo y negociación de roles y reglas, y
capacidad para expresar sentimientos y pensamientos; y los problemas en la
comunicación familiar se hacen evidentes en las interacciones negativas entre
los miembros, caracterizadas por resistencia a compartir, estilos de interacción
hostiles, agresiones y discusiones.

Así como Baumrind propuso que la combinación sensibilidad-control y


sus niveles, promueven determinados estilos de interacción o crianza, Olson y
su grupo propusieron una combinatoria según la cual los sistemas balanceados
(niveles moderados de cohesión y flexibilidad) tienden a caracterizarse por una
interacción positiva entre sus miembros, mientras que los sistemas que se
ubican en los extremos, tienden a tener problemas de comunicación.

A partir de estos desarrollos conceptuales es posible suponer que en las


familias balanceadas (“Modelo Cricumplejo”) o con padres con autoridad
(modelo de “Estilos de Crianza”) predomina una comunicación positiva con los
hijos/as, la cual facilita la negociación de normas y roles, el diálogo y la
expresión de afecto. En familias desbalanceadas (“Modelo Cricumplejo”) o con
padres cuyo estilo es permisivo, autoritario o no comprometido (modelo de
“Estilos de Crianza”), probablemente predomine una interacción negativa entre
padres e hijos/as, la cual puede convertirse en fuente de conflicto, malestar y
problemas emocionales.

Es desde estos desarrollos teóricos que se ha desembarcado en la


temática de la comunicación familiar como factor protector o de riesgo para el
adolescente.

3- Los efectos de la interacción familiar. La comunicación con los padres:


¿Factor protector o factor de riesgo?

En numerosos estudios internacionales se ha indagado la comunicación


con los padres como factor de riesgo en la etapa adolescente. Tales estudios
permiten concluir que los problemas de comunicación se asocian a una pobre
salud mental en jóvenes, victimización y violencia juvenil (Estévez-López,
Musitu-Ochoa, & Herrero-Olaizola, 2005a; Estévez-López, Musitu-Ochoa, &
Herrero-Olaizola, 2005b; Estévez López, Murgui Pérez, Moreno Ruiz, & Musitu
Ochoa, 2007), depresión (por ejemplo, Liu, 2003), entre otras consecuencias
negativas.

Pero se ha concluido también que la relación con los padres puede


funcionar como un poderoso factor protector de conductas de riesgo en
adolescentes. La comunicación familiar funcional permite el desarrollo de un
autoconcepto positivo en el joven (Estévez-López, Murgui-Pérez, Moreno-Ruiz,
& Musitu-Ochoa, 2007). Los adolescentes que experimentan interacciones
positivas con sus padres presentan mayores habilidades sociales y se
muestran más seguros de sí (Baumrind, 1991), se caracterizan por un mejor
desempeño escolar (Spera, 2005) y menor proporción de conductas de riesgo
en general (Marta, 1997).

En nuestro contexto, también se ha indagado la comunicación con los


padres como potencial factor de riesgo y protector. Se ha concluido que
aquellos adolescentes que refieren tener problemas de comunicación con los
padres presentan un pobre autoconcepto y problemas en su ajuste escolar
(bajo rendimiento, repitencia, valoran poco a la escuela y el estudio). Mientras
que la comunicación abierta con los padres se asocia a un alto rendimiento
escolar, elevado autoconcepto académico y actitud positiva hacia la escuela
(Molina, Messoulam, & Schmidt, 2006), así como a una menor probabilidad de
abusar de alcohol (Schmidt, Messoulam, Molina, & Abal, 2006).

Si bien se suele considerar el impacto de la comunicación sobre el


desarrollo y bienestar del hijo como si fuera un proceso lineal, es importante
tener presente el efecto bidireccional de la comunicación. Es decir, no sólo los
padres influyen en sus hijos a través de pautas de interacción sino que los hijos
influyen en el estilo de interacción de los padres. Los adolescentes impulsivos,
que ignoran las reglas parentales, producen un efecto negativo en los padres,
quienes pueden volverse autoritarios o renunciar a intentar establecer reglar, y
volverse así permisivos o indulgentes (Kowal, Krull y Kramer, 2004). Esto
podría explicar por qué adolescentes de la misma familia dan versiones muy
distintas respecto del estilo comunicacional de los padres, sugiriendo que no
existe un “estilo de los padres” sino un estilo de ese padre/madre con ese
hijo/a. Para el diagnóstico y el tratamiento en contexto clínico es imprescindible,
por lo tanto, considerar la experiencia de los distintos miembros de la familia y
la bidireccionalidad de las interacciones.

4- Comunicación familiar. La perspectiva ecopsicológica.

El modelo de “estilos de crianza” presentado previamente, no ha podido


ser generalizado a otras culturas. Baumrind (1987; citado en Arnett, 2008)
aceptó las limitaciones de su modelo al ser aplicado a culturas tradicionales o
no occidentales y propuso el término “estilos de crianza tradicional” como
intento de salvar las inconsistencias detectadas.

El Modelo Circumplejo de Sistemas Familiares y Maritales, ampliamente


indagado en nuestro medio (Schmidt, 2000, 2002), también mostró serias
limitaciones. Específicamente, la dimensión comunicación se ha mostrado
inapropiada desde el punto de vista conceptual y empírico, suscitando críticas
por parte de especialistas y usuarios de la escala que intenta operacionalizar el
constructo comunicación (Schmidt, Messoulam, Molina, & Abal, 2008).

Sin lugar a dudas, la comunicación es un fenómeno universal, pero el


contexto cultural modela las formas y contenidos de las interacciones padres-
hijos/as. Los modelos “importados” así como las investigaciones llevadas a
cabo con población distinta de la nuestra, pueden ser un importante punto de
partida y una fuente inestimable de interrogantes, los cuales deben ser
respondidos desde el propio contexto. Es decir, debemos realizar nuestras
propias investigaciones, construir modelos ecológicamente válidos e
instrumentos de medición capaces de captar la forma en que la comunicación
paterno-filial se expresa en nuestra cultura.
Desde esta perspectiva, a la cual suele denominarse ecopsicológica
(Leibovich y Schufer, 2002), hemos realizado una investigación en nuestro
medio cuyos resultados se presentan a continuación.

5- Un modelo de comunicación padres-adolescente para nuestro contexto

Las dificultades y limitaciones que presentan los modelos provenientes


de otras latitudes, pusieron en evidencia la necesidad de indagar más
detenidamente el tema de la comunicación padres-hijos/as desde nuestro
contexto cultural.

¿Cuáles son los aspectos relevantes de la comunicación del adolescente


con sus padres en nuestro contexto? ¿Cuáles son las categorías que permiten
una descripción comprensiva de la comunicación? ¿Se presentan como
categorías contrastables empíricamente? Tales fueron básicamente los
interrogantes que guiaron la investigación cuali-cuantitativa llevada a cabo por
el equipo. La triangulación metodológica (procedimientos para la recolección y
análisis de datos provenientes del paradigma cuantitativo combinados con
estrategias cualitativas tales como grupos focales, entrevista a informantes-
clave, observación) se presentó como vehículo imprescindible, única estrategia
capaz de permitirnos arribar a un modelo de comunicación ecológicamante
válido.

Se ha priorizado en nuestra investigación las voces de los protagonistas:


los adolescentes, para conocer cómo viven, sienten, piensan ellos la
experiencia de comunicarse con sus padres (Schmidt, Marconi, Messoulam,
Maglio, Molina, & Gonzalez, 2008). Los dichos de los adolescentes fueron
luego transformados en reactivos (ítems) y aplicados, junto con una escala
Likert, a una muestra de adolescentes del Área Metropolitana Bonaerense
(Schmidt, Maglio, et al. 2008, en preparación).

Los resultados hasta aquí alcanzados permitieron caracterizar la


comunicación en término de tres factores:
• Comunicación Positiva
• Problemas de Comunicación
• Restricción en la Comunicación

En cuanto a la comunicación positiva con los padres, los


adolescentes consideran imprescindible el diálogo, el ser escuchado y la
aceptación de “puntos de vista diferentes”. Resaltan aspectos relacionados con
la empatía, tales como sentirse “entendido”, “escuchado”. La demostración de
interés por lo que le pasa, siente o piensa el hijo es otra de las características
que forman parte de una buena comunicación desde la perspectiva
adolescente.

Asimismo, valoran la confianza y la cercanía entre ellos y los padres.


Pero una interpretación cuidadosa es importante en este punto. Los
adolescentes manifiestan que se espera de los padres el consejo pero no el
permiso absoluto. Y le otorgan importancia a la necesidad de que mantengan
su rol y les pongan límites, reconociendo la necesidad de una relación
asimétrica y unos roles diferenciados. En este sentido, destacan el valor de la
privacidad. No todo se comparte, no todo se le cuenta a los padres. Hemos
denominado a este aspecto de la comunicación tan valorado por los
adolescentes, selectividad. La falta de selectividad en el contenido de lo que
se comparte es vista por ellos como un “exceso” de cercanía, como una
invasión a su privacidad. Incluso, refieren que hay temas de los cuales
prefieren no hablar con los padres. Por ejemplo, son selectivos cuando se trata
de temas tales como consumo de drogas y sexualidad, los cuales se hablan
mayormente con amigos.

La selectividad constituye uno de los aspectos centrales de la


comunicación positiva. Sin embargo, en la etapa cuantitativa de nuestra
investigación, cuyo objetivo era contrastar empíricamente las categorías
conceptuales obtenidas en la etapa cualitativa, no hemos encontrado que la
selectividad se comporte como un factor independiente del resto. Al contrario,
los ítems que operacionalizaban el constructo selectividad se unen a los ítems
de la categoría “comunicación positiva”, lo cual nos llevó a concluir que la
selectividad forma parte de la interacción positiva que se establece con los
padres, pero no es un “estilo comunicacional” en sí mismo (Schmidt, Maglio, et
al. 2008, en preparación).

La comunicación negativa de los adolescentes con sus padres se


caracteriza por las discusiones (peleas), agresión verbal, actitud autoritaria,
falta de comprensión, dificultad para escuchar e imposibilidad de aceptar un
punto de vista diferente. Hemos denominado a este factor Problemas de
Comunicación.

Como hemos visto, la falta de distancia (la falta de selectividad) entre


padres e hijos es vivenciada por los adolescentes como un aspecto negativo de
la comunicación. Su opuesto, la distancia excesiva, también parece serlo.

Donde hay excesiva distancia, hay restricción en la comunicación. Reina


el “silencio familiar”, un silencio no deseado, no buscado por el hijo, sino a
consecuencia de una comunicación o estilos parentales que promueven el
alejamiento del hijo. Entonces, ya sea por falta de interés, rigidez o estilo
autoritario, el silencio se instala diciendo “acá no podés hablar”.

La Restricción en la comunicación ha sido el tercer factor obtenido en


la última etapa de nuestra investigación. Las consecuencias de este tipo de
comunicación aún se están indagando (Schmidt, Maglio, et al. 2008, en
preparación). Pero es posible concluir que los adolescentes valoran como
positiva la selectividad en la comunicación, opuesta a la restricción.

En una familia autoritaria en donde hay mucha distancia y rigidez, hay


demasiado silencio (restricción). En una familia permisiva, en la cual los roles
son poco claros, los límites difusos y los padres sienten son los “mejores
amigos de sus hijos”, falta la privacidad y se dificulta el desarrollo del ser
autónomo (falta de selectividad).

Selectividad y restricción serían dos factores con sentido opuesto que


son de vital importancia desde la visión del adolescente. Si bien ambos
componentes implican el “no hablar de ciertas cosas”, la elección de hacerlo o
su imposibilidad determinan el sentido positivo o negativo de estas
características de la comunicación.

Reflexiones finales

La importancia de la comunicación positiva entre padres e hijos/as ha


sido reconocida por teóricos, terapeutas e investigadores.
Nuestro objetivo fue describir la comunicación padres-adolescente en
nuestro contexto cultural, capturando los matices que caracterizan las
experiencias de nuestros adolescentes. Hemos arribado, con nuestra
investigación cuali-cuantitativa, a una tipología de la comunicación
ecológicamente válida que incorpora tres dimensiones: comunicación positiva,
problemas de comunicación y restricción, a diferencia de modelos provenientes
de otras culturas que incorporan sólo dos tipos de comunicación.
El tema de la comunicación es muy complejo desde todo punto de vista
(a nivel teórico, instrumental, empírico). Resta aún un largo camino por
recorrer, ya que las preguntas se multiplican si consideramos las muchas
variables que influyen en la interacción padres-hijos/as, tales como el contexto
socio-cultural, historia vital de los miembros, eventos familiares estresantes, así
como la personalidad de los miembros. Es indudable que la comunicación que
el adolescente percibe tiene con sus padres posee profundos efectos en el
desarrollo y bienestar del futuro adulto. Pero aún cuando está claramente
establecido que la comunicación es un importante factor protector y de riesgo,
los mecanismos y procesos que explican por qué esto es así, permanecen
poco claros.

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