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Martín, Adrián Norberto, Detenciones policiales y arbitrarias en

la jurisprudencia de la Cámara Nacional de Casación Penal.


Sobre las improntas del Estado de policía en las agencias judi-
ciales, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2010.
Prefacio

Luis Fernando Niño

Es motivo de doble satisfacción para mí oficiar de prologuista de esta obra.


En primer lugar, su autor, el joven abogado Adrián Norberto Martín, ha sido
uno de los más destacados asistentes a la Maestría en Criminología de la Facul-
tad de Derecho de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora inaugurada
en el año 2000 y de la que he tenido el honor de ser codirector durante la pri-
mera década de su existencia, junto con la Profesora Dra. Stella Maris Martí-
nez, actual Defensora General de la Nación.
En segundo término, el volumen que aquí presento, constituido por el tra-
bajo de tesis por él elaborado, honrosamente defendido ante el tribunal acadé-
mico compuesto a tal efecto, configura una acabada muestra de la altura cien-
tífica que es posible alcanzar en esa rama del saber, cuando se opera con el
rigor metodológico que exige su carácter teórico-práctico, contando, por aña-
didura, además del natural talento y del esfuerzo personal, con la dirección de
una notable docente como es la Licenciada en Antropología María Josefina
Martínez, quien integró el claustro de la referida carrera de posgrado y fue
Secretaria de Redacción del órgano de difusión.
A nadie escapa que, de las tres agencias de control social formal que com-
ponen el sistema penal, la conformada por la policía y demás fuerzas de segu-
ridad es la que posee un peso decisivo en el proceso de criminalización secun-
daria, entendiendo por tal, de acuerdo con la definición aportada en su tratado
de Derecho Penal por los Profesores Eugenio Raúl Zaffaroni, Alejandro Alagia
y Alejandro Slokar, otrora también componentes del sobresaliente grupo aca-
démico de la Maestría, “la acción punitiva ejercida sobre personas concretas,
que tiene lugar cuando las agencias policiales detectan a una persona, a la que
se atribuye la realización de cierto acto criminalizado primariamente, la inves-
tiga, en algunos casos la priva de su libertad ambulatoria, la somete a la agen-
cia judicial, ésta legitima lo actuado, admite un proceso (o sea, el avance de
una serie de actos secretos o públicos para establecer si realmente ha realiza-
do esa acción), se discute públicamente si la ha realizado y, en caso afirmativo,
admite la imposición de una pena de cierta magnitud que, cuando es privativa
de la libertad ambulatoria de la persona, es ejecutada por una agencia peniten-
ciaria (prisionización)”.
La sintética pero ajustada definición transcrita alcanza para mensurar la
importancia criminológica y político-criminal del meduloso estudio llevado a
cabo por Adrián Martín. Podría afirmarse que la existencia, seriedad y exhaus-
tividad, por parte de la agencia judicial, del contralor de la regularidad consti-
tucional y legal de la actividad realizada por aquella, en la propia génesis de un
proceso, determina, en buena medida, la calificación de determinado sistema
penal globalmente considerado como democrático o autoritario.

I
Luego de una correcta introducción al tema y del oportuno repaso de la
legislación que autoriza la interceptación de personas en el espacio público, el
ya aquilatado publicista registra minuciosamente el itinerario seguido por los
tribunales cimeros de nuestra organización judicial con relación al tópico,
comenzando por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de cuya produc-
ción hace notar las variaciones producidas a partir de la renovación casi total
de su integración, para abordar después, sala por sala, el ambiguo derrotero
seguido por la jurisprudencia de la Cámara Nacional de Casación Penal, con
sus marchas y contramarchas respecto del delicado equilibrio a guardar entre
las facultades policiales y los derechos de los individuos.
Pone de relieve, respecto de esta última, las inconsecuencias de un colecti-
vo judicial que, genéricamente considerado, soslayó durante los primeros años
de existencia su propia potestad revisora, acudiendo a pretextos formalistas,
sin haber logrado trazar, en la etapa más reciente, líneas conceptuales termi-
nantes en defensa de los principios constitucionales de primera magnitud invo-
lucrados en el tema, dejando a salvo las honrosas excepciones.
Cada caso es descrito y valorado con singular celo, con el beneficio añadi-
do de efectuar frecuentes comparaciones de la doctrina que fluye del pertinen-
te fallo y la emanada de otros del mismo o distinto órgano colegiado, con lo
que el recorrido cobra una dinámica pocas veces hallada en estudios de esta
naturaleza.
Súmase a tales méritos la adición del criterio personal, claramente expues-
to por Martín: se exhibe como un hombre de Derecho de neto cuño garantista;
y desde su noble toma de posición, sin renunciar un ápice a la objetividad con
que presenta cada ejemplo, vierte sus observaciones para que el lector confir-
me que es posible mantener incólume la defensa de un ideario heredero de la
Ilustración a despecho de las turbulencias coyunturales generadas por una
lamentable “opinión publicada” y mediadas por una clase política que, perdi-
do el rumbo, vaga reclutando esquivos caudales electorales con la letanía de la
inseguridad y sus virtuales antídotos.
Y coloca, como precipitado de las vacilaciones y retrocesos registrados en
el segmento jurisdiccional, en punto a invalidar procedimientos de detención
concretados fuera del estricto marco legal, el paradigmático emergente de los
procedimientos policiales fraguados, un vergonzoso –y, tal vez, insuficiente-
mente conocido– capítulo en la historia del sistema penal argentino que, muy
probablemente, no hubiera tenido lugar, de existir señales más unívocas desde
aquel crucial segmento, en punto a vedar el indebido avance sobre la esfera de
derechos de los ciudadanos.
Predicar en demasía sobre las excelencias de este libro guiaría al hipotético
lector a la convicción de que el prologuista, por las razones suficientemente
expuestas, está predestinado a la alabanza. Nada más lejano de mi intención.
Convoco a la inmersión en este bienvenido documento que nos ilustra acer-
ca de la integridad de nuestro estatus jurídico y social, y nos permite vislum-
brar la senda que debe recorrer el servicio de administración de justicia, en
punto a salvaguardar el vallado de privacidad que la Constitución, en su seg-
mento salvo de toda reforma, mantiene exento de la autoridad de los magistra-
dos… y, obviamente, de la de sus fuerzas auxiliares.

II
Pequeña referencia emotiva

María Cristina Camiña

En primer término quiero decir, aunque parezca un lugar común, que sien-
to un enorme orgullo y me siento muy honrada por escribir esta breve nota
para esta obra. Conocí a Adrián Martín hace más de quince años, cuando muy
joven cursó como alumno en mi comisión de Elementos de Derecho Penal y
Procesal Penal por el año 1993. Muy pronto vi en él un ser inquieto, estudioso,
ávido de conocimiento, valiente, luchador, comprometido y con un bajo perfil.
Lo descubrí rápidamente y lo invité a integrar la cátedra. Desde esa fecha
Adrián ha sido mi colaborador en cursos del Ciclo Profesional Orientado de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en los del posgrado de
esa facultad, en los de la Asociación de Magistrados y en el Tribunal Oral en lo
Criminal Nº 18 en el que fue mi relator durante varios años. Juntos también
incurrimos en la aventura de escribir un libro sobre los principios del derecho
procesal penal.
En todos estos años compartimos una forma de ver el Derecho desde una
óptica respetuosa de los derechos, valores y libertades. Siempre tratamos de
adecuar las disposiciones legales a la manda constitucional.
He visto crecer a Adrián y me siento orgullosa de haberlo conocido y traba-
jado con él. Como dije, siempre nos inquietaron y motivaron las garantías
constitucionales, la idea de un proceso penal que garantizara al individuo sus
derechos frente al poder punitivo y persecutorio estatal, y en ese ámbito Adrián
se dedicó especialmente a todo lo relacionado con la libertad de las personas.
Así es como llegó a escribir su tesis que se plasma en esta obra.
Muy seriamente investigó sobre la forma en que nuestros más Altos Tribu-
nales se pronunciaron en materia de libertades. Su estilo es muy peculiar y
resultan muy originales y elocuentes sus títulos.
También debo agregar que como funcionario, Fiscal de la Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires, cargo al que accedió por concurso, demuestra su integri-
dad y respeto por sus ideas que lleva a la práctica en sus dictámenes. Como me
dijo en una oportunidad refiriéndose a mi actuación como juez: “Pone la
firma”, es decir, que se juega por lo que cree, por sus convicciones.

III

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