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I
Luego de una correcta introducción al tema y del oportuno repaso de la
legislación que autoriza la interceptación de personas en el espacio público, el
ya aquilatado publicista registra minuciosamente el itinerario seguido por los
tribunales cimeros de nuestra organización judicial con relación al tópico,
comenzando por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de cuya produc-
ción hace notar las variaciones producidas a partir de la renovación casi total
de su integración, para abordar después, sala por sala, el ambiguo derrotero
seguido por la jurisprudencia de la Cámara Nacional de Casación Penal, con
sus marchas y contramarchas respecto del delicado equilibrio a guardar entre
las facultades policiales y los derechos de los individuos.
Pone de relieve, respecto de esta última, las inconsecuencias de un colecti-
vo judicial que, genéricamente considerado, soslayó durante los primeros años
de existencia su propia potestad revisora, acudiendo a pretextos formalistas,
sin haber logrado trazar, en la etapa más reciente, líneas conceptuales termi-
nantes en defensa de los principios constitucionales de primera magnitud invo-
lucrados en el tema, dejando a salvo las honrosas excepciones.
Cada caso es descrito y valorado con singular celo, con el beneficio añadi-
do de efectuar frecuentes comparaciones de la doctrina que fluye del pertinen-
te fallo y la emanada de otros del mismo o distinto órgano colegiado, con lo
que el recorrido cobra una dinámica pocas veces hallada en estudios de esta
naturaleza.
Súmase a tales méritos la adición del criterio personal, claramente expues-
to por Martín: se exhibe como un hombre de Derecho de neto cuño garantista;
y desde su noble toma de posición, sin renunciar un ápice a la objetividad con
que presenta cada ejemplo, vierte sus observaciones para que el lector confir-
me que es posible mantener incólume la defensa de un ideario heredero de la
Ilustración a despecho de las turbulencias coyunturales generadas por una
lamentable “opinión publicada” y mediadas por una clase política que, perdi-
do el rumbo, vaga reclutando esquivos caudales electorales con la letanía de la
inseguridad y sus virtuales antídotos.
Y coloca, como precipitado de las vacilaciones y retrocesos registrados en
el segmento jurisdiccional, en punto a invalidar procedimientos de detención
concretados fuera del estricto marco legal, el paradigmático emergente de los
procedimientos policiales fraguados, un vergonzoso –y, tal vez, insuficiente-
mente conocido– capítulo en la historia del sistema penal argentino que, muy
probablemente, no hubiera tenido lugar, de existir señales más unívocas desde
aquel crucial segmento, en punto a vedar el indebido avance sobre la esfera de
derechos de los ciudadanos.
Predicar en demasía sobre las excelencias de este libro guiaría al hipotético
lector a la convicción de que el prologuista, por las razones suficientemente
expuestas, está predestinado a la alabanza. Nada más lejano de mi intención.
Convoco a la inmersión en este bienvenido documento que nos ilustra acer-
ca de la integridad de nuestro estatus jurídico y social, y nos permite vislum-
brar la senda que debe recorrer el servicio de administración de justicia, en
punto a salvaguardar el vallado de privacidad que la Constitución, en su seg-
mento salvo de toda reforma, mantiene exento de la autoridad de los magistra-
dos… y, obviamente, de la de sus fuerzas auxiliares.
II
Pequeña referencia emotiva
En primer término quiero decir, aunque parezca un lugar común, que sien-
to un enorme orgullo y me siento muy honrada por escribir esta breve nota
para esta obra. Conocí a Adrián Martín hace más de quince años, cuando muy
joven cursó como alumno en mi comisión de Elementos de Derecho Penal y
Procesal Penal por el año 1993. Muy pronto vi en él un ser inquieto, estudioso,
ávido de conocimiento, valiente, luchador, comprometido y con un bajo perfil.
Lo descubrí rápidamente y lo invité a integrar la cátedra. Desde esa fecha
Adrián ha sido mi colaborador en cursos del Ciclo Profesional Orientado de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en los del posgrado de
esa facultad, en los de la Asociación de Magistrados y en el Tribunal Oral en lo
Criminal Nº 18 en el que fue mi relator durante varios años. Juntos también
incurrimos en la aventura de escribir un libro sobre los principios del derecho
procesal penal.
En todos estos años compartimos una forma de ver el Derecho desde una
óptica respetuosa de los derechos, valores y libertades. Siempre tratamos de
adecuar las disposiciones legales a la manda constitucional.
He visto crecer a Adrián y me siento orgullosa de haberlo conocido y traba-
jado con él. Como dije, siempre nos inquietaron y motivaron las garantías
constitucionales, la idea de un proceso penal que garantizara al individuo sus
derechos frente al poder punitivo y persecutorio estatal, y en ese ámbito Adrián
se dedicó especialmente a todo lo relacionado con la libertad de las personas.
Así es como llegó a escribir su tesis que se plasma en esta obra.
Muy seriamente investigó sobre la forma en que nuestros más Altos Tribu-
nales se pronunciaron en materia de libertades. Su estilo es muy peculiar y
resultan muy originales y elocuentes sus títulos.
También debo agregar que como funcionario, Fiscal de la Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires, cargo al que accedió por concurso, demuestra su integri-
dad y respeto por sus ideas que lleva a la práctica en sus dictámenes. Como me
dijo en una oportunidad refiriéndose a mi actuación como juez: “Pone la
firma”, es decir, que se juega por lo que cree, por sus convicciones.
III